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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA FACULTAD DE TEOLOGÍA Resumen y comentario al libro “Los misterios de la Vida de Jesús” AUTOR: Paul Alexander Gordillo Ramos ASIGNATURA: La libertad de Cristo PROFESOR: Dr. D. Emilio José Justo Domínguez. SALAMANCA 2015

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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA

FACULTAD DE TEOLOGÍA

Resumen y comentario al libro “Los misterios de la Vida de Jesús”

AUTOR: Paul Alexander Gordillo Ramos

ASIGNATURA: La libertad de Cristo

PROFESOR: Dr. D. Emilio José Justo Domínguez.

SALAMANCA 2015

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ÍNDICE

1.-Introducción

2.-¿Qué tiene que decir el cristianismo a este reto?

3.-¿Cuál es el lugar privilegiado desde donde la historia se deja contemplar

como “misterio”?

4.-Encarnación y bautismo en el Jordán

a) Ve en el misterio de la encarnación

b) El bautismo en el Jordán

5.-La palabra brota de la carne: el misterio de la predicación del reino.

6.-El misterio, en la transfiguración de Jesús y en su misterio Pascual

7.-Conclusión

8.-Idea central de la obra

9.-Apreciación crítica

10.-Aplicación Pastoral

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1.-Introducción

El autor inicia motivado por las interrogantes planteadas en la novela de la escritora

norteamerica Flannery O´ Connor, en su obra titulada “Sangre sabia”, recoge a uno de sus

personajes “Hazel Motes, que encarna al típico hombre post-moderno o contemporáneo caído

en el escepticismo respecto a Dios. Hazel, nieto de un devoto predicador protestante, ha

crecido rodeado de la omnipresente figura de un Cristo adusto, a su regreso del servicio

militar, gasta todas sus energías rechazando la fe cristiana con la misma radicalidad con la que

su abuelo predicaba:

“No podéis retroceder al tiempo de vuestros padres ni avanzar al de vuestros hijos, si los

tenéis. En vosotros y en este preciso instante se encuentra el único lugar que os queda. Si

alguna vez hubo Caída, miraos a vosotros mismos; si hubo Redención, miraos a vosotros

mismos, y si esperáis que haya Juicio, miraos también, porque los tres tendrán que estar en

ese vuestro cuerpo y en este vuestro tiempo. ¿Y dónde están los tres? ¿Dónde, en uno y otro,

os ha redimido Jesús?”1.

Aquí el autor ve en Hazel, al hombre contemporáneo que ya no experimenta el tiempo de

manera unitaria sino como una secuencia de hechos inconexos unos de otros, de manera

desfragmentada, que hace difícil reconocer el acontecimiento de Dios2. Ve en las palabras de

Hazel un certero desafío al cristianismo y se pregunta ¿Cómo es posible encontrar a Cristo en

nuestro propio tiempo, en el ahora de nuestra existencia cotidiana?”

2.-¿Qué tiene que decir el cristianismo a este reto?

El autor establece la tarea de responder a estos cuestionamientos de la modernidad. Y

lo hace a través de la “teología de los misterios”. Adoptando la categoría teológica concreta

de “misterio”, palabra recibida del corpus paulino en referencia a la “historia de salvación”, (cf.

Rom 16, 25) describe como el misterio alude a la revelación del amor eterno de Dios a través

de lo concreto y lo visible, en el cuerpo y en nuestro tiempo, abiertos hacia el misterio mismo

de Dios y su amor salvífico. Señala el autor como Jesucristo “verbo hecho hombre” le da un

nuevo significado al tiempo y al espacio, dándole sentido y plenitud.

3.-¿Cuál es el lugar privilegiado desde donde la historia se deja contemplar como “misterio”?

El encuentro vivo con el Señor resucitado, experimentado por los discípulos la mañana

de pascua. Solo entonces sus ojos se abrieron para entender la historia que se había

desarrollado ante su mirada. Y es que el tiempo y espacio recibieron en ese preciso momento

una nueva definición, quedando para siempre ensanchados a la medida de la carne gloriosa

de Jesús. El mismo que se presenta como la plenitud de los tiempos.

