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OCTUBRE 2016 NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 1 Módulo: Nuevas miradas, viejos problemas: revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina (1806-1880). La Revolución de Mayo como mito de orígenes de la nación argentina. ¡Estimados/as colegas! Estamos muy contentos de comenzar a transitar este recorrido por parte de nuestra historia con ustedes. Una vez más, ¡bienvenidos/as! Como vimos en la presentación del módulo y en el reportaje a Gabriel di Meglio, la Revolución de Mayo puede considerarse como el mito de orígenes de nuestra nación. Ese lugar de privilegio no es un hecho natural, sino el resultado de una historia que es también la de las disputas sobre qué es o debe ser la Nación Argentina. Es por eso que, para comprender el proceso revolucionario y nuestra forma de relacionarnos con él, primero debemos desandar la historia de sus representaciones e interpretaciones. En esta clase vamos a repasar, analizar y discutir algunos momentos relevantes de esta historia. El recorrido comenzará examinando cómo vivieron y pensaron a la Revolución sus contemporáneos y la forma en la que fue interpretada durante las décadas siguientes. Luego nos detendremos en las interpretaciones realizadas por los escritores románticos como Alberdi y, en particular, en la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina de Bartolomé Mitre. Si bien es la obra que más influyó en la construcción de un relato histórico nacional, y por eso ha merecido todo tipo de calificativos, lo cierto es que, hoy en día, es más comentada y criticada que leída, por lo que creemos importante analizarla con cierto detalle. Adelantemos que sus innovaciones decisivas fueron dos: a) plantear que la nacionalidad argentina se había ido constituyendo durante el período colonial; b) presentar a la

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OCTUBRE 2016

NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 1

Módulo: Nuevas miradas, viejos problemas: revolución,

independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación

argentina (1806-1880).

La Revolución de Mayo como mito de orígenes de la

nación argentina.

¡Estimados/as colegas! Estamos muy contentos de comenzar a transitar

este recorrido por parte de nuestra historia con ustedes. Una vez más,

¡bienvenidos/as!

Como vimos en la presentación del módulo y en el reportaje a Gabriel di Meglio, la

Revolución de Mayo puede considerarse como el mito de orígenes de nuestra

nación. Ese lugar de privilegio no es un hecho natural, sino el resultado de una

historia que es también la de las disputas sobre qué es o debe ser la Nación

Argentina. Es por eso que, para comprender el proceso revolucionario y nuestra

forma de relacionarnos con él, primero debemos desandar la historia de sus

representaciones e interpretaciones.

En esta clase vamos a repasar, analizar y discutir algunos momentos relevantes de

esta historia. El recorrido comenzará examinando cómo vivieron y pensaron a la

Revolución sus contemporáneos y la forma en la que fue interpretada durante las

décadas siguientes. Luego nos detendremos en las interpretaciones realizadas por

los escritores románticos como Alberdi y, en particular, en la Historia de Belgrano y

de la Independencia Argentina de Bartolomé Mitre. Si bien es la obra que más

influyó en la construcción de un relato histórico nacional, y por eso ha merecido

todo tipo de calificativos, lo cierto es que, hoy en día, es más comentada y criticada

que leída, por lo que creemos importante analizarla con cierto detalle. Adelantemos

que sus innovaciones decisivas fueron dos: a) plantear que la nacionalidad

argentina se había ido constituyendo durante el período colonial; b) presentar a la

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Revolución de Mayo como el momento en el que algunos sectores promovieron su

emancipación. Pero no alcanza con escribir un libro para que sus ideas sean

aceptadas por la sociedad. También son necesarias otras condiciones. Es por eso

que recién décadas más tarde, el relato de Mitre se convirtió en la interpretación

dominante de la historia argentina, en el marco de profundas transformaciones

sociales, políticas y culturales. Un momento clave, en ese sentido, fueron las

reflexiones y discusiones sobre la identidad nacional suscitadas alrededor de la

conmemoración del Centenario en 1910. Fue entonces, a comienzos del siglo XX,

cuando se terminó de consagrar a la Revolución de Mayo como el hecho fundacional

de la Nación, acompañando los profundos cambios sociales y la expansión de las

instituciones estatales, como las escuelas que se convirtieron en uno de los

principales agentes difusores de esta concepción.

A lo largo del siglo XX se entablaron numerosas polémicas históricas sobre la

Revolución, que eran también políticas e ideológicas pues derivaban de las

diferentes ideas de nación que tenía cada sector o autor. Pero hasta hace muy

pocos años no se puso en cuestión la relación entre Nación Argentina y Revolución

tal como fue concebida por Mitre. En todo caso, se propusieron otras valoraciones

de los hechos y sus protagonistas pero sin modificar su esquema interpretativo,

como lo hicieron los historiadores revisionistas a partir de la década de 1930,.

