MAÑERO, David Historiografía Novohispana y Prosa de Ficción

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Artículo que aborda las conexiones entre la retórica historiográfica y la prosa de ficción

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  • CRITICN, 106, 2009, pp. 79-97.

    Historiografa novohispana y prosa de ficcindel Siglo de Oro. Divergencias y conexiones

    estilsticas a la luz de los paratextos*

    David Maero LozanoUniversidad de Jan

    I t i n e r a r i o d e e s t a s p g i n a s

    Lazarillo de Tormes, al igual que el Guzmn de Alfarache de Alemn y sucontinuacin apcrifa, supuso un serio cuestionamiento de las convenciones asociadas aldecorum1. A grandes rasgos, las transgresiones del decoro literario cometidas por elLazarillo y los Guzmanes consistieron en un desequilibrio apreciable entre la escasadignidad del personaje y la transcendencia social de las materias tratadas, si bien elrelato del pregonero del Tormes se diferenci de sus imitadores en el uso de un estilo notan artificioso, ms o menos ajustado a la condicin humilde del pcaro2.

    Segn sabemos, este grosero estilo, anunciado desde el prlogo del Lazarillo3,constituye una muestra del triunfo de las teoras expuestas por Erasmo en su Deconscribendis epistolis (1522) y difundidas en Espaa de la mano de autores como Juande Valds4 frente al estilo ciceroniano del grupo generacional abanderado por fray

    * Agradezco a Antonio Carreira y a Rosa Navarro la lectura y comentarios de una versin anterior de estetrabajo. Debo expresar tambin mi agradecimiento al Prof. Marc Vitse, por las numerosas y siempre tilescorrecciones y sugerencias (propias y ajenas) que me transmiti durante el proceso de revisin de este artculo.Por supuesto, todas las imprecisiones que persistan son nicamente de mi responsabilidad.

    1 Vanse Rico (2000, p. 148), Cavillac (2000) y Maero Lozano (en prensa, passim).2 Sobre el estilo del Lazarillo, remito al apartado El estilo de la Introduccin crtica de Blecua a su

    ed. de La vida de Lazarillo de Tormes, pp. 38-44, con bibliografa en n. 66 . Deben considerarse tambin lasaportaciones de Garca de la Concha, 1981, Carrasco, 2001 y Joset, 2005, a las que tendr que referirme msadelante.

    3 Lazarillo de Tormes, p. 9 y n. 18.4 Vanse, entre otros, Lpez Grigera, 1994, p. 63 y Lama, 2000, pp. 141-146 y p. 147 y ss.

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    Antonio de Guevara5. Considero oportuno, con todo, profundizar en las posiblesmotivaciones de esta configuracin estilstica del Lazarillo, compartida por obrasposteriores como el Viaje de Turqua o el Coloquio de los perros, e indagar asimismo ensu alcance literario y sus relaciones intertextuales en la prosa quinientista. En particular,tratar de valorar la influencia ejercida por la retrica historiogrfica sobre una serie detextos encabezados por las memorias del pcaro, as como la oposicin entre el estilo deestas obras y la denominada narrativa idealista, con especial atencin a los libros decaballeras.

    Claro que tales propsitos me han obligado a ocuparme previamente de la evolucinexperimentada por la prosa historiogrfica desde comienzos del siglo xvi, as como delas ideas predominantes sobre el estilo asentadas en la narrativa de ficcin espaola conanterioridad al Lazarillo. A estas cuestiones dedico, respectivamente, los dos primerosapartados. Me centrar, por ltimo, en el surgimiento de un nuevo tipo de ficcin,alentada por Lzaro en su dilogo con la tradicin estudiada en los apartadosprecedentes.

    A lo largo de este itinerario, me detendr especialmente en un conjunto devaloraciones sobre el estilo contenidas en prlogos y colofones. En mi opinin, elanlisis de los paratextos6, marco en el que se contiene la mayor parte de lasdeclaraciones metaliterarias, permite extraer observaciones tericas no desligadas delcontexto histrico estudiado. Naturalmente, la aplicacin (no menos justificada) de lascategoras actuales, es decir, el empleo del instrumental terico aportado por la crticamoderna, no implica necesariamente el uso de conceptos anacrnicos, sino ms bien unaconceptualizacin ahistrica del fenmeno literario. Pese a todo, mi objetivo es otro enestas pginas, en las que he tratado de examinar las ideas sobre el estilo en tanto queuna ms de las manifestaciones ideolgicas surgidas en el devenir de la Historia literaria.

    L a v e r d a d s i n a d e r e z o s .E l e m e n t o s d e r e t r i c a h i s t o r i o g r f i c a

    La relacin de noticias autobiogrficas mediante el recurso al sermo humilisresult una prctica habitual entre los humanistas del siglo xvi, como lo ilustra elejemplo, tan cercano al Lazarillo, de las cartas-coloquio de Lpez de Villalobos, en lasque se contesta a la peticin de un destinatario a travs de un estilo desenvuelto yconversacional7. Junto a este modelo epistolar, se fue gestando, a lo largo del

    5 Vase Asensio, 1978, pp. 135-154. Sobre el alcance generacional del estilo cultivado por Guevara, vaseLpez Grigera, 1972. Por lo dems, contamos con amplia bibliografa sobre los modelos estilsticos del autordel Lazarillo, en general no coincidente en la determinacin de la sencillez o artificiosidad como rasgopredominante.

    6 No estar de ms recordar la amplitud del concepto de paratexto, referido segn Genette, 1989, alttulo, subttulo, interttulos, prefacios, eplogos, advertencias, prlogos, etc.; notas al margen, a pie depgina, finales, epgrafes; ilustraciones; fajas, sobrecubierta, y muchos otros tipos de seales accesorias,autgrafas o algrafas [] (p. 11). No puedo tampoco eludir, por lo que toca al periodo histrico aquestudiado, el ya clsico estudio de Cayuela, 1996.

    7 Sobre la influencia de las colecciones epistolares en el Lazarillo, baste remitir aqu a las aportacionesfundamentales de Lzaro Carreter, 1978, pp. 41-46; Garca de la Concha, 1981, pp. 244-253; y Rico, 1983,II, pp. 413-425; revisado en el apartado 3. Contextos de la Introduccin a su ed. cit. del Lazarillo deTormes, pp. 65*-77*; y despus en cap. 6 de Rico, 1988, pp. 73-92.

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    Quinientos, una asociacin, en la narracin de sucesos histricos, entre el empleo de unregistro despojado de ornamentos retricos y la exigencia de veracidad8. Podemosrecordar, a este respecto, la perspectiva adoptada por historiadores como Fernndez deOviedo, Francisco Lpez de Gmara, Florin de Ocampo, Bernal Daz del Castillo yDiego Fernndez el Palentino, entre otros.

