Los daños del sismo de 1985

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Los daños del sismo de 1985... por: Redacción Fuente: Noticieros Televisa Afirman arquitectos que el factor humano fue clave en los daños del temblor de 85; ya que muchos edificios dañados no respetaban la normatividad CIUDAD DE MÉXICO, México, sep. 19, 2004.- Los daños causados por los sismos de 1985 en la Ciudad de México evidenciaron la necesidad de reformar y actualizar el reglamento de construcción, vigente desde 1957. El temblor no sólo confirmó que la Ciudad de México es una zona de alto riesgo por su ubicación geográfica y la composición de su suelo. Demostró también que el factor humano contribuyó significativamente a esta tragedia. “En realidad las edificaciones que tuvieron mayores problemas son aquellas que no cumplieron en su momento con el diseño que marcaban esas normas”, comenta Gabriel Gutiérrez presidente del Colegio de Arquitectos de la ciudad de México. Lo ocurrido en algunos edificios del Centro Histórico, reflejan esta realidad, afirma el colegio de arquitectos de la Ciudad de México. “Contribuyó de manera seria el mal uso de los usos, valga mi expresión, de los bienes inmuebles que estaban diseñados en otro sentido, como oficinas administrativas, mas no como fábricas, como bodegas y como centros de maquila. Desde 1997 existe una normatividad específica para la construcción de inmuebles en la Ciudad de México, acorde a las distintas características del suelo. “Al día de hoy hay 28 reglas o 28 normas complementarias para lo que es la edificación y el diseño arquitectónico de los

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Los daños del sismo de 1985...

por: Redacción Fuente: Noticieros Televisa

Afirman arquitectos que el factor humano fue clave en los daños del temblor de 85; ya que muchos edificios dañados no respetaban la normatividad

CIUDAD DE MÉXICO, México, sep. 19,

2004.- Los daños causados por los sismos de 1985 en la Ciudad de México

evidenciaron la necesidad de reformar y actualizar el reglamento de construcción,

vigente desde 1957.

El temblor no sólo confirmó que la Ciudad de México es una zona de alto riesgo por

su ubicación geográfica y la composición de su suelo.

Demostró también que el factor humano contribuyó significativamente a esta

tragedia.

“En realidad las edificaciones que tuvieron mayores problemas son aquellas que no

cumplieron en su momento con el diseño que marcaban esas normas”, comenta

Gabriel Gutiérrez presidente del Colegio de Arquitectos de la ciudad de México.

Lo ocurrido en algunos edificios del Centro Histórico, reflejan esta realidad, afirma el

colegio de arquitectos de la Ciudad de México.

“Contribuyó de manera seria el mal uso de los usos, valga mi expresión, de los

bienes inmuebles que estaban diseñados en otro sentido, como oficinas

administrativas, mas no como fábricas, como bodegas y como centros de maquila.

Desde 1997 existe una normatividad específica para la construcción de inmuebles

en la Ciudad de México, acorde a las distintas características del suelo.

“Al día de hoy hay 28 reglas o 28 normas complementarias para lo que es la

edificación y el diseño arquitectónico de los edificios que se puedan realizar en la

ciudad”, subraya el arquitecto Gutiérrez.

Aunado a ello se elaboró también un atlas de riesgo para identificar las zonas más

vulnerables en caso de sismo... Según el Colegio de Arquitectos de la Ciudad de

México, la delegación Cuauhtémoc es la zona con mayor riesgo... Le siguen las

delegaciones Gustavo A. Madero, Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Venustiano

Carranza.

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Las causas probables de la catástrofe sísmica del 19 de septiembre de 1985

por Cinna Lomnitz

Instituto de Geofísica, UNAM

Después de los sismos que sufrió la ciudad de México en 1985, se han hecho innumerables estudios sobre las causas que provocaron la catástrofe. El autor de este artículo analiza los cuatros factores más relevantes que, a partir de sus investigaciones, determinaron la magnitud de la tragedia

La interpretación correcta de los daños sin precedentes sufridos en la ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre de 1985 adquiere gran importancia en estos momentos, pues de ella dependen las medidas que se adopten para prevenir una catástrofe similar en el futuro. Al conocer los factores que intervinieron en la catástrofe de 1985, y su orden de importancia para definir la prioridad de cada uno de ellos, se previene el riesgo de cometer errores en el enfoque normativo, de consecuencias tan costosas como imprevisibles para la seguridad sísmica de México.

Actualmente no existe un consenso general sobre la causalidad de la catástrofe de 1985 que permita fundamentar sobre una base teórica los trabajos científicos que se realizan sobre ese temblor. Algunas de las ideas preliminares se sustentan en argumentos cuya validez conviene examinar más de cerca. Por ejemplo, la magnitud del sismo lo coloca entre los mayores que han ocurrido en México, pero ha sido igualado en numerosas ocasiones, no solamente en el periodo azteca y en la Colonia sino aun en el presente siglo. Los sismos de 1932, de 1911 y posiblemente de 1907, de 1902 y de 1899 generaron en la ciudad de México intensidades del mismo orden que el de 1985 y no ocasionaron ninguna catástrofe de proporciones comparables.

También se ha hablado del efecto de amplificación de las ondas sísmicas en sedimentos del Valle de México como otra posible causa. Pero el tren de ondas superficiales acotado en las arcillas del Valle de México durante el terremoto de 1985 no podría atribuirse exclusivamente a este mecanismo. Tal como se define normalmente, amplificación implica correspondencia, fase por fase, entre la señal origen y la señal amplificada, pero en el caso del Valle de México los acelerogramas en suelo blando y duro son muy diferentes. Existe distorsión de los registros en suelo blando, no solamente en contenido espectral sino también y sobre todo en amplitud, duración y carácter.

Con frecuencia se ha atribuido la catástrofe al "crecimiento explosivo" de la ciudad en los últimos 30 años. Pero este crecimiento puede calificarse como tal únicamente fuera de la zona más afectada y no en el centro de la ciudad. En otras palabras, la zona que sufrió menos cambios en los últimos 30 años fue la más afectada por el sismo.

Se sabía que la zona blanda del centro de la ciudad de México era más susceptible de dañarse, y que por tal motivo requería normas más estrictas; esta mayor severidad había sido la esencia de la política normativa desde 1957. Las normas de 1976 se basaban

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principalmente en la experiencia del sismo de 1957, cuyas amplitudes fueron rebasadas considerablemente por el ocurrido en 1985.

