Moises - Dime Moises ¿Quien Eres Tú R-006 Nº064 - Mas Alla de La Ciencia - Vicufo2

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  • L Antiguo EgiPto es el Nilo. Yhasta tal punto esto

    -tantas ve-&p ces repetidr es cierto que suactual poblacin musulmana nos re-sulta extraa. Y slo los nubios, con supieloscura, con su antigedad asumi-da, slo ellos, un da esclavos, pero he-choscon barro del Nilo, nos devuelvenel oaisaie faranico.

    pero elAntiguo Egipto es el Nilo, lapennsula del Sina, con ser el actualEoipto, nos sumerge inevitablementee iecuerdos biblcos. Y si extrao esver chilabas musulmanas en el Nilo,ms extrao es no ver en el desierto delSinai las errantes huestes de Moiss.

    Nilo y Sina, sin duda alguna, son via-iesa la-memoria. Ms an:son viajesaliecuerdo de la memoria.

    Recorr primero, con mi acompa-ante, las sombras hoY muertas, sor-orendentemente muertas, de los cami-i"rosde la memoriadel Nilo. Luego,des-de ElCairo, en un amanecer lluvioso,con brumas de suciedad, cogimos elautocar que lleva al Sina. lba+sooensaba entonces- al encuentro debtras sombras de recuerdo, recuerdosmuertos bajo antiguos cipreses de his-tricos cementerios.

    El viaie al Sinaes largo Y haY quecruzar el Canal de Suez. O, lo que es lomismo, sufrir la incomodidad de uncontrol policiaco tras otro. Y este fue elorimer'siono de que en la memoriabgipcia ta-mOn Sinaes Moiss, sloque un Moiss actual, redivivo, al que-parecs- vuelve a conducir la nubeluminosa de Yahvh.

    El autocar es incmodo, los policiasms, pero el paisaje de arena, acaciasespinosas y solitarios pasadizos entremcizos mbntaosos es sorprenden-temente hermoso.

    1A ZARZA ARDIENTE

    A primeras horas de latarde -fatiga-

    dos pero expectantes- I legamos al Vt-tlaoe SL Caitherine, el hotel -el nicohoiel- existente. Un hotel oficial, nuevov caro, oue ha tomado el nombre del'tronatro de Santa Catalina, anti-gua hospedera de Peregrinos.- Yel macizodel Sinaestante noso-tros. No, no es una memoria muerta.Lasmontaas no mueren.Como no hamuerto el Nilo an cuando lo haYanapresado, prcticamente inmoviliza-do, en Assun.

    Lentamente, elxodo del Pueblo delsrael, con sus imgenes de libro, vasurgiendo ante nosotros. Es algo.vivo,slio. Recorremos el Monasterio deSanta Catalina. Un recinto fortificadocuva construccin se inici el ao537de'sous de Jesucristo. Su misin eradoble, segn haba decidido Justinia-102

    no. Por un lado, detenertoda invasin ala Montaa Santa. Por el otro, sacralizarel luoar donde Yahvh habl a Moissoor: rimera vez.Y,en efecto, all, en elinteiior del recinto, ahora regido pormonies ortodoxos, est la zarza que ar-d i de cuyas llamas surgi la voz deYahvh.

    En mis viajes Por el mundo me han

    mostrado gotas de leche del pechodelaViroen, olumas de las alas delarcn-qelsn Gabriel, el prepucio de Cristoy, sin ir ms lejos, en nuestra Galicia, heisto tambin el manto

    -naturalmenteel autntico, el nico autntico- conoue se cubra Mara, la madre de Je-ss. Oue de extrao tiene, por tanto,que la enorme zaza que los monjes

    Ail, en aquel recinto fortifrcado det sigto Vt,*encuentra entre sus muros, custodiada, la zarza

    -

    ardi si cons umirste y desde la cual oy'Moiss la voz del Todoqoderoso,

  • retienen entre alambradas a un ladodel patio del Monasterio, sea la zarzaque Yahvh eligi para convencer aMoiss de que deba liberar a su pue-blo?

