Más Allá Del Desarrollo Económico

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DESARROLLO

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MÁS ALLÁ DEL DESARROLLO ECONÓMICO

The World Bank Group

2000

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MÁS ALLÁ DEL DESARROLLO ECONÓMICO

Algunas palabras sobre este libro.- Este libro se preparó como parte de un proyecto internacional del Programa de Educación para el Desarrollo, del Instituto del Banco Mundial. Su objetivo consistía en crear un texto modelo sobre los problemas sociales, económicos y ambientales internacionales que enfrenta el desarrollo sostenible, para que grupos de educadores locales lo pudieran adecuar a la realidad de distintos países y publicar en los respectivos idiomas nacionales. Esta labor de adaptación nacional ya ha comenzado.

La primera adaptación nacional de este texto modelo internacional ha culminado en la publicación, en idioma ruso, de El mundo y Rusia, aprobado oficialmente por el Ministerio de Educación General y Profesional de Rusia para ser utilizado por los estudiantes de décimo y undécimo grados en los cursos de economía, estudios sociales, geografía y estudios ambientales. Los autores de la adaptación rusa pertenecen a varias de las principales instituciones dedicadas a la investigación y la educación en Moscú. Quienes estén interesados en observar cómo se realizó la adaptación pero no saben ruso encontrarán la traducción al inglés en el sitio del Programa de Educación para el Desarrollo en la Web, www.worldbank.org/depweb. Las partes del texto adaptadas para Rusia aparecen resaltadas. El texto en ruso de El mundo y Rusia se puede consultar en www.ise.spb.ru, sitio en la Web del editor ruso, la Facultad de Economía del Instituto de San Petersburgo.

En la actualidad, un grupo local encabezado por dos profesores de la Universidad de Letonia está preparando la versión letona, El mundo y Letonia. La traducción al inglés de esta segunda adaptación también aparecerá en el sitio del Programa de Educación para el Desarrollo en la Web, donde se resaltarán las partes del texto correspondientes a Letonia.

Esperamos que los ejemplos de Rusia y Letonia impulsen a los educadores de otros países a utilizar este modelo internacional para elaborar materiales pedagógicos que cubran las necesidades de los programas nacionales. Asimismo, los estudiantes y los lectores en general interesados en los temas de desarrollo podrían recurrir al presente modelo, sin adaptación alguna, como fuente de datos estadísticos relativamente recientes y conceptos ampliamente aceptados, de utilidad tanto en la investigación como en el aula.

Cómo usar este libro.- Puesto que todos los temas de desarrollo están íntimamente relacionados entre sí, no puede recomendarse un orden único y óptimo para abordar su estudio. Por ello, la estructura del libro permite a los lectores comenzar prácticamente por cualquier capítulo que despierte su interés. Las autoras, sin embargo, aconsejan no pasar por alto los Capítulos 1 y 2, que constituyen una introducción general del libro y presentan algunos conceptos básicos importantes en los que se fundan los capítulos siguientes. Los Capítulos 15 y 16 se pueden leer como continuación del análisis conceptual iniciado en los dos primeros capítulos. Es preferible dejar para el final el Capítulo 17, el último del libro, aun cuando, antes que exponer conclusiones, invita a los lectores a estudiar temas nuevos.

Al leer esta obra, debe tenerse en mente la multiplicidad de interconexiones existentes entre todos los aspectos del proceso de desarrollo. En algunos casos, estas interconexiones estarán señaladas explícitamente en el texto (por ejemplo, mediante referencias a otros capítulos); en otros, los lectores tendrán que hallarlas por sí solos. Las preguntas que figuran en el margen han sido concebidas para ayudar a los lectores a formarse una visión más amplia, que trascienda los datos específicos.

Tomemos por caso las cuestiones ambientales. Los Capítulos 10 y 14 están destinados a dos problemas ambientales diferentes: la contaminación del aire en las grandes ciudades por la emisión de partículas y la contaminación atmosférica mundial por las emisiones de dióxido de carbono. Para entender mejor estas cuestiones también habrá que leer sobre el crecimiento demográfico y el crecimiento económico (Capítulos 3 y 4), la industrialización y la postindustrialización (Capítulo 9), la desigualdad de los ingresos y la pobreza (Capítulos 5 y 6) y la salud y la longevidad (Capítulo 8). Éstas son las relaciones más evidentes y resulta relativamente sencillo identificarlas al leer los capítulos sobre el medio ambiente. Sin embargo, el tema guarda relación con todos los otros capítulos del libro. Por ejemplo, ¿cómo incide la globalización (Capítulos 12 y 13) en la contaminación atmosférica de las grandes ciudades de los países desarrollados y

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en desarrollo? O bien, ¿de qué manera contribuye la globalización a los esfuerzos internacionales por reducir el riesgo del cambio climático mundial? También se podrían estudiar los vínculos entre privatización y uso eficiente de la energía (Capítulo 11) o entre educación (Capítulo 7) y protección ambiental. Se llegará entonces a la conclusión de que el desarrollo es tan amplio que, para comprender uno de sus aspectos, inevitablemente habrá que estudiar todos los demás.

Si bien los profesores de diversas materias pueden emplear este libro para ayudar a sus estudiantes a comprender cuestiones de desarrollo específicas, deberán explicar siempre que ninguna cuestión se presenta aislada de las demás. Lo ideal sería que los profesores utilizaran la mayoría o todos los contenidos del libro para crear uno o más módulos de aprendizaje sobre determinados temas del plan de estudios. Por ejemplo, se podría organizar un módulo sobre "Contaminación atmosférica" de la manera siguiente:

Contaminación atmosférica

1. Introducción: Conceptos de "desarrollo" y "desarrollo sostenible". Capítulos 1 y 2. 2. Contaminación atmosférica local y mundial. Capítulos 10 y 14.

3. ¿Cuáles son las principales causas de la creciente contaminación atmosférica?

o Crecimiento demográfico. Capítulo 3.

o Crecimiento económico. Capítulo 4.

o Industrialización. Capítulo 9.

o Urbanización. Capítulo 10.

o Desigualdad de los ingresos. Capítulo 5.

o Pobreza. Capítulo 6.

4. Los factores siguientes, ¿agravan el problema o representan nuevas oportunidades?

o Comercio internacional. Capítulo 12.

o Inversión extranjera. Capítulo 13.

o Ayuda externa. Capítulo 13.

o Privatización. Capítulo 11.

5. La contaminación atmosférica como amenaza a la sostenibilidad del desarrollo:

o Un medio ambiente sano como uno de los objetivos del desarrollo. Capítulos 1 y 15.

o El capital natural como componente de la riqueza nacional. Capítulo 16.

o La función de las políticas oficiales. Capítulo 17.

Se observará que la mayoría de los componentes de un módulo se pueden formular como preguntas para estimular el debate. Será el lector quien deba decidir si, a su juicio, los efectos del crecimiento económico son más perjudiciales para el medio ambiente que los efectos de la pobreza, o si la inversión extranjera en los países en desarrollo contribuye a aumentar la contaminación en lugar de ayudar a reducirla. El libro presenta conceptos y datos valiosos (aunque no exhaustivos), pero no proporciona respuestas sencillas.

Al analizar las preguntas que surgen de la presente obra, es importante sacar el máximo provecho de las estadísticas que figuran en los cuadros reunidos al final del libro. La comparación de datos sobre diferentes países y la búsqueda de correlación entre diversos indicadores muchas veces pueden ampliar

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nuestra percepción e invitar a la reflexión más que la mera lectura de un texto. La mayoría de las estadísticas de los cuadros de datos, gráficos y mapas se ha tomado de los Indicadores del Desarrollo Mundial (1997, 1998), el Informe sobre el Desarrollo Mundial (de distintos años) y otros estudios estadísticos y analíticos publicados por el Banco Mundial. Los gráficos 4.4 y 9.2, así como algunos datos de los capítulos 12 y 13, se han incluido con el permiso del Fondo Monetario Internacional.

Las autoras esperan que los debates generados por este libro ayuden a los lectores a comprender de qué manera el desarrollo internacional y nacional se relaciona con su propia vida, y que esta comprensión se traduzca en la adopción de medidas prácticas en el ámbito de acción de cada uno. Los profesores y otros educadores pueden utilizar este libro para proporcionar información e impulsar intercambios de ideas sobre los problemas del desarrollo local, no sólo entre sus alumnos sino también entre los padres y otros miembros de la comunidad. Los estudiantes pueden aprovechar los conocimientos adquiridos para adoptar decisiones más informadas en su vida y transformarse en ciudadanos con una participación más activa en sus países.

ÍndiceIntroducción Capítulo I. ¿Qué es el desarrollo? Capítulo II. Comparación de los niveles de desarrollo Capítulo III. Crecimiento de la población mundial Capítulo IV. Tasas de crecimiento económico Capítulo V. Desigualdad en la distribución del ingreso Capítulo VI. Pobreza Capítulo VII. Educación Capítulo VIII. Salud y Longevidad Capítulo IX. Crecimiento del sector de los servicios Capítulo X. Urbanización y contaminación del aire en las ciudades Capítulo XI. Empresas públicas y privadas: cómo hallar la combinación óptima Capítulo XII. Globalización y comercio internacional Capítulo XIII. Ayuda externa e inversión extranjera Capítulo XIV. El desarrollo económico y el peligro del cambio climático mundial Capítulo XV. Indicadores compuestos del desarrollo Capítulo XVI. Indicadores de la sostenibilidad del desarrollo Capítulo XVII. Otros problemas: búsqueda de una estrategia integral de desarrollo

Introducción.- Este libro ha sido concebido principalmente para ayudar a los lectores a ampliar sus conocimientos sobre temas que afectan a todo el mundo, comprender mejor la situación de su país en el contexto internacional y entender los problemas nacionales y mundiales que obstaculizan el desarrollo sostenible. Puesto que el desarrollo es un proceso integral que supone cambios económicos, así como sociales y ambientales, en este libro se adopta un enfoque interdisciplinario. En él se intenta describir y explicar las complejas relaciones existentes entre diversos aspectos del desarrollo, como el crecimiento demográfico, el crecimiento económico, las mejoras de la educación y la salud, la urbanización y la globalización. Se invita a profesores, estudiantes e interesados de todas las edades a analizar con mayor detenimiento esas relaciones aplicando los datos estadísticos y los conceptos teóricos que se presentan en esta publicación.

Preguntas difíciles, respuestas diferentes.- El libro comienza con tres preguntas difíciles: ¿Qué es el desarrollo? ¿Cómo se pueden comparar los niveles de desarrollo alcanzados por diferentes países? ¿Qué condiciones deben existir para que el desarrollo sea sostenible? Las autoras no pretender conocer todas

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las respuestas de estas y otras preguntas formuladas directa o indirectamente en el libro, sino que alientan a estudiantes y profesores a proponer sus propias respuestas analizando y sintetizando la información que aquí se presenta. Para expresar sus opiniones y respaldarlas con datos objetivos y argumentos racionales, unos y otros tendrán que debatir abiertamente problemas cuya solución dista de ser sencilla.

Muchas de las respuestas inevitablemente supondrán juicios de valor, de modo que la objetividad absoluta es imposible. Incluso las autoras tienen opiniones divergentes sobre algunos de los temas aquí abordados, pero han basado su libro en una idea fundamental: el desarrollo debe ser un instrumento para mejorar la vida de toda la gente. Los lectores definirán qué significa para ellos una vida mejor y establecerán un orden de prioridades entre los objetivos del desarrollo.

Información y desarrollo.- Quizá la principal virtud de este trabajo reside en que se basa en una gran cantidad de datos estadísticos sobre la mayoría de los países, presentados en los cuadros agrupados al final del libro y en los gráficos, mapas y referencias del texto. Las estadísticas pueden ser un importante medio de aprendizaje. Pueden ayudar a brindar una imagen más exacta de la realidad, a identificar interrogantes y problemas y a proponer explicaciones y soluciones. Pero las estadísticas también tienen sus limitaciones. Son más confiables para algunos países que para otros y, como recopilar y verificar algunas de ellas lleva tiempo, pueden quedar desactualizadas incluso antes de su publicación. Las estadísticas que figuran aquí eran las más recientes en el momento de la redacción del libro.

Es importante recordar también que muchos aspectos del desarrollo no se pueden medir con exactitud mediante estadísticas, entre ellos las actitudes, los sentimientos, los valores, las ideas, las libertades y los logros culturales de la gente. Por ello, los datos estadísticos nos revelan sólo una parte, aunque importante, de la historia del desarrollo.

La comparación de los datos estadísticos sobre nuestro país con los de otros países puede ser sumamente reveladora por varias razones. En primer lugar, observar al propio país en una perspectiva mundial y entender de qué manera se diferencia de otras naciones o se asemeja a ellas permite percibir mejor su condición y sus perspectivas y prioridades de desarrollo. En segundo término, en vista de la interdependencia creciente de las economías del mundo, los procesos de desarrollo de los países se interrelacionan cada vez más. Las autoras esperan que este libro ayude a satisfacer la demanda de información sobre los procesos nacionales e internacionales de desarrollo y contribuya a una mejor comprensión de los problemas que entraña su viabilidad, tanto local como internacional.

A esta altura es necesario formular una advertencia. Las autoras esperan que, al entender con mayor claridad las complejas interrelaciones entre los aspectos económicos, sociales y ambientales del desarrollo, los lectores eviten caer en la simplificación excesiva que representa basar sus conclusiones en sólo uno o dos indicadores estadísticos. Sería aconsejable que los lectores examinaran cada tema con más detalle, buscando nuevos datos, cuestionando su exactitud y tomando en cuenta los procesos sociales que pueden resultar difíciles de medir y cuantificar.

Capítulo I. ¿Qué es el desarrollo?

¿Está usted seguro de que sabe qué significa verdaderamente "desarrollo" para los distintos países? y ¿puede determinar qué países tienen un grado mayor o menor de desarrollo?

Decir qué países son más ricos o más pobres es un poco más sencillo. Pero los indicadores de la riqueza, que reflejan la cantidad de recursos con que cuenta una sociedad, no proporcionan información sobre la distribución de esos recursos; por ejemplo, no señalan si la distribución del ingreso entre los grupos sociales es más o menos equitativa, ni muestran qué porcentaje de los recursos se utiliza para proveer servicios gratuitos de educación y atención de la salud; nada dicen, tampoco, acerca de los efectos de la producción y el consumo en el medio ambiente. Por ello, no es de sorprender que existan profundas diferencias en la calidad de vida de la gente entre países con ingresos medios similares, según el acceso a la educación y la atención de la salud; las oportunidades de empleo; la posibilidad de respirar aire puro y

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tener agua potable; la posibilidad de vivir sin la amenaza del delito, entre otros factores. Tomando en cuenta todo esto ¿cómo determinamos qué países están más desarrollados que otros?

Objetivos y medios del desarrollo.- Cada país establece prioridades diferentes en sus políticas de desarrollo. Para comparar los niveles de desarrollo, primero habría que decidir qué significa verdaderamente el desarrollo y qué trata de alcanzar. Los indicadores que miden esos logros se podrían utilizar entonces para evaluar el progreso relativo de los países en materia de desarrollo.

¿El objetivo es simplemente aumentar la riqueza nacional, o es algo más sutil? ¿Será mejorar el bienestar de la mayoría de la población? ¿Quizá velar por la libertad de los pueblos? ¿O, tal vez, aumentar su seguridad económica?

En documentos recientes de las Naciones Unidas se insiste especialmente en el "desarrollo humano", medido según la esperanza de vida, la alfabetización de los adultos, el acceso a los tres niveles de educación, así como el ingreso medio de la población, condición necesaria para su libertad de elección. En un sentido más amplio, el concepto de desarrollo humano incorpora todos los aspectos del bienestar de los individuos, desde el estado de salud hasta la libertad política y económica. Según el Informe sobre desarrollo humano, 1996, publicado por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, "el desarrollo humano es el fin; el crecimiento económico es un medio" (pág. 1).

Es cierto que el crecimiento económico, al aumentar la riqueza total de una nación, también mejora las posibilidades de reducir la pobreza y resolver otros problemas sociales. Pero la historia nos presenta varios ejemplos en los que el crecimiento económico no se vio acompañado de un progreso similar en materia de desarrollo humano, sino que se alcanzó a costa de una mayor desigualdad, un desempleo más alto, el debilitamiento de la democracia, la pérdida de la identidad cultural o el consumo excesivo de recursos necesarios para las generaciones futuras. A medida que se van comprendiendo mejor los vínculos entre el crecimiento económico y los problemas sociales y ambientales, los especialistas, entre ellos los economistas, parecen coincidir en que un crecimiento semejante es, inevitablemente, insostenible, es decir, no se puede mantener mucho tiempo.

Para ser sostenible, el crecimiento económico debe nutrirse continuamente de los frutos del desarrollo humano, como la mejora de los conocimientos y las aptitudes de los trabajadores, así como de las oportunidades para utilizarlos con eficiencia: más y mejores empleos, mejores condiciones para el florecimiento de nuevas empresas y mayor democracia en todos los niveles de adopción de decisiones (Gráfico 1.1).

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A la inversa, si es lento, el desarrollo humano puede poner fin a un crecimiento económico sostenido. Según el Informe sobre desarrollo humano, 1996, "En el período 1960-1992, de los países que se encontraban en situación de desarrollo desequilibrado con un desarrollo humano lento y un crecimiento económico rápido, ninguno logró efectuar la transición hacia un círculo virtuoso en que pudieran reforzarse recíprocamente el desarrollo humano y el crecimiento". Puesto que la desaceleración del desarrollo humano se ha visto seguida, invariablemente, de la desaceleración del crecimiento económico, esta modalidad de crecimiento se describe como "sin salida".

Desarrollo sostenible.- La expresión "desarrollo sostenible" está muy difundida entre los políticos de todo el mundo, si bien el concepto es relativamente nuevo y no se lo interpreta de manera uniforme. A pesar de ser tan importante, el concepto está en plena evolución y su definición se está examinando, ampliando y perfeccionando continuamente. Con este libro, usted podrá tratar de mejorar la definición, pues aprenderá más sobre las relaciones entre sus principales componentes - los factores económicos, sociales y ambientales del desarrollo sostenible - y podrá decidir la importancia relativa de cada uno de ellos, según el sistema de valores que usted tenga.

De acuerdo con la definición clásica elaborada por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en 1987, el desarrollo es sostenible cuando "satisface las necesidades actuales sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades". Habitualmente se entiende que esta justicia "intergeneracional" sería imposible de alcanzar si no existiera justicia social en la actualidad; si las actividades económicas de algunos grupos continuaran poniendo en peligro el bienestar de otros o de la población de otros lugares del mundo. Supongamos, por ejemplo, que la deforestación constante de la cuenca del Amazonas, de extraordinaria biodiversidad, provoca la extinción de una especie desconocida de planta que podría haber ayudado a curar el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), enfermedad mortal que constituye una amenaza para la población del mundo entero. O pensemos, por ejemplo, en las emisiones de gases de efecto invernadero, generadas principalmente por los países industriales, que pueden causar el calentamiento de la Tierra; este fenómeno, a su vez, puede anegar islas de litoral bajo y desembocar en el empobrecimiento de naciones enteras y el desplazamiento de sus poblaciones.

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En la justicia social, definida como la igualdad de oportunidades de alcanzar el bienestar, tanto para una generación como para generaciones futuras, se pueden observar al menos tres aspectos: económicos, sociales y ambientales. Sólo será duradero el desarrollo que logre equilibrar estos tres grupos de objetivos (Gráfico 1.2). Inversamente, el desconocimiento de alguno de esos aspectos puede poner en peligro el crecimiento económico y el proceso de desarrollo en su conjunto.

Capítulo II. Comparación de los niveles de desarrollo

El capital natural no está distribuido de manera equitativa entre los países. Algunos, por ejemplo, tienen suelos fértiles para dedicar a la agricultura, mientras que otros deben esforzarse por mejorarlos artificialmente. Algunos países han descubierto ricos yacimientos de petróleo y gas en sus territorios, mientras que otros tienen que importar la mayor parte de los combustibles fósiles que necesitan. Antiguamente, la escasez o la abundancia de capital natural representaba una enorme diferencia para el desarrollo de los países, pero en la actualidad dicha abundancia no es el principal factor determinante del desarrollo. Pensemos en países de ingreso alto como la República de Corea o el Japón. Gracias a su elevado desarrollo económico pueden utilizar sus limitados recursos naturales de manera mucho más productiva (eficiente) que otros países menos desarrollados. La productividad con la que los países emplean sus recursos productivos —el capital físico, el capital humano y el capital natural— se acepta, en general, como el principal indicador de su nivel de desarrollo económico.

