Los intelectuales indígenas y el pensamiento anticolonialista

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    113Claudia Zapata Silva / Los intelectuales indgenas y el pensamiento anticolonialista

    Claudia Zapata Silvaclaudia_zcl @yahoo.com

    Universidad de ChileAv. Libertador Bernardo OHiggins

    1058

    Santiago, Chile

    Recibido:30/08/2006

    Aceptado:

    15/03/2007

    Discursos/prcticas

    N 2 [Sem. 1] 2008

    [113 - 140]

    Los intelectuales indgenas y el pensamiento anticolonialista

    Resumen:Este trabajo rene conclusiones preliminares de una in-vestigacin en curso sobre la escritura de los intelectuales indgenas.Me refiero a un tipo de intelectual indgena surgido durante la se-gunda mitad del siglo XX, cuya escritura tiene como punto de par-tida el compromiso con sus grupos tnicos y de manera ms amplia,con un colectivo indgena continental. Se analizan textos producidospor intelectuales de distinta procedencia tnica y nacional a partir

    del concepto de colonialismo en torno al cual se articulan sus dis-cursos crticos, haciendo algunos contrapuntos con distintos autoresque han reflexionado sobre este tema en Amrica Latina.

    Palabras clave:Intelectuales indgenas, escritura, colonialismo.

    Indigenous intellectuals and anticolonial thinking

    Abstract:This work presents some preliminary conclusions froman ongoing research project on the written production from indi-genous intellectuals. These intellectuals appeared during the secondhalf of the 20th century and developed a written production thathas its origin in the commitment with their indigenous communi-ties and, in a wider sense, with a continental indigenous movement.The analyzed texts have been written by intellectuals from diverseethnic and national origins. Their discourses are articulated aroundthe concept of colonialism; the analysis undertaken here confronts

    these discursive productions with the ones from other Latin Ame-rican authors.

    Key words:Indigenous intellectuals, writing, colonialism.

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    nos maltrataron, reprimieron con violencia nuestras protestas, nos lla-maron flojos y nos catalogaron de irracionales y salvajes, sin escritura, sin

    ideas, sin creencias.

    Simen Jimnez Turn, dirigente Yecuana, Venezuela(1979:203).

    Introduccin

    La tesis ms reciente de Anbal Quijano gira en torno al concepto

    de colonialidad, con el cual describe un patrn de poder mundialque sera actualmente hegemnico, de matriz inconfundiblementeeurocntrica y cuyo origen se remonta al perodo colonial (Quijano,2003)1. La principal caracterstica de este patrn, es que clasifica a lapoblacin mundial a partir del concepto de raza. Esta propuesta vienea ser otra forma de teorizar y entender la historia contemporneade Amrica Latina, particularmente su etapa actual en la era de laglobalizacin.

    La tesis de Quijano ha tenido enorme influencia en el grupo de

    autores latinoamericanos que se adscriben a la lnea de los estudiossubalternos y los estudios postcoloniales (Mignolo, Sanjins, Lander,Coronil, entre otros), un subcampo de los estudios culturales quepone nfasis en la posicin subordinada de Amrica Latina al inte-rior de una geopoltica mundial, especialmente en el mbito de laideologa y de la cultura. Sin embargo, lejos de inaugurar el tema,constituyen el eslabn ms reciente de un tipo de reflexin que tie-ne una larga trayectoria en el continente, cuyos tpicos han sido larelacin entre Amrica Latina y las metrpolis, la especificidad cultu-ral latinoamericana, el estatus de las producciones intelectuales y las

    formas de poder y dominacin que se desarrollan al interior de lospases durante el perodo republicano, fenmenos que para algunosconstituyen la condicin neocolonial del presente. Por ejemplo ysin el nimo de hacer un recorrido exhaustivo, se puede mencionara Pablo Gonzlez Casanova y Rodolfo Stavenhagen, quienes desdedisciplinas como la historia y la antropologa, teorizaron por vas

    1 Como apunta el crtico boliviano Javier Sanjins (2005), Quijano desarrolla esta tesis

    en un trabajo anterior de ttulo muy similar, publicado por el Anuario Mariateguinoen

    1997.

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    distintas el colonialismo interno, tesis que apuntaba a las relacionesde poder y subordinacin entre regiones al interior de pases polti-camente independientes, haciendo hincapi en el anlisis econmico,de inspiracin marxista. Para el caso de la cultura y la literatura sepuede mencionar a ngel Rama con su propositiva Transculturacinnarrativa en Amrica Latina(1982), eso sin dejar de mencionar a losprecursores: Mart, Rod y Maritegui. Con estos nombres se sim-boliza, en distintas pocas, el proyecto intelectual de abogar por la

    existencia de una cultura latinoamericana y de producir teoras capa-ces de dar cuenta de su heterogeneidad, ejercicio que considerando lasubordinacin de Amrica Latina para con otras regiones del planeta,involucra inevitablemente la relacin entre cultura y poder. Para elcrtico cubano Roberto Fernndez Retamar, otro nombre que no sepuede omitir, este empeo por explorar en la especificidad cultural,

    ya sea de la regin, el pas o el continente, constituye una prcticaanticolonialista en la medida que rebate la idea (o prejuicio) de queno seramos sino eco desfigurado de lo que sucede en otra parte.Esa otra parte son, por supuesto, las metrpolis, los centros coloniza-

    dores (Fernndez Retamar, 1998:9).

    De esta manera, colonialismo, neocolonialismo, colonialismo internoy ms recientemente, colonialidad, son algunos de los conceptos quehan servido para articular posiciones crticas respecto del perodoindependiente que se inici con la configuracin de los estados na-cionales, cuyos dardos apuntan precisamente a cuestionar los alcancesde dicha independencia. Los intelectuales indgenas, tanto dirigentescomo poetas e investigadores, se incorporaron a este debate en unperodo reciente2, hecho que coincide con el surgimiento de organi-

    zaciones y movimientos sociales de corte etnicista a mediados de losaos setenta. En el caso ms especfico de aquellos intelectuales quedesarrollan sus aproximaciones crticas en el espacio de la escritura

    2 Me reero a producciones escritas que consideran la gura de un colectivo indio con-

    tinental que comparte una historia de dominio. Sin embargo, no se puede dejar de men -

    cionar que dirigentes e intelectuales de este tipo existen ya en la primera mitad del siglo

    XX, pero constituyen un segmento muy pequeo, integrado por profesores normalistas,

    tinterillos y algunos poetas. En la actualidad este grupo es ms numeroso y complejo

    a partir de la integracin de intelectuales formados en otras reas del conocimiento,

    principalmente las humanidades y las ciencias sociales que se han especializado en el

    trabajo de investigacin (Zapata, 2005a).

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    (ya sea como poetas, historiadores, antroplogos, cientistas polticos,socilogos, etc.), esto constituye la llegada de un sector subordinadode la sociedad latinoamericana a la ciudad letrada (Rama, 1984), enla cual este sector haba tenido una presencia ms bien escasa hastalos aos setenta.

