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Para este primera entrega, marcados por el escenario electoral, solicitamos a un grupo de activistas, profesionales y militantes de diversas organizaciones, colaborar con un texto breve que -partiendo de los resultados del proceso regional y municipal- abordara los posicionamientos y retos de la izquierda local, tanto de cara a las presidenciales de 2011 como en el escenario que se abre a futuro en el país. Centrados en su acción y reflexión en Lima, nuestros colaboradores respondieron a tres preguntas: ¿Hacia dónde hemos avanzado durante este proceso electoral?, ¿qué entendemos por izquierda moderna hoy? y ¿qué desafíos están pendientes con miras a los próximos años y las elecciones 2011? Lima, Perú, Noviembre de 2010

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AVISO Margen Izquierda no se responsabiliza por las opiniones vertidas por sus colaboradores / Los contenidos publicados pueden ser reproducidos si: a. se notifica previamente al Comité Editorial o al autor individual b. no se realizan modificaciones no consultadas con los respectivos autores c. su difusión no tiene fines comerciales. d. se cita a Margen Izquierda como fuente original. e. de reproducirse por medios virtuales, se linkea a los sitios de Margen Izquierda como fuente original.

[email protected] Irma Pflücker Vilca

Teresa Cabrera EspinozaAnahí Durand GuevaraCarlos García VigilRamón Pajuelo TevesIrma Pflücker Vilca

León Portocarrero

BANZAI

noviembre 2010

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El proceso electoral municipal y regional ha concluido con el triunfo de sectores progresistas en la capital y otros puntos del país. En Lima, el entusiasmo y apasionamiento con que se vivió la campaña, la movilización y participación de los diversos sectores de la sociedad, dan lugar a la posibilidad de discutir una nueva agenda entre quienes creemos necesaria una propuesta de izquierda para el país.

En esta perspectiva nos preguntamos ¿qué tareas implica rearticular y construir izquierda en el Perú, hoy? En nuestra opinión, un primer asunto refiere a la formulación de una plataforma política y programática capaz de disputar gobierno. La izquierda peruana, desde su experiencia histórica, con sus logros y derrotas, debe retomar este reto teniendo como horizonte una propuesta de país que responda a los intereses populares y a los desafíos del mundo actual. Este debe ser el marco de la discusión sobre la unidad de los diversos sectores y actores en el campo de la izquierda peruana.

Un segundo eje de discusión es sobre el modelo económico vigente. Tras dos décadas de imposición de las reformas neoliberales, constatamos día a día que las bondades del crecimiento no alcanzan a todos; por el contrario, parecen tener efectos contraproducentes que ahondan las brechas y exclusiones, afectando sobre todo a los más pobres. Basado en la extracción indiscriminada de recursos naturales, el “desarrollo” que propone este modelo depreda el medio ambiente, no genera empleo, concentra la riqueza en pocas manos y arrasa con formas de vida opuestas a su lógica. Para

PRESENTACIÓN

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mantenerse, este orden produce incesantemente el discurso de su propia legitimación, enunciando desde el poder un país en el que cada individuo es responsable de su éxito y la libertad consiste en alcanzar dicho éxito a cualquier precio y de cualquier forma. En ese país, las apuestas y logros colectivos no tienen lugar y a quienes quedan excluidos se les convence de que son “emprendedores” y que está en sus manos insertarse en el mercado, en el que surgirán como “empresarios”, “comerciantes” y pequeños productores supeditados a la lógica del sistema.

Un tercer eje de discusión gira alrededor de los conflictos que el modelo de crecimiento genera, desde las protestas contra la expansión de las industrias extractivas hasta las demandas por formas de gobierno descentralizadas y democráticas a nivel nacional-estatal, regional o municipal. El sentido común neoliberal se ha convertido en el lente desde el cual las demandas de los sectores populares por inclusión y derechos sociales, o de comunidades campesinas y nativas por el respeto de sus territorios y recursos, son vistas como expresión de actores a los que hay que perseguir a toda costa. Convertidos en “perros del hortelano” ingobernables y supuestamente opuestos a la democracia y el progreso, los sectores populares del país -que atraviesan un complicado proceso de reconstrucción luego de décadas de crisis, fragmentación y violencia- se convierten en el “enemigo” al cual acallar y reprimir.

Con la finalidad de profundizar en los temas planteados, nos hemos propuesto iniciar la publicación de una serie de opiniones, reflexiones y propuestas, a modo de insumos

para aportar a una discusión mayor, que entendemos debe ser amplia y convocante y debe llevarse a cabo por diversos medios, presenciales y virtuales. Para este primera entrega, marcados por el escenario electoral, solicitamos a un grupo de activistas, profesionales y militantes de diversas organizaciones, colaborar con un texto breve que -partiendo de los resultados del proceso regional y municipal- abordara los posicionamientos y retos de la izquierda local, tanto de cara a las presidenciales de 2011 como en el escenario que se abre a futuro en el país. Centrados en su acción y reflexión en Lima, nuestros colaboradores respondieron a tres preguntas: ¿Hacia dónde hemos avanzado durante este proceso electoral?, ¿qué entendemos por izquierda moderna hoy? y ¿qué desafíos están pendientes con miras a los próximos años y las elecciones 2011?

Esperamos que este esfuerzo sea entendido como un instrumento para persistir en el debate, la acción y reflexión de lo político y la política, y a la vez sea útil para identificar puntos de encuentro que permitan colocar en la agenda publica nuevamente a la izquierda como una propuesta, una cultura, un accionar viable para el futuro del país.

Comité Editorial

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PAG 42Entrevista a Zygmunt Bauman (*)LA IZQUIERDAABANDONÓ A LOS MÁS DÉBILESDANIEL ARJONA

PAG 38LA IZQUIERDAQUE LA IZQUIERDA NECESITATERESA CABRERA ESPINOZA

PAG 34 CONSTRUIR LA IZQUIERDA QUE LA DERECHANO QUIERESERGIO TEJADA GALINDO

PAG 28LA ENCRUCIJADAZURDALUIS GÁRATE SÁNCHEZ

PAG 25DEFENDIENDOLA INSOLENCIAROBERTO BUSTAMANTE VENTO

PAG 18POR LA CONSTRUCCIÓN DE LA IZQUIERDA PERUANA DEL S XXIMANU BENZA LL ATAS

PAG 14LAIZQUIERDA, ES DE TODXSGUILLERMO VALDIZÁN GUERRERO

PAG 11PENSAR LAIZQUIERDA,HACER LA IZQUIERDAANAHÍ DURAND GUEVARA

PAG 06PENSAR LAIZQUIERDAEDUARDO BALLÓN

Teresa
Rectángulo
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PENSAR LAIZQUIERDAEDUARDO BALLÓN

Eduardo Ballón es antropólogo e investigador principal de DESCO. Su peregrinaje político corresponde a uno de los “clásicos” de la “izquierda tradicional”. Militante de Vanguardia Revolucionaria, el Partido Unif icado Mariate-

guista, el Partido Mariateguista Revolucionario y f inal-mente del Partido Democrático Descentralista-Partido Socialista hasta el 2008, hoy día se siente un renegón de izquierda, nunca un renegado.

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Los resultados de las elecciones subnacionales, no sólo los de Lima por cierto, aunque son éstos los que alimentan los mayores comentarios, han despertado distintos debates. Atrás de ellos, razones, entusiasmos y pasiones se confunden con los argumentos, como siempre ocurre en la vida. He leído con atención los distintos artículos que componen esta entrega; todos y cada uno de ellos son motivadores para pensar y envidiar por las enormes ganas que transmiten. Me gustan, sin excepción, por su afán crítico y polémico, por su tono. Sería injusto comentarlos porque tengo la ventaja enorme de haberlos leído antes de escribir estas líneas; pero por sobretodo, hacerlo sería desconocer el mérito que tienen al abrir varias discusiones indispensables. Algunas de las cuales, en honor a la verdad, nunca se terminaron de hacer, lo que quiere decir que son antiguas.

2¿Qué cambió el 3 de octubre en el país? En principio, hay que decir que, salvo el caso de Susana Villarán y Fuerza Social, que estuvo marcado por la incertidumbre hasta el final, prácticamente todos los demás resultados eran previsibles. Las encuestas los habían anunciado con dos semanas de anticipación en 15 regiones, incluyendo todas aquellas en las que ganaron los nombrados como “radicales” por algunos,

reivindicados como izquierdistas por otros. En las restantes, quienes navegan por Internet o tienen amigos locales lo sabían bien, la película tampoco aparecía confusa.

Los partidos “nacionales”, una vez más fueron vapuleados; apenas ganaron en Cusco, Tacna y La Libertad, yendo al repechaje en otras tres regiones. Claro, asumiendo que las alianzas vencedoras en Arequipa y Piura no representan al Partido Nacionalista, así éste participara de las mismas sin ser el accionista principal. Las agrupaciones regionales obtuvieron más regiones que en el 2006 y por lo menos en 15 de ellas, los vencedores consiguieron en la primera vuelta un porcentaje de votos más altos que el de los ganadores en el proceso anterior.

Existen distintos indicios que permiten sostener que en varios departamentos del interior del país están surgiendo “clases políticas” locales a partir de muchas de esas agrupaciones, que tienen ya un camino recorrido, cierta institucionalidad, liderazgos claros y una propuesta regional. Seguramente, el mejor ejemplo es Nueva Amazonía en San Martín. Pero, ojo, todas ellas son bastante pragmáticas y han integrado a sus filas a gentes de todos los colores. Incluso las denominadas “radicales”. Así la lista de Afirmación Social en Cajamarca llevaba en sus filas a un ex aprista y a un migrante de Perú Posible; Guillén estaba acompañado por un antiguo peruposibilista reciclado

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a nacionalista y un ex populista e incluso Vladimiro Cerrón reclutó a alguien que fuera de Adelante, la criatura del hijo de Belaunde. Más o menos lo mismo que ocurre con los partidos nacionales.

