Mario Bunge - Las Pseudociencias !Vaya Timo!

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Las pseudociencias Vaya timo

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  • OTRAS OBRAS DE1 AUTOR EN CASTELLANO

    Filosofa de la fsica, Ariel, Barcelona, 1978 Epistemologa, Ariel, Barcelona, 1980 Materialismo y ciencia, Ariel, Barcelona, 1981 Economa y filosofa, Tecnos, Madrid, 1982 La investigacin cientfica, Ariel, Barcelona, 1983 El problema mente-cerebro, Tecnos, Madrid, 1985 Seudociencia e ideologa,

    Alianza, Madrid, 1985 Racionalidad y realismo, Alianza, Madrid, 1985 Teora y realidad, Ariel, Barcelona, 1985 Intuicin y razn, Tecnos, Madrid, 1986

    Filosofa de la psicologa, Ariel, Barcelona, 1988 Mente y sociedad, Alianza, Madrid, 1989 Sociologa de la ciencia, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1993 Las

    ciencias sociales en discusin, Sudamericana, Buenos Aires, 1999 La investigacin cientfica. Su estrategia y su filosofa, Siglo XXI, Mxico, 2000

    Fundamentos de biofilosofia, Siglo XXI, Mxico, 2000 Diccionario de filosofa, Siglo XXI, Mxico, 2001 Qu es filosofar cientficamente?, Fondo Editorial de la

    UIGV, Lima, 2001 Emergencia y convergencia. Novedad cualitativa y unidad del conocimiento, Gedisa, Barcelona, 2004 A la caza de la realidad. La

    controversia sobre el realismo, Gedisa, Barcelona, 2007 Tratado de filosofa, vol. I: Semntica 1. Sentido y referencia, Gedisa, Barcelona, 2008 Tratado de

    filosofa, vol. II: Semntica 2. Interpretacin y verdad,Gedisa, Barcelona, 2009 Filosofa poltica. Solidaridad, cooperacin y

    democracia integral, Gedisa, Barcelona, 2009

    Las pseudociencias vaya timo!Coleccin dirigida por Javier Armentia y editada en colaboracin con la

    Sociedad para el Avance del Pensamiento Crtico

    Mario Bunge

  • LAS PSEUDOCIENCIAS VAYA TIMO!

    Edicin de Alfonso Lpez Borgooz Traduccin de Rafael Gonzlez del Solar Prlogos de Alfonso Lpez Borgooz, Cristina Corredor y Rafael

    Gonzlez del Solar

  • LAETOLIIa edicin: noviembre 2010

    Diseo de portada: Serafn Senosiin Ilustracin de portada: Ricard Robres Maquetacin: Carlos Alvarez, www.estudiooberon.com

    Mario Bunge, 2010 de la traduccin del ingls: Rafael Gonzlez del Solar, 2010 del prlogo 1: Alfonso Lpez Borgooz, 2010 del prlogo 2, Cristina Corredor Lanas, 2010 del prlogo 3, Rafael Gonzlez del Solar, 2010 Editorial Laetoli, 2010 Monasterio de Yarte, 1, 8o 31011 Pamplona www.laetoli.net

    ISBN: 978-84-92422-24-1 Depsito legal: NA-3017-2010 Impreso por: GraphyCems Polgono Industrial San Miguel 31132 Villatuerta, Navarra

    Printed in the European Union

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacinpblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizadacon la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley.Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos, www.cedrosi necesita fotocopiar o escanear algn fragmento de esta obra.

    Prlogo 1 Bunge y las pseudociencias: un acercamiento personal Alfonso Lpez

    Borgooz

    http://www.estudiooberon.com/http://www.cedro/http://www.laetoli.net/

  • El Universo existe por s mismo, puede ser explorado y la mejor manera de hacerlo es cientficamente.

    Bunge, 20071

    Hace aos, quizs veinte, conoc a Andr Gunder Frank, el cono-cido cientfico social de origen alemn ya fallecido. En aquella poca, yo estaba notablemente influido por la obra de diversos autores "relativistas" procedentes tanto de la arqueologa o la antropologa como de la propia filosofa de la ciencia.

    Durante una cena, empec a expresar a Andr la dificultad de trabajar con los restos de culturas antiguas, dado que, al ser adap-taciones socioculturales (es decir, no biolgicas) a diferentes con-textos naturales, sociales e histricos, era muy difcil conocer re-almente nada de ellas, salvo nuestras propias construcciones del pasado. Le coment que slo sabamos de "apariencias", no de "re-alidades". Y lo mismo crea que pasaba al estudiar desde una pers-pectiva antropolgica ciertas poblaciones de otras partes del globo terrestre: nunca hablbamos de ellas, slo de nosotros; conocer la realidad era imposible, en caso de que existiera... E incluso eso pa-saba en ciencias como la biologa o la fsica. Pensaba que el con-cepto cerdo o gravitacin universal eran conceptos o constructos nuestros, frutos de nuestra manera de entender la naturaleza en un momento dado.

    Andr no estaba de acuerdo, pero tampoco pareca que estu-

  • viera especialmente atento a lo que yo deca. Hasta que, en un mo-mento dado, le dije que iba al lavabo. Levant entonces su vista y, ms o menos, me dijo: "La puerta est cerrada, podrs entrar a travs de ese constructo o la abrirs antes de pasar?" Sonri y aca-b su frase: "Si tienes prisa, te recomiendo la segunda opcin, pues la primera te provocara un chichn que tendra muy poco de constructo ideal y mucho de objetivo".

    Nuestro entorno es conocible y mejorable

    Quizs s exista un mundo real de chichones evitables por m, por los yanomamos o por los antiguos romanos, si uno adopta deci-siones racionales en su manera de actuar y de entrar en los lavabos o moverse por un bosque, aunque sea posible que haya siempre algunos chichones inevitables (llevo muchos, de hecho).

    Ys, tambin es posible decir cosas sobre los otros del pasado o de otras culturas. De hecho, hay hiptesis o conjeturas acerca de ellos que pueden ser discutibles y mejorables, pero que tienen ms elementos de certeza que otras que casi ni siquiera son discutibles, dado lo que sabemos o se puede comprobar (como la influencia de los marcianos en la construccin de las pirmides de Egipto). Slo el especular sin base sobre lo que no se sabe, sin tener en cuenta lo que s se conoce, permite seguir

  • justificando ciertos extravos de la mente muy poco productivos a nivel cientfico o tecnolgico y, por tanto, social.Entonces... no nos podemos permitir hacer conjeturas? Claro

    que s! No podemos evitar hacerlas. Pero, como Bunge seala, mientras que en las artes o en la ficcin todo vale, en la ciencia slo son admisibles las conjeturas razonables, aquellas que se pueden controlar de forma tanto conceptual (compatibilidad con el grueso del conocimiento) como emprica2.

    Yeso es verdad en fsica y en el estudio de la historia o de otros pueblos. Todo el mundo en todas las pocas se ha reproducido segn su sexo del mismo modo (ms o menos divertido, eso s es tristemente cultural), han debido ingerir alimentos (y, antes de ello, han debido proveerse de los mismos), y han dormido, nacido, crecido, enfermado, envejecido, muerto... de forma ms o menos igual en lo fsico, aunque con variaciones culturales.Aunque variados en lo cultural, en lo bsico iguales... pero

    siempre con la posibilidad de establecer hiptesis sobre el funcionamiento de cada cultura de forma razonable.

    Hasta los relativistas (incluso profesores de filosofa dedicados a ello) prefieren volar antes en aviones que con capas de Super- mn. Y su tasa de curacin con terapias de eficacia comprobada es ms elevada que cuando usan otras basadas en supersticiones no validadas de ninguna manera, que algunos de ellos defienden como posibilidad filosfica. Desgraciadamente, el sida existe y negarlo es un insulto grave para sus vctimas, ya que no ayuda en

  • nada a aumentar el bienestar de los afectados, cosa que la buena ciencia s consigue.

    El universo (la realidad) existe de forma independiente a la hu-manidad y es comprensible, aunque el conocimiento del mismo pueda mejorar (o empeorar, segn a la universidad a la que uno vaya). Bunge escribe que "el conocimiento objetivo apoyado en pruebas firmes y teora vlida es muy superior a las corazonadas subjetivas", aunque hemos de tener en cuenta que "la ciencia no demuestra el realismo, ni podra hacerlo, porque toda proposicin cientfica, sea sta dato o hiptesis, se refiere slo a hechos de un tipo particular. La ciencia hace por el realismo algo ms que con-firmarlo: lo da por supuesto" \

    Pero vivir bajo ese supuesto no lo hacen slo los cientficos o los tecnlogos, sino todo el mundo en su vida diaria, incluso los filsofos ms relativistas. Y eso es lo deseable, no slo como amantes de la filosofa o de la ciencia, sino de la vida o la tica en general.

    Como hemos comprobado, como estamos comprobando, las actuaciones no basadas en la ciencia, asentadas no sobre la realidad o principios comprobables sino en filosofas polticas concretas con objetivos concretos no siempre explicitados, pueden llevar a desastres internacionales, como confundir una poltica econmica ideolgica con la economa, como le pasaba a Marx y le ha sucedido a la economa "global" en los ltimos aos.

    Existe un mundo social y natural que es cognoscible y clara-

  • mente mejorable, y en el que podemos actuar de forma racional tratando de equivocarnos lo menos posible en nuestras decisiones a travs de la experiencia y consiguiendo avances significativos en el campo de la fsica, la biologa, la economa, la arqueologa, la tica o el derecho, si conseguimos que lo que afirmamos est planteado de la manera ms razonable y comprobable posible.

    Tal vez tuviera razn Einstein, al hablar de los axiomas mora-les, como recoge Bunge, cuando escriba: "Los axiomas ticos son fundados y puestos a prueba de manera no muy diferente a los axiomas de la ciencia. La verdad es lo que resiste la prueba de la experiencia"4.

    Escepticismo metodolgico

    Como fruto de estos intereses, comenc a colaborar activamente en el debate contra las falsedades o errores con apariencia de verdad (o "imposturas intelectuales", segn denominaron ms tarde Alan Sokal y Jean Bricmont en su libro de ese mismo ttulo a ciertas posiciones defendidas desde el postmodernismo y el relativismo).

    Al principio, mi intervencin fue ligera, preocupado meramente por las llamadas pseudociencias ms livianas y triviales, en la tesi-tura de tratar de desmontar, por ejemplo, hiptesis sobre astro-nautas en el mundo maya basadas en datos no comprobables.

  • Cuando me introduje ms, empec a preocuparme por otros campos, al tratar de documentarme e informar sobre el peligro real que supone la profunda inexactitud de las "teoras" acerca de la validez y utilidad de muchas de las medicinas falsamente alterna-tivas 5, o del creacionismo en cualquiera de sus formas y mutacio-nes para adaptarse a cada medio (casi de forma darwinista, lo que no deja de ser paradjico).

