Magnifico Mendel, Stefan Zweig.
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SINOPSISSINOPSIS
Escrito en 1929, Mendel el de los libros narra la trágica historia de un excéntricolibrero de viejo que pasa sus días sentado siempre a la misma mesa en uno de losmuchos cafés de la ciudad de iena! "on su memoria enciclopédica, el inmigrante judío ruso no s#lo es tolerado, sino querido $ admirado por el due%o del café&luc' $ por la culta clientela que requiere sus servicios! (in embargo, en 191) *a'ob +endel es enviado a un campo de concentraci#n, acusado injustamente decolaborar con los enemigos del mperio austroh-ngaro! .n breve $ brillante relatosobre la exclusi#n en la Europa de la primera mitad del siglo //!
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MENDEL ELMENDEL EL
DE LOSDE LOS
LIBROSLIBROS
Stefan ZweigStefan Zweig
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0e vuelta en iena tras una visita a los barrios de la periferia, me vi
inmerso de improviso en un chaparr#n que, con h-medo látigo, perseguía a lagente obligándola a correr hasta los portales de las casas $ otros refugios! o
mismo busqué también, a toda velocidad, un techo que me amparara! or
fortuna, en iena le espera a uno en cada esquina un café! 0e modo que huí al
que se encontraba más pr#ximo, con el sombrero que $a goteaba $ los hombros
empapados! .na ve3 en el interior, se revel# como el típico café de arrabal, con
ese estilo casi esquemático, burgués, de los de la antigua iena, lleno a rebosar
de gente normal que consumía más peri#dicos que bollería, $ sin los arti4cios tande -ltima moda en los cafés cantantes que en el centro de la ciudad imitan a los
alemanes! En aquel momento 5estaba empe3ando a oscurecer5, la atm#sfera
$a de por sí sofocante se veía jaspeada por espesos anillos de humo a3ul! , sin
embargo, aquel café daba la impresi#n de estar limpio, con sus sofás de
terciopelo visiblemente nuevo $ su caja registradora de aluminio reluciente! "on
las prisas no me había molestado en leer el nombre que ponía por fuera! or otro
lado, 6para qué7 0e modo que me senté en aquel lugar cálido, mirandoimpaciente a través de los ventanales cubiertos de chorros a3ules a la espera de
que la lluvia, inoportuna, tuviera a bien alejarse un par de 'il#metros!
0e modo que allí estaba $o, sentado sin hacer nada8 a punto de caer en esa
pasividad indolente que, como un narc#tico, irradia todo auténtico café vienés!
"on aquella sensaci#n de vacío, me dediqué a contemplar a las distintas
personas que se encontraban a mi alrededor! a lu3 arti4cial de aquel espacio
lleno de humo marcaba unas sombras de un gris mu$ poco saludable en torno asus ojos! :bservé a la se%orita de la caja, que con movimientos mecánicos
alcan3aba al camarero el a3-car $ las cucharillas para cada ta3a de café! +edio
dormido, de manera involuntaria, leí los carteles del todo anodinos que colgaban
de las paredes! ;quella especie de letargo casi me sent# bien! ero, s-bitamente,
una extra%a tensi#n me sac# de mi somnolencia! .na imprecisa inquietud
despertaba en mi interior, como lo hace un peque%o dolor de muelas del que a-n
no sabe uno si procede de la parte i3quierda o de la derecha, de la mandíbula
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inferior o de la superior! <an s#lo sentí una sorda impaciencia, una intranquilidad
espiritual, pues de pronto 5no sabría decir por qué5 fui consciente de que $a
debía de haber estado allí en alguna ocasi#n, hacía a%os, $ de que alg-n
recuerdo debía de unirme a aquellas paredes, a aquellas sillas, a aquellas mesas,a aquel espacio envuelto en humo!
ero cuanto más me esfor3aba por alcan3ar aquel recuerdo, con ma$or
malicia $ de modo más escurridi3o se me escapaba, como una medusa, brillando
incierto en el estrato más profundo de la conciencia $, sin embargo, imposible de
atrapar! En vano 4jé la mirada en cada objeto que había en aquel local! Es cierto
que algunas cosas no las conocía, como la caja registradora con su resorte
tintineante! : el revestimiento marr#n de las paredes de falsa madera de
palisandro! <odo aquello debían de haberlo colocado más tarde! ero, sí, sin duda!
o había estado allí en alguna ocasi#n, hacía veinte a%os o más! ;llí perduraba,
oculto en lo invisible como el clavo en la madera, una parte de mi propio $o hace
tiempo soterrada! =aciendo un esfuer3o, dilaté $ empujé todos mis sentidos por
aquel espacio, $ al mismo tiempo por mi interior! , sin embargo> ?+aldita sea@
Ao lograba alcan3ar aquel recuerdo desaparecido, ahogado en mí mismo!
+e enfadé, como se enfada uno siempre que un fallo le hace ser consciente
de la insu4ciencia e imperfecci#n de las fuer3as mentales, pero no perdí la
esperan3a de recuperar aquel recuerdo! <enía claro que tan s#lo necesitaba un
min-sculo gancho al que poder aferrarme, pues mi memoria es de una índole
particular, buena $ mala al mismo tiempo! or un lado, obstinada $ tena3, pero
por otro también increíblemente 4el! (e traga lo más importante, tanto en lo que
respecta a los acontecimientos como a los rostros, tanto lo leído como lo vivido,
dejándolo con frecuencia en lo más hondo, en la oscuridad, $ no devuelve nada
de ese mundo subterráneo sin que uno ejer3a presi#n, s#lo porque así lo requiere
la voluntad! (in embargo, me basta el más fuga3 asidero, una postal, los tra3os
de una caligrafía en el sobre de una carta, una hoja de peri#dico amarilla por el
tiempo, $ enseguida lo olvidado, como el pe3 en el an3uelo, resurge de un brinco
de la Buida $ oscura super4cie, vivo $ coleando! Entonces recono3co cada detalle
de una personaC su boca $, en su boca, el hueco de un diente, a la i3quierda,
cuando se ríe! el tono ronco de su risa, $ c#mo al reírse se le contrae el bigote!
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c#mo con esa risa surge otro rostro, diferente! <odo esto lo veo entonces de
inmediato, en una panorámica completa, $ a%os después recuerdo cada palabra
que aquella persona me dijo en cierta ocasi#n! ero, para percibir con los sentidos
algo ocurrido en el pasado, necesito siempre un estímulo sensorial, una mínimaa$uda de la realidad! ;sí que cerré los ojos para poder reBexionar de modo más
intenso, para dar forma a aquel an3uelo misterioso $ asirlo! ero, ?nada@ :tra ve3,
?nada@ Estaba enterrado $ olvidado! tanto me irrité por lo chapucero $
caprichoso del aparato retentivo que tengo entre las sienes, que habría podido
golpearme la frente con los pu%os, tal $ como se sacude una máquina
tragaperras estropeada que, desleal, retiene lo que le pedimos! Ao, no podía
seguir por más tiempo sentado tranquilamente! =asta tal punto me excitabaaquel fracaso íntimo! de puro enojado me levanté para despejarme! ero, es
curioso, apenas había dado los primeros pasos por el local, cuando en mi interior
se produjo, reverberando $ centelleante, un primer resplandor fosforescente! ; la
derecha de la caja registradora, recordé, debía de haber una habitaci#n sin
ventanas, iluminada tan s#lo con lu3 arti4cial! En efecto! ;sí era! allí estaba,
empapelada de un modo distinto $, sin embargo, exacta en sus proporciones,
aquella habitaci#n interior cuadrada, de contornos imprecisosC la sala de juego!0e manera instintiva, miré en derredor los diferentes objetos, con los nervios que
$a vibraban de alegría! Enseguida lo sabría todo, sentí! 0os mesas de billar
holga3aneaban allí como verdes ciénagas en silencio! En las esquinas había
mesas de juego aga3apadas, a una de las cuales estaban sentados dos
consejeros o catedráticos jugando al ajedre3! en un rinc#n, justo al lado de la
estufa de hierro, por donde se iba a la cabina de teléfonos, una peque%a mesa
cuadrada! de improviso me vino a la memoria como un relámpago! o supe deinmediato, al instante, con una -nica $ ardiente sacudida que me hi3o estremecer
de felicidad! 0ios mío, si aquel era el sitio de +endel, de *a'ob +endel, +endel el
de los libros! einte a%os después había ido a parar de nuevo a su cuartel
general, el café &luc', en la parte alta de la ;lserstraDe! *a'ob +endel! 6"#mo
había podido olvidarle7 Era impensable! 0urante tanto tiempo! ; aquel ser
humano de lo más particular, a aquel hombre legendario! ; aquel peculiar
portento universal, famoso en la universidad $ en un círculo reducido $
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respetuoso> "#mo había podido olvidarle, a él, el mago, el corredor de libros
que, imperturbable, se sentaba allí día tras día, de la ma%ana a la noche! (ímbolo
del conocimiento! ?&loria $ honra del café &luc'@
Ao necesité más que volver la vista hacia mi interior, tras los párpados,
durante un segundo, $ enseguida, de la sangre iluminada por las imágenes,
ascendi# su inconfundible 4gura! e vi de inmediato en cuerpo $ alma, tal $ como
solía sentarse a aquella mesita cuadrada con la super4cie de mármol de un sucio
gris, siempre repleta de libros $ documentos! "#mo se sentaba allí, invariable e
impertérrito, la mirada tras las gafas 4ja, hipn#ticamente clavada en un libro!
