Lovecraft H. y Derleth a. - La Hoya de Las Brujas

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La Hoya de las Brujas H. P. Lovecraft y August Derleth El Distrito Escolar Número Siete lindaba con una región salvaje situada al oeste de Arkham. Se alzaba en el centro de una pequeña alameda de robles, algunos olmos y uno o dos arces. La carretera conducía por un lado a Arkham y por el otro se perdía en los oscuros bosques de poniente. Cuando tomé posesión de mi nuevo cargo de maestro, a primeros de septiembre de 1920, el edificio de la escuela me pareció realmente encantador, a pesar de que no pertenecía a ningún orden arquitectónico y de que era exactamente igual a miles de otras escuelas de Nueva Inglaterra: amazacotada, tradicional, pintada de blanco, resplandeciente en medio de los árboles que la rodeaban. Era ya por entonces un edific io viejo. Sin duda estará ahora abandonado o derruido. Actualmente, el distrito escolar dispone de muchos más fondos, pero en aquel tiempo sus subvenciones eran un tanto miserables y escatimaba todo cuanto podía. Cuando entré yo a enseñar, todavía se usaban, como libros de texto, ediciones publicadas antes de empezar este siglo. A mi cargo tenía hasta veintisiete alumnos; entre ellos varios Allen y Whateley, y Perkins, Dunlock, Abbott, Talbot... y también un tal Andrew Potter. No puedo recordar ahora por qué exactamente me llamó la atención Andrew Potter. Era un muchacho grandullón para su edad, de cara muy morena, mirada fija y profunda, y un cabello negro, espeso, desgreñado. Sus ojos me miraban con una persistencia que al principio me dejaba perplejo, pero que finalmente me hizo sentirme extrañamente incómodo. Estaba en quinto grado, y no tardé mucho en descubrir que podría pasar al séptimo o al octavo con gran facilidad, pero que no hacía ningún esfuerzo por conseguirlo. Daba la impresión de que se limita ba a tolerar a sus compañeros, los cuales, por su parte, le respetaban, no por afecto, sino más bien por miedo. Muy pronto comencé a darme cuenta de que este extraño muchacho me trataba con la misma divertida tolerancia que a sus condiscípulos.

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Transcript of Lovecraft H. y Derleth a. - La Hoya de Las Brujas

  • La Hoya de las Brujas

    H. P. Lovecraft y August Derleth

    El Distrito Escolar Nmero Siete lindaba con una regin salvaje situada al oeste

    de Arkham. Se alzaba en el centro de una pequea alameda de robles, algunos olmos y

    uno o dos arces. La carretera conduca por un lado a Arkham y por el otro se perda en

    los oscuros bosques de poniente. Cuando tom posesin de mi nuevo cargo de maestro,

    a primeros de septiembre de 1920, el edificio de la escuela me pareci realmente

    encantador, a pesar de que no perteneca a ningn orden arquitectnico y de que era

    exactamente igual a miles de otras escuelas de Nueva Inglaterra: amazacotada,

    tradicional, pintada de blanco, resplandeciente en medio de los rboles que la rodeaban.

    Era ya por entonces un edificio viejo. Sin duda estar ahora abandonado o

    derruido. Actualmente, el distrito escolar dispone de muchos ms fondos, pero en aquel

    tiempo sus subvenciones eran un tanto miserables y escatimaba todo cuanto poda.

    Cuando entr yo a ensear, todava se usaban, como libros de texto, ediciones

    publicadas antes de empezar este siglo. A mi cargo tena hasta veintisiete alumnos; entre

    ellos varios Allen y Whateley, y Perkins, Dunlock, Abbott, Talbot... y tambin un tal

    Andrew Potter.

    No puedo recordar ahora por qu exactamente me llam la atencin Andrew

    Potter. Era un muchacho grandulln para su edad, de cara muy morena, mirada fija y

    profunda, y un cabello negro, espeso, desgreado. Sus ojos me miraban con una

    persistencia que al principio me dejaba perplejo, pero que finalmente me hizo sentirme

    extraamente incmodo. Estaba en quinto grado, y no tard mucho en descubrir que

    podra pasar al sptimo o al octavo con gran facilidad, pero que no haca ningn

    esfuerzo por conseguirlo. Daba la impresin de que se limitaba a tolerar a sus

    compaeros, los cuales, por su parte, le respetaban, no por afecto, sino ms bien por

    miedo. Muy pronto comenc a darme cuenta de que este extrao muchacho me trataba

    con la misma divertida tolerancia que a sus condiscpulos.