En suma, y tal como se puede apreciar cotidianamente en las escuelas y se puso de

manifiesto al conmemorarse su Bicentenario, la Revolución constituye nuestro mito

de orígenes, aunque no todos los sectores coincidan en la valoración de los hechos

y los personajes, ni en su relación con el presente y el futuro de nuestra sociedad.

El concepto de nación

En el módulo hicimos varias veces referencia a la nación, pues se trata de un

concepto clave para entender nuestra historia. Sin embargo, sus usos y significados

fueron variando en los últimos dos siglos. Es por eso que cuando encontramos ese

u otro concepto en los documentos del pasado solemos interpretarlo en forma

anacrónica proyectando su sentido actual.

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Les proponemos un pequeño ejercicio: escriban un texto breve con

sus ideas sobre qué es una nación y luego confróntenlas con las

expuestas en el siguiente artículo:

Nación

"Hoy en día predomina una idea de nación regida por el principio de las

nacionalidades: las naciones son comunidades que poseen una

identidad étnica o cultural forjada a lo largo de la historia, y esto les da

derecho a erigir un Estado nacional en su territorio para que las

defienda y las represente.

Se trata de un argumento que, contra lo que suele creerse, no fue

invocado por los revolucionarios criollos para sostener su

independencia, pues ese principio recién comenzó a elaborarse en la

década de 1830. Esto no quiere decir que hacia 1810 no existiera una

idea de nación o que esta fuera irrelevante. De hecho, desde hacía

siglos se utilizaba esa expresión para designar a poblaciones que

compartían rasgos físicos o culturales como lengua, religión o

costumbres. Desde mediados del siglo XVIII también se utilizaba para

referirse a poblaciones sujetas a un mismo gobierno o unas mismas

leyes. Pero ambos sentidos de nación, el político y el étnico, circulaban

por carriles separados: el fundamento del poder político reposaba en el

derecho divino o en la concreción de pactos entre individuos o cuerpos

colectivos.

Los documentos producidos por los criollos antes de la Revolución

permiten apreciar el uso disociado de estas dos ideas de nación.

Mientras que, en términos culturales, podían considerar que formaban

parte de la nación española o americana (e incluso de la mexicana o

peruana), en términos políticos no cabían dudas: eran miembros de la

nación española. Esto comenzó a cambiar al calor de la Revolución y las

guerras de independencia, cuando algunos pueblos americanos

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comenzaron a luchar contra España invocando su derecho a constituir

nuevas naciones. Esta construcción era justificable, precisamente,

porque el concepto político de nación hacía referencia a poblaciones

regidas por un mismo gobierno o unas mismas leyes. Para ese

entonces, además, también se había difundido la idea de que la nación

era una asociación que debía constituirse por la voluntad de sus

miembros, que eran los verdaderos soberanos y no los monarcas. Y es

en virtud de esta concepción que los pueblos rioplatenses podían decidir

que dejaban de pertenecer a la nación española de la que se

consideraban colonias, para pasar a constituir una nueva nación. O

varias naciones, tal como terminó sucediendo, pues el virreinato

rioplatense abarcaba los territorios de lo que, actualmente, constituyen

cuatro naciones que fueron surgiendo durante el siglo XIX tras largas

luchas: Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay".

Fabio Wasserman, en Ñ. Revista de Cultura n° 343, 24/4/2010.

Para profundizar

Les proponemos dos recursos más para profundizar en el análisis del

concepto nación.

El primero es un video en el que la historiadora Nora Souto explica

cómo lo utilizaban los revolucionarios.

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El segundo es un artículo en el que Nora Souto y Fabio Wasserman

analizan los usos y significados de nación entre 1750 y 1850 en el

espacio rioplatense: “Nación” en Javier Fernández Sebastián

(Dir.), Diccionario político y social del mundo iberoamericano. La era de

las revoluciones, 1750-1850 [Iberconceptos-I], Madrid, 2009, pp. 870 a

881. Pueden acceder a través de este link para leerlo en línea o para

descargarlo como PDF.

La ruptura con el pasado y el origen del mito

Como veremos con mayor detalle en la tercera clase, los años previos a la

Revolución fueron de gran incertidumbre para los súbditos de la corona española,

tanto en Europa como en América. Esto se debía a las dificultades políticas y

económicas que afectaban a la monarquía, agravadas por su participación en las

disputas entre Francia e Inglaterra. Este estado de cosas crítico se hizo evidente en

el Río de la Plata entre 1806 y 1807 cuando las tropas regulares y las autoridades

coloniales no pudieron hacer frente a las invasiones inglesas. De ahí en más se

fueron sucediendo hechos impensables, como las abdicaciones de Bayona que, en

mayo de 1808, llevaron a la Corona a José Bonaparte, hermano de Napoleón,

mientras el rey Fernando VII permanecía cautivo. En España se produjeron

alzamientos populares contra la presencia francesa y se crearon juntas que

desconocieron al nuevo monarca y que luego se unieron en una Junta Central, que

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procuró gobernar en nombre de la corona. Mientras tanto, se iba extendiendo la

impresión de que la monarquía no podría subsistir o que no lo haría en las mismas

condiciones, sobre todo en lo referido a su control de América.

