Maqroll y su malestar con el tiempo en el que habita

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El malestar de Maqroll el Gaviero con su tiempo María Camila Palacio Chiriví Monografía de grado para optar al título de literata Dirigida por Mario Barrero Fajardo Universidad de los Andes Facultad de Artes y Humanidades Departamento de Humanidades y Literatura Bogotá 2014

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El malestar de Maqroll el Gaviero con su tiempo

María Camila Palacio Chiriví

Monografía de grado para optar al título de literata

Dirigida por

Mario Barrero Fajardo

Universidad de los Andes Facultad de Artes y Humanidades

Departamento de Humanidades y Literatura Bogotá 2014

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Índice

1. Introducción 2

2. La voz de Maqroll el Gaviero en La Nieve del Almirante 9

2.1 La poesía: “Oración de Maqroll” y “La Nieve del Almirante” 9

2.2 La Nieve del Almirante: El diario de Maqroll 14

3. El malestar de Maqroll con su tiempo 21

3.1 El sueño, el pasado y el porvenir 22

3.2 El viaje, la errancia y el habitar: Chateaubriand el vizconde y

Maqroll el Gaviero 25

3.3 El sentido de la vida y del habitar 29

4. Maqroll y sus estrategias discursivas para habitar su tiempo 33

4.1 Maqroll y el relato histórico 33

4.2 El relato como forma de habitar y evitar la muerte 36

5. Conclusiones 46

6. Bibliografía 49

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1. Introducción

La novela de Álvaro Mutis La Nieve del Almirante (1986) es significativa en la construcción del

personaje y la voz del Maqroll el Gaviero en su tránsito de los dominios de la poesía al ámbito de

la narrativa. Está escrita en la forma de un diario en el que Maqroll empieza a tener una voz

propia, aun cuando sigue estando mediada por una voz introductora, y en el que expresa sus

pensamientos, sueños y desventuras. Por medio de esa voz propia visible en el diario, que no se

veía tan claramente delimitada en las obras poéticas de Mutis, el Gaviero hace explícito un

malestar con la época en la que le corresponde habitar. Así, a través del diario la figura de

Maqroll el Gaviero se perfila como una voz que se siente ajena al presente en que habita, y que a

causa de tal malestar, tiene una forma particular de habitar su tiempo.

En su texto “Autobiografía y conciencia histórica” (1991) Karl J. Weintraub plantea que,

si bien el diario es un género autobiográfico, difiere radicalmente de la autobiografía

principalmente por el momento en el que está escrito y las implicaciones que dicho momento

tiene sobre la escritura: “Cada anotación en el diario tiene el valor en sí mismo de ser reflejo de

un momento breve en determinadas situaciones vitales a las que se les atribuye una importancia

primordial” (Weintraub 21). En este sentido, el diario sería una forma de ver y construir la vida

en el que la distancia entre el hecho y la escritura es menor, por lo cual las mediaciones de la

memoria y la reflexión no tendrían el mismo impacto que tienen en otros géneros autobiográficos

como las memorias y las autobiografías.

Más aún, Weintraub plantea que el valor del diario radica precisamente en ese pasado

inmediato, casi presente, en el que son escritos: “En cierto sentido son una ayuda pues traen, por

medio de una mirada retrospectiva, el pasado al presente. En la historia y la autobiografía, por el

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contrario, el pasado queda subsumido dentro de una visión desde el presente” (21). Así, en el

diario no hay una vista del presente hacia el pasado, sino que permite traer el pasado al presente,

y en ese sentido contraer ambos tiempos.

Sin embargo, al ser un género autobiográfico, los diarios también suponen los problemas

teóricos de las autobiografías. Ángel G. Loureiro hace un recorrido por los problemas de lectura,

escritura e interpretación de las autobiografías en su texto “Problemas teóricos de la

autobiografía” (1991). En éste Loureiro plantea que hubo tres etapas de comprensión y

problematización teórica de la autobiografía caracterizadas por el énfasis en la bio, la autos y la

grafé, respectivamente (Loureiro 3).

Sobre la primera retoma a teóricos como Wilhelm Dilthey, filósofo e historiador alemán

del siglo XIX, que veía el valor de la autobiografía desde un punto de vista histórico (2). En este

sentido, Loureiro propone que en esta primera etapa la autobiografía se ve como una escritura

personal que, al ser escrita por un sujeto de determinado contexto socio-histórico, da cuenta de

una época.

La segunda etapa de comprensión de la autobiografía ocurre en el siglo XX y se refiere

más al problema del yo que se escribe en la autobiografía (el autos). En consecuencia, Loureiro

plantea que “… la memoria ya no sería un mecanismo de mera grabación de recuerdos sino un

elemento activo que reelabora los hechos, que da «forma» a una vida que sin ese proceso activo

de la memoria carecería de sentido: la memoria actúa como redentora del pasado al convertirlo en

un presente eterno” (3).

Sin embargo, esa elaboración del yo que es la autobiografía, está mediada por la escritura,

y es por esto que comprensión de la autobiografía pasa a hacer énfasis en la grafé: “…el

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desdoblamiento del yo en yo narrador y yo narrado, y la multiplicación del yo narrado en su

recuento nos dejan ver que el texto autobiográfico es un artefacto retórico y que el artificio de la

literatura lejos de «reproducir» o «crear» una vida, produce su desapropiación (6). El problema

de la mediación de la escritura se convierte entonces en un elemento esencial para el análisis de la

autobiografía, pues si bien permite que el autor recree una vida y tenga una voz por medio de la

escritura, también a causa de la escritura ésta se convierte en artificio. La autobiografía es

entonces una estrategia retórica para hablar sobre un yo, que no es ni quien escribe la obra, ni

quien está escrito en la obra. Pero entonces ¿quién es? Loureiro retoma como una posible

respuesta a este interrogante lo propuesto por Jacques Derrida en L´oreille de l’autre (1982): “…

el destinatario de la autobiografía escribe en lugar del emisor: la oreja del otro firma por mí, me

dice, constituye mi yo autobiográfico” (7).

De esta manera, una posible interpretación de la autobiografía implica que el yo recreado o

auto creado, se construya por el lector y no por el autor ni por el yo escrito, pues la autobiografía

está hecha para ser leída por un otro. En este orden de interpretación el diario supondría un

problema, pues no está necesariamente escrito para que otro lo lea. No obstante, en el caso del

diario que se reúne, junto con otros textos sobre Maqroll, en La Nieve del Almirante, esta lectura

sí podría darse, pues éste es un diario que se concibe para que Flor Estévez, la mujer con quien el

Gaviero vivió un breve tiempo de felicidad en la tienda ubicada en un páramo de la cordillera de

los Andes y llamada La Nieve del Almirante, lo lea.

En su libro Regímenes de historicidad (2002) el historiador François Hartog propone el

concepto de régimen de historicidad que se entiende como la experiencia del tiempo que tienen

los sujetos dentro de determinadas sociedades. Es decir, la manera en la que conviven con el

tiempo y, por consiguiente, la forma en la que habitan el mundo. Cabría preguntarse entonces qué

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régimen de historicidad marca la vida del Gaviero y hace que pertenezca a un tiempo al que se

siente ajeno, pero también de qué manera Maqroll logra habitar su momento histórico. Conviene

entonces hacer un recuento de los que para Hartog han sido los regímenes de historicidad

dominantes en la historia de Occidente, y que son pertinentes para estudiar el malestar que vive la

figura de Maqroll el Gaviero con su época.

En primer lugar, cabe aclarar que el concepto de regímenes de historicidad surge de la

propuesta del historiador alemán Rienhart Koselleck quien plantea, en su libro Futuro pasado

(1993), que la forma en la que un sujeto dentro de un contexto determinado, habita con el tiempo

depende de la tensión y distención entre sus horizontes de experiencia (lo ya vivido) y

expectativa (lo que está por venir). (Koselleck 334). Partiendo de esto Hartog plantea que la

primera ruptura en el régimen de historicidad predominante en las sociedades occidentales, y que

hace que se salga del tiempo cíclico o mítico, es el judeo-cristianismo. En el Antiguo Testamento

hay una promesa de Dios al pueblo judío, promesa que hace que el tiempo se vuelva lineal, pues

aparece un horizonte de expectativas. Más adelante, en el Nuevo Testamento, se instaura la

expectativa del fin de los tiempos o segunda venida del mesías, que se acentúa aún más en el

momento en el que el tiempo de espera para el regreso del mesías empieza a prolongarse

indefinidamente. Es entonces cuando se vuelve necesario escribir una historia eclesiástica, que se

establece como autoridad, para tener registro de ese pasado de salvación ya ocurrido (Hartog 88).

Para Hartog, es en este proceso en el que la historia se vuelve maestra de la vida, pues las

respuestas y ejemplos para habitar el presente se encuentran en la repetición de las actitudes del

pasado.

Con la Revolución Francesa ocurre una segunda ruptura del régimen de historicidad en

Occidente, pues hay una transición entre el modelo antiguo (el monárquico avalado por Dios) y la

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modernidad (ascenso de las democracias sustentadas por la razón). El régimen monárquico

empieza a entenderse como algo del pasado, como una experiencia que no sirve para habitar el

presente y proyectarse hacia el futuro. Es entonces cuando, para Hartog, empieza a prevalecer el

régimen del tiempo moderno, en el que el hombre ya no se remite a la experiencia para habitar,

sino que habita a partir de la expectativa (131). Se entra entonces en el régimen de las sociedades

del progreso, la evolución y el positivismo.

No obstante, en el siglo XX comenzarán a convivir dos regímenes de temporalidad: el

futurismo o régimen moderno y el presentismo. Mientras aún se cree que las sociedades deben

mirar hacia el futuro para habitar el presente, empiezan a ocurrir ciertas rupturas de pensamiento

que apuntan a que dicho futuro es incierto. Hartog propondrá que la ruptura total con el régimen

de temporalidad moderno se dará con la caída del muro de Berlín, punto a partir del cual primará

el presentismo en las sociedades occidentales. En éste experiencia y expectativa se contraen en un

solo tiempo: el presente. Así, los sujetos comienzan a habitar en un régimen en el que el presente

es lo único real y el pasado y el futuro no existen.

En este orden de ideas, esta monografía se preguntará dentro de qué experiencia de

tiempo podría habitar Maqroll el Gaviero, quien se declara fuera de su tiempo, pero no puede

salirse de algunos pensamientos y actitudes del siglo XX. Si Hartog propone que el siglo XX

está en una constante tensión entre el régimen moderno y el presentismo; el presente trabajo

propondrá que Maqroll habita en esa misma tensión y asiste a ese tiempo de rupturas entre

regímenes de historicidad.

Cabe también mencionar algunos de los textos que estudian la configuración de la voz de

Maqroll el Gaviero, y la relación que éste tiene con la vida y el mundo en el que habita, pues

estos se tendrán en cuenta como referentes críticos para la elaboración de esta monografía. En

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primer lugar, Consuelo Hernández plantea en su libro Álvaro Mutis: una estética del deterioro

(1996) una lectura de la obra del Mutis desde “… la visión del arte y la poesía que pueden ser

hallados en la decadencia y el desgaste” (Hernández 15). Como parte de este trabajo Hernández

realiza un estudio del paso de la poesía a la prosa en Mutis, y plantea que, mientras que en la

poesía ya había elementos de la prosa, sus novelas pueden leerse como novelas poéticas, pues no

se ajustan al principio de sucesión planteado por Vladimir Propp (según el cual la narración debe

seguir en orden siguientes pasos: “apertura con situaciones de equilibrio”, “degradación de la

situación”, “observación del estado de desequilibrio por parte de los personajes; «búsqueda de lo

que causó el desequilibrio”, y finalmente “recuperación del estado inicial”), pero sí a las

características de la novela poética planteadas por Todorov (como la “naturaleza de las acciones”

y el uso de “narrativas de segundo grado”, “paralelismos” y “alegorías”) (175). De esta manera,

Hernández propondrá que en parte, la manera en la que Marqroll y otros personajes del universo

mutisiano habitan en el mundo y conciben la vida, hacen que las novelas de Mutis puedan leerse

desde la perspectiva de la novela poética.

