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Mapa etnolingüístico de los quechua- hablantes bolivianos en Buenos Aires: sincretismo y limininaridad Patricia Dreidemie Resumen Desde una perspectiva descriptiva y etnográfica, el artículo diseña un mapa etno- lingüístico que intenta dar cuenta del espacio liminar en el que habitan lo s quechua-hablan- tes migrantes bolivianos residentes en Buenos Aires (Argentina). En é l, se parte de una con- cepción dinámica del espacio social -físico y simbólico- como campo político regulado por múltiples economías de valor que compiten históricamente, por lo que se considera las prác- ticas lingüísticas participantes en la constitución de los territorios comunitarios y su regu- lación jurídica. Como resultado, se expone una especie de fotografía fija -una abstracción parcial e interesada- que no aísla el foco del análisis (las prácticas comunicativas) de su (apa- rente) fondo: el marco histórico, político y sociocultural. El recorrido refiere, en primer lugar, aspectos teóricos y metodológicos que sostienen el trabajo de campo y el análisis de los datos. En segundo lugar, delinea parte del entramado de articulaciones históricas que configuran las trayectorias migratorias y la conformación de la(s) geografía(s) emergente(s). En tercer lugar, revisa las prácticas vinculantes que (re)crean la minoría étnica y lingüística en Buenos Aires. Finalmente, focal iza las formas de habla do- cumentadas en relación con las (contradictorias) ideologías lingüísticas que se implican. En particular, introduce el "hablar mezclado" (quechua/español), que recibe ocasionalmente el nombre nativo !lle "chapusqa" (en q ., 'revuelto). A partir de un análisis lingüístico-antropo- lógico, se propone que la alta frecuencia de rasgos de contacto distingue una variedad de la lengua de herencia que, en el contexto inmigratorio, se constituye en objeto de etnicización, conformando un "hábitat" sincrético diferencial de la comunidad discursiva local. Nº 46, primer semestre de 2008 85

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Mapa etnolingüístico de los quechua­hablantes bolivianos en Buenos Aires:

sincretismo y limininaridad

Patricia Dreidemie

Resumen

Desde una perspectiva descriptiva y etnográfica, el artículo diseña un mapa etno­lingüístico que intenta dar cuenta del espacio liminar en el que habitan los quechua-hablan­tes migrantes bolivianos residentes en Buenos Aires (Argentina). En é l, se parte de una con­cepción dinámica del espacio social -fís ico y simbólico- como campo político regulado por múltiples economías de valor que compiten históricamente, por lo que se considera las prác­ticas lingüísticas participantes en la constitución de los territorios comunitarios y su regu­lación jurídica. Como resultado, se expone una especie de fotografía fija -una abstracción parcial e interesada- que no aísla el foco del análisis (las prácticas comunicativas) de su (apa­rente) fondo : el marco histórico, político y sociocultural.

El recorrido refiere, en primer lugar, aspectos teóricos y metodológicos que sostienen e l trabajo de campo y el análisis de los datos. En segundo lugar, delinea parte del entramado de articulaciones históricas que configuran las trayectorias migratorias y la conformación de la(s) geografía(s) emergente(s). En tercer lugar, revisa las prácticas vinculantes que (re)crean la minoría étnica y lingüística en Buenos Aires. Finalmente, focal iza las formas de habla do­cumentadas en relación con las (contradictorias) ideologías lingüísticas que se implican . En particular, introduce el "hablar mezclado" (quechua/español), que recibe ocasionalmente el nombre nativo !lle "chapusqa" (en q., 'revuelto). A partir de un análisis lingüístico-antropo­lóg ico, se propone que la alta frecuencia de rasgos de contacto distingue una variedad de la lengua de herencia que, en el contexto inmigratorio, se constituye en objeto de etnicización, conformando un "hábitat" sincrético diferencial de la comunidad discursiva local.

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Palabras-clave: migrantes bolivianos en Buenos Aires - espacio social liminar - práctica comunicativa - sin­cretismo etnolingüístico - quechua mezclado

"{. . .} alegría sentimos al hablar quechua / como si estuviéramos en nuestro lugar/ en nuestra tierra / en nuestro territorio:: [. . .}"

CI. (Escobar, Buenos Aires, 26/7/04)

" noqa jamurqani kayman / eh: 'yo fui hacia aquí / eh:

kayman jamurqani / hacia aquí fui (alejándome de mi pueblo)

ochenta y cinco watapiF,a en el año '85

chaymanta ripusqani jamusqani // después me iba y volvía

mana sayachurqani // no paraba'

-el consultante cuenta así el principio de su migrancia-

T. (Liniers, Buenos Aires, 8/5/02)

J. Hacia una cartografía sociocultural. Aspectos teóricos y metodológicos

En la asignación del lugar que ocupan las poblaciones indígenas en la Argentina se ha enfatizado históricamente las diferencias en términos culturales esencialistas, enmasca­rando la naturaleza sociopolítica y dialéctica de las representaciones bajo la ilusión de la existencia de una cultura hispana "desmarcada y hegemónica" , o sea "neutra", versus otras "culturas marcadas y subalternizadas", o sea "diferentes" . En el caso de la tradicional mi­grancia de quechua-hablantes, esta situación se ha agudizado por tratarse de una población indígena a la que se señala (en contraste con otros grupos aborígenes locales) como extran­jera, con lo que las fronteras han tendido a naturalizarse. Sustituyendo esta lógica de la di­ferencia por el análisis político de los procesos de conformación de otredades históricamen­te producidas, en la investigación que presento opto por recorrer los lugares por los que circularon y circulan los hablantes de quechua (de la variedad cuzqueño bolivi ano 1

) en el contexto inmigratorio de Buenos Aires con el objetivo de perfilar tanto los condicionam ien­tos que regulan la territorialización sociocultural del colectivo social como el acceso a la di-

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La variedad del quechua hablada por la población seleccionada es conocida como "quechua cuz­queño-boliviano", también clasificada como 'meridional' o 'sureño". Es identificada como QII C según la clasificación más aceptada (Torero 1964; citado en Cerrón Palomino 1987). Habitual­mente se identifica a sus hablantes como "quechua-bolivianos", donde "bolivianos" no hace di ­recta referencia a la nacionalidad 'oficial' de las personas, que puede ser vari ada dacia la tradi cio­nal migrancia. Los hablantes, en general , adscriben a la identidad boliviana por identi ticarse con la "colectividad", sus lugares de origen, creencias y costumbres.

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versidad de estrategias que las personas emplean para la apropiación o conformación de un territorio o jurisdicción común.

Me acerco al espacio social a partir de la noción desarrollada por Bourdieu ( 1985a) quien lo concibe como un ámbito político regulado por múltiples economías de valor que compiten históricamente. Asimismo, mi análisis retoma del autor el concepto de campo, que se define como un sistema predeterminado de posiciones que exigen clases de agentes pro­vistos de cualidades socialmente constituidas; y habitus, que hace referencia a aquellas dis­posiciones inconscientes y subjetivas de las personas producidas por la interiorización de estructuras objetivas (Bourdieu 1997). Por otro lado, mi aproximación se sostiene sobre de­sarrollos de Foucault (1970, 1972 y 1973), en particular, sobre las nociones deformación, regímenes de jurisdicción y órdenes discursivos. En el primer caso, según Foucault, la.for­mación refiere una articulación histórica (ni natural ni arbitraria) emergente por la acumula­ción u organización de prácticas heterogéneas de apropiación selectiva que atraviesan tiem­pos y espacios. Ella describe líneas que distribuyen, localizan y conectan prácticas cultu­rales, efectos y grupos sociales; es decir, que confieren el 'sentido social' en el marco de la luchas por la hegemonía territorial.2 Tanto jurisdicción como órdenes discursivos focal izan, apoyándose en las investigaciones angloamericanas sobre juegos (Wittgenstein 1958; Aus­tin 1962; Searle 1969; Goffman 1981 , entre otros), las representaciones de espacios domi­nados por reglas establecidas desde ciertos lugares de poder y sistemas de control que po­sibilitan la emergencia de subjetividades específicas, siempre frente a otros .3 4

A partir de la propuesta foucaultiana, Grossberg ( 1992) nos aporta el concepto de movilidad estructurada, que describe las configuraciones espaciales como sistemas hege­mónicos que, sin ser determinantes, orientan las prácticas de los sujetos a través de cier­tos itinerarios, produciendo señales que indican movimientos y estabilidades (e.g. , rasgos identitarios). Su planteo considera la agentividad de las personas quienes orientan sus des­tinos elaborando estrategias que confirman, recrean o resisten posicionamientos y contro­les. Para su análisis, Grossberg desarrolla una metodología basada en el examen de lo que llama maquinarias de diferenciación y maquinarias de territorialización. El primer con­cepto implica la decontrucción de los regímenes de verdad que operan en la formación de identidades diferenciales en contextos témpora-espaciales específicos. El segundo concepto,

2 "A discursive formation , then, <loes. not play the role of a fi gure that arrests time and freezes il for decades or centuries; it detem1ines a regularity proper to temporal processes; it presents the principie of articulation belween a series of discursive events and other series of events. Lrans­formations , mulations, and processes. lt is not an atemporal form but a schema of correspon­dence between severa( temporal series". (Foucault 1972).

