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MEDIO AMBIENTE Colaboración para Ia integración: relaciones internacionales regionales y medio ambiente o el deber con Ia naturaleza1 Armando Fernández Soriano* EI hecho de que el sistema de relaciones internacionales de Ia postguer- ra fría se haya caracterizado por Ia subordinación de Ia rivalidad ideoló- gica a Ia agenda económica hegemonizada por Ias potencias capitalistas mundiales, varió el escenario latinoamericano y caribeõo en política in- ternacional, introduciendo prioridades nuevas que estaban marcadas e incluidas en Ia Agenda de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Dentro de estas prioridades, los problemas ambientales se ubican como uno de los puntos de interés en una agenda que hemos visto variar sustancialmente en los últimos dos aõos; Ia vinculación y, en muchos ca- sos, subordinación e ignorancia de Ia perspectiva ambiental en medidas y políticas como el Plan Colombia, indican que aún, a pesar de Ia retórica "sustentable", no existe real preocupación e interés en Ias dinámicas de Ias relaciones internacionales hemisféricas por Ia solución de los graves problemas ambientales que enfrenta Ia región. Por ello, en cierta medida tienen razón diversos autores2 que seõalan que esas relaciones internacio- nales están cada vez más centradas en los conflictos que afectan Ia relación Norte-Sur, alo cual puede agregarse que, en muchos casos, estos intentos de solución generan nuevos y mayores conflictos, soslayando su real gé- nesis, expresada en Ia relación entre países ricos y países pobres. ;,Integración regional o colaboración para el desarrollo sustentable? Luego de varias décadas de experiencias integradqras, cabe preguntarse dónde nos encontramos actualmente. Hasta el momento, los énfasis inte- gracionistas han estado situados en los aspectos relacionados directa- mente con el comercio y con algunos sectores industriales o agroindus- * Historiador, sociólogo y ambientalista. Máster en estudios sociales por FLACSO. Asesor de Ia ONG cubana Fundación Antonio Núiíez Jfmenez de Ia Naturaleza y el Hombre. Esta ponencia se elaboró para el debate en el III Taller dei Observatorio Regional de Ia Integración Caribeiía. Por su carácter de borrador y por su destino final se prohíbe hacer uso de ella en su totalidad o en parte sin Ia autorización dei autor. Barry Buzan: "New Pattems of Global Security in the Twenty First Century", en Internatiollal Affaire, vol. 67, no. 3, july 1991; Andrés Serbin: "Seguridad ambiental y cooperación regional: paradigmas, supuestos, percepciones y obstáculos", en Medio Ambiente. segllridad y cooperación regional en el Caribe, Andrés Serbin (ed.), Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1992.

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Colaboración para Ia integración: relacionesinternacionales regionales y medio ambiente

o el deber con Ia naturaleza1Armando Fernández Soriano*

EI hecho de que el sistema de relaciones internacionales de Ia postguer-ra fría se haya caracterizado por Ia subordinación de Ia rivalidad ideoló-gica a Ia agenda económica hegemonizada por Ias potencias capitalistasmundiales, varió el escenario latinoamericano y caribeõo en política in-ternacional, introduciendo prioridades nuevas que estaban marcadas eincluidas en Ia Agenda de Seguridad Nacional de Estados Unidos.

Dentro de estas prioridades, los problemas ambientales se ubicancomo uno de los puntos de interés en una agenda que hemos visto variarsustancialmente en los últimos dos aõos; Ia vinculación y, en muchos ca-sos, subordinación e ignorancia de Ia perspectiva ambiental en medidas ypolíticas como el Plan Colombia, indican que aún, a pesar de Ia retórica"sustentable", no existe real preocupación e interés en Ias dinámicas deIas relaciones internacionales hemisféricas por Ia solución de los gravesproblemas ambientales que enfrenta Ia región. Por ello, en cierta medidatienen razón diversos autores2 que seõalan que esas relaciones internacio-nales están cada vez más centradas en los conflictos que afectan Ia relaciónNorte-Sur, alo cual puede agregarse que, en muchos casos, estos intentosde solución generan nuevos y mayores conflictos, soslayando su real gé-nesis, expresada en Ia relación entre países ricos y países pobres.