Por su parte, Martha Canfield en su entrevista con Mutis, titulada “Mutis y Maqroll entre la

historia y el universo de la creación” (2005), discute con el autor aspectos como su paso de la

poesía a la narrativa, la relación que tiene Maqroll con la voz introductora, y la concepción de la

esperanza, el progreso y la historia que tiene la figura Maqroll. Finalmente, en el libro Las

huellas de lo trascendental. La obra de Álvaro Mutis (2002) William Siemens hace un recorrido

por la obra del autor colombiano buscando huellas de la tradición literaria latinoamericana y

universal. En el capítulo “La Nieve del Almirante (1986). Maqroll en el papel de Ulises” Siemens

ve una huella de un Ulises posmoderno en Maqroll y su viaje hacia los aserraderos del Xurandó.

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En este capítulo de su libro Siemens aborda, entre otros aspectos, una manera de ver la relación

de Maqroll con la historia y con su vida a través del tema del destino.

Así, teniendo en cuenta los referentes teóricos y críticos anteriormente mencionados, el

propósito de esta monografía será, en un primer momento, estudiar cómo se configura, mediante

el diario, la voz de Maqroll el Gaviero en La Nieve del Almirante. En un segundo momento, se

estudiará cómo se enuncia el malestar que tiene la figura de Maqroll con su tiempo. Y finalmente,

se analizará de qué forma éste habita el tiempo a través de estrategias discursivas. Cabe aclarar

que para este estudio no se dejará de lado que esta novela dialoga con otras obras poéticas y

narrativas de Álvaro Mutis.

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2. La voz de Maqroll el Gaviero en La Nieve del Almirante

Maqroll el Gaviero, como personaje y voz, se encuentra en gran parte de la obra poética y

narrativa de Álvaro Mutis. Aparece por primera vez, con nombre propio, en el poema “Oración

de Maqroll” en el libro Los elementos del destre (1953)1, y empezará a estar cada vez más

presente en poemarios como Reseña de los hospitales de ultramar (1959), Caravansary (1981) y

posteriormente en Los emisarios (1984). Caravansary contiene la narración o poema en prosa

que llevará el mismo título de la primera novela de Mutis: “La Nieve del Almirante”. Por su

parte, Los emisarios contiene los relatos o poemas en prosa “La vista del Gaviero” y “El cañón

de Aracuriare”, que se reunirán, junto con “La Nieve del Almirante”, dentro del anexo “Otras

noticias sobre Maqroll el Gaviero” en la novela La Nieve del Almirante. Sin embargo, la voz de

Maqroll el Gaviero no es siempre igual; incluso podría hablarse de una transformación de la

misma, en cuanto a que se hace cada vez más independiente de la voz que la introduce. Maqroll

el Gaviero pasa de estar presente como una voz mediada en la poesía de Mutis, a tener una

historia y voz propia en la narrativa de este autor. El Gaviero empezará entonces a ser narrador de

su propia historia y la de otros, y a través de esto, se recreará y creará un autos a través del

relato.

2.1 La poesía: “La oración de Maqroll” y “La Nieve del Almirante”

El poema “Oración de Maqroll” constituye la primera ocasión en que aparece nombrada la voz

del Gaviero en los poemas de Mutis. En éste surge también la mediación de una voz que

introduce a Maqroll. El poema comienza: “No está aquí completa la oración de Maqroll el

Gaviero. Hemos reunido sólo algunas de sus partes más salientes, cuyo uso cotidiano

recomendamos a nuestros amigos como antídoto eficaz contra la incredulidad y la dicha

1 Una primera versión del poema “Oración de Maqroll” fue publicada antes en La balanza (1948), poemario que recopila textos de Álvaro Mutis y Carlos Patiño.

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inmotivada. Decía Maqroll el Gaviero…” (Mutis, Los elementos del 45). Sobre este fragmento

cabe señalar varios aspectos importantes de esa voz introductora que se enuncia por primera vez.

Por un lado, ésta dice que la oración introducida aparece incompleta; sólo se han transcrito “sus

fragmentos más salientes”, es decir, que ha habido un proceso de edición de la oración de

Maqroll. Ahora bien, tampoco es claro quién ha realizado ese procedimiento de recorte, pues la

voz introductora se enuncia como una voz plural que deja al lector con la duda de quiénes han

sido aquellos que editaron esta oración. Por otro lado, cabe resaltar que esa voz introductora

plural hace una recomendación sobre la utilidad del texto que aparecerá a continuación. Así, se da

un proceso de edición de la voz del Gaviero que va más allá de seleccionar los fragmentos más

salientes, pues pasa a ser también un proceso de juicio crítico sobre la obra. Finalmente, cuando

la voz introductora escribe “Decía Maqroll el Gaviero” se muestra cómo la voz de Maqroll no se

enuncia, en este caso, por medio de la escritura sino por medio de la oralidad. De esta manera,

Maqroll se perfila en este primer poema en el que aparece, como un poeta oral del que se

recuperan, por medio de la escritura de otro, algunos fragmentos de su obra.

En una entrevista con José Balza y José Ramón Medina, titulada “Maqroll y las batallas

perdidas” Mutis habla sobre su relación con Maqroll el Gaviero y dice:

El Gaviero, ya lo he dicho otras veces, era una necesidad para mí. En el momento en que

escribí esos poemas había una visión del mundo, despojada ya de toda ilusión humana

que, atribuida a un hombre joven, resultaba extraña. Maqroll me fue de una inmensa

utilidad, por eso él aparece desde el tercer poema que yo escribo, y que publico…

sirviéndome para respaldar esa visión del mundo. Después, el Gaviero se complica, a

medida que va aumentando su presencia en mi poesía también empieza a aparecer en

mis poemas en prosa, que finalmente no son poemas en prosa sino, en verdad, pequeñas

narraciones. (Balza y Medina 71)

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Así, en un principio Maqroll el Gaviero es una voz que se utiliza como medio para poder

expresar una visión de mundo particular. Dicha visión de mundo que se pone en la voz de

Maqroll tendrá algunas continuidades a lo largo de la poesía y la narrativa, pero el Gaviero

cambiará a través de la obra de Mutis, pues empezará a tener una historia propia y, en ese sentido,

será cada vez más independiente. Sin embargo, aún en “Oración de Maqroll”, sobre la que se

reconoce que Maqroll es un medio de expresión, la voz introductora es también un medio para

que aquella voz sea retomada. De esta manera, incluso desde la primera aparición de Maqroll en

la poesía mutisiana hay una relación de interdependencia, puesto que la voz de Maqroll no nos

llega sin la mediación de la voz introductora, pero ésta última no aparece si no es por esa

mediación que establece.

Ya en el poema “Oración de Maqroll” esta voz empieza a tener unas características y una

historia propia; en este poema se le da el nombre de Maqroll y el oficio de gaviero. En el ensayo

“La raíces de Maqroll” (2005) Giulio Guarducci plantea:

Se dice, preferentemente, que Maqroll es un nombre inventado que no se identifica,

aparentemente, con ninguna lengua ni con ninguna nación. Es un exiliado, un

desarraigado de cualquier forma terrestre; su único hilo conductor parece estar en el

agua, génesis benigna de su existencial errar. Él es un Gaviero, es decir un marinero de

cofa, aquel que está por encima y ve antes que los demás… (Guarducci 155)

Así, en el nombre en Maqroll el Gaviero están resumidas las características esenciales de esta voz

y que derivarán en una visión de mundo particular. Es un hombre cuyo nombre no puede

identificarse ni siquiera con una lengua específica, y quien no tiene apellido sino un calificativo

que hace referencia a una profesión de hombre errante; su identificación está precisamente en esa

falta de origen específico que le da ese nombre.

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Adicionalmente, la profesión con la que se le identifica, además de relacionarse con el

errar que supone la vida de un marino, también implica un anacronismo, pues el del Gaviero ya

no es un oficio necesario en el siglo XX: “Este es el entramado en el que emerge Maqroll el

Gaviero, una apuesta aparentemente extemporánea, un marinero-poeta con raíces decimonónicas

condenado a nacer en medio de un siglo XX signado por la tiranía de las “manadas” que

promueven un bullicio colectivo que acalle todo canto particular” (Barrero 32). Esto puede verse

en la “Oración de Maqroll” cuando dice: “Recuerda Señor que tu siervo ha observado

pacientemente las leyes de la manada” (Mutis, Los elementos del 46), pues se ve cómo Maqroll el

Gaviero hace parte y ha vivido pacientemente dentro de esa manada en la que le tocó habitar.

En el poemario Caravansary, publicado más de veinte años después de la primera

aparición de Maqroll el Gaviero, se incluye un poema o narración poética que dará origen a la

novela La Nieve del Almirante y que lleva el mismo título. En este poema aún persiste la

mediación de una voz introductora que cuenta un fragmento de la vida de Maqroll el Gaviero. Sin

embargo, esta narración surge de lo que otros han dicho sobre Maqroll. Ya no es esa voz

introductora la única que tiene noticias del Gaviero, pues ya otros lo han visto y lo han contado.

En este sentido, Maqroll ya ha empezado a tener una existencia propia que no depende

exclusivamente de la voz introductora:

…Al tendero se le conocía como el Gaviero y se ignoraban por completo su origen y su

pasado. La barba hirsuta y entrecana le cubría buena parte del rostro. Caminaba apoyado

en una muleta improvisada con tallos de bambú. En la pierna derecha le supuraba

continuamente una llaga fétida e irisada, de la que nunca hacía caso. Iba y venía

atendiendo a los clientes al ritmo regular y recio de la muleta que golpeaba en los

tablones del piso con un sordo retumbar que se perdía en la desolación de las palmeras.

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Era de pocas palabras el hombre. Sonreía a menudo, pero no a causa de lo que oyera a su

alrededor, sino para sí mismo y más bien a destiempo con los comentarios de los

viajeros… (Caravansary 158)

Nuevamente Maqroll aparece como alguien que ve aquello que otros no ven, alguien que no se

ríe por los comentarios de los viajeros, y que incluso lo hace a destiempo con dichos comentarios,

como hubiese una distancia entre esa “manada” y el Gaviero. Adicionalmente, en esta narración

se nombra una herida que Maqroll tiene en la pierna, tal vez es la herida de la que se recuperaba

en la tienda La Nieve del Almirante, pero también es una herida que ya ha aparecido en otros

poemas y que continuará nombrándose en las novelas. Michèle Lefort planteará en su libro

Álvaro Mutis et Maqroll el Gaviero (2001) que esa herida es un signo textual de la evolución de

Maqroll: “C´est l’un des signes, dans le texte, de l´évolution du personnage qui, d’alter ego qu´il

est dans la poésie, devient peu à peu, dans la narration, l´Autre” (Lefort 41). Para Lefort esta

herida marca el paso de ser un alter ego de Mutis, es decir un medio para expresar una visión de

mundo, a ser otro, un ser independiente de esa voz introductora y de la voz poética de Álvaro

Mutis.

