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    MANUEL CHUST e IVANA FRASQUET (eds.)

    Los

    de las independenciasiberoamericanasLiberalismo, etnia y raza

    colores

    CONSEJO SUPERIORDE INVESTIGACIONES

    CIENTFICAS

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    LOS COLORESDE LAS INDEPENDENCIAS

    IBEROAMERICANAS

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    COLECCIN AMRICA

    Director

    Alfredo Moreno Cebrin (CSIC)

    Secretaria

    Marta Irurozqui Victoriano (CSIC)

    Comit Editorial

    Salvador Bernabu Albert (CSIC)

    Elda Evangelina Gonzlez Martnez (CSIC)Marta Irurozqui Victoriano (CSIC)Ascensin Martnez Riaza (Universidad Complutense)

    Alfredo Moreno Cebrin (CSIC)Consuelo Naranjo Orovio (CSIC)Mnica Quijada Maurio (CSIC)

    Rosario Sevilla Soler (CSIC)

    Consejo Asesor

    Michael Baud (Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral Agrario, Bolivia)

    Jess Bustamante Garca (CSIC)M. Elena Capelloti (Universidad de So Paulo)

    Manuel Chust Calero (Universidad Jaume I)M. Teresa Corts Zavala(Universidad Michoacana, Mxico)

    Jess M. Garca Aoveros (CSIC)Ricardo Gonzlez Leandri (CSIC)

    M. Dolores Gonzlez-Ripoll (CSIC)Tulio Halperin Donghi (Berkeley University, Estados Unidos)

    Sylvia L. Hilton (Universidad Complutense)Clara Lpez Beltrn (Universidad Mayor de San Andrs, Bolivia)

    Vctor Peralta Ruiz (CSIC)Jaime O. Rodrguez (University of Irvine, Estados Unidos)

    Ren Salinas (Universidad Santiago de Chile)Margarita Surez (Pontificia Universidad Catlica del Per)

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    MANUEL CHUST e IVANA FRASQUET (eds.)

    LOS COLORESDE LAS INDEPENDENCIAS

    IBEROAMERICANAS

    LIBERALISMO, ETNIA Y RAZA

    CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICASMADRID, 2009

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    Reservados todos los derechos por la legislacin en materia dePropiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, in-cluido el diseo de la cubierta, puede reproducirse, almacenarseo tramitarse en manera alguna por ningn medio ya sea electr-nico, qumico, mecnico, ptico, informtico, de grabacin o defotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial.

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    Catlogo general de publicaciones oficialeshttp://www.060.es

    CSIC Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.) y de los distintos autores.

    NIPO: 472-08-076-2ISBN: 978-84-00-08787-6Depsito Legal: M-5636-2009

    Impreso en Espaa -Printed in SpainImprime: Grficas Loureiro, S.L.

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    NDICE

    PROBLEMTICAS DEL LIBERALISMO: LA ETNIA Y LARAZA EN LAS INDEPENDENCIAS EN IBEROAMRICAManuel Chust eIvana Frasquet ..................................................................... 9

    ABREVIATURAS .............................................................................................. 19

    CAPTULO ILAS CAPITANAS GENERALES DE CUBA Y PUERTO RICOEN EL GRAN CARIBE, 1808-1812Michael Zeuske ..................................................................................................... 21

    CAPTULO IILIBERALISMO ILUSTRADO Y LIBERALISMO POLTICO ENCUBA: EN TORNO A FRANCISCO DE ARANGO Y PARREO(1764-1837)Juan B. Amores Carredano .............................................................................. 49

    CAPTULO IIILIBERTAD DE IDEAS Y PRENSA EN CUBA (1810-1823)Juan Jos Snchez Baena ................................................................................. 89

    CAPTULO IVESCLAVITUD, CIUDADANA E IDEOLOGA PROESCLAVIS-TA EN LAS CORTES DE LISBOA Y LA ASAMBLEA CONS-TITUYENTE DE RO DE JANEIRO (1821-1824)Mrcia Regina Berbel yRafael de Bivar Marquese ............................... 119

    CAPTULO VETNIA, POLTICA LOCAL E INSURGENCIA EN MXICO,1810-1821Eric Van Young .................................................................................................................................. 143

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    CAPTULO VIHACER PATRIA SIN INDIOS. DE LOS SANJUANISTASA LAGUERRA DE CASTAS, 1812-1847

    Izaskun lvarez Cuartero .................................................................................. 171

    CAPTULO VIIDEL NACIONALISMO AMERICANO EN LAS CORTES DECDIZ AL INDEPENDENTISMO Y NACIONALISMO DEESTADO EN LA NUEVA GRANADA, 1808-1821Oscar Almario G. ................................................................................................ 197

    CAPTULO VIII

    UNA APROXIMACIN A LA REGIN COMO ESPACIO DEREPRESENTACIN POLTICA EN EL PER (1808-1879)Nria Sala i Vila .................................................................................................. 221

    BIBLIOGRAFA ................................................................................................. 263

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    PROBLEMTICAS DEL LIBERALISMO:LA ETNIA Y LA RAZA

    EN LAS INDEPENDENCIAS EN IBEROAMRICA

    MANUEL CHUST e IVANA FRASQUETUniversitat Jaume I, Castelln

    Esta publicacin* es una excelente oportunidad para seguir reflexionan-do sobre algunos de los aspectos que, a nuestro entender, creemos centralesde las independencias en Iberoamrica. Temtica histrica que reviste no slomltiples enfoques sino tambin diversos aspectos, vertientes, nexos, contro-

    versias y particularidades que es conveniente seguir debatiendo.En los ltimos aos la balanza historiogrfica sobre las diversas inter-

    pretaciones de las independencias se ha inclinado considerablemente en elmundo latinoamericano hacia la historia cultural. Las cuestiones socioeco-nmicas han dejado paso a explicaciones de lo que se ha venido llamando lanueva historia poltica. No obstante, nosotros seguimos apostando por unaexplicacin estructural al seguir identificando los procesos de independen-cia iberoamericanos como revoluciones liberal-burguesas. O dicho con otraspalabras, planteamos que las independencias iberoamericanas hay que inscri-

    birlas dentro del ciclo de lo que Palmer y Godechot denominaron las revo-luciones atlnticas, si bien con algunas salvedades y notorias singularidades.En especial porque estos historiadores inventaron un trmino de mbito geo-grfico quiz para omitir otro ms social y poltico, en fin, de clase.

    No creemos que sea discutible ya que los procesos de independenciasupusieron el triunfo del Estado-nacin en las nuevas repblicas americanas.Triunfo frente al Antiguo Rgimen de la Monarqua absoluta. Es por ello que

    * El presente volumen forma parte del Proyecto de I+D del Ministerio de Educacin y

    Ciencia HUM2006-09581 y del Proyecto de Investigacin de la Fundacin Carolina Hacialos Bicentenarios. Las independencias en el Mundo Iberoamericano.

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    su contextualizacin es imprescindible para su comprensin. Revolucionesque estn inscritas dentro de los procesos revolucionarios liberales que sacu-dieron a Europa y Amrica desde el ltimo tercio del siglo XVIII hasta losaos setenta del siglo XIX, si incluimos en ellos a Italia y Alemania.

    Somos conscientes de que con esta afirmacin entramos en un debatecon mltiples consecuencias que escapan a un simple anlisis histrico sobrela caracterizacin de estas independencias y nos adentramos en una discu-sin intelectual ms profunda con la activa participacin de las cienciassociales. Debate historiogrfico que, como se ve, no slo no rehuimos sinoque lo reivindicamos. Es por ello, y obviamente por su carcter ciertamenteemotivo y sentimental, que la discusin cientfica del problema sobre lasindependencias iberoamericanas se vuelve problemtica y presentista.

    La segunda cuestin a plantear es que el estudio de las independenciasha sido tambin objeto de anlisis de cientficos sociales que han interpreta-do lo acontecido en la historia no slo con herramientas y conceptos de lasdiversas disciplinas de las ciencias sociales sino, lo ms problemtico, desdedisciplinas con metodologa y conceptualizacin presentistas, como la poli-tologa, la sociologa, la antropologa, la economa, etc. Lo cual ha venido acontaminar ms an si cabe el anlisis histrico. A la emotividad se le hasumado el presentismo y la utilizacin de la historia por la poltica.

    A la complejidad de los procesos de independencia se ha unido adems,

    y la publicacin de este libro responde a esta motivacin, la cuestin tnica yracial. Ignorada y despreciada por las historiografas nacionalistas, omitidapor las historias evenementielles, se incorporaron desde hace unas pocasdcadas en las distintas renovaciones historiogrficas debido, en parte, a lainfluencia de las ciencia sociales en Amrica Latina, en especial la antropo-loga, la sociologa y la politologa, pero tambin al auge de la historia social,de la historia de las mentalidades o de la historia cultural. Todas ellas ofrecie-ron un plano ms amplio y diverso al incorporar no slo perspectivas histri-cas diferentes sino tambin sujetos y objetos nuevos en el centro de anlisis

    histrico. Y que, sin duda, llevaron a conclusiones diferentes. Porque no es lomismo el anlisis histrico de una determinada comunidad indgena desde elplano de la historia que desde la antropologa con pretensiones histricas.

    Si nos situamos en un plano general en el estudio de las independenciasiberoamericanas, tanto espacial como temporal, tendremos que incluirvarios considerandos para su explicacin. Todos ellos trascendentales eimbricados: el desmoronamiento del Antiguo Rgimen espaol y portugus,sus repercusiones en su vertiente colonial, sus diversas adaptaciones y par-ticularidades americanas, su evolucin y los distintos ritmos que tuvo a lo

    largo de tres siglos, su diversidad regional y econmica y la multiplicidadracial y tnica, as mismo evolucionada.

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    Ello dio lugar no slo a una sociedad mestiza, jerrquica, privilegiada yracista sino tambin a pervivencias de otros modos de produccin, socieda-des, formaciones econmicos-sociales o como quiera que las distintas inter-pretaciones conceptuales las calificaron. As en algunas regiones la esclavitudva a marcar relevantemente la configuracin de los Estados-naciones poste-riores. Como por ejemplo en el caso de Brasil o la pervivencia colonial pos-terior a 1830 de Cuba y Puerto Rico esta vez dentro del Estado-nacinespaol. O bien la adopcin y evolucin en Amrica de formaciones socio-econmicas singulares que fueron una simbiosis del feudalismo adaptado alcolonialismo y un capitalismo americano, especialmente en el terreno delcapital distributivo. Ambos parmetros marcaron distancias y contradiccio-nes respecto a la metrpoli espaola y tambin a otros pases europeos.

    Complejas formas socioeconmicas que habr que tener presente para estu-diar su devenir, el del nuevo estado y la nueva construccin nacional.

