LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de...

71

Transcript of LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de...

Page 1: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo
Page 2: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo
Page 3: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

LUNÁTICA

Y OTROS TEXTOS

Concurso Vivencias en Prosa

Organizadado por el programa radial periodístico-cultural

Vivencias que se emite por Radio Nacional 1130 AM, los lunes a

viernes de 15 a 17 hs.

Copyright © 2020

Editorial Vivencias

ISBN: 978-9915-9325-0-7

Montevideo, Uruguay

Page 4: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

Tabla de contenido Lunática .......................................................... 7

La boca del lobo ............................................. 9

Siempre vuelven… ........................................ 10

Malvin y los higos ......................................... 12

Eterno abril* .................................................. 14

Cita a ciegas .................................................. 18

Un palito de agua .......................................... 21

La olla ........................................................... 23

La peste de la distancia ................................. 24

Las gafas de mi abuelo .................................. 27

Montevideanos .............................................. 30

La cara oculta de la luna ............................... 33

Duende .......................................................... 35

Agua tierna .................................................... 37

El maestro ..................................................... 39

Monteador ..................................................... 40

De los elefantes y sus consecuencias ............ 44

Mudanza ........................................................ 48

El ómnibus .................................................... 50

Historias de espejos ...................................... 52

La llave .......................................................... 54

El puente de avignon .................................... 57

Page 5: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

Frankenstein nunca lloró .............................. 61

Bajo la lluvia ................................................. 63

Lo que no sabés ............................................ 66

La mudanza ................................................... 69

Page 6: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

Prólogo

El programa periodístico-cultural “VIVENCIAS” llamó a escritores nacionales o extranjeros radicados en el territorio uruguayo, a participar en el Primer Concurso de Objetos Literarios en Prosa.

El 2020 ha sido un año complicado, diferente, ha llegado para sacudirnos. En medio de la incertidumbre, desolación e interrogantes provocadas por la pandemia, desde el programa creímos que era el momento ideal para que nuestros escritores expresaran su sentir y dejaran plasmado a través de su pluma, sus inquietudes y deseos más profundos.

Nuestro más sincero agradecimiento al prestigioso jurado que nos ha acompañado, integrado por los escritores Nelson Guerra, Carmen Molinas Bonilla y Fernando Juanicó Peñalva. También agradecemos a Radio Nacional que nos brindó apoyo y soporte para la difusión de este certamen. Gracias a todos los escritores que nos han acompañado y han participado.

He aquí 26 obras seleccionadas por el jurado que serán las que conducirán estas páginas.

A todos desearles que a pesar de los inmensos desafíos de salud y económicos que nos ha planteado este duro año, no dejen de soñar, escribir y de expresarse. Quien escribe tiene siempre un motivo por el que seguir adelante.

Andrea Calvete

Page 7: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 7 ~

Lunática por Sylvia Martínez Coronel

Comulgar contigo siempre ha sido como hacer el amor con un pájaro herido/por eso lloro/por eso es imposible dejarte ir/por eso me dejo herir como un niño/cabalgo sobre la grupa de este silencio/entro en tu soledad y la miro de lejos/ella es intocable, ni tú la tocas/quizá, ni la sabes/caminas sin tocar el suelo, en punta de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo del cielo/Me gusta mirarte/mirarte es irme a otra parte/extasiarme, mujer silencio, lleno de gritos y palomas muertas/sé que tu figura lánguida un día estuvo poblada de peces/que en tu pecera sólo nadabas tú, y estabas muerta/sé que no te importa demasiado estar en este mundo/o en otro, o en cualquiera, o en ninguno/te han hecho, y has dejado que te hagan/estás ahí, llena de amor en la mirada/por eso te amo/voy y te ato el cordón de los zapatos mientras vuelas/no quiero que te caigas/sé que no me ves/pero en el fondo me lo agradeces/tu amor es un rompecabezas que hay que dejarlo como está/aún con piezas sueltas uno lo mira y enceguece/por eso me quedo a la vera de tu no materia/que no da sombra, pero me aclara/me hace cruzar la calle sin mirar si pasan autos/pero sigo vivo/no me importaría haberme muerto/si ese hubiera sido el precio por estar contigo/aunque sólo sea para atarte los zapatos/para que no tengas que detener el vuelo/aunque más no fuera, y eso lo es TODO/ver como el sol se opaca cuando danzas/sin peso en el cuerpo/y te agitas por las noches/cuando las pesadillas te atormentan/y te das vuelta y me abrazas/sólo por eso todo ha valido la pena/el revólver en mi sien/perderte en la playa/porque te confundes con la arena/te haces una con el agua/y debo andar con un caza mariposas/para hallarte y devolverte a casa/y me quedo en ti, nunca en ti/atado a ti, a tu perfume de nubes/lejano

Page 8: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 8 ~

y cercano/por si me haces falta, y siempre me la haces/para continuar vivo/latiendo en el hueco de tu mano/sin que lo sepas/latiéndote/hermana de mis ojos y mis dedos fugaces/que se pierden en tu pelo/mientras buscas un disfraz para ponerte/y no perderte cuando te miras al espejo/y no estoy a tu lado/para darlo vuelta/ y que veas tu reflejo en el azogue/dependes de mí como yo de ti/debo darte la comida en la boca/de a pequeños trocitos para que no te ahogues/masticas sin mirarme/haciendo como que no estoy ahí/que no te alimentas por mi mano/cuando te levantas/el viento se levanta contigo/y vas hacia las flores del frente a aspirar su polen/los lunes no duermes/y no duermo/nos quedamos viendo por la pared que rompiste a la luna redonda/tú te vas a ella y tomas de ella tu energía/yo miro como brillan tus talones gracias a su luz/a veces cabeceo porque siento sueño/pero vuelvo para no dejarte sola/sé que mi papel es protegerte del misterio de ti misma/el mismo puede devorarte/y qué sería de mí/de ahí en más cruzaría las calles con los ojos vendados/o haría que estallase de una vez por todas el revólver/que pusiste aquella noche cuidadosamente en mi mano y lo llevaste delicadamente a mi sien/y seguiste caminando como si nada/no sé si lo que querías era que me matase o quedarte sola/te echaste sobre la paja y te quedaste dormida/me fui dando un golpe a la puerta y aquella tarde estuve caminando ciego sin tus ojos/y debí volver/bailabas una danza primitiva con tu vestido blanco y cantabas/parecías feliz y había color en tu rostro/no te percataste de mi regreso/o hiciste como que no te percataras/fue un lunes/lo recuerdo/a la noche fue cuando rompiste la pared/y me llamaste/para que viera la luna contigo y suspiré/porque entendí que estabas feliz de que no me hubiera muerto/y que aquella danza era por mí/porque antes de llegar sabías que volvería/me dormí a tu lado/y me despertaron tus gritos/sentí como tus lágrimas mojaban mi pecho/me miraste de forma penetrante/y me dijiste que debía quedarme despierto/me senté/tomaste mi mano/y solo entonces, al sentir tu calor/supe del pacto/mi alma se llenó de sosiego/y cerré los ojos para respirarte.

Page 9: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 9 ~

La boca del lobo por Sylvia Bonilla Santibáñez

Como pude alcancé el picaporte, abrí la puerta y corrí. Me alejé de la casa sin darme vuelta. Sin campera ni celular. Sin un mango en el bolsillo. Me iba con el alma cascada y turbia.

Anduve un buen rato, me parece, esquivando charcos y baldosas rotas. La noche llegó temprano espantando a la tarde. De pronto, todo quedó en negro como la boca del lobo.

Cuando la humedad empezó a masticarme los labios, dejé que mis zapatos tomaran las decisiones. Ellos me llevaron lentamente de regreso a la casa.

Me deslicé más o menos camuflada en la boca del lobo y miré por la ventana. Entonces me vi en un rincón del comedor intentando esquivar otro golpe.

Dale, andate y no vuelvas, me digo descubriéndome afuera. Me tapo la cabeza con las manos justo a tiempo.

Page 10: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 10 ~

Siempre vuelven… por Anne Cardozo Viera

¿Por qué cuando veo un eucaliptus, me vienen a la memoria siempre los mismos? Son aquellos terruñeros, los de los abuelos, los de los padres, los nuestros.

Parecen los mismos, crecieron con todos. Son de aquella franja de frontera natural, que viene serpenteando de lejos, separando países, coronado por un monte chiquito y nidos de boyeros colgando, testigo de muchas historias, allá por el 1900.

Allí donde todos fueron felices, donde todos estaban vivos, en aquel lugar sereno y bravío, con tajamares y caminitos, con jardines y quintas, con historias…

Historias de contrabandistas, de tiroteos en la noche y pasadas al galope por el camino, en madrugadas oscuras y frías, caballos cargados con barriles de caña, uno más adelante para cuidar el camino. Me traen también las historias y comidas de abuelas, gustos y aromas. El pan casero, las torrejas con mucha canela, los pasteles hojaldrados, las tortas fritas “ruedas de carro” y ¡las broas!

Todas esas historias que fueron pasando de unos a otros, llegaban a los niños que escuchaban atentos, con asombro. Y la memoria se multiplica, fija, crece, brilla, no se olvida. Vive otra vez la infancia. La memoria es infinita, quiere, no quiere.Los mismos árboles, el mismo camino de tierras coloradas, las mismas piedras, la misma “cachoeira” encantada.

Andando por caminos y rutas, siempre los veo, erguidos y altos, trepando el cielo, veo también los hijos de la modernidad, los de la forestación.

Page 11: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 11 ~

Pero la memoria, siempre me va a traer aquellos otros, los que vuelven siempre, una y otra vez. Los pienso, los siento, los huelo. Aprieto una hojita y es aquel olor, que la memoria selectiva me trae.

¿De dónde se me incrustó este montón de recuerdos y nostalgias? ¿De dónde?

Page 12: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 12 ~

Malvin y los higos por Julio N. Caggiani

La higuera del fondo es aún muy pequeña. Pero tuve otra, en la casa donde nací, a la que me trepaba de chico y por la que lograba subir hasta la azotea.

Allá arriba podía elegir los mejores frutos; los más dulces, los más maduros y pasaba horas, sobre las fuertes ramas.

En ese tiempo no entendía cuál era el verdadero placer que sentía. Hoy, han pasado décadas y estoy convencido que aquello era libertad; la más pura y completa libertad.

Hoy no puedo salir; no debo. Por mí mismo y para cuidar a los demás. EL Covid-19 nos está pidiendo esa empatía, poco entendida.

Entonces, como ejercicio, camino por el amplio fondo de mi casa; respiro hondo, cuento pasos, calculo distancias, tomo tiempos.

Uno de los mojones que me ayudan a pautar mi recorrido, es la higuera. Cuando paso por ella regreso a los higos catalanes en las alturas, a mi entrañable Malvín, barrio de tantas aventuras.

-¡Papá!-¡dame plata, que viene el manicero!

-Tomá- y decile que no te dé todo cáscaras, porque viene comiendo y las tira para la misma bolsa del maní.

Hoy, mis padres discutieron. Parece que compraron una damajuana de vino el lunes, y casi se había terminado. Y papá le dijo que él sólo tomaba al mediodía y con la cena. Después hablaron con la señora que ayuda en casa. Ella lloró y dijo que, de vez en cuando, algún traguito tomaba.

Page 13: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 13 ~

Estoy esperando la tardecita, para tratar de atajar el diario, que hecho un paquete, el diarero tira hacia el patio, desde su bicicleta en marcha.

Mientras tanto, doy unas vueltas por el jardín, en mi flamante auto de bomberos, a pedal, fastidiando a Jazmín con la campana.

Los domingos de mañana, Don René sale en su flamante Fordson, a dar una vuelta con su esposa y me invita:

-¡Pero preguntale a tus padres!

Después los deberes para la escuela y dejar los cuadernos y demás útiles dentro del portafolios.

Si tenemos visitas, seguro se arma lotería de cartones.

Ayer mis padres se quedaron hasta tarde y me dio sueño, así que tocó baño y a la cama.

-¡Papá!- ¡Dice mamá que está el mate pronto y hace horas que estás caminando por el terreno!

