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Sumario

1 Raúl Beceyro, Rafael Filippelli, David Oubiña,

Alan Pauls, Estética del cine, nuevos realismos,

representación

10 Gonzalo Aguilar, Rodolfo Walsh, más allá de la

literatura

15 Teixeira Coelho, Modos (recientes) del imaginario

de la descomposición social en Brasil. Siete

imágenes vistas y dos anti-imágenes revistas

22 Emilio Tenti Fanfani, Exclusión social y acción

colectiva en la Argentina de hoy

29 Laura Golbert, Gabriel Kessler, Las lógicas de la

violencia y la cuestión social

34 Maristella Svampa, Clases medias, cuestión social

y nuevos marcos de sociabilidad

41 Javier Auyero, Los estallidos en provincia:

globalización y conflictos locales

Revista de cultura

Año XXIII • Número 67

Buenos Aires, Agosto de 2000Consejo de dirección:Carlos AltamiranoJosé Aricó (1931-1991)Adrián GorelikMaría Teresa GramuglioHilda SabatoBeatriz SarloHugo Vezzetti

Consejo asesor:Raúl BeceyroJorge DottiRafael FilippelliFederico MonjeauOscar Terán

Directora:Beatriz Sarlo

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Expresamos nuestra terminante oposición a la propuestade una instancia mediadora —de la cual formaría parte laIglesia católica— en los juicios que se vienen desarrollan-do destinados a la consecución de la verdad respecto de laparticipación de miembros de las fuerzas armadas en elterrorismo de Estado. Primero, porque dicha instancia sesuperpondría y devaluaría el actual funcionamiento efec-tivo de la justicia. Es impertinente utilizar la experienciachilena en curso para avalar este procedimiento, ya que loque en una situación como aquella quizás pueda suponerun avance (eso lo juzgarán la sociedad chilena, sus partidospolíticos y sus organismos de derechos humanos), en lasituación argentina, con una ya larga tradición de actua-ción de la justicia en un marco de respaldo de la granmayoría de la población, constituiría sin duda un retroceso,sólo atribuible a las presiones de los militares directamenteimplicados en los casos sobre los que se debe seguirinvestigando. En este sentido, el gobierno no debe admitirque sea el propio jefe del Ejército quien encabece esas

presiones. En segundo lugar, porque resulta inaceptableque se pretenda colocar a la Iglesia católica argentina comoinstancia de mediación. Y esto por la sencilla razón de quela Iglesia católica argentina, salvo excepciones conocidas,también estuvo involucrada —por acción u omisión— enaquel proceso de detenciones ilegales, tortura, muerte, de-saparición de personas y apropiación de niños que caracte-rizó el horror argentino de aquellos años. Aquí debe desta-carse otra diferencia con el caso chileno, ya que la trayectoriade la Iglesia le ha dado allí autoridad moral y política en estostemas como para constituirse en una protagonista válida,mientras que la Iglesia argentina ni siquiera ha revisado supropia trayectoria como para iniciar la autocrítica que le debea la sociedad.

Por todo ello, nos oponemos a cualquier instancia quelimite el accionar de la justicia en los juicios por la verdado en la prosecución de los juicios por violación de losderechos humanos en la Argentina.Consejo de Dirección y Consejo Asesor de Punto de Vista

Las ilustraciones fueron especialmen-te realizadas para Punto de Vista porAdolfo Nigro (Rosario, 1942).

Los militares y la justicia

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Estética del cine, nuevos realismos, representación

Raúl Beceyro, Rafael Filippelli, David Oubiña, Alan Pauls

Rafael Filippelli: Una de las cuestio-nes que llama más la atención en unasuerte de estado actual del cine, es elfenómeno que la crítica ha dado enllamar el nuevo neorrealismo, deno-minación a la que se suele agregar eladjetivo “urbano”: nuevo neorrealis-mo urbano. Me pregunto cuánto ha te-nido que ver en esta fórmula el rela-tivo éxito de algunas películas deKiarostami; o quizás habría que pen-sarlo en relación con la cuestión quesiempre plantea el cine: un arte de ca-racterísticas fuertemente analógicas,que suscita, en distintos períodos, unadiscusión sobre el realismo. Si algo esnecesario aclarar, me parece, es que

las posibilidades de la representaciónrealista no están ligadas a los conteni-dos temáticos sino a poéticas. Ahorabien, una poética es un conjunto másque de elecciones positivas, o tantocomo de elecciones positivas, de ne-gaciones o privaciones: no todo pro-cedimiento formal es admisible siem-pre en determinado marco, aunquetodo procedimiento formal sea hipo-téticamente admisible siempre en unmarco diferente. Tengo la impresiónde que este nuevo neorrealismo tiendea trabajar dentro de un sistema que nole impone demasiadas opciones for-males; dicho de otra manera, hay unaespecie de stock genérico de proce-

dimientos a los que se echa mano deun modo cuya motivación es difícil decaptar. Y me pregunto si esto no se co-necta con la sustitución de la idea, muyprecisa, de plano, por la de imagen.

Alan Pauls: Este retorno de lo real enel cine tiende a ser pensado con crite-rios y textos de hace cincuenta años,de la época del neorrealismo. Para míeste retorno tiene muchas formas, quevan de Nanni Moretti a Mundo grúa oa las Silvia Prieto que se ponen a ha-blar a cámara en la película de MartínRejtman, tantas formas que uno bienpodría preguntarse ¿qué quiere decirque lo real retorna? Si hay retorno delo real habría que pensarlo en relacióncon un contexto en el que supuesta-mente eso llamado real ya no existemás. Yo preferiría referirme al retor-no de algo llamado “la experiencia”.

Rafael Filippelli: Tomando el desa-fío planteado por Alan de considerar“la experiencia”. El neorrealismo erauna suerte de descripción global de lasociedad, realizada por una concien-cia también global, aquello que Ros-sellini llamaba el “amor”, aquello queestablece vínculos entre experienciasdispersas. Desde el punto de vista for-mal, el neorrealismo se opone fuerte-mente tanto al naturalismo como alverismo. Su representación de lo realno está basada tanto en la elección delos temas sino en una perspectiva deconciencia sobre lo social. Dicho a lamanera de Bazin: lo que es realista enRoma, ciudad abierta o en Paisà es la

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resistencia italiana al fascismo; perolo que es neorrealista consiste en supuesta en escena, en una representa-ción a la vez sintética y elíptica de loshechos. El neorrealismo se opondríaal análisis moral, político, social o psi-cológico, de los personajes y de la ac-ción. Mientras que yo encuentro queel nuevo neorrealismo trabaja precisa-mente a partir de los personajes y dela acción. Aunque no es el caso deSilvia Prieto que, según creo, tiene unalínea más directa con el neorrealismoque Mundo grúa, por su preocupaciónpor la puesta en escena. En Silvia Prie-to la puesta en escena es todo. Y estono sucede con Mundo grúa.

David Oubiña: Lo que en la denomi-nación nuevo neorrealismo me inco-moda es que no ponga en evidenciasobre qué supuestos se apoya esa co-nexión. Me parece que se está toman-do en cuenta más una temática queuna puesta en escena. La conexión en-tre Pizza, birra y faso y Roma, ciudadabierta es más bien un referente deprecarización, para usar una palabrade moda. Lo que hay en común entreesas dos películas es esa cualidad delreferente y no una idea formal. Pizza,birra y faso hereda más de la televi-sión, de Gasoleros, que de Rossellini.La conexión entonces es superficial,parte de un lugar común sobre el ne-orrealismo, y no se la piensa sobre labase de operaciones de puesta en es-cena. Eso es también lo que pareceestar en el inesperado éxito de un cinecomo el de Kiarostami o el de Roh-mer, lo que conectaría a esos cineas-tas tan distintos. Una película de Roh-mer, en un nivel superficial, se puedever muy cómodamente, como una se-rie de televisión: permite una aproxi-mación bastante amable. Lo que nosucede en las películas de Tsai Ming-liang, que si bien presentan algo asícomo una vuelta a una cierta forma derealismo, trabajan con una exaspera-ción de los tiempos que, de entrada,peticionan una visión menos amablepor parte del espectador. No digo quesea mejor que el cine de Rohmer, sinoque hay aspectos en Rohmer que, malentendidos, permiten pensarlo como undirector que sólo estaría contando unahistoria entretenida: un conflicto so-

bre si el chico se queda con la chica,que es lo mismo que importa en Ga-soleros.

Raúl Beceyro: Nos estamos pregun-tado, desde el comienzo, cuáles sonhoy las características del cine. Qui-zás deberíamos preguntarnos cómo sepuede pensar hoy el cine, cuáles sonlos problemas que merecen ser toma-dos en cuenta. Me parece que una deesas cuestiones es lo que se llamó elretorno de lo real, y que yo llamaría lacuestión del registro, o la tentación do-cumental. Muchas de las películas másestimables presentan hoy materiales oprocedimientos que podrían llamarsedirectamente documentales. Pongo unejemplo: una de las mejores películasde Kiarostami es, en mi opinión, Pri-mer plano, que presenta una narraciónmuy curiosa. En un momento, el es-pectador se da cuenta de que lo queha visto es la reconstrucción, para lapelícula, de acontecimientos reales su-cedidos en el pasado, presentados porlas personas reales que han participa-do en ellos; y a partir de este punto, lapelícula alcanza la realidad y comien-za a filmar acontecimientos que se es-tán produciendo en el momento en quese los está filmando. Esta es la pelícu-la de Kiarostami que más claramenteexhibe estos materiales y procedimien-tos de carácter documental, de la ma-nera más organizada posible. En el fi-nal de Silvia Prieto, a diferencia de loque dijo Rafael, me parece que lo quefalta es la puesta en escena, y lo quese ofrece es el acopio de material “re-al”. En Mundo grúa lo que se puedepercibir es cierto material temático yun mínimo de organización narrativa.En el caso de Rohmer, que trajo Da-vid, yo creo que correspondería dife-renciar lo temático de la puesta en es-cena; si bien es posible que en lotemático David tenga razón, la exas-perante, agresiva, puesta en escena deRohmer hace que esa película no pue-da ser percibida asimilándola a un ti-po de narración televisiva. Hay quehacer un gran esfuerzo para ver la pe-lícula de Rohmer como la historia deun muchacho y tres chicas.

Alan Pauls: Es muy difícil discutirsobre la amabilidad o la no amabili-

dad de una forma. La única respuestaa eso es estadística: ¿cuántos especta-dores se sintieron incómodos frente auna puesta en escena de Rohmer? Loque me parece interesante es que existala posibilidad de la amabilidad y la noamabilidad juntas: es algo que Roh-mer trabajó toda su vida. Toda la obrade Rohmer es la teología y el vaude-ville. Si alguien ve una película deRohmer y pregunta ¿con quién se que-dó la chica finalmente? no está leyen-do “mal”. Pero quisiera volver a lacuestión del neorrealismo: no se pue-de establecer una especie de herenciaentre lo que vemos hoy como neorre-alismo y el neorrealismo de los cin-cuenta. No se heredan genes; lo quese hereda es una especie de idea muyimaginaria, un recuerdo, un lugar co-mún, una célula de trasmisión de co-sas de un época a otra.

Rafael Filippelli: Coincido, porque locontrario sería pensar que la trasmi-sión es un proceso que deja intacto lotrasmitido. De todos modos quisierapensar, que aun en la forma difusa delrecuerdo, hay algunos elementos quefuncionan, en un sentido fuerte, den-tro del registro o de lo documental.Me refiero a la situación del registro,y a lo que de ella queda en el film. Setrata del azar y de la materialidad, doscosas bien distintas. El azar: no haynada en el realismo actual que indiqueque el azar tiene algún papel, ese pa-pel que jugaba, para dar un ejemplo,la lluvia en Ladrones de bicicletas,donde una lluvia desvía azarosamenteel destino no sólo de los protagonistassino de la propia narración. Por su-puesto que sería anacrónico reclamaruna continuidad con una poética quetiene cincuenta años, pero algunascuestiones muy básicas del cine po-drían no ser pasadas por alto. No hayningún programa a cumplir; hay pro-blemas que naturalmente pueden reci-bir distintas soluciones pero que nopueden ser pasados por alto a menosque se los reemplace por otros proble-mas igualmente interesantes. Yo creoque en la película de Martín Rejtmanno hay herencias sino la marca de esosproblemas (que no están aludidos enMundo grúa) y, en efecto, Silvia Prie-to evoca tanto el azar como la ma-

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terialidad. El programa de Rossellinino es el de Visconti, ni el de Visconties el de De Sica pero en ellos hay,más allá de coincidencias epocales,una visión de la materialidad del es-pacio, que creo que es uno de los pro-blemas que no se puede pasar por al-to, esa forma de relación que el espaciomantiene con la dimensión temporal.No me niego a aceptar que haya uncine donde el azar no juegue ningúnpapel, pero tengo que plantearme lapregunta: ¿qué pasa con la materiali-dad y el tiempo, cuando se registra deeste modo?

David Oubiña: Me parece que estásexigiendo que, si se va a recuperar al-go, deberían respetarse sus protoco-los, pero esos protocolos no son obli-gados para una película que se hacehoy en la Argentina, que no tiene quecompartir los que tenía una películaitaliana de 1945.

Rafael Filippelli: Lo que me pregun-to es por qué algunas cuestiones, queno son sólo del realismo sino de lamodernidad en el cine, son abandona-das. No digo: sin azar no hay realis-mo. Digo simplemente: no hay azar yme pregunto por qué.

Raúl Beceyro: Yo creo que Pizza, bi-rra y faso primero y Mundo grúa des-pués se caracterizan por dos rasgos.Uno temático, de pertenencia social desus personajes, para decirlo rápida-mente, los personajes son pobres. Yuna cuestión formal: ausencia de ver-tebración narrativa.

Alan Pauls: Yo no sería tan lapidario.Hay cosas que yo advierto, y que ad-vierto más allá de si la película megusta o no me gusta. Es algo que mepasa con el cine argentino hoy. Voy aver cine argentino y no me importa sime gusta o no me gusta. No me inte-resa saber eso, no me interesa ni si-quiera averiguar quién dirigió esa pe-lícula. Por primera vez, veo el cineargentino como algo que va avanzan-do en una dirección muy confusa, pe-ro que tiene un movimiento. A lo me-jor dura seis meses más, pero eso nome importa. Veo algo que no estabade modo homogéneo y decidido en elcine argentino anterior. Hoy forma y

producción son el mismo problema.Pensar la forma es pensar la produc-ción. Este es un rasgo que tienen encomún Pizza, birra y faso, Mundogrúa, Silvia Prieto, Crisantemo, la pe-lícula de Albertina Carri, Chicos ri-cos, la película de Bellotti. Pensar a lavez la producción y la forma no danecesariamente películas buenas, perolo que da es un cine no acomplejado.Y en esto se diferencia del cine argen-tino anterior que estaba completamenteacomplejado y era víctima de todaslas cosas que no podía ser ni tener. Elde hoy puede ser mal cine pero no lepasa eso, y eso no me parece menor.Lo otro que tampoco es menor es la

transformación que hay en los acto-res. Nosotros ya no reconocemos lascaras que están en las nuevas pelícu-las. No hay nombres propios detrás delos actores. Esos actores existen mien-tras dura la película y dejan de existircuando termina. Y, a la vez, la incor-poración masiva de no actores. Esterasgo sí podría ser heredero de ciertatradición neorrealista. No me interesamucho discutir si las películas son ma-las o buenas, sino qué es lo que meresulta interesante en ellas.

David Oubiña: A mí también me re-sulta más reconfortante ir hoy a vercine argentino donde, coincido, el pro-blema de la forma es el de la produc-

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ción. Pero, igual, el interrogante si-gue, porque hay diferentes modos deresolver la relación entre forma y pro-ducción. La forma en que lo resuelveSapir en Picado fino es más interesan-te y, en ese sentido, nunca es indife-rente el modo en que se establece larelación entre forma y producción. Esarelación es el punto de partida y no elpunto de llegada. Muchas películas danla impresión de que si se filma los fi-nes de semana y por fuera del sindica-to, eso ya les asegura alguna estética.

Alan Pauls: Si Subiela o Aristarainfilmaran los fines de semana les sal-dría mal. Porque ellos siempre reivin-dicaron otra cosa. Iban al Instituto deCine a decir necesito tantos millonesde dólares. No pueden pensar formal-mente el problema de la producciónni pueden pensar, desde el punto devista de la producción, el problema dela forma. En un país quebrado desdehace décadas los cineastas querían ha-cer películas de dos millones de dóla-res. Esa ideología también quebró.

Rafael Filippelli: Me alegro tanto co-mo Alan y David de que los noventahayan terminado con esta especie delargo reinado de un cine que se iniciaa fines de los sesenta, con los De laTorre, los Barney Finn, los Aristarain.Pero incluso estas películas que plan-tean el problema de la relación entreforma y producción, lo saben todo desí mismas. Eso pasaba en las películasde De la Torre y pasa en muchas delas actuales, son como películas de te-sis. La única película que me genera amí una diferencia en este sentido esSilvia Prieto, diría incluso desde elpunto de vista sociológico. La repre-sentación sociológica que hace Rejt-man se sale del clisé convencional delos pobres precarizados. Pizza, birra yfaso o Mundo grúa reduplican aquelloque ya sabíamos. Esto no pasa en Sil-via Prieto, tampoco en los episodiosde Mala época, donde me da la im-presión de que sus directores estáninvestigando algo que ni yo ni ellossabíamos previamente, ni como da-to social ni como forma de repre-sentación.

Alan Pauls: Quizás porque la pelícu-la de Martín Rejtman muestra algo que

te resulta más ajeno que los chicos dePizza, birra y faso. Pero lo que meparece interesante es que el nuevo ci-ne argentino está mucho más interesa-do en mostrar mundos que en mostrarpersonajes, héroes.

Rafael Filippelli: Eso sería un rasgoneorrealista.

Alan Pauls: En efecto: describir mun-dos. Por suerte, el cine argentino sevolvió muy descriptivo. Por eso haypelículas que pueden ser malas perotienen cinco minutos dispersos dondeaparece realmente una observación.

Rafael Filippelli: Entonces vos encon-trás un rasgo típico de la modernidadque pondría en un mismo plano loselementos descriptivos y los elemen-tos narrativos. Este rasgo está no sóloen el neorrealismo sino en Antonioni...

Alan Pauls: Yo diría más. Me pareceque la herencia de este cine argentinono es con el neorrealismo sino con lanueva ola, o más bien, el modo enque la nueva ola vio el neorrealismo.Hay algo de Rossellini encarnado enAnna Karina. Y también Antonioni tie-ne esta sensiblidad fashion. Cuandohoy veo las películas de Antonioni,veo todo el tiempo moda, diseño, au-tos. Y lo mismo en Godard. Entoncesla nueva ola es el eslabón intermedio.Llamo fashion a una especie de es-fuerzo de descripción de los usos ylas costumbres contemporáneos a laépoca en que se hizo la película. Sil-via Prieto es una película “costumbris-ta” en este mismo sentido, presentauna lógica actual de los intercambios.

Rafael Filippelli: Tomo el desafío. Aeso lo llamás fashion. Yo diría que,respecto de la nouvelle vague, lo queno puede soslayarse es el pop. La for-ma de procesar, al menos en Godard,algunos rasgos del neorrealismo esa través del pop, su iconografía, suscarteles, la historieta, los géneros me-nores.

Raúl Beceyro: Alan se refiere a lo“descriptivo” y subraya la capacidadde Antonioni para captar en sus pelí-culas elementos culturales de una épo-ca, y no sólo la información documen-tal de una época que toda fotografía

proporciona. Y sostiene que estas pe-lículas argentinas también tienen unfuerte elemento “descriptivo”. En estecaso, Alan alude no sólo a los mue-bles sino a ciertas formas de “transac-ción”. Entonces estamos frente a unrasgo del cine documental a secas,pienso en Wiseman o Depardon, y enestos films argentinos aparece una es-pecie de tentación documental más omenos elaborada, consistente en lapresentación de usos materiales yculturales propios de la época en quese produce la película. Incluidos dediversas maneras, hay materiales yprocedimientos documentales queson percibidos en la descripción ytambién en esos actores desconoci-dos (que probablemente hoy ya seestén convirtiendo en conocidos) queoperan como “personas” y no comopersonajes...

David Oubiña: Yo creo que la cues-tión no pasa por una división entredocumental y ficción o entre narra-ción y descripción. Tal vez sí pase enalgunos realizadores, tal vez en Kia-rostami o en Moretti, pero la cuestiónno pasa por ahí en Gaspar Noé o enSokurov o Tsai Ming-liang o en lasHistoire(s) du cinéma de Godard. Noestoy seguro de que la descripción sealo que defina una nueva tendencia. Entodo caso hay distintos modos de des-cripción. En el comienzo de El río, deTsai Ming-liang, se presentan en for-ma paralela tres personajes, un ado-lescente, una mujer y un hombre. Eladolescente va en una moto, el hom-bre se tropieza con él en la calle, elchico se cae, el hombre lo ayuda alevantarse, el chico ni siquiera se loagradece... Y recién después de variosminutos nos damos cuenta de que es-tos tres personajes son una familia, quelos espacios en donde los veíamos mo-verse pertenecían a la misma casa yque los personajes andaban por ese es-pacio común sin tener ninguna comu-nicación. Ese modo de registrar, aun-que quizá no habría que llamarloregistro sino una cierta organización,produce una diferencia. Me parece, detodos modos, que la cuestión no pasasólo por la descripción. Otro eslabónpara pensar el nuevo cine es Casavet-tes y, por supuesto, Jarmusch.

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Rafael Filippelli: Antes de llegar aCasavettes y Jarmusch, a los cualesllegaremos fatalmente, quisiera discre-par con la asociación que Raúl plan-tea entre la descripción y lo documen-tal. Si hay una cualidad del cinemoderno en relación con lo descripti-vo, no es precisamente que lo descrip-tivo produzca lo documental de unfilm, sino lo más fictivo. El elementodescriptivo tiene que ver con procedi-mientos que vienen de la literatura yno del documental, porque la descrip-ción, en el cine moderno, es más afínal discurso indirecto libre y al flujo deconciencia que al registro. Lo descrip-tivo, en el cine moderno, es una di-mensión subjetiva, fundante de subje-tividades. Una subjetividad se conocea sí misma y se muestra en la descrip-ción. No se puede pensar que las lar-gas caminatas de Jeanne Moreau enLa noche tienen que ver con lo docu-mental. Por el contrario, son un largomonólogo interior, donde finalmentese puede entender que esa descripciónera la conciencia, en todo caso com-partida, de la película y de Jeanne Mo-reau en la película, de todo lo que ha-bía pasado en esa noche. Considerarla descripción como práctica documen-tal y la narración sólo como ficcionales una equivocación. La descripciónes la irrupción más decidida de la sub-jetividad. No quiero exagerar, de to-dos modos: la filmación de una tor-menta en una isla de Sicilia, en Laaventura, tiene rasgos documentales,pero son mucho menos importantes co-mo documentalización que como in-tervención del narrador, como inter-vención fuerte de una subjetividad. Ladescripción tampoco está tan fuerte-mente vinculada al registro de lo queacontecería independientemente de lacámara. Lo descriptivo no puede asi-milarse fácilmente a documentación nia registro. La escena de la tormentaestá filmada con una planificación queresponde a la perspectiva narrativa yno al registro. O sea que hay una fuer-te marca subjetiva en la descripción.

Alan Pauls: Estoy de acuerdo con Ra-fael en que la descripción no necesa-riamente lleva al documental y tal vezpueda llevar, por un camino muy re-torcido, a una especie de ficción pura.

Contra este sentido, es interesante vercómo está reagrupando sus fuerzas laideología realista. Por ejemplo, la co-bertura que hizo El Amante de Mundogrúa. Había una crítica de la películay también una nota de Claudia Acuña.La revista envió a Claudia Acuña alos pagos de Trapero, a San Justo. Yallí pasó un día con Trapero, contadopor Acuña como si fuera Una excur-sión a los indios ranqueles. En un mo-mento del día salen a hacer fotos a lasvías del ferrocarril. Se les acercan trestipos, de aspecto muy pesado, uno deellos con un fierro en la mano. Es unmomento de zozobra. Entonces, siguela nota, Trapero se acerca a los tiposy les pide un cigarrillo. Acuña escri-be: eso los desarmó por completo. Esun momento extraordinario, para Pie-rre Bourdieu. Lo que llama la aten-ción es que toda la crítica de Mundogrúa, insiste en la transparencia de lapelícula, en su abstinencia formal. Pe-ro Claudia Acuña, en su nota, revelaque la secuencia que la crítica juzgóel colmo de la transparencia fue mon-tada treinta y seis veces. Es gracioso,en la cobertura de El Amante, el mo-do en que una nota pone en ridículoa la otra: sobre la secuencia que lacrítica consideraba como la transpa-rencia del lenguaje, la nota de Acuñarevelaba que había sido montada trein-ta y seis veces.

Rafael Filippelli: O sea que hay unaconfusión entre ideología realista y es-tética realista.

Alan Pauls: Obvio. Si estás del ladode Silvia Prieto, sos un formalista, cla-se media.

Raúl Beceyro: La recepción crítica deMundo grúa percibió algo que está enla película y que elogia: todo lo quetiene que ver con la cuestión temática,y la presentación de medios popularescon escasez de puesta en escena quees juzgada como una presentación di-recta, sin mediaciones. En realidad, esacrítica elogiosa describe el objeto; per-cibe agudamente su inmediatez. ¿Noes ésta una lectura posible de aquel“retorno de lo real”? ¿No estamos ha-blando más o menos de lo mismo, pe-ro escuchamos nuestras propias vocescomo deformadas por la voz de El

Amante? Nosotros también caracteri-zamos Mundo grúa, y otras películasa partir de un acercamiento temáticoal mundo social popular; y de una sim-plicidad formal, de insuficiencia en laconstrucción de la narración, de casiausencia de mediación narrativa. ElAmante elogia lo mismo que yo perci-bo críticamente porque, para mí, sinesa instancia narrativa no se puede es-tablecer una relación con nadie, ni conlos humildes, ni con los ricos.

David Oubiña: Esa entrevista de Acu-ña, en un punto, es muy injusta con lapelícula de Trapero, porque descartala significación del hecho de que al-guien haya compaginado treinta y seisveces la película. Es hablar bien de lapelícula porque Trapero vive en SanJusto. La cobertura de El Amante pos-tula que la película funciona como cró-nica, en una relación directa con surealizador. Esa es una versión muy su-perficial del realismo. Y la cuestióndel compaginado, que la misma notacita, muestra que hay un realizador quese está haciendo cargo de que una es-tética realista es también una articula-ción y no un puro registro.

Alan Pauls: Se cree que lo único quehay para ver es la transparencia o laanécdota de los muchachos de San Jus-to con un fierro en la mano. ¿Pero dequé transparencia me están hablando?Nada que cuesta treinta y seis compa-ginaciones diferentes, es transparente.

Rafael Filippelli: No estoy de acuer-do. Se puede compaginar treinta seisveces una escena y producir un relatotransparente. La transparencia es unailusión que puede lograrse a través deuna toma única, como Bergman, o portreinta y seis compaginaciones. Latransparencia no es la toma única quese renuncia a editar. La transparenciaes una relación entre el espectador yla pantalla, sustentada en la ilusión deque no hay una figura intermedia en-tre la narración y su referencia. Latransparencia está basada en la ilusiónde que no hay narrador.

David Oubiña: No se trata de treintay seis intentos de registros, sino detreinta y seis formas de organizar elmaterial en la edición.

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Rafael Filippelli: Es lo mismo. Unacompaginación reiterada de la mismaescena puede ser hecha según la es-tética de la transparencia. Si pensa-mos que esto no es posible, confundi-mos el cine de la transparencia con eldocumental. El cine de la transparen-cia se basa en la adecuación estándardel plano al contenido manifiesto de lonarrado; y en la desaparición de las me-diaciones que construyen la figura delnarrador. Por lo tanto filmar para poderensayar distintas posibilidades de mon-taje no implica obligatoriamente rom-per con el cine de la transparencia. Enesta discusión no hay mucho espaciopara las cosas que dice Claudia Acuña.

Raúl Beceyro: El Amante elogia lainmediatez y una relación directa conlo representado.

David Oubiña: Pero eso es una inge-nuidad.

Raúl Beceyro: No sé lo que es. Loque yo percibo es la inexistencia de unainstancia narrativa. Pero así volvemosal punto de partida. Alan, refiriéndose aun conjunto más vasto que Mundo grúay Pizza, birra y faso, postergaba estaespecie de valoración a la que yo meanimo, porque no le resultaba dignade atención y, en su lugar, señalaba larelación entre modo de producción yforma, la cuestión de los actores, y elelemento “descriptivo”. Suspendía lacuestión del juicio que consideraba po-co interesante y prefería subrayar la pre-sencia en el cine argentino, por prime-ra vez, de esos tres rasgos.

Alan Pauls: Sucede que para que vos,Raúl, reconozcas una forma es nece-

sario que la elaboración de esa formahaya satisfecho ciertos requisitos. Yome pregunto, en cambio, hasta quépunto las películas que hoy se hacenen Argentina deben ser sometidas aesos requisitos, para decretar si esaspelículas tienen una elaboración for-mal o no la tienen. Yo creo a priorique en el cine no hay nada inmediato.Esa es mi premisa. Todo lo que veoes formal. Por eso yo no descarto for-mas porque no satisfagan mis requisi-tos. Prefiero una posición más tole-rante. Los requisitos que debe cumplirun cineasta no han sido discutidos.

