Manuel de Guevara Vasconcelos

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JOSÉ RAFAEL LOVERA Tema: “Manuel Guevara Vasconcelos” o “La Política del Convite” 9 de julio de 1998 PALABRAS INTRODUCTORIAS Reciban, apreciados colegas, mi más hondo agradecimiento por haberme elegido Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia y al mismo tiempo mi firme promesa de cumplir con los deberes que se derivan de tan honrosa designación, que atribuyo, no a mis escasos méritos, sino al loable deseo de distinguir y fomentar una rama de la investigación histórica novedosa en nuestro medio, a la cual me he consagrado: La Historia de la Alimentación. No puedo ocultar la emoción con que tomo la palabra en este venerable paraninfo donde hace más de ocho décadas hiciera lo mismo mi do abuelo, padrino y maestro Monseñor Rafael Lovera Castro con motivo de incorporarse a la Academia Venezolana de la Lengua. A las enseñanzas que de él tuve la suerte de recibir en su lúcida ancianidad, se debe mi temprana vocación por la historia. A él rindo homenaje en esta fecha memorable de mi vida. Mi antecesor en el sillón Letra G, Don Luis Beltrán Guerrero, ilustre caroreño, compartió las responsabilidades de docente y escritor dejando fructífera huella en su desempeño. Fue profesor de Introducción a la Historia y de Historia Colonial de Venezuela en la Facultad de Humanidades y Educación de nuestra muy querida Universidad Central de Venezuela, de cuya Institución llegó a ser Secretario. Había sido Director del Archivo General de la Nación en 1938 y al año siguiente, en una breve incursión en la política, Secretario de Gobierno del Estado Lara. Fue acreedor del Premio Municipal de Literatura y del Premio Nacional de Periodismo, e Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. De su extensa obra publicada sobresalen ensayos como Razón y sin razón, temas de cultura venezolana (1954); El tema de la revolución (1970); Introducción al positivismo venezolano (1991); y Humanismo y romanticismo (1994). Fue quizá en el género ensayístico donde adquirió mayor vigor y brillo su pluma, pero su vocación profunda, como lo confesó repetidas veces, fue la poesía a la que contribuyó con varios poemarios como Secretos en fuga (1942); El visitante (1958); Tierra de promisión (1959); Poemas de la tierra (1970); y Posada de Ángel (1994). Fue además, desde muy temprana edad, periodista y continuó siéndolo hasta su muerte. Particular importancia tienen los numerosos tomos en los que se recopilan los artículos que publicó bajo el título de Candideces, los que como dijera Manuel Alfredo Rodríguez, constituyen una suerte de "testimonio irreemplazable del acontecer venezolano de la centuria que ahora fenece. Allí figuran, armoniosa y sugestivamente combinados, desde el hecho político de mayor entidad hasta las manifestaciones más novedosas de la creación literaria y artística. Nada escapó a la penetración del pensador y su mirada zahorí supo percibir la trascendencia de manifestaciones y sucesos al parecer irrelevantes. Alguna vez le dije que burla, burlando y tal vez sin proponérselo, había escrito y continuaba escribiendo la mejor historia venezolana del siglo XX". 1 Había leído algunas de las obras de Guerrero y en particular recordaba sus ensayos de crítica e historia literaria intitulados Palos de ciego, pero vine a conocerlo personalmente en el salón de nuestra Academia, a donde se me había invitado para dar una charla sobre las investigaciones que 1 "Luis Beltrán Guerrero", en: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, tomo LXXXI (Abril-Mayo-Junio, 1997, No. 318), p. 18.

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JOSÉ RAFAEL LOVERA Tema: “Manuel Guevara Vasconcelos”

o “La Política del Convite” 9 de julio de 1998

PALABRAS INTRODUCTORIAS

Reciban, apreciados colegas, mi más hondo agradecimiento por haberme elegido Individuo

de Número de la Academia Nacional de la Historia y al mismo tiempo mi firme promesa de cumplir con los deberes que se derivan de tan honrosa designación, que atribuyo, no a mis escasos méritos, sino al loable deseo de distinguir y fomentar una rama de la investigación histórica novedosa en nuestro medio, a la cual me he consagrado: La Historia de la Alimentación. No puedo ocultar la emoción con que tomo la palabra en este venerable paraninfo donde hace más de ocho décadas hiciera lo mismo mi do abuelo, padrino y maestro Monseñor Rafael Lovera Castro con motivo de incorporarse a la Academia Venezolana de la Lengua. A las enseñanzas que de él tuve la suerte de recibir en su lúcida ancianidad, se debe mi temprana vocación por la historia. A él rindo homenaje en esta fecha memorable de mi vida.

Mi antecesor en el sillón Letra G, Don Luis Beltrán Guerrero, ilustre caroreño, compartió las responsabilidades de docente y escritor dejando fructífera huella en su desempeño. Fue profesor de Introducción a la Historia y de Historia Colonial de Venezuela en la Facultad de Humanidades y Educación de nuestra muy querida Universidad Central de Venezuela, de cuya Institución llegó a ser Secretario. Había sido Director del Archivo General de la Nación en 1938 y al año siguiente, en una breve incursión en la política, Secretario de Gobierno del Estado Lara. Fue acreedor del Premio Municipal de Literatura y del Premio Nacional de Periodismo, e Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua.

De su extensa obra publicada sobresalen ensayos como Razón y sin razón, temas de cultura venezolana (1954); El tema de la revolución (1970); Introducción al positivismo venezolano (1991); y Humanismo y romanticismo (1994). Fue quizá en el género ensayístico donde adquirió mayor vigor y brillo su pluma, pero su vocación profunda, como lo confesó repetidas veces, fue la poesía a la que contribuyó con varios poemarios como Secretos en fuga (1942); El visitante (1958); Tierra de promisión (1959); Poemas de la tierra (1970); y Posada de Ángel (1994). Fue además, desde muy temprana edad, periodista y continuó siéndolo hasta su muerte. Particular importancia tienen los numerosos tomos en los que se recopilan los artículos que publicó bajo el título de Candideces, los que como dijera Manuel Alfredo Rodríguez, constituyen una suerte de "testimonio irreemplazable del acontecer venezolano de la centuria que ahora fenece. Allí figuran, armoniosa y sugestivamente combinados, desde el hecho político de mayor entidad hasta las manifestaciones más novedosas de la creación literaria y artística. Nada escapó a la penetración del pensador y su mirada zahorí supo percibir la trascendencia de manifestaciones y sucesos al parecer irrelevantes. Alguna vez le dije que burla, burlando y tal vez sin proponérselo, había escrito y continuaba escribiendo la mejor historia venezolana del siglo XX".1

Había leído algunas de las obras de Guerrero y en particular recordaba sus ensayos de crítica e historia literaria intitulados Palos de ciego, pero vine a conocerlo personalmente en el salón de nuestra Academia, a donde se me había invitado para dar una charla sobre las investigaciones que

1 "Luis Beltrán Guerrero", en: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, tomo LXXXI (Abril-Mayo-Junio, 1997,

No. 318), p. 18.

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estaba realizando. Recuerdo gratamente que al final de la sesión se me acercó Don Luis con su inmancable boina, su bastón y dos libros bajo el brazo y después de un simpático apretón de manos me dijo "le propongo un intercambio" y pasándome uno de mis libros me pidió que se lo dedicara, lo que hice muy placenteramente y al devolvérselo me entregó un ejemplar con dedicatoria de la segunda edición de Palos de ciego, que guardo con gran aprecio, y en la cual, entre otras cosas, confesaba ser "gourmet y gourmand'. Fue un gesto amistoso, para mí inolvidable. Nunca hubiera imaginado que al año iba a fallecer y menos aún que sería yo el elegido para sucederle. Hoy rememoro aquel grato inicio de una amistad que no por efímera me impidió catar, más de una vez, el valor de su prosa y su hondo sentido venezolanista. Valgan mis breves palabras para exaltar su memoria.

Pasando a cumplir el deber que me imponen los estatutos de esta Ilustre Corporación, presentaré parte de una investigación que tengo dedicada a las postrimerías de nuestra Época Colonial.2 El tema que trataré lo he denominado "La Política del Convite" y constituye la reconstrucción de un aspecto inusitado del Gobierno de Manuel Guevara Vasconcelos. Casi nada conocían nuestros historiógrafos de la vida de este personaje antes de que llegara a Venezuela. Apenas se repetía que había nacido en Ceuta y que, como él mismo afirmara en algunos documentos, llevaba trece años sirviendo al Rey en sus dominios americanos cuando fue designado para gobernar Venezuela.3 Existiendo esta laguna, permítaseme antes de entrar en materia dar algunos datos fruto de mis pesquisas, que arrojan luz sobre ese período desconocido de su vida.

2 Se trata de un estudio en el cual he invertido más de tres años, titulado "La época del Capitán General Manuel Guevara

Vasconcelos. 1799-1807", que será publicado por la Academia Nacional de la Historia en su serie Fuentes para la Historia Colonial. 3 Véase: Blas Joseph Terrero, Teatro de Venezuela y Caracas, 1926, P- 183; Luis Alberto Sucre. Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela, 1928. P.310; Héctor García Chuecos, Siglo Dieciocho Venezolano, S/F, p. 327.

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I

Rasgos Biográficos de Manuel Guevara Vasconcelos

Cuando en 1798 recibió Guevara el nombramiento de Capitán General de Venezuela, venía a culminar una larga, penosa y relativamente anónima carrera castrense, que había comenzado el 6 de Agosto de 1755 al ingresar a los 16 años como cadete al Regimiento de Ceuta, ciudad donde había nacido el 20 de julio de 1739, bajo el reinado de Fernando VI.4

A

Experiencia en el Viejo Mundo

Fue hijo de Josef Pedro de Guevara de Vasconcelos y Riveyro, Brigadier de los Reales Ejércitos, Coronel del Regimiento Fijo de Ceuta, Alférez Mayor de esa ciudad y Caballero del Hábito de Santiago; y de María del Pilar Pedrajas y Medrano, natural de Valencia, hija de José Pedrajas, Caballero de la Orden de Santiago, Intendente del Ejército en el Reino de Galicia, Consejero de su Magestad en el Supremo de Guerra, y de Catalina de Medrano, hija ésta a su vez de Sebastián Fernández de Medrano, considerado uno de los tratadistas precursores de la Ingeniería Moderna española impuesta por el Mariscal Sebastián Le Prestre de Vauban.

Fue el tercer hijo de dicho matrimonio, siendo los otros tres en orden de edad: María Josefa, quien casó con Melchor Correa de Franca y Arroyo, José Antonio, quien se ordenó Sacerdote y Juan María.5

Habían sido los Guevara Vasconcelos desde hacía más de 300 años, gente de armas, tradicionales vecinos de Ceuta y defensores de esa posesión española. Por el lado de los Guevara eran de origen vasco; y por el lado de los Vasconcelos descendían de noble estirpe portuguesa, avecindada en la isla de Madeira a comienzos del siglo XVI.6 A fines del siglo XVII Pedro Cubero Sebastián, refiriéndose a los descendientes de los conquistadores de Ceuta, menciona a los Guevara Vasconcelos entre las familias que: 4 Archivo General de Simancas. Secretaría de Guerra, 7053, Expediente N° 33, "Relación de los méritos, y servicios de

Don Manuel de Guevara Vasconcelos...". No. 126. -La partida de nacimiento reza: "21 de julio de 1739. - Don Francisco Sánchez Carrizo, coadjuntor de la dignidad de Tesorero Mayor, Canónigo, Cura Párroco del Sagrario, bauticé a

Manuel Ramón José Cristóbal Justo. Nació el 20, hijo del Teniente Coronel Don José de Guevara Vasconcelos, de

Ceuta y de Doña María del Pilar Pedraja y Medrano de Valencia. Fueron sus padrinos Fray Christóbal de San Felipe.

Trinitario, y Doña Antonia Medrano, su abuela”, Archivo del Santuario de Na Sa de Africa, Ceuta, Libro VI de Bautismos, folio 387 vto. 5 Datos obtenidos del citado expediente; de Alberto y Arturo García Carraffa, Diccionario heráldico y genealógico de

apellidos españoles y americanos, XLIX, Madrid, 1954, p. 254; "Guevara Vasconcelos. Informaciones de Hidalguía y Limpieza de Sangre", Archivo Central de Ceuta, Sección de la Santa y Real Casa Hospital y Hermandad de la Misericor-dia, N° 00279; y José Luis Gómez Barceló, "Melilla. Origen y destino en el Archivo de la Santa y Real Casa de Misericordia de Ceuta", en: ALDABA 26 (Estudios sobre presencia española en el norte de África). Melilla, Septiembre 1995, p. 186 y s. 6 V. "Guevara Vasconcelos. Informaciones de Hidalguía y Limpieza de Sangre" citado en la nota anterior.

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..."se han mantenido siempre con lustre, gozando Encomiendas en las Ordenes Militares de Christo y muchos Abitos; y oy despues de la separación de Portugal, que quedó dicha Plaza agregada a Castilla, ay muchos Caballeros de Calatraba y Santiago y, se han exercitado siempre en el noble exercicio de las armas, esgrimiendolas siempre contra los Moros en defensa de la Fé, y servicio de su Rey a quien se han mostrado siempre finísimos en repetidas ocasiones, en que han dado pruebas reales de lealtad"...7

La ciudad natal de los Guevara era considerada como la llave de África y podría decirse que junto con Gibraltar, que está a su frente, lo era también del Mediterráneo. Dominando el estrecho que las separa, España tenía asegurada una de las posiciones estratégicas claves del Viejo Mundo. Su importancia había hecho que se la dotara de grandes fortificaciones que la protegían por el lado del mar y a la vez aseguraban su defensa contra las huestes de los soberanos marroquíes, que nunca dejaron de realizar intentos por reconquistada. Era además, y continúa siendo el presidio español más famoso de África. Adosado a la ciudadela está el barrio de La Almina, el mayor y mejor de la ciudad, completamente amurallado y donde muy probablemente se encontraba la morada de los Guevara Vasconcelos. La población de esta plaza fuerte, a mediados del siglo XVIII, no sobrepasaba los 1.500 vecinos.8 El gobierno civil dependía de Cádiz y el eclesiástico, con el rango de Obispado, de Sevilla. Sin agricultura, ni industria, los bienes precisos para la vida debían traerse de la Península Ibérica, sobre todo los alimentos básicos de los europeos: trigo, vino y aceite. En esa tierra de clima ardiente de conquista, constantemente amenazada por sus dueños originales, entre murallas, torreones y fuertes, vio la luz y vivió considerable parte de su existencia Manuel Guevara, siempre en ambiente bélico, siempre familiarizado con la zozobra. Sus primeras hazañas aparecen relatadas en su probanza de méritos: "se ha hallado en diferentes funciones particulares en el campo de los Moros a quemarles sus mieses, bolarles la Mezquita, y puente del Rivero... en cuyas ocasiones era manifestado su valor”...9

Al comienzo sus ascensos en el ejército fueron regulares, pues a los seis meses y siete días de ser cadete accedió a Sub-teniente; y año y medio después a Teniente Sencillo, pero a partir de allí su carrera sufre un cierto estancamiento, pues tardaría algo más de ocho años en alcanzar el rango de Teniente de Granaderos. Durante este lapso, a solicitud suya, saliendo de Ceuta sirvió, como Dragón, de Edecán a Don Miguel de Irumberri y Balanza, Mariscal del Ejército de Extremadura, en la expedición contra Portugal que en 1761 había ordenado Carlos III. Con esta acción España abandonaba la neutralidad que había mantenido en la Guerra de los Siete Años y se ceñía al Tercer Pacto Borbónico, mediante el cual se había aliado a Francia para luchar contra Inglaterra.