    Independencias, emancipaciones e, incluso, revolucionesde independencia

    Pero vayamos de lo general a lo particular. Desde los aos sesenta delsiglo XX se han escrito muchas pginas acerca de las consideraciones y

    explicaciones de las independencias americanas. Sin establecer prioridadeso jerarquas entre ellas pasamos a valorarlas, si bien sucintamente como nopodra ser de otra forma en estas pginas, incardinadas a la temtica de estaobra.

    Se estableci en los aos sesenta y setenta del siglo XX, y reiteramos quehablamos de forma general, una interpretacin que contextualizaba las inde-pendencias dentro del proceso liberal capitalista que va a transformar elmundo desde 1763 hasta 1848. Fechas emblemticas como fueron la Paz dePars que dio trmino a la Guerra de los Siete Aos, la cual marc el inicio de

    la Revolucin Industrial inglesa, y 1848 como la eclosin de las oleadas revo-lucionarias democrtico-burguesas que empezaron a poner en cuestin desdela democracia poltica y social, el liberalismo tanto econmico como poltico.

    Esta tesis planteara como premisa principal una serie de acontecimien-tos y fenmenos sociales que en una secuencia histrica comprimida va adesencadenar determinados procesos revolucionarios. El triunfo de stossupondr el del Estado-nacin frente al Antiguo Rgimen, bien en su dimen-sin metropolitana bien en su dimensin colonial. Lo cual produjo, por unaparte, que sectores de la poblacin empezaran a quedar marginados del

    juego poltico liberal y, en segundo lugar, sintieran los rigores del liberalis-mo econmico tanto en su dimensin de expropiacin y generalizacin de la

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    propiedad privada como en la proletarizacin y desposesin, que en mayoro menor velocidad se produjo tanto en Europa occidental como en Amrica.

    Todo ello contribuir a generar una crtica desde el liberalismo exalta-do a este tipo de Estado liberal que a la vez que triunfaba su estado y seestabilizaba, se haca conservador al dirigir sus propuestas a la conserva-cin del Estado liberal triunfante.

    As tendramos que la Revolucin Industrial inglesa estara en el con-texto de la independencia de las Trece colonias norteamericanas, como tam-bin sta form parte en la quiebra coyuntural del Antiguo Rgimen francsque finalmente provocar la estructural que devendr en la Revolucin fran-cesa. Revolucin cuyo desenlace supondr no slo una onda expansiva revo-lucionaria monarqua constitucional, repblica, derechos liberales, nuevas

    legitimidades, representaciones, soberanas, un vocabulario nuevo y revolu-cionario, etc. sino la constatacin de que el Antiguo Rgimen poda serderribado al acontecer en un pas cuya monarqua era el prototipo del abso-lutismo. Es decir, la revolucin burguesa dej de ser una utopa para conver-tirse en una realidad en, ni ms ni menos, Francia. O deberamos decir en lamonarqua francesa, para ser ms exactos. Si bien, la propia dinmica de larevolucin en Francia hizo que surgieran diversos liberalismos y diferentesvas revolucionarias girondina o jacobina por sintetizar que marcaron,cmo no!, el futuro inmediato de otras burguesas que podan mirarse en el

    espejo francs y que no se reflejaban, especialmente, en el jacobino. Comopor ejemplo las burguesas comerciales y plantadoras hispanas de amboshemisferios. Y mucho menos tras la revolucin, que supuso la independen-cia, de Hait.

    Revolucin, liberal-burguesa, que gener una contrarrevolucin, noslo para pararla militarmente sino sobre todo ideolgica y polticamente,dado que el liberalismo mediante varias sntesis ideolgicas, fusiones equi-libristas cercanas a la metafsica e, incluso, removiendo y rescatando norma-tivas del escolasticismo, del iusnaturalismo o del pensamiento setecentista,

    de lo que en general se denomina Ilustracin fue capaz de estableceruna serie de premisas generales tan potentes como para cuestionar elAntiguo Rgimen. Y en segundo lugar, quiz lo ms difcil, legitimar formaspolticas que mistificaban la monarqua diseccionndola como Estado poruna parte y como forma de Estado por otra al inventarse o transformar sig-nificados como Nacin, Patria, Soberana, e incluso, Monarqua constitucio-nal o Impero napolenico, iturbidista o brasileo.

    Vertiente liberal-conservadora que en los pases catlicos aadi unplus de alta confrontacin religiosa que, convenientemente instrumentaliza-

    da, devino en eclesistica. Entre otros considerandos, porque no debemosolvidar que la fuente de legitimidad monrquica durante mil aos para la

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    monarqua francesa, espaola y portuguesa haba sido el Vaticano, el dogmacatlico y su extensin eclesistica. Y Amrica, la espaola y la portuguesa,sabe mucho de esa legitimidad y de esos fundamentos de las bases sociales,polticas, tnicas y raciales. Es por ello que no slo el derribo del monarcaabsoluto sino tambin los decretos anticlericales y, sobre todo, laicos de losjacobinos y, posteriormente, de Napolen pesaron como una losa en lacoyuntura 1800-1830. Pero no slo en el desarrollo religioso de muchas delas campaas sino en la relacin de fuerzas sociales armadas de muchasde ellas. De esta forma, y a pesar de que incluso Napolen se revisti con unandamiaje y ropaje eclesistico, la partida estaba perdida en ese plano reli-gioso y clerical tanto para el liberalismo peninsular como para el americano.Y ambos liberalismos lo saban. Al menos hasta que el Estado-nacin estu-

    viera consolidado, all ms o menos por los aos cuarenta. Es decir, fuera dela amenaza de la reconquista por parte de la monarqua fernandina que ape-laba a las fuerzas santoaliadas para derribar estados republicanos america-nos que haban osado traidoramente independizarse de la Madre Patria.

    Interpretacin, lejos de las nacionalistas y evenementielles, que puso elfoco de actuacin, tal y como lo haba hecho en Europa, en una clase socialde potencial revolucionario la burguesa restando valor a otra clasesocial como el campesinado, que si bien tena una enorme fuerza de movili-zacin antifeudal se le consideraba como un elemento pasivo, presa fcil de

    la iglesia catlica y, en ocasiones, quiz demasiadas, contrarrevolucionario.Lectura que nos es familiar ya que una lnea de interpretacin dominantesigue atribuyendo el papel motor y rector de los procesos insurgentes al crio-llismo dejando en mero papel anecdtico o secundario a las comunidadesindias y a la poblacin mulata y mestiza. Y en este caso, son fundamentalesalgunos de los estudios contenidos en este libro porque empiezan a matizary poner en duda tales interpretaciones.

    Independencias americanas que en esta explicacin amplia tuvieronbifurcaciones. Por una parte se mantuvo la tesis de insertarlas dentro de un

    proceso revolucionario amplio, liberal, transformador, revolucionario en elsentido de que superara al Antiguo Rgimen en su expresin colonial. Noobstante, tras la Segunda Guerra mundial, en plena Guerra fra y tras el res-tablecimiento de las relaciones hispano-argentinas tras el convenio entreFranco y Pern en 1949, convena enfriar esta explicacin y dotarla de cri-terios evolucionistas ms que rupturistas, es decir como un proceso demayora de edad en que las economas regionales americanas controladaspor las elites o aristocracias criollas se emanciparon econmicamente.

    Criollismo, observemos el inters constante desde diversas metodologas

    y explicaciones de eludir el trmino de clase burguesa o ms social yeconmico y recurrir a un concepto que alude a los orgenes raciales y de

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    nacimiento pero no necesariamente socioeconmicos, que se enfrentardurante el ltimo tercio del siglo XVIII al, y sta es la segunda parte de laexplicacin, cada vez ms agresivo y encastillado blindaje del Estado abso-luto espaol. El cual impactado tambin econmicamente por las conse-cuencias de la Revolucin Industrial inglesa comenzaba a verse eninferioridad econmica frente a los britnicos por ejemplo en el perennecontrabando y de ah parte de las medidas carolinas para frenarlo y en unacrisis financiera y hacendstica que no lograba remontar.

    Criollismo, concepto y significado, que limaba as dos vertientes esca-brosas en las explicaciones de las independencias iberoamericanas y a valo-rar especialmente. En primer lugar al ser un trmino que omita un conceptoque comenzaba a ser insistentemente peyorativo en Amrica Latina, como

    liberal. Y no slo por el presentismo del trmino sino tambin porque sevinculaba a los que haban arrebatado las tierras y empobrecido a las comu-nidades indgenas en nombre de la libertad, igualdad y de la construccinde una nueva Nacin y, por ende, de una nueva y difcil construccin denacionalidad. En segundo lugar americanizaba el proceso, es ms lo nacio-nalizaba, dejando fuera cualquier sospecha de importar modelos preestable-cidos exgenos eurocentristas y, por lo tanto, haciendo una excepcionalidaden cada una de las independencias americanas. Los compartimentos estan-cos del proceso lo completaron las historias nacionales del siglo XIX que se

    han mantenido, e incluso reforzado, en buena medida hasta el siglo XXI.Historias nacionales que explican, desde la escuela primaria las gestas noslo de grandes hombres heroicos, blancos y criollos, de buenos patriotas ymalos realistas, sino en un contexto exclusivamente nacional, omitiendo noslo un espacio ms amplio americano sino cualquier relacin con la inter-conexin universal del proceso insurgente. Y de ah varias reacciones. Laprimera la resistencia a incorporar conceptos calificados de europeos o noamericanos y en segundo lugar a omitir o descalificar actores no criollos.

    Es por ello el devenir de hroes, autctonos, regionales, etc., y la mayor

    parte durante dcadas criollos. La exclusin de lderes indgenas omulatos fue abrumadora. Y cuando no se les excluy se les incluy en laslistas de los realistas. Y efectivamente se manej una visin maniquea, uni-direccional y en donde la inevitabilidad de la emancipacin o independen-cia fue manifiesta.

    Y, una ltima reflexin, criollas fueron las fuerzas sociales que lograroncon sus gestas la independencias. Por lo que tanto indios como mestizos,mulatos o negros quedaron relegados al penoso papel de contrarrevolucio-narios realistas o fantasmas invisibles al apartarse de la gesta insurgen-

    te. Las explicaciones son sabidas: las cuatro ies: inactivos, irreflexivos,ignorantes e irracionales. A estas interpretaciones y algunas cuestiones ms

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    se sumaron las racistas imbricadas con la religin catlica que exclua a laraza negra de la cualidad de tener alma, lo cual hizo durante mucho tiempode las independencias americanas una cuestin no slo de clase, sino tam-bin de raza blanca, de nacionalidad americana y religin catlica. Es decir,los BAC: blancos, americanos y catlicos. Al igual que en los EstadosUnidos de Norteamrica en donde los WASP blanco, anglosajn y protes-tante construyeron durante mucho tiempo su historia nacional.