    Me embarqu en el llamado movimiento escptico, que en realidad nada tiene que ver con el escepticismo clsico de Pirrn o Sexto Emprico, que yo valoraba antes mucho y cuya lectura en su vertiente clsica an me encanta ni con sus variantes de la poca moderna, que negaban la posibilidad de todo conocimiento.

    El mo era un escepticismo metodolgico o cientfico, de duda metdica pero no sistemtica. Como lo define perfectamente Bunge en un texto incluido en este libro, "es una posicin tanto metodolgica como prctica y moral. En efecto, quienes lo adoptan creen que es tonto, imprudente y moralmente errneo afirmar, practicar o predicar ideas importantes que no hayan sido puestas a prueba o, peor an, que hayan mostrado de manera concluyente ser totalmente falsas, ineficientes o perjudiciales"6.

    Este tipo de escpticos, contina Bunge, "creen todo aquello que haya sido probado o que haya mostrado que goza de respaldo emprico slido. Descreen de todo aquello que choque con la l-gica o con el grueso del conocimiento cientfico y sus hiptesis fi-losficas subyacentes. El suyo es un escepticismo matizado, no un

  • indiscriminado. Los escpticos metodolgicos sostienen numero-sos principios y, sobre todo, confan en que los seres humanos ha-rn progresar an ms el conocimiento de la realidad. Su fe es crtica, no ciega. Se trata de la fe del explorador, no de la fe del creyente. No creen en aquello que no est respaldado por pruebas, pero estn dispuestos a explorar las ideas nuevas y audaces si encuentran razones para sospechar que puedan tener posibilidades [..]. Tienen la mente abierta, pero no la mente en blanco. Se apre-suran a filtrar la basura intelectual". Y tambin: "Quienes pone-mos en tela de juicio las creencias en los fantasmas, la reencarna-cin, la telepata, la clarividencia, la telequinesia, la rabdomancia, las influencias de los astros, la magia, la brujera, las abducciones' por ovnis, la grafologa, la ciruga psquica, la homeopata, el psi-coanlisis y otras por el estilo, nos llamamos a nosotros mismos escpticos. Pero al hacerlo queremos indicar que adoptamos la fa-mosa duda metdica de Descartes. Se trata de una desconfianza inicial respecto de las percepciones, informaciones y pensamientos extraordinarios. No quiere decir que los escpticos cierren sus mentes a los acontecimientos extraos sino que, antes de admitir que tales sucesos son reales, desean que se los controle por medio de nuevas experiencias o razonamientos. Los escpticos no aceptan ingenuamente la primera cosa que perciben o piensan. No son crdulos, pero tampoco son neofbicos. Slo son crticos. Antes de creer, quieren ver pruebas"7.

    Mi duda, nuestra duda, no es sobre la posibilidad de conocer

  • sino sobre las afirmaciones acerca de las cosas que no son com-probables. Sobre las pseudociencias, vamos.

    Y para la lucha conceptual contra las mismas, la obra de Bunge es maravillosa por su claridad, amenidad, rigor, coherencia y fa-cilidad de lectura. Y por atreverse a exponerla con generosidad y sin cortapisas ante cualquier pblico.

    Vctima yo an de autores encumbrados y oscuros, los escritos de Mario Bunge me han aportado siempre valiosas herramientas conceptuales con las que acercarme a los objetos de mi inters, se-alando la importancia de establecer una ntida separacin entre ciencia y pseudociencia.

    Para l, negar la necesidad de definir bien lo que es ciencia no es correcto. Como escribi hace aos, "ante la ausencia de una ca-racterizacin explcita y adecuada de la ciencia (y de su opuesto, lo que no es ciencia), ciertas teoras y prcticas fraudulentas se pueden colar por las puertas de la ciudadela de la ciencia. Pinsese en la cosmologa creacionista, el 'creacionismo cientfico', el determi- nismo genrico, el psicoanlisis o la utilizacin de las manchas de tinta para el diagnstico de la personalidad y de la hipnosis para la recuperacin de la memoria"8.

    A muchos no parece preocuparles grandemente el mundo de las pseudociencias. En las universidades y los medios acadmicos creen que es una forma de pensar inofensiva y propia del vulgo, de la plebe, pues "estn demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta

  • actitud, sin embargo, es de lo ms desafortunada"9.Como el mismo Bunge seala, este tipo de falso conocimiento

    es ms daino de lo que parece pues, al fin y al cabo, el mtodo cientfico constituye la mejor estrategia para conseguir las verda-des ms objetivas, precisas y profundas acerca de hechos de toda clase, naturales o sociales. No slo hablamos de las cosas, sino tambin de la gente y de sus relaciones.

    Pero no slo es ciencia Me las cosas", no slo se trata de dife-renciar de la forma ms correcta posible los conceptos fsicos o qumicos. Tras la bsqueda del conocimiento sobre nuestro entorno, en Bunge hay una seria reflexin tica acerca de la relacin de los seres humanos con la naturaleza y con otras personas. Su realismo cientfico filosfico integral es "la filosofa que casi todo el mundo practica cuando intenta resolver sus problemas de todos los das. Unicamente los filsofos pueden profesar el antirrealismo y esto slo cuando escriben o ensean" 10. El falso conocimiento no sirve. No ayuda.

    La defensa no es porque s, sino porque cree importante "la po-sibilidad de construir una filosofa prctica cientfica. sta sera un cdigo moral y una filosofa poltica diseadas para personas reales en sociedades reales, no para ngeles en utopas. Es decir, ese cdigo estara diseado para individuos que se enfrentan a dilemas morales reales en sistemas sociales reales; personas con necesidades y aspiraciones, as como con derechos y deberes"11. Es ms, "la filosofa poltica no es un lujo, sino una necesidad, ya

  • que se la necesita para entender la actualidad poltica y, sobre todo, para pensar un futuro mejor. Pero para que preste semejante servicio la filosofa poltica deber formar parte de un sistema coherente al que tambin pertenezcan una teora realista del conocimiento, una tica humanista y una visin del mundo acorde con la ciencia y la tcnica contemporneas" n.

    Mario Bunge es un referente en filosofa de la ciencia a nivel mundial, al que no le gusta hablar slo en las universidades y ser ledo slo por catedrticos en una torre de cristal, sino que le pre-ocupan los riesgos de la mera palabrera. Y esa preocupacin la tiene tanto en crculos acadmicos como en revistas de divulgacin, en la prensa, en congresos, etc.

    Andr Gunder Frank, mencionado al comienzo de este prlogo, naci en Alemania. Sus padres huyeron de la Alemania nazi ya en 1934, cuando l tena slo cinco aos. Como le sucedi a

  • Sophie Scholl y a muchos otros alemanes, Andr me seal que no haca falta ser judo ni vctima directa de los peores crmenes del rgimen hitleriano para darse cuenta de que realmente, de for-ma objetiva, aquello no poda ser bueno. Que no era relativo.

    No todo es igual y hay que defender el mejor conocimiento cr-tico posible. Y eso es un poco lo que creo que defiende Bunge, y as lo muestra de forma insistente en sus obras.

    Sobre este libro

    Este libro surge del inters del editor, Serafn Senosiin, y del mo propio en reunir en castellano los artculos ms significativos pu-blicados por Mario Bunge dedicados, en general, a clarificar el principio de demarcacin entre ciencia y pseudociencia, as como otros trabajos suyos que creemos relacionados.

    En la seleccin de textos, originalmente publicados en ingls en su mayora, nos ayud el propio Mario Bunge, quien sugiri al-gunos textos que l consider que merecan estar incluidos. La facilidad de trabajar y colaborar con el autor en todo momento, desde hace ya tiempo, con respuestas rpidas, claras y acertadas, ha sido un motivo de satisfaccin.

    De todos los artculos seleccionadas en un primer momento descartamos, finalmente, por recomendacin del traductor, Rafael Gonzlez del Solar, el texto "The Scientist's Skepticism"13 (titula-do en espaol "El escepticismo del cientfico"), el cual es slo un extracto del texto "Creencias y dudas de un escptico", que s se incluye en el presente libro. El orden de los artculos, por otra de las muchas sugerencias acertadas de Rafael Gonzlez del Solar, se basa en su organizacin temtica y no cronolgica.

    Para acompaar los textos, hemos credo adecuado solicitar otros dos prlogos al propio Rafael Gonzlez del Solar y a la profesora Cristina Corredor, que espero ayuden al lector tanto como a nosotros a acercarse a la figura y obra del filsofo argentino.

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  • Prlogo 2 Mario Bunge: reivindicacin de la razn y la ciencia Cristina Corredor

    Cualquier persona familiarizada con el mtodo de la filosofa ana-ltica reconocer, sin duda, en los textos del profesor Bunge com-pilados con acierto y un criterio temtico claro en esta seleccin, su conformidad con el grado ms alto de exigencia de ese mtodo analtico: la precisin y el rigor en la definicin de los conceptos, la claridad y explicitud en la formulacin de las tesis, y la presen-tacin ordenada y sistemtica de los argumentos que sostienen cualquier afirmacin. Este estilo resulta letal cuando se combina con la rapidsima inteligencia y la brillante irona con que Bunge detecta y pone en evidencia las debilidades, contradicciones y falta de fundamento cientfico del conjunto de disciplinas que, con slidos argumentos, sita en el campo de las pseudociencias.

    La atencin, el rigor y el detalle que Bunge pone en su crtica pueden sorprender a quien, quiz precipitadamente, ya ha situado ese conjunto de disciplinas fuera del mbito de lo que merece el nombre de conocimiento. Especialmente si se tiene en cuenta que la produccin acadmica e investigadora del profesor Bunge, re-conocida internacionalmente, incluye ms de 50 libros y ms de 500 ensayos publicados en algunas de las editoriales y revistas ms importantes en las reas de la fsica terica, las ciencias sociales y la filosofa. Pero en sus textos es posible encontrar, en ocasiones explcitamente, una preocupacin tica que parece dar aliento a todo su trabajo. En un ensayo de 1994, Bunge declara:

    La Ilustracin nos dio la mayor parte de los valores bsicos de la vida civilizada contempornea, como la confianza en la razn, la pasin por la libertad investigadora y la igualdad. Por supuesto, la Ilustracin no nos lo dio todo hecho [...]. Por ejemplo, la Ilustracin

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  • no previo los abusos de la industrializacin, err al no subrayar la necesidad de la paz, exager el individualismo, ensalz la competicin a expensas de la cooperacin, no lleg suficientemente lejos en la reforma social, y no se preocup gran cosa por las mujeres o por los pueblos sub- desarrollados. Sin embargo, la Ilustracin perfeccion, enalteci y difundi los principales instrumentos conceptuales y morales para avanzar ms all de s misma. (Citado en Mat- thews, 2003, pg. 434, traduccin ma).

