Los Hombres Mesolíticos de La Braña-Arintero - Leon

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  • 7/25/2019 Los Hombres Mesolticos de La Braa-Arintero - Leon

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    Captulo 1LOS HOMBRES MESOLTICOS DE LA BRAA-ARINTERO(VALDELUGUEROS, LEN): EL HALLAZGO, SITUACIN,ASPECTOS ARQUEO-ANTROPOLGICOS, CRONOLOGA YCONTEXTO CULTURAL

    J M VIDAL ENCINAS

    J C L. S C L

    [ [email protected] ]

    M E PRADA MARCOS

    P. E.S. D. C B (A F)

    [ [email protected] ]

    C FERNNDEZ RODRGUEZ

    U L. P[ [email protected] ]

    M N FUERTES PRIETO

    U L. P[ [email protected] ]

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    0INTRODUCCINA finales del mes de noviembre de 2006 un peridicode la ciudad de Len1publicaba en su primera pginala noticia del hallazgo de un esqueleto humano enuna cueva prxima al ro Curueo, en la Montaa

    Oriental de la provincia, en plena vertiente meridio-nal de la cordillera Cantbrica. En la informacinse avanzaba una antigedad de la Edad del Broncepara los restos, atribucin que no vena avalada, nipor especialista alguno en la materia, ni tampoco porcualquier rasgo asociado concluyente. El descubri-miento, en realidad, haba tenido lugar tiempo atrs,probablemente un mes antes, obra de un grupo deexcursionistas, montaeros y aficionados a la espeleo-loga, que incluyeron en su pgina web (http://www.parapenteciconia.es/) fotografas del hallazgo, el cual

    fue visitado con posterioridad en alguna otra excur-sin, objeto de un completo reportaje fotogrfico, enel que, sin ningn rubor, se fotografiaba alguno delos visitantes con el crneo de uno de los esqueletosen la mano, permaneciendo expuesto en la red hastaque fue retirado2.

    El hallazgo fue objeto de la instruccin de unprocedimiento informativo en un Juzgado de Ins-truccin de Len, en el cual se interes, desde elmismo momento de la publicacin de la noticia, elServicio erritorial de Cultura de la Junta de Castillay Len, ante la eventualidad de que pudiera tratarsede un descubrimiento de naturaleza arqueolgica. Enefecto, la primera visita que se realiz a la cueva pormandato judicial, tuvo lugar con la presencia de unarquelogo solicitada por aquella administracin, enla que se pudo constatar, en primer lugar, el empla-zamiento recndito que, dentro de la cavidad, tenan,no ya el primero de los esqueletos, sino un segundosituado en la proximidad del anterior, aunque a dife-rente nivel, ambos muy alejados de la entrada actualque tiene la cueva y en lugares de acceso muy dif-cil. En segundo lugar, uno de los cuerpos presentaba

    la formacin de una estalagmita sobre el extremesternal de una de sus costillas, atrapndola en suinterior, lo que pareca acreditar un indudable presagio de antigedad para el tiempo transcurrido desd

    la colocacin del cuerpo en la pequea galera en lque se encontr (Figura 1). Adems, mostraba undisposicin que evocaba prcticas funerarias bieconocidas en la antigedad, puesto que se encontraba recostado sobre su lado izquierdo y contrado flexionado, en posicin a veces denominada en la literatura arqueolgica como fetal. Otro aspecto quno pas desapercibido fue la existencia de una acumulacin de fragmentos de formaciones calcreas euno de sus lados, recogidas y aportadas all de formintencional con la aparente voluntad de delimita

    o proteger el lugar en el que se haba colocado ecuerpo. ales fragmentos no podan haber sido transportados por corrientes de agua surgidas al amparde la actividad krstica, puesto que su tamao habrexigido una notable energa para ello, lo que habrentraado tambin la dispersin y transporte de lorestos humanos, hallados, sin embargo, en conexianatmica.

    1La Crnica-El Mundo de Lende 20 de noviembre de 2006.

    2La fotografa fue publicada en repetidas ocasiones por el peridico local Diario de Len, la primera vez el 22 dnoviembre de 2006, en su seccin de Cultura y Espectculos.

    Figura 1. Braa-1. Una estalagmita en proceso de formaciciment una serie vertebral y el extremo external de una costil(Foto: Julio M. Vidal).

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    Aunque no se encontr objeto arqueolgicoalguno asociado a los dos cuerpos humanos enla primera visita, ni aun dentro de la cavidad, losindicios sealados se transmitieron al Juzgado deInstruccin, sealando que tal hallazgo tena queenmarcarse dentro de los de naturaleza arqueolgica

    y que, por lo tanto, deba ser objeto de una inter-vencin de tal ndole, con la finalidad de intentar

    explicar la presencia de los dos cuerpos dentro dela cueva y encontrar argumentos que permitierandatarlos con precisin. En consecuencia, el primerobjetivo consisti en recuperarlos con metodologaarqueolgica para su estudio arqueo-antropolgicoque, en el segundo de los individuos (Braa-2), seampli a los escasos sedimentos sobre los que repo-saba, totalmente inexistentes en el caso del primero(Braa-1), puesto que reposaba directamente sobre elsuelo calizo de la propia cueva. Adems, el segundoindividuo (Braa-2), hallado tambin sin ningn

    gnero de enterramiento, sino depositado sobre lasuperficie de la cueva, en un pozo de forma subcir-cular, unos 4 m por debajo del primero, presentaba, adiferencia de ste una total desconexin anatmica,formando un pequeo osario cuyo origen se discuteen el apartado correspondiente de este texto3.

    1LA CUEVA DE LA BRAA-ARINTERO:SU EMPLAZAMIENTO GEOLGICO Y

    GEOGRFICO.(Figuras 2, 3 y 4)La cueva de La Braa-Arintero se encuentra en lasproximidades de las localidades del mismo nombre,pertenecientes al Ayuntamiento de Valdelugueros.Su acceso ms fcil lo tiene desde la primera de ellas,situada a 1.300 m de altitud, si bien se encuentrams prxima a Arintero y, su boca, ubicada a 1.489m de altura, se orienta hacia el Este. Nos encontra-mos en plena vertiente meridional de la cordilleraCantbrica, en su sector central, entre relieves muy

    abruptos, con grandes macizos calizos fuertementeplegados durante la Orogenia Alpina, en los que laerosin y el modelado krstico han abierto valles, porlo general, estrechos y profundos (Gonzlez Guti-rrez, 2002). La cavidad se encuentra en uno de estosmacizos, denominado Pico de las Vallinas (Figura5), entallado por el arroyo de Villaras, un afluentedel ro Curueo. En concreto, su emplazamiento selocaliza en la rama sudoccidental del Collado de Val-demara, un gran crestn de orientacin Norte/Surcuya litologa est identificada mayoritariamente concalizas masivas de la Formacin Valdeteja, pertene-cientes al perodo Carbonfero (IGME, 1984). Endicha rama destacan tres roquedos de forma triangu-lar que culminan a alturas comprendidas entre 1.500

    y 1.570 m, dejando, entre ellos, hacia el Oeste, unaempinada ladera a modo de circo. La vertiente haciaponiente hace que el acceso ms fcil a la cueva serealice desde La Braa, tal y como hemos indicado, sibien desde esta direccin es imposible ver su entrada

    ya que se encuentra al otro lado del crestn calizoque culmina la pendiente de ascenso.

    El arroyo de Villaras nace al norte de Arintero y,a la altura de La Braa, su recorrido sigue en buenaparte a travs de una falla de orientacin Este/Oeste,hasta alcanzar, despus de recorrer unos 3 km, el roCurueo. ste nace en el Puerto de Vegarada, unpaso natural en la divisoria de aguas de la Cordilleraa 1.567 m de altitud, por cuya vertiente septentrionaltiene curso el ro de Aller, un afluente del asturiano

    Caudal. Este paso natural en la Cordillera es en laactualidad el ms prximo a la cueva de La Braa-Arintero. El Curueo realiza ms de la mitad de surecorrido total (unos 45 km), hasta afluir al Porma,ya en plena cuenca sedimentaria del Duero, a travsde los relieves montaosos pertenecientes, desde elpunto de vista geomorfolgico, a materiales de edadpaleozoica de la cordillera Cantbrica, a los que cortaperpendicularmente, constituidos principalmente porlitologas calcreas y silceas (cuarcitas, areniscas y

    3Los restos arqueolgicos procedentes de la intervencin dirigida por uno de nosotros (J.M.V.E.), se depositaron enel Museo de Len, a quien queremos expresar nuestro agradecimiento por su ayuda en las labores de limpieza de lacostra calcrea adherida a los huesos, as como por sus facilidades permanentes para permitir numerosas visitas,indispensables para la realizacin de diferentes estudios y anlisis de los materiales arqueo-antropolgicos.

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    Figura 2. Situacin de la cueva de La Braa-Arintero.

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    pizarras). Precisamente a la altura de su curso medio,al sur de la localidad de olibia de Abajo, y hastaNocedo de Curueo, donde abandona la Cordillera,atraviesa varios macizos krsticos entre los que seabre paso tallando un profundo can, las Hoces

    de Valdeteja. Desde el punto de vista bioclimticolos datos toman como referencia una localidadprxima, Puebla de Lillo, los terrenos en los que seenclava la cueva de La Braa-Arintero pertenecenal termotipo Montano Superior (Altimontano),caracterizado por un ndice de termicidad de 114a 50, con una temperatura media anual de 8,1 C,una temperatura media del mes ms fro de -4,3C y una temperatura media de las mximas del mesms fro de 5,5 C. Desde el punto de vista de lasprecipitaciones la zona es Hmeda medio con un

    nivel de pluviosidad de unos 1.160 mm anuales. Lavegetacin est dominada mayoritariamente porbrezales y algn pinar de repoblacin, siendo msescasos los enebrales atlnticos, melojares y hayedos(Penas et al., 1995).

    Figura 3. Imagen area 3D, desde el Sur, con la situacin de la cueva de La Braa-Arintero (Fuente: Google).

    El acceso actual a la cueva de La Braa-Arin-tero est ligeramente dificultado por los abundantesbloques calizos que jalonan esta zona cercana a lacumbre del crestn. La entrada actual de la cuevade La Braa-Arintero, de forma triangular y poco

    ms de 2 m de altura (Figura 6), conduce a travs deuna galera curva en fuerte pendiente que, despusde unos 20 m, termina en una colada casi vertical.sta, despus de una subida de unos 4 m de altura,acaba en una pequea superficie que da paso a otracavidad a travs de un estrecho pasadizo y salvandoun pozo. Es preciso, por tanto, descolgarse otros 4 m

    y desplazarse por la pared para llegar a una repisa, enrealidad el final de otra galera del sistema krsticoque desemboca en una sala ms amplia. En tal repisase encontraba el individuo Braa-1 y, bajando por el

    pozo anterior, a unos 4 m de profundidad desde laparte inicial del descenso, al final de dicho pozo omarmita de forma sub-circular, y detrs de una granlaja de caliza desprendida, se encontr el segundo delos individuos, Braa-2 (Figura 8).

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    Figura 4. Contexto geolgico de la cueva de La Braa-ArinterSe encuentra en calizas masivas de la Formacin Valdetejadel Carbonfero Superior (Namuriense) (Fuente: Hoja 104 dIGME, 1979).