Raúl Beceyro: Ni estamos aquí paradiscutir una lista de requisitos. Cuan-

do uno se siente interesado en una pe-lícula es por ciertas razones. En micaso, hablo de un principio de cons-trucción, pero se le puede dar otronombre. Acepto totalmente tu extre-ma tolerancia. Pero los dos sabemosque no es lo mismo una mala que unabuena película. Quizás puedas pasarmucho tiempo satisfecho con esos re-quisitos mínimos, esos tres rasgos, queson los que despiertan tu interés, conel juicio de valor en suspenso. Peroquizás también, vos en algún momentodigas: bueno, no todo es lo mismo, ycomiences a interesarte más por un filmque por otro, más que interesarte portodos, de manera maciza. Además, yono creo que sea un valor ser extrema-damente tolerante con las películas.

Alan Pauls: Cambien tolerante por cu-rioso.

Raúl Beceyro: De acuerdo. Pero tam-bién uno todos los años descubre a

alguien. Uno no tiene una lista de nor-mas obligatorias. Pero, aun así, sin te-ner ninguna lista, no suspendo el jui-cio de valor. En cuanto a la mediación:estoy de acuerdo, nada es inmediato.Pero cuando lo que está en el medioes un conjunto azaroso de procedi-mientos de todo tipo, es difícil llamara eso mediación.

David Oubiña: En un punto incidebastante el discurso que rodea a laspelículas. En las declaraciones que hi-cieron Caetano y Stagnaro sobre supelícula dieron a entender que Pizza,birra y faso fue casi un producto delazar o de la inspiración más capricho-sa. Uno no llega a las películas comoa acontecimientos puros, sino a travésde una masa de discursos que no ne-cesariamente coinciden con lo que des-pués uno ve. Pizza, birra y faso fuepresentada casi como un producto delazar: dos tipos que se reunían en losbares, escribían y tuvieron suerte cuan-do pusieron la cámara... Si la películade Caetano y Stagnaro es mala, no loes por falta de prevención, sino por-que no logra lo que quiere conseguir,pero no por falta de planificación nipor falta de cultura cinematográfica;Caetano y Stagnaro no son cineastasingenuos, vieron cientos de películas.Son completamente responsables de loque filman y de que sus planos, megusten o no a mí, les salgan o no lessalgan.

Alan Pauls: Yo creo, además, que Piz-za, birra y faso es una película homo-génea y compacta, que no traicionasus propios principios.

Rafael Filippelli: El principio de me-diación es algo más que la homoge-neidad; es la operación, las operacio-nes, que hay entre lo que se va a filmary el plano. Por eso, yo doy vueltasalrededor de la idea de plano y de sudesaparición. Cuando desaparece laidea de plano, desaparece la mirada.Entonces navegamos en una especiede magma, de sustancia, que es laimagen. Si alguien dice que todo estámediatizado formalmente es como sidijera que nada lo está. ¿Cuáles sonlas poéticas? Porque donde todo esverdaderamente posible, es en la tele-visión.

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Alan Pauls: Para mí hay películas quetienen un valor más de acontecimien-to que de discurso artístico, por ejem-plo Pizza, birra y faso, que me alegraque se haya filmado aunque tambiénpensé, cuando la vi, que esa películadebería haberse filmado hace veinteaños. Pero se filmó hoy. Y lo que hoysucede en relación con estas películases que se está gestando una nueva, ovieja, ideología cinematográfica queadjudica valor según el acercamientoa una cierta idea de autenticidad. Yocreo que ese es el problema del popu-lismo. Es obvio que hay una herenciapopulista de Rossellini, así como hayuna herencia abstracta y formalista.

Rafael Filippelli: Es la cara nacionalpopular de la cultura italiana moder-na. También hay un populista en elvanguardista Pasolini.

Alan Pauls: El populismo es una he-rencia de la modernidad. Pero yo leoa Favio de otra manera que los popu-listas. Creo que es un gran director decine, también cuando filma Gatica. Ycreo que hay que disputarles a Favio,y a Gatica, a los populistas. ¿Por quéentregarles El dependiente y Crónicade un niño solo a los populistas?

Raúl Beceyro: En una de esas les po-dés entregar Gatica.

Rafael Filippelli: Hablemos de Gati-ca. El cine nacional en los últimostreinta años no filmó un plano pareci-do en intensidad al momento en el cualGatica, que está en un cabaret, se le-vanta de su mesa, entra por izquierdade cuadro, en el momento en que unaorquesta típica está tocando, pasa poratrás de los músicos, llega al micrófo-no y se pone a cantar junto con elcantor de la orquesta. En esa secuen-cia está todo Favio. Es una secuenciabrillantemente expuesta que terminacon una panorámica hacia abajo paramostrar que Gatica se orinó. Entonceshay una puesta en escena de un grandirector de cine que sucumbe a su pro-pia ideología bajo la forma de un tiltdown para subrayar algo. Pero hay unaideología y una forma, más allá de to-dos los discursos que el populismo hi-zo sobre la película. Nadie podría de-cir que no hay una forma en Favio.

Alan Pauls: Creo que el problema quenos plantea el populismo es el de laideología de la autenticidad. ¿Cómopensar lo real sin adherir a la ideolo-gía de la autenticidad? Al margen delo que nos guste Kiarostami, él tam-bién entró por esa ideología de la au-tenticidad.

David Oubiña: También Moretti en-tra por ese lado.

Alan Pauls: Moretti le crea proble-mas a la crítica por el lado del humor.Como en Kiarostami no hay humor,parece la autenticidad total. Moretti esmuy complicado. No nos damos cuen-ta hasta qué punto es original. Yo sé

lo que hace Kiarostami con el cine;no sé lo que hace Moretti, es como unlímite del cine. Veo una película deKiarostami, o de Godard, o de Anto-nioni y me siento en casa. Con Moret-ti, no me siento en casa.

Rafael Filippelli: El que está en ca-sa es Moretti. Aprile es Moretti encasa.

David Oubiña: Pero es extremo, esindecidible. Es su casa, es su hijo y almismo tiempo, no tiene nada que verel hecho de que sea su casa. Toma elriesgo de poner en una misma escenaa su madre, a su suegra, sin que esotenga nada de documental...

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Rafael Filippelli: Entonces me quedocon Fassbinder, Alemania en otoño,Fassbinder, con su amante negro, es-condiendo la droga porque han escu-chado una sirena policial... ese tipo ti-rado contra la pared blanca, desnudo,tocándose, mientras habla por teléfo-no sobre la represión. Eso es distintoa la familia Moretti.

David Oubiña: Kiarostami tambiéntrabaja ese límite confuso entre fic-ción y verismo. Pero lo trabaja a sufavor. Me parece que Moretti, comoen algunas películas de Ackerman, so-bre todo en las que ella actúa, inter-viene en sus películas en situacionesque tienen un componente muy fuertede verdad y al mismo tiempo son fic-cionales.

Alan Pauls: A mí me parece que lagran diferencia es que Moretti incor-pora el arte conceptual al cine. Haceun uso conceptual de sí mismo, el mis-mo uso que hace Godard cuando sepone en sus películas. Es el cine des-pués del arte conceptual. También Ac-kerman. Kiarostami es anterior al arteconceptual.

Rafael Filippelli: El problema del ci-ne que me interesa a mí es cómo seorganizan los materiales. Y en ese sen-tido, cuando veo una película de Mo-retti, me convenzo de que nada estáprohibido, que todo podría entrar, quepuede echar mano a todo.

Alan Pauls: Esa es una descripciónperfecta de Godard. Puede meter todoy una vez que todo está adentro, todoes Godard.

David Oubiña: Pero yo diría que esgodardiano por omisión. Porque esaespecie de omnipresencia de la figu-ra de Moretti, termina diluyéndola porcompleto. Hay un efecto de borra-miento absoluto. Godard organiza to-da la historia del cine y la hace pasarpor Godard. Moretti hace un movi-miento que en un sentido es igual yen otro sentido es inverso. Esa espe-cie de mostración impúdica de sí mis-mo genera el efecto contrario al pre-visible.

Rafael Filippelli: Pero también se po-dría decir que Vivir su vida es la pe-

lícula de la mujer del director. Perono es eso. Anna Karina no funcionacomo la mujer de Godard y nada fun-ciona en las películas de Godard co-mo en la realidad.

David Oubiña: Me refiero a las pelí-culas, o videos, de Godard donde tie-ne él una presencia física.

Alan Pauls: Habría que ver cómo sepone Godard en sus películas, los par-lamentos que se adjudica, la ropa.

Rafael Filippelli: El tío loco de Car-men, un visionario, conspirador, locoen King Lear. ¿Y Moretti?

Alan Pauls: Es exactamente lo mis-mo. El golpeado, el amnésico, el tipoque tiene un problema perceptivo o men-tal, el idiota, el que está afuera. Lo queune a Moretti y a Godard es la idea deque la estupidez es una materia.

David Oubiña: Lo que yo entiendoes que Moretti presupone Godard.

Alan Pauls: Lo que es pertinente a ladiscusión es que Moretti es godardia-no en el sentido de una cierta relacióncon lo real. En ese punto yo creo queMoretti es godardiano de una maneraque, incluso a Godard, le podría re-sultar irreconocible.

David Oubiña: Yo creo que la pre-sencia de Godard en sus películas escomo una ofrenda. Es lo que dice Jean-Louis Leutrat: Godard entrega su pro-pio cuerpo al cine en el mismo senti-do en que se dice que alguien “entregasu cuerpo a la ciencia” para que sediseccione. Porque su personaje es lo-co, o tonto, un minusválido, o un bu-fón, un descentrado. Y el personajede Moretti es también siempre un des-centrado, que no entiende los debatespolíticos, que ha quedado afuera. Go-dard también es alguien que se ha que-dado afuera. De todos modos, hay di-ferencias. Godard tiende a orquestartodo lo que entra en el film bajo suórbita. El movimiento de Moretti es elinverso, el de diluirse. De todas for-mas, yo no diría que Moretti es unheredero de Godard. Es, como proba-blemente muchos otros, alguien quelo presupone porque viene, literalmen-te, después.

Alan Pauls: Obviamente en Morettino hay procedimientos formales go-dardianos, como hay por ejemplo enHal Hartley. En Moretti no hay pro-cedimientos formales, a menos queuno considere que el arte conceptuales una batería de procedimientos for-males. Porque Moretti es también uncineasta de la no forma y uno noestá preparado para ver cine de lano forma.

Raúl Beceyro: Tengo la impresión deque, en esta conversación, Moretti vaa quedar como el cineasta del sigloXXI.

Rafael Filippelli: No sé qué podríaser un cine, o un arte, de la no forma.Yo sigo preocupado con algo que tie-ne que ver con la forma. Me siguepreocupando el plano cinematográfi-co frente, u opuesto, a la imagen. Elplano es el deseo del cine, la forma enque se recorta el panóptico.

Alan Pauls: Hay planos en todos loscineastas que mencionamos acá.

David Oubiña: La noción de planopresupone una preeminencia del con-cepto de puesta en escena. Y, para to-mar a Godard por ejemplo, en sus úl-timas películas no trabaja tanto sobrela idea de puesta en escena sino sobrela postproducción. Las películas dela serie Historias del cine están he-chas completamente al margen de laidea de rodaje. Me pregunto, enton-ces, qué quiere decir un plano en esetipo de películas. El sentido no estáprivilegiadamente determinado por elrecorte que supone el plano, la puestade cámara en un rodaje, sino que es-tá producido por muchas otras va-riables, como introducción de soni-dos o superposiciones que se realizanen la postproducción y no en la pues-ta en escena. La noción de puesta enescena, en el sentido baziniano, meparece que no funciona en las últi-mas películas de Godard, donde lanoción de plano comienza a ser pro-blemática.

Alan Pauls: Para mí un plano, ahora,es un límite interno más allá del cualalgo pasa a ser otra cosa. El plano esun límite interno y la imagen es el no

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límite. Habría que repensar la nociónde plano para que dé cuenta a la vezde un plano de rodaje y de un planode postproducción.

Rafael Filippelli: Un campo (un pla-no) tiene como presupuesto la prolon-gación imaginaria de aquello que estáen ese campo. Todo el cine se basó eneso.

David Oubiña: De nuevo: esa nociónestá muy ligada a la operación de en-cuadre. En las últimas películas de Go-dard, más que la idea de un recorteestá la de una construcción. ¿Cómo semodifica la noción de plano en los úl-timos videos y la últimas películas deGodard?

Rafael Filippelli: No hace sino traba-jar el plano. Cuando en Dos o trescosas que sé de ella...

David Oubiña: Dije las últimas pelí-culas de Godard.

Rafael Filippelli: No se modificó mu-cho el encuadre de Dos o tres cosasque sé de ella, si se lo compara conlos encuadres For ever Mozart. EnDeux foix cinquante ans, los encua-dres de Piccoli son los mismos. Es elmismo sistema.

Alan Pauls: Hablamos del plano por-que nos permite seguir hablando dequé cosa.

Rafael Filippelli: Nos permite seguirhablando del cine.

Alan Pauls: En algún punto, o se ha-bla de Godard o se habla del futurodel cine. Algo debe haber en elmedio.

Rafael Filippelli: Hablemos de Tar-kovsky.

Alan Pauls: Tarkovsky no está entreGodard y el futuro del cine. No es eleslabón con el futuro.

Rafael Filippelli: No hay una escenaen Godard que plantee la indecibili-dad como la escena de la televisión enEl sacrificio. Esa indecibilidad no meparece anterior a Godard.

David Oubiña: Lo genial de Tar-kovsky es que trabaja en el sentidocontrario a lo que debería trabajar to-do el cine. Es el pasado del cine. Lo-gra llevar el cine tres siglos antes. Tar-kovsky ha hecho lo posible por llevarel celuloide a una materia que sea pa-recida al mármol. Mientras que Go-dard hoy está pensando el celuloideen términos de electrónica.

Rafael Filippelli: El plano secuenciade la bicicleta, en El sacrificio, es deuna modernidad radical. Hay una ma-sa de tiempo y una masa de espaciocontadas sin cortes e incorporando elazar. Como sucede en el plano secuen-cia donde se toca Mozart en Weekendy en el plano secuencia final de Elpasajero de Antonioni. Tarkovsky notrabaja menos con el azar que Godardo Antonioni.

Alan Pauls: Es tan artesanal...

David Oubiña: Esa escena es un ho-menaje a Dia de fiesta de Tati, quefue el gran moderno melancólico, quea su modo también clausuraba algo.

Alan Pauls: Godard es el único quepuede llevar el cine en una direcciónque ni siquiera puede llevar el nom-bre de cine. Tarkovsky, jamás. El hu-biera hecho películas cada vez máspictóricas, más religiosas, más subli-mes. En cambio Godard no retrocedeincluso ante la idea de estar haciendoalgo que no es cine.

Rafael Filippelli: No se me ocurre elejemplo. No conozco ninguna pelícu-la de Godard que no sea cine de lamanera más brutal.

David Oubiña: Godard trabaja en for-mato de cine, y al mismo tiempo tra-baja en video, en cortometraje. Atra-viesa todos los formatos y siempre esGodard. Por eso tiene una relación conel futuro, pero no una relación de re-sistencia, sino de visión. Y no es elúnico. Nombramos también otros ci-neastas esta noche.

Este diálogo tuvo lugar en la Redacción dePunto de Vista (registrado por SantiagoPalavecino y editado por Beatriz Sarlo). Laversión que se publica fue revisada por losparticipantes.

NUEVASOCIEDAD

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Rodolfo Walsh, más allá de la literatura

Gonzalo Aguilar

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El 2 de noviembre de 1969, el diri-gente sindical Raimundo Ongaro le di-jo a Rodolfo Walsh después de leeruno de sus escritos: “No entiendo na-da: ¿escribe para los burgueses?”. Elcomentario, que podría haber sido unaopinión ocasional de alguien que paraWalsh tenía autoridad en el campo po-lítico, comienza a cobrar, desde en-tonces, proporciones exorbitantes. Esun momento clave en la trayectoria deWalsh porque, hacia esa época, no só-lo estaba revisando su propia literatu-ra sino también su proyecto de vida.Y las palabras de Ongaro parecen ha-

ber puesto en términos muy claros ysimplistas un problema fundamentalpara los escritores de ese entonces:¿para quién se escribe? Por lo menoshasta 1972, Walsh comienza a viviruna situación dilemática entre su ofi-cio de escritor y las perspectivas de lamilitancia política, que la solución decompromiso del periodismo no termi-na de resolver. En septiembre de 1968,escribe: “No encuentro la manera deconciliar mi trabajo político con mitrabajo de artista, y no quiero renun-ciar a ninguno de los dos”. Y, a finesdel mismo año: “Hay que romper ladisociación que en todos nosotros es-tán produciendo las ideas revolucio-

narias, el desgarramiento, la perpleji-dad entre la acción y el pensamiento,etc.”.1 En noviembre de 1969 vuelvesobre la frase de Ongaro: “Creo queestoy comprendiendo por qué me re-sulta tan fácil ‘abandonar la literatura’.En el fondo no es ningún sacrificio.Lo que lamento es no poder continuarla farsa. Raimundo tiene razón: escri-bir para burgueses. ¿Podrá existir unaliteratura clandestina?”. Finalmente, enmayo de 1972, Walsh hace un análisismás negativo del lugar de la literatu-ra, lo que está posibilitado por su aban-dono circunstancial: “Trabajo literario—escribe—. La sola palabra me pro-duce una cierta revulsión”.

¿Qué es lo que hizo que el comen-tario expresado por un dirigente sindi-cal combativo comenzara a orientar lasreflexiones de Rodolfo Walsh, quien,para ese entonces, ya tenía una obraconsiderable? ¿Cuáles fueron las con-diciones culturales y personales quellevaron a Walsh, desde entonces, aver toda su literatura anterior, salvolos libros de testimonio, como una li-teratura escrita para burgueses? ¿Cuá-

1. Las citas están tomadas del libro de Rodol-fo Walsh, Ese hombre y otros papeles persona-les, Buenos Aires, Seix Barral, 1996, editadopor Daniel Link (cuando no menciono las fe-chas, que permiten una rápida localización delos textos, coloco entre paréntesis el número depágina). En el prólogo, Link cuenta que estospapeles fueron “rescatados milagrosamente dela Escuela de Mecánica de la Armada” y que“habían sido robados por el grupo de tareas que‘allanó’ su domicilio, en San Vicente, el 25 demarzo de 1977” (es decir, un día después de suasesinato y desaparición de su cuerpo).

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les son las razones para que Walsh,en esos años, entre 1970 y 1975, sefuera deshaciendo de su figura de “es-critor” y adoptara, alternativamente,las de “militante” y “periodista”?

Frente a estos interrogantes, ni si-quiera la tarea periodística o el uso delos géneros considerados “menores”satisfacía su ansiedad por politizar laliteratura en términos extremos y porconvertirla en un complemento de sumilitancia. Y esto no sólo debido alos condicionamientos laborales sino arazones más radicales: “La redacciónde un editorial, de una nota, —escribeWalsh— es a tal punto una repeticiónde la experiencia, que ningún temor—tampoco ningún temblor— la reco-rre” (p. 167). El proyecto narrativo deWalsh incluía, por supuesto, la esme-rada edición en libro de los testimo-nios periodísticos valiosos, pero el de-seo dominante era escribir una novela(había firmado un contrato con unaeditorial que nunca pudo cumplir) oun relato de largo aliento, una obraperdurable que superara —como es-cribe en otro pasaje— “el carácter alfin y al cabo transitorio, coyuntural,de la producción periodística” (p. 206).Sus pruritos de escritor lo llevaban amirar con cierto recelo el hecho deconvertirse exclusivamente en un pe-riodista, por más interés y eficacia quemostrara en el oficio. Era la escrituraliteraria (que excedía a la del perio-dismo, aunque sin dejarla afuera) laque debía recibir una nueva vida en elpasaje a la militancia revolucionaria.2

Entre 1969 y 1977 son pocos lostextos literarios terminados por Walsh.“Un oscuro día de justicia”, publicadoen 1973, es en realidad de 1967. Ade-más de los relatos a los que Walshdedicó parte del último año de su vida(y que no pudo finalizar por razonesobvias), en el libro Ese hombre y otrospapeles personales se publican por pri-mera vez varios de los textos rescata-dos de ese periodo (esbozos, anota-ciones, proyectos) y se reconstruye uncuento bastante avanzado, aunque in-concluso, que el editor titula “Esehombre” y que reelabora ficcionalmen-te el encuentro de Walsh con Perónen Madrid. Una biografía de Walsh,“proyecto que —como dice DanielLink— se impone cada día más como

una necesidad histórica”, debería tra-tar de reconstruir esta etapa que, a par-tir de 1970, tiene como objetivo aban-donar la institución literaria para, desdela clandestinidad, construir una litera-tura antiburguesa. Arrastrado por lamilitancia, esta literatura nunca tuvolugar.3

2

Los tres libros de Walsh que perte-necen al género testimonial (Opera-ción masacre, El caso Satanowsky y¿Quién mató a Rosendo?) tienen, en-tre sí, diferencias fundamentales. Co-mo en cualquier ejemplo clásico delgénero, su denominador común es ladenuncia que exige equilibrar la utili-zación de técnicas narrativas con ob-jetivos inmediatos, la elaboración com-pleja de los materiales con la claridadexpositiva. Operación masacre (1957)coloca esta denuncia bajo la invoca-ción de la justicia, siendo uno de susmodelos, además de la crónica perio-dística y la narración policial, el ale-gato jurídico (algo semejante sucedecon El caso Satanowsky, escrito en1958, pero editado en libro en 1973).

Después de diez años y ya comodirector del periódico de la CGT delos Argentinos, Walsh retornaba al gé-nero testimonial y publicaba en libro¿Quién mató a Rosendo? A diferen-cia de Operación masacre, este librono imaginaba una instancia judicial co-mo resolución de los conflictos sinoque se proponía como “instrumento”en la lucha popular. Las condicioneshabían cambiado: el testimonio se ha-bía erigido en un género alternativo ala tradición letrada por su recupera-ción de las voces no recogidas por loslibros —a partir de 1969, y por inicia-tiva de Ángel Rama, se instituye co-mo categoría en el premio otorgadopor Casa de las Américas— y, ade-más, como escribe el mismo Walsh,“la política lo había inundado todo”.Lo que se discutía en esos años, y loque Walsh encarnaba como escritordesgarrado o perplejo, era el viejo de-bate sobre el poder político del entre-tenimiento o la distracción estéticas.Si los nuevos tiempos exigían que to-do fuese politizado, el entretenimien-

to no podía aparecer menos que comoalienación o divertimento. Politizarsignificaba, en ese contexto, funcio-nalizar e instrumentalizar, y esto es loque planteaba con fuerza ¿Quién ma-tó a Rosendo? Frente al testimonio mi-litante, la ficción —en los razonamien-tos de Walsh— era sólo unadistracción, además de ser un obstácu-lo para la función política, y pasaba aconvertirse en uno de los rasgos dis-tintivos de la literatura burguesa.4

Desde entonces, el escritor comien-za a plantear la necesidad de abando-nar la ficción si lo que se pretende eshacer una literatura política. De todosmodos, las mismas razones por lascuales había que atacar la ficción po-dían reaparecer en el testimonio: laslimitaciones que planteaba ¿Quién ma-tó a Rosendo?, y de las que Opera-

2. En los últimos años, varios libros periodís-ticos semi-testimoniales de éxito se adjudicanuna continuidad con la obra testimonial deWalsh y llegan en algunos casos, como en Elpresidente que no fue, a convertirlo en persona-je. Sin embargo, no es difícil percibir el despla-zamiento que se hace —en relación con los tex-tos de Walsh— hacia la política como intrigapalaciega (los chimentos privados reemplazan-do a la escena pública). En este último giro,estos libros utilizan los procedimientos de laficción sin ningún tipo de mediación y hacenpasar diálogos inventados como reales, usan elindirecto libre, ponen en bastardillas las supo-siciones y, creyendo que se presenta el contex-to, utilizan la enumeración para dar el clima deépoca (como si Sgt. Pepper de los Beatles y lamuerte del Che Guevara fueran signos de lomismo por haber ocurrido en fechas cercanas).3. El trabajo de pedagogía periodística queWalsh hacía en las villas, y que se recopilabaen el Semanario Villero, nunca pudo ser recu-perado. De todos modos, cuando regresa la de-mocracia en 1972, Walsh no publica ningunode los textos producidos en esos años sino tex-tos anteriores a 1969.4. La afirmación puede parecer algo desme-surada pero recorre todas las anotaciones deWalsh de esos años. En la entrevista con Piglia,que fue realizada en 1970, dice con bastantesdudas: “Habría que ver hasta qué punto el cuen-to, la ficción y la novela no son de por sí el arteliterario correspondiente a una determinada cla-se social en un determinado período de desarro-llo y en ese sentido y solamente en ese sentidoes probable que el arte de ficción esté alcanzan-do su esplendoroso final, esplendoroso comotodos los finales, en el sentido probable de queun nuevo tipo de sociedad y nuevas formas deproducción, exijan un nuevo tipo de arte másdocumental, mucho más atenido a lo que esmostrable”. En su diario, Walsh afirma que laficción “no tiene filo verdadero”, “no acusa nidesenmascara” (p. 187).

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ción masacre carecía, estaban justa-mente en las restricciones que impo-nía su finalidad política. Si el texto seconcebía a sí mismo como instrumen-to de lucha, debía entonces minimizaro eliminar los elementos que entorpe-cieran el cumplimiento de sus objeti-vos inmediatos. Walsh lo planteó deeste modo a partir de la reacción delos familiares de un personaje de Ro-sendo: “Si yo persigo ciertos fines po-líticos inmediatos, tengo que dar unaverdad recortada, no puedo ofender amis amigos que son mis personajes”(p. 188, subrayado mío). Pero la inca-pacidad de ofender se había transfor-mado, en este proceso, en el motivoprincipal por el cual abandonar la fic-ción: “La denuncia traducida al artede la novela —sostiene en la entrevis-ta de Ricardo Piglia— se vuelve ino-fensiva, no molesta para nada, es de-cir se sacraliza como arte” (p. 219,subrayado mío). Mientras la ficcióndistrae y supone una esfera desvincu-lada de la acción directa, la ofensa tes-timonial evidencia la posición de lossujetos y sus conflictos, así como laperspectiva —política, no artística—de resolverlos. Por un lado, entonces,están los aliados, a quienes no se debeofender, y por otro están los ‘enemi-gos’, que también determinan, con sureacción, el valor de la obra. La ofen-sa queda así pendiente de las necesi-dades tácticas (una de las palabras másusadas en el vocabulario militante dela época) y de una serie de lealtadesque regulan tanto lo dicho en el textocomo sus omisiones.

Pero plantear la cuestión estéticadesde la necesidad de instrumentali-zar su eficacia, conduce al escritor, porun lado, a desconocer los efectos me-diatos de la distracción estética y, porotro, a anular la especificidad de lasposiciones, como si al letrado sólo lequedara la tarea de ser un mediador(cosa que, en realidad, ni siquiera seaplica a ¿Quién mató a Rosendo?).Como veremos, Rodolfo Walsh tuvoque pasar por el fracaso de la militan-cia política y experimentar la imposi-bilidad de hacer lo que denominabauna “literatura revolucionaria” paravolver a reconocer el carácter dinámi-co que podían tener las posiciones quele ofrecía la tradición letrada.

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Sin embargo las cosas no eran tan sim-ples y aquí el voluntarismo de Walshtropezaba con sus propias cavilacio-nes y dudas. En 1973, decidió publi-car el cuento “Un oscuro día de justi-cia” precedido por la entrevista deRicardo Piglia titulada “Hoy es impo-sible en la Argentina hacer literaturadesvinculada de la política”. En unacontradicción flagrante que no siem-pre ha sido puesta de relieve, Walshsostiene que para hacer política hayque abandonar la ficción en un libroque consta de un cuento de la saga delos irlandeses.

Además de la recuperación de lafirma de escritor, Walsh termina recu-rriendo —en este libro— a un tipo deproducción muy alejada de su propues-ta de hacer una “literatura clandesti-na”. Sin embargo, en la entrevista-pró-logo el autor se preocupa por politizarla trama de “Un oscuro día de justi-cia” a partir del hecho de que el cuen-to fue escrito en los mismos días de lamuerte del “Che” Guevara en Bolivia,lo que alienta la comparación entre és-te y la figura mesiánica de Malcolmcomo una de sus posibles lecturas. Locierto es que hacia esa fecha Walshno tenía textos literarios terminados yque uno de los relatos a los que habíadedicado más esfuerzos, y al que in-tentó dar forma entre 1968 y 1972,nunca pudo ser finalizado: es el cuen-to que en la edición de Seix Barral setitula “Ese hombre”. Ya cuando en1970 Germán Rozenmacher le comen-ta que, con Somigliana, Cossa y Ta-lesnik, están escribiendo una obra te-atral colectiva sobre el peronismo,Walsh menciona este cuento y señala,en sus papeles personales, los desafí-os que presentaba:

Él, Germán, escribió una parte enque un comisario peronista le dice a unmilitante peronista antes de torturarlo:“Vos sos peronista, yo también soy pe-ronista. Vos tenés una carta de Perón,yo tengo otra carta de Perón. Vas a mo-rir por zonzo”, y le da a la picana.