La primera parte del poema en prosa “La Nieve del Almirante” introduce a la voz de

Maqroll el Gaviero, que aparecerá representada en la segunda parte del poema por las diferentes

frases que Maqroll escribió en el mingitorio de ese establecimiento. Cabe resaltar que el Gaviero

escribe esas frases, por lo que pasa de ser una voz oral a una voz escrita. Ya no se transcribe

únicamente lo que Maqroll dice, sino también lo que escribe. Aquí continúa siendo importante la

voz introductora para que la voz del Gaviero perdure por escrito, pues a pesar de que él escribió

las frases, éstas se borraron con el paso del tiempo. Sin embargo, ya no es sólo la voz

introductora quien da cuenta de esa escritura, sino que hay otros que la recuerdan: “… Algunas

de las que persistieron con mayor terquedad en la memoria de la gente, son las que aquí se

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transcriben” (Mutis, Caravansary 159). La voz escrita de Maqroll es conocida y empieza a vivir

en la memoria de otras personas. Así, empieza a adquirir una autonomía discursiva, pues la voz

introductora continuará mediando el discurso del Gaviero, pero ya no será la única que conoce

esa voz como sí parecía serlo en el caso del poema “Oración de Maqroll”.

2.1 La Nieve del Almirante: el diario de Maqroll

En la novela La Nieve del Almirante, la voz introductora está más alejada del discurso de Maqroll

el Gaviero. Por un lado ya no es una voz plural como en el caso de “Oración de Maqroll”, sino

una voz singular y de la que se intuye una historia propia. Por otro lado, ya no está siguiendo el

rastro de Maqroll pues cree ya haber encontrado todos los documentos y relatado todas las

noticias sobre el Gaviero. Esta voz introductora, que parece estar viviendo una vida

independiente de buscar relatos de la vida de Maqroll, encuentra por casualidad un nuevo registro

escrito de Maqroll: su diario de viaje por el río Xurandó. Esto ocurre cuando encuentra y compra

en una librería de viejo barcelonesa un libro que buscaba desde hacía años: Enquête du Prévôt de

Paris sur l´assassinat de Luis Duc D´Orléans (1407)2 escrito por P. Raymond. Su interés por el

libro cambia cuando encuentra, en el interior del bolsillo destinado a guardar mapas y cuadros

genealógicos, lo que él llamará el “Diario del Gaviero”, compuesto por “un cúmulo de hojas, en

su mayoría color rosa, amarillo o celeste, con aspecto de facturas comerciales y formas de

contabilidad” (La Nieve del 17) en las que Maqroll escribe el día a día de su viaje por el río

Xurandó. Sobre el texto del Gaviero la voz introductora dirá: “… empecé a leer los abigarrados

papeles en donde, en forma de diario, el Gaviero narraba sus desventuras, recuerdos, reflexiones,

sueños y fantasías, mientras remontaba la corriente de un río, entre los muchos que bajaban de la

serranía para perderse en la penumbra vegetal de la selva inmensurable” (La Nieve del 16). Así,

2 Este libro da cuenta de la investigación del preboste de París sobre el asesinato de Luis I, Duque de Orléans, a manos de Juan sin Miedo, hecho ocurrido el 13 de noviembre de 1407.

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en esta novela será ahora Maqroll quien se narre a sí mismo por medio de la escritura, aunque la

voz introductora continuará siendo necesaria para que se conozca ese diario, cuya destinataria

original debía ser Flor Estévez, quien financió su viaje y fue su amante durante su paso por el

establecimiento La Nieve del Almirante, del cual era su propietaria. Es la voz introductora quien

ordena, nombra y complementa el diario del Gaviero con otras noticias, ya escritas y publicadas

con anterioridad, pero que pueden ser de interés para el lector de ese diario.

En su entrevista con Álvaro Mutis, titulada “Mutis y Maqroll entre la historia y el

universo de la creación”, Martha Canfield le pregunta al autor si no es precisamente el

distanciamiento que implica muerte de Maqroll que se intuye en el poema “La visita del Gaviero”

(Caravansary) el que marca su paso (y el de Maqroll) de la poesía a la narrativa. A esto Mutis

responde: “Ya con esa distancia, y sabiendo que está ausente, o en fin que se alejó, quiero, puedo

contar la historia… Esa separación es fundamental: Ya no es el Maqroll pegado a mí durante toda

la poesía. Vino, me contó sus últimas cosas, todas muy claves, por lo que me estoy dando cuenta

ahora, y se va” (Canfield 224). Así, el mismo Mutis reconoce que se puede contar la historia de

Maqroll el Gaviero en el momento en el que hay una distancia entre ambos, es decir, cuando la

voz introductora y Maqroll adquieren una autonomía discursiva. La autonomía discursiva de

Maqroll el Gaviero se hará especialmente evidente en La Nieve del Almirante en la que el

formato del diario permite que éste se convierta en su propio narrador. Si bien es cierto que aún

necesitará de esa voz introductora para que su diario sea conocido por el lector, es ahora Maqroll

quien se crea (crea su autos) mediante el discurso del diario.

La autora Françoise Simonet-Tenant estudia, a través de la lectura de diversos diarios,

algunas características y constantes mediante las cuales los diaristas expresan su mundo interior

en su libro Le journal intime. Genre littéraire et écriture ordinaire (2004). Una constante que

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Simonet- Tenant ve en los diarios íntimos, es el intento de los autores de expresar lo

inexpresable: “Le journal est le réceptacle de cette parole intime, tendue vers l’expression de ce

qui apparaît au diariste impossible à dire, vers l’expression de ce qui est à conquérir sans fin dans

la succession des notes et du silence” (Simonet-Tenant 102). Por medio del diario, Maqroll trata

de explicarse, o explicar a Flor Estévez, aquellas acciones suyas que le parecen absurdas pero que

aun así realiza, como su constante necesidad de embarcarse en empresas fallidas. En la primera

entrada del diario Maqroll escribe: “Todo esto es absurdo y nunca acabaré de saber por qué razón

me embarqué en esta empresa. Siempre ocurre lo mismo al comienzo de los viajes. Después llega

la indiferencia bienhechora que todo lo subsana. La espero con ansiedad” (Mutis, La Nieve del

19). Este fragmento es premonitor en cierto sentido: a través del diario Maqroll reconoce

nuevamente lo absurdo de su viaje a los aserraderos, duda constantemente de la viabilidad de

dicha empresa y finalmente, cuando ya está casi convencido de que la empresa será fallida, se

siente indiferente ante su resultado. Desde la enunciación de la pregunta por el motivo del viaje

Maqroll sabe que no tendrá una respuesta absoluta, y sin embargo la transmite por medio de la

escritura. Así, esta escritura le sirve para expresar aquello de su personalidad que no puede

explicar y que sabe que tampoco logra cambiar. Más aún, no hay una necesidad de cambio, sino

un deseo de que los hechos ocurran como siempre han ocurrido.

En las entradas en las que Maqroll se cuestiona sobre los motivos de su viaje empiezan a

colarse fragmentos de su vida, no necesariamente de aspectos específicos de su pasado, aunque

también ocurre, sino conclusiones generales sobre su existencia a las que ha llegado a través de

sus experiencias. Un ejemplo de esto es el fragmento final de la entrada de “Marzo 24”:

Me intriga sobremanera la forma como se repiten en mi vida estas caídas, estas

decisiones erróneas desde su inicio, estos callejones sin salida cuya suma vendría a ser la

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Palacio 17

historia de mi existencia. Una fervorosa vocación de felicidad constantemente

traicionada, a diario desviada y desembocando siempre en la necesidad de míseros

fracasos, todos por entero ajenos a lo que, en lo más hondo y cierto de mi ser, he sabido

siempre que debiera cumplirse si no fuera por esta querencia mía hacia una incesante

derrota. ¿Quién lo entiende? (La Nieve del 23)

Nuevamente hay un intento de poner por escrito aquellos aspectos de su interior que no logra

explicase pero, más allá de esto, puede apreciarse cómo Maqroll ve y describe su vida como un

todo compuesto por repeticiones. Hay una consciencia de una historia propia, de una “historia de

su existencia” que no se construye a partir de los cambios en su vida, sino a partir de las

constantes. Así, Maqroll se recrea, o se crea, en el diario a partir de eso que no logra entender del

todo, pero que sabe que es la condición de su habitar en el mundo. Ahora bien, también se

construye como alguien que se siente ajeno a su propia existencia, alguien que sabe que está

viviendo una vida que no le pertenece, y que sin embargo no logra cambiar de curso porque su

propia voluntad, su querencia hacia la derrota, se lo impide.

Sin embargo, a pesar de Maqroll expresa en el diario que ve su pasado como una

constante, también recuerda y narra algunos aspectos de su pasado que son únicos, pues tienen

que ver específicamente con aquellas personas significativas en su vida. Así, en la entrada del 18

de abril narra un fragmento de su pasado con Flor Estévez en el que ésta le entrega el dinero para

emprender el viaje hacia los aserraderos; habla sobre esta mujer y lo que significa para él: “Flor

Estévez. Nadie me ha sido tan cercano, nadie me ha cuidado tanto a mí con ese secreto tacto suyo

en medio de la selvática y ceñuda distancia de su ser dado al silencio, a los monosílabos, a los

escuetos gruñidos que ni niegan ni afirman” (La Nieve del 46). Por su parte, en la entrada del 13

de junio Maqroll recuerda a su amigo Abdul Bashur y narra la historia de su primer encuentro:

“Abdul, qué personaje. Conviven en él el amigo caluroso e incondicional, dispuesto a perderlo

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Palacio 18

todo por sacarnos de un aprieto y el negociante de astucia implacable, empeñado en venganzas

laberínticas a las que quede dedicar lo mejor de su tiempo y de su fortuna. Lo conocí en un café

de Port Said….” (La Nieve del 66). Estos viajes hacia el pasado, y esa necesidad de retomar y

narrar la historia de esas personas queridas, también hacen parte de la creación que Maqroll hace

de sí mismo en su diario. Sus amigos e historias se retoman porque algo en el presente del

lanchón se los recuerda, y no sólo permiten que Maqroll narre a otro sino que se narre a sí mismo

por medio del otro, pues tanto Flor Estévez como Abdul hacen parte de lo que él es.

En el mismo diario también aparece la necesidad de narrar al capitán del lanchón que está

haciendo parte de su presente. Así, en la entrada de “Mayo 27” Maqroll el Gaviero reescribe un

diálogo con el Capitán en el que éste último le narra la historia de su vida. Así como se narran

partes de la historia de Abdul y Flor Estévez, se hace importante narrar la historia de ese capitán

y posteriormente la historia de su muerte, pues éste se ha vuelto importante en la vida del

Gaviero: “Cada uno evocaba a su manera y con su particular dotación de recuerdos al compañero

que por fin halló reposo después de haber vivido, como él mismo dijo tantas veces, la vida que no

le correspondía. Mientras nos dirigíamos al lanchón para seguir el viaje, supe que dejaba allí a un

amigo ejemplar en su solidaria discreción y en su cariño firme y sin aristas” (La Nieve del 68).

Maqroll ve en el Capitán un espejo y un par, dado que comparte con él la sensación de estar

viviendo la una vida que no le pertenece; la sensación de que su vida es como la del Capitán. De

esta manera, narrar al Capitán, a Flor Estévez o a Abdul es narrarse también a sí mismo y

construirse a partir de retazos de la existencia de los otros. Maqroll el Gaviero adquiere una

autonomía discursiva en este diario porque se vuelve narrador de sí mismo y de aquellos en

quienes se reconoce.