3 En términos de Foucault ( 1973),"( ... ) juegos estratégicos de acción y reacción, de pregunta y res­puesta, de dominación y retracción. y también de lucha. El discurso es ese conjunto regular de hechos lingüísticos en determinado nivel, y polémicos y estratégicos en otro".

4 El concepto de jurisdicción o territorio para referirse al ámbito de la interacción discursiva como ámbito pqlítico de confronlación ha sido retomado por diversas perspectivas de análisis del dis­curso: entre otras, la teoría de la enunciación, la sociología interacciona! y las teorías contem­poráneas sobre la argumentación. "Los rituales de la comunicación erigen e instalan la comuna­lidad del ambiente en que tienen lugar y, en este sentido, ( ... )materializan sus territorios com­partidos, esculpen el espacio común, mediante un trabajo de selección y realce". (Segato 2007:78).

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el de territorialización, se aplica a analizar aquellos regímenes de poder o jurisdicción que· emplazan las estabilidades y movilidades posibles de la vida cotidiana de las personas. 5 Para el recorrido que presento, es el segundo tipo de análisis el que adquiere funcionalidad. Se­gún Grossberg (1992: 19), las maquinarias de diferenciación construyen fronteras , diferen­cian "adentros" de "afueras"; mientras que las maquinarias de territorialización habilitan lu­gares sociales, determinan los efectos que adquieren las prácticas y producen sistemas de circulación específicos históricamente determinados (lo que llama la "espacialización del tiempo" o "temporalización del espacio").

Desde esta perspectiva, analizo las prácticas culturales de los migrantes en tanto actúan reflexivamente (de)construyendo ideologías y formas de ocupación dominantes, por ejemplo, al presuponerlas para poder posicionarse "legítimamente" en el espacio interétni­co. Dado que la mayoría de ellos viven sus cotidianeidades condicionados por lugares po­líticos de subordinación, sus prácticas, que podríamos llamar "de resistencia", configuran un sistema alternativo de significados e instituciones que lucha por establecer diferentes órdenes. Éste, si bien en muchos casos es útil al sistema dominante, en otros, se vuelve dis­ruptivo y cuestiona o busca transformar (sin garantías a priori) estructuras de poder. Defi­nir el espacio dinámico emergente como de frontera, de liminaridad (Turner 1967) o zona de contacto (Pratt 1992) implica no perder de vista su inestabilidad : la construcción de te­rritorialidades sobre un campo conflictivo de fuerzas y de asimetrías con respecto al poder social.6 Trayectorias de dominación y negociación, situaciones de migrancia, reconstruc­ción de centros y márgenes en el campo social , relaciones económicas, matrices interpreta­tivas emergen como experiencias colectivas que presuponen y recrean una zona de senti­do, un hábitat (geográfico y simbólico) compartido, aún transitoriamente, por los sujetos. Su conformación implica la articulación histórica de numerosos textos interacciona/es (Sil­verstein 1993): étnicos, locales, regionales, nacionales e internacionales, que establece re­laciones dialécticas con la polisemia de las prácticas culturales.

Abordar la complejidad del entramado que distingue la territorialidad (re)producida por la minoría etnolingüística en su cotidianeidad deviene en la figuración de una cartografía (que no se pretende inocente ni neutral ni exhaustiva) en la que las personas circulan con proyectos propios o compartidos pero de todos modos condicionados. Entendemos que las prácticas lingüísticas o discursivas participan en la constitución de estos territorios comuni­tarios y en su regulación jurídica (Foucault 1973). Ellas, en tanto actualizan posibilidades, efectos o estrategias de empoderamiento o resistencia dentro de un campo relacional, emer­gen como formas particulares de apropiación, significación o lucha por definir lugares socia­les . Son productos de una historia de relaciones sociales, "parcelas de la existencia" donde la incesante lucha de acentos ideológicos permanece y se evidencia (Voloshinov 1929).

5 La noción de "movilidad estructurada" permite pensar, espacialmente, la dinámica de estas ma­quinarias en función de los condicionamientos que impone habilitando a unos y deshabilitando a otros en la adquisición de ciertos recursos.

6 Acentuando el aspecto discursivo del espacio, algunos autores lo denominan "zona de interlocu­ción" (e.g., Grimson 1999; Caggiano 2005) Con cualquiera de los términos, referimos una zona de frontera tanto geográfica como simbólica que no necesariamente responde a topografias es­tatales pero que, en su dinámica, altera "las fronteras" del tipo que sean (nacionales u otras).

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La indagación que propongo adopta la orientación metodológica provista por la lin­güística antropológica (Duranti 1997), la lingüística de campo (Munro 2001) y la lingüística de contacto (Thomason y Kaufman 1988; Thomason 1996, 2001, 2003). En combinaciórÍ,con el relevamiento bibliográfico, sus lineamientos proponen la permanencia del lingüista en el campo, observando el lenguaje en su contexto social y estudiando la(s) lengua(s) en uso en forma directa y desde una aproximación etnográfica. Por ello, en la recolección de datos empleo diversas formas de trabajo de campo: el registro, mediante observac ión participan­te, de eventos de habla en diferentes situaciones comunicativas y espacios (residencias fa­miliares, quintas, talleres textiles, asociaciones civiles, fiestas)7, la elicitación de datos fo­nológicos y morfosintácticos con consultantes hablantes de quechua de distintas edades y sexo y la investigación colaborativa y dialógica a través de la pat1icipación en talleres di­versos en el marco de una asociación de mujeres migrantes.8

Para los fines expositivos, el desarrollo fragmenta sucesivamente el objeto de estu­dio. Sin embargo, cada uno de los pasos analíticos presupone el anterior; entre todos sos­tienen una red de condicionamientos y productividades recíprocos. La presentación se reali za según el siguiente orden: en primer lugar, se delinea parte del entramado de articulac iones históricas que configuran las trayectorias migratorias y la conformación de la(s) geografía(s) emergente(s). A continuación, se revisan las prácticas vinculantes que (re)crean al grupo, de las que participan las prácticas comunicativas (Hanks 1996). Finalmente, se focal izan las formas de habla documentadas en relación con las (contradictorias) ideologías lingüísticas implicadas (Schieffelin y Woolard 1998). En particular, se introduce el hablar "mezclado" (quechua/español) que recibe ocasionalmente el nombre nativo de "chapusqa " /capuSqa qheswa/ (en q., 'revuelto). Se propone que mediante rasgos pat1iculares de habla se recons­truye e indexicaliza el espacio fronterizo donde habita y se (re)crea la población quechua migrante, su lugar sociopolítico y la interpretación que ella misma recrea sobre su identi­dad (entendida en términos relacionales) (Silverstein 1976, 1993 ; Kulick 1992); por ello, se indagan las particularidades de la "mezcla" y de su uso a través de la dinámica social, en relación con complejos procesos de inserción y adaptación material de personas reales a un contexto concreto que también cambia.9

7 Desde el año 200 1, realizo trabajo de campo, recolectando materiales de primera mano, en dile­rentes barrios donde los quechua-hablantes bolivianos se han ido asentando en el área Metropoli­tana de Buenos Aires (e.g. , Liniers, Morón. Villa Soldati , Flores, Puente La Noria) . Desde el 2004. me concentro en particul ar en la zona de "quintas": extensos sembradíos fruti-hortíco las ubi ca­dos en los partidos de Escobar y Pilar (segundo cordón urbano de la ciudad) donde la mano de obra la aportan mayoritariamente los migrantes . El corpus se encuentra documentado en audio. video y a través de numerosos apuntes de campo. Confo rma un total de aproximadamente I JO horas de grabación. En la actualidad, trabajo en e l archivo digital de los materiales empleando tecnología actualizada de documentación lingliístic,1 y cultural (e.g. , Shoebox, Elan, etc. -programas desarrolladas por el Max Planck lnstitute de Nij­megen, Holanda-).

8 Asociac ión de Mujeres Bolivianas "Ayudarnos entre todos" (Escobar, Buenos Aires). Posee per­sonería jurídica.

9 Desde la geografía, también las aproximaciones más modernas a lo territorial incorporan una con­cepción del espacio como instancia social. Consideran que la cultura materi al y las espacialidades están significativamente constituidas y tienen un rol activo en e l proceso social, produciéndolo y reproduciéndolo (Santos 1990: 164).