    Pero Santa Catalina no es slo la zar-za y el pozo de Moiss, es tambin unaesplndida baslica repleta de valiososiconos, una biblioteca con manuscri-

    tos de incalculable valor y, aparte tam-bin, una pirmide de crneos y hue-sos

    -algunos recin desenterrados-pertenecientes a los monjes que en elpequeo cementerio del Monasteriodeben dejar paso a nuevos monjesmuertos; es, asimismo, y sobre todo, lapresencia fsica de uno de los ms sor-prendentes recuerdos h istricos.

    LA MAGIA TELURIGA

    Tras el correr de los muros delMo-nasterio, j unto al ocre de la piel gastadade los dromedarios que permanecenestticos, como olvidados de s mis-mos, bajo elocre amenazante de unatormenta que anticipa siniestras oscu-ridades, la mirada se estremece con-templando el macizo de piedra rota,griscea, con profundas gargantas deai re estancado, de vida embalsamada,contenida por paredes, picos y alme-nas naturales que alcanzan 3.200 me-tros de largo por 1.600 de ancho. Es elllamado, por los rabes, Gebel elTur(,monte por excelencia"), una conf ig u-racin orogrfica que, sin contrafuer-

    #,,y,$

    .-!r-'H, extramuros del monasterio de SantaCatalina, junto al llameante estircol con gue secalientan los beduinos del desiefto, nos vienen-evocadoras- Ias escenas bblicas del xodo.

    tes, replegada sobre s, estremecida dehondonadas, laberinto de infractuosi-dades represadas, adquiere propiaidentidad dentro del, en su totalidad, gi-gantesco macizo de la peninsula delSina.

    Y en el Gebel el Tur, una cima de2.244melros de altura, el Gebel Musa(.rnonte de Moiss"), lugar donde elProfeta recibi lasTablas de la Ley. To-do es grandioso, el desierto de ErBahaque, como dedos, repta por entre lasluces y sombras del hendido granitode lasvertientes, el propio Gebel Musade configuracin retorcida y atormen-tada, el cielo azul que sbitamente sevuelve gris, que inicia un rugido de tor-menta ssmica y el recuerdo, las milimgenes de un pueblo errante, de lafatiga, polvo y sudoi de un pueblo diri-gido por una nube densa, luminosa,que, extraamente, durante casi me-dio siglo le llev porcaminos perdidos,sin salida, provocando enfrentamien-tos con otros pueblos que Pudieronhaber sido evitados. Por eso, no es deex,traar que cuando los hebreos reci-bieron la orden de permanecer allt, alpiel del Gebel Musq das, semanas,

  • msde un mes, expuestosa lasflechasde los amalecitas, se preguntarn questaban esperando. Moiss haba as-cendido a la cima del Monte, haba idoa hablar con Yahvh, eltodopoderosoque se esconda en la nu,be densa, lu-minosa, que era quien la diriga, quienles diriga, pero, ca dnde? Dnde es-taban los ros de leche y miel que Moi-ss, n nombre de Yahvh, les habaprornetido? Tambin las m ujeres mur-muraban. Eran las hijas de Moab, jun-cos de piel negra, apetecible, en el ocredesierto. Y fueron hacia los hombres yles recordaron que haban sido sacer-dotisas de Astaroth, que eran ellasquienes haban oficiado las ms ar-dientes orgas. Y el desierto de Er Rahase inflam bajo una luna de sacrilegio,lujuria y sangre.

    Aloscurecer, sentado con mi acom-paante a extramuros del Monasteriode SantaCatalina, juntoa las llamasdelfuego de estircol de los beduinos, cu-biertos por la sombra del amenazanteGebel el Tur, se hace inevitable pre-senciar en el recuerdo, con ntida evo-cacin,las escenas bblicas del Exodo.Es la magia del lugar, la magiatelrica,siempre viva, que nos devuelve la me-moria histrica.

