Memorias del Paraíso

21
José Pedro Tosaus Memorias del Paraíso

Transcript of Memorias del Paraíso

Page 1: Memorias del Paraíso

C M Y CM MY CY CMY K

Obras de José Pedro Tosauspublicadas por Verbo Divino:

• LA BIBLIA COMO LITERATURA

• EL OCTÓGONO SAGRADO

Breve introducción a la Bibliaen cuatro lecciones

José Pedro Tosaus Abadía es licenciadoen Ciencias Bíblicas por el PontificioInstituto Bíblico de Roma y doctor enFilosofía y Letras por la UniversidadPontificia de Salamanca. Es miembro dela Asociación Bíblica Española y delConsejo de Redacción de la revista ReseñaBíblica.

Tras enseñar durante años literatura bíblicaen distintos centros, su actividad principalhoy es la traducción de estudios bíblicosy teológicos. Es autor de numerososartículos y tres libros: Cristo y el Universo(Salamanca 1995), La Biblia como literatura(Estella 1996) y El octógono sagrado (Estella2005). Ha sido asesor técnico de la ediciónespañola del Nuevo Comentario Bíblico SanJerónimo (Verbo Divino, Estella 2004).

Su sólida formación y su experienciapersonal se ven reflejadas en las páginasimpregnadas de espiritualidad y de vidade Memorias del Paraíso.

José Pedro TosausMemorias del Paraíso

José

Ped

ro T

osau

sM

emor

ias

del P

araí

so

Esta novela es fruto de muchos añosde estudio de la Biblia, de lecturas y reflexión,

de exper iencia y de proceso espir itual delautor. Su trama pone la vida concreta delprotagonista en diálogo profundo con la

palabra de Dios. Memorias del Paraíso es unameditación hecha desde la cabeza y el corazón,

elaborada a partir de la convicción de que larealidad personal de cada cual (por

desesperante o trágica que sea) constituye ellugar donde hemos de encontrarnos con Dios

y realizar el seguimiento de Jesús.

José Pedro TosausMemorias del Paraíso

Page 2: Memorias del Paraíso

José Pedro Tosaus

Memoriasdel Paraíso

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 3

Page 3: Memorias del Paraíso

Capítulo 1 ............................................................................................................................................ 9Capítulo 2 ............................................................................................................................................ 19Capítulo 3 ............................................................................................................................................ 35Capítulo 4 ............................................................................................................................................ 53Capítulo 5 ............................................................................................................................................ 63Capítulo 6 ............................................................................................................................................ 85Capítulo 7 ............................................................................................................................................ 99Capítulo 8 ............................................................................................................................................ 113Capítulo 9 ............................................................................................................................................ 129Capítulo 10 ........................................................................................................................................ 141Capítulo 11 ........................................................................................................................................ 151Capítulo 12 ........................................................................................................................................ 159Epílogo .................................................................................................................................................... 179

181

Índice

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 181

Page 4: Memorias del Paraíso

A Pedro y Flor, mis padres.

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 5

Page 5: Memorias del Paraíso

«La novela que uno ha vivido es siempre un logro creativo incomparablemente mayor que la que alguien ha escrito».

VIKTOR FRANKL

«Dentro de nosotros, innumerables sueñosesperan el momento de germinar,

echar raíces y darse a luz,morir como semillas...

para convertirse en árboles».De una felicitación navideña

de la Fundación Ramón Rey Ardid,año 2005

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 7

Page 6: Memorias del Paraíso

9

Cuando la editorial decidió trasladar la redacción aaquel bloque de oficinas y me asignó un pequeño despachocon vistas a la plaza Mayor, pensé que nunca me cansaríade contemplar aquel bello rincón de la ciudad. Me equivo-caba. Día tras día y año tras año, desde hacía diecinueve,había visto ese mismo paisaje cambiar y permanecer igual.Al principio simplemente me acostumbré a verlo, luegoempezó a hastiarme, especialmente los días de lluvia comoaquél... Con el paso del tiempo, el hermoso conjunto ar-quitectónico que se veía desde mi ventana se había ido ti-ñendo de monotonía, y mi vida había acabado por formarcon él un todo perfecto.