Teóricamente, entonces, los economistas que deseen comparar el desarrollo de distintos países deberían calcular la productividad con que éstos usan el capital. Pero un cálculo semejante es extremadamente complejo, más que nada por la dificultad de dar valor numérico a elementos del capital natural y humano. En la práctica, los economistas recurren, en cambio, al producto nacional bruto (PNB) per cápita o al producto interno bruto (PIB) per cápita. Estos indicadores estadísticos son más fáciles de calcular, proporcionan una medición aproximada de la productividad relativa con la cual los distintos países emplean sus recursos y miden el bienestar material relativo en diferentes países, ya sea que este bienestar provenga de la suerte de contar con tierras y recursos naturales o de la mayor productividad con que se utilizan.

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Producto interno bruto y producto nacional bruto.- El PIB se calcula como el valor de la producción total final de todos los bienes y servicios producidos en un año dentro de las fronteras de un país. El PNB es el PIB más los ingresos recibidos desde el exterior por los residentes en el país menos los ingresos correspondientes a los no residentes.

Hay dos formas de calcular el PIB y el PNB:

Sumando todos los ingresos de la economía (salarios, intereses, utilidades y rentas). Sumando todos los gastos de la economía (consumo, inversión, compras de bienes y servicios por

parte del Estado y exportaciones netas [exportaciones menos importaciones]).

En teoría, de ambas formas se debería llegar al mismo resultado. Como el gasto de una persona es siempre el ingreso de otra, la suma de los gastos debe ser igual a la suma de los ingresos. Cuando los cálculos incluyen sólo los ingresos recibidos o los gastos efectuados por los ciudadanos de un país, el resultado es el PNB. Cuando se calculan todos los ingresos (o todos los gastos) originados dentro de la frontera de un país, incluidos los de los ciudadanos extranjeros, el resultado es el PIB.

El PNB de un país puede ser muy inferior a su PIB si gran parte de los ingresos derivados de la producción se distribuye a personas o empresas extranjeras. Por ejemplo, en 1994 el PNB de Chile era 5% menor que su PIB. Si ciudadanos o firmas de un país poseen grandes cantidades de acciones y bonos de otros Estados o empresas de otros países y reciben ingresos por ello, el PNB puede ser superior al PIB. Tal fue el caso de Arabia Saudita en 1994, cuando el PNB superó al PIB en 7%. Para la mayoría de los países, sin embargo, la diferencia entre estos indicadores estadísticos es insignificante.

El PIB y el PNB pueden servir como indicadores de la magnitud de la economía de un país. Pero, para juzgar su nivel de desarrollo económico, estos indicadores deben dividirse por el número de habitantes del país. El PIB per cápita y el PNB per cápita señalan la cantidad aproximada de bienes y servicios que cada persona de un país podría comprar en un año si los ingresos se dividieran en partes iguales (Gráfico 2.1). Es por ello que estas mediciones se suelen denominar también "ingreso per cápita".

En los cuadros de datos que aparecen al final de este libro, el PNB per cápita se expresa no sólo en dólares de EE.UU. sino también en dólares PPA, es decir, ajustados con ayuda de un factor de conversión de la paridad del poder adquisitivo (PPA). . El factor de conversión de la PPA indica el número de unidades

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de la moneda de un país necesario para comprar la misma cantidad de bienes y servicios en el mercado local que se podrían comprar con un dólar en los Estados Unidos. Al aplicar este factor de conversión se puede, por ejemplo, convertir el PNB nominal per cápita de un país (expresado en dólares de EE.UU. según el tipo de cambio de mercado de la moneda nacional) en el PNB real per cápita (indicador ajustado para tener en cuenta la diferencia de precios de los mismos bienes y servicios entre ese país y los Estados Unidos, independientemente de las fluctuaciones del tipo de cambio de la moneda nacional). El PNB ajustado en función de la PPA permite comparar mejor el consumo o los ingresos medios entre distintas economías.

En los países en desarrollo, el PNB real per cápita suele ser más alto que el PNB nominal per cápita, mientras que, en la mayoría de los países desarrollados, es más bajo (Cuadro 2.1). De ahí que la diferencia entre los ingresos reales per cápita de los países desarrollados y de los países en desarrollo sea menor que la diferencia entre los ingresos nominales per cápita.

Si bien reflejan el promedio de ingresos de un país, el PNB per cápita y el PIB per cápita tienen numerosas limitaciones cuando se trata de medir el bienestar real de la población. No indican de qué manera se distribuye el ingreso de un país entre sus habitantes. No toman en cuenta la contaminación, el deterioro ambiental y el agotamiento de los recursos. No registran las tareas no remuneradas que se realizan en los hogares o las comunidades, ni el trabajo que se lleva a cabo en la economía paralela. Atribuyen la misma importancia a los productos "beneficiosos" (como los medicamentos) que a los "perjudiciales" (los cigarrillos y las armas químicas, por ejemplo), y pasan por alto el valor de elementos como el tiempo libre y la libertad. De ahí que, para juzgar la calidad de vida relativa en distintos países, también sea necesario tomar en cuenta otros indicadores que señalan, por ejemplo, la distribución del ingreso y la incidencia de la pobreza (Capítulos 5 y 6), la salud y la longevidad de la población (Capítulo 8), el acceso a la educación (Capítulo 7) y la calidad del medio ambiente (Capítulo 10). Los especialistas utilizan también, para determinar el desarrollo, indicadores estadísticos compuestos (Capítulo 16).

Agrupación de países según su nivel de desarrollo.- Las organizaciones emplean diferentes criterios para agrupar los países según el nivel de desarrollo. El Banco Mundial, por ejemplo, utiliza el PNB per cápita para clasificar a los países como de ingreso bajo (PNB per cápita de $765* o menos en 1995), de ingreso mediano (divididos en países de ingreso mediano bajo [$766-$3.035] y países de ingreso mediano alto [$3.036-$9.385]) y de ingreso alto ($9.386 o más; véase el Mapa 2.1).

Cuadro 2.1. PNB nominal y real per cápita en diversos países, 1995

PaísPNB per cápita (dólares estadounidenses)

PNB per cápita (dólares PPA)

India 340 1.400

China 620 2.920

Rusia 2.240 4.480

Estados Unidos 26.980 26.980

Alemania 27.510 20.070

Japón 39.640 22.110

Según otra concepción más difundida, aunque aparentemente más discutible, los países se dividen en "desarrollados" y "en desarrollo", a pesar de que es evidente que incluso los países más desarrollados se encuentran en proceso de desarrollo. Tampoco es de gran ayuda clasificar los países en "menos desarrollados" y "más desarrollados", puesto que no se sabe con certeza dónde trazar la línea divisoria entre ambos grupos. Ante la ausencia de un criterio único sobre la determinación del desarrollo de un país,

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esas divisiones sólo se pueden basar en convenciones establecidas por los investigadores. Por ejemplo, el Banco Mundial ha convenido en designar a los países de ingreso bajo e ingreso mediano como "en desarrollo" y en denominar "industriales" o "desarrollados" a los países de ingreso alto.

La relativa exactitud de la clasificación de países en "desarrollados" y "en desarrollo" según el ingreso per cápita no se verifica, sin embargo, en todos los casos. Existe, por ejemplo, un grupo de "países de ingreso alto en desarrollo", que incluye Israel, Kuwait, Singapur y los Emiratos Árabes Unidos, los cuales se consideran en desarrollo debido a su estructura económica o a la opinión oficial de sus gobiernos, a pesar de que, por sus ingresos, se encuentran entre los países desarrollados.

Otra dificultad es la que presentan muchos países con economía "en transición" o "antiguamente planificada", es decir, los países que están pasando de una economía de planificación centralizada a una economía de mercado. Por un lado, ninguno de estos países ha alcanzado el umbral establecido para ser considerado de ingreso alto, pero, por el otro, muchos de ellos tienen un alto grado de industrialización. Es por ello que actualmente el Banco Mundial está reconsiderando su clasificación. Cabe señalar que, en el Informe sobre el Desarrollo Mundial 1982, estos mismos países se clasificaron como "industriales no de mercado", y en las publicaciones actuales de las Naciones Unidas la mayoría de ellos se agrupan entre los países "industriales".

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En 1995, menos de una de cada seis personas del mundo vivía en un país de ingreso alto (desarrollado) y casi dos de cada seis vivían en países en transición; entre éstos, China albergaba el 21% de la población mundial (Gráfico 2.2).

* Las cantidades de dinero se expresan en dólares corrientes de los Estados Unidos, salvo indicación en contrario.

Capítulo III. Crecimiento de la población mundial

La dinámica de la población es uno de los principales factores que se deben considerar al reflexionar sobre el desarrollo. En los últimos 50 años, la población mundial ha experimentado un incremento sin precedentes (Gráfico 3.1). ¿Saben ustedes por qué?

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Evolución mundial del aumento natural de la población.- Se produce un "aumento natural de la población" cuando la tasa de natalidad es mayor que la tasa de mortalidad. Mientras que la tasa de crecimiento demográfico de un país depende del aumento natural y de la migración, el crecimiento de la población mundial está determinado exclusivamente por el aumento natural.

En todo el mundo, las tasas de mortalidad disminuyeron a fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, pero en los países en desarrollo en particular retrocedieron drásticamente después de la segunda guerra mundial, gracias a la difusión de la medicina moderna. En gran parte del mundo en desarrollo, las tasas de mortalidad comenzaron a disminuir unos 20 años antes, o más, que las tasas de natalidad, por lo cual hubo tasas de crecimiento demográfico extraordinariamente altas, del orden del 3% o incluso del 4% anual. Desde los años sesenta, las tasas de natalidad también han venido retrocediendo rápidamente en la mayoría de los países en desarrollo , excepto en los de África al sur del Sahara y el Oriente Medio. Esta evolución de las tasas de natalidad en el mundo en desarrollo es similar a la que se verificó en Europa y los Estados Unidos en el siglo XIX (Gráfico 3.2).

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En la actualidad, los países de ingreso bajo todavía tienen las tasas de natalidad más elevadas del mundo (véase el Mapa 3.1), si bien las mujeres suelen tener menos hijos que antes. Las razones que explican el descenso de la fecundidad son diversas, pero la mayoría de ellas se relaciona con el crecimiento económico y el desarrollo humano de los países en desarrollo (Gráfico 3.3; véanse también los Capítulos 4 y 7). Los padres deciden tener menos hijos cuando las condiciones sanitarias mejoran y ellos dejan de temer la posibilidad de la muerte de varios de sus bebés, y cuando no necesitan de la ayuda de sus hijos para trabajar la tierra o procurarse el sustento o para que los cuiden en la vejez. Por otra parte, cada vez más padres mandan a sus hijas a la escuela, lo cual también es importante, porque las mujeres con educación básica suelen tener menos hijos y más sanos. Ahora más mujeres tienen oportunidad de trabajar fuera del hogar, de manera que, cuando forman una familia, no son tan jóvenes y tienen menos niños. Asimismo, el acceso a la planificación familiar está mejorando, lo cual permite a los padres controlar el número de hijos que desean tener y espaciar los nacimientos.

Es probable que la disminución de la tasa de fecundidad no se traduzca de inmediato en la reducción de la tasa de natalidad y del crecimiento demográfico, si el número de hombres y mujeres en edad de procrear de un país es mayor que antes. El crecimiento de la población que se produce cuando más mujeres dan a luz aunque cada una de ellas tenga el mismo número de hijos o incluso menos se denomina "momento demográfico". El momento demográfico es particularmente importante en los países en desarrollo que tuvieron las tasas más altas de fecundidad hace 20 ó 30 años.

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Como resultado de la disminución de las tasas de natalidad de los últimos decenios, se han reducido las tasas de crecimiento demográfico de los países en desarrollo, a pesar del retroceso constante de las tasas de mortalidad. El crecimiento demográfico es aún más lento en los países desarrollados (Gráfico 3.4). La estabilización de las tasas de natalidad y el aumento de las tasas de mortalidad (este último como consecuencia del envejecimiento de la población, Capítulo 8) ya han tenido como consecuencia una reducción natural de la población en Italia y Alemania. Según se prevé, lo mismo ocurrirá pronto en el Japón y España (véanse las tasas de natalidad y mortalidad en el Cuadro de datos 1).

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En los últimos 30 años, la tasa de crecimiento demográfico mundial disminuyó de más del 2,0% al 1,5% anual y, según los especialistas, esta tendencia va a continuar. Pero en números absolutos, la población mundial está aumentando con más rapidez que nunca: a mediados de 1995 se incrementaba en unas 230.000 personas por día. Ello se debe a que la base de población jamás había sido tan grande. En 1995, la Tierra tenía alrededor de 5.700 millones de habitantes, casi el doble que en 1970. Según las previsiones, en los próximos 35 años se agregarán otros 2.500 millones, el 90% de ellos en los países en desarrollo. Se calcula que la participación de los países en desarrollo en la población mundial aumentará del 84% al 88%.

A corto plazo, el veloz crecimiento demográfico de los países pobres dará como resultado una reducción del PNB per cápita, por lo cual habrá menos recursos, por persona, para invertir en capital humano, fundamental para aumentar la productividad de la mano de obra. Pero a la larga, siempre y cuando dicha productividad aumente, contar con un mayor número de trabajadores podría contribuir al fortalecimiento económico de los países en desarrollo.

Cambios demográficos en los países europeos en transición.- Los antiguos países socialistas de Europa central y oriental constituyen una importante excepción a las tendencias demográficas de los países desarrollados y en desarrollo, las cuales suelen ser, en líneas generales, semejantes. La rápida disminución de las tasas de mortalidad observada en los decenios de 1950 y 1960 perdió impulso en los años setenta y ochenta. Más aún, en el decenio de 1990 la tasa de mortalidad aumentó en Rusia y otros países en transición, como Belarús, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Moldova, Rumania y Ucrania. En 1995, la tasa de mortalidad de Rusia era igual al promedio correspondiente a África al sur del Sahara -15 defunciones por cada 1.000 habitantes- mientras que la tasa media de mortalidad de los países en desarrollo era de 9 por 1.000, y de los países desarrollados, 8 por 1.000.

Este retroceso dramático e históricamente sin precedentes se debe, más que nada, a una mayor mortalidad de varones adultos: entre los de más edad, por el incremento de las enfermedades cardiovasculares, y entre los más jóvenes, por el aumento de accidentes, suicidios y asesinatos.

Muchos de esos factores se pueden relacionar con el abuso de distintas sustancias, como el alcohol y el tabaco; ello, a su vez, se vincula con el deterioro de las condiciones de vida y con la incertidumbre y la

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tensión que la transición ha traído aparejadas. Pero no en todos los países en transición las veloces reformas económicas han resultado perjudiciales para la salud de la población. En la República Checa, por ejemplo, la tasa de mortalidad ha seguido descendiendo (Gráfico 3.5), mientras que en Hungría y Polonia no ha variado.

En los países europeos en transición, las tasas de natalidad han disminuido abruptamente en los últimos 5 a 10 años, aunque por razones distintas que en la mayoría de los países en desarrollo: se cree que dicha reducción está estrechamente relacionada con el empeoramiento de la calidad de vida provocado por la crisis social y económica de la transición. Como consecuencia, las tasas de fecundidad de estos países se encuentran muy por debajo del "nivel de renovación" (apenas más de dos niños por familia) y son inferiores a las de la mayoría de los países desarrollados (véase el Gráfico 3.3).

Debido a esta evolución demográfica inusual -aumento de las tasas de mortalidad y disminución de las tasas de natalidad- muchos de los países europeos en transición (Rusia y Letonia, por ejemplo; véase el Gráfico 3.5) han sufrido una reducción natural de la población.

Capítulo IV. Tasas de crecimiento económico

Las tasas de crecimiento del PIB y el PNB de los países en desarrollo son, como promedio, más elevadas que las de los países desarrollados. Más aún, la diferencia se acrecentó en los últimos años porque el crecimiento del PNB de los países desarrollados pasó de más del 3% anual en los años ochenta a alrededor del 2% en la primera mitad del decenio de 1990. Los países de ingreso bajo, en cambio, parecen haber tenido un desempeño mucho mejor en este período, pues su PNB aumentó casi un 6% anual en 1980-95. Entonces, ¿los países pobres pronto estarán a la altura de los ricos?

Lamentablemente, la evolución del crecimiento económico que acabamos de describir no indica que el mundo marche hacia una "convergencia", es decir, hacia la eliminación gradual de la brecha económica entre países ricos y países pobres. El crecimiento demográfico, que es más rápido en la mayoría de los países en desarrollo, está neutralizando el aumento comparativamente mayor del PNB, por lo cual las tasas de crecimiento del PNB per cápita de estos países son bajas y, en algunos casos, negativas (Gráfico 4.1; Mapa 4.1).

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Como consecuencia, la diferencia entre el PNB medio per cápita de los países desarrollados y de los países en desarrollo continúa ahondándose. Según un estudio del Banco Mundial, en 1870 el ingreso per cápita de los países más ricos era 11 veces mayor que el de los países más pobres, 38 veces mayor en 1960 y 52 veces mayor en 1985. A comienzos del decenio de 1990, de los $28 billones del PIB mundial, sólo $5 billones —menos del 20%— se generaban en los países en desarrollo, a pesar de que en estos países residía aproximadamente el 80% de la población mundial.

El rápido crecimiento medio verificado en los países en desarrollo también oculta disparidades cada vez más grandes entre países. Entre 1985 y 1995, el mayor incremento del PNB per cápita tuvo lugar en Asia oriental: más del 7% anual (Gráfico 4.2). , pero en otras dos regiones del mundo en desarrollo la tasa media de crecimiento anual fue negativa: -1,1% en África al sur del Sahara y -0,3% en el Oriente Medio y Norte de África. El mayor retroceso del PNB per cápita se produjo en Europa oriental y Asia central, debido a la crisis económica provocada por la transición de la planificación centralizada a la economía de mercado.

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Sin embargo, no todas son malas noticias para los países en desarrollo. Los dos países en desarrollo con mayor número de habitantes tuvieron, comparativamente, un desempeño bastante bueno en 1985-95. En la India, el PNB per cápita aumentó alrededor del 3,2% al año, mientras que en China registró un incremento anual sin precedentes: 8,3%. El rápido crecimiento observado en China y la India explica por qué más de la mitad de la población mundial vive en países con economías que crecen a un ritmo superior al 2% anual (Gráfico 4.3). Pero cuando se analizan los países de ingreso bajo excluidas China y la India, el crecimiento anual medio del grupo resulta negativo (véase el Gráfico 4.1). En 1985-95, más de la mitad de los países en desarrollo tenían tasas de crecimiento negativas, y cuatro quintos de aquellos con tasas positivas crecían con mayor lentitud que los países de ingreso alto (véase el Mapa 4.1).

Entre 1965 y 1995, la brecha entre los países desarrollados y la mayor parte de los países en desarrollo se amplió considerablemente (Gráfico 4.4). Asia fue la única región que logró un avance notable hacia el nivel de PNB per cápita de los países desarrollados. El ingreso per cápita de las economías recientemente industrializadas de Asia —Hong Kong (China), República de Corea, Singapur y Taiwán (China) — pasó de representar el 18% del promedio de los países desarrollados, en 1965, al 66% en 1995. Al mismo tiempo, África, por ejemplo, se empobreció aún más en términos relativos. El ingreso medio per cápita en los países africanos llegaba al 14% del registrado en los países desarrollados en 1965, pero había descendido al 7% en 1995. Ustedes pueden determinar la posición de sus países en 1995 en el Gráfico 4.4 utilizando el Cuadro de datos 1 que figura al final del libro (pueden ver las estimaciones del PNB per cápita ajustadas en función de la paridad del poder adquisitivo y considerar $24.930 como promedio del PNB per cápita de los países desarrollados).

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Actualmente sólo unos 10 países en desarrollo —aquellos cuya tasa de crecimiento del PNB per cápita supera en 1 punto porcentual el promedio correspondiente a los países desarrollados— tienen posibilidades de ponerse a la altura de éstos en los próximos cien años; únicamente podrán lograrlo si mantienen sus elevadas tasas de crecimiento, lo cual es todo un desafío. Efectivamente, cuanto más pobre es un país, más difícil le resulta retener el alto nivel de inversión que necesita para crecer (véase el Capítulo 6).

