Los cuarent añoa s blica y de los señore Ministros dse Estad eo n lo Departas - mentos de Interior...

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Los cuarenta años Universidad Cafólica (Extracto de la Revista Universitaria de Septiembre de 1929) SftMTIHGO De CHlLe iMPRenm v litografía ILUSTRACION s a n t o d o m i n g o 863 1929 DE LA

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Los cuarenta años

Universidad Cafólica

( E x t r a c t o de la Rev i s t a U n i v e r s i t a r i a

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SftMTIHGO De CHlLe

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El 40 Aniversario DE LA

Universidad Católica

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Los cuarenta años ^ nuestra Universidad Católica Al publicar hoy en nuestra Revista Universitaria

el homenaje grandioso que el país, representado por los Poderes Públicos y por sus personalidades más distin-guidas, rindió a nuestra Universidad Católica el ifí de Septiembre próximo pasado, no queremos hacer nin-gún comentario.

Las páginas escuetas que siguen las entregamos a nuestros lectores con orgullo y con legítima satis-facción, para que ellos aprecien todo su valor c im-portancia; son el testimonio valiosísimo de aplauso y estima que llega de todos los campos, sin haberlo soli-citado, por la labor de cuarenta años de la Universi-dad en pro de los más altos valores espirituales.

Son prueba elocuente de la gratitud de nuestra Sociedad por la obra universitaria y la demostración que este sentimiento noble v grande tiene entre no-sotros celosos y refinados cultores.

Entre tanto nuestro lema permanece idéntico, es el mismo que Jesiís dió a San Pedro citando ¡a Iglesia nacía en el lago Tiberiades: «Duc in altuin». ¡Subid más!

Pedro obedeció y él, que había trabajado toda la noche en vano, recogió sus redes llenas. Puso el re-sultado de su trabajo a los pies del Maestro y el Maes-tro le hizo pescador de hombres, apóstol de la Ver-dad y del Bien.

«Duc in altuni» repetimos, siempre más, y mejor, tan lejos como Dios quiera. . .

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Festividades con que se celebró el 4 0 aniversario

El 8 de Setiembre se cumplió el cuadragésimo ani-versario de la iniciación de los, cursos de nuestra Uni-versidad Católica: con este motivo nuestra s o l d a d qui-zo rendirle el homenaje de su gratitud y estimación por la obra realizada en la educación de la juventud y en pro de la ciencia.

Asamblea en el Teatro Municipal Detalles del acto.—Asistencia de S. E. el Presidente dé la Repú-

blica y de los señores Ministros de Estado en los Departa-mentos de Interior, Educación y Fomento.—Concurren cia del Cuerpo Diplomático y de los Presidentes de la Cámara de Diputados y la Corte Suprema.- -Adhesión del IItmo. y Rvdo. señor Arzobispo.—Los discursos.

Para celebrar tan feliz aniversario se preparó una gran asamblea en el Teatro Municipal a la cual se in-vitó por medio de la siguiente circular:

Santiago, de Setiembre de 1929.

Estimado señor y amigo:

El año 1899 la Universidad Católica de Chile'abrió sus puertas para comenzar su inmensa labor educacio-nal, no interrumpida desde entonces acá; cumple, pues, en el presente año, cuarenta años de existencia.

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Por la obra que ha realizado en la educación na cional y por la cultura general dentro y fuera del país, de colaboración científica y armonía internacional, bien merece el aplauso y el testimonio de gratitud de nuestra sociedad a quien tan noble como desinteresada-mente ha servido, y de todos los hombres amantes de la ciencia y del progreso.

Hemos pensado que en este aniversario era justo r e n d i r l e un homenaje de gratitud y afecto a que se ha hecho acredora; para exteriorizar estos sentimientos te-nemos el agrado de invitar a Ud. y familia a un solemne acto académico que se verificará el próximo Martes 10, a las 18 horas, en el Teatro Municipal.

Esperando quiera honrar con su presencia este ac-to, nos es muy grato ofrecernos de Ud. Attos. y Ss. Ss. — Ettorc Fclici, Nuncio Apostólico.—Crcsccntc Rrrázuria, Arzobispo de Santiago.—Gilberto Fuen-cali-da, Obispo de Concepción.—José M. Caro, Obispo de La Serena.—Abraham Aguilera, Obispo de Ancud.— Carlos• Labbc, Obispo de Iquique.—Melquisedec del Canto, Obispo de San Felipe.—Eduardo Gimpcrt, Obis-po de Valparaíso.—Carlos Silva C., Obispo de Talca.— Miguel León Prado, Obispo de Linares.—Prudencio Contardo, Obispo de Temuco.—Rafael Lira, Obispo de Rancagua.— Guido Bcck de Ramberya, Prefecto Apostólico de la Araucanía y Administrador Apost. de Valdivia. — Rafael Edzvards y Antonio Castro, Obispos Auxiliares del Arzobispado.—Ernesto Pala-cios, Vicario General del Arzobispado.— Manuel To-más Mesa, Dean del V. Cabildo Metropolitano. — Juan Subercaseaux, Rector del Seminario.

William Smith Culbertson, José Francisco Urre-jola, Dagoberto Lagos, Ventura Blanco, Ismael Tocor-nal, Luis Barros Borgoño, Fernando Irarrázaval, Mi-guel Cruchaga, Federico Puga Borne, Pedro Opazo, Jo-sé Ramón Gutiérrez, Arturo Lyon Peña, Joaquín Eche-ñique, Roberto Sánchez Garcia de la Huerta, Alfredo Barros E., Augusto Smitsmann, Romualdo Silva C., Alejandro Bezanilla, Alberto Vial, Joaquín Irarrázaval, Alejandro Lira, Salustio Barros, Gabriel Letelier, Abel

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Gómez, Florencio Valdés Cuevas, Arturo Prat , Manuel Ruíz Valledor, Luis Larraín Prieto, Manuel Fóster, Manuel À. Covarrubias, Juan Agustín Barriga, Carlos Estévez, Eduardo Covarrubias, Oscar Dávila, Juan En-rique Concha, Darío Urzúa, Tito Lizoni, Vicente Val-dés Bascuñán, Roberto Aguirre Luco, Ramón Herrera Lira, Arturo Ureta, Jorge Lira Orrego, Manuel Ci-fuentes, Carlos Monckeberg, Luis Echeverría Cazzote, Gustavo Walker M., Joaquín Aguirre Luco, José Ma-nuel Balmaceda, Joaquín Santa Cruz, Carlos Silva Cruz, Alfredo Lagarrigue, Guillermo Silva Santiago, Artu-ro Fontecilla. Pedro Lira, Gustavo Oyaneder. Sergio Valdivieso, Ruperto Echeverría L., Pedro Rodríguez, Luis Ropert, Alvaro Gacitúa, Herminio Garrido, Ale-jandro Salas, Horacio Goycolea M.

Amalia E'rráz/uriz de Subercaseaux, Delia Matte de Izquierdo, Elena Roberts de Correa, Concepción Val-dés de Marchant, Juana Ossa de Valdés, Amelia Fer-nández de Undurraga, María Luisa Fernández de Gar-cía Huidobro, Emma Ovalle de Mac-Iver, María Luisa Edwards de Lyon, Ana J.uisa García Moreno de La-rraín, Margarita Sanfuentes de Echenique, Teresa Or-túzar de de Castro, Luisa Hoffmann de Wigthman, Luz Pereira de Correa, Carmen Toro de Isaza, Adela Edwards de Salas, Julia Larraín de Valdés, Blanca Vial de Valdés, María Vial de Echeverría, Sara Iz-quierdo de Philippi, Mercedes Santa Cruz de Vergara, Matilde Larraín de Echeverría, Inés Orrego de Zañar-tu, Cristina Riesco de Larraín, Victoria Ruiz de Claro, Elisabeth Weber, Ana Luisa Prats Bello, Teresa Ossan-dón, Sofía Echeverría Vial, Elisa Errázuriz Vergara y María Valdés Larraín.

ASAMBLEA

(De "El Diario Ilustrado" del 13 de Setiembre)

Pocas veces habíamos visto reunida en el Teatro, una concurrencia tan numerosa y distinguida, como la que ayer se dió cita en nuestro primer coliseo, para adhe-rirse a la gran velada con que la Universidad Católica

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de Chile, celebraba el 40v aniversario de su fundación Pero no sólo allí había reunida una asistencia se-

lecta, sino que en el ambiente del teatro se notaba la simpatía, el entusiasmo con que cada uno de los asis-tentes había concurrido a solemnizar con su presencia ese acto.

Iniciado el acto en forma solemne, estando en el proscenio Ministros de Estados, obispos, magistrados, parlamentarios, etc., etc., y en uno de los palcos S. E. el Presidente de la República, se continuó en un am biente de pleno entusiasmo, produciéndose a cada ins-tante, verdaderas salvas de aplausos y ovaciones que se prolongaban durante largos momentos.

El teatro totalmente repleto, las personalidades que presidieron, la asistencia del Excmo. señor Ibáñez. y de algunos ele sus Ministros, los discursos pronunciados por el Excmo. señor Embajador de los Estados Unidos; por el presidente de la Cámara de Diputados, don José Francisco U r re jola, por la señora Amalia Errázuriz de Subercaseaux; por don Alejandro Lira, por don Pedro Lira Urquieta, por Mons. Casanueva y principalmen-te por el decano del Cuerpo Diplomático, Mons. Ettore Felici, todo contribuyó a hacer de esta velada, ya 110 só-lo un homenaje de una parte de nuestra sociedad y nues-tro puebla a la Universidad Católica, sino del país en tero.

En" casos como estos, en que una velada no sólo se reduce a un programa material, sino a una maní fes ta ción de absoluta y total simpatía, la labor del cronista hace difícil el pretender poner de relieve, sin adjetivos bombásticos ni elogios, los aspectos más salientes de una reunión, en la cual desde su iniciación hasta su térmi-no, sólo se oyeron voces de alabanza y de gratitud.

D E T A L L E S D E L ACTO

Instantes después de las seis de la tarde, estando, como decimos, el teatro totalmente ocupado en todas sus aposentadurías, por una numerosísima concurren-cia, se inició la velada.

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En el proscenio se hallaban las personalidades que más adelante mencionamos; én los palcos, miembros del Cuerpo Diplomático y familias de nuestra sociedad; en las plateas, distinguidas damas, ex-alumnos de la Uni-versidad y personalidades diversas; en los balcones alumnas de los cursos libres y del Instituto Femenino de Estudios, jóvenes y estudiantes; en la galería, igual concurrencia selecta y numerosísima.

LLEGA S. E.

Poco antes de las seis de la tarde, llegó al' teatro S. E. el Presidente de la República. Venía acompañado por su edecán, capitán Luco, y por los Ministros del Interior, don Enrique Bermúdez; de Educación Públi ca, don Mariano Navarrete; de Fomento, don Emiliano Bustos León.

Recibido por el comité organizador de la velada, por el rector de la Universidad' Möns. Casanueva, por el secretario general don Alejandro Lira, y otras per-sonalidades, S. E. tomó ocolocación en el palco presi-dencial, acompañado por el Ministro señor Navarrete, mientras los señores Bermúdez y Bustos León, pasaban al proscenio de honor.

P E R S O N A L I D A D E S Q U E P R E S I D I E R O N E L ACTO

Al levantarse el telón, como ya dejamos dicho, ins-tantes después de las seis de la tarde, el proscenio apa-reció totalmente ocupado por cuanto de más represen-tativo tiene nuestra capital.

Al centro se hallaba el Nuncio de S. S. y decano del Cuerpo Diplomático, Möns. Ettore Felici, quien te-nía a su derecha al Ministro del Interior, don Enrique Bermúdez; a su izquierda, estaba el presidente de la Cá-mara de Diputados, don José Francisco Urrejola.

En los demás asientos de primera fila, se hallaban los Iltmos. señores ,obispos Möns. José María Caro, obispo de La Serena; Möns. Rafael Edwards, obispo de

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Dodona; Mons. Antonio Castro, vicario obispo auxiliar de la \rquidiócesks; -íl Ministro de Fomento, don Emi-liano Bustos;^el Embajador de Estados Unidos, Excmo. señor Williani Smith Culbertson; presidente de la Cor-te Suprema, don Dagoberto Lagos; don Ramón Suber-c a s e a u x , Embajador de Chile ante el Vaticano, don Mi-guel Cruchaga Tocornal, don Ventura Blanco Viel, clon Alejandro Lira, el Embajador de España, marqués de Berna; don Ismael Tocornal, presidente del Banco Cen-tral; don Joaquín Echenique Gandarillas, don Alfredo Lagarrigue, don Pedro Lira Urquieta; y doña Amalia Errázuriz de Subercaseaux, presidente honoraria de la Liga de Damas Chilenas y del Instituto Femenino de Estudios Superiores y Prácticos de la Universidad.

