Lynch_Teorizando La Practica

6
Teorizando la práctica Turner toma como objetivo la “teoría social de las prácticas” que impregna las líneas más auto conscientes epistemológicamente de la teoría social, los estudios culturales y de la ciencia. Su crítica aplica a una familia completa de conceptos explicatorios, incluyendo modismos tan actualmente populares como “conocimiento tácito”, “comprensiones comunes”, “prácticas culturales” o “epistémicas”, “conocimiento local”, paradigma” y “formas de vida”. Estos modismos parecen denotar instancias incorporadas (o contextualmente ubicadas) de discurso y acción, pero también implican confluencias de espíritu i dadas por sentado e incluso inconscientes entre los miembros de una comunidad. “En cada uno de estos casos la idea de una posesión tacita común, algo que en sí mismo no es un texto, un hecho ni un evento –un “objeto colectivo escondido” compartido por un cierto conjunto de personas- parece ser una hipótesis plausible. La plausibilidad depende de su analogía con objetos “públicos”, como creencias, hechos o textos articulados. Los términos de este tipo de posesión colectiva no publica, tal como conocimiento tácito, depende directamente de estas analogías. Las cosas no públicas tienen efectos o poderes causales semejantes a los de las cosas que son explícitas y públicas”. Considerados de esta manera, las prácticas y también los discursos son públicos, localmente organizados y a un así difusamente culturales e ideológicos. Requiere una intuición analítica discernir tales prácticas porque, de acuerdo a esta concepción, tienden a estar escondidos, negados y desorganizados para sus agentes próximos. Turner no objeta los usos más tangibles y descriptivos de “practica” y sus cognados. Lo que le molesta es la manera en que los teóricos sociales tienden a extender el concepto para cubrir maneras de actuar y pensar que no se basan en acuerdos explícitos. i Confluences of mind

description

Teoría social

Transcript of Lynch_Teorizando La Practica

Page 1: Lynch_Teorizando La Practica

Teorizando la práctica

Turner toma como objetivo la “teoría social de las prácticas” que impregna las líneas más auto conscientes epistemológicamente de la teoría social, los estudios culturales y de la ciencia. Su crítica aplica a una familia completa de conceptos explicatorios, incluyendo modismos tan actualmente populares como “conocimiento tácito”, “comprensiones comunes”, “prácticas culturales” o “epistémicas”, “conocimiento local”, paradigma” y “formas de vida”. Estos modismos parecen denotar instancias incorporadas (o contextualmente ubicadas) de discurso y acción, pero también implican confluencias de espíritui dadas por sentado e incluso inconscientes entre los miembros de una comunidad. “En cada uno de estos casos la idea de una posesión tacita común, algo que en sí mismo no es un texto, un hecho ni un evento –un “objeto colectivo escondido” compartido por un cierto conjunto de personas- parece ser una hipótesis plausible. La plausibilidad depende de su analogía con objetos “públicos”, como creencias, hechos o textos articulados. Los términos de este tipo de posesión colectiva no publica, tal como conocimiento tácito, depende directamente de estas analogías. Las cosas no públicas tienen efectos o poderes causales semejantes a los de las cosas que son explícitas y públicas”. Considerados de esta manera, las prácticas y también los discursos son públicos, localmente organizados y a un así difusamente culturales e ideológicos. Requiere una intuición analítica discernir tales prácticas porque, de acuerdo a esta concepción, tienden a estar escondidos, negados y desorganizados para sus agentes próximos. Turner no objeta los usos más tangibles y descriptivos de “practica” y sus cognados. Lo que le molesta es la manera en que los teóricos sociales tienden a extender el concepto para cubrir maneras de actuar y pensar que no se basan en acuerdos explícitos.

Dedica poco de su libro a la discusión acerca de los estudios sociales de la ciencia, pero sus críticas ciertamente aplican aquí también. Lo perturbador de su crítica es que no perdona a los constructivistas avant garde, analistas foucoltianos del discurso, etc.