Por otra parte, la zona afectada por daños graves a estructuras de ingeniería fue la misma en ambos sismos. Esta zona, ocupada por arcillas lacustres, se había beneficiado de normas más estrictas; de hecho, la aceleración máxima registrada por temblores en esta zona nunca llegó a alcanzar, ni siquiera en 1985, el valor de 0.24g prescrito en 1976 para la aceleración basal de diseño.

Se objetará que estamos comparando una aceleración pico en campo libre con una aceleración espectral de respuesta, pero cabe preguntarse ¿por qué existe una diferencia tan grande entre estos dos valores?

En efecto, sabemos que las normas japonesas, que se cuentan entre las más estrictas del mundo, se conforman con un nivel de aceleración basal de 0.20 g. En cuanto a los métodos constructivos y de diseño usados en México, se ha dicho que son comparables a los de Estados Unidos.(1)

Aun suponiendo que ese no fuera el caso, es significativo que las nuevas normas de 1987 se limiten a cubrir el 40% del pico espectral de 19 registrado en la estación acelerométrica de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT). A la luz de la experiencia de 1985, el comportamiento inelástico de las estructuras ofrece garantías suficientes para soportar las solicitaciones sísmicas previsibles en el futuro. Es razonable preguntarse entonces ¿por qué no bastaron los valores de diseño prescritos por las normas de 1976, tal como ocurrió con las construcciones edificadas sobre terreno duro?

En otras palabras, ¿hasta qué punto la aceleración basal fue efectivamente la causa determinante de la catástrofe? Si lo fue, ¿por qué los daños más graves se circunscribieron nuevamente a un área de 25 km2sobre arcillas, en lugar de extenderse a todo el Distrito Federal, zona de vigencia de las normas de 1976 y de los anteriores sistemas y métodos de construcción?

No linealidad

Hay una circunstancia que vuelve insistentemente en toda esta discusión y que es fundamental. La enorme concentración de daños en la zona del centro de la ciudad corresponde clara e indiscutiblemente a la presencia de arcillas lacustres. Conviene detenemos en este hecho y examinar con toda imparcialidad qué significa la correlación de los daños con las arcillas. Es totalmente evidente y está fuera de toda discusión que existió tal correlación. Proponemos, por consiguiente, que se acepte como primera causa de la catástrofe la presencia de arcillas lacustres en el centro de la ciudad de México.

Ahora bien, la no linealidad del comportamiento elástico de estas arcillas está documentada por numerosos ensayos de laboratorio. En la figura 1 se resumen los datos existentes hasta 1987.(2) El módulo de cortante G ( que sería constante en el caso de un sólido lineal) decae rápidamente con la deformación aplicada . La arcilla se reblandece a medida que se deforma, y eventualmente su rigidez puede tornarse insignificante. Estamos en presencia de un material que es, en cierto sentido, intermedio entre un sólido y un líquido. Ello puede ser importante cuando se trata de estudiar las

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ondas superficiales que se propagan en este material. Desde un punto de vista geofísico, un líquido es un material cuyo módulo de cortante es menos de 1% de su módulo de incompresibilidad. (3) En arcillas saturadas del Valle de México la incompresibilidad es muy elevada, del orden de 109 N/m2, como la del agua; su módulo de Poisson es del orden de 0.499, como el del agua.

Figura 1. Propiedad dinámicas de suelo (arena y arcilla), según datos de SEED y otros(2) y Kokusho y otros. la región sombreada corresponde al comportamiento no lineal de las arcilla del Valle de México; el sombreado más intenso, a las deformaciones mayores del 1%

En la figura 1 se observa que el efecto de no linealidad se acentúa cuando la deformación rebasa cierto umbral, del orden de > 0.1%. Ahora bien, en el sismo de 1985 la deformación en superficie alcanzó valores más de diez veces superiores a este umbral. En efecto, durante el sismo del 19 de septiembre de 1985 la estación SCT1, situada en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, registró una amplitud máxima de µ = 30 cm con un periodo de 2s. La velocidad promedio de las ondas de cortante en una capa superficial de 30 m, que incluye el relleno de suelo arenoso y las arcillas saturadas subyacentes, es del orden de 75 m/s en condiciones normales, es decir, cuando no hay sismo. Esto significa que una onda de superficie ordinaria del tipo Rayleigh tiene una longitud de = 2 x 75 = 150m. Según Gilbert (4) 1a deformación angular en una onda de Rayleigh de amplitud µ es

= 2 µ / = 2 X 0.30/150 = 0.0125, (1)

o sea, una deformación de 1.2%. Esto corresponde a una disminución de cerca de 50% del módulo de cortante G, lo que equivale a un decremento de 70% del módulo secante de rigidez µ. En el relleno arenoso que cubre las arcillas el decremento de la rigidez fue

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aún mayor, ya que las arenas son más degradables que las arcillas (véase figura 1). Actualmente no sabemos si un sedimento es capaz de propagar ondas de cortante u ondas de Rayleigh de baja frecuencia en tales condiciones.

Así, las deformaciones en el sismo de 1985 rebasaron el umbral de la no linealidad. Ahora bien, cuando se reduce el módulo de cortante G, la velocidad de las ondas de cortante baja también, en proporción a la raíz cuadrada de µ. El periodo T permanece prácticamente constante a partir del momento en que las ondas superficiales empiezan a dominar, es decir, cuando aparecen las amplitudes máximas en la arcilla. Por lo tanto, la longitud de onda A tiene que acortarse, ya que se verifica = T. Esta reducción de la longitud de onda constituye el punto crucial de nuestra argumentación.

Si examinamos la ecuación (1), vemos que la deformación difícilmente puede quedarse en 1.2%. Tiene que aumentar sustancialmente debido al acortamiento de y debe seguir aumentando después de cada ciclo de carga, aunque la amplitud u no crezca. En realidad, u aumentó durante todo el primer minuto del temblor .

