Migración rural, trabajo femenino y servicio doméstico … · cambios en las relaciones laborales...

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Draft version for this Conference use only. Do not quote without author’s permission. Migración rural, trabajo femenino y servicio doméstico en Andalucía (Granada, 1890-1930). David Martínez López (Universidad de Jaén) ([email protected]) Manuel Martínez Martín (Universidad de Granada) ([email protected]) _____________________________________________________________________________ Resumen: La Granada de las primeras décadas del siglo XX era una ciudad en cambio. La inmigración y el crecimiento demográfico, el enriquecimiento de la burguesía, la transformación urbana, el auge de la conflictividad laboral, el remozamiento de las formas de sociabilidad y consumo lo evidenciaban. El mundo del trabajo no permaneció ajeno a este proceso. El auge agroindustrial de fines del XIX y el avance de la urbanización y de los servicios en las primeras décadas del XX alteraron la estructura laboral de la ciudad al impulsar el surgimiento de nuevas ocupaciones. El crecimiento de la burocracia pública y privada alentó la ampliación y la renovación del trabajo no manual. La extensión de la modernización tecnológica en los sistemas de comunicación y de transporte y su incorporación a determinadas producciones difundieron nuevas profesiones manuales e hicieron retroceder otras. Los cambios en las relaciones laborales coadyuvaron a la decadencia de viejos oficios y a la extensión del jornalerismo. En este período el servicio doméstico, actividad en retroceso en la segunda mitad del ochocientos, no solo frenó su caída sino que vio incrementado su peso laboral. Para comprender esta realidad laboral, estrechamente vinculada al trabajo procedente del mundo rural, se procurará mostrar una perspectiva de la evolución de esta ocupación entre 1890 y 1930. _____________________________________________________________________________

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Migración rural, trabajo femenino y servicio doméstico en Andalucía (Granada, 1890-1930).

David Martínez López

(Universidad de Jaén) ([email protected])

Manuel Martínez Martín

(Universidad de Granada) ([email protected])

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Resumen: La Granada de las primeras décadas del siglo XX era una ciudad en cambio. La inmigración y el crecimiento demográfico, el enriquecimiento de la burguesía, la transformación urbana, el auge de la conflictividad laboral, el remozamiento de las formas de sociabilidad y consumo lo evidenciaban. El mundo del trabajo no permaneció ajeno a este proceso. El auge agroindustrial de fines del XIX y el avance de la urbanización y de los servicios en las primeras décadas del XX alteraron la estructura laboral de la ciudad al impulsar el surgimiento de nuevas ocupaciones. El crecimiento de la burocracia pública y privada alentó la ampliación y la renovación del trabajo no manual. La extensión de la modernización tecnológica en los sistemas de comunicación y de transporte y su incorporación a determinadas producciones difundieron nuevas profesiones manuales e hicieron retroceder otras. Los cambios en las relaciones laborales coadyuvaron a la decadencia de viejos oficios y a la extensión del jornalerismo. En este período el servicio doméstico, actividad en retroceso en la segunda mitad del ochocientos, no solo frenó su caída sino que vio incrementado su peso laboral. Para comprender esta realidad laboral, estrechamente vinculada al trabajo procedente del mundo rural, se procurará mostrar una perspectiva de la evolución de esta ocupación entre 1890 y 1930.

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1. Introducción1

La Granada de las primeras décadas del siglo XX era una ciudad en cambio. En su fisonomía y estructura perduraba el pasado; a la vez, un conjunto de indicios anunciaban la emergencia de otra ciudad. La inmigración y el crecimiento demográfico, el enriquecimiento de la burguesía, la transformación urbana, el auge de la conflictividad laboral, el remozamiento de las formas de sociabilidad y consumo lo evidenciaban. El mundo del trabajo no permaneció ajeno a este proceso. El auge agroindustrial (la “revolución azucarera”) desde fines del siglo XIX y el avance de la urbanización y de los servicios en las primeras décadas del XX alteraron la estructura laboral al impulsar el surgimiento de nuevas ocupaciones. El crecimiento de la burocracia pública y privada, al hilo del aumento de la complejidad de la economía y de la vida urbana, alentó la ampliación y la renovación del trabajo no manual. La extensión de la modernización tecnológica en los sistemas de comunicación y de transporte y su incorporación a determinadas producciones difundieron nuevas profesiones manuales e hicieron retroceder otras. Los cambios en las relaciones laborales coadyuvaron a la decadencia de viejos oficios y a la extensión del jornalerismo2. En este período el servicio doméstico, actividad en retroceso en la segunda mitad del ochocientos, no solo frenó su caída sino que vio incrementado su peso laboral.

Para comprender esta realidad laboral, estrechamente vinculada al trabajo de origen rural, se procurará aquí mostrar una perspectiva de la evolución de esta ocupación entre 1890 y 1930. El servicio doméstico granadino mostraba un escaso grado de especialización (tabla 1). La mayoría de sus integrantes eran “sirvientes”, a veces registrados como “criados” o “domésticos”, entregados a las diversas tareas del hogar. Solo un reducido grupo de familias, las más ricas, disponían de un cuerpo doméstico especializado, con amas de llaves, doncellas, niñeras y nodrizas, cocineras, institutrices, cocheros o chóferes, porteros y porteras, etc.

