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SUPLEMENTO ESPECIAL DE A 40 años del golpe de Estado Memorias del fuego PáginaI 12 MIERCOLES 23 DE MARZO DE 2016 Documentos de la Secretaría de Niñez sobre hijos de desaparecidos La gente del futuro Trámites de guardas y adopciones, legajos de trabajadores, fotografías y partidas de nacimiento fueron relevados para aportar a la búsqueda de niños apropiados, pero también para reconstruir el relato estatal de los hijos de desaparecidos que se criaron con sus familias. Los institutos de menores como parte del circuito represivo. Las fotos, de Julio Pantoja, forman parte del ensayo “Los hijos, Tucumán veinte años después”.

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SUPLEMENTO ESPECIAL DE

A 40 años del golpe de Estado

Memorias del fuego

PáginaI12

M I E R C O L E S 2 3 D E M A R Z O D E 2 0 1 6

Documentos de la Secretaría de Niñez sobre hijos de desaparecidos

La gente del futuroTrámites de guardas y adopciones, legajos de trabajadores,

fotografías y partidas de nacimiento fueron relevados para aportar ala búsqueda de niños apropiados, pero también para reconstruir elrelato estatal de los hijos de desaparecidos que se criaron con sus

familias. Los institutos de menores como parte del circuito represivo.

Las fotos, de Julio Pantoja, forman parte del ensayo “Los hijos, Tucumán veinte años después”.

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Memorias del fuegoII23-3-2016 /

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I1240 años del golpe III

Por Victoria Ginzberg

Yamila y Jimena Zavala Rodríguez se sentaronen el escalón del hall del edificio. Apenas unrato antes, caminaban por la vereda con su

mamá. Habían ido a comprar gaseosas porque en dosdías era Navidad. Casi estaban en la puerta de casa.Su papá venía en dirección contraria, hacia ellas.Pero no llegaron a encontrarse. De pronto, la esce-na, como todo lo conocido, como la vida, se desva-neció. Un auto se interpuso rápidamente entre lamujer que caminaba junto a sus hijas y llevaba labolsa de las compras y el hombre que se acercaba.Bajaron otros hombres. Hugo gritos, tiros. A la mu-jer la agarraron de los pelos y la metieron en el auto,que aceleró y se perdió de vista. El cuerpo del hom-bre quedó en el piso, un poco en la vereda y otro po-co en la calle, hasta que alguien, en algún momento,se lo llevó. Y todos se fueron. Y Yamila y Jimena,que tenían casi cuatro y dos años y medio, se senta-ron en el escalón del hall del edificio de la calleLambaré.

En 2011, Raquel Robles era Directora Nacionalpara Adolescentes Infractores cuando llegó a su ofici-na un oficio del juzgado federal de San Martín en elque se pedía información en un caso de posible apro-piación de un menor durante la última dictadura. El

papel –el símbolo de que allí, en el edificio dondetrabajaba, en la oficina estatal de la que era parte,podía haber información que ayudaría a encontrar al-gún nieto, algún hermano de un compañero– movili-zó a Raquel Robles y ella, a su vez, movilizó a toda lasecretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Fami-lia (Sennaf). El organismo armó una comisión pararelevar los legajos y documentos del período 1973-1985. De pronto, 18 personas comenzaron a revisarmiles y miles de trámites de guardas y adopciones, le-gajos de trabajadores, fotografías y partidas de naci-mientos.

El trabajo que coordinó Paola Sánchez, comenzócomo una manera de aportar información a la bús-queda de niños apropiados durante el terrorismo deEstado y con ese objetivo se hizo un convenio conAbuelas de Plaza de Mayo. Pero también permitióiluminar un círculo concéntrico más amplio relacio-nado con los hijos de desaparecidos que de una uotra forma, a veces rápido pero otras veces no tanto,se encontraron con sus familias, que en algunos casoslos criaron y los protegieron como su mayor tesoro,en otros los soportaron como una presencia incómo-da y, muchas veces, hicieron lo que pudieron, tratan-do de dar lo mejor en un contexto complicado y peli-groso.

