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    COMPENDIO DE DOCTRINASOCIAL DE LA IGLESIA

    CAPTULO DCIMO

    SALVAGUARDAREL MEDIO AMBIENTE

    I. ASPECTOS BBLICOS

    451 La experiencia viva de la presencia divina enla historia es el fundamento de la fe del pueblode Dios: ramos esclavos de Faran de Egipto, y

    Yahvh nos sac de Egipto con mano fuerte (Dt6,21). La reflexin sobre la historia permite re-asumir el pasado y descubrir la obra de Diosdesde sus races: Mi Padre era un arameoerrante (Dt26,5). Un Dios que puede decir a supueblo: Yo tom a vuestro padre Abrahn delotro lado del Ro (Jos 24,3). Es una reflexin quepermite mirar confiadamente al futuro, gracias ala promesa y a la alianza que Dios renueva con-tinuamente.

    La fe de Israel vive en el tiempo y en el espaciode este mundo, que se percibe no como un am-

    biente hostil o un mal del cual liberarse, sinocomo el don mismo de Dios, el lugar y el proyec-to que l confa a la gua responsable y al trabajodel hombre. La naturaleza, obra de la accincreadora de Dios, no es una peligrosa adversa-ria. Dios, que ha hecho todas las cosas, de cadauna de ellas vio que estaba bien (Gn1,4.10.12.18.21.25). En la cumbre de su creacin,el Creador coloc al hombre como algo queestaba muy bien (Gn1,31). Slo el hombre y lamujer, entre todas las criaturas, han sido queri-dos por Dios a imagen suya (Gn1,27): a ellosel Seor confa la responsabilidad de toda lacreacin, la tarea de tutelar su armona y desa-rrollo (cf. Gn 1,26-30). El vnculo especial conDios explica la posicin privilegiada de la parejahumana en el orden de la creacin.

    452 La relacin del hombre con el mundo es unelemento constitutivo de la identidad humana.Se trata de una relacin que nace como fruto dela unin, todava ms profunda, del hombre conDios. El Seor ha querido a la persona humanacomo su interlocutor: slo en el dilogo conDios la criatura humana encuentra la propia

    verdad, en la que halla inspiracin y normaspara proyectar el futuro del mundo, un jardnque Dios le ha dado para que sea cultivado ycustodiado (cf. Gn 2,15). Ni siquiera el pecado

    suprime esta misin, aun cuando haya marcadocon el dolor y el sufrimiento la nobleza del tra-bajo (cf.Gn3,17-19).

    La creacin es constante objeto de alabanza enla oracin de Israel: Cun numerosas tusobras, oh Yahvh! Todas las has hecho con sa-

    bidura (Sal 104,24). La salvacin de Dios seconcibe como una nueva creacin, que resta-blece la armona y la potencialidad de desarrolloque el pecado ha puesto en peligro: Yo creocielos nuevos y tierra nueva (Is 65,17) -dice elSeor-, se har la estepa un vergel... y la justiciamorar en el vergel... Y habitar mi pueblo enalbergue de paz (Is32,15-18).

    453 La salvacin definitiva que Dios ofrece atoda la humanidad por medio de su propio Hijo,no se realiza fuera de este mundo. Aun heridopor el pecado, el mundo est destinado a cono-

    cer una purificacin radical (cf. 2 P 3,10) de laque saldr renovado (cf. Is 65,17; 66,22;Ap21,1),convirtindose por fin en el lugar donde esta-blemente habite la justicia (2 P3,13).

    En su ministerio pblico, Jess valora los ele-mentos naturales. De la naturaleza, l es, no slosu intrprete sabio en las imgenes y en las pa-rbolas que ama ofrecer, sino tambin su domi-nador (cf. el episodio de la tempestad calmadaenMt14,22-33;Mc6,45-52; Lc8,22-25;Jn6,16-21):el Seor pone la naturaleza al servicio de sudesignio redentor. A sus discpulos les pide mi-rar las cosas, las estaciones y los hombres con laconfianza de los hijos que saben no sern aban-donados por el Padre providente (cf. Lc 11,11-13).En cambio de hacerse esclavo de las cosas,el discpulo de Cristo debe saber servirse deellas para compartir y crear fraternidad (cf. Lc16,9-13).

    454 El ingreso de Jesucristo en la historia delmundo tiene su culmen en la Pascua, donde lanaturaleza misma participa del drama del Hijo deDios rechazado y de la victoria de la Resurrec-

    cin (cf.Mt 27,45.51; 28,2). Atravesando la muertee injertando en ella la resplandeciente novedadde la Resurreccin, Jess inaugura un mundonuevo en el que todo est sometido a l (cf. 1 Co15,20-28) y restablece las relaciones de orden yarmona que el pecado haba destruido. La con-ciencia de los desequilibrios entre el hombre yla naturaleza debe ir acompaada de la convic-cin que en Jess se ha realizado la reconcilia-cin del hombre y del mundo con Dios, de talforma que el ser humano, consciente del amordivino, puede reencontrar la paz perdida: Portanto, el que est en Cristo, es una nueva crea-cin; pas lo viejo, todo es nuevo (2 Co 5,17).La naturaleza, que en el Verbo haba sido crea-da, por medio del mismo Verbo hecho carne, ha

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    sido reconciliada con Dios y pacificada (cf. Col1,15-20).

    455 No slo la interioridad del hombre ha sidosanada, tambin su corporeidad ha sido elevadapor la fuerza redentora de Cristo; toda la crea-cin toma parte en la renovacin que brota de la

    Pascua del Seor, aun gimiendo con dolores departo (cf. Rm 8,19-23), en espera de dar a luz unnuevo cielo y una tierra nueva (Ap 21,1) queson el don del fin de los tiempos, de la salvacincumplida. Mientras tanto, nada es extrao a estasalvacin: en cualquier condicin de vida, elcristiano est llamado a servir a Cristo, a vivirsegn su Espritu, dejndose guiar por el amor,principio de una vida nueva, que reporta elmundo y el hombre al proyecto de sus orgenes:El mundo, la vida, la muerte, el presente, elfuturo, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo yCristo, de Dios (1 Co 3,22-23).