"#mo se sentaba allí $ c#mo, susurrando $ re3ongando durante la lectura, mecía
su cuerpo $ su calva mal pulida $ salpicada de manchas hacia delante $ hacia
atrás, una costumbre adquirida en el cheder , el parvulario de los judíos del Este!
;llí, en aquella mesa $ s#lo en ella, leía él sus catálogos $ sus libros, tal $ como le
habían ense%ado a hacer en la escuela talm-dica, canturreando en vo3 baja $
balanceándoseC una cuna negra, bamboleante! ues así como un ni%o cae en el
sue%o $ se olvida del mundo por medio de ese rítmico vaivén hipnoti3ador,
también el espíritu, en opini#n de aquellos devotos, se sume de manera más fácil
en la gracia de la abstracci#n gracias a ese oscilar $ columpiarse del cuerpoocioso! en efecto, *a'ob +endel no veía ni oía nada de lo que ocurría a su
alrededor! *unto a él alborotaban $ vociferaban los jugadores de billar, corrían los
marcadores, repiqueteaba el teléfono! arrían el suelo, encendían la estufa> Fl
no se enteraba de nada! En una ocasi#n, un carb#n al rojo vivo ca$# fuera de la
estufa8 $ $a olía a chamuscado $ humeaba el parqué a dos pasos de él, cuando,
alertado por el tufo infernal, uno de los parroquianos se dio cuenta del peligro $ a
toda velocidad se abalan3# para extinguir la humareda! ero él, *a'ob +endel, atan s#lo dos pulgadas de distancia $ $a ti3nado por el humo, no había notado
nada, pues leía como otros re3an, como juegan los jugadores, tal $ como los
borrachos, aturdidos, se quedan con la mirada perdida en el vacío! eía con un
ensimismamiento tan impresionante que desde entonces cualquier otra persona
a la que $o ha$a visto le$endo me ha parecido siempre un profano! En *a'ob
+endel, aquel peque%o librero de viejo de &alit3ia, contemplé por primera ve3,
siendo joven, el vasto misterio de la concentraci#n absoluta, que hace tanto al
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artista como al erudito, al verdadero sabio como al loco de remate, esa trágica
felicidad $ desgracia de la obsesi#n completa!
=asta él me llev# un colega de la universidad, algo ma$or que $o! or
entonces $o estaba reali3ando una investigaci#n sobre el médico $ magneti3ador
paracélsico +esmer, a-n ho$ poco conocido! or cierto, con poco éxito, pues la
bibliografía sobre el tema en cuesti#n se revel# insu4ciente, $ el bibliotecario, al
que $o, cándido ne#4to, había pedido informaci#n, me gru%# en términos poco
amables que la documentaci#n era cosa mía, no su$a! Entonces aquel colega me
dijo por primera ve3 su nombre! Gré contigo a ver a +endelH, me prometi#! GFl lo
sabe todo $ lo consigue todo! Fl te trae el libro más singular del más olvidado de
los anticuarios alemanes! Es el hombre más capa3 en toda iena $ además
auténtico, un ejemplar de una ra3a en extinci#n, un saurio antediluviano de los
librosH!
0e modo que fuimos los dos al café &luc', $, mira por d#nde, allí estaba
sentado +endel el de los libros, con las gafas puestas, la barba desali%ada,
vestido de negro! e$endo, se balanceaba como un oscuro matorral al viento! Aos
acercamos, pero él no se dio cuenta! (e limitaba a estar allí sentado, le$endo $
balanceando el torso como si fuera una pagoda, hacia delante $ hacia atrás, por
encima de la mesa! <ras él, de un gancho, colgaba su negro $ raído paleto,
asimismo atiborrado de revistas $ apuntes! ara anunciarnos, mi amigo tosi# con
fuer3a! ero +endel, las gruesas gafas aplastadas contra el libro, seguía sin
percatarse de nuestra presencia! or 4n mi amigo dio sobre la super4cie de la
mesa un golpe tan fuerte $ enérgico como cuando llama uno a una puerta>
Entonces +endel levant# la vista $, con un movimiento mecánico $ rápido, se
subi# hasta la frente las toscas gafas de montura de acero! ajo las eri3adas
cejas de un gris ceni3a, dos extra%os ojos se clavaron en nosotros, unos ojos
peque%os, negros, despiertos, de mirada ágil, aguda $ temblequeante como la
lengua de una serpiente! +i amigo me present#, $ $o expuse mi demanda, para
lo cual 5la argucia me la había recomendado expresamente mi amigo5 empecé
por quejarme, en apariencia furioso, del bibliotecario que no me había querido
dar informaci#n alguna! +endel se ech# hacia atrás $ escupi# con cuidado!
0espués solt# una breve risa $, en la marcada jerga de los judíos orientales,
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exclam#C G6Iue no ha querido7 Ao! ?Ao ha podido@ Es un parch, un burro
apaleado con el pelo gris! e cono3co, para mi desgracia, desde hace veinte a%os
largos, pero sigue sin haber aprendido nada! Embolsarse el sueldo> es lo -nico
que saben hacer esos doctores! 0eberían acarrear piedras en lugar de andarmetidos entre librosH!
"on esta enérgica descarga afectiva se había roto el hielo, $ un bondadoso
ademán de su mano me invit# por primera ve3 a acercarme a aquella mesa de
mármol cuadrada repleta de notas, a aquel altar de revelaciones bibli#4las a-n
desconocido para mí! Expliqué al instante mis deseosC las obras contemporáneas
sobre magnetismo, así como todos los libros $ polémicas posteriores a favor $ en
contra de +esmer! En cuanto terminé, +endel cerr# durante un segundo el ojo
i3quierdo, igual que un arcabucero antes de disparar! ero, de verdad, aquel
gesto de concentrada atenci#n dur# tan s#lo un segundo! 0espués enumer# de
inmediato $ con Buide3, como si estuviera le$endo en un catálogo invisible, dos o
tres docenas de libros, cada uno de ellos con el lugar de publicaci#n, la fecha $ el
precio aproximado! +e quedé perplejo! ;unque venía preparado, no me esperaba
algo así! (in embargo, mi estupefacci#n pareci# agradarle, pues al instante sigui#
tocando en el teclado de su memoria las más asombrosas variaciones sobre mitema! +e pregunt# si quería saber también algo sobre el sonambulismo, sobre los
primeros ensa$os con la hipnosis $ sobre &aDner, sobre exorcismo, la "iencia
"ristiana $ la lavats'$! 0e nuevo los nombres, los títulos, las descripciones
estallaron chisporroteando! (#lo entonces comprendí con qué prodigio -nico de la
memoria había topado en la persona de *a'ob +endel! Jealmente, se trataba de
una enciclopedia, de un catálogo universal sobre dos piernas! :bnubilado por
completo, me quedé mirando a aquel fen#meno bibliográ4co, camuBado bajo laenvoltura insigni4cante, incluso algo grasienta, de un peque%o librero de viejo de
&alit3ia, el cual, tras haberme soltado unos ochenta nombres, al parecer sin darle
importancia, pero en su interior satisfecho por el triunfo jugado, se limpiaba las
gafas con un pa%uelo de bolsillo que qui3á en otro tiempo fuera blanco! ara
disimular un poco mi asombro, le pregunté con timide3 cuáles de entre todos
aquellos libros podría conseguirme! Gues veamos lo que se puede hacerH,
refunfu%#! Guelva por aquí ma%ana! +endel entretanto le conseguirá algo! lo
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que no se encuentre, lo hallaré en otro sitio! "uando uno tiene sechel1 también
tiene suerteH!