Mi presencia tal vez intranquilizaa Germán. Hago lo posible para tran-quilizarlo. Le digo que yo también ten-go un cuento empezado, que se llama“El Hombre”, donde digo cosas comoéstas. Pero que no me decido a termi-narlo, publicarlo. Entonces se anima:

— Estas cosas hay que empezar adecirlas —dictamina.5

El cuento, que ficcionaliza la en-trevista que Walsh tuviera con Perón,si bien tiene semejanzas formales con“Esa mujer”, plantea una situación ab-solutamente distinta. Mientras “Esamujer” es la escenificación de un an-tagonismo y de un posible intercam-bio (unos “papeles” por el “cadáver”),

5. Ese hombre..., op.cit., p.155, subrayado mío.En la edición, tan minuciosamente anotada porDaniel Link, no se dice si se trata de “Ese hom-bre” aunque la fecha, 4 de febrero de 1970,confirma esta suposición.

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en “Ese hombre” no solo el antago-nismo nunca se llega a explicitar sinoque el intercambio es asimétrico e im-posible. El narrador es seducido por“el Viejo” y, en ningún momento, pue-de ponerse en una situación de tran-sacción. “Esas cosas” de las que hablaWalsh en el diario jamás se dicen eneste cuento, y su voluntad es arrasadapor la lealtad, la auténtica clave polí-tica de esos años. Lo que muestra estecuento inconcluso es que, en política,cada vez que hay discrepancia, la le-altad debe transformarse en obedien-cia para poder subsistir. En este huecoque el relato testimonial no puede lle-nar (Walsh no puede ofender al líderreal, mezcla de sabio y de padre), seconstituye la ficción de “Un oscurodía de justicia” en el que el ejemplodel “Che”, en la interpretación, puedeser reemplazado por el de Perón, queen esos días retornaba al país.6

La lealtad que, en términos de es-critura, paraliza a “Ese hombre”, con-vertida en alegoría ficcional recibenuevas potencialidades. La ficción nosirve, en “Un oscuro día de justicia”,como ofensa, pero sí como instrumen-to para reflexionar sobre ella: con laalegoría, en tanto “lenguaje formal dela subjetividad negociada”,7 se reve-lan las potencialidades de la ficcióncomo factor político y se configura ladesobediencia (la interpretación quediscrepa) como posibilidad de la lec-tura. Así, en este cuento, Collins sedecide a redactar una carta —géneroen el que Walsh depositará la síntesispolítico-literaria de sus últimos días—cuando la intimidad ya no es posible,cuando la ofensa constituye a los per-sonajes como sujetos, cuando la con-ciencia del terror exige el intercambioentre pares (“la conducta y la locuradel celador Gielty eran ya una ofensapara todos”). En este caso, la ficciónviene a decir, no de un modo ofensivopero sí perceptible, los riesgos de cons-truir una imaginación política y literariaen la que todas las fichas se juegan aesa categoría tan limitada de la lealtad.

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Un lugar común se viene repitiendoalrededor de la obra de Walsh: su “li-

teratura íntima —como dice José Emi-lio Pacheco en el prólogo a la Obraliteraria completa— no es menos so-cial ni menos política que Operaciónmasacre”. Sin embargo, la inmediatezdel testimonio y el documento no pue-den ponerse en un mismo plano quela ficción sin disolver sus especifici-dades: la “literatura íntima” de Walshsupone que cualquier detalle puede serleído desde una perspectiva política

(como en una de las interpretacionesde “Un oscuro día de justicia”) peroen ningún momento sostiene, como sílo hace ¿Quién mató a Rosendo?, quehay que politizarlo todo. La diferen-cia es importante porque, en el primercaso, acepta que el carácter crítico ode resistencia de ciertas dimensionesde la vida cotidiana no depende de suoperatividad práctica o, si se quiere,de su capacidad de ofensa inmediata.Es decir, una negatividad de lo políti-co en términos instrumentales que abreel espacio, para la literatura, de unaexperimentación formal con la ambi-güedad y la indeterminación, zonasque, en los libros de testimonio, apa-recen como resistencias a ser elimina-das. La “literatura íntima” de los cuen-tos es menos política sin por eso sermenos crítica y mantiene una dimen-sión del entretenimiento muy elabora-da que no depende de la eficacia delos efectos.

El mismo Walsh aceptó esta divi-sión, aunque en términos tan mani-queos que convertían las contradiccio-nes dinámicas de los letrados enaporías irresolubles: según su clasifi-cación, mientras los libros de cuentospertenecían a la “literatura burguesa”,los libros testimoniales pertenecían,“tal vez”, a la “literatura revoluciona-ria”. No es difícil reconocer en la pos-tura de Walsh un componente popu-lista que se define, básicamente, en laidea de que el escritor debe ir desha-ciéndose de sus características burgue-sas para integrarse al campo del pue-blo, como si el pueblo fuera el lugaren el que la liberación ya está asegu-rada. La tradición de este “pasarse al

6. Ver las palabras de Walsh en la interpreta-ción que hace del cuento en la entrevista conPiglia: “Muy aplicable a situaciones muy con-cretas nuestras: concretamente el peronismo [...]Concepto totalmente místico, es decir, el mito,la persona, el héroe haciendo la revolución envez de ser el conjunto del pueblo cuya mejorexpresión es sin duda el héroe, en este caso elChe Guevara, pero que ningún tipo aislado porgrande que sea puede hacer absolutamente na-da [...] no es un tipo venido de afuera porqueno hay ninguna connotación peyorativa para eltipo que viene de afuera, que se pelea, se juegay es un héroe [...] pero aprenden que se tienenque combinar entre ellos” (p. 215).7. Michael Steinberg: “The Musical Absolu-te” en New German Critique, núm. 56, verano1992, p. 35.

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pueblo” es muy lejana, pero en losaños 60 estuvo alentada —entre otrascosas— por los escritos del “Che”Guevara quien, en un influyente dis-curso de 1959, sostuvo: “Y a los se-ñores profesores, mis colegas, tengoque decirles algo parecido: hay quepintarse de negro, de mulato, de obre-ro y de campesino; hay que bajar alpueblo, hay que vibrar con el pueblo,es decir, las necesidades todas de Cu-ba entera”. Años después, Régis De-bray, también un hombre del círculoguevarista, se dirigía a los intelectua-les (en quienes encontraría mucho eco)sintetizando su posición en estos tér-minos: “Sin fusil, pésima pluma, sinpluma, pésimo fusil” (las palabras eranarcaicas pero la consigna actualísima).8

Hubo, además, otro hombre muy pró-ximo al “Che”, el periodista Jorge Ri-cardo Masetti, que ejerció una graninfluencia sobre Walsh. Amigo per-sonal y compañero del importanteemprendimiento periodístico dePrensa Latina a principios de los se-senta, en marzo de 1969 Walsh es-cribió el prólogo a su libro Los queluchan y los que lloran. Iniciador,en el norte argentino, de una guerri-lla mal calculada (su pronunciamien-to coincidió con el inicio del gobier-no de Illia), Masetti adquiere, a losojos de Walsh, la estatura de un hé-roe: el hombre que se decide a de-jarlo todo y que es capaz de “vivirsus ideas hasta el sacrificio”. Lo quefascina a Walsh es el abandono delindividualismo, como marca más cla-ra de la arrogancia burguesa, y la

inmersión en un anonimato que sólosabe de acciones y no de acumula-ciones.

El pasaje hacia esas posiciones po-pulistas y antiintelectuales difícilmen-te podía convivir con la resistencia deWalsh a sacrificar su literatura. En suinterpretación, esta resistencia no cons-tituía el reconocimiento de que su es-tilo o sus cualidades de escritor podí-an ser centrales en la lucha política,sino el rasgo distintivo, como escri-be en su diario, de “una estructuramental que seguía siendo burguesa”(p.93). Con este fácil expediente dedenominar “burgués” todo aquelloque no fuera abandono del vanonombre del escritor o del individua-lismo, Walsh sólo iba a poder opo-nerle a una “literatura burguesa” unproyecto que, por más violencia queejerciera sobre su propio pasado, só-lo podía disolverse en la acción po-lítica.

Meses antes de su asesinato, Walshintentó un repliegue que es descriptoasí por quien era entonces su pareja,Lilia Ferreyra: “Se trataba para él dealejarse del ‘territorio cercado’, Bue-nos Aires, de recuperar su identidad ycon ello toda su trayectoria personal,de hacerla valer como arma. Duranteaños, como miembro de la organiza-ción montoneros había sido un mi-litante más. ‘Vuelvo a ser RodolfoWalsh’, decía ahora [...] Escribía cons-tantemente”.9 Además de continuar suextraordinaria tarea como periodista enla clandestinidad, comienza en ese en-tonces, sintomáticamente, a escribir

sus memorias y las cartas, géneros enlos que la intimidad y la firma sonvalores clave. Y encuentra en la Car-ta a la junta militar (firmada con sunombre y en la que se define en tantoescritor), como le sucediera al peque-ño Collins, un instrumento para la re-sistencia, pero ya no en nombre deuna lealtad a una instancia superiorsino como modo de romper el cercodel terror mediante la alianza entreiguales. El repliegue hacia su nombrees, en cierta manera, la recuperacióndel capital adquirido durante su tra-yectoria como escritor, de la figura delintelectual que conquistó, con su pa-labra, cierta autoridad y, fundamen-talmente, de algo que parecía haberolvidado en los años anteriores: lafuerza que pueden tener los mitos li-terarios en disponibilidad cuando unescritor quiere dar testimonio en tiem-pos difíciles.

8. La frase, que es otra variante más de losinnumerables arranques antiintelectualistasque Debray venía modulando al menos desde¿Revolución en la revolución? (La Habana,Casa de las Américas, 1967), está tomada dela “Carta a sus amigos” que el francés escri-bió durante el proceso de Camiri (ver Ensa-yos sobre América Latina, México, Era, 1969,p. 268).9. “Rigor e inteligencia en la vida de RodolfoWalsh” de Lilia Ferreyra, incluido en RodolfoWalsh, vivo, Buenos Aires, La Flor, 1994, pp.198, 200.

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Modos (recientes) del imaginario de la descomposiciónen el BrasilSiete imágenes vistas y dos anti-imágenes revistas

Teixeira Coelho

Hay un aspecto del imaginario joven,del imaginario en formación en el Bra-sil de hoy que definitivamente asusta,tanto en sí mismo como por lo quepuede generar en un futuro próximo.Me refiero a las pesadillas que asaltana niños de cuatro, seis, después ado-lescentes de trece, quince, y ahora jó-venes de dieciocho, diecinueve años,y que se traducen esencialmente enuna situación en la que un ladrón, unasaltante, quiere entrar a sus casas oestá en sus cuartos o los persigue porlas calles. Es una pesadilla recurrente,que ni yo ni mi generación conoci-mos, al menos no con esa intensidady esa frecuencia. Nuestras noches se

vieron espantadas por otras pesadillas,quizá tanto o más densas. Pero dife-rentes. La particularidad de ésta es queno se refiere al universo de las imáge-nes más o menos inevitables, comolas pesadillas que remiten a un imagi-nario colectivo arquetípico o al imagi-nario individual, singular, con sus tra-zos específicos derivados de un estadofísico personal o familiar. Esta nuevapesadilla remite, al contrario, al uni-verso de las imágenes histórica o so-cialmente determinadas (algo en cier-ta medida novedoso en un país singuerras como éste), que están lejos derevelarse como inevitables o necesa-rias. En principio, sería posible pensar

que estas imágenes pertenecen al uni-verso no de la totalidad del conjuntosocial brasileño (para no usar, a pro-pósito, el término “sociedad”), sino aluniverso de uno de sus segmentos, elde una clase media que puede sentirrecelo por el arrebato de sus bienesporque todavía los tiene. Sin embar-go, no es nada improbable (pienso enlos favelados que aplauden a la poli-cía cuando se enfrenta con los narco-traficantes) que se trate de una ima-gen compartida, en alguna medida, porotras clases. Lo que me interesa saber—lo que me preocupa— es qué tipode imaginario puede ayudar a cons-truir esta imagen recurrente en las pe-sadillas y qué papel desempeñará eseimaginario en la organización indivi-dual y en la estructuración de las re-laciones sociales. Porque es el imagi-nario el que da un efecto de discursoy de inserción en el mundo. Es elimaginario, en suma, el que dirige;no hay que vacilar en esta afirmaciónni en la identificación de sus conse-cuencias. Mi primera imagen del ima-ginario de la descomposición en elBrasil contemporáneo es por consi-guiente la del miedo interiorizado.

Registro ahora otra imagen que impri-me su propia fisicalidad sobre el ima-ginario individual colectivo y que escompartida por el amplio grupo de per-sonas que viven en esto que hace yamucho tiempo dejó de ser una ciudad,San Pablo. No es la imagen inmaterialconstruida oscuramente en la cavernapersonal de cada uno, a lo largo de la

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noche; es una imagen bien hard, quese ofrece a los ojos en vigilia duranteel día —los ojos del paseante en unaciudad como San Pablo están siemprevigilantes, tanto si ese paseante es unpeatón como si se desplaza en auto(las personas no permanecen más, enesta ciudad, no paran, no se detienen:se desplazan siempre para no ser nun-ca sorprendidas en sus lugares, lo quesignifica en rigor que ya no tienen lu-gares, que no hay más lugar). La ima-gen que se ofrece continuamente a losojos vigilantes, y que los ojos vigilan-tes no pueden dejar de ver, tiene laforma de un cartel adhesivo amarilloy negro que los autos exhiben en susvidrios, que anuncia a todos y a nadie(a nadie porque ese imaginario no en-cuentra interlocutor) que la personaque está adentro “ya fue asaltada”. Sonmillares de imágenes que se imponena los ojos de los paseantes, en los otrosautos o fuera de ellos. ¿Qué es exac-tamente lo que pide o implora quienostenta ese mensaje? ¿Que la autori-dad pública tome providencias? ¿Queel asaltante que está a la espera en esecruce o esquina, condolido, asalte aotro transeúnte? ¿O lo que se está di-ciendo es que yo ya fui asaltado, tú yafuiste asaltado, nosotros ya fuimosasaltados, ustedes serán asaltados yque, por lo tanto, la impunidad es to-tal y todos están subliminalmente con-vidados a practicar un asalto? En otraspalabras, ¿qué es de hecho más efi-caz: revelar la condición de asaltado(a veces, fingir que ya se fue asalta-do) u ocultarla? En esas situacionesextremas, como en una pesadilla, lalógica de la comunicación (del soña-dor consigo mismo y con los otros,así como la comunicación del asalta-do consigo mismo, con el asaltante ycon los otros asaltados, que a esta al-tura ya somos todos) es extravagan-te, casi esotérica. No se sabe exacta-mente qué se está comunicando. Esun signo suelto en el aire, un modobásico de expresión más que una for-ma definida de comunicación. Sóloun historiador del sentido, en un fu-turo a mediano o largo plazo, podráretornar a este momento del fin desiglo y proponer una interpretaciónaceptable. Llamaría a esta segundaimagen, por lo tanto, la imagen de la

desesperación colectiva sin desti-natario.

La tercera imagen que colecciono esotra imagen física, visible a simple vis-ta, otra imagen de agresión como laanterior: la imagen de los graffitti enedificios y casas de San Pablo. Laspintadas se extienden a lo largo de ki-lómetros. En esas inscripciones débil-mente crípticas hay un sentido prima-rio, estúpido, que intenta transmitir auna patota que otra patota ya pasó porallí, así como los cachorros que pase-an por una manzana orinan en los pos-tes, los árboles y las tapias para decir-les a los otros cachorros que ellospasaron por allí primero. Sin embar-go, no hace falta ser un perito en se-miología para entender que esas pin-tadas quieren transmitir un significadofinal más amplio que es el de una enor-me agresión contra la ciudad, contratodo y todos en la ciudad —una agre-sión victoriosa ya que a ella asistentodos únicamente en la posición de es-pectadores. Es posible debatir deteni-damente y con agudeza acerca de losmotivos de esa agresión. Es posibledecir, en el extremo menos sofistica-do del espectro, que se trata de unarespuesta a la agresión física y simbó-lica que la ciudad impone a todos, es-pecialmente a los más desposeídos, y,en el extremo más especioso, sugerirque, en una sociedad donde el valorestá en el aparecer (en el diario o enla televisión, aunque sea en la tribunade una cancha o entre el público deun programa degradante), ese es el mo-do que algunos encuentran para ha-cerse ver secretamente, es decir, ocul-tando neuróticamente su identidad enel mismo acto de afirmarla, por miedoa la policía (por otra parte inexisten-te); incluso se puede decir que, en lallamada sociedad de la información,en la que los mensajes se cruzan y seatropellan por todas partes, comunica-ción es lo que menos existe; por lotanto, se busca la expresión pura y sim-ple, dónde y cómo sea, en la forma dela pintada. La imagen de conjunto ge-nerada por la acumulación de graffitties la de una ciudad en guerra: los tra-zos gruesos de esos graffitti son comoagujeros abiertos en las paredes de lascasas por morteros de gran calibre, tra-

zos que distorsionan, que ocultan laforma original de las edificaciones ylas borran, literalmente, del mapa. Laspintadas borran todo. Sólo no borran,aparentemente, una única cosa: los car-teles publicitarios. Anduve en auto du-rante dos días, a fin del año pasado,en busca de un cartel pintado. Fue envano. Alguno debería estar pintado,pero comienzo a sospechar que no. Enesos dos días, en el cuadrilátero for-mado por los tercero, cuarto y quintonuevos centros de la ciudad, en esecuadrilátero de oro como lo llamo, nin-gún cartel pintado. Explicaciones parael fenómeno: 1) las empresas de car-teles publicitarios mantienen una es-tricta vigilancia sobre sus instrumen-tos de trabajo: tarea difícil; 2) esasempresas pagan un tributo preventivoa las patotas para que no ataquen susinstrumentos de trabajo: no es invia-ble; 3) una hipótesis que me seducemás: las patotas no pintan sus propiossueños, sus propios imaginarios, aque-llos materializados en la exuberanciade mujeres lindas, hombres sin ropasy sus bellos autos rodeados de bienesde consumo deseables: esta lecturapuede parecer arcaicamente marxista,y en ese caso quizá valga la pena res-catar una sugestión implícita en ella,la de una pervertida y tampoco nuevalucha de clases en la que se atacan lasposesiones de la “otra” clase pero nola representación de esas posesiones.La tercera imagen que rescato es, deeste modo, la de la resignación colec-tiva frente a la violencia simbólica.

Todavía cabe una cuarta imagen eneste texto limitado. Como la anterior,tampoco es fruto de una elucubraciónteórica: es bien física, está dotada deuna materialidad completamente visi-ble y aparece también en los vidriosde los autos de la ciudad de San Pablo,donde condensa otro sentimiento di-fuso. Esta imagen es una frase que di-ce esencialmente, con pequeñas varia-ciones: Siento vergüenza de losconcejales de San Pablo. Mi cuartaimagen es por tanto la de la vergüen-za: la vergüenza cívica, para usar untérmino que aún conserva para noso-tros, brasileños, un sentido muy sos-pechoso y desagradable, dada la pro-ximidad temporal con la reciente

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17dictadura, o, para recurrir a otro tér-mino tomado en su dimensión etimo-lógica primera, la vergüenza política.Se trata de una vergüenza frente a lapolítica entendida como la actividadde la representación legal obligatoriade los muchos por uno solo —perome interesa tomarla en su sentido devergüenza frente a una polis adminis-trada y representada de ese modo. Elpunto de partida de esta vergüenza esla esfera municipal, pero todos sabe-mos que la misma vergüenza se am-plía hasta abarcar las diversas esferasde la actividad política reglamentadapor las leyes, incluida la federal —enun sentimiento que la prensa escrita ytelevisiva extiende, refuerza y desdo-bla al infinito... o hasta el hartazgo.Esta imagen significa que las perso-nas no percibimos la existencia de unaentidad política abarcadora, que atra-

viese la vida colectiva y la dirija haciala consecución de aquello que consti-tuyó a lo largo de los tiempos el ob-jetivo básico del hombre y la socie-dad, la búsqueda de la felicidad,palabra que hoy suena como blasfe-mia, inmoralidad o estupidez monu-mental. Combinada con las anteriores,esta imagen dice que no se percibeninguna idea de ciudadanía que una alos gobernantes y a los gobernados ni,y esto es importante, a estos entre sí(¿a quién le estoy diciendo que “yafui asaltado”?), que una aquello queen San Pablo se llamaban barrios, yque hoy son apenas zonas —ese es elnombre—, en torno de la idea de unaciudad. La cuarta imagen es entoncesla de la vergüenza política.

A estas cuatro imágenes —una de ca-rácter personal, recónditamente subje-

tivo, y las otras tres de una objetivi-dad alarmantemente visible— puedosumar otras tres que ayudan a consti-tuir el cuadro que me interesa. Tienenque ver con la televisión, dimensiónde importancia fundamental en la ela-boración de un imaginario colectivo.

La primera de este segundo y par-ticular grupo se refiere al modo de pro-ducción del sentido que la televisión,en sus programas y en sus publicida-des, tiende a privilegiar. Me interesadestacar dos modos de producción delsentido. En uno, el modo metafórico,un signo sustituye al referente inicialy es enseguida sustituido por otro quea su vez sale de la escena en favor deun tercero, y así de seguido, al infini-to, en una cadena vertical de creaciónde nuevos significados. Por el modometonímico, los símbolos ya genera-dos metafóricamente no son sustitui-

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dos unos por otros, sino que son dis-puestos unos al lado de los otros enun juego combinatorio en el que sólovaría la posición relativa de los sig-nos. Esos dos modos operan o deberí-an operar en conjunto. Separarlos esfragmentar la significación, fracturan-do al sujeto e instalando en él lo quese llama adecuadamente alienaciónporque, entre otras cosas, el modo me-tafórico es el modo del comportamien-to, de la praxis, productor del efectode mundo, mientras que el modo me-tonímico es el modo del discurso, delhablar sobre el hacer, del efecto dediscurso. En rigor, uno no es más im-portante que el otro: si el sujeto seconstruye en la práctica por el modometafórico, por el metonímico reco-noce a los otros y se hace reconocerpor medio del discurso sobre la prác-tica. Uno es nada sin el otro: lo que sepuede decir es que una configuraciónes más metafórica que metonímica yotra, más metonímica que metafórica.No cabe duda, sin embargo, de que lagran creación es metafórica, y de queel juego metonímico actúa, de manerapredominante, como la vulgarizaciónde las propuestas metafóricas (a no sercuando está en manos de los grandescreadores). En la TV brasileña, no obs-tante, prevalece el universo metoními-co de los efectos de discurso: no secrean símbolos, sino que se los extraede sus lugares de origen y se loscombina en órdenes más o menos va-riados —pero sobre todo menos quemás, y alejados de su lugar originalde un modo tal que su sentido se vecorroído o invertido. En esa condición,los signos señalan lo inmediato (fun-ción básica de la metonimia) e impi-den la abstracción, la generalización,la expansión de la reflexión. La metá-fora es siempre una alusión —pero laTV brasileña detesta la alusión por-que en ella los significados se amplí-an y escapan al control.

Uno de los casos más llamativosde esa operación metonímica ocurrióhace aproximadamente dos años en laforma de un comercial de detergenteelaborado por una de las marcas másconocidas del país, que desde hacetiempo utiliza a un mismo actor quelogró establecer con el público unafuerte relación de empatía. En este co-

mercial, el actor aparece como el CheGuevara, con el uniforme, la barba ra-la y la boina inconfundibles y se valede expresiones mundialmente conoci-das del intelectual guerrillero, como“Hay que ser duro pero sin perder laternura jamás” —cita empleada parasignificar que hay que ser duro conlos gérmenes de la suciedad pero sinperder de vista que es necesario ga-rantizar la suavidad de las manos dela mujer que usa el detergente (por-que siempre es la mujer la que usa eldetergente en la pileta de lavar, nuncael hombre). Y allí estaba entonces elChe Guevara en la televisión, 30 añosdespués, grotescamente vendiendo de-tergente (el actor tiene gestos afemi-nados, y cumple con los peores pro-nósticos sobre lo que haría la televisióncon la cultura; en la mayoría de losespectadores provoca expresiones deltipo: “qué gracioso que es, qué simpá-tico, qué idea interesante”). Interro-gado acerca de los motivos que lollevaron a utilizar la figura del CheGuevara, el publicista —uno de losmás poderosos del Brasil— dijo quelo había hecho porque el Che es ahoraun pop-icon internacional y, en esesentido, materia prima de la publici-dad. No le molestó, así como no lemolestó a la mayoría de las personas,insensibilizadas, la impropiedad de esaapropiación y mistificación cultural deuna parte de la historia latinoamerica-na por la publicidad, impropiedad cla-rísima para quien se detenga en unaspecto básico del derecho y la ética.En efecto, la figura del Che Guevarano debería ser usada en un comercialde televisión porque el Che fue o uncriminal o un mártir o simplementeun ser masacrado en sus derechos másfundamentales. Para muchos, el Chefue un criminal —y si fue un crimi-nal, su figura no puede ser usada paravender detergente. Para otros, el Chefue un mártir del proyecto de libera-ción de América Latina —y en esecaso, su figura y su memoria no pue-den ser usadas para vender detergentebajo los rasgos de un actor que atribu-ye a todo un carácter risible y tonto.En tercer lugar, como mínimo, el CheGuevara fue una persona aprisionadafuera de las normas legales, asesinadaa sangre fría en una ejecución privada

y cuyo cadáver, al que se le negó se-pultura conocida, fue profanado conla amputación de las manos para im-pedir su reconocimiento. Nada de es-to, sin embargo, parece haber aflora-do en la conciencia del publicista, sies que la tiene, ni en la memoria his-tórica de columnistas periodísticos eintelectuales, para no hablar del restode la población. De hecho, en este ca-so, todo el sentido histórico parecióperdido y, junto con él, la capacidadde distinguir entre valores, de modoque un criminal o un mártir o una per-sona vilipendiada y un detergente setornan una misma cosa graciosa. Estecaso configura una situación radicaldel imaginario de la descomposición,aunque su principio no resulta extra-ño: constituye incluso la base de laoperación publicitaria y del discursotelevisivo, del cual es núcleo genera-dor. Los productores de imágenes parala TV perciben que la metáfora no lesconviene porque escapa al control dequien la crea. Las metáforas son peli-grosas, dice el narrador de Milan Kun-dera en La insoportable levedad del ser.No se debe jugar con las metáforas,dice. Una simple metáfora puede lle-var al amor... y eso es exactamente loque no se quiere. La quinta imagenpuede ser así descrita como la de lahegemonía de la recombinación des-contextualizada del sentido o imagende la metonimia falaz.

La segunda imagen de este segundogrupo se refiere a la presencia en latelevisión del mismo caso de desma-terialización de interlocutores detecta-do, en una modalidad diferente, en elepisodio del adhesivo “ya fui asalta-do”. Es interesante indagar sobre aquelo aquella a quien le habla la TV bra-sileña hoy y, en especial, indagar so-bre quién le habla al espectador hoyen la TV brasileña. Es sabido que laTV brasileña le habla a un sujeto cual-quiera en una situación cualquiera, estoes, en ninguna situación. Me interesamás destacar que así como el especta-dor ve una escena en la pantalla peroestá fuera de ella, del mismo modoestá fuera de escena la voz de la TVque habla al espectador en off en loscomerciales y en los comentarios delas noticias. Las TV tienen una cara,

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la de sus presentadores o “anclas”; esascaras son, no obstante, rigurosamentedescartables porque no tienen vida pro-pia, leen textos preparados y no lo-gran o no pueden, por determinación,atribuir parte de su propia vida a esostextos. Así, por encima de esas caras,predomina, en el tiempo, una voz eté-rea, desmaterializada, la misma vozque en los comerciales, por ejemplo,quiere convencer, orientar, ordenar.

La desmaterialización de los quehablan por la TV llegó a su punto cul-minante en una campaña electoral, enel inicio de la década del noventa, pa-ra gobernador del estado de San Pablo.En esa elección se postulaba un polí-tico de derecha ligado a la dictaduramilitar en los años sesenta y ochenta,que tiene en San Pablo un núcleo du-ro de electores conservadores que lomantiene en la superficie desde haceaños. Su penetración en ese núcleo nole garantizaba, sin embargo, la elec-ción y el problema era cómo ampliarsu electorado. Un pequeño problema:la simple visión de su figura de hom-bre arrogante, autoritario, exaltado,provocaba, como hoy todavía provo-ca, un fuerte rechazo en el conjuntomás amplio de los electores. Y esoera reconocido por su propio equipode marketing. La salida fue ocultar alcandidato detrás de la mediación de laTV. Él no aparecería en el programapolítico: en su lugar se vería la figurade una mujer simpática, ni joven nivieja, vestida con buen gusto y sin ex-cesos, que anunciaría sonriendo lasbuenas cualidades del candidato, visi-ble apenas de pasada, de vez en cuan-do, mudo, durante fracciones de se-gundo. En resumen, el candidato seríamostrado lo menos posible, otros apa-recerían en su lugar, otros hablaríanpor él. La TV sustituiría al candidato.El candidato sería la imagen de la TV.El recurso no funcionó completamen-te y el candidato fue derrotado. El epi-sodio puede ser leído como un indica-dor del poder en definitiva relativo quetiene la TV. Pero no puede dejar deser visto como la exacerbación delprincipio de la desmaterialización delos sujetos en la TV. En este caso es-pecífico, el recurso no funcionó. Y,sin embargo, ese es el mismo princi-pio que rige todo el resto de la prác-

tica televisiva. No siempre fue así ytampoco es así todo el tiempo. Aundurante la dictadura militar, las per-sonas hablaban en la TV con mensa-jes propios que, por coincidencia opor fabricación, eran los mismos quelos del estamento en el poder. Hoy,sin embargo, prevalece en la TVabierta, que todavía tiene la mayoraudiencia, la dilución del interlocu-tor en los portavoces, las voces enoff, las caras sin rostro. ¿Quién ha-bla conmigo por la TV? ¿A quién ledigo finalmente que ya fui asaltado?Esta imagen es, por consiguiente, lade la desmaterialización de los sujetospúblicos.

que surge disfrazado por las leyes deldestino. En verdad, el nombre de estejuego es, en gran medida, resignación—la misma del “ya fui asaltado”, lamisma de la vergüenza ante los con-cejales, incluso la misma que se sientefrente a los graffitti, la misma quetransforma a todos en espectadores delo que pasa al lado o encima de ellos.Es la representación del universo bra-sileño como algo marcado por el jue-go agonístico del conflicto.