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2. Territorialización geográfica. Reselil1 sobre migraciones y modos de tlistribució,i

En la definición de aquello que porta como común la población quechua que reside en Buenos Aires se presenta de forma recurrente la figura de la(s) frontera(s) y su traspa­so más o menos legitimado, que involucra tanto idas como vueltas y diseña múltiples y su­perpuestas fragmentaciones: pasar de Bolivia a Argentina o viceversa, de regiones altas a bajas, de zonas rurales a urbanas, de categorías sociales (e.g., de indígenas a "paisanos"), del vernáculo al español, etc. En sus múltiples interpenetraciones, estos "pasajes" repro­ducen un lugar donde los migrantes se encuentran conflictivamente con procesos que ope­ran en la delimitación de la colectividad: por un lado, la presión del estado argentino por neutralizar la diversidad cultural en pos de una cultura singular y homogénea; por lo que confronta, a través de políticas concretas de control , una migrancia tradicional que resiste. Por el otro, una historia social de recepción de inmigrantes que, "a contramano de lo sos­tenido por el mito oficial ['el crisol de razas'], moldea una matriz de tensiones y desprecios" (Caggiano 2005:48). 1º

En contexto más amplio de América Latina, los movimientos migratorios constituyen un rasgo actual e histórico. En el intento de mejorar sus condiciones de vida, miles de lati­noamericanos cruzan fronteras nacionales no sólo a países del Primer Mundo (U .S.A., por ejemplo) sino también hacia países limítrofes, como es el caso de peruanos, paraguayos y bolivianos que ingresan a Argentina en busca de trabajo. 11 Las condiciones laborales lo­cales, las condiciones políticas y, fundamentalmente, la persistencia de redes sociales con­formadas históricamente favorecen esta opción. Por otro lado, los desplazamientos pobla­cionales desde Bolivia a la Argentina tienen una larga historia (se remontan más allá de la formación de los estados nacionales) y una gran relevancia para ambos países. 12 Las cau­sas de la emigración son variadas: exilios políticos, estudios en el extranjero, búsqueda de oportunidades económicas, etc . En los últimos años , se han agregado factores ecológicos y ambientales (restricciones del medio ambiente, problemas demográficos, escasez y dete­rioro de la tierra, "falta de agua", etc.) . Estas últimas motivaciones afectan de manera direc­ta a generaciones de campesinos (provenientes del altiplano y de los llanos), muchos de

1 O Lejos de acompañar positivamente el movimiento poblacional, la política migratoria argentina ha impulsado un mecanismo de ingreso fácil y permanencia dificultosa. A través de una normati va migratoria que combina amnistías periódicas con variados decretos, la intervención estatal lrn pro­movido históricamente la "ilegalidad" sobre los "poco deseados" inmigrantes regionales. Las regla­mentaciones posteriores a 1950 dan prueba de ello. Actualmente, la situación parece querer modi­ficarse. Por ejemplo, el llamado plan "Patria Grande" está permitiendo a los migrantes iniciar su regularización documentaria. Sin embargo, es prematuro sacar conclusiones sobre sus etectos.

11 Pero también, como lo señala Caggiano (2005: 49), de brasileros en Uruguay, centroamericanos en México, haitianos en República Dominicana, colombianos en Venezuela, nicaragüenses en Costa Rica, y refugiados guatemaltecos y salvadoreños que constituyen la quinta parte de la población total de Bélice. Los datos expuestos fueron difundidos por la Oficina Nacional de Migraciones de los EE.UU. en 1996. Existe una vastísima bibliografia sobre el tema.

12 Para Bolivia, la población que migra hacia Argentina representa el 73% de los que dejaron e l país (Grimson 1999). Para Argentina, los bolivianos inmigrantes constituyen uno de los dos grupos nacionales (junto a los paraguayos) que aumentó su número en los últimos años.

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los cuales buscan asentarse en "el cordón verde" del con urbano bonaerense ( e.g. , parti­dos de Escobar y Pilar) donde he realizado particularmente trabajo de campo y donde las personas continúan con sus tareas agrícolas.

Para su estudio, se ha sistematizado el flujo migratorio de diferentes formas. En lo contemporáneo, Sassone ( 1987) distingue cuatro etapas a gran escala en la migración de bolivianos a la Argentina. Las dos primeras son anteriores a la década de 1960 y su rasgo diferencial es que se trata de una migración estacional: la primera, orientada hacia la zafra azucarera de Salta y Jujuy; la segunda, combina la zafra con los trabajos en el tabacal y las cosechas fruti-hortícolas . La tercera etapa se desarrolla entre 1960 y 1970 y se caracteriza por una mayor cantidad de zafreros en los ingenios de El Ramal , en Jujuy, por la movilidad hacia los Valles Jujeños (mayor entre bolivianos que en la población local) y por la partici­pación en la vendimia y en las cosechas fruti-hortícolas de Mendoza. La cuarta etapa, des­de 1970, se caracteriza por una difusión mayor de los asentamientos hacia ciudades del cen­tro y del sur del país (Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Bahía Blanca, entre otras ciudades) y por una búsqueda de empleo permanente y ascenso socioeconómico (Balán 1990; Grimson 1999, Caggiano 2005). De a poco, la presencia de bolivianos en el Área Me­tropolitana de Buenos Aires, va incrementándose.13 Por su lado, Zalles Cueto (2002), a partir del criterio de la "legitimación integral del migrante como sujeto económico y social", aña­de una quinta etapa, de 1984 en adelante, que se distingue por la creación de organizacio­nes e instituciones diversas de la "colectividad boliviana". En conjunto, surge un claro con­traste entre las primeras etapas de la migración (ántes de 1950) y las últimas: se pasa de mi­graciones del tipo (predominante) rural-rural al del tipo rural-urbana (disminuyendo paula­tinamente el tipo rural-rural). Como señalan Grimson y Paz Soldán (2000), los migrantes han dejado progresivamente de localizarse en zonas marginales para instalarse en el corazón de las grandes ciudades: dentro y fuera de los cordones urbanos.

Un dato emergente del trabajo de campo es el punto de inflexión que significó el 2001 para el flujo migrante: durante este año muchos bolivianos regresaron a sus lugares de ori­gen. 14 Sin embargo, muchos retornaron nuevamente a la Argentina luego de breves periodos de estadía en Bolivia, y otros directamente ni se plantearon la posibilidad de retornar a Boli­via. Condiciones infraestructurales de nuestro país (escuelas, hospitales, agua potable, etc.) parecen volverlo atractivo más allá de los aspectos estrictamente económicos y de las varia­ciones del tipo de cambio. Por otro lado, la ex istencia de redes y lazos sólidos intra-comuni­tarios (laborales, recreativos, de asistencia soc ial, culturales, etc.) establecidos aquí promue­ven la radicación a largo plazo de los m igrantes que vienen territorial izando de diversos modos el nuevo espacio. Finalmente, desde principios del año 2006, la asunción de Evo Mo-

13 El área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) comprende Capital Federal y los 22 partidos del Conurbano Bonaerense (el "Gran Buenos Aires" que reúne los "cinturones"). Es allí donde se con­centra más de la mitad de los migrantes originarios de países vecinos {Lattes y 13ertoncello 1997: 6 y 12). 1

14 Durante e l 2001 , en Argentina, dentro de un marco de crisis político-institucional genera l, se aban­donó la "ley de convertibilidad" (que establecía la paridad l= I del peso en relación con e l dólar estadounidense). Con ello, la devaluación del peso intensificó la reces ión, el crecimiento de la des­ocupación y, de su mano. los niveles de pobreza e indigencia.

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rales a la presidencia de Bolivia moviliza nuevamente el planteo de retornar, abre nuevas posibilidades en las trayectorias de los migrantes y, en general, para los residentes en Argen­tina, sostiene la esperanza de ser reconocidos activamente por el estado boliviano, por ejem­plo, a través del acceso al voto y la conformación de redes institucionales internacionales.

Dentro de la multiplicidad que implica el "universo" de bolivianos\ que residen en Buenos Aires, me concentro en lo que sigue sobre la situación particular de los hablantes de quechua tal como la experimenté durante mi trabajo de campo. Se trata de una población que proviene mayoritariamente del Departamento de Potosí. Recorriendo sus barrios, interiori­zándome y participando en las actividades y problemáticas de la comunidad, manteniendo continuidad y regularidad en las visitas, mediante entrevistas o historias de vida pude obser­var que se trata de una población que tiende a asentarse progresivamente en zonas especí­ficas de la ciudad y el conurbano. Allí, aunque no constituyen una red social homogénea ni "una" comunidad de habla (Hornberger y King 200 l ), recrean formas de asentamiento colec­tivo cuyo reordenamiento sugiere funcionamientos similares (pero no idénticos) a los de los lugares de origen. 15 Los quechua-hablantes conforman, en Buenos Aires, redes sociales muy sólidas que, apoyadas en el reconocimiento étnico, constituyen un fenómeno vinculante de altísima relevancia para los migrantes que regula su inserción en el nuevo contexto. Grimson ( 1999: 33-34) describe la situación así: "es un tejido social diverso y disperso por distintas zonas de la ciudad que incluye bailantas, restaurantes , fiestas familiares y barriales , ligas de fútbol , programas de radio, asociaciones civiles, publicaciones, ferias y comercios de dife­rente tipo, dando cuenta de múltiples espacios vinculados con la bolivianidad ."

En general, los quechua-hablantes, si bien comparten una historia colectiva de mi ­gración (desde distintos zonas de Bolivia hacia zonas particulares de Buenos Aires, expe­rimentando, en muchos casos, estadías previas en otras provincias), se integran en Argen­tina en una colectividad numerosa y multilingüe (quechua, aymará, español, guaraní, etc .) que contiene gran diversidad (geográfica, lingüística, socioeconómica, cultural) en su inte­rior y donde los regionalismos están muy presentes.16 Además, al desenvolverse en el marco de la Región Metropolitana, los migrantes quechuas interaccionan cotidianamente con otros grupos sociales (en su mayoría -pero no exclusivamente- de habla hispana) a partir de la prestación de servicios, por medio del comercio o en ámbitos institucionales (administrati­vos, sanitarios, educacionales, de "seguridad", etc.) La especificidad del campo, su varia­bilidad y el rol fundamental de "los márgenes", no permite presuponer la homogeneidad en tanto comunidad unificada.17

15 La situación descripta es especialmente visible en la zona "de quintas": terrenos dedicados a la producción agrícola que conforman "el cordón verde de Buenos Aires".