En los demás asientos, anotamos la presencia de los señores don Manuel Fóster Recabarren, don Darío Ur-zúa, canónigo don Luis Espinóla Coo, rector del Semi-nario Conciliar, Mons. Juan Subercaseaux; rector del Instituto Luis Campino, y ex-rector del Seminario de "San Rafael" de Valparaíso, Mons. Augusto Molina; diputado don Manuel Cruzat Vicuña, don Carlos Silva Vildósola, don Carlos Silva Cruz, don Arturo Ureta Echazarreta, diputado don Fernando Varas Contreras, don Humberto Donoso X., secretario general de la Uni-versidad de Chile, don Gustavo Walker Martínez, don Carlos Estévez, don Jorge Lira, don Patricio Irarráza-val, don Augusto Smitsmann.

Además, anotamos la presencia de la mayoría de las damas que junto con los obispos auspiciaban el home-naje a la Universidad, señoras:

Amalia Errázuriz de Subercaseaux, Delia Matte de Izquierdo, Elena Roberts de Correa, Concepción Val-dés de Marchant, Juana Ossa de Valdés, Amelia F. de Undurraga, María Luisa Fernández de García Huido-bro, Emma Ovalle de Mac-Iver, María Luisa Edwards de Lyon, Ana Luisa García Moreno de Larraín, Marga-rita Sanfuentes de Echenique, Teresa Ortúzar de Cas-tro, Luisa Hoffmann de Wigthman, Luz Pereira de Co-rrea, Carmen Toro de Isaza, Adela Edwards de Salas, Julia Larraín de Valdés, Blanca Vial de Valdés, María

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Vial de Echeverría, Sara Izquierdo de Phillipi, Merce-des Santa Cruz de Vergara, Matilde Larraín de Eche-verría, Inés Orrego de Zañartu, Cristina Riesco, de La rraín, Victoria Ruiz de Claro, Elizabeth Weber. Ana Luisa Prats Bello, Teresa Ossandón, Sofía Echeverría Vial, Elisa Errázuriz Vergara y María Valdés Larraín

Se inicia el acto

Al levantarse el telón, la banda de los Talleres de San Vicente de Paul, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, ejecutó una marcha de introducción al acto.

Habla don Alejandro Lira

A continuación, el profesor más antiguo de la Uni-versidad, y secretario general de ella, don Alejadro Li-ra, dió lectura a un discurso que, junto con los demás pronunciados, damos al final de esta relación, en el cual hizo una brillante reseña histórica del establecimiento, haciendo presente1 su constante progreso y su obra de di-fusión científica y cultural.

Un iroso de canto

LTno de los cantantes de la ópera del Municipal, se-ñor Giusti, interpretó, luego, con éxito, algunos difíciles trozos que fueron muy aplaudidos.

El Embajador de los Estados Unidos

El Excmo. señor William Smith Culbertson, Emba-jador de Estados Unidos ante la Moneda, y miembro de la Academia de Ciencias Económicas de la Universidad, en la cual toma una parte brillante y activa, quiso tam-bién adherirse a este homenaje a la Universidad.

En medio de calimosas manifestaciones de simpa-tía, dió lectura a su discurso, en el cual hizo interesantes consideraciones sobre la vida del establecimiénto.

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El presidente de la Cámara de Diputados, don Francisco Urrejola

El actual presidente de la Cámara de Diputados y próximo Embajador de Chile ante el Gobierno ele la Casa Rosada, adhiriéndose también al homenaje a la Univer sidad, en su discurso puso de manifiesto la obra de ade-lanto y de progreso que ha desarrollado el establecimien-to en sus 40 años de existencia. Fué, como todos los ora-dores, entusiastamente felicitado y aplaudido.

Canto de la señorita Margarita Salvi

Unos de los números de arte que más llamaron la atencióií'por su fina interpretación, y la simpatía de la artista, fueron los cantos a cargo de la señorita Marga-rita Salvi, de la Lírica Oficial.

.La señorita Salvi, que cantó con exquisita voz, y con talento artístico innegable, fué obligada a bisar cada uno de los trozos de canto con que deleitó a la concurren-cia que la aplaudió vivamente, tanto en esta parte del programa, como después del discurso de la señora Errá-zuriz de Subercaseaux, momento en que interpretó una jota aragonesa, y la canción chilena Ay, ay, ay!"

Habla doña Amalia Errásuris de Subercaseaux

La señora doña Amalia Errázuriz de Subercaseaux esposa del Excmo. señor Embajador de Chile ante el Va-ticano, presidente honoraria de la Liga de Damas Chi-lenas y del Instituto Femenino de Estudios Superiores y Prácticos de la LTniversidad Católica, fué objeto, al co-menzar su discurso, de una verdadera ovación.

Su disertación, breve y conceptuosa, llamó viva-mente la atención, y su autora fué entusiastamente aplu-dida, al terminar.

Don Pedro Lira Vrquieta

A nombre de los ex-alumnos de la Universidad, ha-

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bló luego el profesional don Pedro Lira Urquieta, joven y estimado orador, quien puso de manifiesto, en frases de cariño y gratitud, el recuerdo imborrable que los jó-venes egresados del establecimiento, guardaban por sus profesores, haciendo notar también la forma en que la Universidad los capacita para desempeñarse con éxito en la vida.

Habla Monseñor Ettorc Felici

El dignísimo representante de S. S. y decano del Cuerpo Diplomáticp, Monseñor Ettore Felici, con pala-bra clara y dicción perfecta del castellano, habló en se-guida.

Su discurso, que damos en información aparte, sig-nificó el más cabal elogio de la Universidad en su cua-dragésimo aniyersario, pues no sólo se adhirió personal-mente al homenaje tributado, sino que hizo presente el saludo y la bendición de S;. S. Pío XI.

Homenaje a Monseñor Carlos Casanueva

Monseñor Felici, con palabra cálida y vibrante, rin-dió también homenaje al actual rector de la Universidad Católica, Monseñor Carlos Casanueva, elogiando la obra de progreso y eficiencia que había desarrollado du-rante los años que lleva al frente del establecimiento.

El público asistente, al escuchar de labios del repre-sentante de Su Santidad estos conceptos, y como una de-mostración de simpatía, aprecio y aplauso a la labor del rector, le hizo una manifestación que en medio de pro-longados aplausos se prolongó casi por algunos minutos.

Monseñor Casanueva agradece

Profundamente emocionado, tanto, que sus prime-ras palabras apenas fueron oídas por la concurrencia, Monseñor Casanueva, ocupó la tribuna, para dar los agradecimientos del Consejo Directivo de la Universi-dad, ante el homenaje que se le tributaba.

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Tuvo frases de gratitud hacia las personalidades asistentes, para S. E. ol Presidente de la República, Mi-nistros de Estado, diplomáticos, damas, obispos y ma-gistrados, ex-alumnos, etc., etc., que se habían adherido a la manifestación.

Término de la velada

Momentos antes de las 8 de la noche, se puso tér-mino a esta hermosa velada.

El Mino, y Rvdo. Sr. Arzobispo se adhiere

El Iltm'o. y Rvdmo. señor Arzobispo de Santiago. Monseñor Crescente Errázuriz, adhiriéndose al home-naje que se rendía a la Universidad Católica en el 40" aniversario de su fundación, dirigió la carta que publi -camos a continuación, al presidente del comité organiza--

dor de la velada, don Alfredo Lagarrigue, comunicación que fué leída en medio de entusiastas aplausos de la asamblea:

Querido amigo: Una de las veces que más he sentido la imposibili-

dad en que me hallo de tomar parte personalmente eti manifestaciones que tanto aprecio, es hoy, en que Uds. conmemoran los 40.años de existencia del hermosísimo plantel que tan óptimos frutos está produciendo, la Uni-versidad Católica de Chile. Le ruego a usted, que tan bien sabe decirlo, que haga presente a los que honran a nuestra Universidad con su asistencia, cuánto les agra-dezco el que así contribuyan a su esplendor y a afianzar su sostenimiento tan útil, como lo ha mostrado ya y, lo está mostrando, al bien de la Religión y de la Patria.

CRESCENTE, Arzobispo de Santiago.

Santiago, Septiembre 10 de 1929.

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LOS DISCURSOS

Discurso del Excmo. Sr. Culbertson

Señor rector y amigos de la Universidad Católica: Una noche, hace muchos años, en un país lejano, c-1

más grande de los maestros que el mundo ha conocido estaba sentado a la mesa con algunos de sus amigos. Co-mo una expresión de devoción, una mujer que lo admi-raba, se adelantó ñacia él y cubrió su cabeza con un per-fume de gran precio. Algunos de los presentes, sorpren-didos, por aquel gasto excesivo, protestaron, diciendo que habría sido mejor que el perfume se hubiera vendido y su precio se hubiera dado a los pobres.

El maestro, reprobándoles, declaró que el acto que esa mujer había ejecutado sería narrado, en memoria de ella, por todo el mundo.

El recuerdo de este eterno tributo bien merece que recordemos en esta ocasión que sobre las utilidades ma-teriales se hallan los ideales más altos de la verdad. La educación, dentro del concepto de la Universidad Cató-lica, va encaminada a algo más que a preparar a los hom bres'a la consecución del pan de cada día. Consigue esto, sin duda; pero, al mismo tiempo, hace que sus ideales tradicionales sean la brújula que oriente las actividades de la vida. Bajo su influencia, la parte simplemente ma-terial y utilitaria toma un lugar secundario, y una ver-dad purificada, apoderándose de las vidas de sus estu-diantes, se desarrolla en hermosos hechos y servicios.

Busco al verdadero Chile no sólo en las manifesta-ciones externas de su vida, sino también en la vida ínti-ma de sus escuelas y universidades, entre sus profesores y pensadores. Yo me permito manifestar mi deseo de que vosotros hagáis otro tanto buscando a mi país en las aulas de sus instituciones educacionales. Nosotros nos sentimos orgullosos de nuestros triunfos materiales; pe-ro si vosotros penetráis más al fondo, encontraréis tam-bién en los Estados Unidos la vida del espíritu que se manifiesta en nuestras instituciones de beneficencia, en nuestras bibliotecas, museos y universidades, en núes-

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tras organizaciones de paz y de cooperación internacio-nal y en el trabajo paciente de miles de hombres y muje res que ningún amor tienen por los objetivos meramen-te utilitarios y que son admiradores e imitadores de esa mujer de Palestina.

Toda edad y todo país debe volver a buscar por sí mismo la verdad; debe adoptar los viejos y probados principios del pasado y transformarlos en factores fe-cundos y vitales de nuestra diaria actividad. Penetramos a las universidades de Chile, de los Estados Unidos, de todas las naciones, para escoger del pasado lo bueno, lo verdadero, lo bello, y adaptarlo a nuestra edad aplican dolo a la solución de nuestros problemas peculiares.

En este día en que la Universidad Católica celebra su cuadragésimo aniversario, la saludo, pues, con respe-to y admiración, tanto por sus brillantes triunfos del pa sado, como, y muy especialmente, por las esperanzas de un futuro grande y noble.

Discurso de don Alejandro Lira

Excmo. señor Presidente de la República, Excmo. señor Nuncio Apostólico, señores ministros y embajado-res. Utmos. señores obispos, señor rector, señoras y se-ñores :

Toca ya a su término la construcción del templo augusto y magnífico, que se alza en el campo de la ini-ciativa individual como el más bello ornamento de la so-ciabilidad chilena. Deslumbrante luz> de sol primaveral lo baña por dondequiera. Y, ante su imponente aspec-to, parece oírse una voz misteriosa que, desde adentro, invita a penetrar en su recinto para recorrer sus patios, sus claustros y sus salas, radiantes de esa luz que todo lo llena y vivifica. Ciertamente, a su influjo, se apodera del alma un secreto anhelo de conocer o de recordar su his-toria. Quicia, señores, vuestra nunca desmentida bene-volencia oír de mis labios un relato sucinto y sencillo de ella, aunque, para invocárosla, sé muy bien que no puedo presentar a vuestra consideración otro título, que ser un testigo ocular que conoce la institución de

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la Universidad Católica de Chile, templo de ciencia y de verdad, desde la colocación de su primera piedra, hasta el día de hoy, en que aparece a la vista de la generación presente, en todo su serena y magestuosa nobleza espi-ritual.

Van transcurridos ya cuarenta años desde el memo-rable día en que, respondiendo al llamado del llustrísimo y Reverendísimo señor Arzobispo de Santiago, don Ma-riano Casanova, se congregaba en un solariega mansión del centro de la ciudad, bajo la mano cariñosa del sabio Prelado, don Joaquín Larraín Gandarillas, un núcleo de jóvenes amantes del estudio, para recibir las primeras lecciones de Derecho o de Ciencias Exactas, en el esta-blecimiento educacional que acaba de fundarse con el su-gerente nombre de Universidad Católica.