    Figura 5. Macizo del Pico de las Vallinas desde el Oeste, empla

    zamiento de la cueva. Los tres roquedos presentan una especde circo en su centro (Foto: Julio M. Vidal).

    odos los movimientos dentro de la cavidad, atravs de la nica entrada actualmente conocida, sondifciles y penosos, y requieren de complejas insta-laciones tcnicas propias de la espeleologa parahacerlos con una mnima seguridad4. Ello planteauno de los primeros interrogantes en cuanto al accesoa la cueva, en concreto, si su entrada fue siemprela misma, la actual, algo que fue categricamente

    puesto en duda gracias al hallazgo del esqueleto deun oso en una zona profunda de la gruta (Figura 7).En efecto, es imposible que dicho animal entrara porel acceso hoy existente para llegar al lugar en el quemuri, puesto que habra tenido que superar pare-des y estrechas zonas de paso, muy difciles de salvarpara un animal de tal envergadura. Algo que, incluso,podra tambin aplicarse a los mismos humanos, porlo que la hiptesis de la existencia de otra entrada,hoy seguramente desaparecida fruto del colapso dealguna bveda o de la erosin, cobra, creemos, toda

    credibilidad.La datacin 14C realizada sobre los restos del osoindica una edad prcticamente idntica a la de loshumanos (Beta - 254603, Edad 14C 690050 BP; 2sigma: cal. BC 5890-5710 (cal. BP 7840-7660)) loque puede abogar a favor de lo anterior, a saber, queexisti una entrada distinta a la actual, pues sta esde todo punto impracticable por el animal.

    2EL INDIVIDUO BRAA-1El primero de los cuerpos, como se ha indicado, seencontraba al final de una estrecha galera, colo-cado sobre su superficie, formada por una coladacarbonatada. Por lo tanto, en tal disposicin estcompletamente ausente cualquier intencin de inhu-mar en sentido estricto. El lmite del espacio en elque se deposit estaba constituido por el borde de larepisa, que tena una gran estalagmita en proceso deformacin a cuyo pie se coloc el cuerpo humano,

    4Para la realizacin de las actividades arqueolgicas en la cueva de La Braa-Arintero fue decisiva la colaboraciprestada por el Grupo de Rescate Especialista en Intervencin de Montaa (GREIM) de la Guardia Civil basado eSabero (Len), tareas en las que tambin colabor el Grupo Espeleolgico Matallana (Len).

    una columna estalagmtica y alguna estalagmita mlas propias paredes de la galera y una acumulaciintencionada de formaciones calcreas (estalactita

    y otros fragmentos), que lo delimitaban, pero quen ningn caso, cubran o tapaban los elementos deesqueleto (Figuras 9, 10 y 11). Que se trata de objetos colocados intencionadamente en el acto funerari

    vendra indicado por su gran tamao y disposici

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    Figura 6. La actual boca de entrada a la cueva. Se abre al Este,a 1.489 m de altitud (Foto: Julio M. Vidal).

    y en algunos huesos, se pudo apreciar una coloracinrojiza de la que se tomaron muestras para su anlisis.stos, realizados en la Unidade de Arqueometra dela Universidad de Santiago de Compostela, sobrecuatro muestras, confirman que [...] las muestrasrojas pueden denominarse ocre o almagro, enten-dido como una arcilla muy rica en xido de hierro[...] que pudo haber propiciado un uso intencional

    como sustancia colorante6. El cuerpo, tal y comonosotros lo registramos y levantamos, estaba en buenestado de conservacin y no presentaba asociadaevidencia arqueolgica alguna, objetos o similares,o de cualquier otra ndole, y tampoco se observla presencia de resto vegetal, o de otra naturaleza,que, eventualmente, hubiera podido cubrir o suje-tar partes del cuerpo. Sin embargo, entre los huesosdel esqueleto post-craneal no se hallaban sus tibias yperons, as como tampoco los huesos del tarso, loscuales aparecieron mezclados con el segundo de los

    individuos, Braa-2, que se encontraba en un pozosituado, prcticamente en la vertical, a unos 4 m pordebajo. Las causas de tal hecho creemos que puedendeberse, ms que a una manipulacin intencionada

    post-mortemdel cuerpo, a las propias circunstanciassurgidas de una descomposicin cadavrica que H.Duday ha denominado en espacio vaco, es decir,desprovisto del amparo que el enterramiento o inhu-macin proporciona al cuerpo con el sedimento quese aporta, lo que procura incluso el mantenimientode la conexin anatmica de las uniones lbiles o

    ms endebles. Al faltar la tierra u otros elementos lostendones de las articulaciones interseas, al desapa-recer, provocan que los huesos salten como resortes,provocando desplazamientos que, en este caso, porencontrarse al borde de una repisa, les ha hecho caeral vaco e ir a parar al pozo en el que se encontraba elsegundo individuo, mezclndose sus huesos (Duday,1978 y 1995; Duday et al., 1990).

    No obstante, teniendo en cuenta la posicin queocupaba el cuerpo en la repisa, es muy probable que,para que tal hecho se produjera, las tibias y demselementos de las extremidades inferiores no se encon-

    localizada, lo que descarta causas naturales en su acu-

    mulacin. Justamente, si hubieran ido a parar all porla actividad krstica provocada por una corriente deagua, por ejemplo, sta hubiera entraado el trans-porte de los restos humanos por encontrarse en sutrayectoria y tratarse de elementos, muchos de ellos,no slo ms pequeos, sino de un peso mucho menorque tales formaciones calcreas.

    Entre los restos humanos y en sus bordes se obser-varon abundantes fragmentos (1-2 cm) de maderacarbonizada5y, en el curso del proceso de recupera-cin de los restos humanos, especialmente sobre unapequea zona del mismo suelo en el que reposaban

    5Ver el captulo 9 de esta misma publicacin.

    6Ver el captulo 10 de esta misma publicacin.

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    Figura 8. Situacin de los dos esqueletos en el interior de cueva (Autor: Eloy Algorri).

    traran flexionadas o replegadas hacia los fmures, esdecir, hacia el interior de la repisa, sino extendidoshacia su borde, posibilitando as su cada al vaco. Talhecho, de confirmarse, estara indicando quiz la posi-bilidad de que dichas extremidades no se ataran en

    posicin flexionada o contrada, sino que, o bien sedejaron libres, o bien las posibles ataduras se perdie-ron en momentos inmediatamente posteriores a lamuerte, antes de las 24/36 horas siguientes, tiempo enel que interviene la denominada rigidez cadavricaantes del comienzo de los procesos de putrefaccin.

    El crneo, que, como ya hemos indicado, fuemanipulado por los excursionistas que lo descubrie-ron, presentaba, al igual que muchos otros huesos,una pelcula carbonatada procedente de las salpi-caduras de una pequea estalagmita inmediata enproceso de formacin. En el raquis, en particularlas articulaciones lbiles de las vrtebras cervicales,estaban en perfecta conexin anatmica, al igualque, por ejemplo, las falanges de la mano izquierda.Algo similar suceda tambin con las articulaciones

    Figura 7. Restos de un oso, completamente desconectado, pisoteado y expoliado (Foto: Julio M. Vidal).

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    lbiles de otras vrtebras y costillas. La cabeza delhmero izquierdo estaba todava articulada con lacavidad glenoidea de la escpula. El sacro, as comolos huesos ilacos, al descomponerse el cadver enespacio vaco, se desplazaron de su posicin original,perdiendo completamente su articulacin, proceso enel que se debi ver tambin implicado el comienzodel segmento lumbar de la columna, que muestra un

    ligero desplazamiento, si bien fue tambin manipu-lado por los excursionistas (Figura 12).

    Varias vrtebras lumbares articuladas, por su parte,estaban cementadas, fruto de la precipitacin de cal-cita y, como ya se ha indicado, el extremo esternal deuna costilla estaba totalmente atrapado en el inte-rior de una estalagmita en formacin, lo que obliga desprenderla por medio de un cincel. En generaltodos los huesos tambin sufrieron las precipitacionescarbonatadas del propio ambiente del interior de la

    cavidad, el cual, por lo dems, parece haber sido muyhomogneo, tanto desde el punto de vista de la tem-peratura como de la humedad, a lo largo del tiempotranscurrido desde la colocacin del cuerpo, puestoque aquellas tenan un escaso volumen, consistenteen una especie de cscara de aproximadamente 1 o2 mm de espesor, que, en la mayora de los casos, sedesprenda de forma espontnea al resecarse dicha

    pelcula, una vez que los restos pasaron a estar enun ambiente ms seco. Nada que ver, por lo tanto,con lo sucedido con el individuo tambin mesoltico(5560-5310 cal. BC) hallado en 2002 en El ruchiro,en la zona arqueolgica de La Garma (Santander),que tuvo que ser extrado en el bloque que formabapor la cementacin del carbonato clcico para poderser recuperado en el laboratorio (Arias, 2005-2006:364; Arias et al., 2005; Armendriz, comunicacinpersonal7). O el caso, de cronologa ms moderna, del

    Figura 9. Individuo Braa-1. Situado al borde de una repisa y al pie de una estalagmita, presentaba, en uno de sus lados, una deli-mitacin del espacio funerario por medio de la acumulacin de fragmentos de formaciones calcreas (Foto: Julio M. Vidal).

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    Figura 10. Imagen vertical del individuo Braa-1 (Foto: Julio M. Vidal).

    IV milenio, de la cueva de Escoural (Portugal), endonde varias decenas de esqueletos, tambin depo-sitados sobre la superficie de la cueva, sin haber sido

    inhumados, estaban totalmente recubiertos de unagruesa pelcula de calcita, fruto de la cristalizacin delcarbonato clcico presente en el hmedo ambiente dela cueva (Cauwe, 2001: 157 y 158).

    En nuestra opinin, por lo tanto, no existe la msmnima duda acerca del carcter funerario que tienela colocacin de este individuo en el interior de lacavidad: el lugar elegido, la disposicin del cuerpo

    y la delimitacin intencional del espacio funerarioas lo vendran a avalar. El esqueleto prcticamentecompleto, con los huesos hioides y parte del cart-

    lago tiroides, est acreditando que se trata de unsepultura primaria, que no ha sufrido manipulacin humana post-mortem. Los restos, en un bue

    estado de conservacin, corresponden a un varadulto, grcil, relativamente joven de 30-35 aos, econexin anatmica, recostado en posicin de decbito lateral izquierdo con las piernas flexionadahacia la parte frontal del cuerpo, reposando sobrsu miembro superior izquierdo, doblado a la alturde la cintura pelviana, y, el derecho, flexionado haciel mentn. Las piernas, al estar replegadas sobrel abdomen, producan una notable flexin en larodillas. El escaso movimiento que han sufrido lohuesos, a pesar de haberse descompuesto en espaci

    7El profesor ngel Armendriz, de la Universidad de Cantabria, ha tenido la amabilidad de facilitarnos el informpreliminar de los trabajos arqueolgicos, lo que agradecemos muy sinceramente.

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    Figura 11. Dibujo en planta de Braa-1 (Autor: Eloy Algorri).

    vaco, en lo que al tronco y comienzo de las extre-midades inferiores (fmures) se refiere, parece estarsugiriendo la posibilidad de que estuvieran sujetos oligados de alguna forma, quizs atados o envueltos

    con pieles o fibras vegetales, prcticas que se cono-cen, por ejemplo, en los enterramientos mesolticostambin tardos de Vedbaek-Bgebakken (NilssonStuntz, 2003: 295).

