Miguel hernández

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Vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran, me esparcen el corazón y me aventan la garganta. MIGUEL HERNÁNDEZ ORIHUELA, 30 DE OCTUBRE DE 1910 – ALICANTE, 28 DE MARZO DE 1942 “Un hombre de pueblo y del pueblo”

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Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.

MIGUEL HERNÁNDEZORIHUELA, 30 DE OCTUBRE DE 1910 – ALICANTE, 28 DE MARZO DE 1942

“Un hombre de pueblo y del pueblo”

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VIDA DEL POETA

La familia de Miguel estaba compuesta por el matrimonio, un niño, Vicente , y una niña, Elvira. El padre, Miguel Hernández Sánchez, se dedicaba a la crianza y pastoreo de ganado. Su madre, Concepción Gilabert Giner, se ocupaba de la casa. El matrimonio tuvo, en total, siete hijos, de los que sólo sobrevivieron cuatro: Vicente, Elvira, Miguel y Encarnación.

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A los cuatros años del nacimiento de Miguel, su padre decide trasladar el hogar familiar a una casa más amplia, situada en la calle de Arriba (actualmente Casa Museo). La infancia del poeta transcurre entre los juegos y el trabajo. Desde los siete años ayuda a su hermano Vicente en las tareas del pastoreo, aprendiendo de él este oficio. Asiste a una guardería privada, situada en su misma calle.

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Su padre consigue que le admitan en las Escuelas del Ave María, anexas al Colegio Santo Domingo. A la edad de nueve años se inicia el aprendizaje escolar de Miguel.

En el curso de 1924-1925 se incorpora Miguel a las clases, donde también estudiaba Ramón Sijé, el que más tarde sería su gran amigo.

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Pronto destaca el interés de Miguel por la lectura y los estudios, consiguiendo excelentes calificaciones. En marzo de 1925 tiene que abandonar sus estudios en el Colegio Santo Domingo ante la crisis económica que atraviesa su familia.

Su padre le necesita para atender el ganado pero, pese a todo, él aprovecha sus horas de pastoreo en la sierra para seguir estudiando. Miguel se convierte en un asiduo visitante de la biblioteca de Luis Almarcha, sacerdote y canónigo de la catedral oriolana.

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Allí descubre a los principales escritores clásicos de lengua española, así como traducciones de escritores griegos y latinos. En esta etapa también se siente atraído por el teatro. Lee con avidez la colección teatral "La Farsa" y junto con otros amigos forman un grupo teatral. Miguel representa diversos papeles en actuaciones realizadas en la Casa del Pueblo y en el Círculo Católico.

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A partir de 1930, el pastor publicó sus poemas en el semanario El Pueblo, de Orihuela y su nombre se hizo cada vez más famoso en el ambiente más erudito de la época. En busca del reconocimiento, Miguel Hernández viajó varias veces a Madrid, donde recitó sus composiciones ante la aclamación popular. Su paso por la capital le sirve de inspiración para escribir Perito en lunas en 1933.

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Tres años más tarde presentó públicamente El rayo que no cesa, una serie de sonetos en los que refleja sus vivencias de juventud. En 1934 realiza su segundo viaje a Madrid. Se publica en la revista 'Cruz y Raya' su auto sacramental 'Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras'. Comienza a relacionarse con grandes poetas como Alberti, Rosales, Aleixandre y Neruda. Regresa a Orihuela en verano. En septiembre formaliza su noviazgo con Josefina Manresa.

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Entonces estalló la Guerra Civil. En la primavera de 1939, Miguel Hernández intentó huir de España para evitar ser encarcelado por sus ideas políticas. No pudo ser. El poeta fue detenido en la frontera portuguesa. Desde allí, fue conducido a la cárcel de Alicante en la que murió el 28 de marzo de 1942. Sólo tenía 31 años.

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Temía Hernández que su hijo, a quien llevaba sin ver mucho tiempo, no le reconociese, y pidió al compañero de cárcel A. Buero Vallejo un retrato para enviar al pequeñín. El eminente dramaturgo  dibujó a lápiz, unos días después de la sentencia de muerte de Miguel, esta popularísima cabeza. La envía el padre a Josefina con una nota (4 de marzo de 1940):

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SU OBRA “PERITO EN LUNAS”. Fue su primer libro de versos y lo

publicó en 1934. Está compuesto de 42 octavas reales. En estos poemas, Hernández se refiere de forma metafórica a objetos reales, propios de la vida cotidiana. En este libro, el poeta de Orihuela utiliza un lenguaje hermético.

(SERPIENTE)En tu angosto silbido está tu quid,y, cohete, te elevas o te abates;de la arena, del sol con más quilates,lógica consecuencia de la vid.

Por mi dicha, a mi madre, con tu ardid,en humanos hiciste entrar combates.Dame, aunque se horroricen los gitanos,veneno activo el más, de los manzanos.

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(HUEVO)

Coral, canta una noche por un filo,y por otro su luna siembra paraotra redonda noche: luna clara,¡la más clara!, con un sol en sigilo.Dirigible, al partir llevado en vilo,si a las hirvientes sombras no rodara,pronto un rejoneador galán de picoiría sobre el potro en abanico.

