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EI caso de Robert Boyle explicarsc ultcrionnente imaginado que el aire proximo a la tierra esta eompuesto por una gran eantidad de eorpuseulos, situados los unos sobre los otros, de la misma mancra que sueede en un vcHon de lana (Boyle, siglo A'VII, eitado por Clerieuzio, 2007: 30). Ahora bien, el corpuscularismo de Robert Boyle se diferencia tanto del ato- mismo de Gassendi como de la teoria cartesiana de la mateda. En dos pala- bras, los principios que sustentan la filosofia corpuscular de Boyle son la mateda y el movimiento, esto es, se trata de una concepcion mecanicista, peru Boyle insiste en que el movimiento tiene su odgen en Dios, que Dios 10 mantiene y 10 didge en todo el universo. Asi, Boyle ve en la atribuci6n a la mateda de un principio interno de movimiento una concesi6n peligrosa a las filosofias matedalistas y al epicurefsmo. Terminamos asi con cstas precisiones claves para el abordaje de la replica- cion de los experimentos de Robert Boyle en el campo de la neumatica. Desde luego, no basta 10 <ficho pam acometer tamafta empresa, maxime que Antonio Clericuzio no brinda detalles tecnicos sobre los aparatos y experimentos de Boyle, pero, sin la menor duda, los datos aportados por dicho autor no son desdenables y constituyen un excelente pun to de partida para la aventura de replicaci6n concomitante. Ante todo, no se olvide que la replicaci6n de experimentos hist6ricos exige investigaci6n en el sentido estricto del tenni- no, por 10 que es una aventura en toda regia. 139

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EI caso de Robert Boyle

explicarsc ultcrionnente imaginado que el aire proximo a la tierra esta eompuesto por una gran eantidad de eorpuseulos, situados los unos sobre los otros, de la misma mancra que sueede en un vcHon de lana (Boyle, siglo A'VII, eitado por Clerieuzio, 2007: 30).

Ahora bien, el corpuscularismo de Robert Boyle se diferencia tanto del ato­mismo de Gassendi como de la teoria cartesiana de la mateda. En dos pala­bras, los principios que sustentan la filosofia corpuscular de Boyle son la mateda y el movimiento, esto es, se trata de una concepcion mecanicista, peru Boyle insiste en que el movimiento tiene su odgen en Dios, que Dios 10 mantiene y 10 didge en todo el universo. Asi, Boyle ve en la atribuci6n a la mateda de un principio interno de movimiento una concesi6n peligrosa a las filosofias matedalistas y al epicurefsmo.

Terminamos asi con cstas precisiones claves para el abordaje de la replica­cion de los experimentos de Robert Boyle en el campo de la neumatica. Desde luego, no basta 10 <ficho pam acometer tamafta empresa, maxime que Antonio Clericuzio no brinda detalles tecnicos sobre los aparatos y experimentos de Boyle, pero, sin la menor duda, los datos aportados por dicho autor no son desdenables y constituyen un excelente punto de partida para la aventura de replicaci6n concomitante. Ante todo, no se olvide que la replicaci6n de experimentos hist6ricos exige investigaci6n en el sentido estricto del tenni­no, por 10 que es una aventura en toda regia.

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Epilogo: la historia del efecto invernadero

Absolutamente, todo 10 dicho hasta aqui bien puede haberle creado a quien haya seguido todo este discurso la sensacion en cuanto a que la humanidad ha logrado un dominio impresionante con respecto a la materia y la energia. Nada mas lejos de la realidad. Por ~iemplo, el fisico italiano Vittorio Silvestri­ni, en su excelente libro de divulgacion titulado Que es la entropia, deja bien claro que nuestra civilizacion aun desconoce mucho a propOsito de las no­ciones neunllgicas de energia y entropia (Silvestrini, 1998). Por asi decirlo, esta civilizacion viene a ser como los ciegos de la celebre fabula del elefante. Asi, resulta aconsejable poner las cosas en su punto acerca de este tema, apasionante sin duda, pero sin dejarlo desconectado del principio de reali­dad. Es decir, si fuesemos una especie con un dominio absoluto sobre la materia y la energia, no estariamos ante el panorama dantesco actual de crisis de civilizacion, ineluida su dimension ecologica.