    La noche nos envuelve, es la nocheoscura y fra del desierto; ms de treskilmetros nos separan del Vll/age. Sehace preciso volver. Adems, hemosprevisto subi al Gebel Musa y nos que-dan muy pocas horas de posible des-canso.

    f,4*nast*rio de,$arfa Safsf$a,

    donde ss r&rla rarr* erdlte

    s*bre fa queYaud ss apar**i$snfc &.fsis$s. n

    la ofra pd6rlna,arrl4, sufuda *f

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    nurngr&&lg/eslas que

    pue&/an *l*enrlnp d*

    sufulda #l ,?'!#f*.

    104

    SUEOS PREMONITORIOSCuando program elviaje a EgiPto

    me prometque, ocurriera lo que ocu-rriera, iba a subir a la cima del Gebe/Musa. Saba que so supone un granesfuerzo. No hay que olvidar que slodos caminos llevan a la cima. Uno detres mil peldaos-sise pueden llamarpeldaos a escalones rotos y de distin-ia altura- que surge a esPaldas delMonasteriode Santa Catalina. Algo ascomo ascender a lacpuladel EmpireSfate a pie. Y otro q ue supone una largacaminata bordeando el monte Por uncamino de piso peligrosamente irre-gular al que siguen setecientos pelda-os. Y sabatam bin q ue latemperatu-ra en el Sina puede alcanzar bastantesgrados bajo cero. Pero no importaba,tenaquesubir.Y suba pesarde que laEgypt A i r nosl lev a nosotros pero -d i-c'n que es usual- se olvid de las ma-letas. Y, entre otras muchas cosas ne-cesarias, nos quedamos sin roPa deabrigo.

    Ls pocas horas que dediqu al

    descanso fueron unas extraas horasde visiqnes y sueos premonitorios.No voy a extenderme en un relato quepuede parecer el diario de un valienteexplorador,,, pero s dir que, apartepresencias en vigilia y una sorpren-dente afirmacin de una de esas pre-sencias, luego, en un ensueoterrible-mente lcido, me vitropezary caer pordos veces en lugares

    -Por menton-ces desconocidos- del camino quelleva a la cima del GebelMusa. Y, conun efecto terriblemente dramtico, mevi, fi nalmente, yndome a despear. Enel mismo instante o lavoz de mi acom-paante que me adverta del peligrocon un estremecedor:

    "i Cu idadol,,. Medespert sobresaltado, con vrtigo deun peligro mortaltodava en el cuerpQ,sin sa6er si --en sueos- me habadespeado y matado y sintiendo, altiempo, que todo eso era algo ms queun sueo, presintindolo como unaadvertencia real. Pero m i sobresaltadodespertar haba coincidido con unosgolpes en la puerta del bungalow. Mirla hora y comprend. Eran las dos de la

    M o^entos antes de nuestro ascensonocturno al monte donde Moiss recibiera lastablas de la Ley, extraas visiones y sueospremonitorios

    -que luego se cumplieron- measa lta ro n si n contem p I aci o n es.

  • madrugada. Quien llamaba era el gu'abeduino que habamos contratado.Sin un gua, por la noche, no esfcil lle-gar con vida a la cim a del Gebel Musa.Y no quise pensar ms. lntent olvidarel sueo.

    Nos vestimos, me cubrcon unamanta del hotel y, sin otro equipo queuna linternaa punto de agotarsus pilas,seguimos al bedulno, un hombre jo-ven, casi un muchacho que, aparte deno hablar idioma alguno que nosotrosconociramos, se nos perda en la os-

    curidad con su zancada terriblementerpida.

    M! PRIMERA CAIDAlniciamos elcamino pocos minutos

    despus de las dos de la madrugada.En ayunas. A la amenaza de tormentahaba seguido u na noche apacible, so-lemne. El susurro suave del silencioenvolv'a la noche, ligeramente ilumi-nada por la luna creciente de Marzo.Medije que la muerte estaba muy lejosde ally, animoso, aceler el paso.

