Los Efectos Perjudiciales de La Leche de Soja
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LOS EFECTOS PERJUDICIALES DE LA LECHE DE SOJA
“La soja es naturalmente tóxica ya que contiene antinutrientes y sustancias que alteran nuestros
equilibrios hormonales. Y en su procesamiento se añaden otros venenos. Además en su mayoría
estransgénica”.
Alfredo Embid -coordinador de la Asociación de Medicinas Complementarias
El siguiente artículo publicado por la prestigiosa y honrada revista Discovery Salud nos muestra que
quizás el NEGOCIO de la Soja esconde intereses económicos y estratégicos muy alejados de los tan
cacareados supuestos beneficios para la Salud. Lean esa información y saquen sus propias
conclusiones.
DESPERTARES
LA LECHE DE SOJA Y LOS PRODUCTOS ELABORADOS CON SOJA SIN FERMENTAR NO SON
ACONSEJABLES
En varias ocasiones hemos traído a nuestras páginas los resultados de estudios realizados
por diferentes instituciones de todo el mundo según los cuales la soja reportaría
innumerables e importantes beneficios para la salud. Bien, pues son cada vez más los
expertos que afirman que los productos fermentados de soja -el miso, el tempeh, la salsa
de soja y el natto- se pueden ingerir pero con mucha moderación porque si no también
son dañinos pero no es en modo alguno aconsejable tomar los que contienen ese alimento
sin fermentar, leche de soja incluida. No solo no tendrían las propiedades beneficiosas
que se les atribuye sino que pueden perjudicar gravemente la salud.
Si el lector revisa en nuestra web –http://www.dsalud.com- la sección deNoticias comprobará que en
al menos nueve ocasiones nos hemos hecho eco de estudios que aseguraban haber descubierto o
confirmado alguna nueva propiedad o indicación de la soja (aparecen en los números 7, 18, 23, 33,
62, 64, 101, 105 y 108). Incluso le dedicamos íntegra la sección de Alimentación del nº 48. Bien, pues
de la misma manera que en su momento dimos cuenta de los resultados de las supuestas bondades
de la soja queremos ahora recoger los informes de otros estudios –algunos de ellos realizados hace
años pero de los que hemos tenido conocimiento recientemente- que ponen en entredicho algunas
de esas cualidades, especialmente en lo que a las proteínas de la soja se refiere cuando ésta no han
sido fermentada. Y es que se asegura ahora que, en contra del mensaje interesado que durante
décadas ha estado lanzando la industria de la soja, en Oriente -de donde este alimento es originario y
donde según se nos ha hecho creer se consume a diario en cantidades importantes, algo que se
supone explicaría la buena salud general de los orientales- no es consumida de forma directa ni
frecuente sino en pequeñas cantidades, de vez en cuando y siempre transformada en subproductos
fermentados.
Por tanto todo indica que la soja sigue guardando secretos… o más bien la industria que la
comercializa que no quiere que lleguen a oídos del consumidor algunos aspectos de este alimento
oriental que podría dañar seriamente su imagen y sus ventas.
UNA VERDAD INCÓMODA
“La soja es naturalmente tóxica ya que contiene antinutrientes y sustancias que alteran nuestros
equilibrios hormonales. Y en su procesamiento se añaden otros venenos. Además en su mayoría es
transgénica”.Así de contundente se mostraba en junio de 2005 Alfredo Embid -coordinador de
la Asociación de Medicinas Complementarias- en un artículo publicado en la revista Medicina
Holística que básicamente resumía lo contenido en los numerosos textos científicos publicados
en Soy Online Service (invitamos al lector a leerlos en su web
-http://www.soyonlineservice.co.nz/home.html- o en la de la Asociación de Medicinas
Complementarias: http://www.amcmh.org). Un texto en el que Embid desmintió ya entonces gran
parte de las afirmaciones que sobre la soja hace la industria alimentaria desde hace décadas. Como
la de que se consume de forma habitual y masiva desde hace milenios en Oriente cuando como
Embid decía en su texto “un estudio del uso histórico de la soja en Asia muestra que sólo fue usada
por los pobres. Éstos, cuando no tenían nada que comer, consumían frijoles de soja pero
preparándolos cuidadosamente para destruir antes todas sus toxinas”. Asimismo explicaría que la
soja sólo se consumía tras su fermentación. Según él en Asia la soja “es sólo un complemento
alimenticio que se utiliza fundamentalmente como condimento en forma de salsa de soja y en otros
productos fermentados que ni se comercializan ni se toman apenas en Occidente como el miso, el
tempeh o el natto”.