    En el proemio del Libro primero de la Historia general y natural de las Indias (1535),Fernndez de Oviedo reconoce la falta de artificio estilstico de su obra y declara supreocupacin por la autenticidad de los hechos narrados:

    Quiero certificar a Vuestra Cesrea Majestad que irn desnudos mis renglones de abundanciade palabras artificiales para convidar a los letores; pero sern muy copiosos de verdad, yconforme a sta, dir lo que no tern contradiccin, cuanto a ella, para que vuestra soberanaclemencia all lo mande polir e limar. Con tanto que del temor e sentencia de lo que aqu fuerenotificado a vuestra grandeza, no se aparte la intencin y obra del que tomare cargo deenmendar la ma, dicindolo por mejor estilo9.

    La idea se expone, an con mayor contundencia, en el Libro quinto de su Historia:

    Yo confieso que este ttulo de bien escribir no le meresce mi pluma por elegante; pero dbesedar por verdadera e comn a nuestra nascin [] Ande verdad sobre todo [] pues sinelegancia ni circunloquios ni afeites ni ornamento de retrica, sino llanamente, ha dejadollegar a tal estado esta General e Natural Historia de Indias, conforme a verdad10.

    Esta contraposicin entre estilo artificioso y valor de la verdad constituy unaconstante en la labor historiogrfica del autor, segn puede rastrearse en casi todos susescritos. En el Libro de la Cmara Real del prncipe don Juan, concluido en 1548, sedefine del siguiente modo el oficio de cronista:

    Ofiio es de evangelista, e conviene que est en persona que tema a Dios, porque ha de tractarde cosas muy importantes, e dvelas dezir, no tanto arrimndose a la eloquenia e dulura delas palabras, ni contentamiento de las orejas del vulgo e ornamento retrico, quanto a lamedula e puridad e valor de la verdad, llanamente, e sin rodeos ni abundania de palabrassupliendo la verdad donde les faltare la informain, sino que siempre tengan el campo por sy la materia muy bien entendida e ertificada []11.

    El empleo de la cursiva con la que el editor del texto, Fabregat Barrios, identificaen su cuidada edicin del Libro de la Cmara las adiciones procedentes del ltimo de los

    8 No ser nuestro propsito aclaramos sostener la existencia de un lenguaje cientfico en lahistoriografa antigua, gnero perfectamente asimilable a lo literario, segn nos informa Cascn Dorado,2006, pp. 217-238. Como indica Fuchs, 2007, p. 398: the Spanish term historia, which today means bothhistory and story, only gradually and conflictively acquired the second meaning in the early modern period (itdoes not fully show up in Covarrubias, for example).

    9 Fernndez de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, I, p. 9b.10 Ibid., V, pp. 416b-417a.11 Fernndez de Oviedo, Libro de la Cmara Real del prncipe don Juan [], pp. 162-163. Sobre el estilo

    comn y llano de Fernndez de Oviedo, remito a los lugares apuntados por el editor en p. 82, n. 9.

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    autgrafos conservados12, pone de manifiesto, por encima de toda dimensin tpica,el permanente afn de Fernndez de Oviedo por precisar su opinin sobre el registroestilstico apropiado al historiador. Esta inquietud, que va creciendo en este escritorhacia mediados de siglo, entronca con una reflexin sobre el origen del conocimientohistoriogrfico surgida, segn puntualiza Fuchs, en el propsito de describir el NuevoMundo13. Con el descubrimiento de las Indias, el historiador evangelista, diceFernndez de Oviedo empieza a considerarse partcipe de la historia y, por tanto,narrador de sus propias vivencias o, en su defecto, de acontecimientos relativos a suentorno. La autoproclamacin del cronista como testigo directo de los hechos le impideampliar el relato donde [le] faltare la informain. Al convertirse la perspectivaautobiogrfica en ndice de veracidad, el historiador se ve constreido a abordar soloaquellos sucesos conocidos directamente por l. Se trata, as, de un enfoque narrativoms directo y al mismo tiempo limitado, cuya influencia en obras como el Lazarilloconvendr resaltar ms adelante. Recordemos, con todo, cmo Lzaro, tras recibir elgarrotazo del clrigo de Maqueda, declara:

    De lo que sucedi en aquellos tres das siguientes ninguna fe dar, porque los tuve en el vientrede la ballena, mas de cmo esto que he contado o, despus que en m torn, decir a mi amo, elcual a cuantos all venan lo contaba por extenso14.

    Para estos nuevos cronistas, pues, deja de contar, por citar uno de los primerosmanifiestos de la historiografa peninsular, la opinin de que el estoriador [] ayabuena retrica para poner la estoria en fermoso e alto estilo, porque la buena formaonrra e guarnee la materia15.

    A la altura de 1552, ao en que Francisco Lpez de Gmara publica su Historiageneral de las Indias, el rechazo del ornato estilstico parece estar consolidado comolugar comn del gnero historiogrfico. No se trata nicamente de que, en palabras delautor, la historia, aunque no sea bien escrita, deleita, ni de que Lpez de Gmara,como tantos escritores influidos por Erasmo, cultive un romance [] llano y cualahora usan, la orden concertada e igual [], las sentencias claras, aunque breves. Lodecisivo es el valor epistemolgico concedido al estilo llano en la prosa historiogrfica.A juzgar por la argumentacin del historiador, la brevedad es el medio para decir lascosas como pasan, pues se debe contentar quien lee historias de saber lo que desea ensuma y verdadero, teniendo por cierto que particularizar las cosas es engaoso16. Estaafirmacin, dicho sea de paso, se ajusta precisamente a esa concepcin del tiempo de laque habl Claudio Guilln a propsito del Lazarillo, un tiempo en el que el narrador

    12 Vase el apartado 5.1.2. El autgrafo de Palacio [MP1], en pp. 70-71 de la edicin citada.13 Fuchs, 2007, pp. 396-397. Por su parte, Gaylord, 1998, relacion esta reflexin epistemolgica con un

    fenmeno de sobreproduccin informativa: In sixteenth- and seventeenth-century histories and theirprologues, the reader finds ongoing, anxious attention to the credibility and reliability of historical sources,and to the way either quality is likely to be affected by translation or retelling. [] One explanation forsixteenth-century anxiety about the epistemological foundations of historical discourse is to be found in thefact that scholars faced an explosion in the production of information (p. 133).

    14 Lazarillo de Tormes, p. 69 y n. 105.15 Prez de Guzmn, Generaciones y semblanzas, p. 63.16 Lpez de Gmara, Historia general de las Indias, I, p. 2 para todas las citas.

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    pasa por alto determinados sucesos y selecciona en sus memorias lo que desea en sumay verdadero17.

