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M iguel A ngel C enteno SANGRE YDEUDA Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina Traducido por Carlos Alberto Patino Villa UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE BOGOTÁ INSTITUTO DE ESTÚDIOS URBANOS - IEU Bogotá, D.C., abril de 2014

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Mi gue l Ange l Ce nt e no

SANGREYDEUDA

Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina

Traducido por Carlos Alberto Patino Villa

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

S E D E B O G O T ÁINSTITUTO DE ESTÚDIOS URBANOS - IEU

Bogotá, D.C., abril de 2014

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Guerra limitada y Estados limitados

dCuál era la relación entre la guerra y la formación dei listado en Latinoamérica? Latinoamérica ha luchado, en gran medi­da, lo que llamo una guerra limitada. Para entender lo que (|uiero decir con esto, consideremos en primer lugar- una de- linición de la guerra total contemporânea. Se puede afirmar que este tipo de conflicto ha comenzado con la Revolución Militar dei siglo X V II, que ha logrado nuevos niveles de des- Irucción y consecuencias sociales con la Revolución francesa y las guerras Napoleónicas, que se ha convertido en sus con- Irapartes modernas, comenzando con la guerra de Grimea y la Guerra Civil de Estados Unidos, y que culmino en las dos guerras mundiales61. Las guerras totales se caracterizan por: (a) el aumento de la letalidad en el campo de batalla; (I)) la expansión de la zona de muerte para incluir no solo a cienlos de kilometros dei frente de batalla, sino también a objetivos civiles; (c) la asociación con una forma de moral o cruzada ideológica que contribuye a la satanización dei enemigo; (d) la participación de una parte significativa de la población, ya sea en combate directo o en función de apoyo; y (e) la milita- rización de la sociedad, donde las instituciones sociales eslán cada vez más orientadas hacia el êxito militar y juzgadas por su contribución a la guerra.

El progreso no fue lineal. La guerra de los Treinta Anos se asemejaba a mi conflicto dei siglo X X , mucho más que las luchas dinásticas dei siglo XVIII. A su vez, los orígenes de la Primera Guerra Mundial se pueden enconirar precisamente en el lipo de juegos diplomáticos que existieron en una época anterior.

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l’or lo tanto, dichos esfuerzos recjiiieren que los Estados seau capaces de: (a) reunir y concentrar grandes cantidades de Per­sonal y material en un tiempo corto; (b) ampliar sus esfuerzos en cientos, si no miles de kilometros; (c) establecer algún tipo de mensaje ideológico coherente; (d) convencer a un número significativo de la población para que acepte la autoridad mi­litar directa sobre sus vidas; y (e) transformar sus sociedades para responder a estos retos.

Por el contrario, las guerras limitadas: (a) en general son con- Ilictos de corta duración con momentos aislados de ferocidad; (b) se limitan a pocas y pequenas zonas geográficas; (c) se de- sarrollan entre los Estados que comparten perfiles ideológicos o culturales y se originan en los enfrentamientos económicos o ironterizos; (d) son libradas bien sea por ejércitos mercenários profesionales o por aquellos constituidos por un pequeno número de conscriptos de las clases bajas, y (e) pueden ser prácticamente ignoradas por los civiles comunes. No requie- ren sacrifícios personales o fiscales dramáticos o de un Estado fuerte para imponerlas. Lo más importante es que no requie- ren de la movilización política o militar de la sociedad, excepto, y no siempre, en los primeras momentos de euforia. Debido a estas necesidades limitadas, dichos conflictos dejan muy poco de la herencia histórica asociada a las guerras totales. Las ca- lles no estân llenas de veteranos, el Estado no es un Leviatân posbélico y la riqueza económica es apenas tocada por las au­toridades fiscales. La vida sigue igual que antes. Como dejaré claro en las siguientes páginas, el patron de la guerra limitada ha definido en gran medida la experiencia latinoamericana.

Las guerras no son simplemente el producto de los Estados, sino que también pueden contribuir al desarrollo de las di­ferentes estructuras de autoridad. Mi objetivo en el presente libro no solo es entender la naturaleza de la guerra en el con­tinente, sino también comprender las consecuencias de este paü ón particular de la violência. Me gustaria hacer hincapié que con esto no quiero decir que el estudio de la guerra en si

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inismo t.enga Iodas las i espueslas al enigma dei Estado latinoa- mericano. Ea guerra simplemente oírece un prisma a través dei cual se puedeii aiiali/ar mejor las diversas experiencias. l’or ejemplo, el êxito europeo en la dominación dei mundo después dei siglo XV pudo haber tenido mucho que ver con una mayor propension a la guerra y a los acontecimientos po­líticos y económicos resultantes62. La unidad nacional de más de un país se ha basado en la negación de la identidad de otro y se ha forjado en la batalla con ese enemigo. Se dice que la guerra es el padre moderno dei Estado-nación. Hasta cierto punto, el concepto de un Estado es imposible sin la guerra; por otra parte, un ejército masivo de reclutas, cada uno capaz y esperando empunar las armas, lleva más que una afmidad histórica y estructural pasajera para la democracia électoral.

'iCuáles han sido las consecuencias de la paz para Latinoaméri- ca? iHabria producido el derramamiento de sangre antes y de manera más decisiva un Estado más fuerte, más cohesionado y más equitativo? dHabría creado una inestabilidad previa un continente con menos Estados? dHabrían sobrevivido a largos conflictos las divisiones de clases que impregnan estas socieda­des? d Ha costado la paz más que la guerra? Estas preguntas son el tema central de la segunda mitad dei presente libro.

1’ara entender la posible importância de la guerra total en la construcción dei Estado, tengamos en cuenta algunos de sus efectos en detalle. Estos incluyen: (a) el aumento de la capaci- dad dei Estado para extraer recursos; (b) la centralización dei poder en las capitales nacionales y la gradual desaparición de las lealtades o identidades régionales; (c) el fortalecimiento de los vínculos emocionales entre la población, tanto un conjun­to de instituciones dei Estado como de la noción abstracta de una nación, que estas tratan de representar, y (d) un cambio c ualitativo en la relación del individuo con estas instituciones,

Parker, The Military Hevolution-, Howard, The Causes of War, Wallerstein, The Modem World System.

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que puede resumirse como la transición de sujeto a ciudada- no. Las guerras totales parecen producir Estados más ricos y poderosos, con conexiones más íntimas con la mayoría de las poblaciones que viven en sus territórios.

Ninguna de dichas características implica un tipo particular de régimen. Describen un grado de relación entre un conjunto de instituciones y la población que vive bajo sus alas, no la ma- nera como este último participa en su propio gobierno. Tanto el régimen totalitário como el democrático parecen ser capa- ces de movilizar a sus poblaciones y recursos de formas que no están disponibles a los regímenes autoritários limitados que evitan la politización de su población63. La variación en los re­sultados institucionales de la guerra limitada es mucho mayor que lo que resulta de una guerra total. Sin embargo, podemos predecir con seguridad algunos de los patrones generales. Es probable que las guerras limitadas: (a) dejen alguna forma de crisis fiscal o de deuda a medida que los Estados fracasen en la adaptación de los gastos extra; (b) apoyen el desarrollo de un ejército profesionalizado con poca participación popular y, probablemente, el resentimiento de la población civil que no haya participado en la lucha; (c) den lugar a la alienación de los símbolos pátrios, ya que las ganancias de la guerra serán limitadas y surgirá algún elemento de desencanto, y (d) posi- blemente produzcan depresiones económicas como resultado de un cambio en los recursos o rompimientos con el mercado global. La tendencia más generalizable puede ser que las gue­rras limitadas rara vez dejan legados institucionales positivos y con frecuencia tienen costos a largo plazo. En lugar de producir Estados basados en “la sangre y el hierro”, se construyen unos hechos de sangre y deuda. Es precisamente este último modelo el que podemos observar en Latinoamérica64.

63 Con esto no pretendo negar la capacidad de una amplia gama de posibles for­mas institucionales de conscripción. Por ejemplo, el Império austro-húngaro no era nada diferente a un Estado “total”; no obstante, se las arregló para en­viar millones de hombres a tres frentes durante la Primera Guerra Mundial.

64 Un primer lector de la presente obra me impulso a hacer hincapié de nuevo

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íl*oi' qué cl c'X(C|»< imi.ilisino latinoamericano? (ver cuadro l .l ) . La tendem ia gcopulílit a liada la paz y el subdesarrollo dei Estado están íniimamente relacionados y necesitan ser analizados en un contexto histórico.

Cuadro 1.1 Comparación de modelos bélicos

j j j .Modelo bélico -T LatínoaméricaI i|)os de guerra Guerra en rnasa Guerra limitadar.ntorno externo Competência geopoMca - Aceptactón de fronteras coki-

Ausencia de garantias externas nialesPax Britannica y Pax Amori-

- cana( londiciones domésticas Elite unida Elite dividida

Concepto coherente de nación Raza/División tie dases Núcleo administrativo Caos poscolonial

Fuente: Miguel Angel Centeno

La autonomia política en Latínoamérica surgió principalmenlc dei colapso dei Império espanol más que dei desarrollo interno de nuevas fuerzas políticas. A medida que aparecieron naciones latinoamericanas en el primer tercio del siglo X IX , dislrutaron de poca autoridad centralista y, sin duda, no pudieron impo- ner un monopolio sobre el uso de la violência. Es importante recordar que antes de que las guerras pudieran servir como un estímulo al desarrollo de Europa occidental, los proto-Estados debían establecer su domination militar. Así, cuando dichos Es- lados necesitaban los recursos para pelear el nuevo tipo de gue­rras, en particular después de la Paz de Westfalia, ya contaban con la capacidad política y organizacional para imponer diebas necesidades en sus sociedades. Este no fue el caso de ningún país latinoamericano, con la posible excepción de Chile y Paraguay antes del primer tercio del siglo X IX (la belicosidad de estos dos Estados sugeriría por lo menos una correlation entre una mayor capacidad dei Estado y la probabilidad de guerra). Las guerras

en el hecho de que no supongo una relación determinista entre las formas de guerra y las inslitudones dei Estado. La guerra total no es una condición necesaria ni sulicienic para la ereación de un Estado “total”, pero piiede con­tribuir y surgir de di< lias insiiim iones.