    Este compromiso con los valores ilustrados de la razn, el co-nocimiento fundado preeminentemente, el conocimiento cient-fico de base emprica, junto con el uso de la lgica como principal herramienta analtica, y la defensa de la igualdad, la democracia y la justicia social parecen proporcionar una unidad de propsito al conjunto de su esfuerzo intelectual.

    Lo que no es conocimiento

    El inters por demarcar la ciencia de la pseudociencia se considera acadmicamente parte de un inters ms amplio por determinar qu creencias estn epistmicamente garantizadas. Esta de-marcacin tiene, adems de un inters terico, consecuencias prcticas importantes para la vida humana y, por tanto, para la toma de decisiones en los mbitos privado y pblico, incluida la actividad poltica.

    El profesor Bunge, consciente de este doble inters y de la im-periosa necesidad de contar con criterios claros y aplicables, pro-cede con metdico rigor analtico. Toma como punto de partida una determinacin normativa de la ciencia, que caracteriza a partir de la nocin de familia de campos de investigacin cientfica fctica como una tupia, una serie, ordenada de diez elementos componentes. Estos incluyen, entre otros, la existencia de una comunidad de investigadores integrada en una sociedad; un

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  • dominio de entidades reales; un trasfondo de presupuestos filosficos, teoras lgico-matemticas y datos, hiptesis y teoras actualizadas y bien confirmadas, que son compatibles con el fondo de conocimiento previo y van unidos a unos mtodos de investigacin. Asimismo, estos elementos comprenden una problemtica, unos objetivos, entre ellos el descubrimiento y utilizacin de leyes, y una metdica, que slo debe incorporar procedimientos escrutables y justificables. Esta tupia de diez elementos proporciona las diez condiciones del conocimiento cientfico y, por contraposicin, permite identificar a aquellas disciplinas que, al no satisfacerlas, no merecen el estatuto de cientficas.

    De entre todas ellas, "todo campo de conocimiento que no sea cientfico pero se anuncia como tal es pseudocientfico, o falsa ciencia" (Bunge, 1991). Lo que hace especialmente perniciosa a la pseu- dociencia frente a otras variedades posibles de aproximacin insuficiente a la ciencia, como es el caso de las protociencias o las ciencias an emergentes o en desarrollo es el componente de fraude o engao que lleva consigo. Esto convierte el esfuerzo de Bunge por sacar a la luz sus insuficiencias en un doble compromiso tico: con el conocimiento y con la sociedad.

    En su examen del amplsimo espectro de pseudociencias, siem-pre riguroso y argumentado, hay algo que sorprende de nuevo. El profesor Bunge no se limita a tomar en consideracin aquellas dis-ciplinas que una mayora social catalogara como no cientficas (como la parapsicologa, con todas sus subdisciplinas: telepata, telequinesia, precognicin, percepcin extrasensorial, etc.), o incluso otras que parecen gozar de cierto reconocimiento o prestigio (como el psicoanlisis). Bajo su incisivo anlisis crtico, tampoco superan la comprobacin de cientificidad algunas disciplinas ampliamente discutidas y difundidas en medios acadmicos: la so- ciobiologa, la teora general y la teora cuntica de la medicin, el bayesianismo, las aplicaciones de la teora de las catstrofes o la teora de juegos, entre otras. En sus respuestas a los proponentes y defensores de estas teoras, el profesor Bunge pone de manifiesto no slo su profundo

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  • conocimiento de las mismas y su rigor argumentativo, sino tambin una honestidad intelectual que le lleva a aceptar algunas correcciones como la del filsofo de la ciencia Feyerabend sobre la aceptabilidad de ideas an no puestas a prueba, o la afirmacin del matemtico Thom de que no todas las teoras tienen que ser directamente comprobables, as como a reconocer y valorar los mritos cientficos de algunos aspectos de las teoras que critica (vase Bunge, 1991).

    Criterios de cientificidad

    Para poder abordar crticamente estas teoras acadmicamente re-conocidas, el profesor Bunge no slo utiliza sus amplsimos cono-cimientos de muy distintas ciencias (matemticas, fsica, qumica, biologa, psicologa fisiolgica, sociologa cientfica, etc.) con el fin de examinar en profundidad los principales conceptos y tesis que va a criticar, sino que defiende, adems (vase Bunge, 1989) que toda investigacin necesita desarrollarse a partir de unos principios filosficos presupuestos que, aun cuando puedan permanecer tcitos, determinan el carcter cientfico de la investigacin. Se constituyen, por tanto, en criterios de cientificidad para toda disciplina que aspire a ser considerada ciencia.

    Estos principios son: el materialismo no reduccionista (la admisin de que el mundo est compuesto exclusivamente por cosas concretas, materiales, que se comportan con arreglo a leyes, sin que esto excluya la existencia de propiedades emergentes); el realismo (la admisin de que el mundo existe con independencia de la investigacin y de quienes lo investigan, y que puede ser conocido al menos parcial y gradualmente); el racionalismo (que exige la consistencia interna de las ideas y la coherencia lgica entre ellas); el empirismo (la exigencia de que toda idea acerca de cosas reales sea comprobada empricamente) y el sistemismo (el presupuesto de que los datos e hiptesis de la ciencia conforman un sistema, lo que lleva consigo la exigencia de que las teoras

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  • cientficas no entren en conflicto entre s).Este conjunto de criterios permite al profesor Bunge situarse

    crticamente frente a otras propuestas precedentes dentro de la misma tradicin analtica en filosofa de la ciencia. De entre ellas es imprescindible mencionar la del empirismo lgico de Rudolf Car- nap y el Crculo de Viena y la posterior de Karl Popper. Quiz en este punto, y sin intencin de abusar de la paciencia del lector o lectora, tenga inters recordar brevemente las ideas fundamentales propuestas por estos autores, porque pueden permitir entender el carcter de las objeciones del profesor Bunge y su metdico y coherente modo de proceder.

    El grupo del Crculo de Viena, con el liderazgo intelectual de Carnap, haba defendido la idea de que un enunciado cientfico poda distinguirse de otro metafsico porque el primero era, en principio, verificable\ es decir, exista algn procedimiento que poda permitir declararlo verdadero o falso. Los empiristas lgicos se vieron obligados despus a reformular su propio principio (vase Hempel, 1950), pues pudieron ver que era al mismo tiempo demasiado fuerte (exclua enunciados que formaban parte de teoras cientficas reconocidas) y demasiado dbil (permita declarar veri- ficables enunciados carentes de contenido emprico). Adoptaron entonces un principio de comprobabilidad (testability) que haca de la aplicacin del criterio una cuestin de grado. Pero mantuvieron un estricto compromiso empirista, conforme al cual todo el conocimiento tena que poder reconducirse a los fenmenos dados con la experiencia.

    El profesor Bunge observa que el propsito de estos filsofos y cientficos era establecer la demarcacin entre ciencia y metafsica, mientras que l ha defendido que no se trata de mbitos separados: como acabamos de ver, l defiende que toda ciencia se sita sobre un trasfondo de presupuestos filosficos. Por ello, su objetivo es, ms precisamente, el de delimitar lo cientfico de lo que no lo es, teniendo en cuenta estos principios presupuestos. Y su rigor en la precisin del marco conceptual propio le permite desestimar la propuesta del empirismo lgico por su fenomenismo (contrario, por tanto, al materialismo) y su

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  • antirrealismo (pues no considera necesaria la hiptesis de un mundo real independiente de la experiencia).

    El mismo conjunto de principios le permite igualmente consi-derar insuficiente el principio falsacionista de Popper como nico criterio de lo que es cientfico. En un temprano ensayo, Popper propuso el famoso y reconocido principio al que se refiere la crtica del profesor Bunge: "los enunciados o sistemas de enunciados, para ser considerados cientficos, han de ser susceptibles de entrar en conflicto con observaciones posibles o concebibles" (Popper, 1962, pg. 39, traduccin ma). Algunas objeciones posteriores han obligado a Popper a una revisin de su propio principio, que en su formulacin ms reciente afirma que un enunciado o una teora son cientfico-empricos si y slo si son falsables, pero esta falsabilidad slo se refiere a la estructura lgica de enunciados y clases de enunciados. Es decir, un enunciado terico es falsable si y slo si contradice algn enunciado emprico que describe un suceso lgicamente posible que sera lgicamente posible observar (vase Hansson, 2008). Esta ltima formulacin es un poco ms dbil que la primera, pero sigue manteniendo un nico criterio de demarcacin.

    Tambin en este caso la crtica del profesor Bunge tiene en cuenta el marco conceptual que defiende y que considera necesario incorporar una multiplicidad de criterios. Observa que la falsabilidad no es un criterio suficiente, pues de ello se seguira que todas las teoras falsas deberan considerarse cientficas; seala adems que la falsabilidad directa no puede exigirse a las teoras ms altamente tericas y generales; y argumenta que la cientificidad exige ms que la comprobabilidad (vase Bunge, 1991).

    Conclusin

    Ya he indicado la unidad de propsito que parece guiar el trabajo del profesor Bunge. Dentro de esta defensa de un conjunto de valores heredados de la Ilustracin, la ciencia cumple una funcin

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  • que va ms all de permitirnos conocer la verdad y saber cmo es el mundo, aunque este conocimiento haya de ser gradual y parcial. Pues una toma de decisiones correcta y la definicin de polticas pblicas acertadas slo pueden encontrar una base firme en un co-nocimiento epistmicamente garantizado. Al mismo tiempo, el profesor Bunge muestra cmo la propia investigacin emprica y la formulacin de teoras requieren una base de presupuestos filo-sficos que son, a su vez, susceptibles de examen crtico y de jus-tificacin racional (vase, por ejemplo, su ensayo "La conexin pseudociencia-filosofa-ideologa", captulo 11 de este libro). De ambas observaciones se sigue la importancia de que las ciencias sociales, en particular, incorporen plenamente el mtodo y criterios de la prctica cientfica.

    El conjunto de trabajos que se recogen aqu, y cuya traduccin consigue magnficamente hacer llegar el estilo del profesor Bunge, son una muestra excepcional de precisin y rigor analtico, examen racional de las ideas y claridad en los argumentos y los juicios. El profesor Bunge ana el conocimiento erudito y el mtodo acadmico con un estilo brillantemente desenfadado y accesible y quiz lo ms importante con una preocupacin constante por valores sociales y humanos cuya realizacin exige un conocimiento cientficamente fundado, como defiende con conviccin. En algn momento de su trabajo, el profesor Bunge ha defendido la necesidad de educar a nios, nias y jvenes desarrollando en ellos un pensamiento crtico y el compromiso con la bsqueda de la verdad. Me atrevo a sugerir que la lectura de los ensayos contenidos en este libro sea parte de esa formacin.