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Palacio 19

Sin embargo, Maqroll también narra a algunos personajes que están siendo parte de su

presente en el lanchón, pero en quienes no se siente identificado: Ivar, el práctico, Ignacio (el

segundo práctico) y la indígena, entre otros. Es importante aclarar que Maqroll no relata el

pasado de estos personajes ni se interesa por su historia, sino que los narra como parte de ese

presente que está viviendo. Así, por ejemplo, narra el asco que sintió al tener una relación sexual

con la indígena, pero no le preocupa su pasado: “La india estaba mirándome fijamente y

sonriendo con malicia que tenía algo de carnívoro, pero al mismo tiempo de una inocencia

nauseabunda. Se acostó a mi lado. Al entrar en ella, sentí cómo me hundía en una cera insípida

que, sin oponer resistencia, dejaba hacer con una inmóvil placidez vegetal” (La Nieve del

21).También narra sus impresiones sobre Ignacio: “El nuevo práctico se llama Ignacio y tiene una

cara llena de pálidas arrugas que le dan un aspecto de momia fresca. A través de los pocos dientes

que le quedan salpica saliva mientras habla sin parar. Lo hace más consigo mismo que con los

demás” (La Nieve del 41), pero éstas están ancladas en ese presente inmediato de la vida en el

lanchón y no trascienden más allá de esto. Por su parte a Ivar y al práctico los narra, también

desde el presente, pues le permiten relacionarse con su propio pasado y definirse desde lo que no

es:

Como buena parte de mi vida he perdido en tratos con infelices de pelaje semejante, no

es preocupación lo que siento, sino hastío al ver acercarse un episodio más de la misma,

repetida y necia historia. La historia de los que tratan de ganarle el paso a la vida, de los

listos, de los que creen saberlo todo y mueren con la sorpresa retratada en la cara: en el

último instante les llega siempre la certeza de que lo que les sucedió es, precisamente,

que nada comprendieron ni nada tuvieron jamás entre las manos. Viejo cuento; viejo y

aburrido. (La Nieve del 33)

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Palacio 20

Ivar y el práctico se convierten en personajes anónimos; en un tipo de hombre más que en

individuos, pues su historia es siempre la misma historia con la que Maqroll se ha relacionado

varias veces pero con la que no siente una identificación. Ellos no permanecerán en la memoria

del Gaviero, sino que harán parte de ese catálogo de hombres listos como El Rompe Espejos, en

Abdul Bashur soñador de navíos (1991), con los que Maqroll se seguirá encontrando.

Los sueños son otro aspecto importante de la narración de ese presente que realiza

Maqroll en su diario. Para Simonet-Tenant una característica de los diarios es la narración de los

sueños, que en ocasiones se escriben para buscarles un significado (Simonet-Tenant 91), y en

otras se narran simplemente con el fin de expresar su singularidad (92). En cualquier caso, para

esta autora la narración del sueño es un signo de la interioridad del diarista: “Quel que soit le ton

du récit, celui-ci est le signe de la personnalité du diariste qui y reconnait l’affleurement d’une

profondeur inconnue de lui- même” (Simonet-Tenant 93). En La Nieve del Almirante, los sueños

permiten la configuración individual de la voz de Maqroll el Gaviero, pues son parte de una

interioridad que se expresa primero en los sueños y que luego se trata de analizar y comprender

por medio de la escritura.

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Palacio 21

3. El malestar de Maqroll con su tiempo

En la entrada del 2 de abril, que aparece en el diario transcrito en La Nieve del Almirante,

Maqroll escribe: “Meditar el tiempo, tratar de saber si el pasado y el futuro son válidos y si en

verdad existen, nos lleva a un laberinto que, por familiar, no es menos indescifrable” (La Nieve

del 25). En gran medida, Maqroll se dedicará en el diario a “meditar el tiempo”, a enunciar su

malestar con el tiempo en el que habita (el siglo XX), y a establecer qué entiende por pasado,

presente y futuro. A pesar de que en el diario no se hace referencia a un año específico de

escritura, hay algunos detalles que hacen posible situarlo en algún momento de la primera mitad

del siglo XX. Michèle Lefort plantea que la aparición de elementos como el hidroavión Junker y

el altavoz propiedad de los militares, o el motor diesel con el que se mueve el lanchón, permiten

situar temporalmente la novela, pues son inventos de las primeras décadas del siglo XX (Lefort

43). Así, Maqroll escribe el diario de viaje por el Xurandó en la primera mitad del siglo que,

según los planteamientos de François Hartog en Regímenes de historicidad, es el escenario en el

que el futurismo (régimen de historicidad en el que el presente se vive desde la expectativa del

futuro) prevalece pero empieza a ser reevaluado por el presentismo (régimen en el cuál

experiencia y expectativa se contraen en el presente). De esta manera, el “meditar el tiempo” en

el diario de Maqroll puede entenderse como la enunciación de un malestar con la época en la que

le toca habitar, en el que su escritor no puede sentirse plenamente identificado con ninguno de los

regímenes de historicidad predominantes en el siglo XX3.

3 Este planteamiento implica una lectura con un énfasis en la bio de la autobiografía, que es planteada por Loureiro en “Problemas teóricos de la autobiografía”, como una etapa de comprensión de este tipo de textos. Así, en este análisis, es posible “…estudiar la configuración histórica de una época tomando como modelo y punto de partida el estudio de las autobiografías, las cuales le ofrecerán las formas peculiares en que el ser humano ordena su experiencia en un momento histórico determinado” (Loureiro2).

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Palacio 22

3.1 El sueño, el pasado y el porvenir

Como se expresó en el anterior apartado, en el diario de Maqroll los sueños se relatan, se meditan

y se les busca un sentido. Consuelo Henández planteará que la importancia que Maqroll le da a

los sueños tiene que ver con la forma particular en la que concibe el mundo:

Los sistemas de referencia del Gaviero se apartan completamente de lo rutinario lógico:

un sueño, los presagios de la naturaleza… suelen ser los que le revelan su porvenir.

Nada más lejos del Gaviero que la lógica cartesiana o geométrica, o la lógica simbólica

que excluye la posibilidad de que una proposición pueda ser positiva y negativa

simultáneamente (contradicha por la poesía). Su sistema de pensamiento es de

casualidades más que de causalidades o cálculos racionales. (Hernández 174)

De esta manera, el sueño se vuelve un sistema de referencia para habitar el mundo y develar su

significado es una forma de revelar el porvenir. No obstante, Maqroll no entiende el porvenir

dentro de un sistema causal en el que el sueño pueda revelar un futuro de progreso, sino que el

futuro se convierte en una repetición: “Son mis viejos fantasmas ya rancios que, con diversos

ropajes, con distinto lenguaje, con nueva malicia escénica, suelen presentarse para recordarme las

constantes que tejen mi destino: el vivir en un tiempo por completo ajeno a mis intereses y a mis

gustos, la familiaridad con irse muriendo como oficio esencial de cada día…” (Mutis, La Nieve

del 45). El sueño revela entonces la forma en la que el Gaviero habita el tiempo que le tocó y con

el que no puede sentirse identificado. Así, detrás del sueño no se esconde una clave para el

futuro, sino que muestra cómo su presente, pasado y futuro se convierten en lo mismo: un ir

muriendo a cada instante.

El segundo sueño que se narra en el diario es significativo porque, por medio de éste,

Maqroll analiza su presente y la forma en la que éste se relaciona con su pasado. El sueño se

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Palacio 23

narra en la entrada de “Abril 10”, fecha en la cual el Gaviero nota que se están alejando

paulatinamente del clima de la selva y entrando a lo que él llama la tierra caliente:

Esta madrugada tuve un sueño que pertenece a una serie muy especial. Viene siempre

que me aproximo a la tierra caliente, al clima de los cafetales, plátanos, ríos torrentosos

y arrulladores, interminables lluvias nocturnas. Son sueños que preludian la felicidad y

de los que se desprende una particular energía, una como anticipación de la dicha,

efímera, es cierto, y que de inmediato se transforma en el inevitable clima de derrota que

me es familiar. (La Nieve del 31)

En este sueño Maqroll participa en un momento histórico en el que intenta cambiar el rumbo de

acontecimientos ya pasados al aconsejar a Napoleón escapar a América. Al final Napoleón

desconfía de su consejo y el rumbo de la historia no se modifica. La narración del sueño permite

que Maqroll exprese y medite sobre dos aspectos característicos de su habitar en el mundo y que

hacen parte de su pasado y su presente: la recurrente sensación de alcanzar una felicidad efímera,

y ese clima de derrota que viene al constatar que el destino es inamovible.

El Gaviero tiene la misma sensación de derrota después de meditar por dos días el

significado del sueño que narra en la entrada del 18 de abril, y que para él tiene un carácter

premonitorio que desea develar. Este sueño es más personal en la medida en que el escritor sueña

con Flor Estévez, la mujer que lo cuidó, con quien vivió un tiempo de breve felicidad en la tienda

La Nieve del Almirante, y quien patrocinó esa empresa que Maqroll ve de antemano fallida. En la

entrada del 20 de Abril escribe su sensación tras meditar sobre ese sueño revelador: “Como

siempre me sucede después de la visita de los sueños reveladores, he caído en un estado de

marginal indiferencia, al borde de un sordo pánico. Lo percibo como un inevitable atentado

contra mí ser, contra las fuerzas que lo sostienen, contra la precaria y vana esperanza, pero

esperanza al fin, de que algún día las cosas serán mejores y todo comenzará a resultar bien” (La

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Palacio 24

Nieve del 47). Puede verse cómo aquí la sensación de derrota tras los sueños premonitorios se

vuelve más honda, íntima y melancólica, pues ya no se habla de un clima de derrota, que está en

el ambiente pero no necesariamente en la interioridad, sino de una sensación que cala más hondo

al afectar las fuerzas que sostienen su ser. Este sueño ya no se refiere a un pasado histórico que

no se puede cambiar, sino al presente del Gaviero, que como su pasado, tampoco puede

cambiarse y estará siempre marcado por la disolución de toda esperanza. En la entrevista con

Canfield, “Mutis y Maqroll: entre la historia y el universo de la creación”, Álvaro Mutis habla

sobre su concepción de la esperanza y que podría también ser la de Maqroll: “Toda esperanza…

es finalmente un leurre…, un señuelo, que nos ponemos a nosotros mismos, para nada, porque

nada tenemos que esperar, lo único que podemos esperar, lo único que podemos esperar es lo que

vivimos y la autenticidad con que lo vivimos. Ahí está la clave de una cierta felicidad. Pero ni

vamos a ser mejores, ni hay progreso, ni hemos progresado en nada” (Canfield 209).

Maqroll no sólo enuncia su malestar con la creencia en el progreso típica de su tiempo (el

régimen moderno) a partir de los sueños y sus reflexiones sobre los mismos, sino también a partir

de experiencias que va teniendo durante el viaje. Una de estas experiencias son las

conversaciones que Maqroll sostiene, y luego transcribe, con el capitán del lanchón a quien

llegará a considerar su amigo. Incluso, Siemens plantea que el Capitán es un doble de Maqroll

pues es un “hombre cuya vida se parece a la suya de muchas maneras significativas” (Siemens

192). En la última conversación que Maqroll y el Capitán sostienen éste último plantea: “Aquí no

hay nada, no habrá nunca nada. Un día desaparecerá sin dejar huella. Se llenará de caminos,

factorías, gentes dedicadas a servir de asnos a esa aparatosa nadería que llaman progreso. En fin,

no importa, nunca he jugado con esos dados” (Mutis, La Nieve del 53). Maqroll da al Capitán la

autoría de esas palabras, pero su percepción del ideal del progreso no es muy lejana a la de este

personaje. Adicionalmente, ya se ha visto cómo el Gaviero se narra a sí mismo por medio del

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Palacio 25

Capitán y su historia. Del mismo modo, el gesto de trascribir ese fragmento de conversación con

el Capitán, convierte dicha afirmación en parte de su discurso, y de esta manera, en parte de la

construcción del yo que Maqroll realiza por medio de la escritura del diario.

