Mensaje c if Rado

download Mensaje c if Rado

of 7

Transcript of Mensaje c if Rado

  • MENSAJE CIFRADOMARTA ZAFRILLA

    Premio Gran Angular 2007

  • A Ruben Castillo,por descifrar mis das.

    Que anudas tu ah, amigo mo?El nudo respondio brevemente el marinero, sin

    alzar siquiera la vista.Ya lo veo, pero con que destino?Para que otro lo deshaga murmuro el viejo.

    HERMAN MELVILLE, Benito Cereno

  • 7CAPITULO 1

    Me parece innecesario describir a mi abuelo, porquetodo lo que sobre el pudiera decir es, mas o menos, loque cualquier nieto podra decir del padre de su padre.O, como en este caso, del padre de mi madre. Era miabuelo, y con eso tendra que bastar. Las descripcionesestan muy bien no lo negare cuando no se ha cono-cido a la persona que las protagoniza; pero, en casocontrario, sobran.

    No obstante, estas paginas seran ledas por muchaspersonas que no tuvieron la suerte de conocer a Santia-go Torres Daz que as se llamaba mi abuelo hasta lasemana pasada, as que me esforzare para que todoslo veais como una persona real. Con sus rarezas de an-ciano, con sus arrugas incontables, con sus recuerdosconfusos o barajados por la edad y, sobre todo, con suviejsimo tablero de la oca, erosionado en los bordes,con la pintura cuarteada y pidiendo a gritos ir al con-tenedor de basura. Solo as comprendereis que es lo quecontienen los dos viejos petates llenos de mugre que es-condo debajo de mi cama, y que innito desasosiegome corroe el estomago cuando pienso en que debo con-tar esta historia. No se si mis padres la entenderan, nicomo cambiara, cuando la conozcan, la imagen que dem y del abuelo tienen formada. Tampoco se si la en-

  • 8tendereis vosotros. Os aseguro que voy a ponerlo todode mi parte para que as sea, por enigmatica que puedallegar a ser.

    Bien, veamos.Ya os he dicho que mi abuelo se llamaba Santiago

    Torres Daz, as que puedo pasar a otra cosa, para noatascarme en menudencias ni repetirme demasiado. Ha-blare de su aspecto fsico, por ejemplo. Nunca se meocurrio preguntarle cuanto meda nadie le preguntauna idiotez as a su abuelo, ni a sus padres, ni a sumejor amigo, ni a su chica, pero creo que andaba porel metro setenta y cinco, centmetro arriba, centmetroabajo. El, con una coquetera inusual en un hombre deochenta y siete anos, sola presumir de metro ochentay tres. Pero la medicion me parece optimista y muydudosa. Papa, en cuya cartilla militar lo situaban en elmetro setenta y cinco, era clavadito a el cuando ambosestaban de pie. As que me parece que podramos ad-judicarle esa estatura. Todo lo demas sera exagerar.

    Peso? Bah, ah s que me rindo. Jamas he sabidohacer calculos de ese tipo. Y todava recuerdo con ver-guenza la ultima vez que comet la osada de aventurarun numero en relacion con ese tema. Fue con mi noviadesde entonces ex novia Beatriz y me costo un bo-feton de los que hacen epoca. Mejor dejamos el tema.A mi abuelo, como no se le vea gordo ni aco, yo diraque podramos echarle unos sesenta y ocho kilos, maso menos. Pero no me pidais mas exactitud. Recordemosque fui su nieto, no su bascula. Bastante hago con daruna cifra aproximada.

    Arrugas? Todas las del mundo. Pero, curiosamente,no las tena en torno a los ojos, ni en la frente, sinoapelotonadas en el cuello, en una triple o cuadruple pa-pada de pellejos grises, como si durante su juventud

  • 9hubiera tenido el rostro de un luchador de sumo, y lavejez le hubiera arrebatado toda la carne, dejandole tansolo el envoltorio de piel. Creo que me explico. Mi padremurmuro una vez entre dientes despues de una dis-cusion de lo mas absurda que el abuelo pareca unrinoceronte fofo, y aunque me duele que lo dijese congesto agrio, la verdad es que lo clavo. Las manos, curio-samente, no estaban surcadas por demasiadas arrugas;pero las tena llenas de unas manchitas cuyo color os-cilaba entre el cafe con leche y el azabache. Papa medijo una vez que aquello era vitligo, y yo puse carade admiracion y gestos de creermelo, porque papa, aun-que no ha estudiado medicina, es un fervoroso lectorde revistas cientcas. Pero cuando trate de comprobarlounos meses despues en internet, me convenc de queaquello tena toda la pinta de ser un error: las manchasque salan fotograadas en la pagina web no eran nisiquiera parecidas a las de las manos de mi abuelo.