La dimensión empírica del trabajo (datos, tablas y gráficos) se basa en la información procedente de documentación municipal3. Y ha sido obtenida por dos procedimientos técnicos: a través de la información nominal de la población seleccionada mediante un muestreo aleatorio sobre el total de la población de la ciudad registrada en cuatro Padrones de Habitantes de la ciudad4; y a través del rastreo de la información nominal y familiar (hogar) de todos los trabajadores del servicio doméstico y de todos los miembros de hogares con sirvientes (externos o internos)5 registrados en el Padrón de habitantes de 1921 y en la Lista cobratoria para la exacción del Impuesto de Cédulas Personales de 19266. El uso conjugado de

1 La elaboración de este texto ha sido realizada en el marco del Proyecto de Investigación Fundamental “Mercados laborales, condiciones de vida y movilidad social: la Andalucía urbana (1880-1945)”; Ref. HAR2012-35572), financiado por el Plan Nacional de I+D+I del Ministerio de Economía y Competitividad (Convocatoria 2012). 2 M. MARTÍNEZ et alii, «Estructura ocupacional y cambio urbano…», pp. 80-85. 3 Archivo Histórico Municipal de Granada (AHMG). 4 Muestreo aleatorio con grado de fiabilidad del 99% y grado de error del +/- 2%. La ciudad contaba con una población de hecho de 72.225 (1890), 75.900 (1900), 103.505 (1921) y 117.577(1930) habitantes; y del muestreo ha resultado un universo estadístico de 20.366 habitantes: 4.946 (1890), 4.801 (1900) y 4.949 (1921) y 5.670 (1930). 5 El rastreo ha facilitado, incluyendo a los trabajadores del servicio doméstico, a sus parientes corresidentes y a los miembros de los hogares donde servían, información de 4.648 habitantes: 2.525 (1921) y 2.123 (1926). 6 Este documento, de carácter fiscal, fue realizado en 1926 por el Ayuntamiento de Granada a instancias de lo estipulado por el Estatuto Provincial aprobado por Real Decreto de 20 de marzo de 1925. En el mismo se registró información nominal de carácter socio-económico de toda la población mayor de 14 años de la ciudad, organizada en hogares.

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información muestral y total ha permitido confrontar y completar el aparato empírico del estudio7.

TABLA 1: Trabajadores del servicio doméstico 1890 1900 1921 1926 1930

H M T H M T H M T H M T H M T

Sirvientes Ama llaves Costurera Cochero Cocinero/a Criado/a Doméstico/a Doncella Institutriz Mandadero Mayordomo Mozo/a Nodriza Niñera

89.5 0 0 -- 0 0 0 0 0 -- 0 -- 0 0

93.7 0 0 0 -- 0 0 0 0 0 -- -- -- 0

92.3 0 0 -- -- 0 0 0 0 -- -- -- -- 0

100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

97.1 -- -- 0 0 0 0 0 -- 0 0 0 -- 0

94.20 -- -- 0 0 0 0 0 -- 0 0 0 -- 0

83.2 0 0 0 0

8.9 -- 0 0 0 0

5.0 0 0

78.2 0 0 0 0

11.0 9.3 1.2

0 0 0 0 0 --

78.9 0 0 0 0

10.8 8.5 1.0

0 0 0 -- 0 --

85.7 0 0 -- 0 -- -- 0 0 0 0 -- 0 0

92.8 0 -- 0

0.9 3.2 2.2

-- -- 0 0 0 -- 0

92.2 0 -- --

0.8 3.4 2.1

-- -- 0 0 -- -- 0

92.3 0 0 0 0 0 0 0 0 -- 0 0 0 0

98.9 0 0 0 -- 0 -- 0 0 -- 0 -- 0 --

99.0 0 0 0 -- 0 -- 0 0 -- 0 -- 0 --

Total (%) 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100

31.2 68.8 100 31.0 69.0 100 12.8 87.2 100 8.1 91.9 100 6.0 94.0 100

Cifras 35 77 112 31 69 100 101 685 786 85 961 1.046 12 188 200

Fuente: Muestreo de Padrones de habitantes de 1890, 1900 y 1930 (AHMG); vaciado del total de trabajadores del servicio doméstico de Padrón de Habitantes de 1921 y de Lista Cobratoria para exacción de impuestos personales de 1926 (AHMG).

2. La urbanización y el servicio doméstico

Durante el primer tercio del novecientos el servicio doméstico no solo frenó su decadencia decimonónica, sino que vio incrementado su tamaño (tabla 2). Entre 1900 y 1930, cuando la ciudad superó su letargo demográfico –pasando de 75.900 a 117.577 habitantes– gracias a la inmigración8, el servicio doméstico pasó de aglutinar el 3.0% al 5.0% de la población en edad activa (15-64 años). Esta evolución dependió exclusivamente de la actividad femenina. En 1930, mientras el peso relativo de los activos domésticos masculinos se redujo a un nimio 0.7%, el porcentaje de trabajadoras domésticas se duplicó con creces, hasta representar el 8.8%. Pero la relevancia social del servicio doméstico iba más allá de su representatividad laboral, pues afectaba a una proporción no desdeñable de familias de la ciudad. En esa misma fecha, la subsistencia del 3.1% de los hogares de la ciudad dependía de los ingresos de un sirviente; y el porcentaje de los que empleaba servicio doméstico alcanzaba el 6.4%. En conjunto, de una manera u otra al menos una de cada diez familias de la ciudad se relacionaba con la domesticidad9. La imbricación entre burguesía y servicio doméstico, común en la Europa decimonónica, se mantuvo en Granada en las primeras décadas del siglo XX. La persistencia del servicio doméstico estuvo vinculada a factores de oferta y de demanda laboral. La ciudad, eje entonces de la “revolución azucarera” que espoleó en su comarca un destacado episodio del capitalismo

7 En conjunto se ha manejado información de un total de 2.244 trabajadores del servicio doméstico: 112 de 1890 (77 mujeres y 35 hombres), 100 de 1900 (69 y 31), 786 de 1921 (685 y 101), 1.046 de 1926 (961 y 85) y 200 de 1930 (188 y 12). 8 En 1930 un 38.5% de los habitantes empadronados en Granada habían nacido fuera de la ciudad. Extrapolando datos resulta que en esta fecha 39.153 de los 117.577 habitantes de Granada eran de origen foráneo. 9 Y el alcance social de este tipo de relación laboral debía afectar a un porcentaje superior de hogares, pues los sirvientes externos presumiblemente servían también en hogares registrados en el padrón sin sirvientes corresidentes.

