Los Clasicos

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ÍNDICE ÍNDICE 2 LOS CLÁSICOS: INTRODUCCIÓN 4 ADAM SMITH 5 La riqueza de las naciones 6 División del trabajo y la productividad 7 El mercado 7 Precio y valores 8 Acumulación y crecimiento 9 DAVID RICARDO 10 Ley de granos 10 Teoría de la renta 11 Teoría de la distribución 12 Ventaja absoluta 13 Ventaja comparativa 13 Las corn laws y los principios de Ricardo 13 Teoría del valor 14 Renta diferencial 14 Acumulación y distribución a largo plazo 14 La ventaja comparativa y el comercio internacional 15

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ÍNDICE

ÍNDICE 2

LOS CLÁSICOS: INTRODUCCIÓN 4

ADAM SMITH 5

La riqueza de las naciones 6

División del trabajo y la productividad 7

El mercado 7

Precio y valores 8

Acumulación y crecimiento 9

DAVID RICARDO 10

Ley de granos 10

Teoría de la renta 11

Teoría de la distribución 12

Ventaja absoluta 13

Ventaja comparativa 13

Las corn laws y los principios de Ricardo 13

Teoría del valor 14

Renta diferencial 14

Acumulación y distribución a largo plazo 14

La ventaja comparativa y el comercio internacional 15

STUART MILL 16

Teoría del comercio internacional 20

Teoría del valor 20

JEAN BAPTISTA SAY 21

Referencia bibliográfica 21

Aportes 22

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THOMAS ROBERT MALTHUS 24

Teoría del ahorro 25

Teoría de la renta de la tierra 27

Teoría del valor 29

Teoría dela demanda efectiva 30

Teoría monetaria y fiscal 32

CONCLUSIÓN 33

BIBLIOGRAFÍA 34

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LOS CLÁSICOS

INTRODUCCIÓN:

Se considera que el período de la Economía Política Clásica abarca de1776 a 1870: casi un siglo en cuyo transcurso tiene lugar el inicio de la Revolución Industrial y su propagación por Europa occidental y Norteamérica. Es también la era que corresponde al capitalismo de libre competencia, así como a la etapa de ascenso al poder político de las burguesías estadounidense y francesa, al igual que las de otros países de Europa.

En el plano intelectual es un período de predominio de la filosofía del liberalismo y la época de oro del pensamiento de la Ilustración, “un movimiento en cuya base se encuentra la confianza en la razón humana, una filosofía humanista que se esfuerza y trabaja por el progreso” (Reale y Antiseri: 1988). De hecho las tres “Ideas-Fuerza” que orientan al pensamiento de toda esa época son las de la Razón, la Libertad y el Progreso.

La Escuela Clásica proporciona por vez primera una visión teórica completa del sistema económico analizando en su sentido más amplio los procesos de producción, distribución, intercambio y consumo de bienes y servicios: desde la cuestión de los precios y el valor de las mercancías, pasando por la acumulación de capital, el ciclo económico, el empleo, la tasa de beneficios, el crecimiento económico, el comercio internacional y llegando a considerar incluso las perspectivas a futuro del capitalismo.

La escuela clásica se funda en un contexto capitalista, en el cual la revolución industrial provoca enormes cambios en una sociedad que aun asimilaba el cambio de un sistema feudal y entraba a un sistema de capitalismo de mercado.

La escuela clásica desarrolla su propia teoría del valor, la cual argumenta que el valor de todas las mercancías está dado por la cantidad trabajo empleado en la producción de los mismas, “teoría valor trabajo”. A través de esta teoría se pretende explicar la dinámica de los precios en una economía, en la cual los precios de mercado a largo plazo tienden a los precios naturales por el proceso de atracción gravitatoria del mercado o en términos de Smith debido a la mano invisible. Esta teoría busca además el establecimiento de ganancia, salario y renta natural como fundamento de los precios naturales de las mercancías

La teoría clásica crea supuestos fundamentados en la ética de mercado y a grandes rasgaos se pueden enumerar en los siguientes:

La Revolución Industrial tiene su cuna en Inglaterra y se asocia con la maquinización de la industria textil, el uso de la máquina de vapor, los ferrocarriles y los canales de navegación. Recordar: la Revolución Americana (1776), la Revolución Francesa (1789) y las Revoluciones Europeas (1848-1850). En el caso Inglés el ascenso de la burguesía al poder tiene lugar durante la Glorius Revolution (1688-1689).

En un primer nivel, de acuerdo a la trascendencia de sus obras, se ubican las ideas de Adam Smith y David Ricardo. En un segundo nivel se encuentran las de Robert Malthus, Jean Baptiste Say y John Stuart Mill. Hay un tercer grupo de autores más amplio con aportaciones puntuales.

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ADAM SMITH

“el trabajo de cada nación es el fondo que en principio lo provee de todas las cosas necesarias y convenientes para la vida”

Adam Smith nació en 1723 en kirkcaldy (escocia) y fue el único descendiente varón de la hija de un terrateniente acomodado. El padre falleció unos meses antes del nacimiento de Adam, había sido abogado, fiscal de los tribunales escoceses e inspector de aduanas del distrito de kirkcaldy.

Estudio las primeras letras sin salir de su pequeña ciudad, y a los catorce años ingresó en el Glasgow college, uno de los más reputados de la nación en aquel tiempo. Allí recibió Adam Smith la influencia de Francis Hutcheson, excelente profesor y filósofo que había inventado lo que llamo la <<deidad benévola>>

concepto que otros muchos filósofos del siglo XVIII. Este concepto aludía a una voluntad consistente no solo en las palabras de la sagrada escritura, sino en la busca del bien de la humanidad Y según Hutcheson lo bueno era la mayor cantidad del bien para el mayor número de individuos, conocía también la voluntad divina. En aquella época, la enseñanza de la ética tenía una orientación teológica y filosófica por lo que Hutcheson incluyo en sus lecciones cierto número de problemas sociales, algunos de los cuales eran puramente económicos y los expuso en su curso de jurisprudencia natural. Aunque en conjunto era un hombre liberal, desde el punto de vista técnico fue un mercado mercantilista. Se estima que este conjunto de ideas influyo considerablemente en la formación del joven Smith.

Otra de las tempranas influencias que recibió se debió a su amistad con David Hume, hombre de extraordinaria capacidad intelectual, diez años mayor que Adam y al que más tarde se consideró como el más grande filosofo de su tiempo

La subyacente preocupación de los primeros economistas de la época de Adam Smith fue la noción del provecho individual como fuerza conductora de la economía. A partir de allí se modelo la concepción general de un sistema económico, propulsado por un ímpetu propio y la idea de que su movimiento estaba conformado por leyes económicas especificas fue la única contribución que revelo y estableció la economía política clásica. Esto estaba dicho en la muy conocida frase de Hegel “de las acciones de los hombres se deriva algo distinto de los que ellos desearon y pensaron conscientemente”. La idea de la fuerza potencialmente creadora del provecho individual retrotrae a los “vicios privados, virtudes públicas”, de la fable of the bess, de Mandeville, a pesar de que Adam Smith la desechó como totalmente perniciosa; esta es, la medula sustancial dentro de la cascara de la metafísica de la “mano invisible” de Adam Smith ; en este sentido hasta la Theory of Moral Sentiments le era afín, puesto que se preocupaba de explorar la motivación humana, la cual fue la esencia del orden automático burgués. Esta demostración de un mecanismo dentro de las acciones de los hombres, con el cual era incompatible la injerencia del soberano o del estadista,

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fue la innovación crucial en el pensamiento humano respecto de la sociedad y, en la forma esencial, el remplazo del pensamiento antiguo implicado en los términos de “derecho natural” y no su continuación, como algunas veces se ha alegado. Como lo dijera Lord Robbins, aunque Smith “utiliza tan frecuentemente la terminología de del Naturrecht”, sus “argumentos son de igual modo consistentemente utilitarios por su carácter”. Lo asombrosamente nuevo en el “principio de la libertad natural” de Smith que ya había enunciado en 1749, era la libre interacción de los individuos no produce el caos sino un modelo metódico que está lógicamente determinado, un modelo que en consecuencia podría ser dilucidado en términos racionales. Es cierto que en aquella época se hacía mucha referencia al “orden natural” y que este se encontraba dotado de una estimación heredada e razón de su independencia de las maquinaciones artificiales producidas por el hombre. Pero el contenido real de este así llamado orden natural era el de permitir que cada hombre en tanto observe las reglas de la justicia, persiga su propio interés a su manera, aportando su propio trabajo y capital a la más libre de las competencias juntamente con los de sus conciudadanos. Además fue en especial característico de toda la escuela, esa preocupación por que predominara en su pensamiento la política económica. Eta preocupación precedía y modelaba sus ideas con respecto a l orden económico, así como seguía el desarrollo de estas ideas y les servía de corolario.

De igual modo los fisiócratas, los economistas de la escuela francesa del siglo XVIII, se preocuparon por transformar las políticas tradicionales de los gobiernos con respecto al comercio y a los impuestos y con este fin acuñaron el concepto de un orden económico. En un cierto sentido lo hicieron en una forma más objetiva que Smith y la escuela inglesa.

LA “RIQUEZA DE LAS NACIONES”

“An Inquiry in othe nature and causes of the Wealth of Nations” es el título de la obra más importante en la historia del pensamiento económico. La “Riqueza de las Naciones”, como se le conoce de manera abreviada, fue publicada en 1776, constituye la obra fundacional de la economía, representa el libro por excelencia del liberalismo económico y su autor, el escocés Adam Smith, es considerado, por las ideas ahí expuestas, el “padre de la economía”.

Adam Smith era profesor de filosofía en la Universidad de Glasgow. Impartió cursos de filosofía moral que comprendían, según las notas del curso o Lecciones de Glasgow tomadas por un alumno, cuatro grandes unidades: 1. Teología natural (abordando temas como el Ser, Dios, la religión; 2. Ética; 2. Justicia (considerando principalmente cuestiones en torno a la propiedad privada); 4 Reglamentaciones estatales (políticas comerciales y financieras).

De la parte 2 de dichas notas surge posteriormente su libro Teoría de los Sentimientos Morales, publicado en 1759. De la parte cuatro se desprende más tarde La Riqueza de las Naciones (escrita durante los años de 1770-1776). Un acontecimiento muy importante en la vida de Adam Smith es un viaje a Francia en 1759, ya que en el país cuna de la Ilustración entra en contacto con los fisiócratas y la obra de Francois Quesnay.

La Riqueza de las Naciones está compuesta por los siguientes libros:

I. División del trabajo, valor, dinero y distribución (salarios, ganancia, renta)II. Capital y moneda

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III. Estudio histórico sobre el crecimiento económicoIV. Mercantilismo y FisiocraciaV. Ingresos del Estado

DIVISIÓN DEL TRABAJO Y PRODUCTIVIDAD

Adam Smith no tiene como marco de referencia para su análisis el comercio o la agricultura sino la manufactura. Se trata de la manufactura previa a la revolución industrial, lo cual significa que no existe aún la presencia generalizada de la máquina en los procesos productivos. Estos procesos son intensivos, por el contrario, en el uso del factor trabajo. Tomando como ejemplo la manufactura de alfileres, Adam Smith afirma que en la división del trabajo se encuentra la causa de la riqueza de las naciones. Su obra da inicio con el efecto positivo que tiene en la producción de bienes la división del trabajo: el aumento en la productividad.

PRODUCTIVIDAD

Se trata de la relación entre los factores de producción utilizados para elaborar determinado bien y la cantidad de bienes producidos. Una cierta disposición de factores produce una determinada cantidad de bienes. Si se mantiene constante aquella dotación y uso en el tiempo de esos recursos y aun así la cantidad de bienes elaborados aumenta, se dice que la productividad se incrementó. Si por el contrario, dada esa misma cantidad de factores, su uso en el mismo lapso arroja una menor cantidad de bienes, se dice que la productividad descendió.

