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    © Alberto J. Lorrioniversidad de Alicanteniversidad Complutense de Madrid, 1997

    SBN: 84-7908-335-2epósito Legal: MU-1.501-1997 Edición de: Compobell

    Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas cuperación de la información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que s

    medio empleadoelectrónico, mecánico, fotocopia, grabación, etc.–, sin e l permiso previo de los titulares de erechose la propiedad intelectual.

    stos créditos pertenecen a la edición impresa de la obradición electrónica:

    LOS CELTÍBEROS

    LBERTO J. LORRIOndiceOMPLUTUM. Publicaciones del Departamento de Prehistoria y Etnología de la Universidomplutense de Madrid

    COMITE ASESOR rof. Barry CUNLIFFE, University of Oxford. Prof. George EOGAN, University College, Dubl

    rof. Jean GUILLAINE, Centre National de la Recherche Scientifique, Toulouse.  Prof. Javier D

    OZ, Universidad Complutense de Madrid. Prof. Vitor M. O LIVEIRA JORGE, Universidade orto. Dr. Kristian K RISTIANSEN, Göteborg University. Dr. Jean-Pierre MOHEN,  Musee d

    ntiquites Nationales, St.-Germain-en-Laye. Prof. Arturo MORALES  MUÑIZ, Universid

    utónoma de Madrid. Prof. Lord R ENFREW OF K AIMSTHORN, University of Cambridge.

    rof. Hermanfrid SCHUBART,  Instituto Arqueológico Alemán, Madrid. Prof. Jürg

    NTERMANN, Universitat Köln.

    irector: Vocales:Secretario:

    dicion entercambios:

    CONSEJO DE REDACCION Prof. Dr. Martín ALMAGRO-GORBEArof. Dra. Teresa CHAPA BRUNETrof. Dr. Alfredo Jrof. Dr. Gonzalo R UIZ ZAPATEROrof. Dr. Victor M. FERNANDEZ MARTÍNEZ

    milio HRNERO DEL CASTILLO

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    Correspondencia e intercambios: DEPARTAMENTO DE PREHISTORIAacultad de Geografía e Historia Universidad Complutense 28040 Madridels.: 34-(9) 1 394 60 06 / 08 Fax: 34-(9) 1 394 60 08 E-Mail: [email protected]

     Adquisicion y suscripcion:  SERVICIO DE PUBLICACIONES UNIVERSIDAOMPLUTENSE Donoso Cortés, 65 - 28015 Madridels.: 34-(9) 1 394 63 72 / 73 / 74 Fax: 34-(9) 1 394 63 82ortada

    réditosresentación Prólogontroducción

    I. Historia de la investigaciónLos precedentes (siglos XV-XIX)Las primeras décadas del Siglo XX (1900-1939)De 1940 a 1970El último tercio del siglo XX

    II. Geografía de la CeltiberiaDelimitación de la Celtiberia en la Hispania célticaEl marco geográficoIII. El habitat

    Características generales del poblamientoSistemas defensivosArquitectura domésticaEl urbanismo: Castros y Oppida

    IV. Las necrópolisLa localización topográficaLa ordenación del espacio funerarioEl ritualLas estructuras funerariasEl ajuar funerarioAnálisis sociológico y distribución de la riquezaSociedad, jerarquización y registro funerario

    V. El ArmamentoFase IFase IIFase III

    VI. Artesanado y arteOrfebreríaObjetos relacionados con la vesti mentaAdornosElementos de banquete

    Útiles

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    Otros objetosLa producción cerámicaLa expresión artística

    II. La articulación interna: fases y grupos de la cultura celtibérica1. La fase formativa: el protoceltibé rico

    La fase inicial: el ce ltibérico anti guoLa fase de desarrollo: el celtibéri co pleno

    La celtiberia histórica: el celtibé rico tardíoVIII. La economía

    Las bases de subsistenciaLas actividades artesanalesEl comercioLa moneda

    X. Organización sociopolíticaLa gestación de la sociedad celtibé rica

    (Siglos VII-VI a.C.)Los guerreros aristocráticos de los siglos V-IV a.CLos Arévacos y la sociedad guerre ra

    Siglos IV-III a.C.)La sociedad celtibérica en los siglos II-I a.C. Hacia una celtiberia urbanaX. Religión

    DivinidadesLos lugares sagrados y los santua riosEl sacrificio

    Los depósitos y los hallazgos de ar m as en las aguasEl sacerdocioLos rituales funerarios

    XI. Epigrafía y lengua: el celtibérico y las lenguas indoeuropeas en la península ibéricaEl « Europeo antiguo»El lusitanoEl CeltibéricoLas evidencias célticas en el suroes te peninsular 

    II. Conclusionesummarypéndice I. Las necrópolis: conjuntos cerrados Apéndice II. Tablas 1 y 2. Objetos de luares militares de las necrópolis celtibéricasibliografíaáminas

    LOS CELTÍBEROS

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    LBERTO J. LORRIOresentaciónresentaciónRESENTACIÓN

    l presente volumen de Complutum - Serie Monográfica , dedicado a Los Celtíberos, es obra n joven profesor formado en la Universidad 

    Complutense, Dr. Alberto J. Lorrio, que en la actualidad ejerce una brillante funcivestigadora y docente en la Universidad de Alicante.

    Queremos resaltar la e ficaz colaboración que esta obra supone entre ambas universidades,omplutense de Madrid y la de Alicante, al servicio de potenciar una labor universitaria sencial como es la de difundir la investigación entre los especialistas y  facilitar, al mismo tiempxtos de la mejor calidad que contribuyan a la formación de los estudiantes.

     En este sentido, esta obra representa un nuevo paso en la línea iniciada en otras colaboones anteriores entre ambas instituciones, como la co-dirección en las importantes excavacionrqueológicas de la ciudad celtibérico-romana de

    os CeltíberosSegóbriga (Cuenca) o del poblado de la Edad del Hierro de El Molón (Camporrobl

    alencia) o la edición de la obra del Prof. de la Universidad de Alicante, Dr. Juan Manubascal, sobre «Los nombres personales en las inscripciones latinas de Hispania», a la qontribuyó con su aportación la Universidad Complutense.

    Estos ejemplos de colaboración universitaria estamos convencidos de que prestigian nues tnstituciones y contribuyen a que su labor sea más eficaz y mejor conocida, creando, al mismempo, un ambiente de trabaj o científico y docente compartido que debe considerarse inhere

    verdadero espíritu universitario, por lo que es merecedor de todo apoyo al servicio de niversidad y de la Cultura Española.

    Ramón Rodríguez García Vicerrector de Extensión Universitaria Universidad ComplutensRÓLOGO

    omplutum, serie que publica la Universidad Complutense de Madrid, se ve enriquecida cste nuevo volumen que tengo aquí el gusto deresentar.

    Es obra de Alberto J. Lorrio, arqueólogo joven, aunque ya con más de diez años xperiencia que se ha especializado en el mundo de los Celtas de la Península Ibérica. Forman el Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense, ha viajado por la may oría s países que constituyeron la antigua Keltiké, desde Europa Central a Irlanda, amplian

    onocimientos en excavaciones, visitas a museos y con la participación en reuniones y congrespecializados. Esta sólida formación, potenciada por su destacada inteligencia y gran tesón enabajo, le han permitido adquirir una gran madurez científica que se refleja en sus obras. Plo, a pesar de su juventud, puede ser ya considerado como un firme valor en el campo de l

    studios célticos, en el que

    os Celtíberospresenta una nueva generación llena de perspectivas hacia e l futuro.

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    La mejor prueba es esta obra sobre Los Celtíberos. Constituye una monografía recedentes en el panorama de la arqueología prehistórica española, en la que viene a llenarmplio vacío largo tiempo existente sobre uno de los campos de estudio más atrayentes uestra Prehistoria y nuestra Historia Antigua, así como de los de mayor interés internacional:studio de las gentes que los griegos y romanos denominaron « celtíberos» .

    La obra es fruto de más de cinco años de concienzudo estudio, precedido de trabajnteriores y de una creciente experiencia en excavaciones y en el análisis de coleccion

    rqueológicas. Sus resultados, presentados como Tesis Doctoral en la Universidad Complutene Madrid, supone una visión global totalmente actualizada sobre este pueblo que, segconocen tanto las antiguas fuentes históricas como la bibliografía actual, debe considerar

    omo una de las etnias principales de la antigua Iberia o  Hispania. Además, la obra ofrece mprescindible enfoque interdisciplinar para poder abordar desde las características propias deultura material a su organización social o su estructura ideológica. La propia dificultad de esnálisis, que deben enmarcarse en el campo cada vez más complejo y debatido de los estudélticos, es lo que explica que, hasta esta obra, nunca, en la práctica, se hubiera intentado ofreobre ellos una visión de conjunto.

    El libro se basa en la sólida formación y experiencia como arqueólogo de su autor, pero mas se tratan con gran amplitud de criterios que evidencian su vasta formación interdisciplinque representa una de las principales novedades que ofrece esta obra, que aborda c

    rofundidad los distintos aspectos que ofrece la investigación aportan do resultados novedosstos deben considerarse como la mejor síntesis existente de lo que hoy día sabemos sobre eueblo y su cultura desde que se inició su estudio a fines del siglo XIX. Pero, al mismo tiem poantear nuevas hipótesis y seguir una moderna metodología interdisciplinar abre nuev

    erspectivas que, gracias a esta obra, facilita rán en el futuro profundizar en el vasto cam po

    s estudios célticos de la Península Ibérica, en el que pasa a constituir este libro la obra ferencia básica.

    Tras una re flexión historiográfica que sirve para comprender el estado de estos estudilberto J. Lorrio analiza sucesivamente su marco geográfico, que por primera vez querecisado al poner de acuerdo los datos históricos y lingüísticos

    os Celtíberoscon los arqueológicos y culturales; a continuación, trata los poblados y necrópolis,

    rmamento como el más importante elemento de cultura material al ser esencial en to

    ociedad guerrera como la celtibérica, el artesanado y el arte al servicio de la misma, conomía y la organización socio-política, la religión y, finalmente, la lengua. Basta esnumeración para comprender la clara estructura de la obra y su carácter multidisciplinar. Peunto a su evidente valor como síntesis, también hay que resaltar, entre sus principaportaciones, el estudio dedicado a analizar la articulación cronológica y geográfica de eltíberos, aportando por primera vez en la investigación actual un cuadro de referencia váliue es imprescindible para explicar el origen y comprender el desarrollo de toda la Cultueltibérica.