    Lo importante de ello, para este estudio preliminar, son dos premisas: laprimera tiene que ver con la interpretacin que dentro de este contexto sehace de las independencias o mejor, de las emancipaciones, porque aun-que se insertan dentro de este proceso difcil de no tildar de revolucionarioacaban sealndolo como evolucionista, como una transicin lgica y

    como una predisposicin natural hacia el camino de la independencia enel cual ya estaban preparados. La conclusin es manifiesta: no hubo revolu-cin. Y por lo tanto no hubo fuerzas contendientes interamericanas, losenfrentamientos fueron contra los espaoles, los extranjeros, los inva-sores y, por supuesto, hubo unidad nacional: los americanos contra losespaoles. Y en segundo lugar habr que destacar que durante muchos aosen la categora de americanos se englobaba solo a los criollos. Visin en dondepredominaba una lectura racista de la insurgencia. Los indios, mestizos,negros y mulatos quedaron fuera por la propia concepcin de sus etnias y

    razas. Otra cosa muy distinta ser cuando el Estado-nacin triunfe y tenga queincorporarlos, nacionalizarlos o, reducirlos armadamente si ofrecan resisten-cias como en el caso aqu expuesto de la guerra de Castas en el Yucatn.

    La segunda premisa a destacar es la caracterizacin del antagonista: lamonarqua espaola o mejor la sntesis que algunos hacen de ello: la Espaay los espaoles. Tendremos que seguir destacando que son dos conceptosdistintos dado que el primero responde, segn su adscripcin histrica, o biena una definicin cultural y geogrfica o bien a las caractersticas del Estado-nacin Espaa que surgir en 1810 en las Cortes de Cdiz y constitucional-

    mente en 1812. Si bien su triunfo definitivo se prolongar hasta 1844.Mientras que la Monarqua espaola se refiere al Estado espaol. Claro queen esta definicin tambin es muy importante el momento histrico, dado quecon ello se puede aludir a la monarqua espaola absolutista o a la monarquaespaola constitucional. Y no ser lo mismo, tanto en el interior peninsularcomo en su relacin con los territorios americanos. Ya hemos insistido enotros estudios en este tema. Pero conviene recalcarlo por cuanto a la diversapoltica que se desarrollar en Amrica en diferentes momentos.

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    to que en materia de difusin de ideas y conocimientos supuso el decreto delibertad de imprenta de 1810 en la isla. Y como l dice hubo un antes y undespus de esa fecha. Quiz la prensa fue un termmetro de los avances yretrocesos del parlamentarismo en la historia de Espaa. Censurada a partirde 1814 con la restauracin absolutista, volvi a su mxima expresin en1820 con el regreso del constitucionalismo para fenecer y volver al colonia-lismo en 1823. Expresin mxima de la diversidad de ideas, fue uno de loscentros neurlgicos de los debates sobre raza y esclavitud que se tuvieron enestos cruciales y dinmicos aos.

    Esta primera parte la culmina un estudio de la profesora Marcia Berbely el profesor Rafael Marquese sobre los debates que en las cortes de Lisboay Ro de Janeiro entre 1821 y 1824 se tuvieron acerca de la esclavitud en

    Brasil. Tema crucial porque este estudio desentraa uno de los posibles valo-res de este libro. En primer lugar incluir a Brasil y Portugal en el contextode las independencias, demasiadas veces omitido, y en segundo lugar, mues-tra claramente uno de los debates polticos e ideolgicos ms fructferos delmomento como fue el que se desarroll en estas cortes desde el liberalismocon el tema de la esclavitud que inevitablemente acompaa al de ciudada-na, nacin, nacionalidad, derechos, libertades y raza. Semejante debate nose produjo ni en las cortes de 1810-1814 ni en las de 1820-1823 en Espaa.

    La segunda parte del libro est dedicada a la cuestin tnica en otro de

    los espacios centrales iberoamericanos como fue Nueva Espaa. Si bien endos momentos distintos, tanto cronolgicos como espaciales: la insurgenciade los aos 10 y la guerra de Castas en Yucatn de los aos cuarenta. En elprimer tema, el estudio corresponde a uno de los especialistas ms recono-cidos como es el profesor Eric Van Young en donde aborda directamente unode los nudos gordianos de la insurgencia novohispana como fue el papel quealcanz la raza en la insurgencia. Van Young desde hace aos irrumpi en lahistoriografa mexicana con planteamientos novedosos en los que proponeintentar desentraar cuestiones clave sobre el equilibrio entre raza, etnia y

    ciudadana, la identidad per se del indio o su asimilacin a planteamientoscriollos. Y en todo el debate, una cuestin central que sirve de nexo verte-brador a todos los estudios: el impacto de los decretos de Cdiz y su consti-tucin en estas clases subalternas indgenas. Porque, como plantea VanYoung pes ms la condicin de indio o de clase subordinada?

    Completa esta segunda parte el estudio de la profesora Izaskun lvarezen el cual hace un recorrido desde la Constitucin de 1812 hasta la Guerrade Castas en uno de los estados con mayor proporcin de poblacin indge-na como fue y es Yucatn. lvarez presenta cuestiones novedosas en su

    investigacin justamente porque retrotrae la gnesis de su anlisis al impac-to que las leyes doceaistas tuvieron en esta provincia y su vinculacin,

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    como consecuencias, con la denominada Guerra de Castas que acontecer enlos aos cuarenta. Y, evidentemente, aqu ya no slo entran cuestiones deinterpretacin culturales como en el caso de Van Young sino el impactoque el liberalismo de origen doceaista tuvo en las tierras comunales y surepercusin social y econmica para las comunidades indgenas. El debateest planteado. Las comunidades se movilizaron por cuestiones de clase opor cuestiones de raza? Debate que no escapa a una de las pretensiones dellibro.

    La tercera y ltima parte aborda temticamente las repercusiones ideo-lgicas y polticas que tras el liberalismo doceaista impactaron en dos delos virreinatos de Amrica del Sur en cuanto a la problemtica de las diver-sas estrategias del criollismo frente a la presin de clases subalternas y el

    color de la piel en el caso de Nueva Granada y de la organizacin territo-rial en el caso del Per. En el primero el profesor scar Almario nos ofreceuna interesante propuesta al plantear la complejidad del proceso ideolgicoidentitario debido a la superposicin de varios proyectos y sus respectivosagentes. Almario conjuga en su estudio el anlisis del nacionalismo deEstado que estara en ascenso, el de las elites regionales que no acabaran dedesprenderse de ataduras del pasado en los nuevos tiempos y la etnogne-sis de negros e indgenas que se resistiran a la esclavitud y a su condicinservil a la vez que estaban siendo excluidos del proyecto nacional. Y lo sin-

    gular de esta exposicin es que Almario identifica tres momentos en la din-mica ideolgica del liberalismo neogranadino: el nacionalismo americanosurgido en las cortes de Cdiz, el independentismo insurgente gestado enlos aos de las guerras de independencia y finalmente el nacionalismo deEstado tras su triunfo.

    Por ltimo cierra esta ltima parte y con ello el libro, el captulo de laprofesora Nria Sala en el cual realiza un extenso recorrido temporal en elque vincula, desde las propias cortes de Cdiz, la gestacin de los trminosde ciudadana y de la representacin poltica en la construccin del proyec-

    to liberal con las distintas organizaciones poltico-administrativas que con-formaron el Per en la construccin del Estado.Teniendo presente la complejidad del tema abordado, la diversidad

    espacial y regional de Iberoamrica, creemos que el presente volumen puedecontribuir al conocimiento de uno de los temas centrales de la poca de lasindependencias iberoamericanas.

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    ABREVIATURAS

    ACNP Archivo del Congreso Nacional del PerADLP Archivo Digital de la Legislacin en el PerAGI Archivo General de Indias

    AGN Archivo General de la Nacin de MxicoAGNP Archivo General de la Nacin de Per

    AGS Archivo General de SimancasAHN Archivo Histrico NacionalAIPG Archivo de Instrumentos Pblicos de GuadalajaraANC Archivo Nacional de CubaAJA Archivo Judicial de la Audiencia de la Nueva Galicia

    BNJM Biblioteca Nacional Jos MartBNP Biblioteca Nacional del PerBPE Biblioteca Pblica del Estado de Jalisco, Guadalajara

    GStAPK-D Geheimes Staatsarchiv Preuischer Kulturbesitz, Berlin-Dahlem

    LLIUB The Lilly Library, University of Indiana, BloomingtonDAG Dirio da Assemblia Geral Constituinte e Legislativa do

    Imprio do Brasil, 1823DCG Dirio das Cortes Gerais e Extraordinrias da Nao

    Portuguesa de 1821 e 1822

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    CAPTULO ILAS CAPITANAS GENERALES DE CUBA Y PUERTO

    RICO EN EL GRAN CARIBE, 1808-1812

    MICHAEL ZEUSKEUniversidad de Colonia, Alemania

    Cuba y el Caribe espaol 1800-1820

    Para Europa y Amrica del Norte en 1800 la isla de Cuba apenas eraconocida como un pas del azcar. Alexander von Humboldt, quien pas porla isla en 1799-1800 y 1804, la describi como un desierto con una cabezade agua [La Habana]1. La expresin un desierto se refiere al monte y alas diversas economas de subsistencia, tabaco y de ganadera extensa fuerade la capital, junto con un comercio clandestino, vulgarmente conocidocomo contrabando. Los extranjeros, aunque fuera un cientfico excelentecomo Humboldt quien era un frreo enemigo de la esclavitud, en la his-toria real apenas reconocieron las potencialidades de una renovada esclavi-tud (lo que ms tarde Tomich llam segunda esclavitud)2. Eso quiere decirque los procesos iniciados en Espaa en 1808 encontraron a la Cuba gran-

    de, la Cuba del azcar y de la esclavitud masiva, en un proceso sumamen-te complicado de desarrollo.

    Mucho ms que Cuba, la isla de Puerto Rico hubiera merecido la expre-sin fisicrata de un desierto, porque aunque se pareca a Cuba, tena y

    1 HUMBOLDT, 1986-1990, 87. Projekt CEHI 14/03 der Fundacin Carolina (Madrid,Spanien), Titel Liberalismo y protonacionalismo en el mundo hispnico.

    2 TOMICH, 1990; TOMICH, 2004, 56-71, 75-94, 95-119; TOMICH, 2003, 4-28; ZEUSKE,2004a. En cuanto a Humboldt y la esclavitud en Cuba vase mi artculo sobre la parte del dia-

    rio humboldtiano (Cuba 1804), recientemente hallado en Cracovia (Polonia): ZEUSKE, 2005,65-89.

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    tiene casi el tamao de Jamaica y una economa mucho ms caracteriza-da por la subsistencia, el contrabando y la ganadera extensiva. De la parteespaola de Santo Domingo ni hablar3. Slo despus del ataque del amphi-bious warfare britnico en 1797 a San Juan comenz en Puerto Rico unproceso en algo parecido al desarrollo de Cuba4.