El Mariscal Irumberri con una Compañía de Dragones se ocupaba en 1762 por órdenes superiores, muy probablemente del Conde de Aranda, Jefe del Ejército por dimisión del Marqués de Sarría, de recorrer la frontera hispano-portuguesa y al recibir la noticia de que el 27 de Agosto de aquel año, un grueso contingente de portugueses e ingleses había sorprendido al Regimiento de Milicias de Sevilla que se encontraba en Valencia de Alcántara, acudió a su defensa, sosteniendo allí un vivo combate que terminó, dada la superioridad numérica de los adversarios, con su rendición,

7 Descripción General del Mundo y notables sucesos que han ocurrido en él, 1697, p. 43-60; donde se contiene la

"Descripción de la planta de Septa", nombre este último con el cual se designaba también a Ceuta. 8 Amonio Vega. Diccionario Geográfico Universal. n. 1795. p. 144 9 "Relación de los méritos y servicios...". N° 126.

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arresto de toda su tropa y envío a la prisión de Castel- David. 10 No fue muy destacada la actuación de Guevara entonces, pues cuando su Compañía se vio en aquel combate y derrota, él se encontraba enfermo en Badajoz. Uno de los compañeros de armas de nuestro personaje que también participó en esa campaña fue Juan de Casas, quien mucho más tarde, en Venezuela, tendría estrecha relación con él y le sucedería en el ejercicio de la Capitanía General.

Concluida aquella guerra en 1763 mediante el Tratado de París, volvió Guevara a su regimiento de Cauta donde permaneció como Teniente de Granaderos hasta graduarse de Capitán en 1766. Al año siguiente pasa a Capitán vivo con compañía, destino en el que permanecerá por unos quince años durante los cuales, habiendo pasado a Regimiento de la Corona, ejerció por dos veces la dirección de la Escuela de Cadetes; fue elegido para las Quintas de La Mancha y luego par las de Córdoba. El 31 de enero de 1774 fundó Carlos III la Academia Militar para la Infantería y Caballería en Ávila, a la cual podían asistir los oficiales de todos los cuerpos del ejército que merecieran ser elegidos. Uno de los escogidos para entrar en ese instituto fue Guevara, quien completó los estudios que allí se impartían, los que duraban dos años e incluían aparte de los cursos corrientes en las demás academias de su especie, el estudio de los reglamentos militares de todas las potencias europeas para compararlos con los españoles11. En 1870 ingresó junto con su hermano José a la Orden de Santiago, juramentándose en Ceuta, siguiendo así la huella de su padre, quien había entrado a la misma en 1742.12

B Por primera vez en el Nuevo Mundo

Alcanzó el Grado de Teniente Coronel 1º de enero de 1783. Era ese el momento cuando España unida a Francia luchaba en favor de la Guerra de Independencia norteamericana contra Inglaterra. Fue por esta época cuando amenazadas las posesiones españolas en el Caribe fueron guarnecidas varias de sus plazas, entre ellas la de Puerto Rico, a donde fue enviado Guevara con su regimiento, comenzando así su experiencia americana. De la nombrada isla pasó a Cartagena de Indias y de allí a Santa Fe de Bogotá, ciudad en la cual lo tomó a su servicio como Ayuda de Campo el Arzobispo Virrey Antonio Caballero y Góngora, quien le encomendó la misión de organizar las milicias de Guayaquil con el cargo de Comandante en Jefe.13 El 14 de Octubre de 1785 le fue comisionada la tarea de ocuparse del cerco sanitario resuelto por el Cabildo de aquella ciudad contra la epidemia de viruela que se había desatado.14 Sobre esta epidemia dice el P. Juan de Velasco que se complicó con "otros síntomas malignos" afirmando que como consecuencia de ella "murieron desde el de septiembre de dicho año, en el espacio de dos meses, de 25 a 30 mil personas en las mismas Provincias cercanas y en la ciudad de Quito”.15

10 Joseph Vicente Rustant, Décadas de la Guerra de Alemania e Inglaterra, Francia, España y Portugal, X, 1765, p. 293 y s. 11 V. Francisco de P. Mellado, Enciclopedia Moderna, IX, 1851. p. 249 y s. 12 Información tomada del expediente citado en la N. 4 de: Vicente Pignau y Francisco de Uhagón, Indice de pruebas de los caballeros que han vestido el hábito de Santiago, 1901, p. 155 13 Expediente citado: “Representación de Joseph de Guevara Vasconcelos”, Nº 120 14 Abel Romeo Castillo, Los Gobernadores de Guayaquil del Siglo XVIII, 1931, p. 222 y s. 15 Juan de Velasco, Historia del Reino de Quito, 1980, p. 329 y s.

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Como era de esperarse, en el celoso y eficaz cumplimiento con el que Guevara desempeñó la misión sanitaria que le había sido encomendada, contrajo la viruela y pasó un año entero en peligro inminente su vida. Es muy probable que la enfermedad le trajera complicaciones que se pudieron manifestar con esos otros "síntomas malignos" a que aludía Velazco16.

Para aquella época Guayaquil constaba de dos asentamientos, el primero llamado, "Ciudad Vieja" que había sido fundado sobre la ribera occidental del río Guayaquil sobre el declive de una colina llamada Cerrillo Verde, y la "Ciudad Nueva" casi contigua a la ribera, hacia la cual habían ido mudando sus habitaciones los vecinos "porque huyendo de los ardores del clima - como dice el citado Velasco – quieren fabricar todos cerca del agua, para lograr el fresco de sus brisas", añadiendo que: "El sitio de la Nueva es por esa razón no solo húmedo, sino pantanoso, nada firme para edificios, y lleno de sabandijas e insectos".17

Todas las casas eran de madera, las de la Nueva Ciudad cubiertas de tejas, en cambio las de la antigua estaban techadas con paja lo que le hacía fácil presa de los incendios, que habían ocurrido varios de consideración. Fue esta la razón que indujo a los vecinos, temerosos de que algún descuido en las cocinas con el fuego pudiera resultarles desastroso, providenciaron separarlas de las casas y construirlas distantes de ellas como a doce o quince pasos, fabricándolas en alto y comunicándolas con las viviendas por medio de un pasadizo descubierto a manera de puente, que siendo ligero se podía cortar con brevedad al incendiarse la cocina, librando así a las casas de peligro.18

En estas cocinas campeaba casi sin rival la dieta americana. El casabe, las masas de harina de maíz y los plátanos asados eran el condumio diario19. Testigos de la época, al describir las costumbres alimentarias de aquel puerto afirman… "como los patricios no usan pan de trigo, y los forasteros pierden la costumbre de comerlo después de haber estado allí algún tiempo, porque la naturaleza de aquel temperamento corrompe las harinas en corto tiempo y no contribuyendo las aguas, es tan malo el que se hace comúnmente, que luego que el paladar se habitúa al plátano, deja el pan enteramente"20.

Añádase a los inconvenientes señalados el que el terreno donde estaba fundada la Ciudad Nueva y las sabanas de su inmediación resultaban intransitables a pie o a caballo en tiempo de invierno, lo que se remediaba parcialmente, colocando al inicio de la temporada de lluvias tablones gruesos y anchos en las travesías de 1as calles, para poder andar sobre ellos; no sin grave riesgo de resbalar y hundirse en el terreno cenagoso.21

A pesar de lo inhóspito de Guayaquil, este puerto era de suma importancia para el comercio de las provincias de Quito con las demás del Perú y la Nueva España. Era paso forzoso para la comunicación de los puertos del Pacífico y también el mejor astillero conocido en aquella ribera oceánica por abundar de maderas de calidad sobresaliente, y por su reconocida comodidad para la construcción de buques de todo porte, tanto para la guerra como para el comercio, siendo por otra parte el más adecuado para carenar embarcaciones. Sin duda, era Guayaquil una de las plazas estratégicas de los dominios españoles en el Nuevo Mundo.22

Por lo menos hasta 1789 encontramos a Guevara en Guayaquil como consta en las certificaciones de servicios prestados en los últimos años en aquel puerto, expedidas por el

16 Expediente citado, “Representación de Joseph de Guevara Vasconcelos”, Nº 120 17 Velazco, Op. Cit., p. 380 18 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias secretas de América Meridional, Primera Parte, I, 1978, pp. 222 y s. 19 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias secretas de América, 1826, p. 14. 20 Ibíd., p. 15 21 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación Histórica…, p. 222. 22 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias Secretas…, p. 159 y s.

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Gobernador Ramón García de León y Pizarro y por los cabildantes.23 En ese último año su hermano mayor José de Guevara Vasconcelos, dirigió una solicitud al Rey pidiendo para nuestro biografiado una gobernación en Indias. Este hermano, también nativo de Ceuta, Presbítero, Caballero del Hábito de Santiago, Individuo de Número de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, esta última a la que había ingresado en 1770, Anticuario del Gabinete de Medallas del Rey, Censor Perpetuo de la Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, autor de una Memoria para la historia de Ceuta, manuscrito que hoy se encuentra perdido, Redactor de la Gaceta de Madrid y de El Mercurio, era sin duda un buen apoyo para que dicho pedimento tuviese éxito. Sin embargo, debió pasar casi una década para que, ya bajo el reinado de Carlos IV; fueran tomadas en cuenta sus instancias y resultase nombrado su hermano Manuel como Capitán General de Venezuela el 11 de Octubre de 1789. 24

C Vuelta a Europa

El 23 de mayo de 1793, el pusilánime Rey Carlos IV a instancia del favorito de turno de su

esposa María Luisa y con el pretexto de salvar al heredero superviviente de Luis XVI, cuya cabeza había rodado en el patíbulo el 21 de enero de ese año, declaró la guerra contra Francia, respondiendo a la ruptura similar que había hecho esta república contra España el 7 de marzo.

No era necesario atizar mucho el fuego de la animadversión que tenían los españoles contra los franceses. Como bien describe un historiador galo:

"A la nueva de las hostilidades, un estremecimiento corre por todo el país desde los Pirineos hasta Cádiz. Los obispos publican cartas pastorales que son verdaderos llamamientos a las armas: Desde el púlpito curas y frailes predican la cruzada contra los impíos franceses; se multiplican los enrolamientos voluntarios y Cataluña pide la leva en masa; varios Grandes de España forman regi-mientos a sus expensas; los contrabandistas de Sierra Morena ofrecen organizarse en cuerpo armado; los ciegos de las calles deciden cantar la guerra santa, absteniéndose de pedir limosna; en fin, los donativos patrióticos afluyen: Donativos del clero, donativos de la nobleza y de la burguesía, donativos incluso de pobres. Mientras la contribución voluntaria suscitada en Francia en 1790 no ha alcanzado más que cinco millones de francos, la que se imponen los españoles en 1793 produce cuarenta y cinco"25

Inmediatamente comienza la movilización del ejército de Cataluña bajo el mando del General Antonio Ricardos, que había desempeñado importantes misiones militares en Italia, Portugal y en el Virreinato de Nueva España y era hijo de Felipe Ricardos, quien había sido Capitán General de Venezuela de 1751 a 1757. El 16 de abril de aquel año traspasan la frontera 3.500 hombres y se inicia la guerra que ha sido llamada del Rosellón o también Campaña de los Pirineos. Al comienzo todo fueron victorias para los españoles y quizá la más notable haya sido la de Trouilles, que le valió

23 Expediente citado en la N- 4, Nº 121 y 122. 24

V. Manuel Osario y Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, 1903 - 04; y Carlos Ramírez de Arellano y Gutiérrez de Salamanca, Ensayo de un catálogo biográfico bibliográfico de los escritores que han sido individuos de las cuatro órdenes militares de España, 1894. Sobre el nombramiento de Guevara véase: "Título de Presidente Governador y Capitan General de esta Provincia de Venezuela despachado a favor del Señor Don Manuel de Guevara Basconcelos", Archivo General de la Nación, Empleados de la Colonia, Tomo XXXV; 1799, folios 1-12 vto. 25

Jacques Chastenet, Godoy (Príncipe de la Paz), 1946, p. 61.

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a Ricardos el título de Marques de Trullas (nombre españolizado del sitio donde se dio la batalla en la que salió vencedor del General republicano Dagobert).26

Guevara, que había permanecido en Guayaquil en espera de ser promovido sin éxito, pues las gobernaciones que había solicitado para él su hermano en 1789 resultaron provistas a nombre de otras personas, resolvió regresar a Europa, posiblemente con la idea de probar fortuna más cerca del poder. El 16 de junio de 1793 se encontraba en Cuba, otorgando testamento en La Habana27, lo que solían hacer los militares en vísperas de ir a la guerra. Es probable que poco tiempo después haya ingresado al ejército de Cataluña que continuaba su exitosa campaña. El 13 de marzo de 1794 muere el General Ricardos y le sucede en el mando el General O'Reilly, oficial que también había tenido experiencia americana en Cuba y Puerto Rico, y cuya jefatura duró apenas unos días pues falleció el 23 de marzo de ese mismo año. Para reemplazarlo fue nombrado Luis Carvajal y Vargas, Conde de la Unión, quien llegó al teatro de operaciones el 14 de abril. La suerte del ejército español cambió de signo al enfrentarse con el General Jacques-François Dugommier, a la sazón jefe del ejército francés, hombre de gran empuje con notables dotes de estratega. Fueron perdiendo los españoles las posiciones que habían logrado al comienzo, una de las cuales fue Collioure, que después de una encarnizada resistencia sucumbió al sitio que le habían puesto los enemigos, capitulando el 27 de mayo de 1794.