    Al hablar de intelectuales indgenas me refiero a sujetos de proceden-cia indgena cuya produccin intelectual gira en torno al compromi-

    so con sus colectivos culturales de origen, que reconocen el peso delas circunstancias histricas en su obra y se constituyen como sujetosintelectuales en torno a ellas. Un sujeto complejo en trminos socia-les y culturales, que sin embargo opt en un momento de su vida poruna identidad tnica y por un proyecto histrico de liberacin al cualbusca contribuir desde la escritura3. Estas caractersticas me llevan aentender al intelectual indgena como el producto de un complejoentramado cultural, histrico y poltico, cuya principal caractersticaes la de ser, precisamente, un intelectual situado que reconoce sucontexto, define intereses y toma posicin frente al objeto analizado4.

    Una posicin que no est libre de tensiones, sobre todo en el casode aquellos que formulan sus discursos desde disciplinas que apelan-velada o abiertamente- a la objetividad y al rigor cientfico5.

    Aun cuando no constituye un campo homogneo, pues las diferen-cias tnicas, nacionales y disciplinarias aportan una cuota de diversi-

    3 Esta complejidad dice relacin con el hecho de que estos intelectuales proceden de

    aquellos sectores indgenas ms insertos en la vida urbana, nacional y moderna, a partir

    de una estada prolongada en las ciudades (en muchos casos nacidos en ellas) y de su

    acceso a la educacin superior. Sin embargo, es en estos mismos espacios de insercin

    donde se constituye un sujeto que propone argumentar la diferencia cultural de estoscolectivos (Zapata, 2005a y 2005c).

    4 Uno de los intelectuales contemporneos ms inuyentes en la defensa de este mo-

    delo de intelectual es el crtico palestino Edward Said, para quien la universalidad y

    objetividad del intelectual es una falacia que responde a estrategias de poder. Por el

    contrario, Said asume su procedencia y su historia de desplazos, haciendo de ello una

    parte fundamental de su produccin intelectual, lo que deja ver con claridad en sus

    libros. Ver Orientalismo (1978), Cultura e imperialismo (1993), Representaciones del

    intelectual (1994) y Fuera de lugar (1999), autobiografa que desde esta perspectiva

    cumple un lugar preponderante en su obra.

    5 Es el caso de los historiadores y los cientistas sociales. Trato este conicto con ma-

    yores detalles en Los intelectuales indgenas y la representacin. Una aproximacin a

    la escritura de Jos Ancn y Silvia Rivera Cusicanqui (en prensa).

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    dad interesante, la escritura de estos intelectuales se caracteriza por lapresencia de tres ejes conceptuales que interactan de distintas ma-neras: colonizacin, descolonizacin y diferencia. El primero cons-tituye una clave discursiva de enorme importancia, pues en torno aella se construyen diagnsticos que son indispensables para cualquierproyecto histrico y programa de accin poltica. El uso que aquse hace del trmino colonialismo marca una distancia entre estasescrituras y la corriente de los estudios subalternos y postcolonia-

    les en Amrica Latina que mencion al comienzo, una comparacinpertinente considerando que son ms o menos contemporneas. Ladiferencia radica en que los intelectuales indgenas se refieren a uncolonialismo a secas, es decir, apelando a su significado clsico, que enlas narrativas ms radicalizadas llega a incluir las nociones de nacin(tnica) subyugada y territorio invadido, como ocurre con algunosintelectuales mapuches en Chile y algunos aymaras en Bolivia.

    En este trabajo se analiza la produccin escrita de algunos intelectua-les indgenas a partir del que aparece como su gran eje discursivo: el

    colonialismo, y lo hago considerando un escenario latinoamericano(permitido por la apropiacin del trmino indio), en un arco detiempo que se extiende desde el ao 1978 hasta el presente, colo-cando nfasis en las opciones interpretativas que se articulan en lostextos. Con este fin, el primer paso del anlisis consiste en situar estostextos en la emergencia de una discursividad indgena ms ampliaque se erige como uno de los principales logros de los movimientosindgenas actuales.

    I. Los movimientos indgenas y sus intelectuales

    La construccin de una discursividad indgena dirigida hacia los m-bitos nacional e internacional y su instalacin exitosa en el espaciopblico ha sido uno de los fenmenos ms interesantes del ciclo demovilizaciones que se inici a mediados de los aos setenta. Sin-tetizando este recorrido, he optado por hablar de momentos en eldesarrollo de esta discursividad, aunque sin pretender homogeneizaralgo que ha sido ms complejo en el tiempo y en el espacio. Veamosentonces cada uno de estos momentos:

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    1. Barbados. La primera reunin de Barbados se realiz en 19716, deall surgi una declaracin en la que se defenda el derecho de losindgenas a convertirse en los gestores de su propio destino. Hubodespus de eso una segunda reunin, en 1978, que constituye un hitopor la importancia en ella de la participacin indgena, pues a esareunin concurrieron lderes y miembros de organizaciones de oncepases latinoamericanos. Esta segunda reunin fue una de las primerasinstancias internacionales donde se echaron las bases de un discurso

    desde lo indgena. Barbados II se produce en uno de los perodosmenos alentadores para los movimientos sociales en Amrica Latina,el de la derrota de los proyectos progresistas, nacionalistas y revolu-cionarios en los que se haba involucrado una parte importante de lapoblacin indgena, inmersa en categoras como las de campesino yproletario. Me refiero al proyecto surgido de la revolucin boliviana,al del gobierno de Velasco Alvarado en el Per y al de la UnidadPopular en Chile. El clima de la derrota es algo que se respira enlos documentos que se presentaron y fueron redactados durante lareunin. El anlisis que se inaugura en estas circunstancias y a partir

    del surgimiento de una conciencia tnica que lo permite, es que losindgenas constituyen un grupo con intereses especficos. Ms an,que son portadores de una diferencia que justifica y requiere de laelaboracin de un proyecto propio.

    Barbados deja como saldo una de las claves interpretativas ms im-portantes de la discursividad indgena: el colonialismo, entendido stecomo el eje de una lectura que indica un camino propio. La premisaes, entonces, que en Amrica Latina su mayora demogrfica conti-na bajo una situacin colonial, que no desapareci con la lucha in-

    dependentista y la formacin de las nuevas naciones a principios delsiglo XIX. De lo que se sigue que los indios son sujetos dominados,no slo fsica, social y econmicamente, sino tambin culturalmente,como lo especifica la Declaracin de Barbados II. Los representan-tes indgenas que formularon este discurso, corresponden a la figuradel intelectual dir igente, aquel que tiene una estrecha relacin con las

    6 Con el apoyo del Consejo Mundial de las Iglesias (Ginebra), Universidad de Berna

    (Suiza) y la Universidad de las Indias Occidentales (Barbados). As se indica en la pre-

    sentacin del volumen de documentos reunidos en la segunda reunin que se realiz

    siete aos ms tarde (1979:10).

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    organizaciones. Por lo tanto, Barbados no es el lugar de la academiani representa intentos por ingresar a este tipo de espacios. Sin em-bargo, sent las bases de un proyecto intelectual y poltico que no hasido abandonado, y al cual se contribuye desde los distintos lugaresdonde hoy se instalan los intelectuales indgenas.

