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MINISTERIOS VISIÓN INTERNACIONAL

JUNTOS EN LA COSECHA

EL AYUNO - 10 Reflexiones

¿Por qué estas reflexiones sobre el ayuno? ¿Y por qué yo? Debo admitir que yo sería la última persona en el mundo en tratar de enseñar a otra sobre el ayuno. A mí no me gusta ayunar, me gusta comer. Me gusta cocinar, disfrutar la comida, ir a restaurantes. Si me dan a elegir, prefiero leer un libro de cocina antes que uno de doctrina. Y si tiene fotografías, mejor.

Pero también soy pastor, y conozco el corazón de los siervos de Dios. Más que frecuentemente, nos vemos sujetos a una rutina del trabajo, servicio, ministerio, estudios bíblicos, predicaciones, cultos, ensayos musicales, células, congresos y eventos varios. En mi experiencia, realizamos esas actividades cansados, irritados, molestos con todo el mundo y, en particular, con nosotros mismo. La razón de esto es que estamos fuera de forma, tanto en lo físico como en lo espiritual.

Quizás la razón más importante es el haber descuidado las disciplinas espirituales. Como un atleta que no se entrena, el ministro cristiano siente afectado su rendimiento cuando esto pasa. ¿Y cómo se ve que un “atleta espiritual” está fuera de forma?

• Sus actitudes; • Su vida matrimonial; • La relación con sus hijos; • Tentaciones; • Excesos de comida y bebida; • Programas de TV que mira, y páginas de Internet que visita; • Palabras obscenas, frases indecentes, chistes subidos de tono; • Irritación ante el menor de los problemas; • Enfriamiento espiritual. Fastidio de orar o leer la Biblia; • Poca paciencia para con nuestros hermanos en Cristo.

Queridos hermanos, necesitamos ponernos en forma, tanto en cuerpo como en espíritu. De nuestra preparación depende cómo, cuándo y cuánto Dios obrará en nuestras congregaciones. Y no es justo que la gente que ama a Dios y depende de nuestra guía se pierda las bendiciones del cielo por causa de nuestra falta de ejercicio.

¡Vamos a prepararnos! ¡Ejercitémonos! ¡Entremos en disciplina!

Un ejercicio muy fácil de practicar, y por lo mismo muy descuidado, es el AYUNO. Sin embargo, cuando el AYUNO va acompañado de ORACIÓN hacen una mezcla explosiva con resultados poderosos en nuestras vidas, familias e iglesias.


¿Cómo ayunar? Mi consejo es: Ayuna como el Señor te guíe. Ayuno total, ayuno parcial, ayuno de Daniel, ayuno de Esdras, tú escoges. Comienza ayunando unas horas por semana. Luego progresa a ayunar un día por semana. Yo prefiero para mí los días miércoles. Está en el medio de la semana, y coincide con la reunión de oración de mi iglesia. Pero si el día que escogiste no te fue posible ayunar, escoge otro. Con el tiempo, el Espíritu Santo te invitará a ayunar dos o tres días seguidos. No intentes hacerte el héroe con el ayuno. Dios no está buscando faquires que se autoinmolen para Él. Está buscando hijos obedientes en los cuales reflejar su gloria. Más allá de cómo y cuánto ayunas, lo importante es que busques al Señor en ayuno y oración, que te ejercites en la piedad.

Ayunemos y oremos por nuestras vidas, ministerios, matrimonios, hijos, congregaciones. Por el país, por nuestras ciudades, por lo que Dios hará en el resto de este año. Por nuestros pastores, líderes, servidores. Por un avivamiento. Por Palabra fresca en nuestros púlpitos. Para que ningún pastor o líder caiga en pecado más. Una vez que iniciemos esta práctica del ayuno, créeme que no te faltarán motivos para ayunar.

Para los que somos ministros de la Palabra de Dios, ayunar debería ser parte de nuestro ministerio, y no una ocurrencia esporádica.

Hechos 13:2 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo...

El ayuno representa un triple ministerio:

- A Dios, pues el conoce nuestro corazón, y sabe que tenemos hambre de Él.

- A la congregación, que se fortalece cuando su líder se consagra a buscar a Dios;

- A nosotros mismos, porque nos hace bien. Nos edifica. Nos fortalece. Bajamos de peso, se normaliza nuestra presión arterial, se regula el azúcar en la sangre.