    ROBERTO FABIAN LOPEZEDITADO POR "EDICIONES LA CUEVA"

  • Tal vez fuese su forma de mirar lo que inevitablemente me llev a vigilarle con

    disimulo en la medida que lo permita el desarrollo de la clase. As fue como llegu a

    advertir un hecho vagamente inquietante: de cuando en cuando Andrew Potter

    responda a un estmulo que mis sentidos no llegaban a captar, y reaccionaba

    exactamente como si alguien lo llamara; se despabilaba entonces, se pona alerta, y

    adoptaba la misma actitud que los animales cuando oyen ruidos imperceptibles para el

    odo humano.

    Cada vez ms intrigado, aprovech la primera ocasin para preguntar sobre l.

    Uno de los chicos de octavo grado, Wilbur Dunlock, sola quedarse despus de terminar

    la clase y ayudar a la limpieza del aula.

    -Wilbur -dije una tarde, cuando todos se hubieron marchado-, observo que

    ninguno de vosotros le hacis caso a Andrew Potter. Por qu?

    Me mir con cierta desconfianza, y reflexion antes de encoger los hombros

    para contestar.

    -No es como nosotros.

    -En qu sentido?

    El nio sacudi la cabeza.

    -No le importa si le dejamos jugar con nosotros o no. Adems, no quiere.

    Pareca contestar de mala gana, pero a fuerza de preguntas consegu sacarle

    alguna informacin. Los Potter vivan hacia el interior, en las colinas boscosas de

    poniente, cerca de una desviacin casi abandonada de la carretera que atraviesa aquella

    zona selvtica. Su granja estaba situada en un valle pequeo, conocido en la localidad

    como la Hoya de las Brujas y que Wilbur describi como un sitio malo. La familia

    constaba de cuatro miembros: Andrew, una hermana mayor que l y los padres. No se

    mezclaban con la dems gente del distrito, ni siquiera con los Dunlock, que eran sus

    vecinos ms cercanos y vivan a un kilmetro de la escuela y a unos siete de la Hoya de

    las Brujas. Ambas granjas estaban separadas por el bosque.

    No pudo -o no quiso- decirme ms.

  • Cosa de una semana despus, ped a Andrew Potter que se quedara al terminar la

    clase. No puso ninguna objecin, como si mi peticin fuera la cosa ms natural. Tan

    pronto como los dems nios se hubieron marchado, se acerc a mi mesa y esper de

    pie, con sus negros ojos expectantes, fijos en m, y una sombra de sonrisa en sus labios

    llenos.

    -He estado examinando tus calificaciones, Andrew -dije-, y me parece que con

    un pequeo esfuerzo podras pasar al sexto grado..., quiz incluso al sptimo. No te

    gustara hacer ese esfuerzo?

    Se encogi de hombros.

    -Qu piensas hacer cuando dejes la escuela?

    Encogi los hombros otra vez.

    -Vas a ir al Instituto de Enseanza Media de Arkham?

    Me examin con unos ojos que parecan haber adquirido sbitamente una

    agudeza penetrante; haba desaparecido su letargo.

    -Seor Williams, estoy aqu porque hay una ley que dice que tengo que estar -

    contest -. Ninguna ley dice que tengo que ir al Instituto.

    -Pero, no te interesara?

    -No importa lo que me interesa. Lo que cuenta es lo que mi gente quiere.

    -Bien, hablar con ellos -decid en ese momento-. Vamos. Te llevar a casa.

    Por un instante, apareci en su expresin una sombra de alarma, pero unos

    segundos despus se disip, dando paso a ese aspecto de letargo vigilante tan

    caracterstico en l. Se volvi a encoger de hombros y permaneci de pie, esperando,

    mientras guardaba yo mis libros y papeles en la cartera que habitualmente llevaba

    conmigo. Luego camin dcilmente a mi lado hasta el coche y subi, mirndome con

    una sonrisa de inequvoca superioridad.

  • Nos internamos en el bosque; bamos en silencio, muy en armona con la

    melanclica tristeza que se iba apoderando de m al entrar en la regi n de las colinas.

    Los rboles se cean a la carretera y cuanto ms nos adentrbamos, ms sombro se

    volva el bosque (tanto quiz porque estbamos a ltimos de octubre como por la

    espesura cada vez mayor de la arboleda). De unos claros relativamente extensos, nos

    sumergimos en un bosque antiguo; y cuando finalmente nos desviamos por un camino

    vecinal -poco ms que una vereda- que me seal Andrew en silencio, comenzamos a

    rodar por entre rboles viejsimos, extraamente deformados. Tena que conducir con

    precaucin; el camino era tan poco transitado que la maleza lo invada por ambos lados.

    Y, cosa extraa, a pesar de mis estudios de botnica, aquellas plantas me resultaban

    desconocidas, aunque me pareci observar que haba algunas saxfragas que

    presentaban una curiosa mutacin. De pronto, inesperadamente, desembocamos en el

    cercado de la casa de los Potter.

