Maravillo_La 'Identidad Nacional' Un Poema Modernista

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA

UNIDAD XOCHIMILCO

DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

ENSAYO:

LA IDENTIDAD NACIONAL UN POEMA MODERNISTA

Héctor Maravillo

David Alfaros Siqueiros Nuestra imagen actual

1947

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LA IDENTIDAD NACIONAL, UN POEMA MODERNISTA

Incurriría en una grosera simplificación quien afirmase que la

cultura mexicana es un reflejo de los cambios históricos operados

por el movimiento revolucionario. Más exacto será decir que esos

cambios, tanto como la cultura mexicana, expresan de alguna

manera las tentativas y tendencias, a veces contradictorias, de la

nación –esto es, de esa parte de México que ha asumido la

responsabilidad y el goce de la mexicanidad–.1

Octavio Paz fue uno de los mejores poetas y ensayistas mexicanos, y uno de los

pocos paisanos en obtener el Premio Nobel de literatura. En 1950 aparece su gran

obra ensayística, el laberinto de la soledad, en la cual Paz hizo, según sus

palabras, “un ejercicio de la imaginación crítica: una visión y, simultáneamente,

una revisión. Algo muy distinto a un ensayo sobre filosofía de lo mexicano o una

búsqueda de nuestro pretendido ser.”2 Sin embargo este ejercicio se queda en

gran parte en un intento o una expectativa, luchando entre “una filosofía frustrada

y una psicología social, sin llegar realmente a ser ninguna de las dos”.3

Según Estela Serret, el objetivo de Paz es elaborar “una serie de tesis de carácter

‘impresionista’ que dan cuenta de una cierta percepción valorativa de la realidad

política mexicana”, es decir, construir un marco interpretativo que toque las

cuerdas sensibles de la cultura mexicana (en especial la política); sin llegar a ser

una ‘filosofía de lo mexicano’ al estilo de Samuel Ramos, pues no presenta una

estructura argumentativa ordenada, y las corrientes de pensamiento a las que

recurre suelen ser contradictorias entre sí.4 Paz se pregunta entonces qué es un

mexicano y cuál es su identidad, lo que a su vez implica otra pregunta más

importante y profunda, ¿a dónde van los mexicanos?; su ensayo encajaría

1 Octavio Paz, El laberinto de la soledad, p. 163.

2 Paz, Posdata, p. 235.

3 Estela Serret, “Leyendo la identidad nacional en el discurso de Octavio Paz”, p. 200.

4 Ibidem, p. 193.

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entonces como una mirada que logra encontrar los rasgos que hay que adoptar

como nación, para lograr superar la historia de negación y ambigüedad que hasta

ahora nos ha caracterizado.5

Quizá el intento de Paz haya sido el gran y a la vez simple (no confundir con

sencilla) descubrimiento del rostro mexicano, donde lo importante no es el

“carácter nacional”, sino lo que hay detrás de la máscara-carácter nacional,

aunque al final el mismo acepta que detrás de las máscaras no hay nadie.6 Lo que

a mi parecer resulta de principal importancia para los estudios actuales de historia

y análisis social, al reivindicar el laberinto de la soledad, es su papel en la

construcción de la ‘identidad nacional’, como uno de los discursos

contemporáneos que más han influido en ello.

Ya he adelantado la hipótesis, falta ahora plantear el problema, para lo cual las

preguntas de Ilán Stavans encajan perfectamente. Él se cuestiona si tanto Octavio

Paz y Samuel Ramos, en sus libros sobre la identidad nacional “¿ofrecen una

descripción detallada y fehaciente de la idiosincrasia nacional? ¿o es que sus

conclusiones son el sueño de la razón de un manojo de intelectuales y artistas

dispuestos a dictar las normas de conducta colectiva?”.7 Sus preguntas introducen

un nuevo actor a la cuestión discutida, el ‘manojo de intelectuales y artistas’, y su

relación con la identidad nacional, haciendo más interesante y productiva la

polémica.

