Los Cuadernos de Viaje - CVC. Centro Virtual Cervantes · RAINER MARIA RILKE: EL VIAJERO EXTREMISTA...

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Los Cuadernos de Viaje RAINER MARIA RILKE: EL VIERO EXTREMISTA Luis Antonio de Villena M e he imaginado muchas veces esta escena rilkia: Una noche de lluvia, oscura y centroeuropea, un auto renquete atra- viesa la scura y el boscoso pque de un viejo chateau nobiliario... Silba el viento y los goterones se escurren por los ramajes. Dentro del vehículo, angustiado por indecibles crisis, neuras- ténico, al borde de una crispación de agotamiento nervioso, hipersensible, pálido, cubierto por un 45 grueso abrigo, y los ojos rodeados de ojeras muy grandes, viaja Rainer María Rilke, que esa noche -en tránsito de un país a otro- descansará en este apartado lugar que alguna amiga, princesa o con- desa de seculares imperios, pone eventualmente (salas umbrosas, húmedas, y siempre anchos bos- ques) a la disposición de este ser doliente, al que acaso podrían llamar ya el poeta de Europa. Rilke es un clásico, ciertamente. Pero e y sigue siendo un poeta de extremos. Para unos, representaba al poeta del intimismo absoluto, per- dido en los vericuetos del yo, insensible por en- tero a las realidades del mundo; poeta, pues, de la huida. Para otros es -positivamente- un genio de la metasica, un poeta sagrado y alado. Consi- guientemente el triun de la poesía comprometida o social, en cualquiera de sus modalidades, con- denó con severidad a Rilke como prototipo de lo que no se deb hacer en el arte poética. Para los enamorados del realismo-socialista nuestro poeta e la auténtica bete naire a perseguir. Pues no sólo escribió una poesía intimista al summum, sino que entregó su vida en brazos de una no- bleza, que lo cultivó. Neurótico y snob, Rilke era para éstos el eje de un mundo caduco, mientras que círculos de estetas y cosmopolitas, hicieron del poeta en vida (y tras su muerte) el objeto de un culto exquisito y minoritario. ¿Tenía verdadera- mente Rainer María Rilke algo que ver con todo esto? Como casi siempre suele acontecer, no y sí, al mismo tiempo. Iremos viéndolo. Rilke e y es un poeta celebradísimo, pero no exento de purgatorio. quizá hoy día nadie le dis- cuta sus méritos principales (que sí se le discutie- ron antaño) pero tampoco podríamos decir que sea un poeta de moda, o muy leído. No debe extrañarnos en exceso. La poesía de Rilke no se propuso ser dicil, pero lo es, puesto que diba el desarrollo de una gran aventura espiritual y meta- rrealista. Y así, si el hombre Rilke lo e de los lites, su obra poética es asimismo un viaje, una conquista onteriza. Rainer María Rilke (de milia con origen ger- mánico) nació en Praga el 4 de diciembre de 1875. Ciudad linde entre lo eslavo y lo alemán, entre lo católico, lo protestante y lo judío, Praga rmaba entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Y ese sello -la cultura de ontera- marcaría al hom- bre. En 1896 el joven Rilke abandona Praga para estudiar en Munich, que era uno de los centros capitales de la cultura en lengua alemana. Sin em- bargo, aunque sí sea cierto que la lengua es la cultura, no tanto ocurre con la patria. Acaso la lengua pueda ser patria-espiritual, pero no país, patria material, y Rilke lo demostró sobrada- mente. Tras salir de su ciudad natal con apenas veintiún años, Rilke retornó sólo en dos ocasiona-

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  • Los Cuadernos de Viaje

    RAINER MARIA RILKE: EL VIAJERO EXTREMISTA

    Luis Antonio de Villena

    Me he imaginado muchas veces esta escena rilkiana: Una noche de lluvia, oscura y centroeuropea, un auto renqueante atraviesa la foscura y el boscoso parque de

    un viejo chateau nobiliario ... Silba el viento y los goterones se escurren por los ramajes. Dentro del vehículo, angustiado por indecibles crisis, neurasténico, al borde de una crispación de agotamiento nervioso, hipersensible, pálido, cubierto por un

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    grueso abrigo, y los ojos rodeados de ojeras muy grandes, viaja Rainer María Rilke, que esa noche -en tránsito de un país a otro- descansará en esteapartado lugar que alguna amiga, princesa o condesa de seculares imperios, pone eventualmente(salas umbrosas, húmedas, y siempre anchos bosques) a la disposición de este ser doliente, al queacaso podrían llamar ya el poeta de Europa.

