Luis de Gongora - Fabula de Polifemo Y Galatea -

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 Fábula de Polifemo y Galate Luis de Góngora

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  • Fbula de Polifemo y Galatea

    Luis de Gngora

  • Luis de Gngora y Argote De Wikipedia, la enciclopedia libre

    Luis de Gngora y Argote (Crdoba, 11 de julio de 1561 - ibd. 23 de mayo de 1627). Sacerdote, poeta y dramaturgo espaol del Siglo de Oro, mximo exponente de la co-rriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo, que ms tarde imitaran otros artistas. Sus obras fueron objeto de exgesis ya en su misma poca.

    Biografa

    Era hijo del juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Crdoba don Francisco de Argote y de la noble dama Leonor de Gngo-ra. Estudi en Salamanca, tom rdenes me-nores en 1585 y fue cannigo beneficiado de la catedral cordobesa, donde fue amonestado ante el obispo Pacheco por acudir pocas ve-

  • ces al coro y por charlar en l, as como por acudir a diversiones profanas y componer versos satricos. Desde 1589 viaj en diver-sas comisiones de su cabildo por Navarra, y por Andaluca y ambas Castillas (Madrid, Sa-lamanca, Granada, Jan, Cuenca, Toledo). Compone entonces numerosos sonetos, ro-mances y letrillas satricas y lricas, y msicos como Diego Gmez, Gabriel Daz, Claudio de la Sablonara o Capitn le buscan para musi-car estos poemas. En 1609 regresa a Crdo-ba y empieza a intensificar la tensin esttica y el barroquismo de sus versos. Entre 1610 y 1611 escribe la Oda a la toma de Larache y en 1613 el Polifemo, un poema en octavas que parafrasea un pasaje mitolgico de las Metamorfosis de Ovidio, tema que ya haba sido tratado por su coterrneo Luis Carrillo y Sotomayor en su Fbula de Atis y Galatea; el mismo ao divulga en la Corte su ms ambi-cioso poema, las incompletas Soledades. Este poema desata una gran polmica a causa de su oscuridad y afectacin y le crea una gran legin de seguidores, los llamados poetas

  • culteranos (Salvador Jacinto Polo de Medina, fray Hortensio Flix Paravicino, Francisco de Trillo y Figueroa, Gabriel Bocngel, el Conde de Villamediana, sor Juana Ins de la Cruz, Pedro Soto de Rojas, Miguel Colodrero de Villalobos), as como enemigos entre concep-tistas como Francisco de Quevedo o casticis-tas como Lope de Vega o Lupercio y Bartolo-m Leonardo de Argensola. Algunos de estos, sin embargo, llegaron con el tiempo a militar entre sus defensores, como Juan de Juregui. El caso es que su figura se revisti de aun mayor prestigio, hasta el punto de que Felipe III le nombr capelln real en 1617; para desempear tal cargo, vivi en la Corte hasta 1626, arruinndose para conseguir cargos y prebendas a casi todos sus familiares; al ao siguiente, 1627, perdida la memoria, march a Crdoba, donde muri de una apopleja en medio de una extrema pobreza. Velzquez lo retrat con frente amplia y despejada, y por los pleitos, los documentos y las stiras de su gran enemigo, Francisco de Quevedo, sabe-mos que era jovial, sociable, hablador y

  • amante del lujo y de entretenimientos como los naipes y los toros, hasta el punto de que se le lleg a reprochar frecuentemente lo po-co que dignificaba los hbitos eclesisticos. En la poca fue tenido por maestro de la sti-ra, aunque no lleg a los extremos expresio-nistas de Quevedo ni a las negrsimas tintas de Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana, que fue amigo suyo y uno de sus mejores discpulos poticos. En su poesa se solan distinguir dos pero-dos: el tradicional, en que hace uso de los metros cortos y temas ligeros. Para ello usa-ba canciones, tercetos, dcimas, romances, letrillas, etc. Este perodo iba hasta el ao 1610, en que cambiaba rotundamente para volverse culterano, haciendo uso de metfo-ras difciles, muchas alusiones mitolgicas, cultismos, hiprbatos, etc.; pero Dmaso Alonso demostr que estas dificultades esta-ban ya presentes en su primera poca y que la segunda es solamente una intensificacin

  • de estos recursos realizada por motivos est-ticos. Obra Portada del Manuscrito Chacn, que transmi-ti la obra potica de Luis de Gngora. Portada del Manuscrito Chacn, que transmi-ti la obra potica de Luis de Gngora. Aunque Gngora no public sus obras (un intento suyo en 1623 no fructific), stas pasaron de mano en mano en copias manus-critas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologas publi-cados con su permiso o sin l. Durante un tiempo se crey que el manuscrito ms auto-rizado era el llamado Manuscrito Chacn (co-piado por Antonio Chacn, Seor de Polvo-ranca, para el Conde-Duque de Olivares), ya que contiene aclaraciones del propio Gngora y la cronologa de cada poema; pero este manuscrito habida cuenta del alto personaje al que va destinado, prescinde de las obras