Por momentos pareciera que él mismo contribuye a la turbiedad fundiendo diversas concepciones de prácticas con presupuestos cognitivos, cosmovisiones y marcos conceptuales. Creo que tal fusión es inevitable, dados sus interlocutores (Khun, Polanyi, Bourdieu, Hanson) que asimilaron acciones, instrumentos, teorías, conjuntos perceptivos y trasfondos de conocimiento encarnados dentro de marcos conceptuales holísticos. Como los escritores a quienes critica, no presta mucha atención a diferenciar las diversas concepciones ordinarias y teóricas acerca de practica, practicas, razonamiento practico y acción practica; ni intenta distinguirlos de esquemas, maneras de ver, maneras de dar-sentido y estilos de pensamiento. Talvez a los fines de la crítica pueda retenerse su concepto indiferenciado, de otro modo sería conveniente otra concepción más matizada de “práctica”. Por ejemplo, se puede considerar la diferencia entre practicar el derecho y practicar piano: en la primera hay un status impersonal respecto del practicante, de modo que su actuación “real” o “seria” no permite o comprende un “tiempo de descanso”. En otro

i Confluences of mind

Page 2: Lynch_Teorizando La Practica

sentido, práctica se suele asociar a hábito, aunque por lo general práctica refiere a destrezas socialmente acreditados, mientras hábitos suele tener una connotación negativa.

Tal como las entiendo, las críticas de Turner no deberían desalentarnos de usar el contraste familiar entre actividades “en teoría” y “en práctica”, ni deberían presentar problemas para el realismo pragmático promovido por varios estudios históricos y etnográficos. El aguijón se reserva para ambiciones más teóricas. LA crítica se afianza donde sea que una concepción de prácticas, incluso heterogéneas, se conecte con el lugar explicatorio que antes ocupaban agencias teleológicas y hoy mal vistas como razón, naturaleza, sentido moral y voluntad. La lección a sacar es que es fácil descartar la metafísica tradicional reemplazando un motor inmóvil por otro, pero no es tan fácil superar lo que Wittgenstein llamo el “ansia de generalidad” que tienta a filósofos y teóricos sociales a convertir conceptos vernáculos en agentes trascendentales.

Turner no dice que los criterios, reglas o habilidades explicitas dan cuenta completamente del modo en que una persona pude manejar una bici o replicar un protocolo experimental. Tampoco niega la importancia del cerebro como un órgano complejo. Sólo objeta las explicaciones del comportamiento humano que postulan conocimientos tácitos entre las líneas de los criterios, reglas o habilidades explicitas que habrían estado en primera instancia indeterminadamente. Polanyi da cuenta de cómo los formalismos no determinan o compelen a acciones, pero luego parece olvidarse de ello y habla de reglas y criterios “inarticulados”. La concepción de Polanyi talvez sea inadecuada para propósitos explicativos generales, pero ello no implica que sea irrelevante, porque también en controversias históricas acerca del conocimiento “artesanal” aparecen argumentos similares acerca de conocimiento y habilidades tácitas. Más allá de los usos políticos de estos argumentos, lo sorprendente de ellos es el modo en que iluminan una base no mentalista para el conocimiento “inarticulado”. Contra Polanyi, esta carencia de “articulación” del conocimiento relevante no es función de la inhabilidad de un individuo para articular un saber-hacer inconscientemente adquirido. Contra la concepción critica de Turner acerca de comprensiones colectivas “escondidas”, tal conocimiento no está ubicado en un oscuro espacio teóricamente postulado; más bien, está oculto de un modo sabido por grupos interesados .

En este punto, ambigüedades acerca del “conocimiento tácito” se vuelven destacadas. Cambrosio y Kneal identificaron algunas en una discusión crítica acerca de estudios etnográficos. Luego de notar la diversidad de usos de que es pasible el concepto “conocimiento tácito”, los autores notaron que la fuente primaria de los estudios etnográficos acerca del tema fueron los escritos y las conversaciones de los científicos estudiados. Pero lejos de los términos de Polanyi, el conocimiento tácito era discutido abiertamente por los científicos. Se trata de prácticas ad hoc que no están regidas por formalismos familiares; prácticas para tratar con las incertidumbres que sobrevienen en situaciones cotidianas. En la filosofía occidental moderna la distinción entre dominio público y privado remite a la dicotomía cartesiana entre dominio interior y exterior de experiencia; pero los sociólogos y etnógrafos encuentran un conjunto menos fijado de demarcaciones epistémicas. Dependiendo del caso, la “dimensión tacita” puede incluir