    Rilke es un clásico, ciertamente. Pero fue y sigue siendo un poeta de extremos. Para unos, representaba al poeta del intimismo absoluto, perdido en los vericuetos del yo, insensible por entero a las realidades del mundo; poeta, pues, de la huida. Para otros es -positivamente- un genio de la metafísica, un poeta sagrado y alado. Consiguientemente el triunfo de la poesía comprometida o social, en cualquiera de sus modalidades, condenó con severidad a Rilke como prototipo de loque no se debía hacer en el arte poética. Para losenamorados del realismo-socialista nuestro poetafue la auténtica bete naire a perseguir. Pues nosólo escribió una poesía intimista al summum,sino que entregó su vida en brazos de una nobleza, que lo cultivó. Neurótico y snob, Rilke erapara éstos el eje de un mundo caduco, mientrasque círculos de es tetas y cosmopolitas, hicierondel poeta en vida (y tras su muerte) el objeto de unculto exquisito y minoritario. ¿Tenía verdaderamente Rainer María Rilke algo que ver con todoesto? Como casi siempre suele acontecer, no y sí,al mismo tiempo. Iremos viéndolo.

    Rilke fue y es un poeta celebradísimo, pero no exento de purgatorio. quizá hoy día nadie le discuta sus méritos principales (que sí se le discutieron antaño) pero tampoco podríamos decir que sea un poeta de moda, o muy leído. No debe extrañarnos en exceso. La poesía de Rilke no se propuso ser difícil, pero lo es, puesto que dibuja el desarrollo de una gran aventura espiritual y metarrealista. Y así, si el hombre Rilke lo fue de los límites, su obra poética es asimismo un viaje, una conquista fronteriza.

    Rainer María Rilke (de familia con origen germánico) nació en Praga el 4 de diciembre de 1875. Ciudad linde entre lo eslavo y lo alemán, entre lo católico, lo protestante y lo judío, Praga formaba entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. Y ese sello -la cultura de frontera- marcaría al hombre. En 1896 el joven Rilke abandona Praga para estudiar en Munich, que era uno de los centros capitales de la cultura en lengua alemana. Sin embargo, aunque sí sea cierto que la lengua es la cultura, no tanto ocurre con la patria. Acaso la lengua pueda ser patria-espiritual, pero no país, patria material, y Rilke lo demostró sobradamente. Tras salir de su ciudad natal con apenas veintiún años, Rilke retornó sólo en dos ocasiona-

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    les excepciones. Pero de alguna manera aceptó su realidad -su antigua realidad fronteriza- pues cuando en 1919; tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, se desmembró el Imperio AustroHúngaro, Rilke no fue a buscar ni pasaporte checoslovaco (que le hubiera correspondido por nacimiento) ni austríaco, como le convenía por lengua y cultura. Ni menos pasaporte alemán, que sin dudar le hubieran dado. Haciendo de Suiza su cuartel general -su refugio- Rilke quedó como apátrida (su patria era demasiado ancha para un pasaporte) eligiendo como morada una zona, Val-Mont, en el Valais, frontera a su vez, entre la Suiza francófona y germanófona. Allí moriría a fines de diciembre de 1926.