Una de las cláusulas de la rendición estableció que para la garantía de la entera ejecución de los artículos de la capitulación, el General español se obligaba a dar seis rehenes elegidos entre la clase de oficiales superiores y así quedaron presos tres Coroneles y tres Tenientes Coroneles28. Entre ellos se encontraba Manuel Guevara Vasconcelos. Pocos días después se trasladaba su hermano José a Aranjuez, donde residía la Corte, para interceder por el rehén2929. Todavía en octubre del mismo año no se había logrado la repatriación de Manuel Guevara quien había sido trasladado a Montpellier30

El 22 de junio de 1795 se firmó en Basilea el tratado de paz que puso fin a la guerra que habían sostenido España, y Francia, siendo probable que todavía para esa fecha continuase Manuel Guevara como prisionero. Esa estadía forzosa en el mediodía francés permitió seguramente que el rehén se familiarizara con la comida de aquella región y con sus vinos, pues años después, ya en Venezuela, lo encontraremos aficionado a los Muscats de Lunel y Frontignan, localidades vinícolas de los alrededores de Montpellier. En octubre de 1798 encontramos a Manuel Guevara, ya hecho Brigadier en Madrid, recibiendo el nombramiento de Capitán General de Venezuela.

26

Carlos Martínez de Campos, España Bélica: El siglo XVIII, 1965, p. 217-268; obra que se sigue en este asunto junto con la de Andrés Muriel, Historia de Carlos IV, I, 1959, p. 156 y ss. 27 “Testamentaria de Manuel Guevara Vasconcelos”, Archivo General de la Nación, Testamentarias, Tomo GI, 1808, 1ª pieza, folio 23. Esta fuente se usará en extenso, por lo que no siempre se citará en particular al referirse a los diversos rubros que en ella se contienen. 28

Una relación detallada de los sucesos de la Guerra del Rosellón desde el 14 de abril de 1794 en adelante, incluido el texto de la capitulación de Collioure, se encontrará en: "Sucesos del Rosellón desde la llegada del Conde de la Unión, hasta que se rindió Collioure, relación publicada por el Marques de Fuentesanta del Valle en su: Colección de Documentos inéditos para la historia de España, CIX, 1894. p. 373 --462. 29

“Carta de José Guevara Vasconcelos a Jovellanos 30

Jovellanos, Op. Cit., p. 192

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II Política del Convite

Cuando llega Guevara en abril de 1799 a Caracas viene con una política definida por su ya

larga experiencia indiana que se traduce en dos vertientes de su conducta: por un lado la aceleración de la causa seguida contra los rebeldes Gual y España, que Carbonell su antecesor no había podido llevara a término; y por el otro la decisión de abrir su casa a los "vecinos de todas las clases principales”31. Una cara severa y otra jovial. Nos interesa estudiar más de cerca la segunda faceta de aquella política a la que en nuestra opinión no se ha dado la importancia que merece, ni se le ha señalado el alcance que creemos tuvo. Son pocos los historiadores que tratan el asunto, o por mejor decido lo mencionan, pues no ha habido quien se haya detenido en el análisis de lo que denominaré "La Política del Convite".

Luis Alberto Sucre en el capítulo que dedica a Guevara acierta en calificarlo de amante del lujo y los placeres, más sin embargo limita su apreciación al considerar que... “en ellos solicitaba no sólo la satisfacción personal, sino la información política”...32, pues como trataré de demostrar el personaje buscaba algo más que la pura averiguación de opiniones cuando sentaba a su mesa a los principales vecinos caraqueños. La aseveración de Sucre si bien demuestra que conoció la testamentaria del Capitán General y el informe que éste dirigió al Rey en 1801, evidencia cierta falta de agudeza al interpretar sus textos.

Algo parecido sucede con Héctor García Chuecos, quien al referirse a los convites de Guevara afirma que la intención que tuvo aquel era la de descubrir los distintos pareceres y mantenerse simplemente informado 33.

Ambos historiadores tocan el punto de paso, sin detenerse en él, posiblemente por no haberles interesado e! asunto sino como simple referencia.

Si vamos a los testimonios producidos a ras del tiempo del mandato de Guevara, encontraremos uno que da una idea más precisa de lo que hemos dado en llamar "política del convite". Se trata del texto de autor anónimo con el que se completa la obra de Blas Joseph Terrero Theatro de Venezuela y Caracas en el cual se habla de un "Plan de Gobierno" de Guevara, consistente en la promoción de "la gula y el juego" con la finalidad de "contener los pueblos en la fidelidad y sujeción al Rey"34, apreciación ésta más ajustada, pues no sólo afirma la existencia de un plan de gobierno sino que le atribuye una mira lo suficientemente general como para incluir, al lado de la averiguación, otros móviles. Es lícito pensar que esta visión estaba en el ambiente de la época. Viene a confirmarlo José Manuel Cagigal en sus Memorias cuando asienta refiriéndose a Guevara: ... “este jefe lleno de ideas, de experiencia, precavió el daño y estuvo constantemente a la mira del foco de donde emanaba la "convulsión"”... 35, demostrando que las ideas políticas de Guevara lo llevaron a mantener un plan de pacificación. Al mismo tiempo, al referirse a uno de los sucesores de Guevara, señala como una de las causas de descontento la ausencia de lo que llamamos política del convite: ... "los militares se hallan descontentos con Empáran: Jamás los hizo sentar en su casa, nunca convidó a uno a su mesa"...36.

31

"Carta enviada al Primer Secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo, el 13 de julio de 1801”, en: Blanco y Azpúrua, Documentos para la historia de la vida pública del Libertador II, p. 29 y ss.

32 Luis Alberto Sucre, Op. Cit., p. 308. 33 Héctor García Chuecos, Op. Cit., p. 335. 34 Theatro…, p. 183 35 J. M. Cagigal, Memorias, p. 27. 36 Ibid, p. 30

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Analicemos detenidamente la citada carta de 180137 en lo que atañe a nuestro asunto, especialmente los que considero párrafos claves. Dice Guevara:

“Apenas llegué á esta Ciudad por Abril de 1799, y principié á tomar idea de su estado, conocí que se apoderaba la discordia de las autoridades y cuerpos estaba dividida en varias facciones casi declaradas, y que inflamado el espíritu de partido, común a toda esta parte del Mundo, hallaban puerta franca, é influían poderosamente, la calumnia, el chisme, la mala fé, y la desconfianza, interpretandose reciprocamente las palabras, y acciones según el capricho, interés y designios de cada parcialidad.”

En el párrafo trascrito se refiere Guevara a la discordia que a su arribo existía entre el Intendente Esteban Fernández de León y el Capitán General Pedro Carbonell y entre éste y la Real Audiencia liderizada por el Regidor Antonio López Quintana, así como también a la facción capitaneada por los cabildantes Francisco Rodríguez Ibarra, Marqués del Toro, y Manuel de Monserrate. Diferencias que habían llegado al grado de agrias disputas que en diversos memoriales habían sido hechas del conocimiento del Rey38. Continúa la carta diciendo:

"En esta sorda inquietud, quando todos me tocaban abonando su conducta, y detractando la agena, y yo hacia de las especies el uso que me dictaban mis propios conocimientos, y practica de trece años de estos Dominios, descubrí á todos mi caracter naturalmente opuesto a imposturas, y detracciones, y la estrecha obligación en que me havia puesto el Rey de introducir y mantener la paz entre sus Vasallos extirpando, si era posible la mas profunda raíz de su desavenencia".

Así Guevara ya anunciaba su designio de pacificación y la meta fundamental que se había

propuesto de desarraigar las causas de la discordia, definiendo así una política que en ningún caso puede reducirse al simple propósito de buscar información como sostienen los historiadores citados. Sigue en la epístola la clara definición de la política del convite:

"Firme en esta resolución, me apliqué seriamente á conseguir su efecto valiendome de varios arvitrios para examinar los motivos de la desunión, y entre ellos, el de traher á mi Mesa diariamente, tres ó cuatro vezinos de todas las clases principales, para hoirlos y observarlos personalmente, manifestandoles mi animo pacifico, y decidido por la Justicia. En conseqüencia, tengo la satisfaccion de ver restablecida la confianza del Pueblo en el Magistrado, introducido mejor orden y sufocados [sic], quando no extinguidos los partidos que pudieron ocasionar estragos en estas hermosas, y fertiles Provincias. Y aunque no es posible perfeccionar mi idea en tan poco tiempo, supongo que quando no hayan cesado de una vez las continuas quejas, que á porfia se elebaban á la Corte, á lo menos se habrá disminuydo en su mayor parte la importunidad."

Aludía de esta manera a la perfectibilidad de su política del convite, que por otros documentos sabemos continuó hasta su fallecimiento.

En 1801 continuaba Guevara con sus obsequios, como se desprende del diario de un testigo presencial39. En 1803 seguían los convites conforme a correspondencia del Fiscal José Gutierrez del

37 Citada en la nota Nº 31. 38 García Chuecos, Op. Cit., p. 310 y ss. 39

Juan María Romero, "Viaje que hizo don..., desde Guayaquil, por Bogotá, el Meta, el Apure, hasta el pueblo de Cabruta, y de aquí por el interior hasta Caracas, en 1801", en: Blanco y Azpúrua, Documentos..., II, 1875, p. 39 y ss.

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Rivero y del propio Capitán General, quien aseguró al Consejo de Indias que celebraba sus ágapes… "por fines políticos, que le han estimulado para cortar las enemistades, reunir los ánimos y afianzar la paz publica"...40, con lo cual deja definitivamente establecido que cumplía con el plan que se había trazado al llegar a Caracas en 1799. Todavía en 1807 no habían cesado los convites que terminarían sólo con la súbita enfermedad que le atacó en octubre de aquel año y a consecuencia de la cual murió el 9 del mismo mes, todo lo cual consta en su testamentaría.

Tenemos pues la evidencia de la actitud pacífica del personaje, revestida del encanto de la convivialidad; pero no ha de olvidarse que al mismo tiempo en que es llevada a efecto, paralelamente Guevara, provisto de los resortes de la justicia, golpea severamente a los reos de la insurrección, sentenciando a uno de sus cabecillas al último suplicio con la cruel orden de descuartizamiento y exhibición de sus restos en diversos puntos del escenario de la rebelión. Pero la mano dura de Guevara, esa que alternó con la mano enguantada de seda del anfitrión, va aún más allá hasta conseguir la eliminación física del otro cómplice principal quien fallece envenenado en su exilio de Trinidad a manos de Antonio de Bracamón, agente del Capitán General 41 He allí las dos vertientes de la política adoptada por Guevara. Sin duda la severidad y crueldad empleadas contra España y Gual constituyeron castigos ejemplares que atemorizaron a los súbditos que podían albergar ideas de subversión del orden establecido, inhibiendo en buena medida los intentos de nuevas conspiraciones, pero no se puede negar que la política del convite contribuyó sustancialmente a mantener la paz interna que anhelaba Guevara y había convertido en su propósito cimero.

Interesa ahora estudiar de cerca esa política que se desenvolvió en el escenario doméstico del Capitán General, mediante el empleo de un menaje adecuado y de muy precisos argumentos comibles y bebibles, cuya fuerza contribuyó al apaciguamiento de las facciones y al entendimiento mutuo de los comensales.

A El Escenario

Guevara al igual que sus dos antecesores inmediatos, Carbonell y Guillelmi, habitó en la

Parroquia Catedral entre las esquinas de Gradillas y Sociedad en la casa que había sido propiedad de Miguel Xeréz Aristeguieta y luego de sus herederos42. Era una de las casas más importantes de la ciudad, no sólo por sus dimensiones, sino por haber sido desde mediados del siglo XVIII el centro

40 V. "Informe del Consejo de Indias reunido en pleno de tres salas. ...ante representación del Presidente y

Real Audiencia de Caracas contra la conducta y excesos del Fiscal de lo Civil y Criminal, Don José Gutierrez del Rivero. Madrid, 15 de marzo de 1804", publicado por Teresa Albornoz de López en: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa..., 1987, p. 101-129. La cita proviene de la p. 114.

41 Respecto del proceso, condena y suplicio de José María España, por muy conocido, remitimos, a cualquiera de las obras impresas sobre el particular. En relación con el asesinato de Manuel GuaI por Antonio Bracamón. véase: "Carta de Antonio de Bracamón a Manuel Guevara Vasconcelos. Puerto España, 20 de octubre de 1800". Archivo General de la Nación, Gobernación y Capitanía General. Tomo XCI. folios 42 y ss.