Mateo 6:17-18 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro... y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público

Yo te animo a que pongas en práctica esta disciplina espiritual. Al principio no te va a agradar, pero eso es normal. Por eso es una DISCIPLINA. Luego, con la repetición, comenzarás a apreciar los efectos beneficiosos en tu cuerpo, en tu alma, en tu vida ministerial, en tu matrimonio. Y todo será para la gloria de Dios. Espero que estas reflexiones te sean de ayuda para lograrlo. Bendiciones, Dr. Pablo Manzewitsch


El Primer Ayuno de la Biblia

Génesis 2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

El concepto del ayuno tiene que ver con la abstinencia voluntaria. Hay algo que puedo hacer, pero no lo hago. Algo que puedo comer o beber, pero decido no hacerlo. La cosa de la que me abstengo no necesariamente debe ser mala. “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica”, dice el apóstol Pablo (1 Corintios 10:23)

Abstenerme de algo malo (fumar, por ejemplo) es fácil. Basta ver a un enfermo terminal de cáncer de pulmón para que se nos quiten las ganas de fumar. Tampoco es difícil abstenerme de lo que no me gusta (brócoli, col de bruselas, tofu, etc.). Es difícil ser tentado a comer algo no me agrada. La verdadera prueba, la prueba de madurez, es decir NO a lo que sí quiero comer.

Más allá de las consideraciones teológicas, quizás este sea el sentido de este pasaje en Génesis. Adán y Eva tenían todo a su alcance. De la gran variedad de cosas para comer, sólo una estaba vedada a ellos. Un árbol entre miles les estaba prohibido. Y fue de ese árbol que comieron. ¿Rebelión? ¿Curiosidad? ¿Accidente? ¿O fue simplemente la naturaleza humana? No seamos duros con Adán y Eva. Nos pasaría a nosotros también. Si nos invitan a un gigantesco buffet donde hay todo tipo y clase de comida que nos podamos imaginar, y ponen un platillo muy apetitoso, pero con un cartel que dice: “No se sirva de este plato”, ¿Dónde estaría la fila más larga para servirse? ¡Justamente ahí, en ese platillo!

Adán tenía que madurar. Y la madurez viene con el NO. El SÍ halaga, consiente, mima, agrada. El NO nos confronta, nos baja de las nubes de la autocomplacencia y pone nuestros pies sobre la tierra. Nos exige postergar la satisfacción de nuestros deseos, y hacernos cargo del presente y sus desafíos.

Cuando el NO viene de afuera, si la persona que me está negando es poderosa (Dios, o el policía que dirige el tránsito) obedezco, aunque a regañadientes. Más difícil es decir NO a uno mismo. Jesús dijo que la marca de un verdadero discípulo es poder negarse a sí mismo, tomar la cruz a diario, y seguirle (Lucas 9:23).

Nunca seremos cristianos maduros, o más bien hombres y mujeres maduros, hasta que no aprendamos a decirnos NO, y a aceptar y obedecer ese NO sin rencores ni amarguras. ¡Bendiciones!


El Ayuno Para Purificación 1 Juan 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

Encuentro que de las tres categorías de pecados (o deseos) de 1 Juan 2:16, me es más fácil superar los DESEOS DE LA CARNE y los DESEOS DE LOS OJOS. La tercera categoría, LA VANAGLORIA DE LA VIDA (orgullo, entre nosotros), es un poco más complicada. Las raíces del orgullo penetran hondo en mi alma, y se aferran a ideas, conceptos y ambiciones que no han pasado por el fuego purificador de Dios. Como estoy en un estado de movimiento perpetuo, me es difícil distinguir el origen de muchas de mis deseos, que cuando se convierten en decisiones y acciones, me traen problemas. Cuando percibo el ácido aroma del orgullo emanando de mis actitudes, me digo a mí mismo: "Ahora no tengo tiempo. Más tarde trataré con esto en mi vida". Y ese "más tarde" viene a ser un "nunca".

El profeta Isaías dice:

Isaías 57:20 Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo.

Es así como ministramos, oramos, desarrollamos eventos, predicamos y vivimos, con cieno y lodo que se van acumulando en nuestros corazones. Tarde o temprano, esa contaminación tiene que salir. Para eso, hay dos posibilidades:

- Dios saca el cieno y lodo;

- Lo sacamos nosotros El proceso de purificación del oro es ilustrativo. El orfebre coloca en un recipiente de porcelana, el crisol, el material bruto que contiene oro. Lo calienta a altas temperaturas. El metal se derrite y va al fondo del crisol. Las impurezas, que se denomina escoria, sale a la superficie. Entonces el orfebre quita con una espátula esa contaminación, y repite el procedimiento. Más calor al crisol, y más impurezas afloran. Este ciclo se repite varias veces, hasta que el artesano pueda ver su imagen reflejada en el oro puro.