e di las gracias con educaci#n $, acto seguido, por pura amabilidad, cometí
una enorme estupide3, pues le propuse apuntarle en una hoja los títulos de los
libros que deseaba! En el mismo instante noté que mi amigo me daba un coda3o
de advertencia! ero era demasiado tarde! +endel $a me había lan3ado una
mirada 5?qué mirada@5 a un tiempo triunfal $ ofendida, burlona $ de
superioridad, una mirada francamente regia, la mirada del +acbeth
sha'espeariano cuando +acduK pretende que el héroe invencible se entregue sin
combatir! 0espués dej# escapar otra breve carcajada! a gran nue3 en su
garganta gorgote# arriba $ abajo de una manera curiosa! ;l parecer se había
tragado con esfuer3o una palabra grosera! +endel, aquel hombre bueno $
formal, habría tenido ra3#n de haber soltado cualquier ordinarie3 que se le
hubiera ocurrido, pues s#lo un extra%o, un ignorante 5un amhorez 2, como él
mismo decía5 podía hacerle a él, a *a'ob +endel, una proposici#n tan
humillante! ;notarle a él, a *a'ob +endel, el título de un libro, como si fuera el
aprendi3 de una librería o el bedel de una biblioteca, como si aquella inigualable
mente libresca, diamantina, hubiera tenido que echar mano jamás de un recurso
semejante, tan vulgar! (#lo más tarde comprendí hasta qué punto había ofendido
su genio singular con aquel amable ofrecimiento, pues *a'ob +endel, aquel judío
de &alit3ia, peque%o, comprimido, envuelto en su barba $ además jorobado, era
un titán de la memoria! <ras aquella frente calcárea, sucia, cubierta por un musgo
gris, cada nombre $ cada título que se hubieran impreso alguna ve3 sobre la
cubierta de un libro se encontraban, formando parte de una imperceptible
comunidad de fantasmas, como acu%ados en acero! 0e cualquier obra que
hubiera aparecido lo mismo hacía dos días que doscientos a%os antes conocía de
un golpe el lugar de publicaci#n, el editor, el precio, nuevo o de anticuario! de
cada libro recordaba, con una precisi#n infalible, al mismo tiempo la
encuadernaci#n, las ilustraciones $ las separatas en facsímil! eía cada obra 5lo
mismo daba que la hubiera tenido en sus manos o que s#lo la hubiera entrevisto
en una ocasi#n $ de lejos en un escaparate o en una biblioteca5 con la misma
claridad con la que el artista ve sus creaciones interiores, a-n invisibles para el
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resto del mundo! Jecordaba, por ejemplo, que un libro aparecía en oferta en el
catálogo de un anticuario de Jatisbona por unos seis marcos $, de inmediato, que
ese mismo libro se habría podido adquirir en un ejemplar diferente hacía dos
a%os en una subasta en iena por cuatro coronas! a la ve3 se acordaba tambiéndel comprador! Ao, *a'ob +endel no se olvidaba nunca de un título, de una cifra!
"onocía cada planta, cada infusorio, cada estrella del cosmos perpetuamente
sacudido $ siempre agitado del universo de los libros! (abía de cada materia más
que los expertos! 0ominaba las bibliotecas mejor que los bibliotecarios! "onocía
de memoria los fondos de la ma$oría de las casas comerciales, mejor que sus
propietarios, a pesar de sus notas $ 4cheros, mientras que él no disponía más
que de la magia del recuerdo, de aquella memoria incomparable que, en realidad,s#lo se puede explicar a través de cientos de ejemplos diferentes! or cierto que
aquella memoria s#lo había podido ejercitarse $ formarse de aquella manera
diab#licamente infalible por medio del eterno secreto de cualquier perfecci#nC la
concentraci#n! 0ejando a un lado los libros, aquel hombre singular no sabía nada
del mundo, pues todos los fen#menos de la existencia s#lo comen3aban a ser
reales para él cuando se vertían en letras, cuando se reunían en un libro $, como
quien dice, se habían esterili3ado! ero tampoco leía aquellos libros paraentenderlos, en su contenido espiritual $ narrativo! <an s#lo su título, su precio,
su aspecto, la página de créditos atraían su atenci#n! ;quella memoria especí4ca
de anticuario de *a'ob +endel, en -ltimo término improductiva $ no creativa,
mero inventario de cientos de miles de títulos $ nombres grabados en la blanda
corte3a cerebral de un mamífero, en lugar de, como en otro tiempo, escritos en
un catálogo en forma de libro era, no obstante, en su perfecci#n, -nica, un
fen#meno de no menor importancia que la de Aapole#n para las 4sonomías, la de+e33ofanti para los idiomas, la de as'er para las aperturas de ajedre3 o la de
usoni para la m-sica! En un seminario, en un puesto p-blico, aquel cerebro
habría ense%ado $ sorprendido a miles, a cientos de miles de estudiantes $
eruditos! =abría sido de provecho para las ciencias, una adquisici#n sin igual para
esas cámaras del tesoro p-blico que llamamos bibliotecas! ero ese mundo
superior, a él, el peque%o librero de viejo de &alit3ia sin formaci#n, que apenas
había pasado más allá de la escuela talm-dica, le estaba para siempre vedado!
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;sí, aquellas dotes fantásticas tan s#lo podían practicarse como una ciencia
oculta sobre la mesa de mármol del café &luc'! ero si en alguna ocasi#n aparece
el gran psic#logo 5esa obra a-n falta en nuestro mundo del espíritu5 que, de
una manera tan met#dica $ paciente como uKon orden# $ clasi4c# lasdiferentes especies de animales, describa por separado cada variedad, género $
forma primitiva de esa mágica potencia que llamamos memoria $ exponga sus
distintas variantes, debería aludir a *a'ob +endel, aquel genio de los precios $ de
los títulos, aquel maestro an#nimo de la ciencia anticuaria!
; causa de su o4cio, $ para los ignorantes, *a'ob +endel pasaba sin duda por
ser tan s#lo un peque%o comerciante de libros! <odos los domingos aparecían en
la prensa, en el Neue Freie Presse $ en el Neues Wiener Tagblatt , los mismos
anuncios estereotipadosC G"ompro libros viejos! ago los mejores precios! ;cudo
de inmediato! +endel, :bere ;lserstraDeH! a continuaci#n, un n-mero de
teléfono, que en realidad era el del café &luc'! Jevolvía los almacenes, todas las
semanas, a$udado por un viejo ordenan3a de barba imperial, acarreaba un nuevo
botín hasta su cuartel general $, desde allí, otra ve3 de vuelta, pues no disponía
de la concesi#n necesaria para abrir un negocio como es debido! 0e modo que se
limit# al peque%o trapicheo, a una actividad menos lucrativa! os estudiantes levendían los libros de texto, que por sus manos pasaban de un curso al siguiente!
;demás, por un peque%o coste adicional, gestionaba $ conseguía cualquier libro
que uno buscara! "on él, un buen consejo era barato! El dinero no tenía espacio
alguno dentro de su mundo, pues nunca se le había visto más que con la misma
chaqueta raída, por la ma%ana, por la tarde $ por la noche, consumiendo su leche
$ sus dos panes, comiendo al mediodía alg-n bocado que le traían de la casa de
huéspedes! Ao fumaba, no jugaba! (í, se puede decir que no vivía, tan s#loaquellos dos ojos tras las gafas estaban vivos $ alimentaban con palabras, títulos
$ nombres el cerebro de aquel ser enigmático! la masa blanda, fértil, absorbía
con ansia aquella plétora, como una pradera las miles $ miles de gotas de la
lluvia! as personas no le interesaban, $ de todas las pasiones humanas tal ve3
s#lo conocía una, por cierto, la más humana de todas, la vanidad! "uando alguien
acudía a él para que le proporcionara una informaci#n, cansado $ habiendo
buscado $a en otros cien lugares, $ él podía darle a la primera aquel dato, s#lo
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eso le suponía una satisfacci#n, un placer! tal ve3 también el hecho de que en
iena $ en el extranjero hubiera una docena de personas que respetaban sus
conocimientos $ los necesitaban! En cada uno de esos toscos conglomerados
formados por millones de seres que llamamos metr#polis, ha$ siempre,diseminadas en unos pocos puntos, algunas peque%as facetas que en una
min-scula super4cie reBejan uno $ el mismo universo, invisible para la ma$oría,
precioso tan s#lo para el conocedor, para el hermano en la pasi#n! todos esos
expertos en libros conocían a *a'ob +endel! 0e la misma manera que cuando uno
quería un consejo sobre una partitura se dirigía a la (ociedad de ;migos de la
+-sica para ver a Eusebius +and$c3eLs'i, que, amable, estaba allí sentado, con
su gorrilla gris, en medio de sus documentos $ notas, $ en cuanto al3aba los ojosresolvía sonriendo el problema más difícil8 de la misma manera que ho$ en día
cualquiera que necesite una aclaraci#n sobre el antiguo teatro $ la cultura
vieneses se dirige de manera indefectible al omnisciente padre &loss$, los pocos
bibli#4los ortodoxos de iena, en cuanto se les presentaba un hueso
especialmente duro de roer, peregrinaban con la misma con4ada naturalidad
hasta el café &luc' para ver a *a'ob +endel! "ontemplar a +endel durante una
de aquellas consultas me proporcion#, siendo $o un joven curioso, un placer deun tipo especial! +ientras que, por lo general, cuando se le presentaba un libro
menor cerraba la cubierta con desprecio $ sin más murmuraba Gdos coronasH,
ante cualquier rare3a o algo -nico se echaba hacia atrás lleno de consideraci#n,
poniendo debajo una hoja de papel, $ uno podía ver c#mo de pronto se
avergon3aba de sus dedos sucios, cubiertos de tinta, $ de sus u%as negras!