     No nos queda para terminar, tras encarecer al lector lo que supone haber logrado una sínte

    n valiosa, sino felicitar a su autor por los resultados, seguro de que tanto su obra como

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    emplo serán un gran estímulo para cuantos trabajamos en estos campos tan atrayentes deiencia. Por ello mismo, no quiero terminar sin agradecer la ejemplar colaboración lograntre los servicios de publicaciones de la Universidad de Alicante y de la Universidomplutense de Madrid para que esta importante obra haya visto la luz editada con prontitudsmero. Quede, por ello, nuestro testimonio de admiración y gratitud, como investigador y comstudioso, al Excmo. Sr. Prof. Ramón Rodríguez García, Vicerrector de Extensión Universitare la Universidad Complutense de Madrid, y al Excmo. Sr. José Ramón Giner, Director

    ublicaciones de la Universidad de Alicante, cuyos nombres quedan unidos a esta importanbra como testimonio de su ejemplar labor en pro de nuestra cultura y nuestra ciencia.

    MARTÍN ALMAGRO-GORBEAe la Real Academia de la HistoriaNTRODUCCIÓN

    sta obra se ha planteado como un trabajo de investigación cuyo objetivo principal ha sfrecer una síntesis actualizada sobre los Celtíberos, pretendiendo

    obtener una interpretación global sobre esta cultura, una de las de mayor personalidad deéltica hispana y del mundo celta en general. El tema ha despertado tradicionalmente el intere los investigadores, habiéndose realizado, en diferentes épocas, estudios e intentos de sínteem pre parciales. La revitalización en los últimos años de los estudios sobre la Edad del Hierroobre los Celtíberos y el mundo céltico en general, exigía una puesta al día de acuerdo con étodos y planteamientos actuales que incorporara los nuevos datos.

    La documentación arqueológica ha constituido la base fundamental para este trabajo, aunqresente importantes deficiencias, al estar constituida en una parte importante -y, a vecsencial- por materiales procedentes de trabajos an

    os Celtíberostiguos, por lo común insu ficientemente estudiados e incluso, en ocasiones, inéditos. Se

    retendido superar estas defi- ciencias con la revisión de documentación original (diarios inéditotografías, etc.), y con su reinterpretación (tipologías, seriación, etc.), incorporando los trabaás recientes que han ido viendo la luz en los últimos años. No obstante, faltan aún excavacionodernas, como lo prueba el hecho de que el urbanismo resulte mal conocido, que aspectlativos al mundo funerario estén todavía por aclarar, y que, en general, la información s

    esigual, con algunas áreas prospectadas intensamente frente a otras apenas conocid

    gualmente, se echa en falta la existencia de análisis paleoambientales y paleoeconómicpolínicos, edafológicos, carpológicos, faunísticos,...) y análisis de pastas cerámicetalografías, etc., que permitan profundizar en el conocimiento de algunas de las tecnolog

    esarrolladas por los Celtíberos, como la siderurgia, tan alabada por los historiadores romanos.En un trabajo de estas características también se hacía necesario contar con las fuen

    stóricas y geográficas debidas a los autores grecolatinos, a pesar de que las imprecisionubjetividades y problemas interpretativos dificultan su uso. Asimismo, se ha incorporado ocumentación epigráfica y lingüística, que corresponde a época tardía. Con todo ello, se

    retendido ofrecer una interpretación general sobre el tema, basada en diversos análisis arácter interdisciplinar (arqueológicos, históricos, lingüísticos, etc.), para obtener un coheren

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    uadro de conjunto.Otro problema no menor ha sido la delimitación geográ fica y cronológica. Partiendo de

    atos conocidos y de las opiniones más generalizadas, se ha intentado resolverlo con ementos más objetivos, tanto arqueológicos como históricos o lingüísticos, a fin de ofrecer uase de referencia suficientemente válida. Tam bién se ha procedido a delimitar el marronológico, que abarca buena parte del primer milenio a.C., desde los siglos VIII/VII al I a.C.ue, básicamente, comprende el proceso general de etnogénesis de los pueblos prerromanos

    Península Ibérica.La obra se ha estructurado en once capítulos y unas conclusiones finales, tratanicialmente los aspectos historiográficos y geográficos relativos a los Celtíberos, para pasar

    ontinuación a analizar el hábitat, las necrópolis y la cultura material, cuyo estudio conjunermite abordar la secuencia cultural del m undo celtibérico; los capítulos sobre la econom ía,ociedad, la religión y la lengua permiten completar el panorama. El capítulo I trata de la histoe la investigación y los planteamientos actuales sobre los Celtíberos, enmarcan

    os Celtíberosdo su estudio en el ámbito genérico de los Celtas hispanos, con especial incidencia en

    spectos arqueológicos, aunque sin olvidar el funda mental aporte ofrecido desde el camngüístico. El capítulo II se ocupa de la delimitación geográfi- ca de la Celtiberia en el contexeneral de la Hispania céltica a partir de las fuentes literarias, epigráficas, lingüísticasrqueológicas; todo ello completado con una caracterización del territorio (que, en líneenerales, se extiende por las actuales provincias de Soria, Guadalajara, Cuenca, sector oriene Segovia, Sur de Burgos y La Rioja y occidental de Zaragoza y Teruel, llegando inclusotegrar la zona noroccidental de Valencia), en la que se han considerado los factores orográficdrográfico y climático, así como los recursos metalogenéticos y principales usos del suelo.

    capítulo III, se analizan las características generales del poblamiento, con especial atenciónmplazamiento y al tamaño de los hábitats, a los diversos sistemas defensivos, a la arquitectuoméstica y al urbanismo. El capítulo IV está centrado en las necrópolis, desde su localizacipográfica y su vinculación con los lugares de habitación, pasando por su ordenación internatual, las estructuras funerarias y el estudio de los ajuares funerarios, hasta llegar al análiociológico y a la distribución de la « riqueza» en algunas de las principales necrópolis. A ultura m aterial, con especial atención al arm am ento, una de las manifestaciones más personae los Celtíberos, se dedica el capítulo V, analizando seguidamente, de forma global, el resto d

    rtesanado (capítulo VI), con un apartado final dedicado a la expresión artística. El capítulo Vborda la secuencia cultural y la delimitación arqueológica de la Celtiberia, cam biante a lo lare su historia, a lo largo de seis centurias, en un amplio territorio que abarca aproximadamen

    0.000 km2. La economía, la sociedad y la religión se desarrollan, respectivamente, en apítulos VIII, IX y X, en los que las fuentes literarias ofrecen una información de gran interue ha sido completada con los datos derivados de la Arqueología y la Epigrafía. El capítulo ncluye la epigrafía y la lengua celtibérica, estudiada en el marco general de las lengu

    doeuropeas de la Península Ibérica. Como final, se exponen unas conclusiones generales en ue, junto a una reflexión global sobre el tema tratado, donde se ofrece el estado actual devestigación sobre la Cultura Celtibérica, se realiza una especial mención a su proceso

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    nogénesis.La estructura de la obra se corresponde con la de nuestra Tesis Doctoral, incorporando

    ovedades bibliográficas surgidas desde su defensa y suprimiendo uno de los apéndices, dedicaonográficamente a los broches de cinturón. La Tesisos Celtíberos

    Doctoral, dirigida por el Prof. Dr. Martín Almagro Gorbea, fue leída en junio de 1995 en niversidad Complutense de Madrid, obteniendo la calificación de Apto cum laude p

    nanimidad y Prem io Extraordinario. Asimismo, ha obtenido el Premio para Tesis de Doctorae la Diputación Provincial de Soria.Por último, nuestro agradecimiento a todos aquellos que, con su ayuda y aliento, han hec

    osible la realización de este trabajo. En primer lugar al Prof. Dr. Martín Almagro Gorberector de Complutum y de la Tesis Doctoral que constituye la base fundamental de esta ob

    or sus constantes manifestaciones de apoy o, orientación y valiosas sugerencias. Al Prof. Donzalo Ruiz Zapatero, quien nos prestó siempre su amistad y continua ayuda. Al Prof. D

    avier de Hoz, que amablemente revisó el capítulo XI. Al Prof. Dr. Juan Manuel Abascal, quieportó un buen número de sugerencias a la obra. Al Prof. Dr. Alfredo Jimeno, quien en todomento nos brindó su colaboración y gracias al cual pudimos consultar el Diario inédito de

    xcavaciones de Blas Taracena en la necrópolis de Almaluez (Soria), así como el tomo III dmbién inédito Catálogo Monumental de la provincia de Soria, obra de J. Cabré, permitiéndon

    demás hacer uso de las fotografías de los materiales procedentes de los recientes trabajos xcava ción en la necrópolis de Numancia y proporcionándonos otras relativas a la ciudad. r. José Luis Argente, quien nos facilitó la consulta de su Tesis Doctoral cuando aún se hallabédita, además de algunas de las fotografías incluidas en este trabajo -correspondientes a

    xcavaciones en la necrópolis de Carratiermes y a diferentes materiales depositados en el Mus

    umantino de Soria- así como el dibujo a línea reproducido en la contraportada. A los Prores. Francisco Burillo, Germán Delibes y Fernando Romero -miembros del tribunal que, jun

    on los Dres. Ruiz Zapatero y Jimeno, juzgó nuestra Tesis Doctoral- por las sugerencializadas que, en la medida de lo posible, han sido incorporadas a esta publicación, así como,

    rimero de ellos, por proporcionarnos algunas de las fotografías reproducidas. Asimismo, a rof. Dra. María Luisa Cerdeño, quien nos permitió la consulta de su Tesis Doctoral inédita, a ra. Mª Paz García-Bellido, que puso a nuestra disposición la documentación fotográfica relatila numismática, y al Prof. Dr. Mauro S. Hernández, por su amistad y apoyo. Una espec

    ención queremos hacer al Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y, principalmente, a suirectores Dres. Hermandfried Schubart y Tilo Ulbert, así como al Dr. Michael Blech, a quiengradecemos el habernos facilitado la consulta de los fondos de su Biblioteca y el acceso a ototeca.

    os CeltíberosA Dª Mª Magdalena Barril y a la Dra. Alicia Perea, que nos facilitaron el acceso a

    ocumentación fotográfica de los materiales de las necrópolis de Osma y Gormaz (Soronservados en el Museo Arqueológico Nacional. A Dª Mª José Crespo, Dª Mª Antonia García ª Victoria López, por su inestimable colaboración en lo que se refiere a la elaboración d

    partado relativo al marco geográfico y de algunas de las figuras.