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    Figura 12. Individuo Braa-1. La imagen superior correspondal momento de la intervencin arqueolgica (Foto: Julio MVidal). Las otras dos, facilitadas por los excursionistas, muetran aquellas partes del esqueleto manipuladas (flechas) en ladiferentes visitas.

    3EL INDIVIDUO BRAA-2La repisa sobre la que se deposit el primero de losindividuos desembocaba, a lo largo de una pared casi

    vertical formada por una colada estalagmtica, en unamarmita o pozo de forma sub-circular situada unos 4

    m por debajo (Figura 13). Aunque la bajada al mismose puede realizar sin la instalacin de cuerdas, es, noobstante, muy difcil y peligrosa. A dicho pozo fue aparar una enorme lastra calcrea tableada, de formaestrecha y alargada, desprendida de alguna parte dela bveda o de las paredes de la cavidad, ocupando,de forma atravesada e inclinada, una parte considera-ble de la marmita. Detrs de ella y cerca de la pareddel pozo, se encontraban, en completa incoherenciaanatmica, pero agrupados, los restos del segundode los individuos, Braa-2, tambin reposando sobre

    el suelo, sin ningn signo de inhumacin o cubri-miento (Figuras 14, 15 y 16). ste, a diferencia delanterior, no era una colada estalagmtica, sino queestaba formado por bloques de diferente tamao deformaciones calcreas y de espeleotemas sobre unsedimento de carcter arcilloso, propias del interiorde las cuevas, entre las que no escaseaban los frag-mentos de estalactitas o estalagmitas, todo lo cualcolmataba en un espesor variable en torno a unos40 cm, el fondo de la marmita. Sobre el osario, en elque apenas se poda atisbar alguna asociacin de tibia

    y peron, descansaba el crneo, al que le faltaban loshuesos de la cara. Este conjunto seo, a diferencia deBraa-1, no presentaba concreciones carbonatadas,pues mostraban su superficie, en general, franca olimpia, algo que llamaba la atencin, al encontrarseen una parte profunda de la cavidad, en la que, qui-zs, la saturacin del aire era mayor.

    El inventario seo muestra que se trata, en ori-gen, de una sepultura primaria, como en el caso deBraa-1, puesto que se registran prcticamente todoslos elementos del esqueleto incluidos, por ejemplo,

    huesos tan pequeos y frgiles como los pertenecien-tes al cartlago tiroides, lo que quiere decir que nosufri manipulacin o seleccinpost-mortemalguna.Para recobrar todos estos restos se procedi a levantarlos distintos elementos seos as como el sedimento

    existente que, una vez procesado (tamizado y triado

    permiti recuperar algunos de los restos seos mpequeos, as como parte del conjunto de elementode adorno que estaban asociados a este individuo. Estpozo, a diferencia del espacio ocupado por el individuBraa-1, presentaba sedimentos finos, arcillosos, y, e

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    mucha mayor proporcin que en el caso de Braa-1,abundaban los fragmentos de madera carbonizada,as como restos de una gran variedad de insectos (O.richoptera), incluso se pudieron identificar huesospertenecientes a aves (Passeriformes) y anfibios. Enefecto, la marmita contina por una angosta galeraque, aunque hoy aparece cerrada, es posible que nolo hubiera estado siempre, que tuviera una comu-

    nicacin con el exterior, lo que explicara, quizs, lapresencia de tal fauna en la misma.

    El hallazgo de los restos humanos Braa-2 encompleta desconexin anatmica plantea ciertosinterrogantes para explicar tales condiciones. Porque,fueron desarticulados de forma intencional comoconsecuencia de un comportamiento funerario? Odebe atribuirse tal hecho a procesos tafonmicos deorigen natural? En primer lugar, debemos notar quelas visitas incontroladas realizadas a la cavidad handebido modificar la posicin original de los hue-

    sos, algo que sabemos por documentos fotogrficostomados por los excursionistas, en los que se puede

    Figura 14. Los restos del individuo Braa-2 se encontraban detrs de una gran lastra de caliza (Foto: Julio M. Vidal).

    Figura 13. Pozo en el que se encontr el individuo Braa-2,detrs de la gran lastra de caliza cada en su interior (Foto:Julio M. Vidal).

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    apreciar que, al menos, un hueso largo (tibia, fmur?), la mandbula y otros huesos, fueron movidos conrelacin a la posicin en la que nosotros los levanta-mos (Figura 17). El lugar, en efecto, es muy pequeo,

    de tal manera que apenas una persona puede moversecon facilidad en su interior, algo que, unido a lasnulas condiciones de luz y situacin de los huesosdetrs de la gran lastra de caliza, ha podido hacerque pasaran inadvertidos a los visitantes y que fue-ran pisoteados y desplazados. De hecho, al crneo lefaltan todos los huesos de la cara, lo que no descar-tamos pueda ser debido a tal causa, puesto que lasfracturas parecen recientes. Por otro lado ya se haaludido a ello, la presencia de insectos y un anfibioparece estar avalando la posibilidad de que el pozo

    tuviera comunicacin con el exterior, hoy obturada.al hecho podra quizs explicar la desconexin delesqueleto por causa de la accin de animales quepenetraran en el mismo. Por ltimo, existe otro factorque probablemente pudo contribuir a tales condi-

    Figura 15. El osario del individuo Braa-2 antes de su extraccin (Foto: Julio M. Vidal).

    ciones: la inundacin del pozo, que provocara lflotacin de los huesos y, con ella, su desconexin. Eefecto, el crneo presenta un ribete carbonatado quparece estar acreditando la lnea dejada por la lmin

    de agua en su nivel de inundacin y, en la parte bajde las paredes de la pequea cavidad, existen unorebordes que quizs estn denunciando la altura la que lleg la capa fretica cuando la inundaba. Sel agua intervino como agente post-deposicional eprobable que hubiera podido ser tambin la causantde la desaparicin de los huesos de la cara, si biehan podido intervenir tambin causas de naturalezmecnica. No es fcil, de todos modos, hacer un

    valoracin definitiva sobre los agentes que puedehaber alterado la posicin original del individuo, y

    que es complicado asimismo conocer las circunstancias de su disposicin original.En cualquier caso, los huesos no presentan huella

    de la accin, por ejemplo, de roedores, carroeros cualquier otro animal, ni se aprecia tampoco traz

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    Figura 16. Dibujo en planta de Braa-2 (Autor: Eloy Algorri).

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    Figura 17. Individuo Braa-2. La imagen superior correspondeal momento de la intervencin arqueolgica (Foto: Julio M.Vidal). La inferior, facilitada por los excursionistas, muestraaquellas partes del esqueleto manipuladas (flechas), al menos,el crneo y la mandbula.

    de Autours (Blgica) se han encontrado una sepultura colectiva mesoltica y otra individual, datadaen el Mesoltico antiguo (9090140 BP y 95007BP) que, adems de guardar analoga con La BraaArintero por el hecho de no existir inhumacin comtal, se encontraron formando verdaderos osarios, ysea a lo largo de la pared, con los huesos dislocado

    y esparcidos, ya sea en una fosa circular de 15 cmde profundidad y 1 m de dimetro. Otra analogde este hallazgo con La Braa-Arintero es que nest ligado a un lugar de ocupacin (Cauwe, 2001y 2001b; Polet y Cauwe, 2002).

    Sea como fuere, en cualquier caso nos pronunciamos, de forma concreta, por el carcter intencionaque tuvo la colocacin de este cuerpo humano en lcavidad, como consecuencia de un acto de naturalezfuneraria. El propio lugar elegido, un pozo o marmitsub-circular, en un lugar quiz recndito de la cavidad, que puede evocar los cavados en la tierra, y su

    propios elementos de adorno personal, 24 caninoatrficos de ciervo perforados, cuya asociacin colos comportamientos funerarios de estas poblacioneest fuera de toda duda, como veremos, creemos quson argumentos que, unidos a la presencia del otrindividuo, estn avalando claramente el uso sepulcral de la cueva por estas poblaciones mesolticas qu

    vivan en los altos valles de la vertiente meridionade la cordillera Cantbrica. Aunque el esqueleto estcasi completo, determinadas partes como la cara algunas vrtebras se encuentran en mal estado d

    conservacin debido probablemente a las condiciones de humedad del lugar donde se encontraban lorestos en total incoherencia anatmica.

    4EL MATERIAL ARQUEOLGICO ASOCIADOAL INDIVIDUO BRAA-2: LOS CANINOSATRFICOS DE CIERVO PERFORADOSUno de los aspectos ms relevantes de este hallazg

    ha sido el conjunto de 24 caninos atrficos perforados de ciervo asociados al individuo Braa-(Figura 18). La aparicin de un conjunto semejanten un contexto arqueolgico determinado es uhecho nico dentro del mbito geogrfico regiona

    alguna de que hubieran sido descarnados, accinque pudiera avalar, por ejemplo, un enterramientosecundario, si bien tal requisito no es imprescindible,

    puesto que los huesos podran haber sido introdu-cidos cuando haban perdido ya los tejidos. Podraexplicarse la presencia del cuerpo en la cavidad comoconsecuencia de un accidente, de una cada en el inte-rior del pozo? Ninguna prueba existe que lo avale, sibien es cierto que no poseemos los huesos de la cara,pero lo cierto es que no existe huella de traumatismoalguno, ni en los restos del crneo, ni en cualquierotro hueso del esqueleto post-craneal. En fin, cree-mos, de todas formas, que no debe descartarse queel hallazgo de los restos humanos totalmente desar-

    ticulados pueda ser un hecho intencional, propio decomportamientos funerarios que, en el Mesoltico,son perfectamente conocidos, a saber, la manipula-cin de los cuerpos antes o despus de realizar sudisposicin funeraria. As, por ejemplo, en el abrigo

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    ms cercano. Los caninos atrficos de ciervo sonun elemento de adorno personal bien conocido encontextos del Pleistoceno Superior, tambin de natu-raleza funeraria, entre los que destaca sobremanera

    el enterramiento magdaleniense de Saint-Germain-la-Rivire, con 72 caninos recogidos en el cuerpode una mujer datada por 14C en 15780200 BP(Vanhaeren y DErrico, 2003; Idem, 2005), o, deunos tiempos que a nosotros nos interesan, un caso

    verdaderamente espectacular e inslito, como es elde la cueva epipaleoltica (10370-9190 cal. BC) deAven des Iboussires (Malataverne, Francia), con203 caninos de ciervo que parecen asociarse a unposible nivel sepulcral, necrpolis es el trminoempleado, con restos de ocho individuos, si bien

    todos los materiales arqueolgicos y antropolgicosfueron hallados en total mezcolanza y con un ori-gen estratigrfico impreciso (Gly y Morand, 2000;DErrico y Vanhaeren, 2000). Los 24 caninos atr-ficos de ciervo perforados del individuo Braa-2 se

    recuperaron una vez levantados los restos humanosy fue este hallazgo la primera certeza arqueolgicaque se tuvo de su antigedad. En efecto, se procedia excavar muy detenidamente los escasos sedimentos

    sobre los que reposaba este individuo, sumidos, ensu mayor parte, entre los intersticios dejados por unmontn de formaciones calcreas que colmatabanel pozo o marmita en el que se encontraba. Estosprimeros trabajos permitieron recuperar un primercanino al que se unieron paulatinamente 11 ms y,en una segunda visita, adems de proseguir con laexcavacin, se procedi a evacuar en bolsas la mayorparte del sedimento existente, con la finalidad detamizarlo para obtener ms elementos arqueolgicos,faunsticos o de otra ndole, lo que permiti comple-

    tar la cifra ya mencionada de 24 caninos de ciervo,la mayor conocida en este contexto arqueolgico(Figura 19). En efecto, hasta este hallazgo nica-mente se conocan cuatro caninos, tambin halladosen un ambiente funerario, en la cueva de Los Canes

    Figura 18. Imagen de detalle del hallazgo del primero de los caninos atrficos de ciervo perforado (Foto: Julio M. Vidal).