Page 14: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 14 ~

Eterno abril* por José Lissidini Sánchez

Nos recuerdo de noche y en la playa. Imposible pensarnos distinto. Un lugar donde amar en silencio. Noches de arena, mar y estrellas a modo de cómplices testigos. De sexo intenso, desesperado, como para recuperar tiempo perdido. Loca libertad de casados durante veinte años, dos reyes haciendo de esclavos, dos infelices responsables, acostumbrados a cumplir con sus obligaciones “porque así debe de ser cuando estas casado”, que descubrieron el amor, en medio de la muerte silenciosa de sus matrimonios en ruinas. Juntos, nos revelábamos un mundo dulce, delicado, viviente, un lugar diferente y distante, ajeno a todos los males, cada vez que tomados de la mano, recorríamos la costa y los puentecitos de madera de Punta del Este, hasta que dábamos con el lugar ideal para esa noche de encuentro. Su cabeza en mi hombro, el cabello de fuego incendiando abundante mi pecho, sus brazos rodeando mi brazo izquierdo, su pollera muy blanca, sus pies desnudos sobre los míos, así parecíamos uno solo ante la inmensidad. “Dos almas que en el mundo, había unido Dios”, como dice el bolero. En esas horas, éramos los soberanos de nuestros cuerpos entrelazados, amándose furiosamente, felices y auténticos corazones que palpitaban, sintiendo el amor, al fin como en realidad es. Amor, esa palabra que creíamos entender en el desastre de nuestra existencia, nunca la habíamos conocido tan real, tan bella, tan significante, tan magnífica, tan magnánima y restauradora, hasta ese momento. Aprendí a conocer su cuerpo con mis manos, en toda su preciosa extensión, con mi vientre su vientre y con mis piernas sus piernas. Su lengua que con desesperación parecía querer arrancar la mía, hasta alcanzar el dolor, sus dientes en mi mentón, sus uñas hundiéndose en mi

Page 15: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 15 ~

pecho, tanto que me hacían lagrimear, sus ronroneos y el casi llanto de plenitud, nada importaba, porque estaba con ella, porque mi Paraíso era ella. La abracé tanto, la disfruté tanto, me entregué tanto cada segundo que la tuve, la injerté bien dentro de mí. Hubiéramos confesado, que nos pertenecíamos el uno al otro y que no necesitábamos de nada más. Nos contábamos nuestros sueños, nuestros secretos y también varias reveladoras y angustiantes verdades. Y entonces, sobrevino aquel domingo fatídico, de calle sin sol, vestido de tristeza y zinc, casi al finalizar al mediodía mi programa de radio, esa vieja radio frente a la plaza. Fue sencillo y perturbador.

- Yenia está internada desde anoche.

Cuando me dijeron de qué se trataba su enfermedad, todo comenzó a desmoronarse lentamente. No quería ir a la empresa, el trabajo era una rutina que me hacía pensar en ella. Me parecía que al abrirse cualquier puerta, en esas siete horas y cuarto de oficina en que solíamos trabajar juntos. la vería aparecer impetuosa, vital, arrolladora, hablando alto, contando historias de aquella, aquel o los otros, y riendo con esa carcajada que reconocería entre un millón.

Quince días sin verla, sin escucharla, sin poder acercarme a ella, sin un mensaje de texto, pues su familia la rodeaba, cuando sobrevino inesperada la llamada y, me conmociono su voz.

- José. Te ruego. No te quedes solo. Busca a otra. Yenia ya no es la misma. La que conociste ya no existe, esta tiene veinte años más.

Ambos teníamos cuarenta y nueve, en el 2010. Ambos nacidos en abril, del mismo año, apenas con nueve días de diferencia. Yo Aries, ella Tauro. Sabía muy bien que al decirme aquello, su dolor era intenso y ella entendía, que mi mayor dolor seria perderla. Obviamente, intenté pretextar.

- Nunca has entendido, que yo amo a Yenia por Yenia. Gorda o flaca, sana o enferma, en el infierno de su ira o en el paraíso de su

Page 16: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 16 ~

risa. Nunca comprenderás, que amores hay muchos, pero el gran amor... es único.

- ... Aaaaaaah…Mi amor. Quiero que sepas, que tengas bien claro, que contigo fui feliz, que me hiciste feliz. Ahora, si es cierto que me amas,te voy a pedir que no llames, mandes mensajes o vengas. En el Sanatorio no estoy sola. Él, se ha instalado aquí. No sé para qué, porque pasa sentado, viendo la tele y a la noche se va. Tengo en mi mano, el rosario de pétalos de rosa que me mandaste con Elena. Pero…ya está.

Luego de cortar, no me quedó más que comprender, que había escuchado a la muerte canturreando su triste melodía, sin una pizca de arte, que se apagaría conjuntamente con su vida, algunos días más tarde.

Fue el último deseo, que esparcieran sus cenizas en las aguas de la costa que tanto amaba. Al menos puedo visitarla cada vez que voy, y me paso de La Floresta a Parque del Plata. Puedo pensarla una y otra vez. Hasta hay días, en los cuales el rio me trae una brisa que corre por mi rostro y, me sabe a ella. Entonces, mi llanto es acallado por unos brazos llenos de ternura. Una mirada al cielo, me descubre en orfandad pero enamorado. El gran amor. La gran desilusión, que ni siquiera estalla en furia. Solo existe la verdad, del afuera y el adentro que sufren. En ese momento, horizonte, mar y cielo se abrazan y en la playa se duermen. La playa monótona, donde ya no se dibujan cuerpos, pero donde abril ha quedado eternamente grabado.

El tiempo se me ha vuelto enorme, la soledad se instala en mis madrugadas insomnes. Cuando se escapa de mis manos, al intentar atraparla en los sueños, me siento frente al teléfono, aguardando escuchar su voz tramando encuentros, proponiendo la cita. La busco sin encontrarla en las noches de abril, quedando el beso abatido, desprovisto de esperanza. Desde que se fue lejos, volviéndose parte de las sombras y el silencio, el amor para mí es como morir cada día mil veces…, hasta que vuelva a encontrarla,

Page 17: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 17 ~

en una de las playas de Punta del Este, con su melena roja y su pollera blanca.

(*) “A 10 años. En Memoria de Yenia”

Page 18: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 18 ~

Cita a ciegas por Javier Zeballos

Llegó puntual, golpeó la puerta con los tres toques convenidos y se anudó fuerte la venda sobre los ojos. Escuchó unos pasos lentos y pudo imaginar el mismo gesto apretando el nudo al otro lado. Sintió crujir la cerradura mientras la llave giraba y oyó como la puerta se abría haciendo sonar apenas las bisagras.

Hola, le dijo ella. Sintió que su voz quedaba reverberando en el aire antes de responder con un galante y estudiado, buenas noches.

En la oscuridad casi pudo adivinar su silueta, el aura de su cuerpo y sintió una vibración que, intuyó, era compartida.

Déjame que te guíe, le dijo, mientras le tomaba la mano y lo conducía adentro. Él confirmó la seguridad de sus pasos y se dejó llevar. Chocó con el sillón y cuando ella lo invitó a sentarse, calculó mal y se desplomó a destiempo. Le dio vergüenza pero rieron juntos.

Tranquilo, son las reglas del juego, le susurró, y se quedaron sentados en silencio. La casa olía a incienso y podía percibir el aroma de su perfume. Lo embriagaban las fragancias cuando tuvo la sensación de que para ella no había secretos.

Las respiraciones se fueron calmando hasta que ambos percibieron que inhalaban y exhalaban al mismo tiempo. Los latidos marcaban el ritmo.

¿Leíste mi último mail? preguntó ella. Sí, respondió. ¿Estás de acuerdo? Él volvió a repetir un sí seguro pero tierno. Las manos se buscaron a tientas hasta que se encontraron y una descarga de

Page 19: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 19 ~

electricidad los sacudió al tocarse como si estuvieran unidos por diminutos filamentos. Los dedos se entrelazaron en un juego de caricias que fueron subiendo por los brazos. Las rodillas se juntaron y cada roce era un goce indescriptible. Ambos palparon a la vez las respectivas vendas al acariciarse el rostro y se fueron acercando mientras los labios empezaron a buscarse hasta llegar al beso.

Se apagaron los ecos de la calle y tan solo se escuchaban los gemidos mientras se quitaban la ropa el uno al otro. Sintieron un placer infinito al oír el ruido del cierre al deslizarse por la espalda y el sonido de la tela del vestido resbalando por la textura sedosa de sus medias, el golpecito seco de los botones de la camisa zafando cada ojal y el chasquido de la hebilla del cinturón liberando el pantalón y cayendo al suelo.

Casi desnudos se abrazaron hasta que ella susurró un vamos y él la siguió prendido de su mano como un niño. Parados, casi pegados uno al otro, se quitaron todo dejando solo las vendas en los ojos y cayeron rodando por la cama. Se apretaron, chocaron, giraron, y fueron fundiéndose muy lento en el calor y los sudores que emanaban de sus cuerpos.

Se recorrieron con las manos y él reconoció, en esa parsimoniosa manera de tocar, una sabiduría ritual, como si ella estuviera descifrando los códices secretos de su piel con la yema de los dedos.

¡Creí que era tu primera vez! le dijo, quiero decir, así sin ver, agregó, pero pareces una experta. Ella largó una carcajada. Creí que iba a ser yo el que habría de conducirte, continuó, pero sintió como ella lo besaba con furia hasta quitarle el habla. ¡No digas nada hasta el final! murmuró imperativa y mordió delicadamente los pliegues de su oreja jugando con la respiración y colmándolo de placer cuando inundaba el hueco de su oído. Se trepó en él y lo recorrió de pie a cabeza hasta que sus pechos se apoyaron en la boca. El los besó mientras ella jugaba a resbalar sobre su sexo.

Page 20: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 20 ~

El vaivén comenzó despacio y muy despacio fue en aumento hasta que sintieron que se hacían uno solo, una sola bolita que rodaba y rodaba. El vértigo los embriagó de un frenesí intenso. Sentían que no querían parar e iban y venían una y otra vez como en una danza ceremonial de antiguos y perfectos movimientos.

Los jadeos se hicieron casi gritos de dolor pero un éxtasis se derramó como una lava untuosa hasta el último rincón de cada uno de sus cuerpos. Apenas podían respirar pero volvieron a fundirse en otro beso.

Estuvieron pegados casi sin moverse hasta que lentamente fueron aflojando la tensión. Ella buscaba acurrucarse cuando el lamió y sintió el sabor salado de su piel entre sus pechos. Se quedaron así un momento, ella sobre él, en silencio.

Cuando tuvieron fuerzas se sentaron frente a frente y él dijo, llegó el momento. Sí, dijo ella, es hora de cumplir con el acuerdo. Contaron hasta tres y desataron las vendas al unísono. Al abrir los ojos y ver sus ojos bien abiertos, él comprendió que aquello no era un juego. Con asombro vio como ella no lo estaba viendo.

Page 21: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 21 ~

Un palito de agua por Carlos Etcheverry Arenas

1971, Barrio Rivera, calle Fragoso de Rivera, verano, 35 grados, 3 de la tarde. Un niño sentado en la vereda a la sombra de un sauce, bajo un estruendo de chicharras invisibles. Nada se mueve, las cunetas secas, sus amigos no andan en la vuelta. Entonces… “Hiladero hilado!!! hay sángüiches, barritas, palito, bombón hilados!!! Esmac hilados!!!”. El niño despierta de su letargo, busca al heladero pero no lo ve. Siente su grito pero no lo ve. “Hiladero hiladooo!!!” Parece que se aleja y se acerca a la vez. “Esmac hilado!!!” Se acerca. Se acerca. Dos minutos después dobla la esquina y endereza por su calle. Ahora el grito es frontal, nítido, redondo. Ahí viene, con su camisa azul que dice Smack Helados y sus pantalones y alpargatas blancas. “Hiladero hilado!!! Hay sángüiche, barrita, palito, bombón hilados!!!” El niño siente hasta el ruido que hace la garrafa de espuma plast cuando se frota con el cuerpo del heladero que camina enérgicamente a pesar de la carga y el sol.