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    Igualmente, deseamos expresar un especial agradecimiento al Vicerrector de Extensiniversitaria de la Univer sidad Complutense de Madrid, Excmo. Prof. D. Ramón Rodríguarcía, y al Consejo de Publicaciones de la Universidad de Alicante, en especial al Ilmo. Sr.

    osé Ramón Giner, Director de Publicaciones, por el interés mostrado por este trabajo que echo posible su publicación.

    Finalmente, nuestra gratitud por su desinteresado y constante apoyo y dedicación a mi pad. Paulino Lorrio Ortega, quien realizó la revisión del texto original.

    LBERTO J. LORRIOMadrid-Alicante, may o de 1997

    HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓNLOS PRECEDENTES (SIGLOS XV-XIX)

    os primeros estudios sobre los Celtíberos, enmarcados en la tradición erudita de los siglos XXVIII, se centraron en la identificación de las ciudades mencionadas por las fuentes clásic

    ntre las que sin duda desta ca Numancia. Antonio de Nebrija, en el siglo XV, Ambrosio d

    Morales, en la segunda mitad del siglo XVI y Mosquera de Barnuevo, en los comienzos del XVbogan por su localización en la provincia de Soria, fren te a quienes defendían, desde la EdMedia, su ubica ción en Zamora. A finales del XVIII, Juan de Loperráez visita las ruinas de l

    udades de Clunia, Uxama, Ter mes y   Numantia, a la que sitúa en el cerro de La Muela array, presentando, asimismo, los planos de esta histórica ciudad (1788: 282 ss.) (nota 1).unque los primeros trabajos arqueológicos en la c iu dad de Numancia se desarrollaron en 18rigidos por J.B.

    os CeltíberosErro (1806) y con la subvención de la Sociedad Económica de Soria, el punto de arranque

    Arqueo logía celtibérica puede establecerse a mediados del siglo XIX con la publicación, 850, de los resultados de las excavaciones de Francisco de Padua Nicolau Bofarull en ecrópolis de Hijes (Guadalajara) (nota 2) (vid . Cabré 1937: 99 s.), y con el inicio en 1853 de abajos de E. Saavedra en Numancia, que tuvieron continuación entre 1861 y 1867, bajo uspicios de la Real Acade mia de la Historia, identificando en su Memoria premia da en 186a sin género de dudas, los restos aparecidos en La Muela de Garray con la ciudad celtibériencio nada por las fuentes clásicas. En 1877 se publicarían los primeros resultados de esabajos (Delgado, Olázaga y Fernández Guerra 1877).

    En torno a ese mismo año, Fernando Sepúlveda reali zó excavaciones en el término alderrebollo (Guadalajara), documentando un castro y una posible necrópolis qroporcionaron un interesante material, destacando una importante colección numismátAbascal 1995d).

    También la ciudad de Termes, ya visitada igualmente por Ambrosio de Morales y poperráez, fue objeto de atención a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Nicolás Ra888: 451 ss.) publica un informe sobre las ruinas de esta ciudad, que es recogido parcialmen

    n su obra fechada en 1889 sobre los Monumentos, Artes e Historia de Soria.

    El armamento celtibérico, que como se verá ha mere cido un especial interés por parte devestigación arqueológica española a lo largo de todo el siglo XX (Lorrio 1993a: 285 ss

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    omenzó a ser valorado desde fecha temprana, principalmente debido a los hallazgos de Hijue pasaron a formar parte de las síntesis de E. Cartailhac (1886: 247) y S.P.M. Estacio da Veig891: 270 s., lám. XXIII, 6-24), si bien habrá que buscar las primeras referencias a las arm

    eltibéricas en la tradición erudita del siglo XVIII, que utiliza algunas es padas de bronrocedentes de la Celtiberia -de las tierras entre Sigüenza (Guadalajara) y CalatayZaragoza)- para ilustrar ciertos pasajes de las fuentes litera rias grecolatinas sobre rmamento de los pueblos prerromanos (Infante D. Gabriel de Borbón 1772: 302 s., nota 74; v

    lmagro-Gorbea e.p.a).En 1879 se publica e l trabajo de Joaquín Costa « Organización política, civil y religiosa de eltíberos» , en el que se tratan algunos de los aspectos esenciales de la sociedad y la religións Celtas hispanos, temas que van a constituir lugar común en la historiografía céltica peninsu

    urante todo el siglo XX; dos años antes había publicado su trabajo

    os Celtíberos« La religión de los Celtas españo les» , ambos incluidos en su obra La religión de

    eltíberos y su organización política y civil (1917). Sin embargo, y a pesar de la brillantez de esnsay os, todavía se atribuían los monumentos megalíticos a los Celtas históricos, tesis que aún eantenida por los eruditos e historiadores españoles de la época (vid. Ruiz Zapatero 1993: 35 s.

    Ya en el primer cuarto del siglo XIX, W. von Humbolt (1821), impulsor del vascoiberismabía identificado algunos topónimos celtas en la Península Ibérica proce dentes de las fuenerarias. Durante la segunda m itad del siglo, F. Fita (1878; etc.) y E. Hübner (1893) engrosa rídocumentación de tipo onomástico partiendo de la epigrafía. Se realizan ahora los prime

    allazgos no monetales de documentos epigráficos celtibéricos, en es critura ibérica, pero esciframiento, debido a M. Gómez Moreno, no se produciría hasta los años 20, ya en nuesglo, a pesar de los infructuosos intentos que desde el siglo XVI se habían llevado a ca

    artiendo de la docu mentación numismática (vid. Caro Baroja 1954: 681 ss.). Cabe destacarabajo de A. Fernández Guerra (1877) « Sobre una tésera celtíbera. Datos sobre la ciudadeltíberas de Ergavica, Munda, Cértima y Contrebia» , o el de F. Fita (1882) « Lámina celtibérie bronce, halla da en el término de Luzaga, partido de Sigüenza» . Éste, en su trabajo « Restos

    declinación céltica y celtibérica en algunas lápidas españolas» (1878), « exam ina más oscientas inscripciones hispano-romanas, en algunas de las cuales se encuentran palabrexiones o desinencias propias de la lengua céltica; analiza los nombres de ciu dades o persononservados en libros o monedas; y fija el asiento de los Celtas en la Lusitania, en la Galecia,

    Celtiberia y en algunos puntos de la Bética» (Fita 1879: 234).El siglo XIX se va a cerrar con las obras de H. d’Arbois de Jubainville (1893 y 1894; vmbién, 1904), princi pal valedor de la tesis ligur según la cual este pueblo indoeuropeo hab

    olonizado el Occidente con anterio ridad a la llegada de los Celtas (vid. Almagro Basch 1957 ss.). D’Arbois de Jubainville comienza a valo rar los elementos célticos peninsulares a parrincipalmente de las fuentes literarias clásicas y la docum enta ción onomástica . Asimismebe mencionarse la recopi lación de las fuentes clásicas sobre los Celtíberos realiza da por older (1896, I: 959-975).LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX (1900-1939)  Con el inicio del nuevo siglo,

    ctividad arqueológi ca en la Celtiberia alcanza un importante desarrollo. Es tos trabajos

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    os Celtíberosse centran sobre todo en las excavaciones llevadas a cabo, por un lado, en Numancia y en

    rin cipales ciudades celtibérico-rom anas y, por otro, en las necrópolis de la Edad del Hiercalizadas en las cuen cas altas de los ríos Jalón, Tajo y Duero.

    En Numancia, entre 1905 y 1912, un equipo alemán subvencionado por el Káiser Guillermy dirigido por A. Schulten con la colaboración de C. Könen, realizó algunos sondeos en la pa

    riental del cerro sobre el que se asienta la ciudad, aunque sus trabajos se centrar

    referentemente en la identificación y excavación de los campam entos rom anos que formabcerco de Escipión. Los resultados de estas campañas fueron dados a conocer en cuaolúmenes, aparecidos entre 1914 y 1931, el primero de los cuales constituye la primera sínteobre la Celtiberia, donde Schulten aporta una recopilación de las fuentes literarias sobre eltíberos (Shulten 1914: 7-11 y 281-290), proponiendo la diferenciación de la Celtiberia lterior, correspondiente al Alto Duero, y Citerior, circunscrita a los valles del Jiloca y del Jal

    Shulten 1914: 119 ss.). En esta obra ofrece, partiendo de las fuentes literarias, una persoconstrucción del pro ceso de etnogénesis de los Celtíberos, que constituirá la base de

    osteriores estudios de Bosch Gimpera. Se gún Schulten (1914: 98 s.; Ide m 1920: 108-111), eltas habrían llegado a controlar en su totalidad la Me seta -a la que considera de etnia ligur, cuerdo con los postulados de la época-, siendo prueba de ello la dispersión geográfica de pónimos en -briga, para posteriorm ente ser conquistados y absorbidos por los pue blos ibérice esta forma, los Celtíberos serían Iberos establecidos en tierra de Celtas, contradiciendo asísis tradicional según la cual el pueblo celtibérico que daría formado al establecerse vasores Celtas sobre los Iberos. Una muestra de la mezcla entre ambos pue blos sería

    resencia de elementos célticos entre los Celtíberos, lo que se advierte en los nombres que ostenobleza celtibérica (Schulten 1914: 246).