Esto es lo que Dios hace con nosotros. Su intención es purificarnos, quitar la escoria del pecado, romper la esclavitud de los malos hábitos. Por eso el crisol de las pruebas.

1 Pedro 1:7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.

Lo que primero sale a la superficie son los deseos de la carne y los deseos de los ojos. Es la escoria más liviana y evidente. La vanagloria de la vida lleva más tiempo y más temperatura. Pero al final del proceso de refinado es para gloria del Orfebre divino. Su IMAGEN se puede reflejar en nosotros.


¿Podemos colaborar con Dios para este fin? Sí, por supuesto. El ayuno es una manera de hacerlo. Cuando ayunamos, no esperamos que Dios nos mande pruebas para purificarnos. Nosotros voluntariamente encendemos el fuego. El ayuno tiene la virtud de poner en evidencia lo que contamina.

Cuando ayunamos nos damos cuenta cuán esclavizados estamos por apetitos y pasiones humanas, que ejercen autoridad sobre nuestras vidas. Salen a luz actitudes, pensamientos, defectos de carácter y rasgos de personalidad nocivos. A veces los excusamos, diciendo: "Estoy de mal humor porque me bajó el azúcar, pues estoy ayunando". La verdad es que somos malhumorados, o desconsiderados, o irritables, o violentos. El ayuno sólo cumplió la misión de ponerlo en evidencia.

Dios quiere purificarnos, para prepararnos para entrar en sus labores, en el nuevo tiempo que Él está trayendo a nuestra nación. ¿Podemos colaborar en esto con Dios?

2 Corintios 7:1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

Súmate al ayuno y la oración que muchos de tus consiervos practican. Escoge un día de la semana (puede ser hoy) y ayuna, ora, disciplina tu cuerpo y tu alma. Así la imagen de Cristo se mostrará en tu vida y ministerio.

¡Bendiciones!


Dar, Orar, Ayunar

En MATEO 6:1, el Señor nos advierte: Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.

¿Qué es para el Señor hacer obras de justicia? Tres cosas, que explica en el resto del capítulo. Hacer justicia es:

- DAR (6:2-4);

- ORAR (6:5-15); - AYUNAR (6:16-18).

Estas tres prácticas constituyen la obra del justo, es decir, la actividad corriente, natural, rutinaria, de los que son justificados. Notemos que el Señor no dice "si dan", "si ustedes oran", "si por ventura ayunan". Más bien da por sentado que uno que busca a Dios, que se dice justo o religioso, da, ora y ayuna como práctica habitual.

Dar, orar, ayunar, son EJERCICIOS ESPIRITUALES, es decir, acciones frecuentes que fortalecen nuestra vida espiritual, y nos permiten crecer saludables. Como disciplinas que son, no se supone que nos agrade, no se espera que nos guste mucho. Justamente por eso son DISCIPLINAS, y no TENTACIONES. Necesitamos esforzarnos para practicarlas, requieren de una buena dosis de dominio propio. Pero cada vez que damos, oramos y ayunamos, nos afianzamos más en nuestro ser interior, y ganamos una batalla contra nuestros propios deseos. En otras palabras, adquirimos DISCIPLINA.

Las disciplinas espirituales nos permiten desarrollar relaciones saludables en tres áreas importantes:

1. Cuando DAMOS, aprendemos a relacionarnos correctamente con las POSESIONES. Descubrimos que nosotros poseemos las cosas, y no son las cosas las que nos poseen a nosotros. Al tener autoridad sobre las posesiones, podemos darles el destino apropiado. Aliviar el hambre de una persona, por ejemplo, en lugar de proveer para los deseos de mi carne. El peligro que el Señor señala es tratar de conseguir estas dos cosas al mismo tiempo: a la vez que le doy limosna a alguien, satisfago mi necesidad de reconocimiento. Doy limosna para ser admirado por otros. Es mucho mejor, dice Jesús, ser recompensado por Dios que por los hombres.

2. Cuando ORAMOS, nos relacionamos con Dios. Orar nos coloca en la perspectiva correcta. Somos hijos de nuestro Padre que está en los cielos, y de él proviene todo lo que necesitamos. Esta relación no es incondicional, sino condicionada a nuestras actitudes. Si perdonamos, Dios nos perdonará también a nosotros. Si no perdonamos, Él no nos perdonará. Si oramos para que la gente escuche, de ellos recibiremos recompensa. Si oramos a nuestro Padre, de él recibiremos la recompensa. Nuestra perspectiva es Dios, y cuando oramos trazamos coordenadas que nos ubican correctamente.