Aunque alegre y expansivo el ambiente, eran inade-cuadas las salas y sencillo el mobiliario escolar; y hería la atención, clesde el primer momento, el contraste que formaba el reducido numero de alumnos que entonces acudían a las aulas, con el prestigio y la celebridad de los maestros. Figuraban allí Cifuentes, Blanco Viel, Ega-ña, Barriga, Barros Méndez, Domínguez, Echenique. Al año siguiente, en razón de la apertura de nuevas,cá-tedras, se incorporaban al profesorado otros esclareci-dos maestros de la juventud, como Fabres y Campillo. La Universidad Católica comenzaba, así, a dar sus pri-meros pasos, modesta y silenciosamente si se quiere, pe-ro impulsada por el saber- y la virtud.

Los años de la infancia transcurrieron para ella en medio del vaivén de los halagos y los reveses. Es de ad-mirar la fuerza de persistencia y la visión del porvenir que tuvieron los propulsores de la obra, para no cejar ante los embates de los arraigados prejuicios, las fr ías desconfianzas y las innatas resistencias que el medio ambiente levanta siempre contra esta clase de institucio-nes. Hasta parecía, en un momento dado, que la natura-leza misma se conjuraba en contra de los intereses de la Universidad Católica de Chile; pues imitando a los bár-baros que se daban al deleite de entregar a las llamas los inapreciables depósitos de sabiduría que encontraban a

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su paso, cuando sólo contaba tres años de existencia, un voraz incendio redujo a cenizas la casa universitaria.

Pero, vencidos los primeros obstáculos que se opo-nían a s.u ascensión gloriosa, se entregó a la labor de or-ganizar y desarrollar su obra, inspirándose en el verda-dero concepto de lo que deben ser las Universidades mo-dernas, al cual han tenido ya que rendir tributo hasta las seculares instituciones clásicas de Oxford y Cambridge. La Universidad no es sólo el santuario sagrado de las ciencias y de los altos estudios humanistas; sin apartarse de su finalidad propia efe formar la cultura moral, lite-raria y artística del país, debe dedicar también sus es-fuerzos al estudio de la naturaleza, de las fuerzas vivas de la nación, de las fuentes de la riqueza pública, para satisfacer cada día las más apremiantes exigencias téc-nicas del comercio y las industrias.

Hacia este doble objetivo se ha orientado la ense-ñanza de la Universidad Católica de Chile, desde el pri-mer momento de su existencia. Si comenzó por crear la Facultad de Leyes, para la formación de ciudadanos que han merecido ocupar ya los más altos puestos en el clero, en el foro, en la magistratura, en la política y en la diplo-macia, creó al mismo tiempo la Facultad de Matemáti-cas, con su curso especial de arquitectura, que ha otor-gado títulos profesionales a los que electrificaron la pri mera zona de los ferrocarriles nacionales, construyeron el alcantarillado de Santiago, embalsaron lagunas en las montañas, cruzaron el campo yermo con canales fecun-dantes, formaron puertos en la inclemente playa, tendie-ron rieles en la sierra abrupta, labraron minas dentro y fuera del país; y a los que no contentos con levantar, en nuestras ciudades, templos y palacios que el viajero ad-mira por su belleza arquitectónica, han ido a los concur-sos internacionales a disputar los premios ofrecidos a los mejores proyectos que se presentaran para la.construc-ción de verdaderos monumentos del krte y han regresa-do al país cubiertos con la gloria de la jornada.

Si ,se abrió el Instituto de Humanidades, para in-culcar en la mente y el corazón de los jóvenes los más fundamentales principios del orden científico y moral,

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se abrieron también los cursos de electricidad y de física y químicas industriales, con tan venturoso éxito, que la Escuela de Sub-Ingeniería, en razón de la fuerza ex-pansiva de su extraordinario desarrollo, se transformó bien pronto en el actual Instituto Politécnico Industrial, que año a año esparce sus Químicos en las salitreras del desierto, en los establecimientos mineros, en las fábricas de productos industriales y en los Ferrocarriles del Es-tado, mientras sus Constructores y Electrotécnicos son ocupados ventajosamente, a lo largo del territorio na-cional, en las obras públicas o particulares, y en las em presas que derraman por los campos y ciudades la ener-gía, el calor y la luz.

En la prosecución del propósito de armonizar la en-señanza científica con la práctica, la Universidad Cató-lica de Chile, al paso que ha ido desarrollando y perfec-cionando sus organismos ya constituidos, con Semina-rios, Laboratorios y Cursos especiales, fundó en 1905, la Facultad de Agronomía, con su campo experimental de Macul, ubicado a las puertas de Santiago, donde un centenar de f.uturos Ingenieros Agrónomos sólo espe-ran, como los compañeros que ya les precedieron en el estudio, obtener su título profesional, para salir a los campos, arbolados y viñedos a aplicar los conocimientos adquiridos en el examen de abonos y fermentos, en la preparación de las semillas y en la áspera labranza, por sus propias manos, de la tierra siempre agradecida.

Atenta, en todo momento, a las necesidades técni-cas del país, estableció en 1924, la Facultad de Comercio y Ciencias Económicas, para graduar de contadores, au-ditores de contabilidad y licenciados en esta rama del sa-ber a numerosos jóvenes, que comienzan ya a prestar sus útilísimos servicios en diversos campos de la actividad humana.

Y no dándose un instante de reposo en la tarea de estas nobles iniciativas, ha realizado en nuestros días una de sus más bellas aspiraciones, hondamente sentida y esperada, y que sólo la ausencia de los recursos necesa-rios para la magna obra había podido retardar su adve-nimiento. Acaba de fundar, con el aplauso unánime de

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la opinión pública, la Facultad de Medicina, cuyo primer curso comenzará a funcionar en el año entrante: con lo cual quedará levantada, desde la base hasta la cúspide, la piedra escultórica que estaba destinada, hace ya tan-to tiempo, a formar el alto capitel de su edificio.

Por cierto, señores, que la Universidad Católica de Chile no habría merecido por completo el nombre de ma-dre de la cultura humana, si hubiera descuidado pres-tarle su atención y simpatía a aquella parte de la juven-lud, que, por muchos títulos, ocupa prominente sitio en sus mejores afectos: la mujer.

Ella siente como el hombre la misma sed de sabidu-ría, ya que, como él, posee una inteligencia que tiende necesariamente a la verdad. Y si, en los tiempos ya pasa-dos, piído satisfacer sus nobles anhelos espirituales en la apacible quietud del hogar, al lado de los suyos, nimbada con la aureola de su encanto, su gracia y su virtud, las nuevas exigencias de la vida contemporánea reclaman de ella, en general, una mayor preparación científica, li-teraria y religiosa, tanto para la eficaz realización de sus ideales en las diversas esferas de la actividad social en que ahora alterna, en razón de las nuevas tendencias culturales y sociológicas, cuanto para que pueda vencer dignamente en la porfiada y angustiosa lid por la exis-tencia misma, cuando la ola del dolor y del deber la arro-je contra el tosco muro de las necesidades materiales.

Por eso, en la Universidad Católica de Chile, no só-lo le están abiertas las aulas en que se enseñan las profe-siones liberales, sino que se ha creado especialmente pa-ra ella un Instituto de Estudios Superiores, donde nove-cientas cincuenta jóvenes encuentran hoy, al lado de cla-ses de idiomas y de cursos técnicos de contabilidad, ta-nitigrafía y dactilografía, y al lado de las clases de arte decorativo y de pintura, la cátedra de filosofía moral, profesada por un eminente conferencista.

Señores, la vida universitaria no está circunscrita a la enseñanza que se da en la cátedra. Hay una parte de esa vida que es. sin duda, la que más atrae por su intensa simpatía; sin ella la educación sería incompleta. De las aulas los alumnos pasan a las Academias, establecidas en

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las distintas Facultades, donde en contacto intimo con sus propios maestros, estudiando y debatiendo cuestio-nes, afinan y perfeccionan sus conocimientos científicos; y de ellas pasan a los gimnasios y a los deportes, para vi gorizar con sanos ejercicios sus fuerzas materiales; y de estos pasan a las Conferencias para socorrer a los desva-lidos y consolar a los que sufren, y a la Capilla para dar expansión a los más delicados sentimientos del alma; constituyendo así, entre ellos, la nobilísima camaradería del espíritu, la cual toma su forma clásica, cuando,—con su sabio y virtuoso rector a la cabeza,—se reúnen, en un solo haz, con los ex-alumnos, los maestros, los benefac-tores de la institución y los padres de familia para cele-brar el "Día Universitario", desbordantes de vida y juventud.

Pero, señores, no constituyen sólo la Universidad Católica de Chile sus siete Facultades, sus tres Institu-tos y sus numerosos cursos libre o especiales, con sus trescientas treinta y cuatro cátedras; y tampoco la vida universitaria en ella está limitada a la de sus dos mil trescientos alumnos.

Como es sabido, desde hace algunos años, viene operándose, en la organización y régimen de las Uni-versidades, una benéfica tendencia en el sentido de ponerlas en contacto con la sociedad ambiente, de tal manera que ésta pueda participar en forma directa e in-mediata de los conocimientos de sus maestros y de los frutos de las investigaciones realizadas en su seno; al propio tiempo que la Universidad misma solicita de otros sabios y maestros sus luces y su experiencia para dilucidar, en científico consorcio, los problemas que in-teresan a la sociedad y al Gobierno de la nación.

Esta labor cooperativa, o de colaboración nacional, que irradia su luz y su calor a través de todas las capas sociales,—llamada comunmente "Extensión Universi-taria"; pero que en verdad no le está bien el nombre, porque no comprende toda la dilatada esfera que la ma-teria abarca,—se desarrolla especialmente en la Univer-sidad Católica de Chile por medio de las Academias de Ciencias Económicas, de Ciencias Naturales, de Filoso-

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fía, de Bellas Letras y de Ciencias Físicas y Matemáti-cas, que albergando en su seno una pléyade de sabios en las diversas ramas de los conocimientos humanos, pro-yectan sobre el cuerpo social, desde la Universidad, las luces de un espíritu, siempre nuevo, que busca en el es-tudio de la naturaleza, en la investigación de las últimas causas y en el cumplimiento de las leyes del orden físi-co y moral, la solución de los profundos problemas que hoy, con fuerza inusitada, agitan y conmueven el cora zón de la humanidad.

La desarrolla también en sus Laboratorios, en su Observatorio Astronómico, en su Biblioteca Pública, en sus trabajos sobre investigaciones científicas, y muy es-pecialmente en sus relaciones espirituales con otras Un i versidades, establecidas dentro y fuera del país, con mu-chas de las cuales mantiene intercambio de publicacio-nes, de alumnos y de títulos profesionales.

Hermosos frutos de esta labor son los resultados prácticos, obtenidos en los Congresos Científicos, que la Universidad Católica de Chile viene celebrando, desde hace muchos años. Para nadie es un secreto cuán honda huella han dejado en la conciencia nacional las llamadas "Semanas", destinadas al estudio de la moneda, del sali tre, de la agricultura y de la educación de la mujer.

Si su "Extensión Universitaria" no la hubiera ex teriorizado la LTniversidad Católica de Chile más que en la celebración de estos Congresos,—a cuyos debates han concurrido con singular interés las más altas perso-nalidades del país, logrando f i jar normas a las conve-niencias nacionales,—habría que convenir que basta con ello para que merezca sobradamente el título de LTniversidad moderna, porque sabe comprender la mi sión que le corresponde desempeñar en los altos desti-nos del país.

Tal, es señores, a grandes rasgos, la Universidad Católica de Chile. Sorprende y maravilla. Ante su por-tentoso desarrollo, la mente vacila, la imaginación no acierta a representar en un cuadro la suma de esfuerzos y sacrificios de las jornadas, y la razón inquiere ansiosa-mente y pide se le explique cómo la sola iniciativa indi-

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vidual ha podido realizar esta obra, con todo lo que' en cierra, en tan breve tiempo, en sólo cuarenta años.

Sin embargo, es preciso confesar, señores, que cuarenta años para la vida de estas instituciones que responden a los más vibrantes anhelos y a las más vivas necesidades sociales, es apenas un soplo de tiempo: están fest inadas a ver a los siglos desfilar ante su augusta majestad docente, y a verlos hundirse en el pasado, mientras ellas continúan sonriendo al porvenir.