    En la ms importante isla hispnica de la Antillas, Cuba, los problemasms candentes para la elite antes del intento de formar una junta fueron dos:la cuasi-guerra entre los Estados Unidos y Francia, el llamado embargo deJefferson 22 de diciembre de 1807 hasta 1809 y la falta temporal delsituado novohispano5. En definitiva, junto con los problemas del llamadocomercio libre6, el centralismo estatal y eclesistico del imperio, para laoligarqua de La Habana hubiera sido muy deseable un autonomismo,

    pero un autonomismo realista muy cercano al absolutismo, como era detradicin desde 1763 (con el cual, los hacendados azucareros y los comer-ciantes esclavistas ya haban adquirido el comercio libre de esclavos, ade-ms de ganar la llamada guerra de los diezmos contra la iglesia).

    As pues, en comparacin con otros territorios americanos, la isla de Cubaalrededor de 1800 tena tres especificidades. Primero, su territorio o, ms bien,sus ciudades portuarias ms importantes (La Habana/Matanzas y Santiagode Cuba) junto con el puerto de San Juan en Puerto Rico7 y la isla espao-la de Santo Domingo se hallaban ms cercanas a dos polos revolucionarios

    que otros territorios espaoles en Amrica: el de los Estados Unidos deAmrica del Norte8 y el de la colonia francesa de Santo Domingo, Saint-Domingue9. Segundo, Cuba era parte de un territorio especial dentro del con-cepto del imperio de la corona espaola isla de los ensayos10 y tercero:La Habana, su puerto y en cierto sentido toda Cuba eran puntos importantsi-mos de interseccin imperial y, por lo tanto, puntos estratgicos del ms altorango, tanto para la comunicacin con Sevilla y Cdiz, como para la comuni-cacin con el pas de la plata: Nueva Espaa y su puerto Veracruz11. San Juan

    3 MARTE, 1989; no en balde en las cortes de Cdiz se contempl una excepcin a laisla de Santo Domingo, vase: Chust, 1999, 176.

    4 TORRES RAMREZ, 1968; SCARANO, 1984, PIC, 1988, 136-149.5 KUETHE, 2005, 301-318.6 LUCENA SALMORAL, 1978, 123-145; MARRERO, 1972-1992, 82-90.7 REILLY, 1970, 624-621.8 RODRGUEZ VICENTE, 1954, 61-106; KNIGHT, 1986b, 237-261; TORRES-CUEVAS,

    2000, 28-63; FERNNDEZ DE PINEDO ECHEVARRA, 2001, 5-23.9 FERRER, 2003a, 333-356; FERRER, 2003b, 675-693; GONZLEZ-RIPOLL NAVARRO et

    al., 2004b.10 GONZLEZ-RIPOLLNAVARRO, 1999.

    11 GRAFENSTEIN GAREIS, 1997; GONZLEZ-RIPOLLNAVARRO, 1999; KUETHE, 1998, 209-220; GRAFENSTEIN GAREIS, 2000, 111-138; PIQUERAS, 2005a.

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    de Puerto Rico era el apostadero y la base de la marina militar y, por eso,algo parecido a un Gibraltar espaol del Caribe durante las guerras contralas independencias americanas (aunque el apostadero de La Habana eramucho ms importante). De estas especificidades resultaron tres tendenciasobvias en Cuba enmarcadas en el mbito local, puramente econmico yestructural, en un proceso de larga duracin ya desde alrededor de 1740formacin de nuevos ingenios azucareros con esclavitud masiva, peroclaramente visible desde la recuperacin de La Habana de los ingleses en1763. Cuba viva profundos procesos de reforma exitosa dentro de lo que seha llamado el reformismo carolino, sobre todo en los aspectos militares,demogrficos y econmico-sociales12. Las elites, sobre todo la elite de LaHabana, una oligarqua profundamente hispano-americana, ya en el sigloXIX denominada sacarocracia (Jos Antonio Saco), jugaban un papelsumamente activo en la realizacin de estas reformas. Por eso, en la isla,como en cierto sentido tambin en Puerto Rico en Santo Domingo no13,en primer lugar por razones exteriores, las reformas carolinas, tanto las deCarlos III, como las de Carlos IV, resultaron un xito lo repito. En Cubase reorganizaron las milicias y el ejrcito fijo, se cre la primera intendenciaamericana y se construy la gigantesca fortaleza de La Cabaa. Para eso, lacorona necesitaba la participacin de las elites locales, sobre todo la de lospatricios de La Habana. El proceso de reformas que surgi de todo esto dur

    por lo menos de 1763 hasta 1825, con problemas, claro, pero a pesar de estocasi ininterrumpido por los cambios de reyes y sistemas en la madre patria(Carlos III, Carlos IV, primer Fernando VII, Regencia-cortes de Cdiz-JosNapolen, segundo Fernando VII, Trienio Liberal, ltimo Fernando VII).Todo esto slo se acab con las facultades omnmodas para los capitanesgenerales (1825), verdaderos procnsules imperiales y, finalmente, con laexpulsin de los diputados cubanos por parte de los liberales peninsulares en183714.

    Al principio, en 1775, para la Cuba del azcar y de la esclavitud se

    abrieron vastos horizontes de comercio y crecimiento, prcticamente unhorizonte de utopas de crecimiento eterno (la esencia de esta utopa, acom-paada de un programa de desarrollo para las hasta aquel entonces peri-ferias mediante la esclavitud masiva, se encuentra en el famoso discurso delAdam Smith de las plantaciones, Francisco de Arango y Parreo:

    12 JOHNSON, 2001.13 SCHAEFFER, 1949, 46-68. PORRAS MUOZ, 1968, 601-618. Aunque la corona, como

    se puede apreciar en el Cdigo Negro Carolino de 1785 para Santo Domingo, tena la ideade desarrollar justamente la parte oriental de la vieja isla La Espaola, vase: MALAGN

    Barcel, 1974; LUCENA SALMORAL, 1995, 267-324.14 FRADERA, 1999, 71-94.

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    Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla,1792)15. Tambin con las guerras alrededor de la independencia de la trececolonias britnicas al norte de Amrica y la siguiente apertura del comerciocon neutrales, con las guerras contra Francia, la rebelin de los esclavos enel Guaricoel viejo nombre de Le Cap en Saint-Domingue, con las gue-rras para sacar la parte francesa de Santo Domingo vendido a Franciaprcticamente en 1795 de Francia16 y, finalmente, con las interminablesguerras napolenicas. Bajo estas condiciones, la corona imperial de lasEspaas respectivamente la Regencia estaba dispuesta a dar muchodinero y mucha plata a Cuba: la isla era el territorio americano con las msgrandes sumas de situados hasta 181117 y las elites, tanto espaolascomo criollas, eran las ms privilegiadas en cuanto al comercio de neu-

    trales18. La elite de La Habana era la beneficiaria del derrumbe imperial yde las presiones para mantener un esqueleto esencial de comunicacionesentre la pennsula Cdiz y Amrica La Habana. Los cambios pol-ticos se dieron, como ya he resaltado, sobre el trasfondo de cambios econ-micos y estructurales de larga duracin a partir de ms o menos 1740,cuando la Guerra del Asiento demostr que las elites cubanas y las elitesimperiales estaban dispuestas a hacer cambios profundos y se vieron frena-das por una corona tmida y un adversario ingls poderoso, igualmente enauge. La relacin ntimamente entrelazada de poltica imperial, prdida de

    territorios (1795-1830: Santo Domingo 1795-1822, Louisiana 180419, lasFloridas 1763-1783, 1810-1820, las colonias continentales 1813, 1821,1830), mentalidad emprendedora criolla, militarizacin de las elites, tantocubanas como metropolitanas, con estos procesos de larga duracin sedemuestra claramente en cuanto a las ganancias surgidas del comercio deneutrales. Lev Marrero resalta: Las casas de comercio habaneras, benefi-ciarias directas de este comercio de neutrales, estuvieron en condicionesptimas para financiar, en relativa gran escala, el boom azucarero iniciadoen la ltima dcada del Setecientos, al punto de que entre 1797 y 1801, pres-

    15 ARANGO Y PARREO, Francisco, Representacin hecha a S.M. con motivo de lasublevacin de los esclavos en los dominios de la Isla de Santo Domingo (20 de noviembrede 1791), en: ARANGO Y PARREO, 1952, 111-112; ARANGO Y PARREO, Discurso sobre laagricultura de La Habana y medios de fomentarla (1792), en: P ICHARDO, 1973, 162-197;sobre Arango vase los trabajos de AMORES CARREDANO, 1995, 25-33; AMORES CARREDANO,1998a, 507-521; AMORES CARREDANO, 2004a, 189-196.

    16 OLIVARES, 1994, 49-75; YACOU, 1996, 277-293.17 MARICHAL Y SOUTO MANTECN, 1994, 587-613; KUETHE, 1998, 209-220, en espe-

    cial, 213-214; KUETHE, 2005, 301-318.

    18 ZEUSKE, 2000, 67-100.19 SMITH, 1971, 21-40.

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    con los mtodos ms modernos de aquel entonces28una base muy fuerte(junto con las tradiciones de la amistad borbnica) de una posible cartafrancesa en 1808. Esto quiere decir tambin, que las elites cubanas, prcti-camente con una revolucin de esclavos en la isla vecina, decidieron des-arrollar ms la esclavitud en su propia isla un argumento muy importanteen contra de la tesis del temor ante los esclavos.

    Tambin otras partes de la isla de Cuba y sus elites se vieron sumidasen un profundo cambio: por ejemplo la parte de Santiago de Cuba por lamasiva inmigracin francesa desde Saint Domingue (de ah surgi, entreotras, la economa del caf en el oriente de Cuba). O en la parte central deCuba, en Puerto del Prncipe hoy Camagey, por el traslado de laAudiencia de Santo Domingo a Cuba (1804) adems de muchos vecinos de

    la parte espaola de Santo Domingo.La cuestin en el artculo presente es: cmo pasaron, cmo sobrevivie-

    ron, los lderes y actores de este boom la crisis imperial de 1808 a 1814 yqu pas con su proyecto de autonoma?

    Qu pas en 1808?

    No sabemos mucho. Por otra parte, es algo raro que Cuba, hasta hoy, en

    los libros sobre los procesos de formacin de los Estados en la Amricaespaola no tenga casi ninguna importancia, a pesar de que la elite criollajug un papel importantsimo en las luchas por el autogobierno29. Paradecirlo de antemano: si en el da 26 de julio o en la noche del 27 de1808 se hubiese formado una Junta de gobierno en La Habana, la elite crio-lla de La Habana hubiera protagonizado tanto econmica como polticamen-te el futuro de Cuba y, en cierto sentido (como un centro con xitoeconmico y una isla de ensayos), tambin de la Amrica espaola entera.Eso nos lleva a criticar una tergiversacin muy divulgada entre los historia-

    dores latinoamericanos, a saber: que las guerras de independencia han toma-do, desde ms o menos, los aos 70 del siglo XIX, el estatus de un acto denacimiento en la ideologa nacional, traspasando ese estatus mstico tambina la formacin de juntas. Pero eso no fue as. Primero hay que resaltar la idea

    28 Informe de Nicols Calvo al Real Consulado, 6 de Septiembre de 1797, ArchivoNacional de Cuba, La Habana (En adelante ANC), Real Consulado y Junta de Fomento de laIsla de Cuba, leg. 85, No. 3489, f. 2r-3r, 7v -8r; vase tambin: RC 92/3921: Expedienteofreciendo seguir por el metodo frances el cultivo de la caa de azucar y la elaboracion deeste fruto, y solicitando licencia del gobernador para traer a su costo varios artefices y agri-

    cultores franceses, 26 de Agosto de 1795.29 VZQUEZ, 2004; PIQUERAS, 2005a, 95-124.