Capítulo V. Desigualdad en la distribución del ingreso

Para comenzar a entender cómo es la vida en un país —para saber, por ejemplo, cuántos de sus habitantes son pobres— no basta con conocer su ingreso per cápita. El número de pobres de un país y la calidad de vida también dependen de la igualdad —o la desigualdad— en la distribución del ingreso.

Desigualdad en la distribución del ingreso: comparación entre países.- En el Brasil y Hungría, por ejemplo, los niveles de PNB per cápita son bastante similares, pero en el Brasil la incidencia de la pobreza es mucho más alta. Esta situación se puede explicar con la ayuda del Gráfico 5.1, donde se observan los porcentajes del ingreso nacional recibido por percentiles iguales de individuos u hogares ordenados según su nivel de ingresos. En Hungría, el 20% (quintil) más rico de la población recibe aproximadamente 4 veces más que el quintil más pobre, mientras que, en el Brasil, el porcentaje que obtiene el quintil más rico supera en más de 30 veces al que recibe el quintil más pobre.

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Esa relación es, como promedio, del orden de 6:1 en los países de ingreso alto. En el mundo en desarrollo, la desigualdad, medida de la misma manera, varía según la región: es de 4:1 en Asia meridional; 6:1 en Asia oriental y Oriente Medio y Norte de África; 10:1 en África al sur del Sahara, y 12:1 en América Latina.

Curva de Lorenz e índice de Gini.- Para medir la desigualdad en la distribución del ingreso de un país y compararla con mayor exactitud con la de otros países, los economistas utilizan las curvas de Lorenz y los índices de Gini. La curva de Lorenz relaciona los porcentajes acumulados del total de ingresos recibidos con los porcentajes acumulados de individuos o familias que reciben dichos ingresos, comenzando con los más pobres (Gráfico 5.2). ¿Cómo se construye?

En primer lugar, los economistas ordenan todos los individuos o familias de un país de acuerdo con su nivel de ingresos, de los más pobres a los más ricos. Luego los dividen en 5 grupos (20% en cada uno) o

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en 10 grupos (10% en cada uno), y el ingreso de cada grupo se calcula y se expresa como porcentaje del PIB (véase el Gráfico 5.1). Después, los economistas representan la proporción del PIB recibida por estos grupos, en forma acumulada, es decir, representan la participación del quintil más pobre en el ingreso contra el 20% de la población, la participación del quintil más pobre y el quintil siguiente (el cuarto) en el ingreso contra el 40% de la población, y así sucesivamente, hasta que representan la participación total de los cinco quintiles (igual al 100%) contra el 100% de la población. Al unir todos los puntos del gráfico, partiendo del 0% del ingreso recibido por el 0% de la población, obtienen la curva de Lorenz del país.

Cuanto más pronunciada sea la curva de Lorenz, mayor será la desigualdad de la distribución del ingreso del país. Para comparar, véase en el Gráfico 5.2 la "curva" de la distribución absolutamente igualitaria, según la cual el primer 20% de la población recibiría exactamente el 20% del ingreso, el 40% de la población recibiría el 40% del ingreso, y así sucesivamente. En este caso, la curva de Lorenz correspondiente sería una línea recta que partiría del ángulo inferior izquierdo del gráfico (x = 0%, y = 0%) hacia el ángulo superior derecho (x = 100%, y = 100%). En el Gráfico 5.2 se observa que la curva de Lorenz del Brasil se aleja mucho más de la línea hipotética de la igualdad absoluta que la curva correspondiente a Hungría, lo que significa que, en el Brasil, la desigualdad de ingresos es mayor.

Cuando se trata de comparar la desigualdad en la distribución del ingreso en distintos países, resulta más acertado utilizar el índice de Gini, que se calcula como la superficie entre una curva de Lorenz y la línea de la igualdad absoluta, expresada como porcentaje del triángulo ubicado debajo de la línea (véanse las dos superficies sombreadas en el (Gráfico 5.2). Así, un índice de Gini del 0% representa la igualdad perfecta: la curva de Lorenz coincide con la línea de la igualdad absoluta. Un índice de Gini del 100% supone la desigualdad perfecta: la curva de Lorenz coincide con el eje de las x y sube perpendicularmente en el último valor de x (es decir, la familia o el individuo más ricos; véase la línea punteada gruesa del Gráfico 5.2). En realidad, ni la igualdad perfecta ni la desigualdad perfecta son posibles. Por ello, los índices de Gini son siempre mayores que 0% pero menores que 100% (véase el Gráfico 5.3 y el Cuadro de datos 1).

Costos y beneficios de la desigualdad del ingreso.- ¿La desigualdad de la distribución del ingreso es beneficiosa o perjudicial para el desarrollo de un país? Hay opiniones diferentes sobre la distribución óptima; algunos consideran, por ejemplo, que el índice de Gini debería ser cercano al 25% (como en Suecia); otros, al 40% (como en los Estados Unidos). Examinemos los siguientes argumentos.

Una distribución muy aproximada a la igualdad absoluta puede resultar negativa para la eficiencia económica. Veamos, por ejemplo, la experiencia de los países socialistas, donde la reducción deliberada y

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pronunciada de la desigualdad (sin ganancias privadas y con diferencias mínimas en sueldos y salarios) eliminó los incentivos que la gente necesitaba para participar activamente en la economía y trabajar con diligencia y espíritu emprendedor. La nivelación socialista de los ingresos tuvo por consecuencia el relajamiento de la disciplina y el debilitamiento de la iniciativa de los trabajadores; la mala calidad y la escasa variedad de bienes y servicios; la lentitud del progreso técnico y, finalmente, la desaceleración del crecimiento económico, lo que desembocó en una mayor pobreza.

Por otra parte, la desigualdad excesiva afecta la calidad de vida de la gente, pues aumenta la incidencia de la pobreza y, de este modo, obstaculiza las mejoras en materia de salud y educación y favorece el delito. También se deben considerar los efectos que una marcada desigualdad en la distribución del ingreso provoca en algunos factores importantes del crecimiento económico:

Una gran desigualdad pone en peligro la estabilidad política de un país, porque la cantidad de gente que está disconforme con su situación económica aumenta, lo que dificulta el consenso político entre los grupos de población de ingresos más altos y más bajos. La inestabilidad política incrementa los riesgos que supone invertir en un país, cuyo potencial de desarrollo se ve así seriamente perjudicado (véase el Capítulo 6).

Una gran desigualdad limita el uso de importantes instrumentos de mercado, como las modificaciones de precios y las multas. Por ejemplo, es posible que, aumentando las tarifas de electricidad y agua caliente, se promueva el uso eficiente de la energía (véase el Capítulo 15), pero si existe una desigualdad muy pronunciada, el menor incremento de las tarifas puede significar enormes privaciones para los ciudadanos más pobres.

Una gran desigualdad puede desalentar determinadas normas básicas de comportamiento entre los agentes económicos (individuos o empresas), como la confianza y el compromiso. Si los riesgos comerciales son altos y resulta costoso hacer cumplir los contratos, todas las transacciones económicas serán más lentas, lo cual, a su vez, dificultará el desarrollo económico.

Éstas son algunas de las razones por las cuales expertos internacionales recomiendan reducir la desigualdad de la distribución del ingreso en los países en desarrollo, a fin de ayudar a acelerar el desarrollo económico y humano.

Capítulo VI. Pobreza

El concepto de pobreza varía de un país a otro. En términos generales, cuanto más rico es un país, más alta es la línea que fija para demarcar la pobreza. Para poder efectuar comparaciones internacionales, el Banco Mundial ha establecido una línea internacional de pobreza de $1 al día por persona, a precios de 1985, ajustados para tener en cuenta la paridad del poder adquisitivo. De acuerdo con esta medición, la proporción de pobres en la población mundial —quienes viven con menos de $1 por día— descendió levemente entre 1987 y 1993, pues pasó del 30% al 29%. Pero el número absoluto de pobres aumentó de 1.200 millones a 1.300 millones, y otros 2.000 millones de personas se encuentran en una situación apenas mejor.

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Geografía de la pobreza.- La mayor parte de los pobres del mundo viven en Asia meridional (39%), Asia oriental (33%, la mayoría de ellos en China e Indochina) y África al sur del Sahara (17%). Asia meridional presenta también la mayor incidencia de pobreza (43% de su población), seguida de África al sur del Sahara (39%; Gráfico 6.1). Entre los países en los cuales más de la mitad de la población se halla por debajo de la línea internacional de pobreza se cuentan Guatemala, Guinea-Bissau, India, Kenya, Lesotho, Madagascar, Nepal, Níger, Senegal y Zambia (Mapa 6.1 y Cuadro de datos 1).

Los analistas han descubierto una fuerte relación positiva entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Por ejemplo, en Asia oriental (excluida China), donde se encuentran las economías que crecen con mayor velocidad en el mundo, la proporción de la población que vive en la pobreza disminuyó del 23% en 1987 a menos del 14% en 1993. Pero en África al sur del Sahara, donde predominó, en ese período, un crecimiento negativo del PNB per cápita, prácticamente no hubo variación en la incidencia de la pobreza.

El círculo vicioso de la pobreza.- En general, los economistas suponen que el deseo de la gente de ahorrar para consumir en el futuro aumenta con los ingresos. Cuanto más pobre es una persona, menos recursos tiene para planificar su futuro y ahorrar. La misma lógica se aplica a las empresas y los gobiernos. Por ello, en los países pobres, donde la mayor parte del ingreso se debe gastar en satisfacer las necesidades del momento —en muchos casos, acuciantes— el ahorro La escasez de ahorro constituye una traba para la crucial inversión interna tanto en capital físico como en capital humano. Sin inversiones nuevas, la productividad de la economía no puede mejorar y no pueden aumentar los ingresos. De este modo, se cierra el círculo vicioso de la pobreza (Gráfico 6.2). Entonces, ¿están los países pobres condenados a seguir siendo pobres?

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Los últimos datos sobre inversión interna bruta en Asia oriental parecen indicar que no es así. A pesar de que, en la región, el PNB per cápita inicial era bajo, el ahorro interno bruto y la inversión interna bruta eran elevados e iban en aumento hasta la crisis financiera de 1998 (Gráfico 6.3). Los especialistas siguen tratando de explicar este fenómeno. En términos generales, sin embargo, muchos de los factores que alientan a la gente a ahorrar e invertir son bien conocidos; entre ellos se cuentan la estabilidad política y económica, un sistema bancario confiable y una política oficial favorable.

Además de la inversión interna, la inversión extranjera puede ayudar a los países en desarrollo a romper el círculo vicioso de la pobreza, en especial si va acompañada de transferencias de tecnología de vanguardia de los países desarrollados. La oportunidad de beneficiarse de la inversión y la tecnología extranjeras muchas veces se menciona como "la ventaja del atraso", que debería, al menos en teoría, permitir a los

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países pobres desarrollarse más rápidamente de lo que, en su momento, progresaron los países industriales de la actualidad. Sin embargo, muchas de las condiciones necesarias para atraer inversión extranjera a un país son las mismas que se requieren para estimular la inversión interna.

Un clima propicio para las inversiones se compone de muchos factores que hacen que sea más redituable y menos riesgoso invertir en un país que en otro. La estabilidad política es uno de los más importantes. Tanto los inversionistas nacionales como los extranjeros desisten ante el peligro de una conmoción política y ante la perspectiva de que un nuevo régimen pueda exigir impuestos punitivos o expropiar bienes de capital. Como consecuencia, el país donde se produjera esa situación podría caer en otro círculo vicioso, como hemos visto históricamente en algunos países latinoamericanos (Gráfico 6.4). La inestabilidad política ahuyenta las inversiones nuevas; ello impide que la economía crezca rápidamente y que la situación económica de la población mejore, lo cual genera más descontento con el régimen político imperante y aumenta la inestabilidad política. Este círculo vicioso de inestabilidad política puede convertirse en un serio obstáculo para la reactivación del desarrollo económico y la reducción de la pobreza.

Capítulo VII. Educación

El capital es una masa de recursos utilizados para producir bienes y servicios. Lo más frecuente es que por él se entienda el capital físico: los edificios, las máquinas, los equipos técnicos y las existencias de productos y materia prima. Pero el "capital humano" —los conocimientos y las aptitudes de la gente— es igualmente importante para la producción y no menos valioso para la persona que cuenta con él. La importancia del "factor humano" para la producción moderna se observa en la distribución del ingreso entre quienes poseen capital físico y quienes "poseen" conocimientos y aptitudes. Por ejemplo, en los Estados Unidos, en el decenio de 1980, el ingreso recibido gracias a los conocimientos y aptitudes (mediante el pago de sueldos y salarios) fue 14 veces mayor que el obtenido por el capital físico (mediante el pago de dividendos y utilidades no distribuidas de las empresas). Este fenómeno llevó a los economistas a admitir la existencia del capital humano.

Educación y capital humano.- La mayor parte del capital humano se forma con la educación o la capacitación, que incrementan la productividad económica de una persona, es decir, le permiten obtener ingresos más altos. Los gobiernos, los trabajadores y los empleadores invierten en capital humano dedicando dinero y tiempo a la educación y la capacitación (acumulación de conocimientos y aptitudes).

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Como toda otra inversión, la inversión en capital humano exige sacrificios. La gente está de acuerdo en realizarlos si considera que, a cambio, va a obtener mayores ingresos en el futuro.

Los gobiernos gastan fondos públicos en educación porque creen que una población con mejor educación contribuirá a un desarrollo más rápido. Los empleadores pagan la capacitación de sus empleados porque esperan cubrir el costo correspondiente y obtener ganancias adicionales al aumentar la productividad. Y muchas personas están dispuestas a destinar tiempo y dinero a la educación y la capacitación porque, en la mayoría de los países, quienes tienen mejor educación y conocimientos especializados ganan más. La gente educada y especializada suele estar en condiciones de producir más o de generar una producción más valiosa en el mercado; los empleadores generalmente lo reconocen así al pagarles salarios más altos.

Sin embargo, los beneficios económicos de la educación no son uniformes. Pueden ser menores si:

La calidad de la educación es deficiente o los conocimientos y las aptitudes adquiridos en la escuela no coinciden con la demanda del mercado. En este caso, las inversiones en capital humano no han sido lo bastante eficientes, lo que da por resultado menos capital humano y menos beneficios para los individuos y la sociedad.

La demanda de capital humano es insuficiente debido a la lentitud del crecimiento económico. En este caso, es probable que el capital humano de los trabajadores se vea desaprovechado y mal remunerado.

Deliberadamente se abonan salarios similares a trabajadores con distintos niveles de educación y aptitudes, a fin de mantener una relativa igualdad en las remuneraciones; es lo que solía suceder, por ejemplo, en los países con economía de planificación centralizada. Estas distorsiones de los salarios relativos se están eliminando en la transición de esos países hacia una economía de mercado.

La riqueza del capital humano y su ritmo de aumento son cruciales para el nivel y la velocidad del desarrollo económico de un país, fundamentalmente porque el capital humano es el principal factor determinante de la capacidad de un país para producir y adoptar innovaciones tecnológicas. La inversión en capital humano, si bien es extremadamente importante, no basta para lograr un rápido crecimiento económico: debe ir acompañada de una estrategia de desarrollo acertada.

Analicemos los casos de Filipinas y Viet Nam, donde la alfabetización de los adultos es mayor que en la mayoría de los demás países del sudeste asiático (véase el Cuadro de datos 2). No obstante, hasta hace poco tiempo, el crecimiento de esos dos países era relativamente lento, en gran medida porque sus estrategias de desarrollo les impedían aprovechar plenamente la riqueza de su capital humano. En Viet Nam, la planificación centralizada era responsable de esa situación, mientras que en Filipinas el problema radicaba en que la economía del país estaba aislada de los mercados mundiales. En los últimos años, sin embargo, ambos países han obtenido rendimientos de sus inversiones en capital humano: Viet Nam, adoptando un modelo de desarrollo más cercano a la economía de mercado y mejorando radicalmente su tasa de crecimiento; y Filipinas, "exportando" muchos de sus trabajadores capacitados e "importando" las ganancias en divisas que éstos producen.

La mayoría de los gobiernos está desempeñando un papel cada vez más activo como proveedor de educación (Mapa 7.1 y Cuadro de datos 2 Las diferencias en el gasto público en educación (en relación con el PIB) entre un país y otro reflejan las diferencias en los esfuerzos de cada Estado por aumentar el capital humano. Los gobiernos de los países en desarrollo destinan una proporción mayor de su PIB a la educación en la actualidad que en 1980. Sin embargo, dicha proporción sigue siendo menor que la que dedican los países desarrollados: 3,4% del PIB en los países de ingreso bajo y 4,4% en los países de ingreso mediano, frente al 5,6% en los países de ingreso alto. Utilizando los Cuadros de datos 1 y 2, se puede calcular la diferencia absoluta entre el gasto público per cápita en educación en los países desarrollados y en desarrollo, que representa una importante manifestación del círculo vicioso de la pobreza descrito en el Capítulo 6: el bajo ingreso per cápita dificulta las inversiones en capital humano (y en capital físico), la productividad aumenta entonces con gran lentitud y ello impide que haya mejoras de importancia en el ingreso per cápita.

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Sin embargo, la información sobre el gasto público en educación no presenta un panorama completo de la inversión en capital humano, porque en muchos países el gasto privado en este rubro es considerable. En todo el mundo, la diferencia entre el gasto público y el gasto privado en educación varía enormemente y, al parecer, no guarda relación con el ingreso medio de los países. Entre los países de ingreso bajo, por ejemplo, la proporción del gasto privado en educación oscila entre el 20%, aproximadamente, registrado en Sri Lanka, hasta el 60% en Uganda y Viet Nam, mientras que en los países de ingreso alto va desde el 5% en Austria hasta el 50% en Suiza.

Hay, no obstante, cierto patrón en el equilibrio entre gasto público y privado en distintos niveles de educación. La mayoría de los gobiernos proporcionan, en forma gratuita, instrucción primaria y, en algunos casos, secundaria, porque consideran que no sólo las propias personas sino todo el país se beneficia notablemente cuando la mayoría de los ciudadanos sabe leer, escribir y participar plenamente en la vida social y económica. Al mismo tiempo, las instituciones de educación terciaria, tanto privadas como públicas, suelen ser de pago, porque se cree que son los graduados quienes recogen los mayores beneficios derivados de este nivel de educación (a través del aumento de sus ingresos futuros), antes que la sociedad en su conjunto.

En el caso de la educación profesional, los empleadores suelen cumplir una importante función, pues proporcionan capacitación práctica a los empleados en el trabajo y financian la formación en escuelas técnicas. Los gobiernos tratan de alentar la participación de los empleadores, a fin de ahorrar fondos públicos y vincular la educación profesional con las necesidades del mercado laboral. Las competencias específicas se adquieren y perfeccionan mejor a través del adiestramiento en el servicio, especialmente en aquellos trabajos que suponen un avance tecnológico notable.

El financiamiento público de la capacitación profesional se considera justificado, por lo general, cuando la capacidad de adiestramiento de los empleadores es deficiente (en el caso de las empresas pequeñas y medianas, por ejemplo) o inexistente (como sucede con la reconversión laboral de trabajadores desempleados). Una educación general de muy buena calidad constituye la mejor garantía de la capacidad de una persona para adquirir nuevas competencias a lo largo de su carrera y de la voluntad de los empleadores de invertir en la capacitación profesional de esa persona. Lo más importante es que los empleados puedan comunicarse claramente por escrito y utilizar conocimientos de matemática y ciencias para diagnosticar y solucionar problemas.

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Educación primaria y alfabetización.- La escuela primaria ayuda a los niños a adquirir nociones básicas de lengua y matemática, así como otros conocimientos y destrezas necesarios para su educación futura. En los países de ingreso bajo, en ocasiones la educación primaria mejora las condiciones de vida de los pobres, pues los transforma en trabajadores más productivos, les permite aprender nuevas habilidades a lo largo de su vida laboral y reduce el riesgo de desempleo. Por otra parte, las niñas y las mujeres, en especial, que han asistido a la escuela primaria suelen formar familias menos numerosas y más sanas, en las que la mortalidad infantil es menor.

A pesar del rápido aumento del número de niños en edad de asistir a la escuela primaria, desde 1970 los países en desarrollo han logrado un apreciable incremento del porcentaje de niños matriculados en la escuela primaria (Gráfico 7.1). La educación primaria universal, objetivo que persigue la mayoría de los gobiernos de los países en desarrollo, dista de ser una realidad en muchos de ellos (Cuadro de datos 2). En muchos países de ingreso bajo, la escasa matriculación puede indicar deficiencias en la capacidad del sistema educativo, así como la existencia de condiciones sociales que impiden a los niños inscribirse en la escuela.

