Mis Cuentos de Hadas2.

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Mis CUENTOSde

HADAS

VoJulnen n.O 11

Editorial VASCO AMERICANA

BILBAO - España

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Sin embargo, Salmonko tenía un hijo, listo como el hambre,el cual, al ver las idas y venidas que su padre se traía con aqul'ljarro, pensó: «jAlgomuy importante va ahí dentro 1»,y desde esemomento vigiló atentamente los movimientos de su progenitor.

Al día siguiente, en efecto, le oyó levantarse del lecho y

caminar sigilosamente por la casa... con el jarro bien apretadocontra su pecho. Luego salió al exterior, sin advertir que habíasido descubierto por su hijo, y echar a caminar. El joven saltó desu cama y fue tras él, sin ser visto.

Salmonko atravesó la aldea y se internó en el bosque, y elmuchacho detrás. No se detuvo hasta alcanzar un grupo dealtísimas palmeras, cuyas copas parecían tocar el cielo. Y eljoven vio cómo su padre comenzaba a trepar a la más esbelta deellas, llevando el misterioso jarro colgado al cuello por medio deuna cuerda.

La intención de Salmonko era esconder el jarro de la sabidu­ría en la copa de aquella elevada palmera, para ponerlo lejos delalcance de los mortales. jAh, pero qué dura era la ascensión!¡Y peligrosa! Salmonko trataba de no mirar hacia abajo pero,cuando lo hacía, veía los objetos del suelo cada vez más diminu­tos, allá perdidos a una enorme distancia de sus pies. Sin embar­go, éste no se· detenía, y seguía trepando, trepando, en unprodigio de valor proporcionado a la formidable empresa queestaba realizando.

A Salmonko le tenía muy preocupado los movimientos deljarro de la sabiduría. No cesaba de danzar de un lado al otro,cosa perfectamente natural teniendo en cuenta que la ascensiónera muy agitada, y tan pronto golpeaba contra la dura cortezade la palmera, como contra su propio pecho.

Pero el hombre trepaba y trepaba, indiferente a los tumultuo­sos latidos de su corazón y a la distancia creciente que le separabadel suelo. Es que el buen Salmonko era muy cabezota. Llegóun momento en que, tan alto había subido, que su hijo apenasle pudo distinguir.

-Escucha lo que te digo, padre -le gritó con todas susfuerzas-o Veo que ese jarro que llevas colgado delante del

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ACE muchísimos años vivió en una tierralejana un hombre inmensamente sabio,llamado Salmonko, cuya fama se habíaextendido por todas las regiones delmundo, y las gentes emprendían penososviajes para pedirle consejo y aprender sussabias lecciones.

Pero sucedió que aquellas gentes, ajuicio de Salmonko, observaron una con­ducta indebida, y el sabio resolvió casti­

garlas. ¿Qué hacer, para ello? Meditó profundamente y, al cabode muchas noches en vela, creyó que lo más duro para ellos seríaprivarles de la sabiduría. La escondería de tal.modo que ningunopodría hallarla. A tal fin, guardó en un jarro no sólo su propiasabiduría, sino también la que estaba esparcida por otras partes(por lo menos, eso pensó), también procedente de él, y decidióocultarla en lugar seguro.

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pecho te impide moverte libremente y peligra. ¿Por qué no telo colocas a lá espalda? Si te empeñas en no moverlo de dondeestá, no hay duda de que se romperá o hará que te caigas desdeesa enorme altura. Piénsalo bien, padIe.

Al oir aquellas palabras, y, especialmente, la voz de su hijo,Salmonko se sobresaltó, pues había pensado ,que se encontrabasolo. Sin embargo, pasado el primer instante de estupor, meditósobre lo que acababa de oir. ¡Oh, sí, su joven hijo teQía razón!¿Cómo se le había ocurrido a él dejar el préciado jarro colgandodel cuello ante su pecho? (¡

-Te diré algo, hijo mío -gritó desde su altura- -: Estabaseguro de haber encerrado en este jarro toda la sabiduría delmundo. Pero, he aquí que llega mi propio hijo, me dice algo ydescubro que esto, que me dice contiene mucha sabiduría.Yo, con mi jarro a cuestas, tan próximo a la sabiduría y conside­rándome a mí mismo sabio, no he sido capaz de ingeniármelaspara trepar cómodamente con mi jarro. Ha tenido que ser mihijo quien me indique cómo hacerlo.

Las últimas palabras casi fueron gemidos del pobre Salmon­ko. Con movimientos desesperados, se arrancó el jarro delcuello y lo arrojó violentamente muy lejos. El recipiente quecontenía la sabiduría describió una parábola en el aire y fuea chocar contra una roca, rompiéndose en mil pedazos.

Naturalmente, lo que contenía escapó de él, y así fue cómola sabiduría se derramó por los cuatro puntos cardinales, y sólodebemos culpar al viento si a algunas regiones de la tierra llegóen más abundancia, y si unos hombres la poseen en mayor gradoque otros.

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AMÁ Comadreja vivía en un agujero delsuelo, con su esposo; un refugio muyrelimpio y maravillosarriente disimulado,pues ha de saberse que Mamá Comadrejaera lista por demás, mucho más lista quesu esposo, como ahora veremos.

La hemos llamado l\tlamá Comadrejaporque acababa de tener un hermosohijito, y en cuanto lo tuvo en sus brazosdijo a su esposo:

-Necesito unos pañales para nuestro pequeño. Ve a buscar­los y tráemelos cQmo a mí me gustan.