Para ubicar debidamente allector a este respecto, nos apoyaremos en dos temas, solidarios entre si, a saber: la historia del efecto invemadero yel concepto de convivencialidad. Aquella ha sido abordada por Jacques Grine­vald en sus investigaciones (Grinevald, 1992) y este por Ivan Illich, conspicuo filosofo y teologo austriaco, en las suyas (Illich, 2006). Detengamonos en ambos autorcs, cuyo conocimiento enriquecera la cosmovision de toda per­sona que lea estas paginas. En especial, en 10 que ataiic a Ivan IIHch, un geoio de primer orden para decirlo en fonna breve y concisa.

La historia del efecto invernadero es mas bicn larga. Va de John Tyndall a James Lovelock para decirlo en fonna lapidaria. En otras palabras, la tcoria del efecto invemadero no cayo en paracaidas hacia 1985. En principio, esta historia despega en 1824 con motivo dellibro que hemos destaeado antes de Sadi Camot, sus siempre fascinantes Reflexiones sohre la potencia motriz del fuego y sobre las maquinas capaces de desarro/Jar esta potencia. Signifi­ea esto que los prineipios termodin<imicos son elementos consustanciales en el seno de dicha teoria y su historia. Ademas, un par de alios antes, Jose­ph Fourier dio a luz su Teoria anaJitica del calor. Luego, en 1824, Fourier introdujo en la fi'iica la irreversibilidad del flujo de calor y publicO sus Remar­

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ques generales sur le..fit temperatures du globe terrestre et des espaces plane­taires. En esta forma de mirar las cosas, la Tierra funciona como una maqui­na termica de Camot entre dos focos: el Sol yel frio del espacio interestelar.

Por el estilo de Camot, Fourier ubic6 su reflexi6n en el contexto de fa revo­lucion industrial y percibi6 sus consecuencias climaticas. He aqui sus pala­bras al respecto:

EI establecimiento y el progreso de las sociedades hwnanas, la accion de las fuerzas naturales, pueden cambiar notablemente, y en vastas exten­siones, el estado de la superficie del suelo, de la distribucion de las aguas y de los grandes movimientos del aire. linos efectos como estos pueden hacer variar, en cI curso de varios siglos, el grado de caJor medio (Fourier, sigloXIX, citado porGrinevald, 1992: 626-631).

Con anterioridad, el ginebrino Horace-Benedict de Saussure origin6la me­tMora del "efecto invemadero". De esta suerte, para 1824, la idea del efecto de marras, incluido el vinculo entre este fen6meno y el desarrollo economi­co de la humanida~ estaba ya fonnulada. Sin embargo, nadie Ie puso cuida­do por entonces. Por su parte, John 'JYndall dio a la prensa en 1861 un estu­dio clave para el desarrollo de la teoria del efecto invemadero. En concreto, 10 atribuy6 al vapor de agua y al anhidrido carbOnico. Con todo, 1Yndall no imagin6 el impacto del desarrollo industrial sobre Ia atmOsfera. Algunos anos mas tarde, Svante AugustArrhenius relacion6 el efecto invcmadero con los grandes ciclos geoquimicos. lncluso, consider6 que el impacto de la activi­dad econ6mica de la humanidad sohre dicho efecto era una soluci6n tecnica con el propOsito de evitar una proxima era gL'lcial. En fin,Arrhenius concct6 tal efecto y su modificaci6n at aspecto tennodiruimico de 1a revolucion in­dustrial_

Sigue ahoraVladimir Vernadsky. En 1924, en su libro La Geoquimica, desta­caba tambien el impacto de la deforestaci6n sobre el equilibrio dinanuco del anhidrido carb6nico atmosferico. Thmpoco se Ie hi7.o caso. Thmafia ignoran­cia de quienes ignoraban advertencias como estas naeiade la fragmentacion de la ciencia en una miriada de disciplinas cada vcz mas compartimentadas desde comienzos del siglo XIX, 10 que condujo a que los cientificos perdic­ran toda vision de conjunto, toda unidad de la naturaleza. En general, 10 grandes naturalistas decimonOnioos rechazaban el reduooiouismo de lacieneia fisicomatematica dominante entonces y ahOl·a. Dicha critica prosigue en la actualidad con mucha elegancia por parte de James Lovelock, padre de la teoria Gaia, Ia visi6n de laTierra como un gran ser vivo.