En sentido estricto, mirando esos y otros datos similares, tengo la impresión que la gente simplemente eligió autoridades regionales y municipales; no votó a favor o en contra del modelo económico, ni optó entre izquierdistas y derechistas. También, es cierto, expresó sus distintos “malestares” con el orden de las cosas y optó por los candidatos que conocía y valoraba mejor. Sin embargo, se evidenció un “cambio de temperatura” en el electorado. Votaron sin temor por distintos aspirantes anatomizados por su pasado o su presente izquierdista, sin hacer caso a las diversas y groseras campañas de demolición emprendidas contra ellos. Así, en Lima, eligieron comiéndose el supuesto sapo de Patria Roja; en varios lugares del interior no se hicieron problemas ni con ese sapo ni con el que también suponía nacionalismo. No es poca cosa, pero tampoco da, me parece, para creer que estamos ante la posibilidad de un cambio radical de las cosas.

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Si las cosas son así, sin desconocer ninguno de los méritos de las distintas agrupaciones vencedoras en el país, no sólo los de Fuerza Social y Susana

Villarán, que son muchos y sería mezquino desconocerlo, cabe preguntarse que es lo que ha despertado tantos y tan variados entusiasmos, lo que sin duda es bueno. Creo que son varios factores, muchos de ellos positivos, pero también algunos preocupantes.

Entre los primeros, destaca claramente la incorporación de una nueva generación a la política. Fuerza Social y el caso de Lima lo expresan más claramente. Rostros nuevos, otras formas y estilos que los más “antiguos” no entendemos muchas veces porque nos afectan, lenguajes menos ideologizados y maneras distintas. Con ellos, nuevos intelectuales, con un perfil más tecnocrático y testimonial. Pero también, aceptémolos, viejos políticos y líderes reciclados, que en el caso de Lima construyeron una alianza electoral exitosa, pero también difícil e incómoda, como ocurre siempre cuando se quiere construir una casa entre varios. Ello, además de una candidata que supo “empatar” con la búsqueda de representantes distintos del electorado y aprovechó muy bien las distintas circunstancias de la campaña, enarbolando un discurso incluyente y poco confrontacional.

Pero además de esos factores positivos, existen otros que son preocupantes. El primero de ellos es abril del 2011. Me explico. Las elecciones, como tantas veces antes en nuestra historia, porque la mía es parte de la izquierda “tradicional” por muy

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crítico que haya sido siempre, se convierten en el acelerador de nuestras razones. La posibilidad de acceder a algunos espacios de gobierno, alentada por los buenos resultados, nos lleva a creer que estamos en un “momento histórico” y frente a una “gran oportunidad electoral”, una vez más, porque no es la primera. Se impone entonces nuestra voluntad y leemos la realidad más desde nuestras expectativas que desde la realidad misma.

El segundo factor preocupante es la mirada “limeña” que mantenemos del país. Entonces, a partir del importante resultado limeño, convertimos en nuestros o de nuestros parientes más cercanos, los éxitos de otros que en los últimos años han tenido sus propias historias y recorridos. ¿O se puede acaso sostener que la victoria de Atkins se explica por el nacionalismo, la de Santos por Patria Roja y la de Cerrón por antiguos izquierdistas? Definitivamente creo que no, lo que no quiere decir que esas agrupaciones no hayan cumplido papel alguno en tales victorias.

4La agenda hoy día se centra en el terreno electoral. Si el apoyo a Ollanta, a Toledo o una lista propia; si todos juntos o en dos bloques; si no es mejor sólo una lista parlamentaria de los izquierdistas con representantes de las regiones. Como ocurre frecuentemente en estas circunstancias, nos olvidamos de la realidad,

pero también de la existencia de intereses concretos. Perdonen que sea tan pedestre, pero a veces es bueno serlo. Quienes tienen registro electoral quieren legítimamente mantenerlo; los que no lo tienen, también legítimamente buscan un paraguas. Los que se sienten más fuertes tienen sus condiciones, los que se saben más débiles, intentan negociarlas. Ojo, que esos son parte de los intereses de las organizaciones, pero también están los de los individuos…

Por supuesto que hay otra agenda, que es sustantiva y que no se aborda. Es la referida a lo que creemos y estamos dispuestos a hacer para construir un país distinto. ¿Acabaremos con la Constitución de 1993 que es la síntesis farragosa del programa neoliberal? ¿Cambiaremos la matriz extractivista de nuestra economía, que a todas luces es excluyente, abusiva, ambientalmente insostenible y generadora de grandes conflictos sociales? ¿Enfrentaremos el proceso de concentración de tierras y poder que está liquidando el agro peruano? ¿Responderemos a la autonomía que empiezan a demandar crecientemente las regiones? ¿Reestructuraremos el Estado peruano para que responda a las necesidades de la gente, antes que a las del capital y la gran inversión? ¿Construiremos un aparato de justicia distinto?

La respuesta a esas y otras interrogantes es la que nos permitirá pensarnos y definirnos como izquierda. Lo moderno creo que sería tener las respuestas claras,

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convencer a la gente de ellas y avanzar en construir la unidad y ser opción de gobierno, entendidas como tareas y no como desafíos, como dice bien otro de los textos. Lo tradicional, entendiendo por tal lo que viene ocurriendo desde mucho tiempo atrás, es quedarnos en la primera agenda y postergar la segunda para después

5Que la política debe renovarse y recuperarse, no cabe duda. Que ese proceso empieza a moverse, tampoco; pero es evidente que no se resuelve en

las elecciones del 2011. Quienes han ganado en las elecciones tienen la obligación de hacer un buen gobierno y de empezar a construir una presencia nacional. Esa es la principal expectativa hasta hoy de quienes los elegimos. Las elecciones de abril, sin duda son importantes. Se trata de cohesionar lo logrado y de hacer avanzar el cambio de temperatura que se observó en octubre. Ello supone crecer en presencia y representación y hacia esa dirección debieran orientarse los esfuerzos electorales que tienen que apuntar claramente a cortar la continuidad neoliberal.

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PENSAR LAIZQUIERDA,HACER LA IZQUIERDAANAHÍ DURAND GUEVARA

Socióloga por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, invest igadora del Inst i tuto de Estudios Peruanos- IEP [email protected]

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A partir de las últimas elecciones municipales, y el triunfo de Fuerza Social y Susana Villarán en Lima, se abre un nuevo escenario político para la izquierda cuyas características y repercusiones futuras es necesario analizar.

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Observamos un avance importante en términos de auto identificación como izquierda de un sector importante de la población. No olvidemos que tras el conflicto armado interno, la debacle de Izquierda Unida y los años de fujimorismo, identificarse con una opción de “izquierda” y reivindicarse abiertamente como tal, fue anulado por el peso de la estigmatización y también por la crítica a lo que fue el accionar de la izquierda legal. Salvo un grupo reducido de militantes, no se lograba transmitir esta identidad a las mayorías, sobre todo en Lima donde el trabajo clientelar del fujimorismo en los sectores populares fue muy fuerte. Incluso en la lucha contra el autoritarismo fujimorista a finales de los ’90, quienes queríamos posicionar esta tendencia no lo lográbamos, siendo rebasados por posturas que preferían asumirse como “progresistas”, “liberales” o “democráticas”. Para los más jóvenes, que no tuvieron oportunidad de militar ni conocer de cerca lo que fue la acción de los partidos de izquierda en los 70 y 80, esta ha sido su oportunidad de verse a sí mismos como parte de una tradición política capaz de disputar y ganar electoralmente. Es muy

valioso que, más allá de los matices en términos de radicalidad, se haya avanzado en consolidar una identidad, una sensibilidad de izquierda en el campo popular. Lo que sigue es continuar dotándola de contenidos sustantivos; ser de izquierda es ser crítico a los privilegios, luchar contra la corrupción, apostar por la igualdad de oportunidades, por la diversidad sexual, la interculturalidad, etc.

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El proceso electoral puso en debate lo que significa hoy construir una “izquierda moderna”. Las veces que Susana Villarán se presentaba como representante de esta izquierda moderna, era generalmente de modo defensivo, cercada por las acusaciones de la derecha. Intentaba así marcar la distinción entre una izquierda ideologizada y otra programática, entre una que asume plenamente los procedimientos de la democracia representativa y otra que apoya variantes participativas, entre una izquierda abierta a la inversión privada y otra estatista, entre una izquierda de emprendedores y otra de descontentos. El punto central aquí es quién marca la pauta de estas distinciones, ante quién se es moderno y por qué resulta necesario marcar distancia con posturas que podrían considerarse anquilosadas. Para mí el debate se ha abierto desde una posición absolutamente defensiva, para no quedar tan mal con la derecha y lo que hoy el establishment considera políticamente correcto y podría llevarnos

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a perder votos. En el contexto electoral que se planteó quizás no urgía profundizar en la crítica, pero si lo que se quiere es construir un referente de izquierda a mediano plazo es necesario abordar estas cuestiones. Apostar por una izquierda moderna no equivale a alabar la novedad banalizando debates de fondo que atañen a proyectos de desarrollo y de país. Hay que cambiar el eje desde el cual se nos plantea la discusión, cambiar de interlocutor principal; planteamos el debate para enriquecer una postura, para estar a la altura de los cambios de la sociedad peruana. Se trata de hacerlo de cara a las necesidades de las grandes mayorías, este sector es nuestro interlocutor principal y es ante él que debemos demostrar que existe efectivamente un proceso de renovación, de modernización en un sentido mariateguista: de condición epocal y creación heróica.