Así, para cada incremento de se registra otro nuevo decremento de G. Este fenómeno, observado en el laboratorio, se conoce con el nombre de "degradación del módulo de cortante".(5) La rapidez de la degradación depende de ; es decir, se acelera cuando > 0.1 % . En conclusión, podemos afirmar que durante el sismo de 1985 la superficie de la arcilla pudo haber alcanzado deformaciones sumamente altas, mucho mayores que el valor " = 0.4% que comúnmente se supone. (6)

A medida que la impedancia elástica del material se reduce más allá de cierto umbral, una proporción creciente de la energía se vuelca hacia otra forma de energía: la gravitacional.(4) Al principio la energía gravitacional es muy pequeña, puesto que vale

gu2 por m2, mientras que la energía elástica vale 2 µ u2 / , y g << 2 µ / . Pero cuando µ -> 0 la velocidad decrece, la onda se acorta y sus características se asemejan cada vez más a las de una ola hidrodinármica, tal como predijo Gilbert.(4) "

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Figura 2. Razones espectral es de Fourier para los sismos del19 de septiembre de 1985 (trazo lleno) y del 21 de septiembre de 1985 (trazo punteado), según Singh y otros autores.6 Las estaciones CDAO y CDAF se encuentran en la Central de Abasto (terreno blando), y la estación CUIP está ubicada en la Ciudad Universitaria (terreno duro)

Los métodos lineales de análisis no son necesariamente los más adecuadospara detectar estos cambios, sobre todo cuando se desarrollan en el dominio de la frecuencia y no de la longitud de onda. Singh y otros autores6 comparan los espectros de Fourier de los sismos del 19 y 21 de septiembre de 1985 para tres estaciones: CDAO y CDAF, ubicadas en la Central de Abasto, en suelo blando, y CUIP, en Ciudad Universitaria, en suelo duro (véase figuras 2 y 3). Debido a la cercanía de estas estaciones, puede suponerse que el movimiento de la roca dura debajo de CDAO y CDAF fue idéntico al movimiento registrado en CUIP . Para el caso de una amplificación lineal, los tres registros no solamente deberían ser similares sino que los de CDAO y CDAF deberían poder derivarse del CUIP mediante una operación de amplificación y filtrado.

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Figura 3. Acelerogramas obtenidos en las estaciones CUIP y CDAO, que sirvieron de base para el cálculo de la gráfica superior de la figura 2. Nótese la diferencia de duración y carácter entre los registros en suelo duro y blando, así como la diferencia en la proporción de amplitudes para los dos sismos. El tren de ondas--superficiales que se advierte en CDAO después de los 60 s solamente es observado en las arcillas

El acelerograma de CDAF para el 19 de septiembre de 1985 alcanzó accidentalmente una duración de solamente un minuto debido a un problema operacional en CDAF. El resultado fue una fuerte reducción del pico espectral (véase figura 2), correctamente atribuida por Singh y otros autores a la amputación de la coda del sismograma.6 Esta coda faltante se inició y desarrolló lo hasta dos minutos después de terminar la señal en CUIP: no pudo entonces haber sido generada por la señal de CUIP . Por lo tanto, las comparaciones espectrales parecen carecer de validez, puesto que miden el efecto de ondas superficiales que estaban presentes en los registros en suelo blando y ausentes en los de suelo duro, debido a la breve duración de estos últimos.

Esto se aprecia más claramente a través de las envolventes del espectro de respuesta en CDAO (véase figura 4). Obsérvese el máximo espectral característico, que se inicia después de terminado el primer minuto de registro y que se prolonga hasta el final del registro con una duración total de 3 minutos. Esta fase posee un contenido espectral casi monocromático de aproximadamente 4 s de periodo. No existe fase similar en los acelerogramas en suelo duro. Velázquez de León constató, con reloj en mano, que la duración de las oscilaciones armónicas sensibles al hombre en el sismo de 1768 fue de más de 6 minutos, 7 confirmando observaciones similares hechas durante el sismo de 1985. Difícilmente puede suponerse que una onda superficial sensible al hombre durante 6 minutos pudiera resultar de la amplificación de una onda de cuerpo cuya duración máxima fue , de apenas una fracción de minuto.

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Figura 4. Envolventes de espectros de respuesta para dos estaciones en suelos arcillosos lacustres: a) sismo del 19 de septiembre de 1985 en la esta- ción CDAO; b) sismo del Mar de Japón (1983) en la estación OGV OgataoMura (según Ohta y otros). '6 Obsérvese el carácter monocromático y la duración del tren de ondas superficiales, que corresponde al máximo de la envolvente eso pectral

La figura 4 muestra otro acelerograma, correspondiente al sismo de Mar del Japón de 1983. Pese a la gran diferencia entre las distancias hipocentrales (100 km contra 404 km) la similitud entre estos sismogramas es notable, mucho mayor que con el de CUIP, estación situada apenas a 10 km de CDAO. Pero la única semejanza entre CDAO y OGV (la estación japonesa) consistió en que ambas estaciones estaban localizadas en arcillas lacustres.

En la figura 3, notamos que la razón de amplitudes entre los dos sismos (19 de septiembre a 21 de septiembre) es muy diferente para estaciones en suelo blando y duro: 4: 1 para CUIP, contra 2: 1 para CDAO. Esta diferencia resulta especialmente visible para el caso del tren de ondas superficiales. La diferencia de magnitudes es:

M19 - M21 = 8.1- 7.5 = 0.6     (2)

lo que concuerda bien con la razón de amplitudes en CUIP, puesto que 0.6 es el logaritmo de 4. En otras palabras, la estación CUIP parece comportarse en forma lineal, de acuerdo con la definición de la magnitud como proporcional al logaritmo de la amplitud. En cambio, la estación CDAO acusa una discrepancia del orden de 100 % con respecto a la razón de amplitudes esperadas. Si las amplitudes en suelo blando no siguen la escala de magnitudes, ya que una diferencia de magnitudes relativamente moderada (

M = 0.6) produce una discrepancia de un factor de dos, que puede medirse directamente en el sismograma sin la ayuda de espectros de Fourier, y si esta discrepancia se traduce además en una reducción de 40% en el pico espectral, 6 tal discrepancia sugiere no linealidad.

Pese a los esfuerzos y al ingenio invertidos, nadie ha logrado duplicar el tren de ondas característico del sismograma de CDAO con base en una transformación lineal del sismograma de CUIP . Un mejor resultado se obtiene cuando se utilizan las ondas de Rayleigh en la estación TACY para generar la coda del registro de SCTl (M.P. Romo, comunicación personal). Evidentemente, no se trata de ondas engendradas por amplificación de ondas de cuerpo provenientes del basamento, sino de ondas superficiales generadas en la capa sedimentaria a través de algún tipo de acoplamiento con ondas de Rayleigh.

En este caso, la comparación de los picos espectrales entre estaciones en suelo blando y duro no es directamente interpretable en términos de amplificación, sea lineal o no lineal. Lo propio puede decirse de las funciones de transferencia, si es que podemos hablar de transferencia entre ondas de cuerpo y de superficie. Todo indica que el comportamiento de las arcillas fue altamente no lineal.

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Efectos de ondas no lineales

La relevancia de la sección anterior para el problema de la causalidad de la catástrofe es evidente. En efecto, las solicitaciones críticas ya no serán solamente las aceleraciones basales generadas por ondas de cuerpo, sino también las deformaciones del terreno producidas por ondas superficiales.