El autor ve necesario recorrer la vida de Jesús para contemplar en ella su especial manera de

albergar en sí la salvación. Así en este recorrido, el primer paso o capítulo aporta la fórmula

1 J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 13.

2 Se puede apreciar claramente como esta conciencia de experimentar la existencia como una secuencia

de hechos inconexos, trae espontáneamente la idea de repliegue sobre sí mismo, el anhelo de una “libertad liberada”. (comentario crítico).

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que gobierna el ritmo del tiempo de Cristo, al considerar el vínculo entre la encarnación de

Jesús y el episodio del bautismo en el Jordán. Las páginas que lo integran tratan de mostrar

cómo Cristo emplea todo su camino terreno (y no solo los momentos privilegiados de su

encarnación y de su cruz) para revelar a Dios al hombre y para mostrar al hombre su propia

identidad; asimismo, subraya que cada etapa de la vida de Jesús contribuye de modo singular a

la salvación de la historia.

Los siguientes capítulos se centran en el ministerio Público de Jesús, en sus palabras y en sus

obras, la transfiguración, la pasión muerte y Resurrección. Termina el libro preguntándose

sobre la posibilidad real de participar en el tiempo de Cristo. Aquí juega un papel primordial la

memoria de la iglesia, que es en concreto memoria mariana; ella obra el espacio para el

encuentro con el Señor. Aquí un breve resumen, idea central, conclusión, crítica y aplicación

pastoral.

4.-Encarnación y bautismo en el Jordán

Interpretando la encarnación de Dios desde el AT, describe como Yahvé ha actuado de

forma insuperable, ha llevado a plenitud las gestas del antiguo pacto: nos ha entregado a su

Hijo único. Entrada radical en la historia humana de Yahvé que nos invita a replantear nuestra

forma de entender la eternidad y su relación con la historia desde la experiencia del Pueblo de

Israel.

Expone como la Biblia ofrece su propia fórmula para combinar pasado, presente y futuro. La

vida del Pueblo de Israel, descrita ya en el A.T, anuncia que el pasado no está muerto, ya que

nos pone en conexión con el Dios de la alianza, reavivando en nosotros la conciencia de sus do-

nes y promesas. Pasado, por su parte que nos permite mirar al futuro con confianza, porque

nos hace depositarios de una promesa divina que nos descubre y bendice el porvenir. La

Escritura canta como el tiempo se vuelve, lugar de encuentro con Dios, invitación a expandir

nuestro instante para recibir el ser de manos del Padre y dirigirnos hacia Él, como meta

escatológica3

a) Ve en el misterio de la encarnación, el cumplimiento de la promesa hecha a Israel y los

cimientos por el que El Hijo del hombre asume toda la universalidad de la historia humana

para salvarla. Y es precisamente porque Jesús es el Hijo eterno, aquel que es capaz de entrar

en el tiempo para salvarlo. Resalta como al tomar sobre sí el tiempo humano, el Hijo respeta

su estructura y dinamismo propio. Sin dejar de ser verdaderamente Hijo de Dios es hombre

como nosotros semejante en todo menos en el pecado. Jesús irá creciendo acompañado por

ese dinamismo interno que le acompaña en su naturaleza Divina, el Espíritu Santo que de

manera silenciosa marca su actuación, en las distintas etapas de su Vida, revelándonos que la

temporalidad reviste una paciente espera.4

En este devenir de la temporalidad de Jesús, destaca cómo la filiación divina de Jesús

constituye el fundamento de su tiempo y por ella el tiempo se constituye en tiempo de la

3 J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 53. 4 Cf. 56.

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espera y del don paterno, el tiempo del camino hacia Él. Es el tiempo del Hijo que se ejercita

como tal, recibiendo del Padre cuanto tiene.

Nota aquí el autor como en nuestra época, en su esfuerzo por encontrar la fórmula del tiempo

y darle sentido, se ha olvidado esta dimensión personal y trascendente. El tiempo del hombre

se ha medido a partir del tiempo de las cosas, como un recurso sujeto a explotación

(desfragmentado y vacío). Al ser limitado, el tiempo aparece como obstáculo a nuestra

libertad; por ello el ideal que se persigue consiste en hacerlo plástico, moldeable a nuestros

deseos y proyectos, para escapar de sus prisiones, siempre en progresiva aceleración. El

mensaje cristiano invita, sin embargo, a tender una mirada distinta. En Jesús el tiempo se

comprende en el marco de una comunión personal. La existencia temporal, lejos de ser

opresora, permite al hombre abrirse al don de Dios en espera filial para que dirija sus pasos

hacia Él, última meta de su camino. A partir de la redención obrada por Cristo, el tiempo

recobra su transparencia: se presenta ante nosotros como apertura que permite la presencia

del otro.

