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    frica es ImprescindibleCurso. II EdicinConsorcio frica Imprescindible y Universidad Pblicade Navarra.

    Conflictos, injerencias extranjeras y resolucin pacfica: lainsercin de frica en la posguerra fra.Itziar Ruiz-Gimnez Arrieta

    Textos

    Los conflictos armados del frica subsahariana

    conemporneaUniversitat per la Pau. 2005

    Itziar Ruiz-Gimnez Arrieta (1)

    Sin duda, una de las imgenes ms populares del frica subsahariana, es la de susconflictos armados. Protagonistas cuasi absolutos de las noticias que nos llegan de uncontinente que sigue siendo un gran desconocido para nosotros. Noticias siempreparciales que no suelen contarnos otros aspectos y dinmicas de la realidad africana designo ms positivo. Poco sabemos, en efecto, de la enorme creatividad y dinamismo delas sociedades africanas, de sus diversos experimentos de convivencia multitnica ymulticultural, de su solidaridad y hospitalidad. Tambin desconocemos los avatares de laactual ola democratizadora que ha afectado, en mayor o menor medida, a ms de 36estados africanos; o de la suerte que han corrido pases como Mozambique o Etiopacuando han salido de largas guerras civiles. Cuntas noticias llegan, por ejemplo, deSudfrica y su intento de desmantelar de forma pacfica el rgimen del apartheid?. Aveces, estos lugares slo reaparecen en nuestros televisores cuando ocurren nuevasinundaciones, nuevas guerras, nuevas catstrofes o epidemias.

    Las guerras constituyen, por tanto, la visin dominante que tenemos de frica. No cabe

    duda que nos habla de una realidad del continente. As, pases como Angola, Burundi, elChad, Congo Brazaville, Liberia, la Repblica Democrtica del Congo (antes Zaire)Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sudn, se han visto sacudidos por cruentas guerrasciviles. Algunas han visto, incluso, derrumbarse sus institucionales estatales. Otros comoel Chad, Costa de Marfil, Kenia, Nigeria o Uganda se han visto afectados por conflictosviolentos de menor intensidad. Conflictos que sin duda tienen un coste terrible para lassociedades africanas en trminos de vidas humanas, destruccin de infraestructurascostes econmicos, etc.

    A pesar de las noticias que recibimos, nuestro conocimiento sobre las causas y dinmicasde los conflictos africanos es muy escaso. Se limita adems a ciertos tipos de anlisis en

    los que abundan los estereotipos y las implicaciones. De esta forma se distorsiona larealidad, se seleccionan algunos aspectos de la misma y se ocultan otros, por ejemplo,determinadas responsabilidades de africanos y otros actores externos. Y con ello, de

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    forma consciente o inconsciente, se legitiman determinadas acciones polticas. Por ellocreo que es importante reflexionar, aunque sea brevemente, sobre los discursos que nosllegan sobre el fenmeno de los conflictos blicos africanos.

    Como seala Mark Duffield (2), se puede hablar de tres diferentes narrativas sobre lasguerras civiles africanas y sus causas: el nuevo barbarismo, el subdesarrollo como causa

    del conflicto y la econmica poltica de la guerra.

    a) El nuevo barbarismo define las guerras africanas como nihilistas, anrquicas,salvajes, irracionales. En ellas distintas facciones movidas por odios tnicos ancestrales,se dedican a saquear y destruir, como el caballo de Atila, cunto encuentran a su paso.Esta es la visin predominante de los medios de comunicacin y de muchos polticosoccidentales. Y tambin de algunos acadmicos como Kaplan, Mbembe o SamuelHuntington cuyo controvertido choque de civilizaciones no es ms que un conflicto tribala gran escala (3). Cuantas veces se han descrito los conflictos de Ruanda, Somalia,Liberia, Sierra Leona, como luchas tnico-tribales!.

    Los anlisis de las guerras africanas centrados en la etnicidad son sumamentediscutibles. Y lo son porque, en mi opinin, estn vinculados y construidos desde undiscurso racial y de determinismo biocultural. Dicho discurso ya no se adorna de antiguosropajes coloniales que jerarquizaban a las sociedades (las razas) en civilizadas osalvajes. Ms bien, al contrario,acepta la realidad del pluralismo cultural. Y admite, aregaadientes, que unacultura no es esencialmente mejor que otra. Sin embargoconsidera que sondiferentes y lo que es ms importante que dicha diferencia es la causadel conflicto, el antagonismo y la violencia.