    Un ao antes de la aparicin del Lazarillo, y en la misma ciudad de Medina delCampo en la que se imprime una de las primeras ediciones conocidas de la obra, sepublican Los cinco libros primeros de la Crnica general de Espaa de Florin deOcampo, edicin aumentada de la zamorana de 1543, con numerosas impresionesposteriores que dan cuenta de su buena aceptacin editorial. El prlogo de esta obra nosmuestra aspectos sugerentes, como la recreacin del tpico de la correspondencia entrelas edades del hombre y del mundo18. Ms interesante, por lo que afecta a lascoincidencias con el marco retrico del Lazarillo, cuya valoracin depende radicalmentede su autora19, son las siguientes palabras dirigidas al lector:

    [] deseara yo que los letores20, que reciben esto de vuestra Majestad, tuviesen advertenciaparticular a que mi principal intencin ha sedo brevemente, y en las ms desnudas palabrasque pude, contar la verdad entera y sencilla, sin que en ella haya engao, ni cosa que laadorne, para que mejor parezca sin envolver en ella las retricas y vanidades que por otroslibros deste nuestro tiempo se ponen21.

    Igual planteamiento retrico observ Rico (y revis con acierto Joset)22 a propsitode la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa (ca. 1568) de Bernal Dazdel Castillo, quien, al comparar su aportacin con la de Lpez de Gmara, echa mano

    17 Guilln, 1957, p. 271.18 Recordemos que la historia de Espaa es presentada como si de la vida de un mozo de muchos amos

    se tratara, desde la niez de nuestra Espaa, cuando estaba en su inocencia y simplicidad, pasando por sumocedad algo ms crescida, donde siempre estuvo en la obediencia y administracin de [] ayos adiestradoressuyos hasta su manceba, cuando se hall ya crescida y valiente con fuerzas bastantes para salir de lasubjecin de sus ayos (Florin de Ocampo, Los cinco libros primeros [], f. 5v). Cito, con modernizacin dela ortografa, por el ejemplar conservado en la Biblioteca del Monasterio de Yuste.

    19 Como es claro, de aceptar la conocida propuesta de autora argumentada por Navarro Durn, 2004, elLazarillo se habra compuesto con anterioridad al 6 de octubre de 1532, fecha de fallecimiento de Alfonso deValds, lo que reduce drsticamente las posibles influencias sobre el texto de muchos de los testimoniosaducidos en estas pginas. Considrense, con todo, los pasajes de otros autores presentados ms adelante,como Luis Vives o Alfonso de Valds

    20 As en el margen, que aclara la lectura del original, dificultada por las tachaduras manuscritas deltrmino.

    21 Ibid., f. 6r. No obstante esta cita, las declaraciones de Ocampo manifiestan llamativas contradicciones,a las que Samson, 2006, ha dado explicacin perspicaz y coherente: Ocampos radically contradictorypronouncements on historiography embody a paradox that still troubles modern historiographies: theinseparable relationship between history as narrative, a stylishly written and rhetorically persuasiverepresentation, and history as truth or knowledge, founded and based on the use of sources, documentationand evidence. [] His affirmation that he offered unadorned truth, however, contradicted the stated intentionof composing a history to record, elevate and adorn the memory of the innumerable deeds, antiquities andthings worthy to be remembered that littered Spains heroic past (pp. 341-342). Por cierto que el deseo dealabanza reconocido por Lzaro en su prlogo tambin entra en contradiccin con el uso del grosero estilo,cuestin que retomar ms adelante.

    22 Vase la excepcional aportacin de Joset, 2005 (en realidad, de 1995); en lo relativo a este punto, verlas pp. 88-92, donde adems se hace un llamativo paralelo entre el prlogo del Lazarillo y el proemio a laRelacin de la jornada de Cbola (ca. 1560-1565) de Pedro de Castaeda Njera. Parte de los problemasafrontados en el presente estudio se sugieren en estas pginas de Joset.

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    de argumentos similares a los de su competidor:

    Miren los curiosos lectores cunto va de la veracidad a la mentira, a esta mi relacin, en decirpor letra lo acaescido, y no miren la retrica y ornato, que ya cosa vista es que es ms apacibleque no esta tan grosera; mas resiste la verdad a mi mala pltica y pulidez de retrica con quehe escrito23.

    El supuesto desentendimiento del cronista por el estilo de sus obras se convirti,segn vemos, en lugar muy frecuentado de los prlogos, como apreciamos en el proemiode La segunda parte de la historia del Per (1571) de Diego Fernndez. De acuerdo conel tpico, el Palentino deja en manos del lector las posibles correcciones de estilo:

    Lector, cuanto a ser esta historia cierta y verdadera, podrs bien asegurarte si fueres curioso enaveriguar la verdad. En lo dems que toca al estilo, disposicin de los casos, discurso y decorode las personas y consideraciones de la obra, no hice, ni pude hacer, ms de lo que mi talentoalcanza: t puedes en esto, con moderacin, corregir y enmendarme; y yo con humildad,agradecindolo, recebir de buen grado la correccin y censura que me dieres24.

    Hasta aqu las declaraciones de los propios historiadores, cuyas ideas no dejan de tenerfuerte conexin con las de los preceptistas del gnero contemporneos25.

    L a e l o c u e n c i a d e l o s f i n g i d o s c a b a l l e r o s 26.U n a r e t r i c a d e l a f a b u l a c i n

    Me alejar ahora de la retrica historiogrfica para adentrarme en la ficcincaballeresca y sentimental, con lo que procurar clarificar el contexto literario al quehabr de referirme en el prximo apartado al estudiar la irrupcin de la denominadaficcin realista. Ahora bien, nos es lcito situar en un mismo plano la ficcin y lahistoria en tanto que referentes para el estudio del registro estilstico de un corpusliterario? Desde mi punto de vista, este es precisamente el enfoque ms conveniente,desde el momento en que la historiografa y la literatura constituyen un continuumcuyas manifestaciones no empezarn a desgajarse hasta fechas posteriores. La Historiadice Foucault quiz no tiene un lugar entre las ciencias humanas ni al lado de ellas:

    23 Este pasaje es comentado por Rico, 1991, p. 89. Vase antes Gonzlez Echeverra, 1984, pp. 149-151.Remito tambin al captulo XVIII (De algunas advertencias acerca de lo que escribe Francisco Lpez deGmara, mal informado, en su historia) de Daz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la NuevaEspaa, I, pp. 104-107. Segn Fernndez Mosquera, 2006, quien recuerda las consideraciones de Rico: Enlos cronistas y narradores de los relatos estudiados se produce un conflicto entre el estilo elevado del modeloclsico que podran imitar y su obsesin por otorgar a su narracin caracteres no tanto verosmiles, sinoveraces [] (pp. 70-71).

    24 Fernndez, La segvnda parte de la historia del Per, f. 4v. Cito, con modernizacin de la ortografa, porel ejemplar de la Biblioteca General y Archivo Histrico de la Universidad de Sevilla.