Estas son algunas de las imágenes,creo que centrales, de aquello quedesde hace un tiempo describo co-mo imaginario de la descomposición—imaginario que caracteriza un largomomento de la cultura brasileña y enel que el actual sería el más fuertepero no el único. Hace trece años hicepor primera vez una referencia públi-ca a ese imaginario.1 Desde entonceshasta ahora, he coleccionado indiciosde su elaboración, reelaboración, con-firmación o invalidación —y lo quehe encontrado son señales de que eseimaginario no se reelabora sino queacentúa su rasgo central y lo desarro-lla. La descomposición se multiplica:la descomposición de la vida urbana,secuestrada en el espacio cerrado delos shopping centers; la descomposi-ción de los interlocutores; la descom-posición de los juegos de imitación,emulación y cooperación por los jue-gos de antagonismo; la descomposi-ción de la metáfora en la metoni-mia; la descomposición del entepolítico organizador del cual puedederivar la ciudadanía —y por consi-guiente la descomposición de la mis-ma ciudadanía.

En estos trece años, entonces, lasseñales no disminuyeron. Por el con-trario. Pero lo que no digo más, si esque algún día lo dije, es que el imagi-nario de la descomposición marca a lacultura brasileña como un todo. Eseimaginario marca, en verdad, a la cul-tura pública brasileña, otro modo dedecir que lo que está siendo destruidoen este país, al menos desde la dicta-dura militar de 1964, es la esfera pú-blica de las relaciones de las personas

La tercera imagen de este segundogrupo se refiere al modo habitual dejuego adoptado por la televisión bra-sileña. El juego es una poderosa ma-nifestación del imaginario que organi-za el mundo y el discurso. Entre lasdiferentes manifestaciones del juego—el juego de imitación, el juego decompetición o antagonismo y el juegode azar, por ejemplo—, la TV brasile-ña privilegia el juego competitivo, eljuego agonístico, el juego a menudoviolento o simbólicamente violentoque implica la victoria de uno y laderrota (la muerte) del otro. Es la cons-tante: en los espectáculos deportivos,sin duda, pero también en los progra-mas “infantiles”, en la programaciónde las tardes de domingo, en los deba-tes políticos en vísperas de elecciones(cuando hay debates), en las mesas re-dondas y en las noticias. La vida esun conflicto y un azar, hay que resig-narse al enfrentamiento y al poder, ala suerte del más fuerte o del elegido,

1. Moderno pós moderno, San Pablo, Ilumi-nuras, 2ª ed.

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entre sí y entre éstas y quienes las ad-ministran. Con la descomposición dela esfera pública desaparece el espa-cio público —y en su lugar se abre unabismo que estamos lejos de atrave-sar. Un indicio de esa fractura gigan-tesca existente en la cultura políticabrasileña es la reciente huelga en laUniversidad de San Pablo. El discur-so de las entidades huelguistas conti-núa asumiendo un modelo de repre-sentación forjado durante la dictaduramilitar, que puede ser resumido en ladescripción de un mundo constituidopor dos entes, el nosotros y el ellos,que no convergen en un punto común;se colocan en los extremos de un enor-me abismo social y son fruto de lasuma de las siete imágenes señaladas.Este discurso podría ser incluso unarepresentación constitutiva del imagi-nario central brasileño tal como se ma-nifiesta en todas o en la mayoría delas etapas culturales de este país: deun lado, nosotros, del otro, ellos —ynosotros no tenemos nada que ver conellos. En todo caso, fue por cierto eldiscurso que asumimos, con razón, du-rante la dictadura militar y lo conti-núa siendo ahora, travestido en la for-ma de un discurso fragmentado yfragmentador con la coherencia de unaneurosis; el discurso predominante enuna universidad que, sin embargo, mu-cho más quizá que la mayoría o quecualquier otro ente público brasileño,está formada sólo por nosotros —pri-mera persona del plural, claro—, ade-más de estar también constituida poreslabones que se tuercen y se retuer-cen sobre sí mismos de modo inextri-cable, por cierto... Nosotros y ellos.¡Pero ellos somos nosotros! Somos no-sotros los que los colocamos allá, esdecir, los que colocamos a los diri-gentes allá donde se encuentran, so-mos nosotros los que, en la universi-dad, limitamos la competencia y laeficacia de esos dirigentes al punto dela inercia y del conformismo, somosnosotros los que no asumimos lo queles demandamos a ellos... y sin em-bargo continuamos con el discurso delnosotros y del ellos, un discurso enor-memente acomodaticio y autoexclu-yente que confirma la tendencia haciauna continua posición de espectado-res. Cito este ejemplo, soy consciente

de que sumamente polémico, para re-saltar un indicio del abismo culturalderivado de la descomposición siste-mática y continua de la esfera públicaen el Brasil. En otras palabras, la cul-tura privada del brasileño, del brasile-ño que se pone de manifiesto en lamúsica popular de un compositor enparticular, interpretada por un cantoro un músico en particular y oída poruna persona en particular o por el con-junto de particulares que constituyenun auditorio de música popular, o lacultura privada del brasileño que sedispone a dar una información a unextranjero en la calle y mostrarle asíla cordialidad que, proverbialmente,nos constituye, esa cultura privada to-davía no desapareció. Ese mismo in-dividuo particular o privado, no obs-tante, cuando está situado en unasituación pública, como un estadio defútbol, en la fila del ómnibus o con-duciendo un auto particular (y este esun ejemplo evidente de cómo, en esacondición, una persona, en la vertien-te más pacífica, ignora completamen-te que existe otro mundo a su alrede-dor y atrás de sí y se coloca en elmedio de la calle por donde deben pa-sar dos autos en paralelo o estacionadonde no debe, y, en la vertiente másviolenta, tira su auto sobre aquel queosa atravesar legalmente la franja pe-atonal) es un caso vivo de la descom-posición del espacio público, de la es-fera pública, de la vida pública y, porlo tanto, de la cultura política del país,esa cultura que permite la vida en con-junto, sólo posible cuando la mayoría(no es necesario que sean todos) mira,la mayor parte del tiempo (no es ne-cesario que sea todo el tiempo), cier-tas cosas comunes (no es necesario quesea una misma cosa).

Si bien no es posible hablar de unadescomposición cultural integral, esperfectamente pertinente mencionar unpesimismo cultural público2 que de-semboca en la descomposición de pro-cesos como el que sustenta el orgullonacional, que es para las naciones loque la autoestima es para las perso-nas: una condición necesaria para elpropio desarrollo, según la fórmula deRichard Rorty.3 Es verdad que en lavida de los países (para evitar otro tér-

mino complicado: naciones) los mo-mentos y los sentimientos de orgullose mezclan con los de vergüenza. Has-ta aquí, no hay problema. El proble-ma surge cuando los momentos y sen-timientos de vergüenza prevalecensobre los de orgullo, como parece serel caso brasileño hoy. La ausencia deorgullo por la dimensión pública de lavida colectiva, sumada al abismo en-tre lo público y lo privado (traducidoen una fórmula que me parece muyclara y apropiada: en el Brasil, lo quees mío, es mío; lo que es público, tam-bién es mío —lo que significa inclusopor extensión que lo que es del otrotambién es mío—), están entre las cau-sas ciertas de la violencia que se trans-forma en una pesadilla en estado devigilia. Violencia que, así entendida,no podrá jamás ser encuadrada y re-suelta por el marco económico. El pa-radigma económico de explicación dela dinámica social ya no da cuenta dela realidad brasileña del fin de siglo, yeste punto me parece fundamental. Siun ladrón que actúa en el tráfico con-gestionado del Vale do Anhangabaúen San Pablo factura mil dólares pormes, de acuerdo con una investigaciónrealizada por un diario, es evidente quela economía del Brasil no tendrá nin-guna posibilidad, ni siquiera al fin delas décadas iniciales del siglo XXI, deeliminar el problema porque no haymanera de garantizar mil dólares pormes a quien carece de toda instruc-ción. Si el escenario esbozado aquí yen otros lugares es correcto, los es-fuerzos para revertir el proceso dedescomposición deberán manifestar-se sobre todo en una base cultural.Sólo una acción cultural concertadapuede accionar la marcha atrás en eseproceso.

La apuesta por la acción cultural,y por la acción cultural republicana,me parece incluso inevitable en el Bra-sil. Otros países, como Irán —y muy

2. La investigación sobre cultura política yorientación de valores de los estudiantes de laUSP, realizada por el Observatorio de PolíticasCulturales en 1998, confirma ese punto: opti-mismo del joven respecto de su capacidad per-sonal para enfrentar el mundo, pesimismo antelo colectivo.3. Achieving our country, Harvard UniversityPress, 1997.

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probablemente también los EstadosUnidos—, encuentran o encontraron enla religión el instrumento de construc-ción de esa esfera pública sostenidaen la fusión entre el nosotros y el ellos,así como vieron en ella el catalizadordel orgullo nacional y de la minimiza-ción de la fractura entre lo público ylo privado. El recurso a la ideología yal mito fue también en el pasado igual-mente eficaz para esos objetivos; perotanto la una como el otro están evi-dentemente en declinación. Resta laacción cultural republicana.

¿Qué hacer concretamente? Puedesonar anticuado traer este tema a lasuperficie en este momento histórico.Pero antes de descartarlo del todo se-ría conveniente investigar acerca de sino hay una conveniencia táctica y ex-plorarlo: me refiero a la cuestión de laidentidad nacional, arduamente traba-jada en otros países, como Francia ylos Estados Unidos, replanteada en elBrasil a inicios de los años sesenta ydejada de lado por la dictadura mili-tar, que se apropió de ella para darleotro signo. La identidad nacional su-frió también una considerable descom-posición durante la segunda mitad delsiglo XX en el Brasil. Después de laredemocratización, en los años ochen-ta, la cuestión de la identidad nacionalfue prematuramente dejada de lado porla intelligentsia brasileña, tal vez co-mo un gesto de rechazo a lo que ladictadura militar intentó hacer con ella.Superado, finalmente, ese trauma, es-te sería un tema para explorar, alcontrario de lo que la teología de laglobalización, si me permiten la ex-presión, intenta hacer creer. Más aúncuando el Estado no desapareció y nopodemos dejar que desaparezca, en lamedida en que el Estado es la única yla última entidad capaz de ofrecer mo-tivos de orgullo nacional, como unaeducación básica prolongada, una sa-lud individual satisfactoria y una jubi-lación que no sea una ofensa al serhumano. Eso no lo permitirá nunca laglobalización.

En la lista de lo que es posible co-menzar a hacer (y que es por con-siguiente la segunda de estas dosimágenes antevistas de un contra-ima-ginario de la descomposición) hay al-

Versión del texto presentado en el seminario“Límites del imaginario”, Universidade CândidoMendes, Rio de Janeiro, mayo de 2000. TeixeiraCoelho es director del Museo de Arte Modernode la Universidad de San Pablo. La traducciónes de Ada Solari.

go que quiero destacar y que tiene quever con aquello que nosotros, en launiversidad, podemos hacer para con-trarrestar el imaginario de la descom-posición. Sin duda, es necesario reco-nocer que no todo, en este país, estragado por la vorágine del imagina-rio de la descomposición. Pero no pue-do dejar de destacar algunos de lostopos donde ese imaginario específicoencontró un aliado y de percibir queno sería muy difícil deconstruirlo allímismo. Me refiero al trabajo de co-rrosión de un imaginario público, de-mocrático, llevado a cabo por el dis-curso universitario en su conjuntodurante las últimas décadas. Me tocóatravesar el mundo universitario bra-sileño desde el fatídico año 1964, loque significa que estoy en la universi-dad desde hace más tiempo del quesería, acaso, prudente. Cito esto paradecir que fueron infinitas las ocasio-nes que tuve de comprobar cómo todoel discurso universitario, de aquella yde las décadas siguientes, tomó la for-ma de un discurso de la descomposi-ción que minó las bases de una verda-dera cultura política y, en particular,de una cultura que se podría llamarproyectual, por no decir utópica, res-ponsable del lanzamiento de nuevasdimensiones creativas para el indivi-duo y el colectivo. El último momen-to en que algo de este tipo recorrió lasaulas de la universidad fue en 1968—y no fueron los profesores quienesimpulsaron ese imaginario sino losalumnos. De allí en adelante los pro-fesores confundieron pensamiento crí-tico con pensamiento cínico y pensa-miento nihilista. Nada servía, todoestaba equivocado, ningún partido po-lítico podía representar un avance real,y cuando había un discurso en apoyoa un determinado partido de la oposi-ción, ese apoyo se manifestaba comouna negación del universo social cir-cundante en lugar de asumir la figurade una construcción diferenciada, ma-tizada, de naturaleza convergente o“sociópeta”. Cuanto mucho, la uni-versidad insistió en el suministro deun conocimiento para el poder, dejan-do de lado el conocimiento para el sa-ber y, lo que es aún más relevante,para el sentir. De modo específico, seinsistió en un conocimiento tecnocrá-

tico, incluso en el campo de las hu-manidades, lo que dio como resulta-do, como pudimos verificar en una in-vestigación hecha hace dos años en laUSP, una inmensa mayoría de estu-diantes con un bajo sentido de culturapolítica y, sobre todo, con un alto sen-tido de descreimiento en lo que serefiere al imaginario público y, tam-bién, con un fuerte descreimiento enel propio papel de la cultura —que,como expresaron, no saben para quésirve. En un momento en el que launiversidad pierde, y tal vez definiti-vamente, el monopolio del conoci-miento científico y tecnológico, ycuando sus diplomas ya no garantizanel ascenso social, hay algo que ellatodavía puede hacer: dejando inclusoun poco de lado el saber, abrirse parael sentir y, de modo más particular,organizarse en torno de lo que ErnstBloch llamó, tal vez de un modo algocientificista, el principio esperanza,que podría ser más llanamente expre-sado sólo por el segundo término: or-ganizarse en torno de la esperanza, deuna esperanza laica. Un verso de Fer-nando Pessoa dice: “Fui educado porla imaginación”. De hecho, todos so-mos educados por la imaginación yese es al menos un punto que pode-mos tener en común con el poeta-filó-sofo. Por otro lado, el filósofo-poetaBachelard observaba, ya hace más decincuenta años, que las imágenes queandaban por ahí le impedían imagi-nar. Dos registros que sólo en apa-riencia son antagónicos: las imágenesque están por ahí nos dejan imagi-nar, sí, e incluso nos educan —peropara un imaginario que positivamen-te no propone nada, sólo dispone. Sinos podemos dar cuenta de esto en launiversidad habremos encontrado no,por cierto, el único pero sí, en todocaso, un fuerte antídoto para el imagi-nario de la descomposición.

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Exclusión social y acción colectiva en la Argentina de hoy

Emilio Tenti Fanfani

Los dominados del 2000

El campo de la exclusión social es unespacio construido alrededor de dospolos. Por una parte están aquellos in-dividuos que se integran a los camposproductivos más dinámicos: empresasde servicio y de producción multina-cional, intensivas en capital y tecno-logía, altamente productivas y que dis-tribuyen ingresos altos; por el otroestán los que literalmente “se quedanafuera”, es decir, los desempleadoscrónicos y los “inempleables”. Entreellos, están los que ni siquiera poseenel capital mínimo requerido para lo-grar una inserción aunque sea preca-

ria en el sistema de la economía mo-netaria. En el medio están todos aque-llos que tienen una inserción defec-tuosa en el mercado de trabajo, ya seaporque, por falta de estímulos, han de-sistido de ingresar al mismo o bientienen una inserción marginal en tér-minos de tiempo, o forman parte delllamado trabajo informal y de bajaproductividad.

¿Cómo definir la exclusión y en-contrar un común denominador en esamasa heterogénea de individuos quesufren las “miserias del mundo”? ¿Quées lo que define en forma “más pura”la situación de exclusión? Es probableque el núcleo duro de la exclusión sea

(más que la no pertenencia que sugie-re el término) la no funcionalidad, esdecir, el hecho de no cumplir ningunafunción con respecto al todo social, yen especial, respecto de los interesesde los grupos dominantes de la socie-dad (los “establecidos”). Robert Cas-tel (1995) califica a los excluidos co-mo supernumerarios, es decir, genteque está demás, “sobran” desde los pa-rámetros funcionales de los podero-sos. Podrían no existir y los equili-brios básicos de la sociedad no sealterarían.

Las condiciones de vida de los ex-cluidos, al igual que las de muchosformalmente “incluidos”1 amenazan laintegración social. Hasta llegan a po-ner en duda la existencia misma deese referente empírico que se designacon el sustantivo de “sociedad” comoespacio social común de un conjuntode individuos en situación de interde-pendencia subjetiva y objetiva. Másque de “la sociedad argentina” habríaque pensar en distintos espacios so-ciales de vida cuyas relaciones de in-terdependencia son más objetivas que

1. La inseguridad es una sensación generali-zada en el trabajo flexible. No sólo la padecenlos despedidos, sino los que se quedan y “sien-ten el peso de la espada de Damocles a su al-rededor”. Un consultor afirma que “los despi-dos ocasionan un daño psicológico tanto a lostrabajadores como a la propia organización, conefectos muy difíciles de evaluar”. Las conse-cuencias probables son un debilitamiento de laconfianza y la solidaridad exigidas para realizarla tarea y garantizar la productividad de la mis-ma organización productiva, que de este modose vuelve más flexible, pero menos competitiva.

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subjetivas (mediadas por la concien-cia colectiva de pertenencia a una to-talidad que trasciende a los individuosen cuanto tales). Más aún, desde cier-ta lógica economicista, pareciera serque algunos grupos no son “necesa-rios” (no aportan nada al conjunto) enla medida en que nadie depende deellos. Esta es quizás la forma más ex-trema de exclusión, el hecho de quemuchos seres humanos, pese a la na-cionalidad y la ciudadanía formal yjurídica, se han desprendido del siste-ma de relaciones de interdependenciaque constituye la base del “formar par-te de” (la sociedad, el país, la nación,la Patria). De continuar con esta lógicade desarrollo, el tan mentado y realiza-do achique del Estado será una antesa-la de un achique de sociedad (achiquede provincias, achique de ciudadanía,achique demográfico, etc.).

Los perdedores del modelo de de-sarrollo actual tienen una doble exis-tencia. Existen como objetividad, esdecir, como conjunto de individuos,familias y comunidades, víctimas dela exclusión social. Pero también exis-ten como sujetos sociales, dotados decapacidades variables de acción colec-tiva. La pregunta que se impone es lasiguiente: ¿en qué medida esta exis-tencia material/objetiva de los exclui-dos se corresponde con una presenciaen los escenarios donde se construyela “esfera pública” en la Argentina?En otras palabras, ¿cuál es el peso re-lativo que tienen estos grupos en lasrelaciones de fuerza que mantienen conotros actores colectivos en el campo delas políticas públicas donde se definenreglas y orientan recursos públicos?

Dominación simbólica

La dimensión material de la exclusiónva acompañada por una situación dedominación simbólica. El incluido tie-ne capacidades que le son negadas alos excluidos. Todos los grupos domi-nantes tienden a desarrollar un senti-miento de superioridad. Lo contrariosucede en el campo de los dominados.El excluido tiende a ser estigmatiza-do, despreciado, desvalorizado. Si nose interviene en ese círculo, la domi-nación material se recicla en domina-

ción simbólica, que a su vez tiende amantener a los poderosos en sus pro-pias posiciones de dominación. Elcampo de la inclusión está más inte-grado, cohesionado, organizado. Estediferencial de identidad e integraciónes la fuente de un surplus de poder.Mientras los dominantes actúan enforma coordinada en función de susintereses (los “mercados” tienen lacapacidad de “decidir”, “amenazar”,“presionar”, “exigir”, “imponer”), losexcluidos, por definición, tienen gran-des dificultades que superar para te-ner una presencia en los escenarios pú-blicos. Los mercados hacen política enforma sistemática y efectiva.

Los excluidos, por ahora, tienen di-ficultad hasta para resistir y defenderposiciones conquistadas. La conse-cuencia lógica es un deterioro del equi-librio de poder entre los grupos, endesmedro de los excluidos. Los pri-meros tienden a monopolizar no sólola riqueza producida, sino también lacapacidad de imponer visiones delmundo al conjunto de la sociedad eincluso a los propios “pobres y deshe-redados”, que tienden a perder hastala capacidad de ponerse un nombre.Por lo general se trata de amplios gru-pos “nombrados” desde el campo delpoder. Son objeto de construccionesideológicas e intelectuales generadas

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por los dominantes (y sus fraccionesintelectuales). Todos los nombres quese emplean (y empleamos aquí) paradenotar a los grupos dominados (de-sempleado, pobre, pobre estructural,nuevo pobre, precario, informal, etc.)son nombres impuestos. Cuando la ex-clusión es total, se pierde hasta estacapacidad básica que es el fundamen-to de la propia identidad. Los “pobres”existen, pero como realidad construi-da por los dominantes. Los “ricos”,en cambio, no existen porque nadie (ymenos los dominantes) tiene interésen denominarse así. En demasiadasocasiones, a los pobres, despojados detodo poder de nombramiento (capaci-

1997, pág. 42). Cuando esto sucedeestamos cerca de la deshumanizaciónmás completa, esa que está en la basede todas las prácticas y conductas más“salvajes” e inhumanas (violencia in-discriminada, delincuencia, criminali-dad, etc.). Lo cual tiende a reforzarlos prejuicios iniciales de los gruposdel establishment y a alentar las polí-ticas represivas más reaccionarias.

Grupos aritméticos y actoressociales

La condición de existencia de las víc-timas de la cuestión social contempo-

otra fuente de recursos para satisfacerlas necesidades de la vida? ¿Qué ca-pacidad tienen de hacerse oír los másde dos millones de desempleados delpaís? Todos juntos, ¿son algo más queuna cifra? ¿Qué capacidad tienen denegociar salarios y condiciones de tra-bajo los miles de trabajadores infor-males, precarios y “en negro”? La úni-ca fuerza que se les reconoce es la delvoto. Pero es un voto estéril en la me-dida en que, al no estar en condicio-nes de participar como actores colec-tivos en el escenario político, estáncondenados a elegir entre ofertas po-líticas que responden a los interesesde otros grupos. De allí la decepción,

dad genérica de hacer cosas con pala-bras), sólo les queda el recurso delinsulto, que es más una descarga emo-cional que un operativo eficaz de nom-bramiento del adversario. Si no serompen estos círculos viciosos simbó-licos, los excluidos pueden llegar aevaluarse a sí mismos con las normasde los adversarios. La consecuencia esla auto-denigración, la desvalorización,la caída de la autoestima y todos losefectos paralizantes colaterales. Perolo peor es que, como escribía Elias,tienden a experimentar subjetiva yemocionalmente “su inferioridad depoder como un signo de inferioridadhumana” (Elias, N. y Scotson, J.L.

ránea es trágica. Ellos tienen una exis-tencia material pero aritmética, es de-cir, son una suma de sujetos de carney hueso que viven situaciones de ne-cesidad y desamparo pero con pocacapacidad para actuar en forma colec-tiva. Poseen pocos recursos para acu-mular fuerzas, para constituirse en unasola fuerza capaz de hacerse sentir ypesar en los escenarios públicos. Enefecto, ¿dónde está la voz de esos400.000 jóvenes que no estudian nitrabajan y viven en Buenos Aires y elGran Buenos Aires? ¿Cuál es el poderque tienen los miles de hombres y mu-jeres mayores de 65 años que no tie-nen ninguna cobertura previsional ni

el malestar, el desinterés, cuando nola lisa y llana agresión contra el mun-do de la política. Y de esta manera, elcírculo vicioso se cierra una vez máscondenando a los excluidos sociales ala exclusión política que los convierteen “seres de otro mundo”.

Los grupos sociales dominantestienen presencia fuerte en los espaciospúblicos (los medios de comunicaciónde masas, la calle, etc.) y en los espa-cios estatales donde se toman decisio-nes relevantes para el conjunto de lasociedad. De más está decir que eneste sentido, los más ricos tienen ven-tajas comparativas apreciables. Ellos,que tienen más fuerza en términos

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individuales (algunos hombres de ne-gocio tienen la capacidad de hacerseoír personalmente en las más altas es-feras del Estado, sin recurrir a meca-nismo de representación alguno), tam-bién están en mejores condicionespara sumarlas, coordinarlas y multi-plicarlas a través de la acción colecti-va organizada.

La única acción colectiva que seajusta al modelo de sociedad del para-digma neoliberal contemporáneo es laacción sumativa de las decisiones yelecciones del mercado económico ypolítico. Desde esta perspectiva la par-ticipación es siempre un hecho indivi-dual: una compra, una oferta, un voto,

Estado argentino, la Sociedad Rural,la Unión Industrial Argentina, la(s)CGT, ADEBA, la CTERA, o el sindi-cato de los camioneros, y que estosagentes sociales tienen intereses, re-cursos, y ejecutan acciones conformea estrategias más o menos explícitas.

Por una paradoja trágica, justamen-te aquellos grupos más subordinadosde la sociedad, que más necesitan su-mar fuerzas para ser tenidos en cuen-ta, son los que están en peores condi-ciones de hacerlo ya que también estándesposeídos de aquellos bienes cultu-rales y materiales (capacidades expre-sivas, capacidad de tomar decisionesen grupo, tiempo, recursos financie-ros) necesarios para construir meca-nismos estables y fuertes de represen-tación.

El problema es que a la pobrezasocial corresponde una pobreza políti-ca notable. En esto se diferencian gran-demente de los explotados del capita-lismo, los obreros. Estos, luego demucha lucha y esfuerzos sistemáticosfueron capaces de desplegar sistemasde representación organizados y esta-bles que les permitieron modificar elequilibrio de poder que mantenían conlos capitalistas y el propio Estado. Elsindicato y el partido fueron podero-sos instrumentos de construcción deun poder obrero que se tradujo en re-glas que tendían a limitar la fuerza delos capitalistas en el momento de lacontratación laboral. El trabajo se con-virtió en empleo, es decir, en una ac-tividad socialmente regulada que noquedaba enteramente librada a la ca-pacidad de imposición del capital.2

A los efectos de la acción colecti-va la condición genérica de “exclui-dos” encierra demasiada diversidad deposiciones, intereses, trayectorias ysubjetividades como para generar pers-pectivas, visiones y estrategias comu-nes de acción. En la misma bolsa seencuentran “los pobres desde siempre”(pobres “estructurales”, en la jerga so-cioestadística), “nuevos pobres” (losdesclasados y decadentes de todo ti-po: desde el asalariado “despedido”hasta el pequeño empresario arruina-do, la “clase media venida a menos”,etc.), los “vulnerables” (poblacionesque ocupan posiciones laborales y so-ciales extremadamente inestables).

¿Cómo “construir una actor colecti-vo” a partir de semejante diversidad?La fuerza de los dominantes tambiénse construye con la debilidad de losgrupos dominados. El poder es siem-pre un equilibrio entre fuerzas, el re-sultado de una relación y no una pro-piedad o sustancia que se reparte.

La protesta social y sus alcances

Los excluidos no tienen la misma ca-pacidad de acumular fuerza y actuaren forma coordinada, solidaria, orga-nizada y permanente. Esta desventaja,que es preciso analizar y compren-der, explica dos hechos fundamenta-les. El primero es la gran capacidadde “aguante” de los perdedores y ex-cluidos. Las explosiones sociales re-gistradas en épocas recientes son po-ca cosa en relación con el tamaño dela cuestión social contemporánea enla Argentina. En efecto, pese al dra-matismo de los cambios registradosdurante la última década, al caráctercada vez más desigual de la distribu-ción de recursos, al debilitamiento delas políticas sociales compensatoriasy al deterioro de las condiciones devida de grandes grupos humanos, lapaz social general no se encuentraamenazada.

Sin embargo el empobrecimientoy la exclusión están detrás de las pro-testas sociales tanto tradicionales(huelgas y manifestaciones callejeras)como de otro tipo relativamente nove-doso (puebladas, cortes de ruta, etc.).¿Cuál es la lógica de estos aconteci-mientos que se han venido reiterandoen la Argentina de los últimos años?Uno de los factores que aparece a pri-mera vista es que los que así se mani-fiestan, además de una misma situa-ción de necesidad, comparten unespacio territorial determinado. Son loshabitantes de pueblos y ciudades (Cu-tral-có, Tartagal), particularmente afec-tadas por los procesos de transforma-ción económica y social.

una opinión en una encuesta. “Lo úni-co que existen son los individuos ysus familias” (Margaret Thatcher di-xit), lo demás es pura abstracción oun invento interesado de sociólogos y“colectivistas”. Claro que en las antí-podas de este individualismo extremoestá la tentación de personificar y atri-buir propiedades típicas de las perso-nas a las entidades colectivas. Estoocurre con cierta frecuencia cuando sedice que “el Estado quiere”, la “bur-guesía decidió”, “los mercados temen”,etc., etc. Pese a todo, no deben quedardudas de que existen ciertos actoresque son algo más que suma de indivi-duos. Nadie duda de la existencia del

2. Cabe recordar que en casi todo el mundocapitalista se está registrando un brusco cambioen los equilibrios de poder entre la fuerza delcapital y la del trabajo, en beneficio de la pri-mera. Una prueba más de que las relacionessociales son casi siempre reversibles.

