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Los pochtecas eran los comerciantes del comercio exterior o de larga distancia al servicio del Emperador Mexica. Eran los únicos comerciantes o mercaderes que podían viajar fuera del Imperio para comerciar. Los pochtecas formaban parte de una organización jerárquicamente y para subir en sus escalas deberían de distinguirse y cumplir ciertas ceremonias. Para poder ingresar a ella deberían ser propuestos por un miembro después de superar una estricto plan de entrenamiento. La mercancía que transportaban en sus viajes eran productos necesarios en los pueblos que visitaban y a cambio traían productos de lujo para la nobleza o materia prima para ser utilizada por los artesanos mexicas al servicio del Emperador. En cada expedición que realizaban podía ir en juego su vida por ser su destino fuera del Imperio Mexica. Si eran descubiertos podían ser asesinados, ya que en los pueblos que no formaban parte del Imperio, tenían el sentimiento que detrás de los pochtecas o mercaderes mexicas iba el ejercito del Imperio. 2. Los pochtecas: eran los comerciantes que habían alcanzado un estatus especial por sus riquezas. También podían tener tierras en forma individual y disfrutaban de ritos y costumbres exclusivos de su gremio. Incluso tenían un tribunal de justicia diferente. Muchos de los pochtecas llevaban a la gran feria de Tletelolco mercaderías de lugares lejanos como Honduras y Guatemala. En muchas ocasiones eran convocados por el Huey Tlatoani para desempeñarse como embajadores o espías.

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Los pochtecas eran los comerciantes del comercio exterior o de larga distancia al servicio del Emperador Mexica. Eran los únicos comerciantes o mercaderes que podían viajar fuera del Imperio para comerciar.

Los pochtecas formaban parte de una organización jerárquicamente y para subir en sus escalas deberían de distinguirse y cumplir ciertas ceremonias. Para poder ingresar a ella deberían ser propuestos por un miembro después de superar una estricto plan de entrenamiento. La mercancía que transportaban en sus viajes eran productos necesarios en los pueblos que visitaban y a cambio traían productos de lujo para la nobleza o materia prima para ser utilizada por los artesanos mexicas al servicio del Emperador. En cada expedición que realizaban podía ir en juego su vida por ser su destino fuera del Imperio Mexica. Si eran descubiertos podían ser asesinados, ya que en los pueblos que no formaban parte del Imperio, tenían el sentimiento que detrás de los pochtecas o mercaderes mexicas iba el ejercito del Imperio.

2. Los pochtecas: eran los comerciantes que habían alcanzado un estatus especial por sus riquezas. También podían tener tierras en forma individual y disfrutaban de ritos y costumbres exclusivos de su gremio. Incluso tenían un tribunal de justicia diferente. Muchos de los pochtecas llevaban a la gran feria de Tletelolco mercaderías de lugares lejanos como Honduras y Guatemala. En muchas ocasiones eran convocados por el Huey Tlatoani para desempeñarse como embajadores o espías.

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Los mercaderes mexicanos estaban organizados en dos gremios que se

llamaban  los Pochteca, ´los de la ceiba´ y los Oztomeca, ´los de la cueva amplia´.

El dios de  los Pochteca era Yacatecuhtli, y el de los Oztomeca era Nacxitl. Estos

mercaderes pertenecían a las familias más alta de la sociedad, remontándose su

linaje hasta la mítica Teotihuacan.

Estrechamente ligados con los gremios de mercaderes estaban los

plumeros (artesanos de plumas), en  náhuatl amanteca, oficio que pertenecía

también a familias muy poderosas y su linaje también se remonta a la era de

Teotihuacan. Su arte era considerado como uno de los más nobles y distinguidos,

simbolizado en el titulo toltecayotl, ´obra de gran perfección´.

Los mercaderes pochteca y oztomeca conocían por su trabajo todas las

rutas y pueblos de Mesoamérica. Siempre penetraron el territorio guatemalteco.

Representaban la vanguardia de su propio pueblo, y así es como también servían

como espías y medios de inteligencia para sus señores. Los nawal oztomeca se

dedicaban más al espionaje y a recoger información, que el negocio. Fuentes y

Guzmán al escribir sobre los pipiles de Guatemala, alega que supuestamente

entraron como mercader pera luego apoderarse de la región. Este patrón

continuaba a la llegada de los españoles. Fueron los mercaderes mexicanos –

tlaxcaltecas, tenochtecas, cholultecas o quauhquecholtecas- los que sirvieron de

guías para el ejército de Alvarado. Ellos facilitaron a los españoles el contacto con

sus colegas en la costa del Pacífico y el altiplano, para la valiosa obtención de la

información estratégica. Tal vez conocían la lengua, quizás eran parientes de los

mayas del altiplano por haberse casado con sus hijas. El Lienzo de

Quauhquechollan es una buena muestra del papel de los mercaderes en esta

tarea, y de su conocimiento de las rutas y mercados de Guatemala.