En Latinoamerica, hemos tenido el privilcgio, mas bien inmerecido, de con­tar con el mas lucido de los criticos de la sociedad industrial, el filosofoy

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Epilogo: la historia del efecto de invemadero

teologo :lust.-iaco Ivan Illich, cuya conspicua obra investigativa estuvo cen­trada en Cuernavaca, en el Cidoc, cl Centro Intercultural de Documenta­cion. Su obra tiene como lcitmotil'el concepto ncuraJgico de convivenciali­dad, bastante rico y denso, el cualle pemlite abordar con toda propiedad el analisis de las c.-isis y paradojas dc la sociedad indust.-ial. En unas cuantas palabras, Ia eonvivencialidad es justo 10 opuesto al enfoque dominante yava­sallador de la sociedad industrial. Significa esto que Ia sociedad convivencial cst:! concebida para que funcione tomando en cuenta los Hmites severos impuestos por las Ieyes de Ia naturaleza, especialmente la segunda ley de la tennodin3.mica, Ia Icy de entropia. Es dccir, una sociedad convivencial esta a buen tono con el principio de minima produccion de entropia.

En materia de casos concrctos i1ustrativos, lllich aplica con detenimiento su concepto de convivencialidad al allaIisis de tres sistemas representativos de la sociedad indust.-iaJ, a saber: cl sistema educativo, eisistema de salud yel sistema de transporte. Para 10 que aqul interesa, seleccionemos unas cuan­tas ideas de su amilisis de los sistcmas de transporte, contenido en su brillan­te ensayo titulado Energia)' cquidad, si bicn trata tambien dicho tema en otros libros suyos.

Como hemos visto, Ia exp]oracion de fuentes de energia por parte del ser humano data de antiguo. Ademas, como destaca Ivan Illich, olvidamos con frecuencia que la aceleraci6n de los viajes cs lID hecho muy nuevo. Yesjusto en esta novedad que estriba la idea fuerza de la crisis de la sociedad indus­trial, Ia cual, en clave temlodinamica, no es otra cosa que Ia e.xacerbaci6n del ritmo de gcneracion de entropia a ociado a la e~.'poliaci6n desmesurada de los recursos naturales. Hasta mas bien hace poco tiempo, esto no era asl. Por ejemplo, como apunta Illich1 NapoleOn 31m se movia a lavelocidad de Julio Cesar. En concreto, desde la epoca de Ciro el Grande, los imperios tenian la posibilidad de enviar el correo a una velocidad hasta de 160 kil6metros por dia. En promedio, los mensajes de toda la historia solian circular a 100 kil6­metros diarios, fuera en galeras 0 mediante corredores,jinetes 0 chasquis. EI primer camino para diligencia entre Paris y Marsella 0 Thulouse, que, con regularldad, hacia mas de cien kil6metros por dia, apenas precedi6 al primer tren que hacia cien kilometros por hora en 1853. Per01 como advierte 1Ules­

tro te610go y fiJosofo, una vez creada la via ferrea, el hombre qued6 clavado a ella. En el caso de Francia, entre 1850y 1900, el kilometraje por pasajero se multipHco por un factor de 53. Y esto es grave en la opticaanalizada por este lucido critico de la sociedad industrial, puesto que el concluye, tras una ar­gllmentacion cuidadosa, que, cuando un sistema de transporte excede los 25 kilometros por hora en cuanto a velocidad de circulaci6n, se fomenta la

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OJi£en~,!~lnlU£ion y consolidaciol! del principi() de conseIV,!cJOn ~e Ja energm

inequidad social. De esta suerte, este umbra! de los 25 kilometros horarios hace las veces de frontera entre 10 convivencial y 10 dominante.