    Paralelamente a los trabajos de Schulten en Numancia, entre 1906 y 1923, una Comisióresidida primero por E. Saavedra y después por J.R. Mélida, pondrá todos sus esfuerzos enxcavación de la ciudad, dejando al des cubierto unas 11 ha. de su superficie total. La prime

    Memoria de estos trabajos apareció en 1912 (VV.AA. 1912), y a ella siguieron siete máublicadas por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades entre 1916 y 1926 (Méli916 y 1918a; Mélida y Taracena 1920, 1921 y 1923; Mélida et alii 1924; González Siman926a). Desde 1913, M.

    os Celtíberos

    onzález Simancas (1914; 1926a-b) excavará en la ciudad intentando docu mentar su sistemefensivo.Otras ciudades de la Celtiberia merecieron la atención de la Arqueología durante las d

    rimeras décadas del siglo XX. En Termes, trabajan A. de Figueroa y Torres, Conde omanones (1910), N. Sentenach (1911 a-b) e I. Calvo (1913), a los que cabe añadir el propchulten (1913) quien, pese a no realizar trabajos de campo, sí visitó la histórica ciudrcobriga fue objeto de excavaciones por E. de Aguilera y Gamboa, XVII Mar qués erralbo, localizándola en el verano de 1908 en las ruinas situadas en el Cerro Villar, en Monree Ariza (1909: 106 ss.; 1911, V; vid. Beltrán Lloris, dir. 1987). Clunia lo fue en 1915 y 1916 po

    alvo (1916), a quien se debe la distinción entre la ciudad romana -de la que era conocida

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    orrecta ubicación desde media dos del siglo XVIII (Flórez 1751: 279; Loperráez 1788: 319 ssla indígena, cuyos restos trató de hallar infructuosamente. También fueron excavadas duran

    ste período, Segeda, aún no identificada como tal (Conde de Samitier 1907), Uxama (Morene Tejada 1914; vid. García Merino 1995: 17 s.), Bilbilis (Sentenach 1918), el supuesto solar deertobriga celtibérica (Sentenach 1920), Segobriga (Sentenach 1921), donde y a se habían llevacabo excavaciones a finales del siglo XVIII (vid. Almagro Basch 1986: 37) y Ocilis  (Mél

    926).

    A pesar de que las primeras noticias sobre un cemen terio celtibérico se remontanediados del siglo XIX, hubo que esperar a los trabajos del Marqués de Cerralbo, iniciados enegunda mitad de la década inicial del siglo XX y continuados a lo largo de buena parte de guiente para poder obtener una visión general de estas necrópolis, señalándose ya por enton

    gunos de los elementos esenciales de las mismas (nota 3). Pero los numero sos cementerxcavados por Cerralbo en las cuencas altas del Tajo y del Jalón, a menudo en su totalidermanecieron inéditos en su m ay or parte, y apenas si ha quedado otra evidencia que un cúme materiales fue ra de contexto y algunas referencias de su excavador, excesivamenenerales pero de gran utilidad, relaciona das con la forma y la ordenación interna dementerio, el número de tumbas exhumadas, el ritual o la tipología de los objetos que formabarte de los aj uares funera rios (nota 4). Idéntica suerte sufrieron las necrópolis de BelmonZaragoza), donde trabajó el Conde de Samitier (1907), la de Haza del Arca (Uclés) -en rritorio de la provincia de Cuenca que en época histórica aparece integrado en la Celtiberi

    uya excavación se remonta a 1878 (Quintero

    os CeltíberosAtauri 1913; Mélida 1919: 13, lám . V,5-7), y las sorianas de Gorm az, Quintanas de Gormaz

    sma, en el Alto Duero, excavadas entre 1914 y 1916 por R. Morenas de Tejada (Morenas

    ej ada 1916a-b; Zapatero 1968) (nota 5).En cuanto a los ajuares, la falta de una publicación completa de los mismos, junto a

    cisitudes y el estado de abandono al que se vieron sometidos los materiales procedentes de esementerios, ha llevado a que so lamente en algunos casos se hay a podido acceder a una mínimarte del total excavado (Alvarez-Sanchís 1990: figs. 4 y 5; Lorrio 1994a: fig. 2; Idem 1994b: f

    ), que en ciertas necrópolis superaba el millar de tumbas (fig. 1) (nota 6).Al tiempo que se daban a conocer, de forma parcial como se ha señalado, los materiales

    stas necrópolis, las piezas más significativas, primordialmente las armas descubiertas p

    erralbo, y en especial las halladas en Aguilar de Anguita (Guadalajara) y  Arcobriga (Zaraa), pasaban a formar parte de las grandes síntesis de la época, entre las que destaca, sin duguna, la obra de J. Déchelette sobre la arqueología céltica (1913: 686-692; Idem 1914: 1101 échelette (1912) tuvo la ocasión de estudiar personalmente los hallazgos procedentes de esecrópolis que, a la sazón, aún permanecían inédi tas, y a las que califica como celtibériconiendo de relieve el indudable interés de estos materiales así como su originalidad,

    corporándolos a su visión sobre la Edad del Hierro en Europa (nota 7). La necrópolis de Aguie Anguita y los cementerios aquitanos cu yos ajuares considera emparentados, « bien q

    résentant le facies des produits hallstattiens, paran appartenir à une époque relativement bassechando el grupo principal de tum bas de Aguilar de Anguita hacia el siglo IV a.C., mientras q

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    uzaga y Arcobriga han de llevarse a los siglos siguientes, dada la presencia de objetos de tipo ène (Déchelette 1913: 691).

    Un papel destacado jugaron también los materiales de las necrópolis excavadas por Cerran la obra de H. Sandars The Weapons of the Iberians (1913), que constituye el primer análiobal del armamento protohistórico peninsular. Aun cuando califica estas ar mas de ibérica

    pina que los Celtas o Galos llegados a la Península Ibérica probablemente en el siglo VI anfluyeron en gran medida en el arm amento indígena. Estos Celtas « dominaron las ra

    dígenas, se aliaron con ellas y bajo el nombre de Celtíberos fundaron luego una sola rastinta» (Sandars 1913: 4). Tam bién Schulten (1914: 209-228) incorporó estos hallazgos a ntesis sobre los Celtíberos.

    os CeltíberosPor su parte, Cerralbo, que ya en su publicación sobre el Alto Jalón adscribía la necrópolis

    Montuenga a época hallstáttica (Aguilera 1909: 99), mantendrá la ter minología europea al uonsiderando que la necrópolis de Aguilar de Anguita, a la que tiene por la de mayor antigüedae fecharía a fines del siglo V o inicios del IV a.C., correspondiendo al Hallstatt II, mientras q

    de Arcobriga, cuyo inicio se sitúa al final de esta fase, continuaría a lo largo del períoteniense, al que se adscribiría también el cementerio, más moderno, de Luzaga (Aguilera 19

    0) (nota 8).Los materiales más signi ficativos, ordenados siguien do los criterios de Cerralbo, quien hab

    alizado una clasificación de los materiales de las necrópolis por él excavadas (Aguilera 19I-IV;  Ide m 1916; Ide m 1917), fueron expuestos con motivo de la celebración en 1917 ongreso de la Asociación Española para el Progreso de la Ciencias, al que ya en 1915 habresentado su síntesis Las Necrópolis Ibéricas. Asimismo, y con plan teamientos similares, uelección de los objetos de hie rro procedentes de los yacimientos excavados por Cerralbo, a

    ue se añadió entre otros materiales los de un conjunto de sepulturas de la necrópolis uintanas de Gormaz, excavada por Morenas de Tejada, formó par te destacada de xposición de Hierros Antiguosspa ñoles celebrada en Madrid en 1919, cuyo catálogo fue publicado por P.M. de Artíñano aldácano.

    Mucho menor eco tuvieron las excavaciones realiza das en poblados, entre las que puedestacarse, parti cularmente, las aportaciones de Cerralbo en el Alto Jalón y el Alto Tajo (vrgente 1977a: 594, fig. 1). En su may oría estos trabajos quedaron inéditos, publicándose tan s

    reves avances de los más significativos. En el Alto Jalón, destacan el « Castro o Casticlópeo» , en Santa María de Huerta (Soria) (Aguilera 1909: 61-70; Ide m 1916: 79-83) yCastro megalítico» o « Cerro ógmico» , en Monreal de Ariza (Zaragoza) (Aguilera 1909: 76; I de m 1911, II: 60-74). En el Alto Tajo, Cerralbo realizó excavaciones en una serie oblados que cabría emparentar con algunas de las necrópolis que él había excavado. « Lastillej os» , en Aguilar de Anguita (Aguilera 1911, III: 77), « El Castejón» , en Luzaga (Aguile

    911, IV: 31-32; Artíñano 1919: n os 72 y 123-131), « Los Castillej os» , en El Atance (Artíña

    919: nos  136-138), « El Perical» , en Alcolea de las Peñas (Artíñano 1919: nos  116-12

    urmiel (Artíñano 1919: n° 139), etc., serían algunos de los hábitats en los que trabajó y de ue apenas existe documentación al respecto (vid. Artíñano 1919, donde se recogen contad

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    ateriales -armas y útiles- procedentes de estos yaci mientos).os Celtíberos

     Fig. 1.-Necrópolis celtibéricas excavadas entre 1905 y 1985 (A) y distribución de tumbaonjuntos cerrados obtenidos en el mismo período (B). Proporción de conjuntos cerrados respel total de tumbas excavadas en algunas de las principales necrópolis celtibéricos (C). (A-B, seglvarez-Sanchís 1990).

    Puede mencionarse, además, la excavación del poblado de La Oruña, en VerueZaragoza), en las proxi midades del Moncayo (Mundo 1918).

    J. Cabré -buen conocedor de los materiales prove nientes de los trabajos de Cerralbo, al habolaborado con él en algunas de sus excavaciones, ordenando y foto grafiando los materiales-ser el elegido para la elaboración de los Catálogos Monumentales de las pro vincias de Teru909-10) y Soria (1917), ambos inédi tos, aunque del primero publicara el santuario celtibéri

    e Peñalba de Villastar (Cabré 1910) y el segundo fuera manejado por B. Taracena en aboración de la Carta Arqueológica de Soria. El tomo III del Catálogo de Soria (1917) lo dedilas Necrópolis Celtibéricas, con espe cial incidencia en las de Osma, Gormaz y Alpansequmentándose de no poder estudiarlas conjuntamente con los yacimientos excavados p

    erralbo en las provincias de Guadalajara y Zaragoza por encontrarse en una misma regiónertenecer « al mismo pueblo» , « que hemos dado en llamar ibérico, pero a mi entender ombre propio es celtíbero, puro y neto» . El tomo cuarto de esta obra incluye las ciudad

    eltibérico-romanas de Numancia, Uxama, Termes y  Ocilis (nota 9).os Celtíberos

    A partir de 1915, P.Bosch Gimpera va a abordar en sucesivos trabajos el estudio de los Celtn la Península Ibérica, partiendo de las tesis invasionistas de Schulten, fundamentadas en gr

    edida en los textos clásicos, a las que intentará dotar de base arqueológica (nota 10). Desde

    rimer momento Bosch Gimpera (1915: 34; vid., asi mismo, 1918: 13) considera que ecrópolis conocidas hasta la fecha en la Meseta Oriental « probablemente no son ibéricas, sélticas» , lo que contrasta con lo ex puesto por Cerralbo, Déchelette y Schulten, quien, a pe e sus teorías sobre el proceso de etnogénesis meseteño, seguiría denominando celtibéricosstos ce menterios.