Los pochtecas eran un gremio de comerciantes viajeros que operaron durante la época

del Imperio azteca. Eran gente sumamente polémica en la sociedad de su época, ya que no solo

eran comerciantes, sino también espías del mismisímo tlatoani; sin mencionar de que eran una

sociedad de alto prestigio que se distinguía de los mercaderes comunes o tlacemananqui.

Índice

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1 Territorio

2 Leyes

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3 Labor

4 Bibliografía

Territorio[editar · editar código]

Los pochtecas tuvieron una amplia zona de influencia ya que con la ayuda de sus cargadores

o tamemes, extendieron el comercio de los aztecas tan al sur como la actual Nicaragua y tan al

norte como el actual Nuevo México.

Leyes[editar · editar código]

Los pochtecas eran una institución en sí mismos. Tenían distintas prerrogativas. Vivían en sus

propios barrios o calpulli, dentro de las grandes ciudades como Tetzcuco, y otras urbes del imperio

y en diversos altépetl en toda Mesoamérica. Los derechos del gremio pasaban de padre a hijo, y

no pagaban impuestos, además tenían sus propios dioses. Antes de partir a prolongados viajes,

invocaban la protección de Zacazontlin, el protector de los caminos y de los viajeros. No estaban

sujetos a los tribunales ordinarios legales ya que contaban con un tribunal propio, integrado por

ancianos pochtecas, de alto rango, los cuales ya no participaban de las expediciones.1

Labor[editar · editar código]

Los pochtecas no solo eran viajeros, también tenían que dedicarse a distribuir sus productos,

operación que realizaban en los tianguis en toda Mesoamérica; sobre todo en el mercado

deTlatelolco ubicado en la gran Tenochtitlán, en la actual Ciudad de México.

o

o En la sociedad mexica había una división muy marcada entre la nobleza y el pueblo (los macehuales). Esta división se fue haciendo más grande conforme creció el poderío político de Tenochtitlan.La nobleza era hereditaria. Incluía a los gobernantes y a los grandes señores. El pueblo estaba formado por agricultores y artesanos que vivían en comunidades o barrios, llamados calpulli.

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En la cultura mexica, los macehualtin (en plural) era el nombre genérico de la clase más

baja y numerosa de la sociedad. Estaba conformada por agricultores, pequeños

comerciantes, sirvientes, guerreros, constructores y artesanos.

Los macehuales o gente común eran aquellos que no habían logrado distinguirse en

ninguna acción. Trabajaban las tierras de sus respectivos calpullis, educando a sus hijos

de acuerdo a estrictas instrucciones, hasta que estuviesen en edad de ingresar a la

escuela de calpulli. Algunos eran m uy pobres y se vendían como esclavos a

los pillis.

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ORDENES DE GUERRACuando estudiamos la Historia del mundo azteca uno de los rasgos más indicativos de su cultura y que en ocasiones más sorprende es su obsesión por el factor bélico, donde el lograr proezas marciales era un símbolo de status y valía, un factor imprescindible para escalar posiciones en dicha sociedad e incluso para ingresar en la nobleza.

Su culto a la guerra inundaba incluso sus creencias religiosas, donde su disociación sería incomprensible. Esto se aprecia desde el mismo momento del nacimiento, que era entendido como un campo de batalla lleno de dolor y de sangre. Tanto así que ha llegado a nosotros el rito de nacimiento que era iniciado por la misma comadrona que lo traía al mundo, quién alzaba al bebé sobre sus brazos mientras lanzaba cánticos de guerra y lo exhortaba con las siguientes palabras: “Tu hogar no está aquí, porque eres un águila o un jaguar, esto es sólo un lugar donde anidar, la guerra es tu tarea. Debes darle bebida, alimento, comida al dios [sangre]. Quizá merezcas la muerte por el cuchillo de obsidiana [en sacrificio], que tu corazón no vacile, que desee, que ansíe el florecer de la muerte por el cuchillo de obsidiana. Que saboree el aroma, la frescura, la dulzura de la oscuridad”. Los niños pequeños destinados a ser guerreros eran presentados con escudos y flechas en miniatura que simbolizaban la meta de su futura existencia. Sus cordones umbilicales y las armas que se les entregaban eran confinados a guerreros veteranos para ser enterrados ceremonialmente en un campo de batalla.

