Más allá del dolor

De rodillas, en tierra, y abatido, todo es noche en el Dios abandonado. ¿Dónde está ese Jesús tan admirado, aquél dulce Maestro discutido?

Es el cuerpo de un hombre, así asumido, todo un mar que, de sangre, ha transformado, de salados sudores tan bañado que es un sol, sin su luz, allí fundido.

Comprender que eres Dios, sin ser quimera, ni parece que es de hombre tu semblante. ¡Ay, Jesús! ¿Cómo ver en tal manera Tu Divino Poder, en ese instante?

Es la fe y el amor lo que asegura que eres Dios, y el dolor… ¡es noche oscura!

Señor, vas a morir... Míranos antes. Abrásanos con una llamarada de tu perdón en la postrer mirada de tus ojos sin luz, agonizantes.

De rodillas venimos suplicantes para ungir esa carne desgarrada, pidiendo, por la sangre derramada, el perdón de tus labios deprecantes.

Todo se ha consumado... Tus heridas serán perenne luz, sangrienta aurora, amanecer de un nuevo amor fecundo.

Lo das todo. Tus llagas encendidas, el precio de tu sangre redentora, todo lo das por redimir al mundo.

¡Cómo abruma, Señor, tanto pecado en esa Cruz que Tú llevaste a cuestas!. ¡Cuántas culpas y acciones deshonestas hirieron el dintel de tu costado!.

¿Cuántas veces, Jesús, me has perdonado y en amargo silencio me amonestas?. ¿Qué más preguntaré?. ¡Cuántas respuestas nos da esa Cruz en la que estás clavado!.

Cristo Jesús, mi corazón doliente va meditando al par de tus dolores todo el amor que en tu Pasión me inspiras.

De rodillas me postro reverente y te pido el perdón de mis errores desde esa Cruz, donde colgado expiras.

La tierra se estremeció. Se rasgó la cortina del templo.

Entonces, sólo entonces, pudieron darse cuenta de toda

su verdad. Lo mismo que nosotros,

que no vemos su mano en la penumbra,

que sólo le alabamos cuando todo es perfecto a

nuestros ojos. El tuvo que morir y es muy

posible que los ciegos de oficio y de

solemnidad no hubieran visto arder la llama

viva a no ser porque el Padre, por

amor a Jesús, desató los temblores de la

tierra.

El cadáver de Cristo ya reposa entre los brazos de su madre triste y tanto es el dolor que en ella existe que con la angustia el alma le rebosa.

En su pálida tez, del desconsuelo nublados de llorar sus dulces ojos, al contemplar del Hijo los despojos que lleva en su regazo con anhelo.

Y en medio de la noche que ha vestido el luto del dolor con su negrura, la mujer y el hombre no han querido a la Virgen dejar con su amargura, y la acompaña en el intenso drama y Nuestra Madre con amor les llama.

Pacto de Vida con la muerte sellas. Aleluya en el Orbe redimido. Aleluya, aleluya, en estallido

de alegres himnos y celestes huellas.

Cristo resucitado. Tú destellas, Tú vences y en la noche del olvido -puro nardo de luz- has florecido

entre un bosque de atónitas estrellas.

Claro sol de inmortales meridianos, Cristo vivo, decreta triunfalmente que la muerte en la Vida se diluya.

¡Aleluya en la sed de los humanos, Aleluya en tu diestra omnipotente, Aleluya en las almas,! !!ALELUYA!!