  • satricas y vulgares. El mismo ao de su muerte, sin embargo, Juan Lpez Vicua pu-blic ya unas Obras en verso del Homero es-paol que se considera tambin muy fiable e importante en la fijacin del corpus gongori-no; sus atribuciones suelen ser certeras; an as, fue recogida por la Inquisicin y despus superada por la de Gonzalo de Hoces en 1633. [1] Por otra parte, las obras de Gngo-ra, como anteriormente las de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega, gozaron el honor de ser ampliamente glosadas y comentadas por personajes de la talla de Daz de Rivas, Pelli-cer, Salcedo Coronel, Salazar Mardones, Pe-dro de Valencia y otros. Aunque en sus obras iniciales ya encontramos el tpico conceptismo del barroco, Gngora, cuyo talante era el de un esteta descontenta-dizo (el mayor fiscal de mis obras soy yo, sola decir), qued inconforme y decidi in-tentar segn sus propias palabras hacer algo no para muchos e intensificar an ms la retrica y la imitacin de la poesa latina

  • clsica introduciendo numerosos cultismos y una sintaxis basada en el hiprbaton y en la simetra; igualmente estuvo muy atento a la sonoridad del verso, que cuidaba como un autntico msico de la palabra; era un gran pintor de los odos y llenaba epicreamente sus versos de matices sensoriales de color, sonido y tacto. Es ms, mediante lo que D-maso Alonso, uno de sus principales estudio-sos, llam elusiones y alusiones, convirti cada uno de sus poemas ltimos menores y mayores en un oscuro ejercicio para mentes despiertas y eruditas, como una especie de adivinanza o emblema intelectual que causa placer en su desciframiento. Es la esttica barroca que se llam en su honor gongorismo o, con palabra que ha hecho mejor fortuna y que tuvo en su origen un valor despectivo por su analoga con el vocablo luteranismo, Cul-teranismo, ya que sus adversarios considera-ban a los poetas culteranos unos autnticos herejes de la poesa.

  • La crtica desde Marcelino Menndez Pelayo ha distinguido tradicionalmente dos pocas o dos maneras en la obra de Gngora: el Prn-cipe de la Luz, que correspondera a su pri-mera etapa como poeta, donde compone sencillos romances y letrillas alabados un-nimemente hasta poca Neoclsica, y el Prncipe de las Tinieblas, en que a partir de 1610, en que compone la oda A la toma de Larache se vuelve autor de poemas oscuros e ininteligibles. Hasta poca romntica esta parte de su obra fue duramente criticada e incluso censurada por el mismo neoclsico Ignacio de Luzn. Esta teora fue rebatida por Dmaso Alonso, quien demostr que la com-plicacin y la oscuridad ya estn presentes en su primera poca y que como fruto de una natural evolucin lleg a los osados extremos que tanto se le han reprochado. En romances como la Fbula de Pramo y Tisbe y en algu-nas letrillas aparecen juegos de palabras, alusiones, conceptos y una sintaxis latinizan-te, si bien estas dificultades aparecen enmas-caradas por la brevedad de sus versos, su

  • musicalidad y ritmo y por el uso de formas y temas tradicionales. Poemas Se suele agrupar su poesa en dos bloques, poemas menores y mayores, correspondien-tes ms o menos a dos etapas poticas suce-sivas. En su juventud, Gngora compuso nu-merosos romances, de inspiracin literaria, como el de Anglica y Medoro, de cautivos, de tema piratesco o de tono ms personal y lrico, algunos de ellos de carcter autobio-grfico en los que narra sus recuerdos infanti-les, y tambin numerosas letrillas lricas y satricas y romances burlescos. La gran ma-yora son una constante acumulacin de jue-gos conceptistas, equvocos, paronomasias, hiprboles y juegos de palabras tpicamente barrocos. Entre ellos se sita el largo roman-ce Fbula de Pramo y Tisbe (1618), comple-jsimo poema que fue el que cost ms traba-jo a su autor y tena en ms estima, y donde se intenta elevar la parodia, procedimiento

  • tpicamente barroco, a categora tan artstica como las dems. La mayor parte de las letri-llas estn dirigidas, como en Quevedo, a es-carnecer a las damas pedigeas y a atacar el deseo de riquezas. Merecen tambin su lugar las stiras contra distintos escritores, especialmente Quevedo o Lope de Vega. Junto a estos poemas, a lo largo de su vida no dej Gngora de escribir perfectos sonetos sobre todo tipo de temas (amorosos, satri-cos, morales, filosficos, religiosos, de cir-cunstancias, polmicos, laudatorios, funera-rios), autnticos objetos verbales autnomos por su intrnseca calidad esttica y donde el poeta cordobs explora distintas posibilidades expresivas del estilo que est forjando o llega a presagiar obras venideras, como el famoso Descaminado, enfermo, peregrino, que anuncia las Soledades. Entre los tpicos usuales (carpe diem, etc.) destacan, sin em-bargo, como ms trgica grandeza.