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    Figura 19. Representacin de los caninos atrficos de ciervperforados en el Mesoltico de la cordillera Cantbrica, valldel Ebro y en el sitio de La Braa-Arintero.

    (Cabrales, Asturias), uno en la denominada Estruc-tura II y tres en la I, si bien su escaso nmero y laposicin que ocupaban en el cuerpo, puede levantardudas acerca de su real asociacin con los enterra-mientos (Arias y Garralda, 1995 y 1996).

    Los objetos de adorno personal ms abundantesen contextos mesolticos son conchas de moluscosmarinos perforadas, recogidas en las playas (Fano

    Martnez, 2004), que, en el caso de una de las tum-bas de Los Canes, parecen haber constituido partedel adorno que portaba el individuo all enterrado,probablemente bajo la forma de un collar o ador-nando su vestido (Arias y lvarez Fernndez, 2004).El relativo alejamiento del mar de ciertos luga-res con hallazgos de esta naturaleza, no ha pasadoinadvertido a los investigadores, lo que ha planteadola posibilidad de relaciones entre las comunidadesmesolticas situadas hacia el interior montaosocon aquellas ms prximas a la costa. Este asunto es

    particularmente llamativo en el caso del yacimientomesoltico de El Espertn (Burn, Len), un sitioya situado al otro lado de la divisoria de aguas de lacordillera Cantbrica con la Cuenca del Duero, en elque se encontr una concha de Trivia sp.perforada,un hallazgo cuya significacin en el marco de aque-llas relaciones ya fue sugerido por sus descubridores(Neira Campos y Bernaldo de Quirs, 1992; Neira etal., 2004 y 2006). Es el caso tambin de varios yaci-mientos del alto valle del Ebro, en lava, a ms de100 km de la costa, en donde tambin se han hallado

    conchas marinas, incluso de procedencia mediterr-nea (Fano Martnez, 2004: 373).Los adornos-colgantes del Paleoltico-Mesol-

    tico cantbrico y del valle del Ebro, entre ellos loscaninos atrficos de ciervo perforados, han sidorecientemente objeto de un excelente trabajo deinvestigacin por parte de E. lvarez-Fernndez8,del que extraemos los datos que exponemos a con-tinuacin. Estos objetos alcanzan porcentajes muyelevados entre los adornos-colgantes realizados sobredientes de animales en tiempos solutrenses y magda-

    8Queremos expresar nuestro reconocimiento a E. lvarez-Fernndez por facilitarnos un ejemplar de su tesis doctoraque, por entonces, acababa de ser defendida en la Universidad de Salamanca.

    lenienses, especialmente del ordenArtyodactila, coporcentajes superiores al 80% del total (83,2% y 90%respectivamente), ocupando los caninos atrficos dciervo valores del 76% en el Solutrense y el 75%

    en el Magdaleniense. En el Magdaleniense Iniciay Medio la proporcin llega casi al 50%, mientraque en el Magdaleniense Superior Final alcanza e94,1%. El Magdaleniense, con 208 ejemplares es, comucho, el perodo en el que ms se prodigan estoobjetos en el Paleoltico Superior Cantbrico. Lodientes con una perforacin se hallan en todos loperiodos del Paleoltico Superior y del Mesoltic

    y representan el 95,8% del total de las piezas perforadas. Los orificios se sitan en la zona proxima(52,6%), central (40,6%) y distal (6,8%). Los diente

    con dos perforaciones se documentan exclusivamenten el Magdaleniense y representan el 6,2% de lapiezas perforadas en ese perodo.

    En sntesis, en el Paleoltico Superior Cantbricse han encontrado un total de 373 caninos y en ecordillera Cantbrica, 8. Por su parte, el Mesolticde la cordillera Cantbrica haba deparado, hasta ehallazgo de La Braa-Arintero, 4 caninos atrfico

    y 2 el cordillera Cantbrica (lvarez-Fernnde2006). En el mbito de la Cuenca del Duero sconocen caninos atrficos en La Pea de Estebanvel

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    (Estebanvela, Segovia), en el nivel II, MagdalenienseFinal, el cual ha proporcionado cuatro caninos (CachoQuesada et al., 2003; Ripoll et al., 2006: 160).

    Por lo dems, slo resta referirse a los niveles

    del Neoltico Antiguo y Reciente de la cueva de laVaquera (orreiglesias, Segovia), en los que existenvarias cuentas de hueso perforadas que presentansemejanzas con los caninos atrficos de ciervo ensu forma y tamao, hasta el punto de que, quizs,pudiera tratarse de imitaciones (Estremera, 2003:175, fig. 88 y 178-180). En los ltimos aos, suge-rentes estudios arqueo-zoolgicos y tecnolgicossobre estos ornamentos, han permitido avanzar enel conocimiento, tanto de las estrategias de caza deestas poblaciones paleo-mesolticas, como en aspec-tos relacionados con su conducta simblica (DErrico

    y Vanhaeren, 2000 y 2002; Broglio et al., 2004; Van-haeren y DErrico, 2003 y 2005)9.

    Aparte de estos colgantes y de los propios restosantropolgicos, apenas hay otros restos arqueolgicosasociados a los esqueletos, con la excepcin de losfragmentos de madera carbonizada y de una arcillarojiza que podra ser una materia colorante y que, enambos casos, se encontraban en los dos individuos.Los fragmentos antracolgicos eran ms abundantesen Braa-2 y su estudio se refleja en otra parte de

    esta monografa. Para la arcilla rojiza disponemos delanlisis geoqumico y mineralgico que ha confir-mado que se trata de una arcilla muy rica en xido dehierro (hematita), por lo que su interpretacin como

    restos de ocre est justificada (vid. supra, nota 6).

    5CRONOLOGA ABSOLUTA DE LOS HOMBRESDE LA BRAA-ARINTEROLas dos muestras tomadas de cada uno de los indi-viduos fueron objeto de una datacin 14C AMS enBeta Analytic Radiocarbon Dating Laboratory, pro-porcionando los resultados que se muestran en elCuadro 1. La curva de calibracin utilizada ha sido

    INCAL 04 (Reimer et al., 2004). Las fechas sonprcticamente idnticas entre s, por lo que se puedeafirmar que el uso sepulcral de la cueva tuvo lugaren un tiempo seguramente coetneo para ambosindividuos, en torno al 7000 BP, que corresponde alprimer tercio del VI milenio cal. BC. Esta cronolo-ga se emplaza en el Holoceno, en la fase climticaAtlntica segn la secuencia polnica clsica o en ladenominada fase anatrmica o inicial (10000-6000BP) (Muoz Sobrino et al., 2006).

    9El Ministerio de Cultura del Gobierno de Espaa autoriz la exportacin temporal de los 24 caninos atrficos deciervo a la Universidad de Burdeos I (UMR 5199 PACEA, Institut de Prhistoire et de Gologie du Quaternaire), conla finalidad de facilitar su estudio. Ver en esta misma monografa el captulo 2.

    Cuadro 1. Resultados del anlisis radiocarbnico.

    BRAA-1

    (Beta-226472)

    BRAA-2

    (Beta-226473)

    Edad 14C convencional:

    698050BP

    Edad Cal 2 Sigma (95% prob.)

    Cal BC 5990-5740 (Cal BP 7940-7690)

    Edad Cal 1 Sigma (68% prob.)

    Cal BC 5970-5950 (Cal BP 7920-7900) y

    Cal BC 5910-5800 (Cal BP 7860-7750)

    Edad 14C convencional:

    703050BP

    Edad Cal 2 Sigma (95% prob.)Cal BC 6010-5800 (Cal BP 7960-7750)

    Edad Cal 1 Sigma (68% prob.)

    Cal BC 5990-5880 (Cal BP 7830)

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    En un marco cronolgico ms amplio delperodo considerado, que ocupa una horquillaque se puede situar entre el IX y el VI mile-nios, es decir, entre el Epipaleoltico/Aziliense

    y el proceso de neolitizacin (Fano, 2004: 347),los hombres de La Braa, como testimonios dela ocupacin de este tramo de la Cordillera, ocu-pan un tiempo encuadrable en la segunda mitaddel perodo y, por ejemplo, tienen una cronolo-ga similar a la proporcionada por el yacimientomesoltico prximo de El Espertn, el cual ha dadouna fecha de 708040 BP (Bernaldo de Quirs yNeira, 2007-08), el nico hbitat en cueva hastael momento conocido y excavado en la vertienteleonesa de la Cantbrica. Estamos, por lo tanto,dentro de la fase paleoclimtica Atlntica en laque se desarrolla el momento reciente o final delMesoltico. Vamos a comentar de forma un pocoms extensa este contexto climtico y cultural,

    centrndonos especialmente en el entorno geo-grfico ms cercano de la parte occidental de lacordillera Cantbrica.

    6CONTEXTO CLIMTICO: HOLOCENO PLENOEsta cronologa radiocarbnica nos sita en unmomento avanzado del Holoceno. Recordemos queesta poca geolgica es la fase de clima benigno

    (interglaciar) en la que nos encontramos hoy en da,que comenz hace algo ms de 11.000 aos y en laque continu la retirada del hielo que haba avanzadosobre buena parte de Europa a lo largo de la ltimafase glaciar. Este proceso hubo de provocar impor-tantes cambios en las formas del paisaje de muchaszonas. Sin duda, el caso ms extremo en este sentidoes la aparicin (o reaparicin) de amplias zonas delnorte de Europa que quedaron liberadas del hieloque las cubra, al mismo tiempo que otros territo-rios cercanos a las lneas de costa quedan sumergidos

    como consecuencia de la subida del nivel del mar.Los inicios de este periodo, con la subida de tem-peraturas que supuso y el retroceso paulatino de laslenguas de hielo que cubra buena parte del nortedel continente europeo, hubo de ser un momento de

    inestabilidad dentro de ese proceso general de mejora climtica.

    Si todo este proceso pudo producir unas alteraciones sustanciales en el paisaje de las altas latitudeeuropeas, en una zona meridional como la cordillerCantbrica, estos cambios quizs fueron ms moderados, aunque sin olvidar las variaciones en la lnede costa y la expansin del bosque, especialmente esentido altitudinal.