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Estamos ante un proceso eminentemente limeño y hace falta mirar el país. ¿Qué teníamos como experiencias de gestión de izquierda en los gobiernos locales o regionales? ¿Qué ha pasado con ello? Susana Villarán habló del ejemplo de Junín y San Martin como gobiernos regionales donde Fuerza Social habría validado posturas y ensayado políticas progresistas y la verdad es poco lo que se conoce. En tal sentido es importante también tener una mirada global de los resultados electorales en los distintos

gobiernos regionales, en las municipalidades locales y provinciales. No se puede negar que ganar la Alcaldía de Lima es clave: de lo que haga Fuerza Social en la municipalidad puede derivarse una serie de políticas y acciones que reforzarán o debilitarán las posturas de izquierda en el país. Pero si se quiere construir izquierda como proyecto nacional, de cara al país y no solo como modelo de gestión municipal, hace falta detenerse tanto en las experiencias de gestión salientes como en las que van a empezar. Supuestamente había ya experiencias de izquierda con posibilidades de continuidad en Jauja, en Cusco, por ejemplo Patria Libre que esperaba ganar en Jauja, Tierra y Libertad esperaba ganar en varias municipalidades de Cusco ¿Qué falló? ¿Por qué la gente prefirió otras opciones, por qué votó por Patria en Cajamarca? En términos emocionales, de identificación, de expectativas populares ¿qué nos dicen estos triunfos y estas derrotas?

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El desafío que se presenta es la unidad de las fuerzas existentes y que se reivindican como de izquierda. Este proceso electoral ha demostrado que pese a la satanización de la derecha a Patria Roja, el MNI y gremios como la CGTP o el SUTEP, la población no necesariamente los rechaza y más bien reconoce los esfuerzos de unidad como un paso importante para dejar atrás vicios de la vieja política como los caudillismos y clientelas. Avanzar seriamente en un

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proceso de confluencia implica asumir algunos de los debates aquí planteados pero sobre todo hacer que la unidad no sea solo un proceso coyuntural y de minorías activas. Son dos procesos paralelos importantes, de un lado articular organizaciones sociales y de otro tejer articulaciones serias desde las dirigencias. Sobre lo primero, no olvidemos que la gran diferencia con la Izquierda Unida de los 80, es que en esa ocasión el ascenso de Barrantes se sustentaba en un fuerte trabajo de base y la articulación de organizaciones sociales en un acumulado de décadas a nivel urbano y rural. Si bien el activismo de los grupos partidarios es clave, no puede dejar de

articularse a los movimientos sociales y gremios más movilizados, por más puntual que sea el trabajo que tengan. En cuanto a la articulación de las dirigencias, espero equivocarme, pero no soy muy optimista. Sospecho que la discusión terminará estancándose por quien encabezará la candidatura unitaria, cómo negociar con fuerzas como el nacionalismo, o como armar la lista parlamentaria. Sólo queda esperar que el proceso de unidad electoral se construya de cara al pueblo, poniendo por delante la responsabilidad de no dejar pasar una oportunidad certera de ser gobierno y definir un rumbo distinto al país.

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LAIZQUIERDA, ES DE TODXSGUILLERMO VALDIZÁN GUERRERO

Sociólogo por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y ar t ista gráf ico egresado de la Escuela de Bel las Ar tes. v [email protected]

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I. Desde dónde empezamos a contar Mi generación nació en un contexto social marcado por la sólida presencia de una izquierda a nivel nacional. Creciendo vivimos su descenso (y con ella el descenso de la “política” en su esencia pública), siendo hijos generacionales del post-conflicto armado interno. Hoy somos parte de un nuevo posicionamiento de la izquierda peruana como alternativa de gobierno. Pero ¿qué significa ello? Si nos legislara la emoción podríamos decir que hemos vuelto a ser una propuesta de “masas”. Sin embargo, creo que nuestra reflexión en este momento será útil si nos permite visualizar nuestros procesos reales, nuestras condiciones orgánicas y sincerar nuestras perspectivas. Sin ello todo punto de “unidad” resultará una débil consigna.

Después de veinte años de neoliberalismo en el Perú, hablar de política es partir de un sentido común construido bajo las siguientes premisas: Democracia es mercado. Ergo, los enemigos de la democracia son los enemigos del mercado. La segunda premisa complementaria sería: Política es mercado. Ergo, la política es un bien privado de técnicos, empresarios y presumibles corruptos. Tal sentido común nos indica una visión “realista”, frente a la cual debemos aprender a salir adelante individualmente y punto. Esta visión conservadora que promueve la reducción de derechos y la profundización del modelo neoliberal

aprendió también a monopolizar la memoria del conflicto armado interno: Un fantasma utilizado en ciertos momentos de polarización para identificar a la izquierda con el terrorismo y el pasado.

En términos económicos hemos crecido, pero al costo de ahondar los niveles de desigualdad y exclusión. Nuestra participación como país es desigual en la recomposición del mercado internacional y de su división del trabajo. Seguimos siendo un país básicamente exportador de materias primas, con la diferencia que hoy la escasez mundial de recursos energéticos han elevado los niveles de agresión de los intereses privados sobre las instituciones e intereses públicos nacionales. Del mismo modo concurren a este conflicto los problemas ambientales y la fragilidad de los derechos sociales y políticos en el país. Al calor de este escenario, donde el Perú es un caso emblemático en la región, surgen nuevos actores y nuevas agendas políticas.

Culturalmente es imposible tener una clara lectura del país sin tomar en cuenta los enormes aportes de las migraciones internas para la democratización de los imaginarios y la conquista de derechos ciudadanos (aunque dicho proceso no sea de una sola vez unánime y progresiva, más bien sinuosa y múltiple). Así también las repercusiones de la globalización en la formación e interacción de identidades, estilos de vida y visiones políticas.

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La discusión de cómo gobernar y cómo construir representaciones tiene que tomar en cuenta todos estos puntos. Es ahí donde radica la potencialidad de un proyecto político hoy.

II. Ser de izquierda: un compromiso ético con visión de futuroA este rápido boceto de análisis urge añadirle nuestra voluntad de transformación. Voluntad que vemos realizada en los procesos y actitudes de cada organización que se asume de izquierda y donde tenemos que ser más sólidos en la autocrítica. Seguimos siendo centralistas, auto-referenciales, miramos aún nuestras militancias lejos de nuestra vida cotidiana y, ante los vacíos orgánicos y programáticos, siempre encontramos en la ideología un buen refugio. De aquí la falta de sintonía hacia afuera. Podríamos señalar algunas referencias del actual proceso de confluencias, renovaciones y persistencias de la izquierda peruana, pero aún no podemos hablar de un proceso consolidado y, por ende, estas ideas son estrictamente provisionales. No obstante tener apuntes de trabajo resulta siempre bueno para promover el debate.

Una novedad de este proceso es la advertencia de un cambio generacional y su capacidad de articulación, rompiendo el mito heredado de que la izquierda siempre se divide por el ansia de poder. No obstante, los niveles de articulación aún son frágiles y de corto

alcance (coyunturalistas) y las formas de trabajo asumidas terminan fortaleciendo dicho déficit (llámese desorganización o grupismo). Por otro lado, las nuevas identidades de los recientes grupos de izquierda han renovado el ámbito discursivo, y por ello han calado en espacios intelectuales, pero aún no han cuajado seriamente como opción política con nuevas prácticas. El otro extremo es la insuficiente renovación (apenas algún giro táctico) en la lectura de la realidad y en la acción consiguiente por parte de las organizaciones con mayor edad y tradición.

Pero esta renovación generacional trae consigo una renovación de agendas y de formas de trabajar (la discusión del “cómo”). Entre las constancias veamos:

1La participación organizada como medio y fin de la dimensión política, como aval de desarrollo y convivencia. No una mal interpretada competencia, sino una forma de ser y estar con el otro. De aquí que el derecho de “consulta previa” quede minimizado frente a la necesidad de “auto-gobierno” bajo la construcción de una democracia participativa, social y protagónica. Como izquierda necesitamos fortalecer las organizaciones sociales populares, sin creer que ellas nos pertenecen. Sólo en la medida que podamos sintonizar democráticamente con ellas podremos llamarnos izquierda. Esto implica una apuesta de largo alcance por un trabajo de organización desde las bases sociales, que descentralice las decisiones para socializar el poder.

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2El posicionamiento de una agenda política que evidencia la diversidad de actores, sus necesidades y apuestas (para no caer en el reduccionismo de mayorías y minorías). Dicha agenda ha revitalizado públicamente la discusión sobre derechos civiles, sexuales y ambientales. En tal sentido ha podido canalizar un conjunto de cuestionamientos que no encontraban una representación en el espacio político.

3Semillas de gestión para otro tipo de desarrollo ya existen, y no necesariamente parten de organizaciones partidarias de izquierda, sino del mundo del arte, la cultura y de los movimientos indígenas (partiendo de las experiencias de las que me encuentro más cercano). Un ejemplo es la apuesta por la cultura y el trabajo comunitario como experiencias de desarrollo frente a la violencia urbana (FITECA, CIJAC, Vichama, etc.). Otro ejemplo claro es el caso de la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas Amazónicos de Perú (AIDESEP). Ello nos plantea el reto de hacer de la izquierda un sinónimo de apertura y diálogo, identificada con dichas trayectorias. Ambas experiencias tienen décadas de trabajo comunal y resultados vivos de gestión, organización y perspectivas a largo plazo. Estas deben ser nuestras más valiosas escuelas.

Desde los microempresarios hasta las comunidades indígenas, pasando por los movimientos feministas,

de diversidad sexual, los frentes regionales y las agrupaciones culturales, se está materializando un espectro de nuevas respuestas ante la privatización de la política. Sus apuestas no se sustentan necesariamente (algunas sí) en adhesiones ideológicas sino en un imaginario de comunidad solidaria y plural. Sus marcos reivindicativos se concentran en las capacidades reales de acción en espacios locales (ojo: “local” no es lo mismo que “fragmentado”) y sus formas de lucha se han diversificado. El Perú cambia y debemos aprender de dichos actores cómo renovar la izquierda.

Finalmente, a lo largo de este proceso abierto, ser de izquierda debe significar un compromiso ético por lo colectivo y una acción preferencial por quienes sufren esa muerte prematura que es la desigualdad social. No sólo ser de izquierda cuando tengamos el micrófono al frente, ni sólo en las marchas o asambleas. Serlo en casa, en familia, en el barrio. Esta lucha es tan política como cultural y no puede ser pedagogía sin antes saberse aprendizaje cotidiano.