Aparentemente, era un hombre con suerte: tenía un tra-bajo que a mí me parecía bueno y que no estaba mal re-munerado; vivía en una bonita casa con jardín en una zonaresidencial de la periferia; estaba casado con una mujer a laque amaba y que me amaba, Lidia, y con la que había teni-do un hijo, Luis... Parecía que todo era como debía ser; nodeseaba cambiar nada, pero... faltaba algo que no acababade aparecer.

Ese día todo habían sido prisas en el trabajo –«Héctor,esto», «Héctor, lo otro»–, llamadas urgentes a composición

Capítulo 1

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 9

Page 7: Memorias del Paraíso

por unos cambios de última hora en un libro que ya salíatarde; conversaciones con varios traductores para conseguiruna buena versión española de un par de libros... La cosaestaba cada vez peor: los buenos traductores, o estaban ocu-pados y no podían comprometerse a cumplir los estrechosplazos que la dura competencia entre editoriales acortabacada vez más, o no aceptaban las tarifas que la empresa ofre-cía. Sólo quedaban los otros, los que aún no habían de-mostrado nada. Y a veces la cosa no salía bien, y yo teníaque invertir muchas horas corrigiendo errores. Por otrolado, la irrupción de las nuevas tecnologías y de unas reglasmás duras en el ámbito empresarial había hecho cambiarmucho el trabajo, y a mí me había pillado un poco a con-trapié. Aunque no parecía haber razón para ello, en el fon-do me sentía inseguro. A mi edad, con casi cincuenta añosy más de veinte en la empresa, empezaba a tener la sensa-ción de que querían sustituirme por alguien más joven, másal día en cuestiones tecnológicas.

Compartí mi inquietud con Antonio, el cura de mi pa-rroquia, que era buen amigo mío. Me aconsejó afrontar lasituación con realismo y confianza. Me hizo gracia que unsacerdote me recomendara realismo. ¿Adónde iríamos a pa-rar si todos los curas aconsejaran a sus amigos y feligresesrealismo? ¿Acaso se podía ser realista en este mundo y man-tener la fe?

Yo estaba implicado en la parroquia con un compromi-so serio, pero a veces tenía la impresión de estar represen-tando un papel. Prefería, sin embargo, no hurgar buscandocausas. No quería verme en el aire, sin nada firme en lo queapoyarme. No podía evitar sentirme, pese a todo, como enla superficie de mí mismo, como si viviera en el tejado demi casa, en lugar de dentro. Había estudiado y sabía mu-chas cosas acerca de Dios y la Biblia; pero mi vida, mi tra-bajo, mis problemas, eran otra cosa...

10

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 10

Page 8: Memorias del Paraíso

Lidia no podía ayudarme mucho en este punto. Nosqueríamos, pero nuestra comunicación no era precisamen-te buena. Ella tenía sus propios problemas y tampoco mecontaba mucho acerca de ellos, ni del modo en que vivía lasdificultades que afrontábamos en pareja... ¿Adónde habíanido a parar aquellas ilusiones, aquellas largas horas de con-fidencias y complicidad en torno a un café en un bar cual-quiera del casco viejo? A veces parecía que lo único que to-davía compartíamos eran los ratos de televisión pasados ensilencio...

La insatisfacción con la que abandoné el trabajo aquellatarde era ya habitual, ni siquiera me llamaba la atención. Aveces, a ella se sumaba un sentimiento de fracaso, y enton-ces soñaba vagamente con empezar de nuevo; pero siempreacababa sacudiendo la cabeza como quien espanta un malpensamiento.