Si el efecto principal de la no linealidad fue acortar la longitud de onda , este acortamiento debe ser detectable instrumentalmente. Para ello basta disponer de estaciones espaciadas a distancias menores que . Esto es factible, pero no se ha hecho ni en México ni en otros lugares. Sin embargo en Suecia se han efectuado mediciones de ondas producidas por vibraciones artificiales en arcillas blandas (no tan blandas como las de México), y se encontraron ondas superficiales con longitudes de 20 a 30 m.8 Estos valores son de 8 a 12 veces menores de los esperados con base en la teoría lineal. Si suponemos un acortamiento en la misma proporción, en el caso del sismo de 1985, podrían suponerse longitudes de onda de 15 a 20 m en las arcillas del Valle de México.

Tales longitudes de onda concuerdan con las descripciones de ondas "visibles" por testigos oculares en grandes terremotos.(9,lO) La existencia de ondas superficiales de corta longitud y de baja velocidad de propagación es cada vez más difícil de negar o de ignorar. Son fenómenos que han sido descritos demasiadas veces y con demasiada precisión y consistencia.

¿Cómo podemos explicar estas ondas? Jeffreys 1l hace notar que la rigidez de la glicerina es 3 X 106 cgs, valor apenas 10 veces menor que la rigidez de la arcilla del Valle de México en estado de reposo. Se requiere muy poca pérdida de rigidez para que este material se comporte como un fluido a bajas frecuencias. En cambio, para pequeñas amplitudes y altas frecuencias se observa que los materiales saturados de baja rigidez se comportan como un sólido elástico.

Este hecho ha sido conocido por los geofísicos durante muchos años. Después del gran sismo de Tokio, Matuzawa 12 analizó las condiciones de existencia de ondas gravitacionales en los suelos arcillosos partiendo de la suposición de que el material se comportaba como un líquido. Hoy sabemos que se trata de una simplificación extrema, pero las observaciones en que se sustenta no han sido rebatidas. Mooney y Bolt 13 calcularon las curvas de dispersión de ondas de Rayleigh en una capa sedimentaria de 100 m de espesor y una velocidad de cortante de = 200 m / s; encontraron que a periodos mayores de 1 s el movimiento de las partículas era prógrado y predominantemente horizontal, como en el caso de las ondas superficiales registradas en el sismo mexicano de 1985. Existe una prominente fase de Airy a un periodo de cerca de 1 segundo.

Gilbert4 concluyó que el cambio del movimiento orbital de retrógrado a prógrado, y de predominantemente vertical a predominantemente horizontal, puede interpretarse indicando un comportamiento transicional entre una onda elástica y una onda de gravedad como existiría en una capa fluida. Debe notarse que los efectos mencionados, ocasionados por la baja rigidez de la capa sedimentaria, todavía no contemplan el efecto de la no linealidad.

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Supongamos ahora un edificio de ancho , largo L y altura H desplantado sobre un terreno plano a profundidad p bajo el nivel de la calle (véase figura 5). Sea la longitud de onda y ux y z los desplazamientos en la dirección de la propagación y la vertical, respectivamente. La inclinación del suelo por efecto del terremoto es tg = 2 uz / . Para amplitudes muy pequeña, o sea, antes de que la rigidez se deteriorara por efectos del sismo, tendríamos ~= 150 m. Para una amplitud de uz = 10 cm se tendría tg = 2 x 0.10 /150 = 0.419% que es una inclinación tolerable si recordamos que había edificios inclinados en 3% sin derrumbarse. Por tales consideraciones, se acostumbra no tomar en cuenta la rotación de la base en el diseño sísmico de las estructuras.

En cambio, supongamos la existencia de ondas no lineales de longitud = 20 m. Tenemos ahora tg = 2 x 0.10 /20 = 3.14%, que supera la inclinación que terna el edificio Nuevo León antes del sismo (alrededor de 3%). Esta construcción tenía un ancho A= 13.5 m y una altura H=41.8m. El desplazamiento del centro de gravedad debido a la inclinación puede calcularse en 41.8 X 0.06/2 = 1.25 m en una dirección (inclinación de 6%) y cero en la otra dirección. Por poco que se amplifique la oscilación del edificio puede considerarse que el centro de gravedad caerá fuera del tercio central de la base (13.5/6 = 2.25 m) y la construcción se desestabilizará.

Consideremos ahora el efecto de la longitud de onda sobre el edificio en planta. La sección caída del edificio tenía un largo L = 100 m. Si la longitud de onda fuera A = 150 m la torsión en planta. aunque considerable. cambiaría de signo una sola vez. Pero. si la onda no fuera lineal, con una longitud de onda de = 20 m y ux = 30 cm. la torsión alcanzarla = 2 X 0.30/20 = 9.4% . Más aún, la onda cabría cinco veces en la planta del edificio, puesto que L = 5 . Es decir, la deformación cambiarla de signo hasta 10 veces en la sección de planta; y como la onda viaja lentamente a lo largo del edificio el efecto serla semejante al del tornillo sin fin de una trituradora o de un molino de carne.

Las consideraciones anteriores se aplican a la deformación del suelo. Un largo de 100 m era excepcional puesto que la mayoría de los edificios en México medían menos de una cuadra de largo. Para una estructura provista de cimientos rígidos. los valores correspondientes se promediarían sobre todo el largo y el ancho de la cimentación; por lo tanto. las solicitaciones efectivas del temblor serían bastante menores que las calculadas arriba. No cabe duda que es posible diseñar edificios para que resistan este tipo de solicitaciones.

Las estructuras marinas, por ejemplo, se diseñan generalmente para resistir olas de longitud igualo menor que el largo de la nave. Sin ir más lejos, nuestros edificios coloniales han de. mostrado una sorprendente capacidad para resistir altas deformaciones e inclinaciones. Pero el hecho de tener que considerar la rotación y distorsión de la base ("cabeceo" y "balanceo", para hablar en términos náuticos), introduce inevitablemente ciertas limitaciones, sobre todo de altura ( como en el caso de los barcos), además de nuevas exigencias de redundancia y de flexibilidad.

Figura 5. Dimensiones de un edificio y profundidad bajo el nivel de la calle

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En tal caso, ¿cómo se explica que haya sobrevivido la mayoría de los edificios altos en el centro de la ciudad? Una respuesta posible es la siguiente. Toda onda superficial es, por definición, una onda cuya amplitud decae en la dirección vertical. A una profundidad de /2 el movimiento ya es muy pequeño en términos de ingeniería. Mientras la arcilla se comporta en forma lineal, con una longitud de onda de = 150 m, la capa blanda es afectada en su totalidad puesto que / 2 =75 m, que es del orden del espesor de la capa blanda. En cambio, si se suponen ondas no lineales de = 20 m, tenemos que /2 = 10 m; y en este caso las estructuras desplantadas o las tuberías cimentadas a más de 10 m de profundidad no habrían sido afectadas por los sismos.