El pasaje de ese hombre era mágico y doloroso. Como cuando pasaba Rosana. Ambos inalcanzables. No había forma que su madre le comprara un helado, de hecho no había ocurrido nunca.

El heladero pasa, con la frente empapada bajo un gorro barato “hiladero hilado !!!” y se aleja, se aleja con los ojos del niño en su espalda y en la garrafa de ilusiones.

Entonces llega desde atrás la voz de la madre: “Elmer! Si vas a querer un helado entonces corre y llama al heladero!” Elmer duda en medio de la sorpresa, pero no va a dejar escapar esta oportunidad y corre. Cruje el pedregullo hirviendo y le late fuerte el corazón. “Señor heladero! Hey! Señor heladero” El hombre que

Page 22: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 22 ~

parecía más viejo de lejos, se detiene en medio de la calle, pone la garrafa en el piso y espera. Elmer mira hacia atrás y ve venir a su madre con su vestido gastado y el monedero entre el húmero y las costillas. Cuando la madre llega, el hombre retira la tapa y allí en medio del humo del hielo seco, el paraíso. Elmer casi en trance no se mueve de la boca de la garrafa. Se le llena la boca de saliva “¿Cómo son los precios?” dice la mujer. “El sángüiche 5 pesos, la barrita 4 pesos, el bombón 3 pesos y el palito de agua 1,50”. Silencio. El niño mira el interior de la heladerita, la madre mira al niño, el heladero mira a la madre. Entonces el heladero lee adecuadamente el momento. “Mira niño, yo te recomiendo los palitos de agua que están saliendo riquísimos, mira, tengo de frutilla y de naranja, a vos te debe gustar más la frutilla, seguro”. “Sí!”, exclama el niño que no está dispuesto a discutir y se lleva su milagroso helado. La mujer paga con una leve sonrisa de gratitud y el heladero le guiña un ojo. Todos satisfechos.

“Hiladero hilados!!! Esmac hilados”.

Page 23: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 23 ~

La olla por Yael Szajnholc

En el cuarto de la pensión había pocas cosas: una heladera bombé General Elecrtic, una mesa beige, una cama de dos plazas y un armario con la puerta abierta porque estaba rota.

En la cama, acostada boca arriba, yacía Irene. Tenía una mano sobre el pecho, la boca estaba abierta, los ojos blancos.

El encargado tocó la puerta pues ella no había salido en todo el día, eso era extraño porque a las dos de la tarde se iba a trabajar. No hubo respuesta, tomó el manojo de llaves comunes y entró.

“Está muerta” pensó.

Se acercó a la cama, colocó el oído cerca de su nariz, luego tomó su pulso, por último, le cerró los ojos.

Salió del cuarto y llamó a los paramédicos y a la policía.

Los médicos le dijeron que Irene había muerto de un paro cardíaco. Se la llevaron a la morgue.

El encargado sacó la heladera y la colocó en la cocina comunal al lado de la otra, repartió el contenido entre las dos. La mesa se la llevó a su dormitorio, la colocó debajo del televisor. El colchón de la cama de dos plazas se lo dio al pensionista del cuarto de al lado, las tablas las vendió a un negocio de madera. Arregló el armario y le dio una mano de pintura blanca.

Luego colocó un cartel en la puerta de la pensión que decía: “Se alquila abitación”

En el medio del cuarto solo quedó una olla con leche cortada.

Page 24: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 24 ~

La peste de la distancia por Marilena Pereira

El delivery del supermercado deja las bolsas del pedido al lado de la puerta y toca el timbre. La niña le grita “Gracias” a través de la ventana de su cuarto. Al entrar a la cocina encuentra a su madre ocupada con el lavado de las frutas y las verduras de la compra.

—Ma, ¡qué lindas peras!

La fruta tiene el color perfecto y comienza a sonrojarse avisando que su interior está pleno de jugos.

—Las estoy lavando. Más tarde podrás comerlas. Anda a tu cuarto ahora.

Se siente sola. Ya no hay escuela, ni visitas de amigas, tampoco el abuelo viene a jugar y a tomar la leche en la tarde. También sus padres tratan de mantener distancia dentro de casa. Ya no hay abrazos. ¿Cuánto tiempo durará esta peste que nos mantiene a todos alejados?

Le había colocado sus lentes para la piscina al peluche que recibió de regalo de cumpleaños el año anterior. En el cajón de su escritorio estaba la cinta adhesiva. Baja las escaleras en silencio. Atisba en la cocina. Su madre no está.

Abre el tercer cajón de la mesada y saca cuatro bolsas de basura. Coloca una pierna en una de ellas y la ajusta con la cinta. Lo mismo hace con la otra pierna creando un par de botas que le llegan hasta más arriba de la rodilla. A la tercera bolsa le corta un orificio en la base y otros dos a los lados. Se la viste como si fuera una remera, ajustándola a la cintura. A la cuarta bolsa la abre en un lado, la coloca sobre su cabeza y ata en la nuca cubriendo su cabello como

Page 25: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 25 ~

una cofia. La ajusta mejor con el elástico de los lentes que coloca bien apretados a su cara. Había visto en la tele a médicos y enfermeras vestirse así para no contagiarse con el virus que asolaba a todo el mundo. Aún faltaban los guantes. Su madre los tiene guardados en el armario junto a los tapabocas. El alcohol en gel está sobre la mesa. Una buena cantidad cubre la piel que aún está expuesta y las bolsas que la cubren.

De otro cajón saca una de las bolsas que su madre usa para llevar alimentos al freezer. Coloca dentro las cuatro peras más bonitas. El tapabocas termina de cubrir su rostro transformándola en un personaje de bolsas negras, ojos rojos y rostro azul.

Abre la puerta de la cocina. Sale al patio. Se agacha para que no la vean a través de las ventanas. Gana la calle vacía. Lo más rápido que le permiten sus pies embolsados en nylon recorre la cuadra y media que la separa de la casa de su abuelo.

Toca el timbre. La puerta se abre. El brazo se extiende con su ofrenda y una sonrisa cubierta.

—¡Te traje peras!

—¡Ah!

La puerta se cerró.

El brazo cae. Las peras ruedan por los escalones.

Tan pronto entra en su casa escucha los pasos ansiosos de su madre en la escalera y su voz alterada:

—¿Dónde estabas? —tomándola del brazo— ¡No podés salir!

—Fui a llevarle peras al abuelo.

La madre nota la textura pegajosa del nylon, las bolsas de basura, los lentes empañados. Retira el tapabocas dejando ver el sollozo en los labios apretados. Se arrodilla. Afloja el elástico de lentes que derraman su contenido salino.

—¿Qué te dijo?

Page 26: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 26 ~

—¡Ah!, y cerró la puerta.

La madre abraza a su niña olvidando al virus que mantiene distancias y para el que pronto habrá vacunas. Su hija ha sido invadida por otro virus. Uno para el que no existe ni existirá vacuna.

Page 27: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 27 ~

Las gafas de mi abuelo por Laura Torres dos Santos

Un pequeño cristal redondeado, montado sobre un gris armazón que lo limita. Es un minúsculo lago, un reducido oasis sobre la superficie oscura y cristalina de los ojos de mi abuelo. Dispositivo visual que abarca el horizonte. Aquel que mi abuelo, otrora joven, divisó desde el barco cuando a sus espaldas las tierras gallegas quedaron en el olvido. Su mirar era el presente: la descascarillada cubierta de la embarcación, el mar bravío, las nubes de formas caprichosas. Con el índice de su mano derecha, se acomodaba las gafas sobre la nariz que raudas por el salitre, osaban volcarse hacia las olas inclementes.

Las gafas, ahora vueltas a su lugar, podían recrearse con las imágenes de la travesía y atesorarlas como viejas fotografías para mostrar a sus nietos. ¿Tendrá nietos? No podía imaginarse esa posibilidad, atrapado entre un pasado que lo había vomitado de su cuna y un futuro que prometía, pero aún no había pisado.

Cuando arribó al puerto de Montevideo, creyó ver a través de los cristales, opacados por la bruma, que un molusco gigantesco de lentos movimientos se lo tragaba. Al recostar la cabeza sobre la almohada de su cama de pensión, se durmió por primera vez en tierra extranjera acunado por los ruidos de la escollera. Las gafas a un costado, sobre la mesa de luz, aguardaban las novedades, enjambre de imágenes que al día siguiente impactarían en las baqueteadas lentes.

Los bisoños ojos de mi abuelo no daban abasto. Mucho por descubrir. Todo para conquistar. Montevideo lo había recibido como una mujer cautivante, mostrándole sus atributos, escondiéndole otros. Los cristales se le enturbiaban por el humo

Page 28: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 28 ~

del boliche, se le congelaban por el frío de la parada de ómnibus, se le desgastaban de tanto leer formularios en una oficina pública y se guarecían bajo el ala del sombrero en el estadio de fútbol.

Por las noches, bajo la luz de una improvisada portátil, las gafas devoraban cuanto libro caía en manos de su dueño. Antonio Machado lo llevaba de viaje por la añorada España y Miguel de Unamuno lo confortaba cuando lo asediaba la soledad.

Con el correr del tiempo, el corazón sentimental de mi abuelo fue impregnándose de amor por el país que lo recibió. Con el orgullo español enaltecido, recibió la documentación que lo acreditaba como ciudadano oriental y, a partir de ese momento, se ensanchó con dos nacionalidades. Las gafas resplandecían bajo el sol montevideano en la puerta de la Corte Electoral.

Una tarde lluviosa corría por el pavimento mojado haciendo señas al ómnibus, a punto de arrancar de la parada. Un inesperado traspié lo dio de bruces contra el suelo. Las gafas se hicieron añicos en un doloroso zigzag de cristales. Mi abuelo se levantó y recogió con pena el cuerpo de un agónico armazón. Su garganta se oprimió con un sollozo apagado. Sus gafas. Sus compañeras de viaje. Un trozo de recuerdo de su tierra natal. Recordó a León, el óptico, su amigo, quien había elegido el modelo que debían tener sus anteojos. “Hombre, escoge estos, tienes aire de erudito. A las mujeres les va a encantar”. De camino a su casa, pensaría cuántas imágenes atesoradas por él habrían quedado desparramadas a lo largo de la calle Paysandú, pegadas a los fragmentos del cristal hecho trizas.

La siguiente primavera lo recibió con un par de gafas nuevas. Luego de pasar varios días acomodándose a esa nueva extensión de su cuerpo, como quien se adapta a los vaivenes de un nuevo romance, por fin, logró incorporarlos a su nueva fisonomía.

Caminó hasta la tienda London París, lugar de origen de sus nuevos anteojos. La tienda lo había subyugado desde el momento en que la pisó. Sabía de memoria las secciones y lo que había en

Page 29: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 29 ~

cada una. Siempre que podía, al cobrar el sueldo, se daba un gusto con algún artículo. Subsuelo menaje, bazar Primer piso perfumería, joyería, óptica…

“Disculpe, señor, ¿ud. sabe dónde queda Tapicería?” la voz sedosa de quien en un futuro se convertiría en mi abuela, lo atrajo como un sortilegio del destino.

Mi abuelo, el poeta, escribió varios versos a la muchacha que había conquistado su corazón. Y sus gafas, aquellas mismas gafas compradas en London París, fueron testigos de metáforas, adjetivos y verbos bellos y apasionados que surgían de una pluma enamorada.

Hoy me encuentro acá, en el aeropuerto Guarulhos de San Pablo. Me arrimo al panel “departures” para localizar mi vuelo a Madrid y cojo mis gafas, aquellas, las mismas gafas que pertenecieron a mi abuelo. Los redondeados cristales reflejan la alegría ante la inminencia de la partida. Cuando pise suelo gallego, esparciré sus cenizas frente al río Miño para que las aguas calmas, como buena madre, lo reciban amorosamente en su vientre. Durante el vuelo, dormito un buen rato. Las gafas resbalan de mi nariz y caen al suelo. Al otro lado del pasillo, un pasajero las levanta y me las alcanza. El hombre es muy parecido a mi abuelo. ¿Estaré soñando? Recuesto la cabeza sobre la almohadilla y escucho en susurros uno de sus poemas: “Fue como una milagrosa y sutil primavera…”

─¿Sos vos abuelo?