-¿Y cuáles son los que a ti te gustan? -le preguntó elmarido.

-Los mejores son los de piel de elefante.-¿Has dicho elefante? -gritó el esposo, aterrorizado--.

¿Cómo vamos a cazar nosotros un elefante?,.

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-¿Cómo? -exclamó Mamá Comadreja, perdiendo la pa-,ciencia-o ¿Cómo? ¡Ahora lo verás!

Arrojó al hijo en brazos del padre y salió presurosa de lacueva, y no paró hasta encontrar al Gusano.

-Como sé que te gusta remover la tierra, te ofrezco la míapara que en ella revuelvas a tu gusto -le dijo.

y mientras el Gusano trabajaba afanoso, Mamá Comadrejabuscó a la Gallina y le dijo:

-Amiga mía, tengo mi terreno lleno de gusanos y tu inter­vención me sería de gran ayuda.

-¿Has dicho gusanos? -exclamó la Gallina, echando acorrer y devorando en un instante al Gusano. Allí la dejóMamá Comadreja, mientras se dirigía al encuentro del Gato.

-Por si sigues sintiendo predilección por las gallinas, tecomunico que los alrededores de mi casa están llenos de ellas-le dijo--. Puedes darte una vueltecita ahora que yo estaréausente un rato.

Naturalmente, el Gato se lanzó velozmente a darse un sucu­lento banquete, encontrando a la Gallina y devorándola en unabrir y cerrar de ojos.

La diligente Mamá Comadreja buscó entonces al Perro yle dijo:

-¿Vas a permitir que el Gato se posesione de esa tierra?¡Mírale: sus insolentes posturas denotan que te reta a que learrojes de ahí!

El Perro no necesitó más: se abalanzó sobre el Gato y lo dejófuera de combate en un momento.

No lejos de allí, Mamá Comadreja continuaba con su astutoplan. Buscó al León y se acercó a él respetuosamente.

-Gran señor -le dijo--, os recomiendo que no paséis poresas tierras, pues en ellas he visto al Perro y seguramentese ha hecho dueño de ellas. Y ya sabéis lo que son estas cosas...

-¡Perro impertinente y atrevido! -rugió el León, y trasuna corta carrera se presentó ante el can, al que destrozó deun solo zarpazo.

-Todo marcha perfectamente -se dijo Mamá Comadreja,

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dejando escapar una risita maliciosa y echando a correr en buscadel Elefante, al que suplicó en tono lastimero:

-¡Señor Elefante! ¡Señor Elefante! Recurro a vos, que soisel ser más poderoso de la selva, en demanda de ayuda. En mistierras se ha asentado el León como dueño y señor, y ya es horade que alguien le recuerde quién es el amo de todo.

-} ustamente, ya es hora de que alguien se lo recuerde-convino el Elefante, y su enorme mole se dirigió a las tierrasde Mamá Comadreja, sin sospechar la traidora trampa que éstale había preparado.

Porque Mamá Comadreja había tenido la precaución deabrir un amplio agujero en aquellas tierras, que cubrió conramas, de modo que el Elefante, al lanzarse contra el León,pisó el falso suelo y se precipitó en la trampa, propinándose tangran· golpe que murió en el acto.

Además, cuando el León le vio avanzar hacia él, puso pies enpolvorosa, y así, Mamá Comadreja se vio completamente librede estorbos.

Arrancó al Elefante su piel y con ella en la mano regresóa su guarida, donde su marido le aguardaba con el hijito enbrazos, sin sospechar lo que su astuta compañera había tramadoy llevado a cabo durante su breve ausencia.

-Pedí una piel de elefante y aquí está -le dijo al padre--.Es lo más conveniente para nuestro hijito.

El esposo tomó la piel, la tocó, le dio mil vueltas, y final­mente se convenció de que, realmente, era una piel de elefante.Entonces descubrió, de una vez y para siempre,. que su compa­ñera poseía la mente más astuta del mundo, pues ni él mismohubiera conseguido aquella clase de pañales para su primogénito.

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IVIÓ en un lejano país un pobre huérfanoque no ganaba ni para comer, y, resueltoa mejorar de suerte, se lanzó a recorrerel mundo. Ya en el campo, vio que unenorme halcón quería devorar una jovenlagartija. El muchacho intervino, es­pantó al halcón y salvó al indefensoreptil, el cual, agradecido, se introdujoen su escondrijo y salió con un. trocitode espejo, que entregó al joven.

Éste siguió su camino, preguntándose para qué quería élun trozo de espejo y dándole vueltas y más vueltas entre susmanos, hasta que, de pronto, apareció ante él un genio gigan­tesco.

-¿Qué me mandas, mi rey? -le preguntó el genio.-Tengo hambre -susurró el joven, todo tembloroso.y ante él apareció una mesa llena de suculentos manjares.

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Después d~saciar su apetito, pronunció tímidamente la palabra«palacio»: y el genio hizo surgir uno ante sus mismos ojosasombrados. En' seguida recordó' el joven que la hija del sohe­rano de aquel país era una muchacha de singular belleza, de laque estaba enamorado, y rogó al genio que se la trajera. Nadamas acabar de pronuqs;iar su deseo, 'la hermosa princesa sehallaba a su lado.

El~ismo amor que el joven sentía por la princesa, sintiÓésta por él;y,poco ~espués se casaban en el palacio.