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POR LA CONSTRUCCIÓN DE LA IZQUIERDA PERUANA DEL S. XXIMANU BENZA LLATAS

Estudiante de Filosofía por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Militante de la comisión de formación del Movimiento Tierra y Libertad [email protected]

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1La derecha peruana niega mayoritariamente la mínima posibilidad de existencia de la dicotomía izquierda-derecha. Utilizan muchos argumentos, pero en general sólo tratan de disfrazar y negar mediáticamente el asunto, inculcando un posicionamiento político en el electorado, con una ideología dominante favorable a ellos. Podemos mencionar viejas recetas, como: “la globalización convierte en anacronismo la clasificación entre izquierda y derecha”, “desde la caída del muro de Berlín no existe sino un modelo económico posible”, “nosotros somos el progreso, ellos son los que nos atrasan”, etc.Existe una minoría (muy pequeñita) en la derecha peruana que acepta que debería haber una izquierda democrática. Esto se debe, desde mi punto de vista, a una vieja tradición política y cultural sumamente autoritaria que presupone consciente o inconscientemente, explícita o implícitamente, que algunos nacen para mandar y otros para obedecer. Es decir, tanto los “dominados” como los “dominantes” aceptan como natural, cotidiano y hasta necesario, que las relaciones de poder se den de la manera en la que se están dando. Es por eso que la población está en la espera de un caudillo. Esto se refleja no sólo en la política nacional, también se nota en los grupos de amigos, en el fútbol, en la familia, etc. Es la búsqueda del caudillo “salvador”. Esta cultura autoritaria y fascistoide fue acentuada

por el fujimorismo y el actual gobierno de García. La derecha peruana nunca tuvo una clase dirigente y cultivada, sino, para nuestra desgracia, una clase dominante agresiva y rapaz, entregada totalmente al capital transnacional.

2El reciente proceso electoral por la Alcaldía de Lima puso en operación una despiadada campaña de falacias, mentiras, calumnias e insultos que intentaron quebrantar el ímpetu y el coraje de los que hicimos (cada uno como pudo) esta campaña. Canal N, el grupo del diario “El Comercio” -que maneja dicho canal-, y diarios como “Expreso”, “Trome” (diario “chicha” que tiene el mayor tiraje nacional) “Perú 21”, “Correo” y “La Razón”, diarios fascistas-fujimoristas, además de muchos tabloides nacidos en el gobierno de Fujimori y digitados por el Servicio de Inteligencia militar, se hicieron participes de esta feroz campaña. Hace veinte años que este tipo de prensa desinforma a la población con noticias sin relevancia, noticias de la farándula, accidentes mortales, violencia, fútbol, etc. Además, cuidadosamente ofertada de tal manera que sólo un sector de la población esté informado, buscando alienar y entretener a los sectores populares. Además, “el menú” de todos los días presenta cuidadosamente mezclada cierta información política y económica, destacando con lenguaje simplón los éxitos neoliberales y vinculando

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de cuando en cuando a la izquierda y a las luchas populares con el terrorismo. Sumémosle a esto la radioemisora Radio Programas del Perú (RPP), la más potente del país, y una red de radios locales que sólo repiten los contenidos de la gran prensa. La libertad de expresión se acabó con el Fujimorismo, lo que tenemos ahora es sólo una libertad de prensa, quien decide qué temas se tocan y bajo qué punto de vista. El neoliberalismo ortodoxo (Constitución de 1993) combinada con el autoritarismo político, administran a voluntad el país, favoreciendo a los poderes fácticos. Esto se ha dado en el gobierno de Fujimori, Toledo y García. Lo cual ha generado una profunda despolitización y desinformación. Este es el escenario en el que algunas izquierdas se juntaron para enfrentar a las derechas en las elecciones regionales y locales del pasado 3 de octubre.

3En el Perú existe una crisis de partidos políticos, es por eso que tenemos como resultado movimientos regionales (partidos empresa) victoriosos en la mayoría de regiones. Lo cual acentúa la lógica autoritaria, paternalista y gamonal. El pueblo sigue al empresario exitoso que se lanza a la política, con el discurso del progreso y la inversión privada como única solución a los problemas. Como las izquierdas no están organizadas en el ámbito nacional, al igual que muchos partidos, en las elecciones regionales y locales no se dio (el Perú

tiene 25 regiones, 196 provincias y 1852 distritos) un debate ideológico. En algunos pocos casos las izquierdas participaron como movimientos locales y con un discurso vecinal para Presidentes de Región o Alcaldes Provinciales y Distritales. Únicamente en los comicios de la Provincia de Lima (que tiene 43 distritos), una coalición de izquierdas alrededor del Partido Descentralista Fuerza Social que lidera Susana Villarán -partido de centro izquierda donde militan socialdemócratas y liberales-, el Movimiento Tierra y Libertad (donde soy militante) que lidera el Padre Marco Arana -movimiento ecologista, de izquierda, libertario y antineoliberal-, Lima para Todos -coalición, a su vez, de comunistas de antigua línea moscovita, socialistas y pequeños grupos antineoliberales-, el Movimiento Nueva Izquierda (MNI) -marxista-leninista con lenguaje ortodoxo y anacrónico pero con trayectoria democrática y, para mi gusto, tan pragmático que puede oscilar hacia la opción electoral que más le convengan más allá de su predicamento ortodoxo (ojo: me he podido percatar del aire renovador en las nuevas generaciones, me gustaría que eso continúe, por el bien del MNI y su contribución a las reivindicaciones populares)-, así como el Partido Demócrata Cristiano -de centro-izquierda y antineoliberal-; apoyaron a Villarán, logrando un ajustado y difícil triunfo sobre las derechas. En esta coalición no estuvo el Partido Nacionalista de Ollanta Humala, que las derechas satanizan por su relación con Hugo Chávez. Humala

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no se define de izquierda pues plantea que “no hay izquierda ni derecha”, y se define por una “economía nacional de mercado”, que es lo mismo, en buen romance, al modelo actual. Es por eso que yo no consideraría a Humala en una futura coalición de las izquierdas, pero invitaría a toda la gente valiosísima que lo rodea, gente que se define abiertamente de izquierda. Yo los invitaría a dejar el oportunismo de lado (si es que es por eso que lo apoyan) y a construir una opción propia desde abajo y a la izquierda.

4La izquierda que el pueblo peruano parece estar construyendo y que, por lo demás, necesita, debe luchar por el cambio de Constitución (sobre todo de los artículos 58, 60, 62 y 63, que son los que constitucionalizan el neoliberalismo ortodoxo), integrarse y representar legítimamente a las minorías étnicas, sexuales y grupos vulnerables; luchar por un cambio radical en la democratización del Estado; la participación creciente de la población en los procesos de toma de decisión; por el cambio del Modelo de Acumulación Primario-Exportador y destructor de los ecosistemas; por la producción agropecuaria e industrial en armonía con el medio ambiente; la redistribución de la riqueza obtenida con el mayor crecimiento; y (desde mi punto de vista) iniciar un proyecto por una economía post-extractivista (dada la coyuntura medioambiental y climática de todo el mundo, causada por la visión

utilitarista de la naturaleza). Los peligros de lograrlo no solamente están en la pertinaz oposición de las derechas sino en la desviación ideológica de Humala (que aparece para muchos como “la alternativa de cambio”) y en los propios errores que puedan cometer los partidos y fuerzas que apoyaron en Lima y en el país a quienes luchan conscientemente por un cambio que nos conduzca al BUEN VIVIR y no al simple crecimiento.

5Para mí ser de izquierda es una afirmación histórica, por la cual uno toma la decisión de ir en contra de las hegemonías, con una postura crítica con respecto a la economía-política y su dinámica (en nuestro caso ser antineoliberales, defensores del medio ambiente y estar en contra de cualquier tipo de discriminación). Una “izquierda moderna” puede ser confundida mediáticamente con una izquierda liberal o social-demócrata, abierta a la inversión privada, al mercado y la especulación financiera. Una “izquierda moderna” se le puede atribuir postulados como el de legalizar la marihuana, el aborto terapéutico y el matrimonio homosexual. Con lo que estoy de acuerdo. La discusión es: ¿los que no son liberales o social-demócratas no son una “izquierda moderna”?, ¿los que no estén de acuerdo con legalizar la marihuana, el aborto terapéutico o el matrimonio homosexual, no son “modernos”? En ese sentido, los que no estén de acuerdo… ¿son

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atrasados o NO-MODERNOS? Para mí la respuesta es NO. Yo creo que una “izquierda moderna”, si la queremos llamar así, no es una izquierda que tenga una sola opinión, todos estamos en el mismo momento histórico y podemos pensar distinto. La nueva izquierda o “izquierda moderna” es la que ha aprendido de los errores del pasado, es la que mira los intereses del Perú antes que los intereses partidarios, es la que incluye y no excluye, es la que suma y no resta (salvo en casos de oportunismo o corrupción), es la izquierda democrática para adentro y para afuera. Para mí eso sería una “izquierda moderna”, es la izquierda que no tiene miedo y no concilia con los grandes vende patria ni con los poderes fácticos.