Una vez alcanzada la edad adulta, su vida estaba destina por y para derramar sangre en el campo de batalla y lograr víctimas propiciatorias para sacrificar a sus dioses. No había nada más viril y honorable para un guerrero azteca que la muerte en el campo de batalla o en el altar de sacrificios. Tanto así que los hombres que fallecía de ésta manera, así como las mujeres que perecían en el parto, eran considerados merecedores de otra vida ultraterrenal. Por el contrario, todos los demás, independientemente de su status y rango, debían vagar durante cuatro años por el inframundo hasta que recalaban en su lugar más bajo (al que llamaban “Tierra de los Muertos” o “Nuestro Hogar Común”), donde debían presentar sus regalos al Señor de la Muerte y luego desaparecían en las sombras. Fue éste un tema que inspiró profundamente a los poetas aztecas, uno de los cuales cantaba: “No hay nada como la muerte en la guerra, nada como el florecer de la muerte, tan preciosa al que da la vida. Ya la veo ¡Mi corazón la ansía!”.

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El estrato intermedio era el de los mayeques, artesanos independientes que trabajaban en sus talleres de oro, la plata, las plumas, las piedras semipreciosas y madera. Estos oficios normalmente eran hereditarios, el productose vendía en los mercados.Los macehuales o gente común eran aquellos que no habían logrado distinguirse en ninguna acción. Trabajaban las tierras de sus respectivos calpullis, educando a sus hijos de acuerdo a estrictas instrucciones, hasta que estuviesen en edad de ingresar a la escuela de calpulli. Algunos eran muy pobres y se vendían como esclavos a los pillis.Se sometía también a esclavitud a los criminales, delincuentes y mujeres de mala vida. Claro que la mayor parte de los esclavos provenía de las mujeres y niños capturados durante la conquista.

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Leer más: http://www.monografias.com/trabajos38/aztecas/aztecas.shtml#ix

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4. Los tlatlacotin: eran los esclavos obtenidos en las guerras, los condenados por la justicia o los sometidos voluntariamente para saldar una deuda. Podían recuperar su libertad. Ellos mismos o sus parientes podían pagar su rescate. Los hijos de los tlatlacotín no heredaban su condición de esclavos.

Los esclavos: Existían diferentes categorías de tlatlacotin, como se denominaba a los esclavos. Estaban los prisioneros de guerra, sentenciados a ser sacrificados en las grandes ceremonias; los condenados por la justicia que eran obligados a trabajar para la comunidad o para la persona a la que habían dañado; los que se habían vendido voluntariamente después de haberse arruinado en el juego o por el alcohol, y los servidores que una familia ponía a disposición de un amo para saldar una deuda (costumbre que fue abolida en 1505).

Sin embargo, los tlatlacotin podían poseer bienes, casas, tierras e, incluso, otros esclavos. Les estaba permitido casarse con una mujer libre y sus hijos eran libres. Y las posibilidades de emancipación eran numerosas.

Los negociantes: Poderosas agrupaciones de negociantes, lospochteca, tenían el monopolio del comercio exterior de lujo. Con su dios particular, Yiacatecuhtli, sus rituales, sus propios jefes y tribunales, los pochteca eran una clase ascendente dentro de la sociedad. Comerciantes avezados, pero también combatientes enérgicos, no vacilaban en incursionar en las provincias rebeldes, disfrazados al modo de sus habitantes y hablando su lengua, lo que los convertía en excelentes espías. 

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Los dignatarios: En la cumbre de la sociedad se encontraban los dignatarios o tecuhtli. Poseían elevadas funciones militares o civiles. El emperador, los miembros del gran consejo, los gobernantes o jueces, pertenecientes a este grupo, no pagaban impuesto ni efectuaban trabajos agrícolas. Sus palacios se construían y mantenían a expensas del tesoro público.

A cambio, los dignatarios tenían la obligación de consagrar todos sus esfuerzos al servicio público.