    2. El V Centenario. Entre 1987 y 1988, las organizaciones indgenascomienzan a discutir la pertinencia de celebrar el V Centenario del

    descubrimiento de Amrica, algo que se haba impuesto en las con-memoraciones oficiales de todo el continente. La reticencia indgenagener un clima diametralmente distinto al que se haba dado en laconmemoracin del IV Centenario a fines del siglo XIX, perodoen el cual lo indgena continuaba estando fuera o bien en los mrge-nes de los territorios nacionales. As, en oposicin al silencio de unsiglo antes, el V Centenario constituye un hito en el cual las vocesindias estuvieron en condiciones de instalarse con propiedad en elespacio pblico, dando pie al debate que pretendan, apoyados poruna presencia fsica imposible de ser obviada y cuya expresin ms

    maciza haba sido el levantamiento indgena del Ecuador en 1990.Los discursos de este perodo contienen signos de la diferencia indiarespecto de aquellos sectores con los que haban participado en lalucha social hasta los aos setenta. Son discursos que se inscriben a smismos en una temporalidad profunda, que los transporta hacia unpasado anterior a la conquista espaola, no pocas veces mtico, quepermite la constitucin del imaginario social del colectivo indgenadel continente.

    3. La post emergencia indgena. Tal vez esta forma de denominar la etapaactual en la trayectoria del despertar indgena no sea la ms precisa,pero con ella quiero sealar el momento complejo que viven lasorganizaciones y movimientos respectivos luego de la irrupcin queellos protagonizaron al iniciarse la dcada del noventa y cuyos he-chos ms notables fueron el ya citado levantamiento del Ecuador yla rebelin de Chiapas en enero de 1994. La coyuntura que se abredesde entonces se encuentra marcada por el desafo de operativizarel discurso exitosamente instalado entre 1990 y 1995, y que goza degran legitimidad entre amplios sectores de la sociedad civil. Para eso,se han iniciado dilogos y negociaciones de los cuales han surgido

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    acuerdos, leyes e incluso reformas constitucionales que contienendistintos tipos de reconocimiento a la diversidad y la pluralidad. Elproblema actual es, entonces, que estas disposiciones se cumplan y seprofundicen.

    Una vez ms, los intelectuales indgenas constituyen un actor de im-portancia, pues su funcin interpretativa contina plenamente vi-gente, desarrollndose cada vez ms desde una posicin intelectual

    autnoma y desde algn rea del conocimiento. Se trata ahora de unactor ms complejo, que saca partido de las condiciones globales parafortalecer con ellas su funcin interpretativa y el proyecto polticoque va unido a ella7. Hechas estas apreciaciones generales sobre losdistintos momentos en que se producen los documentos que in-tegran nuestro corpus, analizar las caractersticas de la produccinintelectual misma.

    II. El diagnstico: situacin colonial y sujetos dominados

    Para los intelectuales indgenas, la historia tradicional, en la que sedistinguen cronolgicamente los perodos del descubrimiento, laconquista, la colonia y la repblica, tiene que ver poco o nada con lasituacin de la poblacin indgena. En su propia lectura, la historiaque se abri a partir de la conquista ha sido la de una sucesin deetapas coloniales, de las que recin ahora empiezan a alejarse. Esta si-tuacin colonial ya no se da hoy bajo la forma del tributo, del repartoo del trabajo forzado, aunque -se insiste- la dominacin econmicatampoco es algo pretrito. Con todo, el nfasis de estos anlisis estpuesto en la colonizacin cultural a la que han sido sometidos, estoes, en el dominio sobre las mentes que hizo posible el dominio sobrelos cuerpos.

    El pensamiento que se desarrolla a partir de esta constatacin tiene

    7 Me reero a su instalacin plena en internet, lo que en la primera mitad de los noventa

    no era tan frecuente por las posibilidades tcnicas de la misma red. Tambin estn las

    fuentes de nanciamiento internacional y la captacin de recursos a travs de consul-

    toras que realizan desde sus fundaciones e instituciones educativas. Situaciones que

    los colocan entre los segmentos ms globalizados de Amrica Latina. Afecta esto las

    posibilidades de un discurso autnomo? Es un tema, pero al parecer, acceden a prestar

    servicios a instituciones que justamente requieren y promueven este tipo de aproxima -

    ciones crticas.

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    varios puntos de similitud con el que desarrollaron algunos intelec-tuales del tercer mundo entre los aos cincuenta y sesenta, motivopor el cual me parece pertinente dialogar con algunos de los textosclsicos de ese perodo, marcado como sabemos por la descoloni-zacin de Asia y frica tras el fin de la segunda guerra mundial. Enesos aos surge una reflexin crtica del colonialismo, que busca des-mantelarlo a partir de su desnaturalizacin, para poner en evidenciala barbarie oculta en el discurso civilizatorio, tal como la supo dis-

    tinguir el poeta martiniqus Aim Cesaire en 1950: Y digo que dela colonizacina la civilizacinla distancia es infinita; que, de todas lasexpediciones coloniales acumuladas, de todos los estatutos colonialeselaborados, de todas las circulares ministeriales expedidas, no sale ai-roso ni un solo valor humano (Cesaire, 1993:308).

    En la produccin escrita de estos intelectuales, se sostiene consisten-temente que el colonialismo espaol, criollo y mestizo, se ha susten-tado principalmente en el dominio ideolgico que inferioriza a lapoblacin indgena. Se ha negado as cualquier posibilidad al indio de

    constituirse en sujeto: o era el nio sin capacidad de discernimientodurante el rgimen colonial, o era el brbaro amenazante del sigloXIX, o era el indio desvalido del indigenismo integracionista du-rante el siglo XX, este ltimo aquel al que el antroplogo mexicanoManuel Gamio sentenci lapidariamente en 1916, dicindole Nodespertars espontneamente. Ser menester que corazones amigoslaboren por tu redencin (Gamio, 1992:22).

    Uno de los principales problemas que identifican estos autores es lainternalizacin por parte de los indgenas de su supuesta inferiori-dad, y la prolongada invalidez que eso les ha significado para discutirlos discursos de poder que permiten la existencia del colonizadorcomo alguien de cultura superior. Se trata, nada menos, que de ladialctica entre colonizador y colonizado en la que repararon autorescomo el martiniqus-argelino Frantz Fanon (1952, 1961) y el tune-cino Albert Memmi (1957). Esta dialctica indica que quien se erigecomo superior debe crear un sujeto dominado, al que necesita paraautoconstituirse a s mismo como el que es o quiere ser: La infe-riorizacin es el correlativo indgena de la superiorizacin europea.Tengamos el coraje de decirlo: es el racista quien crea al inferiorizado

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    (Fanon, 1974:87). En el curso de esta relacin se constituye la otre-dad, una otredad inferior, incapaz y extica. La respuesta del sujetosubordinado, dominado o colonizado -denominaciones que se cru-zan en la escritura de los intelectuales indgenas- consiste en asumirdicho estado (complejo de inferioridad para el siquiatra Fanon) onegarse a que se le incluya en esa otredad, ponindose del lado de losvencedores. De esta ltima situacin los intelectuales indgenas dancuenta ampliamente, teniendo como punto de partida sus propias

    historias de vida. Veamos un ejemplo, el que nos proporciona el abo-gado kolla (Argentina) Eulogio Frites:

    El maestro nos invit a subirnos imaginariamente a tres barcos, ca-pitaneados por un genovs llamado Cristbal Coln, para venir a lasIndias. Alguien, imitando a Rodrigo de Triana grit Tierra! al avis-tar una isla de Amrica Central. Rato despus, nosotros, los alumnosde piel cobriza, indios collas, gritamos con entusiasmo Indios! In-dios! Nos identificbamos con los espaoles, con los conquistadores,

    y no con el conquistado, con el despojado. En vez de la humildady la tristeza del vencido, tenamos el orgullo de los vencedores

    (Frites, 1993:66).