Pero el rey, no re~ignándose a perder a su hija, envió a sussoldadó~ a buscarla por todo el país, sin resultado alguno.Cuando el soberano estaba más afligido, recibió la visita de unaanciana, quien le' dijo que construyera un barril, en el que ellase encerrqría, .Y fuera arrojáda al mar.

-Tu hija se halla al otro lado del mar -aseguró al rey.Éste mandó arrojar el barril al ,agua, y la vieja viajó durante

varios días, hasta ser recogida por unos pescadores, que abrieronel barril. Cuando s~lió de él, la vieja pidió que le condujeranhasta el palacip del señor de aquel lugar. Una vez ante él, llamóy salió a abrirle la princesa, a quien suplicó la tomara a su ser­vicio .•

De este' modo, la vieja descubrió que, aunque en el palaciono ha0ía sirvientes, todo se hallaba limpio y ordenado. Comen­tó el caso con la princesa, y le preguntó la razón.

-Lo ignoto -. respondió la princesa, y aq Lellanoche repi­tió la misma pregunta a su esposo.

-Todo se debe a este espejito -le dijo él, mostrándoselo.La princesa se lo pidió y después se lo entregó a la vieja,

la cual se apresuró a arrebatárselo. Lo frotó, apareció el genio,y le ordenó destruyera el palacio y condujera a la princesa allado de su padre., Y el genio lo hizo así.

Cuando el joven regresó, ya no estaba el palacio, y en su lugarhabía un gato. También había desaparecido la princesa.

El pobre muchacho viajó hasta el palacio del rey y en élpidió trabajo en la cocina. Se lo dieron, y así tuvo oportunidadde colocar una sortija en un plato destinado a la princesa, y de

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DE L~SCALzAS

Hada. "'01. 11 •.•••

N una aldea remota, la más pequeña queexistía en todo el reino de la Fantasía,cuentan las leyendas que vivió hace muchísimos años un pobre leñador, el cllal,gracias a sus dotes de ingenio, bondad yperseverancia, llegó a salir de su humildecondición para alcanzar en cambio unode los puestos más preeminentes de laCorte.

No podemos menos de decir a nues­tros lectores antes de seguir adelante, que en aquel reino de laFantasía, eran sus habitantes bastante tontos. Y por este motivo,como Gil, el leñador de este cuento era ingenioso, se valió deesta cualidad para alcanzar la meta de sus deseos.

Veréis como sucedió.Gil, como ya sabe~os, era leñador, y de los más pobres del

lugar. Con decir que la mayor parte de los días se quedaba sin

este modo ella pudo saber que el príncipe se encontraba en

palaciq. Consiguió hablar con el en secreto, pero la vieja les ldescubrió y, utilizando su espejo, envió al joven al lugar donde . I

se levantara su palacio destruido. IVivía allí el rey de los ratones, quien, alarmado de las grandes

matanzas que realizaba sin cesar el gato, pidió ayuda al joven.-Lo haré -le contestó éste--:-, aunque tú no puedas hacer

que vuelva el trocito de espejo a mis manos.y explicó al rey de los ratones de qué se trataba. El monarca .

roedor se interesó por su caso y resolvió hacer algo. Llamó a ,sus súbditos y les preguntó si alguno de ellos tenía acceso alpalacio del rey; y quién conocía a la malvada vieja.

-Yo me alojo en la habitación de esa mujer -declaró unratoncillo--. Se que siempre lleva en la mano un espejito.

-Debes arrebatárselo -le ordenó el rey de los ratones.y el ratoncillo, con dos compañeros, se dirigió al palacio.

Llegaron dos días después y sorprendieron a la vieja durmiendo.Uno de los ratoncitos le introdujo la cola en su nariz, para ha­cerla estornudar, momento que aprovechó otro ratón paraapoderarse del espejo, que ella guardaba bajo la almohada.

Regresaron con su botín y se lo entregaron al joven, el cual,en agradecimiento, se llevó al gato asesino de ratones.

Cuando se hubo alejado un tanto, sacó el espejo y, al apare­cer el genio, le pidió un traje real, un soberbio caballo y ungran ejército de soldados. Con todo ello se dirigió al palaciodel rey, lo cercó y obligó al monarca a que le entregara a suesposa. A la vieja se la llevó el genio, para darle su escarmiento,y el joven matrimonio vivió feliz gracias al maravilloso espe­jito roto.

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cenar porque no tenía ni una moneda para comprar un poco dequeso, lo hemos dicho todo. Asi que cuando iba al monte acortar leña, se pasaba pensando muchas horas en la forma desalir de su pobreza. Y al final le pareció que había dado con lasolución. j;

Aquel día, tenía mucha hambre y se dirigió a casa deltendero.

-¿Quién es? -preguntó éste al oir que llamaban a la puerta.-Soy Gil de las calzas verdes.Salió el comerciante, y mirando las calzas de Gil, le dijo:-¿Cómo dices que tienes las calzas verdes, si yo mismo las

estoy viendo que son amarillas?-Ahora tengo prisa -dijo Gil con misterio--. Pero dame

un saco de garbanzos, y te lo explicaré a mi regreso .El tendero se lo dio, y Gil se puso a andar carretera adelante.-¡Aquí va Gil de las calzas verdes! exclamaba.-No es verdad -le atajó un hombre que llevaba su vaca

atada con un cordel-o Tus calzas no son verdes, sino amarillas.Bien a la vista está.