3.2 El viaje, la errancia y el habitar: Cheteaubriand el vizconde y Maqroll el Gaviero

François Hartog plantea que Chateaubriand es un autor que habita el tiempo de ruptura entre el

régimen antiguo y el moderno, y que, a través de sus viajes y su escritura, trata de entender la

experiencia de tiempo en la que le toca habitar. Hartog analiza las obras de Chateaubriand para

mostrar cómo éste se halla en una encrucijada entre dos temporalidades:

… el tiempo es río: del Ensayo [de la historia] a la conclusión de las Memorias [de

ultratumba], las referencias y variaciones de ese tema no faltarán. “Cada época es un río,

que nos arrastra según la inclinación de los destinos cuando nosotros mismos nos

abandonamos a él. Pero me parece que nosotros estamos fuera de su curso. Unos (los

republicanos) lo han atravesado con impetuosidad, y todos se abalanzado sobre el borde

opuesto. Los otros han permanecido de este lado, sin querer desembarcar”: Está ahí la

especificidad del momento. Unos “se adelantan a nuestra edad”, mientras que los otros

“quieren permanecer como hombres del siglo XVI en el año 1796”. Nadie, en todo caso,

se sitúa en el curso del río: entre las dos riberas o entre los dos regímenes de

historicidad. (Hartog 105)

Así, Chateaubriand en los siglos XVIII y XIX y Maqroll en el XX, vivirán en la incertidumbre de

las corrientes de dos ríos o temporalidades, una que se impone y otra que empieza a verse

revaluada. No es gratuito que el Gaviero en una ocasión afirme: “Yo soy un chuan4 extraviado en

el siglo XX” (Mutis, Amirbar 381); un hombre como aquellos a los que Chateaubriand se refería

4 Los chuanes fueron campesinos franceses que, durante la Revolución Francesa, defendieron el modelo monárquico.

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Palacio 26

en sus textos. Maqroll no se siente dentro de su tiempo, pues, al igual que el vizconde francés,

habita un momento en el que pasado, presente y futuro son indescifrables, inhabitables e

imprevisibles.

Cabe recordar además que en La Nieve del Almirante es el viaje por un río el que suscita

la reflexión sobre el tiempo en el diario. La figura del río ya ha estado presente en varios de los

relatos y poemas sobre Maqroll, como en Reseña de los hospitales de ultramar, y continuará

siendo relevante al punto que una de las versiones sobre la muerte de Maqroll el Gaviero, en el

apéndice de Un bel morir (1989), sugiere que éste muere estancado en los manglares. Así, en La

Nieve del Almirante el río que atraviesa la selva puede entenderse como una metáfora de la

temporalidad sobre la que Maqroll medita y enuncia un malestar a través de un diario. Por su

parte, en Un bel morir el tiempo puede entenderse también como un río, pues la muerte llega

cuando el fluir por el río se detiene, es decir, cuando ya no hay tiempo. De esta manera, Maqroll

el Gaviero, a pesar de sentirse por fuera del cauce del río temporal en el que le tocó habitar, no

podrá escapar al tiempo.

La voz introductora señalará en el “Apéndice: las lecturas del Gaviero”, anexo de la

novela Amirbar (1990), que una de las lecturas indispensables de este personaje eran las

Memorias de ultratumba: “Otro libro que le vi con regularidad que indicaba ser uno de sus

favoritos de siempre, era Mémories d´Outre-Tombe de Chateaubriand” (Amirbar 469). En este

libro en común la similitud entre el vizconde francés y Maqroll se hace más evidente: “Maqroll

es un aristócrata al que acompaña necesariamente una prosa real, la de las Memorias de

ultratumba de Chateaubriand, ese avatar de la época barroca que estalla en la Europa

romántica… Fuera de su época se sitúa también la prosa ondulante del vizconde…” (Lepape

147). Las Memorias no son sólo una lectura indispensable para el Gaviero, sino que, según

Hartog, fueron la única conclusión posible de las constantes reflexiones sobre el tiempo que

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Palacio 27

Chateaubriand, ese francés de familia noble y partidario de la monarquía constitucional, pudo

conseguir: “Cuando se está entre las dos riberas, aunque se nada de una a otra, lo único que se

puede escribir son las Memorias de ultratumba, pero no una historia de Francia, que implicaría el

manejo de una “escala rectificada”. Se escribe sobre la brecha del tiempo y se escribe a partir de

ella. Se está entre dos regímenes de historicidad” (Hartog 119). La misma lectura que Hartog

hace sobre la obra de Chateaubriand podría aplicarse a las Empresas y tribulaciones de Maqroll

el Gaviero, ese compendio de memorias, relatadas por él y por otros, en el que trata de

esclarecerse la forma en la que el Gaviero logra habitar en su tiempo: en esa tensión entre los

regímenes de historicidad presentista y futurista (régimen moderno) ocurre en el siglo XX. En

Las empresas y tribulaciones se relata una historia incompleta y fragmentaria del Gaviero y del

siglo XX, pues al igual que en el caso de las Memorias de ultratumba, relatar una historia

completa y única implicaría tener una escala rectificada, es decir, una forma determinada de ver

el tiempo. Por el contrario, estos relatos no son más que lo que su título indica: un compendio de

los proyectos fallidos y adversidades por las que pasan este personaje y sus amigos a través de

habitar en un tiempo que les es incierto.

Durante su vida Chateaubriand fue un exiliado, un viajero obligado a los Estados Unidos,

donde entre otros acontecimientos, conoce a George Washington y el proyecto democrático,

basado en el régimen moderno de ese país. Años después de su exilio, éste escribe el Ensayo de

la historia y poco antes de morir las Memorias de Ultratumba, en las que Hartog ve la síntesis de

su comprensión del tiempo. Maqroll también se siente como un perpetuo exiliado; es un

personaje que viaja constantemente en busca de proyectos y del que, a pesar de algunos datos

biográficos de su infancia en la “tierra caliente”, no es posible establecer su nacionalidad.

Muchas de sus empresas son relatadas tiempo después de que ocurrieron, pero el diario de La

Nieve del Almirante (otras memorias en las que se pueden leer una perspectiva sobre las

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Palacio 28

experiencias del tiempo) es escrito en el presente en el que ocurrió. El presentismo en este texto

se evidencia desde su momento de escritura, y en él se lee cómo Maqroll de hecho habita una

experiencia del tiempo en el que el presente es el único porvenir. La gran conclusión que el

Gaviero escribe sobre su travesía por el Xurandó es la siguiente: “Algo ha terminado. Algo

comienza. Conocí la selva. Nada tuve que ver con ella, nada llevo. Sólo estas páginas darán, tal

vez un desteñido testimonio de un episodio que dice muy poco de mi malicia y espero olvidar lo

más pronto posible” (Mutis, La Nieve del 83). Puede verse cómo este es un viaje que desde que

comenzó se entiende como infructuoso; la experiencia no deja un porvenir, y lo ya vivido (el

pasado) tampoco deja ningún aprendizaje para el habitar de Maqroll.

Así, el viaje por el Xurandó, como las otras empresas del Gaviero, es un viaje del

presente; los proyectos del Gaviero, que pertenecen al orden del tiempo futurista en el que el

presente se vive para el futuro, resultan siendo presentistas. Éstas, como la caravana, agotan su

significado en el mismo presente: “Una caravana no simboliza ni representa cosa alguna. Nuestro

error consiste en pensar que va hacia alguna parte o viene de otra. La caravana agota su

significado en su mismo desplazamiento. Lo saben las bestias que la componen, lo ignoran los

caravaneros. Siempre será así.” (La Nieve del 26) El Gaviero no espera nada del futuro, no existe

para él, y cuando se proyecta hacia uno, no logra más que decepciones. Sin embargo, las

decepciones son parte de su habitar; el viaje termina no teniendo más finalidad que el mismo

viaje, y el presente de éste se convierte en una forma de seguir viviendo. En la conversación que

se transcribe entre Abdul Bashur5 y el Gaviero en Abdul Bashur soñador de navíos, se concluye

que esos sueños (horizontes de expectativas) jamás se cumplirán, pero el perseguirlos se

5 Amigo incondicional del Gaviero. Fue marinero, comerciante, estafador y dueño de barcos, entre otros oficios. Maqroll narra su primer encuentro con Abdul en su diario transcrito en La Nieve del Almirante (1986). En la novela Ilona llega con la lluvia (1988) Abdul ayuda monetariamente al Gaviero, aunque tampoco se encuentre en las mejores condiciones económicas. La novela Abdul Bashur soñador de navíos (1991) narra cómo éste persigue un Tramp Steamer arquetípico, pero nunca logra conseguirlo. En Tríptico de mar y tierra (1993) se narra cómo Maqroll conoce y vive con un Jamil, el hijo de Abdul, después de que éste ha quedado huérfano de padre.

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convierte en la única forma de habitar: “Ya aprendí y me acostumbre a derivar de los sueños

jamás cumplidos sólidas razones para seguir viviendo. Por cierto Marqroll, que en eso usted es

maestro. Qué le voy a contar, por Dios. Mi tramp steamer arquetípico no es menos ilusorio que

sus aserraderos del Xurandó o sus pesquerías en Alaska.” (Abdul Bashur soñador 581) De

antemano ambos amigos saben que sus sueños y proyectos se verán frustrados, pero se convierten

en la razón de seguir con vida. De esta manera, los dos habitan en un limbo entre dos regímenes

de temporalidad; por un lado está el futurismo, que son esos sueños y empresas que les dan el

deseo de vivir, y por el otro está el presentismo, que es esa certeza de que esos sueños futuros no

se cumplirán, de que ese futuro no existe, pero el presente de perseguirlos se convierte en su

forma de habitar el mundo.

3.3 El sentido de la vida y del habitar:

El sentido del habitar en el mundo para Maqroll es entonces un tipo de presentismo que se

alimenta de una expectativa del futuro. Entonces, el vivir para este Gaviero no significa nada más

que habitar las decepciones y buscarlas:

Si bien termino siempre consolándome pensando que en la ventura misma estaba el

premio y que no hay que buscar otra cosa diferente a la satisfacción de poder probar los

caminos de mundo que, al final van pareciéndose sospechosamente unos otros. Así y

todo, vale la pena recorrerlos para ahuyentar el tedio y nuestra propia muerte, esa que

nos pertenece de veras y espera que sepamos reconocerla y adoptarla. (La Nieve del 73)

Puede verse cómo Maqroll vive en un presente del que no espera ningún futuro, su presente sólo

es la forma de espantar el tedio y también su propia forma de vivir, es decir, de no morir. En su

última conversación con el capitán de la lancha que lo guía por el Xurandó éste le dice a Maqroll:

“Usted es inmortal, Gaviero. No importa que un día se muera como todos. Eso no cambia nada.

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Usted es inmortal mientras esté viviendo.” (La Nieve del 63) La inmortalidad de Maqroll no es

una experiencia futura, pues éste sólo es inmortal en la medida en la que viva y habite en ese

presente que es todo el tiempo posible. No es entonces un vivir para siempre, pues esto implica la

existencia de un horizonte de expectativas. Por el contrario su inmortalidad radica en ese vivir en

el presente; en ese viaje que agota su sentido y su vida en el movimiento: “El corolario de

pareciera ser que una persona vive únicamente cuando está en movimiento, esto es, cuando

realmente está viviendo. En el mundo de Maqroll, la éstasis (sic) significa el fin de la existencia”

(Siemens 196).

Ya se ha visto cómo Maqroll no se siente identificado con el régimen moderno o futurista.