En mayo de 1810 llegó a Buenos Aires un barco con noticias que eran esperadas de

un momento a otro: las fuerzas españolas habían sido derrotadas y la Junta Central

se había disuelto. Al igual que en otras ciudades de Hispanoamérica, un sector de la

elite local, que en este caso contaba con el apoyo de las milicias criollas, impulsó la

convocatoria a un Cabildo abierto para decidir qué hacer ante la ausencia de toda

autoridad legítima en la metrópoli. En esa reunión se impuso la tesis según la cual

la soberanía había retrovertido al pueblo. De ese modo, y tras un fallido intento del

Virrey Cisneros para quedarse en el poder, se creó una Junta Provisoria para

gobernar el territorio rioplatense en nombre del pueblo y de Fernando VII. Nadie

había pronunciado esa temida palabra, pero no cabía duda que se trataba de una

revolución y, como se haría evidente en muy poco tiempo, de un corte abrupto con

el pasado colonial y el comienzo de una nueva historia cuyo rumbo también sería

motivo de disputas al igual que su interpretación.

Las Memorias de Saavedra

Varios protagonistas del proceso revolucionario escribieron memorias o

autobiografías dando su versión de los hechos. Cornelio Saavedra murió

en 1829 y, al año siguiente, se publicó su Memoria Autógrafa en la que,

además de defenderse de las acusaciones de sus enemigos y de

reivindicar su actuación, ofrecía una explicación sobre cuáles habían

sido las causas de la revolución:

“La invasión de Napoleón a la España; la destitución del rey Fernando,

sus abdicaciones a favor de su padre el rey Carlos IV, y las de éste en la

dinastía del mismo Napoleón: el reconocimiento que se hizo del nuevo

rey José, hermano de aquél, en la misma Corte de Madrid, y obediencia

que le tributaron los Grandes y Nobles del reino en la mayor parte; la

ocupación de casi toda la Península, excepto Cádiz y la isla de León: el

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abandono que experimentamos de aquella Corte cuando se le pidieron

auxilios de tropas y armas para repeler la segunda expedición inglesa y

su insultante contestación de ”defiéndanse ustedes como puedan, etc.

etc.”, ¿qué otro resultado habían de tener que el de desenrollar y hacer

salir a luz el germen de nuestra libertad e independencia? Es indudable

en mi opinión, que si se miran las cosas á buena luz, a la ambición de

Napoleón y a la de los Ingleses, en querer ser señores de esta América,

se debe atribuir la revolución del 25 de mayo de 1810... Si no hubieran

sido repetidas éstas, si hubieran triunfado de nosotros, si se hubieran

hecho dueños de Buenos Aires: ¿Qué sería de la causa de la patria,

dónde estaría su libertad e independencia? Si el trastorno del trono

español, por las armas o por las intrigas de Napoleón que causaron

también el desorden y desorganización de todos los gobiernos de la

citada Península, y rompió por consiguiente la carta de incorporación y

pactos de la América con la corona de Castilla; si esto y mucho más que

omito por consultar la brevedad no hubiese acaecido ni sucedido,

¿pudiera habérsenos venido á las manos otra oportunidad más análoga

y lisonjera al verificativo de nuestras ideas, en punto á separarnos para

siempre del dominio de España y reasumir nuestros derechos? Es

preciso confesar que no, y que fue forzoso y oportuno aprovechar la

que nos presentaban aquellos sucesos. Sí, a ellos es que debemos

radicalmente atribuir el origen de nuestra revolución, y no a algunos

presumidos de sabios y doctores que en las reuniones de los cafés y

sobre la carpeta, hablaban de ella, mas no se decidieron hasta que nos

vieron (hablo de mis compañeros y de mí mismo) con las armas en la

mano resueltos ya a verificarla. (…)”

Cornelio Saavedra, Memoria Autógrafa, en Biblioteca de Mayo, t. II, Buenos

Aires, Senado de la Nación, 1960, p. 1056.

Para Cornelio Saavedra, que fue uno de sus principales protagonistas, las causas de

la Revolución había que encontrarlas en la debacle de la monarquía más que en la

existencia de una nacionalidad argentina oprimida o de un sujeto revolucionario que

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promoviera su emancipación. Pero no era el único en considerar las cosas de ese

modo: casi todos sus contemporáneos tendían a destacar el carácter azaroso o

providencial del proceso que desembocó en la Revolución de Mayo. Esto no

implicaba desdeñar el papel jugado por quienes decidieron tomar el poder, tal como

lo señalaba Saavedra en su Memoria pocas líneas después al jactarse de su

actuación y la de sus compañeros. En ese sentido, solía postularse que la

revolución había tenido dos momentos: a) la crisis monárquica que dio pie al

cambio de gobierno; b) la construcción de un nuevo orden y la lucha por la

independencia, circunstancias en las que se habrían destacado los patriotas

revolucionarios ya sea a través de la acción política o de la guerra.

