Los Colibries Ofrendados a Huitzilopochtli

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LOS COLIBRIES OFRENDADOS A HUITZILOPOCHTLI EN EL TEMPLO MAYOR DE TENOCHTITLAN Norma Valentín Maldonado Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH María de Lourdes Gallardo Parrodi Museo del Templo Mayor - INAH La importancia del hallazgo de los colibríes en el Templo Mayor es innegable pues es una especie animal directamente vinculada con Huitzilopochtli, dios tutelar del pueblo mexica. El nombre de este dios proviene de la palabra huitzitzilin, que significa colibrí, y de opochtli, que quiere decir zurdo, es así que Huitzilopochtli es colibrí zurdo” (Robelo, 1982) (Foto 1). El Templo Mayor de Tenochtitlan está dedicado a dos dioses importantes para los mexicas, el lado sur del edificio a Huitzilopochtli y el lado norte a Tláloc (Foto 2). En el lado sur se representa “el inframundo, lugar donde se lleva a cabo la guerra cósmica, mediante la cual se completan los ciclos de muerte y resurrección de los astros, que hacen posible la llegada de las fuerzas calidas del universo al interior de la tierra” (Velázquez, 2000). El lado norte simboliza principalmente los poderes generativos de la tierra y el agua, la producción de alimentos, la fertilidad de la tierra y la unión de los opuestos del cosmos (Velázquez, 2000). La vida y la muerte presentes en cada adoratorio del Templo Mayor de Tenochtitlan manifiestan las necesidades fundamentales del pueblo mexica ya que: “de ello depende su propia subsistencia, agua y guerra, producción agrícola y tributo, canto a la vida y canto a la muerte. La dualidad eterna del mundo prehispánico” Fotografía 1. Códice Azcatitla, tomado de Matos Moctezuma (1988).

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LOS COLIBRIES OFRENDADOS A HUITZILOPOCHTLIEN EL TEMPLO MAYOR DE TENOCHTITLAN

Norma Valentín Maldonado

Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH

María de Lourdes Gallardo Parrodi

Museo del Templo Mayor - INAH

La importancia del hallazgo de los colibríes en el Templo Mayor es innegable pues es una especie animal directamente vinculada con Huitzilopochtli, dios tutelar del pueblo mexica. El nombre de este dios proviene de la palabra huitzitzilin, que significa colibrí, y de opochtli, que quiere decir zurdo, es así que Huitzilopochtli es “colibrí zurdo” (Robelo, 1982) (Foto 1).

El Templo Mayor de Tenochtitlan está dedicado a dos dioses importantes para los mexicas, el lado sur del edificio a Huitzilopochtli y el lado norte a Tláloc (Foto 2).

En el lado sur se representa “el inframundo, lugar donde se lleva a cabo la guerra cósmica, mediante la cual se completan los ciclos de muerte y resurrección de los astros, que hacen posible la llegada de las fuerzas calidas del universo al interior de la tierra” (Velázquez, 2000).

El lado norte simboliza principalmente los poderes generativos de la tierra y el agua, la producción de alimentos, la fertilidad de la tierra y la unión de los opuestos del cosmos (Velázquez, 2000).

La vida y la muerte presentes en cada adoratorio del Templo Mayor de Tenochtitlan manifiestan las necesidades fundamentales del pueblo mexica ya que:

“de ello depende su propia subsistencia, agua y guerra, producción agrícola y tributo,

canto a la vida y canto a la muerte. La dualidad eterna del mundo prehispánico”

Fotografía 1. Códice Azcatitla, tomado de Matos Moctezuma (1988).

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(Matos, 1988).

Es así que las ofrendas colocadas en este edificio tienen un enorme contenido simbólico que hace referencia en todo momento a elementos de la cosmogonía mexica. De ahí la importancia del análisis de los elementos arqueológicos que contienen.

Seler (2004) señala que dos tipos de colibríes son mencionados entre la serie de los trece pájaros, relacionados con los señores de las trece estaciones del cielo y las trece horas del día. El primer colibrí de la serie es azul y el segundo es verde. También comenta que el colibrí aparece con varios dioses que llevan en su tocado el punzón de hueso, símbolo del autosacrificio, en donde la sangre que gotea del punzón está representada por una flor o por una cadena de plumas y flores con un

colibrí dibujado, librando el néctar de la flor. Asimismo esta pequeña ave se encuentra en jeroglíficos de lugares que contienen el colibrí en su nombre. Igualmente indica que este elemento representa el rumbo del oeste en los árboles del oeste.