    La conciencia del estatus de inferioridad se produce en el trfico delos sujetos colonizados por los lugares donde se reproduce el poderdel colonizador (la ciudad, la escuela, etc.), en el contacto con la so-ciedad no indgena, que se vale de los estereotipos creados por el dis-curso colonial. Ello afect especialmente a los futuros intelectuales,en los aos en que stos cursaron la enseanza primaria y secundaria,cuando no se haba constituido an un discurso indgena que discre-para pblicamente con semejantes categoras. Como seala el poeta

    mapuche Elicura Chihuailaf, aquellos aos (quince o veinte dice l)no fueron los ms propicios para asumirse pblicamente indgena(Chihuailaf, 1999:179). A tales experiencias se aludi con frecuenciadurante la conmemoracin del V Centenario, momento de especialdiscusin y antagonismo que cre las condiciones para una escrituradefensiva y a veces agresiva. De ah el lenguaje blico para retratar,nuevamente desde la experiencia de dominacin, la relacin entrecolonizador y colonizado. Escribe Vctor de la Cruz, poeta zapote-co:

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    Si no me hacan caso desde mi banquillo me diriga en voz alta alprofesor para protestar, y si la frase usada al pedir auxilio no se pro-nunciaba en forma correcta, entonces lanzaban sonoras carcajadashaciendo mofa de mi calidad de indio () Y por eso mismo empeca escribir, no como una forma de entregarme al placer, sino comoquien hace ejercicio de esgrima para estar en forma o quien practicatcnicas de defensa personal. As fui descubriendo que era otro, unextrao en mi propia tierra, en mi propia casa; fui descubriendo lacolonizacin (de la Cruz, 1993:62-63).

    La construccin de la inferioridad y su eficiente difusin entre los in-dgenas habra sido en opinin de estos intelectuales, la que los apar-t de su pasado, les neg su historia y la capacidad de crear cultura.Pero sobre todo, fue lo que les arrebat la dignidad y la posibilidad denarrarse a s mismos, pues asumir la inferioridad significa inscribirseen discursos ajenos, incluyendo aquellos que buscaron su redencin.En ello radica la frustracin e impotencia de Javier Lajo, quechua delPer, quien denuncia la imposibilidad de distanciarse de los trminosimpuestos por los agentes de la dominacin, incluso en una coyuntu-

    ra de antagonismo poltico, como lo fue el V Centenario:La mayora de los luchadores indios tratan de identificarse en con-tra de un festejo o de una comisin de festejos, es decir, el luchadorse define an como colonizado, an se afirma por la negacin contrael colonizador, y mientras esto suceda los mecanismos materiales yconceptuales de colonizacin seguirn siendo superiores a los de laresistencia india (Lajo, 1993:51-52).

    En esta lnea de anlisis, se da por supuesto que la jerarqua colonial seproyecta hasta el presente en la medida que se mantienen en vigencia

    ejes tan centrales como la asociacin naturalizada de conocimientooccidental = poder, y conocimiento indgena = subordinacin, yeso en el caso de que se reconozca a este ltimo tal categora. Conesta situacin se habran encontrado los profesionales e intelectualesindgenas en su propio proceso de formacin y luego en el trabajo(Hernndez y Hernndez, 1979:266).

    En esto consistira la etapa actual del colonialismo, iniciada despusde la independencia nacional. Uno de sus rasgos ms sobresalienteshabra sido el intento de invisibilizar la diferencia cultural detrs de

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    un concepto liberal de ciudadana (Callisaya, 2003; Mamani, 2002).Es en este perodo ms reciente donde se concentra la crtica de losintelectuales indgenas, en particular en el siglo XX y en sus nuevasmodalidades de colonizacin. As, se critica al indigenismo que negsu voz, a la escuela que cre sujetos dominados y a la historia nacio-nal que los apart de su pasado.

    La lectura anticolonialista se encuentra apoyada por referentes histri-

    cos de otros lugares del planeta, por medio de una analoga con otrospueblos dominados. Waskar Ari Chachaki, historiador aymara, insistepor ejemplo en la necesidad de estudiar las situaciones de frica, Asiay el Medio Oriente, especialmente aquellas que ofrecen experienciasexitosas de resistencia anticolonial. El caso de Israel ejerce un especialatractivo entre quienes postulan la calidad de nacin para los gruposindgenas de los cuales proceden. Waskar Ari utiliza los conceptos deholocausto y dispora para relatar la historia de la dominacin ayma-ra desde lo que l denomina el imperialismo inca8.

    es importante ensear la historia y el holocausto del pueblo Ay-

    mara bajo polticas etnocidas que nos ha tocado vivir en los ltimosquinientos aos. El imperialismo inca empez imponiendo su len-gua y cultura en el mundo Aymara en 1410, inicio de la disporaAymara, y la conquista espaola termin consolidando ese proceso,en parte de Bolivia y el sur Peruano. La invasin europea acab concerca del noventa por ciento de nuestro pueblo durante los pr imerosaos de la conquista a causa de las nuevas enfermedades que trajeronlos conquistadores. Millones de Aymaras murieron bajo el sistema detrabajo obligatorio en las minas de Potos en los siglos XVI al XVIII

    y que particularmente afectaba al Kollasuyu de entonces. Por ltimo,las polticas de homogenizacin promovidas por los estados naciona-

    les han entrenado a parte de nuestro pueblo para ser sepultureros denuestra identidad tnica (Ari Chachaki, 2001:141).

    Entre los intelectuales mapuches, este tipo de conceptos tambintienen cabida y constituyen el vehculo de una reflexin que, convariantes, apunta en una direccin nacionalista desde principios de

    8 Este argumento de Waskar Ari es interesante pues se aprecia en los intelectuales

    aymaras y quechuas una idealizacin del Imperio Inca que de alguna manera perma-

    nece en Ari, pero que no le impide identicar las prcticas de dominio de ese Estado

    prehispnico.

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    los aos noventa. Desde luego, no se trata de un concepto modernode nacin (unido a las ideas de Estado y ciudadana), que ellos criti-can en duros trminos, sino a la nacin como comunidad histricaque ha consensuado formas de convivencia propias, entre las que seencuentra la ausencia de un poder central, aspecto que varios de ellossubrayan en su esfuerzo por desmarcarse de Occidente, de la moder-nidad y, sobre todo, de su representante ms directo entre nosotros:el Estado chileno.