Ahora bien, más allá de cómo interpretaban los contemporáneos a las causas de la

Revolución y su dinámica, cabe preguntarse cómo la vivieron, qué sentido le

atribuían y si este también fue cambiando con el correr de los años.

La creación de una Junta de Gobierno en mayo de 1810 fue consecuencia de la

crisis de la monarquía. Pero ese tan solo fue el principio, pues pronto comenzó a

plantearse que la Revolución debía poner fin a siglos de opresión y crear un nuevo

orden en el que reinaría la libertad y la justicia –y, para algunos, también la

igualdad-, agregándose, poco tiempo después, la independencia como objetivo a

alcanzar en lo inmediato. De ese modo, la Revolución se constituyó en un nuevo

punto de partida histórico y en una fuente de legitimidad política, tal como se

puede advertir en los festejos que desde 1811 realizaron varias ciudades para

conmemorar el 25 de mayo y que, desde 1813, se oficializaron como fiestas mayas.

La Revolución se convirtió así en un mito de orígenes. Pero no de la Nación

Argentina entonces inexistente, sino de la comunidad política (o de las

comunidades políticas) que pudieran constituir los pueblos rioplatenses, pues aún

no estaba definido cómo quedaría el mapa político de los territorios que, hasta

entonces, formaban parte del Virreinato. Como veremos a partir de la tercera clase,

esta indefinición puede atribuirse a la existencia de diversas posiciones e intereses

(políticos, sociales, económicos y regionales) que dieron lugar a disputas y

enfrentamientos entre distintos sectores. Si bien solía culpabilizarse de ese estado

de cosas al atraso legado por siglos de dominio colonial, también comenzó a

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plantearse que la Revolución había hecho un aporte decisivo al poner en crisis el

antiguo orden, sin que lograra crearse uno nuevo que fuera legítimo y estable. De

ahí que, con el correr de los años y la profundización de los conflictos, se fueran

extendiendo algunos juicios críticos sobre la Revolución, aunque esto no hizo mella

en su reivindicación unánime como punto de partida de una nueva historia.

Durante décadas siguió invocándose a la Revolución de Mayo como fuente de

legitimidad por todos los sectores políticos y regionales, mientras que cada uno

culpaba a sus enemigos por haberla traicionado. Es lo que sucedió, por ejemplo en

las décadas de 1830 y 1840, cuando los opositores acusaban al régimen rosista de

querer restaurar el orden colonial traicionando así a la Revolución. Los rosistas, por

su parte, acusaban a sus enemigos de traicionar a la Revolución y a la

independencia por su alianza con Francia e Inglaterra. Más allá de las precisiones

que puedan hacerse sobre estas disputas, lo que aquí interesa es que todos los

grupos coincidían en reivindicar a la Revolución, reforzando así su condición de mito

fundacional y fuente de legitimidad política.

Las Fiestas Mayas

Algunos aspectos de las fiestas mayas se fueron modificando a lo largo

del siglo XIX, tanto por los cambios que se produjeron en la sociedad

como por el sello que le quiso imprimir cada gobierno. Su continuidad

estuvo asegurada por haberse constituido en uno de los medios más

importantes para transmitir a una población mayormente analfabeta las

representaciones e interpretaciones sobre la Revolución y para construir

una identidad en torno a ese proceso que era considerado fundacional.

A continuación compartimos una imagen que representa los festejos

realizados en 1841 en el Buenos Aires rosista:

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Fiestas mayas en Buenos Aires en 1841, litografía coloreada de Carlos E. Pellegrini.

Para profundizar en el análisis de esta imagen y de las fiestas mayas,

los invitamos a que lean el documento elaborado en 2010 por la

Dirección de Currícula y Enseñanza del Ministerio de Educación de la

Ciudad de Buenos Aires, titulado Bicentenario. Pasado y presente de

Buenos Aires en clave de mayo, a partir de la p. 86. El texto está

disponible en:

www.buenosaires.gob.ar/areas/educacion/curricula/pdf/bicentenario1cic

lo.pdf

También los invitamos a compartir un pequeño video en el que el

historiador de la arquitectura Fernando Aliata se refiere a los

monumentos conmemorativos de la Revolución:

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La generación romántica

A fines de la década de 1830, mientras se sucedían los conflictos que enfrentaban

al régimen rosista con sus opositores, comenzó a destacarse un grupo de jóvenes

que adherían a las ideas románticas y que se hizo conocido como la Generación del

37. Este grupo, que estuvo integrado por políticos y escritores como Esteban

Echeverría, Juan B. Alberdi, José Mármol y Domingo F. Sarmiento, promovió

algunas novedades intelectuales que incidieron en las interpretaciones de la

Revolución. La más importante fue colocar en un segundo plano lo que para sus

protagonistas habían sido hechos decisivos aunque algo azarosos. Para los

románticos, por el contrario, se trataba de un proceso que tenía causas más

profundas pues la revolución americana formaba parte de un movimiento

progresivo regido por leyes históricas que guiaban el desarrollo de la humanidad y

el de cada sociedad.