6El proceso de confluencia de los partidos de izquierda y progresistas, ha sido un proceso que se abordó con muchas dudas, pero se abordó. No es imposible partir con un proyecto único. No se trata de revivir a la histórica Izquierda Unida, eso es parte de la historia, grata, pero ya pasó. Estamos frente a retos mayores ahora. El neoliberalismo se ha insertado en el seno del pueblo, cosa que no hace más que fortalecer la ideología dominante de los poderosos. Ollanta Humala se ha aprovechado de la cólera de los sectores populares y marginados del Perú, para monopolizar una “alternativa” al neoliberalismo, desde su perspectiva, que no

necesito describirla. Ahora, más allá de la victoria o derrota en estas elecciones, es importante mantener esta alternativa que la propia izquierda ha creado sin Humala. Más allá de logros electorales, el construir organización popular es urgente en nuestro país. Se puede construir con trabajo de base, que estoy seguro, los compañeros y compañeras de las distintas organizaciones estaríamos dispuestos a asumir. Lo importante es mantener la confluencia y agrupar a más organizaciones sociales: indígenas, campesinos, obreros, movimientos sociales de lucha por soberanía socioambiental, etc. Susana Villarán se ha convertido en lideresa de un posible punto de quiebre histórico en la política de nuestro país. Debe tener en cuenta su responsabilidad histórica para con este pueblo. Muchos y muchas hemos asumido el reto de hacer la campaña, muchas veces por nuestra cuenta, sin aspirar a ningún cargo. Como en todas las agrupaciones hay tendencias, pero hay que poner por encima los intereses del Perú, antes que los intereses partidarios, sino NO HAY democracia. Esto no es autoritarismo, es liderazgo. El caudillismo o autoritarismo consiste en que la gente trabaje para el caudillo; el liderazgo es trabajar por el bien de tus compañeros y compañeras, y claro, por el proyecto iniciado por la construcción de una nueva izquierda renovada, democrática y con JÓVENES entregados a sus sueños. Estas nuevas generaciones no son sólo promesas, son realidades ya. Nos convertimos en los principales actores de la

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campaña, a través del internet y las redes sociales, donde miles de personas interactúan. Donde bombardeamos de información y opiniones en los distintos foros. Participamos de brigadas para hacer campaña. Nos comprometimos hasta los huesos y desde que Susana estaba en 5 % en las encuestas, nos abalanzamos a hablar en las cousters, micros, buses, taxis, plazas, mercados, exponiendo las propuestas y contrastando su candidatura con las otras. Hemos alcanzado hablarle a miles de personas de todo Lima. No cuento esto para nos feliciten, sino para que se den cuenta que hay gente comprometida con este proceso. Gente joven y esperanzada. Gente que cree en la unidad. Todos sabemos que en la izquierda no hay enemigos, sólo envidias personales, sectarismos y ansias de cargos. Por ello, el pueblo se quedó sin abogado más de 20 años. Invito a Susana a liderar este proceso histórico. No sólo para esta victoria electoral

municipal, sino para un proyecto electoral nacional y de politización organizativa de la población. Qué pena que tendríamos 5 años más de neoliberalismo de los toledos, fujimoris o PPC, si es que perdemos el 2011. Lo importante es ser fuerza popular desde las organizaciones para generar contrapoder, para luchar contra los abusos de las transnacionales, organizadamente, durante el próximo periodo, y el 2016 derrotar a la derecha. Hay que tener conciencia de la historia. Espero los dirigentes lean este artículo de un humilde militante joven de Tierra y Libertad, que sueña, como Susana y muchas personas, con un Perú mejor. El pueblo nos necesita. Cuando el pueblo pide unidad, es necesario unirse. Si es que algunos todavía lo creemos, como retumbó en el mitin de cierre de campaña y en la plaza San Martín:

¡LA IZQUIERDA UNIDA, JAMÁS SERÁ VENCIDA! ¡EL PUEBLO UNIDO, JAMÁS SERA VENCIDO!

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DEFENDIENDO LAINSOLENCIAROBERTO BUSTAMANTE VENTO

Arqueólogo y egresado de la maestr ía de Antropolo-gía por la Universidad Nacional Mayor de San Mar-cos. Invest igador en tecnologías de in formación y

autor del blog elmorsa.pe. Izquierdista independiente. rober [email protected]

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“Che Guevara died for somebody’s sins but not mine”

Patr icia Pérez Smith

En estas últimas semanas se ha hablado mucho de la necesidad de una izquierda moderna. Aclaremos. Para algunos, cuando se habla de ella, de la izquierda moderna, se está refiriendo a una izquierda civilizada, esto es, como lo planteó Norbert Elias, una izquierda calmada, que no haga aspavientos ni sea revoltosa. Para este sector, una izquierda moderna significa una izquierda adocenada y que no mortifique. Es mucho más que solamente no ser críticos con el modelo económico (lo que sea que signifique esto), sino, por sobre todas las cosas, una izquierda que guarde la compostura. ¿Acaso no hay en este discurso de las buenas costumbres (mezclado con cierto tinte discriminatorio) contra las protestas en el interior del país? Cuando en estas últimas elecciones la derecha comentaba que detrás de Susana Villarán estaba la izquierda radical y extremista, ¿no hacía referencia acaso al incómodo discurso del clasismo marxista?

Pero aquí no estamos hablando de esa acepción de modernidad ni civilización. Lo que nos interesa aquí es qué podría interesarnos en una discusión sobre izquierda moderna a quienes nos consideramos izquierdistas (simpatizantes, militantes, curiosos). (Una cuestión de orden. En este texto se usa la expresión “la

izquierda”. Con ello queremos referirnos a un universo que actualmente es inorgánico, con antagonismos, pero que más o menos comparte cierto horizonte de justicia social, aunque sea sólo de palabra).

En primer lugar, se necesita un balance crítico (de verdad) de la izquierda de la generación del setenta. Hasta ahora, no solamente vivimos sino que no comprendemos todas las implicancias y consecuencias de dicho proceso, que terminó con los criminales Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Este balance crítico debería dar cuenta no solamente de las responsabilidades políticas, sino también de todo un horizonte cultural que construye un sentido heroico en la política. ¿Dónde están esos textos de balance?, ¿dónde el debate político sobre las responsabilidades?

En segundo lugar, y luego de ese balance, reconocer lo que se ha avanzado como país. El Perú (como el resto de América Latina donde hay una fuerte presencia de la izquierda), dentro de todo, ha apostado por la democracia y por sus instituciones. Y, a pesar del alto nivel de desconfianza que existe, estas instituciones funcionan. La izquierda, en general, poco bien hace al contribuir a esa desconfianza, instalando un clima de paranoia basada en una teoría o síndrome de la conspiración. Si bien es cierto que tanto el senderismo como el fujimorismo ayudaron a desmovilizar a la población,

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también es cierto que la población vota, participa, protesta y opina. La apuesta de la izquierda debe ser el reforzamiento de las instituciones y la defensa de lo público (no estatal) sobre lo privado.

En tercer lugar, reconocer el enorme esfuerzo de muchas personas en este país por participar en el mercado. Quizá esto se vea feo porque, por lo general, la izquierda para algunos debería ser anti-mercado. Esto es un error. Los mercados, esto es el intercambio, el comercio, la economía basada en las necesidades y en la oferta, han existido mucho antes del capitalismo y es difícil, quién sabe imposible, que desaparezca. Sin embargo, la apuesta aquí es por una sociedad que tenga reglas claras y más bien por un estado que redistribuya o permita redistribuir el gasto. Democracia, bien común y mercado.

En cuarto lugar, recuperar y hacer visible el debate político. Aquí se puede decir, por el contrario, que la política está en todos lados. Eso es una verdad a medias. Hemos sido testigos en los últimos años de cambios de camiseta, de invitados, de renuncias dirigenciales, de caídas y encumbramiento de líderes, sin que a nadie se le mueva el pelo ni se ruborice. ¿Dónde está el balance crítico de quienes pasaron por el humalismo y ahora han encontrado a Marco Arana como su nuevo líder?, ¿qué pasó con el Partido Socialista?, ¿dónde se encuentran los debates programáticos o ideológicos?

En quinto lugar, hacer suya, es decir internalizar, una cultura democrática y basada en la meritocracia. Estas últimas elecciones dan una oportunidad fuerte a la izquierda, pero también han desnudado nuevamente lo peor de ella. Fuerza Social no ha presentado (quizá suene injusto) ni una sola lista distrital que haya salido de un proceso político interno. Varios de los candidatos han sido sacados del sombrero, más por sus méritos gremiales que políticos (¿hemos olvidado que gremio y partido son distintos?). ¿Dónde está el trabajo político de Fuerza Social en distritos?

En sexto lugar, y no menos importante, hacer suya la crítica política que se viene haciendo desde otros espacios subalternizados por una tradición conservadora de la izquierda. Me refiero, sobre todo, a la crítica desde el feminismo. Si algo se ha insistido mucho desde el feminismo o los feminismos es en el valor de la libertad humana, muy distinta o que va mucho más allá de la libertad económica. Despenalizar el aborto, estado laico, libertades sexuales y reproductivas, etc., no son solamente una cuestión legal, sino que son parte de una crítica que busca subvertir un orden establecido en las estructuras de la sociedad peruana. La autonomía de los cuerpos es clave para cualquier proyecto de izquierda.Visto así, queda claro que es poco lo que se ha avanzado inclusive en estas elecciones. Debería ser un consenso que el triunfo provincial en las

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municipales fue uno encontrado e inesperado que desnudó, además, las falencias en términos políticos y de respuesta por parte de un partido que todavía sigue en lento proceso de afianzamiento.

Lo que queda a futuro es recuperar la capacidad creativa de la izquierda peruana. Mirar y alimentarnos de los cambios políticos, culturales y económicos del país. Una izquierda moderna (es decir, contemporánea) debería poder arriesgarse a una refundación, donde seguramente habrán

muertos y heridos (en el sentido metafórico, por favor). Mariátegui hablaba de una heterodoxia de la tradición, ser malcriados con la historia, y nosotros con nuestra izquierda hemos sido demasiado respetuosos y tradicionalistas. Nos ha faltado ser insolentes con nuestro propio pasado político.

Lo que se quiere es una izquierda moderna, sí. Pero también con una que también incomode, que hinque. Empecemos incomodando en casa.

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LA ENCRUCIJADA ZURDAREFLEXIONES EN TORNO AL PROCESO UNITARIO DE LA IZQUIERDA EN LIMA Y SUS IMPLICANCIAS

LUIS GÁRATE SÁNCHEZ

Periodista egresado de la Escuela Bausate y Mesa. Militante del MNI, fue candidato a Regidor de la Municipalidad Metropo-litana de Lima por Fuerza Social. lavoz _ [email protected]

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Es indudable que el escenario electoral de Lima, y el del país en general, han cambiado drásticamente con la consolidación de la candidatura unitaria de la confluencia de Fuerza Social para Lima, encabezada por Susana Villarán.