Con la intención no de corroborar la hipótesis, sino solamente cavilar en torno a

ella, hay que entender primero quien es Octavio Paz y cuáles son las

circunstancias que lo envuelven. Octavio,

nació en la capital, hijo de uno de los representantes de Zapata en Nueva York,

de familia educada y acomodad. Su vocación poética se mostró desde su

adolescencia pero no comenzó a escribir ensayos sino hasta cumplidos los

treinta y cuatro años de edad. Su presencia todopoderosa en la dimensión

5 Ibidem, p. 191.

6 Paz, op. cit., p. 235.

7 Ilán Stavans, “México: la invención de la máscara”, p. 119.

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cultural del país se afianza en la década de los sesenta y se ve coronada con el

recibimiento del Premio Nobel de Literatura, el primero par un mexicano, en

octubre de 1990.8

La cita resulta un poco larga, pero es necesaria para ilustrar tres hechos

importantes de la vida de Paz, su condición social como perteneciente a la clase

media acomodada, su genialidad literaria fundamentalmente poética y su posición

como una de las figuras principales de la cultura mexicana de finales del siglo XX.

Por su parte, El laberinto de la soledad se enmarca en ésta condición de

intelectual clase mediero de elite de Paz, por un lado, y por el otro, por el clima

paradigmático del momento. El clima filosófico en el que nace el laberinto, esta

caracterizado por una etapa amplia de reflexión en torno a la cuestión de la

identidad y el ser mexicano, esta se remonta a las filosofías románticas europeas,

con Max Scheler y Friedrich Nietzsche entre sus principales representantes, así

como la asimilación de las nuevas revoluciones, tanto en la psicología con Freud y

su psicoanálisis, como en la poesía con el modernismo. Se puede observar el hilo

conductor de la introversión, a través de sus máximos exponentes como Justo

Sierra, Ezequiel Chávez, Alfonso Reyes, pasando por José Vasconcelos y Samuel

Ramos, hasta llegar a Octavio Paz (y continúa después con Roger Bartra por

ejemplo). En su mayoría, y con diferentes matices, tienen como meta “examinar el

comportamiento del mexicano; es decir, la correlación entre el ambiente, (...) y el

individuo”,9 lo que resulta imposible si se considera que la observación resulta

completamente subjetivos y no atienden al constante cambio de la identidad , al

buscar una esencia del mexicano.

En este sentido, resulta interesante comparar las diferencias entre ‘el mexicano’

de Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México con El laberinto

de la Soledad de Paz. El primero, extrapolando el psicoanálisis individual a la

sociedad, categoriza al mexicano en tres sectores, el ‘pelado’, el mexicano de

ciudad y el burgués mexicano, yuxtaponiéndolos a las extracciones étnicas

8 Ibidem, pp. 126-127.

9 Ibidem, p. 120.

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(‘castas’) los indios, criollos y españoles. Mientras que Paz no considera que

exista una diferencia entre los mexicanos que escape de su dialéctica de la

soledad, forma con la que homogeniza a ‘el mexicano’.10 Eso queda claro al

comenzar a leer el capítulo de “máscaras mexicanas”,11 que me parece uno de los

más importantes y donde establece más claramente su interpretación; cuando

comenta que:

Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano

se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y

máscara la sonrisa. Plantado en su arista soledad, espinoso y cortés a un

tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el

desprecio, la ironía y la resignación.12

Otro autor que se introduce en la polémica sobre el ser mexicano, es Roger Bartra

con su obra La jaula de la melancolía, y entre las precisas de las que parte, se

encuentra la idea de que la cultura política se compone fundamentalmente de un

‘conjunto de símbolos’, que crean una ‘mitología’.13 Se tiene entonces el primer

punto de mi argumento, la cultura política y con ella la ‘identidad nacional’

responde más a un mito que a una ideología. El segundo punto lo explica Cirese,

al decir que la identidad “es un reconocerse en ... algo que tal vez sólo en parte

coincide con lo que efectivamente uno es. La identidad resulta de transformar un

dato en valor. No es lo que uno realmente es, sino la imagen que cada quien se da

de sí mismo”,14 Gilberto Giménez le agrega dos condiciones más, la identidad se

reafirma en la interacción con el otro, y debe contener una percepción de

permanencia a través del tiempo.15 Por lo tanto la identidad es un mito subjetivo,16

en donde el sujeto construye una imagen, que es un reflejo, de lo que cree que es,

al verse a sí mismo y a los demás.