Las causas de la revolución según Alberdi

En el discurso que pronunció al inaugurarse el Salón Literario en 1837,

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Alberdi planteó su desacuerdo con las interpretaciones sobre las causas

de la Revolución hasta entonces vigentes:

“Cada vez que se ha dicho que nuestra revolución es hija de las

arbitrariedades de un virrey, de la invasión peninsular de Napoleón, y

otros hechos semejantes, se ha tomado en mi opinión un motivo, un

pretexto por una causa. (...) No creáis, señores, que de unos hechos

tan efímeros hayan podido nacer resultados inmortales. Todo lo que

queda, y continúa desenvolviéndose, ha tenido y debido tener un

desenvolvimiento fatal y necesario".

"Doble armonía entre el objeto de esta institución, con una exigencia de nuestro

desarrollo social; y de esta exigencia con otra general del espíritu humano”, en

F. Weinberg El Salón Literario, Bs. As., Hachette, 1957, p. 127.

Alberdi sostenía que la revolución rioplatense formaba parte de ese movimiento

mundial. Sin embargo, también advertía que, en Hispanoamérica, se había

producido cuando aún no estaban dadas las condiciones morales e intelectuales,

diferenciándose así de lo sucedido en Francia y Norteamérica. Y esa era la razón

por la cual los pueblos rioplatenses no habían logrado que la libertad y la

independencia se tradujeran en la creación de un nuevo orden social y político

legítimo y estable. Es por eso que los jóvenes románticos planteaban la necesidad

de una segunda revolución; ahora, en el plano de las ideas y de las costumbres

heredadas de España, que vendría a completar el proceso emancipador y sentaría

las bases para construir una nación democrática, republicana y liberal.

Otra innovación decisiva que promovió la Generación del 37 fue haber colocado a la

nación y a la identidad nacional en el centro de sus reflexiones. En ese sentido, y a

diferencia de lo que proponían otros movimientos románticos, los argentinos

sostenían que estas debían ser creadas casi desde sus cimientos, ya que no creían

que en el pasado colonial o en el de los pueblos originarios hubiera elementos

dignos de ser recuperados. Lo único que valoraban de la historia local era el

proceso revolucionario e independentista, pero también consideraban que su legado

era insuficiente al no haberse podido institucionalizar la libertad conquistada en

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esos años. Es por eso que la nación, más que una herencia del pasado que debía

ser continuada, era considerada como un proyecto orientado hacia un futuro que, a

pesar de todas las dificultades, imaginaban promisorio.

La Historia de Belgrano de Mitre

Bartolomé Mitre, que fue uno de los miembros más jóvenes del grupo romántico,

también concebía un futuro promisorio para la Nación Argentina. Pero, a diferencia

de Alberdi y de Sarmiento, sostenía que esta se había prefigurado en el período

colonial y, por eso, había un pasado que debía ser recuperado tal como lo hizo en

la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina que fue reescribiendo entre

fines de la década de 1850 y fines de la de 1880.

En cada una de sus reescrituras, Mitre fue profundizando su interpretación según la

cual, durante el período colonial, se había ido conformando una sociedad, la

argentina, que estaba destinada a constituirse en una nación republicana y

democrática en un territorio que también le había sido predestinado. De ese modo,

la Revolución no habría sido el fruto de la crisis monárquica ni un acontecimiento

que se produjo cuando aún no había condiciones, sino el resultado de una historia

previa que la había convertido en un hecho necesario que se produjo cuando un

sector de la sociedad cobró conciencia de ese destino y se dispuso a luchar para

alcanzarlo.

Muchas veces se sostiene que Mitre realizó una interpretación simplista del proceso

revolucionario al asignarle un rol protagónico a la dirigencia porteña. Si bien esto

último es cierto, su relato presenta aristas más complejas, pues también le dio

lugar a la participación de los sectores populares y a las provincias. De ese modo, y

aunque no fuera su propósito, habilitó la posibilidad de que su propio texto pudiera

ser utilizado en el futuro para desarrollar interpretaciones que divergían de la suya.

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La revolución de mayo según Mitre

Los invitamos a leer algunos pasajes de la edición definitiva de

la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. En el primer

párrafo expone el argumento del libro y, en los siguientes, hace

referencia a la Revolución:

“Este libro es, al mismo tiempo, la vida de un hombre y la historia de

una época. Su argumento es el desarrollo gradual de la idea de la

‘Independencia del Pueblo Argentino’, desde sus orígenes a fines del

siglo XVIII y durante su revolución, hasta la descomposición del

régimen colonial en 1820 (…) Combinando la historia con la biografía

vamos a presentar, bajo un plan lógico y sencillo, los antecedentes

coloniales de la sociabilidad argentina, la transición de dos épocas, las

causas eficientes de la independencia de las Provincias Unidas del Río

de la Plata (…)”.

