MONOGRAFÍA RICO

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[EL LEVANTAMIENTO DE ALDO RICO EN MONTE CASEROS…] Año 2012 El levantamiento de Aldo Rico en Monte Caseros: del imaginario colectivo a las publicaciones “Es seguro, de cualquier manera, que los carapintada seguirán siendo motivo de entusiasmo, odio y preocupación por mucho tiempo”. Hugo Chumbita, historiador "Si quienes dieron las órdenes van a la justicia no tenemos ningún problema en ir todos a la justicia, pero ningún hombre de bien que vista uniforme militar puede ampararse escudándose en el sacrificio de sus subalternos". Aldo Rico, líder de dos levantamientos carapintada “En definitiva, Monte Caseros no puede entenderse sin Semana Santa”. Miguel Àngel Álvarez, ex teniente carapintada 1

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El levantamiento de Aldo Rico en Monte Caseros:

del imaginario colectivo a las publicaciones

“Es seguro, de cualquier manera, que los carapintada seguirán siendo motivo de entusiasmo,

odio y preocupación por mucho tiempo”.

Hugo Chumbita, historiador

"Si quienes dieron las órdenes van a la justicia no tenemos ningún problema en ir todos a la

justicia, pero ningún hombre de bien que vista uniforme militar puede ampararse escudándose en

el sacrificio de sus subalternos".

Aldo Rico, líder de dos levantamientos carapintada

“En definitiva, Monte Caseros no puede entenderse sin Semana Santa”.

Miguel Àngel Álvarez, ex teniente carapintada

“Desde entonces, la cosa es así: Argentina-Maradona, Monte Caseros-Aldo

Rico”.

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Juan Ignacio Piloni, empresario de transporte

INTRODUCCIÓN

El calurosísimo y lluvioso 17 de enero de 1988 se inició en Monte Caseros un episodio singular que, por mucho que les pese a algunos lugareños, puso a nuestra ciudad en el mapa y en los libros de Historia de la República Argentina: el levantamiento del entonces teniente coronel Aldo Rico, quien nueve meses atrás, en abril de 1987, había protagonizado el levantamiento de Semana Santa y habría conseguido del presidente Raúl Ricardo Alfonsín el compromiso explícito de responder favorablemente a ciertas “reivindicaciones” para el sector militar subalterno. Versiones periodísticas afirman que Rico estaba en Monte Caseros desde el viernes 15 de enero -día en que se fugó del country de Bella Vista, Buenos Aires, donde estaba preso por el alzamiento de Semana Santa-, pero recién en la madrugada del domingo 17 se habría hecho oficial la toma de Monte Caseros.

Un manto de oscuridad histórica se tiende sobre los términos de la mencionada negociación entre Rico y Alfonsín –ninguno de los entrevistados para este trabajo pudo determinarlos-, pero el periodista Horacio Verbitsky1 menciona cinco reclamos entregados en esa ocasión por Aldo Rico al ministro de defensa, José Horacio Jaunarena: el relevo del jefe del Estado Mayor, Héctor Ríos Ereñú, designación del sucesor entre cinco nombres suministrados por ellos, solución política para los militares que participaron en la guerra sucia, retrotraer la situación al martes 14 y no aplicar sanciones por la rebelión de Semana Santa en Campo de Mayo.

Según su relato, Rico había recibido señales de aliento: “El gobierno podría acceder a algunos de sus reclamos. En la Casa Rosada había expectativas de solución. Jaunarena respondió punto por punto. Ríos Ereñú ya había pedido su relevo. El gobierno no discutiría con Rico el nombre del nuevo jefe del Estado Mayor. Si la solución política era una amnistía, Alfonsín no estaba dispuesto a firmarla. Si se trataba de una formulación de la obediencia debida según los niveles de responsabilidad, esa era precisamente la política del gobierno y no hubiera sido necesario que se pintaran la cara. Retrotraer el conflicto al 14 de abril era impensable. Barreiro no volvería a prestar servicio en el ejército después

1 Verbitsky, Horacio. Civiles y militares. Memoria secreta de la transición. 2003.

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de la conmoción que había detonado2. Los jefes del motín serían juzgados, pero a sus subordinados podrían aplicársele sólo sanciones disciplinarias.

Al regresar a la plaza de Mayo, luego de su diálogo con el jefe insurrecto, Alfonsín arrancó una ovación a la multitud con un “Felices Pascuas. Los hombres amotinados han depuesto su actitud. Como corresponde serán detenidos y sometidos a la Justicia”. Pero al desconcierto siguieron los silbidos de reprobación, cuando agregó que algunos de ellos eran héroes de la guerra de las Malvinas, que habían asumido una posición equivocada sin intención de provocar un golpe de Estado. Eso era lo que los sediciosos habían afirmado, mientras el gobierno convocaba a la plaza con la consigna “Democracia o Dictadura” (…) De la entrevista de Alfonsín con Rico hubo versiones discordantes. El comando ofreció una conferencia de prensa en la que desmintió haberse rendido y se jactó de haber llegado a un acuerdo con el presidente”. Poco tiempo después se aprobaba la Ley de Obediencia Debida. Pero esto no fue suficiente. Otro levantamiento militar se aproximaba, el que compete a esta investigación.

El hecho es que por el levantamiento de Semana Santa, Aldo Rico se encontraba procesado en Campo de Mayo. El 30 de diciembre de 1987 se le había concedido el privilegio de arresto domiciliario; dos semanas más tarde, envió un comunicado afirmando que desconocía la autoridad del Estado Mayor del Ejército y de los tribunales militares por no ver garantizada la justicia, y escapó. La autoridad militar, el teniente general José Segundo Dante Caridi, declaró a Rico en rebelión, y el Ministerio del Interior ordenó su captura inmediata. Tres días después se lo encontró en Monte Caseros, aparentemente apoyado por el segundo jefe del Regimiento de Infantería Mecanizado 4, mayor Jorge Jándula. Jándula estaba a cargo de la unidad militar, ya que el jefe de la misma, teniente coronel Héctor Claudio Álvarez de Igarzábal, se encontraba disfrutando de sus vacaciones en las sierras de Córdoba y debía retornar a Monte Caseros dos días después del 18 de enero. De todas maneras, retornó para ser parte del movimiento y de hecho Álvarez de Igarzábal declaró, en el marco de

22 El mayor Ernesto Barreiro, un elemento de inteligencia que había tenido participación activa en la represión al movimiento obrero y popular en Córdoba, se negó a prestar declaración ante la Cámara Federal de Córdoba en relación a cargos de tortura y asesinato que se le imputaban. Barreiro fue arrestado, a petición del juez competente, por la autoridad militar, y confinado en el Comando de Infantería Aerotransportada 14 del Tercer Cuerpo de Ejército, en la provincia de Córdoba. Cuando la policía intentó hacerse cargo de Barreiro por el desacato a la justicia, el personal del cuartel (130, entre oficiales y soldados) se amotinaron, exigiendo el cese de los juicios.

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esta investigación, que adhería al planteo de Rico, bautizado ya desde Semana Santa como Operación Dignidad. El segundo jefe, Jándula, había compartido con Rico vivencias tan significativas como la de Malvinas, por lo cual los unían lazos muy fuertes. Algunas fuentes señalan que eran primos.

El levantamiento de Monte Caseros duró sólo dos o tres días. Fueron jornadas de mucha tensión para quienes lo vivieron desde dentro del regimiento y en el fondo sabían que arriesgaban sus carreras, y para unos doscientos montecasereños que se interesaron por lo que sucedía y se acercaron al lugar, algunos a protestar, otros simplemente a “curiosear”. Para el grueso de la población, que disfrutaba de las hermosas playas y de los carnavales que engalanan a la ciudad en verano, simplemente pareció tratarse de un hecho anecdótico más sobre el cual charlar: “Rico está en Monte Caseros, lo vi comprando hamburguesas en el carrito”; “Hay medios de comunicación de todas partes del país y del mundo. Santo Biasatti, la Red O Globo, Reuters, Nicolás Kasanzew, la United Press”, o “Poné ATC, están diciendo que el pueblo está conmocionado por la llegada de Rico, ¿vos viste algo?”.

Con las comunicaciones de la ciudad cortadas, habiendo detonado y roto el puente del Timboy una mina y en medio de tanta desinformación -o manipulación de la información-, reconstruir los hechos resulta para el investigador un apasionante desafío: es como armar un rompecabezas donde las piezas son una serie de anécdotas, por momentos tensas, por otros risueñas, teñidas del cariz que un montecasereño o alguien que conoce nuestra idiosincrasia sabe darle, y en el que siempre queda la sensación de que falta una ficha.

¿Qué quería Aldo Rico en Monte Caseros? Los entrevistados, civiles y militares, algunos simples testigos y otros verdaderos protagonistas de aquellos días, pasan uno y otro ante el magnetófono, respondiendo a este interrogante desde su lugar. A esta selección de seis informantes se agrega la versión de veinte personas de todas las edades elegidas al azar, quienes cuentan su punto de vista para conformar la parte del trabajo “Del imaginario colectivo…”. Para cerrar la frase, “…a las publicaciones”, se ha realizado un fichaje de un considerable número de libros y otras publicaciones, con el fin de comparar y llegar a una conclusión sobre cómo la sociedad evalúa las intenciones de Rico en Monte Caseros y cómo los historiadores y la prensa dan cuenta de ellas.

Así, la columna vertebral de este trabajo la constituye la interpretación que los informantes hacen del levantamiento de Rico, y la mirada de las publicaciones. ¿Qué hay de semejante y de diferente en lo planteado por los montecasereños y estas últimas? ¿Cuál era el verdadero propósito del alzamiento de 1988? ¿Cuál había sido en la Semana Santa anterior, aquella en la que se

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acuñó la presidencial “Felices Pascuas. La casa está en orden”? ¿Qué hubiera ocurrido si aquella mina no estallaba y más y más unidades se sumaban a los sublevados, no sólo en Monte Caseros sino en el resto del país? ¿Contra quién se pronunciaban Rico y los carapintada, contra el gobierno democrático de Alfonsín o contra la cúpula del Ejército Argentino? O, más específicamente, ¿se pretendió iniciar un golpe de Estado o simplemente encabezar el reclamo del cumplimiento del compromiso de Semana Santa del que habla Verbitsky? ¿Cómo llega un militar tildado de “golpista” a ocupar cargos políticos de relevancia, respaldado por el voto popular? Tales los interrogantes que orientan este trabajo, para el cual convoqué, además de las veinte personas elegidas al azar mencionadas, al entonces teniente, Miguel Ángel Álvarez; al jefe del Regimiento de Infantería 4 de ese momento, teniente coronel retirado Héctor Claudio Álvarez de Igarzábal; al profesor en Historia Julio Dionisio Martínez, en ese entonces secretario del Concejo Deliberante y asesor del Intendente del pueblo, Benito Germán Borgo; al médico cirujano Eduardo Leonel Galantini, intendente actual, y que en aquellos días tomó cartas en el asunto de un modo muy peculiar; a un vecino, Ángel Claver Sánchez, alias Lito, quien trabajaba en el ferrocarril y fue uno de los que se acercó al regimiento a ver qué pasaba, y al señor Gerardo Gallero, retirado de la Prefectura, quien dos años después del levantamiento recorría las calles de Monte Caseros y de buena parte de la provincia con Aldo Rico, como miembro de la Junta Departamental del MODIN, con una excelente respuesta por parte de los votantes, que a nivel país posicionaron al partido de Rico como tercera fuerza nacional.

Como se verá, los informantes allegados al ejército se inclinarán por la hipótesis de que Rico buscaba desde Monte Caseros exigir que Alfonsín cumpliera el compromiso realizado con él nueve meses atrás, en el levantamiento de Semana Santa, que básicamente apuntaba desligar de culpa y cargo a aquellos militares subalternos, (de teniente coronel para abajo) que durante la última dictadura militar habían obrado cumpliendo órdenes e identificados con su uniforme. Las Ley de Obediencia Debida, aprobada meses después de Semana Santa, estaba indirectamente enmarcada en este compromiso, que incluía otros ítems en el mismo sentido, los cuales no se habían cumplido para enero de 1988. En cambio, para la mayoría de los civiles, no hay dudas de que el carapintada quería iniciar en Monte Caseros un golpe de Estado al gobierno de Raúl Alfonsín, dado que la proclama de la rebelión que se habría dado a conocer a través de los medios decía que el ejército “retomaba la conducción política del país, ante la inoperancia de los sectores gobernantes de ese momento”.

Con fines didácticos y organizativos, esta monografía está dividida de la siguiente manera: a esta presentación y enunciación de las hipótesis le sigue

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una segunda parte, la construcción del marco referencial, donde se toma posicionamiento historiográfico y se enuncian los conceptos que regirán la investigación. Luego se exponen las opiniones de los informantes clave y de los veinte entrevistados, bajo cuatro categorías: 1) el objetivo del levantamiento; 2) la actuación de los medios de comunicación; 3) la ascendente carrera política de Rico luego del levantamiento de Monte Caseros y 4) la eventual importancia de este hecho para la localidad. Luego se hará referencia a cómo la temática pasa a la Historia, para las nuevas generaciones, en los libros y otras publicaciones. Finalmente, en la conclusión, se realiza un entrecruzamiento de la información y se deja plasmada la toma de posición por parte de la investigadora, así como la confirmación o refutación de las hipótesis iniciales.

Los anexos incluyen la visión de los entrevistados de una serie de episodios que hoy son comentario en el pueblo, pero sobre los que nadie parece tener certeza: la amenaza de bombardear el barrio 308 viviendas, la explosión del puente del Timboy, la colocación simbólica de una cadena y un candado en las puertas del regimiento por parte de Galantini y otros compañeros, la aparición súbita de la prensa nacional e internacional, los periodistas que se daban maña para mostrar a un pueblo ofuscado y la misteriosa llegada de un hombre alto disfrazado de gaucho en una avioneta, que tras bajar dos maletas en un campo cercano a Labougle, perteneciente a la familia Rader, habría impulsado a Rico a dar por finalizada la rebelión.

Hipótesis

La pesquisa se inicia bajo tres hipótesis principales. 1) Una está referida a que, en una Argentina sensibilizada y golpeada

por los recientes hechos de la última dictadura militar (1976-1983), se generó a nivel del imaginario colectivo una confusión acerca de la acción carapintada ejercida por Aldo Rico y su gente, asignándole motivaciones eminentemente golpistas contra las instituciones democráticas, minimizando la explicación de un reclamo de los militares subalternos a la cúpula del ejército y al presidente del cumplimiento de los puntos acordados en Semana Santa. Los medios de comunicación de le época, muy especialmente ATC, el canal oficial, influenciados por la convocatoria de Alfonsín a plaza de Mayo “Dictadura o Democracia”, se habrían empeñado en brindar una imagen que no

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era acorde a lo que aquí ocurría: combates en las calles, tiroteos, amenazas de bombardear un barrio de la ciudad.

2) En otro orden, aunque vinculada –y de alguna manera opuesta- a la primera hipótesis, se presume la posibilidad de que el segundo levantamiento de Rico, el de Monte Caseros, aunque no haya tenido fines golpistas, sí estuviera respaldado por algunos sectores del peronismo, con la finalidad de debilitar al gobierno de Alfonsín y brindar a Rico un trampolín hacia la carrera política que más tarde iniciaría, primero con el MODIN, y luego desde el justicialismo. Es decir, no se buscaría un golpe de Estado, sino sólo debilitar la imagen y la gobernabilidad del radicalismo, para abrir el camino a una próxima gestión justicialista (tal como se dio en los hechos, con Carlos Menem).

3) Finalmente, se da comienzo al trabajo de campo y la contrastación con los libros de historia bajo la hipótesis de que entre la gente común de Monte Caseros el hecho es recordado como parte del anecdotario local, aunque no existiría un verdadero conocimiento e interés por saber a fondo por qué se produjo el levantamiento, ni una idea formada sobre la importancia de este hecho para la localidad. Aunque la gente creyera que Aldo Rico puso a Monte Caseros en el mapa, no pensaría que el levantamiento implicara un cambio para la vida comunal.

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“Lunes 18, 15.30 hs. Los tanques leales entran en Monte Caseros aplaudidos por el pueblo”.

Jóvenes montecasereños saludan al Gral. Mabragaña, comandante de las tropas leales, en el restaurante “El Carrito”, después de que venciera al ex teniente coronel Aldo Rico.

MARCO REFERENCIAL En lo referente a posicionamiento historiográfico, este trabajo se

enmarca en la corriente de la Microhistoria, una rama de la historia social de

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desarrollo reciente, que analiza cualquier clase de acontecimientos, personajes u otros fenómenos del pasado que en cualquier otro tratamiento de las fuentes pasarían inadvertidos. La razón por la que llaman el interés del historiador puede ser muy diversa: puede ser lo raro pero también lo cotidiano. En todo caso, demuestra tener posibilidades interpretativas desusadas cuando el historiador introduce la llamada reducción de escala o el examen con lupa del pasado, que constituye el instrumento innovador de esta disciplina.

También, la investigación encuentra bases historiográficas en la concepción Braudeliana de la “historia de las mentalidades”, que se apoya en la diferenciación entre “ideología” (como sistema elaborado de creencias y conceptos que explican el mundo a quien la sustenta) y “mentalidad” (un complejo de opiniones y creencias colectivas inarticuladas, menos reflexivas y más populares y duraderas). Influenciados por el desarrollo de la psicología social y la antropología estructural, una parte de los historiadores de Annales se lanzó al estudio del nivel inconsciente de las prácticas sociales y las representaciones colectivas, siempre con un aparato metodológico que tenía en la cuantificación estadística su medio y objetivo máximo. Los temas y tópicos de estudio cambiaron en consecuencia: además del estudio de producciones, precios, defunciones y matrimonios, se pasó al análisis de la actitud ante la muerte, los gustos de los lectores de libros, la piedad e impiedad religiosa, la sexualidad normalizada y marginada, la locura, el ocio y el bandidaje, etc.

De este modo, el característico privilegio de la historia económica y social en la escuela de Annales fue compartiendo primacía con una historia de las mentalidades concebida casi como antropología retrospectiva del ámbito de la cultura material y simbólica de las sociedades. Sin caer en el fetichismo del número, los medievalistas Georges Duby y Jacques Le Goff o el modernista Michel Vovelle se revelaron como maestros consumados en este campo y se ocuparon de subrayar la relación y vinculación entre el ámbito «cultural» y los otros ámbitos de actividad humana. Pero a su lado proliferaron los estudios de historia de la cultura popular y las mentalidades «en migajas», desprovistos de todo axioma de conexión con otras dimensiones socio-históricas y con los mismos vicios y defectos de su colega serial. Y todo ello bajo una conceptualización de la práctica histórica bien alejada ya del ideal braudeliano de la «historia total», que Pierre Nora se ocupó de sistematizar en 1974: «Vivimos una Historia en migajas, ecléctica, abierta a curiosidades que no hay que rechazar».

En otro orden, ciertos conceptos clave deben estar claros para adentrarse en el objeto de estudio: imaginario colectivo, carapintada, golpe de

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Estado, rebelión, indulto, ley de obediencia debida y ley de punto final. Finalmente, este marco referencial contiene una reseña de la vida militar y política de Aldo Rico.

Imaginario colectivo

Se trata en este caso de un concepto sociológico en construcción, que requiere especial atención.

En la década de los 60, el pensador y cineasta Edgar Morin desarrolló, entre otras, la teoría del imaginario colectivo. Se trata de un concepto sociológico: “Es el conjunto de mitos, formas, símbolos, tipos, motivos o figuras que existen en una sociedad en un momento dado. El imaginario colectivo es la mente social colectiva”.

Para Morin, esta mente social colectiva es alimentada por los medios: cine, información de actualidad, turismo y ocio, Internet. La vida imaginaria se nutre de la vida material. A la vez, adquiere energía a través de las identificaciones de la vida material: productos de consumo, líderes, estrellas, personas y líderes de referencia. En este sentido, la vida material se nutre de la vida imaginaria.

Daniel Herrera, profesor de Teoría de la Comunicación de la Universidad de Navarra, identifica el imaginario colectivo con “significaciones imaginarias sociales”. Básicamente, las mismas funcionan, en un sentido moderno y en relación con la sociedad, (1) instituyendo y creando; (2) manteniendo y justificando y (3) cuestionando y criticando un orden social.

Las significaciones sociales imaginarias instituyen y crean un orden social a la vez que son instituidas y creadas por este mismo orden. La problemática de la institución y la creación social se encuentra inscripta en la tensión entre la determinación y la indeterminación sociocultural de estas significaciones.

Las significaciones sociales imaginarias también mantienen y justifican un orden social. Es lo que se conoce como los problemas de la legitimación, integración y consenso de una sociedad. Legitimación entendida como explicación, fuente de sentido y plausibilidad subjetiva; esto es, las significaciones sociales muestran, contrastan y ocultan, a la vez, una realidad social. Integración entendida como orientación y determinación de conductas. Es decir, las significaciones sociales estimulan, permiten y prohíben la acción social porque la propia acción ya es simbólica o significativa en la medida en que es humana. Y consenso formulado por el acuerdo que permite y facilita el dominio del entorno social. De modo que las significaciones sociales permiten, a la vez, el

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dominio, adaptación y sometimiento de los individuos sociales a un orden anterior y exterior a ellos.