Respecto a las fórmulas de soja para alimentar a bebés que cada vez son más empleadas en
Occidente alegando que así se hace en los países orientales Embid lo desmiente igualmente: “Las
fórmulas de leche de soja rara vez se usaban en Asia para alimentar a los niños”. Y para apoyar su
afirmación recuerda que “ya en un escrito de 1930 el doctor Ra Guy, del departamento de Salud
Pública de la Facultad de Medicina de Pekín (China), se dice que nunca se ha usado leche de soja
para alimentar a los niños en Pekín. Esa fórmula no se hace en las casas sino que es vendida en las
calles como una bebida caliente rica en proteínas siendo usualmente bebida por ancianos en vez de
té. La leche de soja, aparte de ser dañina para los niños, es difícil de preparar’”.
En cuanto a la afirmación de que “la soja es un alimento que sustituye a las proteínas de los
productos de origen animal” Embid aclara que “la soja es muy rica en proteínas pero es
relativamente pobre en el aminoácido azufrado cistina, precursor de la cisteína, del glutatión y de la
taurina. Además su procesamiento a altas temperaturas tiene el desafortunado efecto secundario de
desnaturalizar la lisina y los demás aminoácidos”.
Por lo que respecta a lo sostenido por la industria acerca de que “la soja contiene ácidos grasos
omega 3 beneficiosos” Embid responde que “los procesos de elaboración de la mayoría de los
productos a base de soja se desarrollan a altas temperaturas que desnaturalizan los ácidos grasos
poliinsaturados y producen ácidos grasos trans-inactivos”.
También añade, en contra de la idea de que contiene nutrientes de fácil asimilación, que “la soja
induce una marcada descalcificación, es deficitaria en hierro -lo que puede llevar a la
anemia-,deficitaria en vitamina B12,deficitaria en tiamina o vitamina B1 -se han dado casos de bebés
alimentados con fórmulas de soja con beriberi grave- y deficitaria en el aminoácido lisina”.
Además la soja contiene diversos antinutrientes. Embid menciona entre ellos“los inhibidores de
enzimas digestivos (inhibidores de la proteasa) como la tripsina y otros necesarios para la digestión
de proteínas”. Explicando luego que“los inhibidores de la tripsina y la hemaglutinina son además
inhibidores del crecimiento. Y los inhibidores de la proteasa han sido acusados de provocar
problemas pancreáticos”. De hecho Soy Online Service publica los resultados de un estudio realizado
con ratas según el cual “niveles elevados de exposición a los inhibidores de la proteasa causan
cáncer pancreático mientras niveles moderados provocan que el páncreas de la rata sea más
susceptible a los agentes cancerígenos”.
También serían antinutrientes contenidos en la soja según Embid “el ácido fítico presente en un
grupo de sustancias denominado fitatos que están presentes en el salvado o la cáscara de todas las
semillas. Los fitatos son quelantes, es decir, pueden unirse a iones metálicos y bloquear la
asimilación y la biodisponibilidad de minerales esenciales: calcio, magnesio, cobre, hierro y,
especialmente, zinc”. Dato que debe ser tenido especialmente en cuenta por los vegetarianos y por
las madres que alimentan a sus bebés con fórmulas a base de soja.
Otro motivo de alarma sería el hecho, según explica Embid, de que “se ha comprobado que las
fórmulas infantiles basadas en la soja pueden contener hasta 200 veces más manganeso que la leche
de lactancia natural y como su exceso se acumula en los órganos internos, incluyendo el cerebro,
podría producir daños”.