16 Como ya lo han analizado otros investigadores (Grimson 1999; Caggiano 2005 ; entre otros). la referencia en ténninos nacionales al "ser boliviano" involucra la resemantización de la categoría en el contexto inmigratorio. Las identidades regionales perviven, son muy marcadas y significativas.

1 7 Categorías teóricas que presuponen una delimitación particular del grupo sociocultural en un alto nivel de abstracción manifiestan, en este sentido, limitaciones. Me refiero a conceptos como "co­munidad de habla" (Labov 1966; Romaine 1982) y "comunidad lingüística" (Gumperz 1968) que, si bien son operativos para aproximamos al grupo social , deben ser considerados en fomia dinú­mica, relacional y sin perder de vista categorías fronterizas (e.g., "semi-hablante") (Dorian 1982: Duranti 1997).

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El patrón de migración boliviana hacia Buenos Aires responde a una migración "en cadena": sigue un mecanismo de ingreso que consiste en enviar a un familiar o un vecino al nuevo territorio; una vez que éste logra integrarse, en especial, en lo que se refiere a su condición laboral , comienza a recibir en su lugar de residencia a otros paisanos, quienes re­petirán la operación con familiares o vecinos. De esta forma, si bien la colectividad se en­cuentra diseminada en diferentes zonas de la ciudad, en ellas se reúnen grupos provenien­tes de áreas comunes de Bolivia. Es posible pensar estas localizaciones "arealmente", como propuso JV (Charrúa, 14/06/02), "un cordón en la zona sur de Capital. En la Boca hay al­gunos, está zona de Constitución y en la Villa 21 [..], en Retiro. Después está acá Pom­peya, lugano, Celina, la Salada, Budge, lC1jerrere, Catán, Morón, Merlo, Liniers. Y des­pués en la zona oeste más que nada Escoba,'. .. ". El cuadro se completa con la mención de los siguientes lugares: de la zona oeste, Casanova, Moreno, La Matanza; de la zona sur, Ez­pe leta, Quilmes, Burzaco, Lomas de Zamora; en la zona norte, Boulogne, Pilar; en Capita l: Once, Flores, Floresta, Barrio Rivadavia, Parque Avellaneda, Villa Soldati, entre otras . En este sentido, la metáfora del "archipiélago que sa lpica todo el territorio" con la que se explica la conformación espacial de los ayllus andinos sirve también para ilustrar la (re)territorialización espacial de los migrantes bolivianos en Buenos Aires, la que se caracteriza por no poseer continuidad territorial.

En particular, en el segundo cordón urbano de Buenos Aires (Partidos de Escobar y Pilar) existen registros del asentamiento de migran tes bolivianos desde mediados de los' 70. También aquí, la población quechua que reside y trabaja en esta zona conforma un colectivo heterogéneo y muy dinámico. Por un lado, si bien la mayoría de las personas procede de zonas rurales del Departamento de Potosí remite a una diversidad de orígenes (e.g. , Yawisla, Ayu­ma, Betanzos). Por el otro, son continuas las llegadas y partidas entre Bolivia y Argentina. Sus redes familiares se distribuyen más allá de las quintas, enlazan barrios de Capital , del Gran Buenos Aires, de otras provincias argentinas e, incluso, zonas de Bolivia. La economía del g rupo depende, en primera instancia, de circuitos "bolivianos" de producción, distribución y venta de productos agrícolas ("el trabajo en la quinta") pero también se imbrinca con otras actividades laborales donde (también) predomina la misma población: la producción textil , la comercialización en ferias, o la construcción (lo que se llama, "el trabajo en la obra") .18

3. Territorialización cu/tuml: la reflexividad de las prácticas en la marcación espacial

Entre las diferentes zonas donde reside población quechua-hablante procedente de Bolivia ex iste diversidad de situaciones . Sin embargo, ciertos patrones de comunalización

18 Como analizaron Benencia y Karasik ( 1995), la mano de obra en las quintas hortícolas la aporta tradicionalmente la fi gura del "med iero" aunque hoy es más frecuente el sistema de arrendamiento de tierras. La "medianería" consiste en un sistema que establece "una especie de carrera laboral" basada en {elaciones de aparcería entre paisanos: es un patrón de organización de trabajo suma­mente intensivo en mano de obra, provista por la fam ili a del mediero, que a medida que va re­quiriendo mayores volúmenes de mano de obra va "llamando" a parientes del lugar de ori gen. Ade­más, varias zonas residenciales o "ba1Tios" se fueron construyendo en las cercanías de la zona de quintas (e.g .. , el barrio "Lambertuchi", "Luchelti" o "Villa Bolivia").

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(Brow 1990) que operan en la construcción de sentidos de pertenencia al co lectivo soc iai se reproducen constantemente a través de prácticas cotidianas. 19 En un trabajo anterior (Cic­cone, Dreidemie y Krasan en prensa), hemos señalado las siguientes variables como rele­vantes a los procesos de comunalización de esta población: 1- forma de migrar (i.e., patrón de migración y patrón de retorno), 2- inserción laboral , cooperativismo fa m i I iar e institu­ciones de reciprocidad, 3- distribución espacial y patrones de organización; y 4- la dimen­sión cultural : colectivismo y religiosidad. Consideramos que todas las variables se consti­tuyen, de alguna manera, en regulaciones socioculturales y políticas que indexicalizan y (re)producen las relaciones del grupo en el campo social. Entre todas, las diferentes orga­nizaciones sociales (barriales y/o laborales) constituyen áreas de interacción comunitaria donde emerge, particularmente, la regularización de acentos comunalizantes respondiendo a patrones tradicionales de organización.

En relación con el primer aspecto, las personas ingresan al país buscando, en gene­ral , una inserción laboral a través de redes sociales y, una vez transcurrido un tiempo, bus­can retornar al lugar de origen para luego ingresar al país nuevamente, en un movimiento que Dandler y Medeiros ( 1991) han denominado de "circularidad". Así como el patrón de ingreso, el retorno al lugar de origen sigue una cierta regularidad y emerge como deseo com­partido: "Todo boliviano quiere volver{ . .}" (David, potosino, entrevistado en Morón, 12/ 02). Con los lugares de origen se mantiene, dependiendo de las posibilidades económicas, un contacto permanente tanto por las vueltas (que pueden abarcar unos años antes de la siguiente migración), por los viajes o visitas frecuentes como por el envío de remesas. Mu­chos entrevistados sostienen que el carnaval, en época estival, es uno de los períodos pre­dilectos para volver al pueblo. La estadía promedio en el lugar de origen supera genera l­mente el mes de duración.

En relación con "el cooperativismo familiar y las instituciones de reciprocidad", el colectivo soc ial se caracteriza por un alto porcentaje de matrimonios intra-comunitarios y adopta el patrón de unidad propio de lo que se denomina "familia extensa". Ella se organi­za alrededor del matrimonio interno a la comunidad y a sus hijos pero también la integran el resto de personas pertenecientes al "parentesco" tanto consanguíneo como político: tíos, abuelos (con sus hermanos), padrinos, compadres, comadres, nietos, sobrinos y allegados. Es muy frecuente que también se considere "pariente" a los (ex)vecinos del pueblo de or i­gen (es decir, de Bolivia). Los madrinazgos y padrinazgos se organizan a partir de numero­sos eventos sociales (nacimientos, bautismos, rito del corte de pelo, casamientos, compra de vivienda, compra de vehículo, acceso a un puesto en una feria, viajes, etc.) Estas prác­ticas establecen relaciones "contractuales" fuertemente reguladoras de los vínculos soc ia­les y muy duraderas que se sostienen sobre serv icios y contra-servicios, que organizan los deberes morales más básicos del grupo dentro de un sistema de retribuciones constantes que puede involucrar, incluso, la crianza de los niños.

19 El término "comunalización" pertenece a Brow ( 1990). El autor lo define como el proceso que interviene en la constitución de "sentidos de pertenencia" de personas culturalmente situadas . .i

partir de compartir, por ej emplo, un sentimiento ele so lidaridad, un entendimien to (afectivo y cognitivo) de una identidad común, patrones de acción cuya forma es detenninada históricamente. va loraciones especí fi cas del pasado, etc.