Finalmente, las significaciones imaginarias sociales cuestionan un orden social a través de la crítica, la reforma y el cambio de una sociedad determinada. Tal cuestionamiento proviene de “otro lugar” o de “ningún lugar” como espacio de la esperanza o utopía.

Las funciones descriptas se articulan en torno al orden y el cambio social como posibilidades, relativamente conscientes y racionales, de existencia colectiva desde un nosotros entendido como realidad presente y esperanza de realización. Todo esto como consecuencia del paso de un monoteísmo religioso medieval a un monoteísmo racional moderno”.

Desde otra perspectiva, la licenciada en Historia Ivett García Sandoval explica: “actualmente el término imaginario colectivo es utilizado con frecuencia no solo por los estudiosos de las disciplinas sociales, sino por las figuras públicas: políticos, artistas, editorialistas… no existe una definición clara para el tema, entre otros puntos porque se trata de un concepto aún en construcción.

Sin embargo, vale el intento por aportar algunas referencias: el imaginario colectivo es el conjunto de imágenes que hemos interiorizado y en base a las cuales miramos, clasificamos y ordenamos nuestro entorno. Estas representaciones interiores son tan importantes que, prácticamente, regulan nuestra vida. Todos esperamos que las relaciones humanas se ajusten a nuestras imágenes mentales, por ejemplo: la familia, la amistad, la pareja e incluso el mundo natural es visto bajo estos parámetros: la primavera, los árboles, todo nuestro entorno y, cuando nuestro entorno responde a esta imaginario nos sentimos tranquilos, contenidos, pero la realidad sale de estos cauces (lo que suele ocurrir) y entonces se genera la incertidumbre y por consiguiente la angustia aparece en escena.

El imaginario colectivo no surge de la nada sino que se trata de una construcción social en la que intervienen los diferentes grupos de la sociedad y concurren a ella todos los sectores que la conforman. Los que disponen de mayores recursos, humanos, económicos, artísticos, mediáticos, hacen “pesar” para imponer su imagen por sobre las provenientes de grupos más numerosos, pero con menores posibilidades. El ejemplo más claro de la lucha y la construcción de un imaginario colectivo lo constituyen los nacionalismos. Lo que hoy nosotros esperamos y tenemos interiorizado como la imagen de “lo mexicano”, “lo argentino”, “lo francés”, es el resultado de largos procesos delineados tanto por la  integración territorial de los estados como por la

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formación e invención de la “Nación”, esto último generalmente en medio de luchas de facciones que se suceden en el poder y que enfrentan a dos grupos dirigentes. Al concluir estas pugnas, “la Nación” se convierte en la entidad legitimadora del estado. El proceso de conformación de las naciones resultó tan exitoso que en el mundo occidental la mayoría de nosotros estamos dispuestos no sólo a comportarnos según esa imagen sino incluso a matar y morir por ella.

Cabe decir, entonces, que imaginario y poder están siempre estrechamente vinculados”, expresa García Sandoval.

Carapintada

Los carapintada fueron varios grupos de activistas militares nacionalistas que llevaron a cabo una serie de alzamientos entre 1987 y 1990 durante los gobiernos constitucionales de Raúl Alfonsín y luego de Carlos Menem en Argentina. El mote alude al uso de crema de enmascaramiento facial mimética por parte de los insurrectos, que tomaron varias bases militares y se batieron contra las fuerzas leales al gobierno constitucional en busca de la finalización de los procesos judiciales iniciados contra los protagonistas del Terrorismo de Estado. Aunque los líderes carapintada fueron arrestados, juzgados y condenados a prisión, la mayoría de los participantes en los hechos no recibió castigo, y aún los cabecillas fueron indultados por el entonces presidente Carlos Menem en 1989.

Primer alzamiento

El primero de los levantamientos carapintada tuvo lugar en la Pascua de 1987, en protesta contra las acciones judiciales llevadas a cabo por el gobierno contra los responsables de los delitos y violaciones a los derechos humanos cometidos durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. El mayor Ernesto Barreiro, un elemento de inteligencia que había tenido participación activa en la represión al movimiento obrero y popular en Córdoba, se negó a prestar declaración ante la Cámara Federal de Córdoba en relación a cargos de tortura y asesinato que se le imputaban. Barreiro fue arrestado, a petición del juez competente, por la autoridad militar, y confinado en el Comando de Infantería Aerotransportada 14 del Tercer Cuerpo de Ejército, en la provincia de Córdoba. Cuando la policía intentó hacerse cargo de Barreiro por el

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desacato a la justicia, el personal del cuartel (130, entre oficiales y soldados) se amotinaron, exigiendo el cese de los juicios.

Otras dependencias militares se sumaron a la acción, ante la férrea oposición de la población civil, en especial las tropas al mando del teniente coronel Aldo Rico (entonces al mando del Regimiento de Infantería de San Javier (Misiones)), que se acantonó en la Escuela de Infantería de Campo de Mayo. Los reclamos de los ya apodados carapintadas incluían la destitución del jefe del Ejército, (planteando que los jefes que impartieron las órdenes "hoy están en libertad desprocesados, ascendidos y gozando de un privilegio que no merecen") y exigiendo una solución política para los juicios a los represores del proceso y "los del otro bando también" según dijo en el reportaje hecho para el periodista Corbacho en Radio Mitre el 16 de Abril de 1987. Y decía Rico que "si quienes dieron las órdenes van a la justicia no tenemos ningún problema en ir todos a la justicia, pero ningún hombre de bien que vista uniforme militar puede ampararse escudándose en el sacrificio de sus subalternos".

Si bien el alzamiento contó con poco apoyo público entre los responsables de tropa, la actitud del resto de las fuerzas armadas fue unánime: Alfonsín no contó con la subordinación necesaria entre la tropa para sofocar militarmente a los carapintada.

La actitud política y pública frente al alzamiento también fue uniforme. Los principales partidos del país -UCR, PJ, UCD, PDC, PI, PC y PS- suscribieron el «Acta de Compromiso Democrático», oponiéndose a la actitud de los militares pero reconociendo varios grados de responsabilidad en la represión. Este último punto llevó a las fuerzas de izquierda -el MAS, el PCR, el PO, y las Madres de Plaza de Mayo- a distanciarse del grupo de los firmantes. Manifestaciones populares se hicieron presentes en Campo de Mayo y la Plaza de Mayo, exigiendo la rendición de los sublevados. Imposibilitado de reprimir y ante situaciones poco claras Alfonsín marchó a Campo de Mayo para exigir la rendición, en lo que se le cuestionaría luego como un acto de debilidad política. A su regreso, desde el balcón de la Casa Rosada, anunciaría la capitulación de los amotinados.

Barreiro huyó, y fue capturado dos semanas más tarde. Tanto él como Rico pasarían a manos de la justicia militar y civil, iniciándole una causa por sedición en los tribunales de San Isidro.

A causa de este primer alzamiento carapintada, meses más tarde, el gobierno habría promulgado la Ley de Obediencia Debida, que satisfaría algunos de sus reclamos, sin embargo la misma fue anunciada UN MES ANTES DEL LEVANTAMIENTO EL 24-3-1987 EN LA LOCALIDAD DE LAS PERDICES,

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CORDOBA, POR EL PROPIO PRESIDENTE ALFONSIN3 y se basaba en la promesa electoral de campaña de 1983 de los 3 niveles de responsabilidad. Lo cierto es que los juicios prosiguieron durante todo el período del Dr. Alfonsín.

Rico y todos los participantes fueron detenidos en Campo de Mayo y procesados, a la espera del juicio.

Segundo alzamiento

Sería nuevamente Rico la principal figura del segundo conato de rebelión, que tuvo lugar en enero de 1988 en la localidad correntina de Monte Caseros. El 30 de diciembre se le había concedido el privilegio de arresto domiciliario; dos días más tarde, envió un comunicado afirmando que desconocía la autoridad del Estado Mayor del Ejército y de los tribunales militares por no ver garantizada la justicia, y escapó. La autoridad militar, el teniente general José Segundo Dante Caridi, sucesor de Ríos Ereñú, declaró a Rico en rebelión, y el ministerio de Defensa ordenó su captura y lo declaró en disponibilidad (destitución).

Tres días más tarde se lo encontró en el Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, cuyo comandante, el coronel Álvarez de Igarzábal declaró que adhería al planteo de Rico, bautizado como «Operación Dignidad». Rico volvió a emitir el comunicado anteriormente mencionado como "Ejército Nacional en Operaciones". Caridi, al frente del Segundo Cuerpo de Ejército, hizo frente a las tropas insurrectas, que se rindieron sin presentar batalla. Los detenidos fueron numerosos; Rico, tras declarar públicamente que no se arrepentía de sus actos y afirmar que la duda es la jactancia de los intelectuales, regresó a prisión. Unos 430 oficiales y soldados serían llevados a juicio por sus acciones en los dos alzamientos; aunque los casos relativos al terrorismo de Estado y la tortura durante la dictadura disminuyeron para los oficiales de baja graduación, la protesta de las facciones pro militares no cesó. Rico, desde su celda, se convirtió en la principal figura del Movimiento por la Dignidad Nacional y habría sido líder del Ejército Nacional en Operaciones que realizó numerosos atentados entre 1988 y 1989 (bombas a los cines de Lavalle, etc).

Paralelamente un comando de ex-agentes de inteligencia de la Fuerza Aérea tomó el Aeroparque Metropolitano en apoyo a Rico, fueron reducidos por la Gendarmería y la Policía Federal y juzgados por rebelión en el fuero civil y militar en 1988.

3 Archivo de La Nación, del 24 de marzo de 1987.

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Monte Caseros aplaude le llegada de las tropas leales. Se acerca el fin.

Rico, detenido, es llevado en este helicóptero hacia Curuzú Cuatiá.

Tercer alzamiento

El tercero y último de los alzamientos durante el gobierno de Alfonsín tuvo lugar el 1 de diciembre de 1988, cuando unos 45 oficiales de la unidad «Albatros», un cuerpo de elite de la Prefectura Naval Argentina saqueó de armas el arsenal de las dependencias de Prefectura en Zárate, provincia de Buenos Aires, y se rebeló. Alfonsín consideró el problema menor, al no provenir del Ejército sino de una fuerza de menor importancia, pero los rebeldes se trasladaron a la Escuela de Infantería de Campo de Mayo, donde se sumaron a un grupo de militares que nuevamente coparon el cuartel. Su líder era el entonces coronel Mohamed Alí Seineldín, cabeza de la facción carapintada. Seineldín, un carismático veterano de la guerra de Malvinas, asesor de Manuel Noriega en la formación de comandos, y declarado miembro de la rama más nacionalista del ejército, afirmó que el objetivo de la acción era "salvar el honor" de las Fuerzas Armadas.

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Caridi movilizó rápidamente las tropas leales, rodeando la guarnición de Campo de Mayo. Luego de un combate de morteros donde un miembro rebelde fue herido de muerte, Seineldín huye clandestinamente a Villa. Martelli. Sin embargo, varios otros grupos declararon su apoyo a los carapintadas en la provincia de Buenos Aires, así como en la Córdoba y la Salta; la rebelión más importante fue la del Batallón de Logística 10 de Villa Martelli, en la periferia del Gran Buenos Aires, donde se dirigieron los rebeldes de Campo de Mayo evadiendo el cerco. El general Isidro Cáceres fue destacado por el mando leal para enfrentarlos, pero con órdenes de no iniciar acciones armadas salvo en caso de extrema necesidad. Acantonados allí, el 4 de diciembre anunciaron sus exigencias: la destitución de Caridi, la extensión de la ley de Obediencia Debida a todo el personal militar excepto los miembros de la Junta, amnistía para los procesados por los alzamientos anteriores, e impunidad para todos los participantes en éste excepto Seineldín. Los tanque leales rompieron el cerco y ya sin poder conseguir sus objetivos y en soledad Seineldín fue procesado y detenido en Palermo al igual que el resto del personal que participó tanto de la Prefectura Naval como del Ejército, así como el mayor Hugo Abete, que no depuso las armas hasta varios días más tarde. Caridi pidió su pase a retiro. Seineldín permaneció detenido y procesado hasta que con el cambio de gobierno Carlos Menem le otorgó el indulto.

Primera serie de indultos del gobierno de Menem

Otras peticiones se verían saciadas por el indulto decretado por el nuevo presidente, Carlos Menem, en octubre de 1989, que incluían a 164 de los carapintadas, treinta y nueve oficiales condenados por delitos cometidos durante la represión, y los mandos culpables de negligencia durante la guerra de Malvinas. Los indultados incluían a los ex generales Juan Sasiain, Albano Harguindeguy, Santiago Omar Riveros, Acdel Vilas, Luciano Benjamín Menéndez y Reynaldo Bignone.

Cuarto alzamiento

A pesar de los entonces recientes indultos realizados por Menem, Seineldín, volvió a rebelarse el 3 de diciembre de 1990, en protesta contra la creciente injerencia del poder político en la cúpula militar. Uno de los líderes de la asonada fue el capitán Gustavo Breide Obeid. El violento alzamiento provocó varios muertos, y fue finalmente reducido, dando lugar a cientos de arrestos y casi 600 procesos por insurrección.

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Segunda serie de indultos del gobierno de Menem

Luego del último alzamiento, pocos días más tarde del mismo, Menem completaría los indultos, dando la libertad a los miembros de la Junta y otros militares y civiles, varios de ellos condenados a prisión perpetua: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Ramón Camps, Guillermo Suárez Mason, el ex ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y el ex jefe de la Policía Federal Argentina Ovidio Ricchieri. Sólo Seineldín, una figura afecta a los gestos desmesurados, permaneció en prisión a consecuencia de los incidentes hasta mayo de 2003, cuando fue indultado por el presidente interino Eduardo Duhalde.

Golpe de Estado

Un golpe de Estado es la toma del poder político, de un modo repentino y violento, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad.

Se distingue de los conceptos de revuelta, motín, rebelión, "putsch", revolución o guerra civil. Usualmente estos términos se utilizan con poca propiedad o con intenciones propagandísticas, y en el transcurso de los hechos y procesos históricos se suelen combinar entre sí.

Atendiendo a la identidad de sus autores, suele presentar dos formas: el golpe de palacio o golpe de estado constitucional, cuando la toma del poder es ejecutada por elementos internos del propio gobierno, incluso de la misma cúspide gubernamental; el golpe militar o pronunciamiento militar, cuando la toma del poder es realizada por miembros de las fuerzas armadas. El pretorianismo es la influencia excesiva del poder militar en el gobierno civil, que en muchos de los casos lo llevan a cabo mediante los golpes de Estado o pronunciamientos. Más recientemente se ha usado el término golpe de mercado para referirse a los cambios institucionales producidos por presiones de grupos económicos, utilizando mecanismos de desestabilización y caos en la economía.

Origen y evolución del concepto

El concepto golpe de Estado (coup d'État) comenzó a ser empleado en Francia en el siglo XVIII, para referirse a una serie de medidas violentas y

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repentinas tomadas por el Rey, sin respetar la legislación ni las normas morales, generalmente para deshacerse de sus enemigos, cuando el Rey mismo consideraba que eran necesarias para mantener la seguridad del Estado o el bien común. En este sentido original, el concepto era muy similar a lo que se denomina en la actualidad "autogolpe", es decir el desplazamiento de ciertas autoridades del Estado, por parte de la autoridad suprema.

El término se fue ampliando a lo largo del siglo XIX para significar la acción violenta de un componente del Estado, por ejemplo, las fuerzas armadas, con el fin de desplazar a la cabeza del mismo. El concepto se superpuso entonces, y a la vez se diferenció, del de "revolución", caracterizado sobre todo por estar principalmente organizado por civiles ajenos al Estado.

Ya en el siglo XX, en 1930 apareció el libro Tecnica del colpo di Stato (Técnica del Golpe de Estado) de Curzio Malaparte, que impondría el uso generalizado del concepto, básicamente en su acepción moderna, a partir del análisis crítico de las acciones del fascismo y el nazismo. Malaparte aplica el concepto del golpe de Estado no sólo a una operación ejecutada por integrantes del Estado, sino también por poderes civiles, que -mediante la desestabilización del gobierno a través de acciones orientadas a generar caos social- provocan su caída y acceden al poder.

Para Malaparte, la diferencia sustancial del concepto de golpe de Estado con los de "guerra civil" y "revolución" es esencialmente el uso de la sorpresa y la escasa duración relativa de las operaciones, reduciendo "al mínimo el tamaño y la intensidad de la confrontación armada".[]

En 1962, Samuel Finner escribió otro libro importante para la conceptualización del golpe de Estado: "The Man on Horseback: The Role of the Military in Politics" (título traducido: Los militares en la política mundial). La edición original de Finner fue ampliada en 1975 (Peregrine Books) y en 1976 (Penguin Books); en 1988 se realizó también una edición publicada por Westview Press.

Finner, pensando en los militares, distingue cuatro niveles de presión sobre el Estado, de los cuales considera legítimo sólo al primero:

Presión sobre el gobierno o los parlamentarios, para influir a favor de sus intereses;

Reclamos al gobierno o el parlamento bajo aviso de que, en caso de no ser aceptados, procederán a realizar acciones dañinas. Finner considera este nivel como extorsión ilegítima. Aún sin que el gobierno cambie, Finner sostiene que esta situación podría dar lugar a un "golpe de Estado tácito", en el

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que el gobernante toma las decisiones que le impone el grupo de presión.

Uso de la violencia o amenaza de violencia para reemplazar al gobierno civil, por otro gobierno civil.

Uso de la violencia o amenaza de violencia para reemplazar al gobierno civil, por un gobierno militar.[

En el curso del siglo XX, el golpe de Estado adoptó la forma típica de una acción de las fuerzas armadas desplazando por la fuerza al gobierno establecido. Sin embargo, sobre todo a partir del colapso de las dictaduras latinoamericanas, en la década de 1980, los golpes de Estado han ido adoptando formas más complejas y menos evidentes, mediante técnicas de desestabilización económica ("golpes de mercado") y generación de climas de caos social (saqueos, huelgas, etc.), que pueden ser agudizados mediante el uso de medios de comunicación de masas.

Diferencias y similitudes con otros conceptos emparentados

El concepto de "golpe de Estado" está emparentado con otros conceptos relacionados con trastornos del poder político, como los de revuelta, motín, rebelión, revolución o guerra civil. Estos términos se utilizan de ordinario con poca propiedad o con intenciones propagandísticas o de desinformación. En el transcurso de los procesos históricos, estos fenómenos no suelen presentarse en forma pura, sino combinados entre sí.

Golpe de Estado y revolución. Una revolución, en la Ciencia Política, es un cambio social profundo y relativamente veloz, que usualmente -aunque no necesariamente- implica confrontaciones violentas entre sectores. Una revolución puede combinarse, y suele suceder, con uno o más golpes de Estado, cuando las autoridades legales son desplazadas por medios ilegales, sean estos evidentes o manteniendo una apariencia de legalidad.

Golpe de Estado y guerra civil. Una guerra civil es un enfrentamiento militar generalizado y extendido en el tiempo, entre dos bandos de una misma sociedad. Se diferencia del golpe de Estado, sobre todo, por su duración, ya que el golpe de Estado es repentino y de corta duración (horas, a veces pocos días).

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Golpe de Estado, rebelión y motín. Muchas veces los golpes de Estado han tomado la forma de sublevaciones o rebeliones militares. En estos casos deben ser distinguidos del "motín", ya que éste es una desobediencia colectiva de un grupo de militares frente a sus mandos naturales, que no tiene como fin derrocar al gobierno, ni establecer determinadas políticas o cambios institucionales.

Golpe de Estado y revueltas. Los trastornos institucionales suelen ir acompañados de revueltas, en parte provocadas intencionalmente y en parte espontáneas, en las cuales muchedumbres ocupan los espacios públicos, desafiando la autoridad de los poderes establecidos, a veces de manera violenta. Las revueltas generan situaciones de caos social, que pueden ser aprovechadas tanto por quienes impulsan los golpes de Estado, como por quienes buscan defender el poder establecido.

Golpe de Estado y putsch. El término alemán "putsch" (textualmente "empujón") tiene un significado muy similar a "golpe de Estado", pero usualmente está referido a intentos fallidos de golpe de Estado.

De acuerdo con esta clasificación, podía considerarse al levantamiento de Aldo Rico en Monte Caseros como un “motín”.

Características

El golpe de Estado lo puede provocar un grupo armado, fuerzas armadas sublevadas (rebelión militar) o fuerzas civiles y militares sublevadas (rebelión cívico-militar). En muchas ocasiones termina con la instauración de una dictadura. Por definición se produce contra cualquier gobierno, autoritario o no, y puede buscar instaurar cualquier otro diferente, también autoritario o no. Sin embargo, el sentido peyorativo que se aplica al término golpe de Estado hace que se utilice en la mayor parte de las ocasiones para referirse a intentos de instauración de dictaduras.

Este ataque a la legalidad y soberanía de un país implica la retención de los organismos depositarios de aquéllas. Estos órganos podrían ser el Gobierno o el Parlamento, en el caso de países democráticos, o el rey o dictador en otros sistemas de gobierno distintos. También es habitual el control de los

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medios de comunicación, la prohibición de cualquier tipo de oposición y la suspensión del Estado de derecho, al menos temporalmente.

Algunos diferencian el golpe de Estado del pronunciamiento militar, basándose en que éste último busca cambiar el Gobierno, pero sin llevar a cabo una usurpación ni derrocar el sistema vigente.