Sin embargo, tampoco logrará sentirse del todo identificado con el presentismo, pues, como ya se

ha dicho, la condición de su habitar está marcada por el habitar entre dos corrientes de

historicidad. De esta manera, Maqroll no se sentirá identificado con el tiempo de los medios

masivos de comunicación, la presión del trabajo y la obsesión por la juventud. Sobre los medios

de masivos de comunicación en la era del presentismo Hartog plantea: “En la carrera cada vez

más acelerada a lo directo, producen, consumen y reciclan siempre cada vez más rápido más

palabras e imágenes, y comprimen el tiempo: cualquier tema, cosa de minuto y medio por treinta

años de historia” (Hartog 140). Esta perspectiva de vida no concuerda con la de Maqroll, quien

vive en un presente lento, en el que el movimiento se da por el mismo movimiento y no por un

intento de acelerar y comprimir el tiempo. Por su parte, sobre el tema de la juventud en el

régimen presentista Hartog propone: “La negación a envejecer… sería otro indicio de ello, que

acompaña la valoración de la juventud como tal, en las sociedades occidentales que empiezan a

envejecer…” (141). Hay en Maqroll en una búsqueda de permanecer siempre joven, pero ésta no

corresponde a la búsqueda de juventud que ocurre en el imperio del tiempo presente, sino un

salirse del tiempo y el deber ser convencionales. Maqroll no busca ser joven físicamente (de

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hecho su cuerpo está en permanente desgaste y tiene siempre el aspecto de un hombre viejo),

sino una espiritual que se refleja en su forma de concebir la vida: para él nacer, crecer,

reproducirse, envejecer y morir, no son la regla. Así, Maqroll no pertenece al deber ser de un

régimen de historicidad que ve en el futuro y el progreso la posibilidad de habitar el presente,

pero tampoco puede sentirse plenamente identificado con una época en la que el presente

acelerado sea el único punto de referencia.

Finalmente, el trabajo es un elemento importante del régimen moderno, pues se entiende

como una forma de proyectarse hacia el futuro: en el trabajo está el progreso. Para Hartog la

inestabilidad de empleo que se vive en las sociedades occidentales del siglo XX está directamente

relacionada con el acenso del régimen presentista:

Ese tiempo [el del acenso presentismo] coincide también con el del desempleo en masa

al que entraron entonces las sociedades europeas. Para el desempleado, un tiempo día a

día, sin proyectos posibles, es un tiempo sin futuro. Para esos “hombres sin porvenir”,

como los nombraba Pierre Bourdieu, “el tiempo parecía aniquilares", pues “el trabajo

asalariado es el soporte, si no es que el principio, de la mayor parte de los intereses, de

las expectativas, de las exigencias, de las esperanzas y de las inversiones en el presente,

así como en el porvenir o en el pasado involucrado” (Hartog 140).

Para Maqroll la falta de esperanza y de expectativa no se relacionan con la falta de trabajo, pues,

por un lado, la pérdida de toda esperanza es una condición de su existir, y por el otro, el empleo

estable no es para él una opción de vida. A través de sus historias se ve cómo él y sus semejantes

no viven de tener un trabajo estable, sino de la realización de oficios que les permitan la

subsistencia. Maqroll no consigue dinero para proyectarse en un futuro (tener una casa y una

familia), sino para vivir y de continuar en movimiento.

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Palacio 32

En las Empresas y trubulaciones el Gaviero pasa por varios oficios, como el de minero en

Cocora durante la novela Amirbar, contador en el barco de Wito y proxeneta en Panamá durante

Ilona llega con la lluvia, contrabandista de armas, aunque en principio no sabe que ese es el

trabajo que está realizando, en la novela Un bel morir, estafador junto con Abdul Bashur en

Abdul Bashur soñador de navíos y comerciante de maderas en La Nieve del Almirante, entre

otros. Bien porque no sabe en qué se está embarcando, o bien porque no está dispuesto a quedarse

estancado en un solo oficio, estas empresas fallidas dejan la sensación de que no es el indicado

para realizar esos trabajos. El Mayor6 de La Nieve del Almirante describe acertadamente esta

condición de Maqroll al decirle: “usted no es hombre para permanecer aquí mucho tiempo”

(Mutis, La Nieve del 39). Finalmente, el de gaviero es el oficio que mejor describe a Maqroll.

Aunque nunca se le narre realizándolo, Maqroll continúa siendo un gaviero pues sigue teniendo

la capacidad de otear el horizonte y ver más allá de lo que otros ven. Tal vez por esto, de los que

realiza, el oficio más idóneo para Maqroll es el de contador, no sólo en el barco de Wito donde

lleva el balance de un barco quebrado, sino en el lanchón de La Nieve del Almirante en el que,

sobre las formas de contabilidad del Capitán, lleva el balance de su travesía por el Xurandó, de su

vida y, de alguna manera, de su particular forma de entender la condición humana.

6 Este personaje es el mayor de la estación militar de la selva por la que viaja Maqroll. Se refieren a él como el Mayor.

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Palacio 33

4. Maqroll y sus estrategias discursivas para habitar su época

En La Nieve del Almirante Maqroll dice: “leo y escribo por turnos” (La Nieve del 44). En estas

dos actividades ocupará el Gaviero gran parte del tiempo de su viaje por el río Xurandó, pues le

permitirán tomar distancia del presente que está viviendo. Así, la lectura y la escritura son

distracciones, tanto de su presente inmediato en el lanchón como del presente de la época en la

que habita. Mediante la lectura y la narración de sus historias Maqroll el Gaviero encuentra una

forma de meditar y sobrevivir al malestar que le produce esa época en la que le tocó habitar y con

la que, como ya se ha visto, no logra sentirse identificado. La lectura le permitirá encontrar

constantes en el destino de los hombres, y leerse de alguna manera en las historias de otros

vencidos. La escritura por su parte, le permitirá encontrar una forma de soportar su presente,

exorcizar sus derrotas, e incluso, después de relatar a otros sus historias, llegar a ser inmortal en

el relato del otro.

4.1 Maqroll y el relato histórico

Gran parte de las entradas del diario del Gaviero en La Nieve del Almirante tienen que ver con el

libro que está leyendo sobre el asesinato del Duque de Orléans, y los pensamientos que esta

lectura le suscita. Pero también, la lectura se convierte en una forma de distraerse y escapar

momentáneamente del ambiente de la selva y el lanchón en el que viaja. En la entrada de “Marzo

18” dirá:

He leído hasta conciliar el sueño. En la noche el calor no cesa y, tendido en la hamaca,

pienso largamente en las necias indiscreciones del Duque de Orléans y en ciertos rasgos

de su carácter que irán a repetirse en otros miembros de la branche cadette, siempre de

distinto tronco, pero con las mismas tendencias a la felonía, las aventuras galantes, el

placer dañino de conspirar, la avidez por el dinero y una deslealtad sin sosiego. Habría

que pensar un poco en las razones por las que tales constantes de conducta aparecen de

Page 35: Maqroll y su malestar con el tiempo en el que habita

Palacio 34

forma implacable, casi hasta nuestros días, en estos príncipes de origen tan diferente. (La

Nieve del 20)

Se ve cómo la lectura cumple para el Maqroll una doble función; por un lado lee para poder

quedarse dormido (en la novela Un bel morir leerá la vida se San Francisco de Asís con el mismo

propósito), y por el otro, la lectura le permite meditar sobre la vida y la historia de Occidente:

“Este variopinto conjunto de itinerarios literarios pone en evidencia la obsesión mutisiana de

emprender una fuga ético-estética hacia lejanos ámbitos espacio temporales, pero no con la

intención de borrar de su obra todo referente al mundo contemporáneo, sino de matizar y

acentuar la crítica a éste al contrastarlo de forma metafórica con los universos geográficos e

históricos evocados en su particular conjunto de escritos” (Barrero 306-307). Así, la lectura de

relatos históricos permite que el Gaviero analice el presente en el que vive y, en este caso, medite

sobre los motivos por los cuáles la monarquía desapareció (Maqroll se ha descrito como un

“chuan perdido en el siglo XX”).

Adicionalmente, la lectura de relatos históricos hace que Maqroll logre ver críticamente el

presente histórico en el que habita. Por esto Pierre Lepape planteará en su ensayo “Victorias de

Ultratumba” (2001):

Si los libros alejan momentáneamente al Gaviero de las vicisitudes de lo real y de las

obligaciones de lo inmediato, también le proporcionan muchas armas intelectuales en la

lucha que ha emprendido contra la pesadez del mundo, ya sea designada como la

Naturaleza, la Razón, la Sociedad o el Destino. Los libros no son paréntesis ni riquezas

culturales que convendría poseer, ni tampoco espejos ante los que descubriríamos

quienes somos. Son las armas personales que junta cada uno para esa batalla física y

espiritual que constituye la práctica de la vida, incluida la muerte. (Lepape 147)

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Palacio 35

La lectura se convierte entonces en una herramienta para enriquecer la visión de mundo mediante

la cual el Gaviero enfrenta y se relaciona con su presente histórico. En la entrada del 30 de mayo

Maqroll escribe una reflexión sobre el libro que está leyendo y cómo éste le habla de la vida: “En

cualquiera de las miserables rancherías que hemos ido dejando atrás, conviven un Juan sin Miedo

y un Luis de Orléans y a éste le espera otro oscuro rincón semejante a de la Rue Vieille-du-

Temple, en donde tiene cita con la muerte. Hay una monotonía en el crimen que no es

aconsejable frecuentar ni en los libros ni en la vida” (La Nieve del 55). Maqroll encuentra en la

historia de Occidente y el comportamiento de los hombres algunas constantes, y a partir de éstas

observa y habita el mundo. Dichas constantes le muestran que el pasado, el presente y el futuro

no difieren radicalmente y que ningún tiempo fue mejor que el otro porque siempre ha existido

una “monotonía en el crimen”. Así, el Gaviero no es anacrónico únicamente porque no se sienta

identificado con ninguno de los regímenes de historicidad del siglo XX (régimen moderno y

presentismo), sino porque siente hastío por las constantes que han marcado el destino humano en

cualquier época. La lectura del relato histórico se convierte en una confirmación, de su condición

de exiliado en el mundo.

Cabe analizar qué tipo de relatos históricos le interesan al Gaviero. Ya se ha visto cómo

uno de los libros que siempre lleva consigo son las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand,

en las que lee la visión de mundo de un hombre que, como él, no logra sentirse identificado con

los regímenes de historicidad del momento en el que habita. En La Nieve del Almirante lee la

historia del asesinato del Duque de Orléans7 a manos de Juan sin Miedo, del cual le sorprende “la

completa inutilidad del crimen, la notoria ausencia de consecuencias en el curso de este magma

7 Luis de Valois (Duque de Orléans desde 1392 hasta su muerte en 1407) y Juan I de Borgoña o Juan sin miedo, se disputaron la regencia de Francia constantemente. Luis de Valois tenía sangre real pero era muy impopular entre el pueblo. Juan sin miedo fue nombrado guardián real de los hijos de Carlos VI, posibles herederos del trono, y regente de Francia por decreto. Esto hizo que la enemistad de ambos creciera hasta volverse pública. En 1402 Juan sin miedo ordena el asesinato del Duque de Orléans.

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Palacio 36

informe y ciego que avanza sin propósito ni cause determinados y que se llama la historia” (La

Nieve 55). En Un bel morir lee la vida de San Francisco de Asís y un libro del Príncipe de Ligne.