En el proceso de elaboración de un bien tan sencillo como lo es un simple alfiler, Adam Smith observó que la división del trabajo incrementa la productividad: dividiendo entre los obreros las distintas tareas que implica hacer un alfiler, aquellos producen una mayor cantidad. En el ejemplo de Smith la producción de 10 obreros pasa de 20 alfileres por trabajador al día sin división del trabajo a la cifra de 4 800 con división de tareas entre ellos.

Adam Smith distingue tres causas por las cuales aumenta la productividad con la división del trabajo: 1) se reducen los ´tiempos muertos¨ que implica el pasar de una tarea a otra distinta; 2) el trabajador se especializa en una tarea adquiriendo así mayores habilidades o destrezas en la misma y, por último; 3) la especialización y simplificación de las tareas facilita la introducción de maquinaria y/o el mejoramiento de la misma.

El factor que motiva la existencia de una división del trabajo, según Smith, es “una cierta propensión de la naturaleza humana a permutar, cambiar y negociar una cosa por otra”. Esta propensión es la causa de la existencia del mercado.

EL MERCADO

Para Adam Smith el mercado es la “mano invisible” que da equilibrio y armonía al sistema económico. El mercado es lo que cohesiona al sistema económico articulando los múltiples actos individuales en un gran agregado social.

Adam Smith radica el origen del mercado en la naturaleza egoísta del ser humano, es decir en su proclividad a obtener beneficios o ganancias materiales. El interés individual y no el altruismo o la solidaridad es lo que motiva a los agentes económicos a dedicarse a tal o cual actividad. El

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mercado permite conjugar los intereses egoístas de las personas y traducirlos en un bien común (es como en la fábula de Vicios Privados y Virtudes Públicas o, para decirlo en la jerga de los economistas: “en el mercado los egos de los agentes económicos arrojan externalidades positivas”).

Smith agrega que no discutirá si esta propensión es un “principio innato” del ser humano “o si, como parece más probable, es consecuencia de facultades discursivas y del lenguaje”, cuestión, por cierto, de suma actualidad en las neurociencias.

Para que ese mecanismo del mercado funcione se requiere a juicio de Smith la existencia de una libre competencia entre los productores y prestadores de servicios, un sistema económico que opere sin la intromisión del estado y sin la presencia de monopolios que dificulten o atrofien el movimiento de esa “mano invisible”.

Únicamente en condiciones de libre competencia entre productores y consumidores los precios establecidos por el mercado constituyen un mecanismo adecuado para orientar las decisiones de los productores y consumidores y, consecuentemente, para llevar a cabo una asignación eficiente de los recursos productivos. El mercado es el mecanismo que da lugar a una adecuada división social del trabajo.

PRECIOS Y VALORES

Un aspecto central en la obra de Smith es que plantea los fundamentos, en ocasiones de manera por cierto contradictoria, de una teoría de los precios y del valor, ambos temas-eje del pensamiento económico, temas que por su naturaleza esencial han dado lugar a debates seculares, con aportaciones, refutaciones, argumentos y contra argumentos de una u otra escuela o corriente teórica.

Destaca de entrada que Smith distingue entre el precio natural de una mercancía y su precio de mercado. El primero se encuentra establecido por las condiciones de producción del bien y es el “indicador” en torno al cual oscila no gravitan los precios de mercado, en constante variación por efecto de las fuerzas de la oferta y la demanda de ese bien a cada momento. Asimismo, expone una doble teoría de lo que constituye el precio natural: de una parte lo explica como determinado por los costos de producción y de otra, lo analiza en función de los ingresos correspondientes a los factores de producción (trabajo, capital y tierra) involucrados; es decir explica el precio de un bien de acuerdo a la remuneración total factorial: la suma de los salarios, ganancias y rentas.

Respecto a la cuestión del valor Smith establece una distinción que resulta primordial: una cosa es la utilidad específica de un bien (valor en uso) y otra es su valor económico (valor en cambio o de intercambio). Asociada a esta distinción Smith formula la “paradoja del valor”: la existencia de bienes con una gran utilidad para los humanos (vitales de hecho) como por ejemplo el aire y el agua y que al mismo tiempo carecen de valor económico (al menos en esa época así era con el agua) y la existencia de bienes con poca o escasa utilidad como los diamantes pero que sin embargo poseen un alto valor.

Smith establece los fundamentos de la llamada teoría del valor trabajo, que se denomina así pues afirma que en este factor –el trabajo- radica la fuente u origen del valor. Sin embargo su argumentación ofrece dos versiones aparentemente similares pero de hecho distintas: a una se le

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conoce como la teoría del trabajo incorporado y afirma que el valor de un bien está dado por la cantidad de trabajo que costó producirlo, mientras que a la otra se le conoce como la teoría del trabajo comandado y sostiene que el valor de un bien está dado por el trabajo que ese bien permite “ordenar” o adquirir. Al estudiar a David Ricardo veremos que la primera versión va a ser la que retoma en principio la Economía, mientras que la segunda es desechada por errónea.

ACUMULACIÓN Y CRECIMIENTO

El crecimiento en el producto y nivel de ingreso de un país depende del crecimiento en la población ocupada y/o del crecimiento de su productividad, lo cual depende a su vez de la introducción de maquinaria o de una división del trabajo más eficiente a través de la libre competencia en el mercado. Tanto el incremento en el empleo productivo como en la productividad requieren de la acumulación de capital.

Smith el crecimiento es un círculo virtuoso de mercado-división del trabajo-productividad-eficiencia-acumulación-empleo-mercado-división del trabajo-productividad, pero al mismo tiempo, está marcado por una dinámica cíclica de crecimiento de los salarios- descenso en las ganancias-descenso en la acumulación-descenso en la demanda de empleo-baja en los salarios-aumento de las ganancias-aumento en la acumulación y así, en un ciclo continuo.

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DAVID RICARDO

“El valor de un artículo, o sea la cantidad de cualquier otro artículo por la cual Puede cambiarse, depende de la cantidad relativa del trabajo que se necesita para su producción, y no de la mayor o menor compensación que se paga por

dicho trabajo”.

David Ricardo (1772-1823) Economista británico, hizo importantes contribuciones a diversas áreas de la teórica económica considerándolo uno de los miembros más importantes de la escuela clásica de economía política. Construyo un análisis basado en el método deductivo, su lógica rigurosa y esa necesidad de la búsqueda de una verdad objetiva y un tanto teórica han sido la base sobre el desarrollo de la forma en la cual los economistas posteriores se aproximaron al quehacer político dando origen a las tentativas del neoliberalismo y de los

análisis de Marx acerca del capitalismo. Realizo grandes aportes al análisis económico, a su metodología, las teorías de valor, el comercio internacional, las finanzas públicas, los rendimientos decrecientes y la renta.

POLÍTICA ECONÓMICA RICARDIANA

El análisis de David Ricardo se enfocó en la distribución del ingreso, así aparecieron tres clases para su explicación: los capitalistas o los nuevos industriales, que contribuían a una eficaz asignación de los recursos al transferir el capital a sectores que ofrecen mayor ganancia además iniciaron el crecimiento económico mediante el ahorro y la inversión. Los terratenientes que no favorecían al crecimiento de la economía pero que reciben rentas y los trabajadores que reciben salarios.

Al ser Inglaterra un gran productor de cereales con el paso del tiempo hubo una mayor demanda de este producto obligando a importar más cereales a la nación, por lo tanto, los terratenientes deseaban estar protegidos contra los productos agrícolas foráneos, en tanto que los muchos industriales que recién emergían se estaban convirtiendo en defensores del libre comercio, ya que argumentaban, que la producción industrial obtendría mejores resultados que la agrícola.

LEY DE GRANOS

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Al lograr la paz después de las guerras napoleónicas los terratenientes estaban sumamente preocupados pues esta guerra había protegido de manera artificial la agricultura nacional del grano continental, consiguiendo que el parlamento asignara impuestos a la importación de los granos. Esto beneficio a los terratenientes pues aumentaba sus ingresos, pero los nuevos industriales deseaban conseguir el grano más barato ya que el precio de los alimentos influía en gran medida en el tipo de salarios que tenían que pagar. De esta forma, los industriales apoyaban la importación de cereales, pues con la agricultura nacional no se obtenía la ganancia que ofrecía la producción industria naciente, en la cual debía especializarse Inglaterra.

TEORÍA DE LA RENTA

La renta del lado del producto

Las rentas es el pago al terrateniente que iguala la tasa de ganancias para tierras con diferentes características (fértiles o poco fértiles), así las rentas existen por la escasez de tierra fértil y por la ley de los rendimientos decrecientes.

Por lo tanto uno de los factores que influye drásticamente en la renta son los conceptos de margen intensivo de la tierra, es el efecto en un tipo de tierra al cambiar las unidades de capital y trabajo; y el margen extensivo de la tierra, es el cambio de una tierra fértil a otra no tan fértil. Logrando que un campesino que cultiva en una tierra menos fértil pagué por cultivar en una más fértil para así tener mayor producción, permitiendo igualar las tasas de ganancias para los dos tipos de tierra.

La renta del lado del costo

Afirma que el valor de cambio de un bien (especialmente los agrícolas) está determinado por la mayor cantidad de trabajo necesaria para su producción; ni más ni menos que el costo marginal en términos contemporáneos. Así la incorporación de tierras nuevas en las cuales la producción es cada vez más difícil aumenta el valor de cambio de todos los productos agrícolas, favoreciendo a los antiguos productores. De esta manera, la renta de la tierra - más exactamente la renta diferencial - aumenta a medida que se incorporan nuevas tierras a la producción. Y esto ocurre continuamente en razón del incremento de la población y del consiguiente aumento de la demanda de alimentos.

Cabe notar que esta apreciación de Ricardo podía haber sido válida un siglo antes, pero ya no en la época que escribía el autor. El progreso había llegado también a la agricultura y la cantidad de trabajo requerida para la producción de un bien también disminuía. Lo que sí es absolutamente cierto es que la productividad del trabajo aumentaba más rápidamente en las manufacturas. Y que la idea de la determinación del valor por el costo marginal tenía un significado cuando se trataba de incorporar tierras relativamente poco aptas.

Rendimientos decrecientes: si un factor de la producción aumenta de manera constante entonces la tasa a la que el producto total aumenta disminuirá a la larga. Ricardo afirmaba que con una cantidad fija de tierra y con cambios o unidades adicionales en la mano de obra o en el capital, la tasa de productividad a largo plazo disminuiría en la agricultura pero Mill aclaro esto pues la evidencia histórica de la época señalaba lo contrario por lo tanto este aclaro que la tasa de

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rendimientos decrecientes solo funcionaba a corto plazo mas no a largo como decía Ricardo y los clásicos.

Costo del trabajo

Para Ricardo el precio "normal" o, si se prefiere, el valor de una mercancía, está determinada por la cantidad de trabajo que contiene. Por tanto, el valor de una mercancía aumenta cuando aumenta la cantidad de trabajo necesaria para su fabricación y disminuye en caso contrario. En términos relativos, puede decirse que los valores de cambio relativos aumentan o disminuyen de acuerdo al mismo principio, inclusive si disminuye la cantidad de trabajo incorporada en todas las mercancías.

Cuando existen diferentes proporciones entre capital fijo y salarial, es decir, cuando a uno de los dos capitales se le da un mayor peso en la producción, el efecto de compensación entre las variaciones salariales y los beneficios no es completo. Según Ricardo, en condiciones de diversa composición y durabilidad del capital "el grado de alteración del valor relativo de los bienes ocasionado por un aumento o reducción del trabajo dependerá del capital global empleado como capital fijo"; es decir, ante un alza en los salarios, el precio disminuirá en los sectores en los que el capital fijo tiene mayor peso y aumentará en los que el capital salarial es mayor al fijo.