    En efecto, el nuevo barbarismo tiende a naturalizar las identidadestnicasentendindolas como primarias, innatas e irracionales cuando en mi opinin, sonconstruidas social e histricamente. Por otra parte, este discurso explica los conflictos y laviolencia por la mera existencia de diferentes e irreductibles identidades tnicas, religiosaso culturales. Ello oscurece el carcter dinmico, multifactico e interactivo de lasidentidades tnicas, as como la capacidad de muchos grupos tnico-culturalesde convivir pacficamente en gran parte de frica y del mundo. Y, sobre todo, esconde laactuacin y responsabilidad de diferentes actores y grupos sociales (africanoseinternacionales) que, en su lucha por el poder y los recursos, instrumentalizan lasidentidades etnoculturales para movilizar a la poblacin.

    A pesar de ello, su mensaje simplificador produce una poderosa narrativa que extiende y

    refuerza el tpico del Africa salvaje y brbara. Tambin sustenta, como seala Duffield, aquienes en Occidente defienden polticas como el cierre de fronteras a la inmigracin, lacrisis del asilo e, incluso, la reduccin de la ayuda al desarrollo.

    b) Una segunda corriente de anlisis considera que la causa de los conflictos blicosafricanos es el Subdesarrollo. As se defiende que stos se deben a la pobreza creciente,al deterioro medioambiental y al supuesto crecimiento incontrolado de la poblacin (enun continente con grandes espacios deshabitados?). Tambin se alude, como origen de laviolencia, al aumento de la exclusin social y la marginalidad, a la corrupcin de las elitesy al militarismo de las sociedades africanas. Mientras unos inciden en los factoresinternos, otros (los menos) resaltan las condiciones estructurales (la dependencia exterior,

    la deuda externa, la marginalidad de frica en la economa mundial, etc). Comparten, noobstante, la idea de que la modernizacin, la urbanizacin, la alfabetizacin y las mejorescondiciones de vida producen menores posibilidades de conflicto.

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    Esta presuncin de que el subdesarrollo representa un riesgo ms elevado de irrupcin deun conflicto armado, domina el discurso de los crculos de la Cooperacin al Desarrollo.De esta forma se replantea la seguridad en trminos de que el subdesarrollo es peligrosoy, a travs de su radicalizacin, se reinventa el papel del desarrollo.(4)

    Y as se encuentran nuevas legitimaciones (la del desarrollo como prevencin de losconflictos) para un discurso, l de la Cooperacin, que estaba perdiendo fuelle trascuatro dcadas de fracasos y de fatiga de los donantes.

    No cabe duda que esta narrativa tiene su parte de verdad. La escasez de recursosagudiza el conflicto inherente a cualquier relacin de poder y dominacin como lasexistentes en las sociedades africanas (y en cualquier otro lugar del mundo). Sinembargo, tiene un poder explicativo limitado y esconde ms que desvela los factores quedesencadenan los conflictos. Cmo se explica por ejemplo, que muchos pases pobressean relativamente estables?. Y que otros, ms ricos e industrializados como los

    Balcanes, se hayan visto sumergidos en conflictos violentos?. Parece necesarioincorporar, por tanto, otros factores para entender las causas de los conflictos africanos.

    Al mismo tiempo, este tipo de discurso produce un olvido (quizs consciente) de la caraoscura del desarrollo: en el pasado el nazismo, Hiroshima o Nagasaki; en la actualidad, laviolencia contra las mujeres o el aumento del racismo y la xenofobia en la mayora de lassociedades desarrolladas.

    c) En los ltimos aos ha surgido otra corriente explicativa de los conflictos africanos, laliteratura de la economa poltica de la guerra. Desde esta perspectiva, las guerrasciviles africanas no son, como defiende el nuevo barbarismo, producto deirracionalidades tnicas. Tampoco se las considera un producto exclusivo delSubdesarrollo. Se defiende, ms bien, que las guerras africanas son la respuesta deciertas elites polticas y econmicas a su desigual integracin en la economa mundial.