En cuanto a fechas concieme, reparemos en que el acrecen tamicnto subito de la velocidad de circulacion es contempocinoo de la consolidacion del prin­cipio de conservacion de la energia en su aspecto teorico. En esto subyace una paradoja tremenda, puesto que el acrecentamiento de marras nos su­giere que nuestra civilizacion ha tenido que contentarse, si acaso, con que tal principio quede comprendido, a duras penas, por una minoria exigua de cientfficos y academicos, mientras que el resto del cuerpo social desconoce sus serias implicaciones. Digamoslo de otra forma: en la optica de la ciencia ficcion dura, se plantean tres tipos de civilizacion. Una civilizacion del tipo I es aquella que ha logrado manejar con prudencia y madurez los recursos energeticos de su planeta madre. Por su parte, una civilizacion del tipo II hace 10 propio con los recursos de su sistema planetario. Por ultimo, una civilizacion del tipo III controla en forma responsable los recursos de su ga­laxia. En esta perspectiva, nuestra civilizacion es del tipo cero. Asi, no domi­namos la materia y la energia, como bien 10 testimonia, entre muchos otros, un libro reciente de Michael T. Klare, experto estadounidense en geopoliti­ca de la energia, quien trata del agotamiento actual de las fuentes energeti­cas en las que esta basada esta civili7..acion industrial (lOare, 2008). Esto es justo 10 que denomina quien esto escribe como la dimension bioetica de la historia de la termodinamica (Sierra, 2009: 58-68). En fm, que la historia apasionante de los origenes, la evolucion y la consolidacion del principio de la conservacion de la energia no nos ofusque la mente a este respecto, pues, de 10 contrario, bien podriamos terminar creycndo a pie juntiUas en alieni­genas monstruosos con ojos de insecto, esto es, en que somos amos y seno­res de la materia y la energia. No es esta la leccion que cabe extraer de tal historia, PUC-'l, la conquista inteJectuai concomitante no equivale a su com­prension por parte de una civilizacion que, nacida unos dos milenios y medio atras, esta adportas de su colapso segun 10 sostienen intelectuales de peso como Leonardo Boff (2012a, 2012b) y Harald WeIzcr (Rojo, 2012), entre muchos otros, civilizacion ala cual solo Ie quedan unas pocas dccadas de vida. En esta perspectiva, este libro esta dirigido a la hWllanidad supervivien­te a la crisis civilizatoria de hoy, humanidad que debera estar compmmetida con un nuevo paradigma de civilizacion, postindustrial, postcapitalista y con­vivencial. Y, para elio, sera menester que comprenda a cabalidad los origenes, la evolucion y la consolidacion del principio de la conservacion de la energia como una condicion indispensable, en conjuncion con otras, ala hora de entender su lugar en la comunidad de vida.

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Anexo 1

Introducci6n al Ensayo sobre el ute de nave~arpor debsjo del s~us, de Narciso Monturiol y Estarriol (1891).

Primers parte

Exposicion general de los hechos referentes a la navegacion submarina y al Ictineo

- I ­

Introduooi6n

NAVES SUBMARINAS. Debicra dcsde luego referir las tentativas que el hom­hre ha hecho para navcgar por dehajo deJ agua; pero no han llegado hasta mi, nocioncs precisns, exactas, de los difcrentes aparatos que varios invento­res intrepidos han lan7..ado al mar, (.'011 0 ~eto dc apliCilT1 .ala guc.rrn mariti­ma. Sin emhargo, 1M pocR noticia" que tcngo Ia.."l hare p r de las quc, sohre eI artc dc bucear, In omision nombradn por la Sccci(ln de CjenciM exactas, fisieas y naturales del Ateneo d Barcelona emitio en 1860, en su dictamen sobre elletinro.