    En su trabajo Los Celtas y la civilización céltica en la Península Ibérica, publicado en 19xpone, influido por Kossina, los planteamientos esenciales de su tesis invasionista. De acueron Schulten -siguiendo en esto lo señalado por los textos clásicos- los Celtas ha brían entrado

    Península Ibérica a principios del siglo VI (ca. 600 a.C.) para, durante la Segunda Edad ierro (desde el 500 a.C.), desarrollar una cultura que, por encima de sus diferencias localresenta un marca do carácter hallstáttico, a pesar de que los tipos docu mentados difieran de entroeuropeos y su cronología no sea obviamente la misma que la comúnmente acepta da pa

    cultura hallstáttica, a la que considera celta (vid. Bosch Gimpera y Kraft 1928: 258 s.; K993: 146 ss.). Esta cultura, denominada ‘posthallstáttica’ al ser posterior a la hallstáttica, xtendería por el Centro y el Occidente peninsular y por el Sur de Francia, equivalien ronológicamente a los períodos I y II de La Tène (Bosch Gimpera 1921: 17 s.). Uno de rupos princi pales sería el definido a partir de las necrópolis de la Meseta Oriental, de las q

    frece una clasificación tipológica de sus elementos esenciales (espadas, puñales, fíbulasroches de cinturón), sistematizando así lo es bozado por Cerralbo en sus trabaj os m ás recien

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    Aguilera 1916 y 1917). Sobre esta ordenación, diferen cia dos períodos en la evolución de esecrópolis, que fecha entre el siglo V y la primera mitad del III a.C., predecesores de lo qenomina « Cultura Ibérica de Numancia» , que atribuye a los Celtíberos y cuy o final estable

    n e l 133 a.C., fecha de la destrucción de la histórica ciudad (nota 11).Simultáneamente a los trabajos de Bosch Gimpera, hay que destacar la labor llevada a cab

    specialmente en la provincia de Soria, pero también en la de Logroño, por B. Taracenolaborador con J.R. Mélida en las excavaciones de Numancia (1920; 1921; 1923 y 1924)

    rector del Museo Numantino desde 1919 a 1936. A lo largo de este período, la actividados Celtíberos

    de Taracena se centró en la realización de prospecciones y excavaciones ar queológicreferentemente en yacimientos de la Edad del Hierro. Sus excavaciones en los pobladorianos de Ventosa y Arévalo de la Sierra, Taniñe, Calatañazor y Suellacabras (1926a: 3-29ana (1927: 3-21), Langa de Duero (1929: 31-52 y 1932: 52-61), Ocenilla (1932: 37 52),ojano de Canales de la Sierra (1929: 28-31), donde se había localizado tradicionalmenteudad de Segeda, así como en un buen número de asentamientos castreños del Norte de

    rovincia de Soria (1929: 3-27), resultan de gran trascendencia, dado el desinterés que hastacha había deparado en la arqueología celtibérica la excavación de los núcleos de habitaciónenor entidad, orientada en especial hacia las ciudades y los conjuntos funerarios. A él se debmbién la identifica ción de la ciudad celtibérica de Contrebia Leukade en Aguilar del Rlhama (La Rioja) (Taracena 1926b).

    en Aguilar del Río Alham a (La Rioja) (Taracena 1926b).7), define por vez primera la entidad cultural de uno de los grupos castreños peninsulares ay or personali dad, el de « los castros sorianos» , cuya dispersión geográ f ica coincide conrritorio en el que las fuentes litera rias sitúan a los Pelendones y que representan (Tarace

    929: 25 ss.) « el más viej o grupo de cultura céltica de la m eseta central» , en el que, si bjetos metálicos per miten emparentarlos con las necrópolis posthallstátticas del Sur de rovincia de Soria, no ocurre igual con las especies cerámicas, interpretadas com o « uuperviven cia del pueblo que sufrió la invasión céltica» , que para Schulten serían Ligures y paosch Gimpera supervi vientes del Eneolítico. Esta invasión, de acuerdo con Schulten y Bosimpera, quedaba fijada en el Periplo de Avieno (vid. capítulo II, 1,1), aceptándose una fec

    n torno al 600 a.C. Con posterioridad, una supuesta inva sión arévaca sustituiría « la ruda cultue los castros por la típica posthallstáttica, de donde por evolución surge la cultura numantina» .

    A pesar del especial interés que durante las dos prime ras décadas del siglo XX se habemostrado por las necrópolis, la publicación detallada de conjuntos funera rios celtibéricos erta entidad no se producirá hasta el comienzo de los años 30, en que vieron la luz las Memas de Excavación de los cementerios del Altillo de Cerropozo, Atienza (Guadalajara) (Cab930) y La Mercadera (Soria) (Taracena 1932: 5-31, lám. I-XXIII), publicaciones ambas qabe considerar modélicas (nota 12).n el trabajo sobre la necrópolis de Atienza, Cabré (1930: 30 ss.) expone sus ideas sobre eriodización en la Meseta

    os CeltíberosOriental, rechazando los términos Hallstatt y La Tène para referirse a las cultu

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    eninsulares (vid. asimismo Cabré 1928: 95 s.) y no aceptando tampoco la propuesta de Bosimpera, por considerarla impreci sa (nota 13). Propone, a modo de ensayo hasta disponer n may or número de excavaciones metódicas en otros ce menterios de la Meseta Oriental y aber publicado la Colección Cerralbo -tarea que le había sido encomen dada al propio Cabré-,ferenciación en dos grandes períodos que denomina provisionalmente « 1ª y 2ª Edad del Hiee Castilla e inmediaciones» , caracterizados por los elem entos más significativos de la cultuate rial hallados en las necrópolis, principalmente las espa das y los puñales -sentando las bas

    e la clasificación actualmente en uso-, las fíbulas, los broches de cintu rón y las cerámicas, omo las puntas de lanza y los escudos, arma sobre la que volverá en un estudio monográfiosterior (Cabré 1939-40). Fecha esta ne crópolis entre el siglo IV y los inicios del III a.C., mento al que atribuye la mayor parte de las sepulturas, lo que permite la clasificación de es

    ementerio como celtibérico; así, refiriéndose a las necrópolis del Oriente de la Meseta aracterísticas semej antes a la de Atienza, considera que « si no son en absoluto celtibéricas, p menos alcanzan los tiempos en que fue consumada la fusión de los Celtas con los Iberosarcan una fecha fija, el siglo III a.C.» , lo que queda testimoniado por la presencia de cerámtorno, aporte de los Iberos « en la fusión de la raza celtibérica» (Cabré 1930: 38 s.).

    También Taracena (1932: 31), en su ejemplar estudio de La Mercadera, se cuestiona adecuado que resulta la utilización de la terminología centroeuropea para el caso peninsu

    nota 14). Taracena ofrece en este trabajo el estado de la cuestión sobre la Edad del Hierro enrovincia de Soria:

    « La Edad del Hierro soriana ofrece dos moda lidades arqueológicas: la cultura de los caste las sierras del N. de la provincia (sobre fondo arcaizante) relacionadas con los del bajo Dueen la que aparece únicamente cerámica morena con decoración unguicular o incisa, coetán

    e las necrópolis posthallstátticas del primer grupo formado por Bosch Gimpera y por tan

    éltica, y la cultura de tipo de Numancia con cerámica roja torneada y pintada que comienza entosa de la Sierra y étnicamente es celtibérica. Entre los dos grupos se ve el momento

    usión en el castillo de Arévalo de la Sierra y acaso en el de Alpanseque y se aprecia uperposición de las culturas en los de Taniñe y Fuentesaúco. El hecho diferencial es pues erámica torneada y pintada, arte en reali dad, ya queos Celtíbeross restantes tipologías generales son evolutivas y por tanto inútiles para una diferencia cinica» .

    Añade (1932: 31) que « la formación del pueblo celtibérico parece que tiene lugar haciaomienzo del siglo III» , por lo que La Mercadera sería una necrópolis « céltica no sólo porrigen de sus tipos sino también por la corta densidad de la cerámica roja torneada que pareorresponder al inicio de su empleo y , por tanto, al de la influencia cultural ibérica» .

    El mismo año 1932 se publica la obra de Bosch Gimpera  Etnologia de la Península Ibérica,que estructurará la documentación arqueológica conocida hasta la fecha, que en el territo

    eltibérico seguía restringida casi en su totalidad a la Colección Cerralbo, para, con la ayuda s fuentes clásicas, intentar reconstruir el pro ceso histórico del Centro y el Occidente peninsuln esta obra, se suma a la gran invasión céltica de hacia el 600 a.C., que alcanzaría de lleno

    Meseta Oriental, una primera oleada céltica, vinculada a los Campos de Urnas procedentes

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    hin y Suiza, con la que relaciona los topónimos típicam ente celtas en -dunum y enacum, que llega a la Península Ibérica en torno al año 1000 a.C., aunque en un trabajo anterubiera propuesto una fe cha entre los siglos XII y XI a.C. (Bosch Gimpera y Kraft 1928: 260ue, a partir de obras posteriores, se situará definitivamente en el 900 a.C. (Bosch Gimpera 193942; 1944; etc.).

    Tras analizar las fuentes literarias relativas a los Celtíberos, a los que considera como uoblación bási cam ente ibérica, aunque dominada y mezclada con ele mentos celtas (Bos

    impera 1932: 541 ss.), se aborda el estudio de su arqueología (Bosch Gimpera 1932: 568 sara Bosch Gimpera (1932: 569 ss. y 576 ss.), los castros estudiados por Taracena en lrovincias de Soria y Logroño y las necrópolis de Guadalajara y Soria ofrecen característicropias, insistiendo en la presen cia, junto a los elementos posthallstátticos puestos de manifien armas y adornos, del elemento ibérico do cumentado a través de la cerámica a torno, qonsidera venida del Valle del Ebro. La cronología propuesta abar ca desde el siglo V al III a.Ceñalando la ignorancia que cubre el período posterior. Ofrece una periodización de ecrópolis posthallstátticas (Bosch Gimpera 1932: 578), coincidente con la propuesta en 192

    corporan do los hallazgos de Cabré (1930) en Atienza (nota 15):Período I (siglos V-IV a.C.)