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En la Argentina actual, la fracciónmás dominada de las clases domina-das (los desempleados, subempleados,informales, precarios) corre el riesgode constituirse en una especie de ma-sa de maniobra de la fracción domi-nante de las clases dominadas: las bu-rocracias sindicales de los asalariadosdel sector formal de la economía. Es-tos “representantes” no sólo “domi-nan” a sus representados, sino quetambién tienden a instrumentar la fuer-za de los más excluidos. En efecto,cuando llevan a cabo sus protestas clá-sicas (huelgas y manifestaciones deplaza) tienden a asumir (discursiva-mente, es decir, en los discursos y con-signas) la representación de “todos losperdedores del modelo”. Sin embar-go, cuando se trata de armar la agen-da en la mesa de negociaciones con elgobierno, terminan por privilegiar susintereses específicos, que muchas ve-ces se restringen a sus intereses buro-cráticos y ni siquiera toman en cuentalos intereses de sus representados di-rectos (los asalariados del sector for-mal de la economía). Hasta tanto noresuelvan en forma autónoma los pro-blemas de representación, los exclui-dos tenderán a ser objeto de una dobleexclusión.

Por otra parte, aquellos grupos cu-yas condiciones de vida constituyenun obstáculo para el despliegue de ac-ciones colectivas sistemáticas estáncondenados a “elegir” entre diversasofertas externas de representación. To-das las fuerzas políticas organizadas(desde las que representan al capitalhasta las que expresan los interesesorganizados del mundo del trabajo) ytodas las fuerzas sociales en general(Iglesias, organizaciones no guberna-mentales de diverso tipo, etc.) tienenun interés en “los pobres”, los “inter-pelan”, les ofrecen sus buenos oficios,se autopostulan como portadores desus intereses y se ofrecen para hablaren nombre de ellos. Pero siempre setrata de una representación externa, ycomo tal, inestable. Más allá de las“buenas o malas intenciones” de estaoferta de representación, lo cierto esque la distancia que siempre existe en-tre representantes y representados, enestos casos, es más significativa y es-tá en el origen de muchos fenómenos

de “malversación de confianza”y“manipulación”, que terminan por mi-nar la creencia de los excluidos enlas virtudes propias de la acción co-lectiva.

Con respecto a las nuevas mani-festaciones de la protesta social elcorte de ruta en Tartagal es ejemplar.Estas son algunas de las “leccionesaprendidas”:a) el origen no es un conflicto en el

lugar de trabajo, sino en el espacioterritorial de vida: el barrio, la co-munidad, la ciudad;

b) los protagonistas no son “los tra-bajadores”, sino los trabajadoresdespedidos, ahora “desempleados”de YPF y otros perdedores del mo-delo, que se suman a la lucha (ma-estros, pequeños comerciantes, es-tudiantes, informales, precarios,ancianos, etc.);

c) la protesta tiene una organizaciónad hoc, una coordinación en supropio desarrollo y no es un acon-tecimiento programado y contro-lado por una institución;

d) las organizaciones sociales “tra-dicionales”, sindicatos y partidospolíticos, juegan un papel muysecundario a causa de su déficitde legitimidad ante la población;

e) quienes juegan con más éxito unpapel mediador son los represen-tantes de la Iglesia y otros cultosreligiosos;

f) la reivindicación mayor es el tra-bajo, pero en la mesa de nego-ciaciones lo que se exige son“programas Trabajar”, es decir, po-líticas sociales;

g) el “enemigo” o “la contraparte” noes la patronal (el mundo de la em-presa), sino el Estado y sus repre-sentantes en todos los niveles ypoderes (municipio, provincia, Na-ción, Poder legislativo, etc.);

h) el movimiento logra cierto carác-ter unificador en términos de acto-res sociales. Pese a que tiene pro-tagonistas (los despedidos de YPF),“suma” a actores sociales diversosque tienen intereses, expectativasy tradiciones específicas (los co-merciantes, los docentes, los estu-diantes, etc.);

i) pese a la construcción de una es-pecie de “interés general” en la

protesta, los grupos no pierden suidentidad. En Tartagal, “en el pi-quete sur estaban ‘los de abajo’,desocupados, changarines, etc.;más al norte, a unos 300 metros seconformó otro con docentes, co-merciantes, etc., localizado al ladode los tanques de almacenamientode una petrolera” (Aguilar, M.A. yVázquez, E., 1997);

j) la protesta se concreta en el cortede ruta y constituye una manerade “hacerse ver”, de romper el ais-lamiento y el “ninguneo” al quelos reduce su situación de exclu-sión social y territorial (están muylejos del Centro —Buenos Aires—donde se toman decisiones de po-lítica social). Durante el tiempo quedura el corte de ruta, los “exclui-dos” conquistan una existencia so-cial en el contexto nacional. Laprensa y los medios de comunica-ción contribuyen a esta construc-ción social. El hecho de constituirun obstáculo real a la libre circu-lación de personas y mercancías yla presencia en los medios les otor-gan un poder temporal que ellospueden poner y usar en la mesa denegociación. Es probable que losexcluidos sólo puedan hacerse oirmediante acciones que de una ma-nera u otra afectan el desarrollode la vida normal del resto de lapoblación. Cuando lo logran, sevuelven momentáneamente “im-prescindibles”;3

k) la protesta, como hecho extracoti-diano y extraordinario rompe la ru-tina de los excluidos, permite laidentificación de los “enemigos”(que muchas veces se materializa

3. Las categorías utilizadas por Charles Tillypara estudiar “cuatro siglos de lucha popular”en Francia (Tilly, 1986, citado por Pérez Le-desma 1994, 64) son útiles para comprender elsentido de las protestas sociales de la Argentinacontemporánea. En efecto, Tilly se interesó porlas acciones colectivas discontinuas que se ma-nifiestan como enfrentamiento (contention). Pe-ro la definición incluye una condición que nosparece definitoria de los movimientos socia-les en general y es que en este tipo de en-frentamiento, “la gente no sólo se reúne paraactuar a favor de sus intereses, sino que ade-más lo hace de forma que afecta de una ma-nera directa, visible y significativa la realiza-ción por otros individuos de sus propiosintereses” (Tilly, 1986, 3).

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en ciertas cosas o lugares del po-der, como dependencias públicas,oficinas de empresas), permite laconformación de un “nosotros”bien real (se ven todos en el mis-mo lugar, se ven en la televisióncomo protagonistas de una mismaacción), pero cuyo bajo grado deinstitucionalización lo vuelve muyprecario e inestable;

l) se trata de una relación de lucha,antagónica pero que no apunta alcorazón del problema, como erael caso de las luchas obreras delsiglo pasado. Los manifestantesexpresan su malestar y su agresi-vidad contra los representantesdel Estado, justamente en un mo-mento en que el Estado tiene ca-da vez menos que ver con losprocesos de reproducción econó-mica y social. Los verdaderosenemigos de los excluidos estándemasiado lejos o son muy abs-tractos (el Fondo Monetario In-ternacional, ni siquiera las trans-nacionales!!).

Más allá del “efecto de imitación” am-pliado por los medios de comunica-ción modernos (“¿Porqué no hacemoscomo los de Cutral-Có?”), las protes-tas relativamente espontáneas y pocoprevisibles que aparecen en distintospuntos del territorio nacional, no exis-ten mecanismos relativamente establesde coordinación entre las fuerzas quese despliegan en esos diversos esce-narios. Hasta tanto la presencia de losexcluidos y perdedores de este capita-lismo se manifieste en forma intermi-tente y aislada, no constituye ningunaamenaza para los equilibrios genera-les del poder a nivel nacional. Es más,si estas manifestaciones llegaran a rei-terarse siguiendo esta pauta, tenderíana constituir más un problema repre-sivo que estrictamente político-so-cial. Sin embargo, quién sabe si noexisten “hilos de pólvora invisibles”entre esos pequeños incendios loca-lizados que en algún momento (quenadie puede excluir del escenario)enciendan una especie de “hogueranacional”, con resultados imprevi-sibles en términos de costos y bene-ficios políticos, sociales y humanos(Tenti Fanfani, E., 1993).

Construir la unidaden la diversidad

En el capitalismo clásico existían dosgrandes protagonistas de la vida so-cial y política: aquellos que represen-taban los intereses de los no propieta-rios de los medios de producción (lossindicatos obreros y sus partidos) ylos que representaban los intereses delos propietarios (las asociaciones pa-tronales y sus partidos). Este es el es-quema ideal típico. La realidad essiempre mucho más compleja que lateoría. Pero lo que es preciso rescataraquí es que los grupos organizadosmás fuertes de la sociedad tenían un

anclaje en la realidad económica y so-cial. El lugar que se ocupaba en lasrelaciones económicas determinaba, encierta medida no sólo las clases socia-les, sino también la conformación delas organizaciones más representativasde la sociedad. Hoy esta determina-ción está en crisis. Los partidos ya noson partidos de clase y los dominadosy perdedores del modelo ya no tienenuna expresión organizada e institucio-nalizada. En pocas palabras, en las so-ciedades actuales la conformación delos actores sociales colectivos es másarbitraria que nunca. Cualquier ele-mento (o conjunto de elementos o pro-piedades) de la identidad de los indi-

viduos puede constituirse en el comúndenominador de una identidad y deuna pertenencia social. Las organiza-ciones representativas son cada vezmás el resultado de un trabajo políti-co, ideológico, cultural y organizativoy no el simple resultado necesario deuna situación objetiva determinada. Esmás, muchas condiciones objetivas devida se usan en forma suelta o combi-nada para construir grupos en el len-guaje común y en las ciencias socia-les contemporáneas, como por ejemplocompartir un mismo nivel de ingreso,una misma edad, lugar de residencia,condición ocupacional, género, acce-so a determinados servicios, etc. Así

hablamos de “madres solteras por de-bajo de la línea de pobreza”, “jóvenesentre 15 y 18 años que no trabajan niestudian”, “personas con más de 75años jefes de hogar sin beneficio ju-bilatorio”, “trabajadores en negro”,“asalariados precarios”, etc., que difí-cilmente construyan mecanismos derepresentación que les permitan actuar“como un solo hombre” o participaren las luchas donde se asignan recur-sos y se definen reglas que estructu-ran la vida colectiva.

Si los determinismos económicosy ocupacionales ya no tienen el pesoque tenían en el viejo capitalismo,¿dónde encontrar hoy los recursos ne-

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cesarios para que los ciudadanos quecomparten necesidades e intereses par-ticipen en forma orgánica en la vidapública de la Argentina contemporá-nea? Es probable que el determinismode la economía y la ocupación sea re-emplazado por el poder de la cultura,las ideas y la movilización social. Laconstrucción de los grupos y movi-mientos sociales es hoy una tarea de“intelectuales” en el sentido amplio ygramsciano del término. Los intelec-tuales (los profesionales, es decir, losque viven del trabajo intelectual y losotros, los militantes, los voluntarios in-teresados en el bien común) jueganun papel fundamental. No existe unprotagonista “portador” del interés ge-neral, “constructor” de una sociedadmás rica, más libre y más justa. Lahistoria no sólo no tiene libreto prede-terminado. Tampoco tiene protagonis-tas predestinados a una misión deter-minada. Hoy es preciso “inventar” unproyecto y “construir” un protagonis-ta. Este no puede ser más que un mo-vimiento social que, al mismo tiempoque reconoce y valora la diversidad(de situaciones de vida, de intereses,de necesidades), es capaz de trascen-derla en función de un proyecto desociedad más humana donde “todosentran”. ¿Quiénes pueden tener inte-rés en trascender sus propios interesescorporativos? ¿Cómo se puede alentarel desinterés? ¿Dónde encontrar lospromotores del movimiento social?¿Qué nombre ponerles a los interesesque trascienden lo particular? ¿Cómoir más allá de la simple confianza en

“las reservas morales y éticas de lahumanidad”?

Más allá de las preguntas puedeafirmarse que en diversos ámbitos dela vida nacional existen personas y or-ganizaciones que objetivamente parti-cipan de un movimiento social preo-cupado por la construcción de unasociedad justa. Nadie sabe cuándo nicómo esta multitud de iniciativas par-ticulares y locales puede llegar a con-formar más que una simple yuxtapo-sición de iniciativas y esfuerzosobjetivamente orientados por un hori-zonte ético común. Existe una multi-tud de experiencias de lucha colectivaque van de la reflexión a la protesta,de las acciones defensivas a las inno-vativas, que van construyendo, másallá de los discursos y los “progra-mas”, nuevas formas de convivenciay sociabilidad, tanto en el campo dela producción como en el de la políti-ca y la cultura. Los intelectuales notienen la responsabilidad de hacer elproyecto, sino de acompañar, contri-buir a enriquecer la reflexividad de losactores, proveer un lenguaje, comba-tir las representaciones interesadas ysectoriales del mundo y de ningunamanera definir “lo que hay que ha-cer”, “cómo hay que hacerlo” ni“cuándo”.

Cuando la mayoría de los argenti-nos perciban que, más allá de las si-tuaciones inmediatas y particulares quegeneran el malestar y el sufrimientoque padecen, existe una “causalidadestructural” común (una lógica produc-tiva, una ética y una política inhu-

manas) y que es allí donde hay queactuar, comenzarán a darse las condi-ciones para la conformación de iden-tidades, pertenencias y acciones colec-tivas. Es probable también que elmovimiento social que resulte trascien-da las fronteras nacionales, ya que la“causalidad estructural” de los ma-les argentinos hunde sus raíces mu-cho más allá de las fronteras nacio-nales y afecta a la humanidad comoun todo. En otras palabras, el movi-miento social “humanizador” deberáser nacional e internacional al mismotiempo como lo son las fuerzas másdañinas del capitalismo actualmentedominante.

Bibliografía

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Castel R. (1995); Les métamorphoses de la ques-tion sociale. Une chronique du salariat, Pa-ris, Fayard.

Elias N. y Scotson J.L. (1997); Logiques del’exclusion, Fayard, Paris.

Pérez Ledesma, Manuel (1994); “Cuando lle-guen los días de la cólera” (MovimientosSociales teoría e historia), Zona Abierta, 69.

Tenti Fanfani, E. (1993); “Cuestiones de exclu-sión social y política”, Desigualdad y ex-clusión. Desafíos de la política social de laArgentina de fin de siglo (A. Minujín com-pilador), UNICEF/Losada, Buenos Aires1993.

Tilly, Charles (1986); The contentious French:Four Centuries of Popular Struggle, Cam-bridge, Mass: The Belknap Press of Har-vard University Press.

ESTUDIOS SOCIALESRevista Universitaria Semestral

Consejo de Redacción: Darío Macor (Director),Ricardo Falcón, Eduardo Hourcade, Enrique

Mases, Ofelia Pianetto, Hugo Quiroga

ESTUDIOS SOCIALES, Universidad Nacional del Litoral, 9 de julio 3563,Santa Fe, Argentina; telefax directo: (042) 571194

DIRIGIR CORRESPONDENCIA A: Casilla de Correo 353, Santa Fe, Argentina

Nº 18 - Primer semestre 2000

Escriben: Sidicaro • Quiroga • Delamata •Falcón • Valiente • Devoto • Rapalo •

Grillo • Pesavento • Acha

PrismasRevista de historia intelectual

Nº 4 - 2000

Textos: Q. Skinner, A. Lovejoy, L. Namier

Dossier: Literatura, viajeros y paisaje:homenaje a Adolfo Prieto

Artículos, Lecturas, Reseñas

Anuario del Programa de historia intelectualUniversidad Nacional de Quilmes

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Las lógicas de la violencia y la cuestión social

Laura Golbert, Gabriel Kessler

Introducción

Hoy gran parte de los argentinos vi-ven con el temor de ser víctimas deun delito. ¿Los datos existentes mues-tran un aumento de la criminalidad talque justifique la honda preocupaciónsocial? ¿O en ese miedo se cristalizanincertidumbres que, más allá de laamenaza de la violencia, surgen de lageneralizada vulnerabilidad económi-co-social? El desasosiego frente ala violencia, al no diferenciarse deotras fuentes de inquietud estaría, en-tonces, magnificado. Si tal fuera el ca-so —como pareciera ser— la amplifi-cación del miedo, encarnado en el

temor a la victimización, podría llevara construir el “problema del delito enla Argentina” y a proponer solucionesno sólo apresuradas sino tambiénequívocas al confundirse la sensaciónde inseguridad en la población con lacriminalidad propiamente dicha. Talconfusión lleva a que los responsablespolíticos propongan medidas dirigidasmás a tranquilizar a la población quea enfrentar un problema cuyas carac-terísticas y magnitud aún no conocencon precisión.

Como esto sucede simultáneamen-te con el aumento del desempleo y dela pobreza, la intensidad de la insegu-ridad colectiva puede presionar hacia

una redefinición riesgosa de la cues-tión social: del énfasis en la protec-ción a los que van quedando en losmárgenes de la sociedad al desvelo pordefender a la sociedad de la “amena-za” que ellos representan. La conse-cuencia de este ambivalente procesoes que se ha ido construyendo en elespacio público una cuestión crimi-nal que todavía no ha sido investiga-da ni definida en su alcance y contor-nos. A esto se suma que la preguntapor el delito ha sido históricamenteconflictiva, puesto que encierra cues-tiones ideológicas centrales a la vidaen sociedad. Las ideas preexistentessobre las normas y el orden social, so-bre la transgresión y el castigo, sobrela justicia y la libertad tiñen la cons-trucción del problema y, por ende, labúsqueda de soluciones. Por esta ra-zón, conocer con precisión lo que estásucediendo en el mundo del delito,quiénes son sus actores y el sentidode sus acciones, resulta un elementoclave en la planificación de políticaspúblicas.

Con la intención de contribuir aprecisar los alcances y la magnitud delfenómeno delictivo comenzamos, en1999, una investigación sobre jóvenesprotagonistas de delitos contra la pro-piedad con uso de violencia, perte-necientes en su mayoría a sectorespopulares,1 cuyos primeros y más so-

1. Esta investigación se hizo en el marco deun Proyecto sobre Cohesión Social patrocinadopor el Programa de Naciones Unidas para elDesarrollo (PNUD).

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bresalientes resultados se sintetizan eneste artículo. La perspectiva adoptadafue la siguiente: el crimen y el delitoconfiguran un fenómeno complejo quees determinado y condicionado pormúltiples factores. Su comprensión esindisociable de la de otros hechos quecaracterizan a la sociedad argentina delas últimas décadas: el aumento deldesempleo y otras formas de precari-zación laboral, la creciente desigual-dad y segregación socio-espacial, elempobrecimiento de sectores tradicio-nalmente estables y las dificultadescrecientes de movilidad social, entreotros. Es decir, el incremento de laviolencia remite al terreno más am-plio y complejo de la cuestión social.

Pero considerar el contexto socialde origen no alcanza para explicar elproblema, es necesario elucidar el sen-tido que los actores dan a tales ex-periencias. Desde este abordaje in-tentamos responder los siguientesinterrogantes: ¿Cuáles son los cambioscuantitativos y cualitativos registradosen las acciones delictivas? ¿Quiénesson los protagonistas de estos hechos?¿Cuál es el sentido que imprimen asus acciones? ¿Estamos asistiendo ala emergencia de formas anómicas dedelito y violencia? Y, si es así, ¿cuálesson sus características? ¿Cómo se ex-plica el aparente uso innecesario de laviolencia en tales actos?

Los resultados de la investigaciónmencionada, nos permiten plantear al-gunos temas condenados de antemanopor el sentido común, como la racio-nalidad que rige el comportamiento deestos actores, su relación con el traba-jo, la droga y las armas. Ponemos es-pecial énfasis en ellos porque son cues-tiones cruciales a la hora de definir ybuscar soluciones.

La magnitud del problema

Por razones de economía de espacioen este punto sólo nos limitaremos aseñalar las tendencias más importan-tes en lo que hace al aumento del de-lito, al perfil de los protagonistas y delas víctimas así como a la evolucióndel gasto público y privado destinadoa la seguridad. La información es-tadística existente confirma un aumen-

to del número de delitos en la últimadécada, en particular los correspon-dientes a infracciones contra la pro-piedad. Y si bien hay más delitos vio-lentos que en el pasado, la magnituddel problema es mucho menor que enotros países de la región. Con respec-to al perfil de los protagonistas de losactos ilegales, los datos más sobresa-lientes que surgen de la información—basada en aquellos que tienen ini-ciada causa judicial— son los siguien-tes: a) no hay asociación entre el usode drogas ilegales y los actos delicti-vos; b) el nivel educativo de los pro-tagonistas de esos actos es bajo; c) ensu mayoría, son no reincidentes, lo quepodría estar mostrando una poblaciónque está ingresando en el terreno delas acciones ilegales.

Una de las facetas menos señala-das de la desigualdad es que la ma-yoría de las víctimas de tales hechosprovienen de los sectores más pobresde la población, en parte debido a queno sólo la oferta de servicios de segu-ridad privada sino también la pública(comisarías) presenta importantes di-ferencias entre los barrios de sectoresde mayores ingresos con respecto aaquellos habitados por personas de me-nores recursos. También se pudo de-tectar que el temor está modificandonumerosos comportamientos. El mássobresaliente es el abandono de ba-rrios considerados peligrosos y la res-tricción de contactos sociales. Por últi-mo, el aumento del temor social y lapresión de la opinión pública llevó aque en los últimos años hubiera unconsiderable crecimiento del gastopúblico y privado en temas ligados ala seguridad. A su vez, ha aumentadosignificativamente la posesión de ar-mas entre los particulares.

Inmediatismo y repentismo

¿Cómo elucidar la lógica de las accio-nes de estos jóvenes? Un punto de par-tida necesario es la constatación de quesus demandas de consumo son simila-res a las de sus pares de clases socia-les superiores. Aspiran a ropa de deter-minadas marcas, dinero para diversióne, incluso, visitar el interior del país opaíses extranjeros. Han nacido y cre-

cido en Buenos Aires y sus anhelosdan cuenta del impacto homogeneiza-dor tanto de los medios de comunica-ción como del pasaje por el sistemaeducativo público. Pero sobre todo,aquello que quieren, lo quieren ya. Es-te inmediatismo, rasgo típico de la ado-lescencia, es particularmente importan-te porque, para obtener rápidamentelo que desean, no les queda otro ca-mino que robar. No delinquen con laintención de acumular o ahorrar dine-ro, sino para realizar un gasto en elmomento; a veces, consumos indivi-duales: ropa, viajes, o grupales, comoir a bailar, comprar cerveza y, hastaen algún caso, festejar un cumpleaños.

Una de las facetas del inmediatis-mo es el repentismo. Afirmaciones co-mo “estábamos en la calle, vimos apa-recer una vieja con un bolso y nosmandamos” sugieren la coexistenciade acciones consideradas racionalescon otras que difícilmente podrían sercaracterizadas como tales. La falta deracionalidad se evidencia en la ausen-cia de planificación y de un cálculoprevio de los costos y beneficios de laacción. Pero al mismo tiempo, la elec-ción de la víctima muestra su raciona-lidad: se trata de una “vieja”, la ima-gen más acabada de la fragilidad y laindefensión. El repentismo es un temacentral a ser considerado a la hora deplanificar políticas públicas, puestoque pone en cuestión los fundamentosde la teoría de la disuasión, en la quese basan las propuestas más corrientespara combatir el delito que se discu-ten hoy en la Argentina. Para dichateoría el aumento de las penas y de laprobabilidad de ser aprehendido al co-meter un delito tendría un efecto di-suasivo sobre eventuales delincuentes:cuando éste planifique su accionar, elmayor costo eventual (las probabili-dades de ser aprehendido y la durezade la pena) lo desaconsejará de tomartales rumbos. Pero la teoría de la di-suasión presupone un actor racionalque planifique con anticipación y es-tratégicamente sus movimientos, so-pesando de antemano los riesgos. Lasacciones de los jóvenes entrevistadosno parecen estar regidas principalmen-te por cálculos de costo/beneficio. Nosólo porque carecen de la informaciónnecesaria sino, sobre todo, porque tal

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tipo de racionalidad económica requie-re de un grado y forma de socializa-ción que no es la que estos jóvenesexpresan. Sus lógicas de acción arti-culan otros recursos y significados, queincluyen pero no se limitan a los queguían a un supuesto homo economi-cus racional.

Las tres lógicas de acción

Las acciones de estos jóvenes estánguiadas por tres lógicas que se refuer-zan entre sí. En primer lugar, la lógi-ca de la necesidad: carecen de dinero,van juntando las moneditas de 5 y 10centavos para viajar, para comprar cer-veza, marihuana o ir a bailar. Cadacentavo tiene valor, por lo que puedesorprender la importancia que otorgana botines sumamente exiguos. El esta-do de necesidad es una experienciaconstante y para escapar de él, cual-quier recurso es válido: pedir, traba-jar, “apretar” a alguien en la calle, ro-bar; según los códigos compartidos,prácticamente cualquier medio eslegítimo si permite obtener dinero. Contodo, rige una diferenciación tajanteen la asignación de los recursos: laganancia fácil, es decir, el productode lo robado, se gasta fácilmente ensalidas, “bardo” o alguna prenda de-seada, y el dinero que costó ganar, elque reciben cuando eventualmente tra-bajan, se usa para ayudar a la familia,comprar útiles escolares o cualquierotro fin socialmente legítimo.

La lógica del ventajeo contribuyea legitimar todo medio para alcanzarun objetivo. Ella sugiere que en todainteracción cara a cara signada por unconflicto de intereses, se debe “venta-jear” al competidor, es decir obtenerlo deseado apelando a cualquier estra-tegia. No propone códigos de proce-dimientos fijos, por lo que el sentidode la acción se puede ir definiendo ensu transcurso. En el enfrentamiento seirá optando por la forma que permi-tirá ventajear. Así, un pedido de dine-ro en la calle sin éxito se vuelve un“apriete” y, si éste fracasa, terminaráen un robo. Pero ventajear implicatambién reflejos rápidos, hacer el mo-vimiento preciso antes que el rival,una anticipación sobre la jugada del

otro, lo que ayuda a comprender eluso de la violencia cuando se presu-pone —muchas veces equivocadamen-te— que el contrincante está armado.

Por último entra en juego la lógicadel aguante. Con su clara connotaciónde masculinidad y de orgullo de la for-taleza física en los sectores populares,con su intrincada relación con elfútbol, “tener aguante” es un valor cen-tral a la hora de hacerse valer ante elgrupo de pares. Tener aguante: ser ca-paz de mantener la mirada o la inten-ción ante todo oponente; no “achicar-se” frente a alguien de mayor porte ydar batalla —aunque se pierda— antequien sea. Enfrentarse a un adversarioque juega mejor en el fútbol, un con-trincante más fuerte en una pelea o ungrupo de policías fuertemente arma-dos, éstas y otras situaciones legiti-madas por la lógica del aguante ayu-dan a comprender el uso de laviolencia sin medir los riesgos.

Trayectorias inestables

De un trabajo publicado en 1999, deO. Altimir y L. Beccaria, se puedendeducir algunas de las mutaciones másprofundas en el mundo laboral argen-tino de los años 90. La mayor parte delos nuevos puestos de trabajo creadosen la década anterior corresponden aposiciones precarias, con bajas remu-neraciones, sin cobertura social y conuna nula protección al despido. Con-secuentemente, su volatilidad es muyalta, implicando una elevada inestabi-lidad de los ingresos. A estos puestosacceden, por lo general, aquellos conmenor nivel educativo y calificación,más aún si se trata de nuevos ingre-santes al mercado de trabajo. Del ladode la sociedad, entonces, se van con-figurando trayectorias laborales sig-nadas por la inestabilidad: una altarotación entre puestos distintos, to-dos ellos precarios, de corta duración,poco calificados, intercalados por pe-ríodos de desempleo, subempleo e, in-cluso, de salida del mundo laboral porel desaliento.

Todo sucede como si los distintosproblemas del mercado de trabajo re-gistrados en las últimas décadas —de-sempleo, subempleo, rotación laboral,

informalidad, desaliento— se hubie-ran ido acoplando hasta llegar a con-formar lo que llamamos trayectoriasinestables. En un contrapunto con laidea de “desestabilización de los esta-bles” que R. Castel utiliza para darcuenta de la reciente inestabilidad decapas de la población históricamenteintegradas, en el caso argentino sepodría hablar, además, de la “estabili-zación de la inestabilidad”, en tantolas relaciones laborales inestables sevan convirtiendo en un rasgo estruc-tural del mercado de trabajo.

Los jóvenes entrevistados son to-talmente conscientes de que sólo tie-nen enfrente un horizonte de precarie-dad duradera, con escasas expectativasde inserción estable. Sin disimular suamargura un joven nos decía “¿Quéte parece que puedo esperar? Comomáximo, un laburito de 180 mangosdurante 3 meses. Después, nada du-rante un tiempo. Otro laburito de 180,200 mangos por un tiempo. Despuésnada de nuevo...y así toda mi vida.”