    Cruzamos los bungalows del Vil/a-gg recorrimos unavez ms el caminohasta el Monasterio de Santa Catalinae iniciamos la subida al Gebel MusaAfortunadamente haban llegado dosautocares y nos unimos todos en unamisma expedicin. Al princi pio, se oanrisas, voces que se llamaban para nod istanciarse, pero mi nto tras minuto elcorazniba exigiendo ms y ms ai re ylas voces se fueron acallando. Nosq uedaban horas de camino. Setratabade alcanzar la cima del G"ebel Musaantes de que amaneciera, o sea, antesde lasseis de la maana,y llevbamostan slo alrededor de media hora deascenso. A la hora, los pies pesaban yyo, a pesar del fro, sudaba copiosa-mente bajo la manta. Los piestropeza-ban una y otravez. La oscuridad es-conda las puntas de lanza de las pie-dras que entorpecan el paso. Ysbita-mente, en u n corredor estrecho, ju nto aun precipicio, elsueo se hizo realidaden su primera advertencia. Tropec ycade bruces sobre las puntasde lanzade las piedrasclavadasen elsuelo. Mismanos, que se cruzaban sobre el pe-cho sujetando la manta, no pudieronamortiguar el golpe y-dicen- perma-necun largo, unterrible largoyangus-tioso tiempo, inmvil en el suelo, debruces, como clavado en 1, aplastadobajo la caja con el equipo fotogrfico.S que no perdel conocimiento; re-cuerdo que todas las imgenes delsueo volvieron a m. Y en el suelo, sindolor, dud de seguir adelante. Pero...estoy un tanto familiarizado con .lamuerte. En distintos momentos dd misviajes por el extrarradio del mundo dela hamburguesa, radio ytelevisin, mehan dado ya tres veces por muerto yaquestoy. De manera que me aban-don unavez ms a mi buen destino. Afin de cuentas, en ese mismo instante,en el suelo, con una cada que poda1ue quizs deba- haber sido msque grave, me encontraba, no obstan-te, perfectamente, sin un dolor. La ver-dad es que al dia siguiente not unacostilla daaday la mano izquierda seme hinch aparatosamente. An aho-ra, cuatro meses despus de esa ca-da, sigo sin poder cerrar bien la mano.Pero, nieso, que es muy poco, senten-tonces, de manera que un grito jubilo-so, como de nafrago quevetierra, sa-lido de alguien cercano a my que meanunciaba un puesto con t, me devol-vi la verticalidad. Y ya reconfrtadocon un t fuerte, seguun camino quecualquierasabe a dnde me ibaa con-ducir. De momento, a una fatiga asfi-xiante. Y record a Moiss, del que sedice que'recorri varias veces el mis-mo camino, slo que sin peldaos,cuando tenia ms de ochenta aos. Yyo...

    Fue entonces, con esos pensamien-tos, cuando se cumpli la segundaprecognicin. Volva caer. Era la se-

    E , h cima del Sina, la salida det sot parecasobrenatural; el horizonte se tea de fuego,dando forma a los contornos que emergan de lassombras densas. Estaba naciendo el mundo. Yalgo me invitaba a postrarme.

    '105

  • gunda cada. En Ia oscuridad, nadieme vio. Ni el gua ni miacompaante.Fue una cada menos aparatosa. Y elcuerpo, casi insensibilizado ya, nadasinti. Pero la mente, supersensibiliza-da, me mandaba imgenes, extraosrecuerdos de olvidadas lejanas. Todoempezaba a hacerse familiar. Era co-mo revivir hechos y sufrimientos surgi-dos de la memoria personal. Y dud,esta vez s dud, en seguir el ascenso.Pero mi acompaante, creyendo queestaba ced iendo slo al cansancio, mereproch que intentara quedarme allr,tranqu i lamente sentado, cuando esta-ba prximo ya a alcanzar la cima. Yced.