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que ocurrieron no briudaron una oportunidad para estai)leœr el poder del Estado sobre la sociedad, precisamente debido a que las guerras eran “limitadas” y los nuevos Estados carecian de la base política y organizacional para llevar a cabo dicha tarea.El contexto social interno en el que surgieron las repúblicas latinoamericanas fue igualmente importante. Como sucediô en gran parte dei mundo poscolonial, los Estados precedieron a las naciones en Latinoamérica. Con limitadas excepciones posibles, encontramos poca evidencia de un sentido de nación paralelo a los futuros limites del Estado. Si bien existia un sen­tido de “americanidad” vagamente definido, por lo general se limitaba a la minúscula élite blanca. Para la gran mayoría de la población, pertenecer a un Estado recientemente inde- pendiente no tenia un gran significado. Mientras al comienzo algunos grupos subalternos consideraron el movimiento in- dependentista como una posible via de câmbios en el statu quo económico y social, dichas esperanzas fueron destrozadas por la reacción criolla en torno a las primeras reivindicaciones radicales. Para 1820, “americano” significaba apenas la imposi- ción de obligaciones militares para complementar las pesadas cargas fiscales existentes. Incluso se rompieron dichas primeras promesas tales como la abolición de los tributos e impuestos indígenas especiales.

Ninguno de los recientes Estados independientes, de nuevo con la posible excepción de Chile y Paraguay, pudieron definir fácilmente la nación que debían representar. Las poblaciones latinoamericanas no poseían una identidad común, bien sea por la division por raza, casta o clase, o por una combinación de las très. Debido a que la construcción de dicha identidad estaba tan cargada de conflicto político, los Estados dudaban seguir los esfuerzos de “construcción de nación” de las contra- partes de Europa occidental. La lucha por definir la nación y los derechos y obligaciones de los ciudadanos consumió la ma­yor parte del siglo X IX en Latinoamérica. Como resultado, el rumbo de la region fue determinado por las guerras entre — y a lo largo— de un gran número de limites sociales que al final

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dclinieron los Estados l.il moamci i< anos, mas no por las Incluis entre unidades cohcsiouadas y compactadas territorialmenlc como en Europa.

El desarrollo deficiente de los Estados latinoamericanos y la íra- gilidad de sus respectivas naciones reflejan el aspecto clave pero con frecuencia menospreciado dei desarrollo de los Estados-na- < ión dei continente. Las guerras independentistas produjeron fragmentos de império pero no nuevos Estados. Existió poca lógica política o económica en torno a las fronteras tal y como se institucionalizo en la década de 1820 (eran básicamente los limites administrativos dei império). Los nuevos países eran en esencia miniimperios, con todas las debilidades de dichas enti­dades políticas. Oscar Oszlak capturo la situación al describir mi “Estado nacional establecido en una sociedad que no logró reconocer completamente su presencia institucional”1’5.

El elemento final clave para entender los casos latinoamerica­nos lo constituye el contexto internacional o geopolítico en el que surgieron dichos países. La región latinoamericana surgió como una nación continua; los países estaban todos rodeados en su nacimiento por Estados muy parecidos en su historia reciente e incluso en su estruetura social. Ello contrastaba con la situación en Europa Occidental, donde los Estados se prece- dieron entre sí en una cronologia compleja, que produjo for­mas de competência y emulación no existentes en Latinoamé- rica. Además, Latinoamérica en su totalidad surgió como una entidad geopolítica en un mundo donde la distribución dei poder era extremadamente asimétrica. La capacidad de cual- quier país latinoamericano para retar el statu quo geopolítico era limitada. Por ejemplo, a diferencia de Italia y Alemania, dichos Estados no podían siquiera aspirar a desempenar un papel en la competência imperialista. Nacieron en la tercera categoria de naciones (en el mejor de los casos), con una pro- babilidad escasa de ascender. Si pensamos en estas naciones

Oszlak, Hisloriciil Iviniirtlinn oj Ihr Slale, .5.

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nacient.es como Estados-nación, entendemos por <|ué leníanpoca oportunidad de expandirse más allá de sus /onas de in­fluencia asignadas previamente66.

Aunque en capítulos posteriores debato el exceso de confian- za en causas externas, la paz latinoamericana es en muchas formas la expresión máxima de dependencia. La ausência de conflictos internacionales refleja en parte la irrelevância de vecinos inmediatos en cuanto al desarrollo económico y político de cada país. Los Estados latinoamericanos, por lo general, centraron su atención no en sus limites inmediatos, sino en los centros metropolitanos al otro lado dei globo. Di- chos poderes extranjeros, que también le suministraron un equilibrio hegemónico en el balance de fortaleza al continen­te, a su vez impidió que pudiera surgir un gigante militar en la región. Este hecho evitó el tipo de competência basada en la aniquilación recíproca, responsable de gran parte de la guerra contemporânea. No obstante, le arrebato autonomia geopolítica significativa a la región.

Las debilidades dei Estado latinoamericano restringieron al continente a guerras limitadas y a largos periodos de paz. Esta situación a su vez le impidió a los Estados alcanzar un ímpetu importante para el desarrollo. Una mirada detallada a los ca­sos latinoamericanos nos conduce a repensar la competência geopolítica entre los diferentes Estados europeos y las formas resultantes de autoridad política que se suscitaron en dicho

66 La fascinante comparación (infortunadamente más allá dei alcance de la pre­sente obra) es, sin duda, entre Estados Unidos y Latinoamérica, en particular durante el siglo X IX . Langley formula un buen inicio en The Americas in the Age o f Revolution, 1750-1850. Estados Unidos igualmente se dividió por regiones y care- ció de una identidad nacional común. También padeció una guerra civil, con mayor violência que en cualquier otra región dei continente sur. Sus conflictos internacionales durante dichos cien anos estuvieron, asimismo, relativamente limitados. Sin embargo, en este caso, las luchas independentistas, la consolida­tion territorial y la unidad nacional contribuyeron a la creación de autoridad política. Muchas personas sostienen que Estados Unidos es un país creado por la guerra.

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(onlinente. Parece <|ii<‘ sii «lesai io IIo no luc: de ninguna ma­neia inevitable ni tampo« o lellejó ima tendencia política uni­versal. Por el contrario, la inleiacción de sociedades específi­cas y una serie de eventos particulares explica más claramentelas diferencias observadas. Es justamente en dicha interacción en la que me centro en el resto dei libro.

Diseno dei libro

En el siguiente capítulo brindo una introducción histórica en torno a la naturaleza de la guerra en el continente. Posterior- mente analizo por qué la guerra latinoamericana se desarrolló «ai la forma en que lo hizo. Propongo un escenario en un âmbi­to histórico en el que las estrueturas de clase, el poder organiza­cional y las restricciones internacionales cubrieron los Estados latinoamericanos en un apacible abrazo. La capacidad adminis­trativa subdesarrollada dei Estado latinoamericano, las divisio­nes en el interior de las clases dominantes y el control ejercido por los poderes europeos ayudaron a moldear las ocasiones de guerra y sus desarrollos posteriores. Latinoamérica estaba re­lativamente en paz, puesto que no conformo instituciones polí­ticas sofisticadas capaces de manejar la guerra. Sin Estados no hay guerras. Más aún, dentro dei esquema de esta historia, pa­rece que los militares como insdtución han identificado el ene- migo nacional fundamental como un enemigo interno. Dada la ausência de un enemigo externo, las guerras eran superíluas.

En el capítulo 3 analizo la contribución de la guerra a la centra- lización y fortalecimiento dei Estado latinoamericano dei siglo XIX. Si bien las guerras brindaban una oportunidad para una mayor cohesión dei Estado en algunas circunstancias (Chile en la década de 1830), dichas oportunidades nunca se utiliza- ron para crear la infraestruetura institucional requerida en el desarrollo posterior de la capacidad dei Estado. Una pregunta fundamental es por qué las guerras independentistas dieron como resultado una anarquia en contraposición a un autorita­rismo militar cohercnlc. Creo que la respuesta está en el nivel

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relativamente limitado de organización militar y la violência involucradas en las guerras independentistas. Lo anterior no niega la destrucción que causaron. Sin embargo, aunque las guerras debilitaron el orden colonial, no lo mataron. El es- fuerzo armado fue lo suficientemente pequeno como para re­quérir la militarización de la sociedad en todo el continente. Sin ninguna duda, en comparación con las guerras equiva­lentes en la historia europea, como por ejemplo la guerra de los Treinta Anos, los conflictos independentistas dejaron un legado institucional mucho más limitado. Las guerras posin- dependentistas también produjeron resultados ambiguos.

Los casos latinoamericanos nos obligan a pensar de nuevo cómo la guerra, de hecho, produce orden a partir dei caos. dCómo las exigências dei Estado por dinero y obediência con- ducen a una mayor autoridad en lugar de una guerra interna y un conflicto nacional? Por ejemplo, M. S. Anderson sugiere que los esfuerzos conducentes a encontrar el dinero necesario pudieron estimular el descontento que era politicamente pe- ligroso67. David Kaiser ha demostrado que las exigências de guerra ayudaron a debilitar los Estados europeos en el siglo X V I y, efectivamente, contribuyeron a destruir la economia espanola68. De nuevo, Paul Kennedy ha expandido esta dis- cusión para incluir el posible declive de todos los impérios69. No obstante, algunos Estados en ciertas situaciones están en capacidad de pagar por ejércitos más grandes y guerras más costosas. Un Gobierno en particular puede y ha demandado sacrifícios, que pudo posteriormente canalizar de manera efi­ciente. dPor qué la expansion del poder fiscal tuvo êxito en algunos casos y en otros no?70

67 M. S. Anderson, War and Society in Europe, 20.68 Politics and War.69 Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers.70 Una anotación interesante aqui es la aparente reivindicación de Michael Mann

en torno a que el gobierno representativo puede tener mayor capacidad de extraer los recursos necesarios (Sources o f Social Power, vol. 2).

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11na park: de hi cxplu ,k km pnetle ser cl micdo a mi peligro mayor provciiiculc de alncra. Este hecho lue especialmciitc importante en las primeras etapas del caso japonês71. A pe­sar de ello, Polonia afronto amenazas similares, incluso más desalentadoras. Una estructura de clase preexistente en una sociedad ayuda a determinar el tipo de aparato extractive y coercitivo construido por el Estado. Si la clave para el Estado leudal la constituía la cooperación de la monarquia con la so- c iedad civil existente, en consecuencia, posteriormente gran­des secciones de la poderosa élite también estaban deseosas de proporcionar una alta recaudación impositiva porque se clieron cuenta de que sus propios intereses podían ser satisfe- c lios por medio de un Estado más fuerte72. En algunos casos, los oponentes potenciales eran comprados: “Luis X IV no con- irolaba su nobleza manteniéndola sin hacer nada en Versalles; le brindaba empleo estatal”73. En otros casos, el Estado sumi- nistraba una protección importante a las clases dominantes. 11 capitalismo puede necesitar militarismo en parte debit lo a que “requiere un grado inusual de regulación política a larga distancia apoyado por la fuerza”74. Sin embargo, estrucluras de clases similares dieron como resultado mecanismos centra­listas diferentes. Lo que funciono para los aristocratas no fun­ciono para los hidalgos espanoles.