La campana del bU7..o es oonocida desdc la antigiiedad: la primera descrip­cion que encontramos esta en Opera probJemaL"I de Aristoteles, de In eual dice: "I..os buzos se pnween de sire haciendo bajar oon eJlos un vaso de metal boca abajo".

Mas tarde vemos aparcccr varias modificacioo en la campana y ouev apa­rato. debidos a Mar cnne, ilulton, Guytofl-Morveau Montgcry, Jolmson, Bauer, Williamson, Pnyeme, Si ' yes, Philips, Vizcarrondo y otros. Cada uno de e tos pone una piedra en cI cdificio submarino: uno dota In campana de estnbilidnd; otro Ie asocia campanas pequeiias cuyo sire se vaCIa en la campa­na mayor; aquellc da por remate una cupula de aire comprimido; e te la enriquece con aparatos pneumaticos y tubos cooductores de aire, y mien­

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~ ... ,0:"'...... " ............ u e,'&u............ .o'rl.genes, eVO/UCIUTJ Y(;(JJJ.')UUUiU.':IUJI. ut". IIA AI u",) jJlAv UI~ ~U'U.,

tras que otros Ie colocan en sus costados aposentos de airc comprimioo, el E Marsenne y mas tarde Fulton y Johnson, Ie dan movimicntos propios y pre­tcnden utilizarla como maquina de guerra; proyectos que, en nuestros dias, han sido propuestos sin ninglm cxito por Montgery, el admirador y hi()grafo de ~blton. De los de este sigh), sola mente Guyton-Morveau, dellnstituto de Francia, y Vizcarrondo, i1ustrado brigadier de nuestraAnnada, pretendcn dotarla de oxigeno comprimido.

"Todos estos inventores se proponen, no la navegacion submarina en toda la cx1:ension de la palahra, sino que descansando sus aparatos sobre el principio de que la presion intedor sea igual a la exterior, 10 nuts a que han podido aspirar, ha sido destnlir barcos enemigos; pero la naturaleza de sus aparatos les hubiera obligado (caso de ponerlo por obra) a no separarsc de los fondos de poca sonda, y nada hubicran podido intentar contra barcos anclados en tenederos de cuarenta metros de profundidad, recelosos los tripulantes de alcanzar el fondo, donde la presion les hubiera ahogado. EI destino de la campana dc bucearcs el trabajo en las radas, en los puertos y en los rios; 10 demas pertel1ece a 10 quc propi~unente lIamamos 118vegaciol1 submaril1:l, a los ictineos exploradores. He aqui como el Ictineo empieza prccisamcnte donde la campana tennina".

No he podido procurarme las Transacciol1es filosoficas de la Socicdad Ame­ricana dc Filadclfia, en cuyo tomo IV se dan pormenores sobrc eI buq'Je submarino de Bushnell, ni las noticias que acerca de ~blton publico Colden en New-Yorl{ en 1817; ni la traduccion de los TO/pedos del mismo Fulton que hizo nuestro Nunez de Taboada cn Paris, en 1812, para dar una idea del N:wtilus; no tengo a mi disposicion mas que unos Iigems apuntes sobre los trabajos de Fldton que publico en una ohra sobre los eohctes a la cOl1gri~l'e el capitan de fragata de laAnnada franccsa M. Montgery, en Paris, en 1825.9 Dc clIos se deduce, que eI Nautilo fue ensayado en Ruan, en Abra de Gracia, cn Paris y en Brest. Parece que las cuadernas eran de hierro y las cintas de cobre; que su fonna era el de un ovaloide bastante prolongado y de seis pies de diametro, que se movia por remos heliwidales; quc Ilcnaba un deposito de agua para la sumersion; agua que expeJia a favor de una bomha para po­nerse a flote; que en un globo de cohre de un pie de diametro I1evaba aire comprimido a 200 atmosferas; que el celebre Guyton-Morvcau, del Instituto de Francia, entrego una memoria a Fulton sobre los medios de prolongar la rcspiracion de los hombres y la combustion dc las luces a hordo de los barcos submarinos, a favor del aire vital (oxigeno) y de Ia absorcion del acido carbo­nico. Cuando Bonaparte fue nombrado Primer consul, una comision com­]Juesta de Volne); Monoe y Laplace cmitio un dictamen aprobatorio del pro­