En el apéndice de Amirbar titulado “Las lecturas del Gaviero” se dice que siempre llevaba en el

bolsillo del chaquetón marinero las Mémories du Cardinal de Retz8 y que lo llevará siempre

consigo porque: “Nadie ha mentido con tanta lucidez para defenderse ante la historia y, al mismo

tiempo, relatar las más desvergonzadas y peligrosas intrigas con una claridad y distancia que

hubiera envidiado Tucídides” (Amirbar 469). Sobre el hecho de que Maqroll lea las Memorias

del Cardenal de Retz Pierre, Lepape plantea:

Las Memorias de los vencedores están gangrenadas por su éxito presente. Creen haber

ganado porque lo han merecido. Porque eran los mejores, porque tenían razón, porque

Dios, el bien, el progreso o el sentido de la historia estaban con ellos. Su victoria tiene el

alcance moral de una ecuación. Los vencidos son los que han luchado pese a todo. De su

lucha no queda más que esto: su lucha. (Lepape 145)

El Gaviero lee entonces historias de vencidos y derrotados; historias de hombres cuyas acciones

no cambiaron el curso de la historia como ellos deseaban. Maqroll lee esos relatos históricos pues

se siente identificado con la derrota de sus protagonistas, porque le permiten tomar distancia de

sus propias derrotas, porque los protagonistas de estos relatos son, como él, derrotados y

exiliados de su momento histórico, y también porque reconoce en ellos la imposibilidad del

hombre para cambiar su destino.

4. 2 El relato como forma de habitar y evitar la muerte:

En La Nieve del Almirante la escritura de Maqroll tiene un componente práctico que le permite

sobrevivir al día a día. El Gaviero escribe su diario para dejar registro de lo que le ocurre en el

8 Jean-François Paul Gondi, Cardenal de Retz fue un escritor y político francés del siglo XVII que se distinguió por participar en diversas conspiraciones siempre fallidas.

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Palacio 37

viaje por el río Xurandó; no sólo de las acciones que realiza, que son pocas, sino también de los

pensamientos y sentimientos que va teniendo en el transcurso de su viaje. Así por ejemplo,

cuando debe pasar una noche en el cuartel militar que se encarga de vigilar la zona Maqroll

escribe:

Escribo para conciliar el sueño. No sé cuándo vamos a partir. Entre más pronto creo que

será mejor. Este no es lugar para mí. De todos los sitios que me han acogido en este

mundo, y que son tantos y tan variados que ya he perdido la cuenta, éste, sin duda, es el

único en donde todo me es hostil, ajeno, cargado de un peligro con el cual no sé cómo

negociar. Me prometo jamás volver a pasar por esta experiencia que maldita la falta que

me hacía. (La Nieve del 39)

El gesto de manifestar por escrito los motivos prácticos por los cuales escribe muestra cómo para

Maqroll la escritura del diario tiene un valor inmediato; pero, adicionalmente, se ve cómo la

escritura del Gaviero da cuenta del malestar que le suscita el ambiente del cuartel, cuyas

dinámicas le son totalmente ajenas. Escribe entonces para conciliar el sueño en un lugar que le

produce un gran malestar, y también como una forma de manifestar que tampoco era de ahí y que

espera que su errar no le lleve otra vez a un lugar como ese.

Sin embargo, la escritura, como la lectura, cumple además una función vital. Consuelo

Hernández escribe sobre la finalidad de la escritura de Maqroll en su libro Álvaro Mutis: una

estética del deterioro:

El contar tiene una finalidad. Si Maqroll poetiza hasta 1987, si después escribe las

memorias de sus andanzas fue, quizás, por una vaga esperanza del poder purificador de

la palabra. Maqroll nunca escribió para publicar. Maqroll escribió para conjurar sus

demonios, para liberarse del inmenso rechazo y para comunicar a su amigo (otro yo) lo

que pasaba en su vida. Este efecto de exorcismo es contagiado al lector(a) que no busca

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Palacio 38

en sus novelas un final catártico, ni es guiado por el interés de ver un desenlace.

(Hernández 173)

En efecto el Gaviero no escribe para ser publicado; su diario tenía como destinataria a Flor

Estévez, y sus papeles e historias, a su amigo y narrador anónimo. Casi al final del diario Maqroll

escribe una carta para Flor Estévez:

Me he puesto a escribir una carta para Flor Estévez, sin otro propósito que sentirla

cercana, y atenta a la descabellada historia de este viaje. Confío en entregársela algún

día. Por ahora, el alivio que me proporciona redactar esos renglones es, de seguro, una

manera de escapar a este deslizarme hacia la nada que me va ganando y que, por

desgracia, me resulta más familiar de lo que yo mismo imagino cuando lo evoco como

algo que ya pasó sin dejar rastro aparente. (La Nieve del 75)

El Gaviero no está seguro de que esta carta llegue a su destinataria, pero la escritura le permite un

escape de la realidad que está viviendo y que reconoce ya como una más de sus derrotas.

Maqroll es un contador de historias: no sólo escribe su diario de viaje y algunos poemas,

sino que relata oralmente sus historias, de las cuales la voz introductora se encarga de ser

mediadora y transmisora. En el apéndice de La Nieve del Almirante titulado “Otras noticias sobre

el Gaviero”, la voz introductora que ha encontrado el diario adjunta varios textos, ya publicados

en los poemarios, entre los cuales se encuentra “La visita del Gaviero”. En este poema en prosa la

voz introductora relata la última visita que le hizo Maqroll el Gaviero, en la que le entregó sus

papeles y escritos para que dispusiera de ellos. Durante la conversación que sostiene con el

Gaviero, que será la última, Maqroll habla de sus relatos: “Cuando relato mis trashumancias, mis

caídas, mis delirios lelos y mis secretas orgías, lo hago únicamente para detener, ya casi en el

aire, dos o tres gritos bestiales, desgarrados gruñidos de caverna con los que podría más

eficazmente decir lo que en verdad siento y lo que soy” (La Nieve del 100). Se ve entonces cómo

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Palacio 39

la labor de relatar cumple una función catártica para el Gaviero. Éste describe su voz como

“gritos bestiales” y “desgarrados gruñidos”, que son imágenes que sugieren que la acción de

relatar implica dolor y desahogo. Así mismo, el relato le permite comunicar y exorcizar, aunque

de manera parcial, el malestar de habitar en un tiempo “por completo ajeno a sus intereses”, y así

ir construyendo una identidad marcada por la condición de exiliado y derrotado. De esta manera,

el relato se convierte para el Gaviero en una forma de habitar ese tiempo histórico en el que

habita, y con el que, como ya se ha visto, no logra sentirse identificado. Como consigna Maqroll

en su diario de viaje por el Xurandó: “Es como si en verdad se tratara sólo de hacer este viaje,

recorrer estos parajes, compartir con quienes he conocido aquí la experiencia de la selva y

regresar con una provisión de imágenes, voces, vidas, olores y delirios que irán a sumarse a las

obras que me acompañan, sin otro propósito que despejar la insípida madeja del tiempo (La

Nieve del 56). Si, como se dijo en el capítulo anterior, Marqoll habita su presente histórico a

partir de un constante errar, el relato de la errancia se convierte entonces en una opción vital; en

una forma de transmitir y dejar en la memoria de otros lo poco que el queda (imágenes, voces,

vidas olores y delirios) después de cada derrota.

En la entrada del 29 de junio, última del diario, Maqroll escribe: “Antes de una semana

estaré en La Nieve del Almirante contándole a Flor Estévez cosas que, de seguro ya poco tendrán

que ver con lo que en verdad sucedió” (La Nieve del 83). Al respecto Siemens apunta en su libro

Las huellas de los trascendental: “Maqroll es el narrador poco confiable por antonomasia; en

consecuencia, lo que el lector descubre, en una “suspensión voluntaria de la incredulidad”

introducida mientras lee sus historia, no debe tomarlo como más fidedigno que la historia de Don

Quijote. El significado ha huido en verdad del significante y todo lo que queda es un buen

cuento” (Siemens 199). El Gaviero se reconoce en su diario, que es ese lugar en el que se ha ido

reconstruyendo y construyendo, como un tejedor de historias que poco tienen que ver con la

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Palacio 40

verdad, y esto lo convierte, como dirá Siemens, en un narrador poco confiable. Sin embargo,

Maqroll no relata sus historias para transmitir una verdad absoluta pues, por un lado, la búsqueda

de la verdad, como principal valor de la modernidad, no está dentro de los intereses del Gaviero,

y por el otro, el valor del relato radica en que le permite habitar su presente.

Los relatos de Maqroll tienen entonces un componente de imaginación y otro de recuerdo.

El Gaviero desconfía de su memoria, y sin embargo, el recuerdo le permite relatar esas historias

que son para él una opción vital. François Hartog plantea en su libro Regímenes de historicidad

que en el régimen presentista, aunque el pasado ya no sirve como punto de referencia para habitar

el presente, sí hay una reivindicación de la memoria:

“Nuestra” memoria ya no es aquella, la que desde entonces no es “más que historia,

huella y clasificación”. Preocupada por hacer memoria de todo, es apasionadamente

archivística, contribuye a esta historización cotidiana del presente.... Totalmente

psicologizada, la memoria se ha convertido en un asunto privado, ocasionando una

nueva economía de “la identidad del yo”. “Soy yo [en adelante] quien debe recordarme y

soy yo quien me recuerdo”. (Hartog 153)

Así, para este historiador, el presentismo viene con una obsesión por registrar todo, una obsesión

de que todo, desde el momento en el que ocurre, quede registrado y se convierta en historia.

Maqroll, quien mediante sus acciones y pensamientos niega el régimen de la modernidad,

tampoco está en total concordancia con el régimen presentista. En su diario de viaje registra su

pasado inmediato, pero no tiene una obsesión por registrar todo lo que le ocurre. Éste está

compuesto de fragmentos significativos de lo que fue su viaje y que le permiten meditar sobre el

tiempo y sobre su vida.

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Palacio 41

Adicionalmente, Maqroll reivindica al mismo tiempo el olvido y la memoria: “¿En verdad

olvidamos buena parte de lo que nos ha sucedido? ¿No será más bien que esta porción del pasado

sirve de semilla, de anónimo incentivo para que partamos de nuevo hacia un destino que

habíamos abandonado neciamente? Torpe consuelo. Si, olvidamos. Y está bien que así sea”

(Mutis, La Nieve del 26). En esta afirmación puede verse cómo para el Gaviero el pasado sigue

siendo, aunque torpemente, una herramienta para proyectarse hacia algún futuro, así sea cercano

y totalmente incierto. Por su parte, reconoce que no todo puede, ni debe ser recordado, pero

también es el recuerdo, mezclado con la imaginación, el que le permite habitar el momento en el

que vive. Por esto, en una de sus reflexiones, consignadas por la voz introductora en el poema en

prosa “La visita del Gaviero”, Maqroll plantea:

Porque, al fin de cuentas todos estos oficios, encuentros y regiones han dejado de ser la

verdadera sustancia de mi vida. A tal punto que no sé cuáles nacieron de mi imaginación

y cuáles pertenecen a una experiencia verdadera. Merced a ellos, por su intermedio,

trato, en vano, de escapar de algunas obsesiones, éstas sí reales, permanentes y ciertas,

que tejen la trama última, el destino evidente de mi andar por el mundo. (La Nieve del

100)

La imaginación y el recuerdo se convierten entonces en materia prima de los relatos de

Maqroll, mediante los cuales escapa momentáneamente del malestar que siente ante su presente,

pero también se va tejiendo una autobiografía fragmentaria. Cabe recordar ahora que Maqroll

depende siempre de otro para que sus historias, mezcla de imaginación y recuerdo, se conozcan:

su diario de viaje es escrito para Flor Estévez y el lector llega a conocerlo únicamente porque

casualmente la voz introductora lo encuentra, lo transcribe y lo presenta. Así mismo, Maqroll

relata algunas de sus empresas, como la de las minas de Cocora en Amirbar, a esa voz