;,Integración regional o colaboraciónpara el desarrollo sustentable?

Luego de varias décadas de experiencias integradqras, cabe preguntarsedónde nos encontramos actualmente. Hasta el momento, los énfasis inte-gracionistas han estado situados en los aspectos relacionados directa-mente con el comercio y con algunos sectores industriales o agroindus-

* Historiador, sociólogo y ambientalista. Máster en estudios sociales por FLACSO. Asesor de Ia ONGcubana Fundación Antonio Núiíez Jfmenez de Ia Naturaleza y el Hombre.Esta ponencia se elaboró para el debate en el III Taller dei Observatorio Regional de Ia IntegraciónCaribeiía. Por su carácter de borrador y por su destino final se prohíbe hacer uso de ella en su totalidado en parte sin Ia autorización dei autor.Barry Buzan: "New Pattems of Global Security in the Twenty First Century", en Internatiollal Affaire,vol. 67, no. 3, july 1991; Andrés Serbin: "Seguridad ambiental y cooperación regional: paradigmas,supuestos, percepciones y obstáculos", en Medio Ambiente. segllridad y cooperación regional en elCaribe, Andrés Serbin (ed.), Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1992.

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triales de importancia para Ias economías caribefias; sin embargo. se lesha otorgado poca importancia realmente aIos soportes naturales sobre loscuales se realizan estas actividades.

EI hecho de que Ias entidades políticas. Ias economías y Ias socieda-des caribefias. se "construyan" sobre espacios ambientales específicos yque en muchos casos los compartan superponiéndose unas a otras. esta-blece un nivel de responsabilidad común con Ia agresión colectiva a esosecosistemas. También en muchos casos. Ia gravedad de Ias crisis provoca-das por Ia sobreexplotación de recursos. el mal manejo ecológico y Ia faltade visión política sobre estos procesos. hacen que el problema de Ia co-laboración intergubemamental en medio ambiente se inscriba como unpunto cada vez más importante en Ia agenda regional.

En los últimos afios. el escenario de Ia integración hemisféricaha variadodemaneraostensible, Ia perspectivadelALCA y los pasos dados porvarios go-biemos latinoamericanos hacia su integración total a esta propuesta. debilitanIas acciones autóctonasencaminadas afortalecerel procesointegracionistaenAmérica Latina; si a ello unimos Ias crisis económicas por Ias que atravie-san varios de los países de mayorpeso específico en laregión comoArgen-tina. pone en entredicho muchos de los avances logrados hasta hoy día.

EI Caribe. porsu parte. mantienefuertes vínculos económicos conEstadosUnidos y Ia significación de México como interlocutoren un proceso de inte-graciónsehadesilibujadoenlosúltimostiemposconunapoliticaeconómicacada vez más alineada y subordinadaal NAFTA.

La emergencia de Brasil en el subcontinente ha resultado apreciablepara sus socios inmediatos deI MERCOSUR. pero Ia actual tendencia es aun debilitamiento de este papel y a su accionar como potencia media enAmérica Latina. como sefialan algunos autores. 3A pesar de este rápido pa-norama, existe una creciente tendencia al acercamiento de Ia política co-mercial de México hacia Centroamérica y. eventualmente. hacia el Caribe.10cual podríarefrendarse por los organismos subregionales de integración.

En resumen. hasta agosto deI 200 1.la tendencia continental parece di-rigirse aI fortalecimiento deI ALCA y de otros mecanismos continentalesde integración lidereados por Estados Unidos. en detrimento de los es-fuerzos integracionistas latino americanos y caribefios.