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Como se mencionó, las relaciones de confianza y las instituciones sociales articu­lan la inserción del migrante en la nueva estructura ocupacional. Por ello, la localización de la fuerza de trabajo de los quechua-hablantes acentúa su predominancia y concentración en sectores particulares: la producción y distribución agrícola, el trabajo textil , la venta am­bulante y la construcción. El trabajo de campo me ha enfrentado con muy diferentes situa­ciones en cuanto a roles laborales, lugares de poder político comunitario, controles de re­cursos, formación educacional , situación de documentación en relación con el Estado ar­gentino, etc. Sin embargo, la mayoría de los hombres y mujeres indígenas vive y trabaja bajo formas muy precarias .20 La modalidad de trabajo, por ejemplo, tanto en la horticultura o en los talleres -que involucra familias completas- como por medio de la venta ambulante de fru­tas y verduras en áreas urbanas -actividad más ligada a las mujeres- o la construcción -li­gada a los hombres- excluye, muchas veces, todo tipo de horario, vacaciones, descanso, convenio o coberturas sociales. Para la actividad de mercadeo los paisanos tienen particu­lar preferencia por el ámbito de las ferias. He visitado las de Liniers, Ezpeleta, Rafael Casti­llo, Morón , Escobar y Puente La Noria. El complejo de ferias conocido como "La Salada" es un importante punto de referencia comercial (especialmente del ámbito textil) dentro de la comunidad,21 así como también el de las ferias de Escobar (en particular, en el ámbito de la producción fruti-hortícola y, progresivamente, también textil). En estos ámbitos, se ven­de y compra mercadería dentro de una atmósfera de paisanaje acompañada con música, co­midas y celebraciones propias. Sin embargo, este especial código de solidaridad que se cons­tituye no anula la diferenciación social interna ni el riesgo de la expulsión siempre presen­te . En estos lugares encontramos quechuas y aymaras en proporciones parejas y, también , criollos. Los diferentes ámbitos laborales siguen patrones de organización cuyas caracte­rísticas tradicionales, si bien van variando dependiendo del tipo de actividad, en muchos casos se asemejan cuando se trata de administrar recursos comunitarios: cargos rotativos en cooperativas, niveles jerárquicos, obligaciones contractuales de hecho, sistemas de co­laboración mutua, pugnas políticas establecidas.

En relación con el aspecto representacional socio-político, existe una institucionali­zación de regímenes de asociaciones civiles, presentes en todo ámbito y cuyos objetivos son, en general, aunar voluntades y consensuar actividades colectivas con el objetivo de solventar necesidades prácticas de las personas: en particular, el hambre y la pobreza, pero también facilitar trámites documentarios, asistencia sanitaria, alfabetización, fomento de mi­cro-emprendimientos productivos (e.g., hilado, teñido natural de lana, tejido, huerta, pana­dería), ahorro comunitario, como la pm1icipación en las numerosas fiestas de la colectivi­dad. Estas organizaciones, son, al mismo tiCmpo, espacios de interlocución con el estado

20 "Precario" , desde el punto de vista de la sociedad englobante, refiere una actividad de carácter dis­continuo/inestable, con bajas remuneraciones, sin contratos formales , bajo malas condiciones de empleo (sin derechos laborales, con jornadas extensas, sin francos , vacaciones ni indemnización. muchas voces con cama en el lugar de trabajo, etc.) Esta evaluación no es necesariamente acep­tada por los trabajadores implicados.

21 La Salada tiene, como práctica que (re)territorializa un ámbito de intercambio económico tradi­cional de las culturas andinas, paralelos contemporáneos en Bolivia. Por ejemplo, el compl ejo de terias "La cancha" en Cochabamba.

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nacional en relación con la obtención de documentos y de planes sociales según las posi­bilidades económicas y políticas de tumo).

Finalmente, en cuanto a la dimensión cultural , un ámbito privilegiado de (re)pro­ducción comunal lo constituyen los casamientos, las celebraciones religiosas, los bautis­mos, los velorios, los bailes, y las fiestas comunitarias. En ellos, la mujer adquiere un rol cen­tral a través de la preparación de comidas tradicionales, la vestimenta, el arreglo personal (por ejemplo, el uso de trenzas y de polleras características del lugar de procedencia), el baile y el canto. Otras prácticas culturales relevadas en terreno son, por ejemplo, el pasanaku (sistema de crédito rotativo), la prestería o lo que se llama "pasar la fiesta", el ayni o traba­jo colectivo recíprocamente compensado, las "mesas", el ch 'allay, los "misterios", la inter­pretación de sueños, prácticas de curación vernáculas, la ceremonia del corte de pelo , prác­ticas en relación con los muertos, tinkukuna o enfrentamientos/encuentros físicos o ver­bales, prácticas adivinatorias, danzas, ejecuciones musicales, "borracheras". Entre todas, las fiestas constituyen espacios privilegiados de reproducción y transformación simbólica donde quedan relacionados sistemas de percepción, de organización y autoridad social con visiones religiosas del mundo.

En conjunto, la diversidad de prácticas moviliza, en el contexto inmigratorio, una di­námica comunalizante que regula representaciones sociales: un plano simbólico ordenador del sentido. Aún de forma conflictiva y contradictoria, ellas operan (meta)pragmáticamente sobre la reterritorialización comunitaria: median la organización del espacio y las relaciones sociales, indexicalizan los límites de las jurisdicciones compartidas y nos acercan claves sobre las interpretaciones que la población construye sobre su mundo en proceso de cambio.

3.1. ¿Una comunidad de habla, dos lenguas, tres generaciones? Migrancia de lengua y adscripción étnica

En relación con el aspecto lingüístico, las particularidades del uso del quechua y de sus variedades (de las que en muchos casos son concientes las personas) y de sus conti­nuidades en el habla hispana probablemente están reforzando los procesos de identifica­ción y de comunalización dentro de la colectividad y regulando fuertemente el conjunto de las relaciones sociales . A partir del trabajo de campo realizado, se observa que dentro de la dinámica de una economía simbólica particular, que involucra tanto al quechua como al español, los hablantes de quechua han construido para sí una clasificación local de sus for­mas de habla que diseña una especie de continuum valorativo de categorizaciones donde se distingue "quechua puro" (o "quechua puro puro"), "quechua cerrado", "quechua legí­timo" , "quechua mezclado", y, finalmente, señala otras formas como "más o menos espa­ñol" o "español mal aprendido". Entre todas las categorías, "el quechua mezclado", como lo llaman los hablantes, es el término que se refiere a la lengua que los migrantes recono­cen como propia, "la que se entiende bien".

Una primera aproximación sociolingüística al campo, muestra que la situación de la lengua vernácula actualiza un fenómeno de desplazamiento lingüístico, del quechua en fa­vor del español, especialmente notorio en la diferenciación intergeneracional. A pesar de que los mayores valorizan la lengua y que muchos expresan interés en que sus hijos la ha­blen, el colectivo social experimenta en los hechos la retracción de la lengua aborigen. 22 Sin

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embargo, profundizar el examen nos enfrenta con un fenómeno multidimensional: al mismo tiempo que se observa el progresivo abandono en la transmisión del quechua, es notorio el uso revalorizado de la lengua indígena condicionado por contextos específicos, donde emergen fenómenos de innovación que se vinculan con la lengua dominante (e.g., présta­mos, relexificación, refonologización, convergencia estructural o funcional , reinterpretación de formas, recreación de pautas productivas vernáculas, reconfiguración de patrones ge­néricos). En este sentido, si bien se observa desplazamiento lingüístico, es altamente sig­nificativo el uso de formas sincréticas de hablar.

La presencia de las dos lenguas, quechua y español, y los diversos modos de ha­bla que resultan de la interacción social intra- e inter- cultural han contribuido a la forma­ción de una profusión de recursos sociolingüísticos más o menos mixtos. Ellos, en conjun­to, parecen distinguir un código que los hablantes llaman comunmente "quechua mezcla­do" ; algunos, incluso, lo denominan "chapusqa" (en q. , 'revuelto'). El análisis lingüístico y discursivo del 'nuevo' código pone en evidencia tanto continuidades como discontinuida­des en relación con la lengua de herencia y sus prácticas comunicativas. En este sentido, el habla misma de las personas constituye una "zona de contacto" en tanto espacio que registra diferentes lenguas en interacción mediante diversas estrategias discursivas trans­culturales (e.g. , en diferentes niveles de análisis : el recurso de cambio de código, el sincre­tismo en los sistemas modales y deícticos o la variación de patrones prosódicos). Ellas, como los rasgos lingüísticos que se describen en el próximo apartado, por un lado, ejem­plifican manipulaciones de los recursos que provee la (nueva) situación sociolingüística; y, por el otro, indexicalizan, en su heterogeneidad conflictiva, un contexto sociocultural que enmarca y da sentido a la plusvalía de las formas: un espacio "liminar" (cultural , político, social, territorial) inestable, de contacto cultural, minorización contextual , estigmatización y migrancia.

En Buenos Aires, la forma de habla emergente funciona, implícita o explícitamente, como diacrítico comunitario. De forma marcada, es empleada para funciones intracomuni­tarias, es decir, de membresía y simbólicas: es utilizada en las reuniones regulares de las aso­ciaciones y en numerosas actividades culturales (festividades religiosas, etc .) Pero también en la cotidianeidad de las personas, el habla relaciona dialécticamente los recursos lingüís­ticos, su polisemia y funcionalidades, con procesos socioculturales de identificación, per­tenencia, lucha y adaptación del grupo al contexto. En este sentido, por un lado, es proba­ble que los recursos sociolingüísticos, creativamente reconfigurados, estén siendo recate­gorizados en el ámbito inmigratorio dentro de un sistema de solidaridad comunitaria (Hill 1973); y, por el otro, que en la diferenciación del habla se estén (re)creando estratificacio­nes sociales, incluso en el interior del mismo grupo.23

En términos generales, la población puede caracterizarse como bilingüe quechua-es­pañol pero la competencia lingüística de los hablantes, de acuerdo con el dominio del có­digo gramatical, es muy variada. En ella intervienen numerosos factores: e.g., edad, lugar

22 Una circunstancia similar, donde se presenta una alta auto-valoración cultural del grupo hacia su lengua y donde se produce, igualmente, desplazamiento lingüístico es analizada por Kulick ( 1992).