Se deduce entonces que en estas condiciones, además de las cantidades de trabajo incorporado la variable de distribución también influirá sobre el precio. Ricardo tiene que aceptar la posición que en un principio quería demostrar como inválida, pero demuestra que son las composiciones de capital y no en realidad la variable de distribución como tal, lo que tiene influencia sobre el nivel de precios. Concluimos así que la teoría valor trabajo es válida dentro un marco teórico definido, con condiciones tan limitadas que rayan en lo irreal, lo que condujo a descartar esta teoría Ricardiana como explicación general del valor.

La competitividad

La renta en un mercado competitivo ocasionará que el precio de los granos tienda hacia el costo marginal del producto con mayor costo, es decir, tenderá a que el terrateniente que posea la tierra menos fértil gaste más para aumentar la producción; también logrará que se les pague mayor renta a los terratenientes que posean la tierra más fértil pues los terratenientes con la tierra menos fértil desearan pagar por cultivar en estas tierras para aumentar su producción y su renta; y por ultimo provocara que exista una tasa de ganancias uniformes para todos los tipos de tierras como se explicó anteriormente.

TEORÍA DE LA DISTRIBUCIÓN

David Ricardo afirmaba que para determinar las leyes que regulan la distribución del ingreso entre los actores de la economía (trabajadores, capitalistas, terratenientes) debía ser el propósito de la

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economía, es decir, señalar qué participación tenía el trabajo, el capital y la tierra en el producto nacional.

•RENTAS. ""La renta tiende a subir"". Como la renta está íntimamente ligada a la producción agropecuaria, resulta que a medida que aumenta la demanda de sus productos debido a un aumento de población o un aumento de sus necesidades, la producción de los mismos no puede crecer en la misma proporción. Pensaban que la mayor dificultad radicaba en precisar cómo se repartía el ingreso nacional entre los terratenientes, trabajadores y capitalistas, es por esto que organizó las teorías sobre la renta, los salarios y las ganancias, estas tres leyes de la distribución que regularían a largo plazo las tendencias de la renta, salarios y las ganancias.

•SALARIO. Ricardo distingue dos clases de salario: salario nominal, y el salario real. La ley del salario nominal se puede enunciar así "el salario nominal tiende a subir ligeramente", determinado por el mínimo necesario para subsistir. Los salarios nominales también pueden elevarse de vez en cuando, aunque este método de ninguna manera mejora la condición económica de los trabajadores debido a que los salarios reales no suben.

•BENEFICIO. Para Ricardo la tasa de beneficio, es decir, la renta del capital, tiende a disminuir. Ricardo estaba seguro de la existencia de un antagonismo sin remedio entre los salarios y el beneficio, éste no podía aumentar y viceversa

VENTAJA ABSOLUTA

Es la comparación entre los productores de un bien de acuerdo con su productividad. Cuando un país es más eficiente en la producción de una mercancía, pero menos eficiente en la producción de otra al producir una segunda mercancía entonces ambas naciones pueden ganar si se especializan en la producción de la mercancía de su ventaja absoluta e intercambian sus productos.

VENTAJA COMPARATIVA

Es la comparación entre los productores de un bien de acuerdo con su coste de oportunidad. Ricardo asegura que aun cuando un país tenga menores costos en todos sus productos, bajo ciertas condiciones, podría beneficiarse del comercio internacional, si se especializa en la producción de aquellos productos en los cuales tienen los menores costos relativos, exporta parte de ellos e importa los productos en los que tiene los mayores costos relativos.

LAS CORN LAWS Y LOS PRINCIPIOS DE RICARDO

El segundo gran exponente de la Escuela Clásica es el hombre de negocios, financiero y parlamentario inglés (de origen judío-español), David Ricardo. Sus Ensayos sobre las Corn Laws inglesas (1815) cuestionan los altos aranceles para la importación de trigo dado sus efectos de incremento en los salarios, reducción de las ganancias y elevación de las rentas de los terratenientes. La libre importación de grano, en cambio, provocaría la reducción en el costo de los alimentos, disminuiría la renta de la clase improductiva propietaria de la tierra y elevaría los beneficios de los empresarios, con lo cual se estimularía la acumulación de capital y el crecimiento. El conflicto entre los intereses de la burguesía inglesa y los terratenientes marcará la obra de Ricardo.

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Su libro, Principles of Political Economy and Taxation (1817), destaca como una de las grandes obras de la Economía en razón de su método abstracto de análisis4, especialmente en el abordaje o enfoque dado a los siguientes cuatro aspectos o temas: la teoría del valor trabajo (a la que despoja de la ambivalencia y confusión smithiana); la teoría de la renta diferencial en la agricultura (que constituirá un antecedente para el estudio de los rendimientos decrecientes en la economía); el modelo de la distribución del producto social en salario, renta y ganancias conforme avanza la acumulación de capital (conocido como Corn Model) y, por último; la teoría de las ventajas comparativas como fundamento explicativo del comercio internacional y de sus ventajas para las economías nacionales. Mark Blaug habla de que “su atractivo intelectual reside en un notable talento para la realización de colosales abstracciones”.

TEORÍA DEL VALOR

A Ricardo le interesa explicar el comportamiento de los precios naturales (valores) de las mercancías a lo largo del tiempo y no el de los precios de mercado en el corto plazo. Ricardo opta por la teoría del valor trabajo incorporado y desecha la del trabajo comandado: “El valor de una mercancía, o sea, la cantidad de cualquier otra mercancía por la que se intercambie, depende de la cantidad relativa de trabajo necesaria para su producción y no de la mayor o menor remuneración que se pague por ese trabajo.” Esta definición del valor de cambio es válida para todas aquellas mercancías que se producen bajo condiciones de competencia estándar y no para aquellas como los libros, las obras de arte, las monedas, los objetos de colección, etcétera, bienes cuyo valor depende de las preferencias e ingresos de los consumidores.

RENTA DIFERENCIAL

La teoría de la renta agraria es una de las piezas fundamentales en el sistema teórico ricardiano. Ella postula que, dada la diferencia o heterogeneidad natural de las tierras dedicadas al cultivo, en la agricultura los precios de las mercancías no se forman a partir de las condiciones medias de productividad, como sucede en la industria, sino por las condiciones de producción más atrasadas, es decir las de la tierra de menor rendimiento.

Ejemplo de Renta Diferencial

Tierra Rendimiento: ton. Costo total Costo unitario Renta

A 8 ton 50 6.3 50

B 7 62.5 8.7 37.5

C 6 75 11.9 25

D 5 87.5 13.5 12.5

E 4 100 25 ----

Si el cuadro de la página anterior se refiriera a una industria constituida por 5 empresas, el costo de producción estaría fijado por las condiciones medias, es decir, por la empresa C, dada la capacidad de las empresas de salvar las diferencias de la productividad que no obedecen, en este

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caso, a razones de orden natural como ocurre en la agricultura y demás actividades primarias. Obsérvese también que a medida que se incorporaran las tierras E, F, G,…; cada una de menor calidad respecto a la anterior, la renta de las tierras A-E se irían incrementando progresivamente.

Como veremos a continuación con base en esta teoría se fundamenta la teoría ricardiana de la distribución y la propia visión de Ricardo sobre el futuro del capitalismo.

ACUMULACIÓN Y DISTRIBUCIÓN A LARGO PLAZO

Mientras que en Adam Smith prevalece una visión armónica, optimista y dinámica del capitalismo, en David Ricardo existe una visión en la que se destaca el conflicto o pugna de intereses en el plano distributivo y, además, se augura un futuro pesimista y estático para el sistema económico basado en la acumulación de capital

La acumulación de capital conlleva el aumento de la demanda de alimentos para una creciente población que se emplea en actividades manufactureras, comerciales, etcétera. Esto implica la apertura de nuevas tierras al cultivo, las cuales Ricardo supone serán siempre tierras de menor fertilidad y rendimiento que las ya cultivadas. Esto eleva la renta apropiada por los terratenientes y al tener lugar una producción agrícola con rendimientos decrecientes, se genera un aumento en el costo de los bienes agrícolas y por ende un elevamiento de los costos salariales (destinados a la adquisición de alimentos).

Veamos con mayor detalle el conjunto de supuestos del llamado Corn Model: se trata de una economía de monoproducción cerealera, en este caso trigo, y en la que la producción agrícola arroja rendimientos decrecientes disminuyendo en el tiempo tanto el producto medio como el producto marginal. Esto supone que la tierra no está sujeta a mejoras en su rendimiento (uso de fertilizantes, nuevas técnicas, semillas mejoradas, etcétera). Se supone también que la demanda de cereal está en función directa del crecimiento de la población y que dicha demanda no varía al elevarse el precio del cereal (es decir, como se verá en la Unidad 6, con una “elasticidad-precio” igual a 0). Se supone también que el salario se destina por entero a la compra de alimentos y es de subsistencia, es decir únicamente suficiente para cubrir las necesidades más indispensables del trabajador y su familia.

En el largo plazo, dado que los precios de los bienes agrícolas son fijados por los costos de producción de las tierras de peor calidad, la acumulación de capital elevará en términos reales los ingresos de los propietarios de la tierra, elevará los costos de la mano de obra en la medida que los alimentos serán cada vez más caros y disminuirá los beneficios de los capitalistas. Las ganancias de estos últimos se verán mermadas y “comprimidas” tanto por la renta como por los salarios, ambos en crecimiento a costa de la primera. En esta lógica la relación ganancia/salario, o tasa de beneficio de acuerdo a Ricardo, va disminuyendo inexorablemente con lo cual desaparece poco a poco el incentivo de la acumulación hasta arribarse a lo que se denomina un estado económico estacionario, es decir con acumulación cero y sin crecimiento.

LA VENTAJA COMPARATIVA Y EL COMERCIO INTERNACIONAL

El modelo ricardiano de productividad del trabajo y ventajas comparativas es punto de partida obligado en el estudio del comercio internacional y sus repercusiones en el desarrollo económico

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de los países. Dicho modelo se fundamenta sobre los principios del valor- trabajo y establece un vínculo entre la productividad (relativa) del trabajo y las ventajas (comparativas) de las economías en el comercio internacional. Independientemente de su validez explicativa, la teoría ricardiana del comercio internacional ofrece un ejemplo aplicado y simple de la división del trabajo y la asignación eficiente del recurso trabajo.

Este modelo teórico tiene como supuestos básicos los siguientes: a) la existencia de dos economías que cuentan con solo dos sectores productivos que producen solo dos bienes; b) en ambas economías existe únicamente solo un factor productivo, el trabajo; c) la productividad de dicho factor se equipara con el nivel de tecnología, ; d) dicha productividad se mide de acuerdo a los requerimientos unitarios de trabajo, y; e) no existe movilidad internacional de los factores, particularmente el capital.

En el ejemplo utilizado por Ricardo se trata de Portugal e Inglaterra y de la producción y comercio de ropa y vino. Los requerimientos del factor trabajo se miden por hombres ocupados al año; las cifras para el caso de Inglaterra son de 100 hombres para la producción de ropa y 120 para la producción de vino. En Portugal, en cambio, los requerimientos anuales de trabajadores son 90 y 80, respectivamente. Portugal es por tanto más productivo en ambas actividades, es decir tiene ventaja absoluta frente a Inglaterra en la producción de ambos bienes, pero de ahí no se deriva que únicamente Portugal se dedique a producir tales bienes, como lo supondría la teoría smithiana del comercio internacional asentada en la noción de las ventajas absolutas.