El pasaje al mundo del trabajo es-table marcaba un punto de corte cen-tral en los sectores populares: de laescuela al trabajo, de la adolescenciaa la adultez. Los tiempos cotidianos,los ciclos vitales, las estrategias de dis-tinción entre las familias estaban mar-cados por la inserción laboral estable.Si las oportunidades de trabajo esca-sean y el mundo del trabajo no se plan-tea ya como una zona segura, un pa-saje definitivo, hay una red de sentidoque también se desmorona, como porejemplo la existencia de una fronteranítida entre lo legal y lo ilegal. Másque límites tajantes, en la experienciacotidiana de estos jóvenes se observauna zona gris en la que se encuentrandisponibles una serie de acciones, al-gunas legales y otra no. La elecciónde una u otra opción sería el resultadode las oportunidades contextuales. El“peaje”, el apriete, la amenaza, el hur-to y el trabajo están dentro de su mun-do como opciones legítimas. O sea, elmundo del trabajo no les es ajeno, másbien pueden combinar —simultánea-mente o en momentos distintos— unaocupación precaria con el robo. Encuanto a la relación con los límitesentre legalidad-ilegalidad, ¿podemosafirmar que hay un desconocimiento

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total de la ley? ¿se trata de subcultu-ras que han establecido un sistema cla-sificatorio que invierte —a su favor—la atribución de lo legal y lo ilegalvigentes en la sociedad? No parece serel caso: más frecuentemente, no danmucha importancia al interrogante so-bre la legalidad o ilegalidad de susacciones. La cuestión sólo se vuelverelevante cuando se produce la tipifi-cación externa por parte de un actor,en particular la policía. Su accionarimpone post facto la denominación deilegal: el castigo determina la ilegali-dad de la acción, aunque no necesa-riamente se le atribuya el poder sim-bólico para “ilegitimarla”.

La coerción individualista

R. Castel distingue entre individualis-mo positivo y negativo. El primero serefiere al creciente margen de auto-nomía y libertad que van ganando losindividuos en las sociedades post-tra-dicionales. El segundo es un indivi-dualismo coercitivo: el que sufrenaquellos obligados a valerse únicamen-te por sí mismos debido a un déficitde los marcos de protección materia-les y simbólicos. En la posguerra, elestado de bienestar, al disminuir losriesgos sociales, permitió acrecentarlos grados de libertad individual. Déca-das más tarde, como lo muestra M.Svampa en un trabajo reciente, la cri-sis de la sociedad salarial hizo recru-decer un individualismo negativo queafecta hoy a los grupos más vulnera-bles, cuyo horizonte es la atomización,el aislamiento y la desafiliación.

“Necesitás guita sí o sí. Buscás tra-bajo, si trabajo no hay, salís a ro-bar”. Esta afirmación de un joven,cándidamente desprovista de cinismo,resume bien alguno de los avatares delindividualismo negativo. Estos jóve-nes están “condenados a ser indivi-duos”, más específicamente a tomaren sus manos la resolución de todassus necesidades. Sin posibilidad deapoyo familiar ni institucional, sinmarcos colectivos, es sobre lo únicoque poseen, su cuerpo, donde recae latotal responsabilidad de asegurarse lasatisfacción de sus necesidades. No esya la fuerza de trabajo de un obrero

que se aliena del individuo para mer-cantilizarse, sino un cuerpo que en sutotalidad se pone en juego y en riesgoen una acción.

El individualismo coercitivo setrasluce también en una fuerte despo-litización, en tanto desvinculación ima-ginaria entre lo público y su suertepersonal. Así como los padres no pue-den casi ayudar, tampoco esbozan nin-guna instancia exterior —real o ima-ginaria— a la que dirigir demandas.No hay nada que esperar de nadie yesto ni siquiera suscita la rabia que F.Dubet encuentra en las críticas hacialos políticos entre los jóvenes margi-nados de los suburbios franceses. Laqueja, el reclamo a alguien por el nocumplimiento de sus obligacionespresupone la adjudicación de respon-sabilidades. Pareciera que esto se hadesvanecido, como si la desresponsa-bilización de alguna instancia externaa sí mismos se hubiera naturalizado.Se trata, sin duda, de un cambio pro-ducido en los últimos años. En unainvestigación anterior sobre clase me-dia empobrecida, perduraba inaltera-ble la referencia a la movilidad ascen-dente de las generaciones pasadas.Para esos nuevos pobres, el recuerdode un pasado mejor hacía las veces deuna promesa —aun rota— de un futu-ro de progreso. Pero para estos jóve-nes tal referencia de un pasado prós-pero ya no existe y esto se debe, enparte, a la experiencia laboral de suspadres, que rondan los 40 años, por loque ya han sufrido una inserción pre-caria en el mundo del trabajo, sin ha-ber conocido ni la estabilidad ni losderechos sociales del pasado, ni losbeneficios materiales y la promesa demovilidad social que implicaban.

En rigor, una institución públicaaparece reiteradamente en sus discur-sos: la policía, la cana, la “yuta hijade puta”. Es la amenaza constante, eljuego del gato y el ratón por momen-tos, pero a veces con lazos insospe-chados, como en los circuitos ilegalesde compra y venta de armas. De todosmodos, en el nivel en el que se en-cuentran tampoco hay negociacionescon la policía. Ellos son el “chiquita-je”, utilizado muchas veces por losadultos para los actos más expuestos,en parte por ser menores y, por ende,

con menor imputabilidad. La policíaes el contrincante principal, frente alque sienten el temor de “perder” (lavida). Un temor difundido en estos jó-venes es el “bolsazo”, es decir la as-fixia por una bolsa de polietileno, loque en el lenguaje de la represión sellamaba el “submarino seco”.

Hay un tema más que marca unadiferencia clara con la experiencia queDubet describe en los jóvenes fran-ceses marginados, cuyo mundo estáteñido de gris y sus acciones violentasy en general vandálicas son la mues-tra de una violencia expresiva frente aese horizonte descolorido. En nuestrocaso, las narraciones están tambiénmarcadas por rupturas, expulsiones, to-nos grises. Pero lo único realmente ex-citante de sus relatos es la descripciónde los hechos delictivos. Las descrip-ciones se asemejan a fragmentos detelefilmes, de películas de acción: es-cenas descriptas con lujo de detalle enlas que por primera vez ellos son losprotagonistas. Miedo, sudor frío, adre-nalina, velocidad, todo se juega en esasescenas en continuado en las que lastensiones se generan y resuelven en elmismo momento. Sospechamos quemuchas veces mienten o exageran susrelatos, sobre todo en las hazañas físi-cas que describen. Pero no importa,esa exageración muestra una sensuali-dad de las experiencias que no debedescartarse al analizar el sentido de suaccionar.

La drogas y el alcohol aparecen enestas historias, pero sus protagonistasno son, por lo general, adictos. No hayheroína, que genera adicción física, nicrack, que genera violencia. Hay símarihuana, un poco de cocaína ybastante “pasta” (medicamentos) mez-clada con alcohol. A pesar de las ideasreinantes, una encuesta del Ministeriode Justicia de la Nación muestra queprácticamente el 100% de los apre-hendidos en delitos no estaban bajoefectos de las drogas ni del alcohol.Por lo que no puede establecerse unlazo causal entre drogas, alcohol y ac-tos delictivos. Establecer, como se ha-ce en los discursos más corrientes enel país, un lazo causal entre drogas ydelitos lleva a políticas públicas de unalto costo humano y económico, sinningún efecto en el problema.

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Por último, nada de lo descriptohasta aquí sería posible sin la facili-dad de acceso a las armas que estosjóvenes experimentan. Compra, alqui-ler, destajo, comodato, son sólo algu-nas de las formas de contratación exis-tentes en un denso mercado ilegal dearmas —de todo tipo y calibre— alque estos jóvenes acceden fácilmente.No profundizamos en este tema, sim-plemente porque implicaba un riesgopara los investigadores, al afectar a lapolicía y a las fuerzas de seguridad.Pero es necesario dejar claro que, sinla intensa circulación de armas ob-servada, ninguna de las accionessería posible y, en consecuencia,

ninguna política será eficaz sin uncontrol del circuito legal e ilegal deeste mercado.

A modo de conclusión

Pese al pesimismo que se pueda des-prender acerca del futuro de nuestrasociedad, hay otra mirada posible ynecesaria. Como afirma I. GonzálezBombal, estos jóvenes pueden ser ca-racterizados como el “último eslabónde la integración social”, pero aúnestán dentro del territorio de la inte-gración. De hecho, el mundo del tra-bajo, la pregunta por el futuro y hasta

la escuela figuran dentro de sus hori-zontes. Y ésta es una diferencia cen-tral si comparamos nuestro trabajo conlos estudios sobre jóvenes que delin-quen en otros países latinoamericanoso en Estados Unidos: allí las fantasíasde integración —si algunas veces hu-bieran existido— ya se han desvane-cido. Es imprescindible que la socie-dad argentina vuelva a plantearseseriamente la problemática de la inte-gración y de la exclusión social. Ellono implica de ningún modo dejar delado los temas centrales de la cuestiónsocial tradicional, como por ejemplo,el conflicto de clases. Se trata más biende articular unas y otras problemáti-cas sociales para dar cuenta de la com-plejidad actual.

En el caso concreto de la violenciaurbana, las políticas represivas que hoydominan el debate público son en pri-mer lugar cuestionables desde una pos-tura ética y política; además, por lascaracterísticas de los actores y las ló-gicas que guían sus acciones, tales me-didas se basan en supuestos errados.Son entonces, ineficientes para el cum-plimiento de los propios objetivos quese proponen. Por ello, debatir hoy so-bre la orientación que se les está im-primiendo resulta crucial si lo que re-almente interesa es la integraciónsocial y el futuro de una parte de lasnuevas generaciones. Es preciso unamplio cuestionamiento de la socie-dad argentina sobre sí misma y enparticular, sobre sus temores y fan-tasmas a fin de deslindar en el inte-rior de sus incertidumbres, aquelloque la lleva a construir enemigos fun-dados en el temor al otro y a su pro-pio futuro.

Referencias bibliográficas

Altimir, O. y Beccaria, L., El mercado detrabajo bajo el nuevo régimen económi-co en la Argentina, Santiago de Chile,CEPAL-Serie Reformas Económicas 28,1999.

Castel, R., Les métamorphoses de la questionsociale, París, Fayard. 1995.

Dubet, F., La galère, jeunes en survie, París,Fayard, 1987.

Svampa, M., Individualismo y nuevos procesosde subjetivación. Una aproximación a lateoría social contemporánea, mimeo, 1999.

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Clases medias, cuestión social y nuevos marcos de sociabilidad

Maristella Svampa

Hacia la dualización de las clasesmedias

La teoría social ha acuñado varias ca-tegorías para conceptualizar la socie-dad en la época de la globalización:“sociedad red” (M. Castells), “moder-nidad tardía” (A. Giddens), “sociedaddel riesgo” (U. Beck) o “sociedad mun-dial” (N. Luhmann), entre ellas. Másallá de las profundas diferencias teóri-cas que encubren estas denominacio-nes, lo cierto es que la mayoría de losautores coinciden en señalar no sólo laprofundidad de los cambios sino tam-bién las grandes diferencias que es po-sible establecer entre la más “tempra-

na” modernidad y la sociedad actualque, para todos, se caracteriza por ladifusión global de nuevas formas deorganización y por la reestructuraciónde las relaciones sociales; es decir, porun conjunto de cambios de ordeneconómico, tecnológico y social queapuntan al desencastramiento de losmarcos de regulación colectiva desa-rrollados en la época anterior. Granparte de los debates actuales sobre la“cuestión social” giran en torno a lasconsecuencias perversas de este pro-ceso de mutación estructural.

En la periferia globalizada, esasconsecuencias han resultado más de-sestructurantes que en los países del

centro altamente desarrollado, dondelos dispositivos de control público ylos mecanismos de regulación socialsuelen ser más sólidos, y los márge-nes de acción política, un poco másamplios. En Argentina, la inflexión es-tructural tuvo lugar durante la décadamenemista, aunque muchos de sus pa-sos previos se gestaron durante la últi-ma dictadura militar. A mediados dela década del noventa, la nueva carto-grafía social argentina ya revelabauna creciente polarización entre los“ganadores” y los “perdedores” delmodelo.

Con una virulencia nunca vista, elproceso de dualización se manifestódentro de las clases medias. La pro-funda brecha entre ganadores y perde-dores echó por tierra la representaciónde una clase media fuerte y cultural-mente homogénea, cuya expansión alo largo del siglo XX confirmaba suarmonización con los modeloseconómicos implementados. Sin em-bargo, la crisis de los ochenta y losfuertes ajustes de los noventa, termi-naron por desmontar el anterior mo-delo de “integración”, poniendo en te-la de juicio las representaciones deprogreso y toda pretensión de unidadcultural y social de los sectores me-dios. La dimensión colectiva del pro-ceso de movilidad social descendentearrojó del lado de los “perdedores” avastos grupos que incluyen emplea-dos y profesionales del sector público,sobre todo provincial, anteriormente“protegidos”, ahora empobrecidos, engran parte como consecuencia de las

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nuevas reformas encaradas por el es-tado neoliberal en el ámbito de la sa-lud, de la educación y de las empresaspúblicas. Los acompañan trabajadoresautónomos y comerciantes desconec-tados de las nuevas estructuras comu-nicativas e informativas que privile-gia el orden global. Del lado de los“ganadores” se sitúan diversos grupos,compuestos por personal altamente cali-ficado, profesionales, gerentes, empre-sarios, asociados al ámbito privado, engran parte vinculados a los nuevos ser-vicios, y caracterizados por un feliz aco-plamiento con las nuevas modalidadesestructurales. Esta franja engloba, porencima de las asimetrías, tanto a los sec-tores altos, como a los sectores mediosconsolidados y en ascenso.

El hecho es, pues, doble. Por unlado, la fractura social provocó un de-bilitamiento, si no la ruptura, de loslazos culturales y sociales entre los di-versos estratos de la vieja clase me-dia. Recordemos que los primeros es-tudios sociológicos sobre los “nuevospobres”, como el de Minujín y Kess-ler, ofrecieron verdaderos relatos et-nográficos de esta “caída”, y ayuda-ron a descorrer el velo que todavíaconservaba una pobreza definida co-mo de “puertas adentro”. Los testimo-nios también mostraron cómo la caídade las antiguas barreras de distincióniba acompañada del desarrollo de nue-vas estrategias de diferenciación res-pecto de los “pobres estructurales”, so-bre la base de recursos y competenciasmayores. Pero los avatares de la caídapusieron en evidencia, de manera ca-da vez más contundente, la crecientedistancia social de los “nuevos pobres”respecto de los “ganadores” de su pro-pia clase. Esta afirmación nos lleva aconsiderar el segundo aspecto de estefenómeno, menos estudiado en nues-tro ámbito: las nuevas formas de vin-culación desarrolladas entre aquellosque se encuentran en las franjas exito-sas de los sectores medios, por un la-do, y los sectores altos de la sociedadargentina, por el otro.

Nada ilustra mejor este proceso dereconstitución de los marcos de socia-bilidad que una primera aproximaciónsociológica a las consecuencias de losnuevos patrones de segregación espa-cial, desarrollados en la última déca-

da. Nos referimos al proceso de su-burbanización de algunos grupos me-dios y medios altos, a partir de la cre-ciente expansión de urbanizacionesprivadas, entre las cuales se destacanlos barrios privados y los countries,aunque también deben incluirse laschacras y los megaemprendimientos(pueblos o ciudades privadas). Loscuatro casos se ven afectados en di-verso grado tanto por la expansión dela comercialización que tiene lugar apartir de 1996, que impone menos res-tricciones cualitativas para ser propie-tario, como por la simultánea amplia-ción de la red vial (Acceso Norte,Acceso Oeste, Autopista Ezeiza, Au-topista Buenos Aires-La Plata). Hoyexisten más de cuatrocientos empren-dimientos de countries y barrios ce-rrados, sólo en la Región Metropolita-na de Buenos Aires; el fenómeno seextiende también a otras grandes ciu-dades del país (Córdoba, Mendoza,Rosario) y a algunas medianas.

La difusión de esta nueva ofertainmobiliaria puso a la Argentina ensintonía con otros países latinoameri-canos, donde el fenómeno no es nue-vo (“condominios” en Brasil y otrasvariantes de comunidades cercadas enMéxico o Venezuela). En estos países,durante los últimos años, también semultiplicaron las urbanizaciones priva-das, en gran medida como expresiónde una nueva lógica de ocupación delespacio urbano, en correspondenciacon el orden económico global. En estesentido, el fenómeno aparece ligadoal proceso de terciarización registradoen las áreas cercanas a las grandesmetrópolis, constituidas en verdaderas“ciudades globales” (S. Sassen).

¿Cuáles son los actores centralesde este proceso de segregación espa-cial, hoy relevante en Argentina?¿Existe una tipología de urbanizacio-nes privadas? ¿Cuáles son las conse-cuencias mayores del nuevo fenóme-no? Nos gustaría intentar algunasrespuestas, aunque fueran sumarias.1

Las actoresde la segregación espacial

Quienes se hallan en el centro de laexpansión de esta oferta inmobiliaria

son mayoritariamente matrimoniosjóvenes (entre 30 y 40 años) pertene-cientes a las clases de servicios —so-bre todo, sectores gerenciales y profe-sionales—, con hijos pequeños, buenascredenciales educativas y, en general,con ingreso de ambos cónyuges, prin-cipalmente ligados al sector privado.

¿Por qué llamarlas clases de servi-cios? La denominación se impone, pe-se a la escasa conceptualización queencontramos en nuestro medio acer-ca de las clases medias. Entre aque-llos que realizaron aportes en este te-rreno se destaca el sociólogo inglésJ. Goldthorpe quien, a comienzos delos ochenta, apoyándose en el fuerteincremento registrado en el sector deservicios, retomó la categoría “clasede servicios”, acuñada por el austro-marxista Karl Renner. Para Goldthor-pe,2 la clase de servicios se distinguede la clase obrera por realizar un tra-bajo no productivo, aunque la dife-rencia básica se ve reflejada en la ca-lidad del empleo. En efecto, se tratade un trabajo donde se ejerce autori-dad (directivos) o bien se controla in-formación privilegiada (expertos, pro-fesionales). Así, este tipo de trabajootorga cierto margen de discrecionali-dad y autonomía al empleado, pero lacontrapartida resultante de esta situa-ción es el compromiso moral del tra-bajador con la organización, dentro deun sistema claramente estructurado entorno a recompensas y sanciones.

Como señala R. Crompton,3 mu-chos de estos investigadores reco-nocían la deuda que tenían para conLa distinción (1979), sin duda el me-jor texto de la prolífica obra de PierreBourdieu. Allí, el sociólogo francés nosólo trazaba el mapa de los gustos delas diferentes clases y fracciones de

1. Esta es una investigación en curso que for-ma parte del programa “Trabajo, Integración yFormas de sociabilidad. Dilemas en la Argenti-na de Hoy”, de la Universidad Nacional de Ge-neral Sarmiento.2. J. Goldthorpe, “The service class revisited”,en VV.AA., Social Change and the Middle Clas-ses, Londres, Sage, 1995. Al trabajo inicial deGoldthorpe siguió un debate en el que partici-paron Urry, Giddens, Savage, Esping Ander-sen, entre otros.3. R. Cromptom, Clase y estratificación. Unaintroducción a los debates actuales, Madrid,Tecnos, 1994.

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clase, sino que exploraba la asocia-ción (causal) entre ocupaciones emer-gentes y nuevas pautas de consumo.En efecto, Bourdieu constataba el as-censo de un nuevo grupo social, tantodentro de la burguesía como de la pe-queña burguesía, que se correspondíacon una todavía indeterminada franjade nuevas profesiones; básicamente in-termediarios culturales (vendedores debienes y servicios simbólicos, patro-nes y ejecutivos de turismo, periodis-tas, agentes de cine, moda, publicidad,decoración, promoción inmobiliaria),cuyo rasgo distintivo se resumía enun nuevo estilo de vida, más distendi-do, más hedonista, en contraste con lavieja burguesía austera y con la cris-pada pequeña burguesía consolidada.La descripción de Bourdieu tenía pun-tos en común con la ofrecida, esemismo año, por dos autores nortea-mericanos que denunciaban la emer-gencia de una “cultura del narci-sismo” disociada de la lógica produc-tivista del capitalismo; pero el tonoestaba lejos de constituir un llamadoal sentido de la historicidad (Chris-topher Lasch) o a la renovación moral(Daniel Bell).

Tres ejes mayores articularon losdebates en torno a las “clases de ser-vicios”. El primero, de corte analítico,remitía a la ya conocida dificultad deconceptualizar las clases medias, cu-yas fronteras sociales siempre han si-do, por definición, bastante vagas yfluidas. A esto había que añadir la cre-ciente heterogeneidad ocupacional delas sociedades modernas. Por esta

razón, Savage4 propuso distinguir tressectores de acuerdo a diferentes tiposde calificación o capital: la propiedad(la clase media adquisitiva, empresa-rial); la cultural (empleados profesio-nales) y la organizacional (empleadosjerárquicos o profesionales con fun-ciones administrativas). El segundo ejese refiere específicamente a los com-portamientos políticos de la nueva cla-se media. Pese a que el debate reedi-taba un clásico sobre el tema de lasclases intermedias (su vocacióncongénita por las coaliciones políticas,a raíz de la ambigüedad de su posi-ción en la estructura social), la cues-tión adquiría un nuevo sentido a la luzdel declive manifiesto de las clases tra-bajadoras. En este contexto, la urgen-cia por detectar las preferencias políti-cas de un actor que se revelaba comoportador de un nuevo estilo de vida,no constituía un dato menor. Lo ciertoes que, mientras algunos autores pen-saron, con la mirada puesta en las con-ductas radicales de los pasados años60, en la posibilidad de una “coopera-ción” entre clase de servicios y clasetrabajadora, otros optaron por subra-yar la tendencia de aquella por buscaralianzas con los sectores altos de lasociedad.5 El tercer eje remitía a lafragmentación visible en el sector deservicios, en vistas de la aparición deun proletariado de servicios, ligado atareas poco calificadas, integrado porverdaderos servidores de la clase deservicios en cuestión.

Para completar este cuadro, recor-demos que la literatura sobre los lla-

mados nuevos movimientos sociales delos años 60 y 70, coincidía en señalarel rol protagónico de las nuevas cla-ses medias (feministas, estudiantes,ecologistas, regionalistas, movimien-tos por la paz, entre otros), portadorasde los llamados valores postmateria-listas, referidos a la calidad de vida.En este período, analistas como Tou-raine y Melucci, pondrían de mani-fiesto la relación entre la crecientereflexividad de estos actores y la pro-ducción de nuevas normas e identida-des. Más aún, Melucci aconsejaría cen-trar el análisis de las transformaciones,no tanto en las acciones de protestacomo en los “marcos sumergidos” dela práctica cotidiana.

Los diagnósticos, en gran parte op-timistas, fueron superados por la cru-da realidad de los años 80,6 signadapor el creciente proceso de desafec-ción de la vida pública, claramenteacompañado por el pasaje de lo colec-tivo a lo individual. Otra vez, las cla-ses medias encarnaban el ejemplo másacabado de este nuevo vaivén, a travésdel deslizamiento de las exigencias deautorrealización desde la esfera públi-

4. Savage et all., Property, Bureaucracy andCulture, Londres, Routledge, 1992.5. Savage aseguraba que el sector “organiza-cional” era de base más conservadora, mientrasque el sector “cultural” se hallaba más cercanoa partidos radicales.6. La descripción de estos cambios ideológi-cos se apoyaba también en un “nuevo”diagnóstico cultural, que no podía desdeñar laafinidad electiva existente entre las nuevas cla-ses medias descriptas tempranamente por Bour-dieu y la cultura postmoderna.

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ca al ámbito privado. En este ya notan nuevo contexto, la afinidad de es-tos grupos sociales con posicionespolíticas conservadoras (apelando auna seducción individualista de nuevocuño, como Margaret Thatcher, en In-glaterra, o Carlos Menem, en Argen-tina) resultaba un corolario de esta in-flexión. Por otro lado, las imágenesvenían a confirmar, de manera defini-tiva, la centralidad del ciudadano-con-sumidor en detrimento de la figura delproductor. El proceso de fuerte mer-cantilización de los valores postmate-rialistas aparecía como inevitable y,sus consecuencias, impredecibles. Másaún si tenemos en cuenta que la estan-darización y posterior condensación deestos valores en nuevos “estilos de vi-da rurales” fue realizada en consonan-cia con las pautas de integración y ex-clusión del nuevo orden global. Laruralidad idílica (la expresión es de J.Urry) requería, por ello, la elección deun apropiado contexto de seguridad.

En fin, sin querer restar especifici-dad nacional al fenómeno de las urba-nizaciones privadas, lo cierto es queel caso argentino resulta una ilustra-ción más de la convergencia entre una“ruralidad idílica” crecientementemercantilizada y una fragmentada cla-se de servicios, operada en un cuadrode acusada fragmentación social e in-cremento de las desigualdades. Esta“ruralidad idílica” crecientementemercantilizada condensa fórmulas es-tandarizadas que sintetizan valores re-feridos a la “vida natural”, a la crian-za de los niños en contacto con elverde y el aire puro, a la importanciade una sólida educación, a una cre-ciente simetría de los roles masculi-nos y femeninos. No olvidemos tam-poco que el nuevo estilo de vida que

proponen los countries y los barriosprivados encuentra como portavocesa los grandes agentes inmobiliarios,cuyo mensaje se ve multiplicado sába-do a sábado a través de los suplemen-tos “country” que reparten los dos ma-tutinos mayores del país. En ellos, laespacialización de las relaciones so-ciales aparece como un supuesto, undato naturalizado, oculto tras un dis-curso pródigo en elogios a cualquiernuevo emprendimiento en nombre del“mejoramiento de la calidad de vida”,aunque dentro del mismo se dibujencon nitidez los contrastes entre nichosevocados y segmentos sociales dife-renciados. En segundo lugar, con elconcepto fragmentada clase de servi-cios queremos recordar que en Argen-tina la ruptura operada dentro de lossectores medios fue mucho más acen-tuada que en otros países. Se multi-plicó la brecha existente entre dife-rentes sectores de servicios: entre elámbito público y el privado; entreaquellos que se adecuaron a los cam-bios tecnológicos y aquellos que que-daron descalificados. En verdad, nospreguntamos si la categoría “clases deservicios” no debería ser revisada unavez más, a partir del ingreso en una eramarcada por la inestabilidad laboralque, para el caso argentino, afecta in-cluso a los sectores competitivos quese hallan en la cúspide.

A esto debe agregarse que la cre-ciente visibilidad de las disparidadessociales, así como la ineficiencia delos sucesivos gobiernos, tanto para sa-lir de la recesión económica como pa-ra dar cuenta de las demandas socia-les de integración, provocaron unaumento exponencial de la violenciaen las relaciones sociales. No nos co-rresponde analizar aquí la relación en-

tre delito y exclusión social. Sólo que-remos dejar constancia de que, en to-dos los sectores sociales, la prolifera-ción de crímenes y delitos contra lapropiedad, agudizaron un sentimientode fragilización de los lazos socialesque trajo como correlato una deman-da de mayor protección y seguridad.La demanda de seguridad surge en-tonces como uno de los motivos ma-yores a la hora de justificar la elec-ción por una urbanización privada,aunque por sí sola no pueda constituirel eje de un “nuevo estilo de vida”.

En suma, la constitución de áreasrurales selectas aptas para este estilode vida, como los countries y los ba-rrios privados, aparece como un coro-lario de este conjunto de procesos.

Hacia una tipologíade las urbanizaciones cerradas

Para investigar este fenomeno, reali-zamos numerosas visitas a urbaniza-ciones privadas. El relato de tres deellas puede servirnos para avanzar unasuerte de tipología. En el primer caso,se trata de un country de la zona nor-te, con veinticinco años de antigüedad,ubicado a unos 37 km de la Capital,en Escobar. Hasta hace poco tiempo,fue un country de clase media alta,pero la acelerada evolución que sufrióen los últimos diez años terminó pormodificar su conformación social in-terna, hoy menos homogénea. Esto serefleja tanto en la arquitectura de lascasas como en el tamaño de los lotes(de 500 metros cuadrados, para los an-tiguos, hasta 1500 metros, para losnuevos). Las viviendas antiguas sonde tamaño mediano, dispuestas en blo-ques, muy pegadas, apenas separadas

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por una calle estrecha, tal como pode-mos encontrar en un barrio porteñocomo Villa del Parque. Hay nuevasviviendas, de mayor envergadura, pe-ro nada ostentosas. Sin embargo, enlos terrenos recientemente adquiridos,frente al ondulado green de la canchade golf, comenzaron a erigirse algu-nas mansiones al mejor estilo Holly-wood. La pareja que visitamos estabaconformada por una exitosa bioquími-ca que trabaja en el sector privado yun empresario nacional en bancarro-ta. La “modesta” casa en la cualvivían desde hacía tres años no eranueva. Estuvimos unas tres horas conellos, tiempo durante el cual discuti-mos acerca de cuestiones ligadas a lasegregación espacial, a la socializa-ción, a los modelos de familia, a lasformas de ciudadanía, en fin, a la in-faltable dupla seguridad/estilo de vi-da. El marido, que al principio se habíamanifestado reticente y hasta agresi-vo, accedió poco a poco a confiarnoscon tranquilidad su “visión de lascosas”.