23 Por ejemplo, la confomiación de líderes involucra competencias en todas las diversas formas de habla, tanto en español , en quechua como en 'mezclado'.

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de procedencia, antigüedad de la migración, lugar de residencia, ideologías lingüísticas. Por su parte, si se considera la percepción y autoadscripción de las personas, categorizaciones que consideran hablantes "marginales", con competencia no ideal de la lengua (e.g. , "sem i­hablante", "hablantes receptivos", "hablantes pasivos") se constituyen en imprescindibles operativamente para abordar la conformación de la comunidad discursiva (que involucra tanto a los que recién llegan como a los más jóvenes y nacidos en Argentina).24

En relación con el uso de las lenguas, entre los mayores, sin contar a los que recién migran, que en muchos casos son monolingües quechuas o bilingües quechua/español con diferentes grados de competencia (tanto adultos como niños), la mayoría ya instalada en Buenos Aires hace algún tiempo alterna espafíol y quechua cotidianamente en situa­ciones de encuentro entre paisanos. 25 Los menores de 20 años comprenden la lengua y, también, en muchos casos la hablan, pero no con la misma regularidad. Es más frecuente que respondan en espafíol aunque se les hable en quechua por lo que se constituyen en una especie de "generación intermedia" más relacionada con la categoría de "semi-hablan­te" (Dorian 1977, 1982).26 Si bien muchos son nacidos en Bolivia, muchos otros son naci­dos en Argentina.

Dentro de este grupo, es interesante y recurrente el caso de los jóvenes que volunta­riamente ejercitan la lengua con diversos propósitos (que pueden ser políticos, recreativos, familiares). En general, se trata de los hermanos mayores quienes vivieron buena parte de su infancia en Bolivia y, frente a la migración (exploratoria y "de idas y vueltas") de los padres, fueron criados por sus abuelos o por personas mayores con quienes no desean perder la posibilidad de comunicarse. En este grupo ingresan, por ejemplo, dos de mis consultantes. La retención diferencial de la lengua vernácula o lo que Dorian llama "fidelidad lingüística" es un fenómeno propio de algunos "semi-hablantes" que la autora conceptualiza como "la­ggards" (Dorian 1980). Ellos constituyen "casos raros" ya que mantienen la lengua en con­tra de ciertas generalizaciones comunes acerca de las condiciones requeridas para mantener

24 Categorías "marginales" desde una perspectiva lingüística, y no etnográfica ya que su presencia es muy extendida en el campo.

25 También aparecen hablantes que optan por no emplear la lengua "la ignoran tolalmenle","se agrandan", "creen que lienen todo, son creídos" (M ., Ciudadela 19/06/02).

26 El concepto de semi-hablan/e que postula Dorian ( 1977) refiere un miembro de la comunicad de habla que posee competencia no ideal de la lengua. Según la autora, un semi -hablante es aquel que entiende más de lo que puede transmitir, es decir que sufre reducción de su repertorio lingüístico y de dominios de uso. Sus habilidades receptivas sobrepasan sus habilidades productivas. De he­cho, sus producciones son consideradas raras o delectuosas por los nativos y por los investigado­res ya que incurren en "desvíos" de las normas fonológicas y gramaticales. Los semi-hablantes se asemejan a los bilingües casi-pasivos, pero su conocimiento de las normas sociolingliísticas y de los patrones de interacción nunca los dejan afuera de las conversaciones. La consideración del semi-hablante como categoría empírica involucra un criterio innovador para la demarcación social. Si bien esta categoría de hablante aparece de la mano de la transmisión discontinua(da), redefinir los márgenes operativos de la comunidad de habla -en última instancia, nunca homogénea ni unificada sino más bien conflictiva, heterogénea y contradictoria (Pratt. 1987)- constituye una perspectiva alternativa para el abordaje de lenguas minorizadas y justi lica la necesidad de ampliar la mira del trabajo lingüístico hacia aspectos sociales y culturales.

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una lengua viva: e.g., donde el aislamiento rural no es aplicable, donde el alto prestigio lin­güístico o cultural no es un factor existente (Fishman 1991, 2001 ). El caso de estas personas que persisten en hablar la lengua que tiene menos prestigio y situaciones de uso reducidas, y a pesar del hecho de que, en algunos casos, la hablan de manera "imperfecta", se puede relacionar, por un lado, con circunstancias individuales en que ellos aprendieron esta lengua primero y mejor, y que les es afectivamente dominante; o, por otro lado, con circunstancias comunitarias (intereses políticos, culturales -por ejemplo, de revitalización-, educativos, co­merciales) relevantes de ser analizadas en función de la proyección futura lingüístico-cultu­ral del grupo. En los casos a los que me he enfrentado, el factor decisivo para que algunos jóvenes decidan mantener la lengua, aún concientes de que la lengua vernácula está pasan­do rápidamente a ser la menos favorecida en la escena local, es la socialización lingüística trans-generacional. Relaciones intergeneracionales, que se constituyen fuera del núcleo fa­miliar conviviente y donde la figura relevante es la abuela o personas mayores valoradas, juegan un rol fundamental que contrabalancea la decisión (a veces conciente, a veces incon­ciente) de los padres de no transmitir la lengua quechua a sus hijos.

En relación con los niflos, existe una fuerte tendencia al abandono de la lengua ver­nácula y a la incorporación del espaflol como lengua primera, especialmente en las zonas más urbanizadas, a diferencia de una mayor preservación en la zona de quintas fruti-hortí­colas. Son, en su mayoría, "hablantes receptivos" o "hablantes pasivos" y, en mucha me­nor medida que el grupo anterior, semi-hablantes. Como expresan : "acá un chiquito nace y con castellano nomás ya crece". A diferencia de los semi-hablantes, que más allá de su competencia gramatical en las lenguas poseen competencia comunicativa (Hymes 1972; Gumperz 1984; Dorian 1977) en la lengua indígena, los niflos incorporan patrones de inte­racción extraflos al quechua. Ellos entienden frases rutinizadas de la lengua quechua (por ejemplo, órdenes, retos) pero se expresan en una especie de "media lengua" espaflola, un espaflol "precario" que incorporan con dificultad. De alguna manera, los más pequef\os son la población más minorizada. Los niflos crecen en un contexto que condiciona su lugar lo­calizándolos como "a mitad de camino". Por un lado, por la mediación de ideologías lingüís­ticas contradictorias, tienen acceso restringido al capital cultural de sus mayores: ellos ex­plicitan la valoración de su lengua y su cultura y dicen, en general (no en todos los casos), que les importa que los niflos la adquieran pero, en la práctica, parecen asociar el quechua al pasado, al campo y a la pobreza mientras que el español representa para ellos posibilida­des de ascenso social , de formación sistemática (e.g., escolarización) y de progreso. Los padres, a pesar de la valoración que poseen de su patrimonio cultural, perciben el bajo pres­tigio social que la sociedad receptora tiene de su lengua y poseen numerosas anécdotas para relatar la discriminación social contra los hablantes del quechua.

En este sentido, se instala como una tarea pendiente estudiar las prácticas de socia­lización lingüística (Ochs y Schieffelin 1986), focalizando su naturaleza interaccional y el co­nocimiento tácito que se transmite a los niflos. Sería necesario explorar qué sucede en los patrones de interacción con los menores que favorece la pérdida del quechua, cómo el com­plejo formado p'or los valores de la(s) lengua(s) es transmitido a los niflos de tal manera que ellos no adquieren la lengua de sus padres, aún en contra de los deseos que los mayores explicitan. Y, en el nivel discursivo, desmontar qué características asume la interacción adul­to-niflo al respecto .

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El uso simbólico de la lengua quechua en reuniones comunitarias y en festividades, si bien representa un empleo no regular de la lengua donde resulta poco probable que los menores la aprendan (en el sentido, de adquirir su competencia gramatical), constituye un factor importante que suscita conciencia etnolingüística en el grupo (Hornberger y King 2001 ). En este sentido, considero que es fundamental el rol de los jóvenes (hablantes, semi­hablantes o hablantes receptivos de quechua) en función de la proyección vital de la len­gua. Ellos sostienen la responsabilidad de la (re )producción lingüística y, fundamentalmente, conforman, junto a los nifios, un reservorio lingüístico activo clave. Son quienes , transfor­mando usos, funciones y significaciones a contextos actuales (con necesidades y condi­cionamientos propios) pueden recrear patrones discursivos tradicionales aún más allá de "la mezcla" o el desplazamiento de código.