De acuerdo a Ricardo lo que rige en el intercambio comercial entre los países es el principio de la ventaja comparativa. A Portugal le conviene especializarse en la producción de vino donde su ventaja es mayor en relación con la ventaja que guarda en la producción de ropa frente a Inglaterra (80/120 frente a 90/100 o ¾ vs 9/10). A Inglaterra, por su parte le conviene especializarse en la elaboración de ropa, donde posee ventaja comparativa (es decir menor desventaja absoluta) frente a Portugal.

Esa división del trabajo sería la más eficiente para ambas economías. Obsérvese que estaría en el interés de Portugal importar ropa a cambio de vino incluso aunque pudiera producir ropa con menos requerimientos laborales que Inglaterra. ¿Por qué? Porque al hacerlo obtendría a cambio de la producción de vino que le costó 80 hombres al año, la misma cantidad de ropa que tendría utilizando al año 90 hombres produciéndola internamente. A Inglaterra, a su vez, le conviene obtener la misma cantidad de vino que obtendría dedicando 120 hombres al año, mediante el intercambio de ropa que solo le costó 100 hombres al año.

En este planteamiento sobre el comercio internacional existe el supuesto de que el trabajo es un recurso limitado para cada economía (y para ambas en conjunto) y que su aplicación en un sector, para producir determinado bien, “X”, implica un trade-off, es decir tiene un costo de oportunidad en relación a su aplicación en otro sector con miras a producir un bien “Y”. (Krugman y Obstfeld, 1996:15).

De acuerdo a esta teoría los “países exportarán los bienes que su trabajo produce de forma relativamente más eficiente e importaran los bienes que su trabajo produce de forma relativamente más ineficiente.” Así, al intercambiar bienes en los que tienen costos relativos más

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bajos, las economías están intercambiando trabajo y se especializan en la producción del bien en el que son más eficientes y lo cambian por el bien en el que lo son menos. De este modo el comercio presenta un método indirecto (y más eficiente) de producción que viene a abaratar el precio de los bienes intercambiados y amplía las posibilidades de consumo (Krugman y Obstfeld, 1996: 20-22)

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STUART MILL

“Afortunadamente no queda nada que aclarar en las leyesDel valor, ni para las del porvenir. La teoría del tema sobre

El valor está completa.”

JOHN STUART MILL (1806-1873) fue un gran pensador y economista teórico que realizo contribuciones en los temas sociales, “era esencialmente un filósofo social que intentaba mejorar el papel del individuo en la sociedad. Mill veía a la economía como una ciencia hipotética que se valía de un método a priori pues los economistas hacemos suposiciones y deducimos conclusiones a partir de estas pero explica muy bien que estas conclusiones deben ser comprobadas en la experiencia o mejor dicho comparadas en el diario vivir. Mill menciona que la falta de concordancia de los resultados del modelo deductivo y los hechos históricos revela que se han ignorado importantes efectos en la sociedad, que bien podrían ser fructíferos o pudieran

ser un resultado de factores extraeconómicos sin gran utilidad.

Los principles of political Economy de Stuart Mill son la última y tardía gran manifestación de la escuela clásica inglesa. Treinta y un años separan su publicación (1848) de la del libro de Ricardo, del cual tomo el título. Mucha agua ha pasado abajo los puentes de Támesis… y del Sena, durante estos treinta años, dejando aluviones con la que la doctrina de Mill se enriquecerá, aunque será también un poco pesada.

John Stuart Mill, hijo mayor de James Mill, filósofo benthamita y economista ricardiano. Su padre aprovecho la ocasión que le brindaba su educación para intentar una comprobación experimental de las teorías psicológicas de helvetius, sobre las que se apoyaba Bentham. Contra todas las formas del innatismo, Helvetius creía que, a excepción de los monstruos, los hombres, en el punto de partida, son todo iguales en donde intelectuales. La educación. Si Helvetius tenía razón, es todopoderosa. Se verá si James Mill tuvo éxito en hacer de su hijo un genio a medida… a medida de Bentham. A los tres años le hizo comenzar el estudio del griego. A los trece años, en 1819, Stuart Mill estudio a fondo los principios de economía política de Ricardo, ¡Que no son un alimento muy tierno que digamos! A los catorce su padre le envía a parís donde vive con Jean Baptiste Say y discute de teoría económica entre doctores. Más tarde en su autobiografía, Stuart Mill afirma que la experiencia ha sido favorable a las teorías de Helvetius. Ciertamente, hicieron de él un espíritu de una cultura extraordinariamente rica y de una rara elevación de pensamiento, pero cuyo contacto decepciona un poco. James ha hecho artificialmente de su hijo lo que los utilitarios creían que es naturalmente el espíritu humano; un conjunto de conocimientos, sin principio activo de orden y progreso; una hermosa mecánica intelectual refinada, pero sin vida propia. Stuart Mill es desdichado con serenidad, consiente sin entusiasmo. S u grandeza está en resumir en sí mismo todos los prolongamientos del benthamismo. Nominalistas en metafísica,

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asociacionistas en psicología, utilitarista en moral, individualista en sociología, demócrata y parlamentarista en política, liberal en economía, Stuart Mill encarna en una grandiosa síntesis, bajo todos estos conceptos y en toda esa amplitud, la concepción atomística del hombre y del mundo. Pero sin ninguna rigidez. Al lado de la marca de los benthamistas, lleva la de los socialistas franceses, del sansimonismo en particular, y la de Sismondi, de Augusto Comte, de Carey, de la filosofía de la historia de los alemanes hasta la de Coleridge. Y esta ternura filantrópica este sentimentalismo socialista que vemos desarrollarse en Mill, sobre todo después de su casamiento con la señora Taylor; esta extraña sublimación de su intimidad intelectual con esta mujer un poco obscura, ¿no es la tardía y tímida revancha de esas famosa inclinaciones innatas que su padre había comprimido a fin de poder negar su existencia? Stuart Mill es un espíritu terriblemente madura y como tal se nos aparee la doctrina clásica inglesa bajo su pluma. Ella ha perdido la rigidez provocativa son que Malthus la había revestido; no se respira la embriaguez de abstracción y de sistematización que Ricardo le había insuflado. Se ha convertido en serena, razonable y no solamente racional. No es ya un sistema, es una summa. Ha perdido sus ángulos se ha hecho redondeada y académica.

Stuart Mill ha hecho una síntesis ecléctica de todas las teorías clásicas. Le debe mucho a Smith, en el que sin duda reconoce, debajo de la sequedad ricardiana, una gran cultura y el arte de exponer agradablemente. Toma de él la teoría de los fondos de salarios, que repudiaría por otra parte en 1869; afirma que existe una masa social prefijada de capital circulante destinada al pago de los obreros y que la tasa de salarios es el cociente de este “fondo de salarios” por la cifra de la población laboriosa. Stuart Mill adhiere firmemente al principio de población de Malthus. Da un análisis de la renta de la tierra casi fielmente ricardiano. Integra el sistema de los grandes maestros, las teorías de los más recientes economistas de la escuela; la más importante es la teoría llamada de la abstinencia, de Senior, la que explica el interés del capital por el sacrificio de consumo inmediato que impone la economía.

Pero Stuart Mill añade a la herencia de la escuela, puntos de vista que le son propios. Con Jean Baptiste Say y contra sismodi, se refuerza por demostrar la imposibilidad de las crisis generales de superproducción. Para completar y coronar la doctrina clásica del comercio internacional propone una nueva teoría llamada de los “valores internacionales”, en la que se esfuerza en precisar la medida teórica de esta ventaja del intercambio internacional, del que sus predecesores habían solamente demostrado la existencia y determinado las condiciones. Sobre todo en el capítulo más célebre de su obra, Stuart Mill prolonga la dinámica ricardiana hasta su conclusión necesaria. La baja continua de utilidades debe conducir a un estado estacionario cuyo advenimiento es inevitable. El libre cambio y los progresos técnicos no harán sino retardarlo un poco. Melancólica perspectiva pasaran muchos, pero no Mill que más bien se alegra; porque entonces los hombres, liberados de la agitación y de las inquietudes de la carrera de utilidades, cultivaran las artes y la filosofía, ¡felizmente la población se detendrá en su crecimiento! Nada sería tan terrible como un mundo sin soledad, sin una flor de bosques. Los hombres eran más felices en el estado estacionario que en el estado progresivo. Para un utilitario, éste es el criterio decisivo sacado del fin supremo: la felicidad.

Ahora bien, la doctrina económica clásica resulta, en Stuart Mill, puramente utilitarista; no emprende la búsqueda de las leyes naturales sino de la receta racional que debe asegurar la

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mayor felicidad al mayor número. Es a cambio de punto de vista, al menos tanto como a las influencias recibidas de Comte, de los sansiomistas o de la señora Taylor, que se explican las alteraciones de la doctrina de Mill consiente al liberalismo de la escuela. Stuart Mill analiza la renta como Ricardo; pero la juzga y la llama UNEARNED INCREMENT (exceso no ganado); el preconiza la confiscación por el estado de mayor valor territorial. No es menos favorable a una limitación seria del derecho a la herencia. Encara la abolición del salario y la generalización de la cooperativa de producción. Su maltusianismo lo arrastra; no solamente es uno de los primeros en lanzar en Inglaterra la propaganda neomalthusiana, sino que desea fervientemente el día en que se considerara al padre de una familia numerosa con el mismo desprecio que inspira hoy la borrachera. Admite que el estado tiene derecho a limitar los matrimonios y la procreación. A medida que se lanzan nuevas ediciones de sus principles, se deja arrastrar cada vez más por la pendiente del sentimentalismo. Es irlandófico, feminista; se llama socialista. ¿Hay que creerlo? Toda vez que la mayor felicidad del mayor número no es fruto espontaneo de la libertad, el tolera la acción gubernamental. Nunca sin lamentarlo, sin renegar jamás de culto que ha reconocido al individuo. Para un atomista, el individuo es la sola realidad viviente, el estado no es más que una máquina.

En Stuart Mill la doctrina clásica se parece a una mujer cuya belleza sobrevive, más clara, más pura que nunca, a las seducciones ya estabilizadas. Jamás sin duda alguna, ha debido despegar tanto arte como maestría reservada, para poner de relieve sus encantos. Pero cada minuto que pasa es para ella una amenaza.

Mill marcó un hito en la historia de teoría económica pues se acercó a esta de una manera crítica, haciendo cambios fundamentales en varias áreas. Critico en particular la teoría de la renta de Ricardo así como la general posición clásica pues estas no tomaban en cuenta las circunstancias institucionales e históricas de la economía. Mill afirmaba que la teoría económica estaba influenciada por dos fuerzas sumamente importantes: la competencia y las costumbres. La primera, es un fenómeno histórico reciente que punteaba la creación de un mercado o mejor de un intercambio en la sociedad; la segunda pero no menos importante, es el centro de resolución de problemas económicos, que rondan alrededor de la distribución del ingreso. “Mill presento un material histórico que describía una variedad de arreglos institucionales que existieron en el pasado y que en la actualidad estaban presentes en economías subdesarrolladas, menos orientadas al mercado de su propia época.”

El pensamiento de J. S. Mill fue marcado por su eclecticismo, es decir, la formulación de sistemas de pensamiento por la selección de doctrinas de otros sistemas ya desarrollados con anterioridad. Los pensadores eclécticos combinan lo que consideran doctrinas más válidas, aunque a menudo estas doctrinas no formen una unidad integral. De esta forma, Mill es una mezcla entre defensor de Laissez faire, intervencionismo y socialismo; por lo tanto represento un punto medio entre el liberalismo clásico y el socialismo. Este trato de establecer la concepción adecuada para la relación entre el gobierno y los individuos que componen el estado así explica que “los fines del gobierno son tan vastos como aquellos de la unión social”, consisten en todo el bien y de toda la inmunidad contra el mal”

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También descubrió un conflicto de clases que influyen en la sociedad y alteraban el sistema. Mill desarrollo un nuevo tratamiento a la propiedad privada pues decía: los derechos de propiedad no son absolutos y la sociedad puede alterarlos cuando ella juzgue necesario, así si las leyes de la propiedad privada se cambiaran habría una distribución más equitativa a los aportes del individuo en la economía.