Jesús nos muestra que su vida es un ir plasmando lentamente en la historia, por el camino libre

de la obediencia5, la filiación divina que él mismo posee desde el principio y que nos la

comunica por el Espíritu Santo que asegura la continuidad de la historia de salvación, la lenta

adecuación del tiempo humano a la plenitud de una comunión con Dios en las diferentes

etapas de la vida humana.

Espíritu Santo que nos abre el porvenir, refresca nuestra memoria y nos une más fuertemente

al inicio. El pasado no se olvida, sino que se recuerda cada vez con más viveza, descubriendo

en él lo fundamental: el origen de nuestra vida en las manos del Padre. Andar hacia el futuro

no es, pues, un salto al vacío de lo totalmente otro. Se puede caminar hacia el porvenir

apoyando los pies sobre un terreno sólido, el de la memoria que testimonia el don primero del

Creador. Así la historia del hombre, en el Espíritu, no es mera dispersión, sino un lento

remansarse del tiempo, un movimiento que se lanza hacia el futuro sólo en la medida en que

se arraiga cada vez más en sus orígenes. Estas consideraciones nos permiten constatar la

fuerza que tiene la contemplación del rostro de Cristo en sus misterios. A través de ella puede

el hombre configurar su tiempo y el tiempo del mundo. Presente, pasado y futuro ya no son

elementos inconexos de la vida. Sino que se articulan según la ley particular de la comunión a

la que el hombre está invitado por Cristo6.

b) El bautismo en el Jordán, inagurará, el tiempo de la predicación o vida Pública, marcando

una nueva etapa en su vida, que inicia con el misterio de la epifanía en el Jordán, en donde se

pone de relieve íntima comunión con Espíritu Santo (dinamismo unificador) y el Padre eterno

para con el Hijo. A través de su palabra, gestos y acciones, Jesús llevará acabo la obra de la

Salvación. La misma que el Espíritu Santo continuará en la Iglesia. Jesús pues nos abre el

5 Jesús tiene una libertad humana esencialmente Santa. Esto brota ciertamente de su Naturaleza Divina.

Para nosotros es difícil imaginar esa libertad, ya que vivimos topados por el pecado. E. J. Justo. La libertad de Jesús. Salamanca, 2014. p 132. 6 J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 62

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horizonte humano presente y por la configuración de su vida (etapas), en cada acto, nos

muestra esa comunión constante con el Padre en el Espíritu Santo.

5.-La palabra brota de la carne: el misterio de la predicación del reino.

Una vez expuesta la estructura del tiempo de Jesús el autor pasa a considerar los

misterios de su vida pública y dentro de ella la predicación del Reino y sus obras mas adelante

resumidas.

La tradición cristiana ha visto en las palabras de Jesús un singular poder. “Breves y concisas

eran sus palabras. Pues no era él ningún sofista, sino que su palabra era una fuerza de Dios”.

Así describía san Justino, en la carta al emperador Adriano, la enseñanza de Jesús. En otro de

sus escritos, dirigido esta vez al judío Trifon, exhorta a prestar atención a las palabras del

Salvador, “pues hay en ellas un no sé qué de temible y son capaces de conmover a los que se

apartan del recto camino, quienes las meditan, se convierten en dulcísimo descanso”. ¿Qué

fuerza tienen las palabras de Jesús? ¿Consiste su misterio en la verdad que transmiten o en la

fuerza de los razonamientos en que se apoyan? Debe de haber en ellas algo más; no se explica

por qué son capaces de convertir incluso a los más rudos, triunfando allí donde los esfuerzos

de un Platón o un Pitágoras han sido inútiles para reformar las costumbres. ¿Qué hay, pues, en

la palabra, aparte de la idea transmitida, que pueda darle convicción y firmeza?