Como se sabe que los beneficios sociales y económicos para la sociedad que se derivan de la educación primaria son más elevados que los que proporcionan otros niveles de estudio, la mayoría de los gobiernos se ha comprometido a brindar acceso gratuito a la escuela primaria a todos los niños. En los países de ingreso bajo, sin embargo, a veces los fondos públicos destinados a ese fin resultan insuficientes para atender la demanda creciente de las poblaciones en rápido aumento. En ocasiones, esos fondos no se asignan de manera equitativa, pues se ofrecen mejores oportunidades educativas a los niños de las ciudades que a los de las zonas rurales; a los niños en situación acomodada que a los niños pobres, y a los varones que a las niñas. En algunos países, el financiamiento público de la educación favorece los niveles de estudio más altos, de modo que se benefician más que nada los alumnos mayores cuya posición es holgada, lo cual agrava la desigualdad social.

Incluso donde la educación primaria es accesible, muchos niños pobres no la pueden aprovechar, pues, en lugar de asistir a la escuela, tienen que trabajar. El trabajo excesivo y prematuro afecta la salud de los niños y les impide desarrollar sus habilidades sociales; como consecuencia, reduce su capacidad de obtener ingresos en el futuro y perpetúa el círculo vicioso de la pobreza.

Además, la matriculación en la escuela primaria es, en general, más baja entre las niñas que entre los varones. Esta diferencia entre los sexos es mayor en Asia meridional, Oriente Medio y África al sur del Sahara, y es producto de normas culturales, la maternidad temprana, las escasas oportunidades de

empleo para la mujer y la idea tradicional de que las niñas deben contribuir en mayor medida a las tareas domésticas. Como consecuencia, de los 900 millones de adultos analfabetos que existen en los países en desarrollo (casi una persona de cada tres), prácticamente dos tercios son mujeres (Gráfico 7.2).

Cabe señalar que el trabajo infantil es un problema de la pobreza, es decir, su incidencia disminuye a medida que aumenta el ingreso per cápita. Ello significa que un mayor crecimiento económico podría llegar a eliminar este obstáculo para la universalidad de la educación primaria. Las diferencias en la matriculación escolar por razón de género, en cambio, no guardan relación con el nivel general de vida, de modo que no basta con que los países crezcan para solucionar el problema. Para salvar esas diferencias se requieren políticas nacionales al

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efecto, como la reducción de los costos directos e indirectos que la asistencia de las niñas a la escuela supone para los padres y la construcción de un mayor número de escuelas para niñas, en aquellos sistemas donde la educación no es mixta.

Problemas de la educación secundaria y terciaria.- En la mayoría de los países en desarrollo, la matriculación en la escuela secundaria está muy por debajo de la matriculación en la escuela primaria (véase el Cuadro de datos 2). Si bien la situación ha mejorado en los últimos decenios, en los países de ingreso bajo e ingreso mediano, menos del 60% de la población en edad de asistir a la escuela secundaria, como promedio, está matriculada, mientras que, en los países de ingreso alto, la escolaridad secundaria es prácticamente universal (Gráfico 7.3).

África al sur del Sahara es la región del mundo con la mayor proporción de niños y adolescentes que no están matriculados en la escuela secundaria. Si se consulta el Cuadro de datos 2, se observará que el indicador más alto de la incidencia del trabajo infantil —es decir, el porcentaje de niños de 10 a 14 años que trabajan— corresponde también a África al sur del Sahara. El trabajo infantil sigue siendo el mayor obstáculo para la educación de los niños de los países de ingreso bajo. De acuerdo con la información existente, en estos países (excluidas China y la India) casi un tercio de los niños de 10 a 14 años integran la fuerza de trabajo, mientras que en muchos países de África al sur del Sahara la proporción aumenta a la mitad. En realidad, la situación puede ser aún peor: en muchos países la información sobre el trabajo infantil se declara parcialmente o no se declara en absoluto, porque las autoridades niegan la existencia del problema.

La brecha entre los países desarrollados y en desarrollo es particularmente pronunciada en la educación terciaria. En los países de ingreso alto la matriculación terciaria ha aumentado rápidamente desde 1980, pero en los países de ingreso bajo e ingreso mediano sólo tuvo una pequeña mejora (Gráfico 7.4 y Cuadro de datos 2).

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El número de estudiantes matriculados en un nivel de estudio no indica la calidad de la educación y, por lo tanto, sólo da una idea aproximada de los logros de un país en materia de instrucción. Para rendir beneficios económicos, la educación y la capacitación deben satisfacer las demandas cambiantes del mercado laboral, es decir, deben proporcionar a los graduados los conocimientos y las destrezas necesarios para cada etapa del desarrollo económico de un país. Por ejemplo, los países que pasan de una economía de planificación centralizada a una economía de mercado suelen requerir más gente capacitada en economía y administración de empresas, para desempeñarse en el incipiente sector privado y en el sector público reformado. Actualmente, la revolución informática impone la necesidad de trabajadores con conocimientos de computación, y la globalización (véanse los Capítulos 13 y 14) ha incrementado la demanda de gente con dominio de idiomas extranjeros. En general, en todas partes se necesita gente innovadora, y un sistema educativo que produzca graduados sin esta cualidad no puede considerarse plenamente eficaz.

En el Gráfico 7.5 se observan algunas diferencias en la calidad de la educación que proporcionan países en transición y países con economías de mercado establecidas. Los niños de Hungría, Eslovenia y la ex Unión Soviética demostraron tener más conocimientos que los de Canadá, Francia, Israel y el Reino Unido, pero menos capacidad para aplicarlos en situaciones nuevas y diferentes. En una economía de mercado competitiva, los graduados que no son innovadores ni están en condiciones de resolver problemas corren mayor riesgo de sufrir el desempleo y la pobreza.

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La inversión en educación no es sólo un medio importante de formar el capital humano de una nación y mejorar sus posibilidades de crecimiento económico y su nivel de vida. También es valiosa en sí misma, porque la educación amplía las perspectivas de la gente y le ayuda a tener una vida más sana, más plena y más segura desde el punto de vista financiero. Por ello los especialistas consideran que la información sobre alfabetización, por ejemplo, es un indicador importante de la calidad de vida de un país.

Capítulo VIII. Salud y longevidad

La evolución de la salud de la población de un país se suele seguir utilizando dos indicadores estadísticos: la esperanza de vida al nacer y la mortalidad de niños menores de 5 años. Con frecuencia se dice que estos indicadores miden, en términos generales, la calidad de vida de una población, porque reflejan, indirectamente, muchos aspectos del bienestar de la gente, como el nivel de ingreso y nutrición, la calidad del medio ambiente en que vive y el acceso a la atención de la salud, el agua potable y el saneamiento.

La esperanza de vida al nacer indica el número de años que un bebé recién nacido viviría si las condiciones sanitarias prevalecientes en el momento de su nacimiento permanecieran iguales durante toda su vida. Este indicador no señala cuántos años va a vivir un bebé sino cuánto tiempo tiene probabilidad de vivir un bebé nacido en un año determinado. La tasa de mortalidad de niños menores de 5 años indica el número de niños, de cada 1.000 nacidos vivos, que tienen probabilidad de morir antes de llegar a los 5 años.

Como los niños son más vulnerables a la malnutrición y a las malas condiciones de higiene, entre ellos se registra la proporción más grande de defunciones en la mayoría de los países en desarrollo. Por lo tanto, en el mundo en desarrollo, reducir la mortalidad de menores de 5 años es la forma más efectiva de aumentar la esperanza de vida al nacer.

Tendencias mundiales.- Las condiciones de salud en el mundo entero mejoraron más en la segunda mitad del siglo XX que en toda la historia del hombre. La esperanza media de vida al nacer pasó, en los países de ingreso bajo e ingreso mediano, de 40 años en 1950 a 65 años en 1996. En el mismo período y en el mismo grupo de países, la tasa media de mortalidad de niños menores de 5 años descendió de 280 a 80 por 1.000. Pero estos logros están todavía muy lejos de los obtenidos por los

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países de ingreso alto, donde la esperanza media de vida al nacer es de 77 años y la tasa media de mortalidad de niños menores de 5 años es de 7 por 1.000.

A lo largo del siglo XX, los indicadores nacionales de la esperanza de vida han estado íntimamente relacionados con el PNB per cápita. Si comparamos el Gráfico 8.1 (Esperanza de vida al nacer, 1995) con el Gráfico 2.1 (PNB per cápita, 1995), veremos que, en general, cuanto más alto es el ingreso per cápita de un país, mayor es la esperanza de vida, si bien esta relación no explica todas las diferencias entre regiones y países. (Véase la información por país en los Cuadros de datos 1 y 2). Los otros dos factores que se consideran de gran importancia para aumentar la esperanza de vida nacional y regional son los avances en la tecnología médica (que algunos países aprovechan mejor que otros) y el mejoramiento de los servicios de salud pública y el acceso a ellos (en especial, el abastecimiento de agua potable, el saneamiento y la bromatología). La educación, particularmente de niñas y mujeres, trae aparejados grandes beneficios, porque las esposas y las madres que conocen las ventajas de los estilos de vida sanos son de vital importancia para reducir los riesgos que amenazan la salud de las familias.

Estos otros factores ayudan a explicar el hecho de que la mayor parte de los países en desarrollo se están poniendo a la altura de los países desarrollados en cuanto al estado de salud de la población, a pesar de que les van a la zaga en el ingreso per cápita (véase el Capítulo 4). El progreso de la tecnología médica, los servicios de salud pública y la educación permite ahora a los países traducir un determinado ingreso per cápita en "más salud" que antes. Por ejemplo, en 1900 la esperanza de vida en los Estados Unidos era aproximadamente de 49 años y el ingreso per cápita superaba los $4.000. Actualmente, en África al sur del Sahara la esperanza de vida es de más de 50 años, aun cuando el PNB es inferior a los $500.

En términos generales, en casi todos los países la esperanza de vida al nacer continuó mejorando en los últimos años (véase el Cuadro de datos 2). En los países en desarrollo, ello obedeció, en gran medida, a la marcada reducción de la mortalidad de niños menores de 5 años (Gráfico 8.2), gracias a una lucha más decidida contra las enfermedades transmisibles particularmente peligrosas para los niños, como la diarrea y las helmintiasis. En muchos países, el incremento del ingreso per cápita (véanse el Capítulo 4 y el Cuadro de datos 1) también contribuyó a que la mayoría de las familias pudiera acceder a una nutrición y unas viviendas de mejor calidad.

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Los gobiernos de los países en desarrollo han realizado inversiones para mejorar las medidas de salud pública (relativas al agua potable, el saneamiento y las campañas de vacunación, por ejemplo), la capacitación del personal médico, la construcción de dispensarios y hospitales, y la prestación de atención médica. No obstante, es mucho lo que queda por hacer. La malnutrición, en especial de mujeres y niños, sigue siendo un problema grave, y las enfermedades transmisibles, en gran parte evitables, aún cobran millones de vidas. Por ejemplo, la tasa de inmunización contra el sarampión en todo el mundo es, como promedio, de sólo el 80%, y por año mueren más de un millón de niños, víctimas de esta enfermedad, muchos de ellos en África al sur del Sahara, donde la tasa de inmunización contra el sarampión es la más baja: alrededor del 60%. Casi 2 millones de personas mueren todos los años a causa del paludismo o de enfermedades relacionadas con él, en su mayoría en los países de ingreso bajo; sólo en África, el SIDA se cobra más de 2 millones de vidas al año.

Estructura de la población por edades.- La salud y la longevidad de los habitantes de un país se reflejan en la estructura de su población por edades, es decir, los porcentajes de los diferentes grupos de edad en la población del país. Dicha estructura también se puede presentar en una pirámide de población, o pirámide por edad y sexo. En ella la población de un país se divide en varones y mujeres, y en grupos de edades (por ejemplo, grupos de cinco años, como en el Gráfico 8.3). En el Gráfico 8.3 se observan pirámides de población típicas de países de ingreso bajo e ingreso alto en 1995, y su proyección para 2025. La forma de las pirámides correspondientes a los países de ingreso bajo indica tasas de natalidad más altas, tasas de mortalidad más elevadas también (particularmente entre los niños) y menor esperanza de vida. Pensemos por qué en los países pobres la pirámide tiene base más ancha y es casi triangular, mientras que en los países ricos tiene forma rectangular o de pera. Expliquemos también las variaciones previstas en ambas pirámides para el año 2025.

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Como se observa en el Gráfico 8.3, en los países de ingreso bajo más de un tercio de la población tiene menos de 15 años, frente a menos de un quinto en los países de ingreso alto. Desde una perspectiva demográfica, ello implica que los grupos que lleguen a la edad reproductiva van a ser más numerosos y el aumento en el número de padres superará a la disminución en el promedio de hijos por familia. Debido a este fenómeno, conocido como momento de la población, las tasas de natalidad se mantendrán altas, aun cuando la fecundidad disminuya (véase el Capítulo 3). Desde una perspectiva social y económica, un porcentaje elevado de niños en una población indica que hay una proporción importante que es demasiado joven para trabajar y depende de los que trabajan. Ésta es la principal razón por la cual la proporción de personas a cargo es relativamente alta en la mayoría de los países en desarrollo. Mientras que en los países de ingreso alto hay alrededor de dos personas en edad de trabajar para mantener a cada persona que es demasiado joven o demasiado vieja para hacerlo, en los países de ingreso bajo esa relación es de aproximadamente 1,0-1,5.

En la actualidad, los países de ingreso alto enfrentan el problema del envejecimiento de la población, es decir, un porcentaje creciente de personas ancianas que no trabajan. En 1996, las personas de 60 años y más constituían el 18% de la población de esos países; según se prevé, este porcentaje llegará a casi el 22% en el año 2010. En varias naciones (Alemania, Bélgica, Grecia, Italia, Japón y Suecia), la proporción de ancianos ya ha alcanzado o superado el 21%. Una población que envejece impone una carga más pesada a los sistemas de jubilación, atención de la salud y seguridad social de un país.

A medida que la esperanza de vida en los países en desarrollo vaya mejorando, éstos también enfrentarán el problema del envejecimiento de la población (Gráfico 8.3), que los afectará más que a los países desarrollados porque tienen menos recursos financieros; el aumento de la esperanza de vida y, por consiguiente, el envejecimiento de la población son mucho más rápidos que en los países desarrollados; y la proporción de personas a cargo, tanto de niños como de ancianos, será muy alta.

En el Gráfico 8.3 también se expone el problema del desequilibrio entre la proporción de varones y mujeres en los grupos de más edad, causado por la mayor longevidad natural de las mujeres. En los países de ingreso alto hay, como promedio, 133 mujeres por cada 100 hombres de 60 años de edad o más. En los países de ingreso bajo el desequilibrio es menor (104 mujeres por cada 100 hombres), pero esta "ventaja" aparente de los países pobres se debe a una mayor mortalidad derivada de la maternidad y a la discriminación en razón del género, en especial la discriminación en el acceso a la atención de la salud.

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Problemas futuros.- A medida que la salud de la población mundial ha ido mejorando, la carga de la morbilidad ha disminuido. Al mismo tiempo, la estructura de la enfermedad ha variado rápidamente: la preponderancia de las enfermedades transmisibles (diarrea, helmintiasis, sarampión), que constituyen el mayor peligro para la salud de bebés y niños, ha dado paso al predominio de las enfermedades no transmisibles (enfermedades circulatorias, cardiopatías, cáncer), que afectan principalmente a los adultos. Si bien hay medios baratos y eficaces de eliminar la mayoría de las enfermedades transmisibles, el tratamiento de las no transmisibles suele ser mucho más costoso. Además, para reducir considerablemente su incidencia, la gente tendría que modificar su comportamiento y estilo de vida.

La diferencia en materia de salud entre Europa oriental y Europa occidental sirve de ejemplo para ilustrar la importancia del estilo de vida. A esa diferencia contribuye, fundamentalmente, la incidencia de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, cuyos principales factores de riesgo son una dieta inadecuada, la falta de ejercicio, el consumo excesivo de alcohol y el tabaquismo. Todos estos factores, en especial el hábito de fumar, son más frecuentes en Europa oriental (Gráfico 8.4 y Cuadro de datos 2).

El humo del cigarrillo es más perjudicial para la salud humana que todos los contaminantes del aire juntos. El hábito de fumar no sólo es peligroso para los fumadores, alrededor de la mitad de los cuales muere prematuramente a raíz de enfermedades relacionadas con el tabaco, como el cáncer, las cardiopatías y las afecciones respiratorias, sino también para los fumadores "pasivos", que inhalan el humo de los cigarrillos de otros. Se calcula que, para los fumadores pasivos, el riesgo de contraer cáncer aumenta un 30%, y de sufrir cardiopatías, un 34%.

Los gobiernos de la mayoría de los países desarrollados han tomado medidas para reducir el consumo de tabaco y disminuir así los costos que acarrea para la sociedad; con este propósito, han fijado impuestos al tabaco, han limitado la publicidad de cigarrillos y han informado a la población sobre los riesgos del hábito de fumar. Los impuestos más altos a los cigarrillos se han establecido en Europa occidental. De acuerdo con un informe publicado en 1998 por el Instituto de la Vigilancia Mundial, en Noruega los fumadores pagan $5,23 en impuestos por cada cartón de cigarrillos, lo que representa el 74% del precio total; en el Reino Unido pagan $4,30 por concepto de impuestos, el 82% del precio total. La experiencia recogida en numerosos países demuestra que los impuestos al tabaco son eficaces para desalentar su consumo: si el

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precio de los cigarrillos aumenta un 10%, el consumo se reducirá en un 5% entre los adultos y de un 6% a un 8% entre los jóvenes (de 15 a 21 años), quienes suelen tener menos ingresos disponibles.

Según el mismo informe, mientras que en Europa occidental y los Estados Unidos el número de fumadores está disminuyendo, en la mayoría de los países en desarrollo va en aumento, particularmente entre las mujeres y los jóvenes. Ante el retroceso de la demanda en sus propios países, las compañías tabacaleras europeas y estadounidenses han logrado aumentar sus ventas ingresando en los mercados, menos regulados e informados, de los países menos desarrollados. En los últimos 10 años, las exportaciones de cigarrillos como porcentaje de la producción se han duplicado hasta alcanzar el 60% en el Reino Unido y el 30% en los Estados Unidos, los dos principales exportadores. Si se mantienen las pautas actuales de consumo de cigarrillos, el número de muertes relacionadas con el tabaco en todo el mundo aumentará abruptamente, desde los 3 millones al año que se producen en la actualidad, hasta los 10 millones en el año 2020, y el 70% de ellas ocurrirá en el mundo en desarrollo.

Capítulo IX. Crecimiento del sector de los servicios

Todo lo que crece también modifica su estructura. Así como un árbol, al desarrollarse, cambia constantemente la forma, el tamaño y la configuración de sus ramas, una economía en crecimiento varía las proporciones e interrelaciones entre sus sectores básicos (sector agropecuario, industria y servicios) y entre otros sectores (rural y urbano, público y privado, orientado al mercado interno y a la exportación) (véanse los Capítulos 10, 11 y 12). ¿Hay patrones comunes que permitan determinar cómo varían las economías en crecimiento? ¿Qué cambios deberían promoverse y qué cambios habría que desalentar? Reflexionemos sobre estas preguntas al leer este capítulo y los tres siguientes.

Industrialización y postindustrialización.- La estructura de una economía se puede analizar comparando la participación de sus tres sectores principales —sector agropecuario, industria y servicios— en la producción total del país (Gráfico 9.1) y en el empleo1. Al principio, el sector más importante de una economía en desarrollo es el agropecuario, pero, a medida que el ingreso per cápita aumenta, este sector va perdiendo terreno, en primer lugar frente a la industria y más adelante frente a los servicios. Estos dos cambios consecutivos se denominan industrialización y postindustrialización (o "desindustrialización"). Es probable que todas las economías en crecimiento atraviesen estas etapas, que se pueden explicar por los cambios estructurales en la demanda de los consumidores y en la productividad relativa de la mano de obra de los tres sectores principales de la economía.

1 PEl sector agropecuario comprende la agricultura, la ganadería, la silvicultura, la caza y la pesca. La industria incluye la actividad fabril, la minería, la construcción, la electricidad, el agua y el gas. Los servicios abarcan todas las otras actividades económicas, como el comercio, el transporte y las comunicaciones; los servicios financieros, públicos y empresariales; y los servicios personales, sociales y comunitarios.