    II. EL HOMBRE Y EL UNIVERSO DE LAS COSAS

    456 La visin bblica inspira las actitudes de loscristianos con respecto al uso de la tierra, y aldesarrollo de la ciencia y de la tcnica. El Conci-lio Vaticano II declara que tiene razn el hom-bre, participante de la luz de la inteligencia divi-na, cuando afirma que por virtud de su inteli-gencia es superior al universo material946. Los

    Padres Conciliares reconocen los progresosrealizados gracias a la aplicacin incesante delingenio humano a lo largo de los siglos, en lasciencias empricas, en la tcnica y en las disci-plinas liberales947. El hombre en nuestros das,gracias a la ciencia y la tcnica, ha logrado dilatary sigue dilatando el campo de su dominio sobrecasi toda la naturaleza948.

    Puesto que el hombre, creado a imagen deDios, recibi el mandato de gobernar el mundoen justicia y santidad, sometiendo a s la tierra ycuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios

    la propia persona y el universo entero, recono-ciendo a Dios como Creador de todo, de modoque con el sometimiento de todas las cosas alhombre sea admirable el nombre de Dios en elmundo, el Concilio ensea que la actividadhumana, individual y colectiva o el conjuntoingente de esfuerzos realizados por el hombre alo largo de los siglos para lograr mejores condi-

    946Concilio Vaticano II, Const. past.Gaudium et spes, 15: AAS 58(1966) 1036.947Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 15: AAS58 (1966) 1036.948Concilio Vaticano II, Const. past.Gaudium et spes, 33: AAS 58(1966) 1052.

    ciones de vida, considerado en s mismo, res-ponde a la voluntad de Dios949.

    457 Los resultados de la ciencia y de la tcnicason, en s mismos, positivos: los cristianos lejosde pensar que las conquistas logradas por elhombre se oponen al poder de Dios y que la

    criatura racional pretende rivalizar con el Crea-dor, estn, por el contrario persuadidos de quelas victorias del hombre son signo de la grande-za de Dios y consecuencia de su inefable desig-nio950. Los Padres Conciliares subrayan tambinel hecho de que cuanto ms se acrecienta elpoder del hombre, ms amplia es su responsabi-lidad individual y colectiva951, y que toda la acti-vidad humana debe encaminarse, segn el de-signio de Dios y su voluntad, al bien de lahumanidad952. En esta perspectiva, el Magisterioha subrayado frecuentemente que la Iglesiacatlica no se opone en modo alguno al progre-

    so953, al contrario, considera la ciencia y la tec-nologa... un maravilloso producto de la creati-vidad humana donada por Dios, ellas nos hanproporcionado estupendas posibilidades y noshemos beneficiado de ellas agradecidamen-te954. Por eso, como creyentes en Dios, que hajuzgado buena la naturaleza creada por l,nosotros gozamos de los progresos tcnicos yeconmicos que el hombre con su inteligencialogra realizar955.

    458 Las consideraciones del Magisterio sobre laciencia y la tecnologa en general, se extiendentambin en sus aplicaciones al medio ambientey a la agricultura. La Iglesia aprecia las ventajasque resultan -y que an pueden resultar- delestudio y de las aplicaciones de la biologa mo-lecular, completada con otras disciplinas, comola gentica, y su aplicacin tecnolgica en laagricultura y en la industria956. En efecto, latcnica podra constituirse, si se aplicara recta-mente, en un valioso instrumento para resolvergraves problemas, comenzando por el del ham-bre y la enfermedad, mediante la produccin devariedades de plantas ms avanzadas y resisten-

    949Concilio Vaticano II, Const. past.Gaudium et spes, 34: AAS 58(1966) 1052.950Concilio Vaticano II, Const. past.Gaudium et spes, 34: AAS 58(1966) 1053.951Concilio Vaticano II, Const. past.Gaudium et spes, 34: AAS 58(1966) 1053.952Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 35: AAS58 (1966) 1053.953 Cf. Juan Pablo II, Discurso pronunciado durante la visita alMercy Maternity Hospital, Melbourne (28 de noviembre de1986): LOsservatore Romano, edicin espaola, 14 de diciembrede 1986, p. 13.954Juan Pablo II, Discurso pronunciado durante el encuentro concientficos y representantes de la Universidad de las NacionesUnidas, Hiroshima (25 de febrero de 1981), 3: AAS 73 (1981) 422.955Juan Pablo II, Discurso a los obreros en las oficinas Olivetti deIvrea (19 de marzo de 1990), 5: LOsservatore Romano, edicinespaola, 8 de abril de 1990, p. 9.956Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias(3 de octubre de 1981), 3: AAS 73 (1981) 670.

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    tes y de muy tiles medicamentos957. Es impor-tante, sin embargo, reafirmar el concepto derecta aplicacin, porque sabemos que estepotencial no es neutral: puede ser usado tantopara el progreso del hombre como para su de-gradacin958. Por esta razn, es necesario man-tener un actitud de prudencia y analizar con ojo

    atentola naturaleza, la finalidad y los modosdelas diversas formas de tecnologa aplicada959.Los cientficos, pues, deben utilizar verdade-ramente su investigacin y su capacidad tcnicapara el servicio de la humanidad960, sabiendosubordinarlas a los principios morales que res-petan y realizan en su plenitud la dignidad delhombre961.

    459 Punto central de referencia para toda aplica-cin cientfica y tcnica es el respeto del hom-bre, que debe ir acompaado por una necesariaactitud de respeto hacia las dems criaturas vi-

    vientes. Incluso cuando se plantea una altera-cin de stas, conviene tener en cuentala natu-raleza de cada ser y su mutua conexin en unsistema ordenado962. En este sentido, las formi-dables posibilidades de la investigacin biolgi-ca suscitan profunda inquietud, ya que no seha llegado an a calcular las alteraciones provo-cadas en la naturaleza por una indiscriminadamanipulacin gentica y por el desarrollo irre-flexivo de nuevas especies de plantas y formasde vida animal, por no hablar de inaceptablesintervenciones sobre los orgenes de la mismavida humana963. De hecho, se ha constatadoque la aplicacin de algunos descubrimientosen el campo industrial y agrcola produce, alargo plazo, efectos negativos. Todo esto hademostrado crudamente cmo toda interven-cin en una rea del ecosistema debe conside-rar sus consecuencias en otras reas y, en gene-ral, en el bienestar de las generaciones futu-ras964.