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agrario español, y urbe decantada como capital administrativa y cultural de un hinterland subregional que traspasaba los límites provinciales, albergó, como se ha apuntado, cambios en su estructura ocupacional. Uno de ellos, la extensión de la burguesía cultural (catedráticos de universidad, profesores, artistas, periodistas, etc.) y profesional (médicos, farmacéuticos, abogados, arquitectos e ingenieros), asociado al crecimiento del trabajo no manual especializado, alentó la ampliación de la base social de la clase media y de la burguesía urbana. La presencia de la burguesía económica también se hizo más evidente con el paulatino establecimiento en la ciudad de familias de la burguesía agraria granadina y de otras procedentes de las provincias de Jaén y Málaga10. Así, en paralelo al incremento de las familias de la mesocracia y de la burguesía en la ciudad, aumentó la demanda de trabajo doméstico destinado a satisfacer las necesidades de bienestar y de cuidados de sus miembros. Una creciente demanda de trabajo urbano que hallaría en el entorno rural una abundante, barata y flexible oferta de trabajo doméstico.

TABLA 211: Distribución ocupacional de población en edad activa (15-64 años) 1890 1900 1921 1930

H M Total H M Total H M. Total H M. Total

0-1-2-3 11.4 -- 05.2 12.2 00.9 05.9 14.1 01.2 07.0 15.1 01.2 07.4

0-1/Profesionales y técnicos 03.9 -- 01.8 05.2 00.6 02.7 06.5 00.8 03.4 05.9 -- 03.0

2/Administrativos y de gestión -- 00.0 -- -- -- -- 01.0 -- 00.6 -- 00.0 --

3/Oficinistas y funcionarios 07.3 -- 03.3 06.8 -- 03.2 06.6 -- 03.1 09.1 -- 04.4

4-5 11.0 04.9 07.6 10.4 04.2 07.0 15.7 05.9 10.3 14.3 10.1 12.0

4/Trabajadores de ventas: 05.5 00.6 02.8 04.6 -- 02.3 08.8 -- 04.1 07.1 00.5 03.5

5/Trabajadores del servicio: 54/ Servicio doméstico

05.5 02.3

04.3 03.8

04.9 03.1

05.8 02.1

03.9 03.5

04.8 03.0

07.0 01.1

05.6 05.0

06.2 03.3

07.2 00.7

09.6 08.8

08.5 05.0

6/Agropecuarios, forestales y mar:

19.7 00.6 09.2 29.4 04.9 15.9 18.2 -- 08.3 18.3 -- 08.4

7-8 23.2 01.6 11.3 10.4 01.5 08.9 15.2 01.8 07.8 10.8 01.7 06.0

7/Trabajadores de la producción: 11.3 01.4 05.8 07.8 01.1 04.1 04.6 01.7 03.0 02.6 01.6 02.0

8/ Trabajadores de la producción: 11.9 -- 05.5 10.0 -- 04.7 10.7 -- 04.8 08.5 -- 04.0

9/ Trabajadores de la producción: 07.8 -- 03.7 10.4 -- 04.9 17.7 -- 08.1 28.0 00.5 13.1

-1/Sin actividad o no declarada: 25.6 91.8 62.1 18.2 87.5 56.4 18.7 90.5 58.3 10.5 86.7 51.7

-2/Declaración no laboral 00.0 00.0 00.0 00.0 00.0 0.0 -- -- -- 01.4 -- 00.7

Total (%) 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0

Cifras 1.465 1795 3.260 1.355 1.660 3.015 1.461 1.794 3.255 1.665 1.965 3.630

Fuente: Muestreo de Padrones municipales de habitantes de 1890, 1900, 1921 y 1930 (AHMG).

3. Las características del servicio doméstico

El servicio doméstico era una actividad feminizada (tabla 2). A fines del ochocientos la presencia masculina todavía era importante, pero en las primeras décadas del novecientos el peso de las mujeres se hizo casi exclusivo –en 1930 el 94.0% del total–. Los cambios operados en la estructura laboral alentaron su feminización. En los años diez y veinte las oportunidades de trabajo remunerado que se ofrecieron a hombres y mujeres distaron. El crecimiento de la ciudad y el avance de la urbanización contribuyeron a diversificar e incrementar la demanda de trabajos masculinizados como los del jornalerismo agrícola e industrial, el peonaje en la construcción o el empleo en los servicios12. Estos cambios, que ofrecieron más oportunidades

10 D. MARTÍNEZ, “Urbanización, inmigración y mercado de trabajo…”; y J. GARRUÉS y J.A. RUBIO, “Empresarialidad y redes empresariales…”, pp. 151-155. 11 Por convención estadística en las tablas del texto se suprime el porcentaje (--) cuando la cifra de casos es inferior a 10. 12 D. MARTÍNEZ y G. MOYA, “La inmigración y el cambio social...”, pp. 289-294.