Había dejado de llover. Entré en la cafetería del centrode negocios. El cortado en su punto, como a mí me gusta,lo ponía todo en su sitio, al menos por un rato. Era un mo-mento que normalizaba las cosas y me daba paz. Y es queno sólo era el trabajo. Continuamente andaba tenso, conuna opresión en el estómago. No podía respirar hondo sinhacer un gran esfuerzo, y tenía la sensibilidad a flor de piel.En casa con Lidia lo mismo que ante lo que veía por la ca-lle, en la televisión o en la prensa. Di un sorbo al cortado.Ojeé por encima el periódico mientras oía como rumor defondo un programa de televisión en el que se contaban lasatrocidades cometidas con numerosas mujeres en CiudadJuárez, en México. Presté atención. Otra vez el nudo en elestómago. Aquellas muertes horrendas de mujeres violadasy torturadas por placer me paralizaban. ¿Cómo podía Diospermitir esas cosas? Me acordé de los cursos de Biblia quehabía hecho, de las reuniones de la parroquia, de lo que de-cía Antonio, el cura, en las misas. Y me pareció que nada de

11

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 11

Page 9: Memorias del Paraíso

eso podía quitarme el nudo del estómago. Todo me parecióhueco, como de cartón piedra, al lado de esa terrible reali-dad. El cortado se quedó a medias. Salí a la calle y montéen el coche.

La niebla empezaba a bajar. El tráfico era denso a esashoras. Tardé casi veinte minutos en cruzar el río y salir ha-cia la circunvalación. Lo único que veía ya eran las luces delos dos o tres coches que iban por delante de mí. Pude in-corporarme a la ronda sin problemas. Aceleré, pero la si-tuación no permitía correr mucho. Dejé que el coche de de-lante se alejara un poco, aunque sin perderlo de vista.

Iba tenso. A mi crispación habitual se unía el día agota-dor que había tenido. Y luego la niebla... Se me ocurriópensar que mi vida era un poco como eso, un viaje de no-che en medio de la niebla. Con la diferencia de que mi co-che sabía adónde se encaminaba y cómo llegar a casa.

De repente oí un estruendo, y las luces del coche de de-lante empezaron a dar bandazos, acercándose rápidamente.Pisé el freno a fondo. Conseguí evitar el choque por muypoco. Me quedé clavado en el volante, con la mirada fija enlas luces de emergencia que el otro conductor había encen-dido. Tardé medio segundo en darme cuenta del peligro quecorría, y me apresuré a encender las mías. Iba ya a salir delvehículo cuando noté una tremenda sacudida acompañadade gran estrépito. Durante unos segundos me vi sumido enuna oscuridad llena de colores brillantes. Luego abrí los ojosy me di cuenta de que había pasado lo que temía: el cocheque venía detrás no había podido frenar a tiempo. En me-dio de la niebla se oían quejidos, gritos de alarma, voces degente pidiendo ayuda a través de los móviles.

–¿Cómo se encuentra?

Me pareció que la pregunta llegaba amortiguada por unagran distancia. Me volví a la ventanilla. Distinguí apenas un

12

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 12

Page 10: Memorias del Paraíso

bulto que se movía y seguía hablándome sobre un fondo deluces de faros y niebla.

–Bien, estoy bien –balbuceé.

Comenzaron a llegar ambulancias y coches de policía.No sé cuánto tiempo estuve ahí, viendo moverse luces y si-luetas en medio de una niebla cuya densidad cambiabaconstantemente. Sentí de pronto la imperiosa necesidad deregresar a casa, de volver a ver a mi mujer y a mi hijo. Le dia la llave de contacto, y el coche arrancó. Giré el volante ala izquierda y salí poco a poco al carril izquierdo. Empecé acircular despacio por él. La niebla se iba abriendo ante mí.Llegué hasta donde se veían destellar las luces de las ambu-lancias. Me eché al arcén, pero no me detuve. Nadie pare-ció fijarse en mí ni me dijo nada.