3. Cuando AYUNAMOS, nos relacionamos con nosotros mismos. Nos conocemos tal cual somos. Descubrimos cuáles son nuestros apetitos, y el nivel de control que tenemos sobre ellos, o que ellos tienen sobre nosotros. Ayunar para los hombres nos da cierta recompensa en prestigio; ayunar para Dios nos da un mejor y más excelente galardón.

Tres disciplinas que debemos practicar: dar, orar y ayunar. Como las patas de una mesa, dan solidez y estabilidad a nuestra vida espiritual. ¿Las estás practicando? Y si las practicas, ¿Lo haces por las razones correctas? Analiza esto, y quizás descubras la razón de tus debilidades espirituales y naturales. Comienza a hacer del dar, orar y ayunar un estilo de vida, una práctica frecuente.

Hoy puede ser ese día de ayuno y oración. Encuentra un tiempo para orar, una persona, iglesia o causa a la cual dar, y una comida o placer del cual ayunar. Y hazlo por amor a Dios.

¡Bendiciones!


Con Ayuno y Oración

Marcos 9:29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con ayuno y oración. Este pasaje es uno de los más usados, y abusados, de los Evangelios. Se usa para hablar guerra espiritual, disciplinas espirituales, la necesidad del ayuno, el poder de la oración, y hasta como recurso contra el "espíritu de obesidad". ¿Qué quiso el Señor decir con "este género no sale sino con ayuno y oración"?

Luego de su transfiguración, el Señor Jesús se encuentra con una escena: corrillos de gente discutiendo, algunos acaloradamente, y en el medio un padre angustiado y un hijo enfermo. Los discípulos no pudieron liberarlo del espíritu atormentador, y eso causó el revuelo. Irritado, Jesús hace venir al padre con el muchacho, y luego de interrogarlos, expulsa al espíritu malo, que sale en una última muestra de su violencia.

Los discípulos estaban sorprendidos y confundidos. Ellos habían hecho lo mismo que hizo Jesús, y no les funcionó. El Señor les había dado autoridad sobre los espíritus inmundos (Marcos 6:7) y ya la habían ejercido, expulsando demonios y sanando enfermos (6:13) ¿Por qué ahora no pasó nada?

La frustración de los discípulos se debía a que habían hecho los gestos correctos, habían dicho las palabras mágicas apropiadas, los abracadabras y hocus pocus que habían aprendido, pusieron el énfasis que la situación demandaba, y nada funcionó. La frustración del Señor era causada por esa actitud facilista de sus discípulos. Ellos querían sacarse el problema de encima, lograr resultados espectaculares sin esfuerzo. Se trataba de impresionar a la gente mostrando "poder", "autoridad", "unción", "dones" y "milagros", y se olvidaban de lo más importante: la COMPASIÓN.

Jesús no sanaba por arte de magia. El poder de Dios se manifestaba en él a causa de la compasión que Jesús sentía por la gente. El Señor no huía de la gente, sino que les dedicaba tiempo.

Lucas 9:11 La gente… le siguió, y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.

Sanaba a los que necesitaban terapia, dice la expresión griega (therapeia) . Y terapia es más que unos pases mágicos, un par de gritos y un aplauso al

Señor. Es dedicar tiempo a una persona, día a día, visita a visita, hasta que se recupere de su enfermedad. Nosotros tenemos una imagen del Señor Jesús que parece salida del Evangelio Según San Marvel. Para nosotros él es un Superman, dotado de poderes especiales, gracias a los cuales hacía lo que nadie más podría hacer. Eso es falso. El poder de Jesucristo era el Espíritu Santo, el mismo que está en nosotros. Sin embargo, queremos ser más milagrosos que el Señor. Jesús SANABA, es verdad, pero también CURABA.

Lucas 13:32 Y les dijo… He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.