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de trabajo a los hombres, incidieron negativamente en el aporte masculino al servicio doméstico.

En contraste, el cambio ocupacional no ensanchó las oportunidades laborales de las mujeres, quienes continuaron desarrollando actividades donde su presencia había sido predominante. Es el caso de la ropa y el textil, que ocupaba a parte de las mujeres en la faena destajista a domicilio (costureras y planchadoras), en el trabajo (dependientas, modistas y sastras) en pequeños establecimientos o en talleres domésticos dirigidos por otras mujeres –las “dueñas”– y, en menor medida, en la labor mecanizada (tejedoras) de alguno de los pocos talleres fabriles de la ciudad. Otros trabajos, aún más duros y peor remunerados, como los callejeros y los de la venta ambulante (vendedoras, feriantes, traperas, etc.) o el servicio doméstico, ocupaban a muchas mujeres. Esta última actividad probablemente era la aglutinaba más trabajo femenino. Y es que la ciudad seguía demandando trabajo doméstico.

TABLA 3: Distribución de trabajadoras del servicio doméstico según estado civil y modalidad

1890 1921 1926 1930

I E T I E T I E T I E T

Solteras Casadas Viudas

69.8 --

19.0

-- -- --

66.2 10.4 23.4

79.6 05.0 15.4

39.4 09.8 50.4

64.1 06.9 30.0

83.8 4.4

11.8

44.9 11.7 43.4

72.7 6.5

20.8

81.2 6.0

12.8

60.0 --

30.9

75.0 6.9

18.1

Total (%) 81.8 18.2 100 61.5 38.5 100 71.5 28.5 100 70.7 29.3 100

Cifras 63 14 77 421 264 685 694 267 961 133 55 188

Fuente: Muestreo de Padrones de habitantes de 1890 y 1930 (AHMG); vaciado del total de trabajadores del servicio doméstico de Padrón de Habitantes de 1921 y de Lista Cobratoria para exacción de impuestos personales de 1926 (AHMG).

Otra característica del servicio doméstico granadino era su interacción con el trabajo de origen rural. La mayoría de las domésticas procedían del campo (tabla 6), de cortijadas y pueblos de las comarcas granadinas13 y, en mucha menor proporción, de las comarcas cercanas de las provincias de Almería y Jaén. El predominio en la domesticidad de trabajadoras foráneas constituía un rasgo específico en el panorama laboral de la ciudad, pues en ninguna otra ocupación, ni masculina ni femenina, el protagonismo del trabajo foráneo se aproximaba. Factores de índole económica, social y laboral contribuyeron, de manera interrelacionada, a la “ruralización” de esta actividad. Su baja retribución, su infravaloración social y sus exigentes condiciones laborales –sobremanera en el caso del realizado en régimen de internado– situaban esta ocupación en los niveles inferiores del mercado de trabajo femenino. Por ende, las mujeres de la ciudad procuraban evitar incorporarse al mismo, ocupándose en trabajos mejor remunerados, menos duros y socialmente mejor vistos. La estructura segmentada del trabajo manual femenino en la ciudad partía en este caso del condicionante étnico.

La especificidad sociológica del trabajo doméstico se veía acentuada por otras dos características (tabla 3): el estado civil y la edad condicionaban la disposición a ocuparse en tan exigente labor. Las sirvientas eran mujeres solteras y, en mucha menor medida, viudas. La dificultad de compatibilizar el trabajo doméstico en el hogar familiar y en las casas ajenas, probablemente también el desprestigio que connotaba “servir”, disuadían a las casadas. Las solteras eran jóvenes (gráfico 1 y tabla 4) que se incorporaban pronto al trabajo, la mayoría a

13 Las sirvientas originarias de las cortijadas y localidades granadinas provenían sobre todo de comarcas cercanas y bien comunicadas con la capital: la Vega de Granada y el pie de Sierra Nevada, el Valle de Lecrín y Las Alpujarras, y del Poniente. Id., “La inmigración y el cambio social...”, pp. 294-300.

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partir de los 15 años y a veces a edades inferiores14, en el que permanecían hasta su establecimiento marital. Mas el servicio doméstico no era tarea exclusiva de jóvenes solteras. El retraso en el acceso al matrimonio o el celibato definitivo provocaba en algunos casos la permanencia en el servicio más allá de la juventud, pero era la viudez la que propiciaba que mujeres de mediana edad, entre los 30 y los 54 años, desempeñaran esta ocupación15. Con todo, el servicio doméstico granadino también contaba entre sus filas con mujeres de más edad, aunque a partir de los 65 años su presencia declinaba ostensiblemente.

TABLA 4: Distribución por tramos de edad y modalidad de trabajadoras del servicio doméstico

1890 1921 1926

Años I E T I E T I E T

<20 <25 <30 <35 <40 <45 <50 <55

22.0 47.4 57.6 64.4 69.5 77.9 81.3 91.5

-- -- -- -- --

71.4 71.4 78.5

23.3 46.5 54.8 60.2 65.7 76.7 79.4 89.0

26.3 50.5 64.9 71.4 76.7 81.1 84.8 88.8

09.6 24.3 29.7 37.4 45.5 53.2 64.1 76.4

19.8 40.2 51.1 58.1 64.6 70.2 76.7 83.9

20.9 51.6 65.1 73.0 78.6 83.7 86.3 90.6

15.3 23.2 33.7 46.0 55.8 68.1 72.6 82.0

19.3 43.7 56.3 65.5 72.3 79.3 82.5 88.2

>49 >54

18.7 --

-- --

20.6 11.0

15.2 11.2

35.9 23.6

23.3 16.1

13.7 09.3

27.3 17.9

17.5 11.7

Total (%) 100 100 100 100 100 100 100 100 100

Cifras 59 14 73* 402 259 661* 694 267 961

Fuente: Muestreo de Padrón de habitantes de 1890; vaciado del total de trabajadores del servicio doméstico de Padrón de Habitantes de 1921 y de Lista Cobratoria para exacción de impuestos personales de 1926 (AHMG). *Las cifras de sirvientas de 1890 y 1921 son ligeramente inferiores a las de las otras tablas porque las fuentes no registran la edad de 4 y 24 de las sirvientas respectivamente.