Muchos de estos niños hoy cuarentones crecieron

sabiendo la verdad, o al menos sabiendo que sus pa-dres estaban desaparecidos o habían sido asesinadopor los militares, pero otros escucharon relatos másdifusos y confusos, que hasta podían incluir supuestosaccidentes de tráfico para explicar la orfandad.

Para regularizar la situación de estos niños que sehabían quedado sin padre y madre, para que fueran alcolegio o pudieran salir del país o para obtener sus do-cumentos, abuelos, abuelas y tíos y tías debieron tra-mitar guardas y tutelas. Esos trámites se hicieron conintervención de la Sennaf e implicaban visitas deasistentes sociales, que el Estado mandaba para “con-trolar” las condiciones en que vivían estos chicos ychicas. Los asistentes sociales hacían sus informes–que en general se parecían a los de una inmobilia-ria– y opinaban acerca de si les parecía que el “entor-no” era “adecuado” o si era “favorable” y si los meno-res eran bien tratados y debían permanecer allí o no.

El Estado se encargaba “velar por el bienestar” delos huérfanos que había creado. ¿Es esto una paradojabrutal? ¿Era un resabio del aparato burocrático queseguía funcionando al margen del circuito terroristadentro del mismo Estado? Para Raquel Robles no setrata de ninguna de estas cosas: “Cuando se habla deterrorismo de Estado no hay que pensar en los milita-res, sino en el aparato estatal que se ocupa de todo.Se ocupa de matar a los que cree que tiene que matary se ocupa de los niños, con diferentes modalidadessegún la realidad pero con un denominador común.Inclusive se ocupa de dar subsidios a las familias a lasque se mata la fuente de sustento. Y está el aparatojudicial que da ‘legalidad ‘a todas las situaciones irre-gulares que van quedando. Lo mismo con las propie-dades, las escrituras que se firmaron en los campos deconcentración. Es un aparato con todas las ventani-llas funcionando, y ahí es donde Kafka fue muy ge-nial, porque en todas sus ventanillas actúa con unacoherencia tremenda. Así como hay un plan de apro-piación de niños, hay un plan para resolver los cabossueltos que van quedando”.

Raquel habla del método nazi de fragmentación delas acciones para pensar en el trabajo estatal y judi-cial durante la última dictadura. “Sentís que sos unatrabajadora social y que estás haciendo tu tarea, perono comprendés dentro de qué maquinaria estás. Elterrorismo de Estado es mucho más grande de lo quepensamos”.

A través de un convenio con la secretaría de Dere-chos Humanos, los documentos se fueron digitalizan-do y entregando a sus “dueños”, a quienes aparecíanen la carátula. “Cuando tomamos conocimiento deque existía esta información, entendimos que era va-liosa para las personas que figuraban allí, que en esaépoca eran niños. Había un relato del Estado de unaparte de su infancia y nosotros no sabíamos si cono-cían estos hechos, todos, una parte o si tenían unaversión distinta. Muchos de los que participamos eneste trabajo somos hijos de desaparecidos y sabemosque cualquier cosa que se encuentre tiene un valormuy grande, porque en muchos casos no sólo desapa-recieron nuestros padres, sino también los registrosde sus vidas, sus libros, sus fotos”, explica ManuelGonçalves, secretario ejecutivo de la Comisión Na-cional por el Derecho a la Identidad (Conadi).

Los institutos Entre los niños que fueron apropiados y los que pu-

dieron regresar enseguida con sus familiares luego delsecuestro o asesinato de sus padres hubo un montónde situaciones intermedias. Los legajos de la Sennafpermiten iluminar un hecho que a pesar de los 40años transcurridos desde el golpe de Estado no esmuy conocido ni fue sistemáticamente relevado: laderivación de hijos de desaparecidos a institutos demenores y la pertenencia de estos establecimientos alcircuito represivo como un dispositivo más, al igualque los centros clandestinos, las cárceles y las comi-sarías.