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“EL RAYO QUE NO CESA”. Apareció en 1936. La crítica la considera ya como una obra de madurez. En ella trata de la vida y de la muerte. Pero el verdadero hilo conductor de estos poemas es el amor. Un sentimiento que, a pesar de ser la fuerza vital que mueve todas las cosas, siempre se halla envuelto en un halo trágico. Y es que para él, el amor y la muerte son la cara y la cruz de una misma moneda.

“EL HOMBRE ACECHA”. Es del año 1939. En esta obra, Miguel Hernández acentúa su visión trágica de la guerra.

“QUIEN TE HA VISTO...” También escribió piezas teatrales, como el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve, y sombra de los que eras. Poco después presentó un drama de contenido social, El labrador de más aire (1937). Durante la guerra, escribió obras breves que fueron publicas más tarde.

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Las condiciones en las que vivía representaban la más miserable de las existencias de la España rural:

Nunca tuve zapatos,ni trajes, ni palabras:siempre tuve regatos,siempre penas y cabras.Me vistió la pobreza,me lamió el cuerpo el ríoy del pie a la cabezapasto fui del rocío.

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Tristes guerras

Tristes guerrassi no es amor la empresa.Tristes. Tristes.

Tristes armassi no son las palabras.Tristes. Tristes.

Tristes hombressi no mueren de amores.Tristes. Tristes.

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NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla:

hielo negro y escarcha grande y redonda.

En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre.

Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso.

Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma al oírte, bata el espacio.

Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea.

Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor.

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La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero

se remonta, aletea, desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera!

Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes.

Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro.

Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho.

No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

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ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién,

quién levantó los olivos? No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura y a los planetas unidos, los tres dieron la hermosura

de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano, dijeron al pie del viento. Y el olivo alzó una mano poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida, no la del explotador que se enriqueció en la herida generosa del sudor.

No la del terrateniente que os sepultó en la pobreza, que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán consagró al centro del día eran principio de un pan que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna, los pies y las manos presos, sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros huesos! Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, pregunta mi alma: ¿de quién, de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares.

Dentro de la claridad del aceite y sus aromas,

indican tu libertad la libertad de tus lomas.

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Vientos del pueblo me llevanVientos del pueblo me llevan,vientos del pueblo me arrastran,me esparcen el corazóny me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,impotentemente mansa,delante de los castigos:los leones la levantany al mismo tiempo castigancon su clamorosa zarpa.

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No soy de un pueblo de bueyes,que soy de un pueblo que embarganyacimientos de leones,desfiladeros de águilasy cordilleras de toroscon el orgullo en el asta.Nunca medraron los bueyesen los páramos de España.¿Quién habló de echar un yugosobre el cuello de esta raza?¿Quién ha puesto al huracánjamás ni yugos ni trabas,ni quién al rayo detuvoprisionero en una jaula?

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Asturianos de braveza,vascos de piedra blindada,valencianos de alegríay castellanos de alma,labrados como la tierray airosos como las alas;andaluces de relámpagos,nacidos entre guitarrasy forjados en los yunquestorrenciales de las lágrimas;extremeños de centeno,gallegos de lluvia y calma,catalanes de firmeza,aragoneses de casta,

murcianos de dinamitafrutalmente propagada,leoneses, navarros, dueñosdel hambre, el sudor y el hacha,reyes de la minería,señores de la labranza,hombres que entre las raíces,como raíces gallardas,vais de la vida a la muerte,vais de la nada a la nada:yugos os quieren ponergentes de la hierba mala,yugos que habéis de dejarrotos sobre sus espaldas.Crepúsculo de los bueyesestá despuntando el alba.

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Los bueyes mueren vestidosde humildad y olor de cuadra:las águilas, los leonesy los toros de arrogancia,y detrás de ellos, el cieloni se enturbia ni se acaba.La agonía de los bueyestiene pequeña la cara,la del animal varóntoda la creación agranda.

Si me muero, que me mueracon la cabeza muy alta.Muerto y veinte veces muerto,la boca contra la grama,tendré apretados los dientesy decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,que hay ruiseñores que cantanencima de los fusilesy en medio de las batallas.

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EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Nace, como la herramienta, a los golpes destinado, de una tierra descontenta y un insatisfecho arado. Entre estiércol puro y vivo de vacas, trae a la vida un alma color de olivo vieja ya y encallecida.

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Empieza a vivir, y empieza a morir de punta a punta levantando la corteza

de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente la vida como una guerra y a dar fatigosamente

en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe, y ya sabe que el sudor es una corona grave de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja masculinamente serio, se unge de lluvia y se alhaja de carne de cementerio.

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A fuerza de golpes, fuerte, y a fuerza de sol, bruñido, con una ambición de muerte despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde

en la tierra lentamente para que la tierra inunde de paz y panes su frente.

.

Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento resuelve mi alma de encina

Lo veo arar los rastrojos, y devorar un mendrugo, y declarar con los ojos que por qué es carne de yugo.

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Me da su arado en el pecho, y su vida en la garganta, y sufro viendo el barbecho tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón de los hombres jornaleros, que antes de ser hombres son y han sido niños yunteros.

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CEIP MAESTRO

JUAN CORRALES

Gilena (Sevilla)Pablo Borrego