-Eso es lo que a ti te están pareciendo, pero no es. así.-¿Qué no es así? ¿Por qué?-Te lo explicaré a mi regreso, si me das tu vaca a cambio de

este saco de garbanzos -le ofreció Gil mostrando los que lehabían sobrado después de comer todos los que quiso.

-Está bien. Toma la vaca. Y no dejes de contármelo.Ya hemos dicho que los ha~itantes de aquel reino eran muy

tontos. De manera que Gil se marchó con la vaca, pregonandopor todas partes que por allí iba «Gil de las calzas verdes».

Todos los que le oían se quedaban atónitos, y todos aquélloscon los que se cruzaba abrían mucho los ojos, porque en vez dever calzas verdes como su dueño pregonaba, eran de color ama­rillo según el criterio de todos. Y se asombraban lo indecible.

Llegó de esa manera a la plaza del mercado, y se acercó aun vendedor de caballos que estaba junto a la pareja más bonitade caballos que había en toda la ciudad. Y a Gil le gustaban los.caballos sobremanera.

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-Me gustaría subir a la grupa de ellos con mis calzas vet'dn;-dijo.

-¿Por qué dices que son verdes, cuando son amarillas"(-Cámbiame tus caballos por mi vaca y te lo diré a 1111

regreso.Se hizo el cambio, y Gil se marchó cada vez más contl'nln

con sus caballos, los cuales más adelante los cambió por lIllIIcarroza usando como siempre el truco de sus calzas verdl's, vla carroza a su vez, intentó cambiada por un castillo que h:lhlllmuy cerca del palacio real.

Pero el dueño del castillo se puso muy enfadado, al ver q 11('

Gil no le quería confesar el motivo en que se basaba para afi 1'111111

que sus calzas eran verdes. Y llamó a un alguacil.-Este hombre es un pillo, que quiere cambiarme su cart'o;-.:t

por mi castillo. Yo, se lo daría tal como me pide, pero a condicillllque me descifre al momento el enigma de las calzas. De lo contrario, lo llevaremos ante el Rey.

Gil se negó a cóntestar, y entonces le llevaron preso ante elMonarca. "-

. -¿Por qué dices que tus calzas son verdes? -preguntÚ elMonarca.

-Lo diré, si me entregas antes todo el oro que quepa dent 1'0

de este saco.Como el rey tenía mucho dinero, no le importaba perder 1111

poco. y se lo dio.Gil de las calzas verdes ya era rico. Y dijo al rey de los Ion

tos: -Ahora quiero ser primer ministro.También, fue primer ministro, y como ya no ambiciollalm

nada más, le confesó al rey la verdad 4e su afirmación. Pot'l)lIl'las calzas eran amarillas por fuera, efectivamente, pero por dentro eran verdes.

Las mostró delante de todos, y todos se dieron por sat isfechos.

y se acabó el cuento.

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ESPUÉS de una desgraciada guerra, el reyWandrell tuvo que entregar a su enemigola mejor de sus ciudades, y tanto dolorle causó aquella pérdida, que enfermóy murió a poco, ocupando el trono suhija, la hermosa Indriana. '

Docenas de príncipes, caballeros yfamosos guerreros se apresuraron a pedirsu mano, pero ella les ponía como condi­ción que debían reconquistar la ciudad

perdida y otras cien más. Ninguno se atrevió a emprender tangran hazaña, y la reina se tornó triste, viendo que jamás tendríaesposo.

Pasó el tiempo, y sucedió que el hijo del rey de un paísvecino creció y se hizo hombre, y, decidido a correr aventuras,tomó una pequeña escolta y salió a recorrer el mundo.

Al pasar por una ciudad, su príncipe retó a Ramurha, que48

así se llamaba el hijo del rey, y lucharon ante los ojos de todoslos habitantes de la ciudad, venciendo ~amurha. El príncipe leofreció su· ciudad, pero él le contestó:

-No sabría qué hacer con ella. CoÍlsérvala.Venció, uno tras otro, a todos los príncipes de las ciudades

por las que pasaba, y todos le ofrecían sus ciudades, aunqueRamurha siempre contestaba:

-No sabría qué hacer con ella. Consérvala.Cierto día, en un descanso, su trovador cantó la canción que

se refería a la reina" Indriana, que decía así:-Ganará la mano de la bella Indriana y la hará feliz, el

caballero que conquiste cien ciudades.Ramurha se puso en pie con impaciencia y exclamó:-¡Corramos al reino de Indriana!Cabalgaron sin parar durante siete días y siete noches, y

llegados ante la hermosa Indriana, le dijo Ramurha:-¡Yo rendiré cien ciudades a tus pies!Antes de partir, ordenó a su trovador que entretuviera a la

reina con bellas canciones, por ver si sonreía. Y el valienteRamurha viajó por cien ciudades, a cuyos príncipes venció, y atodos les ordenaba:

-Preséntate a la bella Indriana y dile que tu ciudad ya ha.pasado a ser suya.

Los cien príncipes así lo hicieron, y la reina pudo gobernarsobre aquellas cien ciudades. Entonces llegó Ramurha y le dijo:

-He cumplido mi palabra. Ya tienes las cien ciudades.-Has triunfado y me complace. Seré tu esposa..Pero no por eso dejaba la reina de ofrecer en su rostro tIna

sombra de tristeza. Preocupado, Ramurha le preguntó:-. ¿Por qué tus ojos siguen estando tristes? No me casaré

-contigo mientras ·no consiga borrar esa tristeza.-Sólo sonreiré cuando alguien logre matar a la serpiente

del río, que hace crecer sus aguas a su capricho -dijo Indriana.Prometiendo cumplir su nuevo deseo, el príncipe se dirigió

al río y buscó a la serpiente. No la halló y recorrió varia~ ciuda­des ribereñas, hasta que llegó a unas gargantas, donde descubrió

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eir~f\()del .