La respuesta a una imposición de autoridad exitosa reside en un conjunto de condiciones medioambientales y estrucluras sociales y políticas internas. Las primeras brindan el estímulo; las últimas le permiten a un Estado en particular respondei a dicho estímulo. En caso de ausência de una amenaza exter­na, el Estado carece de una oportunidad crítica — pero no la única— de transgredir su sociedad. No obstante, la guerra no brinda garantias. Por ejemplo, a pesar de más de dos siglos

71 Ralston, Importing the European Army, Moore, Social Origins of Dictatorship awlDemocracy, 437-40.

n P. Anderson, lineages of the Absolutist State; Hall, States in History.71 Duffy, introduction a Dully, The Military Revolution and the State, 4.71 Mann, States, War, anil Capitalism, 13(1.

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do guerra sin Iregua, Espana se manluvo (lependiente dei ingreso externo y nunca desarrolló una infraestructura fiscal interna adecuada. No pudo mantenerse como una potência importante puesto que no adapto su estilo de manejo de Es­tado a la Revolución Militar75. Egipto puede ser un ejemplo contemporâneo de como la presencia de la guerra dentro y fuera de sí no garantiza el desarrollo de un Estado coherente.

Los casos latinoamericanos que se analizan en el capítulo 3 sugieren una defmición mejor y más precisa dei aspecto de dichas combinaciones en particular. dCuáles fueron los efectos de las guerras limitadas dei siglo X IX en Latinoamérica so­bre la capacidad fiscal dei Estado? En pocas palabras, fueron casi inexistentes y crearon Estados mendigos en bancarrota perpetua. La disponibilidad de fácil financiamiento externo le permitió al Estado el lujo de no entrar en conflicto con aque- llos sectores sociales que contaban con los recursos necesarios. Bien sea mediante préstamos o la venta de un bien básico, el Estado latinoamericano eludió la necesidad de imponerse so­bre la sociedad. Cuando dichos préstamos no se cumplían, el Estado dependia de impuestos (que no requerían un compro- miso administrativo extenso) o sus instituciones simplemente dejaban de desempenar un papel importante en la sociedad.

En este capítulo también describo cómo la relativa ausência de guerra y las limitaciones de aquellas que sí ocurrieron no brindaron una oportunidad para la centralización política y posterior centralización fiscal. Las guerras latinoamericanas no duraron largo tiempo ni amenazaron lo suficiente como para permitirles a las instituciones nacionales anular los intereses de las clases. Los intereses particularistas siempre sobrevivieron las guerras y nunca sintieron la necesidad de permitirle a un Estado fortalecerse lo suficiente para proteger y demandar. En resumen, en Latinoamérica, el equivalente de la aristocracia ganó h\ fronde. El modelo europeo más cercano puede ser Sici-

7r> Porter, War and lhe Rise of the State.

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I i ; i , donde mi observador ha comentado que “siempre que cayó iin gobierno íuei le, los nobles eran quienes llenaban el vacío de poder”70. La lección comparativa central en este caso es que no es la guerra en o fuera de sí la que brinda los “nervios dei Kstado”. Por el contrario, es la guerra en combinación con un grupo dominante existente dentro dei aparato dei Estado lo que le permite extraer recursos de una sociedad recalcitrante.

En los capítulos 4 y 5 me alejo de la discusión dei Estado en sí y enfatizo en el desarrollo de las naciones y los ciuda- danos sobre los que rige. Si bien es obviamente arriesgado generalizar acerca de la relación entre ciudadanía y servido militar, podemos ver los ejércitos como Estados-nación mo­dernos abastecedores con una población educada y relati­vamente disciplinada, lista y capaz de trabajar en el nuevo orden industrial. Sin embargo, dicha población actualmente también tiene por lo menos acceso inmediato a los médios de violência y le ofrece al Estado un recurso necesario. Lo anterior forma la base para un nuevo contrato político. La conscrip- ción y los ejércitos masivos también coadyuvaron a revolu­cionar la naturaleza de la violência que formaba parte dei conflicto militar. Los nuevos tipos de guerras transforma- ron temporalmente “las jaurías de lobos” en organizacio- nes obedientes y coherentes77. Esta situación no condujo a un declive en los niveles totales de asesinatos; no obstante, la manera en que se logró tuvo ramificaciones importantes para el Estado.

Las guerras fomentan una actitud diferente hacia el Estado, que está basada en la identidad colectiva. El vínculo entre el conflicto militar y la lealtad nacional es bien conocido78. Nada une más a una nación tras un líder vacilante, como una gue­rra; la manera más rápida de hacer una nación es hacer un

n77

7H

Mack Smith, mencionado en Tilly, Coercion, Capital, and European States, 142. Howard, War in European History.A. Smith, “War and Kllmicily”.

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ejército70. Una guerra lotai puede ayudar a evadir cl conlliclo social y orientar esa lucha hacia enemigos externos79 80. En el siglo X IX algunos creían que era imposible crear una nación sin una guerra81.

Aunque se mantiene un debate considerable acerca de la re­lation entre “naciones” definidas por características étnicas comunes y “Estados” definidos por algún tipo de existência le­gal, podríamos discutir que durante gran parte dei siglo X IX el Estado creó el nacionalismo y no al contrario82. Un mecanis­mo para lograrlo fue mediante el ejército y la actividad militar. Los ejércitos y la experiencia de la guerra ayudaron a forjar una identidad unificada que pudo oscurecer las divisiones internas. La experiencia militar aumento el alcance de lo que Mann denomina la alfabetización discursiva: el conjunto de hi- pótesis y mitos que contribuyen a la creation de una identidad nacional. Las guerras quizá fueron la clave para la creación de “comunidades imaginadas”83. Mediante la absorción de ele­mentos de las recién surgidas burguesia y pequena burguesia, los ejércitos tal vez fomentaron también la cohesion de clases durante periodos críticos de la temprana industrialization84. En dichas circunstancias, los ejércitos y la guerra coadyuvaron a transformar las sociedades formadas por clases en naciones armadas y, de acuerdo con Palmer85, contribuyeron a romper las redes y filiaciones provinciales y reemplazarlas con unas más centradas sobre una comunidad nacional.

iPropagaron los ejércitos y la guerra la idea de una nación en Latinoamérica?, dsirvieron como “instituciones de educación

79 Porter, War and the Rise of the State, 18.80 En las palabras “apócrifas” de Cecil Rhodes: “Si quieren evitar una guerra

civil, deben volverse imperialistas”.81 Howard, Causes of War. Podríamos agregar que es difícil volverse imperialista

en medio de una guerra civil.82 Hobsbawm, Nations and Nationalism Since 1780.83 B. Anderson, Imagined Communities.84 G. Best, “Militarization”.85 Palmer, The Age of Democratic Revolutions.

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popular”? Kn cl < a|)ii111<i I se anali/.an los halla/gos aparente­mente ambíguos <lc los siglos \1X y XX. Dada la reputación dc “nacionalismo" gciicralmente mal concebida— de los países latinoamericanos, encontramos poca evidencia dei tipo de identificadon masiva manifiesta en Europa o en Estados l biidos. Con algunas excepciones, las guerras no brindaron la mitologia sobre la que depende gran parte dei nacionalismo moderno. Latinoamérica carece de los monumentos a “nues- iia gloriosa muerte” que están omnipresentes en el paisaje de Europa y Estados Unidos. Una vez más, las luchas internacio- nales limitadas que sucedieron no pudieron superar las divi- siones internas.

l .n el capítulo 5 senalo la manera en que la conscripción con- iribuyó — o restó valor— al proceso de democratización y la < leación de derechos ciudadanos. d Se discutieron alguna ve/ los benefícios de la circunscripción? dEstaban conscientes las elites de los posibles benefícios y costos? dHubiese servido un ejército masivo como la protección más segura para la ciuda- danía democrática? dPor qué el Estado latinoamericano ignoró a su propia población?

l.os Estados latinoamericanos nunca fueron suficientemente Inertes para reclamar una circunscripción completa. Quizá atin más importante, nunca existió una necesidad observada para el tipo de agitación social implícita por los ejércitos masi- vos. El Estado no necesitaba la población en forma de soldados0 incluso como futuros trabajadores, ya que podia excluirlos. El Estado y las élites dominantes en casi todos los países de la región también preferían las poblaciones pasivas. Un sentido de nación demasiado activo o ferviente podia, de hecho, fraca­sar y crear condiciones hostiles para continuar la dominación por parte de la élite.

1 .os capítulos 4 y 5 conducen a una comprensión mejorada de la creación de “comunidades imaginadas” de naciones y dei vínculo entre dichas creaciones y los derechos democráticos. Mediante datos extraídos de un censo de monumentos nacio-

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nales y mediante análisis de la esti iietuia social de los ejérci- tos, sugiero una mejor definición dei vínculo entre experien- cia militar y sentimiento nacionalista. Dicho proceso puede también esclarecer la unicidad dei patrón europeo y senalar los obstáculos que enfrentan los países que intentan emularlo sin la experiencia histórica correspondiente.

El capítulo final brinda un resumen de los hallazgos más importantes. Debato la manera en que Latinoamérica como región se diferencia dei resto dei mundo y analizo la diferen- ciación dentro dei continente. Curiosamente, los hallazgos de los dos conjuntos de comparaciones ayudan a su confir- mación mutua.

Pasos siguientes

Todos los libros tienen limitaciones y el autor es cada vez más consciente de ellos a medida que se acerca a su fin. He ob­servado algunos de los limites geográficos de mi cubrimiento. Un análisis de Centroamérica podría confirmar o contradecir gran parte de lo consignado aqui. Solo puedo esperar que es­tudiosos de la región estén lo suficientemente motivados por este libro como para, sin más, contradecirme. Me he centra­do en un periodo específico: aunque mi debate en torno a la larga paz no trata tendências ni eventos contemporâneos, la mayoría de los análisis históricos se centran en el siglo X IX debido a que allí se construyeron las bases de los Estados ulte­riores. Además, para analizar las repercusiones de la guerra, tuve que estudiar el periodo en el que dichas repercusiones fueron más pertinentes.