    Llegu a la cima. Y all me una lospocos que ya haban llegado y a quie-nes, ms inteligentemente, haban as-cendido la tarde anterior, con luz diur-na, para dormir junto ala Capil lade /osDiezMandamlenfosque corona el Ge-belMusa106

    YO HE VISTO EL SOL

    Y el Sol -un Sol singular, con

    maysculas- anunci su salida. Pero,icmo narrarlo? Primero fue un hori-zonte de fuego, kilmetros y ki lmetrosde picos y hondonadas que se iban ti-endo de luz, que se desprendan fisi-camente de som bras densas, de oscu-ridades casiseculares. Ms de mediahora de rojos albos, de bandas crom-ticas que se compriman y ensancha-ban. Estaba naciendo el mundo. La vi-da surga por primera vez. El albor gol-

    cbre esfas lneas,arTTansc*r er el Sin*i"A la izquierrtra. Mo,ss

    descediendr:

  • arrodillArse. El Sol, inmvil, fijo, hipnti-co como un inmenso ojo hueco, comoun tnel de oscuridades rojas, comouna puerta abierta a otros espacios, alugares sagrados, me mir y una espi-ral de fuego vino y se mantuvo; estab-aviva, vibraba, y me sentextraamenteencadenado a este t nel-sol, Me aban-

    punto de darel paso, el corto paso queme hubiera llevado al vaco de un in-sondable precipicio.

    Y ahora que he cubierto otro trechode camino del Minotauro, ahora que hevisto el Sol, ahora que he revivido el su-dory lasangredeese xodo queesto-da ida, dime Moiss, Zquin fuiste t?

    don y comprend, Si yo no fuera unhombre de nuestra cultura cientica, sinadie me hubiera hablado de los prin-cipios fsicos de la difraccin, si New-ton no hubiera nacidotodava, yo aho-ra adorarila al Sol. No como le acloroahora, sino como le ador Akenatn.Y como Moiss, tambin yo hubierahablado a Yahvh en la cima sagradadel sagrado Sina. Y quin sabe, quizsas, sin difracciones culturales, sabraahora

    -como dijo Akenatn- que trasel Solfsico, en su contraparte, estrealmente Dios.

    Luego, cuando bajaba por el cami-no de los tres mil peldaos, cuandoexu ltante, lo fotog raf iaba todo, cuando,ebrio de luzy paisaje slo mirabaatra-vs del jo de lacmara, oi el grito de miacompaante : Cu tdadol,,. Y, en efec-to, ese grito me salv la vida. Estaba a

    EL NOMBRE DE LOSINMORTALES

    DicelaBibliaque el Rey de los egip-cios, asustado por el creciente poderode los descendientes de Jos

    -.heaq u al pueblo de los hiios de I srael m spoderoso y potente que nosotros"-no slo puso sobre ellos caPatacesque acrecentaron el sufrimiento de sutrabajo, sino que, finalmenle, dio ordende matar atodo varn recin nacido. Ysucedi que una mujer de la casa deLevi casada a su vez con otro levita,dio a luz un hijo, Lo amamant durantetres meses y luego, no pudiendo ocul-tarlo ms, deposit al nio en una cestade papiro que, calafateada con Pez,dej entre los juncos del ro. Y el llantodel nio llam la atencin de la hija delfaran, que lo prohibi dndole elnombre de Moiss, que significa

    "sal-vado de las aguas".

    Estaes laversin bblica, pero hoysesabe que Moiss era un nombre co-rriente en Egipto. Y rTlusu

    -Moiss,que en lenguaje culto egipcio era sim-plemente ms- equivala a .,hijo" y a"nio". De ah que muchos faraonesllevaran esa musu en sus nombres.Era una referencia a sus ancestros, Es-te era el caso deAmosis, tambin el deTuthmosis y el de tantos otros.

    No obstante, teniendo en cuenta elvalor simblico de los nombres enesas culturas antiguas, Podemosaceptar con todos los pronunciamien-tos favorables el sign ificado de

    "salva-do de las aguas" que la Biblia da alnombre de Moiss. Slo que en esecaso debemos aclarar que en la sim-bologa egipcia se denominaba

    "sal-vado de las aguas" a todo aquel quealcanzaba la i n mo al i dad.