N la ciudad de Lieja vivía hace muchísimotiempo un zapatero muy trabajador, quese pasaba todo el día y buena parte dela noche dale que dale a sus zapatos,-sin mejorar por eso de fortuna. No esque ganase poco, o que su esposa fueseabandonada o muy gastadora. Nada deeso. La causa de su pobreza radicaba ensus hijos, en el número de ellos, pueseran doce.

-No te apures, mujer -le solía decir el zapatero a su'esposa-o Cualquier día, nuestra suerte cambiará.

-Te haces demasiadas ilusiones -'-le replicaba ella, pero sealegraba de que su dilige~te marido mantuviera encendida laesperanza.

Cierta mañana, mientras tomaban su escaso desayuno, elzapatero dijo a su mujer:

al monstruo y luchó con él. Pero era tan poderoso, que unasveces vencía la serpiente y otras 'el príncipe; y el agua del ríounas veces se desbordaba, regando los campos, o discurría por .su cauce, con· perjuicio para los campesinos.

Más de diez años duró aquel duelo descomunal, hasta que,finalmente, venció Ramurha, quien entregó a su trovador laespada con la que había vencido a la serpiente, diciéndole:

-Lleva esta espada a la bella Indriana, comunícale que yahe vencido a la serpiente y observa si sonríe.

El trovador cumplió el encargo, pero la reina le dijo:-Anuncia a Ramurha que debe traerme la serpiente, para

que se convierta en mi esclava y pueda yo provocar a mi antojolos desbordamientos. Sólo cuando vea llegar a Ramurha conla serpiente, sonreiré.

El trovador regresó junto a su señor y le transmitió lasp~labras de. Indriana, pero el príncipe había enfermado, ymurió.

Cuando la reina conoció la gran desgracia, exclamó llenade dolor:

. -iNo existió mortal que realizara más sublimes gestas!iSerá enterrado en una tumba tan alta como no haya vistoninguna!

Cien mil hombres comenzaron la construcción de una colosalpirámide, que se elevó a alturas increíbles. Todas las mañanas,Indriana subía a la cumbre de l~ gigantesca tumba y decía:

-Es muy alta, pero Ramurha se merece mucho más.y los cien mil obreros traba'jaron hasta que desde lo alto de

la tumba se divisaba todo el reino de Indriana. Entonces éstacayó sobre aquella montaña de piedra y murió, sonriendo porprimera y última vez. Y fue enterrada junto al valiente Ramurha,el héroe más famoso que vieron los siglos.

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donde tenían una especie de jardín. Cuando empezó a cavarafanosamente, su mujer le gritó:

-¿Qué nueva locura es ésta? ¡Vuelve a tus zapatos, zapa­tero, que tienes doce bocas que alimentar!

Pero él no le hizo el menor caso y siguió cavando hasta en­contrar un caldero lleno de plata. Al vedo, su esposa quedóestup~facta.

-¿No es cierto lo que decía mi sueño? -le preguntó elzapatero--. ¿No ha resultado que he encontrado la felicidad enParís, en el tercer puente del Sena?

El afortunado matrimonio decidió hacer una vida parecida ala que llevaban antes, si bien algo más desahogada. Guardaronla plata y el caldero, que era de cobre, lo colocaron en un rin­cón de la casa, como adorno. Llevaba en su fondo una inscrip­ción, pero, como no la entendieron, se olvidaron de ella.

Días después les visitó el párroco, el cual, al ver el caldero,les preguntó dónde lo habían conseguido.

-Lo he comprado a un anticuario -le contestó el zapatero,mintiendo, acaso, por primera vez en su vida-o Pero no hemosconseguido entender el significado de esa inscripción.

-A ver, a ver -dijo el párroco, tomando el caldero y leyen­do la frase--. Es latín. Y dice: (~Debajode este caldero hay otrocaldero».

El zapatero comenzó a frotarse las manos con nerviosismo,deseando que se fuera el párroco para salir de nuevo al jardíncon la azada. Y lo hizo en cuanto se quedó solo, cavando másprofundamente en el mismo agujero. ¡y halló otro caldero, tanlleno de plata como el anterior!

-Ya tenemos el porvenir asegurado -exclamó la esposa.Y, para celebrar tan fausto acontecimiento, el zapatero

hizo colocar, fabricado en piedra, un cuerno de la abundanciajustamente donde aparecieron los dos calderos salvadores.

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-Esta noche he soñado que en París, en el tercer puente delSena, encontraré la felicidad.

-N o eres tan niño como para creer en sueños -no suesposa, mofándose de su ingenuidad. I

Durante todo el día, mientras trabajaba con sus zapatos, el'zapatero no dejó de pensar en su sueño.

y la siguiente noche, en cuanto cerró los ojos, volvió a soñarque en París, en el tercer puente del Sena, encontraría lafelicidad.

A la mañana siguiente se lo dijo a su esposa, ella volvió areírse de su credulidad, y el hombre volvió a su trabajo. Perocomo el sueño se repitiera una noche tras otra, el zapateroresolvió emprender el viaje a París.