    La lectura de estos intelectuales presenta sin embargo diferencias in-teresantes con otras afirmaciones indias de nacionalidad. Son dife-rencias que se derivan de la particular situacin histrica vivida porlos mapuches, que pasa por la autonoma que mantuvieron con elrgimen espaol y luego por su incorporacin tarda al Estado chile-no. A la luz de estos hechos, se asegura que la nacin mapuche habrasido libre y soberana hasta la dcada de 1880, cuando se produjo lainvasin militar a la Araucana, con la que se inicia el perodo de sudependencia (Marimn, 1996; Marhikewun, 1998). La importan-

    cia de este hecho reciente y brutal peculiariza el trabajo de aquellosintelectuales que han ganado presencia pblica a partir de los aosnoventa con la apertura de la discusin sobre diversidad cultural ypueblos indgenas en Chile. El socilogo R. Marhiquewun es unode ellos, autor de una escritura que se articula en torno al dolor dela derrota:

    ...no quiero decir u oponerme a que los chilenos conmemorena sus hroes ellos, al igual que nosotros, tienen todo el derecho delmundo de hacerlo, lo que s me molesta es que durante sus conme-moraciones nos involucren a nosotros, los mapuches, y nos exijan

    celebrar junto a ellos nuestra derrota que nos recuerda el genocidiocometido durante la Pacificacin de la Araucana, que adems conellos nos recuerdan nuestra condicin de pueblo subyugado (Mar-hiquewun, 1998).

    Lo que aqu se tiene en mente es un modelo clsico de coloniza-cin, es decir, de ocupacin militar del territorio por parte de unpas invasor con la fuerza blica para cumplir sus propsitos. En estalnea de argumentacin, el concepto de dispora adquiere sentidopara los intelectuales que buscan interpretar desde un lugar propio el

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    fenmeno de la migracin mapuche hacia los centros urbanos, el quese intensific en la dcada del sesenta y que en la actualidad tiene ala abrumadora mayora de este pueblo fuera del territorio invadidooriginalmente (Ancn, 1997). As, dispora es una palabra apta, quetiene la fuerza que se requiere para relatar la historia de un pueblodesgajado, que deambula por territorio ajeno. Para usarlas, se invocauna vez ms el ejemplo de Israel, smbolo de los pueblos errantes(Ancn y Calfio, 1999).

    He querido destacar, a travs de estos breves apuntes, la importanciade la colonizacin como clave interpretativa en el discurso del inte-lectual indgena de hoy. Esta presencia va estrechamente unida a ladeconstruccin del discurso colonial, a partir de un anlisis histricoque permite desnaturalizar las premisas con las que ha funcionado,pero no sin apoyarse adems en la conciencia que poseen estos inte-lectuales de ser sujetos dominados. Ms all del ejercicio terico, loque buscan estos intelectuales es cancelar la situacin colonial, lo quepasa necesariamente por eliminar al sujeto colonizado9. Por este mo-

    tivo, el diagnstico forma parte indispensable de un proyecto polticode descolonizacin, el que los lleva a confluir con una parte impor-tante de las organizaciones y movimientos. A esta descolonizacin ysus estrategias dedicar las pginas que siguen.

    III. La descolonizacin como proyecto cultural y poltico

    Desde la Segunda Reunin de Barbados se instala a nivel continentalel objetivo de avanzar en el proceso de descolonizacin del pensa-miento y la cultura. Se entiende que sin la liberacin de las concien-cias la liberacin poltica es imposible. Tambin aparecen a partir deBarbados una serie de estrategias que permitir an lograr ese objetivo,de ah su carcter programtico para el ciclo de movilizaciones ind-genas que comenzara unos aos ms tarde.

    Si bien fueron los intelectuales dirigentes de entonces quienes senta-

    9 La destruccin de la situacin colonial implica la destruccin tanto del colonizador

    como del colonizado, arman los escritores nhuatl (Mxico) Natalio Hernndez y Fran-

    co Gabriel Hernndez (1979:268). Reexin similar a la que realizara Albert Memmi dos

    dcadas antes, cuando sostuvo la idea de que al desaparecer el colonizador, desapa-

    rece tambin el colonizado (1972, captulo II, El retrato del colonizado).

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    ron las bases de este proyecto, el mismo ser retomado posteriormen-te y enriquecido por aquellos intelectuales indgenas que provienende distintas reas del conocimiento, y cuyo trabajo es asumido, meta-discursivamente, como uno de descolonizacin de sus disciplinas. Enla actualidad, esta tarea asume la forma de un proyecto histrico quepara ser elaborado requiere de la investigacin profesional, as comodel conocimiento de las condiciones mundiales que determinan suviabilidad. Esto, por las caractersticas de la coyuntura actual, en la

    que ya no se est jugando slo la instalacin del tema indgena sino laposibilidad de negociar espacios al interior de los Estados nacionales

    y en la jurisdiccin internacional que sobre la misma materia se estdiscutiendo.

    Una de las primeras estrategias de descolonizacin tuvo que ver con

    el problema del lenguaje, con el cmo nombrarse sin reproducir la

    jerarqua que relegaba a los indgenas a una posicin subordinada. En

    definitiva, era la bsqueda de un discurso que legitimara su propia

    existencia, cancelada por el indigenismo integracionista, el que, aun-

    que asuma la realidad de sujetos diferenciados culturalmente, no pro-yectaba esa diferencia al futuro de las naciones latinoamericanas. El

    nombrarse desde la diferencia es una alternativa contraria al blanquea-

    miento de la asimilacin, y consiste en descubrir los atributos propios,

    resignificarse y reescribirse. De ah que el punto de partida de este

    proceso consista en revertir el contenido de la palabra indio, por la evi-

    dente carga colonial que detenta. As lo explica Virginia Alta, quechua

    y acadmica de la Universidad Andina Simn Bolvar, sede Quito:

    todos sabemos que el concepto de indio, indgena es un con-cepto utilizado por equivocacin y que adems fue nutrido de un

    contenido ideolgico que tena como objetivo denigrar y humillara nuestra poblacin. A estas alturas del tiempo no es que nos d ver-genza identificarnos como indgenas o indios, porque justamente lalucha permanente de los pueblos indgenas ha hecho que se recon-ceptualice los trminos y se considere de parte de los mismos indiosque la nica manera de diluir la carga ideolgica del trmino queera sinnimo de sucio, ignorante, vago, era otorgndole un nuevocontenido que haca referencia a la herencia milenaria de nuestrosancestros, a la riqueza simblica de nuestras expresiones culturales, ala permanencia slida de nuestros idiomas (Alta, 1998:249-250).

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    Para Natalio Hernndez, escritor nhuatl y uno de los fundadoresde la Alianza Nacional de Profesionales Indgenas Bilinges (ANPI-BAC), en Mxico, la aparicin de los profesionales e intelectuales in-dgenas ha contribuido a la tarea de borrar ese significado despectivoque arrastraba consigo la palabra indio, principalmente en su acep-cin de incapacidad cognitiva, al comprobarse que se puede ser inte-lectual sin negar la condicin de indgena (Hernndez, 1994:233).

