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Marometa: ni el sol nos hizo cosquillas… Por: Tonatiuh Alvarado Hoy, en Villas de la Alameda fue una tarde diferente, ante un sol abrazador, de esos que queman aun cuando estas en la sombra, los niñas y las niños listos y preparados con su mejor traje de gala para deleitarse en las frescas aguas de las albercas, ropas multicolores entre los más grandes, los pequeños niños y niñas de 2, 3 o 4 años; más osados mostrando sus tangas brasileñas, sin importar el que dirán y las madres regocijadas viendo a sus pequeños chapotear entre las burbujas cristalinas del agua. Así empezó la tarde, la algarabía no tenia n, todos sedientos de integrarse a los diversos talleres que Marometa ofrecía, los talleristas no se daban abasto ante la multitud de chicuelos que querían mostrar su talento a su cuate del alma, o entre amigas competir para ver quien hacia el corazón mas bonito. Mientras tanto las madres preocupadas solo volteaban la cabeza para ver para donde corría su pequeñuelo, mientras asoleadas mandaba comprar una gran paleta de vainilla para refrescarse un poco mientras cuidaban a su hijo que entre brazos pedía ser soltado para seguir lo movimientos de su hermana. No había rincón en Marometa que no fuera ocupado por una niña o niño, preocupado se veía a Martín el artesano correr de un extremo a otro de la

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Marometa: ni el sol nos hizo cosquillas…

Por: Tonatiuh Alvarado

Hoy, en Villas de la Alameda fue una tarde diferente, ante un sol abrazador, de esos que queman aun cuando estas en la sombra, los niñas y las niños listos y preparados con su mejor traje de gala para deleitarse en las frescas aguas de las albercas, ropas multicolores entre los más grandes, los pequeños niños y niñas de 2, 3 o 4 años; más osados mostrando sus tangas brasileñas, sin importar el que dirán y las madres regocijadas viendo a sus pequeños chapotear entre las burbujas cristalinas del agua.

Así empezó la tarde, la algarabía no tenia n, todos sedientos de integrarse a los diversos talleres que Marometa ofrecía, los talleristas no se daban abasto ante la multitud de chicuelos que querían mostrar su talento a su cuate del alma, o entre amigas competir para ver quien hacia el corazón mas bonito.

Mientras tanto las madres preocupadas solo volteaban la cabeza para ver para donde corría su pequeñuelo, mientras asoleadas mandaba comprar una gran paleta de vainilla para refrescarse un poco mientras cuidaban a su hijo que entre brazos pedía ser soltado para seguir lo movimientos de su hermana.

No había rincón en Marometa que no fuera ocupado por una niña o niño, preocupado se veía a Martín el artesano correr de un extremo a otro de la

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mesa para sacar bolsitas del endeble barro y del cual faltaba poco para que no quedara alguna.

Y ahí entre aplausos y gritos se escuchaba el ritmo latino de una salsa, era el patio central de este gran festival, donde con ritmo un poco medio chueco, Víctor Castillo, Director de Cultura le sacaba brillo al piso con sus mejores pasos.

Era el éxtasis total y cada quien con su pareja iniciaba el gran concurso de baile, mientras con un pequeño pañuelo las organizadoras Lili y Alejandra, se secaban el sudor de las frentes alentando a unos y a otras a darle ritmo a sus movimientos, se escucho un rock and roll, un merengue y no podía faltar la música de banda que para deleite de todos; los grandes protagonistas fueron la pequeña pero gran pareja de 2 pequeños niños de 4 años que les enseño a todos como mover la caderita.

Eras cientos; gritando, aplaudiendo, corriendo, disfrutando de una tarde que pareciera no tener �n, Nacho el Cucaracho, ansioso de empezar su espectáculo, decía: los títeres se enfrían, ya es hora, mientras los niños y niñas coreaban, ¡pelotas! ¡Pelotas! ¡Pelotas!, hasta que por �n los títeres dieron rienda suelta a sus diálogos, los niños felices acompañaban las historias, reían a grandes carcajadas, vociferaban, buscaban las palabras adecuadas para insultar al gringo descuartizador, que en ese momento le ponía una tunda al enmascarado que representaba a los niños de Villas de la Alameda.

Aunque ya era hora de ir terminando, el sol seguía �rme y con presencia; los niños lentamente recogían su último sueño convertido en pelota, ahora en la plaza solo se escuchaba el botar repentino de cientos de pelotas, la tarde ha concluido, la magia continúa.