Yamila y Jimena Zavala Rodríguez son las niñasque se sentaron en el escalón del hall de su edificioluego de presenciar el asesinato de su padre, MiguelDomingo Zavala Rodríguez (ex diputado nacional eintegrante de las FAP), y el secuestro de su madre,Olga Irma Cañueto, el 22 de diciembre de 1976 enAlmagro. Lo siguiente que recuerda Yamila es unhombre y unos chupetines. Dos meses después, ella ysu hermana fueron rescatadas por su abuela del insti-tuto de Menores Mercedes de la Sala y Riglos, enMoreno. Según surge de sus legajos, estuvieron allí adisposición del Comando I del Ejército, con sede enPalermo. En una nota fechada el 23 de diciembre, lasecretaría del Menor y la Familia le informa al direc-tor del instituto que “se ha dispuesto autorizar el in-greso de la menor Zabala Rodríguez Gimena, debien-do quedar anotada a la orden de la Junta Militar. De-biendo no ser entregada ni visitada por ninguna per-sona sin la correspondiente orden de la dependenciamilitar correspondiente”.

Mientras las niñas estaban en el Riglos, su abuelapaterna, Ana María Mendoza de Zavala Rodríguez,viuda de un juez, logró mover sus contactos hasta darcon ellas. En una nota del 16 de febrero de 1977 eldirector del instituto, Osvaldo Lauro, le pidió a la se-ñora Amanda Rousseau de García, de supervisión deInstitutos, que le informe “qué actitud asumir encuanto a las visitas de las alumnas mencionadas” da-do que “se encuentran bajo la dependencia de la Jun-ta Militar”. Finalmente, luego de que la abuela sobre-actuara valores occidentales y cristianos, el propioministro de Interior de la dictadura, Albano Har-guindeguy, intervino para que las chicas pudieranvolver con su familia. “No sé que hubiera pasado simi abuelo en vez de juez hubiera sido almacenero,por ahí no nos devolvían”, dice Yamila, hoy abogadaque patrocina a víctimas de crímenes de lesa huma-nidad en Mar del Plata.

También en diciembre de 1976, también en la Ca-pital Federal, Claudia Urondo y Mario Koncurat fue-ron a una cita envenenada –juntos, contradiciendotodas las normas de seguridad. Se resistieron durantehoras a una patota compuesta por más de una docenade represores y llegaron a la ESMA muy heridos o yamuertos. Sus hijos, Nicolás y Sebastián, de dos y tresaños, estaban en el jardín de infantes, en Caballito.Era el 3 de diciembre de 1976, Nicolás cumplía dosaños y sus papás le habían prometido que iba a haberfestejo. Pero como nadie los fue a buscar, la directorase hizo cargo de ellos un par de días, hasta que llamóa una comisaría.

Los abuelos comenzaron la búsqueda, pero no erafácil, los chicos estaban anotados en la escuela conotro apellido. Estaban también en el Riglos. Y así co-mo a las Zavala Rodríguez las controlaba el Ejército,los Koncurat dependían de la Marina.

Nicolás y Sebastían estuvieron a cargo del juez co-rreccional de Menores Jorge Muller, que luego se de-claró incompetente. El trámite pasó al juzgado crimi-nal de instrucción 9 a cargo de Oscar Hermelo. El se-cretario tutelar de ese juzgado era Gonzalo DalmacioTorres de Tolosa, uno de los dos civiles que actual-mente están siendo juzgados en la megacausa ESMA,denunciado por Adolfo Scilingo por participar de losvuelos de la muerte. A través de Torres de Tolosa yuna pista en el diario dejada por el juez anterior de lacausa, que publicó la búsqueda de dos niños “abando-nados”, la familia pudo encontrar a los chicos.

El mismo Torres de Tolosa lo confirmó. Pidió ex-cepcionalmente la palabra durante el juicio para re-ferirse a este caso. Dijo que al hablar con el abuelode los niños en el juzgado se dio cuenta que los Cam-pagnolo eran KoncuratUrondo, que fue a la ESMA a“consultar” a Jorge “El Tigre” Acosta y que éste lomandó a ver a Francis William Whamond, que “esta-ba en pleno conocimiento de la situación”.