Es interesante apreciar todas las relaciones con respecto a la importancia de los colibríes, sin embargo estos no se pueden estudiar de forma aislada, sino con los materiales asociados al contexto arqueológico en el que se encuentren. Una parte fundamental para llevar a cabo esta interpretación es la identificación de las especies localizadas. Este trabajo tiene como objetivo la identificación biológica de los colibríes hallados en el Templo Mayor.Los colibríes, nombre con que se les conoce comúnmente en la actualidad, eran referidos en épocas prehispánicas como Huitzitzilin, Quetzalhuitzitzilin (Sahagún, 1992), Hoitziltziltótotl (Hernández, 1959),

entre otros nombres. Estas aves pertenecen a la Familia Trochilidae, en la que se agrupan las aves más pequeñas, con picos largos y delgados, rectos o curvos. Su plumaje es de colores tornasoles, iridiscente, metálico, sobre todo en la garganta y en el dorso de la cabeza en los machos. Al volar sus movimientos rápidos de las alas producen zumbidos; se consideran belicosos, posiblemente por la manera en que vuelan ya que se enfrentan y cambian de posición. Estas aves pueden desplazarse en todas direcciones, de manera que parece como si retaran, cuando se encuentran dos machos se observan mejor estas actitudes, al defender su territorio, o bien

cuando cortejan a la hembra (Foto 3). Se alimentan del néctar de las flores y de pequeños insectos que viven en ellas (Foto 4).

En México se han reportado a la fecha aproximadamente 50 especies (Peterson y Chalif, 1989) que se distribuyen ampliamente en nuestro país, principalmente en climas templados, cálidos y en zonas altas con vegetación de pino encino. Algunas especies son migratorias por lo que se encuentran en México sólo en invierno. En los colibríes se presenta el dimorfismo sexual, tanto en la coloración, como ligeramente en el tamaño. La coloración en los machos es más vistosa, e iridiscente que en las hembras, donde es opaca, gris o café, o con los mismos tonos que el macho pero más

tenue.

En el contexto arqueológico del Templo Mayor, hasta el momento sólo en las ofrendas 99 y 100 se han registrado los restos óseos de colibríes. Estas oblaciones se encontraron situadas del lado sur del templo, una sobre otra, frente a las escalinatas del adoratorio sur,

dedicado a Huitzilopochtli.

Los depósitos de los restos óseos de los colibríes eran, en el caso de la ofrenda 99, el relleno constructivo sin contenedor, y en el caso de la ofrenda 100, una cista de piedras con una tapa y piso de lajas. Los datos fueron proporcionados por los arqueólogos (Hinojosa, 1994). Ambas ofrendas se encontraron ubicadas en el predio que ocupaba el edificio de las Ajaracas en la esquina formada por las calles de Argentina y Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Estas ofrendas se localizaron en la Cala 1, Cuarto A 4, a una profundidad de 2.32m (99) y a 2.72 m (100) en el relleno de la VII etapa constructiva (1502-1521) y frente a la escalinata de la plataforma del Templo de Huitzilopochtli, correspondiente a la VI Etapa constructiva (1486-1502) del Templo Mayor de Tenochtitlan. La excavación de estas ofrendas se realizó como parte del Programa de Arqueología Urbana, coordinado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.Los huesos de colibrí se encontraron asociados a otros materiales biológicos. En la ofrenda 99, a moluscos, corales blandos, a un pez sierra, tortugas, un ibis espatulado, dos águilas, y a otros materiales de origen inorgánico como puntas de proyectil de pedernal y obsidiana, y a un magnifico disco de turquesas, entre otros. En la ofrenda 100 se asociaban a corales blandos, tortugas, un águila, abundantes moluscos marinos, serpientes de cascabel (Valentín y Zúñiga, en prensa), fibras vegetales, semillas, flores, copal, madera, (Montúfar, comunicación personal), además de otros elementos como cuchillos de pedernal, puntas de

proyectil de obsidiana cascabeles de cobre, entre otros.