  • Los poemas mayores fueron, sin embargo, los que ocasionaron la revolucin culterana y el tremendo escndalo subsiguiente, ocasio-nado por la gran oscuridad de los versos de esta esttica. Son la Fbula de Polifemo y Galatea (1612) y las incompletas e incom-prendidas Soledades (la primera compuesta antes de mayo de 1613). El primero narra mediante la estrofa octava real un episodio mitolgico de las Metamorfosis de Ovidio, el de los amores del cclope Polifemo por la nin-fa Galatea, que le rechaza. Al final, Acis, el enamorado de Galatea, queda convertido en ro. Se ensaya ah ya el complejo y difcil esti-lo culterano, lleno de simetras, transposicio-nes, metforas de metforas o metforas puras, hiprbaton, perfrasis, giros latinos, cultismos, alusiones y elusiones de trminos, procurando sugerir ms que nombrar y dila-tando la forma de manera que el significado se desvanezca a medida que va siendo desci-frado. Soledades

  • Las Soledades iba a ser un poema en silvas, dividido en cuatro partes, correspondientes cada una alegricamente a una edad de la vida humana y a una estacin del ao, y ser-an llamadas Soledad de los campos, Soledad de las riberas, Soledad de las selvas y Sole-dad del yermo. Pero Gngora slo compuso la dedicatoria al Duque de Bjar y las dos pri-meras, y dej inconclusa la segunda, de la cual los ltimos 43 versos fueron aadidos bastante tiempo despus. La estrofa no era nueva, pero s era la primera vez que se apli-caba a un poema tan extenso. Su forma, de carcter aestrfico, era la que daba ms li-bertad al poeta, que de esa manera se acer-caba cada vez ms al verso libre y haca pro-gresar la lengua potica hasta extremos que slo alcanzaran los poetas del Parnasianismo y el Simbolismo francs en el siglo XIX. El argumento de la Soledad primera es bas-tante poco convencional, aunque se inspira

  • en un episodio de la Odisea, el de Nausicaa: un nufrago joven arriba a una costa y es recogido por unos cabreros. Pero este argu-mento es slo un pretexto para un autntico frenes descriptivo: el valor del poema es lri-co ms que narrativo, como seal Dmaso Alonso, aunque estudios ms recientes rei-vindican su relevancia narrativa. Gngora ofrece una naturaleza arcdica, donde todo es maravilloso y donde el hombre puede ser feliz, depurando estticamente su visin, que sin embargo es rigurosamente materialista y epicrea (intenta impresionar los sentidos del cuerpo, no slo el espritu), para hacer des-aparecer todo lo feo y desagradable. De esa manera, mediante la elusin, una perfrasis hace desaparecer una palabra fea y desagra-dable (la cecina se transforma en purpreos hilos de grana fina y los manteles en nieve hilada, por ejemplo). Las Soledades causaron un gran escndalo por su atrevimiento esttico y su oscuridad hiperculta; las atacaron Francisco de Queve-

  • do, Lope de Vega, el Conde de Salinas y Juan de Juregui (quien compuso un ponderado Antdoto contra las Soledades y un Ejemplar potico contra ellas, pero sin embargo acab profesando la misma o muy semejante doc-trina), entre otros muchos ingenios, pero tambin cont con grandes defensores y se-guidores, como Francisco Fernndez de Cr-doba (Abad de Rute), el Conde de Villame-diana,Gabriel Bocngel, Miguel Colodrero de Villalobos y, ms all del Atlntico, Juan de Espinosa Medrano y Sor Juana Ins de la Cruz. Con las Soledades, la lrica castellana se enriqueci con nuevos vocablos y nuevos y poderosos instrumentos expresivos, dejando la sintaxis ms suelta y libre que hasta en-tonces. Los poemas de Gngora merecieron los honores de ser comentados poco despus de su muerte como clsicos contemporneos, como lo haban sido tiempo atrs los de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega en el siglo XVI. Los comentaristas ms importantes fue-ron Jos Garca de Salcedo Coronel, autor de una edicin comentada en tres volmenes