    Prlogo 3 Ciencia y pseudociencia: positivo y negativo de la racionalidad cientfica Rafael Gonzlez del Solar

    Agradezco al compilador Alfonso Lpez Borgooz y al editor Serafn Senosiin su invitacin a participar en este libro como tra-

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  • ductor. Pero ms les agradezco, como lector de la obra del magis-tral Mario Bunge, que hayan tenido y llevado adelante la idea de reunir en un volumen gran parte de los artculos en los que Bunge tal vez el filsofo hispanoamericano ms destacado de su ge-neracin ha abordado los problemas filosficos suscitados por las pseudociencias.

    Las pseudociencias vaya timo! es un libro necesario y oportuno. Lo primero porque rene trabajos importantes, dispersos y poco accesibles al lector de habla castellana. Lo segundo porque, pese a los espectaculares avances de la ciencia y la tecnologa, las creencias que se nutren del pensamiento acrtico se multiplican a ritmo inusitado y, ms an, quienes las difunden son con frecuencia personas o instituciones de las que esperaramos que fuesen sus principales diques. Mientras escribo estas lneas me entero, por ejemplo, de que el prncipe de Gales ha condenado la ciencia por considerara causante, entre otras desgracias, de los graves problemas ambientales que nos aquejan, y que la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Crdoba (Argentina) ha decidido slo despus una encendida controversia meditica en la que intervino el propio Bunge retirar de su oferta "educativa" varios cursos nada econmicos de medicina homeoptica, ayurvdica y tradicional china. Vaya timo!

    Por qu e interesan tanto los presupuestos filosficos de la pseu- dociencia a Mario Bunge? Se deber, como ha sugerido algn psicoanalista, a un trauma infantil transformado en obsesin? Nada de eso, por supuesto. Como l mismo ha declarado, a Bunge le irrita la pseudociencia tanto como ama la ciencia. Y ama la ciencia porque, pese a todas sus imperfecciones, la considera la mejor herramienta disponible para conocer el mundo. El conocimiento fiable de la realidad es el nico fundamento moralmente aceptable de la accin planificada. Y si deseamos construir una sociedad mejor, debemos apoyarnos en un revoltijo de mitos, opiniones y dogmas sin justificacin racional o hemos de intentar fundar nuestros esfuerzos en un conocimiento que, pese a no ser perfecto, posee justificacin

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  • racional y, sobre todo, puede mejorarse de manera controlada? Puesto que, entre otros defectos, las pseudociencias constituyen una amenaza para la produccin y difusin de este segundo tipo de conocimiento, no sorprende que merezcan el inters y los acerados dardos de Mario Bunge. En otras palabras, el inters de Bunge por las pseudociencias no es meramente conceptual que lo es, y mucho sino tambin prctico y, especialmente, tico.

    Las pseudociencias vaya timo!

    El libro que el lector tiene en sus manos se compone de 11 ensa-yos, 10 de los cuales fueron publicados entre 1974 y 2009, y uno de ellos "La conexin pseudociencia-filosofa-ideologa" ve aqu la luz por primera vez. La obra consta de tres partes bien di-ferenciadas desde el punto de vista temtico. La primera defiende la necesidad de contar con un anlisis filosfico que provea, entre otras cosas, una nocin explcita y clara de pseudociencia. El art-culo inicial ("La filosofa tras la pseudociencia") incluye una in-troduccin general al problema en la que se destaca la omnipre- sencia de los presupuestos filosficos con frecuencia tcitos que subyacen a cada idea y accin humana, as como la necesidad de su anlisis. Le sigue "El concepto de pseudociencia", donde Bunge explica en qu mbitos y por qu motivos es necesario un concepto de pseudociencia explcito y de cierto refinamiento. Los planteamientos de los dos primeros ensayos se amplan y profundizan en el tercero ("Qu es la pseudociencia?"), el cual hace hincapi en las razones por las que se debe tener en cuenta diversos aspectos no slo uno en la caracterizacin tanto de la ciencia como de la pseudociencia. Cierra la primera parte una resea bibliogrfica cuyo inters principal es el anlisis de un artculo del filsofo C. D. Broad en favor de la parapsicologa ("Parapsicologa y filosofa"). En este examen, Bunge seala una vez ms la relevancia de ir ms all de los datos empricos y prestar atencin a la cosmovisin subyacente a un campo cognitivo en el tratamiento del problema de las pseudociencias.

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  • La segunda parte del libro se ocupa centralmente de dos herra-mientas fundamentales de la racionalidad cientfica la conjetura y la actitud escptica y advierte contra su uso inmoderado. As pues, el quinto artculo ("Conjeturas: razonables y descabella-das"), a la vez que sostiene la necesidad de conjeturar para investi-gar cientficamente, enfatiza las diferencias gnoseolgicas, prcticas y morales entre las conjeturas que disponen de fundamento (razonables) y las que no lo tienen (descabelladas). Por supuesto, las hiptesis cientficas pertenecen al primer grupo. En "El escepticismo absoluto equivale al dogmatismo", Bunge aborda el otro gran tema de la seccin: las venturas y desventuras del escepticismo, en particular la necesidad de moderacin metodolgica para que resulte razonable y, por tanto, constructivo. Las bondades del escepticismo metodolgico (o moderado), en contraste con los defectos del escepticismo sistemtico (o radical), se plantean con ms detalle, destacando la importancia del sistemismo, en el sptimo artculo ("Creencias y dudas de un escptico"). Cierra esta segunda parte el que tal vez sea el trabajo ms potente y abarcador del libro: "Qu es la ciencia?" En l Bunge expone con bastante detalle una parte sustancial de su filosofa de la ciencia (y la pseudociencia) a travs de un rico conjunto de rplicas a crticas y comentarios provenientes de intelectuales de la talla de RaymondBoudon, Ren Thom y Paul Feyerabend. Con cada rplica Bunge ofrece multitud de ejemplos de creencias, doctrinas y enfoques de investigacin que considera pseudocientficos, desde la parapsico-loga, el psicoanlisis y la cosmologa creacionista hasta el anar-quismo gnoseolgico y las aplicaciones de la teora del caos.

    La tercera y ltima parte tiene como eje temtico la aplicacin de la epistemologa bungeana a la poltica y la politologa. Se ini-cia con "Por fin llegaron los extraterrestres", un breve pero con-tundente rapapolvo a los escpticos que slo se ocupan de las pseudociencias tradicionales pero que desatienden aquellas que medran en los recintos acadmicos, tales como la microeconoma neoclsica. Le sigue "Escepticismo poltico", ensayo en el cual Bunge preconiza la necesidad del escepticismo moderado para la

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  • vida democrtica. El ltimo artculo ("La conexin pseudociencia-filoso- fa-poltica") expone los vnculos que el ttulo anuncia y ofrece un remate indito, comprometido, potente e integrador a todo el libro.

    El problema de la demarcacin

    Pese a las tres dcadas que median entre el artculo ms antiguo y el ms reciente, las ideas que el lector encontrar en este volumen elaboradas con el habitual rigor y presentadas con la envidiable claridad que caracterizan la obra de Mario Bunge no han per-dido su actualidad en lo ms mnimo. Antes bien, podra decirse que sucede lo contrario. Adems del impresionante desarrollo co-mercial de algunas pseudotecnologas, tambin crece la impor-tancia conceptual de las pseudociencias. Y no podra ser de otro modo, ya que su relevancia filosfica en particular, la de su ca-racterizacin y su crtica es, en cierto modo, parsita de la cen- tralidad de la ciencia para la sociedad moderna. En efecto, en la concepcin bungeana, tanto la pseudociencia (una falsificacin de la ciencia) como la anticiencia (las corrientes de pensamiento que agreden la perspectiva cientfica del conocimiento) se definen y adquieren relevancia slo por su relacin con la propia ciencia que intentan suplantar o desplazar. Ciencia que no solo sirve de base a gran parte del desarrollo tecnolgico de hoy en da, sino tambin y especialmente a nuestra actual concepcin del mundo, de nosotros mismos, como especie y como individuos, y de nuestras relaciones con nuestro entorno.

    Por consiguiente, discurrir sobre la pseudociencia supone un discurso sobre la ciencia. De ah que los trabajos que constituyen este libro versen sobre diferentes aspectos de la racionalidad cien-tfica. En algunos casos el planteamiento es directo; en otros, se presenta como desde el negativo de una fotografa, a travs del anlisis de la impostura, los defectos metodolgicos y debemos resaltarlo morales y, en definitiva, de la falta de racionalidad (on- tolgica, gnoseolgica, metodolgica, instrumental y tica) de

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  • las pseudociencias y las anticiencias.Como el propio Bunge se encarga de sealar con frecuencia, la

    mayora de los filsofos en particular, los filsofos de la ciencia han dedicado relativamente poca atencin al problema de la distincin entre la ciencia y lo que no lo es. Con todo, hay que ad-mitir que en las ltimas dos dcadas se ha renovado el inters, tan-to de filsofos como de cientficos, por la diferenciacin entre la ciencia y la religin, especialmente en torno al debate sobre las pretensiones cientficas del creacionismo. Tambin es verdad que el empirismo lgico y el falsacionismo, dos de las corrientes epistemolgicas ms influyentes del siglo XX, surgieron y se desarrollaron en torno al llamado "problema de la demarcacin", es decir, la bsqueda de cmo y dnde trazar una lnea que separe la ciencia de aquello que no lo es. Pero neopositivistas y falsacionistas buscaban distinguir y separar, especialmente, la ciencia de la metafsica.

    Es sabido que la solucin propuesta por los primeros defen-dida por el clebre Crculo de Viena fue hacer pasar la lnea fronteriza por la verificacin emprica de las afirmaciones sobre el mundo. La propuesta del falsacionismo, segn Karl Popper, fue la opuesta: el criterio de cientificidad sera la falsabilidad (posibilidad de refutacin emprica) de los enunciados.

    Por una parte, si bien Bunge no identifica la ciencia con la metafsica (que s considera idntica a la ontologa), pone gran empeo en matizar esa distincin y rechaza de plano la separacin entre ambos campos de investigacin: las teoras cientficas extre-madamente generales no son ms que teoras ontolgicas (metaf-sicas) extremadamente particulares (Bunge, 1977). En resumen, la frontera entre la ciencia y la metafsica, segn esta concepcin, la tan anhelada por el positivismo lgico y el falsacionismo, no es ms que un espejismo en el desierto del empirismo radical.