    25 Segn De ratione dicendi (III, 19) de Juan Luis Vives, obra difundida desde la dcada de los treinta(Brujas, 1532; Lovaina, 1533; Basilea, 1536), en la que el autor ya haba establecido afinidad con Erasmo(Vase Artaza, 1988, p. 261), el historiador ha de respetar la proprietas verborum, as como emplear un estiloclaro, que propicie la comprensin de todos (Vives, Del arte de hablar, pp. 143-144). Tales preceptos secorresponden con un estado de opinin vigente durante toda la Antigedad, con sus naturales altibajos.

    26 Cervantes, Don Quijote de la Mancha, p. 822.

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    es probable que mantenga con todas ellas una relacin extraa, indefinida,imborrable27.

    Pues bien, en el captulo XXXII del primer Quijote se entabla un acalorado debateentre el ventero y el cura acerca de varios libros custodiados por aqul en una maletillavieja, cerrada con una cadenilla28. Se trata de un par de novelas de caballeras, DonCirongilio de Tracia (1545) de Bernardo de Vargas y Felixmarte de Hircania (1556) deMelchor Ortega, y de la Historia del Gran Capitn Gonzalo Hernndez de Crdoba,con la vida de Diego Garca de Paredes. Como es de esperar, la diferencia de gnerospropicia un nuevo e interesante episodio de preceptiva literaria, en el que el cura seesfuerza una vez ms por evidenciar la falsedad de los libros de caballeras, mentirososy [] llenos de disparates y devaneos, en oposicin a la historia verdadera29 delGran Capitn. Pese a todas sus precisiones, tal es la credibilidad concedida por elventero a las narraciones caballerescas, que el cura habr de ser ms explcito:

    Mirad, hermano [] que no hubo en el mundo Felixmarte de Hircania, ni don Cirongilio deTracia, ni otros caballeros semejantes que los libros de caballeras cuentan, porque todo escompostura y ficcin de ingenios ociosos []30.

    Frente a la historia verdadera, las historias de los caballeros se definen segn elcura por su carcter ficcional y su compostura, trmino que tal vez aluda al adorno yalio31 caracterstico de las narraciones caballerescas. De acuerdo con la sntesis deCacho Blecua, los principales rasgos estilsticos de los libros de caballeras, encaminadosa potenciar la amplificatio verborum, se manifiestan a travs de una serie de ejerciciosretricos estereotipados como el planctus o la composicin de extensos parlamentos,dilogos y cartas en los que se hace palpable el desarrollo de las artes dictaminis y lasartes arengandi32. En fin concreta este estudioso, el discurso se amplifica mediantela acumulacin de bimembraciones, paralelismos, interrogaciones retricas,exclamaciones, enumeraciones, vocativos, frmulas de cortesa, etc., que ya han recibidouna atencin crtica pormenorizada33.

    Por supuesto, la restriccin interpretativa del pasaje citado a la perspectiva del curadesvirta el permanente despliegue de perspectivas caracterstico del Quijote. Segnadvirti Fuchs, la falta de solidez del modelo histrico confrontado por este personaje alos hroes de ficcin delata las posibles manipulaciones a las que est siempre expuestala construccin de la memoria histrica34. Sea como fuere, la valoracin del estilo

    27 Foucault, 1991, p. 356. Remito, por lo que sigue, a la meticulosa exposicin de estos problemas en elapartado Picaresca vs. historia de Ruffinatto, 2000.

    28 Cervantes, Don Quijote de la Mancha, p. 406.29 Ibid., p. 407.30 Ibid., p. 408.31 As en Diccionario de Autoridades, s. u.32 Vase el apartado dedicado por Cacho Blecua al Lenguaje monocorde y estilo polido de los libros

    de caballeras en su ed. cit. de Rodrguez de Montalvo, Amads de Gaula, I, pp. 192-196; en particular, p.195, que aqu resumo, y ns. 10-11 con bibliografa.

    33 Vase Domingo del Campo, 1984.34 Vase Fuchs, 2007, pp. 405-406: [] the curate has already capitulated to a chivalric view of the

    world: instead of focusing on Gonzalo Hernndez de Crdoba, widely credited [], he privileges Garca deParedes, an outsized, somewhat anachronistic figure of personal heroism, who [] lives on more through

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    caballeresco por parte del cura coincide con la esgrimida por Teresa Panza en losreproches dirigidos a su marido en el captulo II, 5 del Quijote:

    Mirad, Sancho replic Teresa, despus que os hicistes miembro de caballero andante,hablis de tan rodeada manera, que no hay quien os entienda35.

    Yo no os entiendo, marido replic Teresa: haced lo que quisiredes y no me quebrisms la cabeza con vuestras arengas y retricas36.

    Segn advierte el narrador, el escudero ha adoptado otro estilo del que se podaprometer de su corto ingenio y dice cosas tan sutiles, que no tiene por posible que l lassupiese37. Se trata, claro est, del lenguaje caballeresco, cuyo contagio a personajeshumildes como Sancho sirve para parodiar su impropiedad, cuando no su falta deverosimilitud, derivada de la especificidad estilstica del gnero caballeresco. El alcancede estas ideas ha sido considerado por Riley, para quien no fue casual que [ en elQuijote] Cervantes alterara completamente las normas estilsticas y encontrara al mismotiempo la relacin ms armnica que jams consigui entre lo poticamente ideal y lohistricamente posible38.

    Pero reparemos, si se me permite retrotraerme a los orgenes del gnero, en algunasde las declaraciones prologales de los libros de caballeras en torno al polido y eleganteestilo, segn expresin del Amads de Gaula39. Pese a las restricciones retricasencaminadas a obtener la captatio benevolentiae, el subterfugio narrativo del manuscritoencontrado y posteriormente traducido al romance, convertido en tpico a partir de lasSergas de Esplandin40, fue aprovechado por algunos autores del gnero para jactarse,como ajenas, de las virtudes literarias de sus obras. Es el caso del prlogo adjunto a laedicin de 1517 del Arderique, aun cuando el texto tal vez no responda al topos literariode la traduccin, sino que aluda realmente a una versin francesa o catalanapreexistente41. Lo mismo observamos en otros prlogos, como el de Fernando Basurtoal Florindo (1530)42 o el proemio de la Crnica del muy valiente y esforado cavallero

    legend than through the rather unsavory published account of his doings. [] the passage also makes usquestion the construction of national memory, placing the real heroes on a continuum with the false, wherethe only things that separate the two are degrees of hyperbole and external, a priori distinctions by anauthoritative audience.