Al respecto Soy Online Service da una cifra concreta: “Alrededor del 8% del exceso de manganeso de
la dieta es almacenado en el cerebro, muy cerca de las neuronas que producen dopamina,
responsable en parte del desarrollo biológico adolescente. Las implicaciones de ello son que uno de
cada ocho bebés alimentados con fórmulas de soja durante los primeros seis meses de vida podría
tener riesgo de sufrir alteraciones cerebrales y de comportamiento que no se hacen evidentes hasta
la adolescencia”. De ahí que esa institución considere que se está poniendo innecesariamente en
riesgo la adecuada actividad tiroidea de los bebés alimentados con fórmulas de soja, cuestión a la
que dedica varios artículos que el lector interesado podrá encontrar fácilmente en su web o
resumidos en el texto Fórmulas infantiles a base de soja: hay motivos para preocuparse que firmado
por los doctores Sue Dibb y Mike Fitzpatrick se publicó en el nº 72 de Medicina Holística.
No puede por ello extrañar que enSoy Online Service se llegue a afirmar: “Es irresponsable que los
fabricantes de fórmulas de soja continúen arriesgando las tiroides de los bebés con su negativa a
eliminar las isoflavonas de sus productos”. Añadiendo:“Es absolutamente irresponsable y un signo de
corrupción moral anunciar los beneficios anticancerígenos de la soja sin hacer mención alguna de que
existen otros riesgos para la salud”. De ellos sí habla en cambio Alfredo Embid cuando dice: “La soja,
incluso aunque no sea transgénica, produce numerosas patologías; están documentadas en la
literatura científica desde hace años”. Y añade: “La industria de la soja no puede excusarse ya que
sabe que la soja es patógena desde hace decenas de años. Por ejemplo, sabe que la soja contiene
agentes bociógenos desde hace más de 60 años”.
Embid hace un amplio resumen de todos estos problemas en su texto que reproducimos por su
interés e importancia: “La soja produce:
-“Alteraciones alérgicas -especialmente en niños-y casos de alopecia. La proteína de soja se
encuentra en el segundo lugar de la lista de alimentos que producen alergias y genera el 25% de las
reacciones graves”.
-“Alteraciones del sistema nervioso”. Entre ellas un envejecimiento acelerado del cerebro. De
hecho menciona que “un estudio realizado por el Centro Epidemiológico de Hawai (Estados Unidos)
durante más de 30 años sobre 7.000 hombres demostró que el tofu aceleraba la pérdida de peso
cerebral en personas de edad y que cuanta más soja tomaban peores eran sus habilidades
mentales”.
-“Alteraciones del comportamiento. Como aumento de la ansiedad, del estrés, disminución de los
comportamientos sociables, aumento del comportamiento agresivo y, paradójicamente, también del
comportamiento de sumisión en animales alimentados con soja”.
-“Alteraciones del sistema inmunitario. La genisteína (una de las proteínas de la soja) tiene
efecto inmunosupresor y produce alteraciones atróficas del timo. La exposición a fitoestrógenos
durante el embarazo y la lactancia se ha relacionado con la aparición de enfermedades autoinmunes
en los niños”.
-“Alteraciones endocrinas. En estudios que datan de la década de los 50 del siglo pasado ya se
demostró que la soja causa trastornos endocrinos en animales”. Y entre esas alteraciones endocrinas
cita alteraciones del páncreas(“los niños alimentados con fórmulas de soja tienen el doble de
diabetes”) y alteraciones del tiroides (“la soja contiene sustancias que debilitan la función de la
glándula tiroides · Es bociógena. La genisteína es un inhibidor de la peroxidasa tiroidea más poderoso
que los medicamentos normales anti-tiroideos”). Y añade que “se ha descrito aumento de la TSH
hipofisiaria (siglas en inglés de la hormona tirotropina) en respuesta a su acción antitiroidea, bocio
difuso, hipotiroidismo (con sus síntomas asociados: estreñimiento, letargia, fatiga, etc,), tiroiditis
autoinmune subaguda (los niños alimentados con fórmulas a base de soja tiene el triple de
enfermedades autoinmunes del tiroides, según un estudio del Departamento de Pediatría del Hospital
Universitario Cornell de North Shore Manaste, Nueva Cork , Estados Unidos) y hasta cáncer de
tiroides”. Continúa luego explicando Embid en su artículo que al inhibir la peroxidasa tiroidea –
necesaria para fabricar las hormonas tiroideas T3-T4- “la genisteína causa daño irreversible a las
enzimas que sintetizan las hormonas de la tiroides”.