0espués, tierno, cuidadoso, hojeaba el raro ejemplar con un enorme respeto,
página por página! Aadie podía molestarle en un instante como aquél, comotampoco a un verdadero cre$ente durante la oraci#n! de hecho, aquella manera
de mirar, de ro3ar, de olfatear $ sopesar, cada una de aquellas acciones por
separado, tenía algo del ceremonial, de la sucesi#n regulada por el culto en un
acto religioso! a espalda encorvada se movía de acá para allá, al tiempo que él
murmuraba $ refunfu%aba, se rascaba la cabe3a, soltaba extra%os $ primitivos
sonidos vocálicos, unos prolongados, casi estremecidos G?ah@H $ G?oh@H de
absorta admiraci#n, $ después de nuevo un rápido $ horrori3ado G?a$@H o un G?a$
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va@H, cuando faltaba una página o resultaba que una hoja se la había comido la
carcoma! or 4n, respetuoso, acunaba el mamotreto sobre su mano, olisqueaba $
husmeaba el tosco paralelepípedo con los ojos semicerrados, no menos
conmovido que una muchacha sentimentaloide frente a un nardo! 0urante aquelprocedimiento algo prolijo, el propietario, desde luego, tenía que conservar la
paciencia! ero una ve3 terminado el examen, +endel daba de buena gana 5sí,
casi entusiasmado5 toda la informaci#n, a la que se a%adían inevitables $
abundantes anécdotas, además de informes dramáticos sobre los precios de
ejemplares similares! En aquellos momentos parecía más l-cido, más joven $ más
vivo, $ s#lo una cosa podía irritarle de un modo desmesuradoC cuando un novato
pretendía, por ejemplo, ofrecerle dinero por aquella tasaci#n! Entonces retrocedíaofendido como el conservador jefe de una colecci#n de arte al que un viajero
americano hiciera ademán de darle una propina por su explicaci#n, pues el hecho
de poder tener un valioso libro entre las manos signi4caba para +endel lo que
para otros el encuentro con una mujer! ;quellos instantes eran sus noches de
amor plat#nico! <an s#lo el libro, jamás el dinero, tenía poder sobre él! or eso, los
grandes coleccionistas, $ entre ellos también el fundador de la .niversidad de
rinceton, intentaron en vano ganárselo para su biblioteca como consejero $comprador! *a'ob +endel se negaba! (#lo cabía imaginarlo en el café &luc'!
<reinta $ tres a%os antes, todavía con la barba suave, de negras guedejas, $ los
ensortijados tirabu3ones en las sienes, un joven3uelo encorvado $ de corta
estatura, había venido del Este a iena a estudiar para rabino, pero pronto había
abandonado al riguroso 0ios -nico, *ehovah, para entregarse al politeísmo
brillante $ multiforme de los libros! or entonces había encontrado el café &luc',
que poco a poco se convirti# en su taller, en su cuartel general, en su puesto detrabajo, en su mundo! (olitario como un astr#nomo que en su observatorio
contempla cada noche, por la diminuta abertura de su telescopio, las miríadas de
estrellas, sus misteriosas evoluciones, su cambiante confusi#n, c#mo
desaparecen $ vuelven a encenderse, *a'ob +endel miraba a través de sus gafas
$ desde aquella mesa cuadrada ese otro universo de los libros, que asimismo gira
eternamente $ renace transformado, aquel mundo sobre nuestro mundo!
Es obvio que en el café &luc' 5cu$a fama se uni# para nosotros a-n más a
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su cátedra imperceptible que a la 4gura que le daba nombre, el eminente m-sico
"hristoph Millibald &luc', compositor de Alcestes $ de Ifgenia5 se le tenía en
mu$ alta consideraci#n! Normaba parte del inventario, igual que la vieja caja
registradora de madera de cere3o, los dos billares mal remendados o la cafeterade cobre! rotegían su mesa como si fuera un santuario, pues cada ve3 que
aparecían sus numerosos clientes e informadores eran instados amablemente por
el personal a hacer alguna consumici#n, de modo que la ma$or parte de su
margen de ganancia Buía en realidad hacia la voluminosa cartera de cuero que
0eubler, el jefe de camareros, llevaba en torno a las caderas! or ello +endel
go3aba de m-ltiples privilegios! El teléfono para él era gratis! e llevaban el
correo $ le hacían los recados! a buena mujer encargada de los aseos lecepillaba el abrigo, le cosía los botones $ cada semana le llevaba un peque%o
hatillo a lavar! (#lo a él le traían de la vecina casa de huéspedes el almuer3o de
mediodía, $ cada ma%ana el se%or (tandhartner, el propietario, venía en persona
hasta su mesa $ le saludaba! or cierto que la ma$oría de las veces sin que *a'ob
+endel, enfrascado en sus libros, se diera cuenta! Entraba cada ma%ana a las
siete $ media en punto, $ s#lo abandonaba el local cuando se apagaban las luces!
*amás hablaba con los demás parroquianos! Ao leía peri#dico alguno! Ao reparabaen modi4caci#n alguna! cuando el se%or (tandhartner le pregunt# cortésmente
en una ocasi#n si no leía mejor con la lu3 eléctrica que antes bajo el pálido $
vacilante resplandor de las lámparas de gas, él levant# la vista $, asombrado,
contempl# las bombillas! ;quel cambio, a pesar del bullicio $ del martilleo de una
instalaci#n que había durado varios días, le había pasado por completo
desapercibido! ; través de los dos ori4cios redondos de las gafas, a través de
aquellas lentes resplandecientes $ succionantes, -nicamente se 4ltraban en sucerebro los millares de infusorios negros de las letras! <odo lo demás que pudiera
ocurrir a su alrededor Buía junto a él como un ruido sordo! En realidad, había
pasado más de treinta a%os, es decir, toda la parte consciente de su vida,
le$endo en aquella mesa cuadrada, comparando, calculando, en un estado de
somnolencia constante que tan s#lo interrumpía para irse a dormir!
or eso, cuando vi la mesa de mármol de *a'ob +endel, aquella fuente de
oráculos, vacía como una losa sepulcral, dormitando en aquella habitaci#n, me
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sobrevino una especie de terror! (#lo entonces, al cabo de los a%os, comprendí
cuánto es lo que desaparece con semejantes seres humanos! En primer lugar,
porque todo lo que es -nico resulta día a día más valioso en un mundo como el
nuestro, que de manera irremediable se va volviendo cada ve3 más uniforme! además, llevado por un hondo presentimiento, el joven inexperto que fui había
sentido un gran aprecio por *a'ob +endel! &racias a él me había acercado por ve3
primera al enorme misterio de que todo lo que de extraordinario $ más poderoso
se produce en nuestra existencia se logra s#lo a través de la concentraci#n
interior, a través de una monomanía sublime, sagradamente emparentada con la
locura! Iue una vida pura en el espíritu, una abstracci#n completa a partir de una
-nica idea, a-n pueda producirse ho$ en día, un enajenamiento no menor que elde un $ogui indio o el de un monje medieval en su celda, $ además en un café
iluminado con lu3 eléctrica $ junto a una cabina de teléfono> Este ejemplo me lo
dio, cuando $o era joven, aquel peque%o prendero de libros por completo
an#nimo más que cualquiera de nuestros poetas contemporáneos! , sin
embargo, había sido capa3 de olvidarle! or supuesto, en los a%os de la guerra $
entregado a la propia obra de una manera similar a la su$a! ero entonces,
delante de aquella mesa vacía, sentí una especie de vergOen3a frente a él, $ almismo tiempo una curiosidad renovada!
orque, 6ad#nde había ido a parar7 6Iué había sido de él7 lamé al
camarero $ le pregunté! Ao, lo lamento, no cono3co a ning-n se%or +endel! or el
café no viene ning-n se%or con ese nombre! ero tal ve3 el jefe de camareros
sepa algo! 0e inmediato su prominente barriga se aproxim# avan3ando con
torpe3a! acil#, reBexion# un poco! Ao, tampoco él conocía a ning-n se%or
+endel! ;unque tal ve3 $o me estuviera re4riendo al se%or +andlC el se%or +andlde la mercería de la calle Nloriani! (entí un regusto amargo en los labios! El
regusto de la fugacidad! 6ara qué vivimos, si el viento tras nuestros 3apatos $a
se está llevando nuestras -ltimas huellas7 0urante treinta a%os, tal ve3 cuarenta,
una persona había respirado, leído, pensado, hablado, en aquella habitaci#n de
unos cuantos metros cuadrados, $ bastaba con que pasaran tres o cuatro a%os,
que viniera un nuevo fara#n, $ $a no se sabía nada de *osé! En el café &luc' $a
no sabían nada de *a'ob +endel! ?0e +endel el de los libros@ "asi con rabia
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pregunté al jefe de camareros si no podría hablar con el se%or (tandhartner, si no
quedaba alguien del viejo personal en la casa! :h, el se%or (tandhartner8 oh, 0ios
mío, hace tiempo que vendi# el café!