  • (1629-1648), Jos Pellicer de Ossau, quien compuso unas Lecciones solemnes a las obras de don Luis de Gongora y Argote (1630) o Cristbal de Salazar Mardones, au-tor de una Ilustracin y defensa de la fabula de Piramo y Tisbe (Madrid, 1636). En el siglo XVIII y XIX, sin embargo, se reaccion contra este barroquismo extremo, en un primer momento utilizando el estilo para temas ba-jos y burlescos, como hizo Agustn de Sala-zar, y poco despus, en el siglo XVIII, rele-gando la segunda fase de la lrica gongorina y sus poemas mayores al olvido. Sin embargo, por obra de la Generacin del 27 y en espe-cial por su estudioso , el poeta cordobs pas a constituirse en un modelo admirado tam-bin por sus complejos poemas mayores. A tal extremo lleg la admiracin que incluso se intent la continuacin del poema, con fortu-na en el caso de Alberti (Soledad tercera) Teatro Luis de Gngora compuso tambin tres piezas teatrales, Las firmezas de Isabela (1613), la

  • Comedia venatoria y El doctor Carlino, esta ltima inacabada y refundida posteriormente por Antonio de Sols. Ediciones modernas Existen varias ediciones modernas de la obra de Luis de Gngora; la primera fue, sin duda, la del hispanista francs Raymond Foulch Delbosc, de Obras poticas de Gngora (1921); despus siguieron las de Juan Mill Gimnez y su hermana Isabel, (1943) y las ediciones y estudios de Dmaso Alonso, (edi-cin crtica de las Soledades, 1927; La lengua potica de Gngora, 1935; Estudios y ensa-yos gongorinos; Gngora y el Polifemo, 1960, tres vols.); Sonetos completos ed. de Birut Ciplijauskait (Madrid, Castalia, 1969); Ro-mances ed. de Antonio Carreo (Madrid, C-tedra, 1982); Soledades ed. de John R. Be-verley (Madrid, Ctedra, 1980) y sobre todo la ed. de Robert Jammes (Madrid, Castalia); Fbula de Polifemo y Galatea ed. de Alexan-der A. Parker (Madrid, Ctedra, 1983); Letri-

  • llas ed. de Robert Jammes (Madrid, Castalia, 1980); Canciones y otros poemas de arte mayor, ed. de Jos M. Mic (Madrid, Espasa Calpe, 1990) y Antologa potica, ed. de An-tonio Carreira (Madrid, Castalia Didctica, 1986). Curiosidades * Fragmento de la obra Viaje del Parnaso de Miguel de Cervantes, en la que cataloga a los buenos y malos poetas de su poca. Aquel que tiene de escribir la llave, con gracia y agudeza en tanto extremo, que su igual en el orbe no se sabe es don Luis de Gngora, a quien temo agraviar en mis cortas alabanzas, aunque las suba al grado ms supremo. * La conmemoracin del tercer centenario de su muerte en un homenaje en el Ateneo de Sevilla, organizado por el torero Ignacio Snchez Mejas, dio lugar al encuentro de

  • muchos de los integrantes de la generacin del 27, quienes reivindicaron la poesa de Gngora.

  • Al Conde de Niebla 1 Estas que me dict, rimas sonoras, Culta s aunque buclica Tala, Oh excelso Conde, en las purpreas horas Que es rosas la alba y rosicler el da, Ahora que de luz tu niebla doras, Escucha, al son de la zampoa ma, Si ya los muros no te ven de Huelva Peinar el viento, fatigar la selva. 2 Templado pula en la maestra mano El generoso pjaro su pluma, O tan mudo en la alcndara, que en vano Aun desmentir el cascabel presuma; Tascando haga el freno de oro cano Del caballo andaluz la ociosa espuma; Gima el lebrel en el cordn de seda, Y al cuerno al fin la ctara suceda.

  • 3 Treguas al ejercicio sean robusto, Ocio atento, silencio dulce, en cuanto Debajo escuchas de dosel augusto Del msico jayn el fiero canto. Alterna con las Musas hoy el gusto, Que si la ma puede ofrecer tanto Clarn -y de la Fama no segundo-, Tu nombre oirn los trminos del mundo. 4 Donde espumoso el mar sicilano El pie argenta de plata al Lilibeo, Bveda o de las fraguas de Vulcano O tumba de los huesos de Tifeo, Plidas seas cenizoso un llano, Cuando no del sacrlego deseo, Del duro oficio da. All una alta roca Mordaza es a una gruta de su boca. 5

  • Guarnicin tosca de este escollo duro Troncos robustos son, a cuya grea Menos luz debe, menos aire puro La caverna profunda, que a la pea; Caliginoso lecho, el seno obscuro Ser de la negra noche nos lo ensea Infame turba de nocturnas aves, Gimiendo tristes y volando graves. 6 De este, pues, formidable de la tierra Bostezo, el melanclico vaco A Polifemo, horror de aquella sierra, Brbara choza es, albergue umbro Y redil espacioso donde encierra Cuanto las cumbres speras cabro, De los montes esconde: copia bella Que un silbo junta y un peasco sella. 7 Un monte era de miembros eminente Este que -de Neptuno hijo fiero-