Torres de Tolosa intentó quedar como el “salva-dor”, el artífice del reencuentro familiar, pero en su

relato aportó información importante. Por un lado,confirmó que el grupo de tareas de la ESMA asesinóa Claudia y Mario y reveló que tuvo que pedir “auto-rización” a la ESMA para que los chicos volvieranacon su familia. “Fue a buscar aprobación del GT paraentregar a los niños, que se hallaban sustraídos, rete-nidos y ocultados a disposición de la Armada, usandocomo lugar de cautiverio la institución del Riglos”,dijo durante su alegato la fiscal del juicio ESMA,Mercedes Soiza Reilly.

Cuando Nicolás fue a declarar en el juicio, llevósu legajo. Lo había recuperado antes de que se for-mara la comisión en la Sennaf. Lo había ido a pedirpara poder reconstruir su historia, porque sus prime-ros recuerdos empiezan después, con sus abuelos, enla Pampa. Así supo que en el Riglos estuvo enfermoy lo alimentaron a cuchara y que lloraba mucho.Una hoja entre todas le llamó la atención. Es unbreve escrito a máquina en el que se da cuenta delllamado de una asistente social que hacía prácticasen el Riglos y que informaba sobre un chico rubio,de entre dos y tres años que se llamaba Nicolás, aun-que la fecha no está clara. “Ella trató de brindarlecariño porque se lo veía muy triste, pero le aconseja-ron que no se acercara mucho porque era hijo desubversivos y si se acostumbraba al trato de ella, lue-go sufriría mucho más. Estaba un poco aislado. Nosabe que pasó luego con el chiquito”, dice el infor-me. Nicolás volvió al Riglos dos veces, para tratarque alguna imagen saliera a la luz. Pero nada. Hayvivencias que quedarán por siempre en la oscuridad,aunque tienen efectos que llegan hasta hoy. “Hicemuchos años de terapia. Y creo que el hecho de ha-ber estado ahí 45 días varados nos dañó un montón,fue un gran trauma. Me doy cuenta ahora de mani-festaciones que tuve, como rigidez en las manos.Creo que haber estado ahí nos daño tanto como notener a nuestros viejos. Sé lo que es cuando un nenese encuentra en situación de una demanda que no esrespondida. Sé lo que eso genera en la psiquis. Estraumático que no estén tu mamá y tu papá, pero siestá tu abuela o tu tía puede haber una suplencia,aunque no se sustituya, pero el hecho de estar insti-tucionalizado de tan chico te daña”, explica Nicolás,hoy psicólogo.

Como Nicolás, Yamila y su hermana no tienenningún recuerdo del Riglos. Aunque en el caso deYamila sí tiene recuerdos anteriores, como el asesina-to de su papá y el hall en el que se sentó con su her-mana, al que volvió de grande y vio casi igual, aun-que más chico. Lo último que se acuerda de ese día esun hombre y chupetines, que, según el legajo, debióser el vecino del 3B que las llevó a la comisaría. Elinstituto es un agujero negro. Luego, viene la vidacon sus abuelos.

El Riglos no fue el único Instituto en por el quepasaron hijos de desaparecidos, también fueron partedel circuito, entre otros, la colonia Capitán Sarmien-to, el Instituto María del Pilar Borchez de Otamendiy el Carlos Arenaza. En el Riglos se sabe que al mar-gen de los niños que estuvieron allí a disposición deMarina o Ejército pero documentados, también hubocasos de internaciones clandestinas, sin registros, co-mo los chicos que fueron llevados allí luego del ope-rativo que se realizó en marzo de 1976 en la quintade Moreno donde estaba reunida la cúpula del PRTERP.