10

Ibidem, pp. 124 y 127. 11

Considero que dicho capítulo es uno de los principales de la obra, sino que el principal, en donde plantea

traslúcidamente sus más importantes opiniones. 12

Paz, El laberinto de la soledad, p. 32. 13

Roger Bartra, “El método en la jaula”, p. 75. 14

Gilberto Giménez, “la identidad social o el retorno del sujeto en sociología”, p. 187. 15

Ibidem, p. 191-192. 16

Roberto Flores diría que “la identidad es un mito, el mito no de la permanencia ni del eterno retorno sino el de un inicio sin fin” Roberto Flores, “Contra la identidad”, p. 136.

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Por último, considero que la idea la ‘identidad mexicana’, es una creación

narcisista de la intelectualidad pequeño burguesa mexicana, que mide e interpreta

a la sociedad, a través de un espejo, donde lo que abarca más espacio sigue es

su máscara-rostro. Retomo para ello a Gramsci quien ironías sobre la concepción

idealista de la intelectualidad burguesa, quien cree que esta fuera de la sociedad y

se encuentra independiente de ésta, que desde el Olimpo de la Razón puede

observar con sus monoculares propios el danzar de los mortales; y establece que

esta intelectualidad, no sólo es dependiente, sino que cumple la función de

reproductora y protectora ideológica del sistema.17 Cabe resaltar que esta

hipótesis, con sus matices correspondientes, la he retomado Roberto Flores quien

irónicamente afirma que “la identidad, nacional o cultural, no es cuestión no de

historia ni de antropología, sino de poética”,18 y de Ilán Stavans, quien reflexiona si

esta famosa identidad nacional es “el producto de una élite de clase media cerca

del poder, interesada en establecer y canonizar su visión del mexicano”.19 Por

último en una muestra de poca individualidad y creatividad, concluiría con el

mismo final de Stavans, coincidiendo completamente con su idea, el termina

disiento “Tengo la impresión que ante esa identidad que es una máscara y ante

esa máscara que es una invención, el mexicano, el auténtico y el indescifrable, se

carcajea.”20

17

Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel: los intelectuales y la organización de la cultura, p. 13 y 18. 18

Roberto Flores, “Contra la identidad”, p. 133. 19

Stavans, op. cit., p. 128. 20

Ibidem, op. cit., p. 132. Con esto no niego la existencia de una identidad mexicana, que en mayor o menor medida implique una cultura generalizada para el mexicano, sino que esta no está compuesta de un rasgo en particular, sino de un conjunto de contracciones imaginarias que mutan y se transfiguran tan rápidamente, que no es posible unificarlas ni analizarlas subjetivamente; pero que si es posible comprobar su existencia a través de un análisis materialista, teniendo como base las condiciones de producción. Cfr. Ber Borojov, Nacionalismo y lucha de clases, pp. 59-73.

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FUENTES CONSULTADAS.

BARTRA, Roger, “El método en la jaula: ¿cómo escapar del círculo

hermenéutico?, en Análisis, número 24, 2000, pp. 71-78.

BOROJOV, Ver, Nacionalismo y lucha de clases, México, Siglo XXI editores, 1979.

FLORES, Roberto, “Contra la identidad”, en Versión., número 1, Identidad cultural

y producción simbólica, abril de 1992, pp. 133-139.

GIMÉNEZ, Gilberto, “La identidad social o el retorno del sujeto en sociología”, en

Versión., número 1, Identidad cultural y producción simbólica, abril de 1992, pp.

183-205.

GRAMSCI, Antonio, Cuadernos de la cárcel: los intelectuales y la organización de

la cultura, segunda edición, México, Juan Pablos Editor, 1997.

PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, Posdata y Vuelta a El laberinto de la

Soledad, tercera edición, México, Fondo de Cultura Económica, 1999.

SERRET, Estela, “Leyendo la identidad nacional en el discurso de Octavio Paz”,

en Sociológica, año 8, número 21, identidad nacional y nacionalismos, enero-abril

de 1993, pp.189-207.

STAVANS, Ilán, “México: la invención de la máscara”, en Versión., número 1,

Identidad cultural y producción simbólica, abril de 1992, pp. 119-132.