Finalmente, enfoqué mi trabajo casi exclusivamente en las funciones bélicas dei Estado e ignoré, en gran medida, su pa­pel en la guerra pública. Creo que la primera ayuda a explicar la segunda; no obstante, aún requiere su propia investigación. En el presente libro hago énfasis exclusivamente en el Es- lado como guerrero y tengo muy poco que decir acerca dei

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Estado capitalista q u e surge a partir cie la última parte dei siglo X IX o de los Estados desarrollistas que se establecieron en la década de I 8S0. Si los Estados clásicos de Europa noroc- ddental fuesen hechos por la guerra, se habrían transformado por el énfasis en la guerra pública en dicha década. En los anos venideros espero finalizar un volumen adjunto en el que compararé la construcción y limitaciones de la guerra dei Es­tado latinoamericano con sus equivalentes europeos y nortea- mericanos. Si el Estado latinoamericano no peleara, seria algo más exitoso en la creación de nuevas economias y sociedades. No obstante, espero que el legado de sangre y deuda sea y continúe siendo difícil de evadir.

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Explicando la paz

dCómo se explica la particular forma y distribución de la gue­rra en Latinoamérica? dPor qué Latinoamérica parece haber escapado, en gran medida, del azote de la guerra internacio-

28 Tengamos en cuenta que dicho “honor” es asignado en 1917.

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iml? áPor qué sn sistema de Estados gozó de tan increíble es- labilidad? íCóino .se explica el grado de conílicto interno mu- ( lio más estándar en coinparación con otras regiones? Kn la siguiente sección, se discutirán estas dudas.

La coexistência de paz internacional y lucha interna puede parecer contradictoria. Se podría esperar que los Estados fue- sen pacíficos o belicosos. Latinoamérica parece paradójica en cuanto a que las batallas políticas fueron comunes, pero de un tipo especial. La hipótesis central es que estos dos fenóme­nos, la paz internacional y la lucha interna, están causalmenle ligados. En pocas palabras, los Estados latinoamericanos no tenían la capacidad ideológica ni organizacional para ir a la guerra entre sí29. Las sociedades no estaban encaminadas a las transformaciones culturales ni logísticas que requeria el conílicto internacional. Por el contrario, el conílicto doméstico reflejaba, en general, la incapacidad de los Estados nacientes para imponer su control sobre las sociedades correspondien- te30. Igualmente importante, la defmición de enemigo en el contexto latinoamericano se ha dado rara vez en términos de territorialidad. El enemigo, como lo definen los Estados éli- tes, ha estado en el interior, definido racialmente, en términos de clase y por luchas ideológicas fundamentales31. Podríamos incluso discutir una correlación negativa entre belicosidad y violência interna. Chile, la llamada Prusia de Latinoamérica, ha gozado de una relativa tranquilidad interna. México y Co- 88

88 Este es el polo opuesto a la tesis presentada por Holsti en The State, War, and the State of War, quien argumenta que el creciente fortalecimiento del Eslado explica el declive en la guerra a partir del siglo X IX .Aqui aplico la misma lógica empleada por Kenneth Waltz en The Theory of International Politics para explicar las guerras internacionales: la ausência de autoridad por parte del Gobierno. Wolf Grabendorff, en Interstate Conflict be­havior, buscó explicar el aumento de la hostilidad internacional en las décadas de 1970 y 1980 en alusión a la creciente capacidad militar y política.

sl La excepción más significativa ha sido el caso del anticomunismo, pero de nuevo la amena/a se considers, en gran medida, que provenía del interior y no dei exterior.

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lombia, que han gozado de paz internacional por más de un siglo, han soportado un conflicto interno desalmado5’2.

Este patrón se reprodujo a sí mismo historicamente. En el âm­bito internacional, los Estados que han sido tradicionalmente pacíficos o han librado únicamente guerras limitadas pue- den, con el tiempo, encontrar prácticamente imposible librar guerras totales. Dado que las necesidades organizacionales, económicas, sociales y tecnológicas han aumentado, aquellos Estados que no han participado en ninguna de sus etapas pre­liminares requerirían una transformación incluso mayor que la usual para participar en estos conflictos. En las sociedades donde el servido militar nunca se ha institucionalizado, la eliminación completa de las cohortes de hombres jóvenes es inconcebible. En las economias donde siempre ha sido frus­trada la capacidad dei Estado para hacer cum plir sus leyes tributarias, la capacidad de las autoridades centrales para pagar o pedir prestados bienes de guerra puede estar fuerte- mente limitada. Además, al haber evitado las movilizaciones ideológicas previas, los Estados que han evitado los holocaus­tos pueden carecer de la memória histórica que se necesita para la movilización. Pueden carecer de lo que podríamos de­nominar los “repertórios culturales” de la guerra. Los llamados patrióticos pueden sonar menos profundos que en otras so­ciedades y los llamados al sacrifício pueden ser desatendidos. Como veremos más adelante, las limitaciones de la historia pueden explicar suficientemente la paz latinoamericana.

Igualmente, el patrón de la guerra civil se reprodujo a sí mismo durante gran parte dei siglo X IX . Pocas guerras do­mésticas produjeron vencedores inequívocos que utilizaban el conflicto como una oportunidad para desarrollar marcos institucionales sólidos para la gobernabilidad. Por el contra­

Los intentos para analizar en términos estadísticos dicha relación no fueron concluyentes, sin embargo, dada la calidad de la información y la dificultad para modelar dichos eventos, los resultados no se deben considerar soluciones absolutas dei tema.

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rio, el compromis») y .igolamiento mutuos resolvieron mu- chas de las guerras civiles que dejaron, a su vez, las setni- llas para conllictos luluros. Las organizaciones mantuvierou su capacidad de reclutamiento de soldados y los partidários- retuvieron suficientes recursos para alimentar la máquina militar de rebelión. Una historia de luchas internas dejó un legado de odios partidistas y régionales. La gente quizá no estaba deseosa de matar o morir por Colombia, para utilizar un ejemplo obvio; parecia estar más en capacidad y lista para hacerlo a nombre de los partidos Liberal o Conservador. Ln el caso de este país, cada ola de violência parece haber senta­do la base para la siguiente. Estas divisiones también le dili- cultaron aún más al Estado central establecer su autoridad o legitimidad consensuada dejando abierta, a su vez, la opor- tunidad para un posterior derramamiento de sangre.

En consecuencia, los Estados y naciones libran aquellas ba- tallas que han aprendido a librar. Todos los Estados pací­ficos pueden parecerse, pero cada Estado en guerra lucha a su propia manera. Las guerras reflejan las idiosincrasias sociales y políticas de los Estados que las libran. Puesto que las guerras se originan a partir de una forma social de orga- nización33, tendría sentido que la reflejaran. Las estructuras y hábitos de la vida política ayudan, sin duda, a formar la manera en que una sociedad practica la guerra. Examine­mos el contraste entre los fuertes ejércitos de los Estados-ciu- dad griegos y aquellos de la Pérsia imperial. Los primeros se caracterizaban por su valor individual entrelazado con una poderosa arma estratégica compuesta por la disciplina de una ciudadanía compartida y un constante entrenamien- to. El segundo, siendo fisicamente impresionante estaba, en general, podrido en el interior y era incapaz de soportar la adversidad. Un milénio después Maquiavelo comparo con pesimismo los ejércitos mercenários de las ciudades-estados italianos con aquellas variedades más grandes y más loca-

: u Nye, Old Wurs and láilinr IVcm.

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les que surgieron para disfrutar de una ventaja insuperable en el campo de batalla. En la década de 1790 la Revolución francesa origino el primer ejército nacional real de ciudada- nos que transformo política y militarmente al resto de Euro­pa. Las guerras mundiales del siglo X X pueden considerarse productos y productores del bienestar regulatorio contem­porâneo dei Estado. En resumen, los ejércitos reflejan sus sociedades y ayudan, a su vez, a forjarias mediante sus nece- sidades y la socialización de las influencias.

En el entorno geopolítico europeo y, por extension, en el estadounidense, los Estados y naciones solucionaron sus con- flictos internacionales a través de la violência y terminaron creando instituciones que permitieron la resolución pacífica de los conflictos internos. En Latinoamérica observamos el patrón opuesto. dPor qué?

Causas de la guerra

Al buscar las causas de la guerra34 necesitamos comenzar por diferenciar entre explicaciones de la guerra, de las guerras, y de una guerra en particular35. La primera es, en gran medida, el terreno de los antropólogos y filósofos36. Para este libro se puede asumir que los seres humanos hacen la guerra y que es­tos conflictos son parte inherente de un sistema internacional. Por otro lado, no se propone tampoco un análisis de una guerra en particular. Lo anterior es el terreno de los historiadores que discuten circunstancias y eventos particulares que produjeron el conflicto o, que para sus efectos, lo evitaron. El tema de esta

34 Dada la canüdad de literatura sobre el tema, no puedo hacer justicia den­tro dei âmbito dei presente capítulo. Ver Levy, The Causes o f War and the Conditions of Peace-, y Rotberg y Rabb, The Origin and Prevention of Major Wars para revisiones.

35 Black, Why Wars Happen.36 Algunos ejemplos recientes de la discusión incluyen a Ehrenreich, Blood Rites;

Kagan, On the Origins o f War; Keeley, War Before Civilization; O’Connell, Ride the Second Horseman; y Bourke, An Intimate History of Killing.

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parte de) libro esta rn l,i linea media entre las generalidades acerca de Ia naiurale/a de la violência y las especificidades de ima lucha en parlicnlar. Se intenta explicar un aparente pa­lro n histórico, no universal, ni un fenómeno único. Podemos iniciar distinguiendo entre acontecimientos a corto y a largo plazo. Wright los denomina llamados inmediatos versus causas generales de guerras37. Levy prefiere distinguir entre niveles de explicación sistémicos, sociales e individuales38 *. El siguienle análisis toma elementos prestados de ambos esquemas.

Las versiones que se centrarían en las condiciones inmedialas de paz y que harían énfasis en las características de legisladores o de Estados en particular incluirían una historia diplomática, análisis de negociación y, más recientemente, diferentes es- cenarios de juego. Estas explicaciones serían particularmen­te atractivas para explicar cómo Latinoamérica ha escapado a inuchos conflictos individuales posibles sin recurrir a las armas. Por ejemplo, Latinoamérica parece haber tenido un número significativo de disputas fronterizas debido, en gran parte, a la imprecisión dei legado colonial territorial. No obstante, pocas disputas se convirtieron en guerra (5% versus 62% para Europa) '”. Ejemplos recientes, como la relativamente rápida resolución dei conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador, o incluso las disputas territoriales más complejas entre Argentina y Chile, apoyarían estos ejemplos. No obstante, estas explicaciones son inadecuadas para explicar el extenso patrón de paz interna­cional por más de un siglo a menos que esternos preparados para aceptar la permanente y excepcional habilidad diplomá­tica o casi omnisciente juego por parte de todos los actores pertinentes. Por otra parte, tendríamos que preguntarnos por qué dicha habilidad diplomática parece desaparecer citando existen intentos por resolver los conflictos internos.