La diferenciaHay pequeños o grandes datos que estos documen-

tos y legajos de la Sennaf pueden revelar, pero los pa-peles también tienen información falsa, que se co-rresponde con la versión oficial de la dictadura de al-gunos hechos. Por ejemplo, la mamá de Yamila y Ji-mena está “fugada” y las niñas “abandonadas”. “Re-cuerdo un caso en el que se llevan a los padres deuna casa de San Telmo, una casa que destruyen. Lanena está en una institución y el informe de la psicó-

loga dice que la niña fabula, que no quiere aceptarque ha sido abandonada. Pensé, ‘quién sabe qué hasido de la vida de esta chica, a lo mejor sigue pensan-do que fabulaba’. Me parece importante que la genterecupere este pedazo de su historia”, cuenta RaquelRobles. Por eso, quienes reciben los legajos que fue-ron digitalizados tienen la oportunidad de hacer undescargo para rectificar la información.

El terrorismo de Estado abarcaba todas las ventani-llas, pero también dejaba margen para pequeños ograndes gestos de resistencia o de dignidad. La posi-bilidad de que los padres de estos niños estuvieran,en los papeles, efectivamente desaparecidos por razo-nes políticas parecía depender bastante de la volun-tad del asistente social que hacia los informes y, enalgunos casos, también del relato que recibían de losguardadores.

“Así como había una psicóloga que ponía una bar-baridad u otras que repetían el relato oficial, tambiénhabía algunos que escribían la palabra desaparecido.Para mí, que hace 25 años trabajo en el Estado, esimportante que, aun en ese marco, en el que la vidaera bastante frágil, hubo gente que escribió lo que te-nía que escribir. Es para pensar que siempre hay unmargen para tomar una decisión más ética en rela-ción a tu profesión como funcionario público. Por unlado está la magnitud del terrorismo de Estado. Du-rante el trabajo, también nos encontramos con loslegajos de dos asistentes sociales desaparecidas. Ydespués está la capacidad como trabajador de haceruna diferencia, de dignificar tu lugar de trabajo. Pu-diste hacer una diferencia y no la hiciste o pudistehacer una diferencia y la hiciste. Eso también se veen los legajos. La gente que puso la verdad y la genteque no. A menudo se escucha ¿`qué podría haber he-cho?... No sabíamos.` No es que hay cosas que se po-drían haber hecho, hay cosas que se hicieron. Lopienso también para la situación actual, en la que noestá en juego la vida, pero sí el trabajo. ‘Nos estánpor despedir a todos, ¿qué podría haber hecho? Haycosas que se pueden hacer, podés agarrar el volantede un compañero. Y también hay margen para hacerlo mejor posible tu trabajo”.

Fuera de registroEstos documentos, como cada registro oficial, así

como muchos papeles íntimos, pensados para notrascender a la esfera pública, pero que por las cir-cunstancias terminaron enredados en ella, se vansumando a un hilado que permite armar el tejidosocial de las historias, que son individuales y colec-tivas, personales y políticas. Hay episodios que, de-bido a que sus protagonistas eran demasiado jóve-nes, no pueden ser recuperados sino como sensacio-nes, como las huellas que dejaron. Son los que ex-plican que lo primero que hacía Sebastián, a los tresaños, cuando se levantaba en la casa de sus abuelos,fuera armar con cuidado y esmero las camas, lo quehacía que Nicolás se tapara la cara con las manoscuando veía que un adulto movía las suyas y que elentrenador de natación de Yamila tuviera que pedirque en las competencias se cambiara el sistema delargada porque el disparo la paralizaba. Desde latemprana La Historia Oficial, infancia y dictadura esun tema recurrente, pero en los últimos años se fuecomplejizando con reflexiones y aportes de los pro-tagonistas, muchos en clave de ficciones. Los escri-tos de Angela Urondo, Félix Bruzzone, Ernesto Se-mán, Laura Alcoba, Mariana Eva Pérez, la mismaRaquel Robles (y en esta lista cuadra también “Unamuchacha muy bella”, de Julián López, que no eshijo de desaparecidos pero tiene una pertenenciageneracional) y muchísimos otros, las películas deAlbertina Carri y Benjamín Avila y la obra de tea-tro Mi vida después, de Lola Arias, por citar solo al-gunos, son parte del entramado de una generaciónque se está pensando, como les ocurre a todas, porcierto.