Ha cambiado no sólo por la aparición de un nuevo actor político en la escena, sino porque representa un aire fresco en tanto vuelve a tener relevancia una propuesta de izquierdas y progresista, de la cual no se tenía noticia en la ciudad capital desde la alcaldía de Alfonso Barrantes en el 83. Se ha roto el tradicional dominio de las fuerzas conservadores y de derechas en el control de la política regional y local, producto de las casi dos décadas de reformas estructurales heredadas del fujimorismo y de la clara hegemonía neoliberal en el imaginario colectivo.

Mucho se ha hablado sobre la caracterización del proceso de la confluencia entorno a la figura de Villarán. Sin duda fue un proceso alentado por las fuerzas progresistas y de izquierda como Fuerza Social, Movimiento Nueva Izquierda, Tierra y Libertad y Lima para todos, pero cuya conformación como lista no dejó de tener tropiezos. Susana Villarán, como ella misma se define, viene de posiciones liberales de izquierda y socialdemócratas, y su organización cuenta con un buen equipo de profesionales progresistas y activistas sociales, pero con ciertas limitaciones

organizativas que fueron complementadas en gran medida con la participación de los otros partidos y colectividades.

Cabe anotar que esta campaña ha tenido un alto grado de personalización, como es la actual lógica de las campañas electorales, que no se centran en el programa, los principios ideológicos ni las identidades partidarias, sino más bien en los atributos personales, carisma y calidad del marketing político.

En esa lógica, ¿qué entendemos por izquierda moderna? Se puede entender como una izquierda que asume principios democráticos al entender de las variantes de la democracia representativa y participativa, y que se adapte a la economía de mercado, es decir, abandone sus rasgos anticapitalistas heredados del marxismo. O que tanto se entiende como el asumir los valores de la modernidad, al racionalismo en la vida social y del desarrollo de una economía industrial. Estaríamos, más bien para algunos, en la época de configurar una izquierda posmoderna. Entiendo más bien esta etapa como la de una izquierda en proceso de renovación, en tanto ha tenido la capacidad de unir a los sectores “tradicionales”, a ciudadanos de a pie y a varios núcleos juveniles deseosos de renovación y aportando sus nuevas dinámicas.

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Lecciones de las nuevas izquierdas

No podemos dejar de mencionar que el proceso político peruano no está exento a lo que sucede en el mundo y nuestra región. Latinoamérica ha sido y es a todas luces epicentro del surgimiento de nuevas fuerzas de izquierda marcadas por rasgos nacionalistas, indigenistas, sindicalistas, entre otros. El agotamiento del las políticas del consenso de Washington y la postergación de vastos sectores de la población han permitido la emergencia nuevo actores como el movimiento cocalero e indígena boliviano con Evo Morales a la cabeza, el surgimiento de militares bolivarianos como Hugo Chávez, un líder sindical con gran arraigo social como Lula de Silva en Brasil, el obispo progresista Fernando Lugo en Paraguay, el ex guerrillero tupamaro Pepe Mujica en el Uruguay, el economista Rafael Correa en Ecuador, entre otros.

Estos procesos están demostrando que es posible iniciar un camino de reformas y algunos cambios revolucionarios desde los causes de la democracia representativa. Esas reformas claves, como en los casos más avanzados, se sustentan básicamente en un nuevo diseño constitucional y republicano, en el que se busca un mayor protagonismo y soberanía popular a partir de altos grados de participación ciudadana en las gestiones locales y de decisión, a través de mecanismos como las consultas ciudadanas y el referéndum.

Los casos como Brasil, Uruguay y Paraguay van a ritmos más moderados, pues se han avocado a consolidar el crecimiento macroeconómico, fortaleciendo los programas sociales, reformas educativas y desplegando altos niveles de transparencia y participación ciudadana.

Los procesos latinoamericanos no están exentos de contradicciones, incluso de retrocesos. Por ejemplo, de ser presas de las ataduras tradicionales de los grupos de poder y de las redes de clientelaje. Se aprecian diferentes niveles de burocratización, de corrupción y hasta de rasgos autoritarios, pero justamente podrían asegurar su sostenibilidad en tanto se basen en la incorporación de la ciudadanía activa, institucionalicen los procesos y consoliden sus estructuras partidarias.

Izquierda peruana y los comunistasEn la tradición política peruana no ha existido un fuerte movimiento comunista ni socialista. A pesar de ello, no se puede negar el rol que han jugado tanto la vertiente originaria del comunismo peruano, heredera de Mariátegui y Jorge del Prado, que estuvo centralmente afincada en el movimiento sindical, así como la vertiente de influencia maoísta, que exceptuando su versión dogmática que derivó en el terrorismo, desde los 80 ha ampliado su mirada a otras corrientes del marxismo.

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El Partido Comunista Peruano ha sido un importante actor político del siglo XX participando activamente en la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), promoviendo espacios como del Frente Democrático Nacional que llevó a Luis Bustamente y Rivero, y participó de procesos electorales durante los años 50, 60 y 80. Apoyó en gran medida el proceso de reformas del general Juan Velasco y fue uno de los principales impulsores del frente Izquierda Unida.

Por su parte, el Partido Comunista del Perú – Patria Roja es producto de le escisión de los comunistas en los 60 en torno al debate sino-soviético. Surgió del fraccionamiento del lado maoísta, llamado Bandera Roja, pero desde entonces fue el partido que mayor protagonismo adquirió en ese espectro, asentándose en el movimiento magisterial, estudiantil y campesino.

Existió otra fuerte vertiente, la llamada nueva izquierda, conformada por grupos como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria -nacida de grupos marxista del Partido Aprista Peruano (APRA)-, Vanguardia Revolucionara, la Unidad Democrático Popular (UDP) y sectores trotskistas como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). La nueva izquierda surgió como una respuesta al “reformismo” del Partido Comunista, asentada esencialmente en sectores universitarios, intelectuales, campesinos y obreros. Insurgió como un intento de reivindicar la lucha armada como una vía legítima para la revolución peruana, pero luego fue

derivando a posiciones democráticas y fueron actores centrales de los procesos unitarios.

Lo cierto es que esa izquierda, tanto la comunista como la “nueva”, se han desdibujado por su crisis interna, por la violencia terrorista y porque actores sociales que representaban también cambiaron. En vez de un proletariado industrial fuerte y campesinado, tenemos más bien sectores emprendedores, trabajadores de servicios, pequeños propietarios, mujeres y jóvenes subempleados y desempleados que requieren una nueva representación.

Sujetos políticos peruanosConsidero que un nuevo sujeto político de izquierdas debe incorporar las nuevas corrientes nacionalistas, ambientalistas, indigenistas, progresistas pero también a los componentes socialistas y comunistas que tienen una larga trayectoria y una proyección. Considerar que se puede hacer el proceso renovador sin estos actores sería un grave error. Pare eso debemos superar, ante todo, los prejuicios teóricos y subjetivos, tener una actitud dialogante y con cierta flexibilidad organizativa.

Otro elemento que se hace indispensable es el diálogo de la izquierda con el nacionalismo, considerando además que el segundo se nutre en gran medida de militantes y personalidades que se formaron en las filas izquierdistas. Lamentablemente ahora prima el cálculo electoral y el caudillismo en la dirección nacionalista,

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aunada a sus debilidades organizativas. Por el lado de la izquierda, no emerge aún una identidad unitaria definida ni liderazgos renovados que sean los voceros de un eventual polo izquierdista.

Un frente político bajo el modelo de los frentes populares o como la Izquierda Unida no es posible en esta etapa, pues no existen grandes partidos ni una influencia social, ideológica o cultural de izquierdas. Lo que existen son poco partidos, diversos colectivos, personalidades y militantes dispersos que pueden confluir en un proceso que hay que definirlo en sus características, sin caer en los problemas de cuotas y vanguardismos que ya conocemos.

No queda claro que se vaya a mantener el proyecto actual de la confluencia logrado en Lima. Lo cierto es que se ha despertado un ánimo popular, una creciente adhesión favorable a un proceso unitario mayor, lo que es un llamado a las fuerzas y personas de izquierda a que reflexionemos conjuntamente y que, con visión histórica, trabajemos un proyecto que asuma el reto de refundar la república y sentar las bases de un nuevo proyecto nacional, aspirando a un socialismo mágico como lo llama Rodrigo Montoya, y pensado desde nuestras raíces y desde nuestra América.

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CONSTRUIR LA IZQUIERDA QUE LA DERECHA NO QUIERESERGIO TEJADA GALINDO

Sociólogo por la Pont i f icie Universidad Catól ica del Perú, Coordinador Nacional de Juventudes del Par t ido Nacional ista Peruano (PNP) [email protected]

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Los partidos tradicionales de la derecha y el converso partido de gobierno, así como sus socios menores (Partido Humanista, UPP, etc.), han sido los grandes derrotados en los comicios regionales y municipales del 3 de octubre. Mientras tanto, el partido Fuerza Social, conjuntamente con las agrupaciones que lo apoyan, ha logrado una victoria histórica en Lima. Las alianzas y/o acuerdos políticos del Partido Nacionalista Peruano han triunfado en primera vuelta en Cuzco, Arequipa, Junín y Piura. Otros triunfos importantes de las fuerzas progresistas se han dado en Cajamarca, Madre de Dios y, posiblemente, en Puno.

La victoria de Villarán abre la posibilidad de una gestión municipal diferente pero sobre todo influye sobre el sentido común limeño, hegemonizado por tanto tiempo por el conservadurismo. Sin embargo, preocupa la actitud vergonzante de muchos dirigentes de la Confluencia, que se evidenció, entre otras, en su incomodidad ante la consigna “¡la izquierda unida jamás será vencida!”. Si no queremos ser la izquierda que la derecha necesita, pensemos la izquierda desde la izquierda.