=a muerto! el anterior jefe de camareros vive ahora en su peque%a
propiedad cerca de Prems! Ao, no queda nadie> ?: sí@ (í, claro! ;-n está la
se%ora (porschil! a encargada de los aseos Qalias la vendedora de chocolateR!
ero ella seguro que no puede acordarse de los distintos clientes! ensé
enseguida que a un *a'ob +endel no se le olvida, e hice que la llamaran!
a se%ora (porschil, con el cabello blanco, desgre%ada, lleg# de sus arcanos
aposentos dando peque%os pasos hidr#picos $ frotándose a-n las manos rojas
con un trapo a toda prisa! Era evidente que acababa de restregar su turbio cubil o
de limpiar las ventanas! or su manera insegura de comportarse me di cuenta
enseguida de que le resultaba desagradable que la llamaran así, de repente, para
que saliera bajo las grandes bombillas a la parte noble del café! os vieneses
husmean de inmediato detectives $ policías en cuanto alguien desea
interrogarles! 0e modo que al principio me mir# con descon4an3a, con una
mirada de abajo arriba, una mirada mu$ cauta, sumisa! 6Iué de bueno podía $o
querer de ella7 ero apenas había $o preguntado por *a'ob +endel, clav# la vista
en mí con unos ojos llenos, se podría decir, rebosantes, $ los hombros se le
levantaron dando un respingo! G0ios mío, pobre se%or +endel! que a-n quede
alguien que piense en él! (í, pobre se%or +endelH! Estaba a punto de llorar! =asta
ese extremo se sentía conmovida, como les ocurre siempre a las personas
ma$ores cuando se les recuerda su juventud, alguna feli3 experiencia com-n $a
olvidada! e pregunté si a-n vivía! G:h, 0ios mío, pobre se%or +endel, $a va para
cinco o seis a%os, no, siete, que muri#! .n hombre tan amable, tan bueno, $
cuando pienso durante cuánto tiempo le conocí, durante más de veinticinco
a%os> Estaba $a aquí cuando entré a trabajar! fue una vergOen3a c#mo le
dejaron morirH! (e la veía cada ve3 más nerviosa $ me pregunt# si era un
pariente 5nadie se había interesado jamás por él, nadie había preguntado nunca
por él5 $ si sabía lo que le había ocurrido!
e aseguré que no, que no sabía nada, $ le pedí que me lo contara! Iue me
lo contara todo! a buena mujer me mir# tímida $ avergon3ada $ volvi# a
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restregarse las manos con su trapo h-medo! "omprendí que, como encargada de
los aseos, le resultaba penoso estar allí en medio del café, con su delantal sucio $
el cabello blanco revuelto! ;demás, miraba de continuo a derecha e i3quierda,
para asegurarse de que ninguno de los camareros la escuchaba! 0e modo que lepropuse que nos metiéramos en la sala de juego, junto al lugar que en otro
tiempo había ocupado +endel! ;llí me lo contaría todo! a vieja $ $a un poco
vacilante mujer se adelant#, $ $o fui tras ella! os dos camareros, asombrados,
nos siguieron con la mirada! ercibieron que allí había alguna extra%a conexi#n!
también algunos de los parroquianos se sorprendieron ante aquella pareja tan
desigual! ;llí, junto a la mesa de +endel, me relat# 5alg-n detalle me lo
proporcion# más tarde otro informe5 el 4nal de *a'ob +endel, de +endel el delos libros!
ues sí, también después, me cont#, durante la guerra, sigui# viniendo, día
tras día, a las siete $ media de la ma%ana! se había sentado exactamente como
siempre, estudiando durante el día entero! (í, a todos les había parecido, $ a
menudo lo comentaron, que no era consciente de que estaban en guerra! "omo
$a sabía $o, jamás se había asomado a un peri#dico, ni había hablado nunca con
otra persona! ero, incluso cuando los vendedores ambulantes de peri#dicosarmaban aquel escándalo para anunciar las ediciones extra $ todos los demás se
arremolinaban a su alrededor, él nunca se levant# ni prest# atenci#n! <ampoco se
percat# de que faltaba Nran3, el camarero, que había caído en &orlice, $ no sabía
que al hijo del se%or (tandhartner lo habían cogido prisionero en r3em$sl! Aunca
dijo una sola palabra acerca de que el pan se volviera cada ve3 más miserable, ni
de que en lugar de leche tuvieran que traerle aquel horrible brebaje de café de
higos! (#lo en una ocasi#n le había extra%ado que vinieran tan pocos estudiantes!Eso fue todo! G0ios mío, pobre hombre, fuera de sus libros nada le alegraba ni le
preocupabaH!
ero entonces, un día, ocurri# la desgracia! =acia las once de la ma%ana, a
plena lu3 del día, vino un gendarme con un miembro de la policía secreta que
mostr# la insignia en el ojal $ pregunt# si por allí solía ir un tal *a'ob +endel!
0espués se habían dirigido hacia la mesa de +endel, $ él, a-n sin darse cuenta
de nada, había creído que querían venderle algunos libros o preguntarle algo!
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ero enseguida le conminaron a acompa%arlos $ se lo llevaron! Nue una
vergOen3a para el café! <odo el mundo se coloc# en torno al pobre se%or +endel,
tal $ como estaba, allí entre aquellos dos hombres, con las gafas sobre el cabello,
mirando a un lado $ a otro, de un hombre al otro, $ sin saber lo que querían de él!ero ella, de sopet#n, le había soltado al gendarme que debía de tratarse de un
error, que un hombre como el se%or +endel no podía haberle hecho da%o ni a
una mosca! Entonces el de la policía secreta le había gritado que no se
inmiscu$era en los asuntos o4ciales! 0espués se lo habían llevado $ durante
mucho tiempo no volvi# a aparecer por allí! 0urante dos a%os! ;-n ho$ ignoraba
ella qué era lo que entonces habían querido de él! Gero le juroH, dijo emocionada
la vieja mujer, Gque el se%or +endel no pudo haber hecho nada malo! ;quellosdos cometieron un error! (obre eso pongo la mano en el fuego! Nue un crimen
contra el pobre hombre inocente! ?.n crimen@H!
a buena $ conmovedora mujer tenía ra3#n! Es verdad que nuestro amigo
*a'ob +endel no había cometido delito alguno! <an s#lo 5no fue sino hasta más
tarde que me enteré de todos los detalles5 una terrible estupide3, una estupide3
impresionante, una estupide3 por completo inverosímil justo en aquellos a%os
demenciales, algo que s#lo se explica por el perfecto ensimismamiento en el quese sumía, porque aquel personaje -nico estaba en la luna! =abía ocurrido lo
siguiente! En la o4cina militar encargada de la censura, de vigilar toda la
correspondencia con el extranjero, habían interceptado un buen día una postal
escrita $ 4rmada por un tal *a'ob +endel, franqueada al extranjero de acuerdo
con la normativa vigente, pero 5caso increíble5 dirigida a un país enemigo! .na
postal a la atenci#n de *ean abourdaire, ibrero, Iuai de &renelle, arís, en la
que el tal *a'ob +endel se quejaba de que no había recibido los ocho -ltimosn-meros del Bulletin bibliographique de la France a pesar de haber abonado
previamente la suscripci#n anual! El empleado de la censura, un subalterno de
servicio, profesor de instituto especiali3ado en 4lología románica, al que le habían
plantado el uniforme a3ul de la reserva, se qued# perplejo cuando aquel escrito
lleg# a sus manos! .na broma est-pida, pens#! Entre las dos mil cartas que cada
semana registraba $ examinaba en busca de noti4caciones poco claras $ giros
sospechosos de espionaje, jamás hasta entonces había descubierto un hecho tan
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absurdo como aquel de que alguien enviara desde ;ustria una carta a Nrancia de
manera tan despreocupada, es decir, que alguien echara al bu3#n, así como así $
tan tranquilo, una carta dirigida a una potencia enemiga, como si la frontera
desde 191S no estuviera ribeteada con alambradas de espino $ como si cada díaque 0ios ha creado, Nrancia, ;lemania, ;ustria $ Jusia no redujeran sus
respectivas poblaciones masculinas en un par de miles de hombres! En un
principio, había guardado la postal como una curiosidad en uno de los cajones de
su escritorio, sin informar a sus superiores de aquel absurdo! ero al cabo de unas
semanas lleg# otra postal del mismo *a'ob +endel dirigida a un librero llamado
*ohn ;ldridge, en =olborn (quare, ondres, preguntando si no le podría enviar los
-ltimos n-meros del Antiquarian! 0e nuevo estaba 4rmada por el mismo extra%oindividuo, *a'ob +endel, quien con una ingenuidad conmovedora había a%adido
su direcci#n completa! ero esta ve3 aquel profesor de instituto cosido al
uniforme se sinti# inc#modo! 6;caso se ocultaba alg-n misterioso sentido cifrado
tras aquella broma chapucera7 En cualquier caso, se levant# $, tras chocar
ambos tacones, le puso al comandante aquellas dos postales sobre la mesa! El
comandante levant# los hombros! ?.n caso singular@ or lo pronto, avis# a la
policía para que investigara si de verdad existía aquel *a'ob +endel! .na horadespués, *a'ob +endel $a había sido arrestado $ conducido, tambaleándose a-n
por la sorpresa, ante el comandante, que le present# las enigmáticas postales $
le pregunt# si reconocía ser el remitente! Excitado por el tono severo $, sobre
todo, porque le habían sacado de su madriguera durante la lectura de un
importante catálogo, +endel se puso a vociferar casi de un modo grosero que
claro que había escrito aquellas tarjetas! <enía uno derecho a reclamar una
suscripci#n que $a había pagado! El comandante, inclinándose hacia delante enel sill#n, se dirigi# al teniente de la mesa contigua! ;mbos se miraron gui%ándose
los ojos en un gesto de complicidad! ?.n loco de remate@ 0espués el comandante
reBexion# sobre si debía limitarse a gru%irle al mentecato aquel $ echarlo de allí o
si debía tomarse el caso en serio! En cualquier o4cina p-blica cuando se
presentan semejantes apuros, ante los que no se sabe qué hacer, suele uno
decidirse casi siempre por abrir un expediente! .n expediente siempre está bien!