─Sí querida, gracias por traerme de nuevo a casa.

Page 30: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 30 ~

Montevideanos por María Celeste Medina

La ve desde que abre el bar. Antes de que el primer madrugador tirite las nacientes luces de la mañana, ella recoge la larga bolsa de naylon, la dobla con cuidado, se alisa la falda gruesa y gris, estira el buzo sobre la cadera, se calza la campera y dobla los cartones tendidos en el piso.

Con ritual de coquetería, pasa las manos entre los sucios y largos mechones del pelo, las restriega por la cara como si quisiera ahuyentar el sueño y se encamina hacia el bar.

Ignora la esquina y el semáforo, total a esa hora el silencio denuncia la pereza de la madrugada.

Se han apagado las luces y los carteles duermen la espera de una noche más de vida.

Comienzan y pronto arreciarán los motores cotidianos de Montevideo.

La ineludible humedad del otoño enfría el aire y la calle y los edificios lucen un brillo de mentira por unas horas.

El portero del edificio de enfrente lleva un contenedor hacia el otro, más grande, de la esquina. Con gesto servil y lisonjero, saluda a la abuela del sexto, que espera a su nieto en la vereda, préstamo diurno de la hija menor. La joven inquieta no la besa antes de subir corriendo al auto encendido, mientras pega con devoción el celular a la oreja.

Cuando ella llega a la puerta del bar la empuja despacio, como esperando una sorpresa, como un perro anticipando la patada de su amo o como un niño temiendo una negativa.

Page 31: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 31 ~

Entre tanta maraña deslucida de ropa, cabello, mugre de intemperie y abandono, destacan genuinos dos ojos dorados, apagados intermitentemente por parpadeos prolongados. Se aquietan cerca de la bolsa que él le alcanza, repleta de restos de pizza, de fainá, de panes y fiambres y a veces, ¡oh deleite casi olvidado!, unas masas dulces.

Sospecha que él entrevera alimentos frescos, pero no le importa si lo son o no, mientras no exija ni pregunte.

Hace tres años que está en la calle y ha aprendido a hacer cada vez más fuerte la barrera entre ella y los por y para qué.

La cuneta en la que casi se ahoga le enseñó la escala de la droga, además de los meses de reclusión. La abstinencia la hizo llegar a umbrales tan oscuros como temidos.

Ahora el día a día es su victoria, convenciéndose que no existen mundos mejores ni peores, sólo éste, sin juicios ni prejuicios.

Detrás de la bolsa de alimentos ofrecida está la mirada expectante a la aceptación.

Varias veces ha intentado arrancarle alguna palabra, algo más que el “gracias” apenas audible. No entiende esa elección de vida en una mujer todavía joven, con apariencia sana y sin aspecto de locura.

Lo sorprendió el año pasado, cuando la vio por primera vez en la vereda de enfrente. Ella cruzaba a robarle calor a los rayos de sol en pleno invierno, a la hora de la siesta. Se sentaba en el piso, apoyaba la espalda en la pared de su comercio y permanecía con los ojos entrecerrados, en una duermevela inmóvil.

Observó que desaparecía varias horas de la cuadra durante el día y una vez creyó verla sentada a la orilla del lago del Parque Rodó, extendiendo una mano hacia la superficie del agua, perdida la expresión y la mirada. La imaginó en el espejo fluido, reconociéndose o recordándose.

Page 32: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 32 ~

Ese día él había llevado a su nieta a los juegos del Parque. Venían riendo, de la mano, aún excitados de las volteretas en los autos chocadores y sedientos de un enorme helado de crema.

La mujer en el estanque le recordó a la otra, la única para él durante treinta años, que ahora estaría navegando por estanques de nubes, entre luces de espuma.

Fue a partir de ese día que empezó a alcanzarle la comida. Su pago era la mirada dorada.

Intentaba entrar en las luces tímidas, vagabundas indiferentes, con expresión vacía, insondables y fuera de su alcance.

Hasta que un día se decidió. Hay una vida que pasa al lado y otra de la que uno se apropia. Quiso hacer suyo el instante de la pregunta; su futuro, cada año más corto, se lo reclamaba.

Esa mañana abrió más temprano el bar, la ansiedad no lo había dejado dormir.

La pesada chapa chirrió al ser levantada. Suponía que sería ése el ruido que cada día la despertaba.

Estaba terminando de poner un trozo de queso en la bolsa cotidiana, cuando vio entrar al muchacho del quiosco de al lado, gritando:

- ¡Por favor, llame a una ambulancia. La ciega que duerme acá enfrente, cruzó casi corriendo la calle y un auto la atropelló!

Page 33: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 33 ~

La cara oculta de la luna por Ruben Fernández

Aquella noche me lo confesó. Entre amigos no deberían existir secretos, dijo. Admitió que era gay. No me asombró. Todos decían que era “rarito”, hasta mi padrastro lo dijo una vez, cuando mi abuela comentó que había pasado la tarde con nosotros. Era mi época de rebeldía adolescente desenfrenada y odié a ese imbécil. Nunca puse en dudas nuestra amistad, mantenida desde la infancia, y que iba más allá de las orientaciones a las que hacía referencia el colectivo LGBT+. Inquirí porqué no lo había dicho antes, durante el tiempo en que estuvimos tratando de descifrar nuestras propias orientaciones sexuales y la de nuestras amistades de la época, y fumábamos otro porro y nos tomábamos otra birra, mientras mirábamos una luna en menguante cruzar detrás de unas nubes desesperadas, desde los andamios de la única obra en construcción del barrio. No sé si esperaba alguna reacción. Solo atiné a abrazarle y decirle que nunca dudara de nuestra amistad, que yo era su amigo, no el mejor ni el peor, pero amigo. Con esa sinceridad que nunca más habríamos de tener por el resto de la vida. Vi brillar sus ojos sintiendo que lo agradecía.

También esa noche, le conté lo dicho por mi madre sobre las dos caras de la Luna. Yo era muy pequeño y quedé deslumbrado. ¿Cómo era posible que la Luna tuviese dos caras? Escuchaba a mi abuela decir que fulano o mengano tenían dos caras, cuando, según ella, alguno de ellos era mentiroso o hipócrita y también utilizaba palabras en su lengua materna, el portugués, que me hacían mucha gracia y las repetía en secreto para que nadie las escuchara.

Page 34: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 34 ~

Ese comentario de mi madre me rondó por la cabeza por mucho tiempo y nunca se lo confié a nadie. Madre leía revistas de cine de la Argentina y no me pareció que allí se publicaran estas informaciones. En éstas se hablaba de las hermanas Legrand y de otros íconos de la época, que hoy no recuerdo.

Laura Paussini cantaba: “…no puedo dividirme entre ti y mil mares…”, y pensé qué tenía que ver esa letra con la reciente confesión de mi amigo y el recuerdo de lo dicho por mi madre sobre nuestro satélite natural. Nada, como sucede en todas las canciones tontas.

Al volver a mi casa, ya frente a la puerta de calle, escucho el quilombo entre mi madre y mi padrastro. Sabía que ya debía haberme acostumbrado a sus peleas. Él ya la había golpeado en varias ocasiones. Cuando le preguntaba por su ojo amoratado y otras evidencias de la violencia de su actual pareja, siempre repetía los mismos argumentos: que se había caído en la ducha, tropezado con algún mueble o alguna puerta...las eternas disculpas de las mujeres golpeadas. Un día le dije que lo denunciara a la policía y me gritó feo, qué no me metiera, que me fuera a estudiar...

Entré. Ya había imaginado la escena vista tantas veces. Él estaba alcoholizado, y sin pensar en las consecuencias, cuando le asestó una trompada a mi madre que la dejó inconsciente en el piso, no pude volver a ser el eterno y pasivo observador de estas tragedias. Tomé la botella vacía y se la hice pedazos en la cabeza. Él emitió un grito, que nunca había escuchado en mis diecisiete años, y cayó con las manos en la herida por donde brotaba la sangre, oscura e incontenible.

Después no recuerdo mucha cosa. La policía, a pesar de ser aún menor, me coloca las esposas y lleva al vehículo estacionado frente a nuestro domicilio, con la sirena encendida rumbo a la seccional. En el trayecto fui pensando en lo dicho por mi madre cuando todavía era un niño, sobre las dos caras de la Luna. Lamenté que no hubiese dicho también que a una de ellas nunca la vemos, o no deberíamos verla.

Page 35: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 35 ~

Duende por Yamandú Sosa Bernarde

El río Olimar tiene un duende. A capricho se esconde y a ramalazos aparece en las canciones o en los poemas. Acompaña en silencio la hora de la tardecita en la que el agua se detiene. Lo saben los viejos pescadores. Lo saben los areneros premiados por el esfuerzo de la pala y de los remos. La eternidad del aquí y el ahora aparece en ese instante donde no solamente se detiene el agua: se detiene todo. La simpleza de un mate y un fogón lo propician. El resto lo hace el silencio. Es una tradición vieja y hermética de los seres conscientes que a orillas del río han transitado durante años. La vida es paz. Por un instante nada falta.

Yo he buscado durante años ese instante. Lo encontré en primer lugar en las historias. Hay que estar allí. Hay que callarse y escuchar. Si uno persiste, llega el momento en que los viejos derraman ese secreto en los fogones con un susurro tenue. Es como si aquellos seres del río temieran que aquel momento que les ensancha el alma y se torna la razón misma de sus existencias, se fuera a quebrar con el estrépito de una frase en voz muy alta. Delicadísimo cristal bordado por manos callosas y cansadas. Son gente simple. Llana. Son laburantes de la arena y el canto rodado remando en las orillas de la miseria. Son pescadores que aseguran con bagres y un puñado de arroz blanco la tibia ternura de la cena para la familia. Analfabetos de las letras. Sabios en la lectura de los caminos de la arena y la agreste certeza de las barrancas.

Ése, mi lugar.

Rumores líquidos y arcanos vegetales.

Es mi Río.

Page 36: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 36 ~

Durante años he buscado ese instante; pero soy un mal alumno del silencio. Pongo todos mis esfuerzos; pero mi cabeza poblada por estruendo lo estropea. Aquellos silogismos que en la Facultad de Humanidades me habían sido tan útiles, ahora me estorban por completo. Aquellas sesudas reflexiones transmutan de repente en ridículos sortilegios. Alimentos del ego. Orgullo intelectual que en estas orillas tiene la consistencia de la nada.

Continúo buscando cada estío. Aprendo. Voy comprendiendo que en la misma idea de aprender está la trampa.

Toda expectativa aleja.

Y me acerco.

Aprendo a vaciarme.

Largos años de cátedra hacen que me equivoque una y otra vez en cada cruce de caminos. Aprendo la humildad del desapego. Cada posesión, aún intelectual, es un estorbo.

Dulzura incomparable.

Últimas horas de la tarde.

Casi siento la caricia de mi duende. Explosión del vacío pleno. Se esconde en la sospecha de inmateriales percepciones. Conciencia enamorada del total.

Entre pájaros y tábanos.

Entre médanos y mosquitos.

Espero encontrar antes de morirme.

Page 37: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 37 ~

Agua tierna por Teresa Díaz Sánchez

Una constelación de arpas serenas riega la garganta de la tierra; ¡parturienta garganta la tierra! Noche llena de luna aguamiel; noche de lluvia calma que llueve calmo.

Es manantial ofrecido en plácida ceremonia; una bendición amada por el campesino en comunión con el sudor de la frente. Es un rocío de madre, de manos impregnadas de piedad; un rocío celesteador que perla de alegría las flores y sostiene la promesa de enverdecer el horizonte por la mañana.

El ave de cristal del cielo, picotea apenas la calle descalza y viste de visillos a las ventanas. Trae sabor a nostalgia, nostalgia de ojos fugaces, de barquitos de papel que no retornan, de caricia materna en la mejilla dormida, de voces que no aceptan desolvidos. A pesar de todo, ¡cómo abriga la nostalgia!