“Tales fueron, en general, las causas eficientes de la revolución

argentina: el desarrollo armónico de las fuerzas morales y de las

fuerzas materiales, de los hechos y de las ideas, del individuo y de la

sociedad. La acción simultánea de este doble movimiento combinado,

que obra a la vez sobre la parte y sobre el todo, es lo que explica la

relación de los sucesos entre sí, el vínculo que los une, la causa

originaria que los produce y el resultado que es su consecuencia lógica.

Así hemos visto progresar las ideas económicas, al mismo tiempo que

el pueblo se enriquecía por el trabajo; fortalecerse el poder militar de la

sociedad, al mismo tiempo que se desenvolvía el espíritu público en los

nativos: generalizarse las ideas de buen gobierno a medida que se

conquistaban mayores franquicias políticas y municipales; surgir teorías

revolucionarias de gran trascendencia del hecho de la desaparición del

monarca; afirmarse el imperio de la opinión a medida que el pueblo se

ilustraba por la irradiación luminosa de las ideas y sobreponerse

definitivamente los americanos a los europeos, el día en que, con la

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conciencia de su poder, adquirieron la plena conciencia de su derecho.

Esto explica cómo, al empezar el año de 1810, la revolución argentina

estaba consumada en la esencia de las cosas, en la conciencia de los

hombres, y en las tendencias irresistibles de la opinión, que hacían

converger las fuerzas sociales hacia un objetivo determinado. Ese

objetivo era el establecimiento de un gobierno propio, emanación de la

voluntad general y representante legítimo de los intereses de todos.

Para conseguirlo era indispensable pasar por una revolución, y esa

revolución todos la comprendían, todos la sentían venir. Como todas las

grandes revoluciones que, a pesar de ser hijas de un propósito

deliberado, no reconocen autores, la revolución argentina, lejos de ser

el resultado de una inspiración personal, de la influencia de un círculo,

o de un momento de sorpresa, fue el producto espontáneo de

gérmenes fecundos por largo tiempo elaborados, y la consecuencia

inevitable de la fuerza de las cosas. Una minoría activa, inteligente y

previsora dirigía con mano invisible esta marcha decidida de un pueblo

hacia destinos desconocidos y que tenía más bien el instinto que la

conciencia: ella fue la que primero tuvo la inteligencia clara del cambio

que se preparaba, la que contribuyó a imprimirle una dirección fija y a

darle formas regulares el día en que la revolución se manifestó con

formas caracterizadas y fórmulas definidas.(…)”

B. Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Buenos Aires,

Anaconda, 1950, pp. 19 y 142/3.

La obra histórica de Mitre y su lugar en la sociedad

El historiador Fernando Devoto explica algunas de las razones por las

cuales los argentinos piensan su historia a partir de la obra de Mitre:

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“En el más largo plazo, cuando fuese imperioso un relato de los

orígenes a los efectos de construir la identidad nacional, emergerán los

extraordinarios méritos y las notables posibilidades de la obra de Mitre,

para convertirse en la imagen del pasado común en la que los

argentinos de muchas generaciones les gustase reconocerse. Por lo

menos dos aspectos de la obra historiográfica de Mitre son igualmente

relevantes para explicar la fortuna de un historiador y de su obra. En

primer lugar su halagüeña (para los argentinos) interpretación del

pasado, en segundo lugar su estilo. Hijo de las cualidades de las

grandes síntesis románticas, la obra de Mitre aspiraba como aquellas a

llegar a muchos públicos diversos, con una historia que tenía una

poderosa línea argumental, que concedía un sentido explícito a los

hechos que narraba, cuyas grandes ideas se encarnaban en personajes

históricos individuales o colectivos. Era, con todo, la capacidad de

aligerar el relato con la creación de efectos dramáticos, en forma de

medallones en torno a acontecimientos o personajes históricos, pero

manteniendo a la vez la ilusión de la historiografía erudita de realidad (y

cierto hieratismo conveniente para un uso de próceres en la pedagogía

escolar), lo que explica la precisa colocación de su éxito en el marco de

la corporación profesional y de la educación formal.

(…)

La obra de Mitre proveía entonces un relato apto para su uso como

pedagogía escolar y, a la vez, una ejemplificación abundante para el

mismo papel, entresacando episodios que podían usarse para consumo

en los distintos niveles de la enseñanza, a la manera de fábulas

morales. A su vez, el relato general podía y sería consumido por las

élites letradas como una interpretación general del pasado, ella misma

compatible con lecturas tradicionales eruditas o con otras estructurales”

Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina

moderna. Una historia, Bs. As., Siglo XXI, 2002, pp. 12/3.