A veces una persona es sanada instantáneamente, y damos gloria a Dios por ello. Pero otras personas necesitan terapia, curaciones, medidas correctivas aplicadas a lo largo de un tiempo. Aquí, las mejoras se observan paulatinamente, un poquito aquí y otro poquito allá. A esto se refería el Señor con hago curaciones. Yo creo que Jesús recibía a la persona, la interrogaba compasivamente, luego en privado, mientras oraba, le imponía las manos, le ungía con aceite, tocaba el lugar de su enfermedad, acariciaba el rostro del enfermo, le cantaba una canción o le recitaba un pasaje de la Biblia. Poco a poco la fiebre desaparecía, los miembros tomaban fuerza, los huesos se soldaban, y el enfermo se recuperaba. Y esto no era menos milagroso que una sanidad instantánea.

Los discípulos quisieron hacerla fácil. Pero este género de enfermedad requería tiempo, sacrificio, trabajo. El ayuno prescrito por el Señor no era para el enfermo. Tampoco era el ayuno para adquirir más poder para hacer milagros. Era más bien el dejar todo de lado, incluso la comida, para dedicarse en oración al cuidado de una persona enferma. Y esto sólo es posible si hay compasión.

¿Tienes problemas o enfermedades que no se han solucionado con la palabra de fe? Intenta con el ayuno y la oración. No te desanimes. Tómate el tiempo necesario en oración, ayunos, intercesión, consejería, adoración, visitación, hasta que el Señor obre. No será sanidad, será curación. Pero de todas maneras será la obra de Dios.

¡Bendiciones!


Ministrando y Ayunando Hechos 13:2-3 Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

En el principio de la iglesia cristiana, la principal preocupación de los discípulos era ministrar al Señor. Todo lo que hacían expresaba esa prioridad. Cuando las tareas pastorales cotidianas les quitaban tiempo de comunión con Dios, escogieron hombres “de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” (Hechos 6:3) para que sirvan al pueblo, mientras los discípulos podían “persistir en la oración y en el ministerio de la palabra” (v.4).

Una manera de ministrar al Señor, a más de oración, adoración, alabanza, es el ayuno. Indica una separación de todo lo que nos pudiera distraer de nuestra comunión con el Señor, incluso aquellas cosas lícitas y necesarias, como la comida.

Salmo 27:8 El corazón me dice: “¡Busca su rostro!” Y yo, Señor, tu rostro busco.

El alma expresa un hambre mayor que el de comida, y una sed más que de bebida. Busca primero el reino de Dios, sin preocuparse de lo que se ha de comer. Vive para el Señor, y para Él come o no come (Romanos 14:6).

Como todos los ritos y liturgias que llenan nuestros cultos, el ayuno también nació como una manera de agradar a Dios. Y paulatinamente fue cambiando su enfoque, de estar centrado en Dios a concentrarse en las necesidades del hombre. Entonces se ayuna para tener más poder, para alcanzar una bendición, para convencer a Dios a tomar una acción, para hacer guerra espiritual, para consultar a Dios, para muchas cosas más, y nos olvidamos de la razón principal de nuestro ayuno: Dios.

Y Dios, en una queja cargada de emoción, reclama su lugar en nuestras disciplinas espirituales.

Isaías 58:3 ¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto. Zacarías 7:4-5 Vino, pues, a mí palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo: Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo:Cuando ayunasteis y llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años,

¿habéis ayunado para mí? No está mal ayunar para buscar la voluntad de Dios, para purificar nuestros corazones, para disciplinar nuestro cuerpo. Aun en esas cosas el Señor es glorificado. Pero no creamos que Dios está obligado a concedernos las peticiones sólo porque nos salteamos un par de comidas. Si ayunamos para torcerle el brazo a Dios, ya no es ayuno, sino huelga de hambre.

“Ministrando al Señor y ayunando”, nada resume tan bien la actividad del siervo de Dios. Ora, ayuna, hazlo para Dios.

¡Bendiciones!


Entonces Ayunarán

Lucas 5:33 Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?

34 Él les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos?

35 Mas vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán.

La cuestión del ayuno puede despertarse en los escenarios más interesantes. En este pasaje, el Señor está en una fiesta. Hay comida y bebida por todo lugar donde se mire. La gente canta y ríe. Pero hay quienes no aprendieron nunca a disfrutar el momento. Cuando otros ríen, ellos lloran. Cuando todos disfrutan, ellos se quejan. Alguien ve la escena de fiesta, a Jesús y sus discípulos gozando de la alegría, y pregunta: “¿Por qué no ayunan?” Se parece a la tía religiosa que, cuando estamos en un cumpleaños y vamos a comenzar la comilona, decide orar: “Dios, te pedimos por los niños de África que están pasando hambre en este momento.” Totalmente fuera de contexto.