(i no sirve para nada, no importa! <an s#lo se ha rellenado un pliego de papel
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más entre millones!
ero en este caso se perjudic# por desgracia a un pobre hombre despistado,
pues al hacerle la tercera pregunta sali# a la lu3 un dato de consecuencias
funestas! (e le pidi# en primer lugar que diera su nombre! *a'ob, para ser
exactos, *ain'eK +endel! rofesi#n! endedor ambulante! Es decir que no tenía
licencia como librero, s#lo un carné de vendedor ambulante! "on la tercera
pregunta se produjo la catástrofe! ugar de nacimiento! *a'ob +endel dio el
nombre de una peque%a localidad cerca de etri'au! El comandante al3# las
cejas! etri'au, 6no está eso en la olonia rusa, cerca de la frontera7 (ospechoso!
?+u$ sospechoso@ 0e modo que en un tono a-n más severo inquiri# cuándo había
obtenido la nacionalidad austríaca! as gafas de +endel se clavaron en él, una
mirada oscura, asombrada! Ao acababa de comprender! 0emonios, que si tenía
sus papeles, sus documentos! d#nde! Ao tenía más que el carné de vendedor
ambulante! El comandante al3# cada ve3 más las arrugas de la frente! 0ebía
aclarar de una ve3 el asunto de su nacionalidad! , 6qué había sido su padre,
austríaco o ruso7 "on toda calma, *a'ob +endel contest# que, naturalmente,
ruso! 6 él7 ;$, él había pasado la frontera rusa de contrabando hacía treinta $
tres a%os para no tener que prestar el servicio militar! 0esde entonces vivía eniena! El comandante se impacient# cada ve3 más! 6"uándo había obtenido la
nacionalidad austríaca7 6ara qué7, pregunt# +endel! Aunca se había
preocupado por esas cosas! 60e modo que seguía siendo ruso7 +endel, al que
hacía rato que aquellas continuas preguntas le aburrían en lo más hondo,
respondi# con indiferenciaC Ga verdad es que síH!
El comandante, asustado, se ech# hacia atrás de una manera tan violenta,
que el sill#n cruji#! ?0e modo que esto podía ser@ En iena, en la capital de
;ustria, en plena guerra, a 4nales de 191), después de <arn#L $ de la gran
ofensiva, un ruso se paseaba sin que nadie le molestara, escribía cartas a Nrancia
e nglaterra, $ la policía no se preocupaba de nada! en los peri#dicos los mu$
idiotas se sorprendían de que "onrad von =Tt3endorf no hubiera llegado
directamente hasta arsovia! en el Estado +a$or se asombraban cada ve3 que
un movimiento de tropas era comunicado por espías a Jusia! <ambién el teniente
se había levantado $ se coloc# ante la mesa! a conversaci#n se transform# de
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manera brusca en un interrogatorio! 6or qué no se había presentado de
inmediato como extranjero7 +endel, a-n sin malicia, replic# en su cantarina jerga
judíaC G6or qué iba a presentarme, de repente7H! En aquella pregunta invertida
el comandante percibi# una provocaci#n $, amena3ador, pregunt# si no habíaleído las proclamas! ?Ao@ 6Es que tampoco leía los peri#dicos7 ?Ao@
;sombrados, como si la una hubiera caído en mitad de su despacho, los dos
o4ciales miraron a *a'ob +endel, que de pura incertidumbre $a empe3aba a
sudar un poco! Entonces repiquete# el teléfono, las máquinas de escribir
crepitaron! os ordenan3as corrieron! *a'ob +endel fue conducido a la prisi#n
militar, para ser transferido con la siguiente hornada al campo de concentraci#n!
"uando se le indic# que siguiera a los dos soldados, se qued# parado sin saber
qué hacer! Ao entendía qué era lo que querían de él, pero en realidad no sentía
ninguna preocupaci#n! ;l 4n $ al cabo, 6qué podía tramar contra él el hombre del
cuello dorado $ la vo3 ordinaria7 En su mundo superior de los libros no había
guerras, ni malentendidos, tan s#lo el eterno saber $ querer saber a-n más
n-meros $ palabras, títulos $ nombres! 0e modo que, apacible, march# entre los
dos soldados escaleras abajo! (#lo cuando le quitaron todos los libros que llevaba
en los bolsillos del abrigo $ le exigieron que entregara la cartera, en la que habíametido cientos de notas $ direcciones de clientes, s#lo entonces, comen3#,
furioso, a dar golpes a su alrededor! <uvieron que sujetarle! , por desgracia, sus
gafas ca$eron al suelo! El mágico telescopio que le permitía contemplar el mundo
del espíritu se rompi# así en mil peda3os! 0os días después lo enviaron con su
4na chaqueta de verano a un campo de concentraci#n de prisioneros civiles rusos
cerca de Pomorn!
os sufrimientos espirituales que tuvo que padecer +endel durante esos dos
a%os en el campo de concentraci#n, sin libros, sin sus amados libros, sin dinero,
en aquella inmensa jaula humana en medio de sus compa%eros, indiferentes,
ordinarios, la ma$oría analfabetos, lo que hubo de sufrir allí, separado de su
mundo, el mundo superior $ -nico de los libros, como un águila con las alas
cortadas respecto de su elemento, el éter, sobre esto no ha$ testimonios! ero
poco a poco este mundo, desenga%ado por su propia demencia, sabe que de
todas las atrocidades $ abusos criminales de esta guerra ninguno ha sido más
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absurdo, más infundado $, por lo tanto, menos disculpable desde el punto de
vista moral que la detenci#n $ con4namiento tras alambradas de espino de
civiles desprevenidos, mu$ lejos $a de la edad reglamentaria para prestar servicio
en el ejército, personas que durante muchos a%os habían vivido en un paísextranjero como en una patria $ que por creer en el derecho de hospitalidad,
sagrado hasta para los tungusos $ los araucanos, perdieron la oportunidad de
escapar a tiempo> .n crimen contra la civili3aci#n cometido sin sentido alguno
en Nrancia, en ;lemania $ en nglaterra, en cada terru%o de esta Europa nuestra
que perdi# por completo la ra3#n! qui3á *a'ob +endel, como otros cientos en
aquel cercado, habría sucumbido de manera miserable ante el desvarío, bien de
disentería, de inanici#n o por trastorno mental, si justo a tiempo una casualidad,una casualidad auténticamente austríaca, no le hubiera llevado de nuevo a su
mundo! El caso es que en numerosas ocasiones, tras su desaparici#n, habían
llegado a su direcci#n cartas de clientes distinguidosC el conde (chTnberg, en otro
tiempo gobernador de Estiria, coleccionista fanático de obras heráldicas, el
antiguo decano de la Nacultad de <eología, (iegenfeld, que estaba trabajando en
uno de los comentarios de san ;gustín, el antiguo almirante de la Bota, Edler von
ise', un jubilado de ochenta a%os que seguía corrigiendo sus memorias! <odosellos, sus 4eles clientes, habían escrito repetidas veces a *a'ob +endel en el café
&luc', $ algunas de aquellas cartas le fueron enviadas al desaparecido hasta el
campo de concentraci#n! ;llí ca$eron en manos del capitán, un hombre
casualmente de buenas intenciones, que se qued# admirado de las relaciones de
aquel sucio judío medio ciego que, desde que le habían roto las gafas 5no tenía
dinero para conseguir unas nuevas5, se quedaba en un rinc#n, acurrucado como
un topo, gris, sin ojos $ mudo! Iuien tenía semejantes amigos debía de ser algoespecial! 0e modo que permiti# que +endel respondiera a aquellas cartas $
solicitara una recomendaci#n a sus protectores! Ao se hi3o esperar! "on la
apasionada solidaridad de todo coleccionista, tanto (u Excelencia como el decano
pusieron en marcha sus contactos, $ su aval conjunto consigui# que +endel el de
los libros, tras más de dos a%os de con4namiento, pudiera volver a iena, por
supuesto con la condici#n de presentarse diariamente a la policía! (í, podía
regresar al mundo libre, a su vieja, peque%a $ estrecha buhardilla! odía volver a
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pasar por delante de sus queridos escaparates llenos de libros $, sobre todo, al
café &luc'!