La lluvia muestra cadencia de amante, y sugestiva, desata los cabellos sobre el escenario pueblerino, y hace bailar a la noche abrazada a la niebla, la hace bailar en la boca abierta de los charcos chispeantes de noctilucas traslúcidas. Se desliza por los rostros de las fachadas sorprendidas y apura los pasos de las veredas.

Los árboles de faroles renacidos entre sus brazos extendidos, levitan en el paisaje ceniciento.

Las esquinas alumbran con titilar de faro el gotear de balcones, barcos urbanos anclados en la calle, que se dejan navegar, como en un sueño, por el ronroneo marino. Ronroneo de mar dormido.

Noche de lluvia mansa, mansa lluvia que endulza la penumbra de los cuartos con la claridad de cuerpos entrelazados. Y llueven

Page 38: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 38 ~

manos y llueven besos y llueven palabras tan conocidas con aroma a recién descubiertas y borran las cruces cotidianas. Calla en suspenso, la muerte. ¡Y es tan breve, la brevedad de la noche…!

El tintineo cómplice del agua, murmullo y latido, derrama paz, igual que risas de niños desmentidoras de tristezas, que pretenden zurcir los tajos de la esperanza.

La lluvia tararea una canción antigua, muy, muy antigua y sus dedos tamborilean los techos.

La noche bosteza somnolienta y lentamente cierra los párpados, con cálida placidez

los cierra lentamente…

Page 39: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 39 ~

El maestro por Alejandro Mario Barreto

Los gatos que hurgaban entre los escombros se dispersaron al escuchar la llegada del hombre solitario. Las antiguas paredes amenazaban la seguridad de cualquier ser humano que intentara permanecer en el sitio. Pero aquel solitario era dueño del lugar sin haberlo pisado antes.

El bullicio de la gente lo había arrastrado al abrigo del silencio que inundaba esos pasillos abandonados más la peligrosa tarea de borrar toda huella de su antigua forma.

Ya había intentado convivir con el pasado en penumbras. Pero el momento había llegado de encender una idea y dotarla de tiempo.

Esos gastados huesos ya no soportaban el desvelo y su cuerpo se desplomó inerte sobre el frío suelo de piedra. Aquel solitario había escapado a los peligros de la materia para habitar en su verdadero templo y desconcertar así la mala esencia de cualquier ojo extranjero. Los alumnos fueron despertando uno a uno, ávidos de contemplar la exquisita fenomenología de una entelequia suprema. El que había trascendido el instante comenzó a enlazar su energía creadora sobre cada detalle de una nueva gran obra. Mientras las jóvenes almas, aprendían el sagrado milagro de la magia y los insondables secretos de la creación.

Page 40: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 40 ~

Monteador por Waldemar Fontes

Hacía mucho calor y la camioneta se desplazaba veloz por un camino de tierra. Amanecía y en el horizonte la silueta del monte se perfilaba como un animal agazapado que acechaba al monteador.

La casilla de chapa sirvió de cobijo al hombre que pronto, con un suave tirón hizo funcionar la motosierra comenzando su labor.

Trabajó tres horas sin parar. El cansancio fue haciéndolo dejar de lado la prudencia, talando sin verificar donde ni como irían a caer los árboles.

El calor aumentó al mediodía y por la deshidratación, sus reflejos se fueron enlenteciendo.

Había un tronco diferente a los demás. Anudado, retorcido... En realidad, no era un árbol solo, sino dos árboles que habían sido plantados muy juntos y al crecer, por capricho de la naturaleza, se habían fundido en una masa deforme, convirtiéndose en una sola planta.

Había dejado ese para el final, porque le daba cierto temor. Era tan raro que no sabía por dónde empezar a cortarlo. Hizo una pausa y miró para todos lados. Ese árbol… le hacía frente. No quedaba nada en pie. Solo ellos dos.

Dudó por unos segundos y preparó la motosierra. En forma irracional, con furia, clavó la motosierra de manera imprudente, impúdica, por cualquier lado, destrozando el árbol y de pronto, una gran rama se quebró, cayendo sobre otras, que entrecruzadas

Page 41: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 41 ~

yacían en el suelo, chicoteando como un látigo, para zafarse del metal que hería sus entrañas.

La base del tronco cortado se elevó por encima de la cabeza del hombre y le cayó encima. El árbol se defendía del iracundo ataque…

La caída fue tan rápida que el monteador no tuvo tiempo de reaccionar y la motosierra, zafándose del árbol, se le incrustó en la pierna, mientras que el tronco lo apretaba contra el suelo a la altura de la cintura.

Apenas sintió el dolor, soltó el acelerador y la motosierra dejó de funcionar, pero el daño ya estaba hecho. No había tocado el hueso, pero había afectado la arteria.

Tendido en el suelo, apretado bajo el tronco, creyó desesperar, pero era un hombre duro. Estaba acostumbrado a trabajar solo, así que trató de calmarse y pensar qué hacer.

Observó a los costados y vio su mochila allí cerca. Trató de mover los brazos y comprobó que lo podía hacer. Estirándose, con la punta de los dedos, alcanzó la mochila y la acercó. Recordaba que el revólver estaba ahí y pensó que si tiraba unos tiros al aire alguien los podría oír.

Intentó gritar, pero su garganta estaba tan seca que la voz no le salía. Tomó el revólver y sin pensarlo, tiró los cinco tiros al aire, alguien escucharía, pensó.

Sintió mucha sed y recordó que hacía horas que no tomaba agua. Era pleno mediodía y a su alrededor, todos los árboles caídos yacían en desorden.

Lo que antes fuera un lugar impenetrable para el sol, un reino de frescura y verdor, ahora se achicharraba irremediablemente. Se sintió culpable por el destrozo.

Cerca de su cabeza, estaba el tocón del primer árbol que derribó ese día. Vio su savia que habiendo fluido a chorros con el frescor

Page 42: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 42 ~

de la mañana, era ahora una plasta reseca sobre los restos que se iban poniendo colorados.

Sintió una puntada y recordó que estaba lastimado. La sangre había manado sin parar por varios minutos, pero el tronco sobre su cintura estaba actuando como un torniquete y había detenido la hemorragia.

Los labios se le hincharon y le ardía la garganta. Ya no sentía las piernas desde hacía rato y comprendió que la gangrena se estaba apoderando de ellas.

Recordó que había disparado su revólver y pensó que si aún nadie había venido, era porque no lo habían escuchado.

La fiebre se fue apoderando de su cuerpo y comenzó a delirar. Como en sueños, veía a su familia, a sus hijos ya crecidos trabajando junto a él en el aserradero que había instalado. Sentía el motor de la potente sierra circular que iba a instalar el día que lograra encaminar el negocio. Sabía que si salía de ahí, podría realizar todos esos sueños... Pero el maldito tronco...

Trató de moverse de nuevo, mas sus piernas estaban como muertas.

Si sobrevivía pero sus piernas estaban inservibles, no serviría de nada estar vivo. Para eso sería mejor estar muerto. Tal vez fuera mejor matarse... Pensó en el revólver, pero ya no tenía balas, las había gastado todas. Además si se suicidaba, su mujer no podría cobrar el seguro y sería peor. Pensó entonces en la motosierra. ¡Eso! Se cortaría las piernas a la altura de la ingle y moriría desangrado en pocos minutos... no sentiría nada y parecería un accidente...

De a poco, su mente que había trabajado en forma febril hasta ahora, dejó de funcionar y cayó en un letargo. Lo último que pensó fue que la muerte venía a calmarle el sufrimiento.

Cuando despertó, se vio en el Hospital.

Page 43: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 43 ~

Se alegró porque se sintió vivo. Se enteró entonces, de que sus empleados habían venido temprano el lunes y hallándolo bajo el tronco, lo habían rescatado.

Recordó el tronco que lo aprisionaba y no sintió ya el peso que lo agobiara durante tantas horas. Sintió un gran alivio e intentó mover las piernas. No las sintió y trató de tocárselas... Pero no las encontró. ¡Ya no las tenía!!!... Entonces desesperado, ¡gritó!

Su esposa, que dormía a su lado, se despertó sobresaltada.

El hombre, traspirado, agobiado por el calor febril del verano, recordó que era domingo. Vio que estaba amaneciendo y se levantó de un salto. Miró el reloj, pensó que se le hacía tarde y saltó de la cama.

Al salir al patio, vio la silueta del monte que como un animal agazapado lo acechaba a lo lejos, pero no le hizo caso. Tenía que salir rápido con la camioneta y llegar hasta el pueblo para comprar unos atados de leña, cosa de empezar temprano el asado... pues hoy tenían invitados.

Page 44: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 44 ~

De los elefantes y sus

consecuencias por Jorge Machado Obaldía

Si está leyendo esto debo suponer que, a excepción de las funciones orgánicas básicas, no está haciendo nada más.

Dependiendo del medio que lo trajo a estas líneas (al momento de escribirlas ignoro si han logrado ser impresas o continúan invisibles para quienes podría interesar un texto tan parecido a un espasmo), tendrá más o menos tiempo libre.

Por lo general, la gente suele estar en un fuerte estado de frustración y prefiere procrastinar en Internet antes que retomar esa tarea inconclusa de la que, tal vez, dependa su destino laboral. Por el contrario, para leer mis textos en forma impresa de noche, cuando la televisión está muy sosa o su pareja muy picante, solo se necesita ser sutil como una medusa. Yo agradezco en todos los casos pero, si no es mucho pedir, solicito ahora un esfuerzo extra.

Olvídese de ese trámite o ecuación que se le resiste, no preste atención a los requerimientos de su pareja. Solo concéntrese en el texto. Olvide incluso que está pasando sus ojos por un conjunto de letras. Relájese, deje que esta voz, a la cual presto yo ojos y manos para llegar hasta usted, despierte en su mente una imagen. Entre ella y usted se va a realizar un intercambio de información.

Ya llega.

Elefante rojo parado en el techo de una camioneta blanca.

Page 45: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 45 ~

Si el vínculo funcionó, acaba de formarse en su mente la imagen de un animal, bastante grande, parado sobre una camioneta demasiado pequeña. Si la voz hubiese dictado "camión" entonces el elefante no estaría tan preocupado pero dijo, y tuve que escribir, "camioneta". Por ello, el paquidermo tiene pocas posibilidades de no caerse. Además el sol del mediodía pica fuerte y calienta la capa de pintura roja, haciéndolo sentir un elefante en llamas.

Se preguntará entonces cómo el techo de la camioneta resiste tal peso.

Bueno, le tengo dos noticias. La primera es que no lo resiste. La chapa se dobla bajo el peso, curvándose hacia adentro a medida que las primeras rajaduras aparecen. La segunda es que esto sucede porque usted lo ha decidido. Si no me cree haga la prueba. Imagine que la camioneta logra aguantar un elefante africano (ese es un detalle que omití a propósito: doy por supuesto que usted pensó en un elefante asiático, conocedor, como sin duda lo es, de las diferencias entre ambas especies; pero no: es africano, más grande, más pesado, más agresivo). Por así decirlo: el elefante está en sus manos.

¿Lo va a dejar caer así nomás?

Mientras decide, tenga en cuenta que el animal, bastante disgustado ya por la forma en que lo sacudieron mientras lo pintaban, está irritado, confuso, taquicárdico. Son bastante orgullosos los elefantes africanos, ya lo sabe. Los asiáticos por lo general han mamado un poco de la postura local frente al universo, y suelen tomarse todo con filosofía, sea por la influencia budista o porque sus dueños les recitan máximas de Confucio desde pequeños. El africano en cambio es de tomarse las cosas demasiado en serio. Son frecuentes los casos de fibromialgia entre ellos, dato que tal vez poca gente conoce.

Este elefante -rojo- en particular siente hundirse el piso -literalmente- bajo las patas, mientras a su alrededor una masa autoconvocada lo estigmatiza. Niños y adultos gritan como si

Page 46: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 46 ~

quisieran asustar más aún al animal. Ocultan el pavor que la bestia les provoca insultándolo, burlándose como si estuvieran frente a un hombre.