MATERIAL Y METODOS DE CONSERVACIÓN

Fotografía 2. El Templo Mayor tomada de la lamina 5 de Duran (1995).

Fotografía 3.- Colibríes peleando (tomada de Schuchmann, 1999).

Fotografía 4.- colibrí comiendo (tomada de Schuchmann, 1999).

Tratamiento del material osteológico in situ

Como primer tratamiento de conservación se procuró no alterar abruptamente las condiciones de humedad y temperatura que guardaban las ofrendas, para no alterar la estabilidad estructural de todos los objetos. Lo que se controló registrando los niveles ambientales rociando periódicamente agua destilada al material, ya que con la iluminación directa de la lámpara incandescente, utilizada durante el registro arqueológico, las piezas permanecían expuestas y se secaban rápidamente. Para prevenir la infestación de microorganismos se colocaron pequeños cristales de timol envueltos en manta de cielo, en algunas zonas de las ofrendas.El proceso realizado in situfue la limitación del material, el cual posteriormente se limpió superficialmente con una solución de agua-alcohol 1:1 aplicado con hisopo, y se hizo mecánicamente pormedio de bisturí. En algunos casos el mal estado de conservación de los objetos no permitió ningún tipo de limpieza. Los huesos de colibrí por ser tan pequeños, no se

sometieron a una limpieza in situ y se les dejó una capa delgada de tierra para limpiarlos detalladamente en el laboratorio. El material se extrajo con la ayuda deespátulas, pinzas y charolas de acero inoxidable. Después de su registro se colocó en bolsas de polietileno etiquetadas con los datos correspondientes. En muchos casos se utilizaron recipientes de plástico con tapa, en los que se introdujeron algodones húmedos para mantener la humedad de los objetos. Durante toda la excavación sehizo el registro gráfico y fotográfico de los objetos y de algunos procesos de conservación, además se realizó una historia clínica para cada cráneo.

Tratamiento de restauración en el laboratorio

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Todos los cráneos se limpiaron superficialmente con un pincel muy suave. Posteriormente el proceso se hizo química y mecánicamente con agua y alcohol 1:1 y un

bisturí. Durante este tratamiento fue posible notar que en algunos cráneos estaba adherida una o dos vértebras cervicales y los huesos del hioides.

Consolidación

Se realizó por inmersión en un polímero para devolverles la resistencia a las piezas, principalmente a los picos que son muy delgados. Primero se aplicó una emulsión de Mowilith DM1H (acetato de polivinilo en emulsión) al tres por ciento en agua destilada, después se aumentó al 10 por ciento. Con las pinzas se introdujo en la emulsión cada elemento, el cual después de aproximadamente un minuto se sacaba y se dejaba escurrir sobre un papel secante. La operación se repitió dos veces en cada cráneo, dejándolo secar finalmente a temperatura ambiente.A los restos poscraneales no se les agregó ningún material, sólo se limpiaron con agua destilada y se dejaron secar a temperatura ambiente. La determinación de no consolidarlos se debió a su buen estado de conservación.

Unión de fragmentos

Este proceso se efectúo en algunos elementos en donde los picos se unieron a los cráneos utilizando Mowithal B60H (acetal de polivinilo en solución) al 7.5 por ciento

en una solución de acetato de etilo y alcohol etílico (7:3). En algunos casos se aplicó un refuerzo de papel japonés para hacer más resistente la unión.

MATERIAL Y MÉTODOS PARA LA IDENTIFICACIÓN DE LAS ESPECIES

Después de la consolidación, los restos óseos se trasladaron al Laboratorio de Arqueozoología “M. en C. Ticul Álvarez Solórzano” de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, para la identificación de las especies. Junto con los cráneos de colibríes se recibió una charola con material orgánico, el cual se revisó minuciosamente en un microscopio estereoscopio. Durante la revisión y separación del estrato de material orgánico se aislaron dos cráneos de colibríes, huesoscompletos y fragmentos de las alas y las extremidades inferiores (radios, ulnas, carpometacarpos, tibiotarsos, falanges y algunas vértebras cervicales y en algunos casos la ultima vértebra caudal) (Fotografías 5, 6 y 7).