    El sol se haba ocultado tras la muralla de rboles y la casa estaba sumida en una

    luz de crepsculo. Ms all, valle arriba, se entendan unos pocos campos de labor. En

    uno haba maz; en otro, rastrojo; en otro, calabazas. La casa propiamente dicha era

    horrible; estaba casi en ruinas y tena un piso alto que ocupaba la mitad de la planta, un

    tejado abuhardillado, y postigos en las ventanas; sus dependencias, fras y

    desmanteladas, parecan no haber sido usadas jams. La granja entera pareca

    abandonada. Las nicas seales de vida consistan en unas cuantas gallinas que

    escarbaban la tierra detrs de la casa.

    Si no hubiera sido porque el camino que habamos tomado terminaba aqu,

    habra puesto en duda que sta fuera la casa de los Potter. Andrew me lanz una mirada

    como tratando de adivinar mis pensamientos. Luego salt con ligereza del coche,

    dejndome que le siguiera.

    Entr en la casa delante de m. O que me anunciaba.

    -Aqu est el seor Williams, el maestro.

    No hubo respuesta.

    Luego, de repente, me hall en la habitacin -iluminada tan slo por una antigua

    lmpara de petrleo- donde se hallaban los otros tres Potter. El padre era un hombre

  • alto, de hombros cados y pelo gris, que no tendra ms de cincuenta aos, pero con

    aspecto de ser muchsimo ms viejo, no tanto fsica como psquicamente. La madre

    estaba indecentemente gorda; y la chica, alta y delgada, tena el mismo aire avisado y

    expectante que haba observado en Andrew

    Andrew hizo brevemente las presentaciones, y los cuatro permanecieron a la

    espera de que yo dijese lo que tuviera que decir; me dio la impresin de que su actitud

    era un tanto incmoda, como si desearan que terminase pronto y me fuera.

    -Quera hablarles sobre Andrew -dije-. Veo grandes aptitudes en l, y podra

    avanzar un grado o dos, si estudiara un poquito ms.

    Mis palabras no obtuvieron respuesta alguna.

    -Estoy convencido de que tiene suficientes conocimientos y bastante capacidad

    para estar en octavo grado -dije, y me call.

    -Si estuviera en octavo grado -dijo el padre-, tendra que ir al Instituto al

    terminar la escuela, por cosa de la edad. Es la ley. Me lo han dicho.

    Me vino a la memoria lo que Wilbur Dunlock me haba dicho del aislamiento de

    los Potter y, mientras escuchaba las razones del viejo, me di cuenta de que toda la

    familia se hallaba tensa y de que su actitud haba variado imperceptiblemente. En el

    momento en que el padre dej de hablar, se restableci una uniformidad singular: era

    como si los cuatro estuvieran escuchando una voz interior. Dudo que se enteraran

    siquiera de mis palabras de protesta.

    -No pueden esperar que un muchacho inteligente como Andrew se recluya en un

    lugar como ste -dije por ltimo.

    -Aqu estar bien -dijo el viejo Potter-. Adems, es nuestro. Y ahora no vaya

    hablando por ah de nosotros, seor Williams.

    En su voz haba una nota de amenaza que me dej asombrado. Al mismo tiempo

    se me haca cada vez ms patente la atmsfera de hostilidad, que no provena tanto de

    ellos como de la casa y los campos que la rodeaban.

  • -Gracias -dije-. Ya me voy.

    Di media vuelta y sal. Andrew me sigui los pasos. Una vez fuera, dijo con

    suavidad:

    -No debe usted hablar de nosotros, seor Williams. Pap se pone como loco

    cuando descubre que hablan de l. Usted le pregunt a Wilbur Dunlock.

    Me qued de una pieza. Con un pie en el estribo del coche, me volv y le

    pregunt:

    -Te lo ha dicho l?

    Movi la cabeza negativamente.

    -Fue usted, seor Williams -dijo al tiempo que retroceda.

    Y antes de que pudiera yo abrir la boca otra vez, se haba metido en la casa

    como una flecha.

    Por un instante, permanec indeciso. Pero no tard en reaccionar. Sbitamente,

    en el crepsculo, la casa adquiri un aspecto amenazador y todos los rboles del

    contorno parecieron estar esperando el momento de doblarse hacia m. En verdad,

    percib un susurro, como el rumor de una brisa en todo el bosque, aunque no soplaba

    aire de ninguna clase, y me vino de la casa una oleada de malevolencia que me hiri

    como una bofetada. Me met en el coche y me alej, sintiendo an en la nuca aquella

    impresin de malignidad, como el aliento ardiente de un salvaje perseguidor.