Respecto de Centroamérica. aunque existen divergencias de opinio-nes sobre Ia efectividad deI proceso integracionista en Centroamérica,410cierto es que resultan escasos los resultados efectivos en términos deconcertación ambiental en Ia región. EI SICA. por ejemplo. a pesar de po-seer una comisión de media ambiente y de haber inc1uido el tema en susagendas de discusión. carece de una política efectiva en tomo a procesostan sensibles, como Ia prevención y mitigación para los desastres natura-

Eduardo Gudynas: "EI relanzamiento de Ia integración sudamericana y el desarrollo sostenible: algu-nas implicancias para Centroamérica y el Caribe", en Pensamiento Propio, no. 13, Nueva Epoca, ene-ro-junio deI 2001, ano 6, pp. 97-108.Ver, por ejemplo, Humberto Mazzei: "Qué puede esperar Centroamérica de Ias negociacioneshemisféricas", en Cap(tulos dei SELA No. 53, 1998, o de Ia Álvaro Ossa: "Nota sobre Ias relacionesentre Centroamérica y Ia Unión Europea", en Pensamiento Propio, no. 5, CRIES, 1997, pp. 19-32.

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les, tal y como 10 ha puesto de relieve los efectos de diversos eventosnaturales a partir dei Mitch, tampoco presenta propuestas viables para susmiembros en torno a procesos como Ia sequía y desertificación, Iadeforestación y Ia pérdida de biodiversidad que asola Ia región.

EI Caribe, desde el punto de vista ambiental ha mostrado variasfacetas asimétricas con Ias políticas nacionales, por una parte, y con elescenario internacional, por Ia otra. En primer lugar, Ia década dei 90 re-sultó un período en el cual muchos de los países caribefíos iniciaron operfeccionaron sus legislaciones ambientales e, incluso, en algunos deellos se procedió a establecer sistemas de ordenamiento territoriales yde mayor conocimiento de sus ecosistemas. Por otra parte, es conocidoque, en esta década, Ia agenda de relaciones hemisféricas, inclui das Iasdoctrinas de seguridad nacional de diversos Estados y los organismosmultilaterales como ONU, OEA, etc., han incorporado el tema ambientalcada vez con mayorpresencia; no obstante, paradójicamente, laAEC lu e-go de una racional reestructuración con fuerte énfasis en los mecanismoseconómicos, ha subordinado Ia antigua Comisión de Medio Ambiente a IaComisión de Turismo, en 10 que podría resultar una visión netamentecrematística de Ia relación ambiental con Ia actividad de Ia "industria sinchimeneas" .

Las discusiones ai respecto, en verdad arduas, lamentablemente noubicaron de manera correcta, a mi modo de ver, ambas actividades comi-sionales que en el caso dei media ambiente resultaban más compatiblescon Ia Comisión de Desastres N aturales o con Ia de Salud, que con Ia loca-lización asignada ai final.

Otra de Ias asimetrías existente deriva de Ia dinámica de acuerdos inter-nacionales sobre media ambiente en los foros multilaterales promovidospor los organismos dei sistema ONU (PNUMA, PNUD, UNESCO, etc.),en los cuales escasamente se percibe una presencia activa de representa-ciones de los organismos integracionistas regionales, 10cual deriva en unrelativamente alto nivel de compromisos gubernamentales que no se ex-presa de manera proporcional en Ias decisiones de los organismos regi 0-nales. La promoción de acuerdos bilaterales o multilaterales acerca de lostemas de importancia reconocidos en Ia agenda ambiental de Ia región,tampoco tienen aún el nivel de relevancia requerido por Ia gravedad de losproblemas a que se enfrenta Ia zona.

Como ya se ha expresado, los proyectos de integración han hecho én-fasis históricamente en Ias relaciones comerciales, presuponiendo que elacercamiento político saldrá de los supuestos beneficios conjuntos ema-nados de estos procesos integracionistas; sin embargo, llama Ia atencióncomo, repetidamente, los fracasos de esos procesos no han impedido quelos gobiernos sigan enfatizando en estos modelos de integración y sosla-yen Ia exploración conjunta de nuevos espacios de colaboración, comopodría ser el de Ia creación de capital humano altamente calificado y Iautilización y manejo conjuntos y sustentables de recursos naturales regio-nales. Desde el punto de vista político, Ia gran mayoría de los gobiernos deIa zona mantiene una retórica explícita o cercana ai discurso de Ia susten-tabilidad, Ia cual, a pesar de Ia vaguedad dei concepto, incorpora ciertadimensión ambiental aios enfoques de Ias políticas nacionales, aunque

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aún no resultan suficientes los documentos regionales que mantenganesta vocación, quizá, por Ia propia polisemia deI término, que dificulta Iatoma de decisiones concretas a nivel regional o porque todavía Ias múltiplescompetitividades entre los países que conforman el Gran Caribe, impidende manera objetiva el establecimiento de agendas de trabajo viables.