Jeremy Betham fue una de las grandes influencias en el pensamiento de Mill y de sus contemporáneos al unir la teoría económica con la política económica. Este fue el líder de un grupo de reformistas llamados radicales filosóficos o utilitaristas que ejercieron un importante efecto en la legislación y reforma política, económica y social de su época. Ellos argumentaban que el ser humano estaba motivado por: lograr el placer y evitar el sufrimiento, si fuéramos capaces de medirlos podríamos hacer leyes con el objetivo de hacer feliz a la mayoría de los individuos. Así la mejor forma de medirlos según Betham era a través del dinero tratando de convertirla en una ciencia exacta.

Mill defendió la ley de Say pues reconocía que quizás pudiera haber una oferta excesiva de bienes individuales en tanto el mercado reaccionaba para cambiar las condiciones de demanda y oferta pero aclaraba que esto no se podía extender a largo plazo.

Para aclarar esto Mill hizo una distinción entre tres economías: una de trueque, donde jamás existirá una sobreoferta de bienes pues la existencia de bienes presupone la demanda de estos; una economía en la que el dinero es un bien y no existe el crédito, aquí una empresa produciría bienes y comerciaría bienes solo para obtener otros bienes, aunque se introduzca el dinero solo será como medio de intercambio; y una economía con crédito, donde el vendedor no compre de inmediato otro bien y aunque se tenga los recursos no se genere el suficiente poder de compra, existirá una sobreoferta. Y esto ocurrirá por el cambio de expectativas de la sociedad.

TEORÍA DEL COMERCIO INTERNACIONAL

Ricardo analizo que donde existían las ventajas comparativas el comercio internacional incrementaría la producción mundial beneficiando a todas las economías involucradas determinando así los precios de intercambio satisfactorios para todas las naciones.

Pero aunque Ricardo explico que el comercio hallaría este precio de intercambio Mill proporciono la manera en que se repartirían estas ganancias. Este concluyo que los términos del comercio dependen de la demanda que haya en ambos países por los productos importados y por lo tanto esta dependerá de las inclinaciones y circunstancias de ambos países. También introdujo el costo de transportación dentro del análisis del comercio y la influencia en las tarifas ejercen sobre el comercio, aunque estas últimas no fueron tan importantes.

TEORÍA DEL VALOR

J.S Mill presento una teoría del valor en función de los costos de producción en la que los costos monetarios representan fundamentalmente a los costos reales de las des-utilidades del trabajo y la abstinencia, así para que un bien tenga un valor de intercambio o un precio debe ser útil y difícil de obtener aunque el valor de uso determine el valor de intercambio solo bajo circunstancias inusuales. Y para esto hablo de tres tipos de bienes: donde la oferta está limitada y por lo tanto

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son inelásticos, los precios dependían de su demanda y oferta, como las obras de arte, etc. Los bienes manufacturados donde la curva de oferta es perfectamente elástica donde los costos de producción determinan su precio. Y el último grupo es aquellos producidos por la agricultura donde los bienes dependen de los costos de producción de aquellos oferentes con las circunstancias más desfavorables como se explicó anteriormente.

Stuart Mill es quizás el más grande, el último de los grandes clásicos.

JEAN BAPTISTA SAY

“El dinero no realiza más que una misión pasajera, al final de los cambiosresulta siempre que se han pagado los productos con otros productos ”

Debemos retroceder hasta antes de Ricardo y del sansimonismo. Jean Baptiste Say nació en Lyon en 1767, de una familia comerciante calvinista originaria de Nimes, pero que tuvo que refugiarse por mucho tiempo en Ginebra para evitar la persecución religiosa. Así como en el tiempo de Colbert los hugonotes estuvieron a la cabeza de la expansión industrial francesa, también a comienzos del siglo XIX, un reformado debía oponer a la fisiocracia declinante, un liberalismo industrial. A los diecinueve años, Jean Baptiste Say hizo su primer viaje a Inglaterra y se entusiasmó con el espectáculo del prodigioso desarrollo industrial que desbordaba el Támesis, en la alborada del maquinismo. Vuelto a parís en 1787, lee al año siguiente la Riqueza de las Naciones. De ahora en adelante la

obra de Smith no se aleja de la cabeza de Jean Baptiste Say. Durante quince años meditara antes que sea llevado a terminó su propio Traite. Este apareció en 1803 bajo este título celebre: Traite d´ economie politiqueo u simple exposition de la maniére dont se forment, se distribuent et se consommen les richesses, y que contiene en germen una división de la ciencia económica llamada a ser tradicional. La obra tuvo un gran éxito. A su autor se encargó formar la biblioteca portátil del primer cónsul, al partir para Egipto. Pero Bonaparte se esfuerza por persuadir para que arregle su Traité haciendo una apología de ciertos proyectos financieros y ve interferida la reedición del Traité. Se lanza entonces a la industria privada, funda una hileria en Pas-de-calis, se encarna durante seis años ese tipo de empresario que su doctrina económica exalta. La victoria de los aliados le permite publicar en 1814 una segunda edición de su Traité. Empieza una tercera parte de su vida durante la cual será profesor y escritor. Enseña en al ateneo después en el conversatorio de artes y oficios, luego en el colegio de Francia. En 1815 da un Catéchisme d´economie politique, anota una traducción francesa de los principles de Ricardo, publica seis Lettres á Malthus y luego edita en seis gruesos volúmenes su Cours del Conversatorio. Muere en 1832.

En cualquier lado en que el pensamiento de Smith aparezca aunque sea un poco obscuro, Jean Baptiste Say lo interpretará hasta que toda confusión desaparezca. Por ejemplo Smith mesclaba la ciencia y el arte económico. Say lo interpretara hasta que toda confusión desaparezca. Por

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ejemplo, Smith mezclaba la ciencia y el arte económico. Say destacaba netamente esta distinción. No es solo por hostilidad a Bonaparte que rehúsa orientar su traité hacia una conclusión política. Escribe a Malthus que el sabio debe permanecer espectador impasible de la realidad que observa y analiza. Con él la economía política, despojado de toda finalidad, reivindica su autonomía.

Descartando prolijamente la doctrina de su maestro Say esquiva la incertitud de la interpretación que pesaba sobre la teoría Smithiana del valor. Para Jean Baptiste Say, el principio del valor no es el trabajo sino la utilidad. Una perla encontrada por casualidad sobre la playa no representa ningún trabajo. Ella tiene valor porque es útil: es decir, porque responde a un deseo de los hombres. Ningún clásico ingles ha dicho esto, sino Jean Baptiste Say. Esto no es bastante para hacerlo el inventor de nuestras modernas teorías, porque estas no ponen utilidad en la base del valor, sino combinándola con la rareza en el concepto de satisfacción marginal. Por lo tanto, mejor que la tesis inglesa del valor-trabajo, la doctrina valor-utilidad de Jean Baptiste Say, señala los caminos de su porvenir al pensamiento económico.

A su luz, Say aumenta y precisa la noción de riqueza. Todo lo que es útil merece ser llamado riqueza. Los servicios del médico, del abogado, del funcionario son “productos inmateriales” que se pueden asimilar, desde el punto de vista económico, a los frutos de la tierra o a la fabricación industrial. No hay “clases estéril” ni ocupaciones estériles; solamente la ociosidad merece este epíteto. Adam Smith, todavía imperfectamente librado de la influencia fisiocratica, creía que la industria es menos productiva que la agricultura. Pero entre Smith y Say, la revolución industrial ha tenido lugar. Say es decidido, ardientemente industrialista. Separa y exalta el tipo de empresario; muestra en este personaje el eje de la actividad económica. Distingue la utilidad del empresario, que llama beneficio, de la utilidad del capitalista, que llama interés. Ricardo y aún Stuart Mill han descuidado lamentablemente las lecciones de Jean Baptiste Say.

Con la industria, la ley de los rendimientos más que proporcionarles domina el universo de Jean Baptiste Say. Encuadra con confianza y entusiasmo una expansión indefinida y sin cesar acelerada de fabricaciones industriales. Produzcamos dice Say y sin temer los obstáculos y malas ventas, que tantos espíritus blanden en vanas amenazas. Say se opone a todas las formas de lo que ahora llamamos “maltusianismo económico”. Trata de demostrar la imposibilidad de las crisis generales y que cuanto más variables y abundantes sean las producciones, menos probables son los desequilibrios. Tal es el objetivo de su famosa “teoría de los mercados”. Esforcémonos pos comprenderla. ¿Por qué en presencia de una gran producción había de faltar clientes? ¿Falta de moneda? Pero la moneda no es más que un intercambio de intercambio, una especie de pantalla que recure y tapa un trueque real. En el fondo de la cuestión, el panadero no compra la carne con el dinero, sino con el pan. Así el intercambio está completamente subordinado a la producción. “los productos se intercambian contra los productos”; en la escala de la nación o del mundo, el conjunto de productos contra el conjunto de productos. ¿Cómo es posible que haya un desequilibrio entre estos dos términos idéntico? Un atascamiento general de los mercados es un concepto lógicamente absurdo. Sin duda que pueden haber crisis parciales. Pero si ciertos productos abundan es porque otros están faltando. Para prevenir, para reducir tales desequilibrios; no hay que disminuir la producción, sino intensificar y diversificarla al máximo. Y para esto hay que abstenerse primero de toda intervención autoritaria. “El desequilibrio, dice Say, no cesaría de existir si los medios de producción fueran dejados en completa libertad. Es Así que

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Jean Baptiste Say orienta a la escuela francesa según la tendencia optimista que la caracterizará de más en más. No nos corresponde desenredar aquí lo que la “teoría de los mercados” pueda combinar de sofisma puramente verbal, de error irreductible y de intuición genial de la verdad. Pero para que todavía hoy, ciento cuarenta años después del Traité, no se vea obra teórica sobre la crisis que no comience por mencionarlo, debemos pensar que el antecesor de la escuela liberal francesa ha puesto el dedo un aspecto profundo del problema.

Jean Baptiste Say no ha tomado de la teoría de los mercados de Smith, más de lo que tomo de su teoría del valor. Cualquier cosa que haya querido decir, le debe mucho a los economistas franceses, sus predecesores y contemporáneos. Cuando el viejo Dupont de Nemours lo acusa, atacando a Quesnay de “golpear a su nodriza”, Say responde que, después de esa leche, ha comido “Mucho pan y aun trozos de lomo de vaca”, con lo que alude a La Riqueza de las Naciones. Pero el gusto de la leche le ha quedado en la boca. Primero. Mientras que Smith se apoyaba sobre las ideas fisiocráticas para oponerse al mercantilismo todavía vigente en Inglaterra, tenemos la impresión que Jean Baptiste no se apoya sobre Smith más que para oponerse a la fisiocracia. Los fisiócratas no le sirven a Say más que como botador. ¿Cómo, entonces, la teoría de los mercados no haría pensar, en el Tableau economique? Y más directamente que el auténtico núcleo de la fisiócratas ortodoxos, Say parece deudor de los autores que se sitúan en las fronteras doctrinarias de la fisiocracia: Gournay, Turgot, y sobre todo el abate Condillac. “Hay algo que recoger entre la charla ingeniosa” de Condillac, reconoce condescendiente a Say. Ciertamente y él mismo no lo ha perdido. Valor-utilidad, productividad de la industria y del comercio, distinción del empresario y del capitalista, de la utilidad y del interés: de todo esto se encontraba ya en Condillac.