    957 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Congreso

    promovido por la Accademia Nazionale delle Scienze en elbicentenario de su fundacin (21 de septiembre de 1982), 4:LOsservatore Romano, edicin espaola, 17 de octubre de 1982,p. 13.958Juan Pablo II, Discurso pronunciado durante el encuentro concientficos y representantes de la Universidad de las NacionesUnidas,Hiroshima (25 de febrero de 1981), 3: AAS 73 (1981) 422.959Juan Pablo II, Discurso a los obreros en las oficinas Olivetti deIvrea, Italia. (19 de marzo de 1990), 4: LOsservatore Romano,edicin espaola, 8 de abril de 1990, p. 9.960 Juan Pablo II,Homila durante la Misa en el Victorian RacingClub, Melbourne (28 de noviembre de 1986), 11: LOsservatoreRomano,edicin espaola, 14 de diciembre de 1986, p. 14.961Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias(23 de octubre de 1982), 6: LOsservatore Romano,edicin espa-ola, 12 de diciembre de 1982, p. 7.962 Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 34: AAS 80(1988) 559.963Juan Pablo II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990,7: AAS 82 (1990) 151.964Juan Pablo II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990,6: AAS 82 (1990) 150.

    460 El hombre, pues, no debe olvidar que sucapacidad de transformar y, en cierto sentido, decrear el mundo con el propio trabajo... se de-sarrolla siempre sobre la base de la primera yoriginaria donacin de las cosas por parte deDios965. No debe disponer arbitrariamente dela tierra, sometindola sin reservas a su volun-

    tad, como si ella no tuviese una fisonoma pro-pia y un destino anterior dados por Dios, y queel hombre puede desarrollar ciertamente, peroque no debe traicionar966. Cuando se comportade este modo, en vez de desempear su papelde colaborador de Dios en la obra de la crea-cin, el hombre suplanta a Dios y con ello pro-voca la rebelin de la naturaleza, ms bien tira-nizada que gobernada por l967.

    Si el hombre interviene sobre la naturaleza sinabusar de ella ni daarla, se puede decir queinterviene no para modificar la naturaleza, sino

    para ayudarla a desarrollarse en su lnea, la de lacreacin, la querida por Dios. Trabajando eneste campo, sin duda delicado, el investigadorse adhiere al designio de Dios. Dios ha queridoque el hombre sea el rey de la creacin968. En elfondo, es Dios mismo quien ofrece al hombre elhonor de cooperar con todas las fuerzas de suinteligencia en la obra de la creacin.

    III. LA CRISIS EN LA RELACIN ENTREEL HOMBRE Y EL MEDIO AMBIENTE

    461 El mensaje bblico y el Magisterio de la Igle-sia constituyen los puntos de referencia esencia-les para valorar los problemas que se planteanen las relaciones entre el hombre y el medioambiente969. En el origen de estos problemas sepuede percibir la pretensin de ejercer un do-minio absoluto sobre las cosas por parte delhombre, un hombre indiferente a las considera-ciones de orden moral que deben caracterizartoda actividad humana.

    La tendencia a la explotacin inconsiderada970de los recursos de la creacin es el resultado deun largo proceso histrico y cultural: La pocamoderna ha experimentado la creciente capaci-dad de intervencin transformadora del hom-

    965Juan Pablo II, Carta enc.Centesimus annus, 37: AAS 83 (1991)840.966Juan Pablo II, Carta enc.Centesimus annus, 37: AAS 83 (1991)840.967Juan Pablo II, Carta enc.Centesimus annus, 37: AAS 83 (1991)840.968Juan Pablo II,Discurso a la 35 Asamblea General de la Asocia-cin Mdica Mundial (29 de octubre de 1983), 6: AAS 76 (1984)394.969 Cf. Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens, 21: AAS 63(1971) 416-417.970Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens, 21: AAS 63 (1971)417.

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    bre. El aspecto de conquista y de explotacin delos recursos ha llegado a predominar y a exten-derse, y amenaza hoy la misma capacidad deacogida del medio ambiente: el ambiente comorecurso pone en peligro el ambiente comocasa. A causa de los poderosos medios detransformacin que brinda la civilizacin tecno-

    lgica, a veces parece que el equilibrio hombre-ambiente ha alcanzado un punto crtico971.

    462 La naturaleza aparece como un instrumentoen las manos del hombre, una realidad que ldebe manipular constantemente, especialmentemediante la tecnologa. A partir del presupues-to, que se ha revelado errado, de que existe unacantidad ilimitada de energa y de recursos utili-zables, que su regeneracin inmediata es posi-ble y que los efectos negativos de las manipula-ciones de la naturaleza pueden ser fcilmenteabsorbidos, se ha difundido y prevalece una

    concepcin reductiva que entiende el mundonatural en clave mecanicista y el desarrollo enclave consumista. El primado atribuido al hacer yal tener ms que al ser, es causa de graves for-mas de alienacin humana972.

    Una actitud semejante no deriva de la investiga-cin cientfica y tecnolgica, sino de una ideo-loga cientificista y tecncrata que tiende a con-dicionarla. La ciencia y la tcnica, con su progre-so, no eliminan la necesidad de trascendencia yno son de por s causa de la secularizacin exas-perada que conduce al nihilismo; mientrasavanzan en su camino, plantean cuestionesacerca de su sentido y hacen crecer la necesidadde respetar la dimensin trascendente de lapersona humana y de la misma creacin.

    463 Una correcta concepcin del medio ambien-te, si por una parte no puede reducir utilitaria-mente la naturaleza a un mero objeto de mani-pulacin y explotacin, por otra parte, tampocodebe absolutizarla y colocarla, en dignidad, porencima de la misma persona humana. En esteltimo caso, se llega a divinizar la naturaleza o la

    tierra, como puede fcilmente verse en algunosmovimientos ecologistas que piden se otorgueun reconocimiento institucional internacional-mente garantizado a sus ideas973.

    El Magisterio ha motivado su contrariedad a unanocin del medio ambiente inspirada en el eco-centrismo y el biocentrismo, porque sta se

    971 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en un CongresoInternacional sobre Ambiente y salud(24 de marzo de 1997), 2:LOsservatore Romano,edicin espaola, 11 de abril de 1997, p.7.972Cf. Juan Pablo II, Carta enc.Sollicitudo rei socialis,28: AAS 80(1988) 548-550.973Cf., por ejemplo, Consejo Pontificio de la Cultura - ConsejoPontificio para el Dilogo Interreligioso,Jesucristo, Portador delagua de la vida. Una reflexin cristiana sobre la Nueva Era,Librera Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2003, p. 35.

    propone eliminar la diferencia ontolgica y axio-lgica entre el hombre y los dems seres vivos,considerando la biosfera como una unidad bi-tica de valor indiferenciado. As se elimina laresponsabilidad superior del hombre en favor deuna consideracin igualitaria de la dignidadde todos los seres vivos974.