    35 Cervantes, Don Quijote de la Mancha, p. 724 y n. complementaria 724.9 con bibliografa en p. 449.36 Ibid., p. 731.37 Ibid., p. 723.38 Riley, 1971, p. 343. Segn se puso de manifiesto en esta fundamental aportacin, Cervantes no tuvo

    una postura uniforme en relacin con las normas del decoro. Entre otras consideraciones, leemos: la doctrinatradicional de los estilos [] era observada por Cervantes slo en algunos aspectos []. En el Persiles,Cervantes deriva hacia lo poticamente ideal, anulando el modo de relacin que haba establecido en su obraanterior (p. 342-343). En cuanto al Quijote como novela abarcadora (y al mismo tiempo superadora) de lasaportaciones literarias de los libros de caballeras y de la novela picaresca, debemos recordar tambin a Riley,2001.

    39 Rodrguez de Montalvo, Amads de Gaula, I, p. 225.40 Vase Marn Pina, 1994.41 Arderique, p. 4.42 Basurto, Florindo, p. 5.

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    Platir (1533)43. Miguel Ferrel, traductor (en este caso real) del Libro del muy esforadocavallero Palmern de Ingalaterra [] (Toledo, 1547) de Francisco de Moraes, dedicaunos versos al estilo elocuente del libro, para lo que asume previamente la perspectivade lector, que le proporciona la suficiente distancia para ponderar la obra delportugus44.

    En la Primera parte de la grande historia del muy animoso y esforado prncipeFelixmarte de Hircania (1556), dicho procedimiento retrico es llevado hasta el extremode convertir a Plutarco y Petrarca en responsables de supuestas versiones previas en latny en toscano, respectivamente. Asimismo, el traductor al latn habra partido de aquelfamoso historiador Philosio Atheniense, que en lengua griega esta gran historia escrivipor mandado del gran senado de Athenas, en el qual padre de eloquencia y verdad fuellamado45. De este modo, se hace factible compatibilizar el tpico de la falsa modestiacon los elogios del propio autor al estilo de la obra:

    Ninguna cosa bastar a disculpar mi atrevimiento en la traducin desta obra, por la grandeeloquencia y alto estilo de aqullos por cuyas manos ha passado []46.

    No voy a detenerme, por otra parte, en los numerosos recursos con los que se alabaindirectamente el estilo caballeresco a travs de toda clase de paratextos como elexplicit, de lo que son buen ejemplo los versos latinos atribuidos a Juan Augur deTrasmiera, estampados al trmino del Palmern de Olivia (1511) con un claro finpropagandstico47; o el colofn de Jcome Cromberger a su edicin de 1545 delCirongilio de Tracia de Bernardo de Vargas48.

    Un medio distinto con el que ensalzar el estilo caballeresco consisti en delegar partede las declaraciones prologales en un personaje ficticio, como el coronista y gran sabioAlquife del Amads de Grecia (1530) de Feliciano de Silva, a cuyas entricadasrazones, por cierto, se atribuye la locura de don Quijote en el primer captulo de laobra49. Gracias a las prerrogativas de la ficcin, Alquife no tiene grandes reparos enequipararse a aquellos que con polidas y elocuentes razones con la pluma quisieronsostener en inmortalidad su acabada fama, como las elegantes prosas del poeta Homeronos dan testimonio con las polidas y delgadas razones de la lengua de Tulio, gloriosomatiz en su delgado y alto hablar50.

    No por azar, estilo elevado y ficcin narrativa se hallan unidos desde el surgimientomismo de la narrativa peninsular. En el Siervo libre de amor de Rodrguez del Padrn,

    43 Platir, p. 3.44 Moraes, Palmern de Ingalaterra (Libro I) , pp. 4-5.45 Ortega, Felixmarte de Hircania , p. 12.46 Ibidem.47 Palmern de Olivia, p. 385. En la edicin de Giuseppe di Stefano de los Paratextos palmerinianos, se

    transcriben unos versos sobre el stillo excelente (ed. El libro del famoso e muy esforado Palmern deOlivia, pp. 415-416) tambin dirigidos a los potenciales compradores de la obra, con los que se cierra laedicin salmantina de 1512.

    48 Vargas, Cirongilio de Tracia, p. 501.49 Cervantes, Don Quijote de la Mancha, p. 40 y n. complementaria 40.21, con documentacin sobre el

    estilo de Feliciano de Silva.50 Silva, Amads de Grecia, p. 5.

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    cuyo desarrollo episdico entronca con el gnero caballeresco, se dedican las siguientespalabras a Gonzalo de Medina:

    Mas como t seas otro Virgilio e segundo Tulio Ciero, prncipes de la eloquenia, nonconfiando del mi symple ingenio, seguir el estilo, a ty agradable, de los antiguos [],trayendo fiiones, segn los gentiles nobles []. Eficiones, digo, al potico fyn de aprouechary venir a t_ en plazer con las fablas []51.

    El estilo elevado, pues, resulta connatural a la ficcin idealista52, hasta el punto dejustificar su falta de verosimilitud en opinin de los propios creadores. As sucede desdelas ms tempranas derivaciones del Amads, como en el Floriseo (1516) de FernandoBernal, porque, aunque de su verdad se dude, de agradable bivo y compendioso notiene duda, con todo lo cual podr vuestra seora a vezes recrear su ilustre ingenio[]53. De manera anloga, en el Libro del muy esforado y invencible Cavallero de laFortuna, propiamente llamado don Claribalte (1519), en cuyo subttulo se le atribuye unnueuo y galn estilo de hablar, leemos:

    Y puede ser verissmile que aquesto acaeciesse tantos tiempos ha, que estouiesse oluidado, a lomenos para nosotros, que tan lexos biuimos de Tartaria. Y que agora pareciesse y viniesse amis manos, no es inconuiniente []. Y quando algn murmurador quisiere dubdar de lapresente historia, no podr, a lo menos, quitarle el nombre de pulcherrimaficta [sic]54.

    L a r e t r i c a h i s t o r i o g r f i c ae n l o s e s p e j o s d e l a f i c c i n r e a l i s t a

    Hasta el momento me he ocupado de las declaraciones sobre el estilo vertidas en losparatextos de la historiografa novohispana y la ficcin caballeresca y sentimental, loque nos da cuenta de dos orientaciones radicalmente diferentes, en cuya interseccin,segn veremos, surgi una serie de obras no acomodadas a los anteriores patronesgenricos.

    La vinculacin del estilo llano a la autenticidad del relato se consider desde prontocomo mecanismo retrico caracterstico de la historiografa, lo que fue aprovechado enciertas obras literarias para imprimir una mayor verosimilitud a la narracin, cuando no

    51 Rodrguez del Padrn, Siervo libre de amor, pp. 67-68. La imitacin estilstica de la ficcin sentimentalmotiv en parte, segn creo, la parodia del gnero acometida en La Celestina. Como comenta MenndezPidal, 1978 (no es ste el lugar para hacer acopio de la bibliografa especfica), a propsito de la convivenciade estilo llano y artificioso a finales del siglo xv: La necesidad de una reaccin se observa a menudo en LaCelestina. Calixto emplea el remontado lenguaje literario para exaltar su pasin, pero Sempronio le dice:Dexa, seor, esos rodeos, dexa esa poesa, que no es habla conveniente la que a todos no es comn, la quetodos no participan, la que pocos entienden (p. 54).