Palabra que en el análisis, lejos de ser mero revestimiento exterior de un concepto, tiene como

base el mundo corporal y afectivo de la persona. En este sentido, arraiga en la afectividad lo

que significa el entenderla con relación con el mundo y los otros. Al ser corpórea, la vocación

al diálogo se halla, inscrita en ella. En otro orden de cosas, la relación entre afectividad y

palabra nos invita a tener en cuenta el tiempo que mueve las emociones del hombre y que

abre su vida hacia la trascendencia. Arraigada en la corporalidad, la palabra puede pronunciar

el sentido de nuestra historia, de nuestro movimiento en el tiempo. Propio de la palabra será

precisamente enmarcar en un horizonte global de sentido esta comunión progresiva entre el

hombre y su mundo; o dicho de otra forma, la palabra abre hacia lo absoluto, hacia Dios, el

movimiento afectivo que nos liga a las cosas y a las personas, y nos invita a la comunión con el

mundo y los otros. Palabra que es misterio, es decir, revelación de la trascendencia en la es-

tructura histórica de los acontecimientos mundanos.7

San Ireneo refiriéndose al origen de la predicación de Jesús postula la necesidad que tuvo de

predicar la palabra con sonidos audibles y de acompañarla de gestos. Formula el obispo de

Lyon un principio central de la cristología, que terminaría por hacerse clásico: el Logos “se hizo

lo que nosotros éramos, de forma que nosotros pudiéramos hacernos semejantes a él”. San

Ireneo aplicará directamente estas palabras a la predicación de Cristo: “Nosotros no podíamos,

en efecto, aprender las cosas de Dios mientras que nuestro Maestro, sin dejar de ser Logos, se

hiciese hombre. Ningún otro tenía capacidad de exponernos las cosas del Padre fuera de su

propio Logos. Tampoco teníamos nosotros capacidad de aprenderlas, a no ver por vista de ojos

a nuestro Maestro y percibir su voz con nuestro oído”8.

7 J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca 2009. 80. 8 Cf. 90.

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Pannenberg afirmará, que la revelación ya no nos interpela únicamente en el silencio

existencial de nuestras conciencias creyentes; al contrario, el mensaje de Jesús acaece en

medio de los acontecimientos mundanos y es accesible a todo el que tenga ojos para ver y

oídos para oír. Con sus palabras Jesús mismo declaro que el mismo traía la plenitud del reino

de Dios, amén de ofrecer el sentido global de la historia.

Acerca de la palabra y su construcción desde el dinamismo afectivo. Entiende que las

emociones, nos unen con el mundo y nos permiten entender la vida como un camino hacia la

comunión con Dios y con los hombres. La función del lenguaje es precisamente la de llevar a

plenitud este dinamismo de trascendencia. La palabra dota a nuestra afectividad de un marco

global de sentido, desvelando poco a poco el origen primordial del que venimos y el

cumplimiento último hacia el que vamos. Desde aquí se contempla una verdad importante: el

amor y el logos no han de entenderse en oposición. El logos, por un lado, nace siempre en el

suelo fecundo “del amor” y queda contenido en sus márgenes; así, al arraigarse en la carne,

estará siempre en comunión primordial con el mundo y los hombres y será llamado a caminar

más allá de sí. El amor, por otro lado, necesita del logos para poder madurar, para abrir un

camino verdadero de trascendencia, conduciendo a las emociones más allá de sus vaivenes y

altibajos.

Así el dinamismo de las palabras de Cristo no es distinto del que anima las palabras humanas.

Se distingue, sin embargo, por la plenitud de sentido que comunica. Sus palabras no pasarán; y

no porque no se halla manchado del barro de la historia, sino porque, en medio de los

polvorientos, caminos seculares, son capaces de pronunciar un origen y un destino eterno. La

predicación de Jesús, al mostrar al Padre como origen y plenitud del tiempo, ofrece una

explicación definitiva de la historia en términos de amor a Dios y los hombres.

Estas ideas nos ayudan a entender la forma que el Logos, la palabra Divina, toma en la visión

cristiana. El Logos eterno es consistente con las palabras (logoi) pronunciadas por Cristo. Por

eso, Iejos de ser racionalidad abstracta, este Logos nace del amor y sirve para expresar la

realización plena del amor. Al mismo tiempo, el amor divino nunca deja de estar en unión con

el Logos, o sea, es portador de un sentido que alumbra el curso de la historia. Este amor

sobrepasa, ciertamente, al mero conocimiento conceptual y a la vez es capaz de expresar

mucho más que una noción abstracta. Pero, a la vez, este amor es siempre el amor de un Dios

que es Logos de acuerdo con la lógica que hemos seguido, la palabra también resulta esencial

para entender la misión de la Iglesia. Los discípulos de Jesús han de transmitir las palabras de

su Maestro de la misma forma que ellos las han recibido de él. Jesús tomó nuestra carne y

nuestra sangre para poder llamarnos hermanos, de tal manera que, compartiendo nuestros

padecimientos, pudiéramos pronunciar las palabras que dan sentido a nuestra existencia9.