Dos temas posibles de cooperaciónDesde el punto de vista ecológico, el Gran Caribe posee una enorme im-portancia para los equilibrios hemisféricos y mundiales, sólo basta recor-dar que es una de Ias zonas de más alta biodiversidad deI planeta y tambiénresulta una de Ias zonas de mayor índice de producción de biomasas. Susgrandes ecosistemas que comprenden desde pluviselvas hasta una de Iasmayores barreras coralinas deI mundo, 10hacen depositaria de una parteimportante de los bancos genéticos deI continente, los cuales aún se en-cuentran prácticamente inexplorados.

Sobre esta II:1egadiversidadhay presiones que ponen en peligro su integri-dad y su propia existencia, expresada no sólo en Ia amenaza y extinción de es-pecies, sino de ecosistemas completos, producto de lasobreexplotación dere-cursos y servicios ambientales, deI corrimiento de Ias fronteras de ocupaciónhumana y de Ia expansión de Ias fronteras agrícolas. A estos males antiguos seles afiaden recientemente Ia expansión de Ia frontera turística, con todas suimplicaciones, laintroducción de nuevas especies en el media terrestre y mari-no y Ia fragmentación de los ecosistemas por Ia construcción de obras deinfraestructuras. Unido aesteproceso, hallamos lainadecuación oinoperanciade Ias legislaciones de protección y control vigente en muchos países deI área.

Entre esos escenarios de Ia megadiversidad de Ia región que se en-cuentran confrontados con los patrones de ocupación espacial y Ia trans-formación de los ecosistemas por Ia actividad humana, también gravitanlos manejos y tipos de gestión ambiental y apropiación de los serviciosambientales territoriales por parte de los actores económicos. Ejemplo deello es Ia desaparición de los manglares por el auge deI turismo y Iasconstrucciones costeras en el Caribe, con el subsecuente deterioro deestos frágiles ecosistemas, que aumentan de manera exponencialla vul-nerabilidad aIos cambios climáticos globales, o Ia expansión construc-tiva en corredores turísticos como el yucateco-centroamericano o el deVaradero-cayería norte en el caso de Cuba, los cuales han constrefiidoIas áreas protegidas y amenazan con reducir ostensiblemente Iabiodiversidad por Ia alteración de Ia biota en ese espacio.

Los problemas planteados antes también se reportan para el Caribecolombiano; sobre todo, en SanAndrés y Providencia, en el bajo Magda-lena y el sur de Ia Guajira, zonas catalogadas dentro de Colombia comoárea muy crítica en 10 referente a Ia biodiversidad.5

Aunque no puede decirse que han sido abundantes Ias propuestasrealizadas para Ia colaboración en media ambiente en Ia región; hasta el

German Andrade et ai.: Biodiversidad, conservación y IIso'de recursos natllrales. Colombia en el con-texto illtemacional, Ed. Fescol, Bogota, 1992, p. 58.

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momento, los pasos dados en este sentido han apuntado, en 10fundamen-tal, a Ia colaboración en proyectos estrechamente relacionados con losmodelos de desarrollo y Ias actividades económicas que se llevan a efectoen ella, 10cual en algunos casos subordina Ias decisiones a variables eco-nómicas que impiden o dislocan llevar a buen término Ias finalidades deesos proyectos. Se conocen los estudios realizados en Ia década deI 90 porun conjunto de especialistas compilados por Serbin y Jacome, 6 en los cua-les se aproximan algunos de los temas y escenarios de colaboración posi-bles. AI margen de una probable actualización de estas propuestas,enfatizaré en dos temas sobre los cuales resulta insoslayable un enfoquecolectivo gubemamental para elaborarpropuestas de colaboración.