a buena de la se%ora (porschil pudo describirme el regreso de +endel
desde aquel submundo infernal al café &luc' por propia experiencia! G.n día,
*es-s, +aría $ *osé, no puedo creer lo que ven mis ojos, se abre la puerta, $a sabe
usted, de re4l#n, tan s#lo una rendija, como solía abrir él siempre, $ el pobre
se%or +endel entra en el café dando un trope3#n! levaba puesto un raído capote
militar lleno de 3urcidos, $ en la cabe3a algo que alguna ve3 debi# de ser un
sombrero, uno que habrían tirado! Ao tenía cuello de camisa, $ parecía la muerte,
con el rostro $ el pelo grises, $ tan Baco que daba lástima! ero entra, directo,
como si nada hubiera ocurrido! Ao pregunta nada, no dice nada! a hacia su
mesa, allí, $ se quita el abrigo, pero no como en otro tiempo, con agilidad $ sin
esfuer3o, sino respirando con di4cultad! ;quella ve3 no traía ning-n libro! (e
limita a sentarse $ no dice nada! <an s#lo clava la vista ante él con los ojos vacíos
por completo, resecos! (#lo poco a poco, cuando le llevamos todo el paquete con
los escritos que habían llegado para él desde ;lemania, se puso de nuevo a leer!
ero $a no era el mismoH!
Ao, no era el mismo! a no era el miraculum mundi, el mágico archivo de
todos los libros! <odos aquellos que le vieron por entonces, tristes, me contaron lo
mismo! ;lgo en su mirada, en otro tiempo tranquila, en aquella mirada que tan
s#lo leía como en sue%os, parecía destruido de manera irremediable! ;lgo había
quedado reducido a escombros! El atro3 cometa de sangre, en su loca carrera,
debi# de golpear también, retumbando, la apartada $ pací4ca estrella alci#nica
de su mundo de los libros! (us ojos, acostumbrados durante décadas a las
delicadas $ silenciosas letras del tama%o de patas de insecto, debieron de ver
cosas terribles en aquel corral para hombres entre alambradas de espino, pues
los párpados caían pesados ensombreciendo las pupilas que en otro tiempo
habían brillado de manera tan ágil e ir#nica! (omnolientos $ con los bordes
enrojecidos, los ojos antes tan vivos dormitaban tras las gafas reparadas con
esfuer3o $ atadas con unos 4nos cordones! lo que es a-n peor, en el fantástico
edi4cio de su memoria debía de haberse derrumbado alg-n pilar, $ toda la
estructura se había venido abajo, pues nuestro cerebro, ese mecanismo de
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conexi#n creado con la más sutil de las sustancias, ese 4no instrumento de
precisi#n mecánica acorde con nuestro saber, es tan delicado que una venilla
obstruida, un nervio afectado, una célula cansada, una molécula un poco
despla3ada bastan para hacer enmudecer la armonía más extraordinariamentecompleta, la armonía esférica de una mente! en la memoria de +endel, en
aquel teclado -nico del conocimiento, las teclas, a su regreso, estaban atascadas!
"uando de ve3 en ve3 alguien venía a recabar informaci#n, él se quedaba
sentado, inm#vil, agotado, $ $a no comprendía con exactitud, no oía bien, $
olvidaba lo que le habían dicho! +endel $a no era +endel, como el mundo no era
$a el mundo! El ensimismamiento completo $a no le mecía hacia delante $ hacia
atrás durante la lectura, sino que la ma$oría de las veces se quedaba sentadocon la mirada 4ja, las gafas s#lo mecánicamente dirigidas hacia el libro, sin que
se supiera si leía o si se quedaba aletargado! +uchas veces, así lo cont# la se%ora
(porschil, la cabe3a, pesada, se le caía sobre el libro, $ se quedaba dormido a
plena lu3 del día! En ocasiones miraba absorto durante horas $ horas la extra%a $
fétida lu3 de la lámpara de acetileno que en aquella época de carestía del carb#n
le pusieron sobre la mesa! Ao, +endel $a no era +endel! a no era una de las
maravillas del mundo, sino un fardo in-til, formado por una barba $ un mont#n deropa, que respiraba con fatiga, depositado sin sentido sobre el sill#n en otro
tiempo pítico! a no era la honra del café &luc', sino una vergOen3a, una mancha
de mugre maloliente, desagradable a la vista, un parásito inc#modo, in-til!
Eso es lo que le pareci# al nuevo due%o, de nombre Nlorian &urtner,
originario de Jet3, quien se había enriquecido durante el a%o de hambruna de
1919 con el estraperlo de harina $ mantequilla, $ que había persuadido al probo
del se%or (tandhartner para que le vendiera el café &luc' poniéndole encima dela mesa ochenta mil coronas en billetes! "on sus recias manos de campesino
actu# con energía, reform# a toda prisa el viejo $ venerable café para
ennoblecerlo, compr# con letras sin valor, en el momento justo, sillones nuevos,
instal# una entrada de mármol $ empe3# a negociar con el local contiguo para
a%adir una sala de baile! En ese precipitado proceso de embellecimiento, como es
natural, le molestaba mucho aquel parásito de &alit3ia que cada día desde
primeras horas hasta la noche mantenía una mesa ocupada, $ que s#lo bebía dos
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ta3as de café $ se tragaba cinco panecillos! Es verdad que (tandhartner le había
encomendado en especial a su viejo cliente $ había intentado explicarle hasta
qué punto aquel *a'ob +endel era un hombre notable e importante! or así decir,
se lo había entregado en el traspaso con el resto del inventario, como unaservidumbre que formaba parte del negocio! ero Nlorian &urtner, con los nuevos
muebles $ la brillante caja registradora de aluminio, había adquirido también la
grosera mentalidad de aquellos tiempos acaparadores, $ s#lo esperaba un
pretexto para barrer fuera de su local, ahora tan distinguido, aquel -ltimo e
inc#modo resto de ro%a arrabalera! ronto pareci# presentarse una buena
oportunidad, pues a *a'ob +endel le iban mal las cosas! (us -ltimos billetes de
banco habían quedado pulveri3ados por la trituradora de papel de la inBaci#n!(us clientes se habían dispersado! para volver, como un peque%o vendedor
ambulante, a subir escaleras para recoger libros de casa en casa, a aquel hombre
cansado le faltaban las fuer3as! as cosas le iban mu$ mal! (e notaba en cientos
de detalles! Jara ve3 se hacía $a traer algo de la casa de huéspedes, $ hasta el
más peque%o pago de café o de pan lo dejaba siempre a deber durante mucho
tiempo! En una ocasi#n, incluso durante tres semanas! a por entonces el jefe de
los camareros quiso ponerle en la calle, cuando la buena de la se%ora (porschil seapiad# de él $ se hi3o cargo de su deuda!
ero al mes siguiente se produjo la desgracia! a en muchas ocasiones el
nuevo jefe de camareros había observado que la cuenta nunca coincidía con los
bollos consumidos! "ada ve3 había más diferencia entre los panes servidos $
cobrados! (us sospechas, como es obvio, se dirigieron de inmediato hacia
+endel, pues el viejo $ tambaleante ordenan3a había venido muchas veces a
quejarse de que +endel hacía seis meses que le debía la paga, $ de que noconseguía sacarle ni un centavo! 0e modo que el jefe de los camareros empe3# a
4jarse, $ dos días después consigui#, escondido tras la pantalla de la estufa,
sorprender a +endel mientras se levantaba en secreto de su mesa, se dirigía
hacia la sala de delante, cogía con rapide3 dos panecillos de uno de los cestos $
los engullía con avide3! ; la hora de pagar, asegur# que no había comido
ninguno! as desapariciones $a tenían explicaci#n! El camarero comunic#
enseguida el incidente al se%or &urtner quien, contento por haber encontrado el
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pretexto que buscaba desde hacía tanto, bram# delante de todo el mundo contra
+endel, le culp# del robo e incluso se jact# de que no iba a llamar de inmediato a
la policía, aunque le orden# que en el acto se marchara al in4erno $ para
siempre! *a'ob +endel se limit# a temblar, no dijo nada, trope3# al levantarse desu mesa $ se march#!
GNue una calamidadH, dijo la se%ora (porschil al describir su despedida!