    Si retomamos la datacin concreta de estos doindividuos, ya hemos comentado que se sitan eel Holoceno Pleno, en la fase climtica Atlnticsegn la secuencia polnica clsica o bien en el inicio del Holoceno Medio si tomamos las secuenciams recientes realizadas a partir de distintas seriepalinolgicas (Muoz Sobrino et al., 2005). Estetapa inicial del Holoceno Medio en el noroeste dla pennsula Ibrica (biozona Hd1, ca. 7000-600BP, en torno a 6000-5500 cal. a.C., segn el model

    general desarrollado para esta zona por MuoSobrino et al., 2005) se caracteriza por una rpidrecuperacin de la vegetacin arbrea que sucede un momento de enfriamiento climtico aconteciden torno al 7500 BP (y que se correspondera cola oscilacin fra conocida como evento 8.2), el cuahaba interrumpido la tendencia de mejora generacaracterstica del Holoceno. Esta etapa de recuperacin arbrea se interpreta como un perodo dformacin de un paisaje regional nuevo en esta zonpeninsular, al menos en altitudes medias, en el qu

    la expansin altitudinal del bosque (Quercus robuCorylusy en menor medida Betula) alcanza elevadas cotas. Esta primera etapa del Holoceno Mediconstituye los episodios iniciales del denominadptimo climtico (mediados del VI mil. BP, etorno a la segunda mitad del V mil. cal. a.C.), en eque se produce el momento de mxima temperatur

    y sequedad del Holoceno, alcanzando el bosque smxima expansin.

    Contamos con informacin ms concreta procedente de anlisis polnicos realizados en dos zona

    de la vertiente meridional cantbrica muy cercanas esta cueva pero hacia el valle del Porma, ro situadinmediatamente al este de la zona en que nos encontramos, tanto en direccin Norte, en el puerto de SaIsidro (a unos 14 km en lnea recta) como Noreste

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    en el Macizo del Mampodre. Para este ltimo hayun anlisis del pinar de Lillo (1.500 m, a unos 10km en lnea recta al noreste de la cueva) que recogela evolucin polnica de esta zona desde el ardigla-ciar (Muoz Sobrino et al., 2003). En esta secuenciase observa una situacin climtica inestable en elHoloceno Inicial, con una vegetacin arbrea enla que hay continuas alternancias entre el dominode pinares y abedulares. Una vez que comienza elHoloceno Medio se produce la mxima expansinarbrea, caracterstica del ptimo climtico, domi-nada ya por pinares (y en menor porcentaje abedules)en esta secuencia.

    Los resultados del anlisis de la turbera del puertode San Isidro (1.650 m) indican que para el periodocronolgico que nos interesa hay un bosque biendesarrollado, con predominio de Betulaacompaadode pinos y en menor proporcin Quercusy Corylus(Fombella et al., 2001). Desde hace unos 7.500 aos

    (~5600 cal. a.C.) hay un incremento significativodel pinar respecto al abedular, seguido de Quercusyuna gran disminucin de Corylus. En ambos casos seconstata por tanto que para este momento del Holo-ceno en esta zona hay un bosque bien desarrollado,dominado por pinares (sobre todo hacia el Este, con-firmando el carcter autctono del pinar de Lillo) yabedulares.

    7CONTEXTO CULTURAL: MESOLTICO PLENOO AVANZADODesde un punto de vista cultural, la datacin delos individuos de La Braa-Arintero encaja en unmomento de desarrollo pleno del Mesoltico. No

    vamos a entrar aqu en la discusin sobre la deno-minacin de este perodo en relacin a los trminosEpipaleoltico/Mesoltico y las connotaciones decarcter econmico y social que pueden surgir (Zve-lebil, 1986) ya que este tema ha sido ampliamentedebatido y parece haber hoy en da un acuerdo paradenominar como mesolticas, de forma un tantogenrica y despojada de dichas connotaciones, alas poblaciones cazadoras-recolectoras que se desa-rrollan en el Holoceno (Kozlowski, 2003; Spikins,

    2008). En consecuencia, a partir del lmite arbitrarioque se ubica en torno al 10000 BP (~9500 cal. a.C.),se comienza a hablar en muchas zonas de Mesol-tico Antiguo o Inicial (Bailey, 2008). Estos gruposprehistricos tienen caractersticas diversas (se haconsiderado a veces al Mesoltico como un mosaicode grupos culturales), que continan con las formas

    de vida mvil caractersticas de los cazadores-reco-lectores. Desde este amplio punto de vista, por tanto,no hay una ruptura con el Paleoltico Superior, sinoque el mayor cambio en las formas de vida se va aproducir en el siguiente periodo, con la llegada delNeoltico y la economa de carcter productivo. Eneste momento del Holoceno Medio nos encontramospor tanto con las ltimas poblaciones de cazadores-recolectores que ocupan Europa.

    Respecto al trmino Epipaleoltico, s es ciertoque ha tenido un empleo ms extendido en la zona

    suroriental de Europa y especialmente en la penn-sula Ibrica (por ejemplo: Gonzlez Morales et al.,2004; Juan-Cabanilles y Mart, 2002; Montes, 2007;Utrilla, 2002). Este trmino, de hecho, enfatiza larelacin de estos grupos con el periodo paleolticoanterior, y ste es precisamente un aspecto que defineen gran medida a los grupos que poblaron esta zonaen los momentos iniciales del Holoceno. Al menoslos restos materiales de estas poblaciones tienen gran-des similitudes con los restos dejados por los grupos

    anteriores. Si nos centramos en la regin cantbrica,el trmino Epipaleoltico se tiende a reservar preci-samente para los conjuntos derivados del PaleolticoSuperior Final que se desarrollan desde momentostardiglaciares y en el inicio del Holoceno (Aziliense yconjuntos Aziloides incluidos). Respecto al trminoMesoltico, parece haberse llegado a un consensosobre su uso para referirnos al periodo cronolgicoque transcurre a partir del IX milenio BP (~7800a.C.) (Fano, 2004). Estos planteamientos siguen engran medida las ideas establecidas para la vecina rea

    del valle del Ebro (Cava, 1994 y 2004a) y la fachadamediterrnea (Garca Puchol y Aura Tortosa, 2006)

    y en general esa tendencia ms amplia en la historio-grafa europea que hemos mencionado.

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    8EL MESOLTICO EN LA PENNSULA IBRICAEn la pennsula Ibrica el Mesoltico es un periododel que tenemos un conocimiento un tanto disperso

    y diferenciado segn las zonas, de forma que haygrandes vacos de informacin en regiones donde

    hasta ahora no han aparecido yacimientos de estapoca (sobre todo hacia la zona del interior de ambasmesetas), mientras que hay otras reas en las que seconcentran un buen nmero de sitios adscritos a esteperiodo. res son las reas donde ha habido mayorinformacin de forma tradicional: la fachada medi-terrnea, la zona centro-meridional portuguesa y eltramo costero cantbrico en el que aparece el Astu-riense (Asturias y occidente de Cantabria).

    La explicacin de esta situacin hay que buscarlaquizs en un problema de reconocimiento arqueo-

    lgico de los restos materiales dejados por estaspoblaciones. Hay que tener en cuenta que, en las dosltimas zonas que hemos mencionado buena partede las ocupaciones mesolticas estn relacionadascon un tipo de formacin arqueolgica que tiene unfcil reconocimiento visual, como son los concheros.Este tipo de depsitos se form como consecuenciade la acumulacin de las conchas de los moluscosconsumidos en las zonas litorales y en ellos aparecenciertos elementos de la cultura material que carac-terizan dicho periodo en esas zonas (por ejemplo el

    prototpico pico asturiense). Quizs es ms com-plicado reconocer las ocupaciones en otras cuevas yabrigos donde es posible que los restos materialesno sean demasiado distintivos y an es ms difcildetectar las ocupaciones al aire libre.

    En los ltimos aos el nmero de yacimientosadscritos al Mesoltico se ha incrementado, tanto enla cordillera Cantbrica (en zonas costeras y tambindel interior prelitoral y de alta montaa), rebasandoel cambio de vertientes, como sobre todo hacia elcuadrante nororiental de la Pennsula, siendo el valledel Ebro una de las zonas donde ms aportaciones hahabido. No obstante, siguen quedando amplias zonas,sobre todo en el interior peninsular, en las que hayan grandes vacos de informacin. Esto no quieredecir que dichas reas estuvieran deshabitadas, sino

    que diversos problemas como la propia visibilidaarqueolgica de estas poblaciones mviles, o tambin las complicaciones derivadas de la conservacide los yacimientos pueden dificultar sobremanera sreconocimiento (Arias, Cerrillo-Cuenca et al., 2009Ante esta situacin es un poco complicado realizauna sntesis vlida para toda la Pennsula.

    Como hemos indicado, por tanto, parece que e

    Mesoltico ha recibido una cierta atencin ltimamente, muchas veces derivada del estudio del inicidel Neoltico y de sus relaciones con la fase inmediatamente anterior, especialmente hacia el cuadrantnororiental ibrico (valle del Ebro) pero tambiha habido interesantes aportaciones procedentede la regin cantbrica. En consecuencia, en loltimos quince aos han aparecido diversos traba

    jos de sntesis que intentan realizar una secuenciinterna de dicho periodo partiendo de las regionemencionadas (valle del Ebro fundamentalmente

    tambin zona levantina), pero con la intencin amismo tiempo de llegar a establecer un marco cronolgico vlido para un contexto geogrfico mamplio (Alday, 2002 y 2006; Arias, 2007; Cava, 199y 2004a; Garca Puchol y Aura ortosa, 2006; JuanCabanilles y Mart Oliver, 2002; Utrilla et al., 1998Dicha secuencia se basa fundamentalmente en lacaractersticas de las industrias lticas de los nivelearqueolgicos adscritos a estos periodos, de formque se habla de:

    I) un Epipaleoltico (tildado frecuentement

    como laminar o microlaminar) en los inicios deHoloceno (X mil. BP),

    II) un Mesoltico denominado de muescas y denticulados que se desarrolla fundamentalmente lo largo del Boreal (IX-mediados del VIII miBP ~ ca. 8000 a 6500 cal. a.C.), en lo que sera sMesoltico Medioy

    III) un Mesoltico Geomtrico (MesolticReciente) que comenzara aproximadamente partir del segundo tercio del VIII mil. BP (~ 660

    cal. a.C.), poco antes del inicio del periodo Atlntico. Esta fase geomtrica se puede subdividir su vez en tres subfases, la primera caracterizadpor la alta frecuencia de trapecios, la segunda potringulos (aqu estara el prototpico tringul

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    Cocina) (desde ca. 6000 cal. a.C. hasta la apari-cin de los primeros yacimientos neolticos, a lolargo de la segunda mitad del VI mil. cal. a.C.

    y principios del V y a distinto ritmo segn laszonas); y la ltima que convive con grupos yaneolticos instalados en la pennsula Ibrica.

    Este Mesoltico Geomtrico es precisamente el

    que nos proporciona el marco cronolgico que nosinteresa, siendo adems la fase ms representativadel Mesoltico ibrico desde un punto de vista tra-dicional, aqulla caracterizada por la abundanciade geomtricos en las industrias lticas, y que secorrespondera con el Epipaleoltico Geomtricoque defini Fortea hace casi cuarenta aos (For-tea, 1973). Estas pequeas piezas geomtricas, quese interpretan, mayoritariamente, como elementosintegrantes de las puntas de flecha (Domingo, 2004 y2005), constituyen, por otro lado, uno de los elemen-

    tos ms significativos del Mesoltico a nivel europeo.De hecho, su fase avanzada, a partir de ~ 7000 cal.a.C. , se caracteriza por la generalizacin de unasdeterminadas variantes de estos geomtricos, los tra-pecios caractersticos, por ejemplo, del ardenoisenseen gran parte de Francia, variedad tambin predomi-nante en el inicio del Mesoltico reciente ibrico, taly como hemos comentado.