    Llegu a mi apartamento de Arkham en un estado de gran agitacin. All,

    meditando lo que haba pasado, decid que haba sufrido una influencia psquica

    sumamente perturbadora. No caba otra explicacin. Tena el convencimiento de que me

    haba arrojado ciegamente a unas aguas mucho ms profundas de lo que crea, y lo

    autnticamente inesperado de esta vivencia angustiosa me la haca ms estremecedora.

    No pude comer, preguntndome qu pasaba en la Hoya de las Brujas, qu mantena a la

    familia tan slidamente unida, qu la ataba a aquel paraje, y qu sofocaba en un

    muchacho prometedor como Andrew Potter incluso el ms fugaz deseo de abandonar

    aquel valle sombro y salir a un mundo ms luminoso y alegre.

  • Durante la mayor parte de la noche estuve dando vueltas sin poderme dormir,

    lleno de temores innominados e inexplicables; y cuando por ltimo me dorm, mi sueo

    se vio invadido de pesadillas espantosas, en las que se me representaban unos seres

    infinitamente ajenos a toda humana fantasa y tenan lugar hechos horrendos. Cuando

    me despert, a la maana siguiente, experiment la sensacin de haber rozado un mundo

    totalmente extrao al de los hombres.

    Llegu a la escuela por la maana temprano, pero Wilbur Dunlock estaba ya all.

    Sus ojos me miraron con triste reproche. No comprend lo que haba sucedido para

    provocar esa actitud en un alumno normalmente tan servicial.

    -No deba haberle dicho a Andrew Potter que habamos hablado de l -dijo con

    una especie de desdichada resignacin.

    -No lo hice, Wilbur.

    -Lo que s es que yo no fui; de modo que tiene que haber sido usted -dijo, y

    aadi - Esta noche han muerto seis de nuestras vacas. Se les ha hundido encima el

    cobertizo donde estaban.

    De momento me qued tan aturdido que no pude replicar.

    -Algn golpe de viento repentino... -comenc, pero me cort en seguida.

    -No ha hecho viento esta noche, seor Williams. Y las vacas estaban aplastadas.

    -No pensars que los Potter tienen nada que ver con eso, Wilbur -exclam.

    Me lanz una mirada de paciencia, como a veces mira quien sabe a quien

    debera saber pero no comprende y no dijo nada.

    Esta noticia me pareci an ms alarmante que la experiencia de la tarde

    anterior. Por lo menos Wilbur estaba convencido de que haba una relacin entre nuestra

    conversacin sobre la familia Potter y la prdida de la media docena de vacas. Y estaba

    tan hondamente convencido de ello, que de antemano se vea que nada en el mundo

    podra disuadirle.

  • Cuando entr Adrew Potter, trat intilmente de descubrir en l algn cambio

    desde la ltima vez que le vi.

    Mal que peor, conclu aquella jornada de clase. Inmediatamente despus de

    terminar, me march apresuradamente a Arkham y me dirig a las oficinas de la Gazette,

    cuyo redactor jefe, como miembro del Consejo de Educacin del Distrito, se haba

    portado muy amablemente conmigo ayudndome a encontrar alojamiento. Era un

    hombre de casi setenta aos y tal vez podra ayudarme en mis indagaciones..

    Mi cara deba reflejar el estado de agitacin que senta porque, nada ms entrar,

    levant las cejas y dijo:

    -Qu le pasa, seor Williams?

    Trat de disimular, toda vez que nada en concreto poda exponer, y visto a la fra

    luz del da, lo que tena que contar parecera locura a cualquier persona sensata. Dije

    solamente:

    -Me gustara saber algo sobre la familia de los Potter, que vive en la Hoya de las

    Brujas, al oeste de la escuela.

    Me lanz una mirada enigmtica.

    -No ha odo hablar nunca del viejo Hechicero Potter? -pregunt, y antes de que

    pudiera contestar, prosigui-. No, naturalmente. Usted es de Brattleboro. Difcilmente

    podra esperarse que los de Vermont se enteraran de lo que ocurre en una apartada

    regin de Massachusetts. Pues ver: el viejo viva antes all, l solo. Era ya bastante

    viejo cuando yo lo vi por primera vez. Y estos Potter de ahora eran unos familiares

    lejanos que vivan entonces en el Alto Michigan. Heredaron la propiedad y vinieron a

    establecerse ah cuando muri el Hechicero Potter.

    -Pero, qu sabe usted de ellos? -insist.

    -Nada, lo que todo el mundo -dijo-. Que cuando vinieron eran gente muy afable.

    Que ahora no hablan con nadie, que no salen casi nunca... y muchas habladuras sobre

    animales que se extravan y cosas as. La gente relaciona lo uno con lo otro.

  • De esta forma sigui la conversacin, en el curso de la cual lo somet a un

    verdadero interrogatorio.