  • De un ojo ilustra el orbe de su frente, mulo casi del mayor lucero; Cclope a quien el pino ms valiente Bastn le obedeca tan ligero, Y al grave peso junco tan delgado, Que un da era bastn y otro cayado. 8 Negro el cabello, imitador undoso De las oscuras aguas del Leteo, Al viento que lo peina proceloso Vuela sin orden, pende sin aseo; Un torrente es su barba impetuosa, Que -adusto hijo de este Pirineo- Su pecho inunda- o tarde, o mal, o en vano Surcada aun de los dedos de su mano. 9 No la Trinacria en sus montaas, fiera Arm de crueldad, calz de viento, Que redima feroz, salve ligera Su piel manchada de colores ciento:

  • Pellico es ya la que en los bosques era Mortal horror al que con paso lento Los bueyes a su albergue reduca, Pisando la dudosa luz del da. 10 Cercado es, cuando ms capaz ms lleno, De la fruta, el zurrn, casi abortada, Que el tardo otoo deja al blando seno De la piadosa yerba encomendada: La serva, a quien le da rugas el heno; La pera, a quien le da cuna dorada La rubia paja y -plida turora- La niega avara y prdiga la dora. 11 Erizo es, el zurrn, de la castaa; Y -entre el membrillo o verde o datilado- De la manzana hipcrita, que engaa, A lo plido no, a lo arrebolado, Y de la encina honor de la montaa, Que pabelln al siglo fue dorado,

  • El tributo, alimento, aunque grosero, Del mejor mundo, del candor primero. 12 Cera y camo uni -que no debiera- Cien caas, cuyo brbaro ruido, De ms ecos que uni camo y cera Albogues, duramente es repetido. La selva se confunde, el mar se altera, Rompe Tritn su caracol torcido, Sordo huye el bajel a vela y remo: Tal la msica es de Polifemo! 13 Ninfa, de Doris hija, la ms bella, Adora, que vio el reino de la espuma. Galatea es su nombre, y dulce en ella El terno Venus de sus Gracias suma. Son una y otra luminosa estrella Lucientes ojos de su blanca pluma: Si roca de cristal no es de Neptuno, Pavn de Venus es, cisne de Juno.

  • 14 Purpreas rosas sobre Galatea La Alba entre lilios cndidos deshoja: Duda el Amor cul ms su color sea, O prpura nevada, o nieve roja. De su frente la perla es, eritrea, mula vana. El ciego dios se enoja, Y, condenado su esplendor, la deja Pender en oro al ncar de su oreja. 15 Invidia de las ninfas, y cuidado De cuantas honra el mar deidades, era; Pompa del marinero nio alado Que sin fanal conduce su venera. Verde el cabello, el pecho no escamado, Ronco s, escucha a Glauco la ribera Inducir a pisar la bella ingrata, En carro de cristal, campos de plata. 16

  • Marino joven, las cerleas sienes, Del ms tierno coral cie Palemo, Rico de cuantos la agua engendra bienes, Del Faro odioso al promontorio extremo; Mas en la gracia igual, si en los desdenes Perdonado algo ms que Polifemo, De la que, an no le oy, y, calzada plumas, Tantas flores pis como l espumas. 17 Huye la ninfa bella: y el marino Amante nadador, ser bien quisiera, Ya que no spid a su pie divino, Dorado pomo a su veloz carrera; Mas, cul diente mortal, cul metal fino La fuga suspender podr ligera Que el desdn solicita? Oh cunto yerra Delfin que sigue en agua corza en tierra! 18 Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece,

  • Copa es de Baco, huerto de Pomona: Tanto de frutas sta la enriquece, Cuanto aqul de racimos la corona. En carro que estival trillo parece, A sus campaas Ceres no perdona, De cuyas siempre frtiles espigas Las provincias de Europa son hormigas. 19 A Pales su viciosa cumbre debe Lo que a Ceres, y an ms, su vega llana; Pues si en la una granos de oro llueve, Copos nieva en la otra mil de lana. De cuantos siegan oro, esquilan nieve, O en pipas guardan la exprimida grana, Bien sea religin, bien amor sea, Deidad, aunque sin templo, es Galatea. 20 Sin aras, no: que el margen donde para Del espumoso mar su pie ligero, Al labrador, de sus primicias ara,