42 "Autos sobre el cumplimiento de la Real Cédula de Su Majestad en que manda se justiprecie el legitimo valor de la casa y muebles preciosos de que está sirviéndose el Sr. Gobernador Don Juan Guillelmi". Archivo General de la Nación. Diversos. Tomo LXVI, 1793, folios 6 y 7; v. también: Conjuración de 1808 en Caracas. I, 1969. p. 101

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social de la capital. Allí en su época de esplendor los propietarios habían dado lujosas recepciones y eran visitados constantemente por las personas más encumbradas. En 1783 había acogido en sus salones a un grupo de militares europeos que venían, de Norteamérica y hacían parte de la famosa expedición de Rochambeau. En su recinto habían estado el Príncipe de Broglie, el Conde de Segur, el de Dumas, Berthier y el famoso conde Fersen quien más tarde se convertiría en adorador de la Reina María Antonieta, durante su estadía en Caracas quedó prendado de Belén Aristeguieta y sus hermanas.43

Tenía la propiedad unos 38 metros de frente por 78 de fondo, constaba de dos plantas y su fachada, que daba a la Calle Real, al sur de la Catedral, ostentaba gran portada ornada con elegantes molduras. Tenía cinco ventanas enrejadas y en el alto varios balcones con barandillas de hierro. Su sala, gabinete y dormitorio estaban decorados con costosos azulejos, Tenía un gran patio enlajado rodeado de arquería y al fondo un jardín con arboleda que lindaba con la casa que había sido de Juan Vicente Bolívar. La casa tenía una pila, cinco tanques de agua, entre pequeños y grandes, como lo requería la intensa vida social que en ella se llevaba; poseí una extensa bodega, que en tiempos de Guevara, como se verá, estuvo muy bien provista y disponía de una amplia cocina con fogón de varias hornillas y dos hornos que durante el período que interesa pareciera que nunca dejaron de estar encendidos, pues era allí donde se cocinaban los muy convincentes argumentos de la política del convite.44

B

La Utilería

En vísperas de la llegada de Guevara Vasconcelos a Caracas la espaciosa vivienda que le estaba destinada carecía de un mobiliario completo, pues para la recepción que le preparó el Cabildo fue preciso mandar a hacer dieciocho silletas, tres mesas y un tinajero, y comprar tres camas. A este primer convite asistieron por lo menos ochenta personas, por lo que suponemos que habría en la mansión más silletas y más mesas.45 Para los últimos meses de la vida de Guevara el mobiliario que nos interesa había crecido contándose para entonces con 137 silletas, 8 mesas iguales de 2 metros por 90 centímetros y siete mesas de juego.46

El ajuar de mesa era abundante, contándose ante manteles, todos de Alemanisco, y 148 servilletas casi todas del mismo género, que se denominaba así por estar fabricado al estilo de Alemania, y consistía en un tejido de Hilo a pequeños cuadrados algo mayores que los confeccionados en las labores llamadas “de gusanillo”. 47 Una revisión de las medidas de esa mantelería nos lleva a la conclusión que con ella se podían sentar a la mesa entre cuatro y treinta comensales, advirtiendo que la mitad de los manteles eran de a ocho personas. La existencia de un 43 Sobre estos visitantes extranjeros véase: Carlos Duarte, Misión Secreta a Puerto Cabello y Caracas en 1783, PASSIM. 44 Para esta descripción se usó el “Abalúo de albañilería de la casa-palacio de Don Miguel de Aristegieta, 1758”, hecho por el Maestro de Albañilería y Alarife José Leonardo Mañer. Publicado por Carlos F. Duarte en: Aportes Documentales a la Historia de la Arquitectura en Venezuela…, p. 134-139. Sobre este histórico edificio han escrito: Lino Duarte Level, Historia Patria, en su capítulo “Una casa solariega”, p. 185 y ss; Guillermo José Schael, El Vecindario de Simón Bolívar, en su capítulo “La antigua Casa de El Universal en las Gradillas”, p. LXIX-LXXI; y Carlos F. Duarte, Mobiliario y decoración interior durante el Período Hispánico Venezolano, s/f, p. 490-549-553. 45 Datos tomados de “El Regidor Alguacil Mayor Don Luis Serrano, presentando las cuentas del combite y muebles de la Casa del Señor Presidente Don Manuel de Guevara, 1799”, Archivo Histórico del Municipio Libertador, Archivos Capitulares: Diversos (1798-1809), Tomo 77, 1799, Nº 38. 46 “Testamentaría de M. G. V.”, 1ª pieza, folios 50 y ss. 47 Real Academia Española, Diccionario de Autoridades (1762), 1964.

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gran mantel de 10 metros por 3, en el cual podían acomodarse unos treinta cubiertos, nos hace pensar en ocasiones especiales y en el hecho de que para ponerlo se necesitase unir varias mesas.48

Uno de los signos de riqueza de una casa era la platería. Poseerla en cantidad y variedad permitía una ostentación que impresionaba a todo comensal. Sin embargo, no siempre se podía considerar como simple artículo de lujo, pues las bandejas, jarros y otras piezas de servicio de peltre o de loza necesitaban, como reza una fuente de finales del siglo XVIII: …”de una renta para reponerlos, según lo que quiebra, y destroza la torpeza y desidia de los criados," 49 es decir, como señala otra fuente coetánea, el uso de la plata para el servido "de la mesa ahorra… “no pocos gastos en el uso del barro o de la loza; porque siendo los negros y mulatos sirvientes tan descuidados en todo es necesario un alfarero para surtir cada año a una casa, de platos y otras necesarias vasijas, que viniendo de España, es no poco costoso su reintegro, y así es economía el uso de la plata"…50

La platería poseída por Guevara para el servicio de la mesa pesaba unos treinta kilos, 51 y comprendía sopera, bandejas, aceitera, saleros, salseras, cafeteras, azucareras, jarras, algunas piezas que demostraban su afición por el chocolate como una mancerina y cuatro cocos guarnecidos en plata, y otras que evidencian su aprecio por el buen vino como seis asientos de botellas con fondo de madera. Añádase la cubiertería de la que tenía gran copia: 83 cubiertos constantes de cuchara y tenedor, algo más de cuchillos incluyendo 24 de pescado, 36 cucharitas de café y 8 cucharones. Los había tanto de plata labrada como de obra lisa, y aún de vermeil, es decir, plata sobredorada. Por cierto, que en la tradición médica española se recomendaba esta clase de instrumento para la salva: "Porque metiéndolos en las cosas que se comen, si tienen veneno, luego el oro adquiere un color estraordinario de leonado, azul o negro, o empañándose, o perdiendo el lustre que antes tenía. La qual será causa que se mire del manjar, y se haga experiencia en algún bruto, que lo coma, como es dando a algún gallo o perro dello."52 No se sabe si esta utilidad adicional fue tomada en cuenta por Guevara en una época en que no estaba de más tomar precauciones contra enemigos solapados. En conjunto, con toda la cubiertería poseída por Guevara se estaba en capacidad de servir hasta unas 80 personas.

La vajilla del Capitán General era abundante, la mayoría de sus piezas de loza fina, es decir de porcelana, parte de ella de Sajonia adornada con filetes de oro. El número de piezas supone una vida social bastante intensa. Tenía 45 fuentes entre grandes y pequeñas, 6 soperas con tapas, 5 salseras, 7 ensaladeras, 6 fruteras y 130 platos entre grandes, medianos y pequeños, sin contar 7 juegos de café, 2 para doce personas, uno para veintidós y 4 para veinticuatro.

En aquel tiempo el servicio de la mesa se hada en varias tandas. En cada mesa se ponían las viandas que constituían un servicio, de forma tal que estuvieran al alcance de los comensales, para lo cual era necesario que hubieran varias fuentes con el mismo plato a lo largo del centro de la mesa. Una vez que se había terminado se paraban los comensales, quienes caminando por los corredores o el patio daban tiempo para que se dispusiera el segundo servicio y luego regresaban a sentarse de nuevo para consumir el nuevo grupo de manjares. A este sistema se llamó originalmente "servicio a

48 “Testamentaría de M. B. V.”, la pieza, folios 38 vto y ss. 49 Juan Porbst, “El costo de la vida en buenos Aires según una encuesta del año 1769”, en: Contribuciones para el estudio de la Historia de América (Homenaje al Doctor Emilio Ravignani), 1941, p. 440. 50 Loc. Cit. 51 Piénsese que al valor actualizado de la plata por peso aproximado en onzas, el servicio de la mesa de Guevara se podría estimar, tomando en cuenta que había piezas labradas y otras de vermeil, en U.S. $ 10.000. 52 Véase Juan Sorapán de Rieros, Medicina Española [1615-1616], 1975, p. 276; curiosa obra hecha por un médico y Familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena y Granada, basada en los proverbios españoles, lo que la hace muy interesante para la reconstrucción de las creencias, supersticiones y tradiciones del pueblo español.

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la francesa, pero en España terminó denominándose "servicio a la española. De allí la necesidad de disponer de numerosas bandejas, salseras, ensaladeras, fruteras, etc. 53

Es interesante que predomine la loza destinada a servir el café y en cambio no encontramos en el menaje de Guevara sino una mancerina y cuatro cocos, recipientes utilizados para tomar chocolate. Esto nos confirma que el auge de la producción cafetalera estaba en marcha y que la moda francesa de tomar café comenzaba a prevalecer. 54 También hay que destacar la presencia de las salseras, que significan la vigencia de patrones culinarios europeos, pues en el repertorio de la cocina criolla venezolana prácticamente no había salsas que ameritaran recipiente específico para ser llevadas a la mesa. Igualmente la presencia de ensaladeras constituye otra nota europeizante. Por su parte las numerosas fruteras testimonian un consumo que en tiempos más cercanos a nosotros ha decaído o casi ha desaparecido en las mesas de aparato o de banquete.

En la casa del Capitán General se disponía además de piezas de latón decoradas con flores de varios colores o simplemente doradas. Así encontramos en uso ocho bandejas mitad grandes y mitad medianas, 4 fruteros, más 28 cuberas para botellas y una bandeja y juego de desayuno. Las cubetas eran para enfriar vino y especialmente el de Champaña, que como veremos más adelante, era abundante en la bodega. La costumbre de beber fríos ciertos vinos se remontaba muy atrás en Europa, y en América hay testimonios tempranos de enfriamiento de botellas, como el que nos da el Padre José de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias, cuando relata cómo en El Callao vio poner a enfriar el agua y el vino en frascos o cántaros metidos en la mar, aprovechando las cualidades refrigerantes del salitre. 55 Ya en la segunda mitad del siglo XVIII se habían difundido, con intervención incluso de Jean Francois Marmontel, director del Mercure de Francia, los medios para enfriar en verano las bebidas. Estos métodos empleaban diferentes sustancias químicas o simplemente salitre y agua, y su aplicación en condiciones adecuadas podía hacer bajar la temperatura hasta diez grados.56 De forma que la costumbre de beber la champaña fría habría llegado pronto a la Capitanía General de Venezuela.

El juego de desayuno de latón viene a reafirmar la imagen de Guevara como amigo de llevar una vida muelle y confortable.

En el imprescindible capítulo de la cristalería nos encontramos con que se disponía de más de 100 copas entre grandes, medianas y pequeñas, 60 vasos, una jarra con tapa, 4 botellas de cristal) labrado y dos tazones de igual factura. Las diferentes dimensiones de las copas anuncian el servicio de vinos de distinta clase, lo que quedará confirmado al conocer la bodega del Capitán General. Las botellas remiten a la práctica de decantar los vinos añejos para desarrollar sus aromas y a la vez eliminar el depósito de impurezas formadas en la botella durante el envejecimiento. Los tazones por su parte es muy probable que se emplearan para servir los dulces en almíbar que, como se verá, acostumbraban comprarse periódicamente para la mesa.

Si pasamos a la cocina de la mansión del Capitán General encontraremos dos mesas con sus gavetas y cerraduras, un tajo, un machete y un hacha, útiles que evidencian un trabajo pesado como el de descuartizar las reses o parte de ellas. La batería constaba de tres sartenes de hierro, doce cacerolas de hoja de lata, una partilla, tres pasadores o coladores; un caldero de cobre, una 53

El servicio a la francesa se mantenía en Caracas para 1825, como lo atestigua Sir Roben Ker Porter en su: Caracas Diary (1825-1842), 1966, p. 31.

54 Sobre la transici6n de la producción agrícola del predominio del cultivo del cacao al del café véase: Miguel Izard. La

Venezuela del café vista por los viajeros del siglo XIX. 1969, p. 9-15. 55 55 Acosta. Joseph de. Historia natural y moral de las Indias. 1940, p. 120. 56 Sobre la producción artificial de frío en el siglo XVIII, véase: Xavier de Planhol, L’Eau de neige (Le tiéde et le frais), 1995, p. 17 y s.; acerca de los métodos de refrigerar desde la Antigüedad hasta 1846, véase: John Beckmann, A History of Inventions, Discoveries and Origins (1846), II, 1974, p. 142-160

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espumadera del mismo metal y una cazuela con su tapa también de cobre, sin ,contar tres pescaderas, recipientes que se utilizaban para cocer los pescados enteros en caldo corto, lo que permite afirmar que en la casa se consumía pescado fresco, cosa no muy usual en Caracas por el temor fundado de que los pescados, que debían ser traídos de La Guaira, sufrían durante el viaje y muchas veces resultaban manidos. Es de creerse que Guevara, sin lugar a dudas aficionado, como buen litoralense, a consumir esta clase de alimentos, tuviese un proveedor cuidadoso, que probablemente le reservaba las mejores piezas.

Completaban la utilería de cocina un espetón, instrumento empleado para asar carne y aves; y un “relox asador de carne”, que consistía en un gancho, que disponía de un mecanismo rotatorio accionado mediante un dispositivo de cuerda, artefacto poco usual en Caracas y que demuestra la inclinación de Guevara por las novedades; no ha de olvidarse que también poseía una “máquina eléctrica” 57 que podría habérsela procurado el famoso Carlos Del Pozo, estudioso de la electricidad, que sorprendió a Humboldt con su laboratorio instalado en Calabozo, quien era protegido del Capitán General y cuya familia era vecina de éste, calle por medio. 58

Añádase a los útiles indicados un almirez de piedra con su mano, doce cuchillos, dos trébedes de metal, una tinaja, dos piedras planas para tender pasteles, un barril de arcos de hierro para almacenar agua, un barreno grande de abrir barriles, una llave de barril, tres tirabuzones, 6 cacerolas de cobre de rabo largo, un tinajero de figura de cuarto de círculo, un tarro de hoja de lata con su tapa para el café, dos lebrillos grandes de cocina y cincuenta clavos para colgar jamones. Objetos estos últimos que habían sido comprados para dotar la casa al arribo del Capitán General.

Conocidos los enseres ha de pasarse al estudio de los argumentos sápidos con los que Guevara adelantó con éxito su política del convite: ¿qué se comía y qué se bebía. en la casa del Capitán General?

C Los argumentos sápidos

Por suerte para la investigación se han salvado varios cuadernillos donde se anotaban las

compras diarias de aquella casa, 59 y también el inventario de la despensa 60 y de la bodega. 61 Los cuadernillos cubren el período que va desde el 14 de junio hasta el 7 de octubre de 1807, víspera del fatal ataque a consecuencia del cual perdió la vida Guevara, encontrándose otros que por tratarse de la adquisición de provisiones después de su muerte, son de menor interés. Esas anotaciones no solamente permiten reconstruir el comer cotidiano, sino que además son prueba fehaciente de la intervención continua del Capitán General en los asuntos de su mesa, pues al final de cada semana revisaba las cuentas que le rendía su mayordomo Don Miguel Quintana, anotándolas y rubricándolas. No es desencaminado pensar que en esas ocasiones, concretamente los sábados, se intercambiasen ideas y se dispusiese lo que habría de comerse la semana siguiente.