    Entre los inmortales ha habido mu-chos

    "salvados de las aguas", peroninguno tan idntico a Moiss

    -sloque muy anterior a ste- como el reYSargn, fu ndador de la d i nasta semiti-ca d Akkad unos 2,360 aos antes deJesucristo.

    He aqulo que nos dicen de Sargntextos en escritura cuneiforme:

    "Yo soySargn, el poderoso reY de Akkad' Mimadre era unasacerdotisa. A mi padreno le conoc. Mi madre me concibi,me dio aluzaescondidas, me colocen unacestade juncosycerr mi puer-ta con asfalto. Me abandon en el ro..'El ro me arrastr llevndome hastadonde estaba Akki regando. Este meadopt como hijo suyo y me educ..'"

    Hemos de entender -como oPi-

    nan muchos autores- que Moiss,nombre egipcio, corresponda sirn ple-mente a un egipcio y que con la leyen-da bblica, rplica exacta de la de Sar-on. se intent encarnar en Moiss unaegunda fundacin del reino semticode Akkad, incorporndolo as( histri-camente, a la etnia hebrea?

    107

    E , h historia de Akenatn, una extraa batatlaconduce al faran Tuthmosis lll a sostener uncombate con un gran nmero de crculos de

    -

    .. Vio Moiss aquella mismamultiplicacin del sol que tornaba a ser uno y quenosotros contemPlamos en el Sina ?

  • VOLVAMOS A LOS CIRCULOSDE FUEGO

    Por otro lado, normalmente se con-sideraque Moissvivi bajo el reinadode Ramss ll. Noobstante,yo pediraallector que recordara la historia de Ake-natn y releyera la extraa batalla queTuthmosis lll sostuvo con un gran n-mero de crculos de fuego que semovan en el cielo. Vea la descripcin,consideraciones y cronologa en tornoa ese hecho y, con esos datos ya fres-cos en la memoria, veamos ahora siMoiss estuvo ms cerca de Akenatnquede Ramss ll. O,si lo prefiere, de losckculos celestes de fuego que de losgenerales ramasidas.

    En un ensayo titu lado Bibllca I H i storyin the light of Archeological Discoverysi nce A.D. 1 .900, cuyo origi nal ingls espropiedad de

    "The Victoria lnstitute",

    de Londres, el Doctor D. E. Hart-Daviesexpone, como resultado de importan-tes descu bri m ientos arq ueolg icos,una nuevay, a su entender, inequvocafecha para el Exodo.

    He aqu unos prrafos del ensayodel doctor Hart-Davies':

    "La fecha delExodo generalmente aceptada en loscirculos de la crftica hasta hace muypocotiempo hasido el ao 1 220 a J.C.Desde el pu nto de vista trad icional estafech a es errn ea y est e n d e sacu e rd oco n I as Sag rad as Escritu ras ; esa fech aequivocada ha srdo causa de conside-rable confusin y contradicciones enla interpretacin de los textos bbli-COS.

    "Las excavaciones efectuadas en ellugar donde estuvo la antigua Jerichan permitido obtener una pruebamaterial en apoyo de la fecha en la quetradicional menfe se ha credo tuvo I u-gar el Exodo de acuerdo con la crono-

    log a q ue consta en el Libro Pri mero delos Reyes. All, en el captulo Vl, verscu-/o 7.", esf es crito:

    "Y fue en el ao 480,despus q ue los h ijos de I srael sal ieronde Egipto, en elcuarto ao delprinci-pio del reyno de Salomn..." Sabe-mos en la actualidad, con ms o me-nos seguridad, lafecha del ascenso deSalomn altrono: segn el historiadorJosefo, para no citar otras autorida-des, fue en elao966 a.J.C. Como laperegrinacin por el desierto durcuarenta aos, se obtiene el ao