La identificación del material óseo se realizó por medio de comparación directa con los esqueletos de la Colección Osteológica de Aves del Laboratorio deArqueozoología y con los ejemplares de la Colección de Aves del Laboratorio de Cordados Terrestres del Departamento de Zoología de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional y con la colaboración para la corroboración de las identificaciones del Técnico especializado Aurelio Ocaña Marín y Mario

García Pérez. Para la clasificación taxonómica seguimos la propuesta del American Ornithologist´s Union (1983).

RESULTADOS

Se identificaron 17 ejemplares de colibríes, que corresponden a cuatro especies residentes en nuestro país, de la ofrenda 99 no fue posible identificar específicamente el hueso encontrado, sólo que pertenece a la Familia Trochilidae. De la 100 se separaron 11 ejemplares de Eugenes fulgens, dos de Lampornis cf. amethystinus, dos de Hylocharis cf. leucotis, y posiblemente uno de Amazilia violiceps.

Eugenes fulgens.- es el chupa flor coronimorado (Foto 8), se considera uno de los colibríes de mayor tamaño (13 cm aproximadamente de largo, de la punta del pico a la punta de las plumas de la cola), la coloración de los machos es verde metálico en la cobertura de las alas, el dorso de la cabeza es violeta muy brillante y la garganta verde esmeralda iridiscente, el resto del cuerpo es negruzco verdoso. Esta ave se distribuye ampliamente en nuestro país, se le encuentra en general en las zonas altas, principalmente bosques de pino-encino, bosque de pino, zonas subtropicales y templadas. Se le encuentra desde una altitud de 1300 a 3300 msnm.

Fotografías 5.- Ulnas y Húmeros fracturados (10 X microscopio estereoscopio fotografía de Norma

Valentín)

Fotografías 5a.- Ulnas y Húmeros fracturados (10 X microscopio estereoscopio fotografía de Norma

Valentín)

Fotografía 6.- Carpometacarpos (10 X microscopio estereoscopio (Fotografía de Norma Valentín)

Fotografía 7.- Vértebras (10 X microscopio estereoscopio (Fotografía de Norma Valentín)

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Se identificaron de esta especie 11 ejemplares (elementos: 11, 16, 35, 36, 37, 46, 47, 49, 109 y dos sin número). Los ejemplares son adultos y de tamaño uniforme.

Lampornis cf. amethystinus.- (fotografía 9), conocido como el chupa flor oscuro, es más pequeño que el anterior (12 cm), en los machos la coloración es más o menos oscura, con el dorso verdoso desde la cabeza, la garganta de color violáceo rojizo iridiscente. Este colibrí sé distribuye desde Nayarit y Tamaulipas hasta

Honduras, principalmente en las tierras altas (900 a 3400 msnm), habita bosque de pino–encino. Zonas subtropicales y templadas.

Se identificaron de esta especie los elementos 34 y 110. Los dos ejemplares son adultos.

Hylocharis cf. leucotis.- (Foto 9), el chupa flor orejiblanco, es una ave de aproximadamente ocho cm de largo, con colores muy brillantes, verde con azul y una ceja blanca, frente y barbilla azul y morado. Se distribuye desde el Norte de México hasta Nicaragua, en tierra altas (900 a 3100 msnm). Habita en bosque de pino–

encino. Zonas subtropicales y templadas.

Se identificaron de esta especie los elementos 15 y 48 y corresponden a ejemplares adultos.

Probablemente uno de los ejemplares corresponde a Amazilia violiceps (Foto 9), al cual se le conoce como el chupa flor corona violácea, es de aproximadamente 11 cm de largo, es un colibrí con el vientre blanco, el dorso café grisáceo, la corona azul negro y la cola café. Se distribuye desde Sonora y Chihuahua hasta Chiapas, en climas cálidos y templados. Sólo se identificó de esta especie el elemento 52

(ejemplar adulto).