57 “Testamentaría de M. G. V.”, la pieza, folio 67 vto. 58 Duarte, Aportes Documentales..., p. 134, donde se dan los linderos de la casa de Aristeiguieta. Acerca de la protección del estudioso de la electricidad véase: Alejandro de Humboldt, "Viaje del baron... al Alto Orinoco y Río Negro en el año de 1800", en: Blanco y Azpúrua, Documentos…, II, Caracas, Imprenta "La Opinión Nacional", 1875, p. 17; y también: Enrique Marco Dorta, Materiales para la Historia de la Cultura en Venezuela, 1967, p. 454, N° 3153. 59 "Testamentaría de M.G.V.", 2a pieza, folios 184-250. Los comentarios que siguen se fundamentan en los datos registrados en dichos folios. Vale la pena advertir a los lexicógrafos que en esos cuadernillos se emplean varios venezolanismos como "hueca", "lechosa" y "vainica", cuyo empleo en esta fuente hace remontar su uso documentado, por lo menos hasta principios del siglo XIX, hecho no señalado en los diccionarios. 60 "Testamentaría de M. G. V.", la pieza, folios 64 vto-65 vto. 61 "Testamentaría de M. G. V.", la pieza, folios 60 vto-64 vto.

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La dieta que nos muestran las fuentes citadas sigue, en líneas generales, el patrón culinario español, presidido por el inmancable puchero, la famosa olla que aún no ha dejado de ser el distintivo de la gastronomía peninsular. Pero, a intervalos, encontramos platos de la cocina criolla venezolana, que para entonces ya había adquirido un perfil peculiar,62 y también algunas preparaciones de la culinaria francesa, que pueden inscribirse dentro del rasgo general dieciochesco de una muy fuerte influencia gala, que viene confirmada por la existencia de numerosos vinos franceses en su copiosa bodega.

Predominaba lo europeo, es indiscutible, pero su presencia no excluía el comer que ya los viejos infolios llamaban "a la manera del país", y en esto la culinaria de la casa de Guevara se diferenciaba, por ejemplo, de la de los altos funcionarios del vecino Brasil; cuya característica sintetiza Gilberto Freyre al afirmar que ella era: …"cocina de capitanes generales o de virreyes, de hidalgos de Ultramar y de ricachones también europeos, expresión aristocrática, pero de un aristocratismo transoceánico, sin ninguna raíz en la nueva tierra".63

1 La Comida

El análisis de las listas de compras que nos interesan, y que abarcan 105 días, nos permite

establecer las siguientes conclusiones: a) El diario yantar tenía un alto contenido proteínico. En efecto, si atendemos al número de veces que se compró animales encontramos que el primer lugar lo ocupan las aves (capones, gallinas, pavitas, pavos, pichones, pollos y patos), con 208 compras, sin contar dos tarros de patas de ganso en manteca que aparecen en un recibo de compra. Llama la atención la frecuencia con que se adquirían ánades, pues los platos preparados con ellos no son típicos de la cocina española y están ausentes del repertorio culinario criollo venezolano, con la única excepción de la Olleta, que según una fuente de mediados del siglo XIX se preparaba indistintamente con gallo o pato.64

Sigue el cerdo con 118 compras (lomos, morcillas, tocino, del cual mucho "para mechar"), sin incluir que la existencia de la despensa y compras para ella arrojó 25 jamones y dos tarros de chorizos, y omitiendo la adquisición frecuente del mondongo y del adobo, nombre con el cual se designaba tradicionalmente un guiso de trozos pequeños de cerdo con sal, vinagre y comino que se vendía en los mercados.65 Todavía habría que añadir un cerdo entero que parece haber sido regalado al dueño de casa.

Luego se sitúa la carne vacuna con 94 compras, debiéndose mencionar que se recibieron varias terneras, quizás como obsequio. Es preciso dejar sentado que no ha debido de tratarse de la ternera de leche o recental, sino más bien de la cría de la vaca de dos años o poco más.

62 José Rafael Lovera, Historia de la Alimentación en Venezuela, 1988, p. 65 y ss. 63

Gilberto Freyre, Açucar, Uma sociologia do doce, com receitas de bolos e doces do Nordeste do Brasil, 1997, p. 69. La traducción de la cita es nuestra. 64 Véase: J. A. Díaz, El Agricultor Venezolano, 1, 1861. p. 112 y s. Las recetas recogidas por Díaz en aquella obra, bajo el subtítulo de Cocina campestre, fácilmente se remontan al siglo XVIII, y es interesante citar su opinión sobre la Olleta: "... es una composición enteramente criolla, que generalmente repugna a los extranjeros, pero sumamente agradable a quienes la comemos desde la infancia." 65 V. Pedro Núñez de Cáceres, "Memoria sobre Venezuela y Caracas", en: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XXII. enero-marzo de 1939, N° 85, p. 150. Este autor llegó Venezuela en 1823, y la realidad a la cual se refiere no ha debido cambiar mucho desde principios del siglo XIX.

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Tenemos por último el pescado con 90 compras, a lo que habría que agregar barril y medio de atún en sal hallado en la despensa. Adviértase que, quitando el bacalao (26 compras), típico de la dieta hispana, ha de destacarse la compra de Carite (2 veces) "para el escabeche", como reza el cuadernillo, lo que nos introduce de lleno en el modo de comer criollo en el que manteniéndose técnicas culinarias europeas se sustituyeron los productos originales por aquellos de que se disponía en América.66 Para saber qué otros pescados se consumían en aquella opípara mesa, se puede recurrir a la oferta del Mercado de Caracas, en la que encontraremos mero, pargo, lisa, lebranche y jurel;67 a los cuales muy probablemente se aplicaron preparaciones de corte español. El frecuente consumo de pescados significó el continuo uso de las pescaderas a que nos referimos antes, que viene además confirmado por la reparación a que se sometió, durante el período de que tratamos, uno de los mencionados recipientes que fue necesario estañar.

Añádase a esos rubros los huevos de gallina de los que se compraron unas 3 mil unidades, lo que representa un consumo de aproximadamente 30 huevos diarios.68 La leche se adquiría con asiduidad (94 veces), a razón de 3 y medio a 4 litros diarios. Súmense también 18 quesos entre los cuales había varios con peso entre 5 y 7 kilogramos. Debió de tratarse de queso añejo, lo que viene a ratificarse al no encontrarse este renglón en las compras diarias, lo que hubiese llevado a pensar en el consumo de queso fresco. La mención a este derivado lácteo es genérica, por lo cual es imposible señalar su procedencia. Sin embargo, si acudimos a la oferta que de este rubro se hacía en el Mercado, encontraremos que estando el precio del queso del país o de la tierra, como también se le llamaba, a 1 real la libra y el avaluado en la bodega de Guevara a 3 reales la libra, hay que suponer que éste último era importado. Llama la atención el no haber encontrado mención alguna del queso de Flandes que se vendía, precisamente a 3 reales la libra, tanto en el Mercado como en los almacenes o bodegas, y que según la tradición culinaria criolla gozó desde tiempo inmemorial de gran aprecio en la mesa caraqueña.69

Siempre dentro de los alimentos proteicos han de incluirse, aunque no representen cifras significativas en el conjunto, la compra de chivos (5 veces), morrocoy (4 veces), y tortuga (una vez). Es curioso que se haya comido en varias oportunidades morrocoy, primero porque el período que nos ocupa no incluye los días de cuaresma, época casi exclusiva para el consumo de ese quelonio; y segundo por tratarse, para la dieta propiamente hispana, de un animal exótico. Es probable que fuese en forma de cuajado como se preparó el morrocoy, tomando en cuenta que para entonces se hallaba difundida en Venezuela la receta de ese plato, cuya fórmula ya recogía en 1779 el misionero Fray Antonio Caulín.70 De nuevo encontramos presente en los convites del Capitán General la cocina criolla venezolana, que seguramente actuó como uno de los argumentos decisivos de la política de que tratamos. b) En lo que se refiere a vegetales hallamos también una gran presencia en la dieta de la casa de Guevara. Por un lado se compró con gran frecuencia las leguminosas que entraban en el puchero: apio españa (105 veces), vainitas (92), repollos (91), calabazas (65), zanahorias (49), a lo que deben

66

V. Lovera, "Raíces de nuestra alimentación", en: Avances de nutrición y dietética (Encuentro: Los alimentos en la Historia, la Cultura y la Ciencia), 1992. p. 10—12. 67

"Aranceles Generales formados para el arreglo del Abasto común en 1818 en Caracas", Archivo Histórico del Municipio Libertador, Archivos Capitulares, Expediente N° 6, 1818. 68

Esta estimación toma en cuenta el precio señalado en los "Aranceles...", promediando el frasco, medida usada para expender la leche, en unos dos litros. 69

"Aranceles..." y "Comercio de Orea y Muñoz", Archivo General de la Nación, Sección: Real Hacienda, Tomo 2384. 70 Historia corográfica, natural y evangélica de la Nueva Andalucía, provincias de Cumaná, Nueva Barcelona, Guayana y vertientes del Río Orinoco (1779), 1841, p. 40.

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juntarse las cebollas (104 compras), los ajos (12, sin contar medio barril de ellos encontrado en la despensa); nabos (30) y papas (84).

Así mismo se adquirían otros vegetales que muy probablemente fungían de guarnición o acompañantes: guisantes (84); berenjenas (72); chayotas (17); caráotas (16) y arroz (102 compras); este último, sin embargo, fue probablemente usado para confeccionar ciertos platos como el arroz con pollo. La utilización de los frijoles negros, que ya constituían nota característica del condumio venezolano, podría considerarse como otro acercamiento gastronómico del Capitán General español a sus gobernados venezolanos, con lo cual, sin duda, se reforzaba la eficacia de la política convivial que venía aplicando el funcionario. Junto a los mencionados también hubo algunos rubros de compra ocasional como espinacas (9), brócolis (6), escarolas (3) y plátanos (7). La presencia de esta musácea en la mesa de los convites podría explicarse por el conocimiento que de ella, como condumio diario, había tenido Guevara durante su estancia en Guayaquil, y también por el deseo de agradar a sus invitados criollos compartiendo con ellos una vitualla a la que eran aficionados ya por tradición, tal como hemos dicho de las caráotas.

Sorprendentemente entre los víveres inventariados en la despensa se halla un barril de alcachofas en conserva, registradas con el nombre de "alcahusíles", y si se añade que en las cuentas de los bienes vendidos a Guevara por el comerciante Pedro Ucelli aparecen dos barriles más con peso de 152 libras, es decir más de 70 kilogramos, se ha de concluir, por lo exagerado de la provisión que se trataba de un comestible al cual debieron ser muy aficionados el Capitán General y sus huéspedes. En todo caso, no era la alcachofa de consumo corriente en aquella época, por lo que seguramente se le consideraba una exquisitez. Siempre dentro de los alimentos vegetales merece especial atención la "ensalada" (93), mención que seguramente incluía diversas lechugas y constituye un plato que según las fuentes no era de consumo generalizado en la época.71 c) La exagerada afición por lo dulce fue una de las características del comer caraqueño de principios del siglo XIX, que mas chocó a dos de los más notables comensales de la casa de Guevara. Humboldt, uno de ellos, al tratar el tema, expresa: "El consumo de las provincias de Venezuela, ya en papelón, ya en azúcar bruto usada en la fabricación del chocolate y confituras (dulces), es tan enorme que la exportación hasta ahora ha sido en absoluto nula".72 Por su parte el otro invitado, Depons, testimonia: "Los españoles, por lo general, son muy aficionados a los dulces y a cuanto se prepara con azúcar, y entre los españoles posibles, los que más gusto tienen por esto son los de Tierra Firme, quienes sin distinción de clase, fortuna, ni color, consumen una gran cantidad de azúcar".73 La mesa del Capitán General no era una excepción, pues para su uso se compraban semanalmente unos seis kilogramos de azúcar y algo más de cinco kilogramos de papelón.74 Estos productos se usaban como ingredientes, caso de los postres, y como simples endulzantes para ciertas bebidas como el café o el chocolate. La ingesta de glúcidos en parte de los comensales de aquella mesa opulenta no puede medirse sólo por las compras de los nombrados edulcorantes, sino que hay que añadir la adquisición de ciertas preparaciones como tarros de dulce, generalmente de frutas, o huecas, granjería criolla que desde el siglo XVIII gozó de gran popularidad entre los habitantes de

71 Lovera, Historia…, p. 124. 72 Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, III, 1941, p. 133. 73 Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América Meridional, I, 1930. p. 253 y s. 74

Aun cuando en los cuadernillos de compras diarias de la casa de Guevara no se menciona el término "papelón", sí se registra regularmente la compra de "dulce" por lo que a los efectos del cálculo de consumo de aquel edulcorante, se ha tomado en cuenta la última denominación con base en los siguientes criterios: 1) El hecho de que ambos términos se dan como equivalentes en Venezuela desde 1689 en adelante según la documentada opinión de Ángel Rosemblat (Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela, I, 1960, p. 243); 2) La similitud encontrada en el precio del papelón y el del dulce, comparando los datos de los referidos cuadernillos con los que aparecen en los "Aranceles ...", citados.

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Caracas y que consistía en una golosina esponjosa hecha con el almíbar del papelón, claras de huevo batidas y jugo de limón, algo parecida al azucarillo de raigambre española. No cabe duda de que estos azucarados ingredientes contribuyeron a endulzar el ejercicio del poder por parte del amo de casa, no en balde desde antiguo corre en Venezuela el dicho de: "A nadie le amarga un dulce".

Pasando al renglón de los condimentos se encuentra que se compraban "especias" cinco veces por semana, debiendo entenderse por tales: clavo, pimienta y canela, sazonadores que venían incluidos en un sinnúmero de recetas del repertorio de la cocina europea y que habían sido adoptados en las preparaciones de la cocina criolla. Hallamos además el azafrán que se compraba quincenalmente y cuya presencia es signo inequívoco del predominio del modo de comer hispano, pues ya entonces la mayoría de los habitantes de la Capitanía General lo había sustituido por el onoto, totalmente ausente de los cuadernillos. El azafrán, adquirido como se ve, en abundancia, ha de unirse entre otros a un comestible cuya presencia es notable en la mesa de Guevara, el arroz, lo que lleva a pensar en preparaciones como el arroz con pollo y otros arroces guisados también de influencia española.

Continuando con los condimentos, han de mencionarse diversas yerbas de las llamadas de olor, como el perejil, el orégano, el tomillo y la mejorana, cuyo empleo evidencia que existían huertas destinadas a cultivarlas para su expendio en el mercado de la Plaza Mayor.