La niebla se espesaba cada vez más. Afortunadamente,no me encontré con ningún coche por el camino. Despa-cio, continuamente sumergido en una nube densa, conse-guí llegar hasta mi urbanización. Entré casi a tientas en elgaraje comunitario y aparqué. Salí del vehículo tambaleán-dome. Me apoyé en la pared y empecé a caminar despaciohacia el ascensor. No me tropecé con nadie.

Lidia y Luis no estaban en casa. Pensé que era raro. Nose me ocurría dónde podían andar a esas horas. Les llamé almóvil, pero estaba desconectado. Sentía un dolor cada vezmás intenso en la cabeza, el cuello y la espalda. Decidí to-marme un analgésico y meterme en la cama. Seguro que aldespertar me encontraría como nuevo. Me acosté y casi in-mediatamente me quedé dormido.

Mecido en la oscuridad suave y cálida del sueño, que seespesaba lentamente en torno a mí, sentí durante un mo-mento que flotaba. Luego empecé a caer, cada vez más de-prisa, en medio de una noche impenetrable. No tenía mie-

13

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 13

Page 11: Memorias del Paraíso

do. Percibía la caída como si le sucediera a otro, como siel del sueño no fuera yo. De repente me vi sumergido en elagua sin saber cómo. No había notado el choque, si es quese había producido. Braceé y salí a la superficie. El agua eradulce y estaba en calma, casi como un espejo. Delante demí, a poca distancia, la luna iluminaba débilmente una ori-lla densamente arbolada. Nadé unos metros y enseguidahice pie. Ya en tierra firme, descansé un momento y miré ami alrededor. El agua lamía la ribera dulcemente, sin ruido.Los árboles me rodeaban y se extendían hasta donde alcan-zaba a ver. No distinguía a qué especie pertenecían. Sentíque el bosque exhalaba algo intranquilizador, inquietante.Me pareció, sin embargo, que no podía quedarme dondeestaba. Volver al agua no tenía sentido, de manera que meadentré en la vegetación. Me sorprendió comprobar quebajo las copas de los árboles la oscuridad no era absoluta.Los troncos emitían una débil luminosidad fosforescenteque permitía caminar sin demasiada dificultad. Esa luz ex-traña hacía aún más inquietante el lugar. Por doquier se oía

14

«Delante de mí, a poca distancia, la luna iluminaba débilmente una ori-lla densamente arbolada».

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 14

Page 12: Memorias del Paraíso

un rumor de agua que cambiaba de continuo. Ese susurroconstante hacía más profundo el silencio que reinaba en elbosque. El terreno ascendía suavemente. Pensé que si llega-ba a una altura donde no hubiera árboles, tal vez pudieraver dónde me encontraba.

De repente caí de bruces. Tal vez fueran las hojas secasque cubrían el suelo, alguna rama rota o una raíz superfi-cial. No lo sé. Sentí con intensidad el olor a materia vege-tal en descomposición, la humedad del suelo, el tacto blan-do y rugoso de la tierra sobre la que estaba tendido. Allevantarme me apoyé en el árbol que tenía al lado. Un es-calofrío me recorrió la espalda. La pálida luz fosforescentedel tronco se apoderó de mi mano, me subió por el brazo yse extendió por todo mi cuerpo.

Me vi en una calle llena de gente. Los rostros, las vesti-mentas, los letreros, las voces que oía me indicaban que es-taba en un país árabe. Soldados de aspecto occidental pa-trullaban por la calle, y había policías del país vigilandodesde sus vehículos. Vi entre la multitud a un niño que co-rría hacia mí. Tendría unos diez años. Me llamó la atenciónsu mirada fija y febril, la expresión nada infantil de su ros-tro. Me aparté para dejarle pasar y vi cómo unos metrosmás allá se abalanzaba sobre un coche de la policía y todoestallaba en pedazos. El horror de la escena posterior mehizo palidecer. Sentí miedo, angustia, ganas de vomitar ypena, todo a la vez. Grité mi espanto.

De nuevo me vi en el bosque, junto al árbol en el queme había apoyado. No entendía qué había pasado. Me mirélas manos, los brazos: ya no estaban fosforescentes.