    (Siglo V a.C.). Una parte de Aguilar de Anguita. b. (400-350 a.C.). Aguilar de Anguitlmeda, Clares,uintanas de Gormaz y tumba 9 de Atienza.os Celtíberoseríodo II (siglos IV -III a.C.)

    a. (350-300 a.C.). Alpanseque, Atance, Hijes, La Requijada de Gormaz, Quintanas ormaz, la mayor parte de Atienza y tal vez también Valdenovillos, Turmiel, Montuenga

    uzaga.(300-250 a.C.). Arcobriga, Osma, la tumba I6 de Atienza y quizás Ciruelos.En los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, cabe destacar los trabajos

    chulten sobre Segeda (1933a), proponiendo su identificación en Durón de Belmonte calizando en sus proximidades lo que pos teriormente se ha interpretado como la ciuddígena (lám. I,1) (Burillo 1994a: I02 s.), y Bilbilis (1934). En 1933, Schulten publica eschichte von Numantia, cuya edición en castellano no aparecerá hasta 1945, que pue

    onsiderarse en cierto sentido como un resumen de su obra Numantia en cuatro volúmen

    anteniendo sin apenas modificación sus planteamientos invasionistas. A todo ello hay que uns trabajos de Taracena (1934) desarrollados entre 1932 y 1933 en la ciudad de Termes oublicación de su trabajo monográfico sobre los Pelendones (Taracena 1933).DE 1940 A 1970

    Los años 40 van a constituir un paréntesis en la activi dad arqueológica celtibérica, al final ual se produce la recapitulación de la situación heredada de la preguerra. Como ha señalado urillo (1993: 24I), pese a las aportaciones iniciales, las primeras décadas del período ostguerra constituirán « una ruptura en el proceso investigador sobre la temática celtibérica, qorprende ante la corriente ideológica, existente durante este perío do, de valoración de ‘o celta

    Un hito de la Arqueología celtibérica es, sin duda, la publicación por B. Taracena de la Ca

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    rqueológica de España. Soria (1941), en la que se recoge toda la docu mentación, debida uena medida a la investigación del propio autor, recopilada hasta la fecha sobre el territooriano. Como ha señalado recientemente Ruiz Zapatero (1989: 16) « la síntesis introductoria sta obra es real mente la primera síntesis estructurada de la Arqueología Soriana, en muchspectos con gran visión de futuro y observaciones vigentes todavía hoy» . En 1940, Tarace943a) reanudará las excavaciones en Numancia, cen trándose en el espacio donde c

    osterioridad se levan taría la Casa de la Comisión. Asimismo, da a conocer los resultados de s

    xcavaciones en Contrebia Leukade (Taracena 1942 y 1945). A todos estos trabajos hayos Celtíberosue añadir la publicación de un informe sobre la arqueología del Moncay o (Bordejé 1936-40).

    En 1942, M. Almagro Basch publica un avance de sus trabajos desarrollados en 1934 en ecrópolis turolense de Griegos, cuyos materiales resultan semejantes a los recuperados perralbo en las provincias de Soria y Guadalajara, lo que va a permitir vincular la Sierra lbarracín, donde se localiza Griegos (nota 16), con el núcleo del Alto Tajo-Alto Jalón definidoartir de los trabaj os de Cerralbo. Aun considerando la poca superficie excavada, la necrópoermitió documentar por vez pri mera en un cementerio celtibérico la presencia de estruc tuumulares, si se exceptúa el caso dudoso de La Mercadera. En este mismo trabajo, Almagritica las alineaciones de tumbas descritas por Cerralbo, teniéndo las por fantásticas, lo qrovocó la reacción de Cabré (1942b), responsable de la docum entación fotográfica de xcavaciones de Cerra lbo (vid. capítulo IV,2).

    Son igualmente dignas de m ención las publicaciones de J. Cabré sobre « La Caetra y cutum en Hispania durante la Segunda Edad del Hierro» (1939-40) o sobre « El thymateréltico de Calaceite» (1942a), en las que los materiales procedentes de las necrópolis celtibérican a ocupar un lugar destacado, incorporando los dibu jos, obra de M.E. Cabré, de algunos de

    onjuntos cerrados más significativos de estos cementerios, tantas veces repetidos en ublicaciones posteriores.

    Bosch Gimpera publica en 1942 Two Celtic waves in Spain, texto leído en 1939 y cuy a edicn castellano, algo ampliada, El poblamiento antiguo y la formación de los pueblos de España,parecería hasta 1944. En estas obras mantiene los mismos puntos de vista que en sublicaciones previas, al seguir basándose en las fuen tes literarias y en los datos lingüísticos, auando falte un conocimiento suficiente de los datos arqueológicos. Diferencia dos oleadas. rimera se sitúa hacia el 900 a.C., vinculándola con los Cam pos de Urnas del Sur de Aleman

    ue penetrarían por Cataluña, donde se pro duciría una evolución autóctona hasta mediados glo VII a.C. Con esta invasión se relacionarían los Be rybrac es del Periplo de Avienonstituyendo el único elemento de la misma que pudo tener contacto con la Meseta. La seguneada, integrada por grupos hallstátticos del Bajo y Medio Rhin, llegará a la Península en vara pas entre el año 650 y el 570 a.C. a través de los pasos occidentales del Pirineo, afectando eno a la Meseta.os Belgas serían el último grupo céltico llegado a la Península (hacia el 570 a.C.) -cnterioridad a los primeos Celtíberos

    ros objetos latenienses, producto de contactos co merciales-, trayendo consigo los elemen

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    ue darán lugar a la llamada Cultura Posthallstáttica, asentándose en el Valle del Ebro y en Meseta Norte (Bosch Gimpera 1944: 123 ss.). En relación a los Celtíberos, considera que tras

    ultura Posthallstáttica de las necrópolis y castros de Guadalajara y Soria, comenzaríanparecer elementos ibéricos, primordialmente la cerámica, que a lo largo del siglo II hasta el 1C. darán lugar a una cultura de fuerte sabor ibérico.

    Ya desde los años 30, M. Almagro Basch había expre sado en diversos artículos (1935; 193947-48) sus planteamientos encontrados con las tesis de Bosch Gimpera, que ser

    esarrollados, en extenso, en su trabajo de 1952 La invasión céltica en España, incluido enistoria de España dirigida por R. Menéndez Pidal. En esta obra, que renueva los planteamienobre la indoeuropeización de la Península Ibérica y en la que realiza un estudio concienzudo

    cultura material, Almagro aboga por una única invasión céltica, lenta y gradual, cuyo inictúa hacia el 800 a.C. Corresponderían al Hallstatt D « los niveles bajos de Numancia y otastros sorianos» que fecha en su período II (600-400 a.C.), enmarcándolos en el conteeneral de la cultura celta de los Campos de Urnas (Almagro Basch 1952: 214-216 y 233).

    A estos trabajos habría que añadir la síntesis de J. Martínez Santa Olalla,  Esquealetnológico de la Península Hispánica (1941), en la que diferencia tres invasion

    ndoeuropeas, sin aportar nada nuevo respec to al panorama reflejado en las tesis de Bosimpera, al que sigue en líneas generales. Además, cabe destacar  Los pueblos de España dearo Baroja, publicado también en 1946, o los trabajos de L. Pericot  La España primitiva (195Las raíces de España (1952), así como un corto artículo, aparecido en el número inicial devista Celtiberia (1951), en el que plantea el estado de la investigación sobre los Celtíber

    asando re vista a las tesis sobre su origen y destacando los trabajos llevados a cabo por ngüistas, sobre todo por A. Tovar, sobre el carácter céltico de la lengua celtibérica (vid. infra)

    Sin embargo, la aportación fundamental sobre los Celtíberos se debe de nuevo a Taracen

    uien se encar gará de su estudio en la  Historia de España de Menéndez Pidal, en la queMaluquer de Motes aborda la etnología de los restantes pueblos de la Hispania céltica, señalan

    valor de las llamadas « gentilidades» estudiadas por Tovar (1949: 96 ss., mapa I)os Celtíberosara identificar el área céltica peninsular (Maluquer de Motes 1954: 14, fig. 81, nota 32).

    A lo largo de un centenar de páginas, Taracena ofrece un completo panorama de la Cultueltibérica, desde el 300 a.C. hasta la conquista romana: las fuentes históri cas, los diferenueblos celtibéricos, sus núcleos de población, las instituciones, el armamento, la religión, el ar

    c., son algunos de los aspectos tratados. Al final, se refiere con brevedad a la formación deeltiberia, siguiendo para ello los planteamientos de Bosch Gimpera (Taracena 1954: 295 scepta la existencia de dos inva siones, siendo los castros célticos sorianos pervivencia de rimera, mientras que la segunda, fechada ca. 600 a.C., responsable de arrinconar a redecesores los Pelendones, incluiría a los « Vacceos, Arévacos y casi todo el elemento celta s Celtíberos» . Aun aceptando, al igual que Bosch Gimpera, la presencia de un elemento ibéri

    nterior, a diferencia de éste no lo retrotrae al final del Eneolítico o comienzos de la Edad ronce, con la expansión por la Meseta de la Cultura de Almería, sino que lo considera mucás reciente « aproximada m ente sincrónica a su entrada también en el sur de Fran cia

    riginada en la misma causa, quizá los movimientos célticos de la Primera Edad del Hierro. E

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    odría expli car el arrinconam iento de los Pelendones en la serranía, logrado por los Iberos ane la segunda invasión célti c a» (nota 17). Desde el siglo III a.C., se dejarían sentir los influéricos en la Celtiberia que, coincidiendo de nuevo con Bosch Gimpera, serían de t

    uramente cul tural, sin necesidad de defender, tal como sugería Schulten, aportes étnicos. sta forma, el complejo celtibérico aparece « formado por un elemento ibero muy poco denue aun en el siglo VI, bastante después de la entrada de la primera invasión céltica, tambuy poco nume rosa, sostenía sus características y desapareció absorbido por la nueva llega

    e centroeuropeos, que impusieron sus gustos, sus armas, su organización y sus mandos, pero qsu vez y desde el siglo III son conquistados por la cultura superior de los vencidos, cunfluencia llega desde tierras independientes» . Por último, se refiere al proceso de expansión

    s Celtíberos desde su for mación en el siglo III a.C., sin que en ello deba verse una comunide origen con las poblaciones sobre las que impone su nombre.