Cuando el golpe de Estado está propiciado por quienes ya se encuentran en el poder, y solamente se produce un cambio de régimen político sin cambiar las autoridades que desde él ejercen el poder, se suele denominar golpe de Estado constitucional.

También importa destacar la existencia de golpes de Estado técnicos. Suelen darse de la siguiente forma: subsisten las autoridades, el parlamento, el poder judicial y el sistema legal en general, pero por una acción de desacato de tipo extorsiva de un grupo poderoso (militares, grupos económicos, etc.) la autoridad legal se ve menoscabada, y ese grupo poderoso logra que las autoridades adopten ciertas decisiones que los favorecen.

Medidas legales contra los golpes de Estado

Varias constituciones del mundo poseen normas especiales para prevenir y castigar a los responsables de la comisión de golpes de Estado, a la vez de un régimen penal para sancionar los delitos contra la democracia.

Estas normas están básicamente orientadas a dos situaciones: El efecto de los actos efectuados por las autoridades que

asumieron el poder en virtud de un golpe de Estado, disponiendo, por ejemplo, que los mismos serán "insanablemente nulos";

Las penas a ser aplicadas a los responsables de haber intentado o realizado un golpe de Estado.

Rebelión

De acuerdo al Diccionario de Ciencia Política de Manuel Osorio, una rebelión es un alzamiento en armas cuya finalidad es cambiar la Constitución, deponer a alguno de los poderes públicos del gobierno nacional, arrancarle alguna medida de concesión o impedir, aunque sea temporalmente, el libre ejercicio de sus facultades constitucionales o su formación y renovación en los términos y formas legales. De acuerdo a esta definición, tomada del Código Penal argentino, se desprende que el delito de rebelión lo mismo se configura en

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un acto revolucionario que en un simple golpe de Estado y aún en algunos países, es esta segunda la forma de manifestarse la rebelión.

Según otra definición, una rebelión es, en la mayoría de los casos, una manifestación de rechazo a la autoridad. Esto puede variar desde la desobediencia civil hasta un intento organizado y armado de destruir la autoridad establecida. El término también se usa para hacer referencia a la resistencia armada de un grupo insubordinado frente a un gobierno establecido. Aquellos quienes participan en una rebelión, son denominados rebeldes.

Un término similar es el de sedición, que se entiende como un grado menor de rebelión. El motín puede entenderse, en términos militares y marinos, como una rebelión localizada o una unidad o barco, pero también como otro un término más genérico. Los conceptos o términos que tienen un contenido semántico más amplio son los de revuelta o levantamiento.

Anteriormente han habido algunas rebeliones: como la de Tupác Amaru, inglesas, francesas etc.

De acuerdo a la primera definición, el levantamiento ocurrido en Monte Caseros podría ser considerado como una rebelión, en tanto buscaba arrancar al gobierno nacional alguna medida de concesión.

Indulto

El indulto (también conocido como conquista naval) es una causa de extinción de la responsabilidad penal, que supone el perdón de la pena. Es una situación diferente a la amnistía, que supone el perdón del delito, ya que por el indulto la persona sigue siendo culpable, pero se le ha perdonado el cumplimiento de la pena.

El indulto puede ser total o parcial o también llamado conquista naval. A su vez puede ser general y particular.

El indulto total comprende la remisión de todas las penas a que hubiere sido condenado el reo y que aún no hubieren sido cumplidas.

El indulto parcial supone la remisión de alguna o algunas de las penas impuestas o su conmutación por otras menos graves.

Diferencias entre indulto y amnistía

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-El indulto supone el perdón de la pena, mientras que la amnistía supone el perdón del delito. Por eso sólo se puede indultar respecto de la parte de la pena que no haya sido ya cumplida, mientras que la amnistía puede implicar rehabilitar al amnistiado en derechos ya perdidos al cumplir la pena impuesta.

-El indulto afecta a una persona concreta, la amnistía afecta a una pluralidad.

-El indulto no extingue la responsabilidad civil derivada del delito, la amnistía sí lo hace.

-En general, para otorgar el indulto es necesario un acto administrativo; para la amnistía es necesaria una ley.

-La amnistía extingue los antecedentes penales, mientras el indulto no lo hace necesariamente.

-Para otorgar un indulto es necesaria sentencia firme, para la amnistía no es necesario.

-La amnistía, por lo general, se aplica para los delitos políticos.

Indultos realizados por Carlos Menem

Se conoce como los indultos de Menem una serie de diez decretos sancionados el 7 de octubre de 1989 y el 30 de diciembre de 1990 por el entonces presidente de la Argentina Carlos Menem, indultando civiles y militares que cometieron delitos durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional incluyendo a los miembros de las juntas condenados en el Juicio a las Juntas de 1985, al procesado ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz y los líderes de las organizaciones guerrilleras. Mediante estos decretos fueron indultadas más de 200 personas.

Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los indultos de Menem son conocidas como las leyes de impunidad, aunque las dos primeras fueron leyes votadas por el parlamento y con el libre juego de la oposición, en cumplimiento de la promesa electoral de campaña de la UCR (los 3 niveles de responsabilidad); y sólo atenuaron las consecuencias para militares de baja graduación pero no frenaron los juicios por terrorismo de estado; en cambio el indulto fue una decisión unilateral e inconsulta y muy posterior a la sanción de las leyes.

Luego de que en 2003 el Congreso de la Nación Argentina declarara la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida algunos jueces comenzaron a declarar inconstitucionales aquellos indultos referidos a crímenes de lesa humanidad.

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Los indultos de 1989

El 7 de octubre de 1989 el presidente Menem sancionó cuatro decretos indultando a 220 militares y 70 civiles.

Decreto 1002/89: Indulta a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, excepto el ex-general Carlos Guillermo Suárez Mason, que había sido extraditado de los Estados Unidos.

Decreto 1003/89: Indulta a líderes y miembros de los grupos guerrilleros y otras personas acusadas de subversión, entre ellas personas que se encontraban muertas o "desaparecidas". También indulta a militares uruguayos.

Decreto 1004/89: Indulta a todos los participantes de las rebeliones militares carapintadas de Semana Santa y Monte Caseros en 1987 y de Villa Martelli en 1988.

Decreto 1005/89: Indulta a los ex-miembros de la Junta de Comandantes Leopoldo Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo, condenados por los delitos cometidos en la conducción de la Guerra de las Malvinas.

Los indultos de 1990

El 29 de diciembre de 1990 el presidente Menem sancionó seis decretos indultando a un nuevo grupo de personas.

Decreto 2741/90: Indulta a los ex miembros de las juntas de comandantes condenados en el Juicio a las Juntas de 1985 Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Viola, y Armando Lambruschini. Indulta también a los militares condenados en crímenes de lesa humanidad Ramón Camps y Ovidio Riccheri.

Decreto 2742/90: Indulta a Mario Eduardo Firmenich, líder de la organización guerrillera Montoneros.

Decreto 2743/90: Indulta a Norma Bremilda Kennedy procesada por malversación de fondos públicos.

Decreto 2744/90: Indulta a Duilio Antonio Rafael Brunello condenado a inhabilitación absoluta y perpetua por el delito de malversación de fondos públicos.

Decreto 2745/90: Indulta al ex-ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz procesado por participación en los delitos de lesa humanidad (secuestro y torturas) contra Federico y Miguel Ernesto Guthein.

Decreto 2746/90: Indulta al ex militar Guillermo Suárez Mason por delitos de lesa humanidad.

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Inconstitucionalidad de los indultos

Luego de que en 2003 el Congreso de la Nación declarara la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, algunos jueces comenzaron a declarar inconstitucionales aquellos indultos referidos a crímenes de lesa humanidad y a reabrir los casos.

El 15 de junio de 2006 la Cámara de Casación Penal, máximo tribunal penal de la Argentina, consideró que los indultos concedidos en delitos de lesa humanidad eran inconstitucionales.

El 31 de agosto de 2010 la Corte Suprema de Justicia confirmó sentencias de tribunales inferiores, dictando que los indultos no fueron constitucionales y las condenas que anularon debían ser cumplidas.

Ley de Punto Final

La Ley 23.492 de Punto Final es una ley argentina que estableció la caducidad de la acción penal (prescripción) contra los imputados como autores penalmente responsables de haber cometido el delito complejo de desaparición forzada de personas (que involucró detenciones ilegales, torturas y homicidios agravados o asesinatos) que tuvieron lugar durante la dictadura militar del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional de 1976–1983; que no hubieran sido llamados a declarar en un plazo de 60 días más a los ya 2 años que habían pasado; desde el 10 de diciembre de 1983. Fue presentada por los diputados Juan C. Pugliese, Carlos A. Bravo y Antonio J. Macris, y promulgada el 24 de diciembre de 1986 por el presidente Raúl Alfonsín. El Congreso la declaró nula en 2003.

La ley dictaminaba que "se extinguirá la acción penal contra toda persona que hubiere cometido delitos vinculados a la instauración de formas violentas de acción política hasta el 10 de diciembre de 1983". Dado que sancionaba la impunidad de los militares por la desaparición de varios miles de opositores y guerrilleros de izquierda (casi 9.000 según el informe del Nunca Más de 1984 y hasta unos 30.000 de acuerdo a los organismos de Derechos Humanos), fue en su momento objeto de una viva y acalorada polémica.

Sólo quedaban fuera del ámbito de aplicación de la ley los casos de secuestro de recién nacidos, hijos de prisioneras políticas destinadas a

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desaparecer, que eran por lo general adoptados por militares, quienes les ocultaban su verdadera identidad biológica.

La ley, junto con su complementaria, la de Obediencia debida, fueron anuladas por el Congreso Nacional en 2003. Esta anulación fue convalidada por la Corte Suprema de Justicia, que las declaró inconstitucionales el 14 de junio de 2005.

Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, junto a los indultos realizados por Carlos Menem (1989–1990), son conocidas entre sus detractores como leyes de impunidad.

Ley de Obediencia Debida

La Ley de Obediencia Debida Nº 23.521 fue una disposición legal dictada en Argentina el 4 de junio de 1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, que estableció una presunción iuris et de iure (es decir, que no admitía prueba en contrario, aunque si habilitaba un recurso de apelación a la Corte Suprema respecto a los alcances de la ley) respecto de que los delitos cometidos por los miembros de las Fuerzas Armadas durante el Terrorismo de Estado y el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional no eran punibles, por haber actuado en virtud de la denominada "obediencia debida" (concepto militar según el cual los suboficiales se limitan a obedecer las órdenes emanadas de sus superiores).

Esta norma parecería haberse dictado luego de los levantamientos "carapintadas", por iniciativa del gobierno de Alfonsín, para intentar contener el descontento de la oficialidad del Ejército Argentino, eximiendo a los militares por debajo del grado de coronel (en tanto y en cuanto no se hubiesen apropiado de menores y/o de inmuebles de desaparecidos), de la responsabilidad en los delitos cometidos bajo mandato castrense. De ese modo, tuvo lugar el desprocesamiento de muchos de los imputados en causas penales del llamado terrorismo de Estado que no habían sido condenados hasta el momento. Sin embargo había sido anunciada con anterioridad a los levantamientos carapintadas; en marzo de 1987 por el propio Alfonsín en un discurso público en la localidad de Las Perdices, Córdoba4, y estaba enmarcado en la promesa electoral de la campaña de 1983 de los "3 niveles de responsabilidad"; por otro lado los juicios por terrorismo de estado continuaron a lo largo de todo el gobierno de Alfonsín.

4 Archivo de La Nación, del 24 de marzo de 1987.

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Algunos de los beneficiados por la norma fueron el ex capitán de fragata Alfredo Ignacio Astiz y el general (R) Antonio Domingo Bussi, contra los cuales existían varias pruebas de la comisión de delitos de lesa humanidad.

Las leyes de Punto Final (1986) y de Obediencia Debida (1987), junto a los indultos realizados por Carlos Menem (1989-1990), son conocidos entre sus detractores como las leyes de impunidad.

La ley 25.779, sancionada en 2003, finalmente declaró la nulidad a la ley de Obediencia Debida, la cual por su parte ya había sido previamente derogada.

Situación posterior

En el año 2003, Patricia Walsh, entonces diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires, envió un proyecto para anular las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final que fue aprobado como Ley 25.779 en agosto de ese año.[]

En junio de 2004, un fallo de la jueza cordobesa Cristina Garzón de Lascano declaró ambas normas insanablemente nulas, dando así lugar al encausamiento de los acusados de delitos aún no prescriptos, lo que comprende todos los crímenes de lesa humanidad. El ex general Luciano Benjamín Menéndez, que se supone el principal responsable de la represión en la provincia, se encuentra detenido por los cargos de secuestro, tortura, homicidio y desaparición de varias personas.

En base a ello, la Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados examina la posibilidad de declarar también nulos los indultos por los que el ex presidente Carlos Saúl Menem dejó en libertad a varios de los máximos responsables de las violaciones a los derechos humanos durante el Proceso.

Carrera militar y política de Aldo Rico

Aldo Rico nació en Buenos Aires el 4 de marzo de 1944. Es un ex militar y actual político argentino. Luchó en la Guerra de las Malvinas. Fue carapintada y encabezó las sublevaciones de 1987 y 1988. Fundó el partido

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Movimiento por la Dignidad y la Independencia y fue intendente de San Miguel entre 1997 y 2003.

Aldo Rico peleó como oficial en la Guerra de las Malvinas con el grado de Mayor, ofreciéndose como voluntario y creando la Compañía de Comandos 602. Es ex-cuñado de Federico Crocco, uno de los miembros fundadores de "Montoneros".

Su vida pública comenzó durante el gobierno de Raúl Alfonsín, cuando encabezó un alzamiento militar durante la Semana Santa de 1987. Por aquel entonces era teniente coronel del Ejército, y el alzamiento era una reacción al Juicio a las Juntas que condenó a los principales líderes del Proceso de Reorganización Nacional. La sublevación fue aplacada y Rico condenado, recibiendo arresto domiciliario, pero escapó del mismo y protagonizó un segundo levantamiento en Monte Caseros, durante 1988. Fue condenado a prisión, de la cual fue indultado por Carlos Menem.

Al ser liberado se inició en la política formando el partido Movimiento por la Dignidad y la Independencia (MODIN). Entró como diputado en 1991. También fue convencional constituyente durante la Reforma de la Constitución Argentina de 1994. Al mismo tiempo tenía lugar la reforma de la constitución provincial de la Provincia de Buenos Aires, en la cual Eduardo Duhalde buscaba agregar la posibilidad de reelección del gobernador en el distrito. Inicialmente el MODIN se alió con la Unión Cívica Radical y el Frente Grande para oponerse al PJ, pero sorpresivamente cambió de posición y se alió con el Duhaldismo.

Durante el año 1997, se impuso como intendente de San Miguel. En 1999 Carlos Ruckauf lo nombró Ministro de Seguridad bonaerense, pero duró 4 meses y renunció en medio de un escándalo. Luego de varios intentos por volver a la Intendencia de San Miguel, se enfrentó al escrutinio popular en las internas del peronismo, previos acercamientos con el kirchnerismo. El 1 de diciembre de 2008 se declaró como ganador de las internas del peronismo bonaerense representando a ese partido. El 28 de junio de 2009 ganó las elecciones legislativas presentándose como concejal (legislador municipal) por el Frente es Posible a pesar de haber recibido respuestas negativas de mandos nacionales para integrar de listas partidarias mayoritarias, tanto del Partido justicialista (PJ) en donde fue electo presidente a nivel municipal, como la de Unión Pro integrada por el peronismo disidente.

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El 5 de febrero de 2011 fue interceptado por cinco delincuentes en un intento de asalto. Al defenderse, recibió tres disparos: una bala con salida en el brazo, una que rozó su cabeza (muy cerca del cráneo) y una tercera que impactó en su cintura. Fue dado de alta el día siguiente. []

De cara a las elecciones del 2011, Rico había anunciado que se presentaría como candidato a intendente de San Miguel por el Frente para la Victoria, pero luego lo hizo para el mismo cargo por el partido Unión Popular con Eduardo Duhalde a la cabeza como presidente y perdió tanto en las elecciones primarias como en las generales.

DESARROLLO

1)“Del imaginario colectivo…”

En esta parte de la monografía, se exponen las opiniones de veintiséis entrevistados, seis informantes clave y veinte personas de distintas edades elegidas al azar, para participar de la investigación. Las categorías de análisis responden están vinculadas con las tres hipótesis del trabajo y son: 1) el objetivo del levantamiento; 2) la actuación de los medios de comunicación; 3) la ascendente carrera política de Rico luego del levantamiento de Monte Caseros y 4) la eventual importancia de este hecho para nuestra localidad. Se pretende así abordar el conjunto de mitos, formas, símbolos, tipos, motivos o figuras que existen en una sociedad en un momento dado (con respecto al tema que nos ocupa) ya que, como define Morin, “el imaginario colectivo es la mente social colectiva”, tal como se expresa en el marco referencial.

La edición de las entrevistas completas puede leerse entre los anexos del trabajo monográfico.

1. El objetivo del levantamiento

De un total de veintiséis entrevistados, catorce desestimaron que Rico pretendiera iniciar un golpe de Estado desde Monte Caseros, mientras que nueve consideraron que el levantamiento pudo haber terminado en derrocamiento del gobierno constitucional y tres se abstuvieron de responder.

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Se entiende como golpe de Estado, como se indicó, la toma del poder político, de un modo repentino y violento, por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad institucional establecida en un Estado, es decir, las normas legales de sucesión en el poder vigente con anterioridad.

Entre quienes negaron la posibilidad de un golpe, se encuentra Miguel Ángel Álvarez, entonces teniente del ejército destinado en Rospentek, desde donde apoyó el levantamiento y se negó a venir con su gente a reprimir. Para él, en ningún momento pretendió Rico encabezar un golpe de Estado, ni en Semana Santa ni en Monte Caseros, sino que lo que pretendió, en la segunda oportunidad, fue, con Menem como telón de fondo, debilitar al gobierno de Alfonsín para que su gestión terminara antes de tiempo, tal como ocurrió. Se volverá sobre la cuestión de Rico y Menem a la brevedad.

Héctor Claudio Álvarez de Igarzábal, quien por 1988 era jefe del regimiento local, sostuvo: “No, de ninguna manera pretendió ser éste un golpe de Estado. Si yo te digo que con este palillo voy a levantar un auto, vos no me creés. Me dirías: pero no, cómo vas a levantar el auto con un palillo”. El militar retirado, también a causa de su participación en el levantamiento de 1988, es así de gráfico al explicar que “es imposible pensar en hacer un golpe de Estado desde un regimiento como el de Monte Caseros”.

Para él, la maniobra se consideró incorrectamente como golpista porque “después de esto Mohamed Alí Seineldín tuvo dos levantamientos que fueron poco claros, inorgánicos, se le fueron de las manos al mismo Seineldín; esos quedaron como una serie de hechos golpistas. Pero el reclamo de Rico era contra los altos mandos del ejército. Era claro en el radiograma que era ese y no otro el objetivo”.

El radiograma al que hace alusión Álvarez de Igarzábal es el que Rico envió desde Monte Caseros a todas las unidades del ejército a nivel nacional, donde se reclamaba el cumplimiento del acuerdo al que él y Alfonsín habían llegado nueve meses antes, en Semana Santa. Así explica él sus motivaciones: “Rico viene a Monte Caseros a reclamar lo que no se estaba cumpliendo, desde acá se hace un radiograma a las unidades del ejército donde se reclamaba el cumplimiento de ese acuerdo, y hubo una reacción por parte del presidente, que mandó tropas para reprimir”.

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Teniente Coronel Héctor Álvarez de Igarzábal, ex jefe del Regimiento 4, luego de la rendición.

El propio Rico señala en uno de sus libros5 que tanto en Semana Santa como en Monte Caseros la sublevación fue contra los generales del Ejército, pero que en Semana Santa, “la concurrencia del presidente a parlamentar a Campo de Mayo y su intervención colocó al conflicto en otra dimensión, en la falsa dialéctica lanzada a la calle: dictadura o democracia”. Desde entonces, para el ex teniente coronel –y también así lo sugiere el historiador Hugo Chumbita6- habría quedado en el imaginario colectivo la connotación golpista de los carapintada, entendiéndose por éstos, tal como se apuntó en el marco referencial, a varios grupos de activistas militares nacionalistas que llevaron a cabo cuatro alzamientos entre 1987 y 1990 durante los gobiernos constitucionales de Raúl Alfonsín y luego de Carlos Menem en Argentina. El mote alude al uso de crema de enmascaramiento facial mimética por parte de los insurrectos, que tomaron varias bases militares y se batieron contra las fuerzas leales al gobierno constitucional en busca de la finalización de los procesos judiciales iniciados contra los protagonistas del Terrorismo de Estado. Aunque los líderes carapintada fueron arrestados, juzgados y condenados a prisión, la mayoría de los participantes en los hechos no recibió castigo, y aún los cabecillas fueron indultados por el entonces presidente Carlos Menem en 1989.

Gerardo Gallero, vecino del barrio Florida, retirado de Prefectura, conoció a Rico un año después del levantamiento, y fue parte de su equipo del Movimiento por la Dignidad y la Independencia Nacional (MODIN) en Monte Caseros. Consultado sobre las motivaciones de Rico en Monte Caseros, explica: “Yo cuando pasó lo del levantamiento no lo conocía todavía, pero él comentaba que su intención era reclamar al estado mayor del ejército por la situación de

5 Rico, Aldo. El desafío argentino. Una propuesta para el año 2000 (1995). 6 Chumbita, Hugo. Los carapintada. Historia de un malentendido argentino (1990).