    Y as fue cmo escuch una mezcla desconcertante de leyendas, alusiones,

    relatos contados a medias, y sucesos totalmente incomprensibles para m. Lo que

    pareca indiscutible era que haba un lejano parentesco entre el Hechicero Potter y un tal

    Brujo Whateley que vivi cerca de Dunwich, un tipo de mala calaa segn mi amigo

    el redactor jefe* . Tambin pareca indudable que el viejo Hechicero Potter haba

    llevado una vida solitaria, que haba alcanzado una edad avanzadsima y que la gente

    sola evitar el paso por la Hoya de las Brujas. Lo que pareca pura fantasa eran las

    supersticiones relacionadas con esa familia. Se deca que el Hechicero Potter haba

    invocado algo que baj del cielo y vivi con l o en l hasta su muerte y que un

    viajero extraviado, hallado en estado agnico en la carretera general, haba dicho en sus

    ltimas ansias algo as como que una cosa con tentculos... un ser pegajoso, de

    gelatina, con ventosas en los tentculos sali del bosque y le atac. Mi amigo me cont

    varias historias ms por el estilo.

    Cuando termin, me escribid una nota para el bibliotecario de la Universidad del

    Miskatonic, en Arkham, y me la tendi.

    -Dgale que le facilite ese libro. Quiz le sirva de algo -encogi los hombros-, o

    tal vez no. La gente joven de hoy no se preocupa por nada.

    Sin pararme a cenar, prosegu mis investigaciones sobre un tema que, segn

    presenta, me iba a ser de utilidad si quera ayudar a Andrew Potter a encontrar una vida

    mejor, pues era esto, ms que el deseo de satisfacer mi curiosidad, lo que me impulsaba.

    Me fui a Arkham y, una vez en la Biblioteca de la Universidad del Miskatonic, busqu

    al bibliotecario y le di la nota de mi amigo.

    El anciano me mir con suspicacia, y dijo:

    -Espere aqu, seor Williams.

    Y se fue con un manojo de llaves. Deduje, pues, que el libro aquel estaba

    guardado bajo llave.

  • Esper un tiempo que se me antoj interminable. Comenc a sentir hambre, y

    empez a parecerme poco decorosa mi precipitacin.. Pero no obstante, intu que no

    haba tiempo que perder, aunque no saba exactamente qu catstrofe me propona

    impedir. Finalmente, subi el bibliotecario, portador de un volumen antiguo, y me lo

    coloc en una mesa al alcance de su vista. El ttulo del libro estaba en latn -

    Necronomicon-, aunque su autor era evidentemente rabe -Abdul Alhazred-, y su texto

    estaba escrito en un ingls arcaico.

    Comenc a leer con un inters que pronto se convirti en total turbacin. El libro

    se refera a antiguas y extraas razas invasoras de la Tierra, a grandes seres mticos

    llamados unos Dioses Arquetpicos y otros Primordiales de exticos nombres, como

    Cthulhu y Hastur, Shub-Niggurath y Azathoth, Dagon e Ithaqua, Wendigo y Cthugha.

    Todo ello se relacionaba con una especie de plan para dominar la Tierra. Al servicio de

    estos seres estaban ciertos pueblos extraos de nuestro planeta: los Tcho-Tcho, los

    Profundos y otros. Era un libro repleto de ciencia cabalstica y de hechizos. En l se

    relataba una gran batalla interplanetaria entre los Dioses Arquetpicos y los

    Primordiales, y cmo haban sobrevivido cultos y adeptos en lugares remotos y aislados

    de nuestro planeta, as como en otros planetas hermanos. No comprend la relacin que

    poda haber entre ese galimatas y el problema que a m me preocupaba: la extraa e

    introvertida familia Potter, con su deseo de soledad y su forma antisocial de vivir.

    No s cunto tiempo estuve leyendo. Me interrump al darme cuenta de que, no

    lejos de mi mesa, haba un desconocido que no me quitaba ojo sino para ponerlo en el

    libro que yo lea. Cuando se vio descubierto, se me acerc y me dirigi la palabra.

    -Perdneme -dijo- pero, qu inters puede- tener ese libro para un maestro

    nacional?

    -Eso me pregunto yo -contest.

    Se present como el profesor Martin Keane.

    -Puedo afirmar -aadi - que me s el libro ese prcticamente de memoria.

    -Es un frrago de supersticiones.

  • -Usted cree?

    -Completamente.

    -Entonces ha perdido usted la facultad de asombrarse. Dgame, seor Williams,

    por qu motivo ha pedido ese libro?

    Me qued dudando, pero el profesor Keane me inspiraba confianza.

    -Salgamos a. dar una vuelta, si no le importa.

    Accedi con mucho gusto.