    Una segunda y previsible estrategia, es la del reencuentro con el pa-sado y la memoria que les ha sido negada por la colonizacin a tra-vs de dispositivos tales como la escuela y la historia patria. EdwardSaid nos recuerda que ello constituye un paso fundamental en laconstruccin de una base ideolgica para la resistencia anticolonial,cuya primera fase consiste en realizar las demarcaciones culturalesque les permiten no subsumirse en la cultura del colonizador. Fue loque ocurri con algunos intelectuales de frica, el Medio Orientey el Lejano Oriente en la coyuntura que se abri tras el fin de lasegunda guerra mundial, quienes sometieron el pasado a revisin y

    lo transformaron en un objeto de disputa. Su importancia radica enque, para estos autores, es en el pasado donde se encuentra la culturay la identidad legtima, no interferida: Luchar de esta manera contralas distorsiones infligidas a la identidad propia supone la voluntad deregresar al perodo preimperial para localizar una cultura indgenapura (Said, 1996a:425).

    Estas operaciones de demarcacin ocupan un lugar protagnico en lareflexin de los intelectuales indgenas americanos, las cuales, adems,se ubican en el centro de una tendencia nativista que enfatiza en ladiferencia india y que articula mundos otros, haciendo posible elenfrentamiento con la cultura del colonizador, es decir, con Occi-dente.

    La memoria indgena se inscribe en la larga duracin, lo que imponela necesidad de recurrir al conocimiento ya establecido y someterlo alecturas crticas, esto porque la memoria generacional no es suficien-te para retratar una historia milenaria (el tiempo histrico, sostienePaul Ricoeur, escapa a las posibilidades de ser rememorado por losindividuos o por el grupo, Ricoeur, 2003:243). En Barbados ya se

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    seala la necesidad de contar con historiadores propios que puedandar cuenta de esta trayectoria milenaria de la colonizacin, la que seinici con la conquista de Amrica. En palabras de Simen JimnezTurn, esa historia deben hacerla los historiadores del sector domi-nado (Jimnez Turn, 1979:205-206).

    Lo que hasta entonces haba sido una historia por escribir, empeza materializarse durante los aos ochenta entre quienes se forma-

    ron en esta disciplina. Carlos Mamani seala la importancia de estetrabajo para la nacin aymara. Por su calidad de pueblo colonizado,estudiar el pasado de los aymaras obliga a intentar miradas y emplearmetodologas distintas al interior de la disciplina, entre ellas una lec-tura lo ms descolonizada posible de los documentos, incluso de losmismos que han servido para escribir la historia de los vencedores,dando como ejemplo las crnicas espaolas de la conquista (Mamani,1993).

    El rescate y valoracin de lo propio es un esfuerzo en el cual se en-cuentran involucrados no slo los historiadores, sino tambin antro-plogos, socilogos, lingistas, poetas, abogados y cientistas polticos.Es un rescate de la ciencia, la filosofa, la economa y el derechoindgenas, que al ser cotejados con los campos del conocimiento mo-dernos demuestran la falsedad de la inferiorizacin de estas culturas.Al fin de cuentas, se trata de un ejercicio poltico que apela a todo elpotencial subversivo de la memoria. Es lo que busca Pablo Marimnpara los mapuches.

    Pensar en el pasado se hace subversivo si es que de l nos impreg-namos de libertad e independencia. Ser una expresin simple de

    milenarismo al relevar el pasado? se tratar de un juego pajero deentelequia?, Es que el pasado puede convertirse slo en un refugiopara la enajenacin, un espacio para quienes escapan al tormentodesestructurante del presente? (Marimn, 2003:23).

    Como se desprende de estas palabras, no es cualquier pasado nicualquier forma de recuerdo lo que permite la proyeccin poltica.Fanon fue lcido y claro cuando habl del carcter selectivo de lamemoria y de la necesidad de recortar una que respondiese a losintereses del grupo dominado. Su llamado es a explorar el pasado de

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    la no opresin, aquel que reporta dignidad e indica la posibilidad deuna liberacin (Fanon, 1963:191-192). El mismo Marimn especificaesto mismo an ms al sealar que ese momento de independencia esincluso ms relevante que el de la resistencia (tomando como ejem-plo a los aymaras cuyo territorio se reparte entre Per, Chile, Boliviay Argentina. Marimn, 2003:23).

    El dominio sobre el pasado de la larga duracin y la figura del histo-

    riador indgena son, por lo tanto, relevantes. Implican la posibilidadde disputar la verdad colonial a partir de las reglas que rigen la dis-ciplina historiogrfica, discutiendo esa verdad en sus propios trmi-nos. La naciente historiografa mapuche y aymara se maneja con esteobjetivo, los primeros buscando la confluencia de sus reflexiones coniniciativas tales como el Primer Congreso Internacional de HistoriaMapuche, realizado en febrero del 2002 en Siegen, Alemania, y encuya presentacin de las actas se lee:

    Lo escrito hasta el da de hoy ha sido bajo la mirada de la domina-cin y en el mejor de los casos desde la mirada que discrimina po-

    sitivamente, la cual desde el indigenismo ha planteado algunas pro-puestas en torno a nuestra causa, faltando an nuestra visin acercade cmo ha sido el camino por el cual desde tiempos inmemorialesnuestro pueblo viene transitando (Contreras Painemal, 2003: Pre-sentacin).

    En el caso aymara, si bien sus historiadores no se atreven a hablar deuna corr iente historiogrfica que conviva por derecho propio con lasdems de la disciplina, es innegable que constituyen un grupo visi-ble, que comparten los resultados de sus investigaciones, publican enconjunto y se citan permanentemente. Su forma de contraponer unaverdad aymara a la verdad oficial da cuenta de la ubicacin complejade este tipo de intelectuales. Ello porque los mecanismos utilizadosno slo indican la apropiacin de algo ajeno, sino tambin el con-vencimiento acerca de la validez de instrumentos que hoy por hoyforman parte de su vida y su cultura. Planteado el asunto en estostrminos, sera la rigurosidad del mtodo histrico, sostenido en laprueba documental, la que permitira construir una verdad aymaradefendible frente a las otras. Esta comunin con los principios de lahistoriografa cientfica hace que ellos se sientan parte de la comuni-

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    dad ms amplia de los historiadores. Las palabras de Carlos Mamanien esta entrevista reflejan esa identidad profesional y la negativa aengrosar las filas de la historia alternativa:

    Creo que en el pas, los problemas que enfrentamos los historiado-res es el mismo, obviamente que los indgenas debemos sortear mu-chos ms escollos (racismo, no contar con parientes poderosos, etc.).Sin embargo, el trabajo que realizo no es alternativo, es Historia:Indgena, Aymara con la particularidad de que est trabajado porun indgena, no hago historia oral, ni historia de la homosexualidad,por decir. As las fuentes con las que trabajo son las mismas con lasque trabajan los dems, incluidos los criollos, la diferencia est en eltema y la interpretacin. Ahora por ejemplo, estoy interesado en lahistoria del Qullasuyu, lo cual responde a la necesidad que tiene elmovimiento de los ayllus, mi lectura es poltica y Aymara, pero noalternativa (Mamani, 1993:4).