    No se puede soslayar que la metafsica a la que Bunge se refie-re, y que ha construido activamente, no es cualquier metafsica sino una metafsica cientfica. Y lo es en dos sentidos. Primero, porque es exacta, es decir, se sirve de las mismas herramientas formales que la ciencia: la modelizacin y el anlisis lgico-

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  • matemticos. Segundo, porque muestra lo que podramos llamar una "preocupacin" por el control emprico. Desde luego, este control emprico no se realiza casi nunca a travs de la observacin y el experimento, instrumentos propios de la ciencia, pero s mediante la continuidad o al menos la compatibilidad de las ideas metafsicas con los mejores resultados (tericos y empricos) de la ciencia del momento. Esta decisin metodolgica constituye uno de los rasgos ms bsicos e importantes de toda la filosofa bungeana: su cientificismo, es decir, el supuesto de que aunque diste de ser perfecto el mejor modo de que disponemos para conocer el mundo es la investigacin cientfica. Dicho sea de paso, ese mundo de la oracin anterior es para Bunge el mundo real, la realidad, y no slo el de nuestras experiencias sensibles, como supone una buena porcin de la epistemologa de nuestros das.

    Por otra parte, la respuesta de Bunge a los criterios de demar-cacin empiristas no es tanto la crtica que hace de ellos como su incorporacin a un sistema de criterios de demarcacin que, como sugiere nuestro autor, haramos mejor en llamar "signos o indica-dores de cientificidad". All donde los neopositivistas y falsacio- nistas ponan todo el peso de la tarea demarcatoria en un nico criterio, Bunge ofrece una batera de 12 indicadores de cientificidad (o pseudocientificidad). Este sistema es consecuencia de su particular concepcin de la racionalidad cientfica o racionalidad total, es decir: ontolgica, gnoseolgica (especialmente metodolgica) y axiolgica (prctica y tica). Racionalidad que surge de una perspectiva sistmica tanto del mundo como del modo de conocerlo. En efecto, para nuestro autor la ciencia sugiere que todo lo que existe es un sistema o bien un componente de un sistema o est a punto de pasar a formar parte de un sistema. Y si el universo es un sistema, la mejor manera de abordar su conocimiento tiene que ser, por fuerza, sistmica. De ah que Bunge insista una y otra vez en que los objetos complejos como la ciencia (y, por contraste, la pseudociencia) no pueden ser descritos mediante un nico rasgo, sino que debemos prestar atencin a sus diferentes aspectos.

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  • Los que propone para caracterizar un campo cognitivo son los siguientes: actitudes de la comunidad de conocedores involucrados (C) y actitudes hacia ellos de la sociedad en la que actan (S); caractersticas del conocimiento que ese campo sostiene o produce (K), de los objetos a los que se refiere (D), as como de los problemas que plantean (P) y de los procedimientos generales que utilizan para intentar darles respuesta (M); caractersticas de la filosofa en la que se funda su conocimiento y su proceder (G); objetivos que persiguen con ellos (O) y relacin con las ciencias que tambin se ocupan de algunos de esos problemas (B) o se ofrecen como herramientas formales para ello (F). Adems de lo cual Bunge incluye la siguiente pregunta: cmo cambia el conocimiento del campo, lenta o rpidamente y en virtud de la investigacin o de la fuerza, la autoridad, la mera controversia, etc.?

    Lo anterior se ve con claridad no slo en la crtica a las pseudo-ciencias ms obvias (tales como la parapsicologa y la astrologa), sino tambin en el ataque a aquellos programas de investigacin que se tienen mayoritariamente por cientficos (entre ellos la mi- croeconoma ortodoxa y la psicologa evolucionista). En efecto, entre los blancos de las crticas de Bunge podemos distinguir dos grandes grupos: el de las pseudociencias "tradicionales" y el de las disciplinas acadmicas que considera pseudocientficas o con im-portantes elementos de pseudociencia. Las doctrinas del primer grupo suelen ser consideradas imposturas por la comunidad cien-tfica e incluyen campos de creencias que, como la parapsicologa, la astrologa y la homeopata, violan de manera flagrante algunos de los supuestos filosficos ms caros a la ciencia. El segundo grupo, el de las disciplinas que han conseguido hacerse un lugar en la academia, incluye campos menos sencillos de evaluar, que requieren de la participacin de los 12 indicadores de cientificidad para ser reconocidos como pseudociencia. Es cierto, algunas de estas disciplinas, entre ellas el psicoanlisis y las ciencias sociales "humansticas", presentan menos dificultades, pero otras tales como las aplicaciones de la teora del caos y el "tndem biologista", constituido por la sociobiologa humana y su

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  • progenie: el enfoque del "gen egosta" y la psicologa evolucionista resultan especialmente difciles de juzgar porque parecen formar parte de la inevitable heterogeneidad de enfoques de la ciencia viva. Efectivamente, adems de no violar un mnimo de principios filosficos fundamentales de la ciencia, estos campos utilizan un gran nmero de tcnicas lgicas, matemticas, estadsticas y empricas que pertenecen a la panoplia habitual de instrumentos de los que se valen los cientficos para hacer investigacin. Ello las hace tal vez, a los ojos de Bunge, ms peligrosas.

    Del mencionado grupo me parece digno de atencin el tndem biologista, que goza de gran aceptacin popular. En efecto, a dife-rencia de lo que ocurre con la cosmovisin que subyace a casi to-das las pseudociencias tradicionales y la mayora de los "deslices acientficos de los cientficos" que es predominantemente idea-lista los campos de conocimiento biologistas son decididamente materialistas y, en su mayor parte, realistas. Si dejamos de lado la interpretacin literal del egosmo de los genes (posicin que pa-rece aconsejable en vista de las innumerables advertencias de su inventor, Richard Dawkins, de que se trata meramente de una for-ma de hablar y no de una autntica atribucin de intenciones a los genes), la sociobiologa y sus retoos no parecen postular enti-dades fantasmagricas (tales como los espectros, el supery o la mano invisible del mercado en equilibrio).

    En mi opinin, uno de estos retoos de la sociobiologa huma-na, la psicologa evolucionista, reviste particular inters. Cabe de-cir que la psicologa de inspiracin evolutiva puede verse como todo un campo de investigacin, bastante heterogneo, que se ocu-pa de estudiar el comportamiento humano desde una perspectiva evolucionista (Buller, 2005) o como un enfoque terico y meto-dolgico dado dentro del mencionado campo de investigacin: la Psicologa Evolucionista, as con maysculas. Vista del primer modo, la psicologa evolucionista naci con los trabajos del propio Darwin y es hermana de otras ciencias que indagan en el pasado de la conducta del hombre, entre ellas la arqueologa cognitiva (Bunge, 2004, pg. 201). Vista del segundo modo, es

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  • decir, como enfoque terico particular, se trata del programa de investigacin puesto en marcha por J. H. Barkow, J. Cosmides y L. Tooby, y que hoy cuenta con numerosos seguidores (vase, por ejemplo, Barkow etal., 1992; Buss, 1995).

    No es ste el lugar para realizar un anlisis detallado de la cien-tificidad o falta de ella de esta disciplina1, pero la oportuni-dad se presta para hacer hincapi en la complejidad de la propuesta de Bunge. Como campo de investigacin, la psicologa evolucionista no viola ningn principio ontolgico clave de la cosmovisin cientfica bungeana; en particular, es materialista y realista. Adems, es compatible con el grueso del conocimiento cientfico pertinente y no est orientada principalmente a la prctica o mezclada al menos de momento con algn lucrativo negocio (a diferencia de, por ejemplo, el psicoanlisis, la astrologa, la homeopata y, qu duda cabe, la microeconoma ortodoxa).

    El asunto cambia cuando restringimos nuestra atencin a la Psi-cologa Evolucionista. Por cierto, sta es tambin materialista y realista, adems de compatible con las leyes de la fsica y la qumica. Sin embargo, no es sistemista sino reduccionista. Y aqu est el problema. En efecto, ese reduccionismo, tambin llamado "determi- nismo biolgico", consiste en la tentativa de dar una explicacin exclusivamente biolgica y, adems, evolutiva al comportamiento humano, lo cual, desde luego, implica ignorar todos los aspectos adquiridos, en particular culturales, que afectan a la conducta del hombre. En consecuencia, la Psicologa Evolucionista pasa por alto algunos resultados bastante slidos de la propia biologa evolutiva, las neurociencias cognitivas y la psicologa. Una manifestacin de ello es su compromiso adaptacionista. Se trata de un supuesto metodolgico ms precisamente, de la hiptesis de que todos o casi todos los rasgos de un organismo son adaptati- vos que ha prestado un importante servicio a la biologa evolutiva. Sin embargo, como advirtieron Gould y Lewontin (1979)2 recurriendo a la comparacin con los tmpanos de los arcos de la catedral de San Marcos, este supuesto no hace justicia a la complejidad de los

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  • procesos evolutivos reales: hay rasgos que no son adaptativos sino consecuencias del efecto neutral de otros rasgos sometidos a presin selectiva que s lo son. Peor an, radicalizado y aplicado especialmente a los seres humanos, el adaptacionismo tiene el poder de bloquear e incluso extraviar la investigacin del comportamiento hasta el extremo de inspirar hiptesis tan poco razonables como que ciertas enfermedades mentales o la violacin se han mantenido en el repertorio comportamental humano porque resultaban adaptativas. Adems del mencionado adaptacionismo, Bunge (2004, pg. 201) reprocha a la Psicologa Evolucionista otras suposiciones (a saber, su reproductivismo, innatismo, computacionismo, desconexin entre emocin y cognicin, y "la teora computacional del intercambio social"), gran parte o la to-talidad de las cuales surgen de su enfoque radicalmente reduccio-nista. En este caso, como en otros, no es suficiente recurrir a la confirmabilidad o a la falsabilidad para reconocer un enfoque de investigacin pseudocientfico. Se requiere el enfoque sistmico, que conduce a evaluar las relaciones existentes entre los conteni-dos de la disciplina bajo estudio y las ciencias vecinas.

    En resumen, en la escuela bungeana el ttulo de cientfico no se obtiene fcilmente y el lugar que el problema de la demarcacin entre ciencia y pseudociencia ocupa en esta filosofa no slo res-ponde a necesidades metodolgicas sino tambin a aspectos prc-ticos y ticos. No basta utilizar herramientas formales o el mtodo cientfico, sino que, adems, es necesario aplicarlo a problemas e hiptesis que no entren en conflicto con la cosmovisin cientfica ni con el conocimiento cientfico pertinente. Y una caracterstica necesaria de la ciencia, segn esta perspectiva, es la bsqueda libre de la verdad, elemento clave del ethos de la investigacin cientfica. Si la honradez no la suministra el cientfico que ofrece sus ideas, la impondr el aparato crtico de la ciencia. Despus de todo, se supone que la ciencia es el ejemplo mximo de la racionalidad ilustrada. Y viendo hacia dnde nos conducen las pseudociencias y sus practicantes nos sentimos inclinados a exclamar con Bunge: viva la Ilustracin!