37 Wright, A Study of War.:IN Levy, Causes of War.:w Gochman y Mao/, Militarized Disputes', Diehl y Goertz, Territorial Changes and

Militarized ConJUits.

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Una explicación afín, pero que se centra en las característi­cas sistémicas, incluiría las teorias dei equilíbrio dei poder o aquellas que enfatizan en los ciclos hegemónicos de ascenso y decadência40. Este enfoque ha sido utilizado para explicar el inicio de la guerra en circunstancias particulares en Lati- noamérica41. Quizá el enfoque más prometedor es un análisis geopolítico que argumenta que la estructura de la alianza dei continente brinda una explicación para la paz duradera42. Por ejemplo, Latinoamérica es un clásico tablero geopolítico en el que “mi vecino es mi enemigo, pero el enemigo de mi vecino es mi amigo”. Dichos patrones han impedido el desarrollo de rivalidades hegemónicas y han asegurado que se haya man- tenido un equilíbrio dei poder aun a pesar de que los actores hayan cambiado. Por el contrario, los shatterbelts — redes de países unidos en el pasado y separados en la actualidad— son los lugares donde las rivalidades internacionales se transfor- man en disputas locales. Excepto en el caso especial de Cuba y las guerras internas de Centroamérica, el continente no ha vivido estos tipos de conflicto por el poder de manera signifi­cativa. Gran parte de la literatura reciente sobre la seguridad regional se ha centrado en la creación de condiciones de segu­ridad43 e interdependencia mutua sistemática, y es innegable que Latinoamérica construyó un sistema intercontinental de conferencias y tratados mucho antes de que se convirtieran en una práctica internacional estándar44.

No obstante, en general, dichos modelos sistémicos han limi­tado el valor al explicar el prolongado período de paz que ha prevalecido en el continente. La explicación geopolítica re-

40 Morgenthau, Politics Among Nations-, Waltz, Theory of International Politics-, Gil­pin, Change in World Politics.

41 Burr, By Reason or Force-, Abente, The War of the Triple Alliance.42 Child, Geopolitics and Conflict in South America; Kelly, Checkerboards and Shatter-

belts.43 Hurrell, Security in Latin America; An Emerging Security Community?; Varas y

Caro, Medidas de confianza mutua; Fuentes Saavedra, Chile-Argentina: El proceso de construir confianza; SER en el 2000.

44 Calvert, The International Politics of Latin America, especialmente d capftulo 6.

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qniere que accplemos mi siglo de estabilidad política y militar como un faclor exógeno sin investigar los orígenes de dicha estabilidad. iPor (|iié el sistema ha permanecido dominante y por qué ha promovido esta resolución pacífica de los conlliclos?

Podríamos quizá girar hacia una forma “invertida” de la ex- plicación clásica marxista para la guerra. En la aceptada opi- nión leninista, el inicio de la guerra puede remontarse a las maquinaciones de las élites capitalistas o poderes imperialistas que permanecen para beneficiarse de dicha lucha. La “paz duradera” requeriría que propusiéramos que la élite o los po­deres imperialistas pertinentes buscaran prevenir la guerra para maximizar el retorno sobre sus inversiones. Según este punto de vista, se debe impedir la guerra dado que es contra­producente para el comercio45. Una explicación afín se cen­traria en los militares como una casta internacional que busca minimizar el dano a sí misma mediante masacres inútiles o respetando las prerrogativas sociales de los diversos cuerpos nacionales de oficiales.

A pesar de lo significativas que puedan ser estas preocupacio- nes para explorar el inicio de las guerras particulares, es difícil imaginar cómo dicha interpretación podría ser aplicada a cien anos de paz relativa. Una “conspiración de paz” continental de cien anos requeriría que las élites latinoamericanas mostra- ran una racionalidad colectiva para la que existe poca eviden­cia. La existência de una alianza militar continental puede ser más probable, pero dicha casta también existió en la Europa de antes de la Primera Guerra Mundial sin un aporte percep- tible a la resolución pacífica dei conflicto. Por otra parte, dicho punto de vista no tendría en cuenta las diferencias esenciales en los orígenes sociales de los diversos ejércitos nacionales. Sin embargo, como se expondrá más adelante, debemos hablar acerca de una forma de conciencia racial de élite que impe-

•ir. 1’olachek, Con/liil nnil lltiilr.

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diría los conílictos entre países y centraria su atención en las luchas sociales internas.

No podemos tampoco ignorar el papel de los poderes externos, que pueden haber avalado las fironteras y el statu quo, eliminan­do, a su vez, muchos de los estímulos inmediatos dei conflicto. La paz latinoamericana puede ser, de este modo, la expresión fundamental de dependencia. La presencia de los poderes eu- ropeos impidió una serie de eventos militares que pudieron crear un equilibrio geopolítico muy diferente46. No obstante, debemos ser cautelosos al recurrir a explicaciones que le pue- dan negar a las sociedades latinoamericanas cualquier control sobre su propio destino. Incluso podríamos invertir el orden causal y sugerir que fue la ausência de guerra lo que produjo un Estado débil que, a su vez, hizo posible la intervención. Para­fraseando los comentários de Perry Anderson sobre Italia, dado que Latinoamérica no pudo crear un império desde su interior, debió padecer uno desde el exterior.

No cabe duda de que Latinoamérica ha estado bajo una som- brilla neoimperialista durante la mayor parte de su historia independentista. Durante una gran parte dei siglo X IX el con­tinente perteneció a lo que se había denominado el Império britânico informal47. Es innegable que los britânicos jugaron un papel decisivo en la resolución de los conflictos de La Plata en la primera mitad dei siglo. Después de 1850 la influencia imperial britânica es mucho más discutible. En el siglo X X Es­tados Unidos desempenó un papel abrumador. Los acuerdos de Rio de 1948 ayudaron, en gran medida, a formar las rela­ciones exteriores dei continente. No obstante, es probable que además de Centroamérica y el Caribe, y al menos en términos de relaciones intracontinentales, Estados Unidos ha respetado la autonomia de las diferentes repúblicas.

46 Andreski, Military Organization and Society.47 Ferns, Britain’s Informal Empire in Argentina-, Winn, British Informal Empire in

Uruguay, A. Thompson, Informal Empire?

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Es difícil enconliar evidencia sistemática cie intervención cxtranjera o la ausoiu ia de la misma puesto que el significado de estos esfucrzos variará enormemente según el contexto, entre otros faclores. No obstante ante la falta de registros exhaustivos, los documentos sobre relaciones internacionales de Estados Unidos e Inglaterra pueden suministrar detalles de las actitudes de las dos potências hacia los condidos internacionales48. Como se revela en la correspondência relacionada con la guerra dei Pacífico, la guerra dei Chaco y el conflicto ffonterizo de 1941 entre Perú y Ecuador, la posición constante de ambos Gobiernos es: una preocupación que otros países no se involucren; renuencia a ser visto como un árbitro o mediador, incluso cuando dicho papel es solicitado por las partes beligerantes; y apoyo de los neutrales latinoamericanos a que se involucren, en particular, brasil. La única tendencia claramente intervencionista es el esfuerzo constante por proteger los intereses de la propiedad de los nacionales inmersos en las hostilidades. La ausência de registros de intervención explícita podría simplemenle reílejar la profundidad y alcance dei control hegemónico ejercido por las potências imperialistas. Sin embargo, seria difícil explicar este patrón prolongado de relaciones pacíficas mediante la referencia a una hegemonia que no dejó indícios de su existência. Es decir, deberíamos asumir que los controles imperialistas fueron tan insidiosos que no dejaron huella.

Un intercâmbio epistolar típico sobre la guerra dei Pacífico describió la coherente posición de Estados Unidos: “Preten­demos ser considerados como un consejero y amigo desinte- resado; pero no pretendemos imponer nuestros deseos sobre Chile y Perú o actuar como mediador o árbitro en sus dispu- 18

18 United States Department of State, Foreign Relations; Bourne y Walt, Docu­mentos britânicos. No obstante, observemos los problemas tratados en Sclioullz, Beneath the United States with the U.S. source (390). Sin embargo, su maravilloso libro no coni radier mi Irdura de la no interferencia estadounidense en las guerras en Amérii a l.allna.

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l) c! I l £ , l C y U C U I U I

tas”49. En cierto punto, el interés francês y britânico por dete- ner la lucha pareció ser disuadido por Estados Unidos50. Los esfuerzos de las naciones neutrales para involucrar a Estados Unidos en una resolución pacífica dei conflicto dei Chaco fue- ron sistemáticamente rechazados51. El conflicto de 1941 entre Peru y Ecuador parece haber sido resuelto, en gran medida, mediante esfuerzos internacionales. Más exactamente, en el conflicto de las Malvinas, el caso donde hubiéramos esperado la mayor influencia de Estados Unidos y dei que tenemos la mayor documentación, justamente Estados Unidos tuvo re­lativamente poca influencia directa sobre la decision argen­tina52. De nuevo, lo anterior no niega la poderosa influencia de Estados Unidos ni incluso la de Inglaterra sobre las políti­cas latinoamericanas en general. Tampoco debemos negar el efecto potencialmente decisivo de estos dos países que sirven como garantes de un statu quo geopolitico. No obstante, no les podemos atribuir responsabilidad por la ausência de conflicto exclusivamente a estos dos países.

Incluso si pudiésemos discutir una influencia pacífica de los poderes imperialistas, estos causaron directa o indirectamente otros conflictos. Si bien ayudaron a imponer la paz en la gue­rra Cisplatina en 1828, podríamos decir que posteriormente la interferencia britânica junto a la de Francia prolongo la guerra Grande y los conflictos conexos en la década de 1840. Las dos guerras mexicanas más importantes del siglo X IX involucraron invasiones por grandes potências. En el siglo X X , gran parte de la inestabilidad política de Centroamérica se puede atribuir directamente a la intervención estadounidense. Cuba, el país latinoamericano que se ha movilizado para la guerra durante décadas, ha considerado a su vecino dei norte su principal ad-

49 United States Department of State, Foreign Relations, 1882, 76.50 Bourne y Watt, Documentos britânicos, pt. I, ser. D, vol. 2, doc. 130.51 Por ejemplo, United States Department of State, Foreign Relations, 1933, 341,

376.r’2 Pineiro, Historia de la guerra de Malvinas.

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versario. Al linal, los impei ios linen la paz, pero también gene- ran una clináiiiit a de eonlliclos externos e internos.