Por último, estas trabajadoras partían de una baja extracción social. El nivel de alfabetización, un indicador de posición social, lo confirma. En 1890 solo una de cada cinco poseía habilidades lecto-escritoras básicas; rasgo que no obstaculizaba su empleabilidad. La transición hacia la alfabetización de la sociedad granadina, un proceso que arranca de la segunda década del siglo XX, les afectaría sin embargo positivamente: en 1921 ya casi una de cada tres son alfabetas y en 1930 el porcentaje alcanza a la mitad. Pese a todo, sus niveles de alfabetización permanecerían muy alejados de los del conjunto de la población femenina de la ciudad16.

En fin, la fuerza de trabajo que sostenía el servicio doméstico granadino en el primer tercio del siglo XX presentaba un perfil nítido, no muy distinto del descrito por la historiografía para otros ámbitos urbanos europeos: estaba integrada por mujeres jóvenes y en menor medida de mediana edad, sin pareja conyugal en su mayoría, de procedencia rural y baja extracción social.

14 En 1921 las menores de 30, 25 y 20 años representaban, respectivamente, el 51.1%, el 40.2% y el 19.8% del total. El porcentaje de menores de 15 años era muy pequeño (3.1%), aunque cualitativamente apreciable; la mayoría de estas se situaba entre los 12-14 años, pero más de un cuarto tan solo contaba con 11, 10 o 9 años. 15 En 1921 las sirvientas de 30-54 años representaban un tercio (32.8%) del total. 16 En 1930 la tasa de alfabetización neta de estas trabajadoras (47.6%) aún era muy inferior a la del conjunto de la población femenina de la ciudad (62.7%). D. MARTÍNEZ LÓPEZ et alii, “Alfabetización y cambio social en la Andalucía…”, p. 296.

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4. Las formas de servicio doméstico

La domesticidad se organizaba en torno a dos formas de organización laboral (tabla 5): con servicio interno y con servicio externo. El servicio doméstico interno era su forma principal, aglutinaba a más de dos tercios del mismo y, como veremos, se nutría fundamentalmente de trabajo de procedencia rural. El tercio restante lo integraban trabajadoras que se desplazaban a las casas donde servían. Dos modalidades de trabajo no equiparables.

La residencia de las internas en las casas de sus empleadores marcaba la diferencia. La historiografía ha destacado las consecuencias de la corresidencia en las condiciones de vida y trabajo de las sirvientas. El ingreso en las casas de la burguesía urbana de las jóvenes sirvientas de procedencia rural implicaba la súbita separación de familiares, amigos y vecinos. El alejamiento podía conllevar desarraigo y soledad, sensaciones que repercutían en su bienestar17. El ingreso en los confortables pisos y los lujosos palacetes de las familias de la burguesía urbana suponía una vertiginosa experiencia de asimilación de la jerarquía social. Además, la combinación de subordinación laboral y corresidencia con los empleadores, o la coincidencia entre lugar de trabajo y espacio vital, podían convertir el espacio doméstico tanto en un espacio de protección paternalista como en un ámbito de alienación. Las diferencias entre ambas modalidades de domesticidad alcanzaban también a las condiciones laborales. La ocupación de las internas probablemente conllevaba mayor explotación laboral. Por un lado, porque la asimetría de la relación laboral entre sirvientas y “señores”, desarrollada en un ámbito estrecho y opaco, propiciaba la explotación del trabajo doméstico. De otro, porque el grado de la flexibilidad y disponibilidad laboral de las internas, trabajadoras multitarea a tiempo indefinido, de la mañana a la noche, difícilmente podía ser asumido por las externas, mujeres que residían, solas o en compañía de sus familiares, en sus propios hogares, y que tenían que simultanear el trabajo en las casas a las que se trasladaban diariamente desde sus domicilios con el mantenimiento de las suyas.

Modalidades de domesticidad que implicaban distintas morfologías de la fuerza de trabajo (tablas 3, 4, 5 y 6; y gráficos 3, 4 y 5). Los datos del año 1921 reflejan las diferencias; los rasgos del servicio doméstico interno, el mayoritario, se asimilaban, afilados, respecto a los del conjunto. El protagonismo femenino era casi absoluto (92.7%) y el de las trabajadoras foráneas muy elevado (82.7%). El peso de la juventud también era mayor, las internas se incorporaban

17 El suicidio de la “criada” del administrador de una de las azucareras de la ciudad (la Fábrica de Santa Juliana) en el verano de 1911, un grave pero aislado incidente, puede sin embargo servir de muestra del grado de sufrimiento síquico que las domésticas podían llegar a padecer. El Defensor de Granada, 25 de julio de 1911.