Archivos de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia sobre hijos de desaparecidos

Niños en el tiempo

El legajo de las hermanas Zavala Rodríguez.

Un trabajo quecomenzó paraaportar información ala búsqueda de niñosapropiados permitióiluminar un círculoconcéntrico másamplio relacionadocon los hijos dedesaparecidos quese criaron con susfamilias y dio cuentadel paso de muchosde ellos por institutosde menores.

El legajo Por V. G.

Mi legajo no tienefoto. Tiene un nú-mero, el 506516.Yuna descripción“cromática” y otra“morfológica”. Diceque mi cutis esblanco, mi cabellorubio, mis ojos me-

dianos y mi iris verdoso. Que mifrente es ancha, mis cejas arquea-das, mis párpados normales, minariz cóncava, mi boca mediana,mis labios finos, mi mentón normaly mis orejas medianas. Dice tam-bién, que mis padres están desaparecidos.Y lo dice en 1978.

La asistente social que me entre-vistó por primera vez, para autori-zarme a salir del país en un viajeque mezclaba vacaciones en Dis-ney con una visita a la parte de lafamilia que estaba exiliada en Méxi-co, volcó en el papel, evidentemen-te, todo lo que mi tía le dijo. No más,pero tampoco menos. Era 1978 yallí figura “desaparecido” al lado delos nombres de mis padres. En lasobservaciones se aclara que “fue-ron retirados de su domicilio por ungrupo de personas, en mayo de1977, nunca más supieron deellos”. No es poco. ¿Qué pensaríala funcionaria que escribió aquelloen el expediente?

Muestra el legajo, y por lo quesé, esta característica se repite enmuchos otros documentos simila-res, que la vocación frustrada delos asistentes sociales es la deagente inmobiliario. “Se trata de undepartamento moderno, suma-mente confortable, luminoso y congrandes ventanales hacia jardinesy campos de deportes. La menortiene una cómoda habitación paraella sola, amueblada de acuerdo asus necesidades”, describió la per-sona que hizo el informe en 1983.La mirada de clase, la asociaciónde buen pasar económico conbienestar emocional es práctica-mente unánime en los legajos queinvolucran a menores y no sólo losque se relacionan con hijos dedesaparecidos. No es que la estu-viera pasando mal, aclaro, tendien-do en cuenta el contexto. Pero esono dependía de la cantidad decuartos que tenía el departamentodonde vivía.

De mi legajo se desprende quefui una pequeña sobreadaptada.“Normal, vivaz y simpática”, dice(sí, muchos de los que me cono-cen se preguntan qué pasó des-pués, pero no viene al caso) Queera “mimada por todos” por ser “lamenor y la única niña de sexo fe-menino” de la casa. Que “no pre-sentaba problemas”, y que, de he-cho, cuando hablaba de mis pa-dres decía “que están muertos”.En otra visita, la asistente socialparece quedarse conforme porquecada vez hablaba menos de mispadres.

¿Qué sería normal en esas cir-cunstancias? ¿Hablar mucho, ha-blar poco, llorar, reír? Es probableque las asistentes sociales no losupieran. Pero es seguro que loque observaban en esas pocas vi-sitas, ese supuesto comportamien-to de “niña normal” a la que no lehabía pasado lo que sí me habíapasado, las tranquilizaba.Nicolás Koncurat en Rosario.

Yamila y Jimena.

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Memorias del fuego 40 años del golpeIV

Por Julio Maier

“De nuevo estoy de vuelta/después de largaausencia/igual que la calandria/que azota el venda-val” reza la recontraconocida zamba del “Chango”

Rodríguez. El texto y sus palabras denotan mejor quecualquier explicación el significado completamente dife-rente que ellos tienen según el momento y en el lugar enel que son escritos o pronunciados. Para el autor de lacuartilla aquel texto representaba la alegría por el pasofestivo de la prisión a la libertad, la expresión de la razónde ser de su calvario, el homenaje sentido a quien lo ha-bía acompañado durante su sufrimiento.