    464 Una visin del hombre y de las cosas desli-gada de toda referencia a la trascendencia hallevado a rechazar el concepto de creacin y aatribuir al hombre y a la naturaleza una existen-cia completamente autnoma. El vnculo queune el mundo con Dios ha sido as roto: estaruptura ha acabado desvinculando tambin alhombre de la tierra y, ms radicalmente, ha em-pobrecido su misma identidad. El ser humanoha llegado a considerarse extrao al contextoambiental en el que vive. La consecuencia quederiva de todo ello es muy clara: La relacin

    que el hombre tiene con Dios determina la rela-cin del hombre con sus semejantes y con suambiente. Por eso la cultura cristiana ha recono-cido siempre en las criaturas que rodean alhombre otros tantos dones de Dios que se hande cultivar y custodiar con sentido de gratitudhacia el Creador. En particular, la espiritualidadbenedictina y la franciscana han testimoniadoesta especie de parentesco del hombre con elmedio ambiente, alimentando en l una actitudde respeto a toda realidad del mundo que lorodea975. Debe darse un mayor relieve a la pro-funda conexin que existe entre ecologa am-biental y ecologa humana976.

    465 El Magisterio subraya la responsabilidadhumana de preservar un ambiente ntegro y sanopara todos:977 La humanidad de hoy, si lograconjugar las nuevas capacidades cientficas conuna fuerte dimensin tica, ciertamente sercapaz de promover el ambiente como casa ycomo recurso, en favor del hombre y de todoslos hombres; de eliminar los factores de conta-minacin; y de asegurar condiciones de adecua-da higiene y salud tanto para pequeos grupos

    como para grandes asentamientos humanos. Latecnologa que contamina, tambin puede des-contaminar; la produccin que acumula, tam-bin puede distribuir equitativamente, a condi-cin de que prevalezca la tica del respeto a lavida, a la dignidad del hombre y a los derechos

    974 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en un CongresoInternacional sobre Ambiente y salud(24 de marzo de 1997), 5:LOsservatore Romano,edicin espaola, 11 de abril de 1997, p.7.975 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en un CongresoInternacional sobre Ambiente y salud(24 de marzo de 1997), 4:LOsservatore Romano,edicin espaola, 11 de abril de 1997, p.7.976Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 38: AAS 83 (1991)841.977Cf. Juan Pablo II, Carta enc.Sollicitudo rei socialis,34: AAS 80(1988) 559-560.

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    de las generaciones humanas presentes y futu-ras978.

    IV. UNA RESPONSABILIDAD COMN

    a) El ambiente, un bien colectivo

    466 La tutela del medio ambiente constituye undesafo para la entera humanidad: se trata deldeber, comn y universal, de respetar un biencolectivo979, destinado a todos, impidiendo quese puedan utilizar impunemente las diversascategoras de seres, vivos o inanimados -animales, plantas, elementos naturales-, comomejor apetezca, segn las propias exigencias980.Es una responsabilidad que debe crecer, tenien-do en cuenta la globalidad de la actual crisisecolgica y la consiguiente necesidad de afron-

    tarla globalmente, ya que todos los seres de-penden unos de otros en el orden universalestablecido por el Creador: Conviene tener encuenta lanaturaleza de cada sery su mutua co-nexin en un sistema ordenado, que es preci-samente el cosmos981.

    Esta perspectiva adquiere una importancia parti-cular cuando se considera, en el contexto de losestrechos vnculos que unen entre s a los diver-sos ecosistemas,el valor ambiental de la biodi-versidad, que se ha de tratar con sentido de res-

    ponsabilidad y proteger adecuadamente, por-que constituye una riqueza extraordinaria paratoda la humanidad. Al respecto, cada uno puedeadvertir con facilidad, por ejemplo, la importan-cia de la regin de amaznica, uno de los espa-cios naturales ms apreciados en el mundo porsu diversidad biolgica, siendo vital para el equi-librio ambiental de todo el planeta982.Los bos-ques contribuyen a mantener los esencialesequilibrios naturales, indispensables para lavida983. Su destruccin, incluida la causada porlos irrazonables incendios dolosos, acelera losprocesos de desertificacin con peligrosas con-

    secuencias para las reservas de agua y pone enpeligro la vida de muchos pueblos indgenas y elbienestar de las futuras generaciones. Todos,personas y sujetos institucionales, deben sentir-

    978 Juan Pablo II, Discurso a los participantes en un CongresoInternacional sobre Ambiente y salud(24 de marzo de 1997), 5:LOsservatore Romano,edicin espaola, 11 de abril de 1997, p.7.979 Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 40: AAS 83(1991) 843.980 Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 34: AAS 80(1988) 559.981 Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 34: AAS 80(1988) 559.982 Juan Pablo II, Exh. ap. Ecclesia in America, 25: AAS 91 (1999)760.983Cf. Juan Pablo II,Homila en la fiesta de San Juan Gualberto, Val Visdende, Italia (12 de julio de 1987): LOsservatore Romano,edicin espaola, 19 de julio de 1987, p. 12.

    se comprometidos en la proteccin del patri-monio forestal y, donde sea necesario, promo-ver programas adecuados de reforestacin.

    467 La responsabilidad de salvaguardar el medioambiente, patrimonio comn del gnero huma-no, se extiende no slo a las exigencias del pre-

    sente, sino tambin a las del futuro: Herederosde generaciones pasadas y beneficindonos deltrabajo de nuestros contemporneos, estamosobligados para con todos y no podemos desin-teresarnos de los que vendrn a aumentar toda-va ms el crculo de la familia humana. La soli-daridad universal, que es un hecho y un benefi-cio para todos, es tambin un deber984. Se tratade una responsabilidad que las generacionespresentes tienen respecto a las futuras985 unaresponsabilidad que incumbe tambin a cadaEstado y a la Comunidad Internacional.

    468 La responsabilidad respecto al medio am-biente debe encontrar una traduccin adecuadaen mbito jurdico. Es importante que la Comu-nidad Internacional elabore reglas uniformes,de manera que esta reglamentacin permita alos Estados controlar ms eficazmente las diver-sas actividades que determinan efectos negati-vos sobre el ambiente y preservar los ecosiste-mas, previniendo posibles incidentes: Corres-ponde a cada Estado, en el mbito del propioterritorio, la funcin de prevenir el deterioro dela atmsfera y de la biosfera, controlando aten-tamente, entre otras cosas, los efectos de losnuevos descubrimientos tecnolgicos o cientfi-cos, y ofreciendo a los propios ciudadanos lagaranta de no verse expuestos a agentes con-taminantes o a residuos txicos986.