TABLA 5: Distribución de trabajadores del servicio doméstico por sexo y modalidade 1890 1900 1921 1926 1930

I E T I E T I E T I E T I E T

Hombres Mujeres

40.0 81.8

60.0 18.2

100 100

29.0 87.0

70.1 13.0

100 100

32.7 61.5

67.3 38.5

100 100

42.3 71.5

57.7 28.5

100 100

66.7 70.7

33.3 29.3

100 100

Total 68.8 31.2 100 69.0 31.0 100 57.8 42.3 100 69.1 30.9 100 70.5 29.5 100

I E T I E T I E T I E T I E T

Hombres Mujeres

18.2 81.8

60.0 40.0

31.2 68.8

13.0 87.0

70.1 29.1

31.0 69.0

07.3 92.7

20.5 79.5

12.8 87.2

05.0 95.0

15.2 84.8

08.1 91.9

05.7 94.3

06.8 93.2

06.0 94.0

Total (%) 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100

Cifras 77 35 112 69 31 100 454 332 786 729 317 1046 141 59 200

Fuente: Muestreo de Padrones de habitantes de 1890, 1900 Y 1930 (AHMG); vaciado del total de trabajadores del servicio doméstico de Padrón de Habitantes de 1921 y de Lista Cobratoria para exacción de impuestos personales de 1926 (AHMG).

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muy pronto al trabajo doméstico y se concentraban entre los 15 y los 24 años18. La presencia de la población joven se traducía, a su vez, en un importante peso de la soltería (79.6%) entre las internas19. La composición del servicio doméstico externo era distinta. Si al final del período esta modalidad de domesticidad también se había feminizado, la presencia de trabajo masculino –mayoritario hasta principios de siglo XX– se mantuvo hasta los años veinte. La distribución por origen del servicio externo también era diferente, pues la presencia mayoritaria de trabajadoras foráneas se veía acompañada de una destacada participación de nativas –más de un tercio en 1921–. En cuanto a la edad, también existían diferencias: el servicio externo se distribuía entre mujeres jóvenes, maduras e, incluso, mayores, y la incorporación de las jóvenes solteras se producía más tardíamente, sobre todo tras los 19 años20. A consecuencia de ello el estado civil de las externas era más variado, repartiéndose entre viudas y solteras.

Los marcos de producción y reproducción de la oferta de trabajo variaban según la modalidad de domesticidad. En este sentido, se pueden distinguir dos espacios, uno rural y otro urbano, en la gestación de la fuerza de trabajo doméstico. Pues, desde este punto de vista, la diferencia fundamental entre sendas formas de trabajo residía en sus distintos anclajes socio-culturales: mientras el trabajo de las domésticas externas se relacionaba con la lucha por la subsistencia en la ciudad de hogares pobres encabezados por mujeres, el de las internas se engastaba en la lógica de la subsistencia y la reproducción social del jornalerismo rural. Nos detendremos aquí en este último.

5. Servicio doméstico, trabajo femenino y jornalerismo rural

El trabajo en el servicio doméstico formaba parte de las estrategias de producción y reproducción del jornalerismo rural. Las jóvenes que servían como internas en las casas de la burguesía granadina partían de una baja posición social. Así lo corrobora, a la espera de un estudio más amplio, una incursión empírica en el origen de las internas de Montefrío

18 Más de una cuarta parte de estas trabajadoras tenía menos de 20 años, la mitad menos de 25 años y casi dos tercios menos de 30; y su edad media era muy inferior –29.2 años de media y 23.5 de mediana– a la de las externas. 19 Una pequeña porción de las solteras eran mayores de 29 años y una minoría adquiría definitivamente la condición de célibe. Una situación, el celibato definitivo, probablemente causada, como indicó Dubert para el caso gallego, por la frustración de sus expectativas matrimoniales. I. DUBERT, Del campo a la ciudad..., pp. 316-319. 20 Las menores de 25 años apenas representaban una cuarta parte y las de menos de 30 años no llegaban al tercio; y la media de edad de las externas –con una media de 41.1 años y una mediana de 40 años– era muy superior a la de las internas.

TABLA 6: Distribución de las trabajadoras del servicio doméstico según naturaleza y modalidad 1890 1900 1921 1926 1930

Origen I E T I E T I E T I E T I E T

Granada Provincia-Granada Andalucía Oriental Andalucía Occidental Resto España Extranjero

19.0 61.9

-- -- -- --

-- -- -- -- -- --

24.7 58.4

-- -- -- --

26.7 66.7

-- -- -- --

-- -- -- -- -- --

27.5 66.7

-- -- -- --

17.3 69.8 07.1 02.4 02.9

--

34.1 52.3 08.7 02.3 02.7 00.0

23.8 63.1 07.7 02.3 02.8

--

15.1 72.5 07.0 01.2 03.3 00.9

48.9 40.1 09.1 00.4 01.5 00.0

24.8 63.3 07.6 00.9 02.8 00.6

17.3 74.4

-- -- -- --

50.9 41.8

-- -- -- --

27.1 64.9 05.9

-- -- --

100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100

Total (%) 81.8 18.2 100 87.0 13.0 100 61.5 38.5 100 71.5 28.5 100 70.7 29.3 100

Cifras 63 14 77 60 9 69 421 264 685 687 274 961 133 55 188

Fuente: Muestreo de Padrones de habitantes de 1890, 1900 y 1930 (AHMG); vaciado del total de trabajadores del servicio doméstico del Padrón de Habitantes de 1921 y de la Lista Cobratoria para exacción de impuestos personales de 1926 (AHMG).