Page 3: Lynch_Teorizando La Practica

modos no escritos de instrucción, comunicaciones escritas y pictóricas no incorporadas a los registros de los laboratorios, protocolos y publicaciones standarts; cuestiones “inadmisibles” que son discutidas abiertamente en círculos de “insaders” pero no en público, juicios discrecionales acerca de cómo aplicar o suspender reglas relevantes en algún caso particular; finalmente, también conocimiento dado por sentado que lejos de ser “desconocido” es tan bien conocido que sólo es necesario discutirlo cuando los aprendices están siendo instruidos o corregidos. Ninguna de estas concepciones de “conocimiento tácito” implica el carácter de “escondido” que Turner crítica, aunque el ocultamiento, la disimulación y demás pueden presentar a los historiadores y etnógrafos dificultades prácticas severas.

Turner nos presenta un rígido dilema a aquellos que tenemos algún interés en las prácticas: o reiteramos concepciones explicitas de prácticas abiertas, sin decir entonces nada no familiar; o nos abstraemos de los casos abiertos para postular prácticas “tacitas” que de alguna manera rigen la manera en que las personas coordinan sus actividades. Esta última forma de explicación parece ofrecer conocimiento no obvio que suplementa o incluso contradice consideraciones de sentido común, pero que a fin de ser efectivo necesita anexarse a consideraciones ad hoc (y frecuentemente bastante inventivas) acerca de cómo las personas cuyas acciones son explicadas “desconocen” o permanecen “inconscientes” de las fuentes reales pero subyacentes de su comportamiento. Como Turner repetidamente enfatiza, aprovechando la tesis quineana de la su determinación, este es un juego que muchos pueden jugar. Parece haber pocas perspectivas de alcanzar alguna solución determinada acerca de lo que hay detrás o debajo de las actuaciones y entendimientos aparentes. La alternativa –el rechazo de cualquier noción de “hechos colectivos no públicos”- talvez parezca contraproducente al incentivo de estudiar las prácticas, porque cualquier cosa que podamos decir de ellas ya es obvio, en la superficie y sin nada oculto.

Tal como yo lo veo, aunque no se si Turner acordaría, el dilema sobreviene a partir de una demanda de algún tipo simple de explicación en el cual las “practicas” se presenten como causas o restricciones no obvias que dirigen o forman patrones específicos de conductas humanas. Tal fenómeno causal seria característico de un grupo o cultura, pero aun así seria instanciado dentro de situaciones particulares de acción. Si concluimos en que esta demanda está basada en una confusión, no necesitamos descartar concepciones alternativas de las prácticas y el conocimiento tacito que no mistifiquen estos fenómenos. Ni tampoco hay necesidad de sostener, como hacer Turner, que una concepción alternativa (“hábitos”) serviría igualmente bien –e incluso más- para satisfacer la demanda de explicación. Más bien, deberíamos preguntarnos por qué alguien imaginaria que tal concepto podría satisfacer aquella demanda.

Turner repetidamente usa expresiones como “cosa causal”, “objeto” y “cosa” para caracterizar la concepción de practica que critica. No siempre sus “traducciones” expositivas parecen apropiadas. También wittgenstenianos, fenomenólogos, etnometodólogos y pragmatistas rechazan la idea de que las “practicas” son algún tipo de “cosas” que ejercen una fuerza mecánica sobre el comportamiento humano, pero por alguna razón Turner apenas lo reconoce. En cambio, se enfoca selectivamente en expositores como

Page 4: Lynch_Teorizando La Practica

Kripke y Bloor que convierten a Wittgenstein en un teórico social, y se apodera de expresiones seleccionadas de Sakcs que parecen expresar asunciones cognitivistas que van contra el núcleo de sus investigaciones acerca de los procedimientos procedimentales. Es verdad que muchos autores renuncian explícitamente a programas explicativos “convencionales” para recurrir a alternativas anti fundacionistas, pero luego en el núcleo de su argumentación vuelven a las posturas analíticas similares a las anteriormente rechazadas. Pero enfocando en tales errores, nunca llega a la posibilidad de que las “prácticas” puedan ser otra cosa que “un hecho en el mundo causal” o una parte de una explicación teórica. Presenta un gran desafío a los esfuerzos contemporáneos de teorizar la práctica, finalmente provee muy pocas –si es que alguna- sugerencia acerca de cómo podríamos investigarlas.