La izquierda y el espacio nacional-popularEl aporte de Gramsci es fundamental para reinsertar a la izquierda en el campo popular. Gramsci constató que en Italia existía un divorcio, expresado incluso en el lenguaje, entre “nación” y “pueblo”, por tanto, se requería de una “voluntad colectiva nacional-popular”

que, no obstante, era imposible “si las grandes masas de campesinos cultivadores no irrumpen simultáneamente en la vida política” (1998:14) En el Perú, los momentos de irrupción de nuevos actores políticos generaron gérmenes de voluntades colectivas nacional-populares: en las primeras décadas del siglo XX, con el movimiento obrero; en la década del 60 con el movimiento campesino; y a partir del “Baguazo” con el movimiento indígena. La primera irrupción posibilitó el efímero gobierno de Billinghurst, así como la fundación del Partido Socialista y del APRA, mientras que la segunda dio lugar al Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas.

En un país multiétnico y pluricultural, con una síntesis inconclusa entre dos matrices civilizatorias (occidental -cristiana y andino-amazónica), heterogéneo estructuralmente, en donde, para usar una expresión de Marx, “no solo nos atormentan los vivos, sino también los muertos”, el espacio de las luchas emancipatorias no encaja estrictamente con un espacio de izquierda, sino con uno mucho más amplio, nacional-popular. Mariátegui señalaba que: “la idea de la nación (…) es en ciertos períodos históricos la encarnación del espíritu de libertad.” (1988:100) Nuestra tesis es que esta era de globalización neoliberal constituye uno de esos periodos históricos de los que habló el Amauta. El debate sobre lo nacional-popular en el Perú fue, lamentable, interrumpido. Urge retomarlo.

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Modernizar la izquierda, pero ¿en qué sentido?

La izquierda, como la entiendo, debe reencontrarse con el pueblo y sus problemáticas concretas, materiales y espirituales. Debe articular sus demandas en una propuesta transformadora coherente y entender que en un país como el Perú debe ser parte de un movimiento más amplio, nacional-popular, y que cualquier proyecto emancipatorio se inicia con la construcción de un Estado-nación-pueblo, como apuesta democrática e intercultural. Creemos, con Ernesto Laclau (2004), que la izquierda debe luchar por redistribución y reconocimiento, es decir, por la radicalización de la democracia y el pluralismo, tanto en el ámbito de las relaciones sociales cotidianas, como en el de la economía, la política y la cultura. Esta lucha es, en primer lugar, contra el neoliberalismo, la versión más salvaje del capitalismo global. Esto solo es posible si se consolida un Bloque progresista, nacionalista y de izquierda (o bloque nacional-popular), que plantee alternativas al neoliberalismo en todas sus dimensiones. A grandes rasgos, en cuanto a su propuesta económica, que apunta a la reconcentración de la riqueza y el poder a nivel global, y a la existencia de un Estado como comité ejecutivo de las grandes empresas; su propuesta política, que descansa en una supuesta neutralidad técnica y limita la democracia a la participación esporádica en elecciones (con el fraude y el golpe de Estado como cartas bajo la mesa); y su propuesta cultural,

eurocentrista, que promueve el individualismo extremo, la falta de compromiso hacia el bien común y el consumismo como articulador de la identidad.

Cabe alertar sobre dos graves errores que podrían cometerse en esta apuesta por modernizar la izquierda: pensar que la modernización es cuestión de tecnócratas y creer que es posible una sociedad sin antagonismos. El tecnocratismo, la ilusión de poder reemplazar lo político por lo técnico, supuestamente “neutral”, no es patrimonio exclusivo de la derecha. Basta recordar el entusiasmo que generó el supuesto paso de la “administración de los hombres a la administración de las cosas”, que se inicia con Saint-Simon, y que fue recogido por Engels y por Lenin. No por casualidad el nuevo sentido común tecnocrático surge bajo la hegemonía global del neoliberalismo y el sueño del fin de las ideologías y de la historia: la era tecnocrática supone siempre la ilusión de algún final, ya sea del Estado, de los antagonismos, de (una de) las ideologías o de la política misma. Es interesante que actualmente la crítica al tecnocratismo provenga de la izquierda. Lo que debe suponer esta crítica, sin embargo, es un cuestionamiento a la racionalidad occidental, al eurocentrismo, de donde finalmente emana esta fe en lo técnico-neutral.1

El liberalismo asume que en política prima la racionalidad y que se puede convencer a la clase dominante mediante el diálogo o la prédica moral de

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que entregue parte de su poder. Con esto tiende a desconocer los antagonismos y con éstos, lo político como tal. (Mouffe, 2009) Modernizar la izquierda no significa hacerla tecnocrática, sino al contrario, retomar lo político como articulador de las relaciones sociales y las identidades colectivas, y como el único terreno en que se resuelven los conflictos y se dan soluciones (temporales, parciales y contingentes) a los antagonismos. Para modernizarse, la izquierda debe romper la camisa de fuerza liberal, articularse al espacio progresista y nacionalista, y retomar la ofensiva política, sin actitudes vergonzantes y sin ceder ante los múltiples chantajes de las fuerzas conservadoras.

BIBLIOGRAFÍAGRAMSCI, Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 1998. (6ta edición)

LACLAU, Ernesto. Hegemonía y estrategia socialista. Buenos Aires: FCE, 2004.

LANDER, Edgardo. Contribución a la crítica del marxismo realmente existente. Caracas: Fundación Editorial el perro y la rana, 2008.

MARIÁTEGUI, José Carlos. Peruanicemos al Perú. Obras Completas Vol.11. Lima, Empresa Editora Amauta, 1988. 11ª Ed.

MOUFFE, Chantal. The democratic Paradox. London: Verso, 2009.

VARGAS LLOSA, Mario. “Raza, botas y nacionalismo”. En: El Comercio. Lima, 15 de enero de 2006.

1 Junto con esta fe en la técnica o la tecnología, el eurocentrismo marcó las concepciones y prácticas en relación a la verdad (objetiva) y la ciencia, que se hicieron dominantes dentro del marxismo. Edgardo Lander (2008) ha desarrollado ampliamente esta limitación epistemológica.

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LA IZQUIERDAQUE LA IZQUIERDA NECESITATERESA CABRERA ESPINOZA

Invest igadora del Centro de Estudios y Promoción del Desar rol lo- DESCO. Izquierdista sin par t ido. [email protected]

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Es una araña que temblaba fijaen un filo de piedra;el abdomen a un ladoy al otro la cabeza.Con tantos pies la pobre, y aún no puede resolverse

La Araña - Val lejo

Sobre elecciones 2010 en Lima

La progresiva decantación de los polos que definían el espectro político nos llevó hasta la oposición entre progreso e izquierda. Como la izquierda no se propuso construir un polo equivalente, la derecha ha podido continuar hablando desde un interés general a salvaguardar. El discurso sobre la izquierda moderna como administrador responsable (del progreso que habría logrado la derecha) es un enunciado mediante el cual se acepta el tutelaje del poder (de la derecha) sobre la izquierda. El resto es floro.

Tengo la impresión de que si Kouri no salía de carrera, el papel de FS pudo haber sido el de ganar en pluralidad en el espectro político. Quizá en un escenario así, las decisiones del comando de campaña habrían estado más equilibradas por los intereses de las izquierdas (uno de ellos: llegar como fuerza dialogante al 2011) antes que por la salvaguarda de bolsones electorales. Una vez vislumbrada la posibilidad de una victoria, no hubo señales claras de cuál era el objetivo de la Confluencia, además de resistir la guerra sucia, ser telegénicos y ganar,

lo que está bien, pero no tiene que ver esencialmente con ser la representación de izquierda que va a gobernar la ciudad.

A pesar de esto, avanzamos en al menos dos cosas: Uno, la izquierda y lo que haga es tema de interés para la opinión pública y no (sólo) tema de un taller esotérico de cultura política. A pesar de la mezquindad e ignorancia con que se les presenta en los medios, las noticias sobre la izquierda no se producen en el VRAE, en un lejano bloqueo de carreteras, en un paro magisterial o en una movi de acuerdistas, sino en las elecciones, en Lima y en torno al gobierno municipal. Dos, confluir en torno a intereses definidos no es imposible para la izquierda. En una alianza pragmática, pero con la cobertura de un programa, la social-democracia puede moderar sus recelos con su izquierda, mientras que Patria Roja y Tierra y Libertad, enfrentados en Cajamarca, pueden hacer dialogar a sus aparatos en Lima y tragarse el sapo. Una tercera cosa, que quisiera contar como avance -aunque sé que me engaño- es que después de la guerra sucia contra SV no debiera quedar duda que la mayor parte de las cosas que se suponen del nacionalismo son tan absurdas como una Susana Villarán filosenderista evasora de impuestos que vive un romance con un cura antiminero y que repartirá joints a nuestros hijos.

Sobre la izquierda modernaEn mi experiencia, que es la de los colectivos de izquierda post Fujimori, los parteaguas eran: la violencia armada

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como continuación de la política o como liquidación de la política; la adscripción al marxismo-leninismo o su denuncia como pensamiento estéril, el señalamiento del caudillismo y del economicismo o la complicidad con ellos por la vía electoral; la discusión sobre si la forma “partido” era un instrumento político viable en un momento que se leía como el advenimiento de los “movimientos sociales” o la era de los intereses políticos “irrepresentables”. Esas eran entonces y creo que hoy siguen siendo pistas para apostar por la renovación de la izquierda, que es una idea que tiene menos de diálogo generacional y más de proyecto colectivo.

Antes que la reclusión de lo arcaico y la definición de lo moderno -que tal como ha sido planteado ahora, no es sino una manzana envenenada- lo que importa es establecer cuál es la agenda común para una izquierda que tiene al frente a una derecha ultramontana. Si pensamos que se trata de la defensa de las libertades políticas, la reforma del Estado, la agenda de derechos humanos y las reparaciones, salud y educación gratuita y de calidad, la anticorrupción, la redistribución, la descentralización, las regalías mineras y el Estado laico, hemos despertado muertos.

Eso no es ser de izquierda, aunque sin duda alguna es parte de un piso común que la izquierda debe apostar por construir y a partir del cual plantearse la construcción de un amplio campo progresista.