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(Granada), una de las localidades que más sirvientas aportaba a la capital; de la misma resulta que las sirvientas montefrieñas partían de hogares encabezados por trabajadores manuales y mayoritariamente (82.0%) por jornaleros del campo21.

A falta de tierras y huertas familiares propias, el traslado a la ciudad representaba una opción laboral para las hijas de los jornaleros del entorno comarcano; una boca menos que alimentar y quizás algún retorno (monetario o en especie) compensaban la pérdida a los hogares de origen. Las familias de la burguesía granadina, por su parte, encontraban en las jóvenes hijas de los jornaleros rurales una barata y elástica oferta de trabajo doméstico. Pero el trabajo de las sirvientas en la ciudad no solo respondía a la lógica de la subsistencia jornalera, entroncaba también con sus prácticas de reproducción social. La migración a la ciudad y la domesticidad se presentaban como una de las posibilidades estratégicas en el curso vital de esas muchachas (gráfico 4). La escasez del hogar paterno y del entorno jornalero las impelía pronto a partir hacia la ciudad; el trabajo doméstico en las casas de la burguesía urbana constituía una etapa de transición hacia el mundo adulto. Durante ese tiempo, en el que entraban en contacto con la cultura burguesa, además de aquilatar un mínimo ajuar y contribuir a la subsistencia familiar, tenían la oportunidad de incorporar saberes y habilidades domésticas. Con el casamiento y la constitución de una nueva familia en sus localidades originarias se clausuraba la estrategia22. No sorprende, por tanto, que el servicio doméstico interno fuera la ocupación más habitual entre las jóvenes de procedencia rural que vivían en la capital23.

Los enfoques que sólo ponen el acento en cuestiones eventuales, como la incidencia puntual de alguna crisis agraria o el alza del paro rural24, resultan insuficientes en el análisis de la movilidad de las jóvenes rurales del servicio doméstico urbano. Un enfoque mixto, entre lo productivo y lo reproductivo, entre lo estructural y lo coyuntural se antoja más eficaz. El incremento de las domésticas de origen rural se situaba en el contexto del auge migratorio que impulsó el proceso de urbanización andaluza desde los últimos años del siglo XIX. La recurrente insuficiencia de trabajo jornalero, con sus secuelas de pobreza y precariedad, en las comunidades rurales de la Alta-Andalucía del primer tercio del siglo XX estaba directamente relacionada con los desequilibrios sociales y ambientales provocados por la transformación decimonónica del mundo rural. Ahora, la misma economía agraria que había impulsado, desde el segundo tercio del siglo XIX, un inédito crecimiento demográfico que duplicó los efectivos de la población rural, se mostraba incapaz de satisfacer la demanda de trabajo jornalero. Este desfase, producto de la combinación de los efectos socio-ambientales del capitalismo agrario de base orgánica y el inusitado crecimiento de la población rural, afectó desde el período intersecular con virulencia a las familias jornaleras. En este contexto, los mecanismos de la subsistencia jornalera se reforzarían. El traslado a la ciudad de las jóvenes para servir constituyó uno de sus recursos.

21 Se trata de una incursión investigativa realizada a través del itinerario vital de las sirvientas montefrieñas que trabajaban en la capital. Para ello se ha rastreado la posición social de los familias de origen –en el Padrón de Habitantes de Montefrío de 1897 (Archivo Histórico Municipal de Montefrío)– de las sirvientas montefrieñas registradas en los Padrones de Habitantes de Granada de 1900 y 1921. 22 En esta línea, Sarasúa ha subrayado que la emigración rural al Madrid de mediados del siglo XIX estaba relacionada con las prácticas reproductivas de la familia campesina: “Una gran parte de los trabajadores que buscaban empleo en Madrid mantenía, pues, su condición de miembro de una familia campesina, como tal emigraba y como tal trabajaba y ahorraba”. C. SARASÚA, Criados, nodrizas y amos…, p. XII. 23 En 1930, por ejemplo, una de cada tres (33,7%) mujeres foráneas de la ciudad de entre 15-29 años trabajaba como interna. 24 Caso de la explicación que se otorga al trabajo doméstico de origen rural en la Málaga de los años 1930. A. M. GARCÍA ARROYO et alii, “`Universos´ distantes…”, p. 66.

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Dichos traslados, “micro-migraciones” de corto recorrido y duración temporal, formaban parte de la cultura de la movilidad campesina y de los tradicionales flujos de recursos y población que conectaban campo y ciudad25. Normalmente los desplazamientos no cubrían grandes distancias; las domésticas provenían de localidades adyacentes a la capital, de cortijadas y pueblos sitos en un radio de 20-50 kilómetros y, en menor proporción, de núcleos rurales de la periferia cuya distancia raramente superaba los 75 kilómetros. Y la estancia en la ciudad era temporal, reducida al tiempo de servicio; pocas de estas mujeres se establecían definitivamente en la ciudad26. Un comportamiento laboral que respondía a lo que Peter Laslett denominó como “life cycle service”. Esta movilidad geográfica, por otra parte, contrastaba con la tipología familiar predominante en el flujo inmigratorio que alimentó el crecimiento demográfico de la Granada de aquellas décadas27. Esta era una migración individual que no aislada o individualizada, como evidencia el contexto (espacial, social y reproductivo) en que se desenvolvía. La corta distancia de los traslados y la continuidad en el tiempo de las cuencas migratorias apuntan a la existencia de inveteradas redes migratorias. Parte del reclutamiento de estas trabajadoras se gestionaba a través de relaciones de patronazgo urdidas entre familias de la burguesía urbana y familias de las localidades rurales donde aquellas poseían tierras e influencia, pues no era raro que el reclutamiento de las sirvientas de origen rural se apoyara en relaciones de dependencia28. La lógica social en la que se gestaba la oferta de trabajo doméstico de procedencia rural, al socaire de la reproducción social de las familias jornaleras, tampoco era estrictamente individual. En fin, todo sugiere que la lógica de la decisión migratoria partía de un ámbito supraindividual, ahormado social y culturalmente por la experiencia adquirida de generación en generación por las jóvenes y las familias jornaleras del campo. No parece, por tanto, que la migración de las domésticas fuera una aventura solitaria o incierta en su desenlace. Y es posible que el entramado social y cultural que cobijaba la decisión migratoria de las sirvientas aportaran unas dosis de certidumbre y de un sentido reproductivo que atenuaban las sensaciones de desarraigo que pudieran sufrir29.