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Industrialización.- A medida que el ingreso de las personas aumenta, la demanda de alimentos —el principal producto del sector agropecuario— alcanza su límite natural y comienza a aumentar, en términos relativos, la demanda de bienes industriales. Al mismo tiempo, con las nuevas técnicas y maquinarias agrícolas, la productividad de la mano de obra aumenta más rápidamente en la agricultura que en la industria, de modo que el precio de los productos agropecuarios baja y la participación de éstos en el producto interno bruto (PIB) disminuye aún más. La misma evolución en la productividad relativa de la fuerza de trabajo también reduce la necesidad de trabajadores para el sector agropecuario, mientras que se incrementa el número de puestos de trabajo en la industria. Como consecuencia, la participación de la producción industrial en el PIB aumenta a expensas de la producción agropecuaria, y se observa un predominio de las oportunidades de empleo en la industria.

Postindustrialización.- Según van aumentando los ingresos, las necesidades se vuelven menos "materiales" y la gente comienza a demandar más servicios, en los campos de la salud, la educación, el entretenimiento y muchos otros. La productividad de la fuerza de trabajo en el sector de los servicios no aumenta con la misma rapidez que en el sector agropecuario y en la industria, porque la mayoría de los empleos no se pueden cubrir con máquinas. Por ello, los servicios son más caros en relación con los bienes agropecuarios e industriales, lo que aumenta su participación en el PIB. La escasa mecanización de los servicios también explica por qué el empleo en este sector sigue creciendo; en la industria y el sector agropecuario, en cambio, está disminuyendo, porque el progreso tecnológico incrementa la productividad de la mano de obra y provoca la eliminación de puestos de trabajo (Gráfico 9.2). Finalmente, el sector de los servicios desplaza al sector industrial de su lugar preponderante en la economía.

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En la actualidad, la mayoría de los países de ingreso alto está en etapa de postindustrialización —dependen menos de la industria— mientras que la mayor parte de los países de ingreso bajo se están industrializando, es decir, está aumentando su dependencia de la industria (Gráfico 9.3). Pero incluso entre estos últimos, el sector de los servicios está creciendo en relación con el resto de la economía (Cuadro de datos 2). A mediados del decenio de 1990, los servicios representaban casi dos tercios del PIB mundial (Mapa 9.1), frente a la mitad, aproximadamente, en los años ochenta.

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Crecimiento del sector de los servicios y sostenibilidad del desarrollo.- El sector de los servicios produce bienes "intangibles", algunos bien conocidos —como la administración pública, la atención de la salud y la educación— y otros bastante nuevos —como las comunicaciones modernas, la información y los servicios empresariales—. La producción de servicios requiere relativamente menos capital natural y más capital humano que la producción de bienes agropecuarios o industriales. Como resultado, se ha incrementado la demanda de trabajadores más instruidos; esto ha llevado a los países a invertir más en educación, lo que beneficia a la población en general. Otro beneficio del crecimiento del sector de los servicios es que éste, al utilizar menos recursos naturales que el sector agropecuario o la industria, afecta menos el medio ambiente local, regional y mundial.

Conservar el capital natural y formar el capital humano puede contribuir a que el desarrollo mundial sea más sostenible, desde el punto de vista tanto social como ambiental. Sin embargo, la expansión del sector de los servicios no constituirá una solución milagrosa para el problema de la sostenibilidad, porque para cubrir las necesidades de la creciente población mundial también debe haber desarrollo agropecuario e industrial.

Dificultades de las economías en transición.- En las antiguas economías de planificación centralizada, el sector de los servicios estaba escasamente desarrollado, porque el Estado controlaba la oferta y no lograba satisfacer la demanda creciente de servicios. Además, muchos servicios modernos que cumplen una importante función en las economías de mercado —como los financieros, empresariales e inmobiliarios— no eran necesarios bajo el régimen socialista. Durante la transición de estos países a la economía de mercado, los sectores de servicios se han ampliado rápidamente para atender la demanda previamente insatisfecha y las necesidades del incipiente sector privado.

El crecimiento de los servicios es particularmente importante para las economías en transición porque les permite dar empleo a una parte de la fuerza de trabajo instruida que, de otro modo, podría estar desocupada debido a la crisis económica. Por ello, la expansión de los servicios, además del constante apoyo público a la salud y la educación, puede ayudar a los antiguos países socialistas a conservar el capital humano que será crucial para su desarrollo postindustrial.

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Piensen ustedes en las industrias de servicios que consideran de especial importancia para el desarrollo sostenible de su país, desde distintas perspectivas: económica, social y ambiental.

Capítulo X. Urbanización y contaminación del aire en las ciudades

La urbanización es un proceso de crecimiento relativo de la población urbana de un país acompañada de un aumento aún mayor de la importancia económica, política y cultural de las ciudades frente a la de las zonas rurales. La tendencia hacia la urbanización se verifica en todo el mundo. En la mayoría de los países, es consecuencia natural y estímulo del desarrollo económico basado en la industrialización y la postindustrialización (véase el Capítulo 9). Así, pues, el nivel de urbanización, medido según la proporción de la población urbana de un país en el total de habitantes, es mayor en los países de ingreso alto, más desarrollados, y es menor en los países de ingreso bajo, menos desarrollados (véase el Cuadro de datos 2).

Al mismo tiempo, la urbanización está avanzando mucho más rápidamente en los países en desarrollo que en los países desarrollados (Gráfico 10.1). En 1990-95, el crecimiento medio anual de la población urbana era del 3,8% en los países de ingreso bajo y del 3,1% en los países de ingreso mediano, frente a un 0,1% en los países de ingreso alto. Como la población del mundo en desarrollo es más numerosa, los porcentajes representan más gente. Como resultado, hacia 1995 casi tres cuartos de los 2.500 millones de pobladores urbanos del mundo vivían en países en desarrollo. La proporción de población urbana en el total de habitantes de los países de ingreso bajo y de ingreso mediano aumentó de menos del 22% en 1960 al 39% en 1995 y, según las previsiones, va a superar el 50% para 2015.

La comparación entre la suma de la participación de la industria y los servicios en el PIB y la participación del sector agropecuario da una idea aproximada de la contribución urbana al PIB. A juzgar por este indicador, las ciudades de los países en desarrollo ya tienen más importancia económica que las zonas rurales, fundamentalmente agropecuarias, porque más de la mitad del PIB del mundo en desarrollo tiene origen en las ciudades. (Esto no sucede en todos los países, como se puede observar en el Cuadro de datos 2.)

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Si bien la urbanización es un proceso que tiene lugar en casi todos los países en desarrollo, los niveles de ésta varían considerablemente de una región a otra (Gráfico 10.2). La mayoría de los países latinoamericanos están tan urbanizados como Europa, pues el 74% de su población vive en zonas urbanas. Sin embargo, Asia meridional, Asia oriental y África al sur del Sahara siguen siendo predominantemente rurales, aunque se están urbanizando rápidamente.

La mayoría de las ciudades más populosas del mundo se encuentra en países en desarrollo, muchos de ellos asiáticos, con bajo ingreso per cápita pero con gran número de habitantes, como China, India e Indonesia. En esas ciudades se concentran muchos pobres y hay serios problemas sociales y ambientales, entre ellos una grave contaminación atmosférica (Cuadro 10.1).

Contaminación atmosférica por emisión de partículas.- Las partículas en suspensión en el aire están compuestas de humo, hollín, polvo y microgotas líquidas que se producen cuando se quema combustible. La cantidad de partículas en suspensión, que normalmente se mide en microgramos por metro cúbico de aire, es uno de los principales indicadores de la calidad del aire que respiramos. De acuerdo con las normas de calidad del aire establecidas por la Organización Mundial de la Salud, la concentración de partículas en suspensión debería ser inferior a los 90 microgramos por metro cúbico. En muchas ciudades, sin embargo, es varias veces superior a esta cantidad (Mapa 10.1; véase también el Cuadro 10.1).

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Cuadro 10.1. Pollution atmosphérique dans les mégapoles, 1995

País CiudadPoblación de

la ciudad (miles)

Partículas en suspensión (microgramos por m3)

BrasilSan PabloRío de Janeiro

16.53310.187

86139

ChinaShanghaiBeijingTianjin

13.58411.2999.415

246377306

Egipto El Cairo 9.690 -

Francia París 9.523 14

IndiaBombayCalcutaNueva Delhi

15.13811.9239.948

240375415

Indonesia Yakarta 8.621 271

JapónTokyoOsaka

26.95910.609

4943

República de Corea Seúl 11.609 84

México Ciudad de México 16.562 279

Filipinas Manila 9 286 200

Federación de Rusia Moscú 9.269 100

Turquía Estambul 7.911 -

Reino Unido Londres 7.640 -

Estados UnidosNueva York (1987-90)Los Ángeles

16.33212.410

61-

« - » - No se dispone de datos.Nota: Se seleccionaron ciudades de más de 7 millones de habitantes.

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Las concentraciones elevadas de partículas en suspensión son perjudiciales para la salud humana, pues provocan una gran variedad de enfermedades respiratorias y agravan las cardiopatías y otras afecciones. Los problemas de salud derivados de este tipo de contaminación ocasionaron en 1995 al menos 500.000 muertes prematuras y entre 4 y 5 millones de nuevos casos de bronquitis crónica en todo el mundo.

La mayor parte de la población en riesgo son habitantes urbanos de países en desarrollo, especialmente China y la India. La calidad del aire es tan mala en muchas ciudades chinas que, en todo el país, el costo del exceso de morbilidad y mortalidad de los residentes urbanos se calcula en el 5% del PIB. Según las estimaciones correspondientes a 18 ciudades de Europa central y oriental, se podrían evitar 18.000 muertes prematuras al año y se podrían recuperar $1.200 millones perdidos anualmente por días de ausencia por enfermedad, si se cumplieran las normas sobre emisión de polvo y hollín establecidas por la Unión Europea.

El nivel de contaminación atmosférica depende de la tecnología y el control de la contaminación de cada país, especialmente en la producción de energía. El uso de combustibles fósiles menos contaminantes (como el gas natural y el carbón de buena calidad), la quema más eficiente de estos combustibles y la utilización creciente de fuentes de energía renovables, más inocuas para el medio ambiente (hidroeléctrica, solar, geotérmica y eólica), son algunas de las formas de controlar y reducir la contaminación atmosférica sin limitar el crecimiento económico. En el Gráfico 10.3se puede observar cuáles son las principales fuentes de electricidad en China, Rusia y los Estados Unidos. Podemos comparar estos datos con la concentración de partículas en suspensión en las ciudades más grandes de estos tres países, que aparecen en el Cuadro 10.1. . Cabe señalar que el carbón se considera la fuente de energía más contaminante de las mencionadas, si bien mucho depende de su calidad y de los métodos de combustión utilizados. En varios aspectos, la energía nuclear es una de las fuentes de electricidad más inocuas, pero la eliminación de los desechos radiactivos y el peligro de contaminación radiactiva en caso de algún accidente grave constituyen un serio problema. No se suministra información sobre otras fuentes menos perjudiciales para el medio ambiente, como la energía solar, porque sólo representan una fracción mínima de la electricidad generada en todo el mundo.

En las zonas urbanas, el proceso de combustión de los vehículos automotores es otra importante fuente de emisiones de partículas en suspensión, especialmente nocivas para la salud humana porque los contaminantes se emiten a nivel del suelo. Los automóviles son mucho más comunes en los países desarrollados: en 1996, había 559 por cada 1.000 personas en los países de ingreso alto, mientras que sólo había 8 automóviles por cada 1.000 personas en los países de ingreso bajo y 91 en los de ingreso mediano. (En el Cuadro de datos 2 figura el número de automóviles existentes en cada país.) Sin embargo,

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los automóviles provocan gran contaminación ambiental en los países en desarrollo porque se concentran en algunas grandes ciudades, muchos de ellos están en malas condiciones mecánicas, y existen pocas normas que limiten las emisiones.

De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la demanda de gasolina en los países en desarrollo suele aumentar de 1,2 a 1,9 veces más rápidamente que el PNB per cápita. Si en los países en vías de industrialización y urbanización las tasas típicas de aumento del ingreso per cápita oscilan entre el 6% y 8% anual, es posible que el consumo de combustibles se incremente a un ritmo del 10% al 15% anual. En muchos países en transición, a fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, el número de automóviles en uso aumentó rápidamente a pesar de la contracción de la actividad económica y la reducción del ingreso per cápita. En Moscú (Rusia) la flota de automóviles de pasajeros creció a un ritmo del 10% anual desde 1984 a 1994 y del 17,5% anual entre 1990 y 1994. Si no se aplican políticas eficaces para limitar las emisiones de los vehículos automotores, tal crecimiento puede acarrear graves consecuencias para la salud de las poblaciones urbanas.

Contaminación por plomo en suspensión.- El plomo en suspensión es uno de los contaminantes en partículas más peligrosos. Los niños pequeños son especialmente vulnerables: el saturnismo les provoca lesiones cerebrales permanentes, que causan problemas de aprendizaje, pérdida de audición y trastornos de conducta. En los adultos, la absorción de plomo provoca hipertensión, problemas de tensión arterial y cardiopatías. Las principales fuentes de plomo en suspensión son los vehículos automotores que utilizan gasolina con plomo; los procesos industriales, como la metalurgia ferrosa y no ferrosa, y la combustión del carbón.

Mientras los gobiernos cada vez controlan más las grandes fuentes industriales de contaminación, la circulación de vehículos automotores aumenta rápidamente. En muchas zonas urbanas, más del 80% de la contaminación por plomo proviene de los vehículos que utilizan gasolina con plomo. Por ello, desde el decenio de 1970, cuando surgió evidencia médica de los daños que el plomo causa a la salud, muchos países han reducido o eliminado los aditivos que contienen este metal. En algunos países, como Austria, Japón y Suecia, se logró eliminar la gasolina con plomo. Pero en gran parte del mundo en desarrollo, especialmente en África, los aditivos con plomo siguen siendo muy comunes. Los especialistas sospechan que, en algunos países en desarrollo, todos los niños de menos de 2 años y más del 80% de los que tienen entre 3 y 5 años muestran niveles de plomo en la sangre que superan los que la Organización Mundial de la Salud considera inocuos.

Los economistas han calculado que, con las opciones tecnológicas existentes en la actualidad, la eliminación gradual de la gasolina con plomo es muy eficaz en función de los costos. Pasar de la producción de gasolina con plomo a la de gasolina sin plomo no suele costar más de 2 centavos por litro, y los países pueden ahorrar de 5 a 10 veces más, gracias a la reducción de la morbilidad y la mortalidad que lograrían de esa forma. Cuando los Estados Unidos pasaron a utilizar gasolina sin plomo, ahorraron más de $10 por cada dólar invertido, pues disminuyeron los gastos en salud, se registró un ahorro en el mantenimiento de los motores y mejoró la eficiencia en el uso de los combustibles. Es sumamente urgente que muchos países en desarrollo reconozcan los elevados costos de los perjuicios que las emisiones de plomo causan a la salud humana y adopten políticas nacionales apropiadas.

La experiencia internacional demuestra que, en la mayoría de los países, en las primeras etapas de la industrialización y la urbanización la calidad del aire se deteriora. No obstante, a medida que mejoran los ingresos, los países modifican sus prioridades: reconocen el valor de sus recursos naturales (aire puro, agua potable, suelo fértil, abundancia de bosques), dictan y hacen cumplir leyes para proteger dichos recursos, y disponen de dinero para abordar los problemas ambientales. Como consecuencia, la calidad del aire y otros aspectos ambientales comienzan a mejorar. Algunos especialistas incluso calcularon los niveles medios de ingreso per cápita en los cuales determinados contaminantes alcanzaron su nivel máximo en un grupo de países, entre 1977 y 1988. El humo, por ejemplo, llegaba a su punto máximo en la atmósfera de las ciudades cuando el ingreso per cápita del país era del orden de los $6.000; de allí en adelante, este tipo de contaminación empezaba a disminuir. En cuanto al plomo en suspensión en la atmósfera urbana, las concentraciones máximas se registraban a niveles considerablemente menores de ingreso per cápita: alrededor de $1.900.

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Capítulo XI. Empresas públicas y privadas: cómo hallar la combinación óptima

Durante el siglo XX, la importancia económica del Estado aumentó en todo el mundo. En los países desarrollados, el gasto del gobierno central representaba menos del 10% del producto interno bruto (PIB) al comenzar el siglo, pero en muchos de ellos, para los años noventa, esa proporción había trepado a casi el 50% (Gráfico 11.1; Cuadro de datos 3). Entre los principales factores históricos que contribuyeron a la expansión del Estado se cuentan la revolución rusa de 1917 y la gran depresión de los años treinta. La información parece indicar que esa expansión continúa hasta hoy: en los últimos 35 años, la participación del gasto público en el PIB de los países desarrollados aproximadamente se duplicó.

En los países en desarrollo, el papel económico del Estado creció extraordinariamente en la segunda mitad del siglo XX, finalizado el colonialismo y en pos de algunos objetivos de desarrollo como la industrialización y la equidad social. En muchos de estos países, el Estado trató de movilizar recursos y orientarlos hacia un rápido crecimiento económico , en lugar de limitarse a estabilizar la economía, como en la mayoría de los países desarrollados. Hasta el decenio de 1980, el modelo de desarrollo dominado por el Estado —que incluía la planificación centralizada y el control estatal de la economía — gozó de una amplia adhesión. Sin embargo, en los países en desarrollo, la participación del gasto público en el PIB no llega a la mitad de la registrada en los países desarrollados (véanse el Gráfico 11.1 y el Cuadro de datos 3). ¿Significa esto que una participación creciente del gasto público en el PIB debe considerarse un signo de desarrollo?

El dilema de la propiedad pública frente a la propiedad privada.- En los países en desarrollo, los presupuestos públicos no sólo son proporcionalmente menores, sino que tienen estructuras diferentes. En los países desarrollados, más de la mitad del gasto público se destina a los servicios sociales, como las jubilaciones, los seguros de desempleo, el sistema de seguridad social y otros pagos de transferencia. En los países en desarrollo, en cambio, se destina mucho menos gasto público a los servicios sociales y mucho más a la subvención de empresas estatales comerciales (es decir, que venden bienes y servicios). Éstas, a diferencia de otras empresas estatales que prestan servicios públicos gratuitos (por ejemplo, las escuelas y los dispensarios), podrían estar en manos de firmas privadas con fines de lucro. Sin embargo, en algunos casos los gobiernos prefieren mantenerlas bajo su control directo. La participación de las

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empresas estatales comerciales en el PIB y en la inversión interna bruta suele ser mayor en los países más pobres (Gráfico 11.2).

Un porcentaje elevado de empresas estatales ¿constituye un problema; es bueno o malo para el crecimiento económico y el progreso de los países en desarrollo? Los partidarios de mantener una gran proporción de empresas públicas sostienen lo siguiente:

Sólo el Estado es capaz de proporcionar inversiones suficientes para la modernización tecnológica de las principales industrias nacionales.

Sólo el control estatal directo de determinadas empresas puede impedir que se fijen precios altos, inaceptables por razones sociales, para bienes y servicios básicos como la energía, la vivienda y el transporte.

Sólo la propiedad estatal de las empresas más grandes puede impedir el desempleo elevado.

Por otra parte, la experiencia de muchos países demuestra que, normalmente, las empresas estatales son menos eficientes que las privadas. Una de las principales razones es que los administradores públicos tienen poco o ningún incentivo para tratar de que sus empresas sean rentables. Gracias al fácil acceso a las subvenciones estatales y los préstamos con garantía del Estado, desaparece el peligro de una quiebra, que puede actuar como factor de disuasión de la ineficiencia. Además, suele ser muy difícil lograr que una empresa pública dé ganancias, porque en muchos casos los gobiernos mantienen bajos sus precios de venta,

en forma artificial, y no le permiten despedir personal.

En los países donde las empresas estatales tienen una participación importante, su escasa eficiencia puede obstaculizar el crecimiento económico. Asimismo, los gobiernos tienen que compensar las pérdidas financieras de estas empresas ineficientes. Para cubrir el consiguiente déficit presupuestario, en muchos casos los gobiernos se ven obligados a emitir más dinero, lo que provoca inflación, o pedir préstamos, lo que aumenta la deuda interna o externa. En ambos casos, las economías nacionales se desestabilizan y se pierden oportunidades de crecer.

En vista de lo antedicho, ¿es preferible mantener las empresas bajo control estatal? ¿Cuáles son el tamaño y la composición ideales del sector público de un país? ¿Se puede dar respuestas generales a estos interrogantes, independientemente de las convicciones ideológicas?