Por supuesto que no faltaba en la compra diaria la sal, condimento por excelencia de toda cocina, de la cual se surtía la casa con un promedio de cuatro veces por semana. En la bodega del Capitán General se inventariaron, después de su fallecimiento, 25 kilos del preciado mineral, lo que lleva a pensar en una altísima ingesta de cloruro de sodio, aún tomando en cuenta que parte de la provisión se usara para conservar algunos alimentos, lo que produciría alguna merma en las cantidades consumidas.75 Para la época era abundante la sal en Venezuela; Humboldt informa que no sólo se obtenía de las salinas de Araya que tanto habían codiciado los holandeses durante el siglo XVII, sino de otras explotaciones en la Provincia de Caracas, que se llevaban a cabo en la isla de Los Roques, en Tucacas, en Chichiriviche y en los alrededores de Puerto Cabello, afirmando que a partir de 1792 había mejorado la producción al ofrecerse a la venta un producto casi exento de impurezas, que se podía obtener en abundancia durante todo el año,76 d) Diariamente se compraba cerca de kilo y medio de pan de trigo. Bizcochos con menos frecuencia (88) y algo menos bizcochuelos (76); harina del mismo cereal pocas veces (11); hay compras de 1.5 kilos que podrían considerarse normales y constituyen la mayoría y otra de 3.5 kilos que ha de conceptuarse como para una ocasión especial.77 Estudiando los ingredientes anotados en los cuadernillos y repasando el repertorio de la cocina española y de la criolla, puede deducirse como probable la elaboración de pasteles rellenos de pichones o de pollo, así como también la confección

75

En el inventario de la despensa aparece 1/2 cajón de sal avaluado en 14 reales, y si se toma en cuenta que un almud o celemín valía para la época 4 reales, la cantidad de sal equivaldría a 4 almudes y medio, es decir, 4 cuartillos. Siendo un cuartillo 1,387 mililitros, la cantidad inventariada sería de aproximadamente unos 25 kilos. Debe tenerse en cuenta que parte de esta sal muy probablemente se utilizaba para el refrigerante al que se ha hecho mención. 76 Viaje..., I, p. 433. 77 El cálculo del peso del pan, del cual se adquiría diariamente 3 reales, se estableció tomando en cuenta que por un real se daban 16 onzas de pan, es decir, 1 libra que ponderada en 1/ 2 kg. arrojó como resultado la adquisición de 1, 5 kg. diarios, lo cual podría tal vez rebajarse si se tiene en consideración que la equivalencia exacta de una libra es 460 grs. Para conocer el peso del pan que se expendía en Caracas se consultó el Archivo Histórico del Municipio Libertador, Visitas de tiendas, bodegas, pulperías y platerías, Tomo correspondiente a 1799-1809, folio 13 vto. Respecto a la harina, los cálculos se fundamentan en "Comercio de Orea y Muñoz", Tomo 2384 (año 1806) y 2382 (año 1807), en los cuales aparecen largas listas de mercancías con mención de peso y valor en muchas ocasiones.

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de tortas y buñuelos. Lo que si puede afirmarse con seguridad es que se compró "pan para budín", en otras palabras, para la preparación de la tradicional torta de pan.

Los bizcochos fungen en las recetas de la cocina tradicional como espesativos, para dar cuerpo a sopas o a preparaciones de repostería. Los bizcochuelos, por su parte, eran empleados principalmente en la elaboración de postres.

Sin dejar todavía la materia de los cereales, llaman la atención las escasas compras de maíz (21), algunas de ellas para consumo de un cerdo que se tuvo en el patio trasero de la casa. Al parecer, no se acomodaba el Capitán con las arepas, a diferencia de los criollos que alternaban el pan de trigo con el de maíz y aun con el casabe, como afirmaba un testigo extranjero de aquella época... "En las mesas de la gente culta de Caracas, yo oí muchas veces que la moda exigía que se llevara toda suerte de pan, tanto el nuestro como el americano, para que cada cual comiera el que más le agradara y así uno tomaba arepa, otro casabe y algunos de todo".78 De allí que no se encontrara entre los trastos de la cocina de Guevara, un budare, a diferencia por ejemplo, de la cocina de Juan Francisco Mijares de Solórzano, muy probablemente uno de sus invitados, en la cual existía "un budare de hierro de ½ vara".

79 La complacencia del Capitán General para con sus comensales

criollos parece que no llegó a aceptar el compartir los panes propios del país. Guevara mantuvo en su mesa la jerarquía que en materia de panes había consolidado la

costumbre, en cuyo primer lugar se situó siempre el pan de trigo, pan blanco alimento distintivo del conquistador militar y religioso, seguido por el pan de maíz, la arepa de los aborígenes y luego por el pan de yuca, el casabe indígena, situado en el último grado de esta escala de valor y conceptuado como inferior, lo que ratificaba la voz del pueblo en el refrán, ya caído en desuso: "Indio no es gente, ni casabe es pan".80

De las preparaciones a base de maíz sólo se documentan en los cuadernillos las hallacas, apenas compradas en dos ocasiones y ya elaboradas, una de ellas con la mención "para Don Francisco", que podría haberse referido al Capitán español Francisco Antonio Rodríguez, antiguo compañero de armas de Guevara 81 y asiduo de su casa, o también al criollo Francisco Rodríguez Ibarra, Marqués del Toro, otro habitué de aquella mesa.82 La adquisición esporádica de las hallacas y el que se las confeccionara fuera de casa, ratifica aún más el predominio de la cocina española en la mansión de Las Gradillas. e)En materia de grasas ha de colocarse en primer lugar la manteca de cerdo que se adquiría día a día en el mercado (105 compras), gastándose de ella un promedio diario de 1 kilo y medio. Sigue la llamada "manteca del norte", más cara que la anterior por ser importada, que también se adquiría casi cotidianamente, pero en mucha menor cantidad, estimándose su gasto diario en unos 240 gramos. Por último tenemos la mantequilla, de adquisición más bien esporádica (43 veces). La presencia de grasas de origen animal en la ingesta de los convites era sin duda alta, pero a ella hay que sumar el consumo de aceite de oliva, denominado "de Castilla", del cual había una importante existencia en la despensa: no menos de 236 botellas, posiblemente de a litro cada una, que serían

78 Felipe Salvador Gillij, Ensayo de Historia Americana [1780-1784], 1955, p. 146. 79

"Testamentaría de D. Juan Francisco Mijares de Solórzano", Archivo General de la Nación, Testamentarías, Tomo M, 1801, fol. 34 vto. 80 Véase: José Rafael Lovera "Alimentación e historia en Venezuela Colonial: el caso de los panes", en: Anales Venezolanos de nutrición, Vol. 9, Fundación Cavendes, 1996, p. 43-54. 81 Este oficial era hombre de gran confianza de Guevara, a cuyas órdenes sirvió no menos de 13 años, habiéndole apadrinado éste en su boda con la hija de Miguel José Sanz, también estrecho colaborador suyo. Conjuración de 1808 en Caracas, I, 1969, p. 393 y s. 82 Las relaciones de amistad que le unieron a Guevara Vasconcelos fueron testimoniadas por este alto funcionario. Véase: Conjuración de 1808..., I, 381.

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usadas parte para aderezar las ensaladas que con gran frecuencia se servían y parte para guisar y freír. El aceite de oliva constituye síntoma evidente de un modo de comer al estilo mediterráneo.

f) Las frutas tenían importante figuración en los convites; baste recordar que entre las piezas del servicio de mesa se inventariaron diez fruteras. Según los cuadernillos, se compraban prácticamente a diario, pues en ellos aparecen 104 adquisiciones, en los 105 días del lapso estudiado, todas bajo el rubro genérico de "frutas", sólo se mencionan con nombre específico los duraznos (1), las granadas (3), la lechosa (1), el melón (3) y las uvas (1). Para tener una idea de las que se adquirieron con el nombre genérico puede repasarse la lista de las que se vendían en el mercado: Fresas; guanábanas; higos, maduros o verdes; mameyes; manzanas, de las cuales las más solicitadas venían de Macario;83 naranjas; nísperos; parchas de taparita; patillas; pinas, al parecer las más sabrosas provenientes de Baruta, El Empedrado y de las alturas de Buena Vista y de La Victoria;84 y membrillos.85 Pero no sólo se las consumía frescas, sino también conservadas en aguardiente, de las cuales aparecen en el inventario de la despensa, tres cajones;86 así mismo se comían en almíbar, particularmente el mamey, la pina, la manzana y el membrillo. Entre estos dulces sobresale por su rareza el de cacao, del cual se registran en la misma despensa doce tarros. Podría afirmarse que esta última confitura provenía de las Antillas Francesas, tal vez de la Martinica donde su confección, que se remontaba a fines del siglo XVII, había adquirido notable fama, como lo atestigua el P. Jean-Baptiste Labat que la consideraba el dulce más delicioso que pudiera imaginarse.87 Esta suposición cobra fuerza si se recuerdan las estrechas relaciones de amistad y comercio que al momento existían entre esas colonias francesas y la Capitanía General de Venezuela, a las cuales se hizo referencia antes.

Las frutas, no obstante su evidente presencia en la mesa de Guevara, no habían perdido la fama de indigestas que le atribuía la medicina tradicional;88 sobre todo cuando se consumían frescas. Variaba la opinión cuando se las ingería cocidas, preparadas con aguardiente o en sirope. El Capitán General con la minuciosidad que caracterizó su labor administrativa llegó a conocer y resolver sobre un pleito que en 1800 entablaron las dulceras Rita Landaeta, Lorenza Juárez, esclavas, y Josefa Moreno, libre, vendedoras de dulces, contra las negras fruteras naturales de Santo Domingo, por haber sido desalojadas de la calle de las Monjas y obligadas a ir a la Plaza Mayor. Tanto unas como otras fueron acusadas por los cabildantes de ruidosas, pendencieras y alborotadoras, que por el mal ejemplo que daban con su lenguaje soez, escandalizaban a los transeúntes. Guevara, seguramente uno de sus clientes, negó la solicitud de que se permitiese la venta callejera y ordenó que se hiciera en el recinto del Mercado, con duras sanciones pecuniarias para las que contraviniesen.89 g) Para mantener vivo el fuego empleado en la cocción de tantos y tan variados ingredientes era necesario alimentar los hornos y los fogones de la cocina del Capitán General con el combustible que entonces se hallaba en uso, es decir, la madera, fuese en forma de leña o de carbón. La primera usada preferentemente para calentar los hornos y el segundo para dar fuego a las hornillas. Este último era "un combustible casi perfecto. Da abundante calor, poca ceniza y no produce humo ni

83 Humboldt, Viaje..., II, p. 326. 84 Loc. cit 85 Para la elaboración de esta lista se ha consultado a Humboldt, Viaje..., II, p. 318 y ss; "Aranceles..." y "Sobre Antonio Rodríguez pidiendo se le permita su venta de frutas en la Plaza Mayor hasta las 12 de la mañana, 1799", Archivo Histórico del Municipio Libertador, Plaza Mayor, (1773-1805). 86 "Testamentaría de M.G.V.", 2a pieza, folio 270 (vto.). 87

Nouveau Voyage aux isles de l'Amerique, I, 1742, p. 183-187; donde se da detalladamente la receta para confeccionar esta golosina. 88 Véase Sorapán de Rieros, Medicina Española..., 1975, p. 26 y ss. 89 "Rita Landaeta y otras vendedoras de dulce solicitando que no se les obligue a su expendio en la Plaza [1800]", Archivo Histórico del Municipio Libertador, Plaza Mayor, 1778-1805, N° 12.

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olor; es todavía el combustible apropiado en la cocina de los epicúreos".90 Las listas de compra son elocuentes al respecto, pues indican las adquisiciones cotidianas de cargas de leña y de mochilas de carbón. Un cálculo aproximado de las cantidades de combustible consumidas durante el período que se analiza y la comparación de sus resultados con los procedimientos empleados para obtener carbón vegetal, lleva a la conclusión de que era necesario sacrificar unos 17 árboles medianos para satisfacer los requerimientos mensuales de aquella cocina.91

Piénsese no sólo en las otras cocinas caraqueñas, aún de las pequeñas casas de los arrabales, sino también en las demás instalaciones, como por ejemplo los trapiches, en los cuales era necesario emplear el mismo combustible, para que se tenga una idea de la magnitud de las actividades de tala y quema en aquella época. La devastación de los bosques como consecuencia de esas labores preocupó constantemente a las autoridades. Así en 1774 se inició un expediente contra los leñateros y carboneros que estaban causando considerables daños en la falda del Avila, proceso que llevó a detenciones, interrogatorios y suspensión del corte de leña, pero que fue llevado sin el suficiente rigor, tal vez por el hecho de que las mismas autoridades eran clientes obligados de la mercancía cuya producción debían haber prohibido. Las instancias contra la saca de maderas del cerro del Avila que constan en diversas actas del Cabildo de Caracas durante el segundo decenio del siglo XIX, son otra prueba de la preocupación del gobierno colonial por los serios inconvenientes que producía tal actividad, que al practicarse en las cabeceras de los ríos Catuche y Anauco incidían en una alarmante escasez de agua. En esos años se resolvió prohibir la extracción de madera en las inmediaciones de Caracas y permitirla en las de Guarenas y San Diego.92

El estudio de este delicado problema ecológico suscitado en tiempos coloniales está por hacerse y seguramente arrojará luces sobre la geografía histórica venezolana, mostrando zonas mustias que tachonaban el supuesto paisaje arcádico de la Venezuela colonial.

h) Para tener una clara idea de los banquetes de Guevara, es necesario saber a qué hora se realizaban. En la época y en el medio urbano se hacían diariamente tres comidas llamadas según un documento del siglo XVIII ... "en el estilo, y voces provinciales, el almuerzo a las ocho de la mañana..., la sena a las ocho de la noche y la comida... a las doze".93 Esta costumbre viene confirmada para comienzos del siglo XIX en el relato de viaje de Humboldt.94 Se sabe que era costumbre inveterada tomar la siesta después de la comida, es decir, de lo que hoy llamamos almuerzo.95 Ahora bien, como se tiene también certeza de que casa del Capitán General se jugaba después de comer, es razonable suponer que los convites se celebraban por la noche, cuando concluida la jornada se cenaba y se disponía de tiempo para esa clase de entretenimiento. Esta hipótesis lleva al planteamiento de la necesidad de iluminación del recinto de los banquetes y de la 90 Lawrence Wright, Los fuegos del hogar: De la hoguera prehistórica a la cocina y la calefacción de hoy, 1966, p. 43. 91

En la estimación del consumo de madera en la casa de Guevara Vasconcelos se han tomado como base, aparte de la "Testamentaría ..." tantas veces citada, las siguientes fuentes: Leonardo Rodríguez Castillo, Las unidades y los sistemas de medidas pre-métricas en Venezuela, 1983, para las equivalencias entre las medidas antiguas y las actuales; la Instrucción para el pueblo (Cien tratados sobre los conocimientos más indispensables), I, 1853, p. 435 y ss., para lo relativo al método antiguo usado para la producción de carbón vegetal y su rendimiento; Lawrence Wright, Los fuegos del hogar..., p. 43 y s; y Lovera, Historia ..., p. 151 y 154, para el cálculo del número de árboles que era necesario destruir para producir leña y carbón 92

Véanse las Actas del Cabildo 1810-1811, I, 1976, p. 213 y s, y p. 280 y s; también: "Expediente sobre que no se corten leñas, ni saquen maderas en las vertientes de los Ríos de Mayquetía, de la Guaira y en esta ciudad [Caracas], seguidos por Don Joaquín de Fernández de la Oza", Archivo General de la Nación, Diversos, Tomo XLIX, 1774, folios 164- 373. 93

"Ordenanzas del Hospital de San Lázaro de Caracas dictadas en 1760", Por F. Ramírez de Estenoz y Fernando Lovera Otañez, citadas por Lovera, Historia...., p. 156. 94 Citado también por Lovera, Loe. cit. 95 Depons, Viaje..., p. 71 y s.