    Tras su salida de Praga, Rilke no permaneció más de ocho meses seguidos en una misma localidad, tuvo siempre necesidad de partir, y no llegó a instalarse nunca. Vivió en París -la cultura francesa fue una de sus grandes tentaciones-, recorrió el norte de Africa, Italia, Alemania, cruzó desde Rusia (donde estuvo en 1899 y 1900 en compañía de Lou Andreas-Salomé) hasta España, adonde vino -con especial detención a Toledo y a Rondaentre octubre de 1912 y febrero de 1913. Los extremos (esto es, Rusia y España) constituyeron, como era de prever, sus experiencias más hondas. ¿Porqué? Porque en estas tierras sintió, notó, una nueva experiencia del límite: Extremos geográficos, que para él supusieron además, imágenes de un hito, de una frontera espiritual. Al final -en sus últimos años- Rilke escribió poemas en francés, y soñó en cambiar. de lengua. Estamos pues ante uno de los poetas más auténticamente cosmopolitas de Europa. Claro que su quebrar fronteras geográficas era sólo el significante de una increíble (y agotadora) tensión reflejada en sus poemas, en busca del espíritu, del reino transfísico de lo terrible. En la tumba suiza de Rilke figura un hermoso y críptico epitafio que se escribió él mismo, y un engolado escudo nobiliario con lambrequines. Nuestro poeta era un plebeyo que continuamente jugó y defendió sus nobiliarios orígenes, que no eran ciertos. (El protagonista de sus Apuntes de Malte Laurids Brigge es, naturalmente, un joven aristócrata danés que vive en París). ¿Pero qué puede significar, en un hipersensible poeta como Rilke, este ardor snobístico, tanta apetencia aristocrática? Sin duda tiene poco que ver, con que -a partir, sobre todo, del inicio de nuestro siglose relacionase y fuese protegido por aristócratasamantes de la cultura y el mecenazgo, como laprincesa Marie von Thurn und Taxis-Hohenlohe,en cuyo castillo de Duino, junto al Adriático, comenzó Rilke en 1912 las célebres Elegías que alconcluir, en 1922, le dedicó a ella. El tema es máshondo; y tiene asimismo que ver con lo extremo.Rilke figuró en la aristocracia el reino de lo mejor;no sólo la vida más honda, sino la mayor profundidad de sentimientos. En un mundo imperfecto,la aristocracia simboliza para el poeta -aunquefrecuentemente no lo sea- la más cercana imagen

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    a lo perfecto, a la vida en su manifestación más pura y más alta. Siempre huyendo del término medio, se trata de buscar la altitud, la cima. Que ello -a pesar de su talante nada autoritario, y de su casi permanente pobreza- le costase la ira de los comprometidos, no creo que a Rainer María le importase. Si la categoría de un hombre (y especialmente de un creador) puede medirse por las filias y fobias que provoca, por lo encontrado y ardiente de las opiniones sobre él, Rilke entraría de lleno en tal dimensión, pues levantó lealtades inquebrantables, y enconadas opiniones de incomprensión despectiva. A él -como he dichopareció interesarle muy escasamente tal antagonía.

    Otro punto que biográficamente (pero con significado sin dudar más hondo) ha inquietado a los rilkistas, es el de su mundo afectivo. Profundamente distanciado de su madre, Sophia Entz ( que tuvo, sin embargo, las mismas manías nobiliarias de su hijo) y guardando sólo un recuerdo remoto y benévolo del padre, Rilke vivió el amor como búsqueda de otra relación materna. Aunque se llegó a casar (con la escultora Clara Westhoff, discípula de Rodin) y tuvo una hija, las relaciones erótico-afectivas del poeta quedan, nuevamente, muy lejos del común. Vio en la mujer -casi homosexualmente, sin serlo- a la madre, la amiga y la protectora. Pero complicó tales relaciones -sin abjurar de una cierta femineidad en sí mismo- con lo erótico. La vida de Rainer María se podría contar a través de las mujeres que continua y solícitamente lo tutelaron, siendo para ellas, hijo, marido y compañero, frecuentemente sin delimitaciones. Su primer (e incipiente) libro de poemas -Vida ycanciones, publicado en 1894- lo fue gracias a que

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    lo costeó su primera amiga-amante, Valerie von David-Rhonfeld, a la que él apodaba Vally. Pensemos en la muy sugestiva Lou Andreas-Salomé. Fue una de las grandes revelaciones personales en la vida del poeta, y una amistad (con rico epistolario) que duró toda su vida, pues Lou murió años más tarde. Pero ¿qué fue su relación? Lou estaba casada con el iranólogo Carl Andreas, y en el primer viaje con Rilke a Rusia viajaron los tres, al igual que vivieron en los primeros tiempos de su amistad, en Wolfratshausen, cerca de Munich. ¿ Un clásico ménage a trois? No parece que fuera así, aunque todo da a entender que en el principio de la historia sí hubo ardientes relaciones físicas. Se trata de una afectividad sui generis (respecto al denominador común) y eso marca el sello de Rilke: Viajero hacia los límites, llámense Rusia, Ronda, el amor o la intuición metafísica. Por lo que no es mal momento para recordar, que la geografía en Rilke nunca existe sino es un paisaje del espíritu. Los viajeros románticos describían el color local, y quizá por eso Andalucía fue una

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    meta apetecible. Rainer María Rilke está muy lejos de ello. El buscaba interioridad (al modo agustiniano) y Ronda o Toledo le figuraron eso, imágenes de una tensión, de una especial sensibilidad anímica. Es decir que Ronda para Rilke -igual que Rusia con su inmensidad- fue sólo metáfora.