La colaboración en prevención y mitigación en desastres naturales

Desde el punto de vista hemisférico, Centroamérica constituye una zonade gran relación e integración ecosistémica; a Ia vez, desde Ia perspecti-va planetaria, esa delgada franja territorial que separa los océanos Pací-fico y Atlántico, funciona como una balanza geológica en Ias profundasdinámicas estructurales deI planeta; de ahí su intensa actividad tectóni-ca y volcánica y su abundante biodiversidad, que como mecanismo na-tural va dirigi da a Ia reducción de Ia vulnerabilidad ante Ia frecuencia deeventos naturales. EI Caribe insular, por S11parte, posee característicassemejantes,7 dado que su ubicación en el Atlántico 10 convierte en unabarrera terrestre ante eventos naturales como los huracanes. Ambos te-rritorios, íntimamente ligados en sus relaciones ambientales, poseendesde estas perspectivas condiciones similares que, unidas a Ias trans-formaciones antrópicas de Ia región, elevan los riesgos para losecosistemas y Ias sociedades que dependen de ellos.

Cada vez resulta más abundante Ia literatura que sefiala Ia relaciónexistente entre Ia generación de riesgos y los modelos de desarrollos apli-cados en Ia región. EI crecimiento incontrolado de Ias ciudades y el aumen-to de los cinturones de marginalidad en tomo a ellas, que por 10general seubican en los espacios más vulnerables, unido aI aumento de Ia pobreza yIa exclusión social, el monocultivo de exportación, Ia industrializacióny sustitución de importaciones con el objetivo de cubrir el mercado regio-nal, Ia carencia de Ia planificación en el uso deI suelo en el territorio, Iapésima ipfraestructura de servicios en Ias ciudades e, incluso, Ia falta deésta en gran parte d~ los espacios urbanos, son factores que determinan, enmuchos casos, Ias magnitudes y los impactos de Ias catástrofes.

En los últimos afios, varios eventos naturales demuestran Ias posibilidadesde colaboración regional enese sentido, luego deI desastre deI Mitch y su im-pacto en Ias sociedades centroamericanas, Ia reacción regional presentó una

Andrés Serbin (coord.): Medio Ambiente. seguridad y cooperación regional en el Caribe. Ed. NuevaSociedad, Caracas, 1992; Francine Jacome (coord.): Los retos de Ia cooperación ambiental: el casodei Caribe, Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1996.Además de Ia cadena vo1cánica deI Caribe Oriental, también se encuentran dos de Ias simas más pro-fundas deI planeta.

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facetaque, de llegar ainstitucionalizarse en organismos como laAEC, podríanresultarun verdadero ejemplo de colaboración regional parael desarrollo, ori-ginando, incluso, nuevas políticas regionales en materia de colaboracióninfraestructural, como los manejos conjuntos de cuencas hidrográficas en elcaso centroamericano, Ia colaboración de salud y Ia planificación estratégicaterritorial, por sólocitartres ejemplos. La posibilidadde lacreación de un "fon-do regional para Ia prevención y rnitigación de desastres y deprotección civil",que no tendría que ser solamente financiero, sino que incluyadiversos nivelesde colaboración intergubemamental en el tema, tambiénresultaría unelemen-to importante en Ias políticas de colaboración regional.

La colaboraciónen bioseguridady consumo

EI Gran Caribe, como se ha dicho antes, constituye una de Ias zonas de másalta biodiversidad deI hernisferio,junto ala biodiversidad teITestreencontra-mos Ia menos conocida biodiversidad marina, lacual en el área se manifiesta,entre otros componentes, en sus extensas barreras coralinas, entre Ias cualesestá Ia segunda en importancia mundial; extensos humedales y amplias zo-nas de manglares, lugares donde se genera una buena parte de Ia biomasacontinental. La fragilidad de estos ecosistemas se ve amenazada por variasactividades antrópicas y en diversos casos se hallan en estado crítico.