Incluso si no pueclen responder adecuadamente por la “pa/. duradera”, las apreciaciones de las teorias “neoimperialistas”, accionadas por la élite, y de estabilidad sistémica, pueden ser­vir para explicar el grado significativo de conflicto interno que observamos durante el mismo periodo. En vez de considerar al conjunto de Estados-nación como actores pertinentes, do­bemos mejor enfocamos en los sectores sociales internos o domésticos y en los grupos políticos. Si invertimos dichos con­juntos de explicaciones supondríamos entonces que fueron la ausência de hegemonia interna, la inestabilidad dei poder dei equilibrio nacional y la falta de un acuerdo de élite los hechos que mejor explican el constante estado de guerra en cualquier lugar dei continente durante este periodo. Existe suficiente evidencia para estos tres hechos.

Una y otra vez las guerras civiles en Latinoamérica pareceu surgir de la falta de una autoridad institucionalizada para imponer un conjunto de regias de gobierno sobre las élites en lucha. Sin duda, durante la mayor parte del siglo X IX no existió un consenso en torno al alcance legítimo y la escala de gobierno ni acuerdos sobre cómo resolver las disputas. Lo an­terior creó precisamente el tipo de situación prevista en mu- chas de las tesis dei equilibrio dei poder: ante la ausência de una distribución clara dei poder, cada parte estaria tentada a actuar según sus propios intereses antes que los otros pudie- sen hacer lo mismo. Dichas teorias básicamente recaen sobre la capacidad de un sistema, un actor al interior o una fuerza externa para vigilar los acuerdos y mantener el statu quo. Con relativamente pocas excepciones, los Estados latinoamerica- nos no pudieron desempenar dicho papel durante gran parte dei periodo en cuestión.

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La mente militar

Es difícil intentar definir y, aún mucho más entender, la men- talidad de una institución en particular o de sus miembros líderes, y mucho más cuando se trata de los inherentemente herméticos ejércitos. Los eruditos con un acceso privilegiado, por ejemplo, Potash en Argentina, Nunn en Chile y Stepan en Brasil, han logrado un trabajo admirable al describir dichas 64

64 Sobre el impacto de conflictos previos, ver Hensel, “One Thing Leads to Another”, 287-97.

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actitudes1’’. Seria < asi imposible replicar clichos esfuerzos con una muestra de on< e países a lo largo de un siglo. No obstante, para responder la pregunta de por qué han existido tan poeas guerras, necesitainos por lo menos revisar la perspectiva pro- lesional de los ejércitos respectivos, iExistió una proclividad bacia la guerra que fue frustrada por la falta de recursos? Por otro lado, dpodemos hablar de una aversión inherente al con- llicto entre Estados que marcó limites sobre la belicosidad de las autoridades civiles?, dqué pensaban los militares acerca de la posibilidad de guerra entre Estados en el continente?

Para responder a esta última pregunta, se han revisado los con- lenidos de las publicaciones militares importantes de los países pertinentes. Estas publicaciones usualmente sirven como pla­taformas profesionales para oficiales jóvenes prometedores al igual que como púlpitos de intimidación para el personal reti­rado. Puesto que estas publicaciones son documentos públicos, no revelarán la vida secreta de los militares pero sí sirven como un indicador aproximado dei espíritu de la institución. Así, la información publicada sirve para responder dos preguntas adi- cionales: iqué temas discute?, cqué enemigos le preocupan?

Dado el tamano de la muestra potencial, me limito a un aná- lisis de los títulos de los artículos. Se identifico un número importante de títulos o sumários de diez de once países. En el caso de Brasil, se pudieron localizar 6.952 títulos correspon- dientes a un periodo casi ininterrumpido desde 1882 hasta 1996 y se analizó dicho grupo de forma separada. Los títulos de los nueve países restantes totalizaron 16.139 registros en una variedad de periodos que iban desde la última parte dei siglo X IX hasta la actualidad66.

05 Potash, The Army and Politics in Argentina, 1928-1945’, The Army and Politics in Argentina, 1945-1962 ; Nunn, The Time of the Generals; Yesterday’s Soldiers; Sle- pan, The Military in Politics.Para un uso más cxliaustivo de fuentes similares y una análisis más delalla- do de las ideologias d r los ojérritos contemporâneos, ver Nunn, The Time of the Generals. Mi muesli a indiiye: HevisUi del Círculo Militar (Argentina), Rniisla

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Varias tendências son dignas de mención. lYimero, no pa­rece que los militares respectivos le presten gran atención a las guerras entre Estados. De los más de 2.500 artículos en la Revista dei Círculo Militar argentina revisados, podemos considerar que solo 2 tratan el análisis estratégico de una futura guerra entre Estados. De los nueve países exam ina­dos, Chile tuvo el número más alto, con 4 artículos de 2.790 estudiados. El patrón es consistente y muy similar entre los países y en el tiempo. Al hablar entre sí por interm édio de estas publicaciones, los militares disfrutan enfatizar en as­pectos técnicos, por ejem plo, balística y maquinaria, entre otros; problemas organizacionales, por ejem plo, cómo en- trenar oficiales no comisionados y planes de pensión, entre otros; reconstrucciones históricas, por ejem plo, triunfos de San Martin; y ejercicios académicos, por ejemplo, reflexio­nes sobre Napoleón.

A comienzos de la parte final de la década de 1950 e inicios de la de 1960, observamos la aparición de discusiones de temas internos —-economia— y, especialmente, preocupa- ciones en torno a la “seguridad nacional” y a la amenaza dei comunismo global (ver figura 2.11a). Un tema que casi no se trata es el relacionado con las discusiones estratégicas explícitas acerca de la región y las posibles batallas entre países vecinos67.

Armas y Servidos dei Ejérdto (Chile), Ejérdto y Fuerza Aérea Mexicana (México), Revista de las Fuerzas Armadas (Venezuela), Gaceta Académica de la Academia Bo­liviana de Historia Militar (Bolivia), Revista dei Ejérdto (Colombia), Revista de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas (Ecuador), Revista Militar de las Fuerzas Armadas de la Nación (Paraguay), Gaceta Military Naval (Uruguay), Revista do Exército Bra­sileiro, Revista Militar, Boletim Mensal do Estado Maior do Exército, Nação Armada, Revista do Clube Militar (Brasil). El material disponible para Perú era limitado, pero provino de la Revista Militar del Perú.Este hecho no contradice necesariamente el trabajo de Kelly y Child, en Geo­politics of the Southern Cone and Antarctica, que evidencia una gran cantidad de pensamiento geopolitico en el continente. Este hecho puede suceder, pero parece tomar una forma muy abstracta y no incluir el planeamiento estratégi­co de “rango medio”.

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Figura 2.1 la Contenido de diários militares seleccionados. Fuente: Miguel Ángel Centeuo

Un análisis brasileno más historicamente detallado brinda ima progresión interesante (ver figura 2.1 lb). A finales de los siglos X IX y X X los diários militares hacen hincapié en asuntos prác- licos, por ejemplo, preocupaciones organizacionales y técnicas. Son relativamente comunes los fragmentos históricos. La geopo- lítica se vuelve un asunto generalizado a comienzos de la década de 1930, y seguiría siendo un componente de la tradición inic- lectual militar de Brasil. Aún más interesante, al comienzo de la década de 1940 el ejército brasileno y sus contrapartes continen- tales, enfatizan sus papeies internos, por ejemplo, el desarrollo económico y la defensa de la “identidad nacional”. La amenaza a la seguridad nacional, un término con implicaciones inquie- tantes cada vez mayores en la década de 1960, se consideraba de carácter interno. Este punto es crítico: el enemigo estaba en el interior. Podríamos decir que tal perspectiva condujo incluso a una mayor violência y derramamiento de sangre que si los mi­litares se hubiesen concentrado en su misión internacional08. Kl vínculo entre un enfoque en torno a la amenaza internacional y a la existência de una paz externa es tentador y se podrían discutir ordenes causales que tluyeran en ambas direcciones.

Así el argumento pai u c l ingrexo rspaíiol a la OTAN en un momento crítico de­la democrali/ac ion <lr dic lio pais.

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■ Revista do Exercito Brasilcriro ( I 8 8 2 - 188!))

■ Revista M ilitar (1899 - 1908)

I Boletim M ensual de Estado - M aior do Exercito 1911-1923

I N acao A rm ado (Noviem bre 1939, m arzo 1947)

• Revista do Clube M ilitar (Noviem bre 1 9 4 0 ,1 9 4 2 , 1949, 1968 - 1996

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Figura 2.11b. Contenido de diários militares brasilenos.Fuente: Miguel Ángel Centeno

Con esto no se busca discutir que las consideraciones militares estándares nunca desempenan un papel importante en las dis- cusiones internas, que cada ejército no ha preparado planes de contingência para diversos escenarios ni que los militares no han considerado con extremo detalle las necesidades logísticas de estas operaciones, aunque sí han existido tensiones en estos aspectos. En la década de 1970 las relaciones estaban particu­larmente tensas entre varias fronteras. Perón pensó en la posi- bilidad de guerra con Brasil69, mientras que Bolivia con Hugo Banzer, Chile con Augusto Pinochet y Perú con Juan Velasco hicieron resonar sus sables entre sí. Es así que durante este pe­ríodo la Revista Militar y Naval chilena publico artículos agresi- vos sobre posibles conflictos con vecinos dei oriente y dei norte.

No obstante, es importante anotar que dichas situaciones ten- dieron a ser excepciones y que el conflicto entre Estados no for mó parte dei discurso70 profesional normal. Una discusión abierta, incluso académica, de esta contingência no es una

69 Foreign Broadcast Information Service, LAT-96-Z07.70 González, en “The Longer Peace in South America, 1935-1995”, incluso cues-

tionaría el alcance dei interés militar en combatir entre sí.

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parle aœplada <lrl dulogo público. Comparémosla eon cl de­bate mucho nuis franco de los ejércitos de ia Organi/aeión del Tratado Atlântico-Norte (OTAN) en torno a la posibilidacl de un conflicto con la Union Soviética y posibles estrategias para enfrentar la amenaza, o el de nuevo reconsiderado “secrelo abierto” de la planeación de la próxima guerra franco-alema- na después de 187071 72.

Diversos países expresan sus intereses estratégicos en estas re­vistas, pero casi nunca se admite la posibilidad de la guerra71*. Por ejemplo, los diários militares más importantes de Argenti­na fueron, son y probablemente se mantendrân con el ténia de las Malvinas. También despliegan artículos sobre “Los hielos continentales” o el frente glaciar entre su pais y Chile. Otros tratan problemas similares con el canal de Beagle. Sus con- trapartes chilenas estuvieron menos centradas en la Ironlera argentina que en la posibilidad de una “subversion” generali­zada; no obstante, en los últimos anos se le ha prestado mucha mayor atención a los reclamos de protección de la Antártida.