    La aventura poética de Rainer María Rilke (apoyada por una nada desdeñable obra en prosa, cuya ejecución fue abandonando con el correr de los años) es sin duda una de las más fascinantes -y atrevidas- de nuestro siglo. Pero empezó modestamente. Los primeros libros de Rilke no dejan de ser una voz epigonal, aunque fina, en el ámbito del tardío romanticismo germánico, teñido por la estética simbolista. Pero con el Libro de las imágenes (1902) comienza el ascenso. Rilke reparte entre ese texto y el Libro de Horas (1905), escrito parcialmente a la vez que el anterior, una voz propia basada en el camino interior, es decir, en el más absoluto lirismo intimista. Las sensaciones personales, propias, profundas, expresadas en imágenes.

    Vivo mi vida en círculos crecientes que pasan por las cosas. El último quizá no lo complete, pero lo he de intentar.

    Mas este desaforado intimismo llega a asustar al poeta: Teme perder la realidad, que quizá no conoce. Y entonces efectúa el primer giro notable de su aventura, que la anterior cita de un poema del Libro de Horas anunciaba. Y Rilke (ayudado en el ideal del magisterio escultórico de Rodin, de quien llegó a ser íntimo) va hacia las cosas, hacia el mundo. Surge así lo que él mismo denominaría cosas de arte, que son los poemas pretendidamente convertidos en objetos. Por cierto que tal actitud -en teoría- no queda lejos de lo que intentaron los parnasianos: Poemas-estatua o poemaslienzo. Aunque tras la experiencia simbolista (con sus significados imprecisos y móviles) la cuestión debía variar notablemente. Pero en su libro Nuevas Poesías (1907), que no puede desprenderse de la pesquisa en su yo (parte afectiva del yo del mundo) vuelve por pasiva la oración anterior: Ya no son las sensaciones las que se convierten en imágenes, sino que las cosas, los objetos, el mundo, deviene -en el poema- sensación. Eustaquio Barjau (que ha escrito un admirable librito sobre Rilke) dice: «Nuevas Poesías» pretende transformar un mundo interior en algo externo y a disposición de quien quiera contemplarlo. Los caminos son varios, pero el fin idéntico: Una cierta sensación de tangibilidad. Quizá los primeros poemas muy célebres de Rilke se encuentren en este libro: Desde el famoso La Pantera (que el propio poeta citaba como ejemplo de sus intenciones en aquel momento) hasta Surtidor romano o Bailarina española.

    Como en la mano una cerilla, blanca antes de ser llama, hacia todos lados extiende estremecidas lenguas, así comienza en círculo

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    de cercanos espectadores a ensancharse convulsa su danza, violenta, clara, ardiente. Yde pronto es toda, toda llama.

    El poema ( del que he citado un fragmento) podría• parecer engañoso. Se trata de la descripción lírica e imagística de un baile flamenco: La bailarina, vuelta fuego, arroja todo al fuego (imagen de brazos y gestos) y vuelve a arrojarlo todo otra vez, mientras la combustión llamea todavía y nose ri1;de, y para culminar, victoriosa y segura, apagandolo, aplastándolo con el pie. Ciertamente se trata de un objeto, pero tras él hay más: El símbolo de pasión que cruza enteramente el texto y ese típico descenso e inquisición rilkianos, por� que ¿qué es lo que arde? ¿qué arroja de sí la bailarina al fuego? ¿de dónde nace ese mismo fuego? La cosa de arte, es finalmente, también, un buceo. La angustia metamorfoseada en materia, aunque el objeto haya sido el origen de la inquietud.