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  • i i

    Las pseudociencias vaya timo!

    La filosofa tras la pseudociencia1

    Jos Lpez-Rega fue la nociva eminencia gris durante el declive senil del general Pern y durante la presidencia de su esposa y suce- sora, Isabelita. Lpez-Rega haba sido cantante fracasado, polica, guardaespaldas, autor de un best-seller sobre negocios y estrellas, amor y estrellas, y cosas por el estilo; crea firmemente en lo oculto y practic la magia negra. Lpez-Rega no slo crea en la influencia de los astros y en el mundo espiritual, sino tambin en su propia capacidad para conjurar y manipular a los espritus. En una ocasin intent transferir el alma del difunto Juan Pern a su torpe sucesora, Isabelita. Sin embargo, dicha tarea result estar ms all de sus facultades (vase, por ejemplo, Martnez, 1989).

    A Lpez-Rega no se le conoce por su aportacin a la filosofa.

    1 Este ensayo fue publicado originalmente en ingls con el ttulo "The Philo- sophy behind Pseudoscience", SkepticalInquirer, 30, 4, julio-agosto de 2006, y en castellano en El Escptico, 22-23, mayo-diciembre de 2006, pgs 26-37, en tra-duccin de Jess M. Villaro revisada por Rafael Gonzlez del Solar.

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  • Sin embargo, al igual que todo el mundo, sostuvo ideas filosficas concretas. Entre stas se hallaban los mitos ancestrales sobre el alma inmaterial, la posibilidad de la cognicin paranormal y la existencia de seres sobrenaturales. Estas creencias sustentaron su conviccin de que era capaz de influir en el comportamiento de la gente mediante el puro poder de la mente, as como de contactar con poderes ms elevados. A cambio, dichas creencias y prcticas le confirieron la autoconfianza, el prestigio y la autoridad necesa-rios para perpetrar sus siniestras maniobras polticas. Entre otras, fue el organizador del escuadrn de la muerte que llev a cabo in-numerables asesinatos y sesiones de tortura de sus rivales polticos durante el perodo comprendido entre los aos 1973 y 1976, en los que goz de las mayores cotas de poder poltico. As, el Brujo, como era conocido popularmente el ministro de Bienestar Social, contaba con el respaldo de mitos filosficos milenarios.

    Toda actividad intelectual, sea autntica o sea falsa, posee una filosofa subyacente y, en concreto, una ontologa (una teora sobre el ser y el devenir) y una gnoseologa (una teora del cono-cimiento). Por ejemplo, la filosofa relacionada con la biologa evolutiva es el naturalismo (o materialismo) junto con el realismo gnoseolgico, una visin segn la cual el mundo existe por s mis-mo y puede ser investigado. Por contra, la filosofa subyacente al creacionismo (tanto el tradicional como el "cientfico") es el sobre- naturalismo (la forma ms antigua de idealismo), adems del idealismo gnoseolgico (que implica indiferencia por las pruebas empricas).

    Sin duda alguna, la mayora de los cientficos, as como la ma-yora de los pseudocientficos, no son conscientes de defender ninguna concepcin filosfica. Adems, les disgusta que se les diga que lo hacen. Y la ms popular de las filosofas de la ciencia respetables de hoy en da, la representada por los positivistas lgicos y los seguidores de Popper, afirma que, en vez de converger, ciencia y filosofa se hallan mutuamente disociadas. Sin embargo, esta visin es errnea. Nadie puede evitar emplear gran cantidad de conceptos filosficos tales como realidad, tiempo, causalidad, azar, conocimiento y verdad. Y, de vez en

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  • cuando, todos reflexionamos sobre problemas filosficos como la naturaleza de la vida, la mente, los objetos matemticos, la ciencia, la sociedad y el bien. Adems, la neutralidad resulta peligrosa, pues enmascara falacias filosficas en las que podran caer los autnticos cientficos, disuadindoles del uso explcito de herramientas filosficas en sus investigaciones.

    Dado que no existe consenso sobre la naturaleza de la ciencia, y no digamos sobre la pseudociencia, indagar en las filosofas que acechan tras el psicoanlisis y la psicologa computacional.

    1. Ciencia: la autntica y la falsa

    Nos interesaremos tan slo por las ciencias y pseudociencias que dicen tener relacin con los hechos, tanto de tipo natural como so-cial. As pues, no nos ocuparemos de la matemtica, excepto co-mo herramienta para la exploracin del mundo real. Obviamente, este mundo se puede explorar tanto de manera cientfica como acientfica. En ambos casos, semejante exploracin, como cual-quier otra actividad humana deliberada, comporta cierta perspec-tiva, es decir, un conjunto de conjeturas generales, un bagaje de conocimiento sobre las cuestiones a explorar, y un objetivo, as como un medio o mtodo de trabajo.

    En cierto sentido, las conjeturas generales, el conocimiento dis-ponible sobre los hechos a explorar y el objetivo dictan conjunta-mente los medios o el mtodo a emplear. De ese modo, cuando lo que tratamos de explorar es la mente, si la hemos concebido como entidad inmaterial y si nuestro objetivo es la comprensin de los procesos mentales tal como se haca en el pasado, el camino ms corto es la libre especulacin. Dado lo idealistas que resultan esas conjeturas sobre la naturaleza de la mente, sera ridculo pretender confirmarlas mediante la exploracin del cerebro. Pero si, por el contrario, se considera que los procesos mentales son procesos cerebrales, y si el propsito es la comprensin de los mecanismos subyacentes a los fenmenos mentales, entonces es imprescindible el mtodo cientfico, particularmente en su faceta experimental

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  • (sta es la base filosfica de la neurociencia cognitiva). Es decir, el que un cientfico estudie o no el cerebro para entender la mente depende fundamentalmente de su filosofa ms o menos tcita sobre la mente.

    En general, una investigacin se suele iniciar escogiendo un mbito o dominio de hechos (D); luego se construyen (o se dan por sentadas) algunas suposiciones generales (G) sobre ellas, se rene un corpus (C) con el conocimiento disponible acerca de los elementos contenidos en (D), se decide sobre el objetivo (O) y, en vista de lo anterior, se determina el mtodo de estudio (M) ade-cuado para (D). Por tanto, un proyecto de investigacin arbitrario (p) se esbozar mediante el siguiente quinteto: p = (D, G, C, O, M). La funcin de esta lista es mantener el hilo de lo fundamental al encuadrar definiciones posteriores.

    La investigacin cientfica de un mbito de hechos (D) supone que stos son materiales, legales y escrutables, a diferencia de lo inmaterial (particularmente, de lo sobrenatural), que es ilegal o inescrutable; la investigacin se basa en un cuerpo de hallazgos cientficos previos (C); asimismo se realiza con el objetivo princi-pal de describir y explicar los hechos en cuestin (O) con ayuda del mtodo cientfico (M). A su vez, este ltimo se puede describir brevemente con la siguiente secuencia: eleccin del conocimiento de fondo; definicin del (de los) problema(s); solucin provisional (por ejemplo, hiptesis o tcnica experimental); ejecucin de pruebas empricas (observaciones, mediciones o experimentos); evaluacin de los resultados del ensayo; correccin eventual de los pasos anteriores y nuevos problemas aportados por el resultado.

    Contrariamente a la creencia ampliamente extendida, el mtodo cientfico no excluye la especulacin: tan slo pone orden en la imaginacin. Por ejemplo, no basta con producir un ingenioso mo-delo matemtico sobre algn dominio de hechos tal como suelen hacerlo los economistas matemticos. La consistencia, la sofistica- cin y la belleza nunca son suficientes en la investigacin cientfi-ca, el producto final de la cual debe ajustarse, supuestamente, a la realidad, es decir, ser verdadero en alguna medida. A los pseudo-

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  • cientficos no se les acusa de ejercer su imaginacin, sino ms bien de dejarse arrastrar por ella. El lugar para la especulacin desenfrenada est en el arte, no en la ciencia.

    El mtodo cientfico presupone que, en principio, cualquier co-sa puede ser objeto de debate y que todo debate cientfico debe ser vlido lgicamente (aun cuando no puedan invocarse de forma explcita principios o reglas lgicas). Este mtodo encierra tambin dos ideas semnticas clave: el significado y la verdad. Los disparates no se pueden investigar; por tanto, no pueden ser declarados falsos (imaginemos calcular o medir el tiempo necesario para volar de un lugar a otro empleando la definicin del tiempo de Hei- degger, como "maduracin de la temporalidad")- Asimismo, el mtodo cientfico no puede ponerse coherentemente en prctica en un vaco moral. Ah interviene el ethos de la ciencia bsica, lo que Robert K. Merton (1973) caracteriz como universalismo, altruismo, escepticismo organizado y comunismo epistmico (compartir el mtodo y los hallazgos).

    Por ltimo, en toda ciencia autntica hay otras cuatro caracte-rsticas distintivas: mutabilidad, compatibilidad con el grueso de los conocimientos precedentes, interseccin parcial con al me-nos alguna otra ciencia y control por parte de la comunidad cientfica. La primera condicin deriva del hecho de que no existe ninguna ciencia "viva" sin investigacin, y la investigacin suele enriquecer o corregir el fondo de conocimientos. En suma, la cien-cia se va modificando, es eminentemente mutable. Por el contra-rio, las pseudociencias y sus ideologas de fondo o se hallan estan-cadas (como la parapsicologa), o cambian bajo la presin de gru-pos de poder o por efecto de disputas entre facciones (como ha sido el caso del psicoanlisis).

    La segunda condicin podramos redefinirla as: para que una idea merezca la atencin de una comunidad cientfica, no puede ser ni tan obvia ni tan extravagante que rompa (aunque sea par-cialmente) con los conocimientos previos. La compatibilidad con dichos conocimientos es necesaria, no slo para depurar las espe-culaciones, sino tambin para comprender la nueva idea y poder

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  • evaluarla. Efectivamente, la validez de una hiptesis o de un dise-o experimental est parcialmente determinada por su grado de conformidad con los conocimientos previos razonablemente con-solidados (por ejemplo, se pone en cuestin la telequinesia por el hecho de violar el principio de conservacin de la energa). Lo ha-bitual es que los principios de las pseudociencias se aprendan en unos pocos das, mientras que los de la autntica ciencia pueden llevar toda una vida, aunque slo sea por el voluminoso bagaje cientfico en que estn basados.

    La tercera condicin, la de usar o alimentar otras reas de in-vestigacin, deriva del hecho de que la clasificacin de las ciencias genuinas es, de algn modo, artificial. Por ejemplo, en lo relativo al estudio de la prdida de memoria, se trata de psicologa, neu- rociencia o ambas cosas? Y qu disciplina investiga la distribucin de la riqueza? La sociologa, la economa o ambas? Debido a estas superposiciones e interacciones parciales, el conjunto de todas las ciencias constituye un sistema. Las pseudociencias, por el contrario, estn, normalmente, aisladas.