Esto corresponde bastante bien a las experiencias recogidas en el sismo de 1985. En efecto, de los edificios de seis o más pisos, aquellos que poseían sótanos profundos para estacionamientos fueron los menos afectados. Ello se esperaría igualmente con base en la teoría lineal. Sin embargo, los túneles del Metro fueron poco afectados, y las estructuras de acceso a ese medio de transporte sí sufrieron daños. Las tuberías del Drenaje Profundo quedaron intactas; en cambio, las de distribución del agua potable fueron gravemente afectadas.

En resumen, la no linealidad del Comportamiento elástico del material sedimentario saturado bien pudo haber desempeñado un papel relevante en la distribución, índole y gravedad de los daños observados en el terremoto del 19 de septiembre de 1985.

Otras causas

Si revisamos la historia sísmica de nuestro país, nos percatamos de que el Valle de México ha sufrido daños con todos y cada uno de los grandes sismos que se originaron en la zona de subducción. Ya sea lineal o no lineal el mecanismo de excitación en la arcilla del Valle de México, el hecho es que se generan grandes amplitudes con sismos provenientes de cualquier epicentro en la Zona de subducción con la posible excepción del segmento de Chiapas-Guatemala, que resulta muy lejano.

La zona de subducción representa con mucho la estructura sismogénica más activa del país. Puede afirmarse, por lo tanto, que el Valle de México es la zona más expuesta y de mayor riesgo sísmico en la República. En efecto, por muy elevado que sea el riesgo sísmico en alguna zona de la costa mexicana del Pacífico, el de la ciudad de México siempre lo excederá puesto que incluye, adicionalmente, el riesgo proveniente de las demás zonas.

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Figura 6. Situación del Valle de México en relación a la zona de subducción del OceAno Pacífico. El contorno sombreado corresponde a la zona de intensida. des superior a VII en la escala de Mercalli, por causa de sismos con epicentro en las costas de MichoacAn y Guerrero. La zona cubierta por líneas isosistas muestra las zonas focales que pueden originar darlos de consideración en la Ciudad de México

En la figura 6 vemos la situación general del Valle de México en relación con las fuentes sismogénicas del Pacífico. La hemos presentado bajo la forma de un mapa de isosistas combinado para resaltar la distribución probable de intensidades; sin embargo, dicho mapa no refleja la incidencia temporal relativa, que debe ser mucho más alta para el Distrito Federal.

Proponemos, entonces, como segunda causa de la catástrofe la situación excepcionalmente riesgosa y vulnerable a la acción de sismos del Valle de México. Esta situación apenas está siendo reconocida en el medio científico; aún falta mucho para que se traduzca en una política urbanística efectiva.

Los daños catastróficos provocados por el sismo de 1985 afectaron predominantemente edificios de 6 a 15 pisos, construidos bajo la vigencia de una norma sísmica considerada como una de las más avanzadas de su época. Sabemos que ello no fue suficiente. Pero ninguna norma sísmica del mundo parece considerar rotaciones de la base por efectos de ondas no lineales de corta longitud. Si estas ondas desempeñan un papel importante en el origen de los daños, tal omisión debe ciertamente incluirse entre las causas de la catástrofe de 1985.

Los efectos de rotación y torsión de la base serían especialmente relevantes en edificios altos y cimentados a escasa profundidad; en edificios largos y poco redundantes en su diseño estructural, y en edificios frágiles o poco dúctiles. Por ejemplo, cuando un edificio alto y frágil es sometido a inclinaciones cíclicas repetidas, la estructura tiende a sacrificar sus pisos superiores con tal de bajar su centro de gravedad. Esto representa un dilema para el ingeniero, ya que al asignar coeficientes sísmicos más elevados a los pisos superiores se incrementa la rigidez del edificio y se requiere un empotramiento basal más profundo para prevenir el volcamiento. y como los pilotes confieren escasa rigidez lateral, ello podría implicar una limitación a la altura de los edificios en suelo blando.

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No quisiéramos concluir esta sección sin mencionar un tema doloroso, que no se ha destacado suficientemente en los trabajos técnicos sobre el terremoto de 1985: el de las víctimas. Es difícil discutirlo sin parecer melodramático; sin embargo, es necesario.

La vivienda cuesta dinero; la seguridad también. Ambas son deseables. Por lo tanto, podría considerarse que un cálculo de tipo de costo-beneficio será eminentemente aplicable en este caso. Las normas sísmicas deben incorporar precisamente esta clase de cálculo. Esto significa que el costo de una catástrofe como la de 1985 debe ser evaluada; dejar de hacerlo equivale a adoptar una actitud evasiva ante la realidad.

Pero, ¿cómo calcular el costo de las vidas humanas? Ninguna de las 20 000 víctimas en la tragedia del 19 de septiembre de 1985 quería morir; ninguna estaba preparada para este terrible desenlace. Al adquirir su departamento, a veces a costa de grandes sacrificios, ciertamente nadie pensó que se exponía a esta clase de riesgos; más bien, suponía que un edificio moderno representaba una vivienda más segura para él y su familia. Nadie sospechaba la posibilidad de la muerte de sus hijos, atrapados en los escombros de un cuarto vecino y sufriendo una lenta y atroz agonía en la oscuridad, sin poder socorrerlos. Estos miles de niños martirizados, a cuya memoria está dedicado este artículo, son las víctimas inocentes de un proceso que desgraciadamente está en peligro de repetirse .

Más de dos años después de la tragedia, México sigue careciendo de un programa efectivo de prevención en el ámbito de la comunidad en general. Parece evidente que ésta debe contarse entre las causas de la catástrofe. Las vidas de millares de ciudadanos representan necesariamente una pérdida más catastrófica e irreparable que los valores materiales de centenares de edificios destruidos.

El proceso normativo no solamente debe encarar estos hechos sin parpadear; también debe institucionalizar un proceso que permita la incorporación de nuevas tecnologías constructivas y de diseño en forma rápida y expedita. Nos referimos a un proceso como el que existe actualmente en la aviación civil, donde cada accidente se investiga en forma exhaustiva y, en lo posible, en forma accesible al público usuario. Una vez determinadas las causas, se introducen modificaciones inmediatas en las normas a escala mundial, y estos cambios son acatados por la industria en forma voluntaria y en un plano de cooperación mutua y buena voluntad, aun cuando eso signifique suspender los vuelos para cierto modelo de avión hasta subsanar el defecto.