Unidas a la mayoría de los cráneos, se encontraron unas bandas óseas sobre la bóveda craneana y algunas en el sedimento, que corresponden al aparato hioideo, el cual es el sostén de la lengua en los vertebrados y que en las aves se encuentra un poco modificado. Los colibríes tienen una lengua tubular bífida larga, retráctil, la cual meten y sacan a gran velocidad de las flores para recoger el néctar. La lengua está sostenida por el hioides, el cual es muy largo, por lo que se prolonga sobre el cráneo, dándole vuelta y llegando hasta la parte anterior sobre la región frontal, esto sirve para que la lengua tenga más movimiento; el hecho de encontrar el hioides nos indica que a los cráneos de los colibríes no se les separó la piel del cráneo, ni se les retiro la lengua al momento de preparar los ejemplares, o sea no fueron limpiados minuciosamente, quizás debido a que los cráneos son pequeños, y se secan

rápidamente, por tal motivo no se pudren ni huelen mal.

Los restos óseos poscraneales encontrados pertenecen a las alas (ulnas, radios,carpometacarpos, falanges) y a los miembros inferiores (tibiotarsos, tarsometatarsos, falanges), y algunas vértebras cervicales y la última caudal (pigostilo) (Foto 10); algunostibiotarsos presentaban fracturas en la región proximal de los huesos (Foto 11), realizada en el momento de preparar las pieles de los colibríes para ofrendarlos. Actualmente en la preparación de pieles de aves para las colecciones científicas, se quedan adheridas a la piel los cráneos, los huesos de las alas (desde la ulna y radio, carpometacarpo y las falanges) ylos de los miembros posteriores (desde el tibiotarso, el tarsometatarso y las falanges) también quedan las primeras vértebras cervicales y la última (el pigostilo) donde se adhieren las plumas de la cola. Los cráneos son limpiados bien de toda materia blanda, para esto, cortan el cráneo a la altura del occipital dejando la mascara y el pico del ave adherida a la piel, en el

corte se puede observar la osificación, y con esto la edad aproximada, joven o adulto.

El gran número de Eugene fulgens y el tamaño uniforme que tienen hacen suponer que los

antiguos habitantes de la cuenca eran selectivos con el tamaño y probablemente con los

Fotografías 8 y 8a.- Eugenes fulgens (tomada de Schuchmann, 1999). Y fotografía Tomada por Juan A. Román B.)

Fotografía 9.- Cráneos de colibríes, Lamphornis, cf. Amazilia y Hylocharis (fotografía tomada por J. A Román B).

Fotografía 10.- Pigostilo, ultima vértebra caudal (10 X microscopio estereoscopio fotografía de Norma Valentín)

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colores más llamativos de las aves, por lo que posiblemente colectaron a los machos.

En las ofrendas también se localizaron fragmentos de plumas, algunas quemadas (fragmentos muy pequeños) y otras sílicificadas muy fragmentadas.

En la ofrenda 99, que no tenía un contenedor que protegiera el material, éste se encontró expuesto directamente a los cambios del nivel freático, al peso de las rocas y sedimento del relleno, lo que ocasionó que mucho del material, sobre todo el más pequeño y frágil se fragmentara, deteriorara y filtrara a través de las piedras a otros niveles del relleno, dificultando encontrarlos.

En cambio la ofrenda 100, que se encontró dentro de un contenedor o cista de piedra, ayudó a la buena conservación de los materiales orgánicos, que comúnmente se pierden durante el tiempo de enterramiento; esto puedo deberse a que durante la transminación de agua del nivel friático al interior de la cista se disolvieron algunos de los carbonatos del material calcáreo y migraron hacia los elementos asociados. Este fenómeno ocasionó que se produjera un compuesto en solución (el carbonato de los caracoles disuelto en el agua del nivel friático) que bañó constantemente el material arqueológico, y posteriormente se depositó en forma de una concreción en la superficie haciéndolos más resistentes

.Esto también explica el deterioro de los caracoles de la ofrenda, así como la corrosión de los cascabeles de cobre- carbonato básico de cobre de color verde malaquita- que confirma la disolución de carbonatos. Hay que recordar que cuando existen objetos de cobre asociados al hueso, éste tiende a conservarse mejor, en especial si su contexto de enterramiento es húmedo. En los huesos que están en contacto directo con los materiales de cobre, aparecen manchas verdosas, en este caso particular ninguno de los huesos presenta manchas, aunque si están notablemente bien conservados. Este proceso probablemente fue favorecido porque la caja de ofrenda permaneció cerrada y sellada con lodo del interior.