    52 Remito de nuevo a Riley, 1971, en particular al apartado sobre El estilo y el decoro (pp. 209-230).Sobre la evolucin de esta idea, vase Maero Lozano, en prensa, passim.

    53 Bernal, Floriseo, p. [3].54 Fernndez de Oviedo, Claribalte, p. 57. Segn indica Fabregat Barrios, 2003, el inverosmil argumento

    del Claribalte: [] queda justificado, en opinin de su autor, a travs de la gracia de estilo. Aos ms tarde,ya desde la publicacin del Sumario (1526), el giro erasmista que experimenta Fernndez de Oviedo le lleva noslo a repudiar su pera prima y con ella a todo el gnero de caballeras, sino tambin a postularse comodefensor de un estilo comn y llano, desnudo de ornato retrico (pp. 72-73).

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    con el fin, desde una perspectiva pardica, de cuestionar este recurso. Ya en el prlogode La Lozana andaluza hallamos las siguientes declaraciones:

    Y mire vuestra seora que solamente dir lo que o y vi, con menos culpa que Juvenal, puesescribi lo que en su tiempo pasaba; [] ninguno quite ni aada palabra, ni razn, ni lenguaje,porque aqu no compuse modo de hermoso decir []55.

    Claro est que subyace en esta obra el propsito de parodiar la funcin literaria deltestigo de vista, contrapuesto humorsticamente a quien escribi lo que en su tiempopasaba.

    Pero acerqumonos a la rbita de los intereses humansticos. Con la actitud propiade Salustio, en su denuncia de la deformacin de los hechos mediante el abuso derecursos retricos, Alfonso de Valds rechaza el uso de la oratoria y aboga por las muyclaras razones a fin de esclarecer los sucesos relacionados con el saco de Roma. As, enel Dilogo de las cosas acaecidas en Roma, se intercambian las siguientes impresiones:

    Latancio.-[] en todo ello vens muy mal informado, y me parece que no la razn, mas lapasin de lo que habis perdido os hace decir lo que habis dicho. Yo no os quiero respondercon pasin como vos habis hecho, porque sera dar voces sin fructo [].Arcidiano.-Decid lo que quisiredes, que yo os tern por mejor orador que Tulio si vossupiredes defender esta causa.Latancio.-No quiero sino que me tengis por el mayor necio que hay en el mundo si no os ladefendiere con evidentsimas causas y muy claras razones56.

    Del mismo modo, la eleccin de un grosero estilo por parte del Lazarillo podraexplicarse a partir del contexto delineado en los pasajes historiogrficos aducidos. Peroquiz convenga, antes de proseguir, cuestionarnos la naturaleza de este grosero estilo,bien estudiado por la crtica57. A grandes rasgos, los procedimientos estilsticos delLazarillo responden a una conjuncin equilibrada de recursos de procedencia culta(plasmados a travs de toda clase de figuras literarias como la anttesis, la aliteracin, laparonomasia, la disemia, etc.) y elementos de tipo popular, cercanos a la oralidad (comolo ejemplifica el uso de refranes, frases populares, anacolutos, etc.). El empleo de figurasretricas, no obstante, dista mucho de contribuir, como en los libros de caballeras, a laamplificatio verborum, sino que configura un discurso irnico, en el que, segn Garcade la Concha, se cifra la unidad estilstica de la obra58. As las cosas, el Lazarillo no hacegala de un excesivo retoricismo, como tampoco carga las tintas en el empleo de unregistro vulgar, restringido al uso de algunos trminos consabidos, como jarro y

    55 Delicado, Retrato de la Lozana Andaluza, pp. 169 y 171.56 Valds, Dilogo de las cosas acaecidas en Roma, p. 91. Se trata de uno de tantos lugares coincidentes

    que refuerzan la atribucin del Lazarillo a Alfonso de Valds, segn la hiptesis de Navarro Durn, 2004,quien dedica un valioso apartado de su libro a los Rasgos de estilo (pp. 177-187). Vase en concreto elpunto 11.1. Las cartas de Alfonso de Valds al cardenal Accolti y el Lazarillo (pp. 177-182), donde sedocumenta la propensin de Valds al estilo llano y sin afectacin ninguna.

    57 Vase arriba n. 2.58 Vase Garca de la Concha, 1981, en particular, pp. 213-258, dedicadas al Perspectivismo

    lingstico), que ya mencionbamos antes.

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    cogote59.Como en las obras historiogrficas mencionadas comenzaba a decir, Lzaro

    confiere verosimilitud a su narracin al asumir la perspectiva del testigo de vista, porlo dems reforzada mediante la alusin a lo que Vuestra Merced habr odo60, en laque se implica tambin al destinatario como testigo de los hechos histricos queenmarcan el relato. Se trata sin duda de un recurso dotado de un enorme poderpersuasivo. En su cometido de memorialista, cifrado en que cosas tan sealadas, y porventura nunca odas ni vistas, vengan a noticia de muchos61, Lzaro recurre a lasestrategias retricas procedentes del gnero historiogrfico62, y en particular de unanueva generacin de cronistas en los que se establece una asociacin entre el estilo llanoy la perspectiva autobiogrfica, circunstancia pergeada en paralelo al distanciamientodel artificio caballeresco63. Es cierto se pensar que los libros de caballeras habanrecurrido asiduamente a la figura del cronista dentro del plano de la ficcin, perosiempre desde los viejos presupuestos antes citados de Prez de Guzmn, al postular lanecesidad de poner la estoria en fermoso e alto estilo, porque la buena forma onrra eguarnee la materia. No es descartable, por tanto, que la perspectiva historiogrficaasumida en los libros de caballeras acabase nutriendo, a su pesar (y no solamente conun propsito deformante), la escritura realista. Como en toda parodia, no slocontamos con el propsito de deformar o difamar el objeto parodiado, sino que stedebe asumirse en la propia obra para que el lector pueda identificarlo. En la estructurapardica, pues, la deformacin constituye un proceso simultneo a y solidario con laimitacin e incluso la aportacin de nuevos rasgos literarios. No cabe duda, en estesentido, de que la imitacin pardica de los libros de caballeras en el Lazarillo apenasafecta al planteamiento inicial de la obra, que abrir enseguida paso a una propuestanarrativa del todo innovadora. La cuestin ha sido expuesta con admirable solidezmetodolgica por Piero Ramrez, en un ensayo fundamental dedicado a analizar laparodia antiheroica en el Lazarillo original y su continuacin annima de 155564.