    Pelo? Pues ni mucho ni poco. Por la parte de arribaestaba completamente calvo, pero luego tena una es-pecie de aureola que le rodeaba el craneo, uniendo laparte superior de las orejas, y que se desmoronaba singracia hacia el cuello. Donde s tena mucho era en lasorejas y en los oricios de la nariz, una cosa increble.Los de la nariz se le notaban menos, porque se juntabancon el bigote y, si no te jabas con demasiada intensi-dad, incluso podan pasar inadvertidos. Pero los de lasorejas eran una cosa mala. Unos pelos como juncos, tie-sos, destartalados, indomitos, que lo mismo se erguanairosamente que se dejaban caer como restos de algashacia los lobulos. Y en cuanto a los de las manos, paraque os voy a contar. No he visto a nadie que tuvieratantos pelos en los nudillos como mi abuelo. Pero estoss que tenan gracia: eran grises y suaves, y los cortaba

  • 10

    con la misma regularidad y el mismo cuidado que lasunas.

    A ver, no se. Mas detalles?Los zapatos. Le encantaba pasar un trapo sobre ellos,

    con crema abrillantadora o sin nada. Daba igual. El casoera frotarlos, mantenerlos impolutos. Deca que bastantegrasa haba tenido que soportar en el taller durantesu vida laboral, y bastante polvo en la carcel durante sujuventud, para no permitirse ahora el lujo de creerse unsenor. Y que un autentico senor empezaba por los za-patos.

    A que no sabes por que los ricos han llevado siem-pre los zapatos tan relucientes? me indicaba, con undedo frente a mi nariz. Pues porque iban a caballo,Santi (mi abuelo no comenzo a llamarme Santiago hastaque cumpl los doce, un da que le puse mala cara por-que me llamo Santi y me revolvio el pelo delante demis amigos). En eso se distinguan de los simples za-rrapastrosos. Ellos no se ensuciaban con la tierra de loscaminos, ni con el barro de los marjales. Si quieres serun senor, has de cuidar tus zapatos. Los zapatos son elreejo del alma.

    Y tu eres un senor, abuelo? le preguntaba yo,con toda la ingenuidad de mis nueve anos.

    Mi abuelo armaba tajante con la cabeza.Eso lo puedes jurar. Todos los que hemos sobre-

    vivido a la guerra sin matar a nadie somos senores,Santi. Nos hemos ganado el derecho a que se nos con-sidere as.

    Cuando mi abuelo hablaba de la guerra siemprese refera a la Guerra Civil de 1936, pero de eso hablaremas tarde.

    Bueno, no, pensandolo mejor voy a hablar ahora,porque me da la impresion de que este preambulo esta

  • 11

    saliendo un poquito largo, y lo que yo quiero es cen-trarme en lo que me ha sucedido en los ultimos das.Si me entretengo demasiado contandoos la forma enque mi abuelo vesta, el equipo de futbol al que dirigasus preferencias, o la comida que menos acidez le pro-curaba, lo mismo os poneis todos a bostezar, me man-dais al cuerno, y entonces os quedarais sin conocer elmisterio que quiero compartir. Y tampoco es plan. Asque voy a hacer un esfuerzo y voy a tratar de condensarla vida de mi abuelo en unas pocas paginas. Os aseguroque es totalmente necesario para entender la historiahasta sus ultimas consecuencias.

    Veamos.Mi abuelo nacio en 1916, en un pequeno pueblecito

    de Toledo que se llama Canila. Por lo que el me contaba,all no haba demasiadas cosas que merecieran la pena:unas pocas cabras, cuatro arboles mal puestos, un roescuchimizado llamado Riansares y quinientas personassin mas horizonte que pasar penurias, tener hijos, cavarsu palmo de tierra y cerrar los ojos con resignacioncuando Dios tuviera a bien llamarlos. Los inviernossiempre venan despues de los otonos, y el sol se ocul-taba al anochecer. O sea, lo normal.

    Mi bisabuelo, que se llamaba Carlos, podra habersido un hombre con inquietudes, de esos que quierenpara sus descendientes un futuro mas apetecible y me-nos cuesta arriba que el suyo, pero la verdad es que nolo era; as que desde el principio se opuso a que su hijoestudiara porque, segun su peculiar dictamen, para es-parcir semillas no hace falta saberse el Caton.

    Y que es el Caton? le preguntaba mi abuelo a supadre (y yo a mi abuelo).

    Un libro para senoritos con las manos suaves leresponda mi bisabuelo.