Otro dato relevante a este respecto es que ya en 1988 el doctor Theodore Kayde la Facultad de
Medicina de la Universidad de Kyoto (Japón), señalaría que“sabemos desde hace medio siglo que las
ratas y los humanos alimentados con soja -especialmente los niños y las mujeres- sufren
agrandamientos de la tiroides”.
Asimismo, dentro de estas posibles alteraciones endocrinas que podría provocar la soja no
fermentada Alfredo Embid recuerda que “contiene fitoestrógenos cuya acción se puede combinar con
otros disruptores endocrinos y xenoestrógenos responsables de alteraciones en las hormonas
sexuales, alteraciones del comportamiento sexual, aparición de la pubertad precoz, anomalías
congénitas del tracto genital masculino (de hecho, como publica elSoy Online Service, la mayor
incidencia de este tipo de defectos se ha registrado en bebés varones nacidos de madres
vegetarianas consumidoras de soja), disminución de la fertilidad y disminución de andrógenos”. A lo
que habría que sumar que “hay pruebas de que las isoflavonas de la soja genisteína y daidzeína son
genotóxicas para el esperma humano”.
-“Aumento de malformaciones en el nacimiento. Como criptorquideas, hipospadias, espina
bífida, piernas deformes o ausencia de algún órgano y abortos”. A este respecto el Soy Online
Service recoge los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por la Universidad John
Hopkins (EEUU) que apoyan “la potencial conexión entre el consumo de isoflavonas durante el
embarazo, las alteraciones tiroideas y los defectos de nacimiento”.
-“Alteraciones del material genético. Se han descrito alteraciones de los mecanismos
reparadores naturales de las aberraciones cromosómicas y otras alteraciones negativas del ADN”.
Embid también es rotundo a la hora de desmitificar la creencia de que el consumo de soja previene el
cáncer: “El consumo de soja –afirma- no sólo no previene el cáncer sino que puede fomentar los
cánceres ginecológicos y tiroideos”. Asegurando que se han descrito en la literatura científica “cáncer
de páncreas, mayor tasa de cáncer y leucemia infantil, mayor riesgo de desarrollar cáncer de mama,
aumento de cánceres de la vulva, aumento del riesgo de cáncer en la glándula tiroides, aumento de
la incidencia de hiperplasia endometrial (estadío precursor del cáncer de útero) y aumento del riesgo
de cáncer en la glándula tiroides”. Todo ello porconsumir soja.
Además recuerda que en el procesamiento industrial de la soja se produce lisinealina -sustancia
cancerígena- y que los solventes utilizados dejan otros residuos cancerígenos como el hexano.
Cabe añadir que hay otros artículos en la web de Soy Online Service que recogen resultados de
nuevas y preocupantes investigaciones. Por ejemplo la del doctorCraig Dees -del Laboratorio
Nacional de Oak Ridge (California, EEUU)- que ha encontrado que “las isoflavonas de la soja hace que
se reproduzcan las células cancerosas de mama” por lo que concluye que “las mujeres no deben
tomar productos derivados de la soja”.
Y resultados similares obtendría el doctor William Helferich -de laUniversidad de Illinois (EEUU)-
quien afirma que “existe la posibilidad de que la genisteína en la dieta estimule el crecimiento de
tumores dependientes del estrógeno en los humanos con bajos niveles de estrógeno endógeno
circulando tales como los encontrados en las mujeres postmenopáusicas”.
Tampoco está claro, según Embid, que la soja reduzca el colesterol y el riesgo de padecer
enfermedades cardiovasculares pues este alimento“contiene hemaglutininas, unas sustancias que
promueven la formación de coágulos sanguíneos responsables de accidentes cerebrovasculares,
trombosis, etc.”
Bien, pues a todo esto habría que añadir que casi el 95% de la soja que llega a nuestras mesas es
transgénica por lo que los productos derivados de ella serían aún más tóxicos y las consecuencias de
su consumo impredecibles. “Se ha comprobado experimentalmente –explica Embid en su
artículo- que el ADN transgénico ingerido en alimentos se puede recombinar en el estómago y el
intestino humanos transfiriendo a las bacterias de la flora intestinal propiedades de las plantas
transgénicas como, por ejemplo, la resistencia a antibióticos”.