Los sacerdotes: Pese a la gran importancia de la religión en la vida azteca, las funciones religiosas no se confundían con las gubernativas. La jerarquía religiosa era coronada por los dos grandes sacerdotes, equivalentes en título y poder, llamados Serpientes de Plumas. Uno de ellos estaba consagrado al dios solar azteca Huitzilopochtli, y el otro a la vieja divinidad del agua y de la lluvia, Tlaloc.

Haciendo voto de castidad, los sacerdotes no solamente se encargaban del culto, sino también de la educación de los jóvenes de la aristocracia en los calmecac, los colegios-monasterios. Asimismo, se preocupaban de los pobres y enfermos.

Guardaban los libros sagrados y los manuscritos históricos. Provistos de tierras en abundancia, de víveres y objetos preciosos de todo tipo, por la devoción de los soberanos y particulares, los templos disponían de inmensos recursos administrados por el tesorero general, eltlaquimiloltecuhtli.

Los sacerdotes no pagaban impuesto y algunos combatían en los ejércitos.

La educación sacerdotal

Los padres dedicaban a sus hijos, en cuanto nacían, para que fueran sacerdotes o guerreros. Si querían que fuera sacerdote, convidaban a los jefes del Calmécac y en un banquete les ofrecían al hijo y lo llevaban al Calmécac donde lo pintaban de negro y le ponían un collar con cuentas de madera, que llamaban tlacopatli y a las que se suponía que quedaba unido el espíritu del niño; por lo cual, antes de devolverlo a sus padres, le quitaban el collar y lo dejaban en prenda en el monasterio.

el sacerdocio era parte fundamental de la estructura social de la civilización azteca. los sacerdotes estaban involucrados en todo aspecto de la vida azteca: matrimonios, nacimientos, ceremonias, rituales, periodos climáticos y estacionales, etc. por la importancia de su labor, los sacerdotes eran considerados miembros de las clases altas de la sociedad. los sacerdotes de más alto rango eran sostenidos por el gobierno por medio de los impuestos y los tributos, en cambio los de mediano rango eran mantenidos por el calpulli donde se desempeñaban, y los de más bajo rango eran mantenidos por limosna que les daban las personas a las que prestaban su servicio. también existían los servicios sacerdotales, todo estudiante tanto del calpullicomo del clamecac tenía que servir al templo, y el servicio voluntario. en esta estructura extremadamente estratificada, había un sumo sacerdote que tenía superioridad sobre cualquier sacerdote (con excepción del tlatoani o rey y el cihuacoatl o supremo administrador), el nombre de esta dignidad erateotecuhtli (señor dios). los sacerdotes en general eran llamados teopixque (guardias de dios), estos sacerdotes se untaban el rostro y todo el cuerpo con un betún negro llamado ulli, usaban túnicas de de algodón blancas y negras, y se dejaban crecer elcabello por debajo de la cintura. el sumo sacerdote se distinguía por un borle que le colgaba en el pecho. el jefe de los teopixque era el hueiteopixque, que era el segundo del teotecuhtli. los puestos sacerdotales eran por medio de elección, pero los más altos puestos tenían que ser elegidos entre la familia real; por lo que nos hace pensar que los aztecas tenían una forma muy precaria de democracia, pero que se pudo haber fortalecido de no haber llegado los españoles. el tlaquimiloltecuhtli estaba encargado de la

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hacienda del templo; el tlillancálcatl custodiaba sus riquezas y ornamentos, y mandaba a los teotlamacazque o sirvientes del templo; el tlapixcátzin que dirigían los cantos sagrados, y tenía por segundo al tzapotlateohuátzin. el tlamacazcateotl era el que cuidaba los archivosjeroglíficos (una especie de bibliotecario), explicaba su significado, dirigía los colegios del templo; el encargado de todos los colegios y escritos era el mexicateohuátzin. el ometochtli era el sacerdote encargado de tezcatzóncatl, dios de la bebida, que lideraba a otros cuatrocientos sacerdotes llamados centzontotóchin. los sacerdotes de centeotl, diosa del maíz, que vivían en ayunos y penitencias, vestidos con pieles de jaguares, y también eran escritores de amoxtlis (libros) y cuidarlos, le enseñaban a la gente común a interpretarlos. los monauhxiuhcauhque, eran sacerdotes que sufrían de muchas restricciones y austeridades, parecida su vida a la de los lamas budistas y tibetanos, aislados de la sociedad. habían más títulos sacerdotales como: meloncoteohua, chiconnahúacatl, atempanteohuátzin, tecanmanteohua, tezcatzoncatlometochtli,ometochtliyauhqueme, y se debe de sumar a los servidores de los templos, los encargados de la limpieza, las vírgenes sacerdotisas, guardas, e innumerables educandos de sacerdocio, todos ellos representaban al sacerdocio, por lo que debió de ser una carga muy grande para el estado y la población. como se menciono anteriormente, los templos eran mantenidos con impuestos especiales aparte de las ofrendas. tenían un gran número de servidumbre, entre ellos esclavos y estudiantes que recolectaban madera y leña para los templos, construyan y hacían reparaciones, salían a pedir limosna de comestibles. los templos tenían gran cantidad de rentas, comenzando con las primicias de los frutos del campo, y teniendo además en propiedad campos y heredades para el sustento, fabricación y reparación de los templo