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los subalternos. No me pareció una persona capaz de querer hacer un golpe de Estado. Sus ideas eran constructivas, no destructivas”.

En tanto, mientras por aquel tiempo el actual intendente Eduardo Galantini, creía que se trataba de un intento golpista y por eso, con unos amigos, había organizado una “resistencia local”, hoy, a veinticuatro años del hecho, lo considera un reclamo a los altos mandos del ejército y a la vez un condicionamiento democrático, como diciendo “Ojo, estamos aquí”.

Jorge Daniel Follonier, hoy periodista y propietario de la FM 2 de abril, se encontraba en Monte Caseros en esos momentos, y era personal de cuadro en actividad de la Armada Argentina. En esa condición lo enviaron a Posadas con un grupo de la marina, porque porque había información de que si las cosas no salían como Aldo Rico esperaba, él se iba a radicar en Paraguay y de ahí iba a seguir con la rebelión. No obstante, el periodista especifica que “en realidad no querían un golpe de Estado, lo que nosotros sabíamos era que era una protesta de los oficiales y suboficiales por los llamamientos a juicios por las épocas duras que tuvimos en la Argentina, porque se quería juzgar no solamente a los que dieron las órdenes sino que quienes las cumplieron”.

El entrevistado considera que la idea del golpe se sembró porque “ya veníamos del golpe de 1976, entonces cualquier asonada militar era sinónimo de golpe de Estado; después de la derrota de Malvinas los militares que fueron sentían que los metían en la misma bolsa como genocidas con los generales, los oficiales superiores que tuvieron la conducción política, y ahí surgió toda una especie de pedido de que cesaran estas persecuciones. Es así que cuando al presidente Alfonsín va a Campo de Mayo hasta el día de hoy no se sabe qué fue pero hubo una negociación. Le dijeron que no era un golpe de Estado, sino una serie de pedidos para que juzgaran a la cúpula”.

La profesora Marta de la Rosa (59), recientemente jubilada, consultada para este trabajo, asegura que “Rico buscaba una profunda transformación en el ejército y, en general, en todas las fuerzas armadas, más que luchar por el tema de los juicios, porque él de ninguna manera estuvo de acuerdo ni con quienes daban las órdenes ni con quienes las cumplían, durante la última dictadura militar”. Y agrega: “si hubieran querido hacer un golpe, no habría tomado primero Campo de Mayo y después Monte Caseros. Directamente debieron haber avanzado sobre la casa de gobierno, que es como se derroca un gobierno democrático, y de forma repentina”.

Roberto (58), empleado, se inclina por “un levantamiento dentro del mismo ejército”, y en esto disiente con su esposa, Elisa (55), para quien pudo haberse intentado un golpe.

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Ana María (60), viuda de un suboficial de Monte Caseros que luego del levantamiento fue llevado al penal de Magdalena, está convencida de que se trataba de una cosa interna en el ejército. No entiendo por qué hablan de golpe de Estado, eso es algo que manejaron los políticos y ya escapa a mi entendimiento” explica.

“No sé qué querían, creo que estaban disconformes y quería que sacaran de jefe a Ríos Ereñú”, señala Griselda (56), desestimando que se tratara de una intentona golpista contra el gobierno de Alfonsín.

Alberto (69), zapatero, sonríe al pensar en un golpe de Estado desde Monte Caseros. “Eso es imposible, habrán tenido otros problemas, pero intentar desde acá un golpe no tiene ningún sentido”, asegura.

Graciela (50), docente, considera que en Monte Caseros Rico no pretendía iniciar un golpe, sino lograr “fama y prensa para después hacer política. Era una suerte de “Patón del ejército”, compara, risueña.

Finalmente, Zulma (55), esposa de un suboficial que por aquellos tiempos también fue detenido e interrogado en el penal de Magdalena luego del levantamiento, está convencida de que “no se pretendía un golpe, sino hacer un reclamo al presidente y a la plana mayor del ejército para que se cumpliera todo lo acordado en Semana Santa”.

_._._._._._

Desde una vereda completamente opuesta, el profesor Julio Martínez, quien era entonces secretario del Concejo Deliberante y del Partido Justicialista local, no tiene dudas de que Rico pretendió encabezar un golpe de Estado contra el gobierno de Alfonsín y que, como dirigentes políticos, tenían que salir a defender la democracia.

Según su relato, los militares entregaron al intendente Benito Germán Borgo la proclama de la rebelión militar, que no fue leída. Según el relato de Martínez, los puntos más álgidos de la proclama eran el cuatro y el ocho, donde decía que el ejército “retomaba la conducción política del país, ante la inoperancia de los sectores gobernantes de ese momento. Posteriormente, Aldo Rico quiso enmendar esto diciendo que no era un levantamiento contra el gobierno constitucional, sino contra las autoridades militares, cosa que se desmentía donde decía “el ejército retoma la conducción política del país, no decía del arma sino del país”, por lo tanto no era contra el ejército, sino contra el gobierno civil y constitucional”.

Unos párrafos merece a este punto la cuestión de la proclama de rebelión entregada por los carapintada al ex intendente Borgo. En su obra

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“Incendio en las chilcas”, el escritor montecasereño Carlos Borovinsky dedica una página al momento en que el intendente no sólo recibe la proclama, sino que la lee ante toda la prensa. “Nunca comprenderemos por qué tuvimos que ver a un intendente de la democracia leyendo una proclama de rebelión militar”, dice el escritor.

Pero este hecho es negado por todos los entrevistados. “Si eso hubiera ocurrido, el Concejo Deliberante hubiera destituido al intendente de su puesto”, coinciden Álvarez y Martínez.

Mientras Álvarez echa por tierra la posibilidad de que “un hombre político y un hombre de pueblo de la talla de don Benito se hubiera prestado para algo así”, Martínez señala: “no hay que olvidar que Incendio en las chilcas es una mezcla de hechos verdaderos con mucho de ficción, que tiene que ver con la poderosa imaginación del autor”.

Evacuación del barrio 308 viviendas, ante la versión de un inminente bombardeo al RI 4.

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En el archivo municipal no hay ninguna documentación sobre el levantamiento de Aldo Rico, “ni siquiera sobre la década del 80”, según se me informó. Por eso es difícil llegar a conocer fehacientemente los términos de la proclama. La versión de Álvarez de Igarzábal es la de la reiteración de los reclamos de Semana Santa a la plana mayor del ejército y al presidente Alfonsín, que se envió a todas las unidades militares a través de un radiograma, desde Monte Caseros.

Continuando con la opinión de los entrevistados a favor de la versión de una intentona golpista, señala el entrevistado Ángel Claver Sánchez que “se pretendía un hacer golpe, desde el mismo momento en que Rico vino aquí fugándose del country de Bella Vista donde estaba detenido. Si no era así, ¿para qué se iba a fugar?”, se pregunta.

Como se mencionó, son varios los vecinos que coinciden con la idea de que el levantamiento pudo haber comenzado como un reclamo a los altos mandos del ejército, pero que, de haber recibido Rico más apoyo, esto pudo haber terminado en un golpe. Así piensa, por ejemplo, Francis Bengoa (52), docente: “Creo que se trató de un movimiento dentro del ejército, a ver quién tenía más poder que el otro. Pero también pudo haber sido un golpe de Estado porque si a este muchacho (Rico) le salía todo bien pudo haberse hecho cargo de las Fuerzas Armadas y del propio gobierno”, advierte.

“Probablemente habrán pretendido hacer un golpe de Estado”, señala Teresita Brarda (74), propietaria de una florería local, que sin embargo por entonces, como tantos montecasereños, se dirigió al regimiento para ver el movimiento y hasta compartió mates con algunos carapintadas.

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Adolfo (45), carpintero, se enteró desde La Plata, donde trabajaba, que Aldo Rico quería “hacer un golpe desde Monte Caseros”, asegura, mientras Hugo (24), estudiante de nivel superior, cree que “aparentemente podría haber llegado a ser un golpe de Estado. Siempre hay una chispa que puede encender una llama y nunca se sabe bien en qué puede terminar, es como una revolución en ese sentido, se sabe cómo empieza pero no cómo termina”.

El entrevistado, en este caso, cree que “si bien comenzaron reclamando por aquellos oficiales y militares de menor jerarquía que se cree no dieron las órdenes durante el proceso, esto también pudo haber terminado en un alzamiento general y que no se sabe si podía atentar contra la democracia. Aunque los militares ya estaban bastante desprestigiados por el momento”, reflexiona.

Susana (69), docente jubilada, considera que Rico quiso hacer un movimiento dentro de la fuerza, pero si recibía más apoyo podría haberse convertido en un golpe de Estado. “En una democracia total, ya restaurada, esto no era correcto”, considera.

El empresario Juan Ignacio Piloni (39) percibió el hecho como un intento de regreso a la dictadura. Por aquellos días era adolescente y se enteró del movimiento mientras estaba en el boliche. “Querían derrocar al gobierno democrático, su pongo yo, por problemas de organización democrática de vuelta a la democracia. Las cuestiones internas del ejército las fui comprendiendo más tarde, por ese momento no tenía idea”, confiesa.

2. La actuación de los medios de comunicación

Todos los entrevistados, excepto tres, consideraron que los medios de todo el mundo se empeñaron en brindar una imagen “exagerada” de los hechos ocurridos en el pueblo en ocasión del levantamiento. Para ellos, se hablaba de tiroteos, bombas, evacuaciones al Uruguay y amenazas del ejército hacia la población local que en realidad no tuvieron lugar o sólo en una mínima expresión, como un tiroteo producido en pleno campo y que no tuvo, afortunadamente, ninguna víctima. De todo lo reflejado por los medios en este sentido, el hecho que mayor gravedad revistió fue la explosión de una mina colocada en el puente del Timboy por las tropas rebeldes, que tuvo como víctimas a tres heridos de las tropas leales que se desplazaban por el mismo en camión.

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El camión leal que pisó una mina antitanque colocada por las tropas rebeldes, el lunes 18 a las 4:00 hs.

La anécdota narrada por un empleado municipal que entonces ya trabajaba en la comuna podría poner en jaque a una buena parte de esta investigación, especialmente la referida a la actuación de los medios de comunicación.

Según el agente, la evacuación del edificio municipal de la que varios entrevistados hablaron respondió a una llamada de parte de un coronel hecha, en realidad, por un ordenanza de la propia municipalidad, con la finalidad de que todos se retiraran más temprano. La llamada alertaba sobre la amenaza de un bombardeo al edificio. “Estaba lloviendo torrencialmente, pero todos nos íbamos a nuestra casa muertos de risa”, recuerda, evidenciando que mucho de lo que estaba ocurriendo se tomaba como una “payasada”.

Por otra parte, cuenta que varios periodistas de distintos medios de todas partes se agolpaban en la municipalidad para buscar información. Cada vez que sonaba el teléfono, un empleado inventaba que la llamada era del regimiento, amenazando con bombardear el edificio, el barrio 308 viviendas, diciendo que había bombardeos, explosiones y tiroteos en diferentes partes. “Nosotros no tomábamos conciencia de la situación y, realmente, creíamos que lo que estaba pasando se prestaba para el chiste”, remata el empleado, que por las dudas prefiere mantenerse en el anonimato.

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Mientras Roberto, Elisa y Ana María creen que los medios reflejaban lo que sucedía, y que los medios no sólo hablaban de lo militar y político sino también mostraban la vida cultural y recreativa del pueblo refiriéndose a los carnavales y la playa, para los demás todo estaba armado y era una exageración.

“Yo creo que a la prensa nacional e internacional la llamaron los propios sublevados, usando el sistema de comunicaciones del ejército, para que su reclamo fuera bien conocido en todo el mundo”, considera la profesora Marta de la Rosa, mientras para el profesor Julio Martínez se trató de una cruzada nacional, en apoyo a la democracia. La primera versión explicaría por qué los medios de todas partes estuvieron presentes en la mismísima madrugada del domingo 17 de enero, ni bien se supo en el pueblo que Aldo Rico había tomado el regimiento de Monte Caseros.

Hay una tercera versión, la de Miguel Álvarez. Para él, fue el sector más derechista del Justicialismo el que se encargó de movilizar a la prensa, en el afán de mostrar al mundo cuán debilitado estaba el gobierno de Raúl Alfonsín.

En otro orden, la profesora Graciela Ayala expresó en un artículo publicado en La Nación el 20 de enero de 2008 su enojo porque “para informarse sobre estos hechos es mejor mirar los medios de Brasil y Uruguay, ya que el canal oficial solamente habla de tiroteos y combates inexistentes. Y a la noche, cuando hubiera sido importante que alguien explicara a los jóvenes del país lo que estaba pasando, pasaron el recital del Baglietto”.

Un montecasereño que prefiere mantenerse en el anonimato, cuenta que el periodista Nicolás Kasanzew, quien también cubría el levantamiento en Monte Caseros, les pedía a los vecinos presentes que gritaran con indignación a los carapintada cada vez que él iba a salir al aire con su móvil. Son varios los aspectos mencionados por los distintos entrevistados que llevan a pensar en una cobertura armada, con un claro interés de trasfondo.

Todos los entrevistados coinciden en que los medios locales, por entonces, eran prácticamente inexistentes y no jugaron ninguna función importante.

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Periodistas de diferentes medios del mundo haciendo su trabajo el 17 de enero.

3. La ascendente carrera política de Rico

De los veintiséis entrevistados, siete se aventuraron a un análisis sobre las razones y condiciones en que Rico emprendió, luego de Monte Caseros, su carrera política.

Miguel Álvarez, fue, tal vez, el más controvertido. Para él, en Semana Santa todos los carapintada luchaban por lo mismo, mientras que en Monte Caseros “Rico politizó la cuestión y operó más por intereses personales que por lograr lo convenido con Alfonsín nueve meses atrás”. Él tiene la teoría de que Menem, quien sucedió a Alfonsín en la presidencia de la Nación seis meses antes de lo previsto, estuvo detrás de toda esta movida, opinión que será rebatida por Follonier y por documentos que a la brevedad se citarán.

Álvarez mencionó que en Semana Santa Aldo Rico había recibido la visita de Eduardo Duhalde, Antonio Cafiero y otras figuras del peronismo. Si bien en ese momento no le dio importancia, más tarde, atando cabos, considerando la ascendente carrera política de Rico, quien “quedó lleno de contactos después de Monte Caseros”, y ocupó importantes cargos en plena democracia, llegó a la conclusión de que, evidentemente, él tenía forjados importantes intereses personales en el segundo levantamiento.

Eso sí, para Álvarez, en ningún momento pretendió Rico encabezar un golpe de Estado, sino simplemente, con la figura clave de Menem cono telón de

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fondo, debilitar al gobierno de Alfonsín para que su gestión terminara antes de tiempo.

Álvarez detalla un hecho que parece insoslayable, en este sentido. El abogado que lo defendía cuando era juzgado por su apoyo a los dos levantamientos le explicó su estrategia: “vamos a estirar… estirar los tiempos. En las próximas elecciones va a ganar Menem y los va a indultar”. Y así lo hicieron.

Llegaron las elecciones, ganó Menem, y Álvarez fue indultado, junto a cientos que habían adherido a la causa de Rico. Entiéndase aquí por indulto, como se indicó en el marco referencial, una causa de extinción de la responsabilidad penal, que supone el perdón de la pena. Es una situación diferente a la amnistía, que supone el perdón del delito, ya que por el indulto la persona sigue siendo culpable, pero se le ha perdonado el cumplimiento de la pena.

El propio Rico se refiere a sus motivaciones para incursionar en la política en su libro ya citado: “después de Monte Caseros, comprendió que los problemas nacionales no tendrían solución sectorial. Porque los soldados no eran las únicos excluidos del modelo dependiente, sino también docentes, enfermeras, ferroviarios, mineros, bancarios, portuarios, judiciales, jubilados, y a la mayor parte de nuestra sociedad”.

Por eso, para unir a quienes deseaban generar una nueva alternativa política, formuló en abril de 1990 la convocatoria nacional de la Operación Dignidad y en octubre del mismo año fundó el Movimiento por la Dignidad y la Independencia (MODIN).

Con respecto a Menem, a quien Álvarez lo vinculó, Rico se muestra muy crítico en esta suerte de plataforma política que constituye su libro: “Menem llegó al gobierno prometiendo revolución productiva y salariazo, pero en realidad dio recesión y desocupación. Los objetivos nacionales fijados por Perón fueron absolutamente contradichos por Menem. La sumisión geopolítca de las relaciones carnales, una dependencia económica nunca vista e injusticia social, caracterizaron el modelo de ajuste y desnacionalización (…)”.

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Sobre el saldo dado por Rico del ejército a la política, observa Jorge Follonier: “Yo estuve con Aldo en Malvinas. Fue uno de los oficiales que luchó valientemente; militar altamente adiestrado y con un pensamiento político aprendido de las instituciones castrenses, tenía todas las condiciones para ser un político”.

Follonier considera que Aldo Rico hizo una negociación importante con Alfonsín: ser dado de baja de manera que en ningún momento se lo pudiera juzgar de haber intentado hacer un golpe de Estado. “Así que quedó limpio en ese sentido. Y en un país donde muchos reivindican la dictadura y, atendiendo a que hizo una buena política en materia de seguridad en San Miguel, pude ser reelecto intendente”, opina.

Para el periodista, un eventual encuentro entre Rico y Menem no se dio, porque sus ideas eran abismalmente contrapuestas. “Lo cierto es que aprovechó la ocasión para volcarse a la política probablemente en alguna vinculación con justicialistas, pero no precisamente Carlos Menem”, puntualiza.

Marta de la Rosa reflexiona sobre la imagen y la carrera política de Rico: “a muchos les quedó una imagen muy fea, de golpista, altanero o agresivo. Pero hay que considerar también que se desempeñó muy bien como intendente de San Miguel, que fue diputado y que cumplió con otros cargos, en los que recibió el apoyo de la gente en plena democracia”, sostiene.

A Roberto no le asombra que Rico haya saltado a la política luego de haber liderado Semana Santa y Monte Caseros. “Del tiempo de las guerrillas hay muchos que hoy son políticos y esto es algo parecido”, considera.

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Mientras que Francis Bengoa confiesa: “Mucho de la historia personal de Rico no sé, porque nunca me interesó, pero algo tiene que tener, por algo habrá sido elegido dos veces intendente de San Miguel y llegó a ser diputado. La gente de San Miguel no creo que haya sido tan tonta para votarlo dos veces”, reflexiona.

Y Graciela remarca que en Monte Caseros Rico buscaba fama y prensa para lanzar su carrera política, algo que estaba totalmente premeditado.

4. La importancia del levantamiento para Monte Caseros

De los veintiséis entrevistados, diez mencionaron que la importancia del levantamiento para el pueblo radica en que, mediante este hecho, Monte Caseros es conocido en todo el país -y en algunas partes del mundo-, aunque para la mayoría “en realidad, no cambió para nada la estructura ni la vida cotidiana del pueblo”. Se mencionarán algunos ejemplos.

Juan Ignacio Piloni dice al respecto: “Yo creo que el levantamiento fue muy importante en este sentido, porque con mi actividad posterior de transportes, pude ver que al nombrar Monte Caseros, era como decir “Argentina-Maradona, Monte Caseros-Aldo Rico”. Llegaron a conocer al pueblo tristemente por este suceso, pero por lo menos nos hicimos más conocidos, aunque definitivamente no creo que haya tenido un impacto en el desenvolvimiento cotidiano del pueblo”.

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Hugo cree que no se habla realmente del levantamiento de Aldo Rico con seriedad. Como Follonier y varios otros entrevistados, considera que “nos quedamos en lo anecdótico y no se le da tanta importancia. Se piensa en los hechos como algo que rompía la monotonía del lugar”. Hugo reflexiona: “Tal vez esto ocurre por pensar que lo importante es la institución, el ejército, más que el hecho en sí, y eso sería bueno”.

En definitiva, para el estudiante este es un hecho más entre tantos otros, que supuso la irrupción de Monte Caseros en los medios nacionales e internacionales, pero no modificó la estructura de la ciudad ni su comportamiento político.

Lucía del Carmen Grigolatto y Marta de la Rosa se expresan en los mismos términos: “nos conocen por Rico en todo el mundo, pero aquí no cambió nada”.

Jorge Follonier expresa: “A Monte Caseros la conocen en todo el país por el movimiento carapintada. Creo que no se debe tapar esto bajo un manto de olvido, no para reivindicar, sino para contar cómo fueron las cosas, pero para eso hay que entrar en lo profundo y eso es lo que nos cuesta a los montecasereños. Debería hablarse mucho de este tema aquí, todavía hay mucho por investigar y por escribir”, considera.

_._._._._._

Gustavo Avid, más conocido como el “Turco”, fue centro de atención por aquellos días por haber aparecido en la tapa de una revista de tirada nacional repudiando y ridiculizando a los carapintada. Consultado para dar una entrevista para este trabajo, señala: “sí, yo participé, pero prefiero no rememorar esa etapa porque después me trajo muchos problemas en mi trabajo (es veterinario y tiene una forrajera), con los militares y con la sociedad montecasereña”.

“Es que acá hoy somos todos democráticos, pero evidentemente este es un pueblo pro militar que por aquellos días celebraba y tomaba como algo anecdótico y llamativo que estuvieran tomando el regimiento. Yo me siento muy mal por haber sido malinterpretado, y es por eso que prefiero no hablar del tema, porque creo que nadie lo entendería”, fundamente Avid, visiblemente afectado por aquel recuerdo que prefiere dejar en el olvido.