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    Regresando a Cuba. El 17 de Julio de 1808 salt en tierra D. Juan deAguilar Amat, nuevo intendente de Cuba. El capitn general SalvadorMuro y Salazar, marqus de Someruelos, hasta ese da todava en pugna conlos pueblos comarcanos de las costas de Cuba para que stos repeliesen msy ms duro a los piratas y contrabandistas ingleses y en buenas relacionescon el general francs Ferrand en la ciudad de Santo Domingo en la islavecina, recibi las asombrosas noticias de la formacin de la Junta deSevilla34. Aqu hay que introducir una observacin muy justa de AllanKuethe: La situacin militar de Espaa en Cuba se deterioraba ao tras ao.La estructura del estado del antiguo rgimen poda sostener un estado deguerra seis, siete, quizs ocho aos o un poco ms; pero quince aos, casi sininterrupcin, era ms de lo posible35. Someruelos, en una primera reaccin,

    convoc al palacio del capitn general al general Villavicencio, al obispoEspada, a los asesores de gobierno y al teniente Rey brigadier FranciscoMontalvo, el subinspector de las tropas y el segundo cabo. Las tropas y lasmilicias de la isla de Cuba estaban casi todas controladas por oficiales, cla-ses y soldados criollos. Para decirlo claro: las milicias disciplinadas otravez asumieron la responsabilidad mayor de la defensa de la isla36. Esto essumamente importante, porque demuestra dos cosas en el caso especial deCuba. Primero: eran las elites privilegiadas del pacto especial entre ellos yla corona imperial las que controlaban la isla militarmente. Y segundo: no se

    trataba de toda la elite, sino representantes de la mayor parte de sta, la gene-racin de Montalvo nacido ms o menos en 175037 muchos con ttulosaristocrticos (inclusive ttulos de Castilla) y puestos militares (muchasveces adquiridos mediante venta de nombramientos)38. Eran tambin, ensu mayora, la clase promedia de los poseedores de ingenios y la mayora delos esclavos de la isla, que un poco antes se haban visto dispuestos a formaruna nueva colonia de su Cuba grande en su propia isla la fundacin de

    34 PEZUELA, 1868-1878, 380-384; vase tambin el estudio ms reciente: VZQUEZ

    CIENFUEGOS, 2002, 263-269.35 KUETHE, 1998, 217.36 KUETHE, 1983, 43-55; KUETHE, 1984, 142-156; KUETHE, 1986a, 123-138; KUETHE,

    1986b, 143-146; KUETHE, 1991, 13-39.37 MORENO FRAGINALS, 1996, 145-156; vase el ejemplo de uno de ellos: Documentos

    que acreditan los servicios prestados al Rey y la patria, por el Sr. Dn. Jos de Zaldvar yMurqua, 1er Conde de Zaldvar, Coronel de Milicias Disciplinadas de la Habana, Caballeroprofeso en la Orden de Santiago, Alcalde ord. por S.M., Regidor Decano, Receptor de penasde Cmara, Juez calificado de esclavos prfugos, teniente de prior y consiliario del RealConsulado, Director de caminos, diputado de varias corporaciones, vocal de la junta deMaderas &.&, en los aos de 1792 1815 (6 folders), en The Lilly Library, University ofIndiana, Bloomington, Indiana, Manuscript Department (En adelante LLIUB, MD), 1792,

    Dec. 1 - 1815, Sept. 23. Latin American mss. Cuba.38 KUETHE, 1998, 217-218.

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    Guantnamo mediante una expedicin cientfica39. Humboldt los habaconocido casi a todos durante sus estancias en la isla entre 1799-1800 y180440.

    Los otros pasajeros del barco con que haba llegado el nuevo intenden-te propagaron de inmediato las nuevas de Espaa en la ciudad de La Habana.El centro de la ciudad y las instituciones estaban llenas de personas y la pre-sin del pblico de la poblacin de La Habana fuera de las institucionesimperiales, el cabildo y las iglesias, llegaba a puntos inesperados41. El cabil-do acord ocuparse seriamente de conservar esta Isla durante la presentecrisis42. Someruelos public una Proclama los habitantes de la isla deCuba en la cual proclam la fidelidad hacia Fernando VII y las hostilidadescontra los franceses43. Adems excit a los habitantes de la isla a socorrer con

    donativos a la madre patria y decidi despachar los ms prontos avisos delas ocurrencias de Espaa a Veracruz, Cartagena, San Agustn de la Florida yotros puertos caribeos44. Inform a los cuatro virreinatos y todas las capita-na generales de Indias, el Cnsul general y encargado de los negocios en losEstados-Unidos del norte de Amrica, as como tambin a los capitanes debarcos ingleses que hasta ese momento haban hostigado la isla para que stosinformasen a los gobernadores de Jamaica y Providencia45. En los prximosdas, digamos entre los das 18 de julio y 25 de julio de 1808, cuando seesparcieron por La Habana impresos de la Junta Suprema de Sevilla, pero

    tambin impresos y proclamas de otras juntas ms tarde tambin un ejem-plar de la Constitucin de Bayona46 surgi la idea de formar una juntade gobierno en la misma Cuba, sobre todo bajo la inicial concepcin buro-crtica de uniformar los diferentes ramos de gobierno existentes en la isla(Capitana general, Intendencia, Superintendencias de tabacos y marina,Audiencia, un poco alejada). El marqus de Someruelos explicaba pocotiempo despus: Yo era de parecer de que convenia esta junta, bajo la con-dicin de que l mismo, el actual capitn general quedara como el jefe dela isla47. Opuestos a esta idea se manifestaban segn la opinin de

    Someruelos todos aquellos que conocan que, si se llegase establecerla junta, habian de reformarse desde luego los exorbitantes gastos que hay

    39 HIGUERAS, 1991.40 ZEUSKE, 2000, 67-100; ZEUSKE, 2001b; ZEUSKE, 2002.41 Vase el trasfondo en: GUERRA, 2002, 357-384.42 Acuerdo del Cabildo, de 22 de Julio de 1808, en: ARANGO, 1952, 115-117.43 la Suprema Junta de Sevilla en 28 de julio de 1808 [Someruelos], en: PEZUELA,

    1868-1878, 431-432.44 PEZUELA, 1868-1878, 382.45 PEZUELA, 1868-1878, 432.

    46 MARRERO, 1972-1992, 8.47 PEZUELA, 1868-1878, 383.

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    en sus ramos, eran los que ms hablaban contra el establecimiento de ella;suponiendo que esto era suscitado por algunos pocos que, decian ellos, que-rian mandar48. Esto es, la junta como medida contra la corrupcin! Losque criticaban ms estos gastos elevados de la administracin imperial yotros ramos, es decir, tambin iglesia y ejrcito eran los hacendadosazucareros ms avanzados, sobre todo en cuanto a impuestos, los diezmos ylos costos de la iglesia en general. Tambin por eso haba un debate muyintenso entre las elites de la isla en el cual los sacarcratas haban ganadoen una verdadera guerra de los diezmos, en cuanto a impuestos, losdiezmos y la iglesia49. Con los dineros ganados podan invertir ms en eldesarrollo de la industria azucarera y en el comercio libre de esclavos. Esalibertad, no de los esclavos, sino de comercio de esclavos, marcaba uno

    de los trasfondos ms importantes del fracaso del liberalismo en el imperioespaol50. Juan Jos Daz de Espada y Fernndez de Landa (1756 Arroyave,lava - 1832 La Habana), el obispo Espada (segundo obispo de La Habana,1800-1832), regalista y monrquico, protestaba contra los planes de la elitecriolla de La Habana en su escrito Diezmos reservados (1808)51.

    Francisco de Arango y Parreo, la voz de los hacendados ms moder-nos (nacidos alrededor de 1770), la generacin del 92 y enemigo de lafraccin militar de la elite criolla (como Montalvo), fue el centro de ungrupo de la oligarqua habanera, que empez a preparar la formacin de una

    junta de gobierno en Cuba. Con el apoyo del capitn general. Para su pro-puesta de una junta empezaron a coleccionar votos entre las familias msimportantes52. En una nueva conferencia en el palacio del capitn general enla noche del 27 de julio de 1808 Arango manifest oficialmente la idea de lajunta de La Habana. Los opositores ms acrrimos a la idea de la junta eranel teniente general Juan Villavivencio, jefe militar del apostadero de LaHabana, el ex intendente Rafael Gmez Roubaud (todava jefe de la Factorade Tabacos), el regidor Nicols Barreto y otros regidores del ayuntamiento,as como el enemigo ms importante con muchos militares el brigadier

    Montalvo53

    . Este militar criollo, al escuchar por primera vez la propuestade la junta de gobierno interrumpi Arango en su lectura y, descargandouna puada sobre la mesa de conferencia, protest que no se instalaria junta

    48 PEZUELA, 1868-1878, 383.49 MORENO FRAGINALS, 1978, 112-126.50 MARCHENA FERNNDEZ, 2003, 145-181.51 TORRES-CUEVAS, 1999, 1-153, 206-256.52 Vase el texto del Memorial del 26 de Julio de 1808 y la lista de los firmantes:

    MORALES Y MORALES, 1931, 22-25, nota 1; GONZLEZ-RIPOLL NAVARRO, 2001, 291-305;

    GONZLEZ-RIPOLLNAVARRO, 2002, 85-101.53 PEZUELA, 1868-1878, 384-385.