Me alejé del lugar pensando únicamente en huir. Apretéel paso, ladera arriba. Un nuevo resbalón me hizo caer. Megolpeé el hombro contra otro árbol. La fosforescencia vol-vió a apoderarse de mi cuerpo.

15

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 15

Page 13: Memorias del Paraíso

Me vi trasladado a una calle mal iluminada que recorda-ba perfectamente. Sentí un nudo en el estómago. Vi venira un muchacho. Lo reconocí de inmediato: era yo mismo,hacía muchos años. De una zona en penumbra salió un chi-co más grande, que dejó apoyados contra la pared a otroscuatro. Yo sabía lo que iba a pasar... El desconocido empe-zó a golpear al Héctor joven, que se veía incapaz de defen-derse. Por mi rostro de espectador adulto rodó una lágrimade rabia y de impotencia.

Volví a encontrarme solo en el bosque. Tuve la clara con-ciencia de que debía salir de allí sin tocar ninguno de aquellosárboles. Me apresuré ladera arriba. Rumor de agua, silencio.Fosforescencia, oscuridad. Parecía que un poco más adelanteno se veía la luminosidad de los troncos. Tal vez estuviera sa-liendo ya del bosque. «¡Ánimo, ya falta poco!», me dije. Peroresbalé otra vez y al caer di con un pie contra otro árbol...

Esta vez el lugar al que me vi trasladado parecía una pla-ya paradisíaca. Sol, palmeras, mar azul turquesa, y tambiénmuchos turistas y hoteles en primera línea de playa. Era cu-rioso, la gente había puesto sus toallas y tumbonas muy le-jos del agua. Miré mar adentro y, de repente, comprendí.Allá en la distancia, ocupando el horizonte entero y acer-cándose a gran velocidad, vi el tsunami. Algunos bañistassalieron corriendo. Otros no parecían tener conciencia delpeligro. La ola inmensa crecía y crecía a medida que se acer-caba. Al llegar a la costa se alzó en toda su altura y segun-dos después se precipitó sobre tierra firme con fuerza in-contenible. Yo oía el rugido del mar entreverado con losgritos de hombres, mujeres y niños que eran arrastrados porlas aguas. Sentí el terror y la agonía de los que se ahogaban.La angustia de los que huían sin saber dónde estaban sus se-res queridos. Destrucción y muerte por doquier...

Cuando me di cuenta de que estaba tumbado boca arri-ba en el bosque, apenas me atreví a moverme. Me sentía

16

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 16

Page 14: Memorias del Paraíso

muy mal. Quería huir, escapar como fuera de ese lugar in-fernal. Me fui dando la vuelta con cuidado hasta quedarboca abajo. Miré adelante. Apenas una docena de árbolesme separaban de lo que parecía ser una pared rocosa. «¡Tie-nes que conseguirlo, Héctor!», me repetía. «¡Vamos! ¡Sal deaquí!». El minuto que me costó recorrer con gran prudenciaaquella corta distancia me pareció un siglo. Sentado final-mente con la espalda apoyada en un peñasco, contemplé elbosque que acababa de atravesar. El lívido resplandor se ex-tendía ante mis ojos con su horrísono silencio, subrayadopor el tenue rumor del agua. Me daba escalofríos recordarlo que había vivido, imaginar lo que ese bosque podía ocul-tar aún. Volví a sentir deseos de salir huyendo. Miré a mialrededor. Nada veía más allá de las copas tenebrosas que seelevaban frente a mí. A mi espalda, hasta donde alcanzabaa ver, se alzaba una irregular pared de roca de considerablealtura. Su parte superior brillaba blanca a la luz de la luna.Intentar escalarla con tan poca luz era suicida. Pero el afánde huir se iba haciendo más y más vehemente en mi inte-rior. Sí, escalaría la pared... Ya me disponía a intentarlocuando llegó hasta mis oídos una dulce melodía. Parecíaproceder de un punto cercano de la pared. Avancé en esadirección con cautela. La música me infundía confianza yme invitaba a descansar. Detrás de una gran roca que pare-cía haberse desprendido de la pared se abrió ante mis ojosla boca de una cueva. La melodía salía de allí. Me atreví adar dos pasos en su interior. Repentinamente, el cansancioy la tensión acumulados se dejaron sentir. Los párpados mepesaban. No podía seguir. Me entraron deseos de sentarmeahí mismo a descansar escuchando esa música maravillosa.Caí rendido sobre el suelo de la cueva. Al cabo de un rato,la luna iluminó la pared que tenía justo delante. Me pare-ció que había signos grabados en ella. Me acerqué a mirar.Tuve la íntima convicción de que aquella inscripción teníauna importancia vital para mí. Me esforcé en leerla, pero

