Matrimonio 10 Vocacion Cristiana

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VOCACIÓN CRISTIANA, 1VOCACIÓN CRISTIANA, 1

“Todos los cristianos, de cualquier condición y estado (...) estánllamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfecciónde aquella santidad en la que el mismo Padre es perfecto” (Lu-men gentium 11).

San Josemaría, Camino 291: “Tienes obligación desantificarte. –Tú también. -¿Quién piensa que ésta eslabor exclusiva de sacerdotes y religiosos? A todossin excepción, dijo el Señor: ‘Sed perfectos comomi Padre celestial es perfecto’”.

La llamada a la santidad es universal, pero es para cada cristianovocación personalísima. Cada hombre o mujer, como personaúnica, irrepetible, protagoniza una relación personal con Dios.

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Ef 1, 4: “Nos ha elegido en Cristo, antes de la creación del mundo,para que seamos santos y sin mancha en su presencia por el amor”

“Podemos decir que Dios primero elige al hombre,en el Hijo eterno y consustancial, para participaren la filiación divina, y sólo después quiere lacreación” (Juan Pablo II, Discurso, 28.05.1986).

Nadie existe casualmente o sin sentido.

La vocación no es algo añadido a la persona: configura y constitu-ye a la persona misma, es la clave más profunda de su identidad y larazón de su existir. Responder a esa vocación no es una tarea máspara el hombre o la mujer, ni siquiera la más importante: es mi ra-zón de ser y mi único fin.

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VOCACIÓN CRISTIANA, 3VOCACIÓN CRISTIANA, 3El matrimonio es más que una mera circunstancia personal, quepueda y deba santificarse del mismo modo que las otras. Consti-tuye una precisa determinación, una concreción de la vocaciónbautismal: “La vocación universal a la santidad está dirigidatambién a los cónyuges y padres cristianos. Para ellos está espe-cificada por el sacramento celebrado y traducida concretamenteen las realidades propias de la existencia conyugal y familiar”(Familiaris consortio 56).

El matrimonio es “una auténtica vocación sobrenatural.Sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, dice SanPablo (...); signo sagrado que santifica, acción de Jesús,que invada el alma de los que se casan (...), transfor-mando toda la vida matrimonial en un andar divino enla tierra” (San Josemaría, Es Cristo que pasa 23).

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Para comprender la dimensión vocacional del matrimonio es precisorecordar que marido y mujer ya no son dos, sino una sola carne. Esa unión no es una relación superficial, sino que incide en el ser delos esposos: el matrimonio une sus personas en todos los aspectosconyugales, que están íntimamente implicados en la vocación fun-damental al amor y, por eso mismo, en la vocación a la santidad.

Al ser elevado el matrimonio a la dignidad de sa-cramento, también sus fines se elevan al orden dela gracia. Por eso el bien de los cónyuges y elbien de los hijos se extienden, en el matrimoniocristiano, a la realización plena de su dignidadcristiana como hijos de Dios.

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Como Cristo elevó a sacramento el ma-trimonio mismo, en su plena realidadnatural, “la vida familiar, las relacionesconyugales, el cuidado y la educación delos hijos, el esfuerzo por sacar económi-camente adelante a la familia y por ase-gurarla y mejorarla, el trato con las otraspersonas que constituyen la comunidadsocial, todo eso son situaciones humanasy corrientes que los esposos cristianosdeben sobrenaturalizar” (San Josema-ría, Es Cristo que pasa 23).

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La vocación matrimonial lleva a descubrir el significado y alcance que poseen en el plan divino de la redención las realidades humanas y corrientes que configuran la existencia de los esposos.

No se trata simplemente de que cada cónyuge pueda santificar su vida conyugal (de igual modo que su trabajo, por ejemplo) si la vive con una intención recta. La diferencia consiste en que la fuerza santificadora del matrimonio es intrínseca, sacramental.

“El sacramento del matrimonio, que presupone y especifica la gracia santificadora del bautismo, es fuente y medio original de santificación propia para los cónyuges y para la familia cristiana”(Familiaris consortio 56).

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La relación conyugal no agota la relación de cadacónyuge con Dios y con la Iglesia. La persona ca-sada no puede amar a Dios y tender a la santidadal margen de su matrimonio, pero su trato conDios y su santificación no se dan exclusivamentea través del matrimonio.

Cada esposo mantiene su singularidad ante Dios, y debe secundarla acción del Espíritu en su vida para responder personalmente a suvocación a la santidad, que incluye como aspecto esencial la santifi-cación de su vida matrimonial y familiar en íntima cooperación consu cónyuge. La intimidad conyugal debe ser fuente de confianza yamistad crecientes: lo natural será que haya siempre comunicación,con delicado respeto a la libertad y a la conciencia del otro.

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Los esposos deben confiar plenamente en la realidad de su voca-ción divina, sabiendo que “así como del sacramento derivan paralos cónyuges el don y el deber de vivir cotidianamente la santi-ficación recibida, del mismo sacramento brotan también la graciay el compromiso moral de transformar toda su vida en un conti-nuo sacrificio espiritual” (Familiaris consortio 56).

La vocación matrimonial, como toda vocación di-vina, es gracia y compromiso moral, don y tarea:elección eterna de Dios y propuesta amorosa queDios hace a nuestra libertad. La correspondencialibre a esa elección divina es posible precisamentepor la vocación, que implica que la tarea no superalas fuerzas de los esposos porque es una tarea rea-lizada por Dios en correspondencia con ellos.

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La gracia propia del sacramento, que acompaña permanente-mente a los esposos, es lo que convierte la vida conyugal yfamiliar en camino específico de santificación. Los espososcristianos deben esforzarse por mantener siempre vivo el donde Dios, recibido en el bautismo y determinado por el sacra-mento del matrimonio.

“Los casados están llamados a santificarsu matrimonio y a santificarse en esa unión;cometerían por eso un grave error, si edi-ficaran su conducta espiritual a espaldas yal margen de su hogar” (San Josemaría,Es Cristo que pasa 23).

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“También la familia cristiana está insertada en laIglesia, pueblo sacerdotal, mediante el sacramentodel matrimonio, en el cual está enraizada y del quese alimenta, es vivificada continuamente por elSeñor y es llamada e invitada al diálogo con Diosmediante la vida sacramental, el ofrecimiento dela propia existencia y la oración” (Familiaris con-sortio 55).

“Este es el cometido sacerdotal que la familia cristiana puede ydebe ejercer, en íntima comunión con toda la Iglesia, a travésde las realidades cotidianas de la vida conyugal y familiar. Deesta manera (...) es llamada a santificarse y a santificar a la co-munidad eclesial y al mundo” (Idem).

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