2) “…a las publicaciones”

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Esta es la sección donde se da cuenta de la literatura histórica y periodística de diferentes autores sobre el levantamiento, que en la conclusión será contrastada con las opiniones de los entrevistados. Para un orden de las cosas, los extractos fichados responden a las tres hipótesis del trabajo, que aquí transcribo:

1. Una está referida a que, en una Argentina sensibilizada y golpeada por los recientes hechos de la última dictadura militar (1976-1983), se generó a nivel del imaginario colectivo una confusión acerca de la acción carapintada ejercida por Aldo Rico y su gente, asignándole motivaciones eminentemente golpistas contra las instituciones democráticas, minimizando la explicación de un reclamo de los militares subalternos a la cúpula del ejército y al presidente del cumplimiento de los puntos acordados en Semana Santa. Los medios de comunicación de le época, especialmente ATC, influenciados por el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, se habrían empeñado en brindar una imagen que no era acorde a lo que aquí ocurría: combates en las calles, tiroteos, amenazas de bombardear un barrio de la ciudad.

2. En otro orden, aunque vinculada –y de alguna manera opuesta- a la primera hipótesis, se presume la posibilidad de que el segundo levantamiento de Rico, el de Monte Caseros, aunque no haya tenido fines golpistas, sí estuviera respaldado por algunos sectores del peronismo, con la finalidad de debilitar al gobierno de Alfonsín y brindar a Rico un trampolín hacia la carrera política que más tarde iniciaría, primero con el MODIN, y luego desde el justicialismo. Es decir, no se buscaría un golpe de Estado, sino sólo debilitar la imagen y la gobernabilidad del radicalismo, para abrir el camino a una próxima gestión justicialista (tal como se dio en los hechos, con Carlos Menem).

3. Finalmente, se da comienzo al trabajo de campo y la contrastación con los libros de historia bajo la hipótesis de que, entre la gente común de Monte Caseros, el hecho es recordado como parte del anecdotario local, aunque no existiría un verdadero conocimiento e interés por saber a fondo por qué se

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produjo el levantamiento, ni una idea sobre la idea importancia de este hecho para la localidad.

Hipótesis 1

La idea de una campaña mediática que favorecía las versiones de un golpe de Estado se ve reforzada por un artículo de Diego Pérez Andrade publicado en La Nación7.

Allí, el periodista, que cubría los hechos en la ciudad, entrevistó a la profesora Graciela Ayala, quien dijo:

“No hubiéramos querido que Monte Caseros se hiciera famoso por todo esto que pasó, pero ya está y hay que seguir trabajando. Lo que no puedo entender es lo que vimos por ATC (el único canal de Buenos Aires que llega aquí): primero dijeron que se libraban combates en las calles, cuando aquí no se escuchó ni un tiro y después, a la noche, cuando a los chicos les hubiera venido bien una reflexión, nada, pasaron el recital de Baglieto (…)”.

Y el periodista culmina la nota:

“No quieren que vuelva a ocurrir lo que les pasó y es predecible que desde ahora en más para enterarse de lo que pasa preferirán sintonizar los canales brasileños, que entran con mayor nitidez y no inventan combates inexistentes”.

El historiador Hugo Chumbita sostiene que “también se evaluó (durante el levantamiento en Monte Caseros) que una estrategia de acción psicológica, impulsada desde tiempo atrás por el oficialismo a través de los medios de comunicación, había logrado aislar a los rebeldes proyectando una imagen amenazadora y grotesca de Rico como “El Tejero argentino”8.

Explica:

“Los carapintada se vieron compelidos a defender en bloque la guerra sucia antisubversiva, de la que muchos de sus superiores pretendían exculparse trasladando a los subordinados la responsabilidad por los

7 Archivo de La Nación, del 20 de enero de 1988. 8 En: “Los carapintada. Historia de un malentendido argentino”.

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“excesos”. Y al final de cuentas resultaron desechados de la institución, cargando ante la sociedad con el descrédito de haberse sostenido la impunidad, mientras los generales presumían de la vocación democrática. Esta dimensión del malentendido explotada en su momento por el gobierno radical, predominó en la caracterización de los carapintada ante la opinión pública y sigue bloqueando su comunicación con la sociedad. Este es el obstáculo principal para su chance como fuerza política. Los demás contenidos del movimiento, menos aparentes pero más trascendentales, habían quedado relegados en la puja interna”

.Otro importante hecho que sostiene esta hipótesis, mencionado por

varios de los autores consultados, lo constituye el hecho de que, ante los sucesos de Semana Santa, una de las primeras reacciones del presidente Alfonsín fue convocar a la multitud a la Plaza de Mayo bajo el lema “Democracia o Dictadura”. Pero una vez que dialogó con los carapintada en Campo de Mayo, que supo que se trataba en su mayoría de veteranos de guerra y que le aseguraron que los fines no eran golpistas, sino que sólo necesitaban negociar algunos puntos, volvió a la Plaza y deslizó su histórico “La casa está en orden. Felices Pascuas” que, si en ese momento sirvió para acallar los ánimos, lo hizo también para mostrar una primera señal de debilidad institucional en el gobierno de Alfonsín.

En Monte Caseros, la inminente llegada de medios de comunicación de Argentina y de todo el mundo es adjudicada por algunos a la reacción de Alfonsín para montar un operativo de prensa que pusiera a toda la población en contra del levantamiento. Pero no falta quien sostenga, como el ex teniente carapintada Miguel Ángel Álvarez, que los medios fueron convocados por sectores de la propia derecha opositora del gobierno, con la finalidad de demostrar la debilidad del mismo.

La postura que sostiene este trabajo al respecto, luego de realizar varias entrevistas, especialmente a la profesora Marta de la Rosa, es que, dado lo sorprendentemente repentino de la llegada de medios de todas partes del mundo, no pudieron ser más que los propios carapintada quienes los convocaron, con la finalidad de que el motín alcanzara conocimiento público internacional y así causar un mayor revuelo.

Una pista de que Alfonsín estaba muy pendiente de los acontecimientos de Monte Caseros fue que, según uno de los autores consultados, fue su par Francoise Mitterrand, ex presidente de Francia, el primero en saber, de la boca de Alfonsín, que Rico se había rendido en Monte Caseros. Se habría enterado antes que toda la prensa presente en el lugar.

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El propio Aldo Rico señala en uno de sus libros9:

“Nos sublevamos frente a nuestros generales, persiguiendo un objetivo estrictamente limitado y acotado que no pretendía –ni lo hizo- vulnerar el orden constitucional, sólo exigir a los que comandaban que asumieran sus responsabilidades y que ejercieran su autoridad si eran capaces, si no que se fueran. Su defección espiritual y moral los inhibía para cumplir tales exigencias… entonces se fueron. De allí la concurrencia del presidente a parlamentar a Campo de Mayo. Nadie había que le pudiera solucionar el conflicto. De hecho, la intervención del presidente coloca al conflicto en otra dimensión, en el contexto de la desmesura de la falsa dialéctica lanzada a la calle: “Dictadura o Democracia”. Personalmente asumo la actitud de un jefe de Estado Mayor de hecho, que plantea problemas, reclama y propone soluciones a los mismos a su comandante en jefe, el presidente Alfonsín”.

En una entrevista que le efectuara la revista Playboy publicada en el libro “Nuestras propuestas. Notas políticas”, Rico responde, ante la pregunta de si tuvo intenciones golpistas en algún momento:

“Los mecanismos empleados en la acción deben estar de acuerdo con la acción. Yo lo viví en Monte Caseros. No puedo plantear una acción sin límites que signifique combate. Si planteo combate y hay enfrentamientos y muertos, no me puedo quedar en objetivos limitados. Tengo que buscar el máximo. En Monte Caseros, con el mayor Jándula y el capitán Marqui, en plena línea de contacto. A la noche, solos los tres, fue lo que nos planteamos. Allí estaban las tropas de los otros. Era un picnic. “¿Atacamos?”. Yo no quería. Lo miré a Jándula y me contestó. Con su mirada supe. “Vámonos”. Porque si yo bajaba un camarada no había límite. Una vida no justifica un cambio de gobierno y menos de un jefe de Estado Mayor”.

Desde otro lugar, Jorge Lanata relata los sucesos de Monte Caseros, dejando entre líneas que tal vez sí los carapintada intentaron tomar el poder político:

“Al tomar Rico Monte Caseros, un grupo de oficiales y suboficiales de la fuerza aérea y civiles armados tomó el aeroparque en nombre de Rico, a quien designaron comandante en jefe del Ejército. Rico anunció en conferencia

9 “El desafío argentino. Propuestas para el año 2000”.

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de prensa que nada lo haría rendirse y pronunció allí su famosa frase, superadora de Descartes, sobre el ejercicio de la duda:

-“La duda es la jactancia de los intelectuales”. “El alzamiento fue sofocado por tropas del general Caridi y los

rebeldes se rindieron sin disparar un solo tiro”10.

Escriben, en el mismo tono, Fermín Chávez y Enrique Manson:

“En Monte Caseros, los rebeldes, que ya no eran simples “amotinados”, se prepararon como para la guerra. Minaron rutas y puentes cercanos a la guarnición y Rico, nuevamente de uniforme de combate, hizo declaraciones en las que aseguraba que no se rendiría, por una propiedad genética de su sangre originaria del norte de España. El problema de Caridi era serio. Junto a Monte Caseros se habían pronunciado guarniciones de San Luis, Neuquén, San Juan, Río Gallegos y Río Turbio, pero los carapintadas ya no arrastraban a la gran masa de oficiales. La ley de Obediencia Debida había cumplido su propósito y las unidades sublevadas fueron rápidamente sometidas”11.

También la revista Gente del 21 de enero de 1988, con el tema del levantamiento y la rendición en plena ebullición, deja entrever que los rebeldes no estaban cumpliendo con la misión de defender la soberanía nacional, dentro del marco institucional en que recibieron ese mandato.

En definitiva, puede concluirse que, cuanto más cercanas a la fecha de los hechos, mayor la tendencia, en medio de la incertidumbre, a atribuir a Rico y a los carapintada la intencionalidad de atentar contra la institucionalidad.

Hipótesis 2:

Varios autores permiten entrever que la debilidad del movimiento carapintada llevó a Rico a entablar conversaciones con diversos sectores políticos, y hablan de una politización del movimiento que bien podría contribuir a la hipótesis de que Rico, luego de Semana Santa y –muy especialmente- de

10 “Argentinos Siglo XX. Desde Yrigoyen hasta la caída de De la Rúa”, 2003.11 “Historia Argentina. La guerra de las Malvinas y la Democracia Maniatada”, 1995.

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Monte Caseros, habría quedado con los contactos suficientes como para iniciar su carrera política.

Mirta Zaida Lobatto y Juan Suriano lo expresan de esta manera: “El 18 de enero de 1988 el teniente coronel Aldo Rico se sublevó en

Monte Caseros al mando del Regimiento 4 de Infantería Mecanizada. Sus demandas apuntaban a obtener el reemplazo de Caridi al mandato del ejército y evitar el castigo de quienes se habían rebelado en Semana Santa. Pero la Lay de Obediencia Debida había aquietado a un importante sector militar y Rico no tuvo apoyo, se rindió sin combatir y fue encarcelado junto con sus subordinados en el penal militar de Magdalena. La evidente debilidad militar de los carapintada los llevó a politizar sus demandas y buscar apoyo entre la franja más derechista de sectores de la prensa, la política y el sindicalismo”12

Para Hugo Chumbita, “algunos analistas discurrieron que los objetivos de esta reedición del operativo dignidad no había sido tan nítida como la Semana Santa y que la imagen de Rico ante la oficialidad fue perjudicada por su acentuada politización al aparecer vinculado con políticos y grupos civiles de derecha”.

Son varios los autores que mencionan entre los políticos que se acercaron durante el levantamiento de Semana Santa a Rico: además de Alfonsín y Horacio Jaunarena por el oficialismo, lo habrían hecho Eduardo Duhalde y Antonio Cafiero y el sindicalista Saúl Ubaldini13.

La conjetura de Miguel Álvarez acerca de un encuentro o un arreglo entre Menem y Rico después de Monte Caseros podría quedar desestimada con un extracto del ex carapintada en contra del modelo del ex presidente en su libro “Nuestras propuestas. Notas políticas”, de 1994:

“No se oponen a la reelección de Menem porque están todos comprados. El jefe del bloque legislativo del MODIN, Aldo Rico, consideró que la discusión de la reforma de la Constitución Nacional será inútil, por el pacto sellado previamente entre el justicialismo y la UCR y denunció que han comprado a todos los políticos que dejaron de oponerse a la reelección de Menem.

Rico anunció que la estrategia de los constituyentes del MODIN que surjan de los 20 distritos donde se presentarán el 10 de abril será la de defender

12 “Nueva Historia Argentina. Atlas Histórico”, 2000.13 Verbitsky, Horacio. “Civiles y militares. Memoria secreta de la transición”, 2003.

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la Constitución de 1853 porque lo que impulsan los dos principales partidos políticos es “mucho peor que lo que figura en la carta magna de esencia liberal” (…).

“Existe corrupción, una corrupción nunca vista en los funcionarios del poder de turno. Se ha entregado la República al poder de los monopolios y las corporaciones privadas internacionales y transnacionales hay reemplazado a las corporaciones del Estado (…).

El nuevo estado Menemista, aún en formación, no satisface las necesidades de una inmensa mayoría”.

Enfatiza esta última posición, la de la lejanía del pensamiento político de Rico y Menem, la reflexión de Chumbita:

“Otra salida del laberinto, la integración de los carapintada en una reestructuración de las instituciones armadas o en un nuevo proyecto político nacional, había sido obturada por el vuelco de Menem hacia un programa liberal “occidentalista”, en el que no había lugar para ellos.

Les quedaba entonces buscar su propia salida política, constituyendo un movimiento para disputar el poder, por la vía del golpe de Estado en sus múltiples variantes imaginables o actuando como factor de presión. En cualquier caso, esta opción implicaba apelar a toda la sociedad, trascendiendo los límites del discurso nacionalista militar. Amplios estratos populares, empujados a la marginalidad y desilusionados por Menem, parecían dispuestos a seguirlos, pero no estaba claro que ellos tuvieran una verdadera propuesta de futuro que ofrecerles. Los carapintada braceaban a contracorriente de la ola liberal democratista que avanzaba sobre el mundo. En muchos aspectos, sus ideas sectarias y antidemocráticas resultaban un anacronismo que obstruía cualquier inserción en el sistema político”.

De la misma manera, Menem se expresa en contra de Aldo Rico en una breve encuesta realizada por la revista Gente del 21 de enero de 1988, luego de la sublevación de Monte Caseros. En la misma, hasta consideró la pena de muerte para los cabecillas de la rebelión:

“-¿Por qué pasó lo que pasó? ¿No era previsible que esto iba a ocurrir ya desde Semana Santa?

-Esto pasó porque no se fue lo suficientemente severo en Semana Santa. Era de prever una situación de esta naturaleza.

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-¿Cómo manejó el tema el gobierno? A la luz de cómo se movía Aldo Rico, ¿no hubo mano blanda?

-Creo que hubo una represión. Se llevó a cabo una tarea bastante buena en esta oportunidad. A la luz de los hechos hay que poner mano firme y aplicar la ley para los que se han amotinado: reclusión por tiempo indeterminado y pena de muerte, aunque yo no soy partidario de esto último (¿…?)

-¿Esto fue igual o peor que lo de Semana Santa? -Fue peor, porque hubo derramamiento de sangre y esto califica al

delito de amotinamiento.

-Más allá del resultado, el Ejército ganó o perdió? ¿La estabilidad institucional ganó o perdió?

-El Ejército ganó. Porque se consolida también la democracia. -¿Qué piensa usted que pasará de ahora de más con Rico y los

carapintada? -Hay que juzgarlos. Hay principios fundamentales que la democracia

debe respetar. Que haya un debido proceso, el derecho de defensa y la pena adecuada a la identidad de los delitos que se han cometido. Así de simple.

Hipótesis 3:

Un artículo publicado en La Nación firmado por Diego Andrade, al que ya se hizo referencia, da cuenta de que las apreciaciones de los lugareños durante los días que duró el levantamiento pasaban específicamente por lo anecdótico, y estaban referidas a cuestiones que los tocaban directamente, como por ejemplo, estar enojados porque la voladura del puente no permitía que los cigarrillos llegaran al kiosco de una comerciante del centro de la ciudad.

El artículo narra:

“La presencia camouflada de un carro de combate con una oruga rota al costado de la calle, y su tripulación tomando mate, fue una de las escenas que, a 24 horas de los sucesos del RI 4, no les permitían a los pacíficos habitantes de esta ciudad olvidar las horas de tensión vividas”.

“No sabe cómo dejaron la calle de asfalto, ni le cuento las de tierra, son un desastre”, comentó indignado al cronista Remigio Estigarribia, peón del Ferrocarril Urquiza, que tiene aquí una importante estación de cargas.

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Aida Bravo, encargada del Kiosco del Niño en la calle principal, prefiere en cambio quejarse del motín de Rico y los suyos porque “como cortaron los caminos no me vino el cigarrero, y con toda la gente que hubo por aquí me perdí de ganar unos cuantos pesos”.

Una impresión totalmente contraria desgrana Jorge Solís, propietario de una de las parrillas más concurridas: “Ojalá a este Rico se le dé por mandarse la misma macana el mes que viene. La verdad es que con los militares y ustedes los periodistas me salvé. Esto debiera repetirse”, dijo, aunque no con cierta sorna.

Las críticas por la masiva presencia de uniformados aquí le ganan a los elogios. Fueron innumerables los problemas que generó, por ejemplo, la interrupción de las comunicaciones telefónicas. Los bancos no tuvieron clearing, los cheques no se pagaron. No llegaron los diarios ni algunos artículos de primera necesidad que vienen diariamente en camión desde Curuzú Cuatiá y Paso de los Libres.

“Es por todo eso que pensamos que esto no fue solamente un problema entre los militares, como ellos dicen. Ellos avasallaron nuestros derechos: yo no puedo olvidar la cara de los viejitos de las 308 viviendas cuando los desalojaban a las 12 de la noche porque decían que iban a empezar los tiros”.

_._._._._._

Una lectura rápida de los testimonios de los vecinos presentados en el apartado anterior, permite vislumbrar que hay mucho de anecdótico en sus dichos. Sin embargo, varios de ellos tienen una opinión formada acerca de que, si bien se trató de un movimiento interno en el Ejército, bien podría haber logrado Rico el apoyo necesario como para efectuar un golpe de Estado, expresión no usada literalmente en ningún momento por los libros y publicaciones consultados.

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Aldo Rico. Ropa de combate y un mate después de la rendición.

CONCLUSIÒN

Siempre se espera de un investigador que al final exponga sus conclusiones, lo cual en este caso no resulta tarea simple para mí, aún después de haber investigado el tema de mi interés, ya que las fuentes consultadas tienen miradas muy diferentes sobre levantamiento y las motivaciones de Aldo Rico en Monte Caseros.

De todo lo expuesto, deduzco que Rico tenía la intención de producir una gran movilización dentro del ejército, a fin de exigir a la máxima autoridad militar de entonces, el teniente general José Segundo Dante Caridi, y al presidente Raúl Ricardo Alfonsín, el cumplimiento de lo acordado nueve meses antes, en Semana Santa. No creo que abiertamente, como objetivo principal, Rico

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se propusiera encabezar un golpe de Estado aunque sí, indirectamente, pudo haber estado de trasfondo la voluntad de debilitar a Alfonsín, a instancias de sectores del peronismo interesados en ello. Quienes estuvieron cerca de Rico mencionan su premisa contundente: “Nunca más los militares en el gobierno”. Por otra parte, Rico no contó ni en Semana Santa ni en Monte Caseros con una estructura de apoyo internacional, factor clave en el desencadenamiento de los golpes de Estado en nuestra historia. Y, como señala la profesora De la Rosa, no tendría sentido amotinarse ni en Campo de Mayo ni en Monte Caseros; si se pretendiera derrocar al gobierno nacional, habría que avanzar directa y repentinamente hacia la casa de gobierno.

Como me dijera uno de los entrevistados, en Monte Caseros una pequeña parte del ejército estaba con Rico, y una pequeña parte estaba contra él. Los demás estaban con un pie de un lado y un pie del otro, esperando a ver quién ganaba. En Semana Santa, Rico ganó en credibilidad y popularidad. En Monte Caseros perdió para la causa carapintada, pero todo da a entender que ganó para sus futuros planes políticos.

Puede hablarse, en este sentido, tal vez dada la rapidez de los hechos, de cierta ambigüedad en las motivaciones y en el comportamiento de Aldo Rico en su segundo levantamiento, el de Monte Caseros. Como puede leerse en la revista Gente del 21 de enero de 1988, a la que ya se hizo mención, varios carapintadas de Monte Caseros manifestaron sentirse decepcionados por Rico: “Estamos decepcionados con la actitud que tomó Rico. Este era un tema del Ejército. No sabemos por qué se mezcló con civiles y políticos. Su actitud no es la de Semana Santa. Ahora su motivación es personal. Es un gran soldado, pero no podemos compartir su postura”.