    Si bien la secuencia que hemos descrito parecebastante clara y dentro de las tendencias generales anivel europeo, se detectan varios problemas a la hora

    de evaluarla. Por un lado los lmites entre esos distin-tos mesolticos no son netos a nivel cronolgico, deforma que hay periodos en los que se solapan estosdistintos conjuntos y stos, a su vez, se desarrollanms all de los lmites descritos. Adems, tampocohay una continuidad geogrfica, de forma que esteesquema no se puede aplicar de forma uniforme, aspor ejemplo en la zona catalana s se puede seguir

    grosso modoel desarrollo de las dos primeras fases(Epipaleoltico y Mesoltico de muescas y den-ticulados) pero no as el Mesoltico Geomtrico(Garca-Argelles y Fullola, 2006; Vaquero, 2006).La misma dificultad, quizs de forma ms intensa,encontramos al intentar trasladar dicha secuenciaa la regin cantbrica, sobre todo las fases media yavanzada del Mesoltico. El Mesoltico de muescas

    y denticulados se ha identificado fundamentalmentehacia la fachada mediterrnea y el valle del Ebro,tanto en su tramo bajo o medio como hasta su partealta, en el Pas Vasco, pero los yacimientos alavesesson, por el momento, los ms occidentales.

    Respecto al Mesoltico Geomtrico, es tambincomplicado encontrar conjuntos en la regin cant-

    brica que sean equiparables a los descritos hacia esazona oriental, ya que si bien es cierto que contamoscon yacimientos en los que aparecen los prototpi-cos geomtricos, en cambio no estn presentes enlas cantidades y formas como son caractersticos enaquella rea.

    En esta zona cantbrica, para el tramo cronol-gico del Mesoltico Medio y Avanzado, el Asturienseha sido la facies litoral mesoltica ms significativadurante muchos aos, pero muy localizada a lo largode la costa centro-occidental cantbrica (Fano, 1996;

    Fano y Gonzlez-Morales, 2004). Hay que tener encuenta que estos yacimientos se han identificado muyfrecuentemente vinculados a un tipo de formacinarqueolgica que resulta fcilmente reconocible: losconcheros. Tambin la presencia del pico asturienseha permitido en ocasiones identificar otras ocupa-ciones asturienses al aire libre. Estos dos aspectoshan favorecido el reconocimiento de esta culturaarqueolgica, pero distorsionan en cierto grado laimagen de la ocupacin de este territorio durante el

    Holoceno. No obstante, son cada vez ms numerososlos yacimientos datados entre el IX y el VII mile-nio BP (VIII al VI mil cal. a.C.) en esta zona quese adscriben a un Mesoltico no asturiense, (parauna revisin reciente muy completa sobre este tema,vase: Fano, 2004). Se tratara quizs de un Mesol-tico propio de la regin cantbrica que se desarrolla alo largo de esa fase plena o reciente (desde un puntode vista cronolgico) identificada en otras zonas dela Pennsula. En todo caso, no sera extrao que estaregin presente un Mesoltico con rasgos propios,

    derivados de su propia estructura geogrfica y varia-bilidad medioambiental, aspecto del que no se puedeinferir directamente un aislamiento de las poblacio-nes que lo habitan (Cava, 2004b).

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    9EL MESOLTICO EN LA REGIN CANTBRICAOCCIDENTALS parece claro que para el momento en que se datanlos individuos de La Braa-Arintero nos encon-tramos en un momento del Mesoltico en pleno

    desarrollo, sea ms o menos amplio el marco dereferencia que tomemos. Para contextualizar estehallazgo en un mbito ms concreto, los yacimien-tos mesolticos que aparecen en la zona cantbricaoccidental se presentan en dos categoras genricas

    y contemporneas: i) los yacimientos Asturienses,ubicados fundamentalmente hacia el litoral de lacosta oriental asturiana y occidental cntabra y quesera una facies litoral del Mesoltico en esta rea,tal y como hemos comentado; ii) los yacimientosMesolticos desde un punto de vista ms genrico,

    sin ms adjetivos aparte de tratarse de un Mesol-

    tico cantbrico. Estos ltimos lugares suelen estsituados (al menos lo que conocemos hoy en dasobre todo en cuevas y abrigos ms hacia el interiomontaoso, bien en los cordales prelitorales (cuevde Los Canes, cueva de Arangas), o bien hacia lo

    valles a mayor altitud, testimoniando ocupaciones desta montaa interior desde el Epipaleoltico y a llargo del Mesoltico (Arias, 1999).

    Nos centraremos en esta segunda categora dyacimientos con el fin de conocer los indicios qutenemos por el momento sobre la ocupacin deinterior montaoso. Las cuevas de Los Canes Arangas (Arangas, Asturias) (Arias y Prez Surez1995) se encuentran en el cordal interior asturiano estn muy cercanas entre s. De la segunda contamocon dataciones radiocarbnicas de varios niveles docupacin en los que la cueva habra servido comlugar de hbitat en una fase antigua del Mesoltic(dos niveles datados en la segunda mitad del VIII

    mil. cal. a.C y otro en el primer tercio del VII mi

    Figura 20. Distribucin en el territorio de la Comunidad Autnoma de Castilla y Len de las evidencias arqueolgicas atribuidas aPaleoltico Superior-Mesoltico (Fuente: Corchn Rodrguez, 2002; Delibes y Dez Martn, 2006).

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    cal. a.C) (Arias y Ontan Peredo, 1999; Arias et al.,1999). Mayor inters tiene, en relacin a La Braa-Arintero, la cueva de Los Canes, ya que a lo largode una fase avanzada del Mesoltico tuvo un usosepulcral (Arias y Garralda, 1995 y 1996; Arias ylvarez-Fernndez, 2004; Arias y Fano, 2006; Arias,2005-2006). Se han localizado tres fosas en las quehaba sendos individuos enterrados en posicin

    flexionada (fosas I,II y III), adems de un nio enla fosa III y restos de los pies de un quinto indivi-duo en la fosa II (correspondiente posiblemente a unenterramiento anterior removido). Las dataciones dedos de estos individuos (estructuras II y III), ambosmasculinos, se pueden considerar paralelas grossomodoa La Braa-Arintero, ya que se ubican en laprimera mitad del VI mil. cal. a.C, mientras que elindividuo femenino de la estructura I es posterior(unos 300 aos ms reciente, en el ltimo tercio delVI mil. cal. a.C).

    En el entorno de Picos de Europa, tenemos, conaltitudes que sobrepasan los 1.000 m, referencias sobredos yacimientos cntabros en sendos abrigos: La Cal-

    vera (Calameo) y La Mina (Dobarganes, Vega deLibana). Del primero hay dos dataciones radiocar-bnicas que lo sitan en una fase inicial del Holoceno(864050 BP y 895050BP) lo que permite hablarde ocupaciones de carcter epipaleoltico y mesoltico

    (en una fase antigua) (Dez-Castillo, 2005; Carrin,2005), si bien las caractersticas de su industria lticano son demasiado determinantes. El caso de La Minaes un poco ms complicado de valorar puesto que suestratigrafa no est demasiado clara. ampoco dis-ponemos de ninguna datacin y, a partir nicamentede las caractersticas de su industria ltica, fue adscritoen un primer momento al Aziliense (Vega y Herrero,1990-1991) si bien P. Arias lo ha interpretado msbien como un conjunto mesoltico en el que destacala presencia de geomtricos (Arias, 1996).

    Figura 21. Boca de entrada a la cueva-abrigo de El Espertn (Foto: Julio M. Vidal).

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    Dado que nos encontramos en la parte occidentalde la regin cantbrica, no podemos olvidar, aunquese encuentra en su extrarradio, un yacimiento meso-ltico al aire libre en el interior de Galicia: Xestido III(Abadn, Lugo) (Ramil Soneira y Villar Quinteiro,1995; Ramil Rego, 1995). En l se ha localizado unhogar y entre su industria ltica destacan las armadu-ras microlticas, entre las que hay algunos geomtricos.Disponemos de una datacin de 7310160 BP, loque le sita hacia comienzos del periodo Atlntico,una poca por tanto ms cercana a los hallazgosleoneses.

    10EPIPALEOLTICO Y MESOLTICO EN LAVERTIENTE SUR DE LA REGIN CANTBRICAOCCIDENTAL

    Siguiendo con esta ocupacin del interior cantbrico,son mucho ms concluyentes los yacimientos quese encuentran en este ncleo montaoso pero haciala vertiente sur de la cordillera Cantbrica, ya quetestimonian fehacientemente la ocupacin de esteentorno desde el Epipaleoltico (Aziliense) y duranteel Mesoltico y, por tanto, reflejaran un conocimientode las vas de comunicacin entre las vertientes nortey sur y, en consecuencia, el contacto hacia la Meseta(Figura 20). En la provincia de Len hay dos cuevas,situadas a ms de 1.200 m de altitud, La Ua y El

    Espertn (Figura 21), que han sido objeto de excava-ciones sistemticas desde el rea de Prehistoria de laUniversidad de Len (Neira et al., 2006; Neira, 1997;Bernaldo de Quirs y Neira, 1999) y que nos aportanlas referencias ms cercanas para poder evaluar elhallazgo de La Braa-Arintero.

    En ambos casos se trata de cuevas de dimensionesreducidas (sobre todo la de La Ua) situadas en dis-tintos valles de la cabecera del ro Esla. eniendo encuenta la altitud a la que se encuentran en ese con-texto montaoso, as como otros indicios procedentesdel tipo de restos faunsticos y vegetales localizados,habra que interpretarlas como testimonio de ocu-paciones temporales de carcter estacional, siendo elperiodo estival el ms favorable para el aprovecha-miento de esta zona de montaa.

    La cueva de La Ua es una cavidad de pequeas dimensiones en la que se han registrado cuatrniveles de ocupacin, pero la parte superior de lsecuencia estratigrfica (niveles I y II) ha sufriddiversas bioturbaciones y otras alteraciones antrpicas que los han alterado en cierto grado, por lo qusu adscripcin es un poco complicada (Neira et al1997 y 2006). Respecto a los niveles inferiores (III IV) las caractersticas de la industria ltica del nivems antiguo, as como la presencia de un fragmentde arpn aplanado, prototpico del Aziliense, sustentan esta adscripcin cronolgica de la ocupacims antigua de esta cueva. An no disponemos ddataciones absolutas para estos niveles, pero el Aziliense se desarrollara en momentos epipaleolticoa caballo entre finales del Pleistoceno y los iniciodel Holoceno. En consecuencia, estos niveles testimonian una ocupacin de esta zona del Alto Esla eese periodo anterior a la fase en la que aparecen lo

    individuos de La Braa-Arintero.En relacin con esto, cobra an ms inters l

    cueva de El Espertn, ya que tiene una ocupacimesoltica en un periodo paralelizablegrosso modolas dataciones de La Braa-Arintero. Adems es uyacimiento en el que se ha desarrollado una excavacin arqueolgica en extensin y en el que hay unnico nivel frtil arqueolgicamente, susceptible potanto de ofrecernos una imagen muy ilustrativa dun hbitat mesoltico en esta zona. Disponemos adems de varias publicaciones que nos aportan avance

    sobre los distintos restos arqueolgicos, que si bien scentran fundamentalmente en los materiales lticotambin mencionan otros restos orgnicos (Neira1997; Bernaldo de Quirs y Neira, 1999 y 20072008; Neira et al., 2004 y 2006; Neira y Fuertes, e.pFuertes y Neira, 2006; Fuertes, 2000-2001, 2004 2006; Fuertes et al., e.p.). Dado el inters de estyacimiento en la contextualizacin de los individuode La Braa-Arintero, nos extenderemos un pocms en su descripcin.