  • De sus esquilmos es al ganadero; De la Copia a la tierra poco avara El cuerno vierte el hortelano, entero, Sobre la mimbre que teji prolija, Si artificiosa no, su honesta hija. 21 Arde la juventud, y los arados Peinan las tierras que surcaron antes, Mal conducidos, cuando no arrastrados, De tardos bueyes cual su dueo errantes; Sin pastor que los silbe, los ganados Los crujidos ignoran resonantes De las hondas, si en vez del pastor pobre El cfiro no silba, o cruje el robre. 22 Mudo la noche el can, el da dormido De cerro en cerro y sombra en sombra yace. Bala el ganado; al msero balido, Nocturno el lobo de las sombras nace. Cbase -y fiero deja humedecido

  • En sangre de una lo que la otra pace. Revoca, Amor, los silbos, o a su dueo, El silencio del can siga y el sueo! 23 La fugitiva Ninfa en tanto, donde Hurta un laurel su tronco al Sol ardiente, Tantos jazmines cuanta yerba esconde La nieve de sus miembros da una fuente. Dulce se queja, dulce le responde Un ruiseor a otro, y dulcemente Al sueo da sus ojos la armona, Por no abrasar con tres soles el da. 24 Salamandria del Sol, vestido estrellas, Latiendo el Can del cielo estaba, cuando -Polvo el cabello, hmidas centellas, Si no ardientes aljfares, sudando- Lleg Acis, y de ambas luces bellas Dulce Occidente viendo al sueo blando, Su boca dio, y sus ojos, cuanto pudo,

  • Al sonoro cristal, al cristal mudo. 25 Era Acis un venablo de Cupido, De un Fauno -medio hombre, medio fiera-, En Simetis, hermosa Ninfa, habido; Gloria del mar, honor de su ribera. El bello imn, el dolo dormido, Que acero sigue, idlatra venera, Rico de cuanto el huerto ofrece pobre, Rinden las vacas y fomenta el robre. 26 El celestial humor recin cuajado Que la almendra guard, entre verde y seca, En blanca mimbre se lo puso al lado Y un copo, en verdes juncos, de manteca; En breve corcho, pero bien labrado, Un rubio hijo de una encina hueca, Dulcsimo panal, a cuya cera Su nctar vincul la primavera.

  • 27 Caluroso, al arroyo da las manos, Y con ellas, las ondas a su frente, Entre dos mirtos que -de espuma canos-, Dos verdes garzas son de la corriente. Vagas cortinas de volantes vanos Corri Favonio lisonjeramente, A la de viento, cuando no sea cama De frescas sombras, de menuda grama. 28 La Ninfa, pues, la sonora plata Bullir sinti del arroyuelo apenas, Cuando -a los verdes mrgenes ingrata- Seguir se hizo de sus azucenas. Huyera... mas tan fro se desata Un temor perezoso por sus venas, Que a la precisa fuga, al presto vuelo Grillos de nieve fue, plumas de hielo. 29

  • Fruta en mimbre hall, leche exprimida En juncos, miel en corcho, mas sin dueo; Si bien al dueo debe, agradecida, Su deidad culta, venerado el sueo. A la ausencia mil veces ofrecida, Este de cortesa no pequeo Indicio la dej -aunque estatua helada- Ms discursiva y menos alterada. 30 No al Cclope atribuye, no, la ofrenda; No a Stiro lascivo, ni a otro feo Morador de las selvas, cuya rienda El sueo aflija, que afloj el deseo. El nio dios, entonces, de la venda, Ostentacin gloriosa, alto trofeo Quiere que al rbol de su madre sea El desdn hasta all de Galatea. 31 Entre las ramas del que ms se lava En el arroyo, mirto levantado,

  • Carcaj de cristal hizo, si no aljaba, Su blanco pecho de un arpn dorado. El monstruo de rigor, la fiera brava Mira la ofrenda ya con ms cuidado, Y aun siente que a su dueo sea devoto, Confuso alcaide ms, el verde soto. 32 Llamralo, aunque muda; mas no sabe El nombre articular que ms querra, Ni lo ha visto; si bien pincel suave Lo ha bosquejado ya en su fantasa. Al pie -no tanto ya, del temor, grave- Fa su intento; y, tmida, en la umbra Cama de campo y campo de batalla, Fingiendo sueo al cauto garzn halla. 33 El bulto vio y, hacindolo dormido, Librada en un pie toda sobre l pende -Urbana al sueo, brbara al mentido Retrico silencio que no entiende-:

  • No el ave reina, as el fragoso nido Corona inmvil, mientras no desciende -Rayo con plumas- al milano pollo, Que la eminencia abriga de un escollo, 34 Como la Ninfa bella -compitiendo Con el garzn dormido en cortesa- No slo para, mas el dulce estruendo Del lento arroyo enmudecer querra. A pesar luego de las ramas, viendo Colorido el bosquejo que ya haba En su imaginacin Cupldo hecho Con el pincel que le clav su pecho, 35 De sitio mejorada, atenta mira, En la disposicin robusta, aquello Que. si por lo suave no la admira, Es fuerza que la admire por lo bello. Del casi tramontado Sol aspira A los confusos rayos su cabello;