Sobre la actuación de los medios de comunicación de ese tiempo, es evidente que magnificaron la reacción del pueblo y de lo que estaba sucediendo, y demonizaron a los carapintada atribuyéndoles fines golpistas, sin dudas en el afán de defender la incipiente democracia y direccionados por el gobierno de turno, que lanzó a la sociedad la dialéctica dictadura-democracia.

Sobre la actuación de los medios y el acontecer local, es de destacar que la cobertura nacional e internacional (diario El País de España del 19 de enero de 1988) vivió y reflejó los hechos en un clima de caos y tensión que no fue tomado así por los montecasereños.

En virtud de que en Historia no siempre existe una sola verdad, o que las verdades son provisorias, en esta conclusión continuaré la línea de las tres hipótesis iniciales para presentar mi visión acerca de los hechos, que podrá ser superada en posteriores investigaciones o enriquecida con la aparición de nuevos aportes.

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Hipótesis 1:

Considero que la primera hipótesis queda confirmada a lo largo de la investigación. Ninguna publicación menciona una intentona golpista desde Monte Caseros; más que nada, por lo que se puede apreciar en las revistas Gente y Semanario de la época, consideraban una “payasada” al accionar de Rico en este pueblo. Pero sí esta idea quedó plasmada en el imaginario colectivo, probablemente por la dialéctica “Dictadura o Democracia” con que Alfonsín invitó a la movilización popular durante Semana Santa, que estigmatizó a los carapintada como golpistas, en un país todavía muy sensibilizado por las secuelas de la última dictadura militar. Luego de esto y de dialogar con Rico en Campo de Mayo, al decir que la casa estaba en orden y desear felices pascuas, de alguna manera Alfonsín se retractó de sus dichos, pero no sin dejar impregnada en la mayoría de los argentinos la asociación “Carapintada-Dictadura”. De eso se trata el “malentendido argentino” con respecto a los carapintada del que habla Hugo Chumbita.

La imagen de los carapintada como golpistas fue tan fuerte que opacó la versión de un levantamiento interno en el Ejército, un reclamo desde Monte Caseros -lugar donde Rico Tenía gran afinidad con el segundo jefe, Jorge Jándula-, a Alfonsín por el cumplimiento de lo pactado en Semana Santa y a la cúpula del Ejército de hacerse cargo por las decisiones que habían tomado durante la dictadura, permitiendo ahora que fueran enjuiciados los subalternos que habían cumplido órdenes.

Creo que fue el propio Rico quien operó detrás de la repentina llegada de los medios de la Argentina y de todas partes del mundo prácticamente en el momento en que él llegaba a la ciudad. Esto, que tal vez él vio como la posibilidad de presentar ante la mirada internacional el reclamo carapintada, le terminó jugando en contra, especialmente por la actuación del canal oficial ATC, que demonizaba a los protagonistas del hecho hablando de bombarderos, tiroteos y combates inexistentes (La Nación, 20 de enero de 1988).

Por otra parte, la Ley de Obediencia debida otorgada por Alfonsín luego de Semana Santa había acallado los ánimos de la mayoría de los militares, por lo que en Monte Caseros Rico no contó con el mismo apoyo a nivel nacional y fue rápidamente detenido, junto a cientos de oficiales y suboficiales que habían participado en ambos levantamientos, tras sólo tres días de insurrección.

Varios de esos hombres, como el entonces teniente Miguel Ángel Álvarez, el único ex militar convocado que se animó a participar de esta

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investigación, se sintieron con el tiempo traicionados por Rico, dado que ellos habían arriesgado sus carreras por la causa carapintada y Rico, liberado pocos meses después, se volvió un político influyente, lleno de contactos en el justicialismo que evidentemente venían gestándose, “dado que no pueden construirse de la noche a la mañana”. Pero eso nos lleva a la conclusión sobre la segunda hipótesis.

Hipótesis 2:

La segunda hipótesis podría darse por parcialmente confirmada, ya que supone la connotación de que Rico habría hecho negociaciones con Menem después de Monte Caseros, cuando por los escritos de Rico contra el ex presidente es evidente que tenían visiones irreconciliables sobre un modelo de país. En su libro, Rico acusa a Menem de corrupción y de “comprar votos” en 1994 para la reforma de la Constitución que le permitiría la reelección. Y consultado por la Revista Gente del 20 de enero de 1988, Menem sostiene que los insurrectos merecerían ni más ni menos que la “pena de muerte”.

Lo que sí está claro –nombrados tanto por entrevistados como Follonier y Álvarez como en algunos libros, como el de Verbitsky- es que Antonio Cafiero, Eduardo Duhalde y Saúl Ubaldini, entre otros dirigentes justicialistas, visitaron a Rico en Campo de Mayo y pudieron haber iniciado con él un diálogo que incluyera el futuro político de Rico.

Es por eso que queda en el ambiente la idea de que en Semana Santa todos peleaban por la misma causa, la de los militares que cumplieron órdenes durante la dictadura y ahora estaban siendo juzgados, mientras los generales y coroneles, e incluso la conducción política del país, que habían dado esas órdenes, por ejemplo, en 1976, no eran juzgados ni tomaban cartas en el asunto. En cambio, se cree que Monte Caseros, como ya se sugirió, fue la ocasión de Rico para ganar prensa y demostrar fortaleza ante el poder político, para luego pasar a formar parte de él, al crear, desde la cárcel, su propio partido: el MODIN.

En definitiva, los contactos de trasfondo en 1988 habrían existido, pero los protagonistas habrían sido Rico y otros dirigentes políticos, pero no Carlos Menem, de alguna manera el más “beneficiado” con el debilitamiento y la caída prematura de Alfonsín en la presidencia.

Hipótesis 3:

La tercera hipótesis también es parcialmente confirmada. Es verdad que la mayoría de los entrevistados brindan anécdotas al ser interrogados por el

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levantamiento, pero casi todos van más allá y toman postura a favor de una intentona golpista o un movimiento interno en el ejército y coinciden en que la importancia del levantamiento radica en que hoy Monte Caseros es conocida en el país y el mundo por el levantamiento de Aldo Rico, aunque el impacto del mismo no se haya sentido en el quehacer cotidiano del pueblo.

Contra lo que reflejan los libros de Historia y las publicaciones consultadas, para casi la mitad de los entrevistados estuvo entre las intenciones de Rico producir un golpe de Estado, aunque no se le dio la oportunidad. O, como algunos dijeron, Rico pretendía elevar un reclamo a la plana mayor del Ejército y al presidente, pero pudo haber tenido más apoyo de los diferentes regimientos del país y así logrado efectuar el golpe.

En realidad, podría decirse que cuanto más informados y más cercanos al mundo militar los entrevistados, más adhieren a la idea de una revuelta interna que a un intento de derrocar al gobierno constitucional desde un pueblo como Monte Caseros.

En el paso “del imaginario colectivo a las publicaciones” presente en el título de este trabajo, puede concluirse lo siguiente:

Los medios de comunicación de la época, con el sensacionalismo que los caracteriza y en medio de la confusión, reflejaron un estado de caos y tensión que no era percibido así por los lugareños.

Mientras los medios de la época seguían esa línea editorial, las publicaciones más recientes –libros, artículos de Internet- rescatan la versión de una revuelta interna del ejército y minimizan el caos social.

Mientras en el imaginario colectivo de esta sociedad montecasereña quedaron plasmados fines indirectamente golpistas del movimiento, los libros de Historia y las publicaciones actuales analizan las cosas desde otra perspectiva, realzando la versión de un reclamo de los militares a su cúpula y al presidente Alfonsín, aunque reconociendo que el mismo debilitó su gestión.

Varios entrevistados consideraron lo ocurrido en el pueblo como una “payasada”, y lo mismo puede percibirse en revistas de aquel momento.

Los libros de Historia Argentina dedican uno o dos párrafos al levantamiento de Monte Caseros, y podría compararse con la

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escasa o nula presencia de este tema en las conversaciones y el análisis de lo sucedido en esta ciudad.

De toda maneras, no se puede negar que Rico, por mucho que a algunos les pese, puso a Monte Caseros en las publicaciones y en los libros de Historia del país y del mundo.

_._._._._._

En definitiva, adhiero a la intención de Rico de hacer un reclamo interno y, de paso, ganar prensa para sus fines personales e indirectamente debilitar la imagen del gobierno nacional, y no de derrocarlo.

_._._._._._

Sin embargo, debo confesar que algo me hace ruido, y no puedo dejar de preguntarme qué pudo haber ocurrido de no haber estallado aquel puente, de haber contado Rico con más apoyo de los distintos regimientos y de haber continuado el ingreso de unidades militares de todo el país que venían, supuestamente, a reprimir, y que al llegar adherían a la causa carapintada…

Mariela Andrea Borg0

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ANEXOSEDICIÓN DE LAS ENTREVISTAS REALIZADAS

El objetivo del levantamiento

Miguel Ángel Álvarez, entonces teniente del ejército destinado en Rospentek, desde donde apoyó el levantamiento en Monte Caseros y se negó a venir con su gente a reprimir, sostiene que en aquel momento estaba seguro de que todos los carapintada luchaban por lo mismo: el cumplimiento del compromiso asumido por Alfonsín para con el ejército en Semana Santa de 1987. El mote carapintada, como se explicó en el marco teórico, alude simplemente al uso de pintura de camuflaje por parte de los sublevados.

“Tras el retorno a la Democracia y por varios años, el ejército argentino se vio fracturado por la ola de juicios y condenas a oficiales jóvenes, que habían cumplido órdenes y combatido con su uniforme e insignia, dejando afuera a los coroneles y generales que habían dado tales órdenes y a un montón de militares y civiles que robaron o mataron encapuchados, de noche, con peluca y barba, por lo cual no se los puede identificar. Hay que investigar a fondo el tema de los enriquecimientos repentinos de empresarios en aquella época y juzgar a quienes actuaron de manera encubierta y a quienes emitieron las órdenes”. En estos términos grafica Álvarez las razones por las cuales en 1987 y 1988 apoyó los reclamos de Aldo Rico de una serie de reivindicaciones para el sector más joven del ejército.

Sin embargo, a veintidós años de los hechos, con la posibilidad de haber analizado más la vida pública de Aldo Rico y con la carrera de Profesorado en Historia en su tramo final, Álvarez tiene hoy una visión particular y sumamente interesante de cuáles fueron las verdaderas motivaciones de Rico para este segundo levantamiento, es decir, el de Monte Caseros. “En Semana Santa estoy seguro de que Rico defendía un ideario que compartíamos y buscaba, mediante lo que se llamó la Operación Dignidad, que se hiciera justicia con quienes habían cumplido órdenes en el ejército. En cambio, creo que en Monte Caseros entraron a jugar otros intereses de fondo, ya que Rico tenía importantes vinculaciones con un sector del peronismo que más tarde lo llevaría a encolumnarse políticamente con Menem”, interpreta hoy Álvarez, capitán retirado y luego indultado, precisamente, por haber apoyado a Rico en ambas oportunidades. Álvarez fue indultado por el Decreto 1004, junto a generales,

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oficiales subalternos, y guerrilleros, en lo que Carlos Menem llamó la Pacificación, medida que exceptuaba desde ese momento del juicio tanto a militares como a guerrilleros. El entrevistado se manifiesta en contra de este indulto, dado que, como explica, “no cumplí las mismas funciones que Videla y los generales que impartieron órdenes, ni participé tampoco de la guerrilla, por el hecho de haberme graduado como oficial a finales de 1980. Lo correcto hubiera sido juzgar a quienes impartieron órdenes y, con respecto a los levantamientos, los que habíamos sido sancionados debimos haber tenido la posibilidad de apelar a la Cámara Federal, que es un derecho constitucional. No este indulto, que nos igualó a todos”.

El informante mencionó que en Semana Santa, el ex carapintada había recibido la visita de Eduardo Duhalde, Antonio Cafiero y otras figuras del peronismo. Si bien en aquel momento no le dio importancia, más tarde, atando cabos, considerando la ascendente carrera política de Rico, quien “quedó lleno de contactos después de Monte Caseros” y ocupó importantes cargos a nivel municipal y nacional (actualmente es Concejal en San Miguel y, respaldado por el Ejecutivo nacional, busca ser intendente de la localidad por tercera vez), llegó a la conclusión de que, evidentemente, él tenía forjados importantes intereses personales en el segundo levantamiento.

Para Álvarez, en ningún momento pretendió Rico encabezar un golpe de Estado, sino simplemente, con la figura clave de Menem como telón de fondo, debilitar al gobierno de Alfonsín para que su gestión terminara antes de tiempo, tal como ocurrió.

Álvarez detalla un hecho que parece insoslayable, en este sentido. El abogado que lo defendía cuando era juzgado por su apoyo a los levantamientos le explicó su estrategia: “vamos a estirar, estirar, los tiempos. En las próximas elecciones va a ganar Menem y los va a indultar”. Y así lo hicieron.

Llegaron las elecciones, ganó Menem, y Álvarez, junto a cientos que habían adherido a la causa de Rico, fue indultado.

Otro hecho de relevancia que describe Álvarez es la llegada en helicóptero de un hombre “disfrazado” de gaucho a un campo cercano al pueblo (perteneciente a la familia Rader), el día de la rendición de Rico. Según su relato, el hombre descendió del helicóptero con un maletín que entregó a dos militares, de la confianza de Rico. Una conjetura realizada por el informante consiste en que el maletín podría haber contenido dinero, para “comprar la rendición”.

Actuación del gobierno local

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Es realmente interesante contrastar las miradas de las distintas fuentes, dependiendo del lugar que ocupaban en ese momento. Mientras para los militares de ninguna manera se pretendió afectar o dar injerencia al gobierno del pueblo, para quienes ocupaban cargos políticos era crucial tomar cartas en el asunto y “salir a defender la democracia”.

Desde una vereda completamente opuesta a la de Álvarez, el profesor Julio Martínez no tiene dudas de que Rico pretendió encabezar un golpe de Estado contra el gobierno de Alfonsín.

“Nosotros nos enteramos de lo que estaba pasando en el baile de las reinas, en el Club Social y Deportivo Barrio Nuevo”, recuerda. “Había rumores en todo el país de que se iba a producir un levantamiento militar, pero jamás pensamos que iba a ser en Monte Caseros, donde nosotros teníamos nuestra base política”, explica el entonces secretario del Concejo Deliberante y del Partido Justicialista.

Nos enteramos por un radiograma que fue emitido por Radio Mitre; escuchamos una radio que tenía el doctor Ferreira e inmediatamente decidimos actuar. Le sugerimos al intendente, Benito Germán Borgo, que fuéramos a la municipalidad para mantener las puertas abiertas. Abrimos las puertas y ventanas y comenzamos a convocar a los concejales para una sesión extraordinaria a las siete de la mañana. Convocamos a otras figuras sobresalientes de la oposición, como los doctores Rabella y Malvicino. En la casa del doctor Rabella ya estaba un periodista de Paso de los Libres, que se había enterado y vino inmediatamente a cubrir, que fue el primer periodista que nosotros vimos”, relata. Y continúa.

“Fuimos todos a la Municipalidad, abrimos todas las puertas y en ese momento observamos movimientos sospechosos alrededor de la plaza, donde un jeep del ejército estaba dando vueltas y vueltas. Después supimos que querían venir a pedir prestado el mimeógrafo que teníamos, en el que se hacían los comunicados y el boletín oficial. Querían solicitar en préstamo el mimeógrafo de la municipalidad para emitir la proclama por la cual iban a declarar ante la opinión pública sus propósitos. Afortunadamente, pudimos abortar con nuestra sola presencia tal iniciativa de las fuerzas que no estaban respondiendo en ese momento al gobierno”, explica el docente.

Transcribo el relato, porque no tiene desperdicio. “En la sesión del Concejo Deliberante se resuelve por unanimidad que el intendente, con el secretario de gobierno y el presidente del Concejo Deliberante, el Dr. Jorge Laphitz, de la misma línea política que el intendente en ese momento, fuéramos en conjunto a la puerta del cuartel, y allí se intentara dialogar con los levantados, los famosos carapintada, porque así estaban. Así lo hicimos, llegamos hasta ese lugar, y ahí por orden del teniente coronel Álvarez de Igarzábal, jefe del

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regimiento, solamente se permitió el ingreso del intendente municipal. El resto permanecimos afuera, con una nube de periodistas que ya habían llegado de Brasil, la United Press y otras agencias que no sabemos cómo llegaron tan rápido al lugar, evidentemente ésta era una cruzada nacional, porque de otra manera no se explica cómo pudieron haber llegado tan rápido todos aquellos periodistas.

Así que sólo entró el intendente. Intentaron ingresar el doctor Ignacio Vianna y el escribano Raúl Pérez con él, pero no les fue permitido. Una hora y media estuvieron ahí dentro. Nos contó después Benito que habían estado conversando en una oficina sólo tres hombres. El jefe del regimiento, el intendente, y un tercer hombre, alto, que probablemente haya sido Rico, quien le entregó un papel para que leyera ante toda la prensa que se encontraba afuera, para que la información que ese papel contenía se difundiera al mundo.

Se trataba, ni más ni menos, que de la proclama de la rebelión militar, que no fue leída.

Según el relato de Martínez, los puntos más álgidos de la proclama eran el cuatro y el ocho, donde decía que el ejército “retomaba la conducción política del país, ante la inoperancia de los sectores gobernantes de ese momento. Posteriormente, Aldo Rico quiso enmendar esto diciendo que no era un levantamiento contra el gobierno constitucional, sino contra las autoridades militares, cosa que se desmentía donde decía “el ejército retoma la conducción política del país, no decía del arma sino del país”, por lo tanto no era contra el ejército, sino contra el gobierno civil y constitucional”.

_._._._._._

Un reclamo a los altos mandos

Héctor Álvarez de Igarzábal, quien por entonces era jefe del Regimiento 4, en tanto, tiene un borroso recuerdo de aquel episodio con el intendente. Lo que sí recuerda es que eran días de mucha tensión dentro del regimiento, y que todos, incluso él, sabían que estaban arriesgando su carrera con el levantamiento.

Él se enteró de lo que sucedía por un llamado de Jándula, su segundo jefe, quien le habría advertido que estaba llegando Rico y que la situación podría ponerse fea, como en Semana Santa. Álvarez de Igarzábal no dudó en venir, hacerse cargo de su unidad y respaldar el reclamo de Rico a los altos mandos del ejército, para que intervinieran ante la situación perjudicial por la que atravesaban las capas subalternas.

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“No, de ninguna manera pretendió ser éste un golpe de estado. Si yo te digo que con este palillo voy a levantar un auto, vos no me creés. Me dirías: pero no, cómo vas a levantar el auto con un palillo”. El militar retirado, también a causa de su participación en el levantamiento de 1988, es así de gráfico al explicar que “es imposible pensar en hacer un golpe de Estado desde un regimiento como el de Monte Caseros”.

Para él, la maniobra se consideró incorrectamente como golpista porque “después de esto Mohamed Alí Seineldín tuvo dos levantamientos que fueron poco claros, inorgánicos, se le fueron de las manos al mismo Seineldín; esos quedaron como una serie de hechos golpistas. Pero el reclamo de Rico era contra los altos mandos del ejército. Era claro en el radiograma que era ese y no otro el objetivo”.

El radiograma al que hace alusión Álvarez de Igarzábal es el que Rico envió desde Monte Caseros a todas las unidades del ejército a nivel nacional, donde se reclamaba el cumplimiento del acuerdo al que él y Alfonsín habían llegado nueve meses antes, en Semana Santa. Así explica él sus motivaciones: “Rico viene a Monte Caseros a reclamar lo que no se estaba cumpliendo, desde acá se hace un radiograma a las unidades del ejército donde se reclamaba el cumplimiento de ese acuerdo, y hubo una reacción por parte del presidente, que mandó tropas para reprimir”.

Para el entrevistado, a quien pude contactar el 18 de septiembre de 2010 luego de una ceremonia de la que participó en el Regimiento de Infantería 4, “fueron el gobierno nacional y la cúpula del ejército quienes enviaron no sólo a las tropas a reprimir, sino a la prensa nacional e internacional, para que armara toda la escena del golpe de Estado, algo que en realidad no estaba ocurriendo”.

Muy por el contrario, Miguel Ángel Álvarez entiende la presencia repentina de la prensa como una prueba de que el levantamiento estaba respaldado por grupos de poder opositores al gobierno de Alfonsín, quienes “manejaban los medios de comunicación, que aprovechaban cualquier incidente para debilitar la imagen pública del presidente”.

Es importante hacer propicio este espacio para transmitir al pueblo un mensaje de Álvarez de Igarzábal: “Lo que hicimos en ningún momento pretendió provocar disturbios en Monte Caseros. La intranquilidad que causamos fue un componente inevitable y realmente lo siento mucho”.

“Un acto de amor por el camarada”

En el libro de Aldo Rico El desafío argentino. Una propuesta para el año 2000, leo la interpretación que el ex militar hace de los acontecimientos de

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Semana Santa y Monte Caseros: “Semana Santa del ’87 es un acto de amor por el camarada. Una reacción de la juventud militar –jefes, oficiales y suboficiales- frente a un generalato que sumido en una suerte de estupor vegetativo y absolutamente confundido luego del fracaso político del Proceso de Reorganización Nacional y la derrota en el Atlántico Sur, no podía o no quería adoptar una política institucional coherente de salvaguarda de la institución, frente a la política antimilitar, de destrucción de las Fuerzas Armadas, que llevaba adelante el gobierno del doctor Alfonsín”.