    Tras las Nuevas Poesías -y el Malte LauridsBrigge, en prosa- Rilke entra en un período de profunda crisis y sequía, aunque se haya ido comprobando que la pregonada esterilidad no fue tanta. El poeta (ajeno, como siempre, a lo que no fuera su íntimo viaje, fecundo en geografías) va llenándose de la energía necesaria para el último y más inquietante salto. Escribe pequeñas series de poemas, como La vida de María (1913) y dos Requiem, anteriores, uno a un joven poeta que se había suicidado -curiosamente, y para que todo fuera más rilkiano, un aristócrata- Wolf, conde de Kalckreuth. Rilke no consideraba al suicidio una muerte perfecta, y tras elucidar ese tema, en que el poeta quiere ir ya, decididamente, hacia lo impalpable, culmina con este verso, lleno de sentidos: ¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo.

    Pero evidentemente la cima -y el extremo máximo de Rilke, y una de las más altas cotas de la lírica europea en nuestro siglo, serán las Elegíasde Duino. Sabemos de su origen, y que se comenzaron en Duino, Ronda y París en 1912 y 1913. Pero culminaron en Muzot -Suiza- donde Rilke vivía en el que resultó para él fecundísimo y mágico mes de febrero de 1922. En ese solo mes concluyó las Elegías (más de la mitad del total) y escribió todos los Sonetos a Orfeo, obra importante y que en cierto modo complementa a la anterior.

    Las diez Elegías de Duino fueron consideradas por Romano Guardini como una interpretación dela existencia humana. Pero no una interpretación realista o ética, sino ontológica y metafísica. Porque lo humano (para Rilke) no se halla con plenitud en lo que llamamos comunmente vida, sino en su trascendencia, en la necesaria posibilidad de sobrepasarla, buscando una intensidad y una realidad mayores. Ya en su Requiem para una amiga(1908) había formulado este verso -casi un dictum- admirable:

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    Porque en algún lugar hay una vieja enemistad entre la vida y la gran tarea.

    ¿Cuál es, entonces, esa gran tarea? Claramente, la conquista de la plenitud, la trasposición de una nueva frontera, el contacto y la búsqueda con loabierto y lo terrible, para acercarse al mundo angélico. Quizá como toda gran obra las Elegías deDuino sea (y lo es) un texto profundamente múltiple y polisémico, pero yo me atrevería a definirlo como un libro de fronteras, por cuanto todo en él se muestra como una tensión extrema hacia lo imposible (en la vida) e invisible. Lo terrible es, para Rilke, el orbe que intuimos de plenitud metafísica, que no nos pertenece y que en nuestra situación actual no soportaríamos. Lo terrible es la morada del ángel, que no es otra cosa que el ente perfecto, el ente que vive en participación con una gran corriente cósmica -cercana, a veces, a un sentimiento panteísta- a la que el poeta denomina, en ocasiones, lo abierto, y que es el espacio de la plenitud. Pero hay que advertir también que el intento de racionalización de todos estos conceptos supone, en buena medida, la muerte del mensaje rilkiano. Mensaje que nada -o muy poco- tiene que ver con el cristianismo, y que parte de la intuición de que el hombre posee una frontera que le sobrepasa, y que hacia tal linde hay que llegar como a través de un viaje iniciático que culmine en una totalidad de júbilo. (Lo que en la décima Elegía se denomina la fuentede la alegría). Rilke no hace teología -aunque utilice símbolos religiosos- ni explaya una determinada creencia; simplemente (y bellamente) expone y canta un sentimiento hondísimo, la explicación y culminación del viaje humano en términos de energía espiritual, anhelos de dicha, comunión con la belleza, la plenitud y el universo, transformando todo lo visible en invisible. Poesía -insisto- metafísica pero no cristiana, su magnificencia radica, además, en adentrarse en un temaque propende al conceptismo y a la abstracción,pero a través de un verso rico de palabras e imágenes, suntuosamente denso y vegetal, gustable ypaladeable como opulenta carne de poema, y nocristal o hueso. Desde la primera Elegía que tratade marcar nuestra diferencia con el ángel, hasta laúltima que culmina (en vago paralelismo con losmitos del antiguo Egipto) el viaje iniciático delhombre y el límite del límite posible, se desarrollaun vastísimo espacio de diez grandes poemas llenos de sentidos, dificultad, seducción --que estambién amenidad- y armonía de verbo. Desde el:

    Y aún suponiendo que un ángel me estrechara súbitamente contra su pecho: mi ser quedaría ex

    [tinguido por su existencia más fuerte. Pues lo hermoso

    [no es más que el comienzo de lo terrible que todavía pode

    [mos soportar, y lo admiramos tan solo en la medida en

    [que, indiferente, rehusa destruirnos. Todo ángel es terrible.