En el segundo caso, se trata de unbarrio privado típico. Allí el contactofue con un arquitecto de unos 30 años,quien, además de construir barrios pri-vados en la zona norte, acababa demudarse, junto con su esposa analistade sistemas, a uno de ellos, con buenacceso a la Panamericana, cerca deMaschwitz. El barrio era pequeño yhabía sido desforestado para facilitarlas construcciones. Frente a nosotrosse extendía un panorama relativamen-te “desolador”: sobre lotes de 600 me-tros y una vegetación escasa, se habíanerigido viviendas de dos pisos, muysimilares unas de otras, la mayoría pre-fabricadas, listas para vender a travésdel sistema housing (compra de la ca-sa terminada). Cuando el arquitectonotó nuestro estupor, evocamos los ar-gumentos típicos de la imaginería ru-ral, acerca del verde, el entorno natu-ral y la vida deportiva, que ahí noestaban presentes. Por toda respuesta,él nos invitó a andar en bicicleta, nosin antes agregar que no nos preo-cupáramos por nuestras pertenenciasy que no era necesario cerrar con lla-ve el auto. Recorrimos el barrio endos ruedas, mientras el arquitecto nosaconsejaba respirar el aire sano del

campo. Al pasar, hizo alusión a los“mediocres clasemedieros” que repro-ducían, casa tras casa, un masificadoestilo californiano. La suya era una delas pocas excepciones en el barrio yreflejaba con orgullo su estetizada vi-sión de la vida. Finalmente salimosdel pequeño barrio privado y cruza-mos la ruta para entrar a otro barrioprivado, de mayores dimensiones, cu-ya visión, si bien no tenía nada de des-lumbrante, contrastaba con la austeri-dad del paisaje que acabábamos dedejar. El arquitecto explicó el porquéde la visita: no era infrecuente que unaempresa madre construyera barrios pri-vados hermanados, pero socialmentediferenciados; un “hermano menor”,algo modesto, destinado a una clasemedia ajustada, con sistema housing,y un “hermano mayor”, ostentoso, pa-ra la clase media alta, con club-housey alguna infraestructura deportiva que,bajo ciertas garantías, puede ser usu-fructuada por el “hermano menor”.

En nuestra tercera incursión nosaprestamos a trasponer el umbral deuno de los countries más exclusivosde la era menemista, ubicado en el par-tido de Malvinas Argentinas, a unos32 km de la capital. Aquí también tu-vimos, como en el primer caso, unaimpresión de déjà vu, sólo que estavez la referencia iba exclusivamentehacia las lujosas mansiones de BeverlyHills, que tanto exhiben los telefilmesnorteamericanos. El country tiene diezaños de antigüedad y es sólo para re-sidentes permanentes. Las viviendasson fastuosas y los lotes amplios, dedos mil metros, de diferentes estilos,con verdaderos detalles de lujo. En re-alidad, no sabemos si lo que nos im-presionó primero fue la elocuencia dela riqueza o su homogeneidad. Entrela variada infraestructura deportiva deuso común, se destaca la hípica.Cuenta además con dos club-houses,uno de los cuales era el casco de es-tancia de una conocida familia patri-cia. El country ostenta, como atractivoadicional, uno de los colegios bilingüesmás respetados entre la elite del país.En fin, estábamos a punto de pisar unalujosa residencia de estilo francés: allínos recibiría una mujer menor de 40años, analista de sistemas, que trabajaen una empresa familiar. La entrevis-

ta fue, por momentos, tensa y difícil.La mujer se mantuvo en una posiciónde alerta constante. No contestó mu-chas preguntas que se le hicieron y nomanifestó ningún interés por explayar-se. Pese a ello, sus gestos se caracte-rizaban por una cortesía distante, pro-pia de los sectores altos. La entrevistafue relativamente corta y las barrerasmuy altas.

En el primer caso, que podemosdenominar Tipo I, nos encontramos an-te un “country antiguo”. O para decir-lo de manera más simple, un club decampo, originariamente concebido co-mo “segunda residencia” y dotado deuna intensa vida social interna así co-mo una diversificada actividad depor-tiva intercountry. Claro que los hayde variado tipo, desde los countriesselectos y elitistas, venidos a menos,algunos con un pasado marcadamenteantisemita, hasta los pretenciososcountries de clase media. Pero todosellos, hoy en día, tienen una pro-blemática común, la que no sin pro-vocación denominaremos como unproceso de trasvasamiento generacio-nal y social, a partir del desplazamien-to de los countriestas de fin de sema-na por residentes permanentes, quienesya constituyen el 50% de la pobla-ción. En líneas generales, los nuevosresidentes, liderados por los matrimo-nios jóvenes, conciben el estilo de vi-da de modo más pragmático y menosostentoso que sus predecesores. Todosellos consideran que el country debeactualizar sus servicios en función delos nuevos ocupantes, ajustándose tan-to a sus demandas como a sus pautasde consumo. Las nuevas demandasaluden a una mayor infraestructura,mayor reglamentación (normas de ur-banismo), marcos de sociabilidad des-tinados a la contención social (espa-cios de juego y guarderías para losmás chicos, mecanismos de control so-cial para los siempre problemáticosadolescentes), en fin, mayor partici-pación en la toma de decisiones. Esteproceso es acompañado por cambiosimportantes en la conformación socialinterna, especialmente en countries declase media alta, literalmente invadi-dos por matrimonios jóvenes de la cla-se media de servicios, con menor po-der adquisitivo que los anteriores

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ocupantes. Más aún, la masificaciónde los últimos años evidencia, en al-gunos casos, una suerte de conflictoentre las estrategias de marketing es-cogidas y las estrategias de distinciónconservadas. Pero, por lo general, conraras excepciones, la transición regis-tra un esfuerzo de adaptación al nue-vo perfil social y generacional delresidente.

En el segundo caso, el Tipo II, nosencontramos con la oferta más difun-dida en la actualidad: los barrios pri-vados. Los hay de dos tipos: los depequeñas dimensiones, que están enel centro de la expansión inmobilia-ria, destinados a una clase media típi-ca, cuyo valor clave reside en la segu-ridad; y los de clases medias altas(muy minoritarias, pues éstas prefie-ren los countries),7 que presentan unabuena calidad paisajística y alguna in-fraestructura de servicios. Estas urba-nizaciones aparecen en forma de red,con “manchones” dentro de los cualesse sitúan numerosos barrios privadosy algunos countries antiguos.

Es posible diferenciar dos tipos deredes: aquellas que bordean los gran-des corredores viales, en donde lasnuevas urbanizaciones privadas apa-recen articuladas con los nuevos ser-vicios (shoppings, multicines y, sobretodo, los infaltables colegios privadosbilingües). En la zona norte, este fe-nómeno es representado de manera pa-radigmática por el partido de Pilar, queconcentra una gran parte de esta clasede emprendimientos. Sus residentesdesarrollan vínculos de exterioridadcon los antiguos habitantes del lugar,con los cuales sólo mantienen una re-lación de cliente-proveedor (con co-merciantes y proletariado de servicio).El segundo tipo de red, de menor ta-maño, se inserta cerca de conocidoscentros urbanos, como sucede en Be-llavista (zona de sectores medios al-tos, en el partido de San Miguel). Eneste caso, se trata de habitantes origi-narios del lugar, en su mayoría co-merciantes y profesionales, para quie-nes la mudanza no viene a modificarlas prácticas anteriores (amistades,hábitos de consumo, escuelas, vida so-cial). Aun así, comienzan a cristali-zarse lugares de sociabilidad común(por ejemplo, una confitería, para las

mujeres; el club de golf, para los hom-bres). Sin embargo, como en los pri-meros, el cambio aparece sintetizadoen un nuevo estilo de vida, que enal-tece los valores de seguridad; la des-preocupación por llaves y rejas; lavuelta al “barrio”, ilustrada por la po-sibilidad de que los niños jueguen enla “calle”.

En fin, en ninguno de los dos ca-sos se puede afirmar que exista unared social homogénea: barrios priva-dos de “medio pelo” proliferan juntoa unos pocos destinados a la clase altay algunos countries de larga trayecto-ria. Estos dos últimos siempre consti-tuyen el polo de referencia en la red,si bien existen pocos vínculos forma-les entre ellos, en términos de comu-nicación o acción conjunta.

Por último, en el tercer caso o Ti-po III, se encuentran los countries re-cientes, exclusivamente destinados ala clase alta y media alta, ocupados ensu mayor parte por residentes perma-nentes. Desde el punto de vista social,la población es más homogénea queen los countries antiguos. Algunos po-seen suficientes marcas de estatus yatraen por ello a countriestas de altonivel socio-económico, que no sopor-taron la masificación de los antiguoscountries de los cuales proceden.

Pese a que esta tipología es la me-nos representada en términos absolu-tos, a la hora del análisis resulta par-ticularmente interesante concebirlacomo una especie de laboratorio, querefleja en estado puro gran parte delas situaciones características de la ma-yoría de las urbanizaciones privadas.En efecto, es aquí donde aparece concontundencia la figura de la comuni-dad cercada y autocentrada, con esca-sas relaciones de sociabilidad con elmundo exterior. Proveedores que pro-vienen de localidades vecinas tanto co-mo el proletariado de servicios queingresa cada mañana (jardineros, plo-meros, jornaleros de la construcción,domésticas, niñeras) usan la entradade servicio y son atendidos por uni-formadas mucamas. No es necesariotrasponer los muros del country: todopuede ordenarse telefónicamente (des-de la tintorería hasta el servicio de la-vado del auto); todo puede resumirseen una suerte de delivery a tiempo

completo. Entre los residentes hay unnúcleo tradicional de apellidos patri-cios; pero también muchos matrimo-nios de altos funcionarios o profesio-nales que viajan diariamente a lacapital. Además, es muy típico encon-trar mujeres que “complementan” elingreso familiar con alguna actividadde servicio realizada en el mismocountry (profesoras de gimnasia, ma-estras jardineras, terapistas, artesanas,etc.) o, simplemente, que no trabajan.Cuando es el caso, la existencia de uncolegio dentro del predio termina porotorgar al country verdaderas carac-terísticas de ghetto, hecho reforzadopor el contraste que este espacio amu-rallado ofrece con el entorno, jalona-do de villas miserias y barrios policla-sistas venidos a menos. Así, para hacerfrente a un entorno miserable y la ma-yor parte de las veces, hostil, y conti-nuando con una tradición que provie-ne de los antiguos clubes de campo,cada country tiene su comisión dedi-cada a las actividades de beneficen-cia, a partir del cobro de una cuotamensual que se incluye en los gastoscomunes, junto con las expensas.

Aquí los problemas de socializa-ción se expresan también en estadopuro. El vandalismo adolescente, quees un problema más que trivial paralos countries antiguos, ha sido com-plementado por la aparición del van-dalismo infantil, como es el caso delcountry que describimos más arriba.Así, durante 1999, en apenas un mes,se registraron doce actos vandálicos,llevados a cabo por niños entre 9 y 12años, que irrumpieron en viviendas enconstrucción o apenas terminadas, re-alizando importantes destrozos. No sonpocos los que reflexionan acerca delas consecuencias de una “cultura dela opulencia” (son chicos “que se abu-rren” porque lo tienen todo) y/o demodelos familiares en crisis (padres“abandónicos” que “largan” a sus hi-jos al country, o familias desestructu-radas por los divorcios). Para enfren-

7. En términos financieros, la diferencia entreun country y un barrio privado no sólo resideen el costo del lote, sino en el precio de lasexpensas. Mientras que un barrio privado abo-na unas expensas que oscilan en los $120, loscountries pagan, servicios comunes incluidos,entre $ 350 y $ 500 por grupo familiar.

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tar este problema, se refuerzan los me-canismos de control social sobre niñosy adolescentes y las autoridades delcountry amplían sus funciones porquese ven obligadas a proporcionar mar-cos de integración social, que antesaseguraban los espacios públicos y lasinstituciones educativas.

Como se advierte, las urbanizacio-nes privadas manifiestan la emergen-cia de nuevas formas de sociabilidad,atravesadas por un incipiente conjun-to de complejas problemáticas, nosiempre comunes. A través de esta ti-pología, sólo se ha querido sugerir al-gunas de ellas. Esta exploración ini-cial debería examinar otros dos temas:el de las nuevas condiciones de socia-lización; y el de la perdida homoge-neidad cultural de las clases medias.

A modo de inevitable conclusión

El actual proceso de suburbanizaciónha sido descripto por los urbanistascomo el desplazamiento de un mode-lo de “ciudad abierta”, básicamente eu-ropeo, centrado en la noción de espa-cio público y en valores como laciudadanía política y la integración so-cial, hacia un régimen de “ciudad ce-rrada”, según el modelo norteameri-cano, marcado por la afirmación deuna ciudadanía “privada”, que refuer-za la fragmentación social. Durantemucho tiempo en nuestro país, estemodelo de “ciudad” abierta se asentó,incluso con sus deficiencias, sobre unamatriz social que suponía el reconoci-

miento explícito de una sociedad de-mocrática, atravesada por vínculosjerárquicos reales. Así, si es posiblecaracterizar la integración social e in-dividual como un proceso que articularelaciones horizontales (dentro de ungrupo social) con lazos verticales (conotros grupos de la estructura social) através de diferentes marcos de socia-lización, la ciudad “abierta” aportabano pocos de esos “espacios”. Dichos“espacios” de socialización (por ejem-plo: lugares públicos como una plaza,la esquina de un barrio o los patios deun colegio del estado) proveían al in-dividuo de una orientación doble,hacia adentro y hacia fuera de su gru-po social, y aparecían como contex-tos propicios para una socialización“exitosa”.

Por otro lado, este proceso de seg-mentación social termina de diluir lahomogeneidad cultural de la antiguaclase media. En efecto, en las nuevascomunidades cercadas, la exitosa cla-se media de servicios ahora sólo secodea con los ricos globalizados. Des-de allí comienza a “interiorizar” la dis-tancia social, desarrollando un cre-ciente sentimiento de pertenencia ydesdibujando los márgenes confusosde una culpa, como resabio de la an-tigua sociedad integrada. No olvide-mos que sus hijos ahora sólo compar-ten marcos de socialización con niñosde clase alta. Así, mientras los cole-gios privados facilitan la llave de unareproducción social futura, los espa-cios comunes de la comunidad cerca-da contribuyen a “naturalizar” la dis-

tancia social. De modo que, aunque lacuestión atente contra nuestra tradicio-nal “pasión igualitaria” (J.C.Torre),hay que reconocer que la fractura so-cial desarticuló las formas de sociabi-lidad que estaban en la base de unacultura democrática, desplegando ensu lugar una matriz social másjerárquica y rígida. Las urbanizacio-nes privadas se encuentran entre lasexpresiones más elocuentes de estafractura, pues asumen una configura-ción que afirma, de entrada, la seg-mentación social (a partir de un acce-so diferencial y restringido), reforzadaluego por los efectos multiplicadoresde la espacialización de las relacionessociales (constitución de fronteras so-ciales cada vez más rígidas).

En suma, todo parece indicar que,pese las diferencias en términos de ca-pital (sobre todo, económico y social)y de antigüedad de clase, las clasesaltas y una franja exitosa de las clasesmedias de servicios, devienen partíci-pes comunes de una serie de expe-riencias respecto de los patrones deconsumo, de los estilos residencialesy, en algunos casos, de los contextosde trabajo; en otras palabras, de losmarcos culturales y sociales que dancuenta de un entramado relacional, quese halla en la base de nuevas formasde sociabilidad. Consumada la fractu-ra dentro de las clases medias y ase-gurado el despegue social, los “gana-dores” mismos van descubriendo, díaa día, tras las primeras incongruenciasde estatus, algo más que una crecienteafinidad electiva.

Punto de Vistaincluye los sumarios

de sus edicionesen la base de datos

Latbook(libros y revistas).

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Los estallidos en provincia: globalización y conflictos locales

Javier Auyero

Los recientes episodios en el norte dela provincia de Salta, donde cientosde desempleados bloquearon la rutanacional 34 durante casi diez días hastaser brutalmente reprimidos por la gen-darmería nacional y la policía local,no son hechos aislados. Santiago delEstero en 1993, Jujuy entre 1993 y1995, San Juan, Córdoba, Río Negroen 1995, Neuquén en 1997, Corrien-tes durante buena parte de 1999, pornombrar sólo algunos, dan cuenta delsurgimiento de un nuevo fenómeno so-cial. Durante la última década el inte-rior argentino se ha transformado enun espacio de protesta colectiva vio-lenta. Con la crisis de las economías

regionales, la corrupción generalizadade los gobiernos provinciales y los re-currentes intentos de los gobiernos na-cionales por imponer el “ajuste estruc-tural” en las provincias, nuevas formasde beligerancia popular —bloqueos decalles, rutas y puentes; ataques a edifi-cios públicos y a residencias de funcio-narios y políticos locales; uso de las pla-zas para acampar en señal de protesta(“aguantes” como se llamó en Corrien-tes)— se están generalizando. Algunosobservadores tematizan el surgimientode un nuevo repertorio de acciones co-lectivas con nuevos y diversos actoresy demandas, con nuevos modos de ex-presión y usos del espacio.

Una sociología rigurosa de estasformas de acción colectiva debería co-menzar por cuestionar las categoríasde “estallido” o “explosión”, usadastanto en intervenciones políticas co-mo en los medios o las declaracionespoliciales. La mayoría de estas pro-testas pueden ser caracterizadas comoprotestas glocales en la medida en queson producto de la interacción entrefuerzas globales y dinámicas locales.Cierto es que, en última instancia, lacrisis de la deuda externa y el “ajusteestructural” son las causas de la olade acción colectiva en el sur globali-zado. Pero estas fuerzas y determina-ciones externas nunca impactan demanera directa en la protesta. En otraspalabras, la identificación de los fac-tores macro y su relación con esta olade protesta difiere del examen de lacadena causal que la produce. Paracomprender la génesis de las protestasen el interior, la atención debe cen-trarse en el campo de protesta, en elensamble de mecanismos y procesosque se hallan en la raíz de la formu-lación de reclamos colectivos; estecampo es mediador entre las fuerzasglobales y las “explosiones” locales,refractando, como un prisma, los de-terminantes externos en términos desu propia lógica.

La crónica de los meses anterioresa las protestas de Santiago del Esteroen 1993 y Corrientes en 1999 intentademostrar que, si bien los intentos porimplementar medidas de ajuste preci-pitaron los hechos, el período de ten-sión que precedió a la “explosión”

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—que determinó su forma y violen-cia— comprende procesos y mecanis-mos extremadamente relevantes. Mu-chos de ellos se relacionan tanto conlas “medidas de austeridad” que el go-bierno nacional exigió, como con lageneralizada corrupción de los gobier-nos provinciales y municipales. Lasdescripciones que siguen, entonces, noresponden a un orden cronológico si-no a una secuencia determinada poresos procesos y mecanismos. Entreellos: la decreciente autoridad guber-namental; la escalada de protesta públi-ca; la polarización del campo políticoen dos extremos antagónicos y su con-secuente trazado de límites entre “no-sotros” y “ellos”; los esfuerzos de in-termediación entre los distintos actoresde la protesta que culminan en coali-ciones de oposición; el surgimiento denuevos actores —antes pasivos o sincompromisos previos— que formulanreclamos; la disrupción en la vida co-tidiana de los ciudadanos; y los cons-tantes esfuerzos de las élites locales(políticos y autoridades eclesiales) porvalidar o invalidar las acciones dequienes protestan.

Santiago del Estero, 1993

El 16 de diciembre de 1993, en la pro-vincia de Santiago del Estero, milesde empleados municipales y provin-ciales, maestros primarios y secunda-rios, jubilados, trabajadores del sectorinformal, y jóvenes desempleados, in-vadieron, destruyeron e incendiarionla casa de gobierno, los tribunales, lalegislatura, y las residencias de másde una decena de políticos y de undirigente sindical. No hubo muertos;dos participantes en la protesta y al-gunos policías sufrieron heridas de gra-vedad.

¿Cuáles eran las demandas de los“enfurecidos”? Reclamaban salariosimpagos, en varios casos con tres ocuatro meses de retraso, y protestabancontra lo que percibían como una co-rrupción generalizada del gobiernoprovincial. El “estallido” —así lo de-nominaron los medios nacionales yprovinciales— era esperado por ob-servadores y por participantes. Seisaños después del episodio, un perio-

dista local1 admitía que, en ese mo-mento, el “estallido se veía venir por-que la cosa estaba in crescendo”. Unoficial de la policía, encargado de laprotección de la casa de gobierno, te-nía la misma sospecha: “Yo sabía quealgo grande se estaba gestando”. Par-ticipantes del episodio también lo defi-nieron como parte de una ola que ha-bía comenzado temprano en 1993: “Loque pasó en diciembre se venía desa-rrollando desde hacía varios meses”,me comentaron en reiteradas ocasio-nes. Se referían así a la escalada quecomprendió marchas, huelgas, mani-festaciones, clases públicas, tomassimbólicas de edificios públicos, in-tentos de invasión a la casa de gobier-no, y repetidos enfrentamientos con lapolicía local.

En los meses que precedieron a la“explosión”, quienes protestaron se en-frentaron con lo que el principal pe-riódico de Santiago caracterizó comoun “gobierno paralizado”, con una ad-ministración inmovilizada por una“crisis institucional” sin precedentes,con un “vacío de poder”. Poco más dedos meses antes del 16 de diciembre,el gobernador —víctima de ferocesdisputas internas en el Partido Justi-cialista y presionado por el gobiernonacional para que ejecutara un ajustefiscal— renunció, dejando su lugar alvice-gobernador. Durante varias sema-nas (mientras trataba de forjar sin éxi-to una alianza con el caudillo local yex-gobernador Juárez, a fin de desig-nar a los miembros de su gabinete), elnuevo gobernador, Fernando Lobo, re-cibió fuertes presiones del gobierno na-cional: a los efectos de obtener fon-dos para pagar a los cada vez másactivos y violentos empleados públi-cos, el gobierno provincial debía pro-mulgar una ley “ómnibus” de ajusteque implicaba el despido masivo deempleados estatales contratados, lasuspensión retroactiva de aumentos sa-lariales desde febrero de 1993, ladesregulación de un conjunto de acti-vidades públicas y privadas, la descen-tralización de los servicios públicos, yel apoyo decidido a las privatizacio-nes —en otras palabras, la ya conoci-da receta neoliberal. El mensaje delgobierno nacional era claro: ajuste ointervención federal. En esta situación

el gobierno provincial tenía todo queperder, porque la rebaja de salarios oel despido de centenares de emplea-dos públicos no pacificaría la protes-ta, que por cierto incluía un reclamosalarial, sino que la haría crecer adimensiones impredecibles, como ocu-rrió cuando el parlamento local fi-nalmente aprobó la ley el 12 de no-viembre.

Cuando los rumores acerca de laley ómnibus comenzaron a generali-zarse, nueve sindicatos formaron el“Frente Gremial de Lucha” para “unirtodas las fuerzas de los trabajadorescontra la ley”.2 En su documento inau-gural, el frente responsabilizaba a lospoderes ejecutivo, judicial y legislati-vo, por la suerte de los empleadospúblicos y los ciudadanos en general,y exigía la investigación y el castigode los “responsables del caos econó-mico y social”. Algunos días más tar-de, el frente convocó a una marcha ala casa de gobierno y los tribunalespara obtener una entrevista con el go-bernador y demandar “el castigo delos culpables del robo y la corrupción”.Estos reclamos apuntaban a un hechosimple pero fundamental: quienes pro-testaban no sólo lo hacían por sus sa-larios impagos y su oposición a losdespidos masivos, no sólo estaban “lu-chando contra el ajuste”, sino que tam-bién exigían el fin de la corrupción.

Los protagonistas de la moviliza-ción se preguntaban por qué ellos de-bían pagar el precio del ajuste cuandolos funcionarios locales “se volvían ri-cos”. Durante 1993, los multimillona-rios escándalos de corrupción fueronnota de tapa del principal diario localcasi semanalmente. “Serias irregulari-dades” fueron denunciadas en la dis-tribución de viviendas y tierras. Loscomedores infantiles de los barrios po-bres también soportaron “oscuros arre-glos” y se cerraron porque los fondosenviados por el gobierno nacional de-saparecieron misteriosamente. Se habíagastado más de un millón de dólares

1. Excepto en los casos en que se indica unafuente, las citas provienen de entrevistas querealicé durante julio y agosto de 1999.2. Obras Sanitarias, Asociación Bancaria,CISADEMS, AMED, SADOP —maestros—,ASEJ —empleados del poder judicial—, ATADy UOEM.

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en obras públicas nunca ejecutadas;cientos de vehículos comprados por elestado provincial desaparecieron; elPAMI local estaba en crisis presunta-mente debida al vaciamiento realiza-do por un conocido funcionario. Díasantes de la “explosión”, los habitantesde Santiago se enteraron de que va-rios funcionarios y políticos localeseran cómplices en un mercado de car-ne clandestino. Funcionarios y políti-cos, en los meses previos al 16 de di-ciembre, se acusaban mutuamente de“ladrones y corruptos”, admitiendopúblicamente los escándalos, aunquenadie asumía su responsabilidad.

La corrupción extendida fue un ele-mento central de la protesta, no sóloporque los protagonistas la ubicaronen el núcleo de sus demandas sino por-que el “uso poco claro del dineropúblico” (como lo fraseó un grupo decuras católicos) habla de la manera enque el ajuste fiscal es procesado a ni-vel local. Durante 1993 el gobiernonacional —siguiendo las “recomenda-ciones” del FMI y del Banco Mun-dial— insistió en la implementacióndel ajuste fiscal en las provincias, en-tre ellas, Santiago del Estero. Ya nose financiarían administraciones pro-vinciales sobredimensionadas e inefi-cientes, provincias “inviables” segúnel etnocéntrico decir del entonces mi-nistro Cavallo. Sin embargo, a pesarde esta presión (y de la amenaza de laintervención federal), el gobierno na-cional nunca cesó de enviar fondos algobierno provincial. ¿Las razones? Enese momento el presidente Menem es-taba embarcado en su intentos re-elec-cionarios y contaba con el apoyo deSantiago del Estero. Esto es crucialpara entender cómo el ajuste se pro-cesa a nivel provincial y cómo se re-laciona con la protesta.

Algunos periodistas locales argu-mentan que, dado que la provincianunca había recibido tantos fondos delgobierno nacional como en ese mo-mento, atribuir la “explosión” de di-ciembre al ajuste es un error, “porqueno ha habido ningún ajuste en la pro-vincia de Santiago del Estero”. El 16de diciembre, sostienen las mismasfuentes periodísticas, el pueblo de San-tiago castigó a una clase política co-rrupta carente de principios y de auto-

ridad moral. Si bien esta interpreta-ción pasa por alto el hecho de que laprotesta se incrementó significativa-mente desde la ley ómnibus,3 apunta aun factor mediador fundamental en laecuación simplificadora: ajuste = pro-testa. El ritmo negociado del ajuste(entre élites locales y nacionales) y laforma de la acción colectiva popularse influyen mutuamente.

El gobierno nacional intentaba im-poner ajustes presupuestarios sin per-der el apoyo del gobierno local. Este,a su vez, resistía el ajuste porque suimplementación erosionaría su basemás segura: una bien aceitada maqui-naria electoral cuyo recurso funda-mental es la distribución de puestospúblicos. La resistencia al ajuste secombinaba con la generalización (ycreciente publicidad) del nepotismo,ejercido fundamentalmente en la apro-piación de los fondos federales. Así,cuanto más nos acercamos al escena-rio del conflicto, es más evidente quela corrupción gubernamental está enla raíz de la rebelión.

Mientras la corrupción se extendíaentre los funcionarios, la “ostenta-ción de una clase política privile-giada” —como varios periodistas es-cribieron luego del “estallido”— sevolvía más notoria4 y el ajuste se tor-naba más amenazador, nuevos actoresse sumaron a la ola de protesta. Comolo muestran los diarios anteriores al16 de diciembre, muchos empleadospúblicos admitían frente a los perio-distas lo “sorprendidos” que estabanal encontrarse marchando y gritandoen las plazas públicas, porque “es laprimera vez en la historia de esta re-partición que hay una manifestación”.La semana anterior a los saqueos y lasquemas, en una resolución “sin prece-dentes en la historia del comercio enSantiago del Estero”, la cámara de co-mercio decidió realizar una huelga endemanda de “una solución a la crisiseconómica y de medidas para repararel orden moral”. Negocios, supermer-cados y estaciones de servicio cerra-ron sus puertas por un día, y organi-zaron un apagón como símbolo deprotesta contra el gobierno (desde sep-tiembre las ventas habían sufrido unadisminución de entre 30% y 90%, yun número inusual de comercios ha-

bía solicitado la quiebra). Monjas ycuras católicos también se sumaron ala protesta en la plaza principal de San-tiago,5 ofreciendo sus mediaciones yexpresando su solidaridad con un“pueblo inocente que, no teniendo nin-guna responsabilidad en el uso pococlaro del dinero público, es privadode su salario”. Nuevos actores y nive-les de participación sin precedentesson dos de las características definito-rias de esta ola de beligerancia popu-lar. Como recordaban dos protagonis-tas de los eventos del 16 de diciembre:“Gente que nunca antes iba a las asam-bleas aparecía...”; “Eran las reunionesmás grandes que se hayan visto”.