Rico enfatiza que la sublevación fue contra los generales del ejército, pero que “la concurrencia del presidente a parlamentar a Campo de Mayo y su intervención colocó al conflicto en otra dimensión, en la falsa dialéctica lanzada a la calle: dictadura o democracia”.

“Personalmente asumí frente al presidente la actitud de un Jefe de Estado Mayor de hecho, que plantea problemas, reclama y propone soluciones a los mismos a su comandante en jefe”, explica Rico.

Dice haber comprendido, después de Monte Caseros, que los problemas nacionales no tendrían solución sectorial, porque “los soldados no eran los únicos excluidos del modelo dependiente, sino también docentes, enfermeras, ferroviarios, mineros, bancarios, portuarios, judiciales, jubilados y a la mayor parte de nuestra sociedad”.

Por eso, para unir a quienes deseaban generar una nueva alternativa política, formuló en abril de 1990 la Convocatoria Nacional de la Operación Dignidad y en octubre del mismo año fundó el Movimiento por la Dignidad y la Independencia (MODIN). El partido participó por primera vez en las elecciones de septiembre de 1991 y en las elecciones legislativas de 1993 obtuvo 1.000.000 de votos en 18 distritos, y en la de convencionales constituyentes, 1.500.000, convirtiéndose en la tercera fuerza nacional, ya que el Frente Grande no era un partido único, sino una alianza de agrupaciones, siempre según la misma fuente.

Con respecto a Menem, con quien Miguel Álvarez lo vinculó, Rico se muestra muy crítico en esta suerte de plataforma política que constituye su libro: “Menem llegó al gobierno prometiendo revolución productiva y salariazo, pero en realidad dio recesión y desocupación. Los objetivos nacionales fijados por Perón fueron absolutamente contradichos por Menem. La sumisión geopolítica de las relaciones carnales, una dependencia económica nunca vista e injusticia social, caracterizaron el modelo de ajuste y desnacionalización (…)”.

“Somos un pueblo jodido”

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Lito Sánchez, vecino del barrio Florida de Monte Caseros, también está convencido de que se trató de un intento golpista, en virtud de que Rico vino a Monte Caseros escapado. Lito pasó toda la primera jornada del levantamiento fuera del regimiento, observando detalles que hasta hoy registra.

Me cuenta: “Puntualmente ese día yo estuve trabajando en galpón de máquina en el depósito de locomotoras de Monte Caseros y por radio Chajarí nos enteramos que Rico estaba acantonado en el RI4, apañado por un tal mayor Jándula. Cuando largué el turno me fui para allá. Hacía un tremendo calor, como 38 grados. En el portón vi una camioneta tipo traffic, con antenas, había móviles de la Red O Globo, Reuters, estaba Santo Biasatti, que era uno de los periodistas más progresistas del momento, y gente de Monte Caseros. También me acuerdo que apareció el vicegobernador de entonces, Branca, con su hermano, y los dos andaban con unas copas demás afuera del regimiento. Estaban los carapintada con unos fal y Rico acantonado, con nuestras armas. Porque nosotros le pagamos para que sean el brazo armado de la Patria, no la columna vertebral”.

La gente estaba caliente, indignada, porque esto ocurría en plena Democracia. Se insultaba a los carapintadas. Aldo Rico se alzó en armas contra el gobierno, el que dice algo en contra está del otro lado. Los argentinos transitamos por el camino de la dualidad permanente. O estás de un lado o del otro”, reflexiona el entrevistado.

Lito relata que “a través de un sistema de magneto, los periodistas pedían para ir a entrevistar a Rico; a Santo Biasatti no le permitieron, a la cadena inglesa Reuters, sí. Eso lo tengo bien patente”.

También recuerda que la camioneta de Cusinatto era la que proveía al regimiento de alimentos y bebidas. Y que estaban cortadas las comunicaciones. “Los que apoyaban la Democracia querían comunicarse fuera del área de Monte Caseros; querían hacerlo por el expreso Cofa, y no se lo permitieron. Esas son cosas que no hay que olvidarlas”, enfatiza.

“Me acuerdo que había un carapintada… y yo pasaba con mi bicicleta. Le dije: “¿Ya se rindió Rico?” Y me respondió “ese no se rinde ni se rendirá”.

Como muchos, Lito no comprende el apoyo brindado por los montecasereños a Rico más tarde, con su partido propio: “Hay cosas que no se entienden. Somos un pueblo jodido, por ignorancia tal vez, nos falta un montón como ciudadanos. Hay que transitar las utopías. Vivimos en un país que tiene su segmento derechizado”, asegura.

Le pregunto a Lito si tenía miedo. -No sé, yo miedo no tuve. Te hablo de lo personal. Mi vieja sí tenía

miedo, habíamos vivido en dictadura… Y la gente del pueblo en general estaba en otra cosa, me parece, porque en el regimiento había unas cien personas no

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más. Por ahí ni siquiera se enteraron de nada, porque las comunicaciones estaban cortadas.

Lito cree que, ya en Semana Santa, “Alfonsín hubiese podido mandar en cana a todos los jefes de los militares, aprovechando esa hermosa pueblada. Lástima que Alfonsín no se animó a pegar el manijazo a la institución militar durante esa manifestación popular, porque todos lo hubieran apoyado”.

Aunque expresado en otros términos, esto último coincide plenamente con la opinión del capitán retirado Miguel Ángel Álvarez, para quien “tanto el pueblo argentino como una gran mayoría del ejército hubiera apoyado el descabezamiento del ejército, con el retiro de los generales y coroneles que habían tenido mayor responsabilidad durante la última dictadura militar. Pero Alfonsín no se animó”.

El éxito del MODIN en Monte Caseros

Gerardo Gallero, otro vecino del barrio Florida, retirado de Prefectura, conoció a Rico un año después del levantamiento, y fue parte de su equipo del Movimiento por la Dignidad y la Independencia Nacional (MODIN) en Monte Caseros. En realidad, fue un referente a nivel provincial, que está orgulloso de haber recorrido las calles junto a una personalidad como Rico y de que Monte Caseros haya sido el municipio con mayor porcentual de votos del partido a nivel nacional en las elecciones de convencionales. “Sacamos 4.503 votos”, recuerda, satisfecho.

“Yo cuando pasó lo del levantamiento no lo conocía todavía, pero él comentaba que su intención era reclamar al estado mayor del ejército por la situación de los subalternos. No me pareció una persona capaz de querer hacer un golpe de estado. Sus ideas eran constructivas, no destructivas”, explica Gallero, consultado sobre las motivaciones de Rico en 1988.

El candado de Galantini

Para ese entonces, el actual intendente de Monte Caseros, Eduardo Galantini, hacía pocos meses había vuelto a Monte Caseros, tras culminar su especialización en cirugía. La política aún no estaba entre sus prioridades.

Galantini coincidía por aquellos días con la hipótesis de un intento golpista. “Tenía toda la sensación que era una asonada militar que ponía en riesgo a la Democracia y que el fin era derrocar al gobierno constitucional”, relata, quien, de una forma peculiar, decidió entonces tomar cartas en el asunto, y colocó un candado simbólico en el portón del Regimiento 4.

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Me cuenta: “En realidad éramos un grupo de casereños que, preocupados por la situación que vivía el país, organizamos una suerte de resistencia local. Ésta consistió en armar maderas con clavos que colocábamos a los autos de los familiares de los amotinados que venían a traer comidas y otros enseres personales, como así también los tirábamos al paso de los jeeps militares que salían del cuartel. Entre algunos de los que me acuerdo que estábamos en estas acciones, están Cacho Cuadras, Rufino Ovando y otros. En algún momento se nos ocurrió que, como los carapintada tenían presa a la población con sus actividades, por qué no los encarcelábamos a ellos… fue así que surgió la idea de colocar un candado en los portones del cuartel (Regimiento 4); compré el candado y una cadena, fui y lo coloqué, cerrando el portón de acceso, ante la mirada atónita de los carapintada que, del otro lado, no tenían órdenes y no sabían qué hacer ante tal situación. Después les gritábamos: “ahora los presos son ustedes… ¡ja, ja, ja!”.

Consultado acerca de cómo tomaba la población lo que estaba ocurriendo, responde: “La sensación que tengo es que todos tomaban esto como una payasada, a excepción de los familiares de los amotinados, que, con gestos adustos, daban la impresión de creer que sus familiares estaban haciendo algo por el bien de la Patria, el orden, y esas cosas que suelen decir”.

Sobre el papel que jugó la prensa, recuerda: “Prensa local, casi no existía. Con respecto a los medios nacionales, Clarín, que era el único medio que por entonces llegaba al pueblo, decía que se estaba combatiendo en las calles, que en el barrio 308 viviendas la gente no dormía esperando los bombardeos, y luego hacían notas de color, hablando del carnaval y otras postales locales”.

Hoy, con un poco más de perspectiva, Galantini ve claramente que fue un intento de los “segundos mandos” para que toda la responsabilidad y condenas por las atrocidades de la dictadura recayeran solamente en los altos mandos del ejército, además de un aviso para condicionar al gobierno democrático, diciéndole: “¡Ojo, seguimos acá!”.

El bombardeo a las 308

La amenaza de bombardeo al barrio 308 viviendas de la que muchos hablaban durante el levantamiento y que, como cuenta Galantini, fue publicada en Clarín, entre otros medios de comunicación, merece un apartado especial.

Álvarez de Igarzábal minimizó totalmente la cuestión. Según el ex jefe del Regimiento 4, “alguien hizo correr esa versión aprovechando la confusión general y salió a decir que se iba a bombardear el cuartel, pero eso no era verdad”.

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Lito Sánchez, un vecino que intentaba mantenerse informado, por ejemplo, no escuchó en ningún momento tal información.

Galantini la leyó en Clarín, un tanto sorprendido por las cosas que se decían y que, en realidad, no estaban ocurriendo o eran verdades a medias.

El hecho es que, según puede verse en las fotografías de la revista Gente del 21 de enero de 1988, la evacuación sí existió, probablemente impulsada por agentes de Defensa Civil, tal como señalaron algunos pobladores de ese barrio.

Un montecasereño que prefiere mantenerse en el anonimato, me cuenta que el periodista Nicolás Kasanzew, quien también cubría el levantamiento en Monte Caseros, les pedía a los vecinos presentes que gritaran con indignación a los carapintada cada vez que él iba a salir al aire con su móvil. Son varios los aspectos mencionados por los distintos entrevistados que llevan a pensar en una cobertura armada, con un claro interés de trasfondo.

Puntualmente, sobre el eventual bombardeo al barrio 308 viviendas, en medio de tanta manipulación de la información, Miguel Ángel Álvarez parece ser quien está en mejores condiciones de explicarnos si esto en algún momento tuvo asidero, o fue sólo un rumor.

Relata que hubo una amenaza de bombardeo al cuartel, que está muy cerca del barrio, por parte del grupo de artillería 7 de Resistencia, que tenía la orden de venir a reprimir. Pero en el camino, de una forma muy ingeniosa, desviándolo, el Regimiento 29 que venía de Formosa le había robado la munición y la había depositado en el cuartel de Monte Caseros. Por lo tanto, sí había existido una amenaza para el cuartel (no para el barrio 308), pero no se iba a poder llevar a cabo sin munición. De todas maneras, el barrio ya se había empezado a evacuar, y muchos vecinos cuentan que se resistían a abandonar su hogar. Finalmente, el bombardeo no tuvo lugar y todos pudieron regresar a sus hogares dos días después, al producirse la rendición de Rico y los suyos.

Opiniones de otros vecinos

Jorge Daniel Follonier, hoy periodista y propietario de la FM 2 de abril, se encontraba en Monte Caseros en esos momentos, y era personal de cuadro en actividad de la Armada Argentina. En esa condición lo enviaron a Posadas con un grupo de la marina, porque porque había información de que si las cosas no salían como Aldo Rico esperaba, él se iba a radicar en Paraguay y de

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ahí iba a seguir con la rebelión. No obstante, el periodista especifica que “en realidad no querían era un golpe de Estado, lo que nosotros sabíamos era que era una protesta de los oficiales y suboficiales por los llamamientos a juicios por las épocas duras que tuvimos en la Argentina, porque se quería juzgar no sólamente a los que dieron las órdenes sino que quienes las cumplieron”.

El entrevistado considera que la idea del golpe se sembró porque “ya veníamos del golpe de 1976, entonces cualquier asonada militar era sinónimo de golpe de Estado; después de la derrota de Malvinas los militares que fueron sentían que los metían en la misma bolsa como genocidas con los generales, los oficiales superiores que tuvieron la conducción política, y ahí surgió toda una especie de pedido de que cesaran estas persecuciones. Es así que cuando al presidente Alfonsín va a Campo de Mayo hasta el día de hoy no se sabe qué fue pero hubo una negociación. Le dijeron que no era un golpe de Estado, sino una serie de pedidos para que juzgaran a la cúpula”.

Según su relato, los insurrectos plantearon una separación: que se juzgue a los que dieron las órdenes, los que tenían la conducción política del ejército. Y cuenta que hubo un decreto firmado por la presidenta María Estela Martínez de Perón e Ítalo Luder, que decían que había que aniquilar al enemigo subversivo. Es por eso que este grupo de oficiales que produce carapintadas tenía profundas razones para decirle al gobierno “esto de los juicios a los subalternos no está bien”.

Sobre el salto dado por Rico del ejército a la política, cuenta: “yo estuve con Aldo en Malvinas. Fue uno de los oficiales que luchó valientemente. Militar altamente adiestrado y con un pensamiento político aprendido de las instituciones castrenses. Tenía todas las condiciones para ser un político”.

Follonier considera que Aldo Rico hizo una negociación importante con Alfonsín: ser dado de baja, de manera que no se lo pueda juzgar por haber hecho un golpe de Estado. Así que quedó limpio en ese sentido. Y en un país donde muchos reivindican el golpe de Estado, y atendiendo a que hizo una buena política en seguridad en San Miguel, pudo ser electo intendente”.

“La sociedad quería que Alfonsín enjuiciara a la cúpula militar y a todos los militares de la supuesta guerra contra la subversión. La manera de parar era hacer una asonada militar sin que se vea como si se pretendiera hacer un golpe de Estado. En Campo de Mayo pasaron cosa que no sabemos. Yo pienso que Cafiero también va a Campo de Mayo para sacar rédito político. Alfonsín pensaba hacer una gran movilización y asustar a los militares. Pero le dicen, “vienen de Malvinas”, así que minimiza el hecho en su discurso y dice “la casa está en orden”. Minimiza lo que se decía de un golpe de Estado luego de ese

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encuentro entre el presidente y Rico. Muy astuto, Cafiero lo acompaña a Alfonsín y es quien negocia con algunos coroneles a ida de Alfonsín”, desliza Follonier.

Para él, el gran ganador en términos políticos fue Antonio Cafiero. Menem tenía una gran interna con Cafiero, al que luego le gana. Era impensable que perdiera las elecciones Cafiero contra un ignoto como Carlos Menen. Después vino el neoliberalismo, las privatizaciones. Los países centrales apoyaron a Menem par que sea presidente. “La gente patriota que había ido a Malvinas era muy contraria a todo eso”, explica el entrevistado. Por eso es que según él un eventual encuentro entre rico y Menen no se dio, porque sus ideas eran abismalmente contrapuestas. Esto último se contradiría notablemente con la versión de Miguel Álvarez, de una supuesta negociación entre Rico y Menem luego del episodio de Monte Caseros.

Lo cierto es que Aldo Rico aprovechó la ocasión para volcarse a la política, probablemente en una vinculación con algunos justicialistas, pero no Carlos Menem.

Sobre la posibilidad de desear los militares efectuar un golpe de Estado, señaló que “en Monte Caseros hubo un episodio de tiroteo, aquí se voló un puente, en un camino vecinal de Juan Pujol explotó una mina y los tanques del Gral. Alais, que venía a reprimir, hicieron un tiroteo, pero era todas escaramuzas, no más. Yo creo que en ningún momento pretendieron los carapintadas hacer un golpe de Estado. El movimiento dijo “fuimos a una guerra, nos recibieron por atrás y nos juzgan y no a los generales. Contra le cúpula se levantaron”.

-¿A la sociedad montecasereña le interesa este tema?-Yo creo que la sociedad montecasereña compra lo que le vendieron

en ese momento los medios. Que nos cuesta entrar en lo complejo. Nos dicen que había un tigre en el supermercado y vamos repitiendo historias que no son reales. Quedamos en lo anecdótico.

-Esta falta de información pueden tener que ver con un silencio de los protagonistas que aún viven en el pueblo?

-Los suboficiales no quieren hablar, igual que los que estuvieron en Malvinas. Yo sí porque me hice un tratamiento psicológico. Los demás tienen bronca de que la gente repita lo que dice la tele, los diarios, un presidente. Vos que fuiste soldado sabés que no fue así y te da bronca. Aquí la gente quiere mucho el éxito, cuando tenés una derrota te dejan de lado.

-¿Los carapintada tuvieron una derrota?Yo recibo partes de prensa de suboficiales que reivindican y hablan de

una revolución acompañada por oficiales que los apoyaron. -¿Es importante rescatar esta historia en nuestra localidad?

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-A Monte Caseros la conocen en el país por el movimiento carapintada. “Ah, Aldo Rico”, te dicen cuando nombrás la ciudad. Yo creo que es muy importante que no se tape bajo un manto de olvido, no para reivindicar, sino para contar como fueron las cosas, pero para eso hay que entrar en lo profundo y eso es lo que nos cuesta. En Monte Caseros debería hablarse mucho de este tema. Todavía hay mucho que investigar y escribir.

En monte caeros tenemos lo de Andrés Guacurarí, aquí venía Artigas, tenemos una verdadera mina de oro con respecto al turismo. En el aspecto cultural estamos fallando en lo contemporáneo, Monte Caseros es la ciudad que más veteranos de guerra tiene, el tema de los carapintadas, sin ir más lejos.

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Gustavo Avid, más conocido como el “Turco”, fue centro de atención por aquellos días por haber aparecido en la tapa de una revista de tirada nacional repudiando y ridiculizando a los carapintada. Consultado para dar una entrevista para este trabajo, señala: “sí, yo participé, pero prefiero no rememorar esa etapa porque después me trajo muchos problemas en mi trabajo (es veterinario y tiene una forrajera), con los militares y con la sociedad montecasereña”.

“Es que acá hoy somos todos democráticos, pero evidentemente este es un pueblo pro militar que por aquellos días celebraba y tomaba como algo anecdótico y llamativo que estuvieran tomando el regimiento. Yo me siento muy mal por haber sido malinterpretado, y es por eso que prefiero no hablar del tema, porque creo que nadie lo entendería”, fundamente Avid, visiblemente afectado por aquel recuerdo que prefiere dejar en el olvido.

_._._._._._

La anécdota narrada por un empleado municipal que entonces ya trabajaba en la comuna podría poner en jaque a una buena parte de esta investigación, especialmente la referida a la actuación de los medios de comunicación.

Según el agente, la evacuación del edificio municipal de la que varios entrevistados hablaron respondió a una llamada de parte de un coronel hecha, en realidad, por un ordenanza de la propia municipalidad, con la finalidad de que todos se retiraran más temprano. La llamada alertaba sobre la amenaza de un bombardeo al edificio. “Estaba lloviendo torrencialmente, pero todos nos íbamos a nuestra casa muertos de risa”, recuerda, evidenciando que mucho de lo que estaba ocurriendo se tomaba como una “payasada”.

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Por otra parte, cuenta que varios periodistas de distintos medios de todas partes se agolpaban en la municipalidad para buscar información. Cada vez que sonaba el teléfono, un empleado inventaba que la llamada era del regimiento, amenazando con bombardear el edificio, el barrio 308 viviendas, diciendo que había bombardeos y tiroteos en diferentes partes. “Nosotros no tomábamos conciencia de la situación y, realmente, creíamos que lo que estaba pasando se prestaba para el chiste”, remata el empleado, que por las dudas prefiere mantenerse en el anonimato.

_._._._._._

La docente jubilada Marta de la Rosa tenía 35 años cuando se produjo el levantamiento. Sus hijos eran pequeños. Recuerda que esa noche fueron a un casamiento y, al volver, por la madrugada, vieron en el canal oficial la noticia de que Aldo Rico había tomado el Regimiento de Monte Caseros, y que todos los militares de acá se habían plegado al movimiento.

“Al otro día, todo el pueblo se trasladaba en auto a tomar mates afuera del regimiento, a ver qué pasaba. Veíamos un movimiento enorme de periodistas de Italia, Inglaterra, Estados Unidos, de nuestro país y de todas partes del mundo”, cuenta.

“Nosotros no tomábamos conciencia de lo que estaba pasando, creo que nadie lo hacía. Recuerdo que teníamos un conocido, novio de una chica que trabajaba en casa, que era suboficial y carapintada. ¡Como si nada, permitíamos que ella le pasara los chicos a través del muro para que él los alzara, en medio de las ametralladoras! Realmente nadie tomaba dimensión de la magnitud de lo que estaba pasando”, relata Marta.

Y aporta un dato importante, como vecina del barrio 308 viviendas en ese entonces, a la discusión sobre la eventual amenaza de bombardeo al lugar.