COMENTARIOS FINALES

Es la primera vez que se encuentran restos óseos de colibríes en el Templo Mayor y están asociados al templo de Huitzilopochtli. Asimismo, el registro de restosóseos de colibríes en un sitio arqueológico era inédito hasta este caso.

En las ofrendas se identificaron 17 ejemplares de colibríes, uno de la 99 que sólo se identificó como perteneciente a la Familia Trochilidae y 16 de la ofrenda 100: de Eugenes fulgens se identificaron 11 ejemplares, de Lampornis cf. amethystinus dos, de Hylocharis cf. leucotis dos, uno que posiblemente se Amazilia violiceps. La distribución de las especies de colibríes identificados en este estudio abarca las zonas templadas, subtropicales y altas, con vegetación de pino encino como la que existe aún en la Cuenca de México, por lo que posiblemente hayan sido colectados en los alrededores del antiguo lago de Texcoco.

Los ejemplares fueron preparados previamente antes de depositarlos en la ofrenda, con técnicas taxidérmicas muy parecidas a las actuales. Y fueron acomodados con

Fotografía 11.- Tibiotarsos fracturados (10 X microscopio estereoscopiofotografía de Norma Valentín)

las alas abiertas y los miembros posteriores extendidos a ambos lados del cuerpo, al igual que la cola, esto lo observamos porque uno de los ejemplares de Eugenes fulgens se localizó sobre una tortuga de agua dulce (Trachemys scripta), en esa posición, la gran cantidad de restos orgánicos que se depositó sobre la tortuga permitió que los huesos del colibrí no se movieran, permitiendo que pudiéramos registrar la posición del colibrí sobre la tortuga (Foto 12). Aunque el cráneo no se encontró en su lugar, por la posición de los demás huesos se observó qué orientación presentaba, y fue la misma orientación de la tortuga, hacia el oeste.

La conservación de los restos de colibrí y de gran parte del material orgánico presente es el resultado de factores físico-químicos que interactuaron entre los objetos en los contenedores de cada una de las ofrendas y posteriormente del trabajo conjunto del equipo que intervino en la excavación, la minuciosa recuperación del material, así como la aplicación de los tratamientos posteriores para su conservación y así poder realizar la identificación.

Por otra parte, las alteraciones continuas a que están sujetos los diversos materiales durante el enterramiento ocasiona muchas veces la perdida parcial o total de los mismos; otras veces la interacción entre ellos y su contexto favorecen su conservación, la cual no debe terminar con los tratamientos aplicados en el laboratorio, sino que debe continuar con su mantenimiento adecuado ya sea para su almacenamiento o su exhibición, pues los objetos son vulnerables al deterioro mientras las condiciones en las que se encuentren no sean adecuadas y estables.

Es importante comentar que la minuciosa excavación de los contextos arqueológicos nos ayuda a recuperar gran cantidad de información y materiales que muchas veces no podemos observar a simple vista, sobre todo en contextos cerrados.Es claro que estos restos no pueden ser estudiados de manera aislada, sino en conjunto con los materiales asociados del contexto, pues “las ofrendas deben ser analizadas como un complejo de relaciones sociales que se regula y se expresa en el acto ritual, dentro del marco de una religión especifica” (López- Luján, 1993). Los resultados presentados en este trabajo formaran parte indispensable del análisis de estos dos

importantes conjuntos oblatorios.

BIBLIOGRAFÍA

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1983 Check-list of North American Birds. 7th edition. American Ornithologist´s Union, Washigton. D. C.: 282-314.

Fotografía 12.- Caparazón de tortuga sobre la cual se encontró un colibrí acomodado con las alas abiertas, como se ejemplifica en la foto siguiente. (Fotografía tomada por N. Valentín).

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Valentín Maldonado, Norma y Belem Zuñiga Arellano

Identificación de la fauna de la ofrenda 99 y 100 del Templo Mayor de Tenochtitlan. 2°volumen del PAU. En prensa.