    El contenido jurdico delderecho a un ambien-te natural seguro y saludable987ser el fruto deuna gradual elaboracin, solicitada por la opi-nin pblica, preocupada por disciplinar el usode los bienes de la creacin segn las exigenciasdel bien comn y con una voluntad comn deinstituir sanciones para quienes contaminan. Las

    normas jurdicas, sin embargo, no bastan por ssolas988; junto a ellas deben madurar un firmesentido de responsabilidad y un cambio efectivoen la mentalidad y en los estilos de vida.

    984Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 17: AAS 59 (1967)266.985 Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 37: AAS 83(1991) 840.986Juan Pablo II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990,9: AAS 82 (1990) 152.987Juan Pablo II,Discurso a la Corte y a la Comisin Europea delos Derechos del Hombre, Estrasburgo (8 de octubre de 1988), 5:

    AAS 81 (1989) 685; cf. Id.,Mensaje para la Jornada Mundial de laPaz 1990,9: AAS 82 (1990) 152; Id., Mensaje para la Jornada Mun-dial de la Paz 1999, 10: AAS 91 (1999) 384-385.988Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz1999, 10: AAS 91 (1999) 384-385.

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    469 Las autoridades llamadas a tomar decisionespara hacer frente a los riesgos contra la salud y elmedio ambiente, a menudo se encuentran antesituaciones en las que los datos cientficos dis-ponibles son contradictorios o cuantitativamen-te escasos: puede ser oportuno entonces haceruna valoracin segn el principio de precau-

    cin, que no comporta la aplicacin de unaregla, sino una orientacin para gestionar situa-ciones de incertidumbre. Este principio eviden-cia la necesidad de tomar una decisin provisio-nal, que podr ser modificada en base a nuevosconocimientos que eventualmente se logren. Ladecisin debe ser proporcionada a las medidasya en acto para otros riesgos. Las polticas pre-ventivas, basadas sobre el principio de precau-cin, exigen que las decisiones se basen en unacomparacin entre los riesgos y los beneficioshipotticos que comporta cada decisin alterna-tiva posible, incluida la decisin de no interve-

    nir. A este planteamiento precaucional est vin-culada la exigencia de promover seriamente laadquisicin de conocimientos ms profundos,aun sabiendo que la ciencia puede no llegarrpidamente a la conclusin de una ausencia deriesgos. Las circunstancias de incertidumbre yprovisionalidad hacen especialmente importan-te la transparencia en el proceso de toma dedecisiones.

    470 La programacin del desarrollo econmicodebe considerar atentamente la necesidad derespetar la integridad y los ritmos de la naturale-za989, porque los recursos naturales son limita-dos y algunos no son renovables. El actual ritmode explotacin amenaza seriamente la disponi-bilidad de algunos recursos naturales para elpresente y el futuro990. La solucin del problemaecolgico exige que la actividad econmica res-pete mejor el medio ambiente, conciliando lasexigencias del desarrollo econmico con las dela proteccin ambiental. Cualquier actividadeconmica que se sirva de los recursos naturalesdebe preocuparse tambin de la salvaguardia delmedio ambiente y prever sus costos, que se han

    de considerar como un elemento esencial delcoste actual de la actividad econmica991. Eneste contexto se deben considerar las relacionesentre la actividad humana y los cambios climti-cos que, debido a su extrema complejidad, de-ben ser oportuna y constantemente vigilados anivel cientfico, poltico y jurdico, nacional einternacional. El clima es un bien que debe serprotegido y requiere que los consumidores y losagentes de las actividades industriales desarro-

    989 Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 26: AAS 80(1988) 546.990Cf. Juan Pablo II, Carta enc.Sollicitudo rei socialis,34: AAS 80(1988) 559-560.991Juan Pablo II, Alocucin a la XXV Conferencia General de la FA O (16 de noviembre de 1989), 8: AAS 82 (1990) 673.

    llen un mayor sentido de responsabilidad en suscomportamientos992.

    Una economa que respete el medio ambienteno buscar nicamente el objetivo del mximobeneficio, porque la proteccin ambiental nopuede asegurarse slo en base al clculo finan-

    ciero de costos y beneficios. El ambiente es unode esos bienes que los mecanismos del merca-do no son capaces de defender o de promoveradecuadamente993. Todos los pases, en particu-lar los desarrollados, deben advertir la urgenteobligacin de reconsiderar las modalidades deuso de los bienes naturales. La investigacin enel campo de las innovaciones que pueden redu-cir el impacto sobre el medio ambiente provo-cado por la produccin y el consumo, deberincentivarse eficazmente.

    Una particular atencin deber atribuirse a la

    compleja problemtica de losrecursos energti-cos994. Los recursos no renovables, a los querecurren los pases altamente industrializados ylos de reciente industrializacin, deben serpuestos al servicio de toda la humanidad. En unaperspectiva moral caracterizada por la equidad yla solidaridad intergeneracional, tambin sedeber continuar, con la contribucin de la co-munidad cientfica, a identificar nuevas fuentesenergticas, a desarrollar las alternativas y a ele-var los niveles de seguridad de la energa nu-clear995. El uso de la energa, por su vinculacincon las cuestiones del desarrollo y el ambiente,exige la responsabilidad poltica de los Estados,de la Comunidad Internacional y de los agenteseconmicos; estas responsabilidades debernser iluminadas y guiadas por la bsqueda conti-nua del bien comn universal.

