MASCULINIDADES: un concepto inacabado

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En la década de los 70’s empiezan a aparecer los Men’s Studies. Su particularidad consiste en que se deja de lado al hombre como representante de la humanidad y a adoptar el estudio de la masculinidad y las experiencias de los hombres como específicas de cada formación socio- histórico-cultural. Partiendo del concepto de género, como una categoría relacional que alude a la forma cómo hombres y mujeres se construyen y se relacionan social y culturalmente a partir de sus diferencias biológicas, es obvio que restringir el análisis a la situación de las mujeres deja de lado el aspecto dinámico y explicativo de la construcción de las identidades genéricas, de la femineidad y masculinidad, como productos históricos que varían de una cultura a otra, en diferentes contextos socioeconómicos, y a lo largo del ciclo vital. (Herrera Gioconda, Rodríguez Lily: 2001,157). El modelo GED enfatiza la necesidad de entender cómo el desarrollo afecta diferencialmente tanto a hombres como a mujeres, pero también cómo las relaciones de género, entendidas fundamentalmente como relaciones de poder, permean A PROPÓSITO DE LAS MASCULINIDADE S, Un Concepto En Construcción

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Siguiendo la temática de Perspectiva de Género y con la intención de contribuir a la construcción de los conceptos que la conforman y enriquecen, se aborda aquí el tema de las masculinidades, cómo se ha ido construyendo esa categoría social.

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En la década de los 70’s empiezan a aparecer los

Men’s Studies. Su particularidad consiste en que se

deja de lado al hombre como representante de la

humanidad y a adoptar el estudio de la masculinidad y las experiencias de los

hombres como específicas de cada formación socio-histórico-cultural.

Partiendo del concepto de género, como una categoría relacional que alude a la forma

cómo hombres y mujeres se construyen y se relacionan social y culturalmente a partir de

sus diferencias biológicas, es obvio que restringir el análisis a la situación de las mujeres

deja de lado el aspecto dinámico y explicativo de la construcción de las identidades

genéricas, de la femineidad y masculinidad, como productos históricos que varían de

una cultura a otra, en diferentes contextos socioeconómicos, y a lo largo del ciclo vital.

(Herrera Gioconda, Rodríguez Lily: 2001,157).

El modelo GED enfatiza la necesidad de entender cómo el desarrollo afecta

diferencialmente tanto a hombres como a mujeres, pero también cómo las relaciones

de género, entendidas fundamentalmente como relaciones de poder, permean las

prácticas del desarrollo. En otras palabras, la situación de las mujeres no puede ser

entendida de manera aislada de su relación con los varones; así mismo no es posible

entender esta relación independientemente de las dimensiones de pertenencia étnica,

de clase y generacional. Es así que debe considerarse la necesidad de examinar las

interacciones entre los géneros en el contexto de las relaciones geopolíticas,

económicas y culturales de cada sociedad y en el marco de los derechos.

A PROPÓSITO DE LAS

MASCULINIDADES,

Un Concepto En

Construcción

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La equidad de género se convierte así no sólo en un problema del desarrollo, sino en

un asunto de derechos humanos, término que desde nuestra Magna Carta se ha

institucionalizado para suplir el término de “garantías individuales”.

Es así que surge la necesidad de empezar a mirar el papel de los hombres y de las

masculinidades en la construcción de las relaciones de poder entre los géneros y en la

sociedad en general, como una de las estrategias para superar las dificultades

encontradas en el camino hacia la equidad de género, entendida ésta como una

propuesta de construcción de ciudadanía, de vigencia de derechos humanos y de

combate a la pobreza.

Así mismo, se parte del reconocimiento de que el derecho a ejercer poder implica para

los varones construir determinadas relaciones y responder a presiones que producen

dolor, aislamiento y alienación en relación consigo mismos, a otros hombres y a las

mujeres (Kauffman 1995:123). La masculinidad hegemónica se presenta con saldo

negativo para hombres y para mujeres.

Así pues, el poder patriarcal, los privilegios del poder masculino y la construcción de

estos privilegios implica el ocultamiento de ciertas “fragilidades” tal y como lo

establece Kauffman. Por otro lado, se considera a la desbiologización de las

identidades masculinas como un primer paso para que varones heterosexuales

empiecen a entender que sus vidas están marcadas por su condición sexuada y que las

responsabilidades y privilegios que esta construcción sexuada les otorga tienen que ser

asumidas, que esos privilegios implican para los varones construir determinadas

relaciones y responder a presiones que producen dolor, aislamiento y alienación en

relación consigo mismos , a otros hombres y a las mujeres.