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Ane.."\:ol

yecto de Fulton. Sin embargo/ ~apole6n no hizo ningun casu de este proyec­to y aun se atrevi6 a decir que Fulton era un charlatan y estafador. Paso mas tarde a Inglaterra solicitado por el Gobierno de aquella isla, donde no tuvo mejor aeogida, pues que a pesar del favor que merecio de Pitt, otro Ministro, el conde de San Vieent~ dijo al mismo Fulton que Pitt era un necio en loment:lr un genero de guerra mutila los que eran los senores del mar, y que adopt:indolo debia privarles a ellos de su superioridad.

Bauer, aleman, intent6 iniciar este dificil arte y construy6 una nave con la eual se sumergi6 repetidas ve<..'Cs en las aguas del BaItico; pasOluego a Ingla­terra, donde a pesar de sus relaciones con el iJustre BruneI, autor del tunel que pasa por debajo del Tamesis, y del Leviatan, no pudo hacer aceptar el proyecto de navegar por debajo del agua; y por OJtimo estuvo al servicio de Rusia, de donde salio sin dada huyendo de las malas artes de un Ministro de Marina, que procur6 tambien en Espana, por medio del embajador ruso en l\fadrid y del Consul general de Cadiz, saber, contra mi vol untad, de que medios se echaba mano en el Ictineo para navegar por debajo del agua. Aban­donando Rusia, Bauer se restituy6 a su patria, donde se inicio una suscrip­cion nacional, paracubrir el importe de la construccion de un buque subma­rino de guerra; la cual debo suponer que no tuvo el exito que se esperaba, ya que la nave de Bauer no penetra por los senos del mar demostrando la utili­dad de sus aplicaciones.

Payeme, en Francia, autor de la bien calculada y perfecta campana de bu­cear que ha trabajado en las obras del puerto de Cherburgo, presento en la Exposicion de Paris el modelo de una caldera paraquemar carbOn a favor del nitrato de sosa y en funcion de una maquina de vapor con destino a su campana de bucear, que intentaba tal vez transfonnar en buque, submari­no, y que ignoro si ha lfegado a las aplicaciones proyectadas.

Posteriormente un aleman llamado Flam, en las costas del Peru, intento aplicar un barco submarino ala destruccion de nuestra escuadra; en la se­gunda prueba que hiro no volvi6 a aparecer a la superficie, quedalldo en el fondo del mar su desgraciado inventor y tripulantes que Ie acolllpaiiaban. En Mobila, dunmte la guerra civil de losEstados Unidos, funciono una nave sub marina" que despues de varias tentativas infortunadas, en que murieron veinticuatro hombrcs~ logro eehar a pique un buque de guerra del Norte y no voM6 a apareccr tampoco, sobre el mar, seg6n refiere el M(!Chanics Ma­g8zille del 29 dejunio de 1866.

Hace tres arlOs que en la misma Francia sc construy6 un buque submarino quc debia andar a favor del aire comprimido; y a pesar de haber indicado graves defectos en Stl construccion una Revista cientffica francesa. el Empe­

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Odgenes, evolucion y consolidacion del plwcipiu de conservacion de la energia

rador ha sefialado una pension vitalicia a los tripulantes que hicieron las pruebas, y no se ha vuelto a hablar mas de este asunto.

Ignoro que fatalidad pesa sobre la navegacion submarina, que en todas par­tes logra llamar un momento la atencion, para ser luego abandonados los proyectos.

