Mi nombre es Arturo Carrasco tengo 20 años y mi modelo a seguir siempre ha sido mi tío Leopoldo, lo han condecorado, con premios por su trabajo y en los momentos más duros ha preferido proteger a los suyos.

No creo que una persona se admire por las pertenecías que tiene, o por los puestos que tenga se admira por los problemas que pasan y las formas de comportarse y resolver las cosas.

Decidí estudiar ingeniería por la admiración que le tenía a mi tio y porque mi padre deseaba que yo hiciera el primer carro volador, y por esas dos fuertes influencias, que me hicieron intentar convertirme en la persona que quiero llegar a ser en unos años.

Pero, ¿por qué avergonzarme de admirar a una persona que es auténtica, leal, valiente y entregada en todo lo que hace? Una persona que ama, ríe, llora, grita, lucha, sueña. Alguien que ha luchado y superado cientos de obstáculos para llegar a donde está, que día con día regala miles de sonrisas a las personas que la siguen, y no sólo eso, sino que además los ayuda a superar sus miedos, a quererse a sí mismos, a amar la vida y creer que todos los sueños se pueden hacer realidad. Una persona que me enseña todos los días que la magia y el universo conspiran para todos aquellos que estén dispuestos a creer.

Es alguien que su belleza exterior no se compara ni en lo más mínimo con la belleza de su interior. Una persona con un corazón de oro, carisma inigualable y talento de sobra. Superó una enfermedad mortal, un círculo vicioso, y la convirtió en más fuerte. Carga a cuestas críticas y prejuicios de personas que sólo hacen alarde a lo especial que es. Alguien que si le regalas una sonrisa, ella te la devuelve al triple. Pero lo más hermoso que tiene es que es sencillamente imperfecta.

La persona que más admiro: Leopoldo Carrasco