Desde la comunión afectiva con Cristo, el Espíritu que anima la conversación del cenáculo hará

entender a los discípulos lo que comunica el Maestro. Asimismo, la Iglesia habrá de compartir

el sufrimiento de los hombres para poder transmitir las palabras divinas. Pues la palabra

predicada por la Iglesia brota también de la carne. Esto significa que conoce la paciencia de lo

9 J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 120.

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que debe madurar desde dentro y, por ello, renunciar a imponerse desde fuera. Es la palabra

conservada caliente en los corazones para poder ser transmitida de generación en generación.

6.-El misterio, en la transfiguración de Jesús y en su misterio Pascual

La dimensión corporal de la existencia humana representa el lugar donde se lleva a

cabo el encuentro con lo que es diferente, el lugar por el que el hombre entra en el reino de la

sorpresa y el asombro, es la forma de estar en el mundo, de existir. Granados desarrolla

ampliamente su significado pero aquí solo recogemos algunos puntos que se consideran más

relevantes.

El cuerpo, lugar privilegiado en donde la imagen de Dios aparece, y es también el sitio donde

su imagen puede ser distorsionada o manipuladora (aquí la realidad de pecado). Al aparecer

aquí, la imagen queda a merced del hombre, porque el cuerpo puede convertirse en el lugar

de la ruptura entre el hombre y su mundo, el lugar de la desconfianza y la falta de fe, del

rechazo primero y de la sospecha continua.

El evangelio se proclama que en Jesús se ha hecho carne (cf. Jn l ; 14) la Imagen eterna de Dios,

el resplandor de su sustancia, semejante menos en el pecado (cf. Heb 1, 1). La Imagen

preexistente entra en el mundo precisamente en ese lugar, la corporalidad humana (forma de

estar, del ser en el mundo), donde se había impreso ya, al principio de los tiempos, en la

creación del hombre, la imago Dei. Tal es la Imagen que brilla en el rostro de Cristo ( cf. 2 Cor

4, 4-6) . En este contexto, la transfiguración nos muestra la importancia crucial del cuerpo,

tanto para la visión de Dios como para el significado de la imagen de Dios en el hombre. Lejos

de ser simplemente un elemento subsidiario del alma, un velo que recibe una luz que no le es

propia, el cuerpo tiene un lenguaje característico que determina el significado de la imagen y

especifica el acto de la visión.

Al interpretar el acontecimiento de la transfiguración, se identifica la presencia en ese

dinamismo del amor (Dios que sale de sí). Somos capaces de ver porque la mirada del Padre

nos abraza y nos invita a entrar en su misma visión, como acontece en Jesús, en oración. El

tiempo se convierte en el tiempo de la llamada divina y la respuesta humana (tiempo de

gracia). Así aprender a ver (visión) significa entender el sentido del tiempo, su camino desde

que sale del seno del Padre hasta que vuelve a sus manos. La imagen sólo puede formarse en

este tiempo de la llamada y la respuesta, la paciencia y la esperanza; sólo andando por este

camino puede verse la gloria de Dios10.

Justino Mártir captó la plenitud de esta imagen (dinamismo del amor de Dios) en el cuerpo de

Cristo colgado de la cruz. Para Justino, lo que distingue la figura humana de los animales no es

sólo su postura erecta, sino su capacidad de adoptar la forma de cruz, perfecta expresión del

amor, el momento del abrazo entre el cielo y la tierra, el este y el oeste, en un dinamismo que

lleva todo hacia arriba, hacia el Padre.

Sin embargo “la visión plena” de la imagen no había de ser concedida en el Tabor. Sólo

descendiendo a la tierra y conviviendo con los hombres, sirviéndoles y amándoles hasta morir

10 J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 121- 170.

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en la cruz y Resucitar de nuevo por ellos, había de formarse la imagen. Únicamente en esta

acción de caridad o de amor, podía la Imagen de Dios ser percibida por los ojos corpóreos.