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sala donde se jugaba. En aquella época el medio universal para dar luz era la vela, conocida desde la antigüedad y utilizada aún hoy día. Como dice un historiador de la ciencia:

“Mucho antes de la era cristiana había surgido la vela. Considerando su simplicidad y facilidad de transporte, es la más notable fuente luminosa que jamás haya sido inventada, antes de la moderna época científica. Es más que una fuente luminosa. Es una planta completa de iluminación, sin nada de desperdicio. Es consumida totalmente por el proceso de producción de luz. Puede ser llevada en el bolsillo, y guardada indefinidamente, casi en cualquier lugar y transportada dentro de cajas. No se necesitan tanques, como ocurre con el transporte de aceite, pues el combustible es sólido hasta que la llama lo funde. Sólo entonces se transforma en aceite. No es sorprendente que haya perdurado por miles de años, siendo más tarde perfeccionada en cuanto a los materiales, a pesar de que subsiste sin cambios en su principio básico. No es extraño que se haya adoptado universalmente como luz de ceremonias, para rituales religiosos. Aún se utiliza como fuente luminosa para fiestas, y no es igualada en utilidad en muchos lugares más allá de los límites de la civilización, y aún dentro de ellos. Es todavía la planta de iluminación de emergencia, dentro de las actividades civilizadas”.96

En Caracas podían conseguirse varias clases de vela: las de cera, utilizadas comúnmente en las solemnidades religiosas, y que eran bastante costosas; las de esperma de ballena de las que daban 16 onzas por 5 reales y las de sebo de las que se obtenían 30 onzas por la misma cantidad; es decir, que las de esperma valían casi el doble que las de sebo. Estas últimas producían al ser encendidas un olor fuerte, una luz rojiza y desprendían gran cantidad de humo.97 Sin embargo, eran las más económicas y por ende las más populares, hasta el punto de que en la prensa colonial de Bogotá se daba la fórmula para su fabricación, según la cual se aminoraban los defectos añadiéndose al sebo alumbre calcinado, sal de amoníaco y salitre o nitro.98 Las bujías de esperma suministraban una luz más diáfana, ahumaban menos y no producían un olor desagradable, lo que explica que su precio fuese más alto que el de las otras.

En la provisión cotidiana de la casa de Guevara se compraba 1 real y medio de velas de sebo, aproximadamente 261 gramos, lo que equivalía a seis o siete velas, cantidad insuficiente para llenar los candiles, candelabros, fanales y lámparas de la mansión, por lo que es posible que esta pequeña compra estuviese destinada a iluminar las áreas de servicio. No obstante en una de las facturas presentadas al cobro con motivo de la testamentaría se incluyen dos cajones de velas de sebo, que equivalían a unos 40 kilos, lo que significaría unas mil velas. Esta última cifra satisfacía sin duda los requerimientos de la vida nocturna convivial de que se viene hablando.

Además, en los cuadernillos aparecen algunas compras semanales de velas de esperma que en el período que nos ocupa alcanzaron algo más de 8 libras, vale decir unos cuatro kilos, en otras palabras unas 100 velas, que por su mejor calidad debieron destinarse a ocasiones especiales. i) Para completar la reconstrucción de la política convivial de Guevara Vasconcelos falta referirse al recurso humano que realizaba tanto la compra como las labores culinarias y el servicio de la mesa.99 Al frente de ese personal se encontraba el mismo Capitán General, quien como ya dijimos revisaba y ordenaba semanal-mente las compras; le seguía su mayordomo Miguel Quintana que para el transporte se hacía ayudar por arrieros y mozos de carga y probablemente, sobre todo para la

96 Mathew Luckiesh, Historia de la Iluminación, 1946, p. 70. 97 Véase la Instrucción para el pueblo..., I, p. 432. 98 Papel Periódico de la ciudad de Santafe de Bogotá, N° 35, 7 de octubre de 1791, p. 296. 99

Véase el testamento de Guevara Vasconcelos en: "Testamentaría de M. G. V", la pieza, folios 2-5 vto; y las segunda y tercera piezas del mismo expediente.

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distribución de las esquelas de invitación a los convites, de algún propio improvisado o de José María, el esclavo que poseía Guevara. El personal doméstico incluía también a otros tres criados: Benito Juantoni, Miguel Juncos y León Páez. También figura en los documentos Pedro Ucelli, especie de proveedor que durante largo tiempo estuvo "cuidando de cuanto pertenecía a la cocina" y luego se retiró a La Guaira como comerciante, desde donde continuó remitiendo víveres al Capitán General.

Al frente de los fogones estaba el cocinero llamado Bautista, con sueldo mensual de 12 pesos, sobre quien no se tiene mayor información, no obstante podría suponerse que se trataba de Juan Bautista Botelle, quien había sido cocinero del Obispo Mariano Martí y figuraba activo a fines del siglo XVIII.100 Este cocinero, aparentemente de origen francés, vendría a marcar la presencia gala que se puede documentar en las cocinas de postín desde fines del siglo XVIII, como lo atestigua Francois Combe, a cuyo cargo estuvo el banquete de recepción que fue ofrecido al mismo Guevara en abril de 1799; un tal "Monsieur Lasala" que ofició en las cocinas santafereñas del Virrey Manuel de Guirior en 1773,101 o aún, Pedro Payette quien en 1795 figuraba como cocinero de Santiago de Liniers, quien fuera Virrey del Río de La Plata.102

No es de extrañar que Guevara Vasconcelos emplease un cocinero francés, pues pese a su infortunada experiencia en la Guerra del Rosellón siempre demostró especial deferencia por la gente de esa nacionalidad; no en balde el Capitán General de Martinica, Jean-Augustin Ernous escribía en 1806 al Ministro de Marina de Francia, al comunicar la ayuda militar que había enviado a Caracas a solicitud de Guevara, que este era "el único de los gobernadores españoles que ha dispensado buena acogida a los franceses".103 Esto sin contar las asiduas relaciones que tuvo Guevara con Jean-Marie Villaret de Joyeuse, Director General de Artillería de las islas francesas de Barlovento, hermano del Capitán General de la Martinica (1801) Almirante Louis Thomas Villaret de Joyeuse.104

No tenemos noticias precisas sobre el personal de servicio de sala del Capitán General, pero si atendemos al hecho de que en la recepción que le organizó el Ayuntamiento caraqueño en 1799, se contrataron 12 sirvientes para la mesa y cocina a tres reales cada uno y seis más "de mejor porte" a seis reales,105 es decir, que la buena presencia duplicaba el estipendio, podría pensarse que en los casos de invitados numerosos, se contrataba en la ciudad los servicios a destajo de criados que sabían de dicho oficio.

100

"Autos relativos a la solicitud de Juan Bautista Botelle cocinero del Obispo Don Mariano Martí", en: Archivo General de la Nación, Gobernación y Capitanía General, Tomo LXVI, 1797, folios 72-335. 101

Véase: F. J. Vergara y Velasco "Un banquete Santafereño", en: Capítulos para una historia civil y militar de Colombia, 1905, p. 121 y ss. 102 V Enrique de Gandía, Napoleón y la Independencia de América, 1955, p. 49. 103

Carta citada por Jules Mancini en: Bolívar y la emancipación de las colonias españolas, I, p. 228; dando como referencia los Archives des Colonies, Guadeloupe, "Correspondance Genérale", 1896, Registro N° 65. 104

Existe correspondencia entre Guevara y los Villaret de Joyeuse en el Archivo General de la Nación, en la sección de Gobernación y Capitanía General, v. por ejemplo tomo CXXVI, 1803, folios 15-18. Véase también sobre las buenas relaciones entre los nombrados funcionarios franceses y la Capitanía General de Venezuela, en: Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Tomo XV, Abril-Junio de 1932, N° 58, p. 96-98. 105 "El Regidor Alguacil Mayor, Don Luis Serrano...", folio 26 vto.

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2 La bodega

Capítulo aparte exige la bodega de Guevara Vasconcelos, que extraordinariamente bien

provista y variada denota no sólo una clara afición por los caldos hispánicos, sino un gran refinamiento en la escogencia de vinos y alcoholes franceses, sin contar numerosas botellas de agua mineral de Spa. Cuando se habló de la utilería se indicó la existencia de una serie de adminículos como: cubetas para enfriar las botellas, portavinos en plata y madera, botellas en cristal labrado y tirabuzones, que testimonian un buen grado de cultura enológica. El inventario de esa cava arrojó unas 1.300 botellas, cantidad apreciable aún en nuestros días. Algo más de la mitad (57, 42 %) de vinos españoles, el resto (42, 58%) de vinos franceses. Alternan los vinos finos con la sidra y tintos ordinarios, debiendo señalarse la abundancia de vinos dulces.

Repasando el inventario y comenzando por los vinos españoles, encontramos el predominio del Jerez (aproximadamente 150 botellas) sobre otras clases de caldos, vino andaluz por excelencia siempre bien mandado con las aceitunas, de las cuales tenía buena provisión la despensa del Capitán General, y con el escabeche de pescado, al que parece haber sido aficionado aquel funcionario. Sigue el tinto ordinario (132 botellas), vino de mesa corriente o "de pasto''como también se le llamaba, que solía consumirse el mismo año de su cosecha y muy probablemente se ofrecía a los comensales de menor importancia. Luego encontramos el Colmenar (80 botellas), mosto de los términos Vélez-Málaga, de gran riqueza alcohólica que alcanza fácilmente los 18 grados, muy dulce, con el sabor a las pasas que han hecho famosa a esa región. El prestigio de estos vinos venía de antiguo, ya figuran celebrados en la Agricultura de Columela, en la Historia Natural de Plinio y fue cantada su excelencia por Virgilio en sus Geórgicas;106 se empleó seguramente como compañero de los postres servidos en la mesa de Guevara.

Después se sitúa el Generoso (62 botellas), que si bien no tiene en el inventario sino esta denominación genérica, se podría pensar que provenía también de Andalucía, posiblemente de Jerez de donde con esa denominación vienen los "amontillados" y los "olorosos" de gradación alcohólica alta que va desde los 16 a los 20 grados, o podría también pensarse que se trataba del "Manzanilla", más ligero que los anteriores y también más seco.

Luego aparece inventariado el Clarete (72 botellas), tinto claro y seco de Cataluña, seguido por el vino de Reus (72 botellas) de la misma región, pero que a diferencia de los claretes, es dulce, apropiado para postres y, según algunos, buen reconstituyente.

En el elenco de esta bodega se tropezó con un llamado "vino vidueño" (39 botellas), que dio un tanto que hacer para identificarlo, hasta que se logró precisar que se trata de un mosto blanco "abocado de Canarias", principalmente del Valle de Guerra y de Las Arenas en la isla de Tenerife.107 Por último hallamos vino blanco (18 botellas) sin especificación alguna, y luego la sidra (52 botellas) que debió constituir bebida para los días de calor y que no es de extrañar que pudiese haber sido sometida a la acción de una preparación refrigerante en las cubetas ya citadas. Además, aparece en la lista un cuarto de tonel de tinto dulce, sin otra mención que permita identificarlo.

Pasando a los vinos franceses encontramos en primer lugar el Champaña con 13 cajas (es decir 156 botellas), acopio que aún en nuestros días es considerable y que evidencia el espíritu

106 V José del Castillo, Los vinos de España, 1971; y José Pérez y Ramón Alcina, Diccionario de vinos españoles, 1966, p. 102; obras que seguiremos en la caracterización de los vinos españoles de la bodega de Guevara. 107 Castillo, Op. cit., p. 254. Véase también: Agustin Esteban Collantes y Agustin Sefaro, Diccionario de agricultura práctica y economía rural, 7, 1851, p. 468; y Joseph Luis de Cisneros, Descripción exacta de la Provincia de Benezuela, 1912. p. 59 y s.

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festivo que ha debido reinar en numerosas ocasiones en los convites del Capitán General. Ya nos hemos referido a la forma como se bebía, tomando en cuenta las cubetas de latón y la difusión que para la época tenían los métodos químicos de refrigeración.

Entre Borgoñas y Burdeos había unas 354 botellas señalándose en el caso de los Burdeos algunas denominaciones como Medoc, Graves y "Costa", nombre con el cual seguramente se designaba a los vinos de Cotes. Según una noticia sobre los vinos de Burdeos conservada en el Archivo de Francisco de Miranda, enemigo declarado de Manuel Guevara,108 los vinos tintos de Medoc eran considerados los de primer rango entre los de Burdeos, tienen:... "un bello color, ni muy subido, ni muy claro, son vinosos, de un gusto agradable, de un sabor y un buquet que parece reservado a esa sola región. Son al mismo tiempo sólidos y delicados, confortantes y suaves, aperitivos, estomáticos y sanos".109 Según la misma noticia, el caldo superlativo de la zona era el Chateau Margaux del cual, por cierto, tenía varias botellas la bodega del Capitán General. Siguiendo la misma fuente se puede afirmar que los vinos blancos de Graves eran muy estimados por ser finos, secos y de un gusto agradable, características que lejos de perderse con el envejecimiento adquirían mayor calidad. Respecto de los Cotes, los había blancos y tintos, los primeros de mucho cuerpo y gran finura, cuyo color con el tiempo se volvía dorado, adquiriendo el caldo un ligero gusto amargo; los segundos, si bien se les reconocía un bello color, tenían poco cuerpo y un cierto gusto a terruño que perjudicaba su valor.