Necesitamos el mismo tipo de proceso normativo en ingeniería sísmica. Por ejemplo, existe cierta incongruencia en establecer reglas rigurosas y detalladas de cálculo para edificios cuyo estricto cumplimiento incumbe al proyectista, y al mismo tiempo dejar a su plena discreción la única decisión que verdaderamente importa, a saber: dónde pueden construirse edificios de determinadas características y dónde no.

Planear edificios sin salidas de emergencia accesibles y funcionales en caso de derrumbe equivale en cierto modo a diseñar un reactor nuclear sin circuitos secundarios. Una vez que se ha producido un colapso real, con víctimas reales, incumbe al proceso normativo estudiar todas las estructuras desde el punto de vista de lo que sucedería con los usuarios en caso de emergencia.

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No es nuestra intención criticar lo mucho que se ha avanzado en materia de normas sísmicas desde la Ley Field en California (1933), pasando por el Código Unificado de Construcciones y sus equivalentes en México y en otros países. Pero es preciso reconocer que la catástrofe mexicana de 1985, precisamente por el tipo de construcciones afectadas y por el número de víctimas que tuvo, puede y debe significar un hito en el proceso normativo mundial en materia de protección sísmica.

Etica y causalidad

No sólo es difícil sino imposible dar una respuesta éticamente neutra a la pregunta sobre las causas de la catástrofe sísmica de 1985. Ya hemos identificado cuatro causas principales: la presencia de arcillas lacustres, el desconocimiento de los efectos de la no linealidad en suelos durante los grandes sismos, la posición geográfica vulnerable de la ciudad de México, y las carencias en materia de prevención de catástrofes. ¿En qué orden corresponde jerarquizar estos cuatro factores?

Sin la presencia de arcillas lacustres no hay catástrofe. Si no se considera la presencia de las arcillas, sus propiedades físicas y su distribución en los suelos de la ciudad de México no existe posibilidad de una zonificación efectiva. Hasta que se reconozca la primacía de este factor causal, se reglamentará el tipo de estructuras que pueda permitirse en dicha zona. Por tal motivo, proponemos citarlo en primer lugar .

La segunda prioridad corresponde necesariamente al factor conocimiento. Se desconocía y de hecho sigue desconociéndose- el efecto de la no linealidad en los suelos durante los grandes sismos. Es posible que este efecto sea menor de lo que aquí suponemos pero todo indica que el efecto existe y que es importante. Es preciso averiguarlo.

Los últimos dos factores son de tipo político. La ciudad de México está situada en un foco de convergencia del riesgo sísmico desde las zonas activas del Océano Pacífico: ¿qué estamos haciendo al respecto? ¿Qué medidas de protección civil se están llevando a cabo en el ámbito de la comunidad? ¿Cuáles han sido los efectos de la política de descentralización? Es necesario proponer e impulsar alternativas urbanísticas imaginativas; por ejemplo, podría reservarse la zona baja de la ciudad para edificar el futuro centro administrativo, legislativo, jurídico y cultural de la nación.

La priorización de las causas de una catástrofe revela en ocasiones lagunas insospechadas en nuestros conocimientos y limitaciones en el seno de la propia sociedad. Supongamos, a título de ejemplo, una teoría causal que citara tres factores de la catástrofe: la gran magnitud del sismo, la amplificación del suelo y el crecimiento de la ciudad de México. Ninguna podría calificarse de desconocida o de imprevisible. Esto equivale a decir que la catástrofe fue resultado de la fatalidad: todo estaba previsto pero la desgracia sucedió a pesar de todo. Equivale, en cierto modo, a declinar toda responsabilidad.

Si partimos, por el contrario, de un punto de vista humanista (en oposición al fatalista), tenemos que comenzar por reconocer que toda catástrofe es, ante todo, evitable. La naturaleza no es nuestra enemiga, sino la necedad y la codicia del hombre. La civilización consiste en erigir normas para combatir estas tendencias. Guando existe

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responsabilidad social ( dice una antigua fuente china) ni la muerte puede ser una calamidad.

Discusión

El presente trabajo plantea más preguntas de las que resuelve. No hemos discutido el problema del mecanismo mediante el cual se generarían las ondas no lineales. No hemos tratado la cuestión de la transición entre ondas elásticas y olas seudo-gravitacionales, relacionada con la siguiente pregunta: ¿debe conceptualizarse a la arcilla como un sólido elástico, un cuerpo viscoelástico o elastoplástico, o un líquido viscoso? Finalmente, no hemos hablado de los experimentos cruciales que tendrán que realizarse en el laboratorio y en el campo para resolver todas estas preguntas.

Supongamos que el sismo genera una onda estacionaria en el centro de la laguna. Las olas se propagarían lentamente en dirección a las orillas. Al adelgazarse la capa de arcilla, los frentes de olas se orientarían en forma paralela a la orilla y las amplitudes crecerían como en el caso de una rompiente. Esto explicaría los efectos extraordinarios observados en la orilla del lago (en la colonia Roma, por ejemplo). En el caso del edificio Nuevo León, su orientación paralela a la orilla, haciendo frente a una amplia zona lacustre de edificación baja, debió ser especialmente desfavorable, ya que hizo que la construcción absorbiera toda la energía de la ola en su costado.

La arcilla del Valle de México es un material singular, cuyas propiedades siguen siendo muy poco estudiadas. Su contenido de agua es muy alto ( casi 400%), y su consistencia sólida se debe a enlaces químicos entre granos minerales; estos enlaces pueden perturbarse o romperse debido a la acción de las ondas sísmicas de cortante.

Matuzawa (12) y Gilbert(4) han desarrollado teorías acerca del tipo de ondas que puede existir en un suelo cuando la energía gravitacional empieza a predominar sobre la energía elástica. Pero ninguno de estos autores ha considerado el efecto de una eventual transición no lineal entre elasticidad e hidrodinámica. Es importante saber si esta transición puede ser gradual, como parece pensar Gilbert , o si es más bien similar a un cambio de fase. En este último caso, la onda se "congelaría" produciendo ondulaciones residuales del suelo como las que se han observado en los terremotos japoneses. (12) Urge realizar experimentos críticos para definir los fenómenos dinámicos que ocurren en la región de transición.