Y hoy, al echar una mirada retrospectiva sobre el camino recorrido por la Universidad Católica de Chile, tan variado y al mismo tiempo tan glorioso, vien-involuntariamente a mi memoria la descripción que el poeta hace del arroyo que al fin llega a convertirse en río, cuando, después de horadar la peña, gota a gota

. .emprende su curso desde el risco en donde brota, y va creciendo al paso que desciende, hasta que al fin en dilatado río por las vegas sus márgenes extiende. . .

¿Hasta dónde llegará su desarrollo? Sólo Dios sa-be hasta donde habrá de elevarse y extenderse la encina que naciera un día de la humilde bellota, arrojada en cí surco fecundante.

H e dicho.

Discurso de doña 4.Imalia Errásuris de Siibcrcascaux Me siento como demasiado recién llegada después

de mi larga ausencia para atreverme a levantar la voz en esta asamblea de tan grandes proporciones y de tan in-menso significado, pero el Rector magnífico de la Uni-versidad Católica, a quien nunca se puede decir no, me lo ha pedido, y yo, temerosa de mi incapacidad, a la vez que confiada en vuestra benevolencia, señores y señoras, he debido acceder a su deseo.

Permitidme, desahogar desde luego mis primeras impresiones.

Señoras: estoy maravillada de vuestra noble acti-

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vi dad: jóvenes, vuestro anhelo de instrucción, vuestras aspiraciones a una vida útil a la humanidad, a una vida santa de apostolado católico y social, me conmueve has-ta las lágrimas. Creédmelo, me siento orgullosa de mis compatriotas, de mis hermanas, diré mejor: de mis hi • jas ppdría también decir. Porque en un corazón vibra el amor fraternal por las compañeras de mis trabajos de otro tiempo y vibra muy íntimamente un sentimiento de madre por todas estas niñas que he visto crecer anhelan tes de sabér, no saber para el orgullo de la vida, no para una pedante y antipática intelectualidad, sino el saber para enseñar, el recibir para dar, el adquirir luces espi-rituales para irradiarlas en seguida e iluminar a todo cuanto las rodea. Estas jóvenes son el porvenir de nues-tra sociedad, de nuestra patria, señores, porque de la mujer y de la madre dependen, como es sabido, la virtud y el temple de los ciudadanos.

Señores, estas luces y estos bienes nos los viene procurando la Universidad Católica de Santiago con el instituto Femenino de Estudios Superiores y Prácticos. Esta obra se debe a una acertadísima idea de las direc-toras de aquel movimiento que suscitó la unión de las madres para estudiar los medios de precaver a sus hijas de la corriente malsana le la frivolidad y del egoísmo. La Liga de Madres fu¿ la que nos dejó esta institución grandiosa; no lo olvidemos, señoras y agradezcámo-sela.

Agradezcámoselo ante todo a esta Universidad y más que todo a su rector que acogió el pensamiento de las madres con ese espíritu y ese corazón que lo acoge, todo, desde el pedido de limosna del pobre más mísero hasta la idea más elevada, más progresista y más inte-lectual. A él, a la Universidad que celebra sus 40 años de fundación, presentándonos un cuadro de magnífico pro-greso y que puede considerarse hoy como una de las pri-meras, sino la primera Universidad Católica del mun-do, y como uno de los centros más brillantes de saber y de virtud que irradian la ciencia, no la ciencia obscura y triste de los que no ven más allá de la materia, sino la ciencia iluminada por las luces divinas de la fe.

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Envío pues en estos momentos felices en que gozo del aire y del cielo hermoso de mi Patria, los saludos y parabienes más cordiales y entusiastas a la gran Univer-sidad.

Concluyo estas breves palabras que me he atrevido a dirigiros, señores, invocando a Aquel que todo 1/) ins-pira y todo lo mueve, para que dé cada día mayor bendi ción y auxilio a la institución que hoy celebramos v pi-diendo a la Virgen y Madre, a la que es aclamada como trono de la sabiduría, que sea Ella siempre el faro nues-tro y el precioso modelo para toda ciencia y toda virtud de la mujer chilena.

Discurso de don Josc Francisco Urrejola, presidente de la Cámara de Diputados

Excmo. señor, señores Embajadores, señoras, se-ñores :

En este 40' aniversario c!c gloriosa y fecunda exis-tencia de la Universidad Católica de Santiago de Chile, séame permitido unir mi voz al júbilo con que se celebra tan fausto acontecimiento.

Cuarenta años, señores, es quizás la llanura, des-pués de haber trasmontado el sendero áspero de la mon-taña.

Ha transcurrido un largo período de tiempo desde los momentos en que un grupo de hombres patriotas y abnegados que se llamaron Iltmo. don Ramón Angel Ja-ra, don Abdón Ci fuentes, don Domingo Fernández Con-cha y el siempre recordado obispo de Martirópolis, con-vocados po<- el Iltmo. Arzobispo, señor Casanova, echa-ron sobre sus hombres la tarea de dotar a la patria de un plantel de enseñanza universitaria. Esos hombres estu-vieron dispuestos a colaborar en la obra de Dios y de la patria no trepidando ni en esfuerzos ni en sacrificios.

No necesito rememorar, está en la mente de todos, sólo hago resaltar que con la mirada f i ja en el horizonte

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la juventud respondió sin vacilar a su llamado. Hubo que improvisarlo todo.

Todos mis oyentes saben que en 1889 se inaugura-ron los cursos de la Universidad y que desde entonces y sin interrupción han funcionado hasta ahora; que cada dia nuevas y nuevas actividades del orden educacional crecen a su alrededor y que hoy sin hipérbole de ningún género, se puede asegurar que la Universidad Católica es en la A.mérica Latina la obra más destacada como fruto de la actividad y de la energía particulares.

Continuamente se dice que entre nosotros la inicia-tiva privada se desarrolla sólo en forma tímida, que no tenemos esas vigorosas manifestaciones de ese carácter constructivo y progresista que individualiza a los pue-blos de origen sajón. Pues bien, esta obra en sus mil ma-nifestaciones, en los mil rumbos de bien público en que se dilata, proclama con la voz siempre elocuente de los hechos que ella es la más hermosa manifestación de la fuerza y de la pujanza de nuestra raza.

Y señores ¿cuál ha sido el papel que ha venido a desempeñar en el concierto de las actividades patrias es-ta Universidad ? Tarea muy ardua sería en los breves instantes que debo ocupar vuestra atención dar a cono-cerla en toda su integridad. Baste a mi propósito decir que ella representa un momento culminante en la exis-tencia de nuestro Chile.

Bajo sus muros se forman generaciones de orden que ven en la jerarquía social no la férrea e injusta ata-dura, sino que solamente la coordinación más armónica de las fuerzas sociales y económicas en marcha ascen-dente hacia una verdadera y cristiana culminación.

Y ¡ qué grande son los designos de Dios! Cada épo-ca de la vida de esta Universidad se ha'encarnado en un hombre que le ha prestado todo el concurso de su talento y de su voluntad.

Y ¡quién ignora la labor tesonera, silenciosa, de apóstol que ha desarrollado en estos últimos tiempos el actual rector, quien nos hace recordar constantemente a un ilustre prelado americano que, como él, eligió como le ma de su vida: "mi sola gloría es la cruz".

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Cómo alienta la esperanza, cómo se reconforta el espíritu cuando se observa una juventud como la que aquí acude a cobijarse bajo el alero espiritual de la cien-cia. Cuan grato es observar que en sus enseñanzas se to-man en el debido, significado las necesidades económicas, las realidades práctica->. que nos solicitan a todas horas; y todo ello, por supuesto, sin descuidar las altas discipli-na del espíritu, sin'descuidar las altas enseñanzas mora-les sin cuyas luminosas directivas acaso la vida no val-dría la pena de ser vivida.

Por eso ya, en este instante, deteniéndome un mo-mento en la larga ruta recorrida por la'Universidad Ca-tólica de Chile, con toda la efusión de mi alma, saludo los nombres gloriosos de los que han levantado, de los que han dirigido y da los que la mantienen. Y formulo ante vosotros la adhesión más calurosa a los ideales re-dentores que sustenta ella, hermoso fruto de la perseve-rancia, de h fe y de la munificencia de la sociedad chile-na.

Discurso de don Pedro Lira Urguieta

La historia ele la Universidad Católica de Chile, (¡ne acabamos de escuchar de labios de su secretario ge-neral, constituye una magnífica lección de espirituali-dad, de patriotismo y de energía perseverante.

Ni el oro ni el apoyo oficial le brindaron sus pres-tigios al nacer.

Los hombres que concibieron el proyecto audaz de crearla cuando nada hacía presagiar su desarrollo mara-villoso, y que supieron realizar ese sueño de gigantes, no contaban con otras fuerzas cjue las fuerzas invisibles pe-ro soberanas del Espíritu.

Su fe, aquella fe que transporta las montañas, les decía que la tarea bendita de sembrar la semilla de la verdad y del saber científico en las inteligencias juveni-les no podía sino prosperar, para honra de Dios y pro-vecho de la Patria. Sus almas de patriotas quisieron la verdadera grandeza del país, que no es otra que la de te-ner hijos íabios, hijos rectos, hijos buenos, y para lo-

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o-rarlo pusieron tal empalo, demostraron tal tenacidad, que ni la hostilidad del ambiente, ni las críticas envene-nadas, ni los sinsabores del desengaño fueron bastantes para hacerlos desistir de su propósito. Con la férrea vo-luntad con que los chilenos de antiguo cuño sabían que-rer algo, ellos quisieron tener una Universidad particu-lar, y la tuvieron.

Pero crearla una sola vez era poco: era preciso mantenerla, es decir, repetir cada mañana el prodigio de la creación, y para ello no podían bastar las fuerzas de unos pocos. Vinieron así nuevos colaboradores que su-pieron recoger esa preciada herencia, y a costa de los mismos sacrificios, de las mismas abnegaciones, de los mismos renunciamientos, con igual fe en el ideal y en los destinos de Chile supieron acrecentar la virtualidad in-finita de la obra, realizándose en ella la sentencia pro-funda de Goethe de que sólo es digno de la vida y de la libertad, quien es capaz de conquistarlas de nuevo .cada día.

Es por esto, señores, que os decía, al empezar, que la historia de nuestra Universidad constituía una mag-nífica lección de espiritualidad, de patriotismo y de ener-gía persevante.

Bien comprenderéis que esta gran lección no ha po-dido pasar desapercibida para los millares de alumnos que han tenido la suerte de frecuentar sus aulas.

Independientemente del bagaje de ideas que tenía-mos derecho de- exigirle, la Universidad Católica supo darnos algo más; el hacernos participantes de su creencia en la eficacia de los principios espirituales, de su patrio-tismo esclarecido, de su aprecio en lo que vale como fac-tor de éxito el sentido moral.

Pensad un momento, señores, en lo que significa para un joven en la época decisiva de su formación estar durante años en contacto con mentores y maestros que saben hermanar la ciencia y la virtud, el prestigio y la modestia, el anhelo de originalidad con el respeto a la tradición, ese culto que tanta falta suele hacer en las jó-venes democracias americanas; pensad en lo que signi-fica vivir durante años en un ambiente de tolerancia y respeto para todos, aun para aquellos que no comulgan

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con nuestro ideario, en un ambiente de colaboración efi caz entre profesores, alumnos y ex-alumnos, ambiente de sanas y leales competencias, de confianza en el es-fuerzo personal y en la iniciativa propia. Todo eso vivi-ficado por la savia cristiana, y mucho más, forma el es-píritu de nuestra Universidad.

¿Cómo extrañarnos entonces de que él nos acom-pañe, como guía y como estimulante, en las variadas ac-tividades profesionales?

Al abandonar el apacible ambiente universitario para entrar de lleno en la vida, el espectáculo que la so-ciedad nos ofreció no fué, ciertamente halagador: cuán-tas veces no presenciamos el desvalimiento de la virtud inerme frente a la pasión brutal y arrobadora: cuántas veces no hemos visto a la mediocridad triunfante, y a las legítimas superioridades olvidadas; cuán a menudo los ideales sirven de ropaje engañoso a la codicia; qué de veces no hemos contemplado a los hombres tejer la sór-dida tela de sus intereses con olvido completo de sus se-mejantes ; que de veces no han resonado en nuestros oí-dos las palabras de aquellos que tildan de quimeras o de sueños visionarios toda actividad desinteresada que no uende a lo inmediatamente útil.

¿ Y a qué continuar, señores, describiendo el cua-dro que presenta una sociedad desprovista de ideal si él está a la vista de todos, y si además, nosotros, mismos hemos contribuido a veces a entenebrecerlo cuando en las horas de desaliento o de flaqueza pareció oscilar nuestro sentido moral ?