Y Condillac, como Say, gustaba del lenguaje claro. Say no tiene la elocuencia ni la abundancia verbal de su maestro Smith. Su lenguaje es simple y claro, sobrio y firme a la vez, ordenado, preciso, sin afectación pero sin negligencia. Es después de J.B. Say que la manera de los economistas franceses puede atraerse este reproche o este cumplido. “tan transparente es su pensamiento, escribe Telhac, que hace falta un ojo muy ejercitado para ver otra cosa a través de lo mismo.

Esta es una de las razones por las cuales la lectura de J.B. Say tienta poco a nuestros contemporáneos. Esta obra voluntariamente desnuda, concienzuda, límpida, nos aburre un poco, como una novela muy pura. Todo lo que ha aportado a la ciencia económica forma parte, desde hace tiempo, de la enseñanza tradicional. No resalta a nuestros ojos más que los errores y la pesadez.

Su principal al pensamiento económico, la ley de los mercados, o “ley de Say”, sostiene que la producción de bienes genera una demanda agregada efectiva suficiente para comprar todos los bienes ofrecidos.

Dicho de otra manera, la oferta crea su propia demanda. Como consecuencia, nunca podía originarse una superproducción generalizada en el sistema económico ni ocurrir una insuficiencia de la demanda, la otra cara de la moneda de la superproducción. En términos simples, Say sostenía que cada unidad de producto vendido generaba ingresos en la forma de salarios, intereses, beneficios o rentas de la tierra, suficientes para comprar dicho producto.

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La Ley de Say prevaleció triunfante hasta la Gran Depresión de la década de 1930, circunstancia en la cual pudo ser refutada por John Maynard Keynes, al sostener la posibilidad de una insuficiencia de la demanda. Podía darse una preferencia por la retención y atesoramiento de dinero y los precios podrían no ajustarse a un flujo de demanda menor. En este caso, las mercaderías en general, dejarían de venderse y sus fabricantes quedarían sin empleo.

Esta argumentación puso fin al extraordinario reinado de la Ley de Say

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THOMAS ROBERT MALTHUS

“El freno último a la población parece, pues, ser la falta de alimentosdebida necesariamente a las distintas proporciones en que aumenta

la población y los combustibles”

Otro importante economista perteneciente a la escuela Clásica, es el clérigo, escritor profesor de historia y economía política Thomas Robert Malthus(1766-1834); publicó en 1798 su Ensayo sobre el Principio de la Población, adquiriendo fama perdurable. También publico Principios de economía política en 1820. En su primer “papers” Malthus presentó, su ley de la población, asegurando que se incrementa geométricamente cuando no es controlada, mientras las disponibilidades alimenticias solo aumenta, como mucho, aritméticamente.

Esta teoría basada en la ley de los rendimientos decrecientes, fue tratada como un principio

históricamente válido. Mientras creciera la población se requerirían más trabajadores para producir más alimentos, descendiendo el rendimiento medio y marginal por trabajador. Esta ley, sin embargo, era válida solo en condiciones estáticas, mientras la tecnología permaneciera invariable.

El pesimismo Malthusiano resultaba de la subestimación de las posibilidades de incrementar la producción agrícola. Malthus tampoco previo la fuerte reducción de la tasa de natalidad en sociedades donde la urbanización, educación y mejora de vida se extendiera significativamente. La teoría de la población era comprensible en un periodo histórico en el cual el crecimiento de las tasas de natalidad y descenso de las de mortalidad estaban provocando asombrosos incrementos de población

LA TEORÍA ECONÓMICA DE MALTHUS

Algunos de los elementos básicos de su teoría económica ya se encuentran en su Primer Ensayo sobre la población de 1798. Allí, recordemos, con la intención de desacreditar las leyes de pobres, analiza la incidencia de las transferencias de renta (en qué consisten las ayudas a los pobres) sobre el alza de los precios. En su breve opúsculo Investigación sobre la causa de los actuales altos precios de las provisiones (1800) continúa esta línea de análisis relacionando variaciones en los ingresos con las de los precios. Rechaza, por lo tanto, las simples explicaciones cuantitativitas que consideran la subida de los precios como efecto del aumento monetario.

Considerando que Malthus, define la demanda de forma totalmente actual como “el deseo de comprar unido al poder de hacerlo”, Malthus pone el énfasis en la mayor demanda originada por

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las rentas transferidas a los pobres que causan la subida de precios. Según él, la relación causal era al revés: los altos precios requerían una mayor cantidad de dinero; por eso dirige la atención hacia la creación del dinero bancario que se adapta fácilmente a las mayores necesidades de medios de pago causadas por el alza de los precios. Pero no deja de notar la dificultad que supone la mayor oferta monetaria para que luego bajen los precios: “Para que en un país circule la misma, o aproximadamente la misma, cantidad de mercancía, si éstas han alcanzado un precio mucho más alto se necesita una cantidad mayor del medio, cualquiera que éste sea. Si, por consiguiente, la cantidad de papel en circulación ha aumentado grandemente durante el último año, me inclinaría a considerarlo más como el efecto que como la causa del alto precio de las subsistencias. Esta plétora de medio circulante será, sin embargo, uno de los obstáculos en la vía de retorno a la baratura”.

Como se puede observar, Malthus abandona la idea cuantitativista de la neutralidad del dinero y además señala una manifestación del fenómeno que actualmente se conoce como histéresis (el cual, en su aplicación a la economía, significa que después de haber actuado una causa que originara unos efectos de una determinada tendencia, esta tendencia no se invierte al aplicar causas contrarias, ya que los nuevos efectos también dependen de la magnitud que alcanzaron los valores debido a la causa primitiva). En lenguaje matemático, y teniendo en cuenta que Y es la causa (o variable independiente), X el efecto (o variable dependiente), que t es el momento actual y t-1 el momento anterior, podríamos expresar la idea de la histéresis así: Xt = f(Y; Xt-1).

Malthus, en su opúsculo citado sobre los altos precios de las provisiones, demostró tener una clara percepción del principio de marginalidad en la formación de los precios. Según él, el precio queda determinado en el nivel más alto que la persona más pobre que pueda pagarlo asegure la venta de toda la cantidad de un bien sin que sobre ni falte:

“Supongamos una mercancía muy solicitada por cincuenta personas, de la cual, por algún fallo de la producción, sólo hay suficiente para abastecer a cuarenta. Si quien ocupa el cuadragésimo lugar, partiendo de arriba, dispone de dos chelines para gastar en esta mercancía y los treinta y nueve por encima de él tienen más, en diversas proporciones, y los diez bajo él todos menos, el efectivo precio de este artículo, según los genuinos principios del comercio, será de dos chelines [...]. Supongamos ahora que alguien da a los diez pobres que quedaron excluidos un chelín a cada uno. Los cincuenta pueden ahora ofrecer dos chelines, el precio que antes se pedía. De acuerdo con todos los verdaderos principios del comercio justo, esta mercancía debe subir inmediatamente. Si no, me preguntaría: ¿en razón de qué principio se ha rechazado a diez de los cincuenta que eran igualmente capaces de ofrecer los dos chelines? Porque, según el supuesto, siguen sin haber más que para cuarenta. Los dos chelines de un pobre son tan buenos como los dos chelines de un rico; y si actuamos para impedir que la mercancía suba hasta quedar fuera del alcance de los diez más pobres, quienesquiera que sean, tendremos que echar a suertes, hacer una lotería o luchar para determinar quiénes serán excluidos. Se saldría de mi presente propósito discutir si uno de estos métodos sería preferible para la distribución de las mercancías de un país, a la sórdida distinción del dinero; pero lo cierto es que, según las costumbres de todas las naciones ilustradas y civilizadas, y según todo principio del trato comercial, debe dejarse que el precio suba hasta el punto en que la adquisición se encuentre fuera del alcance de diez de las cincuenta personas.”

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TEORÍA DEL AHORRO

Se trata, en realidad, de sus consideraciones acerca de la situación de desequilibrio entre el ahorro y la inversión. Los fundamentos de su teoría del ahorro también aparecen en su primer ensayo.

Como se sabe, Smith había indicado que la fuente de la acumulación del capital se encontraba en la austeridad, propia del hombre frugal que ahorra, aunque los ahorros podían consumirse o invertirse por otras personas distintas de las que los habían generado. En todo caso, quienes invertían productivamente los ahorros lo hacían con carácter inmediato. Concretamente y en una célebre frase, Smith había dicho que “todo pródigo es un enemigo de la sociedad y todo hombre sobrio un benefactor de la misma”.

Malthus criticó las ideas de Godwin publicadas en el Enquirer acerca de la avaricia y la prodigalidad. Godwin comparó al hombre pródigo que despilfarra su renta y perjudica a la sociedad con el avaricioso que la guarda y también daña a la sociedad. Malthus consideró que el avaro de Godwin era de una naturaleza totalmente distinta que la del hombre frugal de Adam Smith. Aquél “encierra sus riquezas en un arca, bajo llave, y no moviliza trabajo alguno, ni productivo ni improductivo”.

Más adelante hace hincapié en el perjuicio que causaría la avaricia: “Supongamos ahora que cien mil personas, que actualmente emplean cada una diez hombres, deciden retirar sus riquezas del uso general y ponerlas bajo llave; un millón de trabajadores de diferentes tipos se verían arrojados a la calle, sin empleo” (ib., p. 219). Es decir, Malthus, sin ser su propósito criticar la teoría de Smith, expone una situación en la que no hay una concatenación tan rápida y completa entre los actos de ahorro e inversión, porque, realmente, quienes ahorran son personas distintos de las que invierten; en la sociedad coexisten sobrios hombres de negocios y avaros atesoradores. Los primeros usan productivamente los capitales ahorrados y los introducen de nuevo en el circuito económico mediante la inversión, por sí mismos o prestándolos, mientras que los segundos retiran fondos de la circulación y cierran vías a la producción. Sobre esta idea insiste en sus Principios de Economía Política (1820, p. 32): “Ningún economista político actual entiende por ahorro el atesoramiento”.

Considerar un ahorro en desequilibrio con la inversión, aunque hubiera sido sin intención y de forma indirecta, y unos ingresos como origen de la demanda que determina los precios, aun proviniendo esos ingresos de transferencias de rentas, son dos aportaciones muy notables de Malthus al análisis económico.

La paradoja de la austeridad, como hoy en día se denomina fue una cuestión planteada por Malthus: “¿Cómo se puede decir con verdad que la frugalidad, aunque sea perjudicial para los productores, no puede serlo para el Estado o que un incremento del consumo improductivo de los terratenientes y capitalistas no puede a veces ser el remedio apropiado para una situación en que fallan los móviles de la producción?”.

Una interesante sugerencia de Malthus, en su folleto Observaciones sobre los efectos de las leyes de granos (1814), fue la de aplicar el cálculo diferencial al análisis económico. Él dijo: “Muchas de las cuestiones tanto de moral como de política parecen ser de la misma naturaleza que los

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problemas de maximis et minimis en los flujos; donde siempre hay un punto en que cierto efecto se da como la mayor intensidad, mientras que a ambos lados de este punto decrece gradualmente”.

No obstante, él, que era buen matemático, no siguió su propio consejo; fue Thomas P. Thompson quien, en un artículo publicado en la progresista revista Westminster Review en 1824, utilizó por primera vez el cálculo para hallar una ganancia máxima, en una nota a pie de página (Spiegel, p. 350). Pero con esta forma de proceder sentó el precedente de postergar en un rincón el uso de las matemáticas, que si bien no impedía la difusión de las investigaciones económicas al gran público, resultó una rémora para el posterior desarrollo científico de la economía.

TEORÍA DE LA RENTA DE LA TIERRA

A principios del siglo XIX cobró auge la teoría que basaba la renta de la tierra en su diferente fertilidad, de modo que a medida que iba aumentando la demanda de productos agrarios se requería poner en explotación fincas cada vez menos fértiles y con menor rendimiento. Explicaciones de esta clase han recibido el nombre de la renta diferencial.