Los peruanos discuten las consecuencias históricas de las gue­rras contra Ecuador y Chile. Dadas las continuas tensiones territoriales, los peruanos quizá tienen la tradición más clesa- rrollada de reconocer explícitamente a sus posibles enemigos y discuten las estrategias pertinentes. Ecuador se centra en sus reclamos de los territórios amazônicos y en el miedo a l’erii. Los uruguayos expresan algún temor de ser aplastaclos por dos gigantes en sus ffonteras. Los brasilenos formulae trata­dos avanzados sobre la geopolitica del continente. El ejército brasileno, solo entre sus vecinos, posee una tradición intelec­tual de discutir la posible expansion territorial, que se origina

71 Hago dicha comparación sobre la base de mi familiaridad con diclias publica ciones y conversaciones con historiadores militares de dichos países.

72 Sin duda, existen excepciones. Por ejemplo, Chile le ofreció a los ingleses instalaciones de comunicación durante la guerra de las Malvinas y brasil, de manera explícita, alii mó su comproiniso con la estabilidad política on Para­guay y su volnniail de inlet vcnii parti preservaria.

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en las animosidades coloniales de Espana y Portugal7'. Sin em­bargo, estos ejércitos no se caracterizan por una proclividad intelectual hacia la guerra.

Pareciera que la guerra no se considera una opción viable y obvia en el análisis estratégico. De nuevo, este hecho no niega que los militares se interesan por sus vecinos y buscan proteger las fronteras. Walter Litüe informa sobre varias preocupaciones militares en torno a las fronteras y las regiones fronterizas en la década de 198074. Sin embargo, ninguna de estas preocupacio­nes, con excepción dei conflicto entre Perú y Ecuador, finalizo en guerra. Este panorama concuerda con la imagen brindada por medio de otras fuentes militares. Una reciente publicación de moda dei Ministério de Defensa chileno enumera la siguien- te lista de “objetivos de defensa nacional”75:

• Conservar la independencia y soberania dei país.• Mantener la integridad dei território chileno.• Contribuir a la preservación dei orden institucional y dei

Estado de derecho.• Conservar y promover la identidad histórica y cultural.• Crear las condiciones de seguridad externa necesarias para

el bienestar de la nación.

• Contribuir al desarrollo dei poder nacional (ese que sopor- ta la capacidad de la nación para expresar su voluntad).

• Fortalecer el compromiso ciudadano con la defensa.• Apoyar la posición internacional de Chile.• Coadyuvar al mantenimiento y fomento de la seguridad y

paz internacional de conformidad con el interés nacional.

Dos aspectos de esta lista son dignos de mención: primero, el papel clave que desempenan los aspectos internos en la defi-

73

74

7 5

Kelly, Checkerboards and Shatterbelts, 53-54, 84-134.Little, “International Conflict in Latin America”, 598 No. 22. Ministério de Defensa, Libro de la Defensa Nacional, 29.

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nición del papel dr las l iirr/as Armadas; segundo, la ausên­cia de sentimienios belicosos. Kste aspecto está aún más claro rn una sección dedicada a la guerra y a la crisis en la que la discusión se mantiene sobre una base puramente abstracla, sin indicios de dónde se pudiera o pueda originar una fuente de poder externa. La sección dedicada al resto dei continente liace hincapié en un sistema de “confianza mutua” por medio del cual las naciones han institucionalizado un proceso dise- ítado para disminuir las amenazas percibidas. Con respecto a los países vecinos, el documento enfatiza en la postura defen­siva de Chile y la importância de los pasos recientes hacia la integración. Incluso cuando se refiere a las zonas de iron te ra con un alto potencial económico, pero con una densidad poblacional baja, el énfasis está en el desarrollo económico po­tencial e incluso en la integración pacífica de las poblaciones inmigrantes y no en la construcción de una pared militar71’. Kste énfasis en la “conquista interna” de las zonas periféricas revisa las discusiones geográficas en el continente al igual que las preocupaciones con las “fronteras internas”.

l)e nuevo, la mente militar profesional aparentemente no be­licosa es un aspecto importante, de hecho, vital en la explica- ción de la paz prolongada. La guerra no figuraba en el memi estratégico. No fue una de las primeras opciones discutidas. Incluso pudo haber sido difícil imaginaria como un resultado de las políticas y dicha imposibilidad conceptual puede ir más allá al explicar la paz prolongada* 77.

711 Ministério de Defensa, Libro de la Defensa Nacional, 116.77 La lectura de militares expertos apoya el punto de vista militar de la situación.

De acuerdo con el Instituto de Estúdios Estratégicos Internacionales, “El prin­cipal reto que enfrentan las fuerzas de seguridad en el Caribe y Latinoamérica sigue siendo los grupos guerrilleros, pero con una agenda menos ideológica y más ligada al crimen organizado y al tráfico de drogas. Las disputas entre Estados son pocas y probablemente no provoquen más que escaramuzas en las fronteras e inmigración ilegal” (Instituto Internacional de Estúdios Estratégi­cos, sitio web http://www.isn.ethz.ch/iiss/mbio.htm). En una discusión sobre se­guridad en América durante una conferencia coauspiciada por el comandante en jefe dei Ejérrilo de El.. Illl. ,casi no se menciona el conflicto internacional

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Por otra parte, el punto central contemporâneo sobre las amenazas internas es una reflexión de un miedo histórico que afirma que la amenaza real a la seguridad yace en el interior de sus propias fronteras. Al igual que han senalado muchos otros, el ejército latinoamericano siempre se ha considerado a sí mismo cualificado y necesario para defender la esencia dei Estado-nación de cualquier amenaza, extranjera o interna* 78. La naturaleza real de dicha amenaza siempre ha sido ambigua y flexible, pero el papel dei ejército como una fuerza policial interna ha sido una constante.

Nacionalismo público

Los regímenes, democráticos o autoritários, necesitan algún elemento de apoyo antes de involucrarse en la guerra. Las actitudes populares pueden ser tan críticas e importantes como pueden ser las proclividades militares para establecer la probabilidad de conflicto. dEn qué medida han aprendido las poblaciones latinoamericanas a odiar a sus vecinos? dEn qué medida están preparadas para asesinarlos o morir en el intento? d Existe un reservorio de belicosidad público que los regímenes puedan aprovechar para lanzar acciones agresivas?

La primera fuente posible para un análisis sistémico de dichas actitudes serían las encuestas de opinión pública. Infortuna- damente, existe poca información acerca de cómo los ciuda- danos de cada país se sienten con respecto a los otros y no existe ningún instrumento que use el mismo método en diver­sas locaciones79. La ausência de dicha información sugeriría que los asuntos intracontinentales, amistosos o no, no cons- tituyen un factor significativo en la mayoría de las políticas

a pesar del tema constante del control interno (Mainwaring, “Security and Civil-Military Relations in the New World Disorder”).

78 Loveman y Davies, The Politics of Antipolitics; Stepan, Military in Politics; Nunn, Yesterday’s Soldiers; Potash, Army and Politics, 1945-1962.

79 Con base en el anâlisis de encuestas disponibles en Roper Archive y en publica- ciones como Polling the Nations.

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domésticas. Niiigmm |>ol>la< ion lalinoamericana enumcró un aspecto de la política ex lian jeia cuando se le preguntó que nombrara el problema más significativo que enfrentaban sus respectivos países“0. También puede ser igualmente un indicio de la ausência similar de preguntas en torno al nacionalismo o patriotismo. Una encuesta reciente le pidió a los encuesta- dos que nombraran un país que consideraran como el mejor amigo su nación. Si bien algunas respuestas comunes no sor- prendieron, sí lo hicieron las actitudes positivas hacia Estados Unidos. La ausência casi total de otros países latinoamericanos de la lista fue un aspecto aún más importante81. Al analizar las respuestas a las preguntas acerca de países latinoamerica­nos en particular, observamos que varias de las parejas hosti- les esperadas no parecían tener una gran carga de antipatia. Una pregunta similar en torno a los niveles de confianza como critérios para los aliados económicos revela el mismo patrón. Los encuestados en casi todos los países muestran sentimien- tos positivos de confianza en otros países latinoamericanos en asuntos económicos. Infortunadamente, no contamos con un conjunto paralelo de respuestas a las preguntas en torno a enemigos o desconfianza. Otro indicador de la opinión pú­blica es el rechazo dei continente hacia la carrera armamen- tista. En 1998 dos terceras partes de las personas encuestadas estuvieron en contra de la venta de armas de alta tecnologia por parte de Estados Unidos a cualquier país en Latinoamé- rica82. Si bien dicha evidencia no es un indicador perfecto, no senala ningún antagonismo popular marcado o jingoísmo; las excepciones se senalarán más adelante. La apatia mutua es el elemento que caracteriza los puntos de vista dei continente.

80

81

H'2

Encuesta efectuada por Wall Street Journal, resenada en Polling the Nations, No. 4698.Encuesta efectuada por Latinobarometer, resenada en Polling the Nations, No. 205.Encuesta efectuada por Wall Street Journal, resenada en Polling the Nations, No. 6220.

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Limites materiales

Al explicar la paz latinoamericana, necesitamos cuestionar la suposición de que todos los Estados tienen capacidad para la guerra. Singer y Small han explorado la importância de la “capacidad militar” y encontrado una fuerte correlación entre el poder político y económico y un comportamiento belico­so.108 La guerra necesita de competência organizacional básica y acceso a los recursos que solamente tienen ciertos Estados. Desde este punto de vista, Latinoamérica ha estado en paz debido a que los Estados en la región nunca desarrollaron la capacidad política de sostener guerras prolongadas. Sin Esta­dos, no hay guerras.

El grado de violência internacional que continúa dominando a Latinoamérica es una causa y un indicador de la relativa

IOH Singer y Snuill. Hrsnil lo Arms.

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incapacidad de dichos Estados para luchar entre sí. De nue- vo, algunos elementos aqui reflejan la definición de enemigo interno descrita anteriormente. No obstante, también sosten- dría que la búsqueda de una amenaza interna tenía que ver con la necesidad de los militares de definir una misión que pudieran manejar. Ya sea que hablemos de una guerra racista en Guatemala o de las desapariciones en Argentina, las de­mandas organizacionales y logísticas asignadas a los ejércitos pertinentes palidecerían en comparación con lo que se hu- biese necesitado para una guerra externa. Al enfrentarse con las restricciones materiales y la sospecha ya dirigida sobre la masa de la población, los militares definieron una misión con la que se sintieran cómodos y, de la misma manera, sintieran que podrían afrontar.