    471 La relacin que los pueblos indgenas tienencon su tierra y sus recursos merece una conside-racin especial: se trata de una expresin fun-damental de su identidad996. Muchos puebloshan perdido o corren el riesgo de perder lastierras en que viven997, a las que est vinculado

    992Cf. Juan Pablo II,Discurso a un grupo de estudio de la Pontifi-cia Academia de las Ciencias (6 de noviembre de 1987): LOs-servatore Romano,edicin espaola, 6 de diciembre de 1987, p.18.993 Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 40: AAS 83(1991) 843.994Cf. Juan Pablo II,Discurso a los participantes en la AsambleaPlenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias(28 de octubrede 1994):LOsservatore Romano,edicin espaola, 4 de noviem-bre de 1994, pp. 20. 22.995Cf. Juan Pablo II,Discurso a los participantes en un SimposioInternacional de Fsica(18 de diciembre de 1982): LOsservatoreRomano,edicin espaola, 27 de marzo de 1983, p. 8.996Cf. Juan Pablo II,Discurso a los pueblos autctonos del Ama-

    zonas,Manaus (10 de julio de 1980): AAS 72 (1980) 960-961.997Cf. Juan Pablo II,Homila durante la liturgia de la Palabra parala poblacin autctona del Amazonas peruana(5 de febrero de1985), 4: AAS 77 (1985) 897-898; cf. tambin Pontificio ConsejoJusticia y Paz,Para una mejor distribucin de la tierra. El reto de

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    el sentido de su existencia, a causa de podero-sos intereses agrcolas e industriales, o condi-cionados por procesos de asimilacin y de ur-banizacin998. Los derechos de los pueblos ind-genas deben ser tutelados oportunamente999.Estos pueblos ofrecen un ejemplo de vida enarmona con el medio ambiente, que han

    aprendido a conocer y a preservar1000

    : su extra-ordinaria experiencia, que es una riqueza insus-tituible para toda la humanidad, corre el peligrode perderse junto con el medio ambiente enque surgi.

    b) El uso de las biotecnologas

    472 En los ltimos aos se ha impuesto con fuer-za la cuestin del uso de las nuevas biotecnolo-gas con finalidades ligadas a la agricultura, lazootecnia, la medicina y la proteccin del medioambiente.Las nuevas posibilidades que ofrecen

    las actuales tcnicas biolgicas y biogenticassuscitan, por una parte, esperanzas y entusias-mos y, por otra, alarma y hostilidad. Las aplica-ciones de las biotecnologas, su licitud desde elpunto de vista moral, sus consecuencias para lasalud del hombre, su impacto sobre el medioambiente y la economa, son objeto de profun-do estudio y de animado debate. Se trata decuestiones controvertidas que afectan a cientfi-cos e investigadores, polticos y legisladores,economistas y ambientalistas, productores yconsumidores. Los cristianos no son indiferen-tes a estos problemas, conscientes de la impor-tancia de los valores que estn en juego1001.

    473 La visin cristiana de la creacin conlleva unjuicio positivo sobre la licitud de las interven-ciones del hombre en la naturaleza, sin excluirlos dems seres vivos, y, al mismo tiempo, com-porta una enrgica llamada al sentido de la res-ponsabilidad1002. La naturaleza, en efecto, no esuna realidad sagrada o divina, vedada a la accinhumana. Es, ms bien, un don entregado por elCreador a la comunidad humana, confiado a la

    la reforma agraria(23 de noviembre de 1997), 11, Libreria EditriceVaticana, Ciudad del Vaticano 1997, pp. 13-14.998Cf. Juan Pablo II, Discurso a los aborgenes de Australia(29 denoviembre de 1986),4: AAS 79 (1987) 974-975.999Cf. Juan Pablo II, Discurso a los Indgenas de Guatemala(7 demarzo de 1983),4: AAS 75 (1983) 742-743; Id.,Discurso a los pue-blos autctonos de Canad (18 de septiembre de 1984), 7-8: AAS77 (1985) 421-422; Id., Discurso a los pueblos autctonos deEcuador(31 de enero de 1985),II. 1: AAS 77 (1985) 861; Id.,Discur-so a los aborgenes de Australia (29 de noviembre de 1986),10:AAS 79 (1987) 976-977.1000Cf. Juan Pablo II,Discurso a los aborgenes de Australia(29 denoviembre de 1986), 4: AAS 79 (1987) 974-975; Id., Discurso a losAmerindios (14 de septiembre de 1987), 4: LOsservatore Roma-no,edicin espaola, 11 de octubre de 1987, p. 20.1001Cf. Pontificia Academia para la Vida,Biotecnologas animalesy vegetales. Nuevas fronteras y nuevas responsabilidades, Libre-ra Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999.1002 Cf. Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de lasCiencias (23 de octubre de 1982), 6: LOsservatore Romano,edicin espaola, 12 de diciembre de 1982, p. 7 14618 ;

    inteligencia y a la responsabilidad moral delhombre. Por ello, el hombre no comete un actoilcito cuando, respetando el orden, la belleza yla utilidad de cada ser vivo y de su funcin en elecosistema, interviene modificando algunas delas caractersticas y propiedades de estos. Sibien, las intervenciones del hombre que daan

    los seres vivos o el medio ambiente son deplo-rables, son en cambio encomiables las que setraducen en una mejora de aqullos. La licituddel uso de las tcnicas biolgicas y biogenticasno agota toda la problemtica tica: como encualquier comportamiento humano, es necesa-rio valorar cuidadosamente su utilidad real y susposibles consecuencias, tambin en trminos deriesgo. En el mbito de las intervenciones tcni-co-cientficas que poseen una amplia y profundarepercusin sobre los organismos vivos, con laposibilidad de consecuencias notables a largoplazo, no es lcito actuar con irresponsabilidad

    ni a la ligera.

    474 Las modernas biotecnologas tienen un fuer-te impacto social, econmico y poltico, en elplano local, nacional e internacional: se han devalorar segn los criterios ticos que debenorientar siempre las actividades y las relacioneshumanas en el mbito socioeconmico y polti-co1003. Es necesario tener presentes, sobre todo,los criterios de justicia y solidaridad, a los quedeben sujetarse, en primer lugar, los individuosy grupos que trabajan en la investigacin y lacomercializacin en el campo de las biotecno-logas. En cualquier caso, no se debe caer en elerror de creer que la sola difusin de los benefi-cios vinculados a las nuevas biotecnologaspueda resolver todos los apremiantes proble-mas de pobreza y subdesarrollo que subyuganan a tantos pases del mundo.

    475 Con espritu de solidaridad internacional, sepueden poner en prctica diversas medidas rela-cionadas con el uso de las nuevas biotecnolog-as. Se ha de facilitar, en primer lugar, el inter-cambio comercial equitativo, libre de vnculos

    injustos. Sin embargo, la promocin del desa-rrollo de los pueblos ms necesitados no serautntica y eficaz si se reduce al mero intercam-bio de productos. Es indispensable favorecertambin la maduracin de una necesaria auto-noma cientfica y tecnolgicapor parte de esosmismos pueblos, promoviendo el intercambiode conocimientos cientficos y tecnolgicos y latransferencia de tecnologas hacia los pases envas de desarrollo.