    Devolv el libro a la biblioteca y me reun con mi reciente amigo. Poco a poco, y

    lo mejor que pude, le habl de lo que pasaba con Andrew Potter, de la casa de la Hoya

    de las Brujas, de mi extraa experiencia psquica, e incluso del curioso incidente de las

    vacas de los Dunlock. Escuch hasta el final sin interrumpirme, lleno de inters. Por

    ltimo, le expliqu que si investigaba acerca de la Hoya de las Brujas era nicamente

    por ayudar a mi alumno.

    -Si hubiese usted indagado un poco, estara al corriente de los extraos

    acontecimientos que han tenido lugar en Dunwich y en Innsmouth... as como en

    Arkham y en la Hoya de las Brujas -dijo Keane cuando hube terminado-. Mire usted en

    torno suyo: esas casas antiguas, sus ventanas cerradas hasta con postigos... Cuntas

    cosas extraas han sucedido en esas buhardillas! Pero nunca sabremos nada con certeza.

    En fin, dejemos a un lado los problemas de fe. No se necesita ver a la encarnacin del

    mal para creer en l, no le parece, seor Williams? Me gustara prestar un pequeo

    servicio a ese muchacho, si usted me lo permite.

    -Naturalmente!

    -Puede resultar peligroso... tanto para usted como para l.

    -Por m, no me importa.

    -Pero le aseguro que para el muchacho nada puede ser ms peligroso que su

    situacin actual; ni siquiera la muerte.

  • -Habla usted enigmticamente, profesor.

    -Es mejor as, seor Williams. Pero entremos... Esta es mi casa. Pase, por favor.

    Entramos en una de aquellas casas antiguas de las que haba hablado el profesor

    Keane. Las habitaciones estaban llenas de libros y antigedades de todas clases. Me dio

    la impresin de que penetraba en un rancio pasado. Mi anfitrin me condujo hasta su

    cuarto de estar, despej un silla de libros y me rog que esperara mientras suba al

    segundo piso.

    No estuvo mucho tiempo ausente; ni siquiera me dio tiempo a asimilar la curiosa

    atmsfera de la habitacin. Cuando volvi, traa consigo unas piedras toscamente

    talladas en forma de estrellas de cinco puntas. Me puso cinco de ellas en las manos.

    -Maana, despus de la clase, si asiste el joven Potter, arrgleselas usted para

    que toque una de ellas y fjese bien en su reaccin -dijo-. Dos requisitos ms: debe usted

    llevar una encima, en todo momento; y segundo, debe apartar de su mente todo

    pensamiento sobre estas piedras y sobre sus propsitos. Estos individuos son telpatas,

    poseen el don de leer los pensamientos.

    Sobresaltado, record el reproche que me hizo Andrew de haber hablado de su

    familia con Wilbur Dunlock.

    -No debo saber para qu son estas piedras? -pregunt.

    -Siempre que sea capaz de poner entre parntesis sus propias dudas -contest,

    con una melanclica sonrisa-. Estas piedras son algunas de las muchas que ostentan el

    Sello de R'lyeh, que impide a los Primordiales huir de sus prisiones. Son los sellos de

    los Dioses Arquetpicos.

    -Profesor Keane, la edad de las supersticiones ha pasado -protest.

    -Seor Williams..., el prodigio de la vida y sus misterios no pasan jams -

    replic-. Si la piedra no significa nada, no tiene ningn poder. Si no tiene ningn poder,

    no podr afectar al joven Potter y tampoco lo proteger a usted.

    -De qu?

  • -Del poder que se oculta tras ese aura maligna que usted percibi en la Hoya de

    las Brujas -contest -. O tambin era supersticin? -sonri-. No necesita contestar.

    Conozco su respuesta. Si sucede algo cuando usted ponga la piedra sobre el muchacho;

    ya no podr l volver a su casa. Entonces deber usted trarmelo aqu. Trato hecho?

    -Trato hecho -contest.

    El da siguiente fue interminable, no slo por la inminencia del momento crtico,

    sino porque me resultaba extremadamente difcil mantener la mente en blanco ante la

    mirada inquisitiva de Andrew Potter. Adems, senta ms que nunca el aura de

    malignidad latente, como una amenaza tangible, que emanaba de la regin salvaje,

    oculta en una hoya, entre sombras colinas. Pero aunque lentas, pasaron las horas y,

    justo antes de terminar, rogu a Andrew Potter que esperara a que los dems se hubieran

    ido.

    Y nuevamente accedi con ese aire condescendiente, casi insolente, que me hizo

    dudar si vala la pena salvarle como tena decidido en lo ms hondo de m mismo.

    Pero no abandon mis propsitos. Haba ocultado la piedra en mi coche y, una

    vez que todos se hubieron marchado, le dije que saliera conmigo.