-¡No seas loco! -le amonestó ella-o Perderás tu clientelay, cuando regreses, te encontrarás sin trabajo.

Pero el zapatero estaba decidido y se fue a París. En cuantollegó a la capital preguntó dónde se encontraba el tercer puentedel Sena y, por fin, estuvo ante él. ¿Qué tendría que hacer,ahora? El primer día se paseó una y otra vez por el puente y susalrededores, mas nada pasó. El segundo día hizo lo mismo, conel mismo resultado. ¿Habría perdido el viaje? El tercer día setropezó con un mendigo, el cual le dijo:

-Me he fijado en vos últimamente, y os he visto pasar porese puente, recorrer sus alrededores, sin alejaros del lugar.¿Qué es lo que perseguís?

El zapatero le confesó los sueños que había tenido. Elmendigo soltó una carcajada y dijo:

-Yo también tengo sueños parecidos, pero no les hago caso.Por ejemplo, he soñado durante tres días que detrás de la casadel zapatero de Lieja, hay enterrado un caldero lleno de plata.Pero no he querido moverme de aquí.

El zapatero sintió gran excitación al escuchar aquellas pala­bras, y, despidiéndose precipitadamente del mendigo, tomó elcamino de su casa.

Su esposa le recibió amablemente, pero él, sin apenas hablarpalabra, tomó una azada y se dirigió a la parte trasera de la casa,

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OY a comenzar por preguntaros si habéisvisto bailar al sol en una mañana dePascua.

Yo tuve la suerte de contemplar talespectáculo cuando aún con.taba muypocos años. Y 10 sigo contemplando, apesar del mucho tiempo transcurrido, delos implacables años que han dejadogrises mis cabellos.

¿Crees que estoy hablando por ha­blar? Pues, espera un instante, .Y te explicaré cómo baila. No esnada descabellado.

Verás: si Dios 10 deseara, nos permitiría ver bailar al sol,del mismo modo que nos resulta posible ver bailar a los mos­quitos cuando zumban en medio de sus rayos luminosos.Pero Dios da la impresión de que 'no quiere que sus milagrossean contemplados por todo el mundo. Esa ventaja se la concede

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a quienes tienen verdadera fe en su poder, y es así que puedenver más' cosas maravillosas que los demás.

Ahora, querido niño, respóndeme: ¿Has visto cómo pesta­ñean las estrellas? ¿Has visto el baile del sol en la superficie deun lago, cuando el agua se ondula en armoniosos círculos?

¿Has visto todo eso? Sin embargo" no debes pensar que lasestrellas tienen párpados para poder pestañear en la noche.O que el sol, salta como un animalito de poco peso, pues esmucho más grande que nuestra Tierra.

La alegría del sol se manifiesta de una forma verdaderamentemaravillosa, pues su alegría es resurrección. Lo celebra comocuando nuestro Redentor resucitó.

¿Es que aún no te has dado cuenta de que la primavera esuna fiesta de resurrección? Resucitar quiere decir despertar dela muerte. Con la llegada de la primavera, toda la Naturaleza sedespereza y despierta a la nueva vida, olvidándose de la aburridainmovilidad del invierno.

Es cuando la nieve se derrite y parece llorar, como se lloró alpie de la cruz de Cristo ..

La semilla de trigo queda escondida en la tierra, a seme­janza de cuando nuestro Dios descendido de la cruz fue depo­sitado en el sepulcro oscuro.

Es el momento en que se resquebrajan los hielos, dejandoen libertad a los mares, que durante tan largos meses hansoportado su opresión, del mismo modo que la losa fue levan­tada de la tumba de Cristo.

y la nueva luz, más brillante que nunca, ilumina los tétricosparajes de la noche invernal, dando nueva vida a todo, como elRedentor surgió de la oscuridad de la muerte.

Es el gran momento esperado por tq,da la Naturaleza, quelanza gritos de júbil() de mil formas distintas, aunque sean silen­ciosas, como las manifestaciones de verdor en los campos y labelleza deslumbrante de las montañas rejuvenecidas por el sol;y nadie puede dejar de pensar que la nueva vida que Dios in­fundió al mundo fue algo semejante, si bien se trató de unaesperaiiza mucho más sublime ...

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N cierta aldea un borrico llegó a viejo y lefue casi imposible arrastrar el carro alque su amo le ataba diariamente para iral mercado.

-No tendré más remedio que ven­derte, Tiburcio -le dijo el labrador-,Comes mucho más de 10 que vales.

Por su parte, Tiburcio pensó:-Reconozco que las fuerzas me fa­

llan. Pero aún conservo mi magníficavoz. Si me oyeran en la iglesia de la capital, no hay duda de queme admitirían en el coro.

Resuelto a llevar a cabo su idea, aprovechó un descuidode su amo y huyó de la cuadra, tomando el camino de la capital.Antes de salir de la aldea, vio a un perro de caza, tan viejo comoél, con aire muy triste.

-¿Qué te sucede, amigo? -le preguntó el burro--.

Este despertar de la Naturaleza es la obra del sol, y entoncespodemos asegurar con propiedad ~ue el sol baila.

¡Ah, mira esos rayos de sol! ¿Dónde es posible. ver unamaravilla igual? ¿Dónde, algo tan sutil, transparente, atractivo,y, al mismo tiempo, tan poderoso, tan cálido, pues en ellos sehalla concentrada toda la fuerza de la vida? .