Esta biodivesidad es depositaria de desconocidos bancos genéticos queconstituyen, además de un extraordinario fondo para los servicios ambien-tales de Ia región, un factor de interés científico de primera magnitud. Esteelemento se ha convertido en Ias últimas décadas con el desarrollo de Ia inge-niería genética en una codiciada riqueza como "recurso natural" para Iastransnacionales de Ia farmacéutica y otros sectores industriales de puntaani-vel mundial. Los derechos de propiedad de los descubrirnientos que se pro-duzcan en este ámbito, aún no se han reconocido internacionalmente por Iasorganizaciones competentes. EI debate ha seguido en los foros intemaciona-les durante afios,8 desconociéndose los derechos patrimoniales sobre estosrecursos. Estas discusiones también están enlazadas con los derechos sobrelos conocirnientos tradicionales autóctonos, como bien se conoce. Estareali-dadintemacional abre una posibilidadde concertación intrarregional que po-dría expresarse en el futuro con el reconocimiento de organismos regionalessobre este polérnico tema y con protocolos de colaboración investigativos bi-laterales o multilaterales, en un paso de avance para Ia protecciónjurídica delos recursos genéticos y de Ia biodiversidad de Ia zona.

La protección legal ai tráfico e introducción de transgénicos es otro delos temas que deberían estar más presentes en los debates ambientalesde los foros regionales. Las transnacionales de Ia farmacéutica y de losalimentos, como Ia Monsanto - por sólo citar, acaso, el ejemplo más cono-cido-. operan en muchos de los países de laregión sin prevenciones ni me-

Desde antes de Ia Ronda Uruguay dei GATI se estaba planteando esa discusión y de entonces acáprácticamente nada se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de Ias naciones sobre su pa-trimonio genético. Como todos sabemos. Ia OMC ha bloqueado el tema en sus discusiones sobre de-rechos autorales.

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didas de control, introduciendo productos que están prohibidos en otrospaíses desarrollados como Estados Unidos. En Ia mayor parte dei GranCaribe, los derechos dei consumidor se desconocen; por una parte, por-que en realidad los índices de exclusión y miseria resultan tan gigantescosque segmentos enteros de Ia población quedan ai margen dei consumo taly como se entiende en el mundo desarrollado; por otra, porque los gobier-nos e instituciones estatales y sociales tienen otras prioridades en susagendas. No obstante ello, en algunos países se han detectado casos deintroducción de nuevos productos genéticamente modificados, comopolígonos de prueba de mercado.

EI papel de Ias sociedades

Aunque Ia experiencia mundial demuestra que en relación con los temasambientales no es posible obtener resultados solitarios, con Ia acciónunilateral de los actores involucrados en ellos, sí resulta imprescindiblereconocer que muy poco puede a1canzarse sin Ia activa participaciónciudadana en Ia solución de los conflictos y problemas.

Diversos estudios socioambientales establecen Ia importancia dei sur-gimiento y desarrollo de Ias movimientos ambientalistas en el Gran Caribe9y, aunque en un principio se distinguían por una tipología diferenciadora, 10

Ia dinámica de los problemas ambientales y Ja propia complejidad dei esce-nario político en que se desenvuelven, han ido politizando y haciendo másdifusa esa tipología inicial, ai incorporar Ia dimensión social y económicaen sus agendas, 1110que torna con frecuencia conflictiva larelación de estosmovimientos y ONG's con Ias instancias de poder en el área.

Este proceso de politización comienza a tener en cuenta Ia necesidad deuna política nacional en torno a los temas relacionados con el ambiente y losterritorios. Las demandas más comunes de estos movimientos y ONG's estánrelacionadas con el ámbito de 10local de algunaforma, aun cuando se expre-sen como demandas a déficits en Ias políticas nacionales. Por ello, Ia socie-dad organizada y consciente resulta uno de Ias factores clave en los procesosde concertación y resolución de conflictos existentes y que se avecinan.