El pobre animal barrita, tan frustrado como usted, que todavía tiene tanta cosa para hacer. No se distraiga ahora, déjela para mañana. Protesta, perdón, barrita, grita con ese sonido tan característico de los elefantes, aún de aquellos a los que no se les haya aplicado pintura alguna ni estén subidos a una camioneta. El dueño de ésta ha llamado a un cazador, quien se aproxima al maltrecho vehículo por el corredor que le ha abierto la multitud, impresionada por el tamaño del rifle de alta potencia que carga sobre un hombro ligeramente más hundido que el otro.

Su ropa, un atuendo de color beige claro lleno de bolsillos y pequeños detalles cromáticos que optimizan su camuflaje con el entorno natural de la sabana, provoca comentarios que los hombres susurran entre sí. "Es un excelente tirador", musitan. "Ah, este tipo ya es otra cosa, ahora sí". O "ese maldito elefante está perdido".

El despreciable sujeto solicita a las madres que aparten a los niños. Los niños protestan, pero las madres los quitan del medio entre sopapos y tirones de orejas mientras suspiran, atontadas ante los músculos y la autoridad que denota el recién llegado. Este, ajeno al efecto, muerde el tupido bigote que desciende por los lados de su boca y desliza hacia atrás el sombrero para no engancharlo cuando aloje la bala en la recámara, ni choque contra la mira telescópica cuando dispare.

Es un viejo gesto, transformado por la costumbre en un reflejo tranquilizador, y precede al momento en que el asesino echa rodilla en tierra y levanta el arma. Apunta y dispara. Mata al elefante. La bestia cae con su gigantesco corazón atravesado con la limpieza de un carnicero, aplastando en el acto al resto de la camioneta, tan víctima como él de las extrañas circunstancias.

Page 47: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 47 ~

El dueño del vehículo forma parte de la multitud que observa desde una distancia prudencial el derrumbe, y se lleva las manos a la cabeza cuando ve desaparecer todas posibilidad de que el seguro le cubra los daños. La póliza nada dice de daños ocasionados por especies en peligro de extinción. Maldice a su pareja por haberle sugerido llamar al cazador.

Deje de leer. Ya llegamos al final.

Recuerde esto el resto del día o mañana, si es que ahora va a dormir: si hubiera dejado antes la lectura, tendría resuelta esa tarea de la que depende su suerte, o le habría dado placer a su pareja, evitando así la semilla del divorcio que acaba de sembrar.

Y ese elefante seguiría vivo aunque, eso sí, muy enojado.

Page 48: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 48 ~

Mudanza Carmen Rodríguez Franco

La casa de mi hermano se ha desnudado de él.

Deshabitada de su risa, muda de su voz. Se envolvió la cabeza con brazos largos, huesudos; se enroscó sin miradas, en posición fetal; se fue hundiendo despacio entre el cielo y la bruma. Entre piedra y lágrima, entre el estupor y el duelo. No seré yo quien la pueble de voces inefables, que la libere de recuerdos enquistados en la carne temblorosa, en la carne aún tibia, a un segundo de la descomposición. No seré quien le aparte los brazos y le busque la cara para verla por última vez. Muestra las palmas de sus manos, levantadas; flores abiertas anhelando la lluvia; corazones que esperan la mano suprema que acalle su latido y lo desprenda.

Contemplaré su vuelo y una pesadumbre de impotencia y de rabia agrietará la tierra. Qué pasará sin su presencia. Sin la tibieza del hálito que nutre la dorada esencia de su magia. Quién descubrirá hallazgos impensados. Quién verá con ojos de maravilla lo banal. Qué alas envolverán en el abrazo. Qué manto abrigará la noche y ahuyentará los llantos. Qué mirada helada se ajustará a sus pies de fuego. Qué manos empujarán el aire para darle paso; para que le permita continuar un poco más allá del escenario. Qué pies golpearán las tablas con intención de caricia o con pasión de amante. Qué dedos serán las mariposas blancas de espasmo y lividez, y harán el abanico, danzando uno a uno al contraluz del cielo.

En sus propios dominios, es foráneo; ciudadano ya, en ese otro mundo, siempre ajeno. Impropio. Retirado.

Page 49: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 49 ~

Por qué el escuchador negó el oído. Quién permitió que el enemigo lo habitara; que invadiera sus íntimos rincones. Que en sus tuétanos el frío le inyectara. Quién consintió prohibir su aliento, atormentar su carne desgarrada.

Quién se atrevió a meter los dedos en su boca para arrancarle las palabras.

Page 50: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 50 ~

El ómnibus por Jorge Ferrari

En cuanto abordé el ómnibus me sentí algo incómodo, quedaba un solo asiento desocupado detrás del conductor, al que el vulgo define como el “asiento del bobo". Tenía la ventaja, desde ese lugar, que podía observar los rostros de los pasajeros, gimnasia que acostumbro a hacer en esas situaciones, además, de infiltrarme en sus mentes, ya a través de sus ojos o movimientos creía saber lo que iban pensando.

Presté atención a una joven rubia que miraba por la ventanilla, de rostro muy agradable, aunque de nariz algo grande. ¿En que estaría pensando la mujer de la chalina azul, larguísima, que se mostraba nerviosa? El hombre del bigotito ralo que iba parado, portando un maletín, posaba descaradamente sus ojos en la chica de la minifalda, que se movía molesta en el asiento. En la siguiente parada subió una mujer apoyándose en un bastón, el chofer le increpó que realmente ella no tenía ninguna discapacidad, que la había visto otras veces, bajarse del ómnibus, guardar el bastón en la cartera y transitar elegantemente con total naturalidad. La mujer ni se inmutó y se paró frente a mí mirándome fijamente. Yo me hice el desentendido escudriñando a la rubia. La mujer me dió un golpe en la rodilla izquierda con el bastón y se corrió por el pasillo hacia el fondo. Yo desconcertado y con dolor volví a mirar a la muchacha de la nariz grande que dibujaba una sonrisa.

La mujer de la chalina azul se levantó y le cedió el asiento a la portadora del bastón, mientras murmuraba que "hoy en día no quedan caballeros", lo que me recordó el viejo chiste, "caballeros quedan, lo que no quedan son asientos disponibles". El ómnibus frenó súbitamente, el chofer sacando medio cuerpo por la

Page 51: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 51 ~

ventanilla insultaba soezmente al hombre que había cruzado la calle con imprudencia, la mujer de la chalina trastabillando, se detuvo cuando la tomé del brazo evitando su segura caída. Al hombre del bigotito se le escapó el maletín casi hasta mis pies. La joven de la nariz se divertía lanzándome algunas miradas cómplices. En la siguiente parada subieron cuatro o cinco personas que ocultaron a la rubia de mi vista.

La mujer de saco violeta sentada en la tercera fila de asientos comenzó a hablar por teléfono, contándole a alguien que el marido la engañaba y que sospechaba con quién lo hacía. La voz de la mujer era molesta y aguda y a medida que relataba su mal, elevaba la voz. Yo muy molesto por la situación, saqué mi celular y simulando que hablaba, comencé a gritar, describiendo una supuesta discusión con mi jefe. La rubia puso su teléfono en la oreja y su voz resonaba. También lo hizo la mujer del bastón, el hombre del maletín y la mujer de la chalina. La chica de la minifalda escuchaba impávida. La vocinglería era infernal. La del saco violeta comunicó a puro grito, que iba a cortar porque no oía, por culpa de unos desubicados que hablaban por teléfono gritando desaforados. La mujer volvió el celular a su cartera, inmediatamente, casi al unísono, todos guardamos nuestros aparatos. El silencio fue obsceno, pero nadie lo profanó. Subió más gente, perdí a la rubia nuevamente. El mamotreto arrancó con pereza, cuando veo a la joven de la nariz grande mirarme osadamente sonriente desde la vereda. Me bajé en la siguiente parada y volví presuroso a la anterior. No la encontré. Maldije por lo bajo mientras miraba a la gente que casi a empujones caminaba rápidamente. Resignado, entré a un bar y pedí un café, llevé el pocillo a los labios y entonces una voz muy sensual dijo a mi espalda, "lo suyo fue muy ingenioso", me di vuelta, era la rubia, "¿qué cosa?" pregunté, "el ardid del celular, esa mujer era tan molesta". La invité a tomar un café. Aceptó gustosa

Page 52: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 52 ~

Historias de espejos por Norma Pascual

Cuenta la leyenda que en tiempo de pandemia por allá por el siglo XXI un gran músico, pianista italiano entró en depresión debido a que no se resignaba a no poder ejecutar sus conciertos, los cuales llenaban teatros enteros, salas, estadios, etc. Había viajado por todo el mundo, pero ahora por culpa de un virus pequeñito estaba confinado en su casa de Versalles donde también tenía residencia. Sin embargo la mayoría de los artistas se las ingeniaban para actuar a través de redes sociales convocando a la gente que mediante un “me gusta” se hacían presentes. El gran pianista odiaba la tecnología, no había quien lo conquistara, además se había quedado en el tiempo porque no sabía, ni contaba con algún aparato electrónico. Lo que sí le agradaban eran las antigüedades, tenía un espejo en la sala con marco de lunas biseladas y talladas, con soporte de madera negro. El músico pasaba por el espejo, se detenía y hablaba consigo mismo diciendo que jamás iba a hacer el ridículo de mostrarse por esos aparatitos chiquitos, sin escuchar los aplausos y el rostro expresivo del público. Los días pasaban densos, opacos, iguales, siempre iguales y la esperanza se diluía en una epidemia que se había vuelto pandemia y asolaba al mundo entero. El pianista sólo se enteraba de lo que estaba pasando por la tele. Transcurrieron días, meses y el músico que vivía solo, se levantaba y miraba su piano quien le sonreía con sus teclas brillantes, él sonreía también, al seguir caminando se miraba en el espejo que le devolvía su sonrisa en una especie de trilogía sagrada. Al pasar el tiempo se empezaron a abrir los lugares públicos, los teatros, pero poca gente debido al distanciamiento social. El pianista se paraba frente al espejo y exclamaba: ‘’Noo, no, así tampoco voy a actuar.”

Page 53: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 53 ~

De pronto mirando el espejo recordó la galería de espejos del palacio de Versalles, el gran espejo de la historia con sus trescientos cincuenta y siete espejos colados frente a diecisiete ventanales. Sus ojos se iluminaron, su rostro se transformó pensando en su piano negro ubicado en la galería donde la gente se veía de cuerpo entero convirtiéndose en una multitud mientras el ámbito se impregnaba con la música.

Page 54: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 54 ~

La llave por Zulma Mastroianni Fuentes

Aquí estoy yo, oculta en el compartimiento secreto del portafolio. Mi compañero, un infaltable preservativo, espera el momento justo de ser feliz.

Las otras, las llaves oficiales, las que no tienen por qué esconderse, hacen mucho ruido en un llavero muy colorido que compró Sandra en un viaje a España.

Ellas, las del llavero, se creen superiores. La del portón, muy potente, protege la casa y el jardín, pero pocas veces la usan porque el control remoto se encarga de esa tarea. Está además, la de la oficina, “muy presumida”, por ser la fuente de ingresos, la que mantiene el nivel de vida que lleva la prestigiosa familia. La de la puerta principal, con cuerpo de plástico, se cree superior porque es “electrónica”; si se pierde no hay cerrajero que pueda abrir la puerta. Por fortuna, tiene cinco hermanas mellizas guardadas celosamente; así que ni da para sentirse tan imprescindible. Pero sí sé y ellas también saben, que por allí entran personas bien recibidas en este hogar; quizás hablo desde la envidia de no poder mostrarme.

Todas me miran con desdén. Gustavo me llama, “la llave del bulín”. Pero no soy la única. Hay otras, ocultas, con aire secreto; por ejemplo, la que lleva Sandra colgada en una cadena de oro en el cuello, la del diario íntimo. La llamo mi colega. A ella no le dicen nada. ¿Qué secreto tiene la señora con su esposo para proteger tanto ese diario? Y digo yo, ¿no sería mejor no escribir un diario íntimo? Es peligroso, ¿no?

Page 55: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 55 ~

Y si hablamos de la llave del baúl que está en el desván. Un día, la hija menor del matrimonio encontró la llave y quiso abrirlo. Sandra se puso muy nerviosa y se lo impidió, lo que despertó gran curiosidad en la joven. La chica pasará el resto de su vida buscando la forma de saber qué contiene ese baúl.