GAunca olvidaré c#mo se levant#, con las gafas sobre la frente, blanco como un
pa%uelo de bolsillo! Ao se tom# el tiempo necesario para ponerse el abrigo, a
pesar de que estábamos en el mes de enero, $a sabe usted, durante aquel a%o
tan frío! del susto, se dej# el libro sobre la mesa! (#lo me di cuenta más tarde, $
quise llevárselo, pero $a había salido por la puerta dando traspiés! $o no me
atreví a seguirle por las calles, pues el se%or &urtner se apost# junto a la puerta $
le grit# de tal modo que la gente se par# a mirar! (í, fue un escándalo! +e sentí
avergon3ada hasta lo más profundo de mi alma! ;lgo así no habría ocurrido
jamás con el viejo se%or (tandhartnerC que a uno le echaran por un par de
panecillos! "on él habría podido comer gratis toda su vida! ero la gente de ho$
en día no tiene cora3#n! Expulsar a alguien que se había sentado allí día tras día
durante más de treinta a%os> Jealmente es una vergOen3a, $ no me gustaríatener que responder por ello ante 0ios> AoH!
a buena mujer se había alterado mucho $, con la apasionada locuacidad
propia de la edad, volvi# a repetir lo de la vergOen3a $ lo de que el se%or
(tandhartner no habría sido capa3 de una cosa así! 0e modo que al 4nal tuve que
preguntarle qué había sido de nuestro +endel, $ si había vuelto a verle! Entonces
perdi# los estribos $ se excit# a-n más! G"ada día, cuando pasaba junto a su
mesa, cada ve3, puede usted creerme, el cora3#n me daba un vuelco! +e
preguntaba siempre d#nde estaría entonces el pobre se%or +endel! si hubiera
sabido d#nde vivía, habría ido hasta allí para llevarle algo caliente, pues, 6de
d#nde habría podido sacar él el dinero para pagar la calefacci#n $ para comer7
;demás, por lo que $o sé, no tenía parientes en el mundo! ero al 4nal, como no
supe nada más de él, pensé que debía de haber muerto, $ que no iba a volver a
verle! me dio por pensar si no debía mandar que le$eran una misa por él, pues
era un buen hombre! porque nos conocíamos! 0urante más de veinticinco a%os!
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Hero un día, mu$ temprano, a las siete $ media 5fue en el mes de febrero
5, estaba $o justo limpiando el lat#n de las barras de las ventanas, $ de pronto
creí que me daba un ataque, de pronto se abre la puerta $ entra +endel! a sabe
usted que siempre caminaba torcido hacia delante $ desorientado! ero esta ve3de alg-n modo era diferente! Enseguida me di cuenta, algo le arrastraba de acá
para allá, tenía los ojos mu$ brillantes $, 0ios mío, qué aspecto! ?Ao era más que
huesos $ barba@ 0e inmediato se me ocurre, ?qué espanto@, en cuanto le veo
pienso enseguida que no sabe nada, que va a plena lu3 del día dando vueltas
como un sonámbulo! (e ha olvidado de todo, de lo de los panecillos $ de lo del
se%or &urtner $ de qué manera vergon3osa le habían echado fuera! Ao sabe
siquiera quién es! ?&racias a 0ios que el se%or &urtner a-n no había llegado@ el jefe de los camareros estaba tomando su café! ; toda prisa di un brinco para
explicarle que no podía quedarse allí $ dejarse expulsar por aquel tipo grosero 5
al pronunciar estas palabras, la se%ora (porschil se volvi# con timide3 $
rápidamente se corrigi#5, quiero decir, por el se%or &urtner! 0e modo que le
llaméC se%or +endel! evant# la vista! entonces, en aquel instante, 0ios mío,
fue horrible, en aquel mismo instante debi# de acordarse de todo, pues de
inmediato se sobresalt# $ empe3# a temblar, pero no s#lo le temblaban lasmanos, no, todo él tiritaba, se le not# hasta en los hombros $ empe3# a correr
dando trompicones hacia la puerta! ;llí se desplom#! Enseguida llamamos al
servicio de socorro, $ se lo llevaron, febril, tal $ como estaba! +uri# por la noche!
ulmonía, mu$ avan3ada, dijo el médico! también que entonces, cuando volvi#
al café, no sabía $a lo que hacía! a 4ebre le había llevado hasta allí, como a un
sonámbulo! 0ios mío, cuando se ha pasado uno así treinta $ seis a%os sentado
cada día a una mesa, entonces esa mesa es como su hogarH!;-n estuvimos bastante tiempo hablando de él, las dos -ltimas personas que
habían conocido a aquel ser humano extraordinario! o, a quien, siendo joven, $ a
pesar de mi insigni4cante existencia de microbio, había concedido un primer
atisbo de lo que es una vida por completo volcada en el espíritu! ella, aquella
mujer pobre $ consumida, la encargada de los aseos, que jamás había leído un
libro, pero que se sentía unida a aquel camarada de su pobre mundo inferior tan
s#lo porque durante veinticinco a%os le había cepillado el abrigo $ le había cosido
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los botones! (in embargo, nos entendimos de maravilla junto a su vieja mesa
abandonada, compartiendo aquella sombra a la que habíamos conjurado entre
los dos, pues el recuerdo siempre une! un recuerdo afectuoso, doblemente! de
pronto, en mitad de la conversaci#n, la mujer se acord# de algoC G*es-s, quédespistada> (i a-n tengo el libro que dej# entonces sobre la mesa! 60#nde
habría podido llevárselo7 después, como no se present# nadie, después pensé
que podría quedármelo como recuerdo! 6erdad7 Ao he hecho malH! ; toda prisa,
lo trajo de su cuchitril en la parte trasera! me cost# reprimir una ligera sonrisa,
pues al destino, siempre dispuesto al juego $ a veces ir#nico, le gusta me3clar,
malicioso, lo estremecedor $ lo c#mico! (e trataba del segundo tomo de la
Bibliotheca ermanorum erotica et curiosa, de =a$n! .n compendio de literaturagalante bien conocido por todo coleccionista! recisamente aquel catálogo
escabroso 5habent sua !ata libelli5 había ido a parar, como -ltimo legado del
mago desaparecido, a aquellas manos ignorantes, ajadas $ llenas de estrías rojas,
que lo más probable es que no hubieran sostenido jamás otro libro fuera del de
oraciones! <uve que esfor3arme por apretar los labios para resistir la sonrisa que,
involuntaria, trataba de escapar desde mi interior! aquel leve titubeo confundi#
a la buena se%ora! 6(e trataba al 4nal de algo valioso o me parecía que podíaquedárselo7
e di afectuoso la mano! GIuédeselo tranquila! ; nuestro viejo amigo +endel
le habría encantado que al menos una entre los muchos miles de personas que le
deben un libro a-n se acuerde de élH! 0espués me marché $ sentí vergOen3a
frente a aquella anciana $ buena se%ora que, de una manera ingenua $ sin
embargo verdaderamente humana, había sido 4el a la memoria del difunto! ues
ella, aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro paraacordarse mejor de él! o, en cambio, me había olvidado de +endel el de los
libros durante a%os! recisamente $o, que debía saber que los libros s#lo se
escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, $ así
defendernos frente al inexorable reverso de toda existenciaC la fugacidad $ el
olvido!
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SOBRE EL AUTORSOBRE EL AUTOR
(<EN;A UME& Qiena, 1VV1 W etr#polis, rasil, 19S2R fue un escritor
enormemente popular, tanto en su faceta de ensa$ista $ bi#grafo como en la de
novelista! (u capacidad narrativa, la pericia $ la delicade3a en la descripci#n de
los sentimientos $ la elegancia de su estilo lo convierten en un narrador
fascinante, capa3 de seducirnos desde las primeras líneas!
Es sin duda, uno de los grandes escritores del siglo //, $ su obra ha sido
traducida a más de cincuenta idiomas! os centenares de miles de ejemplares de
sus obras que se han vendido en todo el mundo atestiguan que (tefan ULeig es
uno de los autores más leídos del siglo //! ULeig se ha labrado una fama de
escritor completo $ se ha destacado en todos los géneros! "omo novelista reBeja
la lucha de los hombres bajo el dominio de las pasiones con un estilo liberado de
todo tinte folletinesco! (us tensas narraciones reBejan la vida en los momentos
de crisis, a cu$o resplandor se revelan los caracteres8 sus biografías, basadas enla más rigurosa investigaci#n de las fuentes hist#ricas, ocultan hábilmente su
fondo erudito tras una equilibrada composici#n $ un admirable estilo, que
con4eren a estos libros categoría de obra de arte! En sus biografías es el atrevido
pero devoto admirador del genio, cu$o misterio ha desvelado para comprenderlo
$ amarlo con un afecto íntimo $ profundo! En sus ensa$os anali3a problemas
culturales, políticos $ sociol#gicos del pasado o del presente con hondura
psicol#gica, 4los#4ca $ literaria!
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NOTAS NOTAS
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1 (eg-n los judíos, existen dos poderes en el almaC el de la fe QemunahR $ el
del intelecto QsechelR! Q"as notas son de la T !R
2 En hebreo la palabra am#ha$arez se utili3a para designar a un hombre
analfabeto o lego, por contraposici#n al sabio e instruido! a palabra amhorez es
el término $iddish correspondiente!