Conclusiones

En conclusión, podemos decir que las causas principales de la catástrofe sísmica del 19 de septiembre fueron las siguientes:

1. La presencia de arcillas blandas en una zona bien delimitada del Valle de México.

2. El desconocimiento de los efectos que pueden tener sobre las estructuras las ondas no lineales de corta longitud.

3. La situación excepcionalmente riesgosa, y vulnerable a la acción de los sismos distantes, del Valle de México.

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4. La falta de instrumentación de un programa efectivo de defensa civil y de prevención contra catástrofes en el ámbito nacional y local.

Otras causas pueden haber desempeñado un papel relativamente secundario. Así, el sismo fue de elevada magnitud, aunque no mayor que otros que han afectado la ciudad en los últimos 100 años. Hubo amplificación de ondas de cuerpo, aunque ello no pueda explicar la aparición del tren de ondas superficiales que fue el causante de la catástrofe. También hubo crecimiento demográfico, aunque no tanto en la zona que sufrió los daños más graves. Podría decirse, sin exagerar, que el 185 cambio más significativo entre 1932 y 1985 consistió en la proliferación de un tipo de construcción más vulnerable la acción de las ondas no lineales. Los daños en edificios coloniales no fueron esencialmente mayores en 1985 que en los sismos de 1911 y de 1932.

Hubo edificios que adolecieron de graves defectos de construcción y diseño. Sin embargo, estas fallas no estaban circunscritas a una zona específica de la ciudad y no pudieron ser factores determinantes de una catástrofe de esta magnitud. Es importante investigar todas las causas y no solamente las que concuerdan con una determinada teoría de su origen. El estudio de una catástrofe requiere de la interacción de muchas disciplinas científicas y tecnológicas y no puede soslayarse la presencia de puntos de vista políticos, éticos y humanos que influyen en la selección de las causas y su categorización.

REFERENCIAS

1. Suh, N.P., "Statement Before the Senate Subcommittee on Science, Technology and Space on Bebalf of tbe National Science Foundation", United States Senate, Sesión del 3 de octubre de 1985.

2. Seed, H.B., M.P. Romo,]. Sun, A.]aime y J. Lysmer, "Relationships Between Soil Conditions and Earthquake Ground Motions in Mexico Qty in tbe Earthquake of Sept. 19, 1985", Earthq. Eng. Res. Center, Rept. núm. UCB/EERC-87/15, 1987.p.112.

3. Runcom, S.K. (editor), "Fluids", Internacional Dictionary of Geophysics, 1,1967, p. 544.

4. Gilbert, F., "Gravitationally Perturbed F Elastic Waves", Bull. Seis. Soc. Am. , núm. 57, 1967, pp. 783- 794.

5. Jaime, A. y M.P. Romo, "Degradación del S módulo de cortante de las arcillas del Valle de México", Memorias VIl Congr. Nac. Ing. g, Sirmica, Querétaro, Qro., 1987. E-31-44.

6. Singh, S.K. , E. Mena y R. Castro, "Some Aspects of Source Characteristics of the 19 September 1985 Michoacán Earthquake and Ground Motion Arnplification in and Near Mexico City from Strong Motion Data", Bull. Seis. Soc. Am., núm. 78,1988, pp. 451-477.

7. Moreno, R. , Joaquín Velázquez de León y sus trabajos Científicos sobre el Valle de México, UNAM, México, D.F., 1977.

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8. Holmberg, G. yotros, "Vibrations Generated by Traffic and Building Construction Activities", Swedish Council for Building Research, Estocolmo, Suecia, 1984, p. 114.

9. Richter, C.F., Elementary Seismology, W. Freeman, SanFrancisco, EE.UU., 1957.

10. Lomnitz, C., "Some Observations of Gravity Waves in the 1960 Chile Earthquake", Bull. Seis. Soc. Am. , núm. 60, 1970, pp. 669-670.

11.Jeffreys, H., The Earth, 5a. Ed., Cambridge, Gran Bretaña, 1970, p. 525.

12. Matuzawa, T., "On the Possibility of Gravitational Waves in Soil and Allied Problems", J. Inst. Astr. GeoPhys., núm. 3,1925. pp. 161-174.

13. Mooney, H.M. y B.A. Bolt, "Dispersive Characteristics of the First Three Rayleigh Modes for a Single Surface Layer", Bull. Seismol. Soc. Am. .núm. 56, 1966, pp. 43-67.

14. Rojas, T., V. Garcfa, y J.M. Pérez Zevallos, "Los sismos en la historia prehispánica y colonial de México: una cronología", Centro Inv. Est. Sup. Antrop. Social, CIESAS. México. D.F.,1986.

15. Kokusho. T., Y. YoshidaeY. Esashi. "Dynamic Properties of Soft Clay for Wide Strain Range", Soils and Foundations, núm. 22, 1982,pp. 1-18.

16. Ohta, T., M. Motosaka, S. Hiehata, M. Kamata. K. Takahashi, E. Kitamura, y M. Miyamura, "Research on the Strong Ground Motion in Mexico City during the Earthquake of September 19, 1985 Michoacán-Guerrero. México", Kajima Inst. Constr. Tech. .Rept. 68. Revised Ed., Tokyo, Japón, 1987.

(Ciencia y desarrollo, septiembre/octubre 1988 Vol. XIV Núm 82, CONACYT)

Oleaje Sísmico: ¿Posible causa de la catástrofe?

Hipótesis a dos años de la tragedia Cinna Lomnitz

Investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica, UNAM

Ha pasado otro año desde el terremoto de México y quisiéramos preguntarnos cuáles han sido en definitiva las enseñanzas que nos dejó esta catástrofe natural, la más grave y cruenta en la historia de nuestro país.

Es difícil extraer lecciones de un acontecimiento único y extremo, y si tal fuera el caso poco o nada podríamos decir. Pero la sismología había previsto que un temblor de esta magnitud ocurriría, no solamente una vez sino en promedio cada cuarenta o cincuenta años. En este siglo, para no ir más lejos, tuvimos sismos de magnitud similar en 1911 y en 1932, además del "sismo del Angel" de 1957, que fue menor. Los daños estuvieron concentrados en la misma zona del D.F. de apenas 25 kilómetros cuadrados, sobre el lecho del antiguo lago. Los edificios coloniales, que resistieron los embates de sismos anteriores, tampoco se cayeron esta vez. La diferencia radicó en el mayor número de

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edificios modernos de 6 a 15 pisos de alto: más de 350 edificios de este tipo quedaron totalmente destruidos.