A decir verdad, cada vez se acepta más la idea de que la intervención estatal se justifica únicamente cuando el mercado falla. Hay cinco situaciones básicas, llamadas fallas del mercado, donde el sector privado suele producir una cantidad excesiva o insuficiente de determinados bienes y servicios:

Producción insuficiente de bienes públicos, por ejemplo, defensa, orden público, caminos y protección ambiental.

Producción insuficiente de bienes y servicios con externalidades positivas (como la salud pública y la educación) y producción excesiva de bienes y servicios con externalidades negativas (como los cigarrillos).

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Fijación de precios muy elevados y producción insuficiente por parte de monopolios naturales por ejemplo, las empresas de suministro de agua y electricidad.

Oferta insuficiente de servicios sociales, como las jubilaciones o los seguros médicos y de desempleo.

Suministro insuficiente de información a algunas partes afectadas por procesos del mercado (por ejemplo, información sobre la calidad de los alimentos y los medicamentos para aquellos consumidores cuya salud está en riesgo).

Estas cinco situaciones exigen alguna forma de intervención del Estado. Sin embargo, incluso en los mercados donde existen fallas indudables, no necesariamente la provisión estatal de los bienes y servicios insuficientes es la mejor opción. Ya hemos comentado las causas de la escasa eficiencia de la administración de las empresas públicas, a las que habría que añadir la posibilidad de corrupción de los funcionarios. La suma de todos estos factores ha desembocado en lo que se denomina "fracaso del Estado". Como se ha tomado mayor conciencia de este problema, los gobiernos de algunos países desarrollados están tratando de buscar otras salidas que reemplacen a la propiedad estatal, por ejemplo, nuevos métodos de reglamentación o financiamiento estatal para el suministro privado de bienes públicos. El fenómeno reciente del financiamiento estatal de cárceles privadas en los Estados Unidos 1 constituye un ejemplo notable de la búsqueda de nuevas soluciones.

¿Hay una tendencia hacia la privatización? Al privatizar todas las empresas que el sector privado pueda administrar satisfactoriamente, en muchos casos los gobiernos logran, por un lado, mejorar la eficiencia de la economía del país y, por el otro, eliminar la pesada carga que la subvención de empresas deficitarias representa para los presupuestos nacionales. De este modo, pueden concentrarse en tareas que no se pueden trasladar a los mercados, como la formación del capital humano y la adopción de las medidas necesarias para el desarrollo humano (véase el Capítulo 1). Por ejemplo, según algunas estimaciones, si los fondos asignados en el presupuesto a la subvención de empresas estatales se hubieran destinado a la atención de la salud pública, el gobierno central de México podría haber

cuadruplicado, aproximadamente, el gasto en salud, y el de la India podría haberlo quintuplicado, o bien México podría haber incrementado el gasto en educación en un 50%, y la India, en 550%.

Para que los gobiernos dejen de proporcionar los bienes y servicios que se pueden comercializar, debe haber sectores privados activos dispuestos a asumir esa tarea. En algunos casos, hasta es posible reducir la preponderancia económica de las empresas estatales sin recurrir a grandes privatizaciones, fundamentalmente por medio de una liberalización del mercado que dé por resultado un crecimiento acelerado del sector privado. Es lo que ocurrió en la República de Corea en los decenios de 1970 y 1980, y en China en los años ochenta y noventa. Pero lo más común es que se necesiten programas especiales de privatización, particularmente donde el sector público es mucho más grande que el privado y absorbe una gran cantidad de recursos nacionales escasos.

Desde el decenio de 1980, muchos países desarrollados y en desarrollo han adoptado programas de privatización. Se puede tratar de juzgar su magnitud analizando los datos sobre los ingresos públicos provenientes de la privatización en el Cuadro de datos 3. Cabe señalar que en estos datos no sólo incide la magnitud de la privatización sino también el método empleado. La venta de una empresa estatal a terceros ajenos a ella normalmente produce mayores ingresos que la venta a sus administradores y empleados,

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mientras que una privatización con cupones (como las realizadas en Rusia en 1991-93) no genera ingresos.

En la actualidad, el proceso de privatización más gigantesco es el que se está llevando a cabo en los países donde antes imperaba el régimen socialista. La transición a la economía de mercado requiere la privatización, en una escala sin precedentes, de las antiguas empresas estatales que solían dominar la economía. En el Gráfico 11.3. se pueden observar los diferentes puntos de partida y ritmos del proceso de privatización en este grupo de países. Entre otras regiones del mundo en desarrollo, los programas de privatización se han acelerado en América Latina y el sudeste asiático, mientras que en África al sur del Sahara el proceso es menos pronunciado.

Lamentablemente, en algunos países en transición —particularmente los que sufren crisis económicas— las reformas del mercado han llevado al Estado a abandonar sus funciones básicas, como mantener el orden público o los servicios sociales de importancia crítica. Por ejemplo, a la vez que se han reducido las subvenciones a las empresas deficitarias —y en algunos casos en lugar de ello— se han eliminado importantes programas de salud y educación. Tales políticas no sólo han sido perjudiciales para el bienestar de la población sino que también han socavado las bases del desarrollo futuro de los países afectados.

Muchos especialistas sostienen que, si bien el Estado como motor exclusivo del desarrollo ha fracasado, el desarrollo sin intervención alguna del Estado correría la misma suerte. Reflexionemos sobre este tema: ¿por qué tanto un Estado eficaz como un sector privado viable son importantes para el desarrollo?

1 Las cárceles siempre han sido "empresas" estatales porque "producen" bienes públicos como la obediencia a la ley y la seguridad pública.

Capítulo XII. Globalización y comercio internacional

La "globalización" se refiere a la interdependencia creciente de los países que surge de la integración cada vez mayor del comercio, las finanzas, los pueblos y las ideas en un mercado global. El comercio internacional y los flujos de inversiones transfronterizas son los elementos principales de esta integración.

La globalización comenzó después de la segunda guerra mundial, pero se ha acelerado considerablemente desde mediados de los años ochenta, impulsada principalmente por dos factores. Uno se relaciona con los avances tecnológicos que han reducido los costos del transporte, las comunicaciones y la computación a tal punto que, en muchos casos, para una empresa resulta ventajoso, desde el punto de vista económico, llevar a cabo distintas etapas de producción en diferentes países. El otro se vincula al aumento de la liberalización del comercio y los mercados de capitales: más y más gobiernos se rehúsan a proteger sus economías de la competencia o la influencia extranjeras mediante aranceles de importación y obstáculos no arancelarios, como los contingentes de importación, la limitación de exportaciones y las prohibiciones legales. Varias instituciones internacionales creadas después de la segunda guerra mundial — entre ellas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), reemplazado en 1995 por la Organización Mundial del Comercio (OMC)— han desempeñado un importante papel en la promoción del libre comercio en lugar del proteccionismo.

Los datos disponibles parecen indicar que la globalización ha dado un fuerte impulso al crecimiento económico en economías de Asia oriental como Hong Kong (China), la República de Corea y Singapur. Pero no todos los países en desarrollo tienen una participación semejante en la globalización ni están en condiciones de beneficiarse de ella. En realidad, con excepción de la mayoría de los países de Asia oriental y algunos de América Latina, los países en desarrollo se han integrado en la economía mundial con bastante lentitud. La participación de África al sur del Sahara en el comercio mundial ha venido disminuyendo continuamente desde fines de los años sesenta y la participación de los principales exportadores de petróleo descendió abruptamente con la caída en los precios del petróleo que se produjo a comienzos de los años ochenta. Además, incluso para los países que protagonizan la globalización, los

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beneficios vienen acompañados de nuevos riesgos y problemas. El equilibrio entre los costos y los beneficios de la globalización para los distintos grupos de países y la economía mundial es uno de los temas más controvertidos de los debates sobre el desarrollo.

Costos y beneficios del libre comercio.- Para los países participantes, los principales beneficios del comercio exterior irrestricto surgen del acceso de los productores a mercados internacionales más grandes. Para una economía nacional, ese acceso implica la oportunidad de beneficiarse de la división internacional del trabajo, por un lado, y la necesidad de enfrentar una competencia más fuerte en los mercados mundiales, por el otro. Los productores del país trabajan con más eficiencia gracias a su especialización internacional y la presión de la competencia extranjera, y los consumidores disfrutan de una variedad más amplia de productos nacionales e importados a precios más bajos.

Asimismo, un país de intensa actividad comercial se beneficia de las nuevas tecnologías que le llegan indirectamente de los países con los que mantiene relaciones comerciales, así como de los conocimientos que se pueden extraer de los equipos importados para la producción. Estos beneficios tecnológicos indirectos son particularmente importantes para los países en desarrollo porque les brindan la oportunidad de aumentar más rápidamente su productividad para ponerse a la altura de los países desarrollados. Las antiguas economías de planificación centralizada, que no pudieron aprovechar muchas de las ventajas del comercio mundial debido al aislamiento de las economías de mercado que se les impuso por razones políticas, tratan actualmente de sacar partido de esas ventajas reintegrándose en el sistema de comercio internacional.

Sin embargo, la participación activa en el comercio internacional también conlleva riesgos, en particular los relacionados con la fuerte competencia existente en los mercados mundiales. Por ejemplo, un país corre el riesgo de que algunas de sus industrias —las menos competitivas y adaptables— desaparezcan. Al mismo tiempo, la dependencia de proveedores extranjeros puede considerarse inaceptable cuando se trata de industrias importantes para la seguridad nacional. Por ejemplo, muchos gobiernos quieren garantizar la denominada "seguridad alimentaria" de sus países, ante la posibilidad de que las importaciones de alimentos se interrumpan en caso de guerra.

Asimismo, los gobiernos de algunos países en desarrollo suelen sostener que las industrias nuevas necesitan protección hasta que sean más competitivas y menos vulnerables a la competencia extranjera. Por ello, en muchos casos, las autoridades prohíben o reducen algunas importaciones fijando cupos, o encarecen las importaciones y les restan competitividad mediante la imposición de aranceles. Estas políticas proteccionistas pueden resultar peligrosas desde el punto de vista económico pues permiten que los productores nacionales continúen trabajando con escasa eficiencia, lo que puede llegar a desembocar en el estancamiento de la economía. Siempre que sea posible, en lugar de aplicar políticas proteccionistas se debe considerar la posibilidad de mejorar la eficiencia económica y la competitividad internacional de las industrias clave.

Un país que intente producir prácticamente todo lo que necesita se priva de los enormes beneficios económicos de la especialización internacional. Pero una especialización internacional demasiado limitada, que lleve al país a ser dependiente de la exportación de un solo producto o de unos pocos, también puede tener sus riesgos, debido a la posibilidad de algún cambio repentino desfavorable en la demanda de los mercados mundiales. Esos cambios pueden empeorar considerablemente la relación de intercambio de un país; de allí que quizá sea prudente alcanzar cierto grado de diversificación de la producción y las exportaciones, aun si ello implica una disminución temporaria del comercio. Cada país tiene que encontrar un lugar apropiado en la división internacional del trabajo, según sus ventajas comparativas.

Los costos y beneficios del comercio internacional también dependen de factores como el tamaño del mercado interno, los recursos naturales y la ubicación de un país. Por ejemplo, el volumen comercial internacional de los países con un gran mercado interno por lo general es reducido. Al mismo tiempo, los países que disponen en abundancia de algunos recursos naturales, como el petróleo, suelen comerciar más. Pensemos en ejemplos de países cuya ubicación geográfica sea particularmente favorable o desfavorable para la participación en el comercio mundial.

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A pesar de los riesgos, muchos países han decidido globalizar en gran medida su economía. La magnitud de este proceso se puede medir por la relación entre el comercio de un país (exportaciones más importaciones) y su PIB o PNB. De acuerdo con esta medición, la globalización prácticamente se ha duplicado, como promedio, desde 1950. En los últimos 30 años, las exportaciones han tenido una tasa de crecimiento que casi duplica la del PNB (Gráfico 12.1) Por ello, para 1996 la relación entre el comercio mundial y el PIB mundial (tomando en cuenta la paridad del poder adquisitivo) había llegado casi al 30% (como promedio, alrededor del 40% en los países desarrollados y aproximadamente 15% en los países en desarrollo; Mapa12.1 y Cuadro de datos 3).

Nota: La relación entre el comercio y el PIB ajustado en función de la paridad del poder adquisitivo se considera el mejor instrumento para comparar la integración de los distintos países en la economía mundial, pero su uso se complica por las diferencias en la participación del sector de los servicios en la economía de cada país. Por ejemplo, los países desarrollados parecen menos integrados porque una proporción mayor de su producción consiste en servicios, gran parte de los cuales son, por sus propias características, no comerciables.

Geografía y composición del comercio mundial.- En los últimos 10 años se ha incrementado el comercio entre los países desarrollados y en desarrollo. Si bien los países desarrollados comercian

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principalmente entre sí, la proporción de sus exportaciones hacia los países en desarrollo pasó del 20% en 1985 al 22% en 1995. Al mismo tiempo, los países en desarrollo han intensificado las relaciones comerciales entre sí, a pesar de que los países desarrollados constituyen todavía sus principales asociados comerciales, los mejores mercados para sus exportaciones y la principal fuente de importaciones.

La relación de intercambio de la mayoría de los países en desarrollo se deterioró en los años ochenta y noventa porque los precios de los productos primarios —que solían constituir la proporción más grande de las exportaciones de los países en desarrollo— han disminuido frente a los precios de los productos manufacturados. Por ejemplo, entre 1980 y 1995, los precios reales del petróleo cayeron a casi un cuarto de su valor, los del cacao a casi un tercio y los del café casi a la mitad. Todavía se discute si esta reducción relativa de los precios de los productos básicos es permanente o transitoria, pero los países en desarrollo que dependen de esas exportaciones ya han sufrido fuertes pérdidas económicas que han demorado su crecimiento económico y su desarrollo.

Ante esta transformación de las relaciones de intercambio, muchos países en desarrollo han aumentado la participación de los productos manufacturados en sus exportaciones, incluso en las exportaciones a los países desarrollados (Gráfico 12.2). Las categorías más dinámicas de sus exportaciones manufacturadas son productos que requieren gran intensidad de mano de obra y escasos conocimientos especializados (prendas de vestir, alfombras, productos de armado manual), lo cual les permite crear más puestos de trabajo y aprovechar mejor la gran fuerza laboral disponible.

En cambio, los bienes que los países en desarrollo importan de los desarrollados son, en su mayoría, productos manufacturados muy especializados y con alto coeficiente de capital —principalmente maquinaria y equipos de transporte— en los cuales los países desarrollados conservan su ventaja comparativa1.

Problemas que enfrenta el comercio en los países en transición.- Los países que se encuentran en etapa de transición de una economía planificada a una economía de mercado han reconocido los beneficios potenciales de la integración mundial, y la mayoría ha liberalizado considerablemente sus regímenes comerciales. Como resultado, en muchos de los países de Europa central y oriental la participación del comercio en el PIB aumentó del 10% o menos en 1990 al 20% o más en 1995. En Rusia y otros países de la ex Unión Soviética, el coeficiente entre el comercio y el PIB descendió en este período,

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pero a consecuencia del derrumbe del comercio dentro de la ex Unión Soviética; el comercio con el resto del mundo en realidad se incrementó. A medida que la estructura del comercio determinada por el Estado va dejando paso a otra plasmada por el mercado, se observa una reorientación general del comercio que favorece la creación de vínculos más estrechos con las economías de mercado establecidas.

El comercio entre los países en transición también se está recuperando del marcado retroceso que sufrió, por motivos políticos, al comenzar el período de transición. Se han puesto en marcha diversas iniciativas encaminadas a la integración de la economía regional, como la Zona de libre comercio del Báltico (integrada por Estonia, Letonia y Lituania); la Zona de libre comercio de Europa central (constituida por la República Checa, Hungría, Polonia, la República Eslovaca, Eslovenia y los países de la Zona de libre comercio del Báltico), y las iniciativas de libre comercio dentro de la Comunidad de Estados Independientes. Una de estas iniciativas comenzó en 1995 con negociaciones sobre el establecimiento de una unión aduanera entre cuatro miembros de esa Comunidad: Rusia, Belarús, Kazajstán y la República Kirguisa. Rusia y Belarús ya han firmado un tratado sobre la creación de una Comunidad Interestatal.

Los bloques regionales de comercio pueden contribuir a estabilizar la economía de los países en transición, pero sus integrantes también corren el riesgo de perder oportunidades, quizá más beneficiosas, de establecer relaciones comerciales con otros países. Diez países en transición de Europa central y oriental y de la zona del Báltico han pedido su incorporación en la Unión Europea, y casi todos los países en transición han solicitado la admisión, en calidad de miembros, de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La participación en la OMC protegería a estos países de los fuertes obstáculos; en especial los cupos; que todavía les impiden exportar a los países desarrollados los productos denominados "sensibles", entre los que se cuentan los productos agropecuarios, hierro y acero, textiles, calzado y otros en los cuales las economías en transición pueden tener ventajas comparativas. Al sumarse a la OMC las economías en transición no sólo adquirirían derechos sino que también contraerían obligaciones, como la eliminación de los obstáculos no arancelarios y el compromiso de imponer únicamente aranceles bajos o moderados.

Un problema importante que deben enfrentar las economías en transición es hallar su lugar en la división internacional del trabajo. En muchos casos, ello implicará la diversificación de la estructura de sus exportaciones, en particular hacia los países desarrollados. Algunos países de la ex Unión Soviética están especializados en la producción y la exportación de un pequeño número de productos básicos; Turkmenistán y Uzbekistán, por ejemplo, se dedican al algodón, y Moldova, a los productos agropecuarios. Para otros, como Rusia y Belarús, los principales problemas son la calidad y la competitividad internacional de sus productos manufacturados.

1 En muchos países desarrollados se discute a menudo si la creciente presión competitiva de las importaciones de bajo costo y uso intensivo de mano de obra que provienen de los países en desarrollo deprime los salarios de los trabajadores no calificados de los países desarrollados (lo que ahonda la brecha salarial entre los trabajadores especializados y los no calificados, como en el Reino Unido y los Estados Unidos) y aumenta el desempleo, especialmente de los obreros con escasa especialización (como en Europa occidental). Sin embargo, los estudios realizados parecen indicar que, si bien el comercio con los países en desarrollo afecta la estructura de la industria y la demanda de mano de obra industrial en los países desarrollados, las principales razones de los problemas vinculados a los salarios y al desempleo son internas y surgen de la reestructuración de la economía en la etapa postindustrial y del progreso tecnológico, que provoca la disminución de puestos de

trabajo (véanse los Capítulos 7 y 9).

Capítulo XIII. Ayuda externa e inversión extranjera

Los flujos financieros hacia los países en desarrollo adoptan principalmente dos formas: la ayuda de los gobiernos extranjeros, que se suele denominar asistencia oficial para el desarrollo, y la inversión de empresas privadas extranjeras, conocida como flujos de capital privado.

Asistencia oficial para el desarrollo.- Después de la segunda guerra mundial y hasta principios de los años noventa, la principal fuente de financiamiento externo para los países en desarrollo era la asistencia oficial para el desarrollo proporcionada por los gobiernos de los países de ingreso alto, que consistía en

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ayuda alimentaria, socorro en casos de emergencia, asistencia técnica, actividades de mantenimiento de la paz y financiamiento para proyectos de construcción. Los países donantes actúan impulsados por el deseo de apoyar a sus aliados políticos y socios comerciales, ampliar los mercados para sus exportaciones y reducir la pobreza y los conflictos militares que amenazan la seguridad internacional. Después del desmembramiento de la Unión Soviética, las antiguas economías de planificación centralizada también comenzaron a recibir asistencia oficial, destinada, fundamentalmente, a respaldar las reformas del mercado. En el Cuadro 13.1 se observan los montos de asistencia oficial neta suministrada a los países en desarrollo y en transición por los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) en 1996.

