Luis Pescetti Bolsa Del Juglar

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www.luispescetti.com La Bolsa del Juglar (el comienzo de la respuesta) 1 Luis Pescetti Como todos los docentes, tuve que trabajar limitado por la escasez de recursos y por la estre- chez de mentalidad. Cuando empecé a dar talleres para maestros sentí la necesidad de brindar elemen- tos que a mí me hubiera gustado que me acercaran cuando era maestro frente al grado, cosas que fueran realmente útiles para la tarea cotidiana: ideas y herramientas adecuadas para nuestra realidad. Para cada curso que iba a dar me preguntaban qué necesitaba, yo pedía una serie de condiciones pero en la mayoría de los viajes me encontraba con que tenía que trabajar aunque faltara algo. Nunca se dio que todos los integrantes del grupo supieran música, muy pocos establecimientos tenían instrumen- tos musicales o un buen equipo de sonido y así siguiendo. El punto máximo de la crisis que eso me fue produciendo se dio cierta vez que, de un total de 150 personas, sólo dos o tres sabían algo de música. Ahí decidí que debía dejar de esperar condiciones especiales, porque nadie podía elegir sus condiciones de trabajo. Lo mismo que me pasaba a mí al dar los cursos les pasaba a ellos en sus escuelas. Esa era la realidad con la que había que trabajar. Por lo tanto la pregunta que debíamos responder era: ¿Qué puede enseñar, de música, alguien que no sabe música? O bien: ¿Hay alguna actividad musical que pueda realizar alguien sin la más mí- nima formación? Dada la escasez de elementos y conocimientos se me ocurrió empezar con juegos de percusión corporal. Tomé cosas muy sencillas del método Orff, pensé algunas estructuras rítmicas simples y re- copilé algunos juegos de campamento. ¿Qué podían saber de ritmo? ¿En qué lo tenemos incorporado de modo natural? Se me ocurrió que en las rimas, las rimas populares. Aprendimos varias y así del ritmo con el cuerpo pasamos al rit- mo y la palabra. Quien dice rimas, dice palmas que las acompañan; había que buscar juegos de palmas para acompañar las rimas que recitábamos. Cada uno fue contribuyendo con los que recordaba de su infan- cia o los que les enseñaban sus hijos y alumnos. Habiendo rimas y palmas la idea de los juegos surge como consecuencia natural, por simple proximidad. Le pedí a una profesora de educación física que me enseñara juegos de campamentos. A los que yo rescataba de mi niñez agregué esos que Celina Robles me enseñó. Otro amigo dedicado a la recreación, Lucio Margulis, hacía un tiempo me había pedido mis canciones infantiles; lo llamé y le ofrecí canjeárselas por juegos y canciones de campamentos. Así, poco a poco, de la misma ausencia de recursos fue surgiendo una solución. La imagen que me empezó a ayudar fue la de un juglar, esa persona que se valía de la música y otros recursos para animar y entretener a su público. 1 del libro: “Taller de animación musical y juegos” (Luis Pescetti , Libros del Rincón, SEP; Mx, 1996)

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    La Bolsa del Juglar (el comienzo de la respuesta)1