Comenta que esa noche hubo un toque de alarma, y los bomberos y Defensa Civil pidieron a los habitantes del barrio que desalojaran sus casas y se trasladaran a hogares de amigos o parientes porque se temía un bombardeo para la noche. Tomaron prendas de vestir, dinero y alhajas, y un amigo le sugirió llevar también el título de propiedad de la casa, dado que, de haber un bombardeo, al menos ella tendría en algún momento en que fuera necesario la prueba de que tenía una casa en ese barrio.

En cuanto a las ideas de Aldo Rico al tomar Monte Caseros, señala que él daba por sentada la ayuda de Curuzú Cuatiá, Mercedes y Chajarí, que finalmente no se plegaron a la rebelión.

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“Yo no tenía la sensación de que todo esto implicaría peligro para la población ni bombardeos, sino que sería algo pacífico”, explica la docente, . Para ella Rico iba a exponer sus propuestas desde aquí. Sin embargo, ademite: “claro que hubo problemas porque minaron el puente del Timboy que va a los caminos internos de la colonia, que después de mucho tiempo fue arreglado”.

Otra de las impresiones buenas que la docente tiene de Rico surgen de su relación profesora-alumna con la hija del ex militar, Alejandra Rico, quien fuera su alumna en el Instituto Superior del profesorado “Pbro. Dr. Alfredo Ramón Meyer” varios años después del levantamiento.

“Era una chica inteligente y muy accesible, que me contaba que el padre era muy recto y amante de la lectura, que hacía leer libros a sus hijos durante las vacaciones y luego contarles de qué se trataba la lectura”, recuerda.

Cuenta también que Aldo Rico hizo una importante donación de libros de lectura e historia para el instituto, en agradecimiento porque su hija se estaba educando allí. Marta conoció a Rico en un supermercado de Monte Caseros, cuando Alejandra se encontró con ella y les presentó a sus padres. “Era un hombre carismático, intercambiamos unas palabras y nada más”, dice.

A 24 años del hecho, Marta reflexiona: “Nunca supimos qué fue lo que acordaron Alfonsín y Rico en Semana Santa, como para que después Rico decidiera tomar nuevamente un regimiento. Él siempre sostuvo que no quería un golpe de Estado, sino un cambio profundo en el Ejército. Creo que hubo promesas del gobierno nacional que no se cumplieron y el quiso llamar la atención para que se cumplan y haya un cambio en el Ejército”.

Y agrega: “Es más, ni siquiera pienso que se levantara contra los juicios a militares, porque él no estaba para nada de acuerdo con la última dictadura militar. Sí refuerzo la idea de que lo que quería era un mejor Ejército y, en general, unas mejores Fuerzas Armadas”14.

A Marta le parece importante el hecho en la historia del pueblo, porque esto fue conocido en Argentina y en el mundo. “Fue una manera de que Monte Caseros se proyecte dentro del país”, piensa.

Sobre la actuación de los medios de comunicación, sostiene, como la mayoría de los entrevistados, que los mismos “agrandaban la cosa, porque decían que se estaba bombardeando y había tiros, enfrentamientos que no hubo. A lo mejor algún tiro hubo, pero no pasó de ahí”.

Para ella, la aparición repentina de tantos medios de comunicación de todas partes respondió a una movida hecha desde el ejército, que tiene su sistema

14 Al respecto, Rico señala en su libro “El desafío argentino…” que después de Monte Caseros comprendió que los cambios no podían hacerse desde dentro de la fuerza y que había muchos otros sectores olvidados o ultrajados, y por eso decidió luchar desde afuera, creando su propio partido, el MODIN.

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de comunicaciones, para lograr que esto tomara mayor magnitud y se supiera en todas partes.

Finalmente, la docente reflexiona sobre la imagen de Aldo Rico: “a muchos les quedó una imagen muy fea, de golpista, de altanero, de agresivo. Pero hay que considerar también que se desempeñó muy bien como intendente de San Miguel, que fue diputado y cumplió con otros cargos, donde recibió el apoyo de la gente en plena democracia”.

_._._._._._

Roberto es empleado, tiene 58 años. Cuando se enteró que Aldo Rico estaba en Monte Caseros estaba en su casa de la Avenida Libertador, arteria que sería una de las más concurridas a lo largo de los tres días que duró el motín.

“Recuerdo el movimiento de tropas, esperando el avance de otras que venían de otros regimientos a reprimir a Rico. Hubo un tiroteo, y aviones de bombardero que sobrevolaban la zona haciendo picadas y hubo disparos de aviones también, pero sin heridos. Cuando vinieron las tropas aliadas hicieron volar el puente del Timboy para que no haya cruce de los tanques que venían”, rememora Roberto.

Y continúa: “En esos días fue tomado Rico y los que estaban apoyándolo fueron enjuiciados, llevados a Magdalena, aerotransportados. Con el tiempo se fue disolviendo la compañía, cerraron los regimientos, el 4 fue castigado y ahora está la Escuela de Oficiales y Suboficiales del colegio militar funcionando”.

El vecino cuenta que para ellos era una cuestión llamativa, ya que nunca había ocurrido algo así. Pero fue todo tranquilo. Vinieron medios de Buenos Aires, de todos los medios e hicieron sus reportajes correspondientes. La televisión reflejaba los enfoques de la gente, del pueblo, de la avenida Libertador, mucha gente iba y venía, las tropas, los tanques, la gente iba y algunos los repudiaron”, cuenta.

Para él, no querían los carapintada hacer un golpe de Estado; era un levantamiento dentro del mismo ejército.

A Roberto no le asombra que Rico haya saltado a la política luego de haber liderado Semana Santa y Monte Caseros. “Del tiempo de las guerrillas hay muchos que hoy son diputados y esto es parecido, él fue uno de ellos”, apunta.

“Yo tenía la revista Gente en la que salió todo. Dos números, Siete Días y Gente. Mostraban tal como pasaban las cosas”, asegura.

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Elisa es ama de casa, tiene 55 años. Relata así sus impresiones sobre aquellos hechos: “Recuerdo que un día sábado escuché una palabra que decía: “no tendrás temor de malas noticias”, en la Biblia. Al otro día me entero de qué es lo que estaba pasando aquí en Monte Caseros. Esas palabras me parecía que lo anunciaban. Me entero de lo que pasó y me puse mal porque en el regimiento estaban mi sobrino y dos cuñados, y a ellos los llevaron a Magdalena y los helicópteros pasaron por aquí arriba de casa. No nos pudimos despedir de ellos y se los llevaron a Magdalena”, explica”, todavía consternada por la situación.

Para ella pudo haberse tratado de un golpe de Estado fallido, aunque no lo podría explicar.

Con respecto a los medios locales, nacionales e internacionales, recuerda que todos hablaban de eso, y que, en líneas generales, reflejaban lo que se estaba viviendo en el pueblo.

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Para esta jubilada de 75 años el recuerdo viene desde otro lugar. “Esa noche del sábado había un gran baile porque se presentaba las reinas del carnaval, había una multitud y la música siguió hasta la mañana. El intendente estaba allí porque él tenía que coronar a la soberana, y una anécdota es que llamaron a la casa del intendente desde una radio para hablar de lo que estaba pasando con Rico y la esposa les respondió: Ah, no señor, él ahora no puede porque está en el baile de las reinas”.

Julia recuerda que al otro día decían que había habido un levantamiento de Rico acá, pero prácticamente en el pueblo no pasó nada, era como todos los días. No había militares por la calle, según su relato.

“Después de muchos días un militar amigo nos comentó que había ese levantamiento pero no sabía por qué”, recuerda.

“Todos los canales hablaban del levantamiento en Monte Caseros, que había tropas, que era peligroso, pero nosotros nos sorprendíamos porque no veíamos nada acá, estaba todo como siempre”, señala la entrevistada.

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Ana María es ama de casa, tiene 60 años. Para ella “el levantamiento de Rico no pretendió ser un golpe, fue una cosa interna dentro del ejército. No sé por qué algunos hablan de golpe de Estado, eso ya se refiere a la política y yo no entiendo mucho”.

Para la vecina, cuyo marido era suboficial y estuvo preso por un tiempo con los demás carapintadas en el penal de Magdalena, “todo estaba tranquilo cuando me enteré ya estaba Aldo Rico en Monte Caseros. No había militares por la calle, yo nunca me enteré de nada, salvo porque llevaron a mi marido”, recuerda.

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Esta licenciada en trabajo social de 39 años, recuerda de esa época que hubo una voladura en un puente y que las 308 viviendas quedaron aisladas del pueblo. “Me acuerdo bien que era en el 88 porque yo me había puesto de novia con quien hoy es mi marido”, explica.

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Griselda es docente, tiene 56 años. Recuerda que “por la noche alguien comentó que estaba Rico en Monte Caseros y al otro día ya todo el mundo lo sabía. Fue un momento de miedo, porque no sabíamos qué iba a pasar. Otro miedo era que venían otras tropas para combatirlos a los carapintadas. Dinamitaron el puente Timboy, después todo se solucionó, vinieron canales y medios de comunicación de Buenos Aires y de todas partes, y andaban los vehículos del ejército con la cara pintada. Y estaban en el regimiento y en la Agrotécnica”.

Sobre los motivos de la rebelión, expone: “Yo no sé qué querían, creo que estaban disconformes con Ríos Ereñú”.

“Los medios de comunicación reflejaban lo que ocurría, porque nosotros veíamos el movimiento que había. No había los medios que hay ahora, computadoras y eso, se iban todos a Encotel porque en esa época se tenían que comunicar ahí. Bastante revuelo había para todos nosotros. Después lo llevaron preso a Rico”, culmina.

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“Aldo rico siempre me gustó porque es un hombre sincero”, dice este zapatero de 69 años.

“Él vino a hacer lo que tenía que hacer y ni siquiera se lo vio, todos decían que patrullaba el ejército de Monte Caseros, y ni siquiera se lo vio. Yo tengo hermanos militares que ni siquiera lo vieron. Las noticias decían eso. Los medios exageraban porque siempre es lo mismo. Cuando dice medio periodístico no es para creerle mucho”, opina.

“Yo no sé qué es lo que quería hacer, pero sí que lo comprometió al otro que estaba acá (Álvarez de Igarzábal), dice

“No quería hacer un golpe. Habrá tenido otro problema, pero no tenía ninguna posibilidad de hacer un golpe de estado desde acá. Ni soñó con eso. Suboficiales que estuvieron con él dicen que era un señor, un buen tipo”, asegura.

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Teresita Brarda tiene 74 años y es dueña de una conocida florería local. Ella se enteró de que algo pasaba porque la llamó su cuñado de madrugada para decirles que fueran al aeropuerto, que estaba lleno de aviones y periodistas. “Teníamos poca información y comunicación, la gente extranjera sabía y nosotros éramos los últimos en enterarnos”, dice.

“Después pasó lo de Aldo Rico, pero no pasó nada malo. La gente iba al regimiento a estar un poco con ellos, tomaba mates”, recuerda.

“Acá sí rompieron un par de puentes pero eran de la chacra, perjudicaron sí a los colonos. Pero tengo entendido que después los arreglaron”.

“Posiblemente habrán pretendido hacer un golpe de estado, pero no entendemos bien si es así o no”, considera.

“Para ella, los medios eran muy exagerados, informaban como que había una guerra. Como que toda la gente nos habíamos pasado al Uruguay. Y nosotros íbamos al regimiento a mirar, para nosotros era como un circo”, apunta, risueña. “Ni siquiera escuchamos tiros”, recuerda.

Sobre la ascendente carrera política de Rico, sostiene: “uno no entiende cómo la gente sube sin darse cuenta qué está pasando en la política. Eso escapa a mí”.

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Francis Bengoa (52) es docente en la Escuela Normal Ramón J. Cárcano. “Yo tengo un recuerdo muy especial, muy personal. El 15 de enero de 1988 yo me casé y aproximadamente a las tres de la tarde salí de viaje; el 16 de enero intenté comunicarme con mi familia y no podía. Me comunico por teléfono a Chajarí, y me dí cuenta que algo raro estaba pasando en Monte Caseros. Porque me voy a un comedor en Villa General Belgrano, Córdoba y escucho por la radio que el intendente Benito Germán Borgo iba a hablar por radio nacional de lo que estaba ocurriendo en la localidad”, cuenta.

“Supe que el pueblo bue cercado, la comunicación oficial decía que habían volado algunos puentes, que habían cortado todas las comunicaciones en Monte Caseros, que estaba siendo evacuado, fueron un par de días que los viví mal pero lejos. Hasta que ATC mostraba las imágenes del regimiento 4 e imágenes de mis amigos, entre ellos “Pototo Gogorza”, gritando contra el movimiento que hubo”, recuerda.

Para Bengoa “se trató de un movimiento dentro del ejército, a ver quién tenía más poder que el otro. Pero también pudo haber sido un golpe de Estado porque si a este muchacho le salía todo bien pudo haberse hecho cargo de las Fuerzas Armadas y también del gobierno”, conjetura.

“Los medios han exagerado, yo lo viví a la distancia. Escuchaba que estaba todo dinamitado, que la gente estaba aislada. Yo desde Córdoba no me podía comunicar con mi familia”, lamenta.

Sobre la llegada de Rico a la política, comenta: “Mucho de la historia personal de rico nunca me interesó. Pero algo tiene que tener, por algo habrá sido dos veces intendente de San Miguel y llegó a ser diputado. Nosotros tuvimos mucho contacto en general con Rico, porque su hija vivió acá. Siempre estuvo relacionado. La gente de San Miguel no creo que haya sido tan tonta de votarlo dos veces para la intendencia”, señala.

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Hugo tiene 24 años y es estudiante del nivel superior. Aclara que era muy pequeño cuando ocurrieron los hechos, pero puede opinar de acuerdo a la lectura que tiene sobre el mismo y al testimonio de algunos familiares.

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“Aparentemente podría haber llegado a ser un golpe de estado. Siempre hay una chispa que puede encender una llama y nunca se sabe bien en qué puede terminar, es como una revolución en ese sentido. Es una especie de pronunciamiento, como una revolución, se sabe cómo empieza pero no como termina”, explica.

En este caso, el entrevistado cree que si bien comenzaron reclamando por aquellos oficiales y aquellos militares de menor jerarquía que se cree no dieron las órdenes durante el proceso, esto también pudo haber terminado en un alzamiento general y que no se sabe si podía atentar contra la democracia. “Si bien los militares ya estaban bastante desprestigiados en aquel momento”, opina.

“Por supuesto que no me acuerdo de los medios en ese momento, pero entiendo que en un primer momento enmarcaron todo como un intento de golpe de Estado”, cuenta.

Y tiene una anécdota: en su familia cuentan que su tío, quien vivía en las 308, debía ser evacuado por amenazas de bombardeos y se atrincheró en su casa con una escopeta, reticente a abandonar su propiedad.

Hugo cree que no se habla realmente del levantamiento de Aldo Rico con seriedad. Al igual que Follonier, considera que “Nos quedamos en lo anecdótico y no se le da tanta importancia. Se piensa en los hechos como algo que rompía la monotonía del lugar, tal vez por pensar que lo importante es la institución, el ejército, más que el hecho en sí”.

“Es que acá los militares son bien vistos, a los oficiales y suboficiales se los respeta mucho, dan trabajo para muchos voluntarios”, agrega.

En definitiva, para Hugo este es un hecho más entre tantos otros, que significó la irrupción de Monte Caseros en los medios nacionales e internacionales, pero no modificó la estructura de la ciudad ni su comportamiento político.

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Adolfo tiene 45 años. Hace trabajos de pintura, albañilería y carpintería. Cuenta que en el momento en que se produjo el levantamiento él no

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estaba en Monte Caseros, pero supo por los comentarios que se había tomado el Regimiento 4, que Rico había llegado de madrugada a Monte Caseros.

Para él, el ex militar pretendía iniciar un golpe de Estado, aunque admite que no miraba las noticias porque trabajaba en La Plata todo el día, en su oficio.

Adolfo cree que nada cambió en Monte Caseros a partir de ese hecho, y que “si Rico quiso venir a hacer historia acá, mal le salió, porque acá ni siquiera se comenta sobre eso; somos un pueblo muy pacífico, hablamos de las cosas del día a día y si pasa algo uno se anoticia por los vecinos, y eso nomás”.

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Susana es docente jubilada, tiene 69 años. Considera que Rico quiso hacer un movimiento dentro de la fuerza, pero si recibía más apoyo podría haberse convertido en un golpe de Estado. “Ya en una democracia total ya restaurada no estaba correcto”, sostiene.

“Los medios masivos de la capital dieron amplia información. Reflejaban lo que pasaba pero exageraban un poco. Había cosas que decíamos “esto no es así”. Se decía que esto estaba totalmente bajo el poder militar y no era sí”, recuerda.

Para ella, “no se vivía tranquilo porque estábamos con la herida abierta de la dictadura”.

Susana considera que fue importante porque fue un hecho atípico. Estamos acostumbrados a vivir en una ciudad tranquila, sin sobresaltos, y un hecho de estos tiende a preocuparnos un poquito. “Yo creo que pudo haber tenido consecuencias mayores”, problematiza.

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Lucía del Carmen Grigolatto tiene 51 años y es comerciante. Ella llegaba de viaje cuando se supo que Rico estaba en Monte Caseros y recuerda que había un gran revuelo en el pueblo, que íbamos todos a mirar al regimiento. “Estaba todo cerrado, había vallas y militares armados con las caras pintadas por todas partes, pero no sentíamos que fuese peligroso”, describe.

Ella considera que fue un revuelo como novedad, “pero no creo que haya cambiado nada en el funcionamiento del pueblo. El hecho es importante porque donde vamos nos asocian con Aldo Rico”, dice.

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Sobre la actuación de los medios de comunicación, recuerda que la gente se agolpaba hacia los medios internacionales para mostrarles los trajes del carnaval y hablarles de las playas, aprovechando que nunca venían medios de distintas partes del mundo para hacer publicidad. Eso le parece muy cómico.

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Juan Ignacio Piloni, de 39 años, tiene una empresa de transportes familiar.

Cuenta: “Me acuerdo de lo que era la euforia colectiva de mi edad de joven adolescente con un sábado a la noche en que estábamos en un boliche y surgió el comentario de que Aldo Rico estaba sublevado en el Regimiento 4 y no podíamos creer que en nuestro pueblo estuviera sucediendo una situación de esa magnitud”.

Al día siguiente ya todo el pueblo iba a ver si podía encontrar algo, ver algo, ver a alguien frente al regimiento, donde sucedían después las cargadas típicas del pueblo contra los chicos de Monte Caseros que estaban ahí bajo las órdenes de Aldo Rico, con la cara pintada . Era un poco en joda decirles a los chicos que estaba ahí qué hacían ahí, porque no tenía sentido lo que estaba pasando. Sí lo entendían los que en ese momento tenían un poco más de conocimiento sobre lo que era democracia o dictadura. Yo en ese momento no tenía tiempo para pensar en eso, no le daba la importancia a lo que significaba”, reflexiona.

Juan Ignacio percibió el hecho como un intento de vuelta a la dictadura. “Querían derrocar al gobierno democrático, supongo yo, por problemas de organización democrática a de vuelta a la democracia, con tan poco tiempo. Las cuestiones internas del ejército las fui aprendiendo más adelante, pero en ese momento no tenía idea”, admite.

Sobre la importancia o el impacto del suceso en el pueblo, opina: “Yo creo que el levantamiento fue muy importante en un sentido, porque con mi actividad posterior de transportes, después uno cuando era de Monte Caseros, era como decir “Argentina-Maradona”, “Monte Caseros-Aldo Rico”. Llegaron a conocer al pueblo tristemente con ese suceso, pero por lo menos nos hicimos más conocidos. No creo que haya tenido un impacto en el quehacer cotidiano del pueblo”.

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Graciela tiene 50 años y es ama de casa. De aquellos sucesos, lo que más recuerda es el desfile de jeeps en la avenida Libertador, a los que se sumaba la gente del pueblo en sus autos como en una caravana llamativa de la que nadie sabía por qué estaba participando.

“Aldo Rico iba muy sonriente en uno de los primeros jeeps”, asegura, y los compañeros de Graciela que estaban parados en las calles le hacían morisquetas, en repudio al hecho de que, para ellos, Rico pretendía hacer un golpe de Estado desde Monte Caseros.

“Sin embargo, para mí Aldo Rico siempre fue un personaje muy gracioso y carismático y no pretendía un golpe de Estado sino fama y prensa para después hacer política. Era una suerte de “Patón” del ejército”, remata.

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Zulma tiene 55 años y es ama de casa. Su marido es suboficial retirado. Ella asegura que, desde su casa del barrio 29 viviendas, vio aterrizar al helicóptero que trajo a Aldo Rico a Monte Caseros, y que un jeep lo estaba esperando. Días más tarde, el ex carapintada habría pasado casa por casa por el barrio, saludando cordialmente a todos los vecinos y presentándose.

“Recién ahí supimos que era Aldo Rico, recuerda. Para Zulma, él no pretendía hacer un golpe de Estado, sino reclamar

algo al presidente y a la plana mayor del ejército”. Cuenta que su esposo, que entonces estaba de vacaciones, fue

convocado al Regimiento 4 y retenido allí, para vigilar el lugar. Luego, junto con todos los suboficiales de Monte Caseros que de una u otra manera habían participado del levantamiento, fue llevado al penal de Magdalena para ser interrogado, y meses después lo liberaron.

“Acá todos tuvieron que adherir porque el propio jefe del Regimiento, Álvarez de Igarzábal, estaba con Rico, al igual que el segundo jefe, Jándula. Así que no les quedó otra”, remata.

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