    La cuarta condicin, el control por parte de la comunidad cien-tfica, puede explicarse de la manera siguiente. Los investigadores no trabajan inmersos en un vaco social, sino que experimentan los estmulos e inhibiciones de sus compaeros de trabajo (aunque no los conozcan personalmente). Toman prestados problemas y descubrimientos, y piden que se les critique; y si tienen algo interesante que decir, reciben opiniones, incluso sin haberlas solicitado. Tal interaccin de la cooperacin con la competencia es un mecanismo de generacin de problemas y de control y difusin de los resultados; convierte la investigacin cientfica en una empresa que se auto-cuestiona, auto-corrige y auto-perpeta. Esto hace del logro de la verdad algo menos caracterstico de la ciencia que la capacidad y la voluntad para detectar y corregir errores (al fin y al cabo, el conocimiento cotidiano est lleno de trivialidades bien confirmadas que no han surgido de la investigacin cientfica).

    Lo antedicho se refiere a las caractersticas ms destacadas de

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  • la autntica ciencia, sea la natural, la social o la biosocial (puede leerse ms al respecto en Gardner, 1983; Wolpert, 1992; Bunge, 1998a; Kurtz, 2001). Por el contrario, el tratamiento pseudocien- tfico de un dominio de hechos viola al menos una de las con-diciones antes descritas, autoproclamndose, al mismo tiempo, como cientfico. Dicho tratamiento puede que sea contradictorio o que contenga ideas poco claras. Puede que asuma como reales hechos imaginarios, tales como las abducciones aliengenas o la telequinesia, los genes autorreplicantes y egostas o las ideas innatas.

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  • Puede postular que los hechos en cuestin sean inmateriales, ines-crutables o ambas cosas. Puede que carezca de base en hallazgos cientficos previos. Puede llevar a cabo operaciones empricas pro-fundamente errneas, como el test de las manchas de tinta, o no haber incluido grupos de control. Puede que falsifique resultados de pruebas o, incluso, que prescinda totalmente de realizarlos.

    Por otra parte, las pseudociencias no evolucionan o, si lo hacen, sus cambios no provienen de investigacin alguna. Se hallan aisla-das de otras disciplinas, aunque, ocasionalmente, se entremezclen con otras pseudociencias, como atestigua la astrologa psicoanal- tica. Y, lejos de agradecer la crtica, lo que intentan es consolidar la creencia. Su propsito no es la bsqueda de la verdad sino la per-suasin: simular llegadas sin salidas y sin viajes. Mientras que la ciencia est llena de problemas, y cada uno de sus hallazgos trae consigo problemas nuevos, la pseudociencia se caracteriza por la seguridad. En otras palabras, la ciencia engendra ms ciencia, pero la pseudociencia es estril, puesto que no genera problemas nuevos. En resumen, el principal problema de la pseudociencia yace en que su investigacin es o bien profundamente defectuosa o bien inexistente. Esa es la razn por la cual la especulacin pseu- docientfica, contrariamente a la investigacin cientfica, no ha pro-porcionado ni una sola ley sobre la naturaleza o la sociedad.

    Hasta aqu una descripcin somera sobre la ciencia verdadera y la ciencia falsa. Apliquemos nuestro anlisis ahora a un par de interesantes casos recientes: la qumica fsica y la neuropsicologa.

    2. Dos casos: la auto-organizacin y el subconsciente

    Nuestro primer ejemplo es el tratamiento de los sistemas auto-or-ganizados; conjuntos complejos que consiguen autoensamblarse en ausencia de fuerzas externas. La auto-organizacin, la morfo-gnesis biolgica en particular, es un proceso maravilloso pero apenas comprendido. No es de extraar que haya sido objeto demuchas especulaciones pseudocientficas, adornadas de expresio-nes rimbombantes pero vacas, como "fuerza constructiva", "ente- lequia",11 an vital", "campo morfogentico", "autopoiesis" y otras por el estilo. Todos esos factores se suelen considerar como algo inmaterial y, por tanto, fuera del alcance de la fsica y la qumica. Y ni se han descrito en detalle ni han sido objeto de experimentacin en laboratorio. Por tanto, hablar de dichos factores es pura verbo-rrea, la mera agitacin de una varita mgica.

    Por el contrario, el enfoque cientfico a la auto-organizacin es prctico, pero tambin imaginativo. Veamos un ejemplo reciente de este enfoque: la obra de Adams, Doic, Keller y Fraden (1998). Unos coloides, diminutas varitas y esferas, fueron suspendidos ale-

  • atoriamente en tubos capilares de vidrio sellados; luego se dejaron a merced de sus propios sistemas y se observaron bajo el micros-copio. Las varitas eran virus y las esferas, bolas de plstico; a los primeros se los carg negativamente y a los ltimos, positivamente. Tras algn tiempo, la mezcla se separ espontneamente en dos o ms fases homogneas. En funcin de las condiciones experi-mentales, una fase poda consistir en capas de varitas que se al-ternaban con otras de esferas, o las esferas podan ensamblarse en columnas.

    Paradjicamente, estas variaciones de segregacin se explican por la repulsin entre partculas cargadas lo cual, intuitivamente, evitara la aglomeracin de partculas con la misma carga. Y la igualmente paradjica disminucin de entropa (el incremento del orden) se explica observando que la aglomeracin de algunos coloides viene acompaada de un aumento de la entropa transla- cional del medio. En cualquier caso, el proceso global puede ex-plicarse en trminos estrictamente naturalistas. Al mismo tiempo, los autores advierten de que sus resultados no concuerdan con la teora pertinente ni tampoco, por supuesto, con ningn sistema fsico general. Tal ausencia de conclusin perfecta es carac-terstica de la autntica ciencia, a diferencia de la pseudociencia, donde todo est prefabricado desde el principio.

    Un segundo ejemplo se halla en el estudio del inconsciente. Se ha escrito mucho sobre el particular, principalmente desde el te-rreno especulativo, desde que Scrates dijera ser capaz, mediante un hbil interrogatorio, de descubrir el conocimiento matemtico implcito en un joven esclavo analfabeto. Gracias al best seller de Eduard von Hartmann Die Philosophie des Unbewussten (La fdoso- fa del inconsciente, 1870), el tema ya era popular en 1900, cuando Freud propuso por primera vez sus extravagantes fantasas. Entre otras cosas, Freud entroniz el inconsciente y le adjudic po-deres causales que supuestamente intervenan en un gran nmero de fenmenos inexplicados, como los lapsus lingua y el mtico complejo de Edipo. Pero, por supuesto, ni a l ni a ninguno de sus seguidores se les ocurri jams aproximarse a esta materia de ma-nera experimental.

    El estudio cientfico de los procesos mentales inconscientes co-menz hace un par de dcadas, con el estudio de pacientes con do-ble personalidad y visin ciega2. Desde entonces, diversas tcnicas de visualizacin del cerebro, como el escner PET y la resonancia magntica funcional, han hecho posible discernir si una persona siente o sabe algo incluso antes de que sepa que lo siente o que lo sabe. Adems, esas tcnicas permiten localizar tales procesos men-tales de una manera no invasiva. Tenemos un ejemplo en el trabajo de Morris, Ohman y Dolan (1998), que, como no es de extraar, no cita ningn estudio psicoanaltico. Vemoslo.

    La amgdala es el minsculo rgano cerebral que siente emo-ciones tan bsicas y ancestrales como el miedo o la ira. Si sufre al-

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  • gn dao, la vida emocional y social de una persona puede quedar gravemente limitada. La actividad de esta amgdala se puede monitorizar mediante un escner PET; este aparato permite al in-vestigador detectar las emociones del sujeto e incluso determinar en qu lado de la amgdala se ubican. No obstante, dicha actividad neuronal puede que no alcance el nivel de conciencia. En tal caso, tenemos que acudir al escner cerebral.

    Por ejemplo, si a un sujeto humano normal se le muestra bre-vemente como estmulo principal un rostro enojado, e inmediata-mente se le ensea una mscara inexpresiva, dir haber visto esta ltima, pero no recordar haber visto la anterior. Sin embargo, el escner nos cuenta una historia distinta. Nos revelar que, si el rostro enfadado ha sido asociado a un estmulo aversivo como rui-do blanco de alta intensidad, el estmulo principal activar la amg-dala, aun cuando el sujeto no recuerde haberlo visto. Resumiendo, la amgdala conoce cosas que el rgano de la conciencia (sea el que sea o dondequiera que se encuentre) no conoce. Los psicoa-nalistas podran emplear este mismo mtodo para medir la intensi-dad del odio de un hombre hacia su padre. Pero no lo hacen, porque no creen en el cerebro: su psicologa es idealista y, por tanto, no cerebral. El lector encontrar ms informacin sobre este tema en el apartado 4.

    El nmero de ejemplos de pseudociencia abarca hasta donde queramos. La astrologa, la alquimia, la parapsicologa, la caracterologa, la grafologa, la ciencia de la creacin, el "diseo inteligente", la ciencia cristiana, la rabdomancia, la homeopata y la memtica se consideran generalmente pseudociencias (vase, por ejemplo, Kurtz, 1985; Randi, 1982 y Skeptical Inquirer). En cambio, no est tan ampliamente aceptado que el psicoanlisis y la psicologa computacional sean ciencias falsas. Por esta razn las examinaremos en el apartado 3. Pero, en primer lugar, echemos un breve vistazo a la filosofa y veremos qu parte de la misma es tambin falsa.

    3- La filosofa: procientfica y anticientfica

    La caracterizacin de la investigacin cientfica descrita anterior-mente comprende ideas de seis tipos: lgicas, semnticas, onto- lgicas, gnoseolgicas (concretamente, metodolgicas), ticas y sociolgicas. De forma ms especfica, encierra la nocin de con-secuencia lgica y de coherencia lgica; las nociones semnticas de significado y de verdad; los conceptos ontolgicos de hecho real y de ley real (patrones objetivos); los conceptos gnoseolgicos de co-nocimiento y prueba; el principio de la honradez intelectual, y la nocin de comunidad cientfica.

    Y por qu es esto as? Pues porque la investigacin cientfica es, en pocas palabras, la bsqueda honrada del saber autntico

  • sobre el mundo real, concretamente sobre sus leyes, con la ayuda de medios tanto tericos como empricos en concreto, el mtodo cientfico y porque a todo cuerpo del saber cientfico se le supone una coherencia lgica, y debe ser objeto de debate racional en el seno de una comunidad de investigadores. Todas estas expresiones en cursiva se dan en discursos (metacientficos) sobre cualquier ciencia basada en hechos (emprica). Y la disciplina encargada de dilucidar y sistematizar los conceptos correspondientes es la filosofa. En efecto, la filosofa es el estudio de los conceptos y principios ms fundamentales y multidisciplinarios. Por lo tanto, se supone que los filsofos deben ser generalistas y no especialistas. Y algunos de nosotros asumimos a veces la ingrata tarea de someter a juicio las credenciales de algunas creencias o ideologas pseudocientficas.