Jesús en su pasión, muerte y resurrección. En su cuerpo, abraza el dolor de la humanidad

pecadora (que tiene una imagen de Dios opaca), que vive sin esperanza y sin Dios en el mundo.

El autor subraya como en este “misterio” como en el sufrimiento de Jesús en su obediencia de

Hijo. Su agonía sirve para modelar la corporalidad humana herida por el pecado, para llevarla

hasta el punto en que sea pura invocación al Padre, que responderá resucitando al Hijo. Este

es el momento en el que surge el nuevo templo escatológico, el santuario definitivo. Dios no

necesita templo hecho por manos humanas, pues se complace en vivir en el que Él mismo ha

modelado, el cuerpo muerto y resucitado de su Hijo. Esta lectura es confirmada por la Carta a

los hebreos cuando habla de la tienda por la que Jesús ha entrado en el santuario celeste. La

tienda significa aquí el cuerpo resucitado de Jesús y el santuario remite a la misma

trascendencia divina. A través de su cuerpo, Cristo ha puesto en pie una tienda que permite al

hombre adentrarse, por este camino vivo, hasta el centro mismo de la intimidad de Dios11.

7.-Conclusión

Jesucristo, no sólo trae una nueva revelación de Dios, como el Dios que es amor y está

totalmente cercano sin por eso diluir su misterio. El Maestro nos brinda también una nueva

definición de hombre, definición que toca, esencialmente, a su cuerpo. El cuerpo, en cuanto

lugar donde el hombre encuentra al mundo y a su prójimo, recibe ahora un lenguaje nuevo,

una nueva medida. Jesús ha hecho que el “cuerpo” sea capaz de acoger a Dios en su misterio

trinitario, de ser el lugar que contiene la revelación total del Padre12.

En el recorrido de su obra Granados ofrece una noción de tiempo, capaz de enhebrar presente,

pasado y futuro. Jesús, que hace que la historia recobra su densa unidad; puede verse como un

camino que sale del Padre y conduce, poniendo en contacto el principio y el fin a través de un

camino temporal abierto hacia la plenitud. Desde este horizonte es posible que Él se

comunique con todo hombre de toda época. Y esto no tan solo porque es eterno sino porque

ha asumido en sí nuestro tiempo. El autor ha respondido a las inquietudes retratadas por

Hazel, quien experimenta en el desarrollo de la obra, en donde menos lo espera en su tiempo

y en su cuerpo, la presencia salvífica del Señor.

Desde la lógica de participar en el misterio de Jesús, Granados termina su obra resaltando la

necesidad de cultivar la memoria cristiana (que tiene el poder para hacer vivo el pasado).

Reconociendo en la memoria de María, memoria de la Iglesia, Madre del salvador, una

memoria privilegiada, capaz de dilatarse según la amplitud del Espíritu, pues sigue con

fidelidad los pasos de Jesús por la tierra. Así en María se hacen posibles todas las memorias de

los hombres. En ella el recuerdo supera cualquier otra acción en la historia, pues se refiere al

mismo ingreso de Dios en el tiempo.13

11

J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 169 12 Cf. 171. 13 Cf. 276- 277.

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8.-Idea central de la obra

El autor trata la vida de Jesús como un camino, recorrido en el tiempo, que ha

conocido diversas estaciones o edades “misterios”. En cada una de ellas se hace presente de

manera nueva el rostro del Padre y la revelación de su amor. "Con este enfoque se

proporciona al “hombre” ser que está siempre en camino no sólo un norte para sus pasos, sino

una forma concreta de recorrer su ruta. Al conformarse al ritmo vital de Cristo, el creyente

descubre el sentido propio de caminar por el mundo, el cual consiste en un aprendizaje de la

filiación, que se basa en la relación con Dios Padre, hasta llegar al abrazo definitivo con el

creador.

9.-Apreciación crítica

Destaca en la obra de Granados, ese esfuerzo por responder desde la teología de los

misterios al hombre moderno que experimenta desconcierto. Su esfuerzo desde la filosofía,

literatura, aporte de la Patrística, teólogos, enriquecen su ensayo a lo largo de sus seis

capítulos. En su obra aporta distintas interpretaciones en torno a los misterios de la vida de

Jesús. Conceptos en los que destacan: visión, cuerpo, tiempo, memoria, misterio, logos,

nomos, pathos,etc.