    Forzando los argumentos de Mamani, se podra pensar que l sesiente parte de una historia que es tan seria como cualquier otra,cancelando de este modo cualquier posibilidad de exotizacin de lahistoria indgena o de minimizacin de su estatus cientfico. De todasformas, lo que queda claro es su intencin de no automarginarse, deno construir ms periferias de aquellas que se han visto obligados avivir.

    La funcin poltica del historiador indgena que seala Mamani esvlida para el resto de los intelectuales indgenas. Esta consiste enarticular su trabajo de investigacin con los movimientos indgenas afin de iluminar la posibilidad de un proyecto alternativo de sociedad,que ponga fin a su estatus de dominacin. Por este motivo, la re-

    flexin se proyecta ms all de las demandas de reconocimiento quese discuten en el seno de las organizaciones. Esto hace que el nfasisen el pasado tenga sentido slo en la medida en que aporta a estosproyectos, los cuales a su vez asumen distintas direcciones, desde laidealizacin excesiva de ese pasado (que a veces deriva en la idea delretorno), a la visin de ste como un elemento ms para inventar elpresente y el futuro.

    Entre los intelectuales mapuches se habla hoy de un proyecto de libe-racin nacional, consistente con el planteamiento de una nacin in-

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    vadida y ocupada desde fines del siglo XIX. Entre los portavoces msradicales de esta lnea, tal liberacin pasa por recuperar dos elementosindispensables de toda nacin: poblacin (el retorno de la dispora)y territorio (el pas mapuche). La palabra territorio, constituye elcentro neurlgico de un nacionalismo mapuche que alcanza su ma-yor expresin en la escritura de sus intelectuales. En palabras de Mar-cos Valds (Wekull), la memoria y la identidad mapuche slo tienensentido en el mbito de esta territorialidad, que aparece como uno

    de los lazos que cohesionan a una nacin segmentada en lo poltico:

    Los mapuche compartimos una memoria histrica comn y tam-bin una identidad cultural comn, pero estos elementos tienen sen-tido si y solo si son interpretados territorialmente... (Valds Wekull,2000).

    Entre los aymaras de Bolivia tambin se ha desarrollado una narra-tiva nacional, aunque en una direccin distinta, que no se oponeinicialmente a la existencia de la nacin boliviana, incluso en autorescomo Waskar Ari, quien se suma por otra parte a los pronsticos de

    corta vida para los Estados nacionales (Ari, 2001). La mayora de estosautores est pensando en un modelo de sociedad cuyo ncleo sea lacomunidad andina o ayllu, que asegure los derechos colectivos y unaparticipacin indgena desde la base, lugar desde el cual se proyectahacia todos los niveles de la institucionalidad boliviana. En estas re-flexiones, se coloca al ayllu por sobre el sindicato, un tipo de orga-nizacin surgido de la revolucin del 52, cuyo fracaso abri espaciopara lo que estos autores coinciden en sealar como el movimientode los ayllus (Callisaya, 2003:112). Lo que se visualiza en estos ensayoses la reconstruccin total del ayllu y la restitucin de los derechos

    colectivos10. Pero el fin ltimo es an ms ambicioso, pues se hablade la reconstruccin del Tawantinsuyu, para lo cual la investigacinhistrica, econmica y antropolgica es indispensable en la medidaque los aproxima a las claves de su funcionamiento. As lo sostiene elTaller de Historia Oral Andina (THOA), organizacin autnoma de-dicada a la investigacin, creada e integrada en su totalidad por inte-lectuales aymaras (la mayora socilogos e historiadores) en la ciudad

    10 Los autores aymaras coinciden en hacer la distincin entre reconstruccin (de un tipo

    de organizacin social) y restitucin (de derechos).

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    de La Paz a principios de los aos ochenta, que tambin se proponela formacin de nuevos lderes (dirigentes e intelectuales) aymaras yquechuas, capaces de elaborar propuestas desde el pensamiento andi-no. Esto nos coloca frente a una lectura literal e idealizada del pasado.En algunos de estos intelectuales, como es el caso de Flix Callisaya,la idea del retorno se manifiesta con suma claridad:

    Ms all del simple cambio en la forma de organizacin, la recons-

    titucin del ayllu es el regreso a la identidad propia y constituirse enlo que se fue antes del colonialismo (Callisaya, 2003:115).

    Qu nos dicen estas propuestas respecto de los lmites de los Estadosnacionales? Se avanza poco en un tema que es muy complejo polti-camente. Para Mamani, la nacin aymara se encuentra dispersa entrePer, Bolivia, Ecuador, Chile y Argentina, pero el ncleo histrico ydemogrfico es Bolivia, lugar donde estn concentrados sus esfuer-zos polticos e intelectuales. Es Waskar Ari quien pone el dedo enla llaga al abordar directamente el problema de una nacin divididapor este tipo de lmites. Su propuesta llama al reconocimiento de la

    nacin aymara por parte de estos cinco pases, lo que no significauna independencia territorial y poltica. As, al modo de las minorassexuales y raciales del Primer Mundo, o de los pueblos colonizados

    y en dispora, Ari propone un programa de orgullo aymara, queincluya la creacin de lugares de memoria oficialmente reconocidospor estos pases. Por ejemplo, dice Ari, la conmemoracin de un DaInternacional del Pueblo Aymara (Ari, 2001:141).

    El llamado de este socilogo, cientista poltico y candidato a doc-tor en Historia, es a sacar partido de la globalizacin, de sus fuerzas

    democratizadoras y contrahegemnicas, a fin de que los pueblos in-dgenas de Amrica puedan capitalizar los cambios profundos quese estn produciendo. Para esto, los indgenas deben realizar lecturasapropiadas si no quieren que sean las lites quienes construyan unnuevo tipo de hegemona. La aproximacin de Waskar Ari es op-timista y en ms de un sentido postmoderna. Sostiene que la crisisdel Estado nacional es irreversible, sumndose a los pronsticos desu desaparicin (a la cual coloca fecha: el siglo XXII). Ello deberadar pie a la aparicin de las naciones tnicas, lo que en el caso andi-no significara la unificacin de Sudamrica con la reconstruccin

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    del Tawantinsuyu. Su empeo por situar a la nacin aymara en unaposicin ventajosa en el contexto mundial, lo lleva a predecir unanueva hegemona mundial, y a disear, desde ya, curiosas estrategiasde acercamiento:

    En el mundo globalizado e interdependiente, las organizacionesindgenas deben permanentemente llamar el inters de poderes in-ternacionales como los Estados Unidos, la Unin Europea y espe-cialmente China, en el tema de los derechos indgenas. De acuerdo amuchos especialistas este ltimo pas gradualmente tomar ms fuer-za en este milenio y cobrar hegemona mundial en el siglo XXII.Respecto a la formacin de nuevas identidades en el nuevo milenioes importante tener en cuenta que de acuerdo a recientes descubri-mientos arqueolgicos los indgenas de las Amricas compartamosuna heredad histrica comn de hace once mil aos con nacionesoriginarias que hoy en da estn ubicadas en China. En ms de unaocasin embajadores bolivianos en China, han publicado artculosen peridicos bolivianos de la dcada de 1990 documentando elparecido del pueblo Aymara de los Andes con los pueblos del Tibet

    y otras partes de China. Esfuerzos importantes deben trabajarse paraacercar China a los Amerindios, particularmente al pueblo Aymarade Sud-Amrica. Existe especial necesidad de estudiar nuestras raceshistricas comunes, y que entre factores puede estar ligado al impe-rio Mongol (Ari Chachaki, 2001:146-147).