Sobre el pliego :PHacia adelante, el desafío no puede ser “ser opción de gobierno” o “construir las bases de la unidad”. Esos no son desafíos, son tareas, del mismo modo en que “ser un buen profesional” no es un reto sino una obligación. Entonces, según lo veo yo, el desafío principal debe ser proporcional a la limitación principal. Por esto, creo que las izquierdas debenproponerse la construcción de un enemigo político,un enemigo que colocar en la cabeza de la gente. Para eso, deben definir cuál será su agenda. De las ideas que se me ocurren, lanzo las “maximalistas”:

1. La Constitución del 93, súmmum del programa neoliberal. Si la izquierda se declara anti-neoliberal, ya sabe qué tiene que hacer. Encontrarán varios enemigos, incluso entre quienes creían que eran sus amigos.

2. La concentración de la tierra es acumulación de poder, control territorial y asimetría para pactar con la fuerza de trabajo y la autoridad local. Si la izquierda es moderna, debe proponerse contrarrestar este movimiento de contra reforma de la estructura de propiedad de la tierra, que es anti moderno con tecnología de punta. Tendrán enemigos para escoger.3. El discurso de la pacificación nacional (“si eres rojo y no estás preso o bien muerto, eres remanente, pro terruco o caviar”) sigue atenazando nuestra

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iniciativa política. Las izquierdas deben organizar una memoria alternativa del conflicto y dejar de pensar que el informe de la CVR es “su” memoria. Se ganarán más enemigos de uniforme y sotana y quizá se pierdan algunos amigos progresistas.

4. La matriz extractivista de nuestra economía pone en juego la sostenibilidad ambiental y al ser excluyente de otros estilos de desarrollo y generar “superávit de expectativas”, ha dado lugar a un largo ciclo de conflictividad, protesta social y represión. A la vez, la renta extractiva es vista como factor de redistribución. Las izquierdas, principalmente las que aspiran a participar en algún nivel de gobierno, deben proponerse construir este debate y tener voluntad hegemónica de cara al país.

Por lo demás, creo que los socialistas debemos plantearnos como desafío volver a lo básico, que está bastante a la mano: la denuncia de la neo oligarquía, de su patrón de acumulación y el combate a su moral; la re lectura del mundo del trabajo y

las salidas para la organización sindical; la contra-información. Debemos plantearnos también el reto de la organización popular sin acudir al rollo de “la sociedad civil”, por la simple vía de acercarle a la gente herramientas para funcionar colectivamente. Para ser optimista, apuesto por una definición de “moderno” que pueda ir de la mano con la causa de los oprimidos. Uno, porque uno de los ideales constitutivos de nuestra identidad es que es posible transformar nuestras relaciones en el mundo en función de la justicia social. Dos -siguiendo el ideario del Colectivo Amauta- porque los oprimidos son portadores del mayor potencial de negatividad en relación al orden vigente. Personalmente, siento que nos urge re centrar a partir de ahí nuestra ubicación y nuestra actividad.

Último: para el 2011, la cosa es muy simple. El principal desafío de la izquierda es cómo hace para sumar-en o no-bloquear-a una opción de gobierno que genere un corte a la continuidad neoliberal.

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Zygmunt Bauman (*)

EL ABANDONODE LOSDÉBILESDANIEL ARJONA

(*) Una entrevista de Daniel Arjona, publicada original-mente en El Cultural el 22.10.10.Tomado de elcultural.es

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Teresa
Rectángulo
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La ‘modernidad líquida’ de Bauman es tal vez el concepto más original y esclarecedor de la sociología actual. A sus 85 años Zygmut Bauman (Poznan, 1925) ha atravesado el siglo XX sin perder pie en sus más oscuros recovecos para alcanzar el XXI pleno de experiencia y lucidez. Residente en Gran Bretaña desde los 70, tras huir sucesivamente de los nazis alemanes y los comunistas polacos, antisemitas todos, a sus estudios sobre el Holocausto siguieron los fundamentales analísis sociológicos de la contemporaneidad que le han dado fama mundial. ¿Quién no se ha topado con el concepto de “modernidad líquida”, con la noción del fin de las clases medias y la eclosión de “los nuevos pobres”? ¿Cómo no sentirse interpelado por sus advertencias acerca de la disolución de las seguridades de la sociedad del bienestar, del auge de la incertidumbre, el miedo y el olvido?

Y sin embargo, en su obra aún prende un rescoldo de optimismo.Me niego a abandonar la esperanza de que haremos lo que se debe hacer. Aunque no resulta evidente, tal y como están las cosas hoy. La tendencia a la desigualdad, que según los registros aumentaba de manera constante hasta hace poco, se ha invertido. La diferencia entre la renta per cápita que separa a los países desarrollados del resto del mundo seguía creciendo hasta hace poco tiempo, mientras que la diferencia entre los ricos y los pobres en todos o

casi todos los países del primer mundo disminuía y el tema de la desigualdad social parecía firmemente bajo control en ellos… La situación actual es exactamente la contraria: el PIB de los países más ricos y de los países más pobres está acercándose e incluso colmando la diferencia que les solía separar, mientras que la distancia entre la cabeza y la cola de la jerarquía de la riqueza y de los ingresos en muchos de los países desarrollados ha vuelto a su envergadura de antaño, olvidada hace ya tiempo.

Nace así una nueva pobreza en los países avanzados. ¿No hay futuro para la clase media?La clase media, esto es, la gran masa de población que se extiende desde los que se encuentran en la parte más alta y cuya riqueza está garantizada hasta los de la parte más baja, que tienen garantizada su pobreza, está destinada a durar tanto como la sociedad dirigida por el mercado. Pero actualmente está viviendo unos tiempos difíciles y muchos de los países endeudados hasta el cuello, que temen nuevos recortes y despidos y que afrontan la necesidad de reducir drásticamente sus niveles de bienestar, revisan a la baja su modo de vida. Hace más o menos una década, el gran pensador estadounidense Richard Rorty insinuaba que, tras décadas de “aburguesamiento del proletariado”, entraríamos en una época de “proletarización de la clase media, es decir, de la “burguesía”. Hoy en día, la insinuación de Rorty parece cada vez más una profecía que se está cumpliendo…Menos opciones.

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¿La crisis acelera la tendencia que usted señala hacia la modernidad líquida y las identidades flexibles?La modernidad sigue siendo tan líquida como antes, incluso más que antes de la crisis actual, y por eso las identidades sólo pueden seguir siendo flexibles. Sin embargo, lo que cambió el hundimiento del crédito es el abanico de posibilidades que se abrió ante esas “identidades flexibles” y su capacidad para elegir e imponer lo que elijan. Para muchas personas el número de opciones probablemente se reducirá, la capacidad de elegir disminuirá radicalmente. Las generaciones más jóvenes que entran ahora en el mercado de trabajo se enfrentan a una fragilidad social que la mayoría de sus padres pudo evitar: los horrores del empleo a corto plazo y su debilidad, y asumir la necesidad de aceptar la degradación social y el drástico recorte de las ambiciones personales. Incluso la perspectiva de la humillación personal y el rechazo de la valía y la dignidad, esas pruebas del destino tan potencialmente dolorosas para la autoestima humana…

¿Y la felicidad?Hasta la reciente crisis la visión del mundo se construía sobre el “disfrute ahora y pague más tarde”. La felicidad estaba casi totalmente basada en una mayor libertad: más opciones, más cambios, más deseos y más emoción, experiencias no probadas y sensaciones deliciosas. Todos los demás problemas

se resolverían solos. Pero actualmente nuestro mundo padece claustrofobia, cada vez más repleto de competidores. La protección de lo que ya tenemos está a la orden del día, más que la persecución de lo que todavía no tenemos. La seguridad se está desplazando, despacio aunque de manera constante, hacia el lugar que hasta hace poco ocupaba la libertad: “Asegurémonos de que nadie nos quita lo que ya hemos conseguido, más que preocuparnos de conseguir más” se convierte en el lema del día. La “seguridad” se eleva a valor supremo. Los Gobiernos buscan legitimar su poder a través de la demostración de su dureza con la criminalidad, la inmigración o el terrorismo.Más allá de toda duda

¿Por qué afirma que la izquierda ha olvidado su compromiso de defender a los pobres?Bien, una de las razones es porque es verdad, más allá de toda duda razonable. Los partidos de izquierdas han abandonado en general -en el ejercicio de su gobierno, pero, cada vez más, también en sus declaraciones- la causa del más débil: de los pobres, de los humillados, de los abandonados o los discriminados. Olvidaron e incluso rechazaron abiertamente los dos principios axiomáticos en los que se basa la crítica izquierdista del statu quo: primero, que la comunidad tiene el deber de asegurar a cualquiera de sus miembros frente a un infortunio individual, y segundo, que la calidad de la sociedad debería medirse, no en función del bienestar

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medio de sus miembros, sino del de sus partes más débiles. En su lugar, compiten con la derecha política por allanar el camino al gobierno de los mercados y de la filosofía que fomentan con hechos y palabras, a pesar de la creciente injusticia, la desigualdad y el sufrimiento que ello conlleva. Mientras, la extrema derecha y los movimientos populistas recogen los postulados que la izquierda abandonó pretendiendo ser sus engañosos defensores, mientras desvían a la gente del verdadero origen de su desgracia.

Sus tesis seducen a los antiglobalizadores. ¿No observa una globalización positiva?Hasta ahora, sólo hemos presenciado la globalización negativa, es decir, la globalización de fuerzas como las finanzas, el comercio de materias primas, la

información, la criminalidad, el terrorismo, las drogas y el tráfico de armas que son fuerzas que, a pesar de sus profundas diferencias, están unidas por su costumbre y su intención de “violar las fronteras”: por su resistencia, su rechazo y su inobservancia de las leyes locales, los valores, las costumbres y los intereses y por el incumplimiento de la voluntad de los “nativos”. Todavía no hemos empezado en serio la globalización positiva: la ardua lucha para diseñar, construir y poner en marcha unas verdaderas instituciones políticas y judiciales globales y con iniciativa, con el derecho y la capacidad de controlar y supervisar las actividades de todas esas fuerzas actualmente desenfrenadas y de adelantarse a las consecuencias destructivas y catastróficas de sus promesas.

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