Aprendan de Gustavo. Lleva todo en una reserva impenetrable. Una vez, Sandra me encontró en un bolsillo. Cuando lo interrogó, muy tranquilo, le dijo que era la llave del casillero del gimnasio y no pasó nada.

Soy (la llave del “bulín”) testigo de noches de pasión, de besos interminables, de caricias sublimes. Soy testigo, también, de excusas, de mentiras inventadas para justificar ausencias.

Hoy las llaves oficiales y yo, quedamos juntas sobre la mesa del living de esta casa que visitábamos cada vez más seguido.

Y comenzaron a insultarme—Tú, oye, eres la llave del pecado y del engaño, deberías estar avergonzada.

Pobre de mí, qué culpa tengo, sólo soy una llave sin llavero. Entonces, esbocé una protesta.

—Al contrario, gracias a mí, gracias a este desahogo de Gustavo, ese matrimonio feliz, detrás de sus puertas, perdura; soy tan necesaria como ustedes.

—No hay punto de comparación, nosotros no tenemos nada que ocultar— contestaron las engreídas que colgaban de ese llavero pretencioso.

Mi dueño se despide y antes de subir al auto se vuelve para ver a su amor que saluda desde el balcón. Fabián le tira un beso y él responde de la misma manera. Antes de emprender la marcha me oculta, cuidadosamente, en el compartimiento secreto.

Hoy Gustavo tiene una tarde libre; ilusionado canturreando una canción se dirige al bulín. Ansioso va directamente al dormitorio, ¡oh sorpresa!... En una entusiasta escena erótica (desgraciada para

Page 56: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 56 ~

Gustavo) Fabián y el delivery de la farmacia, disfrutaban el momento.

Salió de allí corriendo por las escaleras, sin paciencia para esperar el ascensor.

Con fuerza y enojo, fui arrojada a una alcantarilla, donde corre el agua de la lluvia fría que entristece la tarde.

Y aquí estoy. Soy sólo una llave sin llavero, sin más puertas para abrir, ni más historias que contar.

Page 57: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 57 ~

El puente de avignon por Graciela Mila

El ómnibus de O.N.D.A, dejó la ruta “9” y enfiló hacia el centro de San Carlos.

Después de unos minutos, el plateado gigante, luciendo su emblemático galgo, hacía su clásica parada en la “Confitería y Bar Cirilo”, en el centro de la ciudad, antes de continuar su trayecto hasta La Paloma.

Era una calurosa tarde de diciembre de 1969.

Recuerdo haber bajado corriendo del ómnibus, en el que viajaba junto a mis Abuelos, y entrar presurosa en la confitería.

El perfume avainillado de las medialunas tibias y del café recién molido, inundaba el lugar, y aún después de tantos años, cierro los ojos y ese aroma sigue estando presente.

Ese ritual de San Carlos precedía año tras año, al instante mágico en que la “O.N.D.A.” llegaba a La Paloma, donde Mamá y Papá, que ya estaban instalados, nos esperaban en la terminal.

El balneario por aquellas épocas ostentaba el rótulo de “mejor balneario oceánico de Rocha” y lucía una cuidada belleza al estilo europeo.

Recuerdo la Avenida Solari, engalanada con palmeras y hermosos canteros repletos de achiras rojas, que contrastaban, con la nívea majestuosidad del principal hotel del balneario, el “Hotel del Cabo Santa María”, con sus imponentes columnas, y el estilo arquitectónico típico de la Costa Azul francesa de principios de siglo.

Page 58: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 58 ~

Muchos de sus habitantes permanentes eran pescadores que lanzaban sus redes y sus sueños al océano, en busca de corvinas, pejerreyes y también hipocampos y estrellas de mar que luego vendían a los visitantes del verano.

En aquel tiempo, en la playa aún se podían recoger almejas y berberechos, que Abuela convertía con singular maestría en exquisitos platos, cuyas recetas encerraban mágicos secretos culinarios de especias y vino blanco.

Y esos “banquetes”, siempre estaban coronados por fragantes budines de naranja y piñones en cuya confección, Mamá era también una verdadera experta.

Los piñones ameritaban fantásticas excursiones al bosque, donde me perdía entre los pinos para recogerlos junto a Papá y Abuelo, ya entrado el mes de abril.

Esos olores y esos sabores de otros tiempos eran los que impregnaron mi infancia.

Como aquel aroma tan familiar del mar salado y fragante cuando juntábamos caracoles.

O el perfume de los “mantecados” y los “sacramentos” calentitos de la panadería “La Estrella” que acompañaban la leche de las mañanas.

Esa leche ordeñada en las madrugadas, que Pedro De Cuadra vendía casa por casa. Muy temprano todos los días cuando se oía a los lejos el tintineo de la campana del carro, Mamá lo esperaba en la puerta con una gran olla de cobre y un colador. El hombre bajaba del carro la enorme tinaja de aluminio, y vertía cuidadosamente la leche inmaculada y espesa en la olla, que se coronaba de espuma.

¡Y ni hablar del perfume de los hongos!

Esa tarea de recolectar hongos, es un aprendizaje de aquellos otoños que aún hoy conservo.

Page 59: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 59 ~

Luego de algunos días de lluvia, y otros tantos de sol, nos internábamos en el Parque Andresito que a esa altura del año olía a musgo fresco, en busca del tesoro esponjoso y dorado que crecía junto a los pinos.

Los hongos deliciosos salpicaban la alfombra de “pajulla” que se extendía como un manto entre los árboles. Yo caminaba con una pequeña vara, con la que iba señalando la ubicación de los hongos, mientras Abuelo entre anécdotas y sabios consejos, los recogía y los colocaba en una enorme bolsa de arpillera que luego, casi arrastrábamos hasta la casa.

Esa casa que yo adoraba…

Estaba situada a escasos metros de la playa y era grande y confortable.

Por las noches podía escuchar como rompían las olas del mar, desde mi cuarto.

Pero su verdadera magia, estaba en los pececitos rojos del estanque del jardín enmarcado por malvones y hortensias y rodeado de “transparentes”.

Y sobre todo en mi pequeño y querido puente de madera que señoreaba en el fondo. Abuelo lo había bautizado como “puente de Avignon”, parafraseando la vieja canción infantil.

Recuerdo haberlo recorrido mil y una vez, cantando “…por el puente de “Avignon” todos pasan, todos pasan…”, mientras sentía crujir las maderitas bajo mis pies.

Todo era tocado por esa varita mágica… hasta las personas!

Hacia la esquina casi sobre la playa en un ranchito con techo de zinc, típico de pescadores, vivía Santa.

Santa era lo más cercano a un ser de luz que he conocido en mi vida.

Page 60: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 60 ~

Su singular belleza africana, enmarcaba en su rostro perfecto de terciopelo oscuro, los enormes ojos color miel y una inefable sonrisa.

Nunca se quitaba sus delantales bordados, que olían a sol y a flores.

Todo el mundo amaba a Santa.

Era lavandera, pero su arte secreto estaba en la cocina y de sus manos de hada, nacían exquisitas mermeladas, galletitas de jengibre y bizcochitos de limón que compartía todas las tardes con nosotros, acompañados con té de menta fresca e historias del balneario que sólo ella conocía.

A las cinco en punto, venía con su canasta de mimbre, cubierta por un blanquísimo mantelito de macramé, rebosante de exquisiteces para la merienda.

Por su parte Abuela también reservaba deliciosos buñuelos de algas, o sabrosos pastelitos de atún, que Santa se llevaba gustosa para compartir con su familia.

Pero ese verano de 1969 no sería igual. Lo presentí apenas vi a mis padres en la terminal, acompañados de un matrimonio con dos niños a los que presentaron como “los nuevos dueños de la casa”.

En ese momento supe que mis Abuelos habían decidido venderla para comprar otra en La Floresta, más cerca de Montevideo.

Ese fue mi último verano en La Paloma y mi corazón de niña se quedó allí para siempre.

Han pasado muchísimos años y todavía añoro mi estanque, y aquellos perfumes a mar, a hongos y a piñones.

Nunca más vi a Santa, pero aún hoy, la encuentro a veces en mis sueños con su inefable sonrisa, y su delantal bordado.

Y mientras disfruto sus bizcochitos de limón, recorro una vez más, cantando... mi adorado puentecito de “Avignon”.

Page 61: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 61 ~

Frankenstein nunca lloró por Marcelo López Diez

El techo de chapa sonaba a almendras masticadas por un burro mientras afuera llovía de manera casi veraniega. Las tormentas suaves son metáforas de un amor inconcluso, por eso nunca pude concentrarme en hacer el amor mientras llovía. Por esto, tal vez, no me han durado las mujeres más de lo que me duraría una barra de jabón para lavar ropa sucia. Los rayos de los carteles de neón aclaraban la ventana que daba al comedor, dando lugar a formas que solo la imaginación puede hacer cobrar vida. Yo era un Víctor Frankenstein dándole respiración boca a boca a un cuerpo hecho de aire, tenía que aceptar que mi soledad era amplia y daba lugar a inmensos ríos de versos quebrados por un sonido a acordeón de estómago reventado.

Eran versos abonados por pasajes a un lugar que ya no recuerdo, una cortina se me aparecía, azulada, dividiendo en dos la pétrea habitación marcada con patitas de cucarachas canadienses. La iluminación artificial le daba un color aceitunado a las paredes y el incienso encendido tenía el aroma de la casa de las abuelas cuando regresan de jugar a las cartas. Había comprado una televisión no hacía más de un año, en el refugio de las mujeres embarazadas, estaba encendida y se escuchaba gangosa, impertérrita y vacía de colores fuertes. Con aquellos sonidos nadie podía escuchar los gritos mudos, dispersos, mezclados tras cada puñalada, como un recuerdo sepultado a la fuerza. Después, el papel celofán que chorrea gotas viscosas de tinta y algo parecido al alma, pero ya sin latidos. Me siento en un banco para quitarme el peso de los nervios y recoger los pedazos de un poder oculto entre huesos y pliegues de carne atravesada por mordeduras. La lluvia para, solo para darme un aliento antinatural. Me tengo que desarmar de todo

Page 62: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 62 ~

rastro de locura y los bordes de la pileta blanca adquieren un tinte rosado. Me quito la piel de ella y se descubre mi oscuro pelaje. Las náuseas que sentía al principio están atadas con precintos de huesos blancos. Lo que he dejado al azar posiblemente quede anotado en un verso inexplicable. He destruido a mi criatura, he soñado que este lugar perdía el techo y las gotas me bañaban, ella debe ser algo más que carne. No he visto un alma, pero entiendo la definición. La pared que está detrás de la cocina parece que caerá por los golpes de las ramas de un árbol, parece que buscará entrar para abrazarme por última vez hasta verme asfixiado. Pero es tarde y prefiero pensar en lo que vendrá cuando termine esta cuarentena de casi un mes, no he enfermado, pero desconfío de lo que veo cuando cierro los ojos.

Sueños de futuro dentro de un casco metálico, para no escuchar ninguna esperanza atravesada entre estertores tuyos. El arcoíris en blanco y negro, mi puño agrietado y un perro aullando bajo las pesadas ruedas del camión del hielo. La pérdida total de la audición, un zumbido religioso, la cabeza que se va.

Dicen que los animales no razonan, esto tiene sentido porque nosotros razonamos por ellos, a veces nos olvidamos de seguir comportándonos y nos transformamos en algo sin nombre ni humanidad. Algo viscoso que me deforma en el espejo, y me deja el sabor de las frutillas de la niñez, me invade el pecho. Algo parecido a un libro viejo me desangra hoja a hoja las venas que se confunden con la tela marrón del sofá y la comodidad de saberme oscuro hasta que vuelva a abrir los ojos.