Pues bien, lo que nos salva, lo que nos redime cada vez que parecemos sucumbir en la corriente de feroz> egoísmo que constituye la tendencia natural de los tiem-pos, no es otra cosa q¡ue el espíritu que bebimos en la Universidad, el recuerdo agradecido de tantos ejemplos de bondad, de rectitud, de desinterés. A su soplo renace nuestra amortecida fe, encendiéndose el entusiasmo por lo que es grande, fortificándose nuestra voluntad vaci lante.

Y ese suave y tonificante toque de espiritualidad y de energía llega a vigorizar la vida nacional misma,' a

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través de los centenares y millares de ex-alumnos espar-cidos a lo largo de nuestro territorio; ese fermento pro-voca las iniciativas felices, las colaboraciones útiles, las reacciones indispensables para vencer la apatía y el des-aliento que a tantos invaden; y volviendo al centro de donde partió, a la propia Universidad, la impulsa a dar más de sí, a prestar nuevos y señalados servicios a la so-ciedad chilena. He ahí la explicación del por qué en estos últimos años, de suyos poco propicios para el cultivo de las ideas, la Universidad Católica ha vigorizado y am-plificado su lábor de colaboración nacional.

De esa manera el espíritu universitario tiene en sí virtud educadora.

Yo diría más aun; yo diría que la sola existencia de nuestra Universidad, aparte de la enseñanza que pro-porciona y del ambiente de luz y de calor que irradia, su sola permanencia victoriosa a través de los años desem-peña también una altísima misión educadora.

En medio del materialismo que nos agobia y nos de-prime, ella se levanta como un triunfo del espíritu. Vive por las ideas y para las ideas, y sólo por amor a ellas 1> gra agrupar en su trono a un conjunto de hombres des-interesados que la sirven sin otro salario, puede decirse, que la satisfacción que proporciona el magisterio, noble-mente ejercido..

Ella es un triunfo del carácter nacional justamente en los mismos tiempos en que se nos quiere demostrar que las virtudes de la raza se han agotado, y que sus hi jos han perdido el secreto de las empresas de largo aliento.

Ella es, por último, un triunfo de la perenne ener gía que la alienta, porque desoyendo voces plañideras que le profetizan la proximidad de su ruina, o el crepús-culo de la civilización que la informa, continúa su labor bienhechora sin perder su majestuosa serenidad. Cada investigación que se inicia en sus laboratorios, cada cate-ara que abre, cada edificio que levanta se traduce para mi en un himno triunfal de confianza y de esperanza en el porvenir.

Compartiendo ese mismo sentimiento de seguridad

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en su destino, y asociándose al espléndido homenaje que hoy se le rinde, los ex-alumnos de la Universidad Cató-lica de Chile, le presentan por mi intermedio, el tributo de su gratitud, formulando una vez más el clásico y le-gendario voto: Que viva, que crezica, que florezca.

Discurso del señor Nuncio Apostólico Mons. Héctor Felici

No podía ser más merecido, más elocuente y más solemne el homenaje que, en hermosa y consoladora co-munión de espíritus, acabamos de rendir a la Universi-dad Católica de Chile, en esta fecha gloriosa de su fe-cunda existencia.

No podía ser más merecido por tratarse de un home-naje dirigido a una institución que, desde hace cuarenta años, trabaja silenciosa y abnegadamente para «1 pro-greso intelectual y moral de este país: no podía ser más elocuente, porque es la demostración palpable de qüe la misma institución cuenta con el apoyo y la simpatía de todas las almas, que abrigan sentimientos de patriotis-mo y de nobleza, sin distinción de ideologías y de parti-dos: lio podía ser más solemne, porque la presencia del Primer Mandatario, de los Poderes del Estado, y de lo más distinguido de la Sociedad de Santiago, le dan el carácter de un homenaje nacional.

Pienso, sin embargo, que la celebración de esta tar-de resultaría incompleta, y al himno de loor que se levan-ta hacia la cuadrigenana institución faltaría la nota más dulce, si a la voz de la nación agradecida no se juntase, en esta hora solemne, la palabra alentadora y la bendi-ción paternal del Jefe Supremo de la Iglesia.

Ser portador de esta palabra y de esta bendición, es para mi una honra tanto más grata por cuanto me ofrece la oportunidad de proclamar una vez más los sentimien-tos de aprecio y de cariño, que he siempre profesado pa ra la Universidad Católica, desde el día en que tuve la suerte de pisar tierra chilena.

'Intérprete, pues, de la benevolencia del Augusto Pontífice, me adhiero en su nombre a esta hermosa ma

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infestación, y valiéndome de las inspiradas palabras, que la Iglesia pone en los labios del obispo recién ungido, en la ceremonia conmovedora de la consagración, repito a Universidad el litúrgico "ad inultos annos".

Para muchos años, por el bien de tantas almas que podrán satisfacer sus ardientes anhelos de cultura sin perder o poner en peligro el tesoro sagrado de sus creen cias: para muchos años por la realización siempre más perfecta de las eternas y fecundas armonías de la cien-cia y de la fe ; para muchos años por la grandeza de Chi-le y por la gloria de la América Latina.

Y para que el Señor se digne confirmar desde lo alto y tornar en feliz realidad el voto que acabo de ex-presar, bendigo en nombre de su Vicario al celebrado plantel de educación cristiana y civil, con el deseo de que esa bendición sea como el sello de Dios sobre la obra gi-gantesca realizada en el pasado, como el rocío celestial destinado a fecundar los propósitos y las esperanzas que alumbran el porvenir.

Con este voto y con esta bendición, que brotan de lo más hondo de mi alm-i, doy por cerrado este acto solem-ne.

No quiero, sin embargo, terminar sin señalar a la a la gratitud de la concurrencia y de todo el país al dis-tinguido sacerdote que con competencia y acierto iguales a su incomparable modestia preside actualmente los des-tinos de la Universidad Católica. Para él, que tanto lo merece, pido el aplauso unánime de la asamblea; vuestra adhesión le será de consuelo en las preocupaciones y amarguras que acompañan el desempeño de su pesado cargo; le'será de estímulo para seguir con corazón firme y con mente serena en el cumplimiento de la altísima mi-sión, a la cual ha dedicado generosamente los raros talen-tos de su inteligencia privilegiada y las inágotables ener-gías de su alma de apóstol.

*

Discurso del señor Rector, Monseñor Carlos Casanueva

«Excmo. señor Presidente de la República; Excmo. señor Nuncio Apostólico; señores Ministrbs de Estado

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y diplomáticos; Iltmos. señores Obispos; señor Presi-dente de la Cámara de Diputados; señor Presidente de la Corte Suprema; señoras y señores:

Profundamente conmovido, como Rector de 1a Universidad Católica de Chile, ante esta manifestación que habéis tributado a ésta, en el 40.g aniversario de su existencia; manifestación tan grandiosa, por el valor y el número de las personas tan distinguidas que han invitado a ella y que la forman; por la elevación de sus eminentes oradores y los primores de belleza de los ar-tistas tan delicados y eximios, que la han honrado con su melodiosa voz; me perdonaréis que no acierte a dar a la expresión de nuestra gratitud la elocuencia que merece.

Grandiosa manifestación, he dicho, por el valor y número de las personas, porque quizá nunca un con-curso más selecto y mayor se ha reunido en nuestro primer coliseo.

Y ante todo, por vuestra asistencia, Excmo. íseñor Presidente de la República, que habéis querido con ella manifestar, una vez. más, con vuestros actos, el alto aprecio que nuestra Universidad os merece. No hace mucho vinisteis aquí mismo a presidir la apertura de la Semana Agrícola que nuestra Academia de Ciencias Económicas había convocado, así como en otras ocasio-nes también habéis querido asociaros a otros actos de nuestra Universidad en su propia casa. ¡ Testimonios preciosos para ésta y que ella guarda con honda grati tud, y que no son sino la confirmación de vuestra noble sinceridad al darnos, como jefe del Estado, en un do-

cumento escrito de vuestra mano, las siguientes pala-bras, que guarda nuestra Universidad como preciada joya de su diadema de gloria:

«Tengo un especial interés--nos dijisteis—en dar a la Universidad Católica la situación que le correspon ele por el esfuerzo laudable que ha desarrollado desde su fundación- en pro de la cultura nacional y del pro-greso del país, y por el espíritu de orden y de patriotis-mo que siempre la ha caracterizado». «Tengo perfecta conciencia de la alta y benéfica labor que ha desarro-

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liado siempre y desarrolla actualmente la'Universidad Católica de Chile»

Junto a vos, Excmo. señor, veo asociados a este acto tan significativo, a distinguidos representantes de los Poderes Públicos: a vuestros Ministros del Interior, de Educación y de Fomento, al honorable Presidente de la Cámara de Diputados, cuya palabra elocuente aca-bamos de oír; a los Presidentes de las Excmas. Cortes de Justicia, al Secretario General de la Universidad de Chile en representación de ella y especialmente de su digno Rector, a tan gran número de Diputados y Se-nadores, magistrados, profesores y eminentes funcio-narios de la Administración Pública, y a tantos "ilustres estadistas, que son gloria de Chile, de todos los partidos, doctrinas y tendencias, que dan a este acto un carácter verdaderamente nacional.

A realzarlo aún más, contribuye en gran manera, la presencia y adhesiones de tantos eminentes miembros del Clierpo Diplomático cuyos votos hemos recibido por medio de vuestro Excmo. señor Embajador de Estados Unidos, en el hermoso discurso que acabáis de pronun-ciar ; y por vuestra presidencia, Excmo. señor Nuncio apostólico, que tenéis para nosotros un doble título

como decano del Cuerpo Diplomático de Chile, a nuestro respeto y alto aprecio; y a nuestra veneración y amor, como representante de nuestro Santísimo Padre el Papa,

•cuya bendición acabáis de darnos como el más precioso obsequio por nuestro aniversario.

Vuestra autorizadísima palabra, Excmo. señor Nuncio Apostólico, junto con la bendición de Su Santi dad, y con el mensaje que nos ha enviado y que acabáis

de oir de nuestro amadísimo Arzobispo y Gran Canci 11er de nuestra Universidad, Rvdmo. señor Doctor D. Crescente Errázuriz, y la adhesión de -todo el Episco-pado de la República y de todo el clero de Chile, cons-tituyen, al lado del homenaje del Estado, que es el más

alto en el orden temporal, el más amplio y venerable en •el orden espiritual, el de la Iglesia de Dios..

La sociedad de Santiago, por lo que tiene de más selecto y que está aquí presente, ha querido dar también

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a nuestra Universidad su testimonio de aprecio, pues no son solamente los padres de familia y nuestros ex-alum-nos son los que exteriorizan aquí sus sentimientos, sino toda ella, como diciendo al país entero, que reconoce como bien común de todos los chilenos la obra realizada por nuestra Universidad en sus cuarenta años de existen-cia, y que la aprecian y estiman digna de unánime gra-titud.

Y entre tantos dignísimos representantes de nues-tra sociedad, vosotras, señoras y señoritas, habéis que-rido también dar la nota delicada del corazón y de la belleza. Habéis elegido para dar esa nota del corazón a la dignísima esposa de nuestro Embajador ante el Va-ticano y Presidente Honoraria de nuestra Liga de Da-mas y de nuestro Instituto Femenino de Estudios Supe-riores, que a la suprema distinción de su rango sociai reúne, con admirable armonía, las dotes más preclaras del talento, del sentimiento y de la virtud: la señora Doña Amalia Errázuriz de Subercaseaux.

Y para dar la nota de la belleza, habéis escogido-a una artista tan exquisita por la gracia de su voz como por las gracias de su espíritu, a quien con razón nues-tra más alta sociedad ha acogido con la más viva sim-patía y aplaudido con entusiasmo, a Margarita Sal vi.

A este concierto de la elocuencia y de la belleza la Prensa de Santiago y del país, sin distinción de doc-trinas, ha querido unir el de sus más brillantes escrito-res para dar la más amplia y vibrante resonancia :i nuestro fausto aniversario.

¡Gracias a todos, señoras y señores, en nombre de nuestra querida Universidad!

Y ahora, ¿qué deciros a los que le habéis dado su propio ser, consagrándole, señores profesores y ex pro-fesores, vuestro profundo saber y vuestra abnegación sin límites? El honor que a nuestra Universidad tribu-táis, ella lo reconoce como totalmente vuestro. ¡Vos-otros sois su honor! Cuando el año pasado os entre-gaba la Universidad su medalla de oro a los que du-rante 25 y aun 30 años habéis enseñado en ella, os decía:

«¡Qué suma de sacrificios significan estos cinco

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v seis lustros de enseñanza! Esa mitad de una vida con-s a g r a d a a dar a la juventud lo mejor del alma, el don de la inteligencia y de la ciencia engrandecidas por el esplendor de la fe, y el don del corazón y del amor so-brenaturalizado por la gracia hasta ser caridad divina!