Siguiendo esta línea de análisis, puede coincidirse con Lewis y Jaco-me12 en que resulta necesario que Ias movimientos sociales ambientalesrelacionen Ias alternativas a nivel macroeconómico y Ias referentes aiosespacios territoriales que sobrepasen 10local, con aquellas que surgen a ni-

La relación sería extensa, sólo mencionaré a Amparo Chantada: "Los canjes de deuda por naturaleza.EI caso dominicano", en Nueva Sociedad, no. 122, Caracas, 1992; o el trabajo de Eduardo Gudynas:"Los múltiples verdes dei ambientalismo latinoamericano", en Nueva Sociedad, no. 122, Caracas,1992; o el de Francine Jacome: "Movimientos ambientales y cooperación en el Caribe", en Los retosde Ia cooperación ambiental: el caso dei Caribe, Ed. Nueva Sociedad, Caracas, 1996.

10 J acome, ob. cito

1I Por ejemplo, en EI Salvador, el trabajo desplegado por Ia Unión Ecológica Salvadorei'ia (UNES) y enel Caribe Oriental; CPDC o CANARIS, por sólo mencionar tres ejemplos.

12 Jacome, ob. cit.; David Lewis: "Non-Govemmental Organizations andAltemative Strategies: Bridgingthe Development Gap Between Central America and the Caribbean", en Integration and ParticipatoryDevelopment, Friederich Ebert Stiftung, Jamaica, 1990 (citado por Jacome).

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vel de Ia localidad, a través de procesos en los cuaIes primen Ia autogestióny el manejo comunitario de determinados recursos y servicios ambientales.

Los aspectos relacionados con Ia educación ambiental parecen perfi-larse como un área de acción de Ias ONG's en expansión. Si realizamos unescrutinio de los programas de educación formal en Ia región, veremosque son sumamente escasas Ias experiencias aI respecto; los sistemaseducacionales estatales ignoran prácticamente esta dimensión de Ia edu-cación. AIgunos países como Costa Rica y Cuba poseen experiencias aIrespecto, pero aún no se ha sistematizado suficientemente. Por ello, Iaactividad de educación ambiental no formal esté presente con mucha fre-cuencia en los proyectos de desarrollo sustentable de Ias ONG's en elGran Caribe, llegando a establecerse en los últimos anos discretos nivelesde colaboración entre ONG's deI área sobre estos temas; acaso, sea éstauna de Ias vertientes de colaboración que más pueda trabajarse en el futurodesde Ias acciones de Ia sociedad civil de Ia zona.

Otro de los posibles aspectos de Ia cooperación a nivel societal estádado por Ia cooperación entre Ias ONG's locales y Ias grandes ONG's in-temacionales, Ias cuales parecen cada vez más dadas a seguir el marcajepolítico-territorial de Ias áreas de influencia, dejando a Ias institucionesnorteamericanas Ia presencia en el espacio americano y replegándose Iaseuropeas aIos asuntos concemientes a África y Europa deI Este.

EI proceso de relacionamiento entre ONG's y movimientos socialesy entre estos y otros actores, tal y como se manifestó en Ia década deI 80 yparte deI 90, ha ido variando en los últimos anos, 10que impone a Ia comu-nidad no gubemamental buscar de manera creativa mecanismos de auto-gestión financiera para mantener sus proyectos y actividades.

Tal y como se manifestó en Ia experiencia mexicana luego deI terre-moto que asoló el Distrito Federal, el desastre deI Mitch en Centroamé-rica y otros eventos naturales catastróficos recientes, han contribuido demanera significativa aI surgimiento y desarrollo de una conciencia colec-tiva entre los movimientos sociaIes de Ia región, en Ia lucha para superar elasistencialismo y pasar de "damnificados" a interlocutores activos antelos gobiemos nacionales.

También Ia lucha política de Ia sociedad civil por lograr el reconoci-miento de sus derechos patrimoniaIes sobre sus conocimientos tradiciona-les y sobre los bancos genéticos de Ia biodiversidad que Ia rodea, pueden serescenarios de trabajo de un futuro inmediato en un proyecto de colabora-ción regional más centrado en los problemas ambientaIes.

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