ADVERTENCIAS “DESDE DENTRO”
Agregaremos que uno de los mayores ataques que ha recibido la industria de la soja es la carta de
protesta firmada por dos científicos de la propia FDA norteamericana con la que en 1999 trataron de
impedir que ese organismo avalara sus presuntos beneficios o, al menos, conseguir que se incluyeran
advertencias sobre su consumo en las etiquetas de todos los productos que la contuvieran. Vano
intento. Nos referimos a Daniel Sheehan –por entonces director del Programa Básico de Estrógenos
de la División de Toxicología Genética y Reproductiva de la FDA- y a Daniel Doerge -que en ese
momento ocupaba igualmente un alto cargo en la División de Toxicología Bioquímica de la
organización-. Dirigida al Departamento de Salud y Servicios Humanos de la propia FDA en ella se
decía, entre otras cosas, que “existe evidencia abundante de que algunas isoflavonas que se
encuentran en la soja, incluyendo lagenisteína y el equol -un metabolito de la daidzeína-, tienen
efectos tóxicos en tejidos sensibles a los estrógenos y en la glándula tiroidea” a la par que
recordaban que desde 1988 la FDA tenía en su poder un informe remitido por el Gobierno británico
sobre los fitoestrógenos de la soja en el que ya se afirmaba que “no habían logrado encontrar
evidencia de sus beneficios” y de paso advertían sobre sus “potenciales efectos adversos”. Por si
todo ello fuera poco la FDA tenía conocimiento desde 1991 de que investigadores japoneses habían
descubierto que el consumo de una cantidad tan pequeña como 30 gramos o 2 cucharadas de soja al
día durante un mes conduce a un incremento significativo de la ya mencionada hormona hipofisiaria
tirotropina. Además algunos de los voluntarios del estudio desarrollaron bocio difuso e hipotiroidismo
y varios más se quejaron de estreñimiento, fatiga y letargia. Años después investigadores del
propio Centro Nacional para Investigación Toxicológica de la FDA para el que trabajaban Sheehan y
Doerge hicieron el embarazoso “descubrimiento” de que las sustancias que provocaban el bocio eran
efectivamente esas isoflavonas.
Tiempo después Sally Fullon –periodista especializada en investigación y autora de varios libros
además de presidenta de la Fundación Weston A. Price, institución sin ánimo de lucro que publica
estudios e informes sobre nutrición y salud humana- recogería el testigo de Sheehan y Doerge y, de
hecho, lleva años denunciando las estratagemas de la industria de la soja y la pasividad cómplice de
las autoridades. Como que la industria venda la soja al consumidor de alto poder adquisitivo “no
como una comida barata sino como una sustancia milagrosa que previene las enfermedades
coronarias y el cáncer, elimina los sofocos en la menopausia, fortalece los huesos y nos mantiene
siempre jóvenes. Para ello la competencia –carne, leche, queso, mantequilla y huevos- ha sido
debidamente demonizada en los organismos gubernamentales. La presión para introducir más soja
ha sido implacable desde entonces y su alcance global hasta el punto de que la proteína de soja se
encuentra ya en la mayoría de los panes de los supermercados. La publicidad ha sido tan eficaz que
la venta de productos de soja es hoy notable cuando hace sólo unas décadas ni siquiera se
consideraba adecuada para comer ni en Asia”. En su denuncia explica asimismo que en realidad “los
chinos no comen productos de soja no fermentados -como sí hacen en el caso de otras legumbres
como las lentejas- porque contienen grandes cantidades de toxinas naturales o antinutrientes que
son potentes inhibidores de la tripsina y otras enzimas necesarias para la digestión de las proteínas.
Tales inhibidores son proteínas grandes y compactas que no se desactivan al cocinarlas y pueden
producir graves desórdenes gástricos, digestión incompleta de las proteínas e insuficiencia crónica en
la absorción de aminoácidos. En animales de laboratorio dietas altas en inhibidores de tripsina causan
agrandamiento del páncreas y otras condiciones patológicas, cáncer incluido”.