«Vuestros ex-alumnos son vuestra corona de glo-ria, como han sido vuestro estímulo continuo a vuestra abnegación y a vuestros estudios; nuestra Universidad y sus progresos y su prestigio, después de Dios, es vues-tra obra, y ved ¡ qué hermosa, qué grande brilla ya ante los ojos de todos, dentro y fuera del país! Fuisteis los exploradores del desierto, los avanzados valerosos y ab-negados de los primeros años, tan difíciles, pero los más fecundos, pues fueron los años creadores en que no sólo se formaba el cuerpo, sino el alma y el espíritu de luzi y de amor de esta Alma Mater».

Y a vosotros, los promotores de esta fiesta, queri-dos ex-alumnos de todas nuestras Facultades; a quie-nes nuestra Universidad como la madre de los Gracos muestra al país con orgullo, como sus joyas más precio-sas, pues sois la demostración más preclara de la cien cia y de las virtudes de vuestra madre espiritual!

Y a vosotros, queridos alumnos, tan estrechamente unidos siempre con vuestros maestros y superiores, con vuestros compañeros antiguos y actuales en nues-tros centros y academias, como hermanos, hijos de una misma y santa madre!

Y a los queridos amigos y bienhechores y genero-sos fundadores, que sois ya una legión casi incontable, que habéis creado y sostenido con vuestras oraciones, vuestra simpatía, vuestros servicios y vuestro dinero, la obra de la Universidad.

¡A todos, Dios os lo pague! «Sí, todo esto, podré decir con el ilustre cardenal

Mercier en ocasión semejante, este cuerpo ilustre ele profesores umversalmente reputado, el conjunto mag-nífico de sus locales de enseñanza, su programa com pleto de estudios superiores de todo género, la fecunda actividad de sus laboratorios, colmenas de vida siempre en efervescencia de trabajo e investigaciones, estos dos

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mil estudiantes, almacigo inagotable donde se forman los hombres de la acción científica, religiosa, social y cívica, todo esto es el f ruto maduro del pensamiento, de la voluntad tenaz, de la abnegación presistente de tres generaciones de obispos, sacerdotes y laicos, es la obra colectiva de la abnegación católica, el producto gran-dioso de dones y limosnas en las que el centavo del po-bre se suma al oro del rico, es el edificio resplande-ciente de cerca de medio siglo'de perseverancia de los que trabajan y dan, de maestros y discípulos, unidos en un mismo espíritu de desinterés y en una misma pa-sión de la libertad para buscar y dar la verdad y el bien, a gloria de la Patria, de Cristo y de su Iglesia».

Y aquí nuestro pensamiento agradecido se remonta hasta los cielos para llegar hasta allá, a nuestros fun-dadores y demás miembros de esta querida familia uni-versitaria, que ya recibieron del Divino Pagador la recompensa magnífica de su fe, de su esperanza y de su amor, y siguen siendo nuestros protectores ante el trono de Dios.

Pero sobre todo a Vos, ¡ oh Dios omnipotente y mi-sericordiosísimo, llegue nuestra humilde oración agra-decida por ta uto bien, en 40 años prodigados a esta vuestra hija, la Universidad Católica de Chile, que no tiene otro fin que glorificaros a vos que sois la Eterna Verdad, la Soberana Belleza, el Sumo Bien, y el Infi-nito y Perfectísimo Amor!

¡ Gracias, Dios mío!, y pagad con generosa mano a todos lps que nos han hecho el bien y en primer lugar a los Prelados de la Iglesia, que la miran con la pupila de sus ojos y la mejor esperanza de Ella, y a los gober-nantes del Estado que reconociéndola como de bien pú-blico le han otorgado en estos últimos años ayuda del Erario Nacional, y que de muchas otras maneras han favorecido su desarrollo, y especialmente a vos, Excmo. señor; y al Congreso Nacional que por sus representan-tes de todos los partidos se han asociado con unánime concierto a nuestro aniversario, tributándole sus elo-gios; bienhechores y maestros, en los 40 años transcu rridos; y a todos los que se han adherido a este solemne

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homenaje a nuestra Universidad Católica de Chile, ho-menaje que recibimos como el reconocimiento nacional de su buena labor de 40 años y como un estímulo más-para seguir en ella adelante y especialmente con nues-tras hermanas las demás Universidades e Institutos científicos y de enseñanza, en afectuosa armonía con todas las fuerzas sociales, sirviendo sin descanso a la Ciencia, a la Patria y a Dios!

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Homenaje de la Prensa

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Homenaje de la Prensa LA U N I V E R S I D A D CATOLICA

«El Diario Ilustrado».—10 de Setiembre

Cumple hoy la Universidad Católica de Chile, cua-renta años de una vida fructífera y activa. Y es satis-factorio constatar, con tal' motivo, cuán grande, noble, extensa y. a la vez, intensa, es la obra realizada en ese período por este Instituto de cultura superior, que es honra de nuestro país y del Continente americano. Por-que la labor realizada por los católicos de Chile, al fun-dar y sostener esta Universidad, sólo puede comparar-se, dentro de nuestra América, con la que han llevado a efecto los de Estados Unidos, con la Universidad Ca-tólica de Washington.

Decretada en 1889 la fundación de esta Universi-dad por la autoridad eclesiástica, abrió sus puertas a la juventud estudiosa el .8 de Septiembre deí año siguiente, en modesto departamento prestado, con treinta alum-nos de Derecho, repartidos en las ocho cátedras de los cursos de primero y segundo año de aquella única Fa-cultad.

Sólo ocho lustros han transcurrido desde aquellos modestísimos comienzos; y hoy ya puede el estableci-miento presentar, en grandioso edificio propio, con me-jores elementos materiales y amplio espacio para ensan-che futuro, seis Facultades, tres Institutos y mime-

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rosos cursos libres, con más de dos mil alumnos en tres-cientas treinta y cuatro cátedras.

Puede presentar, además, una gran biblioteca pú-blica, un observatorio astronómico (el del San Cristó-bal), diversos laboratorios de primer orden y de gran reputación, talleres, campos de experimentación agríco-la. instituciones deportivas y varias academias y semi-narios que realizan un constante trabajo de investiga-ción científica y práctica, de extensión universitaria, de difusión cultural y de servicio nacional.

Con justicia y legítima satisfacción ha podido afir-marse en su última «Memoria» que la Universidad Cató-lica de Chile «es un foco que irradia luz y calor hasta muy lejos».

Pero, no sólo en extensión ha crecido extraordina-riamente su obra en estos cuarenta años, sino también en intensidad y eficacia. De sus aulas han salido pro-fesionales de primer orden, que han honrado y honran a su alma vuxter en la abogacía, la ingeniería, la arqui-tectura, en las altas filas del sacerdocio, en el Gobier-no, los servicios públicos, la diplomacia, las finanzas, la agricultura, en la Prensa, en la enseñanza oficial y par-ticular. Concursos celebrados en el extranjero han dado a sus titulados hermosos triunfos, de repercusión inter-nacional; numerosas obras públicas y mansiones pri vadas, de las más importantes, ostentan la firma de sus profesionales; y de sus cátedras han ido más de una alta personalidad a desempeñar labores de responsabi-lidad en la propia Universidad de Chile.

Queremos citar sólo, por vía de ejemplo, dos casos sugestivos: un arquitecto de la Universidad Católica fué el autor de uno de nuestros más bellos monumentos públicos, la Biblioteca Nacional; un profesor de la Uni-versidad Católica inauguró los cursos de extensión uni-versitaria en el establecimiento similar del Estado, di seriando sobre los más arduos problemas físico-mate-máticos de la actualidad.

Gracias a la munificencia de sus protectores, muy pronto podrá la Universidad Católica completar el ci cío de sus estudios- -que actualmente abarcan el Dere-

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che las Ciencias Políticas y Sociales, las Ciencias Eco-nómicas y el Comercio, las Ciencias Físicas y Matemá-ticas, la Arquitectura, las Bellas Artes, la Agronomía, la Filosofía y los Estudios Humanísticos Superiores— con la fundación de una Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas.

No está, sin embargo, sólo en la formación de pro-fesionales la gran obra de la Universidad Católica de Chile. Lo está, sobre todo, en su vasta y benéfica in-fluencia económica, intelectual y moral.

De la primera son testimonio irrecusable los tra-. bajos de su Academia de Ciencias Económicas, y los fecundos torneos de estudio, investigación e intercam-bio de ideas que se llamaron «La Semana de la Mone-da», la «Semana del Salitre» y la «Semana Agrícola».

De la segunda, las sesiones de sus «Academias de Filosofía, de Bellas Letras, de Ciencias Naturales y de Ciencias Físicas y Matemáticas» sus frecuentes actos públicos y conferencias de extensión universitaria; su Curso Femenino de Estudios Superiores.

De la tercera, el alto standard ético, el grado ejem-plar de salud moral y física de la juventud formada en sus cátedras, el ambiente de orden, de austera eleva-ción, de virtud y caridad cristianas que de sus aulas irra dia hacia el exterior. Sin ir más lejos, acaban de clau-surarse en su salón de honor las «Sesiones de la Semana Femenina», que iniciará, a no dudarlo, una nueva era más noble y más conforme con nuestras seculares tradi-ciones.

Nuestro diario ha señalado en más de una ocasión cuál es, a su juicio, el papel que corresponde a las Uni-versidades en la sociabilidad moderna - - orientadoras, como deben serlo, de todas las actividades individuales, así especulativas como prácticas, orientadoras especial mente de la vida colectiva, en un sentido de alta ideali dad intelectual y moral. No puede, pues, dejar que en sus fcolumnas de honor pasen inadvertidos estos días, en que la cariñosa iniciativa de sus ex-alumnos y de sus innumerables amigos celebra el cuadragésimo aniver-sario de una institución que, nacida de la iniciativa par-

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ticular y sostenida por ella, cumple en todas sus partes con aquel bello programa.

La unanimidad misma del homenaje que hoy se rendirá a la Universidad Católica, está probando que esta institución ha sabido conquistarse la confianza y el aprecio de todos los chilenos, sin distinción de ten-dencias intelectuales, colores políticos o creencias reli-giosas: y que ella constituye, dentro de nuestro medio, no sólo un gran agente de alta cultura, sino un elemen-to de armonía social.

C.

LA U N I V E R S I D A D CATOLICA

«El Mercurio».—10 de Setiembre

El más alto y prestigiado plantel de enseñanza que vive y prospera bajo la tuición directa de la iniciativa privada; la institución que. por excelencia, se levanta como una prueba material de todo el bien que es posible realizar cuando hay voluntades inflexiblemente entre-gadas a la obra de hacer triunfar un ideal; la Casa Mag-na de los estudios superiores en la enseñanza católica, •cumple hoy cuarenta años de existencia. Y esta solem-nidad, que los espíritus que aman la cultura y el pro-greso patrio, miran con sobrada ra-zón como una efe-mérides nacional, tiene más hondas significaciones que la de un simple aniversario: es el más alto triunfo y el más noble ejemplo de lo que puede la iniciativa particu-lar, en un ambiente enfermo de estatismo, cuando se propone una obra de proyecciones superiores y saturada de generosidad.

Hace cuarenta años, dos espíritus visionarios que hicieron de su vida un ininterrumpido apostolado, sir-viendo las doctrinas de sus convicciones y de su fe; maestros de energía y de abnegaciones—concibieron el audaz propósito de fundar una Universidad privada, donde fuera posible que encontraren continuidad para los estudios superiores, los alumnos que seguían los cur-

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sos secundarios de los coleg-ios católicos y todo el alum-nado que sintiera el aliciente de los prestigios de sus cátedras, servidas por hombres de superior cultura y preparación.

Aquella Universidad Católica que abrió sus aulas con: ocho cátedras para treinta alumnos de los dos pri meros años de la Facultad de Derecho, tiene hoy tres-cientas treinta y cuatro cátedras, tres institutos de estu-dios- superiores, diversos cursos libres y más de dos mil alumnos.

Entre aquel comienzo y el florecimiento de su vida actual, hay cuarenta años de esfuerzos constantes, de sacrificios, de abnegaciones, de trabajos, de acuciosa la-bor, de prestigios conquistados noblemente; cuarenta años de una tarea que le ha concitado a la Universidad Católica la adhesión de la conciencia pública, el respeto unánime y una consideración que llega más allá de las fronteras patrias.

Sus Academias, sus Laboratorios, sus Gabinetes •de experimentación científica, le dan a la Universidad una intensa vida espiritual, y la obra que realiza de •extensión cultural, dilucidando los problemas de más palpitante interés patrio—educación femenina, indus-tria salitrera, edificación y saneamiento públicos, eco-nomía política, literatura, filosofía, etc.—-la mantienen •en íntima vinculación con el ambiente, la están hacien do convivir con el progreso del país, la están continua-mente asociando a cuanto importa una proyección nacio-nal hacia adelante.