Un precedente de ella lo encontramos en James Anderson (1739-1808), terrateniente escocés, que hizo tempranas aportaciones a la teoría económica, en sus escritos Observaciones sobre el significado de estimular el espíritu de la industria nacional (1777) e Indagación acerca de la naturaleza de las leyes de granos. Entre los argumentos de este autor se encuentra la vinculación entre la renta de la tierra y los rendimientos decrecientes de la misma. Empero, Schumpeter afirma que para explicar la renta de la tierra sólo es suficiente considerar dos cosas, como así hicieron Cantillon y los fisiócratas, para que “un factor sin coste arroje un rendimiento neto: la productividad y la escasez”. Añade Schumpeter que: “Ni el hecho a explicar ni los hechos que lo explican tienen nada que ver con los rendimientos decrecientes.” Y, sin embargo, las teorías que prosperaron durante el siglo XIX fueron las que asociaron renta de la tierra con sus rendimientos decrecientes. Y ello pese a que Anderson opinaba que, en realidad, no había rendimientos decrecientes en la tierra; concretamente, Schumpeter dice: “Anderson afirmó audazmente que la capacidad humana de aumentar la productividad de las tierras es tal «que puede armonizarla con su población, cualquiera que ésta sea»”. Debe tenerse en cuenta que los autores antiguos no solían especificar, como actualmente hacemos, si su análisis se refería al corto plazo y usando la cláusula ceteris paribus, o si aludían al largo plazo y variando algún factor tal que la tecnología.

Malthus ya había aseverado, en su 3ª edición del principio de población (1806), que el precio de las subsistencias determina siempre la cuantía de la renta de la tierra y no al revés como algún autor había dicho al considerarla parte del coste de producción. Malthus consideró tres causas de la renta que tenían que actuar a la vez. La más importante, que la tierra proporcione más producto que el necesario para mantener a quienes la cultivan; que se genere la demanda para consumir ese excedente; y que haya escasez relativa de tierra fértil, natural o artificial. Y vio en las innovaciones técnicas aplicadas a la agricultura un motivo del incremento de la renta.

El debate sobre las rentas de las tierras saltó al primer plano de la opinión pública con motivo de las guerras napoleónicas que, para abastecer a los ejércitos, obligaron a intensificar la producción agrícola mediante el cultivo de tierras menos fértiles. Los efectos prácticos fueron que los precios

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de los productos agrícolas habían subido y también las rentas de las tierras; el quid era saber quién tiraba de quién. Los hacendados, mientras tanto, consiguieron del gobierno tory (conservador) el proteccionismo arancelario frente a la importación de productos agrarios que habría abaratado los precios.

En 1815 (año de la batalla de Waterloo) fueron publicados cuatro artículos que trataban del mismo tema, la renta de la tierra, y al que sus respectivos autores aplicaban el mismo instrumento de análisis. Éste se basa en la diferencia de ingresos debidos a los rendimientos decrecientes obtenidos en una tierra después y antes de la subida del precio del producto cultivado en ella a causa de un aumento de su demanda. El primero de estos artículos fue Investigación sobre la naturaleza y el progreso de la renta (1815) de Robert Malthus. Poco después aparecieron los otros tres, de Edward West, Robert Torrens y David Ricardo. Este último citaría en sus Principios de Economía política y tributación a Malthus y West, quienes "presentaron al mundo la verdadera doctrina de la renta".

Edward West (1783-1828), abogado, jurista y juez en la India, en la opinión de Ricardo, prometía mucho como economista. Siendo profesor ayudante del University College de Oxford, publicó Ensayo sobre la aplicación del capital a la tierra (1815) donde expone magníficamente el principio de la renta diferencial. Abandonó la economía para dedicarse de lleno al derecho, pero aún publicó otro escrito sobre temas económicos: Precio de los cereales y salarios (1826).

El instrumento de análisis común a estos artículos ha venido a denominarse el principio de la renta diferencial, porque se consideran diferencias de ingresos ante un incremento de la producción agrícola. Básicamente y según este principio, la renta de la tierra sube debido al aumento de la demanda de productos agrarios, lo que obliga a intensificar la producción o a explotar tierras menos fértiles; en ambos casos suben los costes medios de la nueva producción debido a los rendimientos decrecientes de las nuevas explotaciones que originan un mayor gasto por unidad de producto, de manera que en éstas los costes de producción se ajustan al nuevo precio del producto. Pero los propietarios de las tierras antiguas, más productivas, al percatarse de la situación, se aprovechan del nuevo precio más alto del producto para subir la renta de esas tierras cuyos costes medios de producción son inferiores a los existentes en las nuevas explotaciones.

El siguiente ejemplo numérico puede ilustrar la aplicación de este principio analítico de la renta diferencial: Supongamos que en una explotación se obtenían 100 Kg de trigo que se vendían a 0,14 €/Kg. Si en un momento posterior se necesita más trigo para satisfacer un aumento de la demanda (cualquiera que sea su causa) habrá que poner en cultivo nuevas tierras o intensificar el cultivo en las anteriores. El primero de estos casos es el del margen extensivo y el segundo el del margen intensivo. En cualquiera de los dos casos el trigo de la producción incrementada resulta más caro que el obtenido anteriormente, debido al decrecimiento de los rendimientos. Interesa poner en cultivo tierras de menor fertilidad, o intensificar la producción en las antiguas, siempre que se consiga compensar los costes medios más altos con el nuevo precio (que ha subido por causa del aumento de la demanda). Supongamos que este nuevo precio es de 0,15 €/Kg, por lo que en la antigua explotación se obtienen ahora unos ingresos de 15 € en lugar de los 14 € que antes se obtenían. Así es que en esta finca se obtiene 1 € de beneficio por el solo hecho de haber subido la demanda y el precio del trigo. No hay otra justificación económica, porque, en principio, no

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experimentan variación los costes medios de la producción en esta finca. Pero este euro de diferencia no se lo apropia el empresario agrícola ni los jornaleros, sino el propietario de la tierra ya que éste lo exigirá para sí so pena de no conceder el arriendo más que a quien se lo dé como renta. El empresario agrícola está dispuesto a pagar ese euro de renta pues le es indiferente cultivar esta finca pagando dicha renta que irse a una nueva tierra menos fértil en la que con los ingresos sólo cubre los costes, incluyendo en ellos su tasa ordinaria de beneficio por el capital que adelanta y emplea. En el caso del margen intensivo, la renta se paga a cuenta de la producción anterior, los 100 Kg primeros con los que ahora se ingresan 15 € en lugar de 14 € sin que hayan subido sus costes medios de producción; los ingresos proporcionados por la venta del incremento de la cantidad de trigo que se obtiene en esta misma finca al intensificar el cultivo no dan más que para cubrir gastos (teniendo en cuenta que en los gastos está incluida la tasa ordinaria de beneficio del capital).

TEORÍA DEL VALOR

Malthus consideró tres clases de valor:

1) Valor en uso, o utilidad de un objeto.

2) Valor nominal en cambio, o valor en dinero al que también se le llama precio.

3) Valor real en cambio, o valor en cosas necesarias y agradables y en trabajo.

Malthus se centró en este último y su teoría del valor es sencilla, se basa en la interacción simultánea de la oferta y la demanda. Pero hay matices implícitos; a saber: detrás de la demanda está la utilidad de los bienes para los consumidores, ya que si no necesitaran los bienes no los demandarían; y detrás de la oferta se encuentra la escasez relativa, o dificultad para obtenerlos

Como a principios del siglo XIX hubo polémica acerca de la teoría del valor y una teoría alternativa fue la defendida por los ricardianos, a continuación se expondrá un estudio comparativo entre las ideas de Malthus y Ricardo, que presentan analogías y diferencias apreciables en sus teorías respectivas sobre la formación del precio de los bienes, a través del cual se fundamenta el valor. Ambos reconocen que en la demanda interviene la utilidad; también consideran que en la oferta, en algunas circunstancias, influye el coste de producción, del que el componente más importante es el trabajo para Ricardo y para Malthus el capital y, más aún, el tiempo que su rendimiento tarda en materializarse. Para Ricardo el trabajo invertido en producir un artículo influye en su valor; pero para Malthus, todo el coste de producción interviene en la oferta, “ya que su pago es la condición necesaria de su oferta” Otra diferencia consiste en que Ricardo se refiere al “trabajo invertido” y Malthus al "trabajo comprado". La polémica entre ambos autores en este asunto surgió a raíz de las exposiciones embrolladas de Smith acerca de la teoría del valor. Este último, además de mostrarse partidario de una teoría del valor-trabajo (acudiendo al ejemplo de la cantidad de trabajo necesaria para cazar un ciervo y un castor), había expresado otra idea respecto al poder de compra de las mercancías, al que también se le da el nombre de valor: “el valor de cualquier bien, para la persona que lo posee y que no piensa usarlo y consumirlo, sino cambiarlo por otros, es igual a la cantidad de trabajo que pueda adquirir o que pueda disponer por mediación suya.” Ricardo criticó este argumento de Smith por estimarlo contrario a una teoría pura del valor-trabajo

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en el sentido de que para Ricardo el valor de un artículo es proporcional al trabajo necesario para producirlo, o sea, a su costo en trabajo. Por el contrario, Malthus defendió esa idea de Smith, estimando que el valor real de cambio de los bienes era su capacidad de comprar trabajo y lo distinguió del costo en trabajo. Malthus consideró como medida del valor real el compuesto por la media entre el valor del trigo y el del trabajo ordinario y Ricardo el oro. En lo concerniente al valor, Malthus se inclinó, tanto a corto plazo como a largo plazo, hacia la son exactamente proporcionales a la cantidad de producto obtenido, el coste marginal sólo cambia al variar el monto de los salarios como consecuencia de la mayor o menor cantidad de mano de obra contratada (o sea, demandada) en la producción.

En resumen, para Malthus, el precio se forma por la acción simultánea de dos elementos, el uno objetivo y el otro subjetivo. Por lo que respecta a la oferta, Malthus la vinculó al coste de producción, porque la oferta queda condicionada a que se cubran los costes a través del precio. Y, para él, la demanda dependía de la apreciación subjetiva de los individuos, ya que “uno de los grandes elementos de la demanda es el valor que las gentes dan a las mercancías” consideración del "principio de la oferta y la demanda" en la formación del precio, porque en la economía política "no hay ninguno que tenga parte tan importante en los fenómenos que estudia"; mientras que Ricardo sólo lo acepta a corto plazo y para los precios monopolizados y el de los bienes escasos (los que son muy raros e irreproducibles mediante el trabajo humano), pero no a largo plazo en aquellos bienes cuya cantidad se puede aumentar mediante la industria humana, en cuyo caso y en competencia perfecta, los valores de cambio serán proporcionales a las cantidades de trabajo contenidas en ellos. Lo curioso del caso, según Schumpeter, es que esta afirmación de Ricardo es cierta únicamente cuando actúan la oferta y la demanda en competencia perfecta y no hay más factor variable que el trabajo. En estas condiciones la oferta se ajusta al precio que se iguala con el coste marginal3 y la demanda es una función decreciente del precio, pero que en competencia perfecta para cada agente económico se considera dado e independiente de la voluntad de cada uno de ellos, porque nadie en concreto puede influir en él; por consiguiente, al igualarse la oferta y la demanda, el precio es igual al coste marginal. Ahora bien, cuando la instalación es fija y los costes de las materias primas y demás factores de la producción, salvo los del trabajo,

Aproximadamente, el coste marginal es el cociente entre dos incrementos el de los costes totales y el de la cantidad producida.