17

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 17

Page 15: Memorias del Paraíso

inútilmente. La luz de la luna era demasiado débil. De re-pente, embargado por la angustia y la desesperación, rom-pí a llorar. La música calló.

18

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 18

Page 16: Memorias del Paraíso

Mucho rato después, aún seguía sollozando, de ro-dillas y postrado sobre el suelo de la cueva. La luna se habíaocultado. El silencio era absoluto. Sólo se oía, lejano, el ru-mor omnipresente del agua. Alcé los ojos hacia donde esta-ba la inscripción, ahora en tinieblas. Extendí la mano has-ta tocar la pared y palpé los signos. La melodía sonó denuevo. Esta vez iba acompañada por palabras, palabras queyo podía entender:

«Peregrino de la vida que buscas la paz,ven, entra más adentro, que aquí la encontrarás».

¿Era una invitación a adentrarme en la cueva? Yo busca-ba la paz, y me sentía peregrino muchas veces, con esa dis-tancia última que le da a uno barruntar que pasa por sen-das que nunca ha de volver a pisar. Me parecía que el cantoiba dirigido a mí. Pero ¿cómo adentrarme a oscuras en unacueva desconocida? Me puse en pie y miré hacia el tene-broso interior de la cavidad. El deseo de huir del bosque sereavivó en mi interior. Di un paso tanteando el terreno, yun resplandor rojizo iluminó suavemente un par de metrosdel corredor. Avancé otro poco, y la luz se extendió de nue-vo delante de mí. El túnel empezaba a descender. Cada vez

19

Capítulo 2

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 19

Page 17: Memorias del Paraíso

que yo caminaba un poco, se iluminaban unos cuantos me-tros más de cueva. Crucé un arco ojival y penetré en unasala de techo muy elevado. El resplandor rojizo arrancabareflejos sorprendentes a las estalactitas y estalagmitas que seveían por todas partes. El canto, que había cesado cuandome adentré en el túnel, volvió a sonar insinuante en los re-covecos de la bóveda. Esta vez la melodía era distinta, len-ta y solemne al principio, rápida y ligera al final. La letradecía así:

«La vida es corta y triste, y el trance final del hombre,irremediable; y no consta de nadie que haya regresadodel abismo.

Nacimos casualmente y luego pasaremos como quien no existió; nuestro respiro es humo, y el pensamiento, chispa del corazón que late;cuando ésta se apague, el cuerpo se volverá cenizay el espíritu se desvanecerá como aire tenue.

Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo,y nadie se acordará de nuestras obras;pasará nuestra vida como rastro de nube, se disipará como neblinaacosada por los rayos del sol y abrumada por su calor.

Nuestra vida es el paso de una sombra,y nuestro fin, irreversible;está aplicado el sello, no hay retorno.

¡Venga!, a disfrutar de los bienes presentes,a gozar de las cosas con ansia juvenil;a llenarnos del mejor vino y de perfumes,que no se nos escape la flor primaveral;ciñámonos coronas de capullos de rosas antes de que se ajen;que no quede pradera sin probar nuestra orgía;dejemos en todas partes recuerdos de nuestra alegría,porque ésta es nuestra suerte y nuestro sino».

