Los dos ciegos

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Los dos ciegos de Jericó Los dos ciegos de Jericó “Señor, ¡que se abran nuestros ojos!”

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Milagro de Jesús.

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Los dos ciegos de JericóLos dos ciegos de Jericó

“Señor, ¡que se abran nuestros

ojos!”

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Jesús pasaba por la ciudad de Jericó seguido de una gran multitud. Jesús pasaba por esta ciudad, dirigiéndose a Jerusalén. Ya les había dicho a los apóstoles tres veces que allí le matarían y al tercer día resucitaría.

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Junto al camino de entrada estaban sentados dos mendigos ciegos. Aguantando el polvo del camino, pedían limosna a los que pasaban, esperando que alguno se compadeciera y les ayudara.

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Como había una multitud tan grande preguntaron qué ocurría, por qué había tanta gente. Les dijeron que pasaba Jesús, y ambos se pusieron a gritar con todas sus fuerzas: "¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!".

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Los que estaban cerca de ellos les dijeron que se callaran y les increpaban para que dejaran de gritar. Ellos, en vez de callarse, gritaban con más fuerza: “¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!”.

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Jesús, al oírlos, se detuvo y les dijo a los que con él estaban: “Llamadlos”. Se acercaron a los dos ciegos que seguían sentados al borde del camino sin dejar de gritar: “¡Ánimo, levantaos! ¡Os llama!”.

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Dejando lo poco que tenían, dieron un salto y fueron, atravesando la gran multitud, adonde estaba Jesús, que les dijo: “¿Qué queréis que os haga?”. “Señor, ¡que se abran nuestros ojos!”, le respondieron.

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Movido a compasión por ellos, Jesús les dijo: “Vuestra fe os ha salvado”. Y al instante recobraron la vista, uniéndose a los que seguían por el camino al Maestro. Todos se quedaron asombrados.

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Estos dos ciegos se convirtieron así en ejemplo de la insistencia en la oración. Poco antes de curarlos Jesús había dicho a la multitud que Dios escucharía a los que están clamando día y noche, no sólo por su insistencia, sino también porque es un Padre.

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Texto e imágenes

Revista Gesto, Nº 153

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