Como sea posible este abandono, no se darme la raz6n; ya que la pesca en general, la defensa de puertos y costas y las investigaciones cientificas recla­man el ejercicio de este arte. Si los gobiemos, poco previsores, 10 han desde­fiado, no han sido ni justos ni sabios. La defensa del territorio, aun en. tiempo de paz, reclama sumas enormes para el sostenimiento de un material in­menso; bien podria hacerse algun pequeflO sacrificio en favor de Ull arma que, al mismo tiempo que cumpliria ,",'On aquel sagrado objeto, daria lugar a que se desarrollase la industria submarina, cuyos futuros subsidios paga­dos a la N acion, no sOlo satisfarian el primer sacrii'icio, sino que podrian sos­tener despues los gastos de los buques submarinos que se destinaran a la defensa dcllitoral maritimo, a la cual podrian concurrir los mismos ictineos industriales.

Desde que Fulton merccio el informe aprobatorio de la Comision de laAca­demia de Ciencias, debemos creer que la navegacion submarina podria con­tribuir a la defensa de los litorales, a enriquecer las naciones con sus prOOuc­tos, a la par que a las ciencias naturales con el tesoro de las observaciones subacuaticas; sin embargo, ise han pasado sesenta afios y todavia en Francia, Inglaterra, Rusia, Alemania, Estados Uriidos y Espaiia no se utilizan proyec­tos que con igual objeto han propuesto modemos inventorcs!

1.0 que valga el mio podra dedueirse de la exposicion sucinta que voy a haeer de los fundamentos de un Arte que, por no cneontrarse todavia en todo su desarrollo, no merecc mas que la calificacion de ENSAYO.

EL IcrINEo. Cllando la realizacion de un pensamiento ha necesitado del favor publico, el que 10 ha dirigido tiene el deber de historiar los hechos que a la prosperidad y decadencia de la empresa se refieran; y debe haeerlo en todas las oeasiones oportunas, para que llegue a noticia de los que en el se han interesado y reciban la parte de satisfaccion que les es debida. ASI yo, que he sido favorecido por muchas personas en mi empefio de realizar la navegacion submarina, debo, en la presente ocasion, resefiar los hechos mas importantes de mi proyecto, las causas que han impedido su completo desa­rrollo, aunque sea repitiendo algunos conceptos contenidos en las diez Me­morias publicadas en el espacio de doce anos que, de una manera publica me dedico a la resolucion del importante problema de navegar por debajo de las aguas.

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Anexo1

Perdoneseme, pues, si en este primer capitulo descielldo a repeticiones y a ciertos dcta1lcs historicos dc las opcraeiones de cOOa uno de los dos Ictineos; porque si algunos no tienen importaneia con referencia a la idea principal que me propongo en este ENSAYO, tienen algun interes relacionados con la marcha de las ideas en general, por los obstaculos que encuentran a menu­do y de los cuales cl eomun de los hombres no puede formarse concepto.

Hace docc aftos quc presentc a mis conciudadanos el pensamiento del Icti­neo. Algunos a111igos mios comprcndieron toda la importancia y trascenden­cia de la idca, yacogieron mi pro),ccto, creyendo que podrian superarse los graves obstaculos que se opusieran a su rcalizacion.

cCurues eran los medios y recursos, cumes los capitales propios con que con­tabamos para una empresa que reclama millones, sabiduria, valor temerario a la par que una prudencia cxquisita? cQue se habia intentado antes en este terrcno que nos pu<.liesc dar alguna garan tia de acierto? Y, en fin, cquien era yo para atraer voluntades y eapitales? Hombres oscuros, desconocidos en los cfrculos literarios, cientfficos, industriales y finaneieros, poseiamos enton­ees ~o quc posecmos todavia: una fe viva CLl el progreso; una fe inqucbranta­ble en el futuro dominio de la Humruudad sobre la Naturaleza.