    El lenguaje que desarrolla este autor en todo el ensayo que hemoscitado, da cuenta de fundamentos tericos que lo aproximan a co-rrientes postmodernas. Esto lo inserta de lleno en el campo de la cr-tica a la modernidad que desde los aos setenta ha venido creando unclima favorable para este tipo de anlisis. Sin embargo, no todos los

    intelectuales indgenas militan en tales corrientes o lo declaran tanabiertamente como Ari11. Sin embargo, aunque no estamos frente auna conexin clara, es un factor que se debe considerar en el anlisisde los textos en cuestin, pues se trata de un campo fructfero a lahora de articular una crtica a Occidente y al Estado nacional.

    11 Entre algunos intelectuales mapuches tambin se encuentran adhesiones de este

    tipo. Es el caso de Eliseo Caulef y Mara Daz Coliir, del IEI-UFRO, quienes sostienen

    la idea de la postmodernidad como fundamento losco de lo que denominan paradig-

    ma intercultural, esto porque introduce los principios de inestabilidad, heterogeneidad e

    inexistencia de verdades permanentes (Caulef y Coliir, 2000:133-145).

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    Una de las preguntas que surgen tras la revisin de estos proyectos

    y de los argumentos que los respaldan, es por qu pueden surgir

    propuestas radicales e incluso poco viables de reemplazo cultural

    y social, tales como el retorno al Tawantinsuyu, de independencia

    nacional en el caso mapuche o el apartamiento de una modernidad

    que paradjicamente permiti el surgimiento de este tipo de inte-

    lectuales indgenas. Una de las respuestas posibles est en la crisis

    de los proyectos hasta ahora impulsados en Amrica Latina, crisis

    en ocasiones profundas y recurrentes como ocurre en los casos deColombia, Ecuador, Per y Bolivia, donde el vaco y la descon-

    fianza abonan el terreno para que la reflexin poltica tome este

    camino. As, frente a la inoperancia de la clase poltica y econmi-

    ca, constituyen un llamado creble a construir alternativas (Callisaya,

    2003:121).

    Conclusiones

    El pensamiento anticolonialista tiene una vasta trayectoria en Amri-

    ca Latina, el que lejos de constituir una corriente homognea, destacapor la diversidad de mbitos en que se recrea, de posiciones que lorecorren y por los debates que ha promovido. Hoy, esta tradicin seenriquece con la incorporacin de los indgenas a travs de sus inte-lectuales, en un hecho que no deja de ser relevante, pues se trata deun sector de la poblacin latinoamericana que ha sido representadoen ese potente concepto-metfora que acuara Roberto FernndezRetamar en 1972, cuando los identific, junto a otros sectores opri-midos del continente, con Calibn, aquel personaje de Shakespeareque ha sido denostado por algunos y rescatado por otros. Fernndez

    Retamar forma parte de estos ltimos, instalando a Calibn comoopcin poltica e interpretativa y adhiriendo a ella.

    El ingreso de los indgenas a la discusin de estos temas modifica enuna proporcin nada de despreciable esa relacin de poder que en elmbito del conocimiento los relegaba a una posicin subordinada desujeto habladopor otros. Por el contrario, aqu encontramos un sujetocapaz de representarse a s mismo, con herramientas y tecnologasque otrora sirvieron para dominarlos (la escritura, las disciplinas, etc.),una representacin que oscila entre el polo poltico (los dirigentes)

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    y el polo cultural (los escr itores e investigadores), cuestin de nfasisque no oculta la necesaria retroalimentacin entre ambos.

    El presente artculo ha explorado en aquella representacin de tipocultural que se despliega en el mbito de la escritura, realizada por untipo de intelectual indgena que constituye hasta el momento el gra-do ms alto de especializacin al interior de un segmento que se haincrementado, diversificado y complejizado velozmente en el trans-

    curso de las ltimas tres dcadas. Me refiero a ese intelectual que seform en la educacin superior y en una disciplina del conocimiento(no sin conflictos de por medio), que investiga, escribe y publica des-de un lugar de enunciacin que ellos identifican como indgena (ma-puche, aymara, quechua, nhuatl, etc.). Identidad y compromiso quenos hace entender al intelectual indgena precisamente en su funcinpoltica (aquella que lo distingue del intelectual o profesional deprocedencia indgena), de naturaleza diferente a la de los dirigentes,pero igualmente relevante en la construccin de un discurso propio.Son producciones que tienen como destino la articulacin de un

    proyecto histrico para los grupos indgenas y los Estados nacionalesen los que aqullos se encuentran insertos.

    Este tipo de intelectuales, que en otro trabajo he denominado cr-ticos para resaltar la distancia que a menudo mantienen con las or-ganizaciones tnicas y sus lderes (Zapata, 2005), son quienes hanretomado con mayor profesionalismo el proyecto establecido en laSegunda Reunin de Barbados, subordinando el conocimiento dis-ciplinario al objetivo de la descolonizacin cultural, entendido desdeentonces como una condicin necesaria para la liberacin poltica.Este proyecto de descolonizacin constituye un tipo de resistenciareciente en la historia de los grupos indgenas a partir de la conquista,que posee sus propios modos, estrategias, contradicciones y un puntode partida ineludible: las categoras culturales impuestas por quienesconstruyeron al indgena como un otro. A su vez, dicho movimientode resistencia cultural se encuentra ntimamente unido a la resisten-cia socio-poltica, es decir, a los movimientos indgenas de los cualesforma parte.

    La descolonizacin tiene como momento necesario la diferenciacin

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    con la cultura del colonizador, ejercicio en el cual se construyen fron-teras y mundos distintos, precisamente en una etapa de la historia enque se hace difcil justificar la radicalidad de esa distancia. El sentidoque produce esta diferencia y su bsqueda en las profundidades delpasado, les permite identificar logros culturales e imaginarse comocolectivos amplios que recorren varios niveles: el del grupo tnico, elde los indgenas que comparten el presente al interior de un Estadonacional y el de los indgenas que comparten un continente y una

    historia de dominio.

    En este proyecto, qu posicin escogen los intelectuales indgenaspara s mismos y cmo entienden su propia prctica, hbrida en tr-minos culturales y por lo tanto lejos de esa diferencia cultural queargumentan? Es una pregunta que ronda las ltimas pginas de esteartculo y para la cual no tengo todava una respuesta precisa. Por elmomento, slo puedo sealar que es un nudo problemtico de estaescritura, lo que la hace tan heterognea como interesante. Ellos yellas tienen la alternativa de obviar el tema, o bien, de asumir su lugar

    de mediacin, ese lugar intermedio que no es poltico sino culturaly que los hace ser parte del mundo indgena que representan, perotambin de ese Occidente moderno del cual buscan apartarse.

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    Referencias bibliogrficas

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