    Luis Pescetti Como todos los docentes, tuve que trabajar limitado por la escasez de recursos y por la estre-chez de mentalidad. Cuando empec a dar talleres para maestros sent la necesidad de brindar elemen-tos que a m me hubiera gustado que me acercaran cuando era maestro frente al grado, cosas que fueran realmente tiles para la tarea cotidiana: ideas y herramientas adecuadas para nuestra realidad. Para cada curso que iba a dar me preguntaban qu necesitaba, yo peda una serie de condiciones pero en la mayora de los viajes me encontraba con que tena que trabajar aunque faltara algo. Nunca se dio que todos los integrantes del grupo supieran msica, muy pocos establecimientos tenan instrumen-tos musicales o un buen equipo de sonido y as siguiendo. El punto mximo de la crisis que eso me fue produciendo se dio cierta vez que, de un total de 150 personas, slo dos o tres saban algo de msica. Ah decid que deba dejar de esperar condiciones especiales, porque nadie poda elegir sus condiciones de trabajo. Lo mismo que me pasaba a m al dar los cursos les pasaba a ellos en sus escuelas. Esa era la realidad con la que haba que trabajar. Por lo tanto la pregunta que debamos responder era: Qu puede ensear, de msica, alguien que no sabe msica? O bien: Hay alguna actividad musical que pueda realizar alguien sin la ms m-nima formacin? Dada la escasez de elementos y conocimientos se me ocurri empezar con juegos de percusin corporal. Tom cosas muy sencillas del mtodo Orff, pens algunas estructuras rtmicas simples y re-copil algunos juegos de campamento. Qu podan saber de ritmo? En qu lo tenemos incorporado de modo natural? Se me ocurri que en las rimas, las rimas populares. Aprendimos varias y as del ritmo con el cuerpo pasamos al rit-mo y la palabra. Quien dice rimas, dice palmas que las acompaan; haba que buscar juegos de palmas para acompaar las rimas que recitbamos. Cada uno fue contribuyendo con los que recordaba de su infan-cia o los que les enseaban sus hijos y alumnos. Habiendo rimas y palmas la idea de los juegos surge como consecuencia natural, por simple proximidad. Le ped a una profesora de educacin fsica que me enseara juegos de campamentos. A los que yo rescataba de mi niez agregu esos que Celina Robles me ense. Otro amigo dedicado a la recreacin, Lucio Margulis, haca un tiempo me haba pedido mis canciones infantiles; lo llam y le ofrec canjerselas por juegos y canciones de campamentos. As, poco a poco, de la misma ausencia de recursos fue surgiendo una solucin. La imagen que me empez a ayudar fue la de un juglar, esa persona que se vala de la msica y otros recursos para animar y entretener a su pblico. 1 del libro: Taller de animacin musical y juegos (Luis Pescetti , Libros del Rincn, SEP; Mx, 1996)

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    Encontramos que haba muchas cosas que podamos hacer, cosas que sabamos aunque no sa-bamos que sabamos. Cosas que jams se nos iban a ocurrir si seguamos con la idea fija en "ensear msica" pero que, si ponamos el acento en "fomentar el gusto por la msica", "jugar con el mundo de los sonidos", "compartir la msica que nos gusta", eran ideas muy buenas. En torno la idea de animacin y msica fue creciendo un material de recursos muy sencillos en los que estaban incluidos aspectos rtmicos, meldicos, sonoros; que eran divertidos, por supuesto, y que podan ensearse an cuando no se supiera nada de msica. A ese manojo de recursos se me ocurri ponerle un nombre: La bolsa del juglar. En ella caban rimas, rondas, adivinanzas, trabalenguas, canciones, refranes, coplas, chistes, juegos de palmas, de animacin, musicales, etctera. Entonces me di cuenta que habamos llegado a un punto clave: * Actividades que cualquiera poda ensear y hacer. * Que eran estmulos muy ricos. * Que casi no precisaban de ningn recurso material en especial. * Que se nutran de cosas muy cercanas a todos: tradicin oral, juegos de padres y amigos, can- ciones de la infancia, msica de la radio. Todo eso era convertido en estmulo, informacin til, conocimiento valioso. * Que contagiaban entusiasmo: provocaban risa, despertaban una hermosa vitalidad. Todos se iban con ganas de ensear a otros aquello que estbamos viendo. As fue como esta propuesta ldica y de animacin surgi de responder a la realidad ms coti-diana de escuelas y lugares de recreacin en las que trabajaba una maravillosa gente de la Universidad de la Patagonia. Son actividades muy simples pero sumamente eficaces para estimular la imaginacin y desarrollar el gusto por la msica, an en condiciones de escasos recursos humanos y materiales.

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