Puesto que los Estados tenían mucha menos capacidad militar en el siglo X IX , ícómo explicamos la frecuencia de la guerra durante dicho período? Lo que ha cambiado es la forma de la guerra. El tipo de conflicto internacional en el que se involu- craron los Estados durante la mayor parte dei siglo X IX no re­queria una gran sofisticación logística. Incluso las operaciones limitadas inmersas en las “grandes” guerras desde 1860 hasta 1880 gravaron fuertemente a los gobiernos correspondientes. Sin embargo, en el siglo X X las luchas internacionales limita­das se habían vuelto mucho más difíciles de manejar. Los costos de “inicio” de la guerra han aumentado considerablemente, mientras que la capacidad de dichos Estados de realizarias no lo ha hecho. Dicha perspectiva ayuda a explicar por qué Pa- raguay y Bolivia, los dos países más pobres dei continente, libraron la guerra más larga dei siglo X X. En muchas formas, la guerra dei Chaco se libró como una lucha dei siglo X IX y no incluyó la costosa y complicada maquinaria de la guerra moderna. El otro conflicto importante entre Perú y Ecuador se ha librado con equipo moderno. No obstante, una de sus consecuencias es que las disputas actuales han sido extrema­damente cortas, en parte, debido a que las capacidades milita­res de los beligerantes se acabaron rápidamente.

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Pago por la guerra

Podríamos empezar con una medida aproximada de la ca- pacidad dei Kslado para involucrarse en la guerra, tema discutido en el capítulo anterior. A pesar de la reputación de los Estados latinoamericanos de ser dominantes con respecto a los sistemas económicos, no han gravado a sus poblaciones en niveles cercanos a aquellos de Europa Occi­dental y Estados Unidos. Si consideramos que Ia capacidad para gravar es también representativa de la capacidad de un Estado para penetrar e im poner su voluntad sobre la so- ciedad, la posibilidad de que un Estado latinoamericano sca capaz de im poner medidas draconianas es bastante limitada (ver capítulo 3). Los ejemplos contemporâneos de guerra entre Estados, como el caso de la guerra de las Malvinas y cl conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú, senalan que este es aún el caso.

Puesto que tienen un acceso limitado a las rentas fiscales, los países latinoamericanos pueden gastar mucho menos en la creación dei tipo de aparato militar necesario para la guerra contemporânea. Sin duda, en comparación con otras regiones, los países latinoamericanos han gastado cantidades bastante menores en todo aspecto. Expresar los presupuestos en forma de porcentajes dei produeto interno bruto (PIB) o gastos dei Gobierno central (GGC) sirve para controlar las grandes dife­rencias en recursos disponibles en población o capital. La pro- pensión a asignar dineros a los militares es relativamente haja en Latinoamérica incluso si controláramos la disponibilidad de recursos. El abismo entre el continente y otras regiones globa- les es más extremo cuando se examina en cantidades totales o sobre una base per cápita. En este caso las combinaciones de economias más pequenas y menores preocupaciones militares producen presupuestos militares relativamente minúsculos (ver figura 2.12).

El patrón durante los últimos veinte anos muestra una es- tabilidad importante en términos de la importância relativa

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de los militares109. Observamos algunas llucUiaciones en los presupuestos militares como un porcentaje de los gastos dei Gobierno; no obstante, son extremadamente sensibles a los regímenes de las políticas que aumentan o disminuyen el gas­to público total. El cambio más grande parece ser el descen­so dei gasto militar total en los últimos anos, con un ascenso ominoso a mediados de la década de 1990 (ver figura 2.13). Si bien es difícil medir exactamente la correlación entre la for­ma dei régimen y el gasto militar (no obstante, los gobiernos militares parecen favorecer a sus propios sectores), hemos ob­servado un aparente descenso en la atención relativa puesta a los militares después de la ola democrática de la década de 1980110. Argentina puede ser el caso más extremo, con un 30% de descenso en gastos durante la década, e incluso una reduc- ción más drástica en el número de soldados, fijado en el 60%. Incluso cuando los civiles han sido constrenidos por un “veto” militar institucional como en Chile, el gasto parece haber dis- minuido durante la década de 1990 como un porcentaje de PIB y dei presupuesto gubernamental, a pesar de su aumento en términos absolutos111.

Existe alguna lógica en torno a la distribución geográfica de los gastos de defensa. El Cono Sur, que ha padecido las riva­lidades geopolíticas más intensas, ha gastado más dinero en sus ejércitos respectivos, al menos como un porcentaje de su rendimiento económico absoluto (ver figura 2.14)

109 Se presentó un aumento significativo en las décadas de 1960 y 1970 junto con un creciente énfasis en armas de alta tecnologia y en la creación de industrias de fabricación de armamento en el Cono Sur (Little, International Conflict in Latin America, 598).

110 Ver Looney y Fredericksen, The Effect of Declining Military Influence on De­fense Budgets in Latin America, para un análisis de la discrepância geográfica e histórica.Ministério de Defensa, Libro de la Defensa Nacional de Chile, 194-96.ui

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Figura 2.12 Capacidad militar comparativa

Fuente: Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo

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Figura 2.14 Capacidad militar nacional

Fuente:Instituto Internacional de Investigadón para Ia Paz de Estocolmo

Dado el tamano comparativamente pequeno de las econo­mias de los países analizados, la cantidad de dinero disponi- ble para las Fuerzas Armadas se ha mantenido drásticamente limitado. Dichos ejércitos gastan a menudo tres cuartas par­tes de su presupuesto en personal activo y pensionado, limi­tando aún más su capacidad de adquirir aparatos militares sofisticados112. Publicaciones como Ja n e ’s Annuals suministran una descripción detallada dei armamento y tecnologia dispo- nibles para los ejércitos latinoamericanos, sin duda, incapaces de luchar por períodos prolongados en ningún frente113. Dicho de manera sencilla, las guerras cuestan dinero y los ejércitos latinoamericanos no han tenido acceso a la masiva infusión de los recursos requeridos para equiparse, excepto para las luchas fronterizas más limitadas o labores policíacas (ver cuadro 2.3).

112 Dietz y Schmitt, “Militarization in Latin America”.113 Dicha situation se reconoció incluso en medio del reciente “temor de guerra”

entre observadores de la relaciones en Latinoamérica (Dietz y Schmitt, “Mili­tarization in Latin America”, 48).

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Argentina 36 460 41 6 4 100 6Bolivia 25 36 18 0 0 22 (1Brasil 195 394 72 5 7 85 0

Chile 52 200 54 4 4 67 0

Colombia 121 12 0 0 4 27 0

Ecuador 50 153 54 0 2 37 31’erú 85 410 59 1 8 67 19

Venezuela 34 261 20 0 2 62 0

Fuente: Jane’s Information Group, Jane’s Sentinel, South America (1996).

Las fuerzas disponibles para usar dicho equipo presenlan una situación paralela. Como se discutirá en el capítulo f>, Latinoam érica ha empleado tradicionalmente un porcenta- je mucho m enor de su población en sus ejércitos. Incluso Chile en la década de 1980, con sus fuerzas armadas go­zando dei apoyo total dei Gobierno, con un adversário his­toricam ente significativo (Perú) y con una larga tradición de proezas militares, contó con un ejército de solamente 57.000 hombres, dificilmente suficiente para montar siquicra una defensa limitada dei território nacional. Sin impor­tar la sofisticación dei equipo, la guerra requiere hombres (la especificidad de género es particularmente importante para Latinoam érica) que se puedan mover dentro y tomar un território. Los ejércitos latinoamericanos simplemente no tienen los recursos humanos para cumplir incluso las misiones más básicas. Quizá de igual importância, pequenas partes de la población, relativamente hablando, han esta­do expuestas a la cultura marcial y, en consecuencia, pue- de existir m enor apoyo inherente para dichas aventuras. En términos de personal y estructura, existe de nuevo una concentración geográfica de los recursos. Brasil, sin duda, cuenta con las fuerzas armadas más grandes, pero dada la diferencia en taniano, parece haber dedicado relativamen­te poca atención al crecim iento militar. Argentina, Chile y

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Perú parecen tener la capacidad militar más desarrollada, hecho que puede ser explicado por la participación militar en la historia reciente o por las tensiones geopolíticas entre dichos países y sus vecinos.

El hallazgo más importante en este caso es que estas relativa­mente pequenas cantidades de recursos se traducen en capaci­dad militar fuertemente constrenida114. Incluso para los países con los ejércitos más desarrollados, los números y cantidad de material dificultarían una guerra prolongada, si no imposible. La composición de la estructura militar sugiere que tiende a ser menos que un Estado clásico con rangos operativos fuerte­mente limitados. Por ejemplo, sin excepción, las fuerzas nava- les están disenadas para proteger la costa115. Además, con unas pocas excepciones, ningún país podría costear el desgaste ca­racterístico que uno esperaria de una batalla naval o aérea.

Sin embargo, dicha situación puede estar cambiando. Si bien la región permanece como uno de los mercados de armas más pequenos, el gastó aumento en 1996 a 1.600 millones de dó­lares, su nivel más alto desde 1991116. Mediante un desarrollo comercial importante, las políticas de venta de armas en Es­tados Unidos han cambiado, lo que le permite a las compa­rtias estadounidenses vender importantes sistemas de armas convencionales a la región. Otros competidores también están ingresando al mercado. Por ejemplo, Perú y Colombia han solicitado naves de combate y helicópteros a Bielorrusia y Ru- sia117. Las presiones por utilizar a los ejércitos en nuevas tareas como la lucha contra las drogas pueden acarrear el efecto no esperado de crear una carrera armamentista, por ejemplo, entre un Chile alarmado por el crecimiento de sus vecinos

114 Jan e’s Information Group, ja n e ’s Sentinel, South America 1998.115 Kelly, Checkerboards and Shatterbelts, 29.116 Ver la discusión sobre la política de EE. UU. en The New York Times, julio 21,

1996, 3.117 Instituto Internacional de Estúdios Estratégicos, sitio web http://www.isn.ethz.

ch/iiss/mblO.htm.

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y un Peru fi11;in< i;ul<> en parle por el dinero de la Agenc ia Norteamerieana de laïc lia contra las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). LJn aumento significativo en la capaciclad lo­gística e institucional de los militares sin la presencia de una delineación clara de una misiôn podria generar una necesi- dad funcional de definir los conflictos potenciales fuera de las Ironteras y retar a la prolongada paz. La gran preoctipaciôn que han expresado los vecinos continentales acerca del Plan Colombia es digna de mención.