    476 La solidaridad implica tambin una llamada ala responsabilidad que tienen los pases en vas

    de desarrollo y, particularmente sus autoridades

    1003 Cf. Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de lasCiencias (3 de octubre de 1981): AAS 73 (1981) 668-672.

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    polticas, en la promocin de una poltica co-mercial favorable a sus pueblos y del intercam-bio de tecnologas que puedan mejorar sus con-diciones de alimentacin y salud.En estos pasesdebe crecer la inversin en investigacin, conespecial atencin a las caractersticas y a las ne-cesidades particulares del propio territorio y de

    la propia poblacin, sobre todo teniendo encuenta que algunas investigaciones en el campode las biotecnologas, potencialmente benefi-ciosas, requieren inversiones relativamente mo-destas. Con tal fin, sera til crear Organismosnacionales dedicados a la proteccin del biencomn mediante una gestin inteligente de losriesgos.

    477 Los cientficos y los tcnicos que operan enel sector de las biotecnologas deben trabajarcon inteligencia y perseverancia en la bsquedade las mejores soluciones para los graves y ur-

    gentes problemas de la alimentacin y de lasalud. No han de olvidar que sus actividadesataen a materiales, vivos o inanimados, que sonparte del patrimonio de la humanidad, destina-do tambin a las generaciones futuras; para loscreyentes, se trata de un don recibido del Crea-dor, confiado a la inteligencia y la libertadhumanas, que son tambin stas un don delAltsimo. Los cientficos han de saber empearsus energas y capacidades en una investigacinapasionada, guiada por una conciencia limpia yhonesta1004.

    478 Los empresarios y los responsables de losentes pblicos que se ocupan de la investiga-cin, la produccin y el comercio de los produc-tos derivados de las nuevas biotecnologas de-ben tener en cuenta no slo el legtimo benefi-cio, sino tambin el bien comn. Este principio,que vale para toda actividad econmica, resultaparticularmente importante cuando se trata deactividades relacionadas con la alimentacin, lamedicina, la proteccin del medio ambiente y elcuidado de la salud. Los empresarios y los res-ponsables de los entes pblicos interesados

    pueden orientar, con sus decisiones, el sectorde las biotecnologas hacia metas con un impor-tante impacto en lo que se refiere a la luchacontra el hambre, especialmente en los pasesms pobres, la lucha contra las enfermedades yla lucha por salvaguardar el ecosistema, patri-monio de todos.

    479 Los polticos, los legisladores y los adminis-tradores pblicos tienen la responsabilidad de

    1004 Cf. Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de lasCiencias(23 de octubre de 1982): LOsservatore Romano, edicin

    espaola, 12 de diciembre de 1982, p. 7; Id.,Discurso a los parti-cipantes en el Congreso promovido por la Accademia Naziona-le delle Scienze en el bicentenario de su fundacin (21 deseptiembre de 1982), 4:LOsservatore Romano,edicin espaola,17 de octubre de 1982, p. 13.

    valorar las potencialidades, las ventajas y loseventuales riesgos vinculados al uso de las bio-tecnologas. Es inaceptable que sus decisiones, anivel nacional o internacional, estn dictadaspor presiones procedentes de intereses particu-lares. Las autoridades pblicas deben favorecertambin una correcta informacin de la opinin

    pblica y saber tomar las decisiones ms conve-nientes para el bien comn.

    480 Los responsables de la informacin tienentambin una tarea importante en este mbito,que han de ejercer con prudencia y objetividad.La sociedad espera de ellos una informacincompleta y objetiva, que ayude a los ciudadanosa formarse una opinin correcta sobre los pro-ductos biotecnolgicos, porque se trata de algoque les concierne en primera persona, en cuan-to posibles consumidores. Se debe evitar, portanto, caer en la tentacin de una informacin

    superficial, alimentada por fciles entusiasmos opor alarmismos injustificados.

    c) Medio ambiente y distribucin de los bienes

    481 Tambin en el campo de la ecologa la doc-trina social invita a tener presente que los bienesde la tierra han sido creados por Dios para sersabiamente usados por todos: estos bienes de-ben ser equitativamente compartidos, segn lajusticia y la caridad. Se trata fundamentalmentede impedir la injusticia de un acaparamiento delos recursos: la avidez, ya sea individual o colec-tiva, es contraria al orden de la creacin1005.Losactuales problemas ecolgicos, de carcter pla-netario, pueden ser afrontados eficazmente slogracias a una cooperacin internacional capazde garantizar una mayor coordinacin en el usode los recursos de la tierra

    482 El principio del destino universal de los bie-nes ofrece una orientacin fundamental, moral ycultural, para deshacer el complejo y dramticonexo que une la crisis ambiental con la pobreza.La actual crisis ambiental afecta particularmente

    a los ms pobres, bien porque viven en tierrassujetas a la erosin y a la desertizacin, estnimplicados en conflictos armados o son obliga-dos a migraciones forzadas, bien porque nodisponen de los medios econmicos y tecnol-gicos para protegerse de las calamidades.

    Multitudes de estos pobres viven en los subur-bios contaminados de las ciudades, en aloja-mientos fortuitos o en conglomerados de casasdegradadas y peligrosas (slums, bidonvilles,barrios, favelas). En el caso que se deba proce-der a su traslado, y para no aadir ms sufri-

    1005 Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 69:AAS 58 (1966) 1090-1092; Pablo VI, Carta enc.Populorum progres-sio, 22: AAS 59 (1967) 268.

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    miento al que ya padecen, es necesario propor-cionar una informacin adecuada y previa, ofre-cer alternativas de alojamientos dignos e impli-car directamente a los interesados.

    Tngase presente, adems, la situacin de lospases penalizados por las reglas de un comer-

    cio internacional injusto, en los que la persisten-te escasez de capitales se agrava, con frecuencia,por el peso de la deuda externa: en estos casos,el hambre y la pobreza hacen casi inevitable unaexplotacin intensiva y excesiva del medio am-biente.