    En ese momento, sent que me estaba comportando de un modo ridculo y

    absurdo. Yo, un maestro graduado, a punto de llevar a cabo una especie de exorcismo

    de brujo africano! Y por unos instantes, durante los breves segundos que tard en

    recorrer la distancia de la escuela al automvil, flaque y estuve a punto de invitarle

    simplemente a llevarle a su casa.

    Pero no. Llegu al coche seguido de Andrew. Me sent al volante, cog una

    piedra y la deslic en mi bolsillo; cog otra, me volv como un rayo y la apret contra la

    frente de Andrew.

    Yo no saba lo que iba a suceder; pero desde luego, nunca habra imaginado lo

    que realmente sucedi.

    Al contacto con la piedra, asom a los ojos de Andrew Potter una expresin de

    extremado horror; inmediatamente sigui una expresin de angustia punzante, y un

  • grito de espanto brot de sus labios. Extendi los brazos, sus libros se desparramaron,

    gir en redondo, se estremeci, echando espumarajos por la boca, y habra cado de no

    haberle cogido yo para depositarlo en el suelo. Entonces me di cuenta del fro y furioso

    viento que se arremolinaba en derredor nuestro y se alejaba doblando la yerba y las

    flores, azotando el linde del bosque y deshojando los rboles que encontraba en su

    camino. Aterrorizado, coloqu a Andrew Potter en el coche, le puse la piedra sobre el

    pecho y, pisando el acelerador a fondo, enfil hacia Arkham, situada a ms de doce

    kilmetros de distancia. El profesor Keane me estaba esperando. Mi llegada no le

    sorprendi en absoluto. Tambin haba previsto que le llevara a Andrew Potter, ya que

    haba preparado una cama para l. Entre los dos lo acomodamos all; despus, Keane le

    administr un calmante.

    Entonces se dirigi a m:

    -Bien, ahora no hay tiempo que perder. Irn a buscarle. Seguramente ir la

    muchacha primero. Debemos volver a la escuela inmediatamente.

    Pero entonces comprend todo el horrible significado de lo que le haba sucedido

    a Andrew, y me ech a temblar de tal manera que Keane tuvo que sacarme a la calle

    casi a rastras. Aun ahora, al escribir estas palabras, despus de transcurrido tanto tiempo

    desde los terribles acontecimientos de aquella noche, siento de nuevo el horror que se

    apoder de m al enfrentarme por vez primera con lo desconocido, consciente de mi

    pequeez e impotencia frente a la inmensidad csmica. En ese momento comprend que

    lo que haba ledo en aquel libro prohibido de la biblioteca universitaria no era un

    frrago de supersticiones, sino la clave de unos misterios insospechados para la ciencia,

    y mucho, muchsimo ms antiguos que el gnero humano. No me atrev a imaginar lo

    que el viejo Hechicero Potter haba hecho bajar del firmamento.

    A duras penas oa las palabras del profesor Keane, que me instaba a reprimir

    toda reaccin emocional y a enfocar los hechos de un modo ms cientfico y objetivo.

    Al fin y al cabo haba logrado lo que me propona. Andrew Potter estaba salvado. Pero

    para asegurar el triunfo haba que librarle de los otros, que indudablemente le buscaran

    y acabaran por encontrarlo. Yo pensaba solamente en el horror que aguardaba a estos

    cuatro seres desdichados, cuando llegaron de Michigan para tomar posesin de la

    solitaria granja de la Hoya de las Brujas.

  • Iba ciego al volante, camino de la escuela. Una vez all, a peticin del profesor

    Keane, encend las luces y dej la puerta abierta a la noche clida. Me sent detrs de mi

    mesa, y l se ocult fuera del edificio, en espera de que llegaran. Tena que esforzarme

    por mantener mi mente en blanco y resistir la prueba que me aguardaba.

    La muchacha surgi del filo de la oscuridad...

    Despus de sufrir la misma suerte de su hermano, y haber sido depositada junto

    al escritorio, con la estrella de piedra sobre el pecho, apareci el padre en el umbral de

    la puerta. Ahora estaba todo a oscuras. Llevaba una escopeta. No tuvo necesidad de

    preguntar lo que pasaba: lo saba. Se plant all delante, mudo, sealando a su hija y la

    piedra que tena sobre el pecho, y levant la escopeta. Su gesto era elocuente: si no le

    quitaba la piedra, disparara. Evidentemente, sta era la contingencia que haba previsto

    el profesor, porque se abalanz sobre Potter por detrs, y lo toc con la piedra.

    Despus, durante dos horas, esperamos en vano la llegada de la seora Potter.