¿Aún sigues creyendo que no baila? Que te 10 digan lasnubes, los livianos navíos del espacio, que se deslizan envueltosen las pavesas de sus bordes enrojecidos ... Que te 10 diga el aguaque corre saltarina de peña en peña, bajo la caricia brillante delos rayos del sol... Que te 10 digan los capullos que se abrenlle~os de vida ... Que te 10 diga el ruiseñor, o las primeras mari­posas que se posan a libar en las bellas flores recién abiertas, olos mosquitos cuando revolotean como seres espectrales enmedio de las columnas increíbles de brillante luz, o los chiqui­llos, tú mismo, cuando te lanzas en veloz carrera por un prado,tras otros amiguitos que se encuentran tan llenos de vitalidadcomo tú mismo, las mejillas encendidas, los músculos a punto,la mirada anhelosa de ver lejanos horizontes, el espíritu dispuestopara descubrir los más profundos secretos de la vida sin asom­brarse ...

Todas esas cosas creadas por Dios, tú mismo, darán unaúnica respuesta:

-N osotros estamos aquí para dar fe de ello, para reveladoal mundo, porque 10 comprendemos. Es bien cierto: el sol bailaen la mañana de Pascua. Ha llegado la gran esperanza de lanueva vida. ¿Qué tiene de extraño que baile de alegría?

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elGRAN

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-Mi amo ya no me quiere a su lado porque dice que nosirvo ni para cazar ratones -le cON.testóel can.

-No te apures. Tú tienes una voz tan buena como la mía,y juntos formaríamos un magnífico dúo. En cuanto nos oiganen la iglesia de la capital, nos admitirán en el coro.

y así fue como el burro y el perro marcharon juntos haciala ciudad.

Acababa el día cuando pasaron ante una granja, a cuyapuerta vieron un gallo con mirada melancólica.

-¿Te sucede algo, amigo? -le preguntó Tiburcio.-j Una tragedia! -suspiró el gallo--. Mi ama me encuentra

viejo y va á hacer mañana conmigo un buen caldo.. El burro le convenció de que los tres podrían formar un

excelente trío de cantores, y los tres animales emprendieronjuntos el camino de la capital: el Burro, moviendo sus largasorejas alegremente; el Perro, agitando su cola; y el Gallo lan­zando de vez en cuando un sonoro kikirikí.

En un pueblo del camino vieron a un gato de aspecto lasti­moso, y como los tres viajeros eran muy buenos, le preguntaron:

-¿Podemos ayudarte en algo, hermano?-jAy, acabo de ser arrojado de mi casa porque se me ha

escapado un ratón! --exclamó el Gato--. Soy ya viejo y nocazo como antes. Y mis amos ya se han cansado de mí.

-Si quieres, puedes venir con nosotros -le dijo Tiburcio--.Nos dirigimos a la capital para solicitar un puesto en el corode la iglesia. Contigo compondríamos un magnífico cuarteto.

y el Burro, el Perro, el Gallo y el Gato se pusieron en mar­cha. La noche les sorprendió en un bosque; el Burro y el Perrose echaron bajo un árbol; el Gato se acomodó en unas ramas, yel Gallo voló a la copa del árbol, desde donde' descubrió unalejana luz entre los árboles. ¡Una casa! Los cuatro amigos seapresuraron a llegar a ella, confiando en encontrar algo quecomer.

lViiraron por una ventana y vieron que varios hombres esta­ban dando cuenta de una cena compuesta de salchichas ypescado.

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-j Salchichas! --exclamó el Perro, haciéndosele la bocaagua ..

"-jPescado! --exclamó el Gato, sintiendo su estómago tanarrugado como una pasa.

Los' hombres de aquella casa componían una cuadrilla debandidos. Aunque lo hubiesen sabido, nuestros animales no sehabrían echado atrás, tanta era el hambre que tenían.

-Quizá si les obsequiamos con una serenata nos premiencon un plato por barba -apuntó Tiburtio.

Aceptada la idea, los cuatro se pusieron a cantar con todala fuerza de sus pulmones, haciendo temblar la casa y el bosque.El Burro rebuznaba, el Perro ladraba, el Gato. maullaba y elGallo lanzaba kikirikís como en sus mejores tiempos.

Al oir semejante alboroto, los bandidos creyeron, sin duda,que la casa estaba cercada por un ejército de policías, y aban­donaron precipitadamente la mesa, llenos de pavor. El Gallorompió con su pico los cristales de la ventana, con lo que losmalhechores corrieron aún más, huyendo de la casa.

Entonces nuestros cuatro amigos se sentaron tranquilamentea la mesa y acabaron con toda la opípara cena. Después se dis-

.pusieron a dormir. El Burro se echó sobre un montón de paja,en el patio; el Perro lo hizo en los escalones de la puerta; el Gatose acurrucó junto al fogón; y el Gallo trepó a lo más alto deltejado.

Entre tanto, los bandidos, al ver que su casa estaba denuevo tranquila, resolvieron regresar, adelantándose uno envisita de inspección. Entró en la casa y, como estaba a oscuras,pisó al Gato, el cual se revolvió, furioso, e intentó arañarlc.El ladrón, aterrorizado, echó a correr, tropezó con el Perro, yrecibió un fuerte mordisco; el Burro se despertó y le propinóuna coz; y en el tejado, el Gallo cantó alegremente.

Creyendo que la casa estaba llena de monstruos, los bandidosla abandonaron para siempre, y en ella vivieron en adelante muyfelices el Burro Tiburcio, el Perro, el Gato y el Gallo.