    Esta cueva se ubica en un valle lateral de un

    afluente del Esla, no muy lejos del puerto del Pontn, por el que se accede al ro Sella. En lo que srefiere a su cronologa disponemos de dos datacioneradiocarbnicas para el nivel arqueolgico excavadoprocedentes de la base del nivel la ms antigua, co

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    una fecha de 7790120 BP, y la otra de su partesuperior, 708040 BP (Bernaldo de Quirs y Neira,2007-2008). Esta ltima datacin es contempor-nea a los individuos de La Braa-Arintero y los dosindividuos masculinos de Los Canes que habamosmencionado.

    Los restos faunsticos dejados por la ocupacinprehistrica incluyen peces, aves y macromamferos.Entre estos ltimos predominan los rebecos perotambin son abundantes los jabales y las cabras.La mayora de estos restos seos corresponderan adesechos alimenticios del aprovechamiento crnicode estas especies. No obstante, tambin hay otrosanimales cuya captura estara relacionada ms biencon el aprovechamiento de las pieles, tal es el casode los carnvoros: oso, lobo, gato monts y algunosmustlidos.

    Respecto a los objetos fabricados sobre materiasduras animales, destaca una pieza sobre asta, recta y

    biapuntada, con dos muescas en su zona central, queha sido interpretada como un anzuelo, aunque no sedescartan otros usos (Bernaldo de Quirs y Neira,2007-2008). ambin destaca la presencia de unapequea concha marina (rivia sp.) que tiene unaperforacin que facilitara su uso como elemento deadorno. Este elemento es muy significativo si evalua-mos su origen, ya que su probable procedencia delmar Cantbrico, implica un contacto entre El Esper-tn y esta zona litoral, bien un contacto directo pordesplazamientos de los grupos prehistricos entre

    la costa y el interior, o bien de forma indirecta porintercambios entre grupos vecinos.Los anlisis de los carbones procedentes de los

    restos de las hogueras de El Espertn, en estudio porP. Uzquiano, indican que en esa lea que recoganhaba, fundamentalmente, avellanos, castaos, pinossilvestres, dos especies de robles, madroos y ene-bros.

    Entre los materiales recuperados de El Esper-tn destacan, por su abundancia, los objetos lticostallados, lo que indica que la talla de la piedra fue

    una actividad muy frecuente durante la ocupacinde esta cueva (Figura 22). Las rocas utilizadas sonmayoritariamente locales (chert negro, radiolarita

    y cuarcita son las ms abundantes), y su talla tienedos objetivos fundamentales, la obtencin de hojas/

    hojitas y de lascas, (Fuertes, 2004 y 2006; Fuertes yNeira, 2006), con unos estilos de talla que encajanbastante bien con la tradicin tcnica derivada delPaleoltico Superior y el Epipaleoltico. Respecto alos objetos retocados (Neira y Fuertes, e.p.) predo-minan las muescas y denticulados, pero destaca labuena representacin de hojitas con borde abatido(grupo en el que se incluyen tanto las hojitas dedorso como las puntas), y las piezas de retoque con-tinuo (Figura 22). ampoco faltan otros tiles delfondo comn como raspadores, buriles o perfora-dores. Los tipos retocados que podemos considerarms interesantes en este conjunto, por lo que tienende representativo en el Mesoltico, son los geomtri-cos que, sin embargo, no son demasiado abundantes(en torno al 2%) y los microburiles, que duplicana los anteriores y testimonian la fabricacin in situde estas pequeas armaduras relacionadas con laspuntas de flecha. Contamos slo con catorce ejem-

    plares de geomtricos que puedan clasificarse en lascategoras ms convencionales: tringulos, trapecios

    y puntas de base transversal (Fuertes, 2000-2001).En general son piezas de mdulo corto y han sidoconfeccionadas mediante retoque abrupto, sinque exista el retoque a doble bisel. Es interesanteremarcar este ltimo aspecto, ya que el doble biselen los geomtricos suele aparecer asociado a con-

    juntos propios de un Mesoltico avanzado o bienNeoltico.

    Las caractersticas de la industria ltica permiten

    adscribir El Espertn a un Mesoltico cantbricode carcter genrico (Neira y Fuertes, e.p.). En laparecen geomtricos, pero estos elementos por ssolos no constituyen un elemento suficiente comopara clasificarlo dentro del Mesoltico Geomtricodefinido en otras zonas de la Pennsula y que seextiende hasta la cuenca alta del Ebro, donde hayvarios yacimientos alaveses con niveles geomtricos.La comparacin con estos ltimos ha mostrado lasdiferencias entre ellos y El Espertn, ms all de lamera presencia de los geomtricos. Se tratara por

    tanto de un Mesoltico cantbrico con geomtricos,pero no Geomtrico. Esta presencia minoritaria degeomtricos s parece ser, por otro lado, una tenden-cia que se produce en otros yacimientos de la regincantbrica interior.

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    El yacimiento de El Espertn completa la ima-gen de los grupos mesolticos que circulan por laalta montaa meridional cantbrica, ya que si enLa Braa-Arintero tenemos un contexto funera-rio, en El Espertn obtenemos informacin de unlugar habitado, en el que se desarrollaron diversasactividades cotidianas (caza, talla de la piedra parala realizacin o arreglo de los tiles cinegticos yrelacionados con otros trabajos, etc.). Esto no quieredecir obligatoriamente que fueran las mismas perso-nas que habitaban El Espertn las que se enterraranen La Braa-Arintero, si no que ambos podran serde un mismo contexto cultural en el que grupos decazadores-recolectores mviles estn desplazndosepor esta zona de la alta montaa. La extensin delterritorio que ocupan estas gentes es un tema suma-mente interesante y bastante recurrente a la horade evaluar el Mesoltico, ya que frecuentemente sehabla de una reduccin de la territorialidad de dichos

    grupos (Terradas et al., 2007). Dicha reduccin res-ponde muchas veces a que se toma en consideracinel uso casi exclusivo de las rocas de carcter local enel Mesoltico, de lo que se deriva una explotacinintensiva de los recursos ms cercanos. Este com-portamiento no obstante puede responder a unaeleccin estratgica en lo que respecta a la explota-cin de los recursos inmediatos en los lugares en losque habitan, sin que ello implique necesariamenteuna reduccin en el territorio frecuentado por estosgrupos mviles. Es decir podra interpretarse como

    una eleccin que optimiza los recursos disponiblesen el entorno prximo (aunque la calidad de las rocaspara su talla sea mediocre, pero suficiente para losobjetivos planteados), sin cargar con materialesforneos a lo largo de sus desplazamientos. Este temarelativo a la territorialidad de los grupos mesolticos

    y a la funcionalidad de los yacimientos arqueolgi-cos no es novedoso (Clark, 2004; Fano y GonzlezMorales, 2004; Gonzlez Morales, et al., 2004) y enlos ltimos aos ha cobrado un nuevo impulso gra-cias a los resultados de los anlisis isotpicos de los

    restos humanos de yacimientos mesolticos cantbri-cos en los que hay diferencias entre los individuosencontrados en concheros asturienses y los del sitiointerior de Los Canes (Arias, 2005-2006; Arias yFano, 2005).

    Todas estas cuevas del norte de Len se encuentran en el valle alto del ro Esla y no estn lejos dlos distintos pasos de montaa hacia la vertient

    asturiana: La Ua cerca del puerto de Tarna, que dpaso al ro Naln y El Espertn en un valle lateracercano al puerto del Pontn, por el que se accedal Sella. Por su parte, recordemos que la cueva dLa Braa-Arintero se sita en un valle lateral dero Curueo, cuya cabecera dara acceso a travs depuerto de Vegarada al ro Aller. En consecuencia, limagen que trasmite la ubicacin de estos yacimientos, con alturas superiores a los 1.200 m, su diverstipologa (sitios habitados y lugar de enterramiento

    y el carcter estacional de las ocupaciones, es queste interior montaoso es una zona ampliamentconocida y recorrida por los grupos mesolticos eel Holoceno Medio.

    Figura 22. Industria ltica de la cueva de El Espertn (segNeira Campos, Fuertes Prieto, Fernndez Rodrguez y Bernaldde Quirs, 2006).

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    11ANLISIS CRTICO: LOS HOMBRES DE LABRAA-ARINTERO EN EL CONTEXTO DE LASPRCTICAS FUNERARIAS EN EL MESOLTICODEL NORTE DE LA PENNSULA IBRICAEl mundo del Epipaleoltico-Mesoltico ha sidoobjeto de diversas sntesis desde un punto de vistaantropolgico. As, por ejemplo, el estudio regio-nal que dedicaron Vallois y De Felice a los restoshumanos mesolticos de Francia (Vallois y De Felice,1977) dio paso al exhaustivo catlogo de Newell etal.publicado ahora hace casi treinta aos, centradoen Europa Occidental (Newell et al., 1979). Ya msrecientemente, es imprescindible mencionar la tesisdoctoral de Judith M. Grnberg, ajustada al mundofunerario del Mesoltico en el Viejo Continente,en el que censa 125 lugares con hallazgos de restos

    humanos en contextos funerarios, pertenecientes a23 pases, que suman ms de 1.600 individuos, untrabajo capital para la mejor comprensin de losaspectos arqueo-antropolgicos que rodean al Meso-ltico europeo (Grnberg, 2000) (Figura 23). Quizsestas cifras, junto con otros aspectos ligados a lasmismas prcticas funerarias, pueden constituir uninmejorable punto de partida para considerar, tantodesde el punto de vista cuantitativo, como cualitativo,la diferencia que supone el Epipaleoltico-Mesolticocon relacin a los perodos que le preceden, especial-

    mente desde la ltima fase glaciar.N. Cauwe ha sealado que para el ciclo compren-dido entre 100.000 y 10.000 aos se conocen unassetenta sepulturas, prcticamente una sepultura cadamilenio, una estadstica que salta por los aires cuandohay que referirse a los tiempos que tratamos, en losque se conocen, para algunos, verdaderas necrpolis,algunas de ellas con enterramientos que se cuentanpor decenas y an centenares, caso de Oleni Ostrov(Carelia, Rusia), Skateholm I y II (Suecia) con unas90 sepulturas, y Vedbaek-Bgebakken (Dinamarca),

    con 18 enterramientos, Zvejnieka (Lituania) con 60,los yacimientos de Lepenski Vir, Vlasac y Padina,en las Puertas de Hierro del Bajo Danubio (Serbiay Rumania), con cuatro centenares de enterramien-tos, los concheirosdel ajo-Sado (Portugal), con un

    nmero parecido, o Francia con los cementerios bre-tones de Hoedic, con 14 individuos o viec, con 23.En definitiva, es en estos momentos cuando apare-cen verdaderas reas formalizadas de enterramientoque son muchas veces mltiples o colectivos,adyacentes a los sitios de ocupacin marcadoresde territorio en poblaciones en vas de sedentari-zacin, en los que tambin estn presentes nios,as como objetos asociados con finalidad funerariaque cubren cualquier edad o sexo (Neely y Clarck,1990: 130).