    L, fecha del Exodo aceptada en los crculos dela crtica hasta hace poco tiempo (1220 a. C!) estradicionalmente errnea y est en desacuerdo

    108

  • 1 406 a. J.C., como fecha de la caPturade Jeric. Ahora bien, despus de unminucioso estudio de la cermica en-contrada en dicha ciudad, como asi-miimo de ocho escarabaios de barroeglpcios que tenan grabado el nom-bre del faran reinante, el profesorGarstang, de la Unlversidad de Liver-

    pool, ha comprobado con mayor omenor exactitud, la fecha en que Jeri-c fue conquistaday, por conslguien-te, tambin queda confirmada la ante-dichafecha del Exodo."

    Sitenemosen cuentaque las prime-ras apariciones de objetos celestes--sos denominados crculos de fue-

    go en el papiro de la X/lll dinastegipcia- tuvo lugar hacia el 1478-a.J.C. y que a esa primera oleada si-guieron otras

    "franscurridos muchosdls despus", no resulta aventuradoafirmar que lafecha del Exodo del doc-tor Hart-Davies puede muy bien coin-cidir con las plagas bblicas que posi-bilitaron que un faran con miimopoder como Tuthmosislll

    -segn lanueva cronologa- acabara por acep-tar las exigencias hebreas y --en unaprimera decisin quizs lue.go rectifi-cada- les diera la libertad.

    Y TU ATON?

    Pero si bien es cierto que el papiro dela X/lll dinasta parece referirse a unabatalla entre,esos crculos defuego" ylos ejrcitos de Tuthmosislll, lo quepodra justificar la alianza de Yahvhcon el pueblo de lsrael, todo pareceevidenciartambin que de ese enfren-tamiento entre los

    "crculos" yTuthmo-sis lll surgi, asimismo, el primer intentopara entron izar aAtn. Podemos af i r-mar, por tanto, que Yahvh y Atn sondos formas distintas de nombrar unamisma'deidad?

    No son pocos los autores que inten-tan probar esta tesis. Sus argumentosson la semejanza entre el Salmo 104delaBibliay el

    "Himno alSo, de Ake-natn. Tambin que tanto ste comoMoiss intentaran introducir un mono-tesmo a ultranza, sin dioses menoresni atributos sacralizados de Dios. Peroestos dos arg u mentos, y al g u nos ofros,no impidenqueYahvh sigasiendo undios cruel, exterminador de pueblos,similar, por tanto, a otros dioses de sumisma poca. Atn, por el contrario

    -yla actitud de Akenatn ante los invaso-res hititas lo prueba-fue un dios pacffi-co. El smbolo que rigi la construccinde Amarna fue la cruz cristiana y Ake-natn, de acuerdo con la doctrina deAtn, prefiri la prdida del imperioegipcio

    -tambin perder su propia vi-da-antes q ue lanzarsus ejrcitos con-tra quienes le invadan.

    Cmo conciliar esto?Cuantos leen mis artculos saben

    que suelo rehuir las tesis,.platill istas". Yms las que presuponen un armage-dn celeste con enfrentamiento de hi-jos de la Luz con hijos de las Tinieblas.Prefiero buscar las causas de los !en-menos terrestres en nuestro propiomundo. No obstante, en este caso, nopuedo al menos dejar de sorprender-me

    -por lo menos de sorprenderme-por las muchas coincidencias queobligan a tener en cuenta eso que hoydenominamos ovnis en los aconteci-mientos de aquella poca, que-no loolvidemos- marc el paso de la Era deTauro a la de Aries.

    Joaqun GRAU

    109

    (( M e despen sobresaltado, con vnigo deun peligro mortal en el cuerpo, presintiendo laamenaza como una advertencia real,

    Arriba, a fe iquierda, eflgie de jienafdn, el faradr nlanofeisfa queadoraha al ol; a&alo, descs*so def Manle rnai A le derec&a, st.e{ede foisds con fas la&las da /a l-ey.

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