Cuadro 13.1Flujos netos de capital provenientes de los países de la OCDE, 1996 (millones de dólares estadounidenses)

    Asistencia oficial Flujos de capital privado

 Total hacia los países en desarrollo

 Total hacia los países en transición

Total Inversión extranjera directa

Inversiones de cartera

Total hacia los países en desarrollo

Total hacia los países en transición

Total hacia los países en desarrollo

Total hacia los países en transición

Total hacia los países en desarrollo

Total hacia los países en transición

Alemania 7.601 1.329 12.336 4.671 3.456 3.648 6.980 171

Australia 1.121 10 0 0 0 0 0 0

Austria 557 226 938 355 247 355 0 0

Bélgica 913 70 4.528 4.109 461 169 4.194 4.007

Canadá 1.795 181 1.859 3 2.024 0 -154 0

Dinamarca 1.722 120 188 248 199 248 0 0

España 1.251 2 2.865 -102 2.865 -102 0 0

Estados Unidos 9.377 1.694 42.848 2.652 23.430 2.226 19.472 578

Finlandia 408 57 472 146 257 194 162 -64

Francia 7.451 709 11.115 4. 860 4.657 1.192 5.352 3.886

Irlanda 179 1 125 0 0 0 125 0

Italia 2.416 294 289 218 457 153 1.642 706

Japón 9.439 184 27.469 1.928 8.573 1.315 19.981 1.652

Luxemburgo 82 2 0 0 0 0 0 0

Noruega 1.311 50 294 -193 202 -201 0 0

Nueva Zelandia 122 0 9 0 9 0 0 0

Países Bajos 3.246 13 5.858 -36 6.225 45 -912 -78

Portugal 218 18 593 -4 482 3 0 0

Reino Unido 3.199 362 18.196 3.952 5.852 390 12.120 3 500

Suecia 1.999 178 -17 -107 339 -84 0 0

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Suiza 1.026 97 395 705 1.316 705 -583 0

Total 55.485 5.596 130.360 23.406 61.051 10.255 68.963 14.358

Nota: Las cifras negativas en el cuadro indican la salida neta de capitales con destino a los respectivos países de la OCDE. El total de flujos de capitales privados puede ser mayor o menor que la suma de la inversión extranjera directa y las inversiones de cartera porque incluye también corrientes más pequeñas de capital, como los créditos privados a la exportación, las donaciones de las instituciones no gubernamentales y otros.

Como promedio, los países donantes que aparecen en el Cuadro 13.1 destinan a la asistencia oficial para el desarrollo alrededor de un tercio del 1% del producto interno bruto (PIB) de todos ellos juntos. Se puede utilizar el Cuadro 14.1 y el Cuadro de datos 1 para calcular qué países dedican porcentajes mayores o menores de su PIB a este tipo de asistencia.

La asistencia oficial a los países en desarrollo y los países en transición tiene tres componentes principales:

Las donaciones, que no se devuelven. Los préstamos en condiciones concesionarias, que se deben reembolsar, pero a tasas de interés

más bajas y plazos más largos que los préstamos bancarios comerciales.

Las contribuciones a instituciones multilaterales que promueven el desarrollo, como las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y los bancos regionales de desarrollo (Banco Asiático de Desarrollo, Banco Africano de Desarrollo, Banco Interamericano de Desarrollo).

Las donaciones representan entre el 95% y el 100% de la asistencia oficial que proporciona la mayoría de los países donantes. Sin embargo, la mayor parte de la asistencia oficial es ayuda "vinculada", es decir que los receptores tienen que adquirir bienes y servicios del país o del grupo específico de países donantes. Los acuerdos de vinculación pueden impedir que un receptor malverse o administre mal los fondos recibidos, pero también pueden reducir el valor de la ayuda si están motivados por el deseo de beneficiar a los proveedores de determinados países e impiden a los receptores adquirir bienes al precio más bajo. La asistencia oficial también puede estar "vinculada" cuando se le impone alguna condición, como ocurre con la ayuda a los países en transición. Como esta condicionalidad se vincula a la rapidez de las reformas del mercado, las economías que están llevando adelante velozmente el proceso de reforma, como la República Checa y Polonia, reciben más asistencia oficial (en relación con su población y su PIB) que las que están menos preparadas para ello (véase el Cuadro de datos 3).

Flujos de capital privado.- Mientras que la asistencia oficial para los países en desarrollo apenas varió en los años noventa, los flujos privados netos de capital se cuadruplicaron, aproximadamente, entre 1990 y 1994, y superaron con creces los flujos oficiales (Gráfico 13.1). La estructura de los flujos privados también se modificó notablemente: del predominio de los préstamos bancarios se pasó al de la inversión extranjera directa y las inversiones de cartera (véase el Cuadro 13.1). La participación de la inversión extranjera directa en los países en desarrollo ha aumentado hasta superar un tercio de la inversión extranjera directa mundial, impulsada por el rápido crecimiento de las empresas multinacionales y alentada por la liberalización de los mercados y las perspectivas de crecimiento económico de varios países en desarrollo.

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El mundo en desarrollo se está integrando más en los mercados de capitales mundiales, pero el nivel de integración varía ampliamente de un país a otro. En 1990-94, alrededor del 90% de los flujos de capital privado hacia los países en desarrollo se concentraba sólo en 12 países (Gráfico 13.2). En el Cuadro de datos 3 se puede observar la distribución de la inversión extranjera directa en 1996. Al menos la mitad de los países en desarrollo recibe escasa o ninguna inversión de este tipo.

Como suelen resultar menos interesantes para los inversionistas extranjeros, los países africanos pobres siguen perdiendo las oportunidades de crecimiento facilitadas por los flujos de capital extranjero. La exclusión efectiva de estos países del proceso de globalización puede profundizar aún más las diferencias internacionales.

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Los países en desarrollo que más atraen corrientes de capital privado se caracterizan por tener un clima favorable para la inversión, es decir, condiciones económicas propicias, con elementos tales como un régimen político estable, buenas perspectivas de crecimiento económico, fácil convertibilidad de la moneda nacional y una regulación gubernamental liberal. Una inversión extranjera importante ayuda a estos países a romper el círculo vicioso de la pobreza (véase el Capítulo 6) sin aumentar su deuda externa. Además, la inversión extranjera directa suele ir acompañada de tecnología avanzada, conocimientos especializados sobre administración y comercialización, y mayor facilidad en el acceso a los mercados de exportación. La competencia entre compañías extranjeras y nacionales también contribuye a aumentar la competitividad de los mercados y la eficiencia de las economías de los países.

Sin embargo, el aumento de la movilidad internacional del capital tiene sus riesgos. Si los inversionistas privados (sean extranjeros o nacionales) repentinamente pierden confianza en la estabilidad y las perspectivas de crecimiento de un país, pueden retirar el capital con más rapidez. En este sentido, las inversiones de cartera son mucho más peligrosas que la inversión extranjera directa, porque es mucho más probable que los inversionistas de cartera —quienes poseen sólo una pequeña cantidad de acciones de una compañía y tienen poca o ninguna influencia en su gestión— procuren deshacerse de las acciones al primer indicio o sospecha de que las ganancias pueden disminuir. Algunos expertos consideran que la crisis financiera de Asia oriental de 1997 constituye un ejemplo de las consecuencias negativas de la excesiva movilidad del capital.

En muchos casos, los flujos de capital privado hacia los países en transición de Europa y Asia central se frenan ante la incertidumbre sobre derechos de propiedad, inflación, impuestos, controles de precios, regulación de exportaciones e importaciones, y otros aspectos económicos. Como resultado, los flujos de capital privado hacia estos países siguen siendo relativamente escasos, como lo demuestra el hecho de que representaron sólo el 13%, aproximadamente, del total dirigido hacia los países en desarrollo en 1990-95. Por otra parte, la distribución de estos flujos ha sido muy despareja. Los países donde las reformas del mercado parecen estar más adelantada —las Repúblicas Checa y Eslovaca, Hungría y Polonia— atrajeron casi tres cuartos de la inversión extranjera en este grupo de países (véase el Cuadro de datos 3). La distribución de la inversión extranjera directa entre algunos países en transición también figura en el Cuadro 13.2.

Cuadro 13.2

Inversión extranjera directa en algunos países en transición, 1991-96

(millones de dólares estadounidenses)

País Armenia BelarúsRepública Kirguisa

Uzbekistán Albania Bulgaria Letonia EsloveniaRepública Eslovaca

Flujos acumulados

36 54 146 190 248 588 614 650 687

País Estonia Ucrania Rumania Kazajstán Polonia RusiaRepública Checa

Hungría China

Flujos acumulados

859 1.163 1.379 2.997 4.862 6.205 6.368 12.767 12.1704

Aun cuando algunos países han podido aprovechar la inversión extranjera para paliar las dificultades del período de transición, Rusia, junto con otros países de la ex Unión Soviética, ha sufrido la salida, en su mayor parte ilegal, de ingentes volúmenes de capital. Si la salida ilegal de los años noventa se recogiera en las estadísticas, las cifras correspondientes a la afluencia neta de capital hacia estos países serían negativas. Según algunas estimaciones, entre 1993-97 salieron de Rusia capitales por más de $110.000 millones. La fuga de capitales que sufre Rusia en la actualidad es el mayor obstáculo para su desarrollo económico. Esta situación subraya la importancia de la creación de un clima favorable a la inversión, fundamental no sólo para atraer inversionistas extranjeros sino, lo que es más importante aún, para impedir y revertir la fuga de capitales nacionales.

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Capítulo XIV. El desarrollo económico y el peligro del cambio climático mundial

Desde la revolución industrial, el desarrollo económico ha ido de la mano del aumento del consumo de combustibles fósiles, pues las fábricas, las centrales eléctricas, los vehículos automotores y los hogares queman cada vez más y más carbón, petróleo y gas natural. Las consiguientes emisiones de dióxido de carbono (CO2) se han convertido en la principal fuente de gases de efecto invernadero , es decir, los gases que atrapan la radiación infrarroja de la Tierra dentro de la atmósfera y crean el peligro de que aumente la temperatura mundial. Como los ecosistemas de la Tierra son tan complejos, se desconoce el momento exacto y el grado en que las actividades económicas del hombre modificarán el clima del planeta, pero muchos científicos consideran que ya se observan algunos cambios.

Según el informe publicado en 1995 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos, si se mantiene la evolución actual de las emisiones de gases de efecto invernadero, para el año 2100 la temperatura mundial media podría aumentar 1,0-3,5 grados y el nivel del mar podría subir entre 15 y 95 centímetros. Aunque estos cambios pueden parecer menores, podrían acarrear una multiplicidad de consecuencias perjudiciales, así como algunos beneficios inciertos. Los bosques y otros ecosistemas que no logren adaptarse a la variación de la temperatura y la distribución de las precipitaciones, por ejemplo, pueden resultar afectados. Es probable que también el hombre sufra las consecuencias, y la población de los países pobres puede ser la más afectada, al estar menos preparada para enfrentar los cambios.

En muchos países en desarrollo de regiones áridas y semiáridas, el acceso al agua potable será cada vez más difícil (en la actualidad, más de 1.000 millones de personas carecen de agua apta para el consumo). Las enfermedades tropicales pueden propagarse hacia el Norte, y las inundaciones seguramente se convertirán en un grave problema para las regiones templadas y húmedas. Mientras que en las latitudes medias y altas la producción de alimentos podría verse facilitada, es probable que en las zonas tropicales y subtropicales los rendimientos de las cosechas disminuyan. Es posible que enorme cantidad de gente se vea obligada a desplazarse por el aumento del nivel del mar; sólo en Bangladesh, podrían ser decenas de millones, y en las islas caribeñas de litoral bajo, naciones enteras.

La cantidad de dióxido de carbono que un país emite a la atmósfera depende principalmente del tamaño de su economía, de su nivel de industrialización y de la y de la eficiencia con que usa la energía. Si bien los países en desarrollo albergan a la mayor parte de la población mundial, su producción industrial y consumo de energía per cápita son relativamente reducidos. Por ello, hasta hace poco tiempo no había

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muchas dudas de que los países desarrollados eran los principales responsables del peligro de calentamiento de la Tierra (Mapa 14.1; Gráficos 14.1 y 14.2).

Estados Unidos es el país que más incide en el calentamiento de la atmósfera. A pesar de que sus habitantes representan sólo el 4% de la población mundial, produce casi el 25% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono. Recientemente, China desplazó a Rusia del segundo lugar en cuanto al nivel general de emisiones; no obstante, si se considera el volumen per cápita, Rusia sigue muy por encima de China (véanse los Gráficos 14.1 y 14.2), lo cual se debe no sólo a su alto grado de industrialización, sino también a que muchas empresas rusas utilizan tecnologías más antiguas y contaminantes que las empleadas normalmente en los países desarrollados. El uso extremadamente

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ineficiente de la energía es uno de los mayores problemas económicos de Rusia. Medida en función del producto interno bruto (PIB) por unidad de uso de energía, la eficiencia rusa es más de 5 veces menor que la de los Estados Unidos y más de 12 veces menor que la del Japón. Sólo cuatro países son más ineficientes que Rusia en el uso de la energía, y todos ellos son antiguos miembros de la Unión Soviética (véase el Cuadro de datos 4).

El vínculo entre crecimiento económico y aumento del consumo de energía —acompañado de un incremento en las emisiones de dióxido de carbono— es directo y positivo en los países de ingreso bajo y de ingreso mediano. Pero con niveles de ingreso elevados, hay indicios de una reducción del consumo de energía per cápita y de la contaminación per cápita a pesar del crecimiento económico (véase el Cuadro de datos 4). Ello ocurre porque la energía se utiliza con mayor eficiencia y se introducen tecnologías menos contaminantes. Además, una economía de ingreso alto tiene, por lo general, un sector de servicios proporcionalmente más grande, el cual requiere un uso menos intensivo de la energía que el sector industrial (véase el Capítulo 9).

Alemania constituye un ejemplo para otros países desarrollados en este sentido: entre 1980 y 1992, el uso de energía per cápita descendió 11%, y sus emisiones de dióxido de carbono per cápita, casi 20%. En el mismo período, en los Estados Unidos el consumo de energía per cápita se mantuvo estable y las emisiones de dióxido de carbono per cápita disminuyeron alrededor del 6%. Pero estos cambios no fueron suficientes para detener el aumento de las emisiones de dióxido de carbono de los países de ingreso alto o para desacelerar el crecimiento de las emisiones mundiales (véase el Cuadro de datos 4). Para impedir el cambio climático mundial, se necesitan los esfuerzos concertados de los gobiernos de la mayor parte de los países.

En la Cumbre para la Tierra celebrada en Rio de Janeiro, Brasil, en 1992, las naciones desarrolladas acordaron tratar de estabilizar, para el año 2000, las emisiones de gases de efecto invernadero en los niveles de 1990. Para 1997, cuando los representantes de 165 países se reunieron en Kyoto, Japón, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, era evidente que muchos países —entre ellos los Estados Unidos— estaban muy lejos de alcanzar ese objetivo. El Protocolo de Kyoto, aprobado en la Conferencia con la intención de ser jurídicamente obligatorio, exhorta a todas las naciones ricas a reducir, para 2012, las emisiones de gases de efecto invernadero de un 6% a un 8% por debajo de los niveles de 1990.

Este acuerdo se considera el compromiso mundial sobre medio ambiente más ambicioso de la historia, aun cuando no contó con la participación de los países en desarrollo. La mayoría de éstos se niega a comprometerse a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero pues sostienen que una obligación semejante podría dificultar su desarrollo económico e impedirles aliviar la pobreza. Al mismo tiempo, varios países con economía en transición se han sumado a los esfuerzos de los países desarrollados. Rusia y Ucrania, por ejemplo, han afirmado que no superarán sus emisiones de gases de efecto invernadero de 1990, mientras que Hungría y Polonia han prometido reducirlas hasta un 6% por debajo del nivel alcanzado ese año.

Se espera que los países desarrollados encabecen los esfuerzos por evitar el cambio climático mundial, si bien lo más probable es que, en menos de 20 años, los principales emisores de dióxido de carbono sean los países en desarrollo. Pero transcurrirán mucho más de 20 años hasta que el consumo de energía per cápita de los países en desarrollo sea similar al consumo actual de los países desarrollados. Por ello, si hemos de ser equitativos, debemos admitir que los países pobres de hoy en día tienen todo el derecho de seguir contaminando la atmósfera. ¿Pero es sensato adoptar un modelo de desarrollo que ha demostrado ser insostenible? ¿Y es verdad que los problemas ambientales no se pueden solucionar sin impedir el crecimiento económico de los países pobres? Muchos analistas consideran que cuanto antes estos países aprovechen las tecnologías de producción menos contaminantes y los medios más eficientes de generar y utilizar energía, mejores serán sus perspectivas de desarrollo a largo plazo.

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Supongamos que, por una cuestión de equidad, cada persona de la Tierra tiene el mismo derecho a beneficiarse de la atmósfera, considerada como recurso. En tal caso, las cuotas de emisión de dióxido de carbono de cada país deberían determinarse de acuerdo con el tamaño de la población. Los países de ingreso bajo no habrían alcanzado aún sus cuotas y tendrían derecho a seguir emitiendo dióxido de carbono. Pero los países de ingreso mediano e ingreso alto ya las habrían agotado (compárense los Gráficos 2.2 y 14.3).

Capítulo XV. Indicadores compuestos del desarrollo

La comparación del PNB (o PIB) per cápita de los países es el método más común para evaluar su nivel de desarrollo. Sin embargo, un ingreso per cápita más alto no siempre indica que la situación de la población de un país sea mejor que la de otro con ingreso menor, porque hay muchos aspectos del bienestar humano que estos indicadores no reflejan. (¿Pueden ustedes mencionar algunos ejemplos? Véase el Capítulo 2.) Los especialistas utilizan distintos métodos para integrar los datos sobre el ingreso medio y los datos sobre los niveles medios de salud y educación, con el propósito de encontrar una mejor forma de medir el éxito del desarrollo. Esos métodos permiten evaluar los logros de un país en relación tanto con el desarrollo económico como con el desarrollo humano (véase el Capítulo 1).

"Diamantes" de indicadores del desarrollo.- Los especialistas del Banco Mundial utilizan lo que denominan "diamantes" de indicadores del desarrollo para presentar las relaciones entre cuatro indicadores socioeconómicos de un país dado frente a los promedios correspondientes al grupo de países, clasificados por el nivel de ingresos (ingreso bajo, ingreso mediano bajo, ingreso mediano alto o ingreso alto), al que dicho país pertenece. Se presentan la esperanza de vida al nacer, la tasa bruta de matrícula primaria (o secundaria), el acceso al agua potable y el PNB per cápita, uno en cada eje, y luego se unen con líneas gruesas para formar un polígono (véase el Gráfico 15.1). La forma de este diamante se puede comparar fácilmente con el diamante de referencia, que representa los indicadores medios del grupo de países pertinente, cada uno representado al 100% (véanse el diamante verde y el azul). Todo punto situado fuera del diamante de referencia muestra un valor mejor que el promedio del grupo, mientras que todo punto interior señala un resultado inferior al promedio.

El diamante de indicador del desarrollo correspondiente a Rusia tiene forma triangular, porque el Banco Mundial no dispone de datos sobre el porcentaje de la población con acceso al agua potable. Piensen ustedes en otro indicador, quizá de mayor importancia para los países de la ex-Unión Soviética, que puedan utilizar para comparar los niveles de desarrollo. Empleen algún indicador de los Cuadros de datos

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que figuran al final del libro para completar los diamantes correspondientes a Rusia y uno o dos países que ustedes elijan.

Observen que los diamantes relativos a China y Etiopía, por un lado, y a Rusia y Turquía, por el otro, se trazaron utilizando índices basados en indicadores promedio para dos grupos diferentes de países: de ingreso bajo y de ingreso mediano bajo (véase el Gráfico 15.1). Por ello resulta imposible comparar visualmente los logros en materia de desarrollo de estos dos pares de países. Ésta es una de las principales desventajas de esta metodología: en la práctica, no se puede utilizar para comparar países de diferentes grupos por nivel de ingreso.

Índice de desarrollo humano.- Para medir el desarrollo de un país, los especialistas de las Naciones Unidas prefieren utilizar el índice de desarrollo humano. Este índice compuesto es un promedio simple de tres índices que refleja los resultados de un país en materia de salud y longevidad (medidos por la esperanza de vida al nacer), educación (medida según la alfabetización de adultos y la matriculación total en los niveles primario, secundario y terciario) y nivel de vida (medido por el PIB per cápita en función de la paridad del poder adquisitivo). Los resultados en cada campo se miden de acuerdo con los progresos realizados por cada país en la consecución de los siguientes objetivos: una esperanza de vida de 85 años, la alfabetización del 100% de los adultos y una matriculación del 100%, y un PIB real per cápita de $40.000 tomando en cuenta la paridad del poder adquisitivo. Hasta el momento, ningún país ha alcanzado cabalmente estos objetivos, que representan aspiraciones muy loables; por ello los indicadores reales se representan como fracciones decimales de esas metas ideales.