No es que el Señor rehuía al ayuno. El llegó a ayunar por 40 días. El ayuno era una práctica habitual de Jesús. El alumno no es mayor que su maestro, por lo tanto los discípulos ayunaban también con él. Pero esa ocasión no era para ayunar. Era para celebrar. Un recaudador de impuestos llamado Leví (Mateo) se había convertido. Ahora seguía a Cristo. Invitó a sus amigos publicanos y les hizo banquete, para que conozcan también al Señor. Y así comenzó la algarabía.

“¿Por qué no ayunan?”, preguntan al Señor. La respuesta no podría ser más obvia: “Porque yo estoy con ellos”. Cristo era el esposo que se alegra de conocer a su esposa, la Iglesia. Esos pecadores, publicanos, prostitutas, desechados de la sociedad, eran el objeto de su amor y salvación. ¿Cómo podrían ayunar si están celebrando la venida del Reino?

“Pero vendrán días cuando ayunarán”, les advierte el Señor. El Esposo no estará más entre ellos. La fiesta cesará. Todo se volverá una rutina, un tedio, hartazgo y aburrimiento. Los pecadores no se convertirán, la sociedad dejará de ser sacudida por milagros de salvación y sanidad. Los fariseos y religiosos dominarán la escena con sus rituales y reglamentos. El gozo se apagará, el sonido de fiesta callará, y la celebración de lo que Dios está haciendo dará lugar a la nostalgia de lo que Dios alguna vez hizo.

Lucas 17:22 Y dijo a sus discípulos: Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.

“Entonces, en aquellos días, ayunarán”. No se ayuna en avivamiento, sino cuando no hay avivamiento. Se ayuna cuando los perdidos no se convierten, cuando los matrimonios no se reconcilian, cuando la gracia y el amor de Dios escasean, cuando la alabanza y la adoración se hacen monótonas y rutinarias. Se ayuna cuando hay legalismo y no misericordia, elitismo y no aceptación, soberbia y altivez de espíritu y no humildad. “Cuando lleguen esos días”, parece decir el Señor, “entonces es tiempo de ayunar”.

Yo creo que esos días ya están aquí. Yo sí creo que es tiempo de ayunar.

¡Bendiciones!


Jesús tuvo hambre

Lucas 4:1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto 2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

“Pastor, yo no puedo ayunar”, me dijo una vez una señora. “Es que me da hambre”. Ese es precisamente el punto del ayuno. Muchas cosas pasan en nuestro cuerpo de lo que nunca prestamos atención. Pero ahora sí, luego de un día o unas horas de ayuno, nos daremos cuenta de que nuestro cuerpo existe, que es importante y no lo podemos ignorar.

Jesús ayunó. Y tuvo hambre. Él no era un superhombre inmune a los padecimientos de los comunes mortales. Tuvo tanta hambre que veía a las piedras y se le antojaban como piezas de pan recién salidas del horno. El hambre físico puso en evidencia otra clase de hambre, el hambre espiritual. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.

El hambre además manifestó una lucha de tipo espiritual que se desarrollaba en el campo de batalla del cuerpo. Como caja de resonancia, el cuerpo amplifica fenómenos espirituales. Por ejemplo, si Dios actúa a nivel de nuestro espíritu, el cuerpo lo pone en evidencia. Hay lágrimas o risas, temblores o hablar en lenguas, desmayos, suspiros, y toda una variedad de respuestas corporales a la influencia del Espíritu. De la misma manera que el cuerpo hace consciente el actuar de Dios, también percibe la influencia diabólica.

El Tentador acecha como león rugiente, buscando devorar. Y el cuerpo hace evidente esa pelea por el alma. Las tentaciones son más fuertes cuando hay hambre. “Usa el poder del Espíritu Santo para satisfacer tus propias necesidades”, le dice el diablo. “Haz milagros, que la gente vea cómo los ángeles están a tu alrededor. Busca la gloria del mundo”. Todas esas tentaciones repercuten con más intensidad en un cuerpo con hambre.

Las batallas espirituales se ganan en ayuno y oración, no en los banquetes y celebraciones. Cuando venimos de un congreso, o conferencia, o de reuniones de avivamientos, llenos del Espíritu Santo, nos sentimos fuertes, invencibles. Luego de unos días de ayuno, la cosa cambia. Hemos entrado en el verdadero campo de batalla.

Si vencemos al tentador cuando estamos ayunando, ¿Cómo no lo venceremos cuando estamos fuertes? Si en la debilidad obtenemos la victoria, ¡Cuánto más cuando estamos fortalecidos por el Señor!