Al menos para mí, el título que preside significa todolo contrario. Tristeza, al conocer el “vendaval” actual dedespidos de empleados y de trabajadores, sin atención al-guna al problema humano de sus familias, con la únicajustificación del cierre correcto de un balance, en el me-jor de los casos; al sentir en carne propia la disminucióndel valor del salario de aquellos “felices” de no haberperdido el empleo, de poder seguir ocupados, pérdidaque mi familia y muchas como la nuestra pueden sopor-tar o capear de algún modo, pero que para otros significaperder su albergue o ganar ayunos; al presenciar que sepretende corregir el déficit fiscal suprimiendo los im-puestos con los que contribuyen al bien común quienestienen sus necesidades más que satisfechas, que no au-

mentarán la satisfacción de necesidad real alguna con osin la desgravación, sencillamente porque les resulta im-posible como individuos o como familia; al ver al gobier-no de mi país y al Congreso nacional apurado, determi-nado en materia (derogación de una ley nacional y per-misión de contratar bajo el imperio de otra ley nacional)y en tiempo (antes de mediados de abril) por un juez ex-tranjero de primera instancia, de una comuna de unaciudad, importante, pero ciudad al fin, amenazados, so-juzgados por él y el interés financiero de personas priva-das, con sede única en el egoísmo patético de la afirma-ción de la propiedad privada por sobre todas las cosas,egoísmo puro de personas harto satisfechas en sus necesi-dades que ni siquiera pestañean ante la pobreza ajena,ante el hambre o ante la carencia de sustentos elementa-les para la vida digna de otros, sus congéneres. Estupor,al presenciar que personas y partidos políticos que en te-oría defienden a los más necesitados, si bien expresanesa teoría en palabras, de modo altisonante, conocen ycalifican los problemas sobrevinientes a su decisión, ava-lan el fruto de esas órdenes y amenazas, al punto de queun vecino, confundido por los discursos parlamentarios yla votación posterior, me pidió alguna explicación deamigo que, por supuesto, no pude satisfacer.

Confieso que resulta quizás imposible explicar mi es-tado de ánimo. Noto que entre la trágica historia cuyoscuarenta años de sucedida recordamos –muchos aún

con tristezas pendientes– (yo, en cambio, si tuviera po-der, recordaría su finalización) sólo existe un cambio deapellidos, mínimo si se quiere. El hoy significa o repre-senta lo mismo que el ayer. Si alguien explica una dis-tinción entre Martínez de Hoz y Prat-Gay o Aranguren,ella es sólo circunstancial y no siempre favorece a lostiempos presentes. Ello funda mi depresión –en térmi-nos vulgares– frente a los hechos. Haber llegado despuésde 40 años al mismo punto no es un hecho capaz defundar optimismo ni alegría en nadie (¿o no recuerdan,por ejemplo, la supresión del impuesto a las sucesiones,la “tablita”, Papel prensa, etc.?). Existe, sin embargo, al-go peculiar en la comparación: esta vez llegamos a esepunto por elección propia, pues nadie puede fundar des-conocimiento acerca de aquello que sucedería, menosaún los más educados; sólo quizás se pueda expresar sor-presa por la velocidad de los acontecimientos, algo que,seamos sinceros, es propio de la época en la que vivi-mos. Aquella peculiaridad funda también nuestra res-ponsabilidad por los resultados, como ciudadanos y co-mo país.

Hace pocos días, un ministro del gobierno precedente,a quien respeto y admiro, dijo algo que me impactó: pa-rece que estamos condenados a comenzar siempre desdecero. ¡Ojalá tenga razón! porque mi pesimismo estimaque comenzaremos desde algún subsuelo, a estar por cier-tos datos históricos.

40 años