    Este discurso centra el anlisis en la crisis de legitimidad que sufri el estado postcolonialafricano a finales de la dcada de los ochenta. Diversos factores fueron los causantes,entre otros, la cada del precio de las materias primas, los Planes de Ajuste Estructural yel final de la Guerra Fra. Estos factores habran provocado la reduccin de las principalesfuentes de financiacin del estado neopatrimonial, aquellas con las que las elites africanasnutran sus redes clientelares y mantenan el estatus quo y la represin. De esta forma, el

    estado poscolonial perda su utilidad y legitimidad para algunas elites que se dedicaron abuscar nuevas fuentes de autoridad, privilegios y beneficios materiales. Para ello,algunos emprendan procesos de democratizacin. Otros las encontraban en laeconoma de la guerra: en el control de los recursos naturales, el trfico de armas, u otrasactividades econmicas ilegales.

    En efecto, la literatura de la economa poltica de la guerra ha estudiado con ciertaprofundidad los flujos econmicos que se producen en las denominadas guerras porrecursos (resource war). As se estima que, en Angola, la UNITA (del hace pocoasesinado Savimbi) consigui, gracias al comercio de diamantes, ms de 4.2 billones dedlares ente 1992 y 2001. El comercio de esta piedra preciosa aport tambin grandes

    beneficios en Sierra Leona tanto a los seores de la guerra liberianos como a los rebeldesdel RUF. Se calcula que obtuvieron, a lo largo de los noventa, entre 25 y 125 millones dedlares anuales. La denuncia de estas dinmicas trascendi el mundo acadmico. Lleg a

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    los medios y sirvi, en parte, para que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidasordenase un embargo internacional, en gran medida ineficaz, sobre el comercio dediamantes de Sierra Leona.

    Otro ejemplo paradigmtico es la guerra de la Repblica Democrtica del Congo en la quese han visto involucrados ms de siete pases africanos. En los ltimos tiempos muchas

    voces se han alzado para denunciar el saqueo que estn sufriendo los recursos naturalesde este inmenso y rico pas: diamantes, oro, cobalto, cobre, madera, caf. Y en especial,del cobalto, mineral (de escaso valor hasta hace poco) que al parecer se ha convertido enun elemento imprescindible para la elaboracin de los telfonos mviles que han florecidopor todo el mundo.

    En este sentido se pronunciaba hace pocas semanas, el Panel de Expertos creado por elConsejo de Seguridad de Naciones Unidas para estudiar la explotacin ilegal de losrecursos naturales y otras formas de riqueza de la Repblica Democrtica del Congo (5).Su estudio concluye que la explotacin ilegal del pas sigue, a pesar del actual proceso depaz, fundamentalmente en manos de tres grandes redes poltico-econmicas. Por un

    lado, est la red de intereses polticos, militares y comerciales del gobierno congoleo ydel de Zimbabwe; por otro la controlada por el gobierno de Ruanda y una tercera redprotegida por Uganda. Adems se denuncia como, obligadas por el acuerdo de retiradade las tropas extranjeras, las tres redes han adoptado nuevas estrategias (entrenar amilicias locales, disfrazar a soldados ruandeses de congoleos, etc) para mantener elcontrol de esos recursos, una vez sus tropas hayan salido del pas. Asimismo, el informeinclua una lista de 85 compaas internacionales conectadas en dichas redes y que, portanto,han contribuido de alguna manera a la prolongacin del conflicto y al saqueode losrecursos naturales del continente africano.

    En definitiva, esta narrativa ha sacado a la luz el lugar que ocupa el continente africano enla otra cara de la economa mundial, aquella que remite a las redes internacionalescriminales. Redes que vinculan a los seores de la guerra africanos con los narcoscolombianos, las mafias rusas, los Talibanes de Afganistn o las bandas criminales de lasciudades estadounidenses. Y en la cual, no slo operan los malos del mundo, sinotambin importantes compaas internacionales aparentemente respetables.

    No cabe duda que la literatura de la economa poltica de la guerra ha permitido visualizarla responsabilidad de determinados actores, africanos e internacionales, en el surgimientoy prolongacin de las guerras africanas.Tambin nos ha mostrado como las elitesafricanas han instrumentalizado polticamente el desorden en su propio beneficio (6). As,

    los seores de la guerra han dejado de parecer seres irracionales y salvajes movidos porodios atvicos y han pasado a ser considerados actores racionales funcionando con unalgica moderna y neoliberal: la de obtener el mximo beneficio econmicoposible al mnimo coste.