Fenómeno novedoso y desconocido

Desde entonces, se ha procedido a una revisión radical de las normas de ingeniería, incrementando los factores sísmicos de diseño y recomendando una serie de otras medidas correctivas. Estas nuevas exigencias indudablemente contribuirán a evitar en el futuro la repetición de las fallas observadas en 1985. Pero, ¿no podrían producirse fallas diferentes la próxima vez? El comportamiento de los grandes edificios en el centro de la ciudad de México fue totalmente inesperado. Esto hace suponer que conocemos mal la causa de los daños sísmicos en esta clase de edificios y en este tipo de subsuelo.

El terremoto produjo ondas con un periodo de dos a tres segundos, y una fuerza máxima horizontal equivalente a un 20 por ciento de la gravedad. El código antisísmico de la ciudad de México preveía ondas sísmicas de igual periodo y fuerza algo mayor: 24 por ciento de la gravedad. Según esta lógica, no debieran haberse caído tantos edificios modernos, construidos con base en previsiones que aparentemente eran acertadas y realistas.

Esto induce a pensar que estamos frente a un fenómeno novedoso y desconocido. Hubo otras indicaciones en este sentido: la regularidad y duración del movimiento, las ondulaciones en las calles de algunas colonias y, sobre todo, la estrecha relación entre los daños y el tipo de subsuelo. La arcilla del valle de México es un material singular. Contiene cuatro veces más agua que materia sólida. Si la pisamos y no nos hundimos es por un milagro de estructura molecular. En realidad, vivimos sobre una suspensión de microscópicos granos minerales en agua.

La deformación del milagro

Pero esta estructura milagrosa es afectada por las fuertes deformaciones. Los ingenieros Miguel Romo y Alberto Jaime sometieron muestras de arcilla a ensayos en los laboratorios de la UNAM, y comprobaron que ante deformaciones mayores de uno por ciento el material empezaba a perder su rigidez. En resumidas cuentas, tendía a comportarse como agua.

Ahora bien, las ondas superficiales en un líquido (llamadas "olas") son bastante diferentes a las ondas elásticas en los sólidos. En particular, la longitud de onda ~ muy corta. En un suelo arcilloso una onda elástica tendría una longitud mayor de 100 metros (m); en cambio, en un líquido la misma onda mediría apenas entre 6 y 10 m de longitud, como lo sabe cualquiera que haya navegado sobre un lago o una bahía. Un edificio, como un barco, se mueve con la onda. Si la longitud de onda ~ mucho mayor que el barco, éste se mueve junto con la onda. Adquiere el mismo movimiento que la onda. En contraste, si es igual al largo del barco, éste se zarandea de proa a popa y de babor a estribor. Ya no puede moverse con la ola, puesto que tanto la proa como la popa quedarán fuera del agua ante cada oleada fuerte. En tal caso, es necesario darle al barco una resistencia mucho mayor a las grandes deformaciones cíclicas.

Hagamos un cálculo muy sencillo. En el terremoto de 1985 se registró una amplitud de onda de 20 centímetros en el centro de la ciudad. Suponiendo una longitud de onda de

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100 m, esto nos da una deformación de 271" x 0.20/100 = 0.0125 o 1.25 por ciento. Esto significa que la arcilla estuvo sometida a deformaciones tan fuertes como para hacerle perder su rigidez. No puede excluirse la posibilidad de que una arcilla sujeta a tales deformaciones pudiera propagar olas de corta longitud, como si fuera un líquido. Tampoco estamos en condiciones de afirmarlo en forma concluyente: no ha existido el tipo de instrumentación como para detectar longitudes de onda de 6 a 10 m, que se esperarían en este caso. Pero podemos adelantar que testigos oculares las han observado, tanto en México como en muchos terremotos destructivos en Asia, Europa y América Latina.

Arcillas que se hacen agua

Conocemos casos de licuación en arenas finas, que efectivamente se transforman en un líquido espeso durante un temblor. Esto no sucedió en México, puesto que los edificios no se hundieron. Pero ignoramos el comportamiento de una capa de arcilla de 40 m de espesor en condiciones como las que prevalecieron durante el terremoto de México. No parece razonable suponer que las ondas fueran las mismas que pueden observarse en sismos menos violentos.

Sabemos lo que ocurre en un lago durante un terremoto: se produce un "oleaje sísmico" característico según la profundidad del agua. Quizá lo mismo aconteció en las arcillas del valle de México. Esto explicaría el tipo de movimiento observado (prógrado elíptico), su frecuencia monotónica, su persistencia durante casi tres minutos. Cuando las olas se aproximan al borde del lago se van frenando y su amplitud crece: esto explicaría los efectos mayores en ciertas colonias situadas hacia las orillas del ex lago. Explicaría también las fallas por tensión en edificios cimentados sobre pilotes, debido a lo que en ingeniería marítima se denomina "reacción de anclaje". El hecho es que los pilotes no trabajaron al unísono con el resto de la estructura. Un edificio anclado al piso no puede darse una vuelta de campana; entonces procura reducir su altura, sacrificando pisos con tal de bajar su centro de gravedad. y los pisos altos se vienen abajo.

Desconozco los detalles de las estructuras, pero pienso lo mismo que los expertos de la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos, quienes dieron testimonio ante el Congreso de este país después del sismo. El 6 de octubre de 1985 hubo una sesión especial convocada para indagar las causas de la catástrofe, cuyas dimensiones alcanzaron repercusiones mundiales. Y dijeron que los edificios estaban bien construidos. Respondian a los conceptos actuales de ingeniería. Las normas mexicanas de ingeniería habían previsto correctamente la índole y magnitud del temblor.

Lo que no hubo fue el conocimiento científico acerca de lo que ocurre en las arcillas con el temblor. Fue un tipo de fenómeno nuevo y diferente, desconocido o quizás pasado por alto por la sismología. Ignorado durante muchos años, se había presentado antes en Caracas (1967), en Lima (1974) y en otros lugares, donde se cayeron edificios altos y modernos. Debimos haber notado que siempre sucedía en suelos excepcionalmente blandos. Ciudad Guzmán, que también sufrió destrozos significativos por el terremoto de 1985, está construida sobre una laguna.

Es una hipótesis la que propongo. Para comprobarla, es preciso colocar en el centro de la ciudad un dispositivo especial de registro, diseñado para detectar olas de corta longitud. y se requiere realizar experimentos en arcillas. pues es posible que los efectos

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de licuación sólo se produzcan a partir de cierto nivel mínimo de perturbación que sería necesario conocer.

Veo un futuro en que la ciudad de México vuelva a ser lo que fue: ciudad de palacios. región más transparente, centro administrativo. intelectual y moral de una nación intrépida y creadora.

Fuente: Fuente:ICyT Octubre de 1987, Vol. 9 Núm.133