Page 63: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 63 ~

Bajo la lluvia por Gabriela Motta

Esa mañana llovía copiosamente sobre la ciudad, me levanté con la calma de un sábado sin horarios ni rutinas, mi única preocupación era prepararme el desayuno y leer un libro. Abrí la heladera y no tenía leche, la pereza invadió por completo mi cuerpo y la idea de tener que salir me molestaba, sin embargo, debía hacerlo mi TOC no me dejaría leer sin una taza de chocolate caliente. Así que, sin pensarlo más, tomé el abrigo, el paraguas y me marché. En la esquina el viento me abrazó brutalmente haciendo trizas mi paraguas. Ahí estaba yo, indefensa bajo la lluvia, irritada por mi desdichada mañana mientras sentía caer las frías gotas sobre mi rostro. Envuelta en un mar de emociones seguí mi camino, no antes de maldecir la lluvia, el viento, mi tranquilidad frustrada y hasta al chino que había fabricado el paraguas ¡Ahora debía llegar a casa, bañarme, cambiarme y para cuando terminara con todo eso ya sería mediodía!

En ese preciso momento el sonido de una melodía captó por completo mi atención aterrizándome bruscamente a la realidad, me sequé con una mano las gotas que me impedían ver con claridad y observé cómo se aproximaba lentamente el afilador. Hacía años que no veía uno, venía tocando su dulce melodía con su bicicleta y el equipaje tapado con un nailon oscuro justo detrás de él. Me detuve sintiéndome pequeñita, yo envuelta en cólera a causa de un desayuno frustrado y un paraguas roto, en cambio ese hombre caminaba bajo la lluvia empapado, como yo, pero sin quejas. Seguramente, no mojarse jamás fue una opción. Con ese trabajo no hay mal tiempo y para colmo un oficio casi obsoleto ¿Quién afila cuchillos con lo barato que sale comprarse uno

Page 64: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 64 ~

nuevo? Lo esperé solo para sugerirle que debía cambiar de trabajo. Al verme ahí parada me dijo:

— ¿Tiene un cuchillo para afilar vecina?

—No, le contesté mientras me acercaba a su bicicleta ¿Hay gente que todavía afila cuchillos? —le pregunté con un tono irónico.

—No muchos, pero es lo único que puedo hacer de momento.

—Claro, respondí sin prestarle demasiada atención a sus palabras, voy a comprar leche al mercado de la esquina, ahí están pidiendo reponedores, conozco a la dueña si quiere lo puedo recomendar.

—Gracias vecina, pero no tengo con quien dejarlo y abriendo el nailon que estaba detrás de su bicicleta pude ver como se asomaban, temerosos, dos pequeños ojitos cristalinos no sé si por la lluvia o porque habían estado llorando. Su cuerpito temblaba estaba mojado de pie a cabeza, a pesar del intento de su padre por protegerlo, el agua se filtraba por todos lados. Un nudo se me hizo en la garganta, no pude decir nada.

—Ahora entiende vecina, no tengo con quien dejarlo, aunque llueva tenemos que salir. Comer hay qué comer, aunque llueva.

Yo seguía sin poder decir palabra mientras aquel niño, de no más de tres años, me observaba con esos ojos tristes pidiéndome a gritos que lo sacara de la lluvia. Cuando me repuse le ofrecí quedarme con el pequeño, nada más alejado de la realidad, él y yo sabíamos que eso no sería posible, pero mis neuronas se habían bloqueado y fue lo único que pude decir, luego de una pausa incómoda volví a quedarme en silencio … solo pude observar.

—Bueno vecina tenemos que seguir, espero que alguien tenga algún cuchillo desafilado así desquitamos la mojadura.

—Hasta luego —me dijo.

Y se fue alejando mientras tapaba a su pequeño con el nailon. Y se fue alejando mientras hacía sonar su melodía. Me quedé pensando en ese niño, mojado y con frío, era solo un pequeño que

Page 65: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 65 ~

pasaría inadvertido, camuflado como un equipaje igual que mis lágrimas bajo aquella fría lluvia.

Page 66: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 66 ~

Lo que no sabés por Diego Vidal Santurión

Veintisiete días de lluvia seguidos desde el comienzo del verano y una temperatura que no bajaba de los treinta grados. Así fue el mes en que nos conocimos.

Andábamos todos alborotados, corriendo descalzos, dejándonos empapar por aquella llovizna suave y templada. Vos bajabas por la calle de la iglesia con tus jeans de ciudad, tu musculosa blanca, y tu melena negra aplastada por el agua. Eras como un pichón de James Dean cercano y contemporáneo. Te vi y sentí uno de los primeros escozores de mi adolescencia.

Después, te busqué día a día. Desde la ruta de los tambos hasta los límites de la rambla y el embarcadero. Terminé encontrándote en el club, de casualidad. Papá me había mandado a comprar cigarrillos porque estaba repasando las canaletas de la quinta, y quería terminar antes de que mamá regresara del mercado.

Salí a los trancos, molesta por el encargo. Llevaba puesto un pantalón deportivo ancho y gastado, y una camiseta lila con las mangas cortadas a la altura de los hombros. Cuando llegué y te vi, apoyado en la mesa del futbolito, me quedé petrificada. Estuve a punto de pegar la vuelta y volver a casa; pero seguí caminando, enderecé la espalda y saqué pecho, y hasta creo haberte lanzado una mirada de soslayo.

Claro que vos estabas en otra, o al menos eso querías hacerme creer, y mientras yo me pavoneaba de camino al mostrador, vos me dabas la espalda y lanzabas la bola a la cancha de muñecos, presto a ejecutar un tiro del cual desconozco la suerte, porque yo ya estaba sobre la barra pidiendo los cigarrillos.

Page 67: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 67 ~

A partir de entonces empecé a ir todas las tardes al club. Sentada en el murito de la pista de patín, te miraba jugar al fútbol en la canchita del fondo, mientras disimulaba, hablando de cualquier cosa con las chiquilinas.

Así me enteré que eras el sobrino de Rosita, la quinielera, y que habías llegado al pueblo en fin de año para vivir con ella por unos meses.

Todos hablaban de vos; a tus espaldas claro. Unos, aseguraban que tu padre había perdido la casa en Montevideo por una deuda en la timba con la pesada de los caballos. Otros, que tu madre estaba presa y que tu padre había abandonado el país porque lo buscaban los milicos. Todos coincidían en que corrías peligro en Montevideo, y por eso tus abuelos te mandaron lejos, a vivir con tu tía.

Yo creía algunas cosas. Otras no. De lo que sí estaba segura, era que de confirmarse todo aquello, enviarte al pueblo no había sido la mejor opción, porque en un lugar como aquel jamás podrías pasar desapercibido.

Por medio de mi primo, que jugaba al fútbol contigo, me enteré que una de las hijas de don Miguel, el barraquero, te fue a esperar una tarde a la salida de un partido. Te llevó una bandeja con pasteles de dulce de leche, diciéndote que eran un obsequio de bienvenida para compartir con tu tía.

Supe además, que se ofreció a acompañarte hasta tu casa para llevar los pasteles, porque la madre le había dicho que el contenido era un regalo pero la bandeja tenía que volver ese mismo día.

No hacía ni un mes que estabas en el pueblo y ya tenías admiradoras.

Me reí con malicia cuando mi primo me contó que repartiste los pasteles entre los chiquilines del equipo, agradeciste a la hija de don Miguel y, ahí mismo, le devolviste la bandeja diciéndole que ya podía llevársela a la madre, que no era necesario acompañarte

Page 68: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 68 ~

porque con el hambre que les daba después de los partidos, de los pasteles no quedaron ni las migas.

Dijo mi primo que no lo hiciste de malo, que te salió así, natural. Lo cierto es que antes de eso ya me gustabas, pero creo que fue a partir de ahí que me empezaste a enamorar.

Lo que pasó después ya lo sabés. La tarde que me ayudaste con la bicicleta, los libros que habías traído de Montevideo, las caminatas desde la plaza acompañando el atardecer por la ribera del río.

Lo que no sabés, es que el día del baile en el club, horas antes de que me invitaras a compartir los últimos lentos de la noche, me la pasé sin comer; tomando té de lechuga y poniéndome paños fríos para bajarme la fiebre.

Tampoco sabés que no lo logré y que, para poder ir, tuve que escaparme de casa por la ventana del altillo.

Ignoro si esa noche te diste cuenta de que estaba enferma. Nunca te lo pregunté, y vos, como de tantas otras cosas, nunca dijiste nada. Pero creo que entre los nervios que tenía cuando me hablabas y el calor que me dio cuando me besaste, mi malestar bien pudo haber pasado por vergüenza o falta de experiencia.

Al final, cuando me acompañaste en la madrugada hasta la puerta de casa, y volviste a besarme frente al portón de la entrada, no sé si al despedirme temblaba por la fiebre o por tanta emoción contenida.

Recuerdo sí, que apenas entré a la sala todavía en penumbras; me quedé tras la cortina de la ventana mirándote desandar el camino que habíamos trazado juntos; y pensé que de todo aquello, sin duda, debía tratarse el amor.

Page 69: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 69 ~

La mudanza por Luis Aparain

Te encuentras rodeado de cajas, todas con sus respectivas etiquetas, prontas para la mudanza, se aproxima la hora de largarte, tú y tus pertenencias.

Te sientes como un solitario habitante inserto en la maqueta de una pequeña ciudad, poblada de cajas de cartón, viéndote obligado a transitar por estrechos pasadizos, que a la manera de angostas calles te conducen a la puerta de salida o a una puerta interior que lleva al dormitorio de tu desolado apartamento.

Cruzas a través de las cajas de los libros en dirección al baúl de los objetos en desuso, el sitio donde ha ido a parar todas aquellas cosas que no has tenido el valor de desechar; el mismo que has denominado como el lugar de los “afectos personales”.

Debes hurgar en su interior, seleccionar aquellas cosas que te acompañarán de aquí en más; es el momento de asumir decisiones postergadas y tratar de aligerar tu equipaje.

Ahí te espera el reloj “Omega”, ese que te regaló tu padre en ocasión de tu décimo cumpleaños; un bien de familia, ya que él lo recibió de tu abuelo.

Lo tomas en tu mano, observas su esfera amarillenta, reconoces las mismas cicatrices de esos rostros ancianos cuya piel ha envejecido, puedes leer su “made in switzerland”, que da cuenta de su estirpe, contemplas con un dejo de tristeza sus manecillas vencidas por el paso del tiempo, suspendidas en un segundo eterno.

Page 70: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 70 ~

La suspensión del tiempo, recuerdas una tarde de mayo, el destello en los ojos de tu padre, sus palabras entrecortadas diciéndote que desde ahora debías conservarlo, que de pequeño lo había recibido de manos de su padre, que era el mejor obsequio que podía ofrecerte.

Hoy puedes ver en ese instante fugaz un nuevo significado, el de una ceremonia, cumplir con el rito del legado, la transmisión de un objeto preciado de generación en generación, un eslabón más en la cadena del amor filial.

Entonces decides, que aunque no tengas descendencia, debes llevarlo contigo, que ha de acompañarte por el resto de tus días.

Lo introduces con cuidado en el bolsillo izquierdo de tu camisa, y cuando, por fin, intentas retomar tu tarea, crees percibir un imperceptible tic-tac; no te atreves a comprobar si se ha puesto en marcha otra vez el desgastado engranaje, tan sólo sonríes, con un gesto de obstinada esperanza.

Page 71: LUNÁTICAcuentosparaleer.com/wp-content/uploads/Lunatica-y-otros... · 2021. 1. 14. · de pie/lejana de ti misma, de mí lejana/mirando sin ver, o sin mirar/un punto en el abismo

~ 71 ~

Indice de autores Sylvia Martínez Coronel

Sylvia Bonilla Santibáñez

Anne Cardozo Viera

Julio N. Caggiani

José Lissidini Sánchez

Javier Zeballos

Carlos Etcheverry Arenas

Yael Szajnholc

Mari lena Pereira

Laura Torres dos Santos

María Celeste Medina

Ruben Fernández

Yamandú Sosa Bernarde

Teresa Díaz Sánchez

Alejandro Mario Barreto

Waldemar Fontes

Jorge Machado Obaldía

Carmen Rodríguez Franco

Jorge Ferrari

Norma Pascual

Zulma Mastroianni Fuentes

Graciela Mila

Marcelo López Diez

Gabriela Motta

Diego Vidal Santurión

Luis Aparain

Noviembre 2020

Editorial Vivencias