    -No vendr -dijo por fin el profesor Keane-. Es en ella donde se hospeda esa

    entidad... Hubiera jurado que era en su marido. Muy bien... no tenemos otra alternativa:

    hay que ir a la Hoya del las Brujas. Estos dos pueden quedarse aqu.

    Volbamos a todo gas en medio de la oscuridad, sin preocuparnos por el ruido,

    ya que el profesor deca que la cosa que habitaba en la Hoya de las Brujas saba

    que nos acercbamos, pero que no poda hacernos nada porque bamos protegidos por el

    talismn. Atravesamos la densa espesura y tomamos el camino estrecho. Cuando

    desembocamos en el cercado de los Potter, la maleza pareci extender sus tallos hacia

    nosotros, a la luz de los faros.

    La casa estaba a oscuras, aparte el plido resplandor de la lmpara que iluminaba

    una habitacin.

    El profesor Keane salt del coche con su bolsa llena de estrellas de piedra, y se

    puso a sellar la casa. Coloc una piedra en cada una de las dos puertas, y una en cada

    ventana. Por una de ellas, vimos a la seora Potter sentada ante la mesa de la cocina,

    impasible, vigilante, enterada, sin disimulos ya, muy distinta de la mujer que haba

    visto no haca mucho en esta misma casa. Ahora pareca una enorme bestia acorralada.

  • Al terminar su operacin, mi compaero volvi a la parte delantera de la casa y,

    apilando unos montones de broza contra la puerta sin atender a mis protestas, peg

    fuego al edificio.

    Luego volvi a la ventana para vigilar a la mujer, y me explic que slo el fuego

    poda destruir esa fuerza elemental, pero que esperaba salvar todava a la seora Potter.

    -Quiz sera mejor que no mirara, seor Williams.

    No le hice caso. Ojal se lo hubie ra hecho... y me habra evitado las pesadillas

    que perturban mi descanso hasta el da de hoy! Me asom a la ventana por detrs de l y

    presenci lo que suceda en el interior. El humo del fuego estaba empezando a penetrar

    en la casa. La seora Potter -o la monstruosa entidad que animaba su cuerpo obeso- dio

    un salto, corri atemorizada a la puerta trasera, retrocedi a la ventana, se retir, y

    volvi al centro de la habitacin, entre la mesa y la chimenea an apagada. All cay al

    suelo, jadeando y retorcindose.

    La habitacin se fue llenando poco a poco de un humo que empaaba la

    amarillenta luz de la lmpara, impidiendo ver con claridad. Pero no ocult por completo

    la escena de aquella terrible lucha que se desarrollaba en el suelo. La seora Potter se

    debata como en las convulsiones de la agona y, lentamente, comenz a tomar

    consistencia una forma brumosa, transparente, apenas visible en el aire cargado de

    humo. Era una masa amorfa, increble, palpitante y temblona como gelatina, cubierta de

    tentculos. An a travs del cristal de la ventana, sent su inteligencia inexorable, su

    frialdad incluso fsica. Aquella cosa se elevaba como una nube del cuerpo ya inmvil de

    la seora Potter; luego se inclin hacia la chimenea, y se escurri por all como un

    vapor!

    - La chimenea! -grit el profesor Keane, y cay al suelo.

    En la noche apacible, saliendo de la chimenea, comenzaba a desparramarse una

    negrura, como un humo, que no tard en concentrarse nuevamente. Y de pronto, la

    inmensa sombra negra sali disparada hacia arriba, hacia las estrellas, en direccin a las

    Hyadas, de donde el viejo Hechicero Potter la haba llamado para que habitara en l. As

    abandon el lugar en donde aguardara la llegada de los otros Potter, para proporcionarse

    un nuevo cuerpo en que alojarse sobre la faz de la tierra.

  • Nos las arreglamos para sacar a la seora Potter fuera de la casa. Se encontraba

    muy dbil, pero viva.

    No hace falta detallar el resto de los acontecimientos de esa noche. Baste saber

    que el profesor esper a que el fuego hubiera consumido la casa, y recogi luego su

    coleccin de piedras estrelladas. La familia Potter, una vez liberada de aquella

    maldicin de la Hoya de las Brujas, decidi partir y no volver jams por aquel valle

    espectral. En cuanto a Andrew, antes de despertar, habl en sueos de los grandes

    vientos que azotan y despedazan y de un lugar junto al Lago de Hali, donde viven

    venturosos para siempre.

    Nunca he tenido valor para preguntarme qu era lo que el viejo Hechicero Potter haba

    llamado de las estrellas, pero s que implica unos secretos que es preferible no

    desentraar y de cuya existencia jams me habra enterado, de no haberme tocado el

    Distrito Escolar Nmero Siete y de no haber tenido entre mis alumnos al extrao

    muchacho que era Andrew Potter.