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    Se llega (en corto quizá, pero prieto y densísimo recorrido) al profundo final del muerto:

    Solitario, el muerto asciende hacia allá, hacia [la montaña del dolor originaC

    Y ni siquiera repercute su paso a través del hado [sin sonido.

    Pero si ellos, los infinitamente muertos, pudiesen [resucitar en nosotros un símbolo,

    mira, nos mostrarían quizá los amentos que cuel[gan del desnudo avellano o

    pensarían en la lluvia que cae sobre la tierra [oscura en primavera.

    Y nosotros, que pensamos en una felicidad [«creciente»,

    sentimos la emoción que casi nos anonada cuando algo feliz se «derrumba».

    La vida (ésta para la que el poeta era torpe y tuvo miedo) queda como una manera de la incomprensión, y realmente (tras el viaje lector) se concluye que la poesía ha tocado muy pocas veces, como aquí Rilke, un territorio tan sutil, tan amplio y tan difícil. Estamos ante una riquísima (y espléndida maraña de sentidos, que invocan todas

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    las cuerdas de nuestra metafísica. Las Elegías deDuino son la explicación de un anhelo (el de belleza y plenitud, existiendo el dolor) y quizá una de las más altas y arriesgadas fronteras -uno de los mayores límites- a que ha llegado la poesía en su viaje. He estado diciendo: Frontera, límite, tensión, un arco cuya cuerda se echa violentamente hacia atrás, hacia lo imposible. ¿Cabe extrañar, entonces, la imagen agotada y doliente de ese Rilke ojeroso, sus crispaciones y neurosis? Sabemos que Lou Andreas-Salomé fue discípula y colaboradora de Freud, y que llegó a escribir importantes artículos sobre psicoanálisis. Quizá fue ella la que incitó al poeta a psicoanalizarse. Y Rilke lo consideró, y le dio vueltas, hasta decidir no hacerlo. Si el psicoanálisis pretende, a veces, curar o estabilizar nivelando, es muy probable que de haber acudido a tal remedio Rilke no hubiese alcanzado la tormenta espiritual que -a su decirfueron las Elegías Duinesas. Ya que este texto es un libro enfermo, en la medida en que supone y quiere la quiebra de la cotidianeidad y la normalidad, una alucinada ventana a lo infinito.

    Su sentido de experiencia extrema lo lleva Rilke -con paralela fascinación que a la poesía- a unnuevo viaje, lo que denominó la muerte propia.Nuestra vida ha de crear nuestra muerte -la queespecíficamente nos pertenece- y la aceptación ypaladeo de ese final nos asegura la plenitud denuestra invisibilidad, la plenitud de nuestra entrada en lo abierto o en lo angélico. De ahí que elsuicida, por ejemplo (al menos en su forma romántica o apasionada) no fuera rilkeanamente hablando, un muerto maduro, ya que no había sabido esperar -otra palabra fundamental ·en elpoeta- su muerte propia. No faltó, claro, quienacusase a Rilke por su metafísica. Pero en su caso(como en el de Milosz, por citar otro ejemplo) talcrítica no puede denotar sino carencia y pobreza.

    Rilke viajero: Lo fue en todos los sentidos y direcciones. Y en alguna medida la menos importante es la física. Rainer María Rilke es el plus-ultra del viajero romántico, un explorador de los espacios interiores (que conectan con el exterior más lejano). En otras palabras, se trata de un pionero. Y sabía que la tentación del límite, la seducción de la frontera abocan necesariamente a la destrucción. La selva engulle. El horizonte atrapa, quien va -en última instancia- nunca retoma. Pero hay muchos viajes y muchas fronteras, y Rilke demostró que si la poesía (además de belleza) es un medio muy poderoso de exploración, también la vida real o fáctica del poeta debe hacerse digna de ese medio. El poeta debe ser (Rilke lo fue, más allá de Rimbaud) el gran enfermo, el gran vidente, el que vive en el punto de la crispación, la imagen y el júbilo. Rilke -como su visión de Ronda, ya contemplada en Rusia- es un poeta alquímico: Transmutador de ob-jetos, seres y paisajes en oro de allendi- � dad y energía. Poeta obviamente de fu- • � turo. �