Sin embargo llama la atención el escaso desarrollo de la categoría o concepto de libertad,

fundamental en la historia de los tratados de cristología y soteriología. Solo expone una

comparación respecto al concepto de “amor” en comparación con el de “libertad” en un

apartado del el capítulo seis, que lleva como título: c) De la libertad al amor. en donde afirma:

“Ahora bien, si esto es cierto para el hombre, ¿no habrá que proyectar esta luz sobre toda

escala vital? ¿no será el amor (y no simplemente la libertad) el punto de vista adecuado para

reconocer lo propio de todo ser vivo, estableciendo la medida de su diferencia con el reino de

los minerales?

Por otro lado no podemos dejar de reconocer su aporte al curso estudiado “la libertad de

Cristo”, ya que su compresión de la configuración del tiempo así como su intento de

desarrollar una teología de los misterios de la vida de Jesús de manera ordenada, tratando de

subrayar elementos comunes que respondan a los cuestionamientos del hombre moderno nos

resulta valiosa. Enriquecen y avivan esa conciencia de la libertad Santa de Jesucristo.

10.-Aplicación Pastoral

Dice el Señor: “Que quieren que haga por ustedes. Señor, que se abran nuestros ojos”,

le rogaron los dos ciegos. Conmovido Jesús les toca los ojos y al instante recobraron la Vista.

(Lucas 18, 35-43)

Desde el campo de la reflexión teológico práctica es necesario dentro del campo de la teología

práctica y desde la teología pastoral, siguiendo el lineamiento del curso desarrollado, donde se

ha contemplado a Jesús en sus decisiones, en el ejercicio de su libertad Santa, filial, humana,

responsable, liberadora. El llevar lo estudiado a la praxis de la vida cristiana o del discipulado,

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de manera concreta para su aprovechamiento, desarrollando alguna nueva perspectiva. Aquí

siguiendo al Papa Francisco planteamos la necesidad de ser liberados de la indiferencia para

con los que sufren.

Traigo a la memoria la reflexión de una periodista torno a la terrible tragedia de la guerra de

Gaza, dolida por la muerte de tantos niños que ya sobrepasan los cuatrocientos. Escribía

indignada por la sobreexposición morbosa de las terribles imágenes, decía: "Los niños de Gaza

están muertos y me basta con ver a mi hijo, para imaginarme lo insoportable que sería

encontrarlo herido. Los niños de Gaza están muertos y no se merecen que los lancen como

misiles en las redes sociales, hasta convertirlos en una imagen más a la que nos terminaremos

acostumbrando”. Afirmación cuestionadora que deja en evidencia la alarmante situación: “la

pérdida de la sensibilidad natural frente al sufrimiento ajeno, hasta el punto de hacer mero

espectáculo”.

Algo similar expresaba afligido el Papa Francisco al inicio de su Pontificado en su visita

a Lampedusa: “Siento una espina en el corazón que me causa sufrimiento. He sentido que

debía venir aquí hoy a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar

las conciencias para que lo que ha sucedido no se repita, no se repita, por favor, decía.

Estamos desorientados, ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros.

Miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y

continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra, insensibles a los gritos de los demás,

vivimos en pompas de jabón, en la ilusión de lo fútil, de lo provisorio. Yo quisiera que nos

hiciéramos una pregunta: “¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y

hermanas? ¿Quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca? ¿Por las jóvenes

mamás que llevaban a sus niños? ¿Por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus

propias familias?. Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del “padecer

con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!” decía con la

voz quebradiza.

Y en este tiempo desde Filipinas, exhortaba a la humanidad a "no tener miedo de llorar”,

expresaba que “al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son

dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin

necesidades no sabemos llorar".

Realidad social que como Iglesia no nos es ajena y hemos de procurar medios para que sea el

Señor quien nos mueva a superar esa existencia desfragmentada, en ese individualismo mal

sano que ha traído una esclavitud fruto del pecado social. La indiferencia para con los que

sufren.

Bien haría a la sociedad post-moderna que así como se hacen estudios serios para ver el índice

de pobreza o de crecimiento económico se hicieran también índices, para medir la pobreza

espiritual, cultural y humana de nuestra gente.

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Bibliografía

J. Granados. Teología de los misterios de la vida de Jesús. Salamanca, 2009. 13.

E. J. Justo. La libertad de Jesús. Salamanca, 2014. p 132.