    Esta apropiacin literaria de una nueva retrica historiogrfica por parte de unpersonaje tan humilde como Lzaro trajo consigo importantes consecuencias. El relatodel pcaro, desde el punto de vista tcnico, trazaba con firmeza el camino hacia la

    59 Vase Bataillon, 1968, p. 70.60 Lazarillo de Tormes, p. 135. Vase Lzaro Carreter, 1978, pp. 50-57.61 Ibid., p. 3 y n. 2 con indicacin de lugares paralelos.62 Remito a Gonzlez Echeverra, 1976, quien ya puso en relacin la autobiografa picaresca con las

    relaciones de Indias. Por su parte, Rico, 1988, pp. 60-63, ha sealado a Salustio como referente (posiblementeindirecto) del Lazarillo.

    63 Se resume esta cuestin en Del Monte, 1971, p. 41, con documentacin bibliogrfica en n. 196). Vasesobre todo Wicks, 1974 y 1978; y, en relacin con el Lazarillo y su annima continuacin de 1555, elimportante trabajo de Piero Ramrez, 1994. No har falta recordar, por lo dems, la importancia de laconvencin literaria de la escritura en primera persona en el Lazarillo, obra situada en la confluencia de latradicin autobiogrfica y epistolar, segn resalta Lzaro Carreter, 1978, pp. 48-49 y Garca de la Concha,1981, p. 70.

    64 Segn sus conclusiones: El continuador de Amberes slo tuvo que mantener el tono pardico yacentuarlo, es evidente que encontr en las primeras pginas de su modelo inmediato, plegndose con msfidelidad al hroe satirizado, creando un sosia desmitificador en su Lzaro-atn, para llegar sin mayoresfuerzo a la parodia de la caballera en boga todava por aquellos aos de mediados del Quinientos (PieroRamrez, 1994, p. 150).

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    construccin de un discurso literario realista, es decir, con la apariencia del discursodedicado a la descripcin e interpretacin de hechos histricos. El empleo, por otraparte, de la retrica historiogrfica en la narracin de las andanzas de un pcaro elevabalas vivencias de nuestro insignificante personaje al rango de los sucesos de intershistrico.

    El estilo realista, as definido, contena un componente subversivo difcilmenteasimilable en la sociedad aurisecular, lo que nos explica su cuestionamiento en lacontinuacin del Lazarillo de Juan de Luna, en la que se parodia el topos del cronista.Despus de que la obra ponga en evidencia los disparates tan ridculos comomentirosos de la annima Segunda parte de Lazarillo de Tormes (1555), librillo quetoca algo de su vida sin rastro de verdad, Luna asegura reproducir su Segunda Parteal pie de la letra, sin quitar ni aadir, como la vi escrita en unos cartapacios []65. Pesea todo, el artificio narrativo de Luna es muy distinto del empleado en el libro de 1554.Empieza haciendo declaraciones aparentemente serias y que a priori nos confirmaran eltratamiento de las peripecias picarescas como materia de inters histrico. Pero, deinmediato, el texto entra en disquisiciones sobre la veracidad del relato segn las cualesel pcaro sera objeto de una atencin mucho menos fiable y prestigiosa que lassupuestas crnicas antiguas de Toledo enunciadas desde el ttulo de la obra:

    [] se conformaba con lo que haba odo contar cien veces a mi abuela y tas al fuego lasnoches de ivierno, y con lo que me destet mi ama. Por ms seas, que disputaban muchasveces ellas y otras vecinas cmo haba podido ser que Lzaro hubiese estado tanto tiempodentro del agua, como se cuenta en esta Segunda Parte, sin ahogarse. Las unas decan en pro,las otras en contra [].

    sta es, amigo lector, en suma, la segunda parte de la vida de Lazarillo, sin aadir ni quitar delo que della o contar a mi bisabuela66.

    Segn apuntaba al comienzo de estas pginas, el estilo del Lazarillo primigenioresultaba apropiado a la humildad del personaje, pero su asociacin a la veracidad delrelato, contra todo decoro, conceda al pcaro una dignidad hasta la fecha slo reservadaa aquellos sujetos que pasaban a la historia67. Habr que esperar, por tanto, alGuzmn de Alfarache para que se dignifique nuevamente la voz de un personajehumilde. El registro estilstico no se restringe en Alemn al grosero estilo delLazarillo68, pero, como en la obrita annima, su potica historia abre la mira a unamplio espectro de circunstancias no restringidas a los ambientes cortesanos de lanarrativa caballeresca y sentimental. En otras palabras, Alemn se enfrenta ante un

    65 Luna, Segunda parte de la vida de Lazarillo de Tormes, pp. 266-267 las tres citas anteriores.66 Ibid., pp. 267 y 288 las respectivas citas.67 Sobre la dualidad narrativa implcita a las declaraciones prologales de esta obra, remito a Navarro

    Durn, 2004, p. 17.68 De la alternancia de ancdota y reflexin precisa Di Pastena, 1999, sale profundamente

    afectado el propio estilo o quiz mejor sera decir los estilos del Guzmn (p. 5a). No es ste el lugar pararesear los trabajos dedicados al estilo del Guzmn de Alfarache , cuyas condiciones de estudio fueroncerteramente delimitadas en las pginas de Di Pastena.

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    nuevo realismo sin lindes, concebido como una sntesis magistral de las categorasaristotlicas de Poesa e Historia69.

    Aluda en el rtulo del presente apartado a los espejos de la ficcin realista. Comoen todo espejo, el objeto literario slo resulta visible cuando el observador se sita en undeterminado ngulo con relacin al objeto observado. El espejo permite reflejar todoaquello que se encuentre en un amplio campo de visin, pero un observador situado defrente al espejo contemplar poco ms que su propia imagen, del mismo modo que, alsituarse en una posicin lateral, el observador percibir el reflejo de otros objetos delentorno pero no se ver l mismo reflejado. Puede afirmarse, en este sentido, que laforma autobiogrfica aporta una visin frontal, cuyo alcance epistemolgico anticipal comienzo esta idea ya haba sido explorado por los historiadores de Indias, frente alenfoque lateral derivado del uso de la tercera persona. Ambas perspectivas, pues,presentan limitaciones, y entran en dialctica con las posibilidades de completar elngulo de visin por parte del lector. En efecto, Lzaro de Tormes slo se ocupa dereflejar su propia situacin, para lo que presenta una serie de vivencias con las que tratade explicar (sea cual sea nuestra valoracin moral del personaje) su progresivaadaptacin a las exigencias del entorno. El entorno social de Lzaro, as, no es sometidopor el personaje a un mismo examen que su vida, pero el lector s tendr la posibilidadde valorar los datos presentados por el narrador, ms all de las limitaciones impuestaspor la perspectiva del pcaro. Mientras Lzaro se sienta frente al espejo, nosotrospodemos acercarnos al texto por encima de la limitada perspectiva de su humildeprotagonista, o a su misma altura (como Alatorre70), o desplazarnos hacia aquellosngulos laterales carentes de valoracin por parte del narrador.