20

Sab 2,1-9

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 20

Page 18: Memorias del Paraíso

Mientras escuchaba absorto, iba viendo un carrusel deimágenes que llenaban la sala de la cueva y confirmaban loque el canto decía. En apenas unos minutos desfilaron antemí infinidad de experiencias dolorosas de la brevedad y tris-teza de la vida humana. Me acordé del bosque fosforescen-te y temblé, reconociendo la verdad de cuanto escuchaba...Cuando la melodía cambió, con la invitación del «¡Venga!»,las imágenes siguieron pasando a velocidad de vértigo antemis ojos, pero su contenido era distinto. Mostraban todoslos bienes y placeres que el ser humano puede disfrutar ensu vida, desde los más sencillos y naturales hasta los más ex-traños y refinados. Algunos despertaban en mí ansias secre-tas, deseos ocultos, largamente escondidos. Y entonces lasimágenes se demoraban y se multiplicaban, ahondandohasta el fondo de mi alma. Ése era el único camino, decíael canto. Nada fuera de eso merecía la pena.

Cesó la canción, y el silencio repentino me sobresaltó.Fue como si despertara de un sueño. Me sentí bien, deli-ciosamente bien. Por un momento me pareció que la invi-tación al goce y al placer sin límites me daría la paz que elprimer canto me había prometido. La roca de la cueva pa-recía guiñarme los múltiples ojos de sus irisaciones ybrillos, invitándome a vivir días de vino y rosas... Ad-vertí que sobre una repisa de piedra que se encontra-ba a mi izquierda había una copa. Supe que me basta-ría beber de ella para sumergirme en todos aquellosbienes y placeres que había contemplado. Me dirigí ha-cia allí. Ya alargaba la mano para beber cuando distinguí, alotro lado de la repisa, una estalagmita de metro y medio enla que dos curiosos brillos dibujaban una especie de ojoshumanos. De repente me pareció que la estalagmita cobra-ba vida y se abalanzaba sobre mí. Ya no era una estalag-mita, sino un niño de diez años con mirada enloquecidaque explotaba en mil pedazos. Cerré los ojos. Volví a sentir que

21

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 21

Page 19: Memorias del Paraíso

un sudor frío me corría por la frente. Y supe que no podíadesentenderme de tanto dolor, de tanto mal, de tanto su-frimiento. No podía aceptar la propuesta del canto...

Tras unos momentos de silencio, de un extremo de lasala surgió de nuevo la dulce melodía que había escuchadoen la entrada:

«Peregrino de la vida que buscas la paz,ven, entra más adentro, que aquí la encontrarás».

Me dije que, después de todo, tal vez encontrara la pazmás adelante. Y me encaminé hacia el lugar de donde pro-venía el canto. Enseguida me di cuenta de que, detrás de unagruesa columna (¿cuántos miles de años habría tardado lacueva en crearla gota a gota?), se abría un nuevo túnel queproseguía el descenso. El trazado sinuoso y el suelo acciden-tado me hicieron perder la noción de la distancia. Tampocosabía cuánto tiempo había caminado cuando, de golpe, lasparedes y el techo del túnel se alejaron de mí para abrazar unespacio inmenso cuyo centro estaba ocupado por una lagu-na oscura. El tenue resplandor se había extendido a toda lasala, arrancando a las negras aguas destellos de rubí. Aquellorespondía bien a lo que se agitaba dentro de mi alma: chis-pas de pasión sobre fondo negro de aflicción y sufrimiento.La realidad del mundo iba apagando implacablemente misilusiones, mis proyectos, mis buenas intenciones, pero aúnpersistían las chispas de mi pasión, que no se rendía.

No había acabado de admirar lo que mis ojos contem-plaban cuando empezó a sonar una nueva canción. Las pa-labras se fueron desgranando en mis oídos al son de unamelancólica melodía:

«He observado todas las opresiones que se cometen bajo el sol: he visto llorar a los oprimidos sin que nadie los consolase,sin que nadie los librase del poder de los opresores.