En diciembre, la mayoría de losempleados públicos no había recibidosus salarios durante tres meses (casila mitad de los asalariados en la ciu-dad de Santiago son trabajadores delsector público), el estudiante prome-dio había asistido a sólo cincuenta díasde clase (debido a la huelga de maes-tros), muchas zonas de la ciudad care-cían de agua potable (porque algunosfuncionarios presuntamente se habíanapropiado de los fondos para comprarel cloro necesario al sistema de puri-ficación), y cortes de electricidad afec-taban a barrios enteros de la parte nortede la ciudad dejándolos sin luz niagua.6 Esta disrupción de las rutinas yexpectativas cotidianas afectaba a ca-si todos los residentes de la ciudad,incluso a las fuerzas policiales. En di-ciembre, estas tenían sus salarios im-pagos con deudas de entre dos y tresmeses. Además estaban divididas porun fraccionalismo interno que habíasido objeto de varias notas periodísti-cas. Un oficial de la policía me dijo:

3. En las tres semanas que separan la aproba-ción de la ley y el “estallido” final, se intensi-fican las marchas, demostraciones, cortes de trá-fico, huelgas, que en la primera quincena dediciembre superan las treinta.4. “Ellos se compraban autos último modelo,importados, tiraban la plata. Iban a los clubes ala noche....champagne, minas, y todo eso”, con-taba una activa participante en los hechos.5. “Eso llamaba mucho la atención porqueera una cosa nueva en la política”, me comen-taba otro participante en las manifestacionescallejeras.6. Como me aseguraron algunos participantesen la protesta, era “un caos terrible...esta ciudadvive al ritmo de la administración pública, sialgo pasa ahí, lo sentimos todos”.

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“No nos habían pagado en tres me-ses...no teníamos ni ropa, los unifor-mes estaban destruidos...Yo estaba conmucha bronca por la falta de capaci-dad y liderazgo de mis superiores…La política siempre estuvo metida enla fuerza, todos los ascensos se hacíanpor política”. Una semana antes del16 de diciembre, la policía decidió ira la huelga, mientras los jefes intenta-ban “levantar la moral” de la fuerza.

El 17 de diciembre, después delsaqueo e incendio de dos casas de po-líticos locales en la ciudad vecina deLa Banda, la protesta se había termi-nado. El gobierno nacional envió cien-tos de soldados de la Gendarmería eintervino los tres poderes. La interven-ción federal llevó a cabo el ajuste demanera parcial sin una oposición sig-nificativa. El empleo público se redu-jo en un 30% en 1994.

Corrientes, 1999

Seis años y un día habían pasado des-de el “santiagueñazo” cuando otro es-tallido conmocionó el interior del país,esta vez en la provincia de Corrientes.Cientos de empleados públicos y es-tudiantes bloquearon durante casi unasemana el puente que conecta Corrien-tes con Resistencia. Cincuenta parti-cipantes del bloqueo y nueve gendar-mes fueron heridos, dos personasmuertas, y treinta y ocho arrestadas,cuando tropas de la Gendarmería Na-cional atacaron a los manifestantes yevacuaron el puente utilizando gaseslacrimógenos y balas de goma (aún seestá investigando de dónde provinie-ron las balas que mataron a las dospersonas).

¿Qué demandaban los manifestan-tes? Reclamaban el pago de salarios(con atrasos de hasta cinco meses),protestaban contra despidos en la ad-ministración pública y pedían “casti-go a los responsables de la situación”—un grito contra la corrupción del go-bierno. “No vamos a dejar el puentehasta que nos paguen el último peso”,decían a los medios. No era esta laprimera vez que se bloqueaba el puenteen señal de protesta, tampoco era laprimera vez que los correntinos apare-cían en los medios nacionales con sus

manifestaciones: como el santiagueña-zo, lo que ocurría se había estado ges-tando desde hacía varios meses.

A partir de marzo se incrementó lafrecuencia de las protestas y el núme-ro de manifestantes. Como en Santia-go, las maestras fueron las primerasen tomar las calles, demandando elaguinaldo adeudado desde diciembre.En abril el sindicato de maestros lide-ró marchas masivas. El 11 de mayo sesumaron otros empleados públicos (ju-diciales y administrativos) y bloquea-ron el puente General Belgrano porprimera vez en el año. Desde enton-ces la protesta siguió con “marchas ymanifestaciones, huelgas (de emplea-

dos públicos), la huelga docente” y unauto-acuartelamiento policial.

Las manifestaciones redoblaron suintensidad e incluyeron cada vez másempleados públicos, estudiantes y de-sempleados, en medio del crecientefraccionalismo de las élites gobernan-tes. Desde abril, se depuso a dos go-bernadores en rápida sucesión y se re-movió al intendente (y caudillo local)de Corrientes, quien fue arrestado ba-jo cargos de apropiación y uso ilegalde fondos públicos. Los dos goberna-dores y el intendente (los tres pertene-cientes al Partido Nuevo) fueron des-plazados por una coalición de partidosopositores (peronistas, radicales, au-tonomistas liberales) que acusaba algobernador Braillard Poccard de lide-rar una administración fraudulenta eincompetente. Unas semanas despuésde la suspensión del gobernador, la cá-mara de diputados de la provincia de-cidió intervenir el municipio de Co-rrientes y destituir al intendente TatoRomero Feris, bajo cargos de corrup-ción administrativa (entre otras cosas,se lo acusaba de apropiarse de las do-naciones realizadas a las víctimas delas inundaciones).

El nuevo gobernador Perié enfren-tó una situación complicada. La ad-ministración estaba en quiebra luegodel monumental aumento de la deudaprovincial contraída por el gobiernoanterior. Entre 1993 y 1999 (presumi-blemente los años del ajuste) el gastopúblico al igual que la deuda crecie-ron en la provincia de manera vertigi-nosa (la deuda pasó de 561 a 1400millones). ¿De dónde provenía el di-nero? Después de la provincia de LaRioja, Corrientes fue la más favore-cida por los Aportes del Tesoro Na-cional. Las razones de este privilegio—como en el caso de Santiago delEstero— fueron estrictamente políti-cas. La administración del PartidoNuevo había sido una incondicionalaliada del presidente Menem (algunosanalistas sostienen que su misma cre-ación, a raíz de una división del Par-tido Autonomista Liberal, fue unamaquinación del menemismo). Los de-talles no importan aquí, lo relevantees que Corrientes tenía en ese momen-to algunas cosas en común con lasotras tres provincias afectadas por la

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escalada de protesta (Tierra del Fue-go, Neuquén y Tucumán). Las cuatroprovincias eran gobernadas por parti-dos provinciales aliados con el gobier-no nacional (aliados también en el se-gundo intento re-eleccionario deMenem), todas se beneficiaron confondos adicionales del gobierno fede-ral y ninguna había “ajustado” su eco-nomía de acuerdo con los lineamien-tos del ministerio de economía. Esosfondos fueron, en parte, a parar a losbolsillos de funcionarios corruptos yen parte a financiar la desorbitante ex-pansión del empleo público (si bienlos números son materia de disputa,varias fuentes sostienen que la muni-cipalidad incrementó su planta de2.000 a 7.000 empleados en unos po-cos años). Indudablemente, el incre-mento del empleo público es la formacon la que los gobiernos provincialesenfrentan el aumento del desempleocausado por la devastación de las eco-nomías regionales (se calcula que enla provincia de Corrientes la tasa dedesempleo sin empleo público sería de25,7% de la población económicamen-te activa). Pero, además, con el em-pleo público el gobierno provincialcrea y mantiene su maquinaria clien-telista. Igual que el PJ en Santiago delEstero, el Partido Nuevo en Corrien-tes hizo un uso discrecional del em-pleo público con fines electorales.

La nueva coalición en el gobiernoenfrentó tres desafios diferentes aun-que relacionados: uno proveniente delPartido Nuevo, el otro del gobiernonacional que amenazaba con la inter-vención federal, y el tercero, de losmiles de empleados públicos que, des-de el 7 de junio, acamparon en la pla-za principal de la ciudad de Corrien-tes, rebautizada “Plaza del aguante yla dignidad”.

El Partido Nuevo no abandonó elgobierno provincial ni municipal pa-cíficamente. Al aumentar las disputasentre el partido de gobierno y la coa-lición opositora, crecieron los enfren-tamientos entre militantes de amboslados. El 11 de junio, días antes de laremoción del gobernador del PartidoNuevo, dos de sus militantes fueronbaleados. Ese día, sus seguidores ocu-paron la legislatura durante 48 horasprotestando contra la expulsión de

Braillard. El nuevo gobernador Periéasumió el 3 de julio en medio de ata-ques a las oficinas de los partidos dela coalición, presuntamente a cargo demilitantes del Partido Nuevo. La ofi-cina de la UCR fue totalmente des-truida por el fuego. Días más tarde,un concejal del Partido Liberal y acti-vo participante en la protesta contra elPartido Nuevo fue atacado en la puer-ta de su casa, sin sufrir heridas (nue-vamente, el ataque fue atribuido a ac-tivistas del Partido Nuevo). El 7 dejulio, manos anónimas intentaron in-cendiar la casa del presidente, radical,

de la cámara de diputados. Miembrosdel Partido Nuevo fueron también víc-timas de ataques. Trescientos mani-festantes asaltaron la estación de ra-dio y la residencia de un periodistalocal adepto a Tato Romero Feris, acu-sándolo de “mercenario del aire”. Susguardaespaldas tiraron sobre la multi-tud, aunque no hubo heridos. Tato Ro-mero Feris amenazó con movilizar asus seguidores contra el nuevo gobier-no argumentando: “No puedo conte-ner a mi gente”. Algunos días despuésde ser depuesto, admitió ante perio-distas que miembros de su partido ha-bían tratado de resistir su desalojo deledificio municipal: “Intentaron man-tenerlo bajo nuestro control... yo meopuse a esta resistencia pero si estosigue así va a llegar un momento enque... esto va a terminar en un estalli-do, estamos al borde de un estallido…Si prendemos una chispa esto va a ter-minar en un enfrentamiento armadoentre nuestros hermanos”. Un mes mástarde, cuando ya era claro que seríaarrestado bajo cargos de corrupción,Romero Feris reiteraba sus amenazas:“Si me arrestan, no voy a controlar alos militantes del Partido Nuevo, yono soy responsable de lo que hagan”.Se refería a los ataques a las oficinasy a las personas por los que esos ac-tivistas eran ya muy conocidos en laciudad.

Con el gobierno provincial en quie-bra y en medio de la escalada de laprotesta y la violencia, el gobierno na-cional comenzó a considerar la inter-vención federal. A fin de evitar su re-emplazo por funcionarios federales yrecibir fondos para pagar a los belico-sos empleados públicos, el nuevo go-bierno debió implementar un “duroajuste”, que consistía en un extensoprograma de reducción de gastos y pri-vatizaciones, incluyendo la venta delbanco provincial y de la compañía deenergía. El ajuste, de acuerdo al man-dato nacional, debía concentrarse enla municipalidad de Corrientes, que te-nía un exceso de aproximadamente5.000 empleados. Como sostuvo elnuevo gobernador, admitiendo implí-citamente la vinculación entre cliente-lismo y empleo público: “La munici-palidad de Corrientes tiene 7.000empleados cuando nunca tuvo más de

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2.000... Esto es un disparate. Tenemosque reducir el número de miembrosdel Partido Nuevo que fueron contra-tados con fondos públicos”. Así, co-mo en Santiago seis años antes, el nue-vo gobierno se enfrentaba a unasituación en la que tenía todo que per-der: ajuste (que significaba más pro-testa) o intervención. Y, como en San-tiago, el gobierno federal dudaba sobrela intervención (que hubiera evitadola “explosión” final) por razones es-trictamente políticas. El 12 de juniofuncionarios de la administración na-cional sostenían: “No tenemos interésen comprar este desastre a cinco me-ses de dejar el gobierno”. Cuando asu-mió la Alianza, las dudas continua-ron, porque, si había que “ajustar”, elgobierno nacional prefería no recibirlos “costos políticos”.

No es una reconstrucción posteriora los episodios lo que indica que la“explosión” final era muy probable.Desde junio, cerca de 200 carpas ocu-paban la plaza frente a la legislatura.Las primeras carpas fueron levanta-das por los maestros; una semana des-pués no había más lugar en la plaza,cuando los trabajadores del interior dela provincia ocuparon los últimos lu-gares vacíos. Abogados, choferes deómnibus escolares, trabajadores mu-nicipales, maestras jardineras, emplea-dos judiciales, trabajadores de sanidad,incluso familiares de agentes de la po-licía provincial, tenían sus carpas, yno todos estaban representados por sussindicatos. Bajo el nombre de “auto-convocados”, fracciones disidentes deestos sindicatos se unieron a la pro-testa.7 La plaza se convirtió en la re-presentación espacial de los esfuerzosmediadores de los diferentes sindica-tos y fracciones por confluir en unacoalición opositora.

En esa plaza se organizaron lasmarchas y demostraciones, también loscortes de tráfico en las calles de laciudad y en el puente. El 7 de junioantes de trasladarse a la Plaza 25 deMayo y rebautizarla Plaza del aguan-te, cerca de 25.000 personas bloquea-ron el puente General Belgrano. Enmenos de una semana, los “placeros”intentaron entrar en la legislatura cuan-do se enteraron de que un aliado delintendente Tato Romero Feris —prin-

cipal blanco de crítica y reclamo delos manifestantes— se podía conver-tir en el nuevo gobernador.

Durante junio trabajadores del sec-tor público bloquearon las calles prin-cipales de la ciudad en repetidas oca-siones. Guardias de la prisión local,maestros y trabajadores del transporteorganizaron huelgas mientras que gru-pos de profesionales del sector priva-do manifestaban en las calles por pri-mera vez en el transcurso del año.Estos trabajadores no sólo reclamabansus salarios, sino que pedían ser aten-didos por las autoridades, “defendien-do nuestro derecho a ser escuchados”como se lee en uno de los panfletosdistribuidos en la plaza. Como soste-nía una maestra el 4 de julio: “No nospagaron 3 meses. No tenemos nadapara nuestras necesidades básicas.Organizamos marchas, pedimos reu-niones, pero nadie nos atendió”. Tam-bién reclamaban “justicia” —esto es,el juzgamiento de los “ladrones y co-rruptos”, según se lee en otro volante.El mejor resumen que encontré sobrelas demandas de los placeros provienedel título de uno de estos volantes dis-tribuidos en la plaza (Aguanta. Hojadel Pueblo Correntino Autoconvoca-do). El título dice: “¿Salarios o justi-cia?” y al pie de página se lee: “Sala-rios y justicia”. Las demandas semodificaron en el transcurso de la pro-testa. Después de que los funcionariosdel Partido Nuevo fueron expulsados,y probablemente fortalecidos por loque se percibía como una victoria delos “placeros”, los líderes de la protestacomenzaron a demandar una “real yefectiva democratización” de las agen-cias del estado, “la administración po-pular de los recursos públicos”, y el ce-se de los despidos en la administración.

La plaza se convirtió en un “sím-bolo de rebelión”. Hacia fines de juliocerca de 3.000 manifestantes interrum-pieron el tráfico en el puente GeneralBelgrano durante dos días. La gendar-mería evacuó el puente con balas degoma y gases lacrimógenos, despuésde repetidos enfrentamientos en losque los manifestantes respondieron alataque con piedras y retomaron el con-trol parcial del puente. El desalojo delpuente ocupó dos horas y doce mani-festantes resultaron heridos. Tres se-

manas más tarde, el puente era blo-queado nuevamente por centenares depersonas durante intervalos de 15 mi-nutos. Antes de la “explosión” de di-ciembre, el puente fue bloqueado unavez más: el 23 de noviembre cerca de4.000 empleados públicos marcharondesde el centro de la ciudad hasta elpuente, interrumpiendo el tráfico, endemanda de sus, por entonces, cuatromeses de salarios impagos.

Contrariamente a lo que se espera-ba, el nuevo gobierno provincial nocondenó las acciones de los manifes-tantes. Miembros de la coalición go-bernante que destituyó al PartidoNuevo reconocieron en repetidas opor-tunidades la importancia de los “pla-ceros” (quienes siguieron las sesionesde la legislatura por los altoparlantesque transmitían los eventos en la pla-za) en la remoción del gobernador ydel intendente. Como un miembro dela coalición afirmó: “La gente en laplaza nos dio fuerza (para desplazaral gobernador)”. Ese mismo día, elnuevo gobernador admitía que teníanque obtener fondos del gobierno fede-ral en forma inmediata “porque la pla-za del aguante y la dignidad no nos vaa dar mucho tiempo para que encon-tremos una solución… Si no encon-tramos una solución, el apoyo de lagente va a durar sólo unas horas”. Enotra entrevista, el nuevo gobernadorreconocía la relevancia de la protesta:“En Corrientes nunca hubo una mani-festación popular tan importante. Laprotesta fue capaz de destituir a TatoRomero Feris… no podemos traicio-nar su confianza… la gente de la pla-za sabe que yo no soy un mago. Y situvieron tanta paciencia con Tato, tie-nen que tener un poco de pacienciaconmigo”. Un mes más tarde, cuandolas maestras decidieron continuar suhuelga, el nuevo gobernador afirma-ba: “Cuando recibamos más fondos va-mos a pagar los salarios. Respetamosla decisión de los maestros de seguircon su protesta hasta que reciban sussalarios”. Cuando una delegación dela Plaza del aguante marchó a Buenos

7. También en Santiago del Estero, uno delos grupos más activos era el de los docentes“autoconvocados”, la fracción disidente del sin-dicato de maestros más importante.

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Aires con la intención de acampar enla Plaza de Mayo, el gobernador Periése identificó con ellos diciendo que“los correntinos estamos a punto deperder la paciencia… si no recibimosuna solución, el pueblo de Corrientessabrá que hacer”.

Estos son algunos de los episodiosque demuestran la validación del“aguante” por parte de los funciona-rios del gobierno, validación que pro-venía también de otro importante ac-tor en la política local: la iglesiacatólica. En repetidas oportunidades,las autoridades eclesiásticas recono-cieron la legitimidad de las deman-das y de la “lucha”. Un cura, frente ala multitud reunida en la plaza, dijo:“Señor, nuestro pueblo pide por lafuerza necesaria para mantener sudignidad”.

Por su parte, miembros del PartidoNuevo, en especial su líder Tato Ro-mero Feris, desacreditaban a los ma-nifestantes como “falsos representantesde la voluntad popular”, manipuladospor intereses externos a la provincia.A menos de una semana de instaladoel campamento en la Plaza 25 de Ma-yo, el entonces intendente se refirió aellos como militantes de partidos po-líticos, o gente traída del interior deCorrientes y de otras provincias. Ar-gumentando que eran menos de lo quelos medios afirmaban, repetía las acu-saciones que las élites han sostenidoen más de una oportunidad: los que serebelan no forman parte de las “masasinocentes”, sino que son instigados poragitadores externos. En una entrevistaTato Romero Feris sostuvo: “Esta esgente de Quebracho, de Patria Libre,y de otros grupos de izquierda. Sonlos mismos que andan dando vueltaspor la ciudad como vándalos, creandouna falsa sensación de caos”. Hastaque fue arrestado repitió estas acusa-ciones.

Hacia mediados de diciembre, elbloqueo del puente General Belgranohabía dejado a la ciudad de Corrientes“prácticamente aislada”. Miles de ma-nifestantes tuvieron repetidos enfren-tamientos con la gendarmería durantelos seis días que duró el bloqueo. Losnegocios estaban cerrados por temor alos saqueos o por el desabastecimien-to. Prácticamente no había habido cla-

ses durante el año, la mayoría de losempleados públicos estaban en huel-ga, como así también la policía,8 y ca-si todos los servicios sociales (inclui-dos los comedores infantiles) estabansuspendidos. En otras palabras, la vi-da cotidiana era un completo desor-den dado que —como en Santiago—la ciudad vivía “al ritmo de la admi-nistración pública” (las ventas comer-ciales habían disminuido 80% en unospocos meses).

El caudillo más importante de laprovincia, Tato Romero Feris, estababajo arresto en una clínica local. Ha-cia mediados del mes, luego de habersido testigo de la rápida sucesión detres gobernadores en medio año, laprovincia tenía de facto dos goberna-dores: uno elegido por la nueva legis-latura9 y otro apoyado por la coali-ción. Después de que el gobiernonacional decidiera, por fin, la inter-vención federal, la gendarmería repri-mió brutalmente a los miles de mani-festantes que bloqueaban el puente,con violaciones a los derechos huma-nos que fueron oportunamente denun-ciadas.

Analogías

Corrientes y Santiago son conocidascomo tierras de caudillos. El Tata Juá-rez fue gobernador por primera vezen Santiago en 1949 y a los ochentaaños, en 1999, se convirtió en gober-nador por quinta vez. Tato Romero Fe-ris fue gobernador entre 1993 y 1997e intendente de la capital entre 1997 y1999. Parte de una familia que contro-ló la política provincial por décadas,es aún el caudillo local más importan-te. Ambos dominan la política en pro-vincias cuyo estereotipo ha sido el detranquilas y dóciles. Los “estallidos”,se dijo reproduciendo el clisé, viola-ron la “proverbial calma” de los co-rrentinos y la “mansedumbre santia-gueña”.

En la raíz de ambos episodios deviolencia colectiva, sin embargo, hayalgo más que superficiales similitudes.Ambas “explosiones” son el resultadode procesos largos que comienzan conel fracaso de las autoridades en el cum-plimiento de sus compromisos: por

ejemplo, el pago de los salarios a susempleados. Esta decreciente capaci-dad pone a los primeros manifestan-tes en las calles (en ambos casos, cu-riosamente, los maestros). Se da unaescalada de protesta en frecuencia, ta-maño y violencia (de reuniones en lascalles y marchas, a intentos de ocupa-ción de los edificios públicos, bloqueode puentes y calles e invasión, saqueoy quema de residencias privadas y edi-ficios públicos), mientras nuevos ac-tores se suman a los manifestantes. Setrata de dirigentes sindicales, militan-tes de partidos, pero también actoresque, normalmente, son moderados, co-mo abogados, médicos, comerciantes,y otros empleados públicos que, co-mo afirmaban ante los medios de co-municación, “estamos haciendo estopor primera vez en la vida”. Un acti-vo participante en el “santiagueñazo”me dijo: “Esas eran las reuniones másgrandes a las que haya ido… genteque nunca antes iba a las asambleasaparecía por primera vez”. Entre losnuevos actores hay que contar tam-bién las facciones disidentes de losgremios que rechazaban los lideraz-gos establecidos (en ambos casos bajoel nombre de “autoconvocados”). To-dos legitimaban su protesta en la va-lidación de las autoridades, funciona-rios del gobierno (más en Corrientesque en Santiago, donde los manifes-tantes se enfrentaron a lo que uno des-cribió como un “muro de silencio”) yla iglesia católica.

En la medida en que nuevos acto-res se sumaban a la protesta, unos li-derazgos se consolidaban y emergíanotros nuevos, en un esfuerzo por for-mar una coalición. El “Frente de Lu-cha” fue el resultado de estos esfuer-zos de intermediación en Santiago; laPlaza del aguante y la dignidad se con-virtió en la manifestación espacial deesos esfuerzos en Corrientes. Al con-verger en un solo frente, el espaciopolítico entre los manifestantes y los

8. La policía estaba dividida en dos fraccio-nes, los leales a Tato y los que apoyaban alnuevo gobierno.9. En octubre el Partido Nuevo ganó las elec-ciones provinciales y pudo revertir la destitu-ción de Braillard, quien intentó entrar a la casade gobierno liderando un marcha de 2.000 se-guidores.

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objetos de sus reclamos se profundi-zó. En ambos casos, al aumentar lamovilización callejera, se volvió cadavez más difícil no tomar partido poralguno de los dos —y solo dos— po-los del conflicto, con los empleadospúblicos o con el gobierno. En otraspalabras, al aumentar y solidificarselos lazos entre los manifestantes, elespacio entre ellos y el gobierno sevolvió más amplio y un límite deline-ando a un “nosotros” versus un “ellos”comenzó a tomar forma. Lo que co-menzó como el conglomerado de ma-estros, judiciales, empleados del trans-porte, etc., en reclamo de sus salarios,se transformó, en diciembre, en unnuevo colectivo: “el pueblo” contra “laclase política”.

La corrupción gubernamental, enambos casos, alimentó la creación deesta línea divisoria entre nosotros yellos, y sumó resentimiento a la de-sesperación que los manifestantes sen-tían por sus salarios impagos. El ne-potismo demostró a los manifestantesque el gobierno no sólo no podía cum-plir sus compromisos sino que sus fun-cionarios no tenían voluntad para ha-cerlo. La desesperación trascendió alos empleados públicos porque su fal-ta de pago afecta a la mayoría de loshabitantes de estas ciudades adminis-trativas. Tanto en Corrientes como enSantiago, no hubo clases en las escue-las durante meses y el funcionamientode los servicios sociales básicos esta-ba interrumpido. La disrupción de lavida diaria y la amenaza a rutinas co-tidianas figuran en el primer plano de

los relatos de los manifestantes en losmeses que preceden a las “explosio-nes” finales.

Cierto es que en ambos casos setrata de empleados públicos que re-claman sus salarios, pero la escaladay el “estallido” final no pueden seranalizados solamente en términos dedemandas. La protesta floreció debidoa una apertura provista por la relativadebilidad de los gobiernos provincia-les y por sus divisiones internas; debi-lidades y divisiones que, en ambos ca-sos, afectaron a las fuerzas policiales.En otras palabras, tanto en Corrien-tes como en Santiago, las crisis gu-bernamentales son “ventanas deoportunidad” frente a las cuales losmanifestantes responden. Los ma-nifestantes hicieron algo llamativa-mente nuevo —quemaron tres edi-ficios públicos y una docena deresidencias privadas, acamparon du-rante casi seis meses frente a la legis-latura local y bloquearon un puenteimportante. Todo esto lo hicieron enel contexto de los procesos relaciona-les que acabo de describir. Esos “díasde furia” tuvieron lugar en situaciónde profundas rupturas de lo cotidia-no. Sucedieron dentro de un campode protesta caracterizado por gobier-nos crecientemente incapacitados,por el ensanchamiento del espaciopolítico que vinculaba a funciona-rios y manifestantes, por los esfuer-zos de intermediación entre estosúltimos, y por la resultante constitu-ción de un nuevo (aunque fugaz) ac-tor político.

Coda

En la última década el interior argen-tino se convirtió en un paisaje de pro-testa violenta. Los programas de “aus-teridad” o “ajuste” están, ciertamente,en la raíz del crecimiento de la con-flictividad. La pregunta es cómo sevinculan la protesta con el ajuste. Elrazonamiento que nos lleva de mega-procesos (economía global) a proce-sos nacionales (ajustes) y a la accióncolectiva local debe ser cuidadoso sise quiere retener la especificidad, lariqueza y el potencial democrático dela protesta. Una manera de abordar laacción colectiva es a través de una mi-rada al campo de protesta, esto es, alensamble de procesos relacionales queestán en la raíz de las explosiones. Elcampo de protesta funciona como unamáquina traductora de las presionesglobales. Examinados de cerca, los“estallidos” son luchas políticas glo-cales, el resultado (socio)lógico de lasarticulaciones vernáculas de presionesglobales y dinámicas locales.

Agradezco a Tim Moran por los comentarios auna versión previa a este trabajo. Rodrigo Ho-bert (“The XeroXman”) trabaja desde febrerode 2000 como asistente en esta investigación lacual es, en buena parte, posible gracias a suenergía, entusiasmo y sentido crítico. Agradez-co también a Gabriela Polit-Dueñas por su atentaedición. La atención a los mecanismos y proce-sos en la raíz de las protestas ha sido inspiradapor la agenda de investigación recientementepropuesta por McAdam, Tarrow y Tilly en sulibro Dynamics of Contention. Sobre los nue-vos “repertorios de acción colectiva” en el in-terior argentino pueden consultarse los trabajosde Marina Farinetti y Adrián Scribano.

Año VIII - Número 16 - Principios de 1999

Polémicas por la historia - Familias, mujeres ytrabajo en Buenos Aires en el siglo XVIII

La revista Nosotros y la “Nueva generación”Debate: del reduccionismo económico al cultural

“Distancia y perspectiva”: texto deCarlo Ginzburg

Suscripciones: en Argentina, u$s 24.- (dos números).

R E V I S T A D E H I S T O R I AE S T U D I O SRevista del Centro de Estudios Avanzados

Universidad Nacional de Córdoba

Director: Héctor Schmucler

Sec. de redacción:Elsa Chanaguir y Horacio Crespo

Av. Vélez Sarsfield 153 Córdoba

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DIARIO DE

N° 54 / invierno de 2000

Dossier: Ingeborg Bachmann Osvaldo Lamborghini inédito / "Poesía y música":Carl Rakosi / "Catálogo de objetos": LichtembergYO: 28 poetas jóvenes hablan en primera persona

SUSCRIPCIONES: (4 números, 1 año)U$S 40

CHEQUES A LA ORDEN DE DANIEL SAMOILOVICHCorrientes 1312, 8º (1043) Buenos Aires

Salió el Indice general número 1 a 60, 1978-1998 con índices cronólogicos, deautores y temático. Si usted no tiene todos los números de Punto de Vista, ahorapuede obtenerlos:

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Nº 1 (Septiembre 1997): BellezaNº 2 (Mayo 1998): NaturalezaNº 3 (Noviembre 1998): Aldo Rossi

Salió el Nº 4: Brasil

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