    Con respecto a los trabajos de campo, muy escasos durante este período, destacan esarrollados por T. Ortego (1952) en la serranía turolense y en El Castillo de Soria, así como levados a cabo en el territorio celtibérico del Ebro Medio, que se concretan en las pros peccionfectuadas por M.os Celtíberos

    Pellicer (1957 y 1962; Pamplona 1957), que permitieron descubrir los impor tanacimientos celtibéricos de Botorrita y Valdeherrera, actualmente identificados con la ciudad ontrebia Belaisca, cuyos trabajos de excavación no se emprende rían hasta 1969, dirigidos p. Beltrán, y con la Bilbilis celtibérica, respectivamente.

    En los inicios de la década de los 60 destaca la figura de F. Wattenberg, a quien se debe anudación de las excavaciones en Numancia. En 1959, presenta al Primer Symposium rehistoria de la Península Ibérica su trabajo « Los problem as de la Cultura Celtibérica» , pu

    ado en 1960, en el que analiza el panorama celtibérico desde planteamientos coincidentes cs de Taracena, si bien sugiere la inclusión de los Vacceos entre el colec tivo celtibérico, lo qu

    a tenido un cierto peso en un sector importante de la investigación actual (Martín Valls 198Martín Valls y Esparza 1992). En este trabajo se trata la cronología de la cerámica numantin

    bjeto de estudio por Bosch Gimpera (1915) y Taracena (1924), y la necesidad de revisar lstratigrafías de la histórica ciudad, lo que le llevaría a realizar en 1963 diferentes cortes umancia con el objeto de solucionar tales problemas estratigráficos (Wattenberg 1963: I7-2

    dem 1965; Ide m 1983; Beltrán 1964; I de m 1972), siendo la plasmación de tales estudios

    onografía sobre Las cerámicas indígenas de Numancia (Wattenberg 1963).Como puede comprobarse, a partir de la década de los 40, según ha puesto de manifiesto Rapatero (1993: 48 s.), « se produce una cierta atonía en la investi gación arqueológica de elta’. Esto unido a las dificultades de relacionar los materiales hispanos con los del otro lado s Pirineos, condujo a una renuncia expresa por intentar nuevas síntesis e interpretaciones. erto modo hasta los años 80 se han seguido repitiendo los viejos esquemas de Bosch, Almagrotros, sin apenas puntos de vista nuevos; en otras palabras el tema era complejo y delicado yptó por una aproximación descriptiva aderezada con la exposición historiográfica del mismo. Suchos datos nuevos y sin apenas pro puestas teóricas poco más se podía hacer» .

    Un cambio en esta orientación vendrá marcado, como ha señalado acertadamente el prop

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    uiz Zapatero (1993: 49), por la labor de una serie de arqueólogos alemanes que, de acuerdo cs postulados de la investigación céltica centroeuropea, identifica a los cel tas históricos conultura de La Tène. El trabajo de E. Sangmeister (1960), en el que intenta aclarar el valor deportación céltica en la Península Ibérica, muestra este nuevo rumbo en la investigación. Paraos Celtíberos

    Sangmeister, el Hallstatt D representa un nuevo estadio cultural en el Suroeste de AlemaniaNoreste de Francia que recoge elementos supervivientes de los Campos de Urnas, ot

    sucitados de la Cultura de los Túmulos y otros típicamente hallstátticos, no pudiéndoeterminar con clari dad con cual de estos componentes llegaría la lengua céltica, únicoefinitivo argumento, según Sangmeister, para hablar de Celtas en la Península Ibérica. Tnali zar los hallazgos peninsulares, considera que ciertos ele mentos, como las fíbulas aballito o las de espirales, las urnas de pie alto calado y las espadas de antenas, evidencian uorriente desde el Norte de Italia y el grupo del Suroeste Alpino posterior a los Campos de Urn

    que no proceden del foco del Hallstatt D Occi dental. Con estos elementos se asociarían ombres de los  Cempsi y de los Saefes del Periplo de Avieno, cuya relación con los Liguruedaría así explicada. Ciertos modelos de fíbulas, traídos por Celtas de la región gala en rimera mitad del siglo V a.C., podrían explicar los nombres en -briga y el nombre céltico de erybraces del Periplo, aunque pudieron llegar en el movimiento siguiente. Otra invasión roduciría en el siglo IV a .C., durante La Tène B/C, siendo prueba de ello los modelos más tarde fíbulas y ciertas armas, como las de los relieves de Osuna. En el mismo año, W Schüle (196ublica un artícu lo en el que define, dentro de su « Kastilischen Kulturen» , la llamada « Cultuel Tajo» , estableciendo una periodización, en dos estadios (A y B) y cuatro fases (Al, A2, 132), basada en la evolución de las espadas. La fecha de las espadas de antenas y de las fíbulasallesta en el Sur de Francia impiden considerar que el foco difusor de la Cultura Posthallstátt

    eninsular y de sus paralelos sea el Noroeste de los Alpes, docum entán dose en el circulo dajo, del que las necrópolis de Cerralbo constituyen una parte esencial, ciertos elementos qay que relacionar con los Alpes Orientales, de época anterior al Hallstatt Final-La Tène.

     No obstante, la aportación fundamental de Schüle será su síntesis Die Meseta Kulturen dberischen Halbinsel (1969), en la que los cementerios celtibéricos ocupan un papel destaca

    cogiendo los ajuares funerarios ya conocidos a través de dibujos o fotografías, e incorporanualmente un cierto número de conjuntos inéditos, pese a que no tuviera oportunidad de estuds mate riales, aún sin publicar, pertenecientes a la Colección Cerralbo. También los materia

    e Numancia, sobre todo las fíbulas, merecieron especial atención en esta obra. Schüle pretenstudiar la Cultura de la Meseta en el marco de las culturas coetáneas, formadas,

    os Celtíberossegún él, por el in flujo de varias corrientes culturales que inciden en la Penínsu

    eguramente atraídas por sus metales. Si el influjo fenicio se dejó sentir en el Sur, y el griegoGolfo de León y en el Sureste, grupos nómadas a caballo debieron vagar preferentemente pCentro y el Su roeste, con preferencia a las zonas del Norte, Noroeste y Sureste, regiones q

    ara ellos debieron ser poco atrac tivas.Schüle aborda el estudio de las culturas del Tajo y del Duero, centrándose de modo espec

    n la primera, que se extiende desde el Valle del Jalón, las altas tierras de Guadalaj ara hasta

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    stribaciones septentrionales de la Cordillera Central, el Sur de Portugal y Andalucía, y en la qree ver ciertos elementos arqueológicos proce dentes de las estepas euroasiáticas (Schüle 198 ss.). Propone la diferenciación de la Cultura del Tajo en dos períodos (A y B), subdivididosu vez en dos subfases, partiendo de la evolución de las armas, en especial de los puñales ntenas. Las grandes necrópolis de la Cultura del Tajo del siglo VI a.C. representarían una forme vida nómada o seminómada, dado lo frecuente que resul tan los atalajes de caballo en ismas y la desproporción entre el número y el tamaño de los cementerios con el de los luga

    e habitación a lo largo de la fase A de esta cultura. Desde comienzos de la fase Tajo B se prode una lenta desaparición de los elementos de origen euroasiáticos, lo que reflej aría la influenada vez más poderosa del mundo ibérico, por una parte, y de la del Duero, por otra. A ello ne una reducción del territorio dominado por la Cultura del Tajo, que ya en la fase B2 se limlas altas tierras de Guadalajara y a una pequeña franja a ambos lados del Sistem a Central. Argo del siglo II a.C., la Cultura del Tajo sucumbe baj o la presen cia de Roma, que en momen

    osteriores será asimis mo la causante del fin de la Cultura del Duero (Schüle 1969: I64 ss.).Cabe aún destacar, entre los intentos de síntesis, la obra de N.H. Savory (1968) sobre

    rehistoria de la Península Ibérica, en la que, siempre dentro de los esque mas invasionis

    gentes, propone su punto de vista según el cual el mayor movimiento de pueblos en la Penínsucurre hacia los siglos VI y V a.C., matizando las propuestas de Bosch Gimpera y Sangmeister

    Como punto final de esta década, puede señalarse la celebración en 1967 del Coloquonmemorativo del XXI Centenario de la gesta numantina, publicado algu nos años más tar

    VV. AA. 1972), a pesar de lo cual las investigaciones sobre Numancia no van a tener continad, con la excepción de las excavaciones de J. Zozay a (1970 y 1971)os Celtíberos

    centradas en la ocupación medieval de la ciudad o los diversos trabajos de carác

    onográfico principalmente sobre las cerám icas numantinas (vid. infra).En relación con la Arqueología funeraria, los últimos años de la década de los 60 suponen

    iciación de una nueva etapa, tras un largo paréntesis de casi treinta años, con la publicación necrópolis de Riba de Saelices (Guadalajara) por E. Cuadrado (1968), en la que

    ocumentan las alineaciones descritas por Cerralbo, y la conquense de Las MadrigueAlmagro-Gorbea 1965 y 1969), localizada en lo que en época histórica constituye el límeridional de la Celtiberia, donde se estableció la continuidad en el uso de un cementerio argo de un extenso lapso de tiempo, lo que entraba en contradicción con las tesis clásic

    osteriorm ente docum entada en otros cementerios celtibéricos, com o Aguilar de Anguita, Ucearratiermes, etc. (vid. capítulo VII). A estos tra bajos habría que añadir la aportación de J.Mapatero (1968) sobre la figura de R. Morenas de Tejada, ofrecien do algunas notic

    nteresantes acerca de los cemente rios de Osma, Gormaz y Quintanas de Gormaz.Desde el punto de vista de la Lingüística, el período comprendido entre la década de los 40

    de los 60 resulta fundamental en lo que a los estudios célticos se refiere. Tras el desciframiene la escritura ibérica, de bido a Gómez Moreno (1922; 1925; 1943; 1949), Caro Baroja (194dentificó elementos célticos en ciertas ins cripciones en escritura ibérica procedentes rritorio celtibérico, pudiendo delimitar la Celtiberia respecto de la zona ibérica a partir

    ertas desinencias en las mo nedas, estableciendo cinco grandes regiones lingüísticas en