En su web -http://www.westonaprice.org- Fullon habla luego de otros componentes de la soja
potencialmente dañinos. Es el caso de la hemaglutinina ,“una sustancia coaguladora que hace que
los glóbulos rojos se junten”. Y añade:“Tanto los inhibidores de tripsina como los de hemaglutinina
son inhibidores del crecimiento. Ratas destetadas alimentadas con soja que contenía dichos
nutrientes no conseguían crecer normalmente. Los componentes que inhiben el crecimiento se
desactivan durante el proceso de fermentación”.
En cuanto al antes mencionado ácido fítico que puede bloquear la absorción de minerales explica que
es “altamente resistente a las técnicas normales de reducción de fitatos con métodos de cocción
lenta a baja temperatura. Por tanto los vegetarianos que consumen tofu como sustitutivo de la carne
y de los productos lácteos se arriesgan a sufrir graves déficits de minerales. Los resultados de déficits
de calcio, magnesio y hierro son bien conocidos pero no tanto los que provoca un déficit de zinc. Y a
éste se le conoce como el mineral inteligente porque se necesita para un óptimo desarrollo y
funcionamiento del cerebro y del sistema nervioso. Bueno, pues los fitatos presentes en la soja
interfieren con la absorción del zinc más que en otros minerales. Sólo un largo periodo de
fermentación reduce significativamente el contenido de fitatos de la soja”. Luego continúa
explicando: “En experimentos dietéticos se ha comprobado que el uso de concentrado de proteínas
de soja incrementa en el organismo las necesidades de vitaminas B12, D, E y K”.
Fullon arremete igualmente contra los mitos recientemente creados sobre la soja. Especialmente
contra los que dicen que su ingesta ayuda frente al exceso de colesterol, el cáncer o la osteoporosis.
Respecto del colesterol afirma que las evidencias científicas de la capacidad de la soja para reducir el
colesterol derivan en su mayoría de un metaanálisis realizado en 1995 por el doctorJames
Anderson solo que el mismo -se publicó en The New England Journal of Medicine- lo patrocinó la
empresa Protein Technologies International.Y en cuanto a sus resultados explica que “el informe
publicado sugiere que los individuos con un nivel de colesterol superior a 250 mg/dl experimentaron
una reducción significativa de entre un 7 y un 20% al sustituirles la proteína animal por la de soja
mientras en personas con un nivel de colesterol inferior a 250 mg/dl la reducción era en cambio
insignificante. Y eso implica que en el caso de la mayoría de las personas comerse una hamburguesa
vegetal en lugar de un filete no va a reducir su nivel de colesterol”.
Fullon denuncia asimismo el que compañías que comercializan proteínas de soja afirmen cosas
como “además de proteger el corazón la soja ha demostrado tener poderosas propiedades
anticancerígenas. Los japoneses, que comen 30 veces más soja que los norteamericanos, tienen una
incidencia menor de cánceres de pecho, útero y próstata”. Un “argumento” al que esta investigadora
responde que “eso podría ser cierto pero también que los japoneses y los asiáticos en general tienen
unos niveles más altos de otros tipos de cáncer; en concreto de esófago, estómago, páncreas e
hígado. Los asiáticos de todo el mundo presentan también altos niveles de cáncer de tiroides. Así que
la misma lógica que deduce que hay un nexo de unión entre los bajos niveles de esos cánceres y el
consumo de soja requiere también que se atribuya a la soja los altos niveles de cánceres de tiroides y
del sistema digestivo; especialmente cuando se sabe que la soja provoca esos cánceres en ratas de
laboratorio” (en este sentido cabe explicar además algo importante: en Japón el consumo de soja no
fermentada es muy escaso pues supone menos de dos cucharaditas al día).
Fullon recuerda que las supuestas propiedades anticancerígenas de la soja se deben a un
metaanálisis hecho en 1994 por Mark Messina -médico y profesor adjunto en la Universidad de
Loma Linda (California, Estados Unidos)- que se publicó en Cáncer y Nutrición y cuenta: “Messina
apuntó que de 26 estudios con animales en el 65% se encontraron efectos protectores de la soja.