EI Universo csti sujeto a leyes a que no pue~e faltar; la inteligencia no pue­dc dcjar dc estudiarlas, porque ticnc nccesidad de conocerlas; cada ley que el hombre dcscubre Ic da poder sobre la Naturaleza; si el hombre negare a conocerlas todas, dominaria por completo el Ulliverso, como domina el ca­lor, fa luz; la clectricidad, eI magnetismo, la afinidad quimica, el movimiento; la succsion dc conocimientos que adquierc no pucde conduir sino conclu­yendo la inteligeneia humana. La fc en estos principios ha sostenido nuestra perseverancia, y el deseo de extenderlos hizo que, desde el principio, difun­dicsemos po:.' merlio de la prensa las bases de nuestro proyecto a fin de que la masa indifcrentc de hombres empezase a vcr que el Ictineo podia domi­nar la Naturaleza en los espacios submarinos, quc podia enriquecer la cien­cia, aumentar la riqueza comun, y arrojar un desteUo de gloria sobre la pa­tria en las aplicaciones a la guerra maritima.

"Es indispensable que el hombre posea este nuevo mundo, decia en la Memoria que publique en 185R; para ello cuenta con los recursos que Ie ofrecen las ciencias fisico-quimico-mlltematicas, cuyos adelantamien­tos actuales Ie proporcionan una atmosfera artificial tan sana como la natural, una luz parccida a la del sol, articulacioncs impenneables que facilitan todo genero de movimientos y motores cuyo poder es supe­rior aI del vapor.

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Odg.enes, eRJlucion y consolidacion del pJincipio de conscIVacion de la encJ-gia

"La resoit.cion del problema de la navegacion submarina estriba en 1a coostTUccion de un aparato que sea capaz de descender dcntro del mar, de dctcnen:e dondc quicra, de moverse en todas dirccciones, de yolver a la superficie y de navegar por ella; que pueda esta,r indefinidamente suo mcrgido sin que cstc cn comunicacion con la atmOsfcra.

"La primera condicion supone que cl aparato esta cerrado hermetica· mente, que esta fabricado, en parte, de materiales impenneables, imprQ­pios para la osmose; que sus medios de comunicacion con cl exterior impiden la entrada del agua en el aparato; que pucde resistir la presion a que debe sumergirse, yque tiene estabilidad.

"Ellctfneo que construyo tendra estas condiciones: su forma es la del pez, y como el tiene eI propulsor cn la cola, alctas para la direccion, vejigas natatorias y lastl"e para estar en equilihrio con el agua dcsde ~I momcnto en que se sllmerja. Respecto a su robllstez, debo manifestar que puedc sufrir una prcsion con stante de ocho atmosfcra'> Yl'or 10 tanto que puedc descender a cincuenta brazas de profundidad.

[ ... ] "Si el primcr Ictfneo no corresponde a mis previsioncs, expondre mas tarde las causas que 10 hayan impedido. scfialando los errores come· tidos Y la mancra de enmendarlos.

[ ... ]"Si la falta de exito estribase en el conjunto, abandonaria, mi proyec· to, con la cspcranza de que mas tarde 0 mas tcmprano, otro, mas feliz que yo, realizanlla n.lVegacion sllbmarina. Entusiasmado ante los resul· tados quc puedc dar, todo sacrificio Ire parece poco para ascgurarla; y si me atrevo a lIamar la atencion publica haeia estc punto, es porque segu· ro de los rcsultados quc he ohtcnido en prucbas parcialcs quc hc vcrifica· du, quisiera yer a mi lado y oCllpados en csta emprcsa hombres mas inteligentes que yo".

Esto decfa en mi primera Memoria sobre tan important.e materia. He ido desde entoni!es cumpliendo mi compromiso de publicar los result.ados de mis estudios pnicticos en este arte, explicando el estado en que sucesiva· mente, se ha encontrado mi cmpresa; y ahora, en el presente ENSAYO, reca· pitulo 10 anteriormente publicado junto con nuevos estudios que someto at juicio de las personas inteligentes.

AI hacerlo cxperimento cierto embarazo que prmiene de la fuerza que me han hecho las recriminaciones de aquellos que creen que he dispuesto del tiempo y de los c~lpitales suficientes para establccer cI Arte de nmrcgarpor debajo del agua. Esta hostilidad ha dado lugar a dudas y a que se manifcstasc Ia incrcdulidad mas ciega y pertinaz, incredulidad que ha resistido a todas mis demostraciones en eI terreno tcorico y en eI pnictico de las pruebas