Finalmente figuran en el inventario dos moscateles del Languedoc: el Lunel (24 botellas) y el Frontignan (12 botellas), vinos aterciopelados, aromáticos y con un alto grado alcohólico. Quizás la afición por ellos le viniese a Guevara de la larga prisión que, como rehén resultante de la Guerra del Rosellón, sufriera en 1794 en Montpellier, ciudad vecina de los viñedos que producían aquellos caldos generosos.

No puede dejarse de llamar la atención sobre la existencia de dos cajones de agua mineral de Spa entre los rubros de la bodega que describimos. De esta famosa fuente situada en territorio de Bélgica, cerca de Lieja, se exportaba agua mineral en pequeñas botellas de vidrio marrón desde mediados del siglo XVII. Su renombre llegó a la cima durante el siglo XVIII, hasta el punto de que a la población que la producía se la llamó "la reina de las ciudades de aguas".110 Su popularidad fue grande entonces y entre los huéspedes que la visitaron para beber sus aguas se encontraron el emperador de Rusia Pedro El Grande, los reyes de Bélgica y hasta el emperador de Austria José II, y al lado de esas celebridades europeas debe anotarse el nombre de un visitante venezolano: Francisco de Miranda, quien estuvo allí en 1788, vio la famosa Fuente de Pouhon y bebió un vaso de "agua cristalina y petulante" como cuenta en uno de sus diarios de viaje.111

También en uno de los rincones de aquella bodega reposaban algo más de dos barriles de vinagre, que se estima equivalían aproximadamente a 130 litros de este ingrediente imprescindible de las muchas ensaladas que se sirvieron en los numerosos convites.

108 "Notice sur les vins de Bordeaux", sin fecha, pero probablemente alrededor de 1780, conservada en el Archivo de Miranda, XVII, folio 78, en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Caracas. 109 Ibid. 110 Steven Schwartz, The Book of Waters, 1979, p. 84 y s. 111 Archivo del General Miranda (Viajes y Diarios 1787-1788), Tomo III, 1929, p. 337. Miranda guardó entre sus papeles un plano de Spa, V. Archivo de Miranda, Tomo XIV, folio 182, Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Caracas.

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D Costo de la Política del Convite

Una estimación general del gasto anual en pesos de Guevara en compras de mercado

(aproximadamente 3.832), sueldo del cocinero (144), bodega (800), despensa (338); lleva a la suma de 5.115 pesos, advirtiendo que pese a lo conservador del cálculo se trataba de una cantidad muy considerable. Piénsese que el sueldo anual que devengaba el alto funcionario era de 9.000 pesos,112 luego gastaba en alimentos y bebidas más o menos un 57 % de sus ingresos fijos.113 Nótese que si se añade al total de gastos indicados un cargo anual por concepto de la utilería destinada al servicio de la mesa y también el alquiler de la casa que era de 600 pesos por año,114 es preciso concluir que el tren de vida de Guevara requería de mucho caudal.

Si comparando los gastos referidos con el ingreso indicado, resultan elevados en el caso de Guevara, extendiendo la comparación a las remuneraciones de otros funcionarios de alta jerarquía, se encontrará que ninguno podía sufragarlos. El Regente de la Real Audiencia ganaba al año 5.300 pesos, un Oidor del mismo organismo 3.300; el Prior del Real Consulado 1.600; un Coronel del Estado Mayor 2.616. Si aún bajamos de categoría cobrarán más bulto los gastos de Guevara: un Capitán de Regimiento de Caracas tenía apenas un estipendio de 816 pesos, el Cirujano del Estado Mayor 480; el portero del Real Consulado 300; un Sargento de Primera 204; y un cabo, también de Primera 144. Quizá algún rico mantuano como el Marqués del Toro podría con sus abundantes rentas alcanzar al Capitán General, pero lo que obligan a concluir estas comparaciones es que Guevara llevaba una existencia más que ostentosa, aún más si se toma en cuenta que vivía en una Capitanía General de categoría modesta.

Conclusión: Las opiniones sobre la Política del Convite

El 8 de mayo de 1801 recibió Guevara una carta del Primer Secretario de Estado, acusando recibo de la que había enviado a éste el 28 de enero del mismo año anunciando, entre otras nuevas, su política del convite. En esa contestación manifiesta el Ministro la satisfacción del Rey por las medidas que había tomado el Capitán General, complacencia que llevó al Monarca a concederle el nombramiento de Gentilhombre de Cámara de su Majestad con Entrada. Así pues, los arbitrios puestos en práctica por Guevara para la consolidación de la paz en Venezuela, gozaron desde un principio de la anuencia real.

Pocos años después, cuando en 1803 José Gutiérrez del Rivero, Fiscal de lo Civil y Criminal de la Real Audiencia de Caracas, promovió denuncia contra los integrantes de aquel organismo por supuestas corruptelas en la administración de justicia, alegando entre otras quejas la conducta, a su

112 Francisco Depons, Viaje..., p. 150. 113 Es necesario tomar en cuenta que los Capitanes Generales devengaban, además de su sueldo ordinario, el producto de la firma de los procesos y otros derechos anexos a su cargo (Depons, Viaje..., Loc. cit.). Lamentablemente es difícil, si no imposible, determinar el monto de estos ingresos variables, a fin de establecer con exactitud el porcentaje de gastos en los diversos rubros de la casa de un Capitán General. De allí que lo que hemos calculado deba tomarse como simple estimación. 114 El canon de arrendamiento de la casa que ocupaba el Capitán General se menciona en el "Expediente relativo a la Casa Real que se necesita para habitación del Presidente de la Real Audiencia. Caracas, 22 de Mayo de 1799", en: Archivo General de la Nación, Gobernación y Capitanía General, Tomo LXXVII, folios 330 al 337.

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juicio escandalosa, del Presidente del tribunal que no era otro que Guevara Vasconcelos, quien según el denunciante recibía regalos y dádivas ilícitas y mantenía en su casa ... "todos los domingos y días festivos varias mesas de juegos de banca, monte y otros prohibidos, precediendo una gran comilona".115 La denuncia del Fiscal provocó la instrucción de un proceso, uno de cuyos resultados fue el nombramiento de Joaquín de Mosquera y Figueroa como visitador de ese tribunal, por Real Orden del 20 de mayo de 1804. En dicho documento mandaba el Rey que se visitase a los ministros del Tribunal y aun a los subalternos, pero advirtiendo expresamente: ... "sin comprehender ni mezclarse en cosa alguna relativa al Sr. Presidente, Gobernador y Capitán Gral. D. Manuel de Guevara Vasconcelos, de cuya conducta, actividad y justificado modo de proceder, se halla el Rey satisfecho".116 Exclusión ésta que significaba la aprobación, entre otras cosas, de la política del convite.

Más no sólo gozaba la actividad convivial de Guevara de la aprobación irrestricta del gobierno central, sino también de sus comensales. Por una parte Humboldt dejó clara constancia de su complacencia y de su agradecimiento por la hospitalidad del Capitán General;117 lo mismo hizo Depons,118 e igualmente lo manifestó en extenso el comerciante Juan María Romero al consignar en un relato del viaje que hizo en 1801 desde Guayaquil hasta Caracas, donde se hospedó en la casa de Guevara:

... "yo estuve viviendo en el palacio del señor Capitán General... yo halle en este jefe un padre tierno, un amigo fino i un compañero fiel, que me dio todas las pruebas de cariño i mi reconocimiento formará nudos indisolubles...Su jenerosidad no le permitirá sacar de aquí medio real; si como su sueldo es de nueve mil pesos fuera de noventa, sería lo mismo. Su mesa es abundante i delicada cuanto permite el país, diariamente no le faltan ocho o diez personas que le acompañan a comer; el buen humor, la amabilidad del jefe i los vinos jenerosos dan nueva sazón a la comida. Los domingos concurren de veinte i cinco a treinta: en estos días hay su rato de juego".119 Afirmaciones que además de significar agradecimiento, muestran el ambiente jovial de los

convites y lo numeroso de la concurrencia. Pero no todo el mundo compartía las positivas opiniones expuestas. Así hubo quien miró a

Guevara... "como hombre de poca o ninguna cristiandad y profesor de ajena religión",120 en cuyo gobierno ...

"o por mejor decir desgobierno, se vio más que nunca la ciudad y sus pueblos adyacentes ardiendo en vicios y prostituidos con el más famoso libertinaje, autorizados por el mismo ejemplo y tolerancia de este irreligioso juez, la gula, la lujuria, los robos, la trampa, el desuello, el juego inmoderado, público, continuo y trascendente a todos los estados, edades y calidades de personas"...121 A su vez el redactor de la Gaceta de Caracas en 1814, tildaba al personaje de desarreglado,

lascivo y brutal, añadiendo equivocadamente que había muerto, no a los 68 años como en realidad

115 Albornoz de López, La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa..., p. 23, N° 17. 116 Ibid, p. 137. 117 Viaje..., II, p, 330. El incluir esta anécdota que significa una expresión afectiva muy particular y no un ejemplo, en una obra como la relación de sus viajes, escrita como discurso científico, denota la honda impresión que en el sabio alemán dejó la hospitalidad de Guevara Vasconcelos. 118 Viaje..., p. XI. 119 "Viaje...", citado en la nota N° 115. 120 Terrero, Theatro..., p. 182. 121 Ibid, p. 183 y s.

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sucedió, sino... "a los ochenta y cinco años, de un exceso venéreo",122 lenguaje a todas luces caldeado por la animadversión surgida de una legítima pasión patriótica, pero por la misma razón poco veraz.

En medio de la fogosa disputa, en pleno período bélico tomó la pluma el médico José Domingo Díaz, quien había sido estrecho colaborador de Guevara en su notable política sanitarista, para responder desde la Gaceta de Caracas al redactor del Correo del Orinoco, periódico cuyo tono independentista había resuelto adversar con vehemencia para lanzarle, entre otras, las siguientes preguntas: ... "¿De quién se compuso la numerosa comitiva del Capitán General D. Manuel de Guevara Vasconcelos? ¿Fueron otros que los Toros, los Ibarras, o por mejor decir los mantuanos? ¿Quiénes concurrieron a sus numerosos convites? ¿Quiénes le acompañaban a todas partes? ¿Quién lo dirigió sino D. Miguel Josef Sanz?".123 En otras palabras el Doctor Díaz sacaba a relucir los famosos convites de que tratamos, recordando que los dirigentes patriotas habían asistido a ellos, habían sido sus asiduos comensales.

Debe puntualizarse que mientras gobernó Guevara practicando la política del convite durante ocho largos años en la Capitanía reinó la paz, sólo turbada en dos ocasiones y por muy breve plazo por los intentos de invasión de Francisco de Miranda, vistos por la gente de aquel momento más como intrusión de extranjeros que como gesta venezolanista, y cuyo fracaso dejó a Venezuela al decir de Baralt "perfectamente tranquila".124

Un antiguo tratadista de los convites125 apuntaba que el efecto principal de ellos era generar nexos de amistad; reafirmar la autoridad del anfitrión, sobre todo cuando éste es gobernante; contribuir al mantenimiento de los invitados acreditando la liberalidad de quien lo ofrece; y auspiciar la tranquilidad de los ánimos, aún de los más adversos. Todo nacido de la satisfacción de los sentidos a consecuencia de la buena comida y mejor bebida, de la complacencia espiritual lograda con la jovialidad, del entretenimiento de la conversación y la amable familiaridad de la frecuentación. Ningún ambiente mejor para cimentar la paz y procurar el sosiego de los súbditos. Bien conocía Guevara estos principios y esmerándose en aplicarlos obtuvo el fin deseado, pero al mismo tiempo precipitó su muerte al mantener una dieta inconveniente para su edad y salud.

Guevara Vasconcelos murió el 9 de octubre de 1807 a resultas de un repentino ataque de apoplejía que había sufrido el 7 del mismo mes. Fue enterrado con gran pompa al siguiente día,126 sin que faltara en su servicio fúnebre la ofrenda de un carnero,127 que junto con media barrica de vino y una cesta llena de pan, desde tiempos remotos se acostumbraba en Caracas poner al pie del túmulo de los difuntos de categoría.128

122 "Gazeta de Caracas, N° XXXIII, del lunes 17 de enero de 1814". En: Gaceta de Caracas, IV, 1983, p. 132. 123 Ibid., VIII, p. 2005. 124 Rafael María Baralt y Manuel M. Urbaneja, Catecismo de la Historia de Venezuela, 1865, p. 74. 125 Ottaviano Rabasco, II Convito o vero discorsi di quelle materie che al convito s'appartengono, 1615, p. 184-197. 126 El acta de defunción citada textualmente por Manuel Landaeta Rosales reza así: "Partida de entierro del Mariscal de Campo Don Manuel de Guevara Vasconcelos/ En la ciudad de Caracas en diez de octubre de mil ochocientos y siete en la yglesia de San Francisco, se dio sepultura con el acompañamiento de los NNSS deán i cabildo, al cadáver del señor Don Manuel de Guevara Vasconcelos, Gob i Capitán General de la provincia y sus anexos, natural de Ceuta, que falleció en el día anterior h. 1. del Brigadier Don Yph de Guevara Vasconcelos y de Doña María del Pilar Pedrajas difuntos - Recibió los santos sacramentos de Pena Niato y e. y otorgó testamento que se abrió ante don Gabriel de Aramburu Esco Pubo y para que conste lo certifico, fecha ut supra. Anto González./ Libro 4 Castrense de Catedral, de 1801 al 1808, folio 243 (roto). Es copia exacta. Ccs. 16 de febrero de 1918, Manuel Landaeta Rosales"; Tomado del Archivo de este último, que reposa en el Archivo de la Academia Nacional de la Historia, 67- III, fol 27. 127 127 Testamentaría de M. G. V, 2a pieza, folio 257 vto. 128 Sobre esta curiosa costumbre véase: Arístides Rojas, Crónica de Caracas [Antología], 1946, p. 18.

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Fue la comida una de las obsesiones de aquel Capitán General. Su llegada se celebró con un gran banquete, su gobierno fue una secuencia de convites, en su entierro se ofrendó un carnero.

FUENTES

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Archivo del Santuario de Na Sa de África, Ceuta, Sección: Bautismos.

Archivo General de la Nación, Secciones:

Diversos Empleados de la Colonia Gobernación y Capitanía General Real Hacienda Testamentarías Traslados

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