    483 El estrecho vnculo que existe entre el desa-rrollo de los pases ms pobres, los cambios de-mogrficos y un uso sostenible del ambiente, nodebe utilizarse como pretexto para decisionespolticas y econmicas poco conformes a la dig-nidad de la persona humana. En el Norte del

    planeta se asiste a una cada de la tasa de nata-lidad, con repercusiones en el envejecimientode la poblacin, incapaz incluso de renovarsebiolgicamente1006, mientras que en el Sur lasituacin es diversa. Si bien es cierto que la des-igual distribucin de la poblacin y de los recur-sos disponibles crean obstculos al desarrollo yal uso sostenible del ambiente, debe reconocer-se que el crecimiento demogrfico es plena-mente compatible con un desarrollo integral ysolidario1007: Todos estn de acuerdo en que lapoltica demogrfica representa slo una partede una estrategia global de desarrollo. As pues,es importante que cualquier discusin sobrepolticas demogrficas tenga en cuenta el desa-rrollo actual y futuro de las Naciones y las zonas.Al mismo tiempo, es imposible no considerar laverdadera naturaleza de lo que significa el tr-mino desarrollo. Todo desarrollo digno deeste nombre ha de ser integral, es decir, ha debuscar el verdadero bien de toda persona y detoda la persona1008.

    484 El principio del destino universal de los bie-nes, naturalmente, se aplica tambin al agua,

    considerada en la Sagrada Escritura smbolo depurificacin(cf.Sal51,4;Jn13,8)y de vida(cf.Jn3,5; Ga 3,27): Como don de Dios, el agua esinstrumento vital, imprescindible para la super-vivencia y, por tanto, un derecho de todos1009.La utilizacin del agua y de los servicios a ella

    1006 Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 25: AAS 80(1988) 543; cf. Id., Carta enc.Evangelium vitae, 16: AAS 87 (1995)418.1007Cf. Juan Pablo II, Carta enc.Sollicitudo rei socialis,25: AAS 80(1988) 543-544.1008 Juan Pablo II, Mensaje a la Seora Nafis Sadik, SecretariaGeneral de la Conferencia Internacional sobre Poblacin y Desa-

    rrollo(18 de marzo de 1994), 3: AAS 87 (1995) 191.1009 Juan Pablo II, Mensaje al Card. Geraldo Majella Agnelo conocasin de la Campaa de Fraternidad de la Conferencia Episco-pal de Brasil (19 de enero de 2004):LOsservatore Romano,edi-cin espaola, 5 de marzo de 2004, p. 8.

    vinculados debe estar orientada a satisfacer lasnecesidades de todos y sobre todo de las per-sonas que viven en la pobreza. El acceso limita-do al agua potable repercute sobre el bienestarde un nmero enorme de personas y es confrecuencia causa de enfermedades, sufrimien-tos, conflictos, pobreza e incluso de muerte:

    para resolver adecuadamente esta cuestin, sedebe enfocar de forma que se establezcan crite-rios morales basados precisamente en el valorde la vida y en el respeto de los derechoshumanos y de la dignidad de todos los sereshumanos1010.

    485 El agua, por su misma naturaleza, no puedeser tratada como una simple mercanca ms en-tre las otras, y su uso debe ser racional y solida-rio. Su distribucin forma parte, tradicionalmen-te, de las responsabilidades de los entes pbli-cos, porque el agua ha sido considerada siem-

    pre como un bien pblico, una caractersticaque debe mantenerse, aun cuando la gestinfuese confiada al sector privado. El derecho alagua1011, como todos los derechos del hombre,se basa en la dignidad humana y no en valora-ciones de tipo meramente cuantitativo, queconsideran el agua slo como un bien econmi-co. Sin agua, la vida est amenazada. Por tanto,el derecho al agua es un derecho universal einalienable.

    d) Nuevos estilos de vida

    486 Los graves problemas ecolgicos requierenun efectivo cambio de mentalidad que lleve aadoptar nuevos estilos de vida1012, a tenor de loscuales la bsqueda de la verdad, de la belleza ydel bien, as como la comunin con los demshombres para un desarrollo comn, sean loselementos que determinen las opciones delconsumo, de los ahorros y de las inversio-nes1013. Tales estilos de vida deben estar presi-didos por la sobriedad, la templanza, la autodis-ciplina, tanto a nivel personal como social. Esnecesario abandonar la lgica del mero consu-

    mo y promover formas de produccin agrcola eindustrial que respeten el orden de la creacin ysatisfagan las necesidades primarias de todos.Una actitud semejante, favorecida por la reno-vada conciencia de la interdependencia que uneentre s a todos los habitantes de la tierra, con-

    1010 Juan Pablo II, Mensaje al Card. Geraldo Majella Agnelo conocasin de la Campaa de Fraternidad de la Conferencia Episco-pal de Brasil (19 de enero de 2004):LOsservatore Romano,edi-cin espaola, 5 de marzo de 2004, p. 8.1011Cf. Juan Pablo II,Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz2003, 5: AAS 95 (2003) 343; Pontificio Consejo Justicia y Paz,Water, an Essential Element for Life. A Contribution of theDelegation of the Holy See on the occasion of the 3rd WorldWater Forum, Kyoto, 16-23 de marzo de 2003.1012 Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 36: AAS 83(1991) 838-840.1013Juan Pablo II, Carta enc.Centesimus annus, 36: AAS 83 (1991)839.

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    tribuye a eliminar diversas causas de desastresecolgicos y garantiza una capacidad de prontarespuesta cuando estos percances afectan apueblos y territorios1014. La cuestin ecolgicano debe ser afrontada nicamente en razn delas terribles perspectivas que presagia la degra-dacin ambiental: tal cuestin debe ser, princi-

    palmente, una vigorosa motivacin para promo-ver una autntica solidaridad de dimensinmundial.

    487 La actitud que debe caracterizar al hombreante la creacin es esencialmente la de la grati-tud y el reconocimiento: el mundo, en efecto,orienta hacia el misterio de Dios, que lo ha crea-do y lo sostiene. Si se coloca entre parntesis larelacin con Dios, la naturaleza pierde su signi-ficado profundo, se la empobrece. En cambio, sise contempla la naturaleza en su dimensin decriatura, se puede establecer con ella una rela-

    cin comunicativa, captar su significado evocati-vo y simblico y penetrar as en el horizonte delmisterio, que abre al hombre el paso hacia Dios,Creador de los cielos y de la tierra. El mundo sepresenta a la mirada del hombre como huella deDios, lugar donde se revela su potencia creado-ra, providente y redentora.

    1014Cf. Juan Pablo II, Discurso al Centro de las Naciones Unidas,Nairobi (18 de agosto de 1985), 5: AAS 78 (1986) 92.