22

Qo 4,1

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 22

Page 20: Memorias del Paraíso

He visto gente honrada que fracasa por su honradez,gente malvada que prospera por su maldad.Nada saben los hombres de amor ni de odio:todo les resulta absurdo,porque una misma suerte toca a todos:al inocente y al culpable,al puro y al impuro,al justo y al pecador,al que jura y al que tiene reparo en jurar.Esto es lo malo de todo cuanto sucede bajo el sol:que una misma suerte toca a todos.Y a mí de nada me sirve repetir las palabras de Dios,sólo para convertirme en el hazmerreír de todos;pero las cosas, tristemente, no cambian.Más me vale olvidarlo todo,olvidar las opresiones,olvidar las tragedias,olvidar las injusticias,olvidar lo inevitable,olvidarlo a Él...Olvidar...».

A medida que escuchaba el canto, sentía cómo el cora-zón se me encogía. Era cierto. Recordaba abundantes casosque me hacían temblar de coraje, de temor, de impotencia.Todo era absurdo, y tremendamente injusto. Pero obstinar-se en cambiar la realidad estaba abocado al fracaso. Eracomo empeñarse en abrir brecha en una muralla a cabeza-zos. ¿De qué servían las palabras de Dios en medio de esarealidad opresiva, injusta y absurda? ¿Para qué sufrir tanto?¿Por qué empeñarse en luchar cuando la lucha está perdidade antemano? Yo no tenía por qué cargar con la aflicción yel dolor del mundo... Quería paz y serenidad. Si la realidadno me la daba, siempre podía crear otra realidad a mi gus-to. Pero la condición necesaria para poder crear esa otra rea-lidad era olvidar, olvidar lo que decía el canto: «las opresio-

23

Qo 1,15

Qo 9,1b-3a

Cf. Job 20,7-8

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 23

Page 21: Memorias del Paraíso

nes, las tragedias, las injusticias, lo inevitable». Y olvidartambién, como algo ya inútil, a Dios y sus palabras. Diosya tenía la realidad absurda y trágica del mundo para diver-tirse si quería. En la realidad que yo podría crearme no lenecesitaría para nada...

En aquel instante supe que me bastaría sumergirme enla laguna para borrar mi memoria, para empezar de nuevocreando una realidad nueva sometida totalmente a mi vo-luntad. Unos pasos más, y todo lo que me pesaba en el almadesaparecería para siempre. El dolor y la aflicción queda-rían sepultados en el fondo de aquellas aguas negras con re-flejos de rubí... Di dos pasos hacia la orilla y me detuve. Porentre las sombrías imágenes que me llenaban el alma, algose iba abriendo paso lentamente. Esperé un instante y pudedistinguirlo: era el rostro de Lidia y de mi hijo. Me son-reían. ¿Cuánto tiempo pasé contemplándolos, empapándomede su sonrisa y su amor? No lo sé. Lo cierto es que las aguasde la laguna ya no me atraían. No quería olvidar, renunciara mi pasado, a los que me amaban... No deseaba crear otrarealidad. Comprendí entonces que lo que de verdad me im-portaba, y lo que podía resolver el enigma de mi vida, fue-ra lo que fuere, estaba en esta única realidad, «absurda y trá-gica», del mundo de Dios. Me aparté de las aguas y, enmedio del silencio, oí por tercera vez la invitación:

«Peregrino de la vida que buscas la paz,ven, entra más adentro, que aquí la encontrarás».

La voz procedía del otro lado de la laguna. Empecé a bor-dearla, mirando de reojo los reflejos rojizos que cambiabancontinuamente. La música sonaba cada vez más cerca. Unosmetros más allá comencé a ver una plataforma situada a unpalmo escaso por encima de la laguna. Llegué hasta ella ysubí el pequeño escalón. A mis pies se abría la boca de untúnel estrecho que descendía hacia las profundidades de la

24

MemoriasDelParaiso 8/1/07 19:03 Página 24