3.1.1. 'Hablar mezclado": algunos rasgos lingüísticos de contacto

Reúno a continuación, según los diferentes niveles lingüísticos, ejemplos donde expongo rasgos de contacto entre el quechua y el espafiol en el código comunicativo em­pleado por los migrantes.

a) Léxico y morfología En el quechua mezclado existen numerosos préstamos del espafiol. Estos préstamos,

sin embargo, no se limitan a la creación de neologismos (términos o frases utilizadas para referirse a actividades como la numeración, la política, la religión, el registro del tiempo o del calendario) sino también a lexemas que tienen su equivalente en el quechua. En el enun­ciado ( l) se observa el uso del verbo espafiol "tom-ar" en lugar del verbo equivalente del quechua, "ujya-y".27

(1) mana tuma-na-n-ta-m muna-ni ( en vez de 'mana ujyananta munani') NEG tomar(esp.)-NOM/FUT/DS-3S-AC-ENF querer-IS 'quiero que no tome' (o 'quiero que no beba')

De forma similar que en (1) pero esta vez sin contar con un verbo de significación equivalente en quechua, en el siguiente fragmento de una canción se observa el uso de la raíz léxica del verbo espafiol "correr" combinada con sufijos quechuas, fenómeno conoci­do como relexificación.

27 Los ejemplos se transcriben ortográficamente según el alfabeto en uso en Bolivia. Glosas morfológicas: ABL=ablativo, AC=acusativo, AF=afirmativo , APEL=apelativo. DEM=demostrativo, DIR=direccional, OS= sigue diferente sujeto, DUR=aspectual durativo, ENF=enfático, EX=verbo existencial, EXCL=exclusivo, FUT=futuro, HAB=aspectual habitual, INDUCT=inductivo, INT=interrogativo, LIMIT=limitativo, LOC=locativo, NEG=negativo, NOM=nominativo, NOM=nominalizador, NUM=numeral , PAS=pasado , PL=plural , POS=posesivo, PRES=presente, S=sujeto, 1 =primera persona, 2=segunda persona, 3=tercera persona. Marcadores discursivos: /=pausa breve, //=pausa más extensa, ?=elevación de línea tonal, =alargamiento vocálico. Constituyentes fonológicos : f=frase fonológica, ?=palabra fo­nológica, f=pie, s=sílaba.

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(2) may-man curri-sha-nki28

INT-DIR correr(esp.)-DUR-2S '¿a dónde vas corriendo?'

Es frecuente también, aunque menos productivo que el caso anterior, que determi­nada marca gramatical del español se sufije a una base léxica del quechua. Esto sucede, por ejemplo, con el sufijo de plural, los diminutivos, algunos sufijos de derivación, adverbios o conjunciones. Obsérvese, por ejemplo, la redundancia de las dos marcas de plural (una en quechua, la otra en español) en el demostrativo siguiente.

(3) chay-kuna-s DEM-PL-PL( esp.) 'esos'

Muchos préstamos evidencian también reordenamientos semánticos ligados a domi­nios o actividades específicas donde se puede observar una complementariedad semántica con las expresiones propiamente quechuas . Así "trabajar" alude a las actividades laborales urbanas, mientras que "llank'ay", el término quechua equivalente, restringe actualmente su referencia al trabajo agrícola. En el mismo sentido, el término "q'uncha" refiere al fogón (for­ma tradicional de cocer los alimentos), mientras que "cocina" alude al artefacto de gas .

b) Fonología prosódica En el nivel prosódico, lo más frecuente es que el elemento léxico del español sea

adaptado o "nativizado" (Hill y Hill 1986) al patrón fonológico (vocálico, consonántico, si­lábico, rítmico, retórico) del quechua. En el siguiente fragmento de canción, "esquina", que es una palabra grave, cuando es incorporada al texto quechua desplaza el acento principal a la anteúltima sílaba de la palabra morfológica -de la que los sufijos forman parte-: ish .ki.na.ta, teniendo acento secundario en la primera sílaba.

(4) ' ishkiná-ta muyu-yku-ni esquina-AC girar-DIR/INDUCT-1 S '(cuando)giro (doy vuelta) la esquina'

A continuación, (5) y (6) muestran la incorporación del préstamo al molde rítmico de la frase fonológica del quechua. En ella, la distribución del acento es influenciada fuerte­mente por el factor ritmo (tal como lo teorizan Hayes 1995, entre otros). La asignación acen­tual diseña una estructura métrica pareja que tiende a regularizar la aparición del acento, su frecuencia e intensidad. La figura métrica del quechua se compone sobre un "troqueo silá­bico" (Dreidemie 2006a). Es decir, su metro está conformado por constituyentes prosódi-

28 Los ejemplos ( 1) y (2) muestran también casos de 'nativización' fonológica en relación con la producción de las vocales. A diferencia del español donde se distinguen 5 vocales, el quechua posee 3 fonemas vocálicos en el nivel de las distinciones contrastivas: a, i y u. Ellos, según el contexto lingüístico, promueven diferentes manifestaciones fonéticas (i ,e,e,a,a,u,o,O).

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cos mínimos o "pies" (f) formados por dos sílabas (s): la primera "fuerte", la segunda "dé~ bil" . La palabra fonológica posee un solo acento de intensidad o principal ubicado en la an­teúltima sílaba (graficado en la grilla métrica sobre la columna que posee más niveles mar­cados por X) y varios acentos secundarios, asignados de forma alternante entre sílabas en dirección de izquierda a derecha, sobre los que se construye el ritmo.

(5) 'mi.kru.- lla.-pí.-taj 'en ese mismo micro' micro-LIMJT-LOC-ENF ( . X . ) f (X . )( . X ) ? (X .)(X)(X. )f

(6) 'pue.bli.tú-y.ku 'nuestro pueblito' pueblito-POS.1 PL.EXCL ( . X . ) f (X . )(X . ) ? (X . )(X .)f

c) Sintaxis El siguiente ejemplo (parte de una entrevista semidirigida) muestra cómo el orden de

los constituyentes también se ve alterado por el contacto. En la línea 1 el hablante (T), que había respondido en español a la pregunta del investigador, respeta el orden prototípico de esta lengua a pesar de que ya había realizado el cambio de código hacia el quechua: orde­na los constituyentes según "pronombre-verbo-locativo". Sin embargo, en la línea 2, que resulta una repetición (en el nivel semántico) de la línea 1, el hablante re-acomoda los cons­tituyentes según el orden básico del quechua: LOC -Y (locativo-verbo).29 Dicho orden se mantiene en las líneas siguientes 3 y 4 .

(7) PD: y ahora: en quechua nos podés contar algo:? T: sí/ sí/ por qué no: /eh:: // 1. noqa jamu-rqa-ni kay-man/ eh:

IS venir-PAS-IS LOC-DIR 2. kay-man jamu-rqa-ni e://

LOC-DIR venir-PAS-1 S 3. ochenta y cinco wata-piña /

ochenta y cinco año-NUM 4. chay-manta ripu-sqa-ni jamu-sqa-ni //

DEM-ABL ir-PAS/HAB-1 S venir-PAS/HAB-1 S

yo vine acá / eh:

acá vine eh: //

en el año ochenta y cinco

después me iba y volvía'

29 El quechua es una lengua de orden SOY que comparte las características generales de este tipo ( Greenberg 1963 ).

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el) Discurso En el ámbito del discurso, es muy frecuente el cambio de código entre el español y

el quechua. A través de este recurso, los hablantes explotan las posibilidades de la situa­ción sociolingüística mediando diversas funciones comunicativas. Esto se observa en (8), en donde el cambio de código funciona indexicalizando ciertas características sociológicas del destinatario (Gumperz 1991; Silverstein 1993), como en este caso la edad. En el ejemplo siguiente, el hablante (R) utiliza el quechua para dirigirse a (CL) - una persona mayor (y com­petente en quechua) - mientras que cambia al español cuando se dirige a una persona jo­ven (FL) (y posiblemente semihablante).

(8) 1- R: lavarro-pi yaku ka-sha-n-chu t lavarropa-LOC agua EX-DUR-3S-APEL

2- CI: aRl: ((se aleja del lugar))3º AF

// 3- R: ((se la escucha de lejos, grita)) FLO:ra / la Guadalupe ya se fuE ? 4- FI: de Dónde? 5- R: hoy tenía que viajar:

En relación con los patrones genéricos, existen numerosos modos de habla verná­culos que se (re)producen en el contexto inmigratorio. En Dreidemie (2006b) he identifica­do y documentado, por ejemplo, bromas, narraciones ("historias de los antiguos" y rela-

1' tos humorísticos), adivinanzas, canciones, consejos, presentaciones personales , duelos verbales, oratoria política, etc. Siguiendo las orientaciones de investigaciones previas so­bre folklore indoamericano (e.g., Hymes 1981; Tedlock 1983; Woodbury 1985; Sherzer 1987; Briggs 1988; Bauman y Briggs 1990), he analizado cómo los diversos géneros discursivos (Bajtín 1982; Hanks 1987) desempeñan un rol performativo fundamental en los procesos de comunalización del grupo. El recorrido puso en evidencia que las claves genéricas, apoya­das en la estructura retórica de los discursos (Woodbury 1992) -en especial, a través del componente prosódico, la marcación modal, la unidad textual de la línea y la proxemia-, in­dexicalizan marcos interpretativos, marcos de participación (i.e., inclusión y exclusión de in­terlocutores) y presupuestos culturales propios de la comunidad indígena, que se actuali­zan (se presuponen y se re-crean) en el contexto inmigratorio operando, en diferentes gra­dos, en la promoción de espacios sociopolíticos y culturales de interacción explotados por el grupo (Dreidemie 2007 y en prensa).31 Asimismo, el análisis del corpus mostró cómo las