¡Bendiciones!


Enseñar A Ayunar

Esdras 8:21 Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes. Esdras 8:23 Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio.

El escriba Esdras, un reconocido maestro de la Biblia en el exilio babilónico, está por hacer el viaje de su vida. Pidió al rey Artajerjes permiso para emigrar a Jerusalén, a la tierra de donde sus padres fueron llevados cautivos. Lejos de molestarse por ese pedido, el rey le concedió todo lo que Esdras le pidió. Esdras gozaba del favor de Dios, y no era por casualidad. Dios lo conocía.

Esdras siempre quiso agradar a Dios, y por eso el Señor le respondía. ¿Qué hacía la diferencia en Esdras respecto de otras personas? Su corazón. Estaba preparado.

Esdras 7:9 Porque el día primero del primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al primero del mes quinto llegó a Jerusalén, estando con él la buena mano de Dios. 10 Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos.

Esdras se dedicó a preparar su corazón, examinar sus motivos, analizar sus deseos y ambiciones. Alejó su corazón de las distracciones, algunas importantes, pues Esdras era funcionario del rey, y lo concentró en una cosa: la palabra de Dios. Lo más importante para él era la palabra de Dios, cumplirla y enseñar a otros a cumplirla. Y en eso, Esdras era grande.¿Cómo iba Dios a negar su bendición a Esdras?

Mateo 5:19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

No obstante gozar del favor de Dios, y saberse en Su voluntad, Esdras ayunó. No es que quería lograr algo más para sí. Él ya se sentía feliz que Dios lo estaba usando para restaurar a su pueblo. Lo que le interesaba al escriba Esdras era la gloria de Dios, el prestigio y la reputación del Señor. ¿Qué diría el rey si Esdras le pide escolta? Y si le asaltan por el camino,


¿Qué impresión tendría de Dios, de un dios que no se puede defender? En la compañía de peregrinos habría niños, y mujeres, y personas indefensas. También llevarían tesoros que el rey en su generosidad les concedía. ¡Qué decisión difícil para Esdras! Y por eso ayunó, y proclamó ayuno.

Así como Esdras enseñó la palabra de Dios al pueblo, también les había enseñado a ayunar. Había hecho del ayuno una práctica regular para todo el pueblo en el cautiverio. El ayuno del mes cuarto, del mes quinto, del mes séptimo y del mes décimo (Zacarías 8:19) era conocido y practicado por todos. Y ahora que necesitaban ayunar, no hubo necesidad de explicar a la gente el qué, porqué, para qué y cómo del ayuno. Estaban listos, tan listos como su maestro.

Pastores, líderes, padres, ¡enseñemos a ayunar a nuestro pueblo! No esperemos que vengan los problemas para recién enseñar a ayunar.

Yo aprendí siendo niño, y viviendo una vida no muy complicada. Mis padres me enseñaron a ayunar. Primero por una parte del día, luego por un día entero, y luego hasta por tres días seguidos. Cuando llegué a adulto, y tuve que enfrentarme a los desafíos de peregrinar por esta tierra, ya estaba preparado con esta poderosa herramienta. Y así aprendí a buscar y obtener el favor de Dios. Esa fue una herencia por la que estoy agradecido.

Cuando enseño a ayunar, estoy preparando una generación para recibir el favor de Dios.

¡Bendiciones!


¿Comer o No Comer? Mateo 11:16 Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, 17 diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.

18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. 19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.

Cuando la gente tiene un encuentro con el Reino de Dios, despierta en ellos una expectativa. Esa expectación de las cosas por venir, sean buenas o malas, se manifiesta en una conducta. En los días de Jesucristo sobre esta tierra, el Reino de Dios se acercó a la gente por medio de dos personas: Juan el Bautista, que fue el precursor, y Jesús, el Hijo de Dios. Ambos fueron la señal del acercamiento del Reino de Dios, un signo de contradicción para esa generación.

¿Cómo reaccionó la gente ante la aproximación del Reino? Lo tomaron como si fuera un juego. Como los chicos que juegan en un parque, y se juntan en dos corrillos, que se desafían mutuamente. Un grupo le dice a otro: “A nosotros nos gustan las canciones alegres”, y el otro le contesta: “Nosotros preferimos las canciones tristes”. Y así un grupo se burla y mofa de otro.