Cuando se piensa que esta Casa Magna de la ensc-'ñanza privada, bajo la tuición católica, ha debido re-coger sus recursos de la sola generosidad de sus protec-tores; cuando se piensa en la suma de esfuerzos eco-nómicos que importa la organización de un plantel de •esta naturaleza, entonces se hace necesario reconocer •que el triunfo de un tal empeño significa la más vibran-te victoria sobre la confianza pública, y que esta con-fianza no ha sido el don espontáneo y definitivo de un -momento dado, sino una dádiva de cada instante en cér-ica de medio siglo, merecida también en cada instante

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por una obra que nunca ha cesado de hacerse cada vez más meritoria y más patriótica.

En las solemnidades con que hoy ha de celebrarse este aniversario, dos nombres se harán presente a la conciencia pública: el de don Abdón Cifuentes y el de Don Joaquín Larraín.

El sacerdote, cuya alma patricia lució siempre el bruñido acero de su gran carácter y que clesde las altas dignidades eclesiásticas miró con singular interés cuan to tenía relación con la enseñanza, encontró otro espí-ritu superior, alma de apóstol, mente vigorosa que ilu-minaban los resplandores de una fe- de cruzado, para asociarse en una empresa ideal contra la cual parecían alzarse todas las realidades de la época. Y completan-do el tríptico que, en diversas formas pero con idénti-cos propósitos, le prestaran a la ideal empresa vigores para el triunfo, está la figura del Arzobispo Casanova, cuyas virtudes de sacerdote no hicieron sino destacar sus prestigios intelectuales.

De ellos, de sus almas como de inextinguibles in-censiarios, fluyó siempre la confianza en una obra que encarnaba tan alto ideal había de ser defendida y llevada al triunfo por la fuerza misma de ese ideal. En el surco ubérrimo prendió la simiente. La hicieron fecunda muchos esfuerzos posteriores. Hoy, en el día de su pleno florecimiento, la opinión pública debe evo-car con respeto y admiración las figuras de esos patri dos animadores iniciales de una grande obra.

Y no necesitará evocarlas porque están presente en el juicio sereno de esa opinión, otra figura—erguida e infatigable sobre la arena de estas luchas del espíritu— y que. tomando sobre sí las responsabilidades del con-ductor y jefe de tan noble empresa, es hoy recogido de-trás de su ejemplar modestia y de su celo cristiano, su actual y vigoroso animador, don Carlos Casanueva, Rector de la Universidad Católica.

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EN EL CUMPLEAÑOS

DE LA UNIVERSIDAD CATOLICA

"La Nación", 11 de Septiembre Rasgos de homenaje nacional ha habido en las

manifestaciones con que se ha celebrado ayer el cua-dragésimo aniversario de la fundación de la Universi-dad Católica.

Desde luego, la personal concurrencia del Pre-sidente de la República al acto con que la Universidad celebró en su propio local la fausta fecha, es la más clara expresión del alto aprecio que del Gobierno ac tual merece la obra que esa institución viene realizan-do en servicio del progreso espiritual, cultural y eco-nómico del país. Por otra parte, de todos los círculos sociales, desde todos los ambientes, sea en las indus-trias, en losvcentros de publicidad y de estudio, en don de quiera que exista un sincero interés por el desarro-llo de la cultura, han surgido elocuentes manifestacio-nes de adhesión, de respeto, de gratitud, hacia el plan-tel de altos estudios que, paralelamente a su similar del Estado, ha contribuido con tan evidente eficacia a formar las generaciones de hombres preparados y cul tos que con creciente urgencia viene pidiendo el des-envolvimiento nacional.

Cuarenta años de existencia privilegiadamente fecunda ostenta ya la Universidad. Católica en la his-toria de la cultura chilena, y ha de ser singularmente grato para sus dirigentes, como lo es para la unani-midad de la opinión pública, tomar constancia de que esta fecha la encuentra desarrollando su obra en un ambiente excepcionalmente auspicioso, depurado desde hace ya' tiempo de las dificultades con que solían ma-terializarse los desbordes de la intolerancia y las disen-siones de orden político y religioso que, a propósito de la enseñanza, mantuvieron agitados a los partidos políticos hasta la reforma constitucional de 1925.

La atmósfera de consideración pública que rodea a la Universidad Católica es sin duda el producto de

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su propia labor, de sus esfuerzos por la cultura pública, prestigiados siempre por un amplio y tolerante espí-ritu y una activa y profunda conciencia de la nobilí sima misión que ha asumido en servicio de la colecti-vidad.

Concurre a favorecer el desarrollo de las activida-des de la Universidad Católica el firme y justiciero concepto con que el Gobierno considera su obra, que dentro de la enseñanza particular le asigna a ese esta-blecimiento una situación de capital prominencia, y sus incuestionables títulos a ser contemplada en una com-pleta nivelación de condiciones con respecto a los ser-vicios universitarios del Estado, sin preferencias ni pretericiones, en materias de tan vital importancia como la validación de estudios por medio de los exá-menes oficiales o la otorgación de grados o calidades doctorales en las diversas facultades.

El auge actual de la Universidad Católica y su indiscutido ascendiente moral en nuestras esferas, cien-tilicas e intelectuales constituyen un signo de progreso que es enorgullecedor y satisfactorio para todos los chilenos, y le brindan a la institución un porvenir pleno de halagadoras promesas.

LA UNIVERSIDAD CATOLICA

"La Nación". 15 de Septiembre

Todas las voces se han unido para celebrar los cuarenta años de la Universidad Católica; y en- no pocas se ha notado asombro ante las proporciones de esta enorme institución privada.

He aquí la que un estadístico llamaría curva de su crecimiento:

«Aquella Universidad Católica que, cuarenta años « atrás, abrió sus aulas con ocho cátedras para treinta « alumnos de los dos primeros años de la Facultad « de Derecho, tiene hoy trescientas treinta y cuatro « cátedras, tres institutos de estudios superiores, di-« versos cursos libres y más de dos mil alumnos».

Admirable lección para nuestro tiempo, tal vez

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la más oportuna y saludable que podría dársenos: po-cos son hoy los que se atreverían a pensar siquiera en una fundación semejante fuera de la tuición directa, del amparo opulento y material del Estado.

¿Y qué tiene de extraño? En el seno mismo del grupo inicial hubo consejeros prudentes, opiniones tí-midas que pesaban con gravedad las dificultades de la empresa, hacían ver sus inconvenientes, llegaban hasta sostener su imposibilidad pecuniaria. La cordura, se-gún el mundo, nunca ha creado nada. Se requiere cierto espíritu visionario, la doble vista de los ilumi-nados y de los audaces para arrancarle al futuro sus secretos, para violentar la realidad y superar el curso de los sucesos comunes. En el orclen social, como en el reino artístico, el sentido común es infecundo.

Ahora comprendemos que esos varones atrevidos, al colocar la primera piedra de la. Universidad Cató-lica, lápida inerte para algunos, plantaron en verdad un árbol milagroso.

Ellos lo veían. Se les reprochó hasta el nombre: Universidad Ca-

tólica, se opondría a LTniversidad de Chile, dividiría, apartaría más los campos.

Y en vez de eso presenciamos, en el ambiente pa cíficado, una colaboración emuladora y generosa, be nevóla de parte de la institución oficial, que ve en su hermana libre no pocos ejemplos dignos de imitarse, y una ayuda continua y desinteresada en la misma obra ; tan amplia, eficaz y acogedora de la otra parte que ha hecho recuperar a la palabra «católico» su sentido uni versal y le ha devuelto mucho de su valor y su fuerza simpática.

Nadie que siga con interés el progreso de la in-teligencia y de la cultura en Chile, puede negarse a sa-ludar, aunque sea desde la más modesta fila, al hombre de sabiduría y de ascetismo, que rige hoy los destinos y encarna la tradición de la Universidad Católica.

ALONE.

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La Universidad Católica de San-tiago de Chile y su labor de cua-renta años.

Al leer en los diarios el anuncio de la fiesta con que la Universidad Católica de Santiago se propone celebrar en estos días el cuadragésimo aniversario de su fun-dación, un mundo de recuerdos se ha despertado en mi memoria.

Aquella nobilísima institución es contemporánea de mi llegada a este país. En los primeros días de mi vida chilena la vi nacer y Dios ha permitido que, du-rante cuarenta años, sea yo testigo de su maravillosa evolución. Es un capítulo de historia lleno de ense-ñanzas.

Desde luego, cuando vi en los diarios de aquel en-tonces el decreto por el cual el Arzobispo Casanova la instituía, debo confesar que no fué poco mi escepticis-mo. Los comienzos eran humildísimos y sin mucho pa-recido con lo que yo acababa de ver en mi patria. Allí en Lila, París, Angers y Tolosa, (especialmente, en la primera de aquellas ciudades), los comienzos habían sido imponentes: la Universidad nacía completa como por virtud de magia.

Aquí a pesar de cierta magnilocuencia oficial, tra-tábase meramente de un «grano de mostaza», como en la parábola evangélica y yo dudaba, no de la vitalidad del grano minúsculo, sino del terreno en que se lo sem-braba. Fundábame, para ello, en el violento antago-nismo que todavía reinaba en Chile entre los liberales y los católicos, indentificados éstos con los conserva-dores. Balmaceda, sucesor de Santa María, había he-redado, quisiera que no, gran parte del espíritu anti-católico de su predecesor. ¿Toleraríase, en semejante ambiente de lucha, el desarrollo de una institución, cu-yos ideales eran la exacta antítesis del ideal político en-tonces imperante? Porque, preciso es recordarlo, el

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Arzobispo Casanova, a pesar de la prudencia que era ley de su gobierno pastoral, no economizó verdades ni las «minimizó», como dicen los ingleses, en los consi-derandos de su decreto.

«Considerando,—dijo el ilustre prelado—-que las Universidades Católicas son ahora especialmente nece-sarias, por cuanto en los establecimientos no depen-dientes de la Iglesia se omiten, o se miran en menos los estudios religiosos, y, a más, en la enseñanza de los ramos profanos, suele hacerse propaganda hostil a la religión.. . . hemos venido en nombrar al limo. Obis-po de Martirópolis, Sr. Don Joaquín Larraín Ganda-rillas, promotor de tan importante obra. . .»

El nombramiento del Obispo de Martirópolis sub-rayaba aún las declaraciones del Arzobispo: era (así, al menos, lo juzgué yo), una promesa de lucha e intran-sigencia. De ahí mis dudas. Pensé: le tocará a esa nueva institución la misma suerte que a varios templos' chilenos, cuya construcción emprendida con gran so-lemnidad y vastas ambiciones no ha pasado de los ci-mientos y a cuya obra abandonada puede aplicarse la conocida frase clásica • pendent opera interrupta. . .

Pero mi pesimismo falló en sus malos agüeros: los acontecimientos no tardaron en desengañarme.

Recién llegado a Chile, yo no conocía, entonces, la psicología.del pueblo chileno, como la conozco hoy. Atri-buíale los mismos apasionamientos y los odios inextin-guibles que la Revolución Francesa ha sembrado en mi país. No conocía todavía esa cordura ingénita e ins-tintiva que, después de la lucha, lleva siempre a los chilenos a un arreglo, cordura encarnada y personifica-da en dos de .sus gobernantes, el Presidente Pérez y el Presidente Barros Luco, según los cuales «en Chile todo se arregla». Cuestión de tiempo y a menudo, de poco tiempo.

Así sucedió con la Universidad Católica: no con-siguió ella cumplir todas sus .aspiraciones, pero vivió y se desarrolló, primero con la tolerancia de los Poderes Públicos y después con su simpatía silenciosa y prác-tica.

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Debióse ello a la cordura nacional, a la sabia elec-ción de sus rectores y profesores y, últimamente, a la benéfica acción de su enseñanza.

La Universidad Católica ha cumplido el progra-ma que la Virtud le dá a Hércules en una admirable página de los «Memorabilia» (o Dichos Memorables^, de Sócrates, escritos por Jenofonte: «Quieres,'—decía la Virtud al Semidiós,—que un país te honre, hazte útil: que toda la Grecia admire tu virtud (1) , esfuér-zate en hacerle bien a la Grecia toda».

La Universidad Católica se ha hecho útil, le ha hecho bien a todo Chile. No es raro, pues que todos admiren su «virtud», quiero decir, su «eficiencia».

Aquello era inevitable y¡ menos engañado por el aspecto exterior de una sociedad política que yo enton-ces apenas conocía, hubiera alcanzado a preverlo.