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para consolarnos!Flor de Loto alzó la cabeza y descubrió un bello pájaro con

cola en forma de lira, mirándole desde una rama alta.¡-¿Quién eres? -.l~ preguntó el príncipe,-Me llaman Lira, aunque, en realidad, soy una princesa

encantada. Antes me llamaba Dulcivina. Era tan orgullosa que el

Hada Sol me convirtió en pájaro. Sé que tenía razÓn y ahoraestoy arrepentida.

-¡Ah, si yo pudiera ayudaros! -exclamó Flor dt' LolO,Apareció entonces una nube y de ella surgió el I Inda Sol.·-¿Te agradaría ver en su verdadera forma a la prim'csa

Dulcivina? -preguntó a Flor de Loto.Éste contestó afirmativamente, y entonces el Had:1 Sol tocÓ

al pájaro con su varita y apareció una bellísima princesa.-Ahí tienes a Dulcivina -dijo el Hada-. Míralll bien.Un momento después, la princesa volvía a ser el p:íjaro I.ira.-¿Qué puedo hacer para salvarla definitivamente? quiso

saber Flor de Loto, ahora más que nunca deseoso de deSellL':mrara la hermosa Dulcivina.

-Para que recobre su forma natural deberás cl1col1lrnr elimán que atrae el carbón -le indicó el Hada, desapareciendodespués.

Flor de Loto tomó su espada y su caballo y partiÓ <.'11buscadel maravilloso imán. Tras mucho caminar, llegó jUllto a unanciano que descansaba al borde de un gran bosque, el cual seinteresó por el motivo de su viaje.

-Debo encontrar el imán que atrae el carbón -le conf"csÓFlor de Loto.

. -Difícil empeño, hijo mío -murmuró el anciano-. Antesde llegar a él es preciso atravesar la región de los gnomos, laselva del León de las Melenas Azules y las Siete Viudas delGenio Morlon. Harás y dirás lo siguiente ...

y el anciano pasó, a darle las instrucciones necesarias parasalir triunfante de toda's las pruebas; Flor de Loto se despidiÓ deél, agradeciéndole sus consejos y entregándole las pocas monedasde oro que llevaba.. Al llegar a la entrada de la morada de los gnomos recordó

las palabras que tenía que pronunciar y dijo:-Ábrete, insalvable losa de la desolación, y permite el paso

a quien quiere buscar la salvación.y la losa se apartó y Flor de Loto entró en el país de los

gnomos. Éstos, al principio, no le creyeron que sus tesoros le

N los viejos tiempos de la fabulosa Chinavivió un emperador que tenía dos hijas,llamadas Rayo Blanco y Rayo Amarillo,tan bellas como orgullosas. En cambio,el hijo, Flor de· Loto, era la humildadpersonificada, aunque siempre estabatriste y le agradaba la soledad.

Cierto día, paseando por los jardines,oyó una voz:

-¡Podríamos unir nuestras tristezas

60HadclI "'01.11.5,0 61

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renían sin cuidado, pero se convencieron de que no queríarobarles cuando el príncipe les regaló un magnífico collar dediamantes. Así, pudo continuar su viaje y llegar a una selvaimpenetrable, donde en seguida se le apareció el León de lasMelenas Azules. Se trataba de una figura imponente, enorme ypoderosa, con las melenas y el cuerpo azúlados.

-¿Quién eres tú que no tiemblas ante mí? -rugió el León,al advertir que Flor de Loto le contemplaba sin temor.

-Soy un hombre, un ser más poderoso que tú -le contes­tó el príncipe tranquilamente--. Tú vences a todos los demásanimales, pero los hombres te cazan y te guardan en jaulas.

. Entonces sucedió algo sorprendente: el León se convirtió enun gallardo joven, que dijo llamarse Leonildo. Había sido desen­cantado debido a que alguien se había impuesto al terrible León.Flor de Loto y Leonildo se abrazaron y prometieron ayudarsemutuamente.

Viajaron hasta alcanzar la ciudad de las Siete Viudas delGenio Morlon. Penetraron en el palacio y allí vieron a lasSiete Viudas, cuyas cabelleras resplandecían como el fuego ysus rostros eran de belleza sin igual.

-¿Por qué venís a este lugar prohibido? -les preguntó laprimera de las Viudas.

-Soy Flor de Loto, heredero del trono de la China, y miamigo es Leonildo, el que fue rey de la selva -le contestó elpríncipe--. Venimos buscando el imán que atrae el carbón.

-Te dejaremos pasar con la condición de que Leonildo sequede en este palacio ocupando el trono del difunto GenioMorlon.

Leonildo accedió y Flor de Loto partió, encontrando final­mente el preciado imán, con el que regresó a su país y desen­cantó a la bella Dulcivina. La feliz pareja se casó y el emperadororganizó festejos que duraron cuarenta días.

ESTE VOLUMEN CONTIENE:

Estrella de la mañana

UW El disfraz del reyLa isla floralinda

nPeri~o el desaplicadoLos doce amigos

I{( El toro del reyEl hombre del Polo

r El jarro de la sabiduría

La comádreja astuta

\El espejo roto\\11 Gil de las calzas verdes

La princesa triste

\IEl tesoro del zapatero

Qué bella es la vida

¡El gran orfeónflor de· loto

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Mis M cuentostJI

de

HADAS

Editorial VASCO AMERICANABILBAO-ESPAÑA