    Se conocen, en el cementerio sueco de Ska-teholm I y II, datado en el Mesoltico RecienteEscandinavo (=5250-3700 cal. BC), complicadosrituales funerarios, expresin, segn su excavador,de un no menos complicado lenguaje simblico, enel que interviene la posicin del cuerpo y sus ele-mentos (piernas, brazos...), ofrendas depositadas enla tumba, como partes del esqueleto de diferentes

    animales, convites que habran tenido lugar antes dela sepultura, construccin de estructuras de maderapor encima de ella que luego eran quemadas, ascomo la disposicin concienzuda en su interior deun utillaje ltico. Incluso se han encontrado en estecementerio enterramientos humanos acompaadosde perros, adems de sepulturas individualizadas deestos ltimos, en reas aparentemente especializadas(Larsson, 1990). De hecho, el mismo Cauwe, defen-diendo un punto de vista que J. Guilaine ha juzgadocomo provocador, pero seriamente documentado,

    considera que debe buscarse en el contexto cultu-ral del Epipaleoltico-Mesoltico el origen de lassepulturas colectivas megalticas, y no en el Neo-ltico Antiguo danubiano (Guilaine, 1998; Cauwe,1998). As lo vendran a acreditar sitios como lascuevas belgas de Margaux (Anseremme-Dinant)un sepulcro colectivo con unos 9 individuos per-tenecientes nicamente, o casi, al sexo femenino(oussaint, 1998: 40), y Autours (Namur) conun nmero mnimo de 8 individuos, la mitadinmaduros, y la tercera parte del registro seo

    calcinado (Polet y Cauwe, 2002), a las que segu-ramente se les poda aadir Aven des Iboussires(Malataverne, Francia) (Gly y Morand, 2000),todas ellas pertenecientes a momentos antiguos delMesoltico, en las que tienen lugar unas prcticas

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    funerarias peculiares, aunque no desconocidas, enlas que, por ejemplo, la manipulacinpost-mortemde los cuerpos, el descarnado y los enterramientos oreducciones secundarias, con seleccin de elementosseos, forman parte de complejos rituales, a los queno es ajeno el canibalismo, apuntado por Boulestinen la cueva de Perrats (Charente, Francia) (Boules-tin, 1999).

    Todo ello da como resultado un panorama fune-rario ciertamente complejo y multiforme, difcil dereducir a una pincelada, en el que, lejos de destinar alreposo eterno a sus muertos, los mesolticos se dedi-caron a manipularlos una y otra vez, incluso despusde inhumaciones secundarias. O la eleccin motivadapor prcticas de naturaleza ideolgica (Rozoy, 1999),un comportamiento que tendra su sublimacin en elsorprendente hallazgo de la cueva bvara de Ofnet(Nrdlinger, Baviera), en donde se encontraron en1908 los crneos de 34 individuos enterrados en dos

    pozos adyacentes, uno con 28 y el otro con 6 (Hof-mann, 2005). La utilizacin de colorantes como elocre, ya conocido en el Paleoltico, el empleo con-tinuado de ciertos enterramientos a lo largo decentenares de aos, como ha puesto de manifiesto el14C, la diversidad del dispositivo funerario en lo quehace referencia tanto a las posicin del cuerpo, en laque cabe cualquier variedad posible e, incluso, insli-tas posturas sentadas o en cuclillas, la constatacin dela incineracin de los cuerpos, el uso del fuego en losrituales que acompaan al enterramiento, como los

    depsitos muebles que le acompaaron, en los queabundan las cornamentas de ciervo o bvido y, en fin,objetos de adorno personal entre los que dominanlas conchas de moluscos marinos y, por supuesto, loscaninos atrficos de ciervo (Verjux, 2002-2003). Porejemplo, en lo que a la posicin del cuerpo se refiere,merece la pena aludir a las siete posturas que recogeV. Boroneant para los enterramientos del yacimientode Schela Cladovei, en las Puertas de Hierro delDanubio (Rumania), sobre su margen izquierda, condos variantes para la posicin de decbito supino y

    otras tantas cuando se les coloc en decbito lateral.O bien en cuclillas, decbito prono o con el cuerpocontrado. Pero tambin, al lado de tumbas indivi-duales, las hay dobles, y tambin tumbas de nios(Boroneant, 1990: 125).

    En un sugestivo artculo R.J. Schulting proclamla verdadera innovacin que, desde el punto de vistfunerario, introdujo el Mesoltico en Europa, por snotable diversidad, que incluye prcticas de inhumacin, cremacin, enterramientos en canoas, nidos dcrneos se refiere, naturalmente, al sorprendenthallazgo de Ofnet (vid supra), el uso de complejaestructuras funerarias de piedra, asta y madera, y l

    manipulacin de partes del esqueleto. La aparicide verdaderos cementerios, utilizados a lo largo d

    varias generaciones, parece ser uno de los elementoms significativos entre los comportamientos funerarios del Mesoltico para este autor, al igual que lexistencia de tumbas reutilizadas, verdaderos panteones, como muestra el sitio de Hajducka Vodenicaen donde una tumba o cmara, tallada en la piedrcaliza, presentaba los restos de 19 individuos, algunos en posicin primaria y otros desplazados parfacilitar los ltimos enterramientos. O el sorpren

    dente caso de Lepenski Vir, en donde se ha queridver un paralelismo entre la forma trapezoidal dciertas cabaas y la posicin funeraria de ciertoenterramientos, que dibujan una similar geometra[...] metfora de la equivalencia entre el cuerphumano y tales estructuras (Schulting, 1998: 208passim).

    Otra reciente sntesis sobre estos aspectos dnaturaleza funeraria propone sugestivas interpretaciones para explicar su papel en estas sociedadesentre otros, como indicadores sociales, expresin d

    un sistema social complejo, con la evolucin y combinacin de diferentes prcticas funerarias a lo largdel tiempo dentro del mismo cementerio expresado, por ejemplo, en la asociacin de determinadtipo de adornos personales en las sepulturas, eimportante papel jugado por los enterramientode nios en estos cementerios, que presentan, poejemplo, ms objetos de adorno que las tumbas dadultos (Larsson 2003: 463-466).

    En el momento actual se conocen once sitios eel norte peninsular que hayan proporcionado resto

    humanos de cronologa epipaleoltica-mesolticpero no todos estos hallazgos pueden considerarsde igual manera, puesto que muy pocos poseeestructuras funerarias de naturaleza primaria (Ariay lvarez Fernndez, 2004a y 2004b; Arias, 2005

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    2006; Arias, et al., 2005). En efecto, al lado deverdaderos enterramientos existen no pocos hallaz-gos aislados, indefectiblemente asociados, en amboscasos, a lugares de hbitat, utilizados, o no, de formacoetnea, para las prcticas funerarias. Estos restoshumanos aislados en los concheros, son eviden-cias de antiguas inhumaciones desmanteladas por laactividad habitacional, reliquias enterradas entre labasura cuando ya no cumplan su papel, o, al contra-rio, con alguna finalidad simblica, cuyo significadose nos escapa? Puede tratarse, tambin, de restosde prcticas relacionadas con el canibalismo?, com-portamiento que est constatado en el Mesoltico,caso, por ejemplo, de la cueva ya mencionada dePerrats (Charente, Francia) (Boulestin, 1999). Seacomo fuere, lo cierto es que tales fragmentos derestos humanos, de forma intencional o casual, apa-recen integrados en las actividades de lo cotidiano,como su aparicin en cualquier conchero parece

    atestiguarlo (Cauwe, 2001: 47).

    12HALLAZGOS AISLADOS DE RESTOSHUMANOS SIN ESTRUCTURA FUNERARIA.1. Poza lEgua (Lledas, Asturias). Se trata deuna pequea cavidad con restos de un concheroasturiense. El hallazgo en ste de una mandbula

    humana en el ao 2000 motiv una excavacin deurgencia destinada a su rescate. De las observa-ciones realizadas en los trabajos se deduce que noestaba asociada a ninguna estructura artificial, loque parece descartar cualquier contexto de natu-raleza funeraria. Presenta un desarrollado torusmandibular y la abrasin de los molares indicanuna edad adulta avanzada, en torno a los 40 aos.Su tamao y robustez, por lo dems, parecen com-patibles con un individuo de sexo masculino. Entrelos objetos deparados por la pequea excavacinrealizada se debe anotar la presencia de un caninoatrfico de ciervo perforado en el denominadoEstrato A, atribuido al ardiglacial o inicios delHoloceno (Aziliense), frente a los otros dos nive-les asturienses, Estratos 1 y 2, siendo el ltimo de

    ellos el que depar el resto humano. La crono-loga absoluta ofrecida por una muestra tomadadirectamente de la mandbula fue la siguiente:855080 BP que, una vez calibrada, se estim(68,29% prob.) entre 7520 y 7330 cal. BC (1) obien 7560 y 7190 cal. BC (2), con el 95,44% deprobabilidades, lo que la sita en el tramo antiguodel Asturiense (VIII milenio cal. BC). En cuantoa las causas que podran explicar la presencia dela mandbula humana en el sitio los autores pro-ponen como hiptesis la posible remocin de undepsito funerario primario, ya sea en la propiacueva o en sus cercanas, por la accin del hombreu otras causas (Arias et al., 2007a).

    2. Colomba(Cardosu, Asturias). Es una cuevapoco profunda, provista de una gran entrada, conrestos importantes de un conchero cementado, enel que, con motivo de la toma de muestras en mate-riales marinos para realizar dataciones absolutas, se

    encontraron restos humanos pertenecientes a lasextremidades inferiores (tibia y astrgalo derechos

    y un peron izquierdo) de un mismo individuo,adulto, de sexo masculino. ampoco se encontrevidencia alguna de estructura funeraria, fosa osimilar, si bien los autores llaman la atencin sobrelo exiguo de la superficie excavada, aunque apuntanpara explicar la presencia de los restos humanos, porsu posicin anatmica en el esqueleto, a una sepul-tura desmantelada por procesos erosivos o la accinhumana o animal. La datacin 14C obtenida directa-

    mente de la tibia fue la siguiente: 709060 BP que,una vez calibrada, equivaldra a 5750 y 5640 cal. BC(1) con un 68,29% de probabilidades, o bien 5840

    y 5610 cal. BC (2) y un 95,44%. Corresponderaa las fechas ms recientes del Asturiense (Arias etal., 2007b).

    3. Cuartamentero(Llanes, Asturias). En 1960,fruto de excavaciones furtivas, se encontr un cr-neo en esta cueva, junto con dos dientes, atribuidoa un individuo de sexo masculino (Garralda, 1982;Menard, 1982). Sin embargo, a falta de excavaciones

    arqueolgicas en el sitio, existen dudas acerca de suexacta posicin estratigrfica y, adems, no ha podidoser datado directamente por 14C para confirmar o nosu atribucin mesoltica, intuida por la existenciade un conchero en la cavidad (Arias, 2005-2006)10.

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    Figura 23. Algunos de los principales yacimientos del Mesoltico con restos de naturaleza funeraria. Destacan, en especial, lanecrpolis del rea bltica y las de las Puertas de Hierro danubianas.

    Segn algunos autores podra tener una cronologadel Magdaleniense final