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    suprema ni provincial mientras l ciese espada y estuviese vivo. Con mejo-res argumentos y no menos ardor se mostr Barreto, obteniendo su dictmenlos sufragios de la gran mayora de los concurrentes. Ni libertad dejaron aArango para que explicase los motivos de su proposicin...54 El intento deformar una junta de gobierno en La Habana fracas no por la resistenciade espaoles, las instituciones lo que normalmente se resalta en la histo-riografa cubana o del ejrcito imperial, sino en primer lugar por la resis-tencia de militares criollos y sus aliados del aparato burocrtico imperial. Elcapitn general mismo y la fraccin no-militar de la elite habanera. Arangoy Parreo, los herederos de Nicols Calvo, Jos de Ilincheta y otros diga-mos, la elite civil afrancesada aliada con el capitn general perdi la luchapor formar una junta en 1808. Pero tampoco perdi muy profundamente,

    porque slo cinco aos despus se hicieron visibles los resultados a largoplazo. Allan J. Kuethe, que ha analizado este proceso, escribe resumiendo:La revolucin que intent iniciar Francisco Arango y Parreo en 1808, conla monarqua ya prisionera de Napolen, tuvo el objetivo concreto de ponerbajo una sola autoridad, una Junta Suprema de Gobierno, las institucionesautnomas de la intendencia de Marina, que protega los montes para laconstruccin naval contra los intereses azucareros; el monopolio de tabaco,un impedimento a un mercado libre; y la intendencia constitua un obstcu-lo irritante a la dominacin poltica habanera. Este movimiento tuvo el tono

    de la ilustracin y el nuevo concepto de ciudadano, con nfasis en la igual-dad de oportunidad para blancos. El desprecio de Arango y Parreo hacia losprivilegios militares, tan sagrados para los oficiales veteranos y para losmilicianos, y la de su aliado principal, el teniente de gobernador JosIlincheta, no fue bien recibido por la mayor parte de las familias principa-les55. A esto hay que sumar que los militares de las grandes familias y losjefes de la burocracia imperial teman juntos la falta de los situados mexica-nos y no crean en los valientes planes de Arango de reemplazar los situa-dos, verdadero proteccionismo estatal, por ganancias propias, como tambin

    lo ha investigado Kuethe. Los burcratas teman una rebaja de los gastos desu ramo, como lo advirti Someruelos. En suma: la mayora de la oligarquahabanera prefiri el pacto con el absolutismo imperial, en este momentoalgo parecido a un autonomismo real (en su doble sentido en castellano),antes que un autonomismo (en este caso econmico, vulgarmente llamadocapitalismo libre) inseguro. Slo pocas voces se atrevieron, en aquel tiem-

    54 PEZUELA, 1868-1878, 385.55 KUETHE, 1998, 218-219, vase tambin: KUETHE, 1986b, 155-170 y la interpretacin

    tradicional: PONTE DOMNGUEZ, 1947. Tambin: Instituto de Historia de Cuba, 1994-1998,27-232; KUETHE, 2005, 301-318.

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    po, a defender el intento poltico de formar esta junta de 1808, pero sin decirla verdad sobre las motivaciones (como el primo de Arango, Jos de Arangoy Nez del Castillo en 1813)56.

    En Santiago de Cuba no hubo intento de formar una junta de gobierno,pero s hubo muchos conflictos entre el arzobispo de Cuba Oss Alza yCooperaci (detrs de l estaban los hacendados criollos, as como loscomerciantes y negreros catalanes) y el gobernador Sebastin de Kindelnpor el fomento de la moderna caficultura y el papel de los franceses(muchos de ellos no fueron hacendados blancos o mulatos, sino marinerosmulatos y negros en barcos cubanos). No por azar en Santiago apareci unaproclama annima de formar una junta popular57.

    Quin representa a quin?

    El 25 de septiembre de 1808 se constituy la Junta Central Suprema yGubernativa del Reino en una Espaa primero cerrada, despus ocupada.Esto era una revolucin ante una situacin de mltiples revoluciones posi-bles en el imperio hispnico58. El ms revolucionario de los decretos de laJunta Central trata de la igualdad terica de Amrica y Europa (22 defebrero de 1809): Amrica, un nuevo concepto con un cargamento de nue-

    vas ideas59, es parte esencial integrante de la monarqua espaola60.Pero de esto no se supo nada (de oficio) en La Habana o Cuba hasta el 9 dediciembre de 1808. La flota inglesa, hasta aquel entonces enemiga, se decla-raba principal protectora de sus costas. La Constitucin de Bayona (quellevaba la firma de Gonzalo OFarill y del marqus de Casa Calvo, afran-

    56 Una oportunidad perdida: La junta de la Habana, una puerta a la libertad, en:MARRERO, 1972-1992, 12.

    57 PORTUONDO ZIGA, 1996, 115-119; Un documento audaz llama a constuir una

    junta popular, en: MARRERO, 1972-1992, 14 (Documentos); IRISARRI AGUIRRE, 277-283.58 CHUST, 1999, 29-38.59 La ms interesante interpretacin criolla- revolucionaria, ya separada de todas ilusio-

    nes de autonomismo (pero con el mismo sentido, digamos tcnico, de representar todos lospobres Americanos por parte de la elite criolla), la da Simn Bolvar bajo la presin de laguerra a muerte l integra a indios, esclavos y labradores dentro de su concepto de ame-ricano, vase la Carta de Jamaica: Simn Bolvar, Contestacin de un americano meri-dional a un caballero de esta isla [Carta de Jamaica], 6 de septiembre de 1815, en:BOLVAR, 1972, t. VIII, 107: Quin ser capaz de formar una estadstica completa de seme-jantes comarcas [hablando de la poblacin de Amrica]? Adems los tributos que pagan losindgenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobrelos labradores, y otros accidentes, alejan de sus hogares a los pobres americanos he aqu

    toda una lista del colonialismo feudal en Amrica.60 CHUST, 1999, 32-33, nota 5.

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    cesados cubanos)61, llegada en algunos ejemplares a La Habana y Santiagode Cuba fue quemada oficialmente, junto con declaraciones del general fran-cs Ferrand que segua ocupando la ciudad de Santo Domingo. El goberna-dor de Santiago de Cuba, Sebastin de Kindeln, se abstuvo no sinlamentos en lo adelante de mantener comunicacin amistosa con los fran-ceses en la parte ex-espaola de la isla vecina. Con apoyo puertorriqueo(bajo el mando del capitn de fragata Ramn Power y Giralt, de San Juan)se levantaron en Santo Domingo hacendados y milicianos bajo el mando deJuan Snchez Ramrez contra la ocupacin por parte de tropas francesas.Oficialmente el dominio de los espaoles americanos sobre la ciudad deSanto Domingo y algunas ciudades del sur fue restablecido el 11 de julio de1809. Pero la audiencia para las grandes Antillas hispnicas, Luisiana y Las

    Floridas desde 1804 qued en Puerto del Prncipe en Cuba (ms tarde fuetrasladada a La Habana). Y Santo Domingo qued dependiente de Cuba62.

    El 18 de febrero de 1809 la Junta Central aprob y sancion la llamadaexpulsin de los franceses (es decir, los franceses quienes eran en sumayora habitantes de color y hacendados de Saint-Domingue, que carecande cartas de naturalizacin) de Cuba, en realidad ya en proceso por rdenesdel capitn general Someruelos en La Habana y el gobernador Kindeln enSantiago de Cuba (Bando oficial 10 de abril de 1809). Pezuela menciona losiguiente: ... en el espacio de tres meses, solo de Santiago salieron para

    Nueva Orleans y otras colonias mas de veinte mil franceses63. Esa cifra serefiere ms a Cuba en total, porque de Santiago salieron en total 8.870 perso-nas64. La mayora se dirigi a Luisiana65. Cuba perdi una de las transferen-cias humanas y culturales importantes (la vctima era el oriente de Cuba).Alain Yacou ha contado que slo entre junio de 1803 y el 31 de enero de 1804haban llegado 18.213 personas desde Saint-Domingue a Santiago de Cuba(en un censo de 1808 haba en Santiago cerca de 7.500Franceses, 22 por cien-to de la poblacin urbana, de stos solamente 28 por ciento nacieron realmenteen Francia); entre 1791 y 1803 ascendieron los que ingresaron y permanecieron

    en Santiago66

    . Parece que en total llegaron desde Santo Domingo a Cubahasta 30.000 hombres, de los cuales ahora salieron dos terceras partes67.

    61 ARTOLA, 1953.62 PEZUELA, 1868-1878, III, 387-392.63 PEZUELA, 1868-1878, III, 399.64 PORTUONDO ZIGA, 1996, 118.65 PAQUETTE, 1997, 204-225.66 PORTUONDO ZIGA, 1996, 111; vase tambin: BADURA, 1971, 157-160; DEBIEN,

    1978, 555-610; YACOU, 1982, 49-64; LACHANCE, 1988, 114-124; YACOU, 1989, 76-88;

    YACOU, 1997, 73-80; OROZCO, 1999, 93-111.67 MORALES, 1986 [1990], 274.

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    Antes de tratar de analizar los eventos mismos en Cuba, cabe un racioci-nio historiogrfico: ni la historiografa espaola colonial-liberal (o conserva-dora) del siglo XIX ni la vertiente historiogrfica cubana del independentismotena (y tiene) mucho inters en los procesos de Cdiz, es decir, mantener elimperio espaol por una va revolucionariay parlamentaria. Por eso este pro-ceso en Cuba hasta hoy est por investigar68.

    En la realidad histrica las elites del Caribe espaol participaron en el pro-ceso de eleccin de miembros de la Junta Central. A pesar de las protestas ame-ricanas contra la desigualdad prctica de integrantes de la Junta Central (36peninsulares frente a 9 americanos)69. Con la fama de la victoria de 1809 elmilitar (y hacendado) Ramn Power y Giralt de Puerto Rico fue elegido vocaly miembro americano de la Junta Central, legitimado prcticamente por el obis-

    po criollo Arizmendi70. En enero de 1810, la Junta Central cuerpo demasia-do grande para la defensa de un pas y ms para la defensa de un imperioultramarino cedi el poder a una Regencia. Antes de ceder el poder, la Juntaprepar el terreno para la convocatoria de las Cortes dejando que la Regenciaemitiera los decretos para la convocacin de las Cortes extraordinarias71.

    En Cuba (y en Puerto Rico, claro) s hubo conflictos y pequeeces en elproceso de eleccin72, rodeado de muchas batallas periodsticas73, pero nohubo la divisin real (aunque s discursiva ) en la elite reinante como en otrosreinos americanos (espaoles vs. criollos o americanos vs. peninsulares)

    o, mejor dicho, abiertamente slo en casos muy minoritarios74

    . Los represen-tantes (suplentes) cubanos en las Cortes extraordinarias fueron primero losmilitares Juan Clemente Nez del Castillo, marqus de San Felipe ySantiago (su padre era uno de los nueve propietarios de ingenios de azcarms poderosos de Cuba)75 y el coronel supernumerario del regimiento devoluntarios de caballera Joaqun de Santa Cruz (que haba comprado esterango por 10.000 pesos en 1799), antiguos miembros de las familias ms vie-jas de la elite de La Habana76. Ninguno de los dos haba firmado la propues-ta de Arango de formar la junta en 1808.

    68 TORRES-CUEVAS, 2001, 130-135.69 SEVILLA SOLER, 1986.70 BERRUEZO LEN, 1986, 278; CASTRO ARROYO, 2005, 277-300.71 RIEU-MILLAN, 1990, XX-XXI; GUERRA, 1992; RODRGUEZ, O., 1996; CHUST

    CALERO, 2000.72 Un falso santiaguero accede, con impostura, a las Cortes de Cdiz, en: MARRERO,

    1972-1992, XV, 28 (Testimonios).73 La libertad de imprenta: brecha polmica entre criollos y peninsulares, en:

    MARRERO, 1972-1992, XV, 21-27.74 VALDS DOMNGUEZ, 1879; ENTRALGO VALLINA, 1945.75 KUETHE, 1986b, 59.