    No debemos olvidar, con todo, que la autobiografa del pcaro es claramentetendenciosa, desde el momento en que todos los datos aportados se encaminan ajustificar la situacin del personaje. Sus memorias, entonces, obtengan o no laaprobacin de los distintos lectores, se disean en funcin de intereses personales, lo queen ltima instancia pone tambin en evidencia, para el lector capaz de desplazarse haciaotros ngulos del espejo, el carcter manipulable de toda memoria histrica, y delgnero historiogrfico en particular. Como concluye Ruffinatto, al trmino de un ensayoya mencionado en el que se delimitan las relaciones entre el concepto de realidadhistrica y ficcin (picaresca), la realidad ficcional constituye el dominio de la verdad,mientras que, en paralelo, la mentira se sita al lado de la realidad histrica71.

    Permtaseme tratar brevemente sobre alguna otra obra donde se adviertenplanteamientos cercanos al Lazarillo. En el Viaje de Turqua, obra definida por Mascomo supercherie documentaire72, observamos una eficaz apropiacin del tpicohistoriogrfico:

    69 Sobre este particular, remito a Guerreiro, 1999; y, desde una perspectiva complementaria, centrada enlos presupuestos del Pinciano, a Cavillac, 2000.

    70 Como puso de manifiesto Alatorre, 2002, la valoracin moral del personaje est fuertementecondicionada por la perspectiva de cada crtico: Tengo la impresin de que los denigradores de Lzaro noslo no saben lo que es ser pobre, sino que ni siquiera han reflexionado por cuenta propia en lo que es lapobreza. Creo que todos han nacido en pases del primer mundo (p. 444).

    71 Ruffinatto, 2000, p. 275.72 Mas, 1967, p. 148.

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    [] no como erudito escriptor, sino como fiel intrprete, y que todo quanto escribo vi, heabraado antes la obra que la aparenia, supliendo toda la falta de la rrectrica [sic] yel[e]gantia con la verdad []73.

    De hecho, si atendemos a la historia de la recepcin, advertimos cmo la obra fueconsiderada como libro de viajes autntico hasta bien entrado el siglo xx74. Es de notar,asimismo, la adopcin de esta perspectiva en el Coloquio de los perros. De acuerdo conel motivo del autor-transcriptor75, el alfrez Campuzano afirma:

    [] o, escuch, not y, finalmente, escrib, sin faltar palabra [], sin buscar colores retricaspara adornarlo, ni qu aadir ni quitar para hacerle gustoso76.

    La cornice del Coloquio de los perros, si bien responde a motivaciones ms complejas,nos da muestra de la larga pervivencia de esta asociacin del estilo llano a la veracidaddel relato.

    Esta relacin de ideas propiciada por el Lazarillo, tal vez determinante en elsurgimiento de la denominada ficcin realista, ha sido tambin analizada por Fuchs (trasun estudio ms especfico de Gaylord)77 en referencia a la primera parte del Quijote. Aligual que Lzaro sita su relato en el mesmo ao que nuestro victorioso Emperador enesta insigne ciudad de Toledo entr y tuvo en ella Cortes78, Cervantes makes usquestion the construction of national memory, placing the real heroes on a continuumwith the false79. Una vez ms, Cervantes manifiesta una profunda asimilacin delinagotable potencial literario del annimo quinientista.

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    73 Ortola, ed., Viaje de Turqua, p. 162. Este pasaje es copia del prlogo de Menavino al Trattatodedicado al rey de Francia (transcrito por la editora del texto p. 163, n. 16).

    74 Vase al respecto Maero Lozano, 1997, pp. 115-119.75 No har falta recordar, a imitacin del Antibarbarorum liber de Erasmo, la recurrencia de esta tcnica

    narrativa en el dilogo renacentista.76 Novela del casamiento engaoso, en Cervantes, Novelas ejemplares, II, p. 294.77 En concreto, Gaylord, 1998, evidenci el cuestionamiento de la historiografa nacional por parte de

    Cervantes a travs del anlisis del episodio de Maese Pedro del Quijote, II, 26.78 Lazarillo de Tormes, p. 135.79 Fuchs, 2007, p. 406.

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    Resumen. El presente trabajo se propone estudiar las conexiones y divergencias estilsticas entre la prosahistoriogrfica y ficcional de la segunda mitad del siglo xvi, con especial atencin a las valoraciones sobre elestilo contenidas en un conjunto de paratextos. En particular, se analiza el surgimiento de una nuevaorientacin retrica en la prosa novohispana, as como las ideas predominantes sobre el estilo asentadas en loslibros de caballeras y la ficcin sentimental. Este anlisis previo permite destacar el surgimiento de un nuevotipo de ficcin, alentada por obras como el Lazarillo de Tormes o el Viaje de Turqua. Se trata de unamodalidad literaria que pretende distanciarse de la ficcin caballeresca y sentimental, para lo que se asumenlos planteamientos retricos de una serie de historiadores cuyas reflexiones sobre el estilo empleado y laveracidad de los hechos relatados repercutieron de un modo significativo en los orgenes de la denominadaprosa de ficcin realista.

    Rsum. tude des rapports et des diffrences stylistiques entre prose historiographique et prose de fictionpendant la deuxime moiti du xvie sicle, avec une attention toute particulire porte aux informationsdonnes dans les paratextes. Le reprage, dans les textes consacrs lhistoire de lAmrique, dune nouvellerhtorique ainsi que ltude des principales tendances stylistiques des romans de chevalerie et du romansentimental permettent alors de mieux comprendre le surgissement dun nouveau type de fiction, avec desuvres comme le Lazarillo de Tormes ou le Viaje de Turqua. Il sagit dune modalit littraire qui, pourprendre ses distances avec la fiction chevaleresque et sentimentale, fait siennes les conceptions de certainshistoriens sur le style et sur la vracit des faits rapports: on est ici au seuil de ce que lon appelle la prose defiction raliste.

    Summary. This paper deals with the connections and stylistic divergences between the historiographic proseand the fictional one from the second half of the 16th century. It also pays attention to how style is taken underconsideration in several paratexts. In particular, it analyzes how a new rhetoric orientation arises in thenovohispanic prose, as well as the ideas about style that were present in chivalry and sentimental novels. Thisanalysis allows us to propose the notion that a new kind of fiction is born by means of the influence of workslike Lazarillo de Tormes and Viaje de Turqua. This new literary modality pretends to distance itself from thechivalric and the sentimental novel by assuming the rhetoric postulates of a set of historians whose ideas aboutstyle and veracity were very influent in the origins of the realistic romance.

    Palabras clave. Estilo. Historiografa novohispana. Lazarillo de Tormes. Libros de caballeras. Paratextos.Retrica.Viaje de Turqua.

    CRITICN. Nm. 106 (2009). David MAERO LOZANO. Historiografa novohispana y prosa de ficcin del Siglo de Oro ...