TEORÍA DE LA DEMANDA EFECTIVA

Una de las interpretaciones de la ley de Say, por la que se inclinaron los clásicos (empezando por los ricardianos), es que automáticamente todos los ahorros tienen que quedar invertidos para que así la demanda global de la sociedad sea siempre la adecuada a la oferta global del sistema productivo social. La siguiente consecuencia lógica de esa adecuación es que no puede haber una crisis general de superproducción de forma duradera, si los mercados son flexibles y con ellos los precios, pues, enseguida, se ajustarían la oferta y la demanda. Malthus no estaba de acuerdo con esta conclusión, como ya hemos intuido, por su pregunta y debate en la sesión inaugural del Club de Economía Política. También se ha estudiado su postura sobre la posibilidad de inadecuación del

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ahorro y la inversión; en ese caso, si parte del ahorro (como el de los avaros) se esteriliza y no se usa para producir, podría resultar un prejuicio para la nación.

Los costes fijos no afectan al coste marginal, porque aunque varíe la cantidad producida no se altera la cuantía del coste fijo, es decir su incremento es cero. Los costes proporcionales a la cantidad de producto no modifican la cuantía del coste marginal, porque el incremento del coste guarda con el de la cantidad de producto la misma proporción y, en consecuencia, el cociente de ambos incrementos no cambia.

Desde Adam Smith, que utilizó el concepto, demanda efectiva es la que está respaldada por el poder adquisitivo de los consumidores que verdaderamente pueden comprar el producto (aunque luego no lo consuman materialmente). Es evidente que un pobre, aun deseándolo, nunca conformaría una demanda efectiva para los yates.

Malthus continua su argumento: “el principio de ahorro, llevado en exceso, destruiría el incentivo para producir. Si todos se contentasen con la comida más sencilla, el vestido más pobre y la casa más humilde, es indudable que no existirían comidas, vestidos, y casas de otra clase”. Y añade: Si la producción supera al consumo, tienen que sobrar las mercancías producidas y no demandadas; el ahorro no se invertiría en algo que nadie demanda. Si el consumo excede a la producción disminuye el ahorro, el capital y la capacidad productiva. Entre estos dos extremos tiene que haber un punto intermedio en el que, teniendo en cuenta la capacidad productiva y los deseos de consumo, se fomente el crecimiento de la riqueza al máximo. La dificultad estriba en determinar tal punto.

Para Malthus es perfectamente posible que se dé una situación en la que las mercancías sean muy abundantes y no se consuman todas, en cuyo caso, un ahorro y su inversión "lo único que hará, será aumentar todavía más la abundancia de mercancías”. Es decir, Malthus considera que un exceso de ahorro, aun canalizándolo hacia la inversión, puede originar una insuficiencia de la demanda efectiva. Esta aparente paradoja deja de serlo en cuanto se tiene en cuenta que cesaría la producción (y, por tanto, la demanda de los bienes intermedios) debido a que sus costes pueden llegar a ser más elevados que los rendimientos del capital productivo, porque el aumento de la oferta de bienes hace bajar su precio: “No puedo, en modo alguno, coincidir con usted cuando observa que “el deseo de acumulación actuará sobre la demanda exactamente con la misma eficacia que el deseo de consumir” y que “consumo y acumulación fomentan igualmente la demanda”. Confieso que no conozco, en verdad, otra causa para la caída de los beneficios, que creo usted atribuirá generalmente a la acumulación, sino que el precio de los productos cae comparado con los gastos de producción, o, en otras palabras, que disminuye la demanda efectiva”.

En esencia ésta es su teoría del subconsumo en el ámbito nacional, que unida a su concepción expuesta anteriormente de la inadecuación entre el ahorro y la inversión forman la teoría de la insuficiencia de la demanda efectiva (que ahora se considera a escala nacional como un agregado macroeconómico que debe incluir tanto el consumo como la inversión).

Pero su teoría aún se complementa con algunos otros elementos importantes. Malthus no asentaba en el aire su teoría del subconsumo: había apreciado que ningún productor emplearía a

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trabajadores si con el valor de la venta de las mercancías sólo conseguía pagar los salarios. Es decir, en el plano macroeconómico, el poder de compra de los salarios es inferior al valor de la producción u oferta global. Para poder retirar toda la producción es absolutamente indispensable el poder de compra de las clases que no incrementan la oferta de mercancías manufacturadas: los ricos, los que atienden a sus necesidades (sirvientes, profesionales, etc.) y los que prestan servicios. Las clases trabajadoras en los servicios, considera poco productivas por no contribuir al sostenimiento de otras personas adicionales) cumplen una importantísima función económica con sus compras, ya que logran mantener la demanda global en su nivel efectivo para retirar la oferta global: “Y la cuestión está en si este estancamiento del capital, y el subsiguiente estancamiento de la demanda de trabajo, resultante de un aumento de la producción sin una adecuada proporción de consumo improductivo por parte de terratenientes y capitalistas, podrá tener lugar sin perjudicar al país, sin ocasionar un grado más bajo a la vez de felicidad y riqueza que el que se habría alcanzado si el consumo improductivo de terratenientes y capitalistas hubiera estado tan en proporción con el excedente natural de la sociedad, que hubieran podido continuar ininterrumpidos los móviles de la producción y evitado, primero, una demanda artificial de trabajo y, después, una necesaria y súbita debilitación de esta demanda”.

La propuesta de Malthus para solucionar el problema de la insuficiencia de la demanda global fue coherente con su mentalidad aristocrática y beligerante contra los pobres. Consistía en fomentar el gasto de los ricos, y de los terratenientes, a quienes considera una clase civilizadora y constitutiva de estabilidad social y política; y, ahora, con su nueva propuesta, también de estabilidad económica. En cambio, a los pobres había que impulsarles a trabajar:

“Cuando los beneficios son bajos e inciertos, cuando los capitalistas no saben a dónde dirigirse con el fin de encontrar una colocación segura para sus capitales y cuando por estas razones el capital huye del país; en resumen, cuando todos los testimonios que admite la naturaleza del tema prueban decididamente que en el país no hay demanda efectiva para el capital, ¿no es contrario a los principios generales de la economía política, no es una oposición vana e infecunda al primero, mayor y más universal de todos sus principios, el principio de la oferta y la demanda, recomendar el ahorro y la conversión de más renta en capital? ¿No es la misma cosa que recomendar el matrimonio cuando la gente está hambrienta y dispuesta a emigrar?

Yo diría que, en conjunto, emplear a los pobres en carreteras y otras obras públicas e impulsar a los terratenientes y las personas acomodadas a mejorar y embellecer sus posesiones y a emplear obreros y sirvientes son los medios más a nuestro alcance y más directamente dirigidos a remediar los males que surgen de la perturbación del equilibrio de la producción y el consumo ocasionada por la súbita conversión de soldados, marineros y otras diversas profesiones que la guerra empleaba, en obreros productivos”.

TEORÍA MONETARIA Y FISCAL

Ya se mencionó que Malthus tenía in mente la idea de un dinero no neutral; es decir, sus variaciones no sólo afectan al nivel de precios, sino que también inciden en las cantidades reales de la producción. Mas no contempló la posibilidad de recurrir a la política monetaria para dirigir, y controlar, la demanda efectiva; tampoco consideró el tipo de interés como variable instrumental

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para alcanzar los mismos fines. En realidad, para Malthus el tipo de interés no era un fenómeno monetario sino productivo; en esencia, el tipo de interés tiende a igualarse a las utilidades del capital, o sea, a su tasa de beneficio y ésta es el cociente de la diferencia entre el valor de la mercancía producida y el valor de los anticipos necesarios para producirla con el valor de esos anticipos [(VM - VA): VA].

Los autores (como Malthus) que consideran el tipo de interés como fenómeno productivo y no manipulable también suelen pensar que, con el auge de los negocios, el tipo de interés tiende a bajar, porque el cociente antes mencionado va siendo cada vez menor debido a que el valor de los anticipos es cada vez mayor cuando se va intensificando el capital. Por otra parte, el trabajo es tanto más productivo cuanto más capital tenga a su disposición. Pero esta mayor productividad conduce a una disminución del precio de la mercancía como consecuencia del aumento de la oferta, de modo que la retribución del capital irá descendiendo hasta el límite en el que ya no compense dedicar el capital a fines productivos. Según Böhn-Bawerk, Malthus no pensó que la productividad genera una mera diferencia entre los anticipos y el valor del producto.

La variable fundamental de Malthus fue el gasto. Éste podía dirigirse mediante la política fiscal, con trasferencias de rentas y gastos gubernamentales en bienes, servicios y obras públicas. Los gastos públicos debían orientarse hacia el fomento del empleo de mano de obra y el consumo de mercancías y nunca hacia la elaboración de productos en competencia con los del sector privado. Perspicazmente señala que la rebaja de los impuestos no es muy efectiva para fomentar el consumo porque parte del importe de la rebaja tiende a ahorrarse

CONCLUSIÓN

Comprendamos mejor, entretanto la importancia de esta escuela fundada por Smith; coloreada de negro por Malthus; dominada por Ricardo; y que ¿corona Stuart Mill? Ella deja un método, un sistema, una doctrina. Ante todo un “método” un WIRTSCHAFTSANACHAUUNG nuevo. Por primera vez en la historia, he aquí una concepción determinista y mecánica de la economía política. Los fenómenos económicos son presentados como una cadena de causas y de efectos, que se ordenan necesariamente. La economía política se vuelve una ciencia racional lógica, en vías de encontrar una expresión matemática. Así los clásicos preparan a walras.

Debemos a la escuela clásica el primer sistema completo de teoría económica. Comporta una estática y una dinámica. Estas dos reposan sobre principios hoy discutidos: la oposición radical de la agricultura y de la industria desde el punto de vista de la reproducción de bienes, el “principio de la población” el valor-trabajo, la ley de bronce de los salarios, la confusión de la utilidad y el interés, una falsa concepción de la ley de rendimientos, etc. Sin embargo, como en el sistema fisiocrático la del circuito, la estática clásica ha aportado a la teoría económica la noción de equilibrio económico estable. Y la dinámica clásica está en el origen de muchas filosofías económicas de la historia, la de Marx en particular. ¡Es así como los “errores” pueden ser fecundos! No se sorprendan ni escandalicen. Hegel, contemplando la sucesión de errores en la historia del pensamiento, cree ver un torbellino de verdades embriagantes. ¿A que llamamos entonces errores, sino a verdades parciales, cuya sola equivocación es quizás de no confesarle tales? Liberarse de los errores, no es tanto refutarlos como encuadrarlos. Los clásicos han

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construido una estática sobre la base de una producción en un solo factor (el trabajo); y una dinámica con un solo motor (la población). Su equivocación fue considerar suficientemente adecuadas a la realidad, premisas simplificadas a tal punto, si consentimos en no ver en ellas más que hipótesis provisorias y transitorias de la primera etapa del razonamiento económico, ellas se trasforman en legítimas y el artificio en adelante consciente que ellas suponen, se comprueba científicamente fecundo.

En la escuela inglesa no hay solamente un sistema, hay allí una doctrina económica; ella prolonga una filosofía hedonistas y racionalista; ella ordena una política económica individualista y abstencionista.

Los clásicos han ligado la ciencia económica al individualismo y el antiintervencionismo. Mucho tiempo después de ellos, no se podrá hablar de economía liberal sin que parezca un pleonasmo. Nuestros contemporáneos han sido los primeros en intentar la separación total de la ciencia y el arte, y sobre el plan mismo de la ciencia, construir la teoría de otros sistemas distintos de aquellos que reposan en la competencia y la libertad. Y aun para un moderno como Ludwig von Mises, que se ha ensayado a sí mismo, son los clásicos los que tenían razón: la competencia individualista es la sola hipótesis que pueda fundar una teoría coherente y pensable; el liberalismo es la sola doctrina científica.

La instancia que los clásicos ingleses han introducido, no está todavía cerrada.

BIBLIOGRAFÍA

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