    76 KUETHE, 1984, 142-156; KUETHE, 1986b, 150, 161, 187, 189; TORRES-CUEVAS,2001, 129.

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    Aunque Arango en la primera eleccin haba adquirido ms votos, acausa del sorteo final (algo como una lotera constitucional) fungieroncomo electos propietarios Andrs de Juregui (por La Habana, teniente regi-dor y alguacil del cabildo de La Habana), amigo ntimo de Arango77, y elclrigo habanero, auque nacido en Santiago, Juan Bernardo OGavan (porSantiago de Cuba). Como apoderado benemrito del ayuntamiento y envia-do especial fue designado el capitn Claudio Martnez de Pinillos (futuroConde de Villanueva), mandado para luchar por algo que las elites cubanasen aqul consideraron casi ms importante que las mismas Cortes: la liber-tad de comercio78. Los diputados propietarios cubanos fueron admitidos alas Cortes extraordinarias el 27 de febrero de 1811 y el 15 de marzo de 1812,respectivamente79.

    Por Puerto Rico fue elegido, otra vez y a pesar de profundos conflictoscon el gobernador Melndez, Ramn Power el 17 de abril de 1810. Estemilitar y miembro de la elite importada80 de San Juan fue, sin duda el msactivo y brillante de los diputados del Caribe espaol y como Arango no fuediputado de las Cortes extraordinarias. Fue elegido vicepresidente de lasCortes. Llevaba instrucciones algo contradictorias de los ayuntamientos deSan Juan, San Germn, Aguada y Coamo81 que, a pesar de esto, demostra-ron que en Puerto Rico todava no haba algo como la cabeza de agua (LaHabana) con una elite que por presin, redes de poder y peso social trat de

    representar la isla entera como una Cuba grande. Ramn Power participen las Cortes sobre todo por la igualdad entre americanos y espaoles, ascomo por Puerto Rico y, en cierto sentido, contra un Caribe esclavista, porlo menos por un pequeo Caribe con una esclavitud patriarcal, comodemuestran sus esfuerzos por instalar al intendente Alejandro Ramrez enPuerto Rico, lo que consigui en 181382. En cuanto a otros autonomismoscombati tambin el decreto de la Regencia del 4 de septiembre de 1810 encontra de la independencia de Caracas, porque este decreto le dio pode-

    77 ARANGO, 1952, II, 257; los detalles de la eleccin, vase: Acuerdo de 6 de agostode 1810, en: ARANGO, 1952, 126-127.

    78 ARANGO, 1952, II, 137; Audaz escaramuza cubana por la libertad comercial en lasCortes (1810), en: MARRERO, 1972-1992, XV, 30; MARRERO, 1972-1992, XII, 82-84.

    79 RIEU-MILLAN, 1990, 36-38.80 En una memoria de 1818, ttulo La isla espaola de Portorico, un comerciante ale-

    mn, Heinrich Rtgers, escribi a Berlin (para recordar al gobierno de Prusia que comprarala isla de Puerto Rico): Los propietarios de las plantaciones ms grandes son extrajeros:Alemanes, Daneses, Ingleses, Franceses, Italianos las cartas suyas al coronel Pedro Surez deUrbina, vase: Ibd., leg. 215, n 33 (1815).

    81

    CARO, 1969, 71-128; PIC, 1988, 126-127.82 GONZLEZ VALES, 1978, 9-30.

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    res omnmodos al gobernador de Puerto Rico. En esto la isla s fue unaisla de los ensayos para todo el Caribe espaol83.

    Las elites de La Habana y Matanzas y, en cierto sentido Santiago yTrinidad, tenan al lado de la abolicin de los monopolios y del comerciolibre como el estanco del tabaco o el del comercio en general84 dosproblemas importantes: la lucha por un comercio libre de esclavos y la luchapor la defensa de la esclavitud, ya que su fortuna, una economa boom deesclavos e ingenios, databa apenas de una generacin. Aqu los diputadoscubanos no representaron las (otras) elites de Cuba como la de Puerto delPrncipe u otras ciudades ganaderas, como Sancti Spritus, Santa Clara,Holgun o Bayamo, pero sus argumentos iban en la misma lnea que los delrepresentante de Maracaibo, Jos Domingo Rus y el suplente de Cartagena,

    Juan Nicasio Gallego85. El habanero Juregui y los otros utilizaban estos argu-mentos para defender los intereses de los por ellos representados para con-trarrestar las propuestas antiesclavistas de Jos Miguel Guridi Alcocer y deAgustn de Argelles en las Cortes 1811, hasta se propuso que los esclavostendrn un apoderado en el Congreso86. En cuanto al rechazo de la discusinde estos planteamientos y del silencio fundamental en las Cortes de Cdiz lacuestin ha sido investigada y descrita profundamente por Manuel Chust87.

    Lo que es menos conocido es la labor conceptual, terica, demogrfica,emprica y discursiva del grupo que ellos representaron detrs de la negati-

    va de los diputados cubanos. Desde finales del siglo XVIII Francisco deArango y otros de la generacin del 92, entre ellos Antonio del ValleHernndez, secretario del consulado, se dedicaban a la demografa colonialy esclavista una de las consecuencias de la revolucin de esclavos enSaint-Domingue. En 1800 Del Valle Hernndez haba elaborado un memo-rial sobre la situacin demogrfica de la isla de Cuba segn los deseos de losrepresentantes y de los representados cubanos en las Cortes de Cdiz: laSucinta noticia de la situacin presente de esta colonia. 180088. Mucho deeste material emprico fue utilizado por Humboldt para su famoso Ensayo

    sobre la isla de Cuba sin mencionar a Del Valle Hernndez. Pero lo ms

    83 BERRUEZO LEN, 1986, 280-283; NAVARRO GARCA, 1999, 19-39; CASTRO ARROYO,2005, 277-300.

    84 COSTELOE, 1981, 209-234; RIEU-MILLAN, 1990, 188-194.85 RIEU-MILLAN, 1990, 168-172; CHUST, 1999, 109.86 Vase Documentos, en: ARANGO, 1952, II, 224-233; vase tambin CHUST, 1999,

    102-114; sobre el apoderado de los esclavos, vase: MARRERO, 1972-1992, XV, 352 (nota 79).87 CHUST, 1995, 179-202; CHUST, 1999, 102-114; vase tambin MALDONADO POLO,

    2003, 275-302.88 VALLE HERNNDEZ, 1977; vase tambin: Sucinta noticia de la Situacion de la

    Colonia de la Havana en Agosto de 1800, en LLIUB, MD, 1800, Aug. 7. Latin Americanmss. Cuba (copia original).

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    importante para nosotros aqu es que Arango desarroll este material demo-grfico y emprico hacia una teora de la esclavitud masiva y abiertamenteracista, beneficiada por la labor de muchos esclavos y beneficiada por unamplio comercio de esclavos para mantener la felicidad de una sociedadesclavista. Por eso elaboraron Arango y Valle Hernndez su Representa-cin89, tantas veces silenciada. A primera vista este texto fundamental selee como una contestacin a las propuestas y debates en las Cortes. Pero erams, mucho ms. De veras era parte de una teora de la segunda esclavi-tud90 a largo plazo. Con esta teora representaron como lo dice en el ttu-lo del texto de la Representacin al ayuntamiento de la Habana91, alReal Consulado y a la Sociedad Patritica todas instituciones surgidasdesde una vertiente ms o menos anticentralista de las reformas borbni-

    cas92. La carta acompaante del capitn general demuestra que laRepresentacin tambin representaba al mximo poder poltico y militarde la isla de Cuba, que amenazaba en su carta directamente y sin muchaspiruetas con la falta de dinero cubano: En aquellos das [antes de saber delas discusiones en las Cortes sobre la abolicin del comercio de esclavos] sehablaba de la suscripcin para sostener soldados en Espaa; ahora slo sehabla de la sesin citada de las Cortes93. La Representacin del granPancho arranca prcticamente con la cuestin de la propiedad privada:Puede ponerse la mano en el sagrado de la propiedad, ya adquirida en con-

    formidad de la leyes; de la propiedad, decimos, cuya inviolabilidad es unode los grandes objetos de toda asociacin poltica, y uno de los primeroscaptulos de toda Constitucin?94 El corazn discursivo de esta Represen-tacin histrica es un racismo racional y funcional; Arango y Del ValleHernndez con este racismo estaban a la altura del pensamiento modernode aquel entonces (Kant, etc.): demandaron en 1811 que se impidiera en toda

    89 Representacin de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811, con moti-

    vo de las proposiciones hechas por D. Jos Miguel Guridi Alcocer y D. Agustn de Argelles,sobre el trfico y esclavitud de los negros; extendida por el Alfrez Mayor de la Ciudad, D.Francisco de Arango, por encargo del Ayuntamiento, Consulado y Sociedad Patritica de laHabana, en: ARANGO, 1952, II, 145-189, tambin en: PICHARDO, 1973, I, 219-251.

    90 TOMICH, 2003, 4-28.91 Acuerdo del ayuntamiento de la Habana, de 16 de agosto de 1811, sobre la

    Representacin de la Ciudad, extendida por D. Francisco de Arango, en: ARANGO, 1952, II,235-236.

    92 GONZLEZ-RIPOLLNAVARRO, 1999, passim; LVAREZ CUARTERO, 2000.93 Representacin que el Capitn General de la isla de Cuba, Marqus de Someruelos,

    elev a las Cortes, el 27 de mayo de 1811, sobre la proposicin de abolir el comercio denegros, en: ARANGO, 1952, II, 233-234.