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La Historia de San Martín

Además de la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina,

Mitre fue autor de otra obra de gran importancia para construir un relato

histórico nacional y dotar a la sociedad de un panteón de héroes: la

Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana.

Los invitamos a mirar un capítulo del ciclo Impreso en Argentina sobre

este texto:

http://www.encuentro.gob.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=1

02559

El Centenario y la identidad nacional

Entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, la sociedad argentina sufrió

cambios profundos. Esto se debió a tres procesos simultáneos que se conjugaron y

se potenciaron: la consolidación del Estado nacional, el desarrollo de una economía

capitalista integrada al mercado mundial y la inmigración masiva. Los grupos

dirigentes entendían que esa nueva sociedad, heterogénea y en proceso de

transformación acelerada, requería de relatos capaces de explicar su desarrollo

histórico y que pudieran integrar a los inmigrantes dotándolos de una identidad

nacional. Como pudimos apreciar, la obra de Mitre cumplía con ambos propósitos.

Cultura e identidad nacional

La construcción de una identidad nacional capaz de homogeneizar a la

población de un Estado nacional no fue un proceso que solo se produjo

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en la Argentina. El filósofo e historiador Oscar Terán pone en un

contexto internacional el proceso de construcción de la identidad

nacional argentina entre fines del siglo XIX y comienzos del XX:

“A partir de 1880 es claro que, desde la élite, comienza a proponerse

un nacionalismo de corte culturalista, esto es, que ser argentino implica

estar dentro de los marcos de las leyes nacionales, pero además y en

especial estar imbuido de una cultura nacional. Este no era un tema

exclusivamente argentino ni de los países jóvenes de la época. Por

distintos motivos, se trató de una tendencia tan extendida que puede

decirse irónicamente que la fabricación de identidades nacionales formó

parte de una tarea internacional. Este es un emprendimiento que nace

en Inglaterra hacia mediados del siglo XVIII y que, en las últimas

décadas del XIX, recorre todo el arco de los países occidentales”

Oscar Terán, Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales,

1810-1980, Buenos Aires, Sudamericana, 2008, p. 172

Este movimiento tendiente a construir una identidad nacional tuvo su epicentro en

los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo en 1910. En el marco de

esa conmemoración, se produjeron varios actos públicos, se recibieron visitantes

ilustres, se publicaron numerosos textos históricos y literarios, se inauguraron

estatuas y monumentos, se realizaron desfiles escolares, cívicos, militares y

religiosos que, en conjunto, reafirmaron a la Revolución como el hecho fundacional

de la Nación y consagraron a esa interpretación como discurso oficial. A la vez, se

extendieron las reflexiones y las discusiones sobre la identidad nacional que ahora

reivindicaba tradiciones que antes no habían sido consideradas en forma positiva

por los intelectuales y los grupos dirigentes, como la hispánica y la criolla e, incluso

en algunos casos, la indígena. Pero no se trataba de una mirada nostálgica hacia el

pasado. Por el contrario, era, por sobre todas las cosas, una celebración de ese

presente y del futuro de grandeza que los sectores dirigentes estaban seguros que

alcanzaría la Nación Argentina.

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NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 1

La primera película argentina: La Revolución de Mayo (1909)

La primera película argumental argentina que se conserva la filmó Mario

Gallo en 1909 y su tema es la Revolución. A través del siguiente link

pueden acceder a una copia que dura poco más de cuatro minutos.

http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=105349

Les proponemos que analicen al film teniendo en cuenta las siguientes

consignas:

¿Qué es lo que más les llamó la atención de la película y por qué

razón?

¿Con qué interpretaciones pueden vincularla?

Piensen en los elementos que aparecen en la película y que

también son recurrentes en los actos escolares.

La revolución en el siglo XX y en el Bicentenario

A partir del Centenario, la interpretación de Mitre sobre la historia nacional y el

lugar asignado dentro de esta a la Revolución de Mayo, no hizo más que extenderse

y afianzarse hasta convertirse en una suerte de sentido común para la sociedad

argentina. Uno de los más importantes agentes de difusión fue el Estado nacional

que lograba, así, mayor legitimidad apelando, para ello y en particular, al sistema

escolar. Ahora bien, si el relato creado por Mitre logró este predominio fue también

por su capacidad para admitir diversos contenidos y orientaciones. Tanto es así que

muchos de quienes se proclamaron contrarios a sus ideas, como lo hicieron los

historiadores revisionistas a partir de la década de 1930, no pusieron en cuestión

su esquema interpretativo que vinculaba a la Revolución con el origen de la Nación.

En todo caso, lo que propusieron fue un cambio en los contenidos, en las

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valoraciones de los hechos y los personajes y, en algunos casos, en las miradas

hacia el futuro.