Jesús toma ese ejemplo para referirse a la manera en que la gente recibe el Reino. “Vino Juan, que ayunaba rigurosamente, que no tomaba vino ni sidra, nazareo desde el vientre de su madre, pero se quejaron de él. Lo trataron como un psicópata, un obsesivo, un endemoniado.” No escucharon el mensaje del Reino que Juan trajo, mensaje de convicción de pecado y arrepentimiento. Rechazaron al mensajero, y con él rechazaron el mensaje. “Vino el Hijo del hombre”, dice además el Señor, hablando de sí mismo, “y porque lo ven comiendo y bebiendo con los pecadores, lo consideran un libertino, un indisciplinado, borracho y despreocupado”. Si ayunan, está mal para un grupo. Y si no ayunan, está mal para otro grupo.

Pero el Reino de Dios no es un juego, les dice el Señor. No se trata de ayunar o no ayunar, de ser estrictos hasta el sacrificio o alegrarse hasta la carcajada. “Ya era hora que ayunaran”, el grupo de los disciplinados les dice a los fiesteros. “Son raros ustedes. Deberían relajarse un poco y celebrar de vez en cuando”, les contestan los alegres. Y entre el comer o no comer, celebrar o no celebrar, el mensaje del Reino se pierde, y pasa desapercibido.

El Reino de Dios se ha acercado. Y su evidencia no es el comer o abstenerse de comer. Jesús mismo nos dio las señales de su adviento:

Mateo 11:5 Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.

Si ayunas, qué bueno que ayunas. Si celebras, qué bueno que te alegres. Pero lo importante no es eso, sino:

¿Ven los ciegos? ¿Oyen los sordos? ¿Resucitan los muertos? ¿Llega el Evangelio a los pobres?

Porque si no respondemos a esas preguntas con un rotundo ¡Sí!, entonces nuestros ayunos o fiestas no son más que un juego de niños.


¡Bendiciones!


El Final del Ayuno

Apocalipsis 7:14 Yo le dije:Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.

15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.

16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno;

17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

Cuando era niño, en nuestra iglesia se celebraba la Cena del Señor una vez al mes. Se avisaba a los miembros de la congregación con anticipación, para que todos pudieran venir preparados a esa reunión. En esa preparación venía incluido, invariablemente, el ayuno. El sábado ayunábamos, porque el domingo teníamos la Cena del Señor.

Yo particularmente temía la llegada de Semana Santa. En el Domingo de Resurrección conmemorábamos la Pasión de Cristo con la Cena del Señor. Era tan importante, que la preparación comenzaba el Jueves Santo. Ayunábamos desde el jueves a la noche hasta el mediodía del domingo, toda la Pascua. El sábado era el peor día. Yo veía visiones, y en casi todas ellas había comida. La pregunta más frecuente que le hacía a mi madre era: “¿Cuánto falta para la comida?”. Pero cuando llegaba el momento de la Comunión, el momento de partir el pan y comerlo, ¡Cómo lo disfrutaba!

Cada miga de ese pan era recibido con ansias. Era una experiencia mística. Ayunamos. Lo hacemos con mayor o menor regularidad. ¿Por cuánto tiempo más? ¿Hasta cuándo? Bueno, la respuesta no nos va a gustar mucho. Ayunaremos hasta que el Señor venga, o hasta que nos lleve a su presencia, lo que suceda primero. Dejaremos de ayunar cuando el Esposo esté con nosotros otra vez.

Marcos 2:19 Jesús les dijo:¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar.

Llegará el día en que los redimidos nos reuniremos en la presencia de nuestro Señor, y celebraremos. Las angustias y los pesares quedaron atrás.

No habrá llanto ni dolor. La muerte será apenas un vago recuerdo. Y algo importante: no habrá hambre ni sed. Cesó el ayuno, obligado o voluntario. Las bodas del Cordero habrán comenzado.

Apocalipsis 19:9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.

Yo quiero que ese día llegue. Me hace mal la espera, prolonga la agonía de la distancia. Ya quiero estar con mi Señor, y gozar de Él por la eternidad.

Quizás para esto sirve el ayuno: para despertar en nosotros un hambre que va más allá de la comida material. “No sólo de pan vivirá el hombre”, dijo el Señor. El valor del pan lo descubrimos cuando nos falta. La comunión con Dios se aprecia más con su ausencia. El ayuno despierta el apetito por esa Cena en el reino de Dios. Ayunas porque te sabes invitado a las bodas del Cordero. Y estás preparando tu apetito para ese momento íntimo con el Señor. El hambre que te despierta aquí en la tierra te hace clamar:

Apocalipsis 22:20 Amén. ¡Sí, ven, Señor Jesús!

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