  • Flores su bozo es cuyas colores, Como duerme la luz, niegan las flores. 36 (En la rstica grea yace oculto El spid del intonso prado ameno, Antes que del peinado jardn culto En el lascivo, regalado seno.) En lo viril desata de su bulto Lo ms dulce el Amor de su veneno: Bbelo Galatea, y da otro paso, Por apurarle la ponzoa al vaso. 37 Acis -an ms, de aquello que dispensa La brjula del sueo, vigilante-, Alterada la Ninfa est o suspensa, Argos es siempre atento a su semblante, Lince penetrador de lo que piensa, Calo bronce o mrelo diamante: Que en sus Paladiones Amor ciego, Sin romper muros introduce fuego.

  • 38 El sueo de sus miembros sacudido, Gallardo el joven la persona ostenta, Y al marfil luego de sus pies rendido, El coturno besar dorado intenta. Menos ofende el rayo prevenido, Al marinero, menos la tormenta Prevista le turb, o pronosticada: Galatea lo diga, salteada. 39 Ms agradable, y menos zaharea, Al mancebo levanta venturoso, Dulce ya conocindole y risuea, Paces no al sueo, treguas s al reposo. Lo cncavo haca de una pea A un fresco sitial dosel umbroso, Y verdes celosas unas yedras, Trepando troncos y abrazando piedras. 40

  • Sobre una alfombra, que imitara en vano El tiro sus matices -si bien era De cuantas sedas ya hil gusano Y artfice teji la Primavera-, Reclinados, al mirto ms lozano Una y otra lasciva, si ligera, Paloma se cal, cuyos gemidos -Trompas de Amor- alteran sus odos. 41 El ronco arrullo al joven solicita; Mas, con desvos Galatea suaves, A su audacia los trminos limita, Y el aplauso al concento de las aves. Entre las ondas y la fruta, imita Acis al siempre ayuno en penas graves: Que, en tanta gloria, infierno son no breve Fugitivo cristal, pomos de nieve. 42 No a las palomas concedi Cupido

  • Juntar de sus dos picos los rubes Cuando al clavel el joven atrevido Las dos hojas le chupa carmeses. Cuantas produce Pafo, engendra Gnido, Negras volas, blancos alheles, Llueven sobre el que Amor quiere que sea Tlamo de Acis y de Galatea. 43 Su aliento humo, sus relinchos fuego -Si bien su freno espumas- ilustraba Las columnas, Etn, que erigi el Griego, Do el carro de la luz sus ruedas lava, Cuando de amor el fiero jayn ciego, La cerviz oprimi a una roca brava, Que a la playa, de escollos no desnuda, Linterna es ciega y atalaya muda. 44 rbitro de montaas y ribera, Aliento dio, en la cumbre de la roca, A los albogues que agreg la cera,

  • El prodigioso fuelle de su boca; La Ninfa los oy, y ser ms quisiera Breve flor, yerba humilde y tierra poca, Que de su nuevo tronco vid lasciva, Muerta de amor, y de temor no viva. 45 Mas -cristalinos pmpanos sus brazos- Amor la implica, si el temor la anuda, Al infelice olmo, que pedazos La segur de los celos har, aguda. Las cavernas en tanto, los ribazos Que ha prevenido la zampoa ruda, El trueno de la voz fulmin luego: Referillo, Piredes, os ruego. 46 Oh bella Galatea, ms save Que los claveles que tronch la aurora; Blanca ms que las plumas de aquel ave Que dulce muere y en las aguas mora; Igual en pompa al pjaro que, grave,

  • Su manto azul de tantos ojos dora Cuantas el celestial zafiro estrellas! Oh t, que en dos incluyes las ms bellas! 47 Deja las ondas, deja el rubio coro De las hijas de Tetis, y el mar vea, Cuando niega la luz un carro de oro, Que en dos la restituye Galatea. Pisa la arena, que en la arena adoro Cuantas el blanco pie conchas platea, Cuyo bello contacto puede hacerlas, Sin concebir roco, parir perlas. 48 Sorda hija del mar, cuyas orejas A mis gemidos son rocas al viento: O dormida te hurten a mis quejas Purpreos troncos de corales ciento, O al disonante nmero de almejas -Marino, si agradable no, instrumento-, Coros tejiendo ests, escucha un da

  • Mi voz, por dulce, cuando no por ma. 49 Pastor soy, mas tan rico de ganados, Que los valles impido ms vacos, Los cerros desparezco levantados Y los caudales seco de los ros; No los que, de sus ubres desatados, O derribados de los ojos mos, Leche corren y lgrimas; que iguales En nmero a mis bienes son mis males. 50 Sudando nctar, lambicando olores, Senos que ignora aun la golosa cabra Corchos me guardan, ms que abeja flores Liba inqueta, ingenosa labra; Troncos me ofrecen rboles mayores, Cuyos enjambres, o el abril los abra, O los desate el mayo, mbar distilan, Y en ruecas de oro rayos del Sol hilan.