    Sin embargo, es necesario subrayar que este tipo de anlisis se sostiene desde un puntode vista negativo que percibe a las elites africanas como criminales que saquean su pas.Valoracin que no reciben otras polticas neoliberales (al menos desde posicionesoficiales) tendentes a maximizar los beneficios de algunos sin tener en cuenta los costessociales que acarrean. Y que olvida el papel que en el pasado jug la guerra o lasactividades criminales (piratera, colonizacin) en la construccin de los estados y en el

    desarrollo de las sociedades europeas. Lo cual no quiere decir que frica tenga que llevar(o incluso este llevando) el mismo camino.

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    Otra importante critica que se le puede hacer a la literatura de la economa poltica de laguerra es que se centra en las dinmicas econmicas. No analizan, sin embargo, comola comercializacin de la guerra y la violencia han servido para que las elites africanashayan recreado nuevas y viejas clientelas polticas en el interior de las sociedadesafricanas. Tampoco se paran a estudiar como amplios sectores de las sociedadesafricanas interactan, a travs de estrategias de acomodacin o resistencia, con los

    seores de la guerra. Se descubrira as que algunos grupos los consideran legtimos enfuncin de si redistribuyen de forma clientelar los beneficios obtenidos. Y que ello explica,junto a la represin y coaccin, la capacidad de algunos seores de la guerra de controlaramplias zonas de territorio durante largo tiempo, As, ocurre, por ejemplo, no slo conempresarios o comerciantes sino tambin con amplios sectores de la juventud (sobre todourbana) que encuentran en las facciones en lucha un medio de subsistencia e, incluso deascenso social (con excepcin de los nios soldados que no optan voluntariamente).

    Otros grupos, por el contrario, establecen estrategias de resistencia y forman redes desolidaridad y apoyo para paliar los efectos devastadores del conflicto. Es el caso demuchos grupos de mujeres, de profesionales, de muchas autoridades llamadas

    tradicionales, etc. Actores que parecen siempre ser convidados de piedra de su propiahistoria. Esa es la imagen tpica que recibimos de las poblaciones africanas, vctimasindefensas, inactivas. Imagen tpica y falsa que ha tenido efectos perversos en muchasde las operaciones humanitarias de la posguerra fra. En efecto en los grandesdesembarcos humanitarios de la dcada pasada, nos olvidamos de las sociedadesafricanas. Por ejemplo, en Somalia o Liberia, Naciones Unidas y la ComunidadInternacional se dedic reiteradamente a negociar con los seores de la guerra. Marginas, tantas y tantas iniciativas locales que buscaban (e incluso en Somalilandconsiguieron) la paz. El estereotipo que muchos internacionales llevaban sobre elafricano, bien l de un salvaje o l de un nio que necesita tutela, contribuy sin dudaalguna a ello.

    Hora es, pues, de incorporar a cualquier anlisis de los conflictos africanos, a lassociedades africanas. stas como cualquier otra, no son pasivas, ante cualquier contextosocio-poltico se posicionan, se mueven, se acomodan, en especial cuando algo les afectaestrechamente como es el caso de un conflicto armado. Desde el primer momento de unacrisis, la gente se pone en marcha, unos se posiciona de un lado u el otro, se suman auna faccin armada; otros crean redes para proteger a las vctimas. Otra cosa son losmecanismos o recursos que dispongan para ello. Pero casi nunca se quedan pasivos,esperando que alguien venga desde fuera a salvarlos. Hora es tambin de que la

    cobertura meditica de cualquier catstrofe africana deje de mostrarnos siempre a unsoldado blanco salvando a una nia en un rbol en las inundaciones de Mozambique. Yque empiece a mostrarnos a los propios africanos dirigiendo la columna humana quecruza un ro. Slo as dejaremos de ver a las poblaciones africanos como sujetos pasivos,necesitados de tutela y empezaremos a aceptarlas como sujetos activos y protagonistasdirectos de la Historia, de su historia.

    1) Profesora de la Universidad Autnoma de Madrid2) DUFFIELD, M., 2001: Global Governance and the New Wars. TheMmerging ofDevelopment and Security.Londres: Zeb Books.3) HUNTINGTON. S., 1997: The Clash of Civilizations and the remarking of World Order,

    Nueva York: Simon and Schuster. Pg 2074) DUFFIELD, M., 2001: op. cit. pg 118.Carta del Secretario General de Naciones Unidas, Kofi A. Annan dirigida al Presidente del

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    Consejo de Seguridad de 15 de octubre 2002, S/2002/146.5) CHABAL, P & DALOZ, 1999: frica camina. El desorden como instrumento poltico.Barcelona: Bellaterra.