30 Traducción: "¿Hay agua en el lavador?- Sí". 3 1 Particulares prácticas comunicativas y tipos de discurso dan soporte, implícita o explícitamente,

a la (re)producción social de vínculos (intra o interétnicos), a detem1inados lugares sociales (de liderazgo,1de base, de mediación con las instituciones, etc.) así como a la transmisión y transfor­mación de valores~ conductas. En este sentido, las prácticas genéricas, al actualizarse, según Foley ( 1995), en particulares "arenas de performance" implican una doble relación con el contexto: "( ... ) such oral traditiona/ forms are situated in par/ within a set of associations and expectations for­mal/y extrinsic but metonymical/y intrinsic to their experience as works of verbal art." (Fo ley

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regularidades (meta)pragmáticas (Briggs 1986; Silverstein 1993) de los modos de habla tra~ dicionales trascienden la mezcla o el cambio de código, conforman rasgos distintivos de las nuevas formas de habla y configuran un terreno empírica y metodológicamente fértil para indagar la relación entre el uso de las lenguas y las transformaciones en las prácticas co­municativas en el marco de los procesos de territorialización sociocultural, socialización lin­güística (Ochs y Schieffelin 1986) y mantenimiento y/o diversificación de la(s) comunidad(es) de habla quechua en Buenos Aires. Por ejemplo, si bien muchos de estos modos de habla son, actualmente, relegados a ámbitos familiares o íntimos, es significativo que muchos otros sean reelaborados y resignificados en concordancia con contextos cambiantes y actuales (políticos, religiosos, reivindicativos, recreativos, educacionales, etc.).

4. Atravesando fro11teras: la formas de /tabla en la promoción jurisdiccio11al

La combinación de las dos lenguas permea la cotidianeidad de los quechua-hablan­tes que migran hacia Buenos Aires . Allí, el chapuSqa o mezclado es valorado simbólica­mente por los migrantes y funciona como diacrítico comunitario: como forma sincrética (Hill y Hill 1986; Makihara 2005), desde el punto de vista comunicativo, que media y refuerza la membresía al colectivo social.32 En él convergen y compiten en la interacción cotidiana dos sistemas lingüísticos: el espafiol y el quechua, conformando un código de solidaridad in­tra-grupal ininteligible para los extraños o vecinos.33

Las escasas reacciones puristas con las que me he encontrado en el trabajo de cam­po focalizan más que los niveles fonológicos o gramaticales, los aspectos léxicos; y siem­pre se imbrincan complejamente con situaciones de poder (entre grupos quechuas, entre quechuas y espafiol~s, en contextos de entrevista, etc.). Sin embargo, lo más relevante es que el purismo no goza de prestigio entre el común de las personas. Esto parece poner de

op.cit.: xi). Efectivizan un doble movimiento: por un lado, de presuposición contextual, ya que todo texto "arrastra" sentidos superpuestos y marcos de participación detem1inados históricamente que fueron (re)actualizados en numerosas ejecuciones previas. Estos sentidos permanecen acti­vos y son crucialmente importantes tanto para el ejecutante como para la audiencia para alcan­zar la significación discursiva y para acceder a las posibilidades jurídicas (en relación con la im­posición de los marcos de interpretación) de cada uno. Por otro lado, proyectan un movimiento hacia futuro : de (re)creación y transformación productiva del espacio de participación, cohe­rente con la nueva "arena de ejecución" y sus _conflictividades.

32 Sobre las prácticas comunicativas indígenas con diferentes grados de mixtura históricamente se proyectan prejuicios desvalorizantes provenientes de diferentes ámbitos de poder (incluso aca­démicos) de "impureza", "mezcla", "contaminación", "torpeza", "incultura", etc . Sin embargo, estos juicios peyorativos son ajenos a la percepción de la mayoría de los hablantes .

. 33 Según la muy incipiente investigación lingüística sobre lenguas surgidas en situación de contacto sociocultural, la función de ser marcador saliente de una identidad étnica grupal parece ser pro­totípica del tipo de "lenguas mixtas sµrgidas en contextos de multilingüismo" (Thomason 1996:4 ). Frente a ello, la pregunta que guía mi indagación lingüística actual es: ¿el chapusqa configura una variedad lingüística particular? Y si así fuera, ¿se trata de una "lengua que evidencia rasgos de con­tacto" o de una "lengua de contacto" (Thomason 1996) cuyo sistema es internamente hetero­géneo -como lo es en el caso de las lenguas mixtas, pidgin y creoles, consideradas durante mucho tiempo casos marginales y hoy desplazadas al centro del debate lingüístico-?

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________ Patricia Dreidemie: Mapa etnolingüístico de los quechua-hablantes bolivianos

manifiesto que, en resumen: a- el quechua goza de vitalidad en el contexto inmigratorio y dicha vitalidad se manifiesta en la productividad de nuevas formas de habla; b- el habla emergente o "mezclada" (entendida -o no- como fase del desplazamiento del quechua) im­plica considerar elementos del español de los cuales los hablantes se apropian; y c- den­tro de la comunidad discursiva no es posible definir "hablante competente" sobre la base de criterios exclusivamente gramaticales (Hymes 1972; Gumperz 1984; Dorian 1977). Por el contrario, las figuras de los semi-hablantes o categorizaciones semejantes son claves en la conformación del grupo. Siendo nociones construidas a través de negociaciones interacti­vas de los miembros de las comunidades, semejantes conceptos deben ser contextualiza­dos localmente. Por otro lado, indagar qué principio cultural o ideológico hace que las per­sonas acepten la "imperfección" de los semi-hablantes y analizar en qué consiste esta "im­perfección" puede darnos la clave interpretativa necesaria para comprender la variabilidad y diversificación lingüística de la comunidad discursiva.

Finalmente, los hablantes parecen tener diferentes niveles de conciencia en relación con la incorporación de material foráneo en su habla. Los materiales documentados duran­te el trabajo de campo y los resultados de la observación de interacciones naturales mues­tran que, generalmente, la distinción entre sistemas no es percibida por los hablantes de for­ma espontánea. Ellos están definidos como sujetos por un espacio etnolingüístico fluctuan­te y heterogéneo, y no en todos los casos pueden ser considerados "bilingües". Por otro lado, cuando logran adquirir cierto control sobre las formas, utilizan sus distancias (y sus aproximaciones) estratégicamente en las interacciones situadas. Es decir, sólo en algunos casos el hablante mantiene cierto control sobre la voz ideológica de las lenguas por medio de una confrontación regulada de códigos y de la manipulación intencional de las "fisuras intertextuales" (Bauman y Briggs 1992) entre modos de habla.

En este contexto, para los objetivos de mi investigación, pretender una separación rígida entre los códigos del español y del quechua se presenta como arbitraria.34 Su impo­sición, por ejemplo desde una perspectiva "purista" o normalizadora, resulta a todas vis­tas artificial. Por el contrario, una aproximación etnográfica a las particulares formas de ha­bla y a sus funcionalidades muestra el habla de los migrantes como "una nueva realidad compuesta y compleja, una realidad que no es una aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e independiente" (Malinowsky 1923). Desde mi exploración inicial al campo considero que, en los diferentes modos de ha­bla en que se actualiza el "salto" permanente entre el quechua y el español, el código mix­to emergente implica una contextualización social y cultural dinámica que las personas adap-

34 Formas 'mixtas' de habla quechua/español han sido consideradas exploratoriamente también en otros trabajos. Por ejemplo: Sichra ( l 986) y Guarachi ( 1986) identifican las fonnas registradas en Cochabamba como "quechuañol", calificándolas como "creo/e" (1986: l 12) o "ínter-lengua" ( l 986: 80) respectivamente. De forma más sistemática, Muysken (e.g. , l 979, l 996) analiza la relación d,el quechua con el español, llamando a la variedad del quechua ecuatoriano que examina "Media Lengua". Según el autor, confonna "un caso de relexificación total o masiva" ( l 979:4 l: l 996:376) que se relaciona con una identidad étnica emergente de indígenas "aculturados" que ocupan (y circulan por) un espacio "intennedio" semiurbano entre la población quechua rural de tierras altas y el mundo hispano de la ciudad capital ( l 996:374-6).

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tan materialmente a escenarios desafiantes. Sus formas convencionalizadas de habla cons­tituyen, entre otros medios (e.g., vestimenta, circuitos de movimiento, ámbitos o redes or­ganizativas, festividades , ritualidades), recursos -empleados no siempre conciente e inten­cionalmente por parte de los individuos- de reposicionamiento étnico. Por otro lado, entien­do que la mezcla es constitutiva y constituyente del lugar que (re)produce\ la migrancia, como espacio social que se comparte a partir de determinaciones prácticas concretas y de intereses situados. Desde aquí, y en consonancia con la propuesta de Hymes ( 1974), pro­pongo abordar "el mezclado" propio de la(s) comunidade(s) quechua-hablante(s) de Bue­nos Aires y sus diversos modos de habla no como problemas en términos exclusivos de coherencia lingüística sino como manifestaciones de un territorio etnocultural que se esta­blece en términos de luchas sociopolíticas condicionantes sobre formas de habla disponi­bles .

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Patricia Dreidemie Instituto de Lingüística y Departamento de Ciencias Antropológicas

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