En la sociedad azteca todos estos aspectos estaban perfectamente reglamentados y eran de gran complejidad, como se observa en las numerosas obras de arte, incluidos los códices que, junto a las crónicas de la epoca, ofrecen abundante información y ayudan a recomponer el contexto militar.

«Es una de las cosas más bellas del mundo verlos en la guerra» afirmaba contundente el Conquistador Anónimo, un compañero de Hernán Cortés, para referirse al ejército azteca, con quien libró más de una batalla. Y es que, según nos cuentan las crónicas, los guerreros aztecas vestían espectaculares trajes de batalla elaborados con plumas multicolores, pieles de jaguar, turquesas, corales, plata y oro, que exhibían orgullosos porque los gobernantes aztecas «cuidaban mucho distinguir las personas por sus insignias, sobre todo en la guerra». La mayor parte de la información sobre la guerra azteca, sus armas y sus trajes procede de las crónicas que nos legaron aquellos hombres que, en los primeros años, tuvieron la oportunidad de ser testigos directos. Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo son los más conocidos, pero otros muchos, que les acompañaron en la conquista de México, pusieron a nuestra disposición sus observaciones,aunque no sólo conquistadores, sino también religiosos, como Bernardino de Sahagún o Diego Durán, recogieron testimonios de los propios indígenas, para guardar en la memoria la historia de un pueblo , sin olvidar las obras de los primeros escritores mestizos, Tezozomoc, Ixtlilxóchitl o Chimalpahín, que se interesaron por la vida de sus antepasados indígenas y también dejaron vivos testimonios de un pasado rico y complejo en asuntos militares.

Otra fuente importante son los códices o libros pictográficos donde los aztecas y otros pueblos mesoamericanos registraron su historia, su economía o su religión, si bien es cierto que tras la conquista sobrevivieron pocos de estos libros, no es menos cierto que tras ella surgieron otros nuevos por interés de la Corona o de las comunidades indígenas o de particulares, para legitimar sus posesiones o reclamar las que creían que por derecho les pertenecían.

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LOS GUERREROS AZTECAS

El ejército azteca estaba altamente especializado, ampliamente respaldado por la sociedad y el Estado, que no dudaba en destinar grandes recursos a los asuntos militares y no me refiero únicamente a los inherentes al despliegue bélico, sino a la existencia de tribunales castrenses, edificios para sus ritos y reuniones, también buena parte de los productos de lujo que se reservaban para recompensar las hazañas guerreras, además de incluir en el calendario gran cantidad de fiestas relacionadas con el mundo militar. Sin duda, éstas eran las que más predicamento social tenían, porque en ellas el Estado hacía gala , haciendo partícipe de los triunfos militares a toda la comunidad, en grandiosos espectáculos públicos donde se recompensaba a los mejores guerreros y se les encumbraba a la categoría de héroes.

Otros recursos del imperio financiaban "escuelas militares" a las que una gran mayoria de jóvenes aztecas, nobles o plebeyos, tenían la obligación de asistir.

En ellas impartían el entrenamiento necesario y cuando estaban preparados hacían su primera incursión en el campo de batalla, bajo la supervisión de un guerrero experimentado.

Primero acarreando los pertrechos y poco a poco interviniendo en las refriegas, hasta labrarse un futuro prometedor a través de la captura de enemigos.

El número de prisioneros y si se hacían en solitario o en grupo marcaba el ascenso militar. Los distintos grados, las unidades tácticas, incluso la filiación étnica quedaban definidas por el uso distintivo de los trajes, las divisas,las armas y los peinados, todo ello regulado en unas ordenanzas dictadas por Moctezuma . En ellas dejaban claro quién, por qué y en qué circunstancias podía vestir de determinada manera e infringir estas normas se pagaba con la vida.

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