La ventaja del índice de desarrollo humano frente al método de los diamantes de indicadores es que permite ordenar los países en función de sus logros en la esfera del desarrollo humano. En la última lista disponible, preparada con datos de 1997, los cinco primeros países eran Canadá, Noruega, Estados Unidos, Japón y Bélgica; los cinco últimos, Sierra Leona, Níger, Etiopía, Burkina Faso y Burundi. Las cinco economías en desarrollo de mejor ubicación eran Singapur, Hong Kong (China), Brunei, Chipre y la República de Corea.

La desventaja del índice de desarrollo humano es que no nos permite juzgar la importancia relativa de sus diferentes componentes o comprender por qué el índice de un país se modifica con el tiempo; si, por

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ejemplo, ello obedece a un cambio en el PNB per cápita o a un cambio en el índice de alfabetización de adultos.

La posición de algunos países en la clasificación según el índice de desarrollo humano difiere considerablemente de la que ocupan en la lista ordenada de acuerdo con el PNB (o el PIB) real per cápita (Cuadro 15.1). Dicha diferencia señala el éxito (o el fracaso) obtenido por un país, en comparación con otros, al trasladar los beneficios del crecimiento económico a la calidad de vida de la población (véase el Cuadro de datos 4). Una diferencia positiva indica que el país ha alcanzado relativamente mejores resultados en términos de desarrollo humano que de ingreso per cápita. Es lo que se observa en varios países antiguamente socialistas y en los países desarrollados de Europa. Una diferencia negativa significa lo contrario; los países que presentan un contraste más marcado son Kuwait y Pakistán (véase el Cuadro 15.1).

Cuadro 15.1Diferencias entre la clasificación según el PNB per cápita y la clasificación según el índice de

desarrollo humano

País

Clasificación según el PNB real per cápita (dólares PPA), 1995

Clasificación según el índice de desarrollo humano, 1995

Clasificación según el PNB real per cápita (dólares PPA) menos clasificación según el Índice de desarrollo humano

Kuwait 4 54 -50

Pakistán 96 138 -42

Emiratos Árabes Unidos

24 48 -24

Rusia 62 72 -10

Estados Unidos 2 4 -2

Tayikistán 128 118 10

Canadá 12 1 11

Finlandia 21 6 15

Capítulo XVI. Indicadores de la sostenibilidad del desarrollo

Los economistas clásicos identificaron tres fuentes y componentes de la riqueza nacional: tierra, trabajo y capital. Los economistas del siglo XX, en cambio, prefirieron centrarse en el capital, entendido únicamente como capital físico , es decir, el conjunto de estructuras y equipos utilizados en la producción. Así, pues, los gastos destinados a aumentarlo eran los únicos clasificados como inversión. Los demás, como los destinados a educación o protección ambiental, en general se consideraban consumo y se trataban como deducciones de una acumulación potencial de capital.

A medida que la necesidad del desarrollo sostenible se iba comprendiendo mejor, primero se intentó incorporar la dimensión ambiental en las cuentas nacionales, es decir, tomar en consideración los cambios producidos en el capital natural para efectuar los cálculos del producto interno bruto y del producto nacional bruto; más adelante, se elaboraron métodos estadísticos para tomar en cuenta los cambios en el capital humano de un país. Si bien los métodos de valoración del capital natural y del capital humano todavía son imperfectos, permiten a los especialistas analizar algunas cuestiones cruciales para el desarrollo, como la modificación de la composición de la riqueza nacional de un país y los indicadores operativos del desarrollo sostenible (o no sostenible).

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Composición de la riqueza nacional.- Según varios estudios recientes del Banco Mundial, el capital físico (capital real) no es el componente principal, mucho menos el único, de la riqueza de un país. Lo más importante para un país son los recursos humanos, es decir, la "mano de obra en sentido estricto", determinada fundamentalmente por el número de personas que componen la fuerza de trabajo y el capital humano (Gráfico 16.1). El capital natural es otro componente importante de la riqueza de una nación.

El nivel de desarrollo de un país determina las funciones que cumplen los diferentes componentes de la riqueza nacional. El predominio del capital humano es particularmente acentuado en la mayoría de los países desarrollados, donde el capital natural representa apenas entre el 2% y el 5% del total de la riqueza. En cambio, en África occidental, una de las regiones más pobres del mundo, el capital natural todavía prevalece sobre el capital físico, y la proporción de recursos humanos es una de las más bajas del mundo, a pesar de su elevado número de habitantes (véase el Gráfico 16.1). La comparación entre África occidental y Europa occidental resulta especialmente pertinente, porque, en las dos regiones, el valor per cápita del capital natural es, en términos absolutos, aproximadamente el mismo. Por ello, la marcada diferencia en la composición de la riqueza nacional se puede atribuir por completo al hecho de que el europeo occidental medio cuenta con 13 ó 14 veces más capital humano y físico.

Acumulación de la riqueza nacional como indicador del desarrollo sostenible.- En los últimos diez años el concepto de desarrollo sostenible se ha vuelto más amplio y mensurable. En un estudio reciente del Banco Mundial el desarrollo sostenible se definió como "el proceso de administración de una cartera de activos para preservar y mejorar las oportunidades de la gente". Los activos a los que se refiere esta definición incluyen no sólo el capital físico tradicional sino también el capital natural y el capital humano. Para ser sostenible, el desarrollo debe contribuir a que esos activos aumenten con el tiempo o, por lo menos, a que no disminuyan. La misma lógica que rige la gestión prudente de una economía nacional se aplica a la administración prudente de los bienes personales.

De acuerdo con esa definición, el principal indicador de la sostenibilidad (o no sostenibilidad) del desarrollo podría ser la "tasa de ahorro genuino" o la "tasa de inversión genuina", un nuevo indicador estadístico que están elaborando los especialistas del Banco Mundial. Las mediciones corrientes de acumulación de la riqueza no toman en cuenta el agotamiento y el deterioro de los recursos naturales, como los bosques y los yacimientos petrolíferos, por un lado, y la inversión en uno de los activos más valiosos de una nación —su gente—, por el otro. La tasa de ahorro genuino (inversión genuina) tiene por objeto corregir esta

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deficiencia mediante el ajuste de la tasa de ahorro tradicional deduciendo el valor estimado del agotamiento de los recursos naturales y los daños provocados por la contaminación (la pérdida del capital natural) y añadiendo el aumento del valor del capital humano (derivado, principalmente, de la inversión en educación y servicios básicos de atención de la salud) (véase el Gráfico 16.2).

El cálculo de las tasas de ahorro genuino de los distintos países es extremadamente complicado, en especial debido a las dificultades que supone valuar el capital humano. Pero el esfuerzo vale la pena, por la importancia potencial de los indicadores del desarrollo sostenible a fin de brindar orientación e información para la elaboración de políticas prácticas.

Los análisis del Banco Mundial ya han demostrado que muchos de los países que más dependen de los recursos naturales tienen tasas de ahorro bajas o negativas. Si no se toman medidas firmes para invertirla, esa tendencia redundará, a la larga, en perjuicio del bienestar de la población. Las dos únicas regiones "seguras" del mundo en desarrollo parecen ser Asia meridional y Asia oriental y el Pacífico, donde las tasas de ahorro genuino fueron positivas en 1970-93 y, en algunos casos, llegaron al 15% del PNB (Gráfico 16.3). En los países desarrollados dichas tasas fueron cercanas al 10% durante gran parte de ese período.

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Sería completamente erróneo llegar a la conclusión, a partir de este análisis, de que los países deberían optar por dejar de lado el desarrollo para no agotar sus recursos naturales. Sin embargo, unas tasas de ahorro genuino bajas o negativas indican que una parte considerable de los recursos naturales no renovables se ha utilizado de manera irracional, en perjuicio del bienestar futuro de la población. Los ingresos derivados de esos recursos naturales sencillamente se consumieron, en lugar de invertírselos en los otros componentes de la riqueza nacional: el capital físico y el capital humano. Este tipo de inversión puede dar un fuerte impulso al desarrollo sostenible de un país. A juzgar por los datos del Gráfico 16.3, la mayoría de los países de Oriente Medio y Norte de África no realizaron esas inversiones en los años setenta y ochenta, cuando podrían haber utilizado los ingresos imprevistos derivados del petróleo para mejorar considerablemente su potencial económico a largo plazo. Una conducta semejante no permite un desarrollo sostenible y debería preocupar a los responsables de la política económica.

Capítulo XVII. Otros problemas: búsqueda de una estrategia integral de desarrollo

En los últimos decenios algunos países en desarrollo han logrado tasas de crecimiento económico elevadas, y han reducido notablemente las diferencias que los separaban de los países desarrollados , pero, para la mayoría, la brecha económica se ha ahondado (véase el Gráfico 4.4). Si bien es posible para un país acelerar el crecimiento y el desarrollo hasta ponerse a la altura de los países desarrollados, el éxito no está, en modo alguno, garantizado. ¿Comprendemos cabalmente cuáles son los principales factores que determinan el éxito del desarrollo? ¿Qué pueden hacer los gobiernos para actuar como agentes catalizadores del desarrollo de sus países?

Para comenzar a responder estas preguntas, es importante tomar conciencia de que el desarrollo es mucho más complejo que el simple crecimiento económico o la acumulación cuantitativa del capital nacional, aun en la acepción más amplia del término (descrito, por ejemplo, en el Capítulo 16). El desarrollo es también la transformación cualitativa de una sociedad en su conjunto, la evolución hacia nuevas formas de pensamiento y, en consecuencia, nuevas relaciones y nuevos métodos de producción. Además, ustedes coincidirán en que una transformación sólo puede calificarse de desarrollo si beneficia a la mayoría de la población, si mejora su calidad de vida y le permite controlar mejor su destino (véase el Capítulo 1). Este amplio proceso de cambio debe incluir a la mayor parte de la población de un país y no se puede limitar a la modernización de la capital o al beneficio de las clases altas.

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Capital social y cohesión social.- Los investigadores que analizan el desarrollo han demostrado que algunos países y comunidades utilizan todos sus recursos productivos (capital humano, físico y natural) de manera mucho más eficiente que otros y, por lo tanto, obtienen mejores resultados. ¿Cómo se explica esa diferencia? Observemos nuevamente el Gráfico 16.1. Lo que falta en él es quizá el factor más crucial para el desarrollo de cualquier sociedad: la forma en que la gente interactúa, coopera y resuelve sus conflictos. Éste es el factor que resulta difícil de medir con los indicadores estadísticos convencionales y que últimamente los investigadores han dado en llamar el capital social de una comunidad.

El capital social se refiere a las organizaciones y asociaciones (públicas, privadas y sin fines de lucro), así como a las normas y relaciones (por ejemplo, las leyes, tradiciones y relaciones personales). Es el elemento que aglutina a la sociedad, que mantiene la cohesión social. Un capital social abundante reduce considerablemente el costo de la actividad comercial y aumenta la productividad al promover la confianza, la coordinación y la cooperación en todos los niveles. En cambio, la falta de capital social provoca conflictos e ineficiencia.

Debido a la multiplicidad de aspectos que abarca, no hay una forma óptima de medir el capital social, lo que no significa que sea imposible hacerlo. Los investigadores miden el capital social de varias formas creativas, habitualmente mediante el cálculo de índices compuestos basados en diversos datos reunidos en encuestas. Los datos utilizados en estos cálculos por lo general reflejan la confianza de la gente en los gobiernos y las instituciones públicas, la participación en organizaciones cívicas y el acceso a la información.

Cada vez hay más pruebas que señalan la importancia vital del capital social para el crecimiento de la economía y la prosperidad de la gente. Sin embargo, las reformas radicales o incluso el desarrollo rápido, pero desequilibrado, en muchos casos debilitan las formas existentes de capital social sin reemplazarlas por otras. Tal deterioro del capital social pone en peligro la cohesión social e impide el desarrollo sostenible. Algunos especialistas en desarrollo creen que esto es lo que ha sucedido, por ejemplo, en muchos países en transición.

Pensemos en la corrupción de los funcionarios públicos, especialmente en los sobornos, la malversación de fondos públicos y el abuso de autoridad. La corrupción no sólo representa un desperdicio de recursos, pues las políticas gubernamentales dejan de estar al servicio de las mayorías, sino que también genera apatía y cinismo en la ciudadanía, subvierte la función de las leyes y contribuye al aumento del delito. A la postre, la corrupción desacredita la democracia, régimen político esencial para el desarrollo, y socava el apoyo de la población a las reformas económicas. No debe sorprendernos, entonces, que, según algunos estudios, los países con alto nivel de corrupción suelen tener tasas de crecimiento económico más bajas. Algunos elementos del capital social, tales como el buen ejercicio del poder y el imperio del derecho, son tan importantes para el desarrollo económico como ciertas condiciones económicas básicas, por ejemplo, la existencia de un ahorro y una inversión suficientes (véase el Capítulo 6) o de fuertes incentivos para la eficiencia (véase el Capítulo 11).

La función de las políticas estatales.- Los gobiernos disponen de recursos limitados para acelerar el desarrollo de sus países. Si bien el desarrollo es un proceso integral de cambio, los gobiernos deben determinar en qué ámbitos su actuación puede ser más decisiva y concentrarse en ellos. Además de compensar las fallas del mercado bien conocidas (véase el Capítulo 11), los gobiernos pueden cumplir una importante función como coordinadores de la participación de todos los agentes del desarrollo —empresas privadas, organismos públicos y asociaciones cívicas— en el marco de una estrategia de desarrollo nacional. Pueden ayudar a diferentes sectores de la sociedad a arribar a una visión común del futuro del país a corto y largo plazo, a forjar un amplio consenso nacional sobre la forma de trasladar esa visión a la realidad y a permitir que todos los agentes del desarrollo actúen de acuerdo con sus responsabilidades sociales. La formulación de las prioridades del desarrollo nacional y la coordinación de los medios tendientes a alcanzarlas son tareas cruciales que no se pueden confiar al mercado, mucho menos a los mercados escasamente desarrollados de los países pobres.

Las funciones del Estado y del sector privado en la ejecución de la estrategia de desarrollo nacional no pueden ser iguales en todos los países. Dependen de la madurez y la capacidad del sistema de

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mercado del país, por un lado, y de la capacidad financiera y de organización del gobierno, por el otro. Sin embargo, hay determinados ámbitos donde la participación del Estado es indispensable: la educación y la atención de la salud para toda la población, la protección de los más vulnerables por su situación económica, la creación y conservación de un sistema jurídico eficaz, que vele por la firme aplicación de la ley y cuente con tribunales que funcionen correctamente.

Otras funciones importantes de un Estado son la protección y el fomento de la cultura nacional, particularmente donde el sector privado y las asociaciones cívicas son débiles. Los valores culturales pueden constituir un poderoso elemento de cohesión cuando otras fuerzas se ven debilitadas ante la rapidez de los cambios. El desarrollo cultural no es un lujo, sino un medio de fortalecer el capital social y, por lo tanto, una de las claves de un desarrollo social y económico satisfactorio.

En el campo económico, el Estado es indispensable para promover y proteger la competencia del mercado en el sector privado. También puede cumplir un importante papel al mejorar el acceso del público a la información y los conocimientos necesarios para el desarrollo, por ejemplo, favoreciendo los medios modernos de comunicación (teléfono, fax, Internet), invirtiendo en investigación básica y creando condiciones propicias para los medios de información independientes y las asociaciones cívicas.

Sin embargo, algunas actividades de los Estados siguen despertando grandes controversias. Por ejemplo, no queda claro hasta qué punto un gobierno debería apoyar y proteger de la competencia extranjera a las industrias de los sectores en los que el país tiene ventajas comparativas (véase el Capítulo 12). Tampoco hay coincidencia sobre la mejor forma de vigilar y supervisar a los bancos privados y otras instituciones financieras para no coartar la iniciativa privada y, a la vez, proteger a la sociedad del peligro de gravosas crisis financieras.

Opciones y desafíos.- Todos los países se enfrentan a numerosas opciones al abordar los problemas que les plantea el desarrollo, lo cual implica adoptar diariamente decisiones, en formas más o menos coordinadas y de maneras más o menos democráticas, teniendo en cuenta perspectivas a largo o a corto plazo. En esas decisiones se juegan grandes riesgos y grandes beneficios para naciones enteras, pero toda opción entraña, inevitablemente, incertidumbre. La mejor forma de limitarla quizá sea aprender de la historia nacional y mundial. Las autoras esperan que este libro ayude a ustedes a comenzar a reflexionar sobre el desarrollo de sus países en un contexto mundial —comparando un país con otro y tratando de extraer enseñanzas valiosas del desarrollo de países de todo el mundo— y a pensar lo que se puede lograr, de manera realista, en 10, 20 ó 50 años.

Las autoras también esperan que este libro los aliente a participar intensamente en las actividades encaminadas al desarrollo de sus respectivos países; por ejemplo, en debates sobre el modelo futuro del país y el camino singular que se debe seguir para alcanzar el desarrollo. La actitud de cada uno —activa o pasiva, optimista o pesimista— es también parte del capital social del propio país. Ustedes pueden hacer mucho si se forman opiniones informadas y las dan a conocer a otros, si influyen en los debates públicos y, finalmente, en la elección de las políticas oficiales.

La experiencia de muchos países indica que las políticas se pueden mantener a lo largo del tiempo únicamente si la mayor parte de la población las comprende y apoya. Si los cambios que dichas políticas traen aparejados no son contrarios a los valores y el sentido de justicia de la mayoría de la gente, ese proceso de cambio se puede definir, en términos generales, como desarrollo. Es por estas razones que la participación de ustedes y de sus pares en el diseño y la ejecución de una estrategia nacional de desarrollo es tan importante para el éxito futuro de sus países.

Reconocimientos.- Para la preparación de este libro, las autoras recibieron el respaldo y la valiosa contribución de numerosos colegas del Instituto del Banco Mundial y otros departamentos del Banco Mundial. Desean manifestar su sincero reconocimiento a todos los especialistas de la institución que formularon comentarios, sugerencias e indicaciones sumamente útiles para la redacción del libro: Vinod Thomas, John Middleton, Philip Karp, Carl Dahlman, Simon Commander, John Oxenham, Dusan Vujovic, Peter Miovic, Vladimir Kreacic, Kirk Hamilton, Ksenia Lvovsky, Magda Lovei, Tim Heleniak, Joanne Epp y William Prince. Merecen un agradecimiento especial los miembros del Programa de Educación para el

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Desarrollo por su cálido apoyo y estrecha colaboración, y John Didier por su minuciosa edición del texto final.

Las autoras agradecen también al equipo del proyecto ruso del Programa de Educación para el Desarrollo, Vladimir Avtonomov, Andrei Mitskevitch, Sergei Ravichev y Alexandre Kuznetsov, quienes prestaron un inestimable asesoramiento para la adaptación nacional de la versión de este libro publicada en idioma ruso como El mundo y Rusia.

La edición y la preparación de la impresión se realizaron en Communications Development Incorporated. La impresión del libro ha estado a cargo de nuestro apreciado asociado ruso, la Facultad de Economía del Instituto de San Petersburgo.

Copyrights:

Copyright © 2000Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento/BANCO MUNDIAL1818 H Street, N.W.Washington, D.C. 20433, EE.UU.

Reservados todos los derechosPrimera edición en inglés: octubre de 2000

Las conclusiones e interpretaciones vertidas en este trabajo son exclusivamente de sus autoras y en modo alguno deben atribuirse al Banco Mundial, a sus organizaciones afiliadas o a los miembros de su Directorio Ejecutivo ni a los países que éstos representan. El Banco Mundial no garantiza la exactitud de los datos incluidos en esta publicación y no acepta responsabilidad alguna por cualquier consecuencia resultante de su uso. Las fronteras, los colores, las denominaciones y toda otra información que figura en los mapas de este volumen no implican, por parte del Grupo del Banco Mundial, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los territorios, ni aprobación o aceptación de tales fronteras.

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A fin de obtener permiso para reimprimir artículos o capítulos, sírvase enviar por fax su solicitud con información detallada a Republication Department, Copyright Clearance Center, fax 978-750-4470.Toda otra pregunta sobre derechos y licencias debe dirigirse al Banco Mundial a la dirección antes mencionada o enviarse por fax al 202-522-2422.

Para obtener mayor información y materiales didácticos sobre temas vinculados al desarrollo sostenible, se pueden visitar nuestros sitios en la Web: www.worldbank.org/depweb y www.worldbank.org/html/schools. Rogamos enviar sus comentarios a [email protected]. Tatyana P. Soubbotina es especialista en educación del Instituto del Banco Mundial. Katherine A. Sheram es administradora del Programa de Educación para el Desarrollo, del Instituto del Banco Mundial.