    94 Representacin de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811,ARANGO, 1952, 145-189, 151.

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    poca futura que los esclavos y sus descendientes se integraran social oincluso culturalmente:

    Blancos, como sus dueos, y a veces ms capaces que ellos, eran en gene-ral los siervos de la antigedad [...]. De color negro, de pelo, de facciones diver-sas y de costumbres salvajes, son en su origen los esclavos modernos [...] lanaturaleza quiso que el hombre negro se distinguiese del blanco; pero, dando porsentado que por ellas mereciese toda la humillacin, o toda la degradacin, en quede conformidad la han puesto las naciones cultas [...] las naciones cultas subsis-ten en la opinin de que para las ventajas polticas debe considerarse igual albozal liberto, que el cuartern despejado, aunque sea hijo o sea nieto de ingenuosmuy meritorios, ya que prevalece el concepto de que una gota de sangre negradebe inficionar la blanca hasta el grado ms remoto, en trminos de que, ancuando nuestros sentidos, ni nuestra memoria la descubran, se ha de ocurrir toda-va al testimonio de los muertos, conservado en tradicin, o en apolillados perga-

    minos [es decir, la historia M.Z.], parece de toda evidencia, cerradas de esasuerte las puertas de la identificacin con nosotros a todos los descendientes denuestros actuales esclavos, tambin debieran cerrarse las de la libertad civil...95

    Nada de apoderado de los esclavos en las Cortes o experimentos conlos censos aqu tenemos una clara demografa racial del poder esclavis-ta96. Arango y su demgrafo marcaban a la clase econmica de los escla-vos como negra y proponan que se mantuviera a sus descendientes en laprisin cultural de lo negro, social y culturalmente estigmatizado; cientfica-mente tambin, ya que este racismo se entenda en aquel entonces como loms avanzado de la ciencia universal. Integracin econmica s, integracincultural y social, no. Nunca. Esta postura ideolgica difera totalmente de laposicin patriarcal del santiaguero Nicols Joseph de Ribera cincuenta aosantes: Muy poco importa al Estado que los havitantes de Cuba sean blan-cos negros, como trabagen mucho y le sean fieles97.

    La Representacin termina con palabras polticas tambin absoluta-mente claras: Slo en las frenticas pginas de la Revolucin Francesa, yen sus guillotinadoras leyes, sabemos que se haya abolido la esclavitud exis-tente y: sin esclavos, no pudiera haber colonias98. Es decir, con relacin

    a nuestro tema, era mucho ms que un simple rechazo de discusin parla-mentaria sobre el asunto de la esclavitud o un silencio tctico sobre proble-mas de una economa en auge, sino que era una estrategia activa deldesarrollo del trabajo barato y esclavizado, legitimado por una teora racialque tuvo sus antecedentes en los cdigos negros espaoles y europeo-

    95 ARANGO, 1952, 158-159.96 FRADERA, 1999, 51-69; OPHELAN, 2002, 1-16; MARCHENA FERNNDEZ, 2003, 145-181.

    97 RIBERA, 1973, 165.98 ARANGO, 1952, 179 y 185.

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    atlnticos99, en las periferias americanas que estaban en un proceso de augeeconmico. En cierto sentido esto fue el alma del proyecto autonomista dela oligarqua habanera. Aunque algunos de sus miembros estaban en contrade la esclavitud masiva, con este proyecto en cierto sentido representarontodas las elites esclavistas de Amrica.

    En cuanto a las deliberaciones de las Cortes de Cdiz nos hallamos anteuna tradicin escrita, impresa y visible; respecto a sus tradiciones y conse-cuencias entre la gente no letrada de Amrica sabemos menos an. Formauna dimensin tanto gigantesca como desconocida. Por eso tampoco sabe-mos mucho sobre las historias entrelazadas en el gran Caribe, entre las lla-madas castas pardas que representaban el 80 o 90 por ciento de laspoblaciones urbanas y costeras de este Caribe, el proyecto de las elites cuba-

    nas y los diferentes proyectos de autonomas. En cuanto a la relacin entreCuba y Cartagena podemos desprender de las investigaciones de AlfonsoMnera que el lder de las tropas de milicias pardas de Cartagena, PedroRomero, provena de Matanzas, la importante ciudad portuaria al lado orien-tal de La Habana, con una importante poblacin de castas de colorlibres100.

    No sabemos si existe una relacin directa entre las propuestas racistasde la Representacin de Arango y Del Valle Hernndez y la decisin deexcluir a los originarios del frica y con eso en cierto sentido a todas las

    castas de la ciudadana activa espaola en las discusiones de las Cortesen 1811 y en la Constitucin de 1812101: A los espaoles que por qualquie-ra lnea son habidos y reputados por originarios del Africa, les queda abiertala puerta de la virtud y del merecimiento para ser ciudadanos: en su conse-qencia las Crtes concedern carta de ciudadano los que hicieren servicioscalificados la Patria, los que se distingan por su talento, aplicacion yconducta, con la condicion de que sean hijos de legtimo matrimonio depadres ingenuos, de que esten casados con muger ingenua, y avecindados enlos dominios de las Espaas, y que exerzan alguna profesion, oficio indus-

    tria til con un capital propio102

    . Pero ms importante an es la ms cono-cida relacin directa entre estas decisiones de las Cortes entre el 18 deagosto y el 10 de septiembre de 1811 se discutieron los artculos 1, 5, 18 y22 de la Constitucin103 y la presin violenta de los Lanceros del Rey,

    99 SALA-MOLINS, 1992; LUCENA SALMORAL, 1996.100 MNERA, 1998, 178 ss, 200 ss.101 KING, 1953, 33-64; FRADERA, 1999, 51-69; CALDERN, 1996, 83-102; CHUST, 1999,

    163-168.102 Coleccin de decretos y ordenes de las Cortes de Cdiz, 1987, I, 396.103

    Coleccin de decretos y ordenes de las Cortes de Cdiz, 1987, I, 395 s. Aunque des-pus las Cortes hicieron esfuerzos para paliar esta decisin fatal: Las Cortes abren el acce-

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    LAS CAPITANAS GENERALES DE CUBA Y PUERTO RICO ... 41

    es decir las milicias pardas, de Cartagena de Indias respecto a la formacinde una junta autnoma de gobierno en 1810 (y verdaderamente autnoma,porque no reconoci ni la Regencia, ni la junta de Bogot), el rechazo arma-do de un contragolpe espaol a comienzos de 1811 y la declaracin finalde la independencia de la plaza ms fuerte de las Amricas espaolas (des-pus de La Habana) en 1811 (11 de noviembre)104.

    Las castas a finales de octubre de 1811 supieron de las discusiones ydecisiones en las Cortes: una gran parte de las burguesas mulatas, muchasveces enriquecidas por el contrabando, como Santa Marta y Mompox enNueva Granada o Matanzas en Cuba, se vieron excluidas del proceso deCdiz. Por eso su proyecto de autonoma y libertad en esta situacin de cri-sis se apartaba de la ciudadana espaola y, por lo tanto, del imperio y vira-

    ba hacia conceptos de una autonoma independentista.

    Historias entrelazadas de autonomismos, revolucionesy contrarrevoluciones en el gran Caribe: la Regencia,las Cortes, Cuba y Venezuela, 1810-1812

    No fue ste el nico trasfondo. El padre Jos Agustn Caballero yRodrguez de la Barrera (1762-1835), criollo del seno de la oligarqua haba-

    nera y enemigo de la esclavitud masiva formul un texto parece que juntocon Arango que se puede ver como fundamental para una de las vertien-tes autonomistas en Cuba, Amrica y Espaa105. Otra propuesta en cuanto aotro autonomismo, ya independentista, era la Constitucin de Infante106.Parece seguro que el doctor y francmasn Joaqun Infante (Bayamo) habaparticipado en la conspiracin de los oficiales criollos Romn de la Luz yLuis Francisco Bassave y Crdenas en 1810. En el Oriente de Cuba circula-ban tambin ideas autonomistas, muchas de ellas se centraban en un autono-mismo de esta parte de la isla en contra de La Habana, aunque no haba

    habido intento de formar una junta de gobierno en 1808. La conspiracin asu vez tena lazos con la conspiracin de Aponte de 1812, el ms amplio

    so a los estudios y la iglesia a los originarios de frica, en: MARRERO, 1972-1992, XV, 30(Documentos); ANC, AP, legajo 214, Nr. 118 (1812): Documento que se refiere a la corres-pondencia del Capitn General al Gobernador de Santiago de Cuba, fecha Habana 21 de abrilde 1812, transcribiendo Real Decreto que ordena cumplimentar la resolucin de las Cortesque facilita a los espaoles de origen africano el ingreso en universidades, seminarios y rde-nes religiosas.

    104 MNERA, 1998, 176-203.105 FRANCO PREZ, 2000; Proyecto de Gobierno Autonmico para Cuba (1811), en:

    PICHARDO, 1973, I, 211-216; PIQUERAS, 2005a, 95-124, en especial 100 y ss.106 INFANTE, 1959; PICHARDO, 1973, I, 253-260.

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    MICHAEL ZEUSKE42

    intento de una rebelin de esclavos negros y libertos antes de 1843-1844(que hasta que yo conociera la materia hasta ahora por la tradicin espao-la/cubana del siglo XIX y XX de silenciar la participacin cubana en el proce-so de Cdiz nadie la ha analizado en su relacin con las discusiones en lasCortes de Cdiz). Claro que Aponte tambin tuvo ideas autonomistas que sedirigieron contra la autonoma con esclavos de las oligarquas. Los aspec-tos reconocibles de la conspiracin de Aponte tenan muchas semejanzascon la revolucin de los lanceros de Getsemani en el proceso de indepen-dencia en Cartagena de las Indias.

    En suma, circulaban muchos autonomismos, muchas ideas, textos ypalabras, algunas perdidas, algunas odas. Autonomismos que en aquelentonces se conceptualizaban como soberanidad. Verdaderamente estas

    via[s] autonomista[s] [constituan] una estrategia revolucionaria107. Elproblema para las Cortes era hasta qu punto reconocer las diferentes sobe-ranas, es decir autonomismos, como base fundamental y constitucional delimperio; el problema para las oligarquas criollas era cmo evitar autono-mismos desde abajo, desde las castas o de los pardos, y cmo contarestas castas inferiores en lo numrico para sus propios planes, sin aceptarsus proyectos de soberana y libertades. Es decir, construir una ciudada-na pasiva y activa, ya que varios diputados liberales en las Cortes mismosestaban dispuestos a aceptar algunas de las diferentes soberanas en lo te-

    rico como base de una constitucin para Las Espaas. Pero esto se veasiempre como algo peligroso, sobre todo en la realidad poltica fuera del par-lamento. Tres de los autonomismos separaban a las Cortes en su seno, sinque la mayora de los diputados, que al fin fueron liberales, pero liberalesespaoles en Espaa, hubiesen estado dispuestos a aceptarlos: primero, elautonomismo constitucional con la inclusin de las castas y los indios ame-ricanos (es decir 16 vs 11 millones), segundo, el autonomismo jerrquico-aristocrtico de sendos centros urbanos americanos con tendencia hacia elindependentismo, como Caracas, Charcas o Quito; y tercero: cualquier

    soberana popular cuando el concepto de pueblo108

    se refera a las cas-tas urbanas o la poblacin rural.Parece que fue una tragedia para la gigantesca reforma constitucional

    del imperio espaol que los llamados espaoles americanos, sobre todo enel continente, no pudieran olvidar la tradicin centralista-borbnica de msde cincuenta aos. Los cubanos tampoco podan olvidarla, ya que este cen-tralismo los haba privilegiado. Y la Regencia, a diferencia de las Cortes,todava obraba totalmente en esta tradicin. Ya el 29 de julio de 1810 el

    107 CHUST, 1999, 167; BREA, 2004, 53-98.108 CHUST Y FRASQUET, 2003, 39-60.

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