25 La movilidad de estas jóvenes formaba parte del conjunto de migraciones temporales y de corta distancia que históricamente habían regulado el equilibrio económico y social del mundo rural. Práctica migratoria destacada por la historiografía en otros ámbitos urbanos del país. En Madrid, por ejemplo, las criadas procedentes de las cercanas localidades rurales de las provincias de Toledo y Guadalajara eran en su mayoría jóvenes y solteras “que se empleaban temporalmente en la capital para luego retornar a sus pueblos con los ahorros, siguiendo una práctica antigua que conectaba las ofertas de trabajo en la ciudad con las potenciales trabajadoras de los alrededores”. R. PALLOL et alii, “Inmigración y mercado en el Madrid…”, p. 160. 26 Según nuestras indagaciones en los Libros de matrimonios del Registro Civil de Granada, un porcentaje muy pequeño de estas mujeres se establecía, maritalmente en la capital. 27 Id., “Urbanización, inmigración y mercado de trabajo…”. 28 Así lo ilustra la estrategia, recreada en una obra literaria, de actualización de viejos vínculos laborales con una familia de la ciudad que el abuelo de una joven alpujarreña despliega en su afán por colocar a su nieta en la misma casa donde prestaron sus servicios otros miembros de la familia: “Sirvió su agüela, mi mujé, que en gloria esté; sirvió su mare; arrimaoh ar señorío jemoh vivío siempre (…)”. Texto de P. BARRAGÁN, Zafarí, Madrid (1942), reproducido en A. ALBUERA, El mundo del trabajo en Andalucía…, p. 293. 29 Rey ha apuntado que la cercanía de las localidades de origen de las jóvenes sirvientas aminoraba el riesgo de desarraigo. O. REY, “Partir ou rester……”.

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REFERENCIAS

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Dubert, Isidro, Del campo a la ciudad. Migraciones, familia y espacio urbano en la historia de Galicia, 1708-1924, NIGRA y Consorcio de Santiago.

García Arroyo, Antonia María y Santiago Galván, Francisco Javier, “”Universos” distantes: Victoria-Capuchinos, Perchel Norte, Campanillas y Torremolinos”, en Manuel Morales, La Málaga de preguerra. Un estudio socioprofesional, Málaga, CEDMA, 2011, pp. -.

Garrués Irurzun, Josean y Rubio Mondéjar, Juan Antonio, “Empresarialidad y redes empresariales”, en Andrés Sánchez Picón (coord.), Industrialización y desarrollo económico en Andalucía, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2013, pp. 139-161.

Martínez López, David, “Urbanización, inmigración y mercado de trabajo en la Andalucía del primer tercio del siglo XX”, Historia social, 81, 2015, pp. 29-47.

Martínez López, David, Martínez Martín, Manuel y Moya García, Gracia, “Alfabetización y cambio social en la Andalucía urbana del primer tercio del siglo XX”, en Manuel González Portilla, José María Beascoechea Gangoiti y Karmele Zárraga Sangroniz, Procesos de transición, cambio e innovación en la ciudad contemporánea, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2011, pp. 287-310.

Martínez López, David y Moya, Gracia, “La inmigración y el cambio social (Granada, 1890-1930)”, en Arantza Pareja (ed.), El capital humano en el mundo urbano. Experiencias desde los padrones municipales (1850-1930), Gipuzkoa, Universidad del País Vasco, 2011, pp. 283-300.

Martínez Martín, Manuel, Martínez López, David y Moya García, Gracia, “Estructura ocupacional y cambio urbano en la Andalucía oriental del primer tercio del siglo XX”, Revista de Demografía Histórica, 32, 2014, pp. 73-101.

Pallol, Rubén, Carballo, Borja y Vicente, Fernando, “Inmigración y mercado en el Madrid de la segunda mitad del siglo XIX”, Revista de Demografía Histórica, XXVIII, I, 2010, pp. 131-166.

Rey, Ofelia, “Partir ou rester. L´effet des régimes démographiques et systèmes familiaux sur la participation des femmes aux flux migratoires”, en XIV International Economic History Congress, Helsinki, 2006.

Sarasúa, Carmen, Criados, nodrizas y amos. El servicio doméstico en la formación del mercado de trabajo madrileño, 1758-1868, Madrid, Siglo XXI, 1994.

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GRÁFICOS30

30 Fuentes: Gráficos elaborados a partir de los datos procedentes del muestreo del Padrón de habitantes de Granada de 1890 (AHMG); y del rastreo de la totalidad de trabajadoras domésticas del Padrón de Habitantes de Granada de 1921 (AHMG) y de la Lista Cobratoria para exacción de impuestos personales de 1926 (AHMG).

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