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introductora que se ha convertido en su amigo. De esta manera, esa autobiografía fragmentaria,

compuesta tanto de su diario de viaje por el Xurandó, como de las empresas y tribulaciones que

Maqroll va contando a otros, se narra para la “oreja del otro”:

El texto autobiográfico no es «firmado» por un autor que se compromete en una

identidad común con el personaje sobre el que escribe, sino que la estructura de la firma

hace que quien firme, en realidad, sea el «destinatario» del texto autobiográfico: la firma

no ocurre en el momento de la escritura sino en el momento en que otro me escucha: el

destinatario de la autobiografía escribe en lugar del emisor: la oreja del otro firma por

mí, me dice, constituye mi yo autobiográfico. (Loureiro 7)

En su diario Maqroll reconoce varias veces que escribe para otro; para Flor Estévez porque

aunque no llegue a leer lo que éste ha escrito la escritura le proporciona un alivio, o para el

Capitán porque lo considera un punto de referencia:

Me doy cuenta que me cuesta trabajo continuar este diario. En alguna forma, difícil de

establecer, buena parte de lo que he venido escribiendo estaba relacionado con su

presencia. No que pensara en ningún momento que él iría a leerlo alguna vez. Nada más

lejano a ese propósito. Es como si su compañía, su figura, su pasado, su manera de

subsistir al margen de la ida, me sirvieran de referencia, de pauta, de inspiración, para

decirlo de una vez a pesar de tanta necedad que esa palabra ha tenido que arrasar en

manos de los sandios. Lo que ahora registro en estas páginas, al estar relacionado

exclusivamente conmigo y con las cosas que veo o los hechos que suceden a mi lado,

adolece de un vacío, de una falta de peso que me hace sentir como un viajero de tantos

en busca de experiencias nuevas y de emociones inesperadas, o sea, lo que mueve mi

rechazo más radical, casi filosófico. Pero, por otra parte es evidente también, que me

basta recordar algunas de sus frases, de sus gestos, de sus órdenes desorbitadas, para

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hallar de nuevo el impulso que me permite seguir emborronando papel. (Mutis, La Nieve

del 70)

Se ve cómo Maqroll siente el vació del otro, a quien considera su semejante, y esto hace que se le

dificulte escribir. Es el otro quien le permite definirse por medio del relato como alguien más que

un simple viajero que busca experiencias nuevas. Es por esto que son ciertos destinatarios, a

quienes considera sus amigos e iguales, quienes le permiten contarse y definirse como un sujeto

anacrónico y que vive con un constante malestar con su época.

Pero también el relato para Maqroll significa no morir, no sólo porque por medio de ese

tejido entre recuerdo e imaginación se evita el tedio y se logra seguir viviendo, sino porque el

olvido es el camino hacia la muerte. Es por esto que en su diario relatará la historia que el

Capitán le ha contado y dice: “Lo que me dijo era para ser recordado después de su muerte, y

perpetuarse con su memoria que, él lo sabía, me acompañaría siempre” (La Nieve del 69). Por su

parte, en Ilona llega con la lluvia, también relatará a la voz introductora la historia de Ilona y su

muerte: “Porque la muerte, lo que suprime no es a los seres cercanos y que son nuestra vida

misma. Lo que la muerte se lleva para siempre es su recuerdo, la imagen que se va borrando,

diluyendo, hasta perderse y es entonces cuando empezamos a morir también” (Ilona llega con

198). El recordar a los otros hace que estos existan en el presente, y en ese sentido que no mueran

(son inmortales mientras estén vivos). Pero además el hombre habita en parte en sus seres

queridos, cuando estos mueren no sólo dejan de recordarlo, sino que se llevan consigo parte de lo

que él es. El Gaviero comienza a morir después de que los relatos se agotan, después de que ya se

ha narrado a Ilona y su muerte, y después de que Abdul Bashur encontró su propia muerte. Los

relatos sobre ellos son una forma de hacer memoria, de habitar el presente con ellos aunque no

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estén, pero cuando éstos se acaban, cuando ya se agota la posibilidad de relatarlos, es cuando

viene el olvido y con él la misma muerte del Gaviero.

Por esto, cuando visita por última vez a la voz introductora, en “La visita del Gaviero”, le

deja sus papeles, sus últimas huellas, tal vez con la esperanza de que los ordene y continúe

contando sus historias: “Me quedé repasando sus papeles, y en ellos encontré no pocas huellas de

la vida pasada del Gaviero, sobre las cuales jamás había hecho mención… Sentí su ausencia y

empecé a recordar su voz y sus gestos cuyo cambio tan evidente había percibido y que ahora me

volvían como un aviso aciago de que jamás lo vería de nuevo” (La Nieve del 103). En este punto

Maqroll parece ya haber perdido casi todos sus amigos y semejantes, pero le queda esa voz

introductora a quien no le ha contado aún todas sus historias, y quién aún puede recordarlo y

transmitir fragmentos de sus vivencias por medio de la escritura:

Maqroll deja para otros, para la comunidad de los testigos hallados en todos los mares y

puertos del globo, la tarea de escribir sus memorias de ultratumba. De vez en cuando,

mediante una larga carta, una confidencia, un fragmento de relato, les ofrece algunas

piezas para más adelante. No contará su vida como Chateaubriand: como si estuviese

muerto. Al contrario, precisamente por estar muerto, los libros pueden hacerle revivir.

(Lepape 147)

Así para el Gaviero el relato no es sólo una alternativa que le permite vivir con su presente, sino

que es aquella que le permite “ser inmortal mientras esté vivo” en el otro.

Sin embargo, aunque vive y sobrevive a través del relato, Maqroll no tiene una fe absoluta

en la palabra. En su palabra se cumplen al menos dos de las condiciones de la desesperanza y que

Mutis describirá en su conferencia La desesperanza (1965): la incomunicabilidad y la esperanza.

Michèle Lefort habla sobre este tema en su ensayo “Maqroll el Gaviero: nobleza y grandeza del

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vencido”: “«La desesperanza», conferencia que pronunció en febrero de 1965 en México,

constituye, en este sentido, una profesión de fe, un credo estético y filosófico del que Maqroll el

Gaviero es, a un mismo tiempo, ejemplo y portavoz” (Lefort 81). Los relatos de Maqroll son así

ejemplos de la desesperanza pues, por un lado, Maqroll desconfía de la palabra: “Saber que nadie

escucha a nadie. Nadie sabe nada de nadie. Que la palabra, ya, en sí, es un engaño, una trampa

que encubre, disfraza y sepulta el precario edificio de nuestros sueños y verdades, todos

señalados por el signo de lo incomunicable” (Mutis, La Nieve del 100), y por el otro la palabra es

su opción vital. Así aunque narrar sea una alternativa para Maqroll el Gaviero pues le da

esperanza, alivio y le permite sobrevivir en sus relatos, es consciente de que la palabra no puede

decirlo todo, y de que siempre tendrá un componente de incomunicabilidad.

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5. Conclusiones

Maqroll el Gaviero consigna en su diario de viaje, que es transcrito y presentado por la voz

introductora en la novela La Nieve del Almirante, las impresiones, los pensamientos, las

decepciones y los sueños que va teniendo a través de su tránsito por el río Xurandó en busca de

unos aserraderos a los que nunca logrará entrar. Así, este diario permite que el Gaviero, desde su

propia voz, no sólo dé cuenta de las acciones que realiza cada día de su viaje, sino también de

cómo éstas se relacionan con su pasado y con su particular visión de mundo.

En esta monografía se buscó, en primer lugar, analizar las particularidades de la voz de

Maqroll el Gaviero en la Nieve del Almirante, para demostrar cómo va adquiriendo una

autonomía discursiva en su tránsito de la poesía a la narrativa en la obra de Álvaro Mutis. En

segundo lugar, se analizó la enunciación del malestar que el Gaviero tiene con su momento

histórico a la luz de la teoría sobre los regímenes de historicidad planteada por François Hartog,

dado que ésta permite una posible lectura de dicho malestar. Finalmente, se estudió cómo, a

través de estrategias discursivas (la lectura, el relato oral y la escritura), Maqroll logra habitar con

el malestar que le suscita la época en la que le toca vivir.

La voz de Maqroll el Gaviero estará siempre mediada por otro; una voz introductora que

en la poesía se presentará como una voz plural, pero que en la narrativa se irá convirtiendo en una

voz singular con una historia y unos intereses propios. Del mismo modo, la voz de Maqroll irá

adquiriendo una autonomía discursiva pues, a pesar de que siempre dependerá del otro para que

su discurso llegue a conocerse, a partir del diario que se transcribe en La Nieve del Almirante

Maqroll empieza a ser quien cuenta, crea y recrea, su propia historia y la de otros.

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La propuesta teórica de Hartog plantea que los regímenes de historicidad son formas de

relacionarse con el tiempo (con el presente, el pasado y el futuro) que predominan en una

sociedad y un momento histórico determinados. La lectura del malestar que Maqroll siente con su

tiempo, a la luz de esta teoría, muestra cómo ese Gaviero, que se siente ajeno a la época en la que

habita, tiene una condición propia, aunque no por eso común, de un sujeto del siglo XX.

Así, éste habita y escribe su diario y otros documentos en un momento en el que el

régimen moderno (en el que el futuro es el referente para habitar el presente) y el presentismo (en

el que el único referente para habitar el mundo se encuentra en el presente) están en tensión.

Maqroll vive en esa tensión y no logra sentirse identificado con ninguno de los regímenes de

historicidad predominantes en el momento histórico en el que habita. Para él, el futuro no implica

progreso y la razón no conduce necesariamente al hombre hacia un futuro mejor. Sin embargo, no

vive únicamente en función del presente pues para él, perseguir sueños inalcanzables y empresas

fallidas, le da razones para seguir viviendo; para continuar en movimiento.

La errancia es la materia prima que permite que Maqroll sea un contador de historias; un

sujeto que lleva la cuenta de sus derrotas, de su vida y la de sus semejantes, y de su permanente

obsesión con pertenecer a un mundo que le es ajeno. La narración de historias, así como la lectura

de historias sobre otros, se convierte entonces en una opción vital para el Gaviero. Por un lado, la

lectura de relatos históricos le proporciona un escape de sus circunstancias inmediatas, y una

forma de leer en otros vencidos su visión de mundo y su propia condición. Por su parte, la

escritura le permite exorcizar los demonios y dar cuenta o sacar de si, el malestar interior con el

que habita.

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Pero la escritura es también para el Gaviero una forma de recordar e imaginar su vida y la

de aquellos a quienes considera parte de su propio ser como Flor Estévez, Ilona, Abdul Bashur y

los capitanes de algunas embarcaciones, entre otros. El relato le permite salvar, por unos

instantes, del olvido algunos fragmentos de su ser como lo son sus amigos y semejantes, pero

también le permite sobrevivir en el relato de los otros. Maqroll se recrea o crea una autobiografía

fragmentaria para “la oreja del otro”. Es ese otro que escucha sus historias quien después contará

e inventará de nuevo las historia del Gaviero y, de esta manera, hará que sea inmortal mientras

viva en la narración. Sin embargo, Maqroll es siempre consciente de que la palabra falla: no

puede dar cuenta de todo y no todos la entienden por igual. La opción vital que el relato

proporciona a Maqroll está marcada entonces por la conciencia de la incomunicabilidad de la

palabra y, en ese sentido, es una confirmación de su condición de desesperanzado. Maqroll se

convierte así en el arquetipo del desesperanzado, ese tipo de hombres y personajes que Álvaro

Mutis describió en su conferencia La desesperanza.

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6. Bibliografía

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