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Luego entonces, la masculinidad hegemónica se presenta con saldo negativo tanto

para hombres como para mujeres.

Pero analizando cronológicamente el concepto de masculinidades –todavía en

construcción-, podemos hacer una retrospectiva e iniciar mencionando que dichos

estudios tienen un apreciable auge y presencia a finales del siglo XX con la fundación

de la Asociación Internacional de Estudios de Hombres (IASOM por sus siglas en

inglés), con sede en Noruega.

Las principales corrientes teóricas que impulsaron estos estudios, fueron desde la

década de los setentas (como ya se mencionó inicialmente), la teoría funcionalista de

roles. Luego aparecieron los enfoques psicoanalistas feministas. Por allá en los

noventas, surge la visión inspirada en la perspectiva de género, llamada por algunos

una revolución teórica en las ciencias sociales (véase Connell, 1987 y 1995 y otros).

La perspectiva de género plantea el conflicto, el carácter relacional de la

masculinidad, la necesidad de estudiar las relaciones de poder, de analizar el carácter

histórico del género y el problema fundamental de la subordinación de la mujer. Esta

perspectiva fue adoptada por feministas en los países latinoamericanos (con cierto

retraso, por cierto).

Podemos establecer -parafraseando a Nelson Minello Martini (2002)- que el concepto

de masculinidad no ha “cuajado” todavía, aún se hacen intentos por clasificarla. Por

ejemplo, Clatterbaugh (1990) elige destacar el aspecto socio-político y propone

dividirlas en seis perspectivas principales:

las conservadoras las pro feministas el movimiento de derechos de los varones

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las del desarrollo espiritual o mitopoéticas las planteadas por los enfoques socialistas las de grupos específicos (Clatterbaugh destaca a los homosexuales y los de

color)

Por otro lado y desde la sociología, Gutmann sostiene la existencia de cuatro fórmulas

para entender las masculinidades, a saber:

Todo lo que hacen o piensan los hombres. Todo aquello que hagan o piensen para ser hombres. Lo que piensan o hacer algunos hombres considerados paradigmáticos. La masculinidad se encuentra dentro de las relaciones femenino-masculinas, es

decir, el género.

Kimmel y Messner plantean la existencia de tres modelos principales:

El biológico El basado en estudios antropológicos El que se encuentra en las raíces sociológicas, es decir, prácticas, conductas y

actitudes consideradas socialmente aptas para hombres y mujeres.

Seidler introduce la posibilidad de estudiar la masculinidad a partir de las

perspectivas teorías clásicas de la investigación científica y habla de tres modelos

surgidos a partir del desafío planteado por el feminismo, a saber:

El integrado por los hombres que reconocen su malestar ante la posición de la masculinidad heterosexual dominante.

El segundo modelo se acerca a la teoría de los roles y postula que los hombres también están limitados, constreñidos por los papeles que la sociedad patriarcal les impone.

El tercer modelo establece que se deben considerar las contradicciones a las que se ven enfrentados los propios hombres en relación con la masculinidad dominante.

Connell ofrece una categorización basada en posiciones teóricas-filosóficas de los autores anteriormente citados:

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Las corrientes esencialistas Las posiciones cercanas a la ciencia social empirista (Connell la llama

positivista). Las visiones normativas (indican la “norma” de cómo debe ser un hombre). El cuarto enfoque se basa en la lingüística estructural. El enfoque del propio autor: el modelo de estructura de género, en el cual éste

y por tanto la masculinidad se explican a través de cuatro dimensiones: las relaciones de poder, las de producción, las de cathexis o deseo y las de simbolización.

Es así que podemos concluir que entender la masculinidad como integrante de una

perspectiva de género, aprovechar los métodos y técnicas adecuados al objeto de

estudio de cada investigación, establecer la necesaria relación entre los procesos

individuales y sociales, entender la historia del género, serían caminos que nos

ayudarían a contribuir a la construcción de este todavía inacabado concepto que es la

masculinidad, concepto complejo pero estimulante.

PRODUCTO CORRESPONDIENTE AL MÓDULO VIIDIPLOMADO EN GÉNERO, EQUIDAD Y RESPETO A LA DIVERSIDAD

ELABORADO POR:

NORA O. ARMENTA

SUSANA PASTRANA