Pero de forma claramente interesada pasó por alto incluir un estudio según el cual la soja provoca
cáncer de páncreas. Además en los estudios humanos citados los resultados estaban mezclados.
Unos pocos mostraban algunos efectos protectores pero la mayoría no mostraban ninguna
correlación entre el consumo de soja y las tasas de cáncer”. Fullon explica luego que por eso su
conclusión fue que “los datos de este estudio no pueden ser usados como base para afirmar que un
incremento del consumo de soja reduce los riesgos de padecer cáncer”. Bueno, pues resulta que
Messina escribiría luego un libro titulado La soja y tu salud en el que con total desfachatez afirmaba
justo lo contrario y recomendaba tomar una taza o 230 gramos de productos de soja al día “como
cantidad óptima para prevenir el cáncer”.
Por lo que se refiere a la osteoporosis Fullon afirma que “la aseveración de que la soja previene la
osteoporosis resulta extraordinaria ya que bloquea la absorción de calcio y causa déficit de vitamina
D. Si los asiáticos tienen niveles más bajos de osteoporosis que los occidentales –explica-es porque
su dieta es rica en vitamina D procedente de las gambas, el tocino y los mariscos así como del
abundante calcio contenido en los caldos hechos con huesos”. No se debería pues a la soja.
Fullon analizaría también qué pasa cuando se alimenta a bebés con soja. Y
escribe: “Aproximadamente el 25% de los niños que no son amamantados en Estados Unidos toman
sustitutivos a base de soja, un porcentaje mucho mayor que en otras zonas del mundo. Y se ha
calculado que un bebé alimentado exclusivamente con este tipo de sustitutivo de la leche recibe el
equivalente en estrógenos –respecto a su peso corporal- de al menos cinco píldoras anticonceptivas
al día”. Realmente inconcebible. Y agrega al respecto: “Para muchos investigadores los futuros
patrones de orientación sexual pueden verse también influidos por esta exposición temprana a
hormonas. Además es alarmante el número de casos de niñas alimentadas con soja cuando eran
lactantes que alcanzan la pubertad mucho más temprano de lo normal. Temprana maduración de las
niñas que normalmente provoca más tarde problemas en el sistema reproductivo, incluidos
problemas con la menstruación, con la infertilidad y con el cáncer de mama”.
Terminamos indicando que según el doctor Lon White –especialista en Medicina Geriátrica de
la Escuela de Medicina John A. Burns de la Universidad de Hawai (Estados Unidos)- hay una relación
significativa entre el consumo diario de dos o más raciones de tofu y una aceleración del
envejecimiento cerebral. El estudio que efectuó constataría entre las personas estudiadas que
quienes habían consumido habitualmente soja en su edad adulta tenían sus capacidades cognitivas
más disminuidas y mayor incidencia de alzheimer y demencia. “Aquellos que comieron tofu –llegaría
a afirmar-parecían cinco años más viejos al llegar a los 75 o 80”. White y sus colaboradores
atribuyeron esos efectos negativos a las isoflavonas de la soja. Los resultados confirmarían así los de
otro estudio anterior que constató que las mujeres postmenopáusicas con altos niveles de estrógenos
en sangre experimentaban mayor declive cognitivo que las que no ingerían isoflavonas de soja.
Resumiendo, la industria alimentaria sabe desde hace años que la soja –incluida la que no es
transgénica- contiene toxinas y antinutrientes que pueden perjudicar la salud pero se ha limitado a
pregonar sus bondades ocultando interesadamente los datos que podrían estropearle el negocio.
Hoy, gracias a las voces de algunos disidentes, los consumidores empezamos a ser conscientes de
que los procesos industriales no logran eliminar completamente los agentes patógenos que contienen
como aseguran los vendedores de productos de soja.
En suma, son cada vez más los expertos que afirman que los productos fermentados de soja -el miso,
el tempeh, la salsa de soja y el natto- se pueden ingerir pero con mucha moderación porque si no
también son dañinos pero no es en modo alguno aconsejable ingerir los productos que contienen ese
alimento sin fermentar, leche de soja incluida.
Fuente: DISCOVERY SALUD