    En la actualidad, las diferentes escuelas filosficas tratan los componentes filosficos de la ciencia antes mencionados de manera muy diferente; algunas escuelas los ignoran por completo. Recordemos brevemente cuatro ejemplos contemporneos: existencia- lismo, positivismo lgico, popperianismo y marxismo.

    El existencialismo rechaza la lgica y, en general, la racionali-dad; adopta una ontologa extremadamente superficial, casi inin-teligible e incluso ridicula; y no necesita semntica, epistemologa o tica. No sorprende que haya carecido de impacto alguno en la ciencia (excepto, de forma indirecta y negativa, por su degradacin de la razn y su apoyo al nazismo). Tampoco sorprende que no haya producido ninguna filosofa inteligible (y, mucho menos, es-timulante) de la ciencia.

    Por el contrario, el positivismo lgico defiende la lgica y el mtodo cientfico, pero no posee una semntica defendible, ni tam-poco una ontologa que trascienda el fenomenalismo ("slo hay apariencias"); su gnoseologa sobrevalora la induccin y malinterpreta o infravalora la teora cientfica, a la que considera un mero resumen de datos; tampoco posee una tica ms all del emotivismo de Hume. Como era de esperar, el positivismo lgico malinterpreta la fsica relativista y la cuntica en lo concerniente a operaciones de laboratorio, en vez de considerar la existencia objetiva de entidades fsicas en ausencia de observadores (ver, por ejemplo, Bunge 1973).No obstante, el positivismo lgico es cientificista y, por tanto, muy superior a la anticiencia caracterstica del postmodernismo.

    El popperianismo ensalza la lgica pero rechaza la mera idea de hacer semntica; no contiene ninguna ontologa ms all del indi-vidualismo (o atomismo, o nominalismo); valora la teora hasta el punto de considerar el experimento slo como una va para probar hiptesis; sobrevalora la crtica, infravalora la induccin y pres-cinde de la evidencia positiva. No posee ninguna tica ms all de las premisas de Buda, Epicuro e Hipcrates de no producir ningn dao. No obstante, el popperianismo tiene el mrito de haber

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  • defendido una interpretacin realista de las teoras fsicas y de ha-ber devaluado el inductivismo. Pero Popper primero infravalor y luego acept la biologa evolutiva, aunque malinterpretndola, ex-clusivamente como la eliminacin de las inadaptaciones; se opuso al monismo psiconeuronal inherente a la psicologa biolgica; rechaz la concepcin materialista de la historia, adoptada por la escuela historiogrfica ms avanzada la de Annales; y defen-di la microeconoma neoclsica, que como expondr ms ade-lante es pseudocientfica a la vez que conceptualmente difusa e inmune a la falsacin emprica.

    En cuanto al marxismo, ha presentado algunas ideas revolu-cionarias en ciencias sociales, concretamente la concepcin ma-terialista de la historia y la centralidad del conflicto social. Sin embargo, el materialismo marxista es estrechamente economi- cista: infravalora el papel de la poltica y la cultura (en concreto, de la ideologa). Adems, el marxismo, siguiendo a Hegel, confunde la lgica con la ontologa. Por lo tanto, adolece de una escasa lgica formal; su ontologa materialista se difumina tras las penumbras romnticas de la dialctica tales como el principio de unidad de los contrarios; su gnoseologa es el realismo ingenuo (la ''teora del conocimiento como reflejo"), que no deja sitio a la naturaleza simblica de las matemticas o de la fsica terica; idealiza los conjuntos sociales en detrimento de los individuos y sus aspiraciones legtimas, exagera el impacto social de la percepcin y adopta la tica del utilitarismo, que prescinde de la investigacin desinteresada, por no hablar del altruismo. No sorprende que, al hallarse en el poder, los filsofos del materialismo dialctico se hayan opuesto a algunos de los des-cubrimientos cientficos ms revolucionarios de su poca: la lgica matemtica, la teora de la relatividad, la mecnica cuntica, la gentica, la teora sinttica de la evolucin y la neuropsi- cologa post-pavloviana.

    En resumen, ninguna de esas cuatro escuelas encaja con la filo-sofa inherente a la ciencia. Mi propuesta es que cualquier filosofa capaz de comprender y promocionar la investigacin cientfica rene las caractersticas siguientes (Bunge, 1974-1989):

    Lgica. Coherencia interna y cumplimiento de las reglas de la inferencia deductiva; aceptacin de la analoga y la induccin como medios heursticos sin afirmar a priori la validez de los argumentos analgicos o inductivos.

    Semntica. Teora realista del significado como referencia pro-puesta (denotacin) y a diferencia de la extensin unida al sentido o la connotacin. Y una concepcin realista de la verdad fctica acerca de hechos como adecuacin de una proposicin a los hechos a los que se refiere.

  • Ontolgica:a)Materialismo (naturalismo). Todas las cosas reales son ma-teriales (poseen energa) y se ajustan a algunas leyes (causales, probabilsticas o ambas). Los procesos mentales son procesos cerebrales y las ideas en s mismas (aunque sean verdaderas o tiles) son ficciones.b)Dinamicismo. Todos los objetos materiales se hallan en flujo.c)Sistemismo. Toda cosa es un sistema o un componente (po-tencial o real) de un sistema.d)Emergentismo. Todo sistema tiene propiedades (sistmicas o emergentes) de las que los componentes carecen.

    realidad, al menos de forma parcial y gradual, y se supone que las teoras cientficas representan partes o caractersticas del mundo real, aunque sea de forma imperfecta.

    b)Escepticismo moderado. El conocimiento cientfico es tanto falible como mejorable. Sin embargo, algunos hallazgos por ejemplo, que existen tomos y campos, que las ideas no existen ms all del cerebro y que la ciencia vale la pena son adquisiciones firmes.c)Empirismo moderado. Todas las hiptesis fcticas se deben poder probar empricamente, y tanto las pruebas positivas como las negativas son indicadores de su valor de verdad.d)Racionalismo moderado. El conocimiento progresa mediante conjeturas y razonamientos lgicos combinados con la expe-riencia.e)Cientificismo. Todo lo que es posible saber y merece la pena saber se conoce mejor de manera cientfica.

    Etica. Humanismo secular: la norma moral suprema es "per-sigue tu propio bienestar (biolgico, mental y social) y el de los dems". Esta mxima prescribe que la investigacin cientfica debe satisfacer tanto la curiosidad como la necesidad y abstenerse de causar daos innecesarios.Mi planteamiento es que los principios filosficos antes ex-

    puestos son tcitamente satisfechos por las ciencias maduras o duras (fsica, qumica y biologa); que las ciencias inmaduras o blandas (psicologa y ciencias sociales) satisfacen algunos; y que las pseudociencias violan la mayora de ellos. En definitiva, que el cientificismo es coextensivo con la buena filosofa.

    Adems, la razn por la que las pseudociencias se parecen a la religin, hasta el punto de que algunas son un sustituto de sta, es que comparten una filosofa, el idealismo filosfico, que no debe-mos confundir con el idealismo moral. Desde luego, la pseudo-ciencia y la religin postulan entidades inmateriales, habilidades cognitivas paranormales, as como una tica heternoma. Paso a explicarlo.

    Cada religin posee su ncleo filosfico, y las filosofas inhe-rentes a la religin comparten los siguientes principios idealistas:

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  • a)Ontologa idealista. Existen entidades espirituales autnomas, como las almas y las deidades, que no se ajustan a ninguna ley cientfica.b)Gnoseologa idealista. Algunas personas poseen habilidades cognitivas que escapan del mbito de la psicologa experimental: la inspiracin divina, la perspicacia innata o la capacidad de percibir entidades espirituales o profetizar sucesos sin la ayuda de la ciencia.c)Etica heternoma. Todo el mundo se halla sujeto a poderes sobrehumanos inescrutables e inamovibles, y nadie tiene la obli-gacin de justificar sus creencias mediante experimentos cient-ficos.

    Los tres componentes filosficos comunes para religin y pseu-dociencia estn en desacuerdo con la filosofa inherente a la cien-cia. Por tanto, las tesis de que la ciencia es una ideologa ms, y que no puede entrar en conflicto con la religin porque ambas abordan problemas distintos, de maneras distintas pero mutuamente compatibles, son falsas (ms sobre religin y ciencia en Mahner y Bunge, 1996).4. Los casos del psicoanlisis y de la psicologa computacional

    Comparten el psicoanlisis y la psicologa computacional los rasgos filosficos que, segn veamos en el apartado 3, caracterizan a las ciencias maduras?

    El psicoanlisis viola la ontologa y la metodologa de toda ciencia genuina. Ciertamente, sostiene que el alma ("mente", segn la traduccin estndar al ingls de las obras de Freud) es inmaterial y puede actuar sobre el cuerpo, como se muestra en los efectos psi- cosomticos. Sin embargo, el psicoanlisis no supone ningn mecanismo mediante el cual una entidad inmaterial pueda alterar el estado de otra material; simplemente afirma que se da el caso. Adems, esa afirmacin es dogmtica, puesto que los psicoanalistas, a diferencia de los psiclogos, no realizan ninguna prueba emprica. Concretamente, ningn psicoanalista ha montado jams un laboratorio. El propio Freud diferenci enfticamente el psicoanlisis tanto de la psicologa experimental como de la neuro- ciencia.

    Para conmemorar el primer centenario de la publicacin de La interpretacin de los sueos, de Freud, el International Journal of Psychoanalysis public un informe realizado por seis analistas de Nueva York (Vaughan et ai, 2000), que supuestamente informaron de la primera prueba experimental del psicoanlisis en un siglo de existencia. En realidad, no se trat de ningn experimento, puesto que no se cont con ningn grupo de control. Por tanto, esos autores no tenan derecho a concluir que las mejoras observadas se debieron al tratamiento; pudieron haber

  • ocurrido simplemente de forma espontnea. As pues, los psicoanalistas no emplean para nada el mtodo cientfico, puesto que no saben de qu se trata. Al fin y al cabo, no tienen formacin cientfica; en el mejor de los casos, son mdicos generalistas.

    El psicoanalista francs Jacques Lacan un hroe del postmo-dernismo admite esta idea y sostiene que el psicoanlisis, lejos de ser una ciencia, es simplemente una prctica retrica: l'art du bavardage, Al final, dado que los psicoanalistas sostienen que sus

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  • conclusiones son tanto reales como efectivas sin haberlas sometido al ensayo experimental o a pruebas clnicas r