De ese modo, a lo largo del siglo XX, se entablaron numerosas polémicas históricas

que eran también políticas e ideológicas, pues estaban teñidas por las diferentes

ideas sobre la Nación Argentina que tenía cada sector o autor y que trasladaban a

su interpretación de la Revolución. Es por eso que estas disputas tendieron a

organizarse en torno a polos antagónicos que obligaban a tomar partido por uno u

otro: Saavedra o Moreno, Buenos Aires o el interior, movimiento popular o elitista;

origen civil o militar, influencia del pensamiento ilustrado francés o de la tradición

católica española.

Estas u otras alternativas que también se plantearon no cuestionan, sin embargo,

el punto central que tratamos en esta clase: la consideración de la Revolución como

nuestro mito de orígenes vigente hasta la actualidad, tal como se pudo apreciar en

la conmemoración de su Bicentenario.

Consideraciones finales ¿Qué piensan los argentinos sobre la

Revolución de Mayo?

Como pudimos ver a lo largo de esta clase, la forma de entender a la Revolución de

Mayo fue variando con el correr de los años, aunque mantuvo su condición de mito

de orígenes. En las clases siguientes veremos cómo, a partir de la obra

historiográfica de autores como Tulio Halperín Donghi y José C. Chiaramonte, se

produjeron replanteos en las décadas de 1970 y 1980 que pusieron en cuestión

esas interpretaciones.

La conmemoración del Bicentenario promovió numerosas iniciativas que, además

de revisar el proceso revolucionario, también lo hicieron con las formas en las que

fue interpretado durante los últimos dos siglos. Los historiadores Raúl Fradkin y

Jorge Gelman dirigieron un equipo que editó el libro Doscientos años pensando la

Revolución de Mayo (Buenos Aires, Sudamericana, 2010), en el que se publicó una

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selección de fragmentos de las obras más importantes en lo que hace a la

interpretación de la Revolución, precedidos por análisis sobre sus autores y el

contexto político e ideológico en el que las produjeron. En la Introducción proponen

una síntesis de cuál es el pensamiento que tienen los argentinos sobre la

revolución:

“Si intentamos la difícil tarea de reconstruir lo que el ‘argentino medio’ de hoy

(entelequia que promedia a una campesina jujeña con un obrero de una fábrica en

el Gran Buenos Aires o un empresario ‘nacional’ con oficinas en Miami) piensa sobre

la Revolución de Mayo, seguramente encontraríamos una síntesis de los contenidos

básicos que han tenido las fiestas escolares, en las que se exaltaba la intervención

de un pueblo guiado por un grupo de líderes abnegados y preclaros (Belgrano,

Moreno, Saavedra, los infaltables French y Beruti, etc.), que encabezaron un

movimiento para sacar del gobierno local a los ‘españoles’ que explotaban a estas

tierras y a su gente para beneficio de los intereses de un monarca hispano. Ese

relato intentaba que no quedara lugar para la duda y construyó la imagen de la

armonía de un ‘nosotros’ del cual solo quedaban excluidos ‘ellos’, los ‘españoles’ o

‘peninsulares’, pp. 14/5.

¿Cómo evalúan esta síntesis? ¿Consideran que es representativa

de lo que piensa la mayoría de los argentinos sobre la Revolución de

Mayo? Los invitamos a reflexionar sobre estos interrogantes.

Recursos y lectura recomendada (no obligatoria)

Cattaruzza, Alejandro, “Mayo, cien años después: acuerdos y conflictos” en

Id. Los usos del pasado. La historia y la política argentinas en discusión,

1910-1945, Buenos Aires, Sudamericana, 200, pp. 29-59.

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Folco, María Esther, “Reflexiones sobre los festejos escolares del

Bicentenario en La Pampa” en Quinto Sol n° 14, 2010, pp. 167-191.

Disponible enhttp://sociohistoricos.files.wordpress.com/2011/01/14-

folco.pdf

Fradkin, R. y Gelman, J. (eds.) Doscientos años pensando la Revolución de

Mayo, Buenos Aires, Sudamericana, 2010.

Los Historiadores y el Bicentenario, Dos siglos después. Los caminos de la

revolución, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2010.

Wasserman, Fabio, “Una pregunta en dos tiempos. ¿Qué hacer con la

Revolución de Mayo?” en Nuevo Topo. Revista de historia y de pensamiento

crítico nº 5, Bs. As., 2008. Disponible

en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/xix2wasserman.pdf

Otros recursos

Colección de daguerrotipos y fotografías sobre la plaza de mayo:

http://www.coleccionwitcomb.educ.ar/sitios/galeriawitcomb/recorriendo/inte

rior?rec_id=121729

Galería de la Universidad de Córdoba de actos del 25 de mayo del período

1966 al 77: http://bicentenario.unc.edu.ar/galeria-de-fotos/galeria

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Cómo citar este texto:

Área de Ciencias Sociales, INFD (2016). Nuevas miradas, viejos problemas:

revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina

(1806-1880): Clase 01: La Revolución de Mayo como mito de orígenes de la nación

argentina. Especialización docente en la Enseñanza de las Ciencias Sociales en la

escuela primaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.

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