¿ Cómo no iba a crecer una planta sembrada por ese grande hombre que era el Arzobispo Casanova y regada (perdóneseme mi insistencia en una sola v misma metáfora), por hombres como Don Ramón An gel Jara, Don Alberto Vial, don Abdón Cifuentes y Don Domingo Fernández Concha, primeros colabora-dores del Obispo de Martirópolis?

¿Cómo no iba a prosperar cuando vemos en la lista de los profesores que subieron a sus cátedras en 1889, a Don Luis Barros Méndez. Don \bdón Cifuen tes, Don \ le jandro Méndez Eguiguren, Don Enrique Richard Fontecilla, Don José Miguel Irarrázaval, Don Ramón Angel Jara, Don Juan Agustín Barriga, Don Ventura Blanco Viel y Don Enrique Egaña? Tantas eminencias para un primer año de leyes y en una Uni-versidad recién nacida, improvisada, ¿no era ésta una maravillosa promesa de buen éxito?

Al año siguiente este distinguido cuerpo de pro-fesores fué aumentado con la cooperación de Don José

(1) Aquí la pa labra virtud no significa lo que hoy dia. La exacta traducción de arete (virtus), es eficiencia, neologismo de origen inglés En areté hay la raíz de Arés, el dios Marte, y la de Arrén, masculino, viril. Téngase presente que ahí se t ra ta de la virtud como la concebían los griegos cuatro siglos antes de Cristo y no como la concebimos nos-otros después de veinte siglos de cristianismo.

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Clemente Fábres y Don Cosme Campillo, ambos juris-consultos de fama americana.

Pero esbocemos rápidamente el desarrollo de aquel plantel, la paulatina realización de su nombre, es decir, veamos cómo la Universidad (etimológicamente nomi-nal, al comenzar), llega año tras año a ser más y más verdaderamente «univcrsitas studiorum», una escuela, universal con todas las «facultades» que constituyen una Universidad completa.

En 1889, empiezan la Facultad de Derecho y U de Matemáticas; en 1900 fúndase el Instituto de Hu-manidades; en 1909, la Escuela de Agronomía; en 1905, agrégase a la Facultad de Humanidades un cur-so de sub-ingenieros, más tarde (ignoro la fecha exac-ta), fúndase la Facultad-de Comercio y Ciencias Eco-nómicas, la de Arquitectura y Bellas Artes y ahora mismo está en preparación inmediata para el año pró-

• ximo la creación de la Facultad de Medicina. (2) En suma, al cabo de AO años, la Universidad Cató-

lica comprende, en 1929, 6 Facultades, 3 Institutos, 5 Academias, más de 300 cátedras y más de 2,000 alum-nos.

La parábola se ha realizado al principio como el grano de mostaza, del Evangelio, tomóla un hombre (el Arzobispo Casanova) y la sembró en su campo. A la verdad era entonces la más pequeña entre todas las semillas; pero ha crecido ahora, es la planta más grande del huerto, y viene a ser árbol, de manera que «vienen las aves del cielo y posan en sus ramas».

2,000 alumnos: he ahí la clave de su eficiencia y de la simpatía con que la miran los chilenos. Explícase así la admiración que despierta y la autoridad de que goza. Chile puede enorgullecerse de una institución creada por chilenos, sin que el Fisco (es decir, el pre-supuesto nacional), haya tenido que gastar en ella. Es una espléndida muestra de la inteligencia, del patrio-tismo y de la generosidad de los católicos que, en un

(2) Esta enumeración ha de ser incompleta. Al hacerla tengo a la vista publicaciones de la U. C., donde los datos no son fáciles de encontrar con rapidez.

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mismo acto de amor, han querido servir a su Patria y a Dios.

Entre «las aves del cielo» que han venido y se han posado en las ramas de ese árbol, tengo a honra ser contado.

Durante varios años hame tocado el privilegio de dar en la Universidad Católica largas series de confe-rencias, sobre la actual literatura francesa.

Menciono ©ste hecho con el único fin de autorizar .algo que voy a decir sobre el «espíritu reinante», sobre la atmósfera de libertad de aquella institución.

Cuando la irresistible insistencia de su eminente y bondadoso Rector me obligó a hacerme cargo de-aque-lla cátedra, acepte con tanto mayor entusiasmo cuanto que se me dejaba plena libertad en la elección de los temas y en el desarrollo de los mismos. Y no tardé en comprobar que aquello no era simplemente verbal, sino real.

Pude, por ejemplo, dedicar a Andrés Gide una con-ferencia entera! Los que saben quién es Gide (el lite-rato, no el economista, no confundamos!) calcularán el atrevimiento. Pues bien, aquello pasó commc une letírc a la pos te . . . Y por más que, cual bomba, a los ocho días de esa conferencia llegara a las librerías de Chile el famoso Corydon, (del cual, ciertamente, yo no tenía la más remota idea), nadie me hizo e! menor reparo. • En cuántas universidades católicas o no católicas, ha-brá esto pasado así? Tiemblo y me sonrío al sólo pen-sarlo. . .

Nunca jamás se coartó mi libertad y sabe Dios si más de una vez mi parecer 110 chocaría con el de mis oyentes, entre los cuales estuvo con mucha frecuencia el propio señor Rector!

Los qne no conocen la Universidad Católica creen que ahí reinan el más crudo fanatismo medioeval y la Inquisición.

El ejemplo que acabo de dar puede desengañarlos. Hay allí una amplitud de criterio verdaderamente ad-mirable, amplitud, merced a la cual combínanse la más

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estricta adhesión a la ortodoxia católica y, juntamente, la necesaria libertad de la inteligencia.

Ahí, bajo la sabia dirección de un Rector que es, al mismo tiempo, un hombre de Dios y un hombre de hoy día, viven y prosperan en alianza íntima y en coo-peración continua la ciencia y la fe.

Los tres años que duró mi colaboración me permi tieron apreciar en todo lo que vale esa institución que deja bien puesto ante el mundo el espíritu de iniciativa particular de los chilenos y, a la vez, su fidelidad a la religión de sus antepasados y. su respeto a la Libertad.

OMER E M E T H

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Homenaje del Congreso Nacional

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H O M E N A J E A LA U N I V E R S I D A D CATOLICA E N E L A N I V E R S A R I O D E SU F U N D A C I O N

El señor García Hewíques.—Pido la palabra, se-ñor Presidente.

El señor Urrejola (Presidente).—Con la venia de la Honorable Cámara, puede usar de la palabra Su Se-ñoría.

El señor García Hcnríqucc.—Perdóneme la Cá-mara si me atrevo a distraer su atención por algunos instantes, y perdóneme, también, que a sabiendas de mi incapacidad me atrevo a ocupar esta alta tribuna para rendir un homenaje de admiración, de aplauso y gra-titud para aquel grupo de beneméritos ciudadanos que hace cuarenta años fundara el que es hoy el primer es-tablecimiento particular de enseñanza superior en este Continente.

La Universidad Católica celebra en este día, cua-renta años de existencia, de una existencia pródiga en verdaderos beneficios, de sabias enseñanzas y alenta-dores ejemplos. Llega a tal fecha orgullosa de haber cumplido el vasto y saludable programa concebido por las mentes privilegiadas que idearon y realizaron su fundación.

Sin arredrarse ante la magnitud de la obra, ni desfallecer ante la inmensidad de las responsabilidades que de tal acto emergían, el Obispo Larraín Gandari-llas y sus colaboradores, dictaron el decreto que daba vida a la Universidad Católica y se dieron por entero a formarla y sostenerla, con tan soberbios y merecidos éxitos que en ellos habían encontrado sus generosos co-razones, el mejor premio a sus anhelos y fatigas.

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En efecto, el plantel de educación creado el año 1899, nacido con modestas apariencias, no es breve luz, sino astro deslumbrador; no es arroyuelo, sino caudal que vivifica; no es escuela exclusivamente, es templo grandioso donde se levantan altares a Dios, a la Patria y a la Humanidad, a quienes tiene consagrada su existencia y la verdadera razón de su vida.

Detallar la labor realizada por la Universidad Ca tólica, analizar la obra llevada a efecto por sus entu-siastas directores, estudiar la forma en que ha cum-plido las finalidades que informaron su fundación, no es tarea para mis pequeñas fuerzas. Ellas necesitan de hombres de estudios y de grandes y profundos cono-cimientos; a mí me bastará permanecer como las mu-chedumbres ante las obras grandiosas de la arquitectu-ra de la Edad Media, atónito de admiración y de er tusiasmo.

No es fácil comprender cómo se ha heohc esa obra gigantesca, y menos aún llegar a concebir cuánto bien ha desparramado en las sanas lecciones que a diariu dictan sus escogidos profesores. No pretendo tampoco lanzarme en obra de tanto aliento. Me concretaré a dar rienda suelta a mi entusiasmo y a mi admiración.

Señor Presidente, muchas son las páginas escri-tas sobre el establecimiento que motiva mis palabras, y ellas apenas han recogido sólo los puntos más sobre-salientes del bien que ha realizado por la educación su-perior. Se requerirán muchas más para hacer su histo-ria exacta o cumplida. Pero nada de ello hace falta, pues está en la conciencia pública que se ha hecho acree-dora a la gratitud nacional y al reconocimiento del Es-tado que le ha contado como su colaboradora patrió-tica y eficaz.

Hoy, que cumple cuarenta años de vida, me hon ro, señor Presidente, en expresar en la Cámara de Di-putados, que ha de prestarme el prestigio y brillo que falta a mi palabra, que rindo a sus fundadores el más sentido homenaje.

El señor Lisoni.—En nombre de los Diputados li-berales democráticos adhiero a las palabras que acaba de pronunciar el honorable Diputado en homenaje a la

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Universidad Católica, plantel de instrucción que pres-ta tantos y tan señalados servicios al país y al cual tanto le debe la enseñanza.

Cualquier homenaje que se rinda a una institución de este género es poco, señor Presidente. . . Creo que el país sabrá corresponder y apreciar cuánto vale la obra que realiza esta institución, tan digna y tan mere cedora del reconocimiento público.

El señor Guerra.—En nombre de los Diputados h berales me asocio con toda sinceridad, señor Presiden-te,al justo homenaje que ha rendido a la Universidad Católica y a sus esclarecidos fundadores mi honorable colega, el señor García Henríquez.

Los Diputados liberales hemos mirado siempre con patriótica y justa complacencia que una institución pri-vada haya cooperado y siga cooperando en forma tan eficaz, como lo ha hecho la Universidad Católica, a esa misión tan interesante de la actividad nacional como es la enseñanza pública y haya colaborado en- el desarro lio de nuestra educación y de nuestra cultura gene-ral en forma tan brillante y eficaz y con un esfuerzo tan gi-gantesco y fructífero como el realizado por esta insti-tución durante sus cuarenta años de vida.

Por estas razones, junto con aplaudir la iniciativa de la Universidad Católica, hago votos por que esa acción perseverante de 40 años siga .en el futuro con el mismo éxito que ha tenido hasta ahora.

El Diputado que habla por lo demás, señor Presi-dente, ha tenido oportunidad de conocer muy de cerca la labor de esta interesante institución.

Fui alumno de ella durante mi primer año de leyes y recuerdo con verdadero cariño la época en que uno de sus primeros Rectores, don Rodolfo Vergara Antúnez, inciaba ante la ciudad de Santiago los primeros esfuer-zos para darle a la Universidad Católica el brillo y es-plendor que hoy tiene.

• Recuerdo la selección y competencia de su cuerpo de profesores, muchos de los cuales enseñan todavía; recuerdo el ambiente de bondad y cooperación que esto¡> profesores trataban de fomentar entre los alumnos, y aún recuerdo con admiración patriótica los esfuerzos

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y sacrificios que en- beneficio de esta institución hacia a cada paso uno de sus primeros fundadores y directo-res el Obispo don Joaquín Gandarillas.

Creo que junto a estos nombres debe recordarse también con igual respeto y cariño el nombre de todos los demás fundadores y benefactores de esta hermosa institución.

El señor Ortega.—Aun cuando discrepa el partido radical, de la ideología en que se inspira la obra docen-te que realiza la Universidad Católica en nuestro país, justo es reconocer que esta institución hace honor a la República.

No ha sido fecunda entre nosotros la iniciativa privada en el campo educacional y, como se ha expresa -do, ninguna obra suya, — con la sola muy honrosa excepción de la Universidad penquista,—ha tenido las vastas proyecciones que son unánimamente reconocidas en la Universidad Católica.

La obpa realizada por ella ha influido poderosa-mente en la cultura del país y seguramente ha sobrepa-sado con creces las expectativas y los anhelos iniciales de sus fundadores.

Ciertamente, pues, merece ese plantel de enseñanza el homenaje que le tributa esta Honorable Cámara a! cual por mi parte adhiero, en nombre de los Diputados ¡v.:' reales.