  • 51 Del Jpiter soy hijo, de las ondas, Aunque pastor; si tu desdn no espera A que el monarca de esas grutas hondas En trono de cristal te abrace nuera, Polifemo te llama, no te escondas, Que tanto esposo admira la ribera Cual otro no vio Febo ms robusto, Del perezoso Volga al Indo adusto. 52 Sentado, a la alta palma no perdona Su dulce fruto mi robusta mano; En pie, sombra capaz es mi persona De innumerables cabras el verano. Qu mucho, si de nubes se corona Por igualarme la montaa en vano, Y en los cielos, desde esta roca, puedo Escribir mis desdichas con el dedo? 53

  • Martimo Alcin, roca eminente Sobre sus huevos coronaba, el da Que espejo de zafiro fue luciente La playa azul de la persona ma; Mirme, y lucir vi un sol en mi frente, Cuando en el cielo un ojo se vea: Neutra el agua dudaba a cul fe preste: O al cielo humano o al cclope celeste. 54 Registra en otras puertas el venado Sus aos, su cabeza colmilluda La fiera, cuyo cerro levantado, De helvecias picas es muralla aguda; La humana suya el caminante errado Dio ya a mi cueva, de piedad desnuda, Albergue hoy por tu causa al peregrino, Do hall reparo, si perdi camino. 55 En tablas dividida, rica nave Bes la playa miserablemente,

  • De cuantas vomit riquezas grave, Por las bocas del Nilo el Oriente. Yugo aquel da, y yugo bien suave, Del fiero mar a la sauda frente Imponindole estaba, si no al viento, Dulcsimas coyundas mi instrumento, 56 Cuando, entre globos de agua, entregar veo A las arenas ligurina haya, En cajas los aromas del Sabeo, En cofres las riquezas de Cambaya: Delicias de aquel mundo, ya trofeo De Escila, que, ostentado en nuestra playa, Lastimoso despojo fue dos das A las que esta montaa engendra Harpas. 57 Segunda tabla a un ginovs mi gruta De su persona fue, de su hacienda: La una reparada, la otra enjuta, Relacin del naufragio hizo horrenda.

  • Luciente paga de la mejor fruta Que en yerbas se recline, en hilos penda, Colmillo fue del animal que el Ganges Sufrir muros le vio, romper falanges: 58 Arco, digo, gentil, bruida aljaba, Obras ambas de artfice prolijo, Y de Malaco rey a deidad Java Alto don, segn ya mi husped dijo, De aqul la mano, de sta el hombro agrava; Convencida la madre, imita al hijo: Sers a un tiempo, en estos horizontes, Venus del mar, Cupido de los montes. 59 Su horrenda voz, no su dolor interno Cabras aqu le interrumpieron, cuantas -Vagas el pie, sacrlegas el cuerno- A Baco se atrevieron en sus plantas. Mas, conculcado el pmpano ms tierno Viendo el fiero pastor, voces l tantas,

  • Y tantas despidi la honda piedras, Que el muro penetraron de las yedras. 60 De los nudos, con esto, ms suaves, Los dulces dos amantes desatados, Por duras guijas, por espinas graves Solicitan el mar con pies alados: Tal redimiendo de importunas aves Incauto meseguero sus sembrados, De liebres dirimi copia as amiga, Que vario sexo uni y un surco abriga. 61 Viendo el fiero Jayn con paso mudo Correr al mar la fugitiva nieve (Que a tanta vista el Lbico desnudo Registra el campo de su adarga breve) Y al garzn viendo, cuantas mover pudo Celoso trueno, antiguas hayas mueve: Tal, antes que la opaca nube rompa Previene rayo fulminante trompa.

  • 62 Con violencia desgaj infinita La mayor punta de la excelsa roca, Que al joven, sobre quien la precipita, Urna es mucha, pirmide no poca. Con lgrimas la Ninfa solicita Las deidades del mar, que Acis invoca: Concurren todas, y el peasco duro La sangre que exprimi, cristal fue puro. 63 Sus miembros lastimosamente opresos Del escollo fatal fueron apenas, Que los pies de los rboles ms gruesos Calz el lquido aljfar de sus venas. Corriente plata al fin sus blancos huesos, Lamiendo flores y argentando arenas, A Doris llega que, con llanto po, Yerno lo salud, lo aclam ro.