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    ispania antigua. Sin embargo, será Tovar quien en 1946 describirá algunos rasgundam entales de la len gua de los Celtíberos que permitían su inclusión entre las lenguas céltic

    este trabajo inicial, seguirán otros del propio Tovar (1948, 1949, 1950, 1955-56, 196I, etc.),s que deben sumarse las obras de M. Lejeune (1955) y U. Schmoll (1959), así como lativas a la onomástica personal indígena, debidas a M. Palomar Lapesa (1957), J. Rubio Al959) y, en especial, a M.L. Albertos (1964; 1965; 1966; 1972a-b; 1976; 1977a; 1979; 1983; etc

    unto a ellos hay que destacar dos importantes tra bajos de J. Untermann (1961 y 1965) sobre

    nomásti ca peninsular, publicados en la primera mitad de la década de los 60.Para Tovar existirían dos estratos lingüísticos indoeuropeos, uno ‘precéltico’documentado lusita no, lengua « más arcaica en algunos rasgos que el celta» , y que podría ser « un re

    volucionado de las primitivas invasiones indoeu

    os Celtíberosropeas en el Occidente» , y otro, el celtibérico, de finido como « un dialecto celta de tipo

    aico» (Tovar 1971: 18 s.). Según el mismo Tovar (1971: 20), « el nombre `celtíberos’ no designa mez cla de pueblos, sino un pueblo que hablaba celta y que había tomado de sus vecinberos la escritura y otros rasgos culturales» . Su planteamiento recogería las viejas tesis qefendían la existencia de una primera invasión indoeuropea, inicialmente relacionada con igures y más tarde con los Ilirios, anterior a la protagonizada por los Celtas. En cambio, pantermann (1961), única mente habría habido una invasión indoeuropea en la Pe nínsula Ibérie tipo celta, que sería la responsable de las diferencias que, a nivel dialectal, se observan enrritorio peninsular.EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XX

    Durante este período se va a producir un gran desarro llo de la Arqueología en el ámbieltibérico, si bien, desde el punto de vista teórico, a lo largo de la década de los 70 y los prime

    ños de los 80, se mantendrá « el concepto am plio, am biguo y sin una definición arqueoló gstricta de celta» , que llevará a veces a « visiones simplistas, con atribuciones erróneas acimientos y materiales» (Ruiz Zapatero 1993: 49).esde mediados de la década de los 80 se asiste a una revitalización de los estudios sobre eltas en la Pe nínsula Ibérica planteados desde perspectivas interdisciplinares, tras un lareríodo en el que la in vestigación sobre el tem a se circunscribió, prácticamen te, a la Lingüístirueba de ello son los recientes cur sos monográficos de la Universidad Complutense en scorial (Los Celtas, Agosto 1992) y de la U.I.M.R en Cuenca (Los Celtas en la Meseta: Orígen

    nuevas interpretaciones, Octubre 1993), dirigidos por M. Almagro-Gorbea, la sección dedicaLes Celtes et le Sud-Ouest de l’Europe en el XVIe Colloque de l’Association Française poEtude de l’Age du Fer (Agen, Mayo 1992), así como la publicación de trabajos monográficue, desde planteamientos actuales, ofre cen una visión interdisciplinar sobre el complejo mune los Celtas hispanos, en el que los Celtíberos tienen un papel esencial (VVAA. 1991; Almagrorbea y Ruiz Zapatero, eds. 1993). Deben destacarse, asimismo, los Simposia sobre eltíberos, que desde 1986 han veni do desarrollándose en Daroca (Zaragoza) bajo la cooación de F. Burillo (vid. infra).

    Su interés, que ha trascendido de los ambientes pura mente académicos, se ha visto acentua

    or importantes hallazgos, como los bronces de Botorrita (de Hoz y Michelena

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    os Celtíberos1974; Beltrán y Tovar 1982; Eska 1989; Meid 1993 y 1994:

    ss.; Beltrán, de Hoz y Untermann 1996), los más largos textos escritos en una lengua céltica Antigüedad, o la necrópolis celtibérica de Numancia (Jimeno y Morales 1993 y

    994; Jimeno 1994a: 128 ss.; Idem 1994: 50 ss.; Idem 1996), extendiéndose igualmente fuera uestras fronteras tanto a nivel científico como de divulgación; de ahí la importancia del espacedicado a los Celtas hispanos en la Exposición I Celti celebrada en Venecia en 1991 (Mosca

    oord. 199I).En los años 70 y el primer tercio de los 80, se llevó a cabo la revisión de las principaecrópolis de la Colec ción Cerralbo, cuyos materiales, en gran medida descontextualizados, allaban depositados en el Mu seo Arqueológico Nacional: Aguilar de Anguita (Argente 197I 974, este último trabajo centrado en el estudio de las fíbulas); Valdenovillos (Cerdeño 1976uzaga (Díaz 1976), limitándose solamente al estudio del mate rial cerámico; Carabias (Reque978); El Atance (de Paz 1980); La Olmeda (García Huerta 1980) y Almaluez (Domingo 198e la que se analizaron tan sólo los elementos metálicos (nota 18).

    Esta investigación se complementó con la reexcavación de la necrópolis de Aguilar nguita (Argente 1976 y 1977b) y con los trabajos de campo llevados a cabo en la de Sigüen

    vid. Cerdeño y Pérez de Ynestrosa 1993, donde se reúne toda la bibliografía previa sobreecrópolis), Carratiermes (Argente y Díaz 1979) y Molina de Aragón (Cerdeño et alii 19erdeño 1983a). No obstante, las expectativas que crearon es tas necrópolis -particularmente t

    decepción que supuso la revisión de la Colección Cerralbo, cuyos materiales, aunqdividualizados generalmente por necró polis, sólo fueron susceptibles de análisis tipológicos

    eron defraudadas en cierta medida debido al estado de deterioro en que fueron halladas (no9).

    Fruto del creciente interés por los estudios celtibéricos desde mediados de la década de los a sido la excava ción de importantes conjuntos funerarios, como La Yun ta, Aragoncillo, Ucearratiermes y Numancia, y la revisión de otros, como el caso de La Mercadera (Lorrio 199

    nota 20). A estas ne crópolis cabe añadir las identifica das en el Valle del Jiloca, entre las qestacan las de La Umbría, en Daroca (Aranda 1990) y Singra (Vicente y Escriche 1980), qfreció escasos materiales. También el territorio conquense ha deparado algunas novedadurante los años 70 y 80, como la necrópolis tumular de Pajaroncillo (Almagro-Gorbea 1973s cem enterios de La Hinojosa (Galán 1980) y Alconchel de

    os CeltíberosEstrella (Millán 1990), este último con armas típicamente celtibéricas (nota 21).En lo que se re fiere a los núcleos de habitación, la nómina de poblados que han sido objeto

    xcavaciones arqueológicas en el territorio celtibérico se ha incrementado de modo notabesde los años 70. Con respecto al núcleo del Alto Taj o-Alto Jalón, definido tra dicionalmente ps lugares de enterramiento, se ha trabajado en: Castilviejo (Guijosa) y Los Castillej

    Pelegrina), en el Alto Henares; El Palomar y El Turmielo (Aragoncillo), El CeremeHerrería), Las Arribillas (Prados Redondos) y La Coronilla (Chera), en la cuenca del río Gal

    Castilmontán (Somaén), en el Alto Jalón. De ellos, sólo La Coronilla (Cerdeño y García Hue992, con la bibliografía anterior) y Castilviejo (Belén et alii 1978) han visto publicada

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    orrespondiente Memo ria, estando el resto aún en fase de estudio, si bien existen algunos brevvances (García-Gelabert y Morère 1986; Cerdeño 1989 y 1995; Cerdeño et alii 1995; Arenaslii 1995) que, por lo común, se centran en uno de los aspectos más atractivos de es

    sentamientos: los sistem as defensi vos (Arlegui 1992b; Cerdeño y Martín 1995) (nota 22).En el Alto Duero, las excavaciones en hábitats se han centrado en una serie de yacimient

    uyos primeros trabajos fueron efectuados por Taracena en 1928. Se trata del poblado de astillejo (Fuensaúco) (Romero y Misiego 1992 y 1995b) y los castros del Zarranzano (Almarz

    Romero 1984) y El Castillo (El Royo) (Eiroa 1979a), que han deparado importantes novedadEiroa 197% y 1981; Romero 1989), proporcionando asimismo las primeras fechas de C14 paAlto Duero (Eiroa 1980a-b y 1984-85; Romero 1991a: 356 ss. y 477 s.).

    En la Celtiberia aragonesa cabe destacar las excavaciones en El Alto Chacón (Teruel) (Atr976), el Puntal del Tío Garrillas (Pozondón) (Berges 1981), Los Castellares (Herrera de avarros) (Burillo 1983; Burillo y de Sus 1986 y 1988), el Cerro de La Oruña (Bienes y Gar995b) y el Montón de Tierra (Griegos) (Collado et alii 1991-92a). En cuanto al territoonquense pueden señalarse las excavaciones en Fuente de la Mota (Barchín del Hoyo) (Sier981), Reillo (Maderuelo y Pastor 1981), Cabeza Moya (Enguídanos) (Navarro y Sandov984), El Cerro de los Encaños (Villar del Horno) (Gómez 1986), Moya (Sánchez-Capi lla 198Hoyas del Castillo (Pajaroncillo) (Ulreich et alii 1993 y 1994). Con ellos cabe relacionar

    allazgo de materiales de clara filiación celtibérica en las comar cas de La Plana de Utiel y Lerranos, en la zona noroccidental de Valencia limítrofe conos Celtíbeross provincias de Cuenca y Teruel (de la Pinta et alii 1987-88; Martínez García 1990; Almagrorbea et alii 1996).

    Una mención especial cabe hacer respecto a los traba jos de excavación en ciudad

    eltibérico-romanas, por más que, como ha apuntado recientemente F. Burillo (1993: 244 sdebido a su continuidad en época impe r ial romana o la no correspondencia de la ciud

    omana con la ciudad celtibérica que le precedió, da lugar a que los abundantes resrqueológicos dominantes sean de época romana» . Éste es el caso de Termes, en la que abajos de excavación se reanudaron de manera conti nuada en 1975 (vid. Argente, coo990a), Uxama (García Merino 1984, 1989 y 1995), Ocilis (Borobio et alii 1992), Clunia (Palolii 1991), Bilbilis (Martín Bueno 1975a), Turiaso (Bona 1982), Ercauica (Osuna 1976), Vale

    Osuna et alii 1978) y Segobriga, cuyas excavaciones fueron retomadas en 1963 (Almag

    asch 1983, 1984 y 1986; Almagro-Gorbea y Lorrio 1989). A éstas hay que añadir los trabajesarrollados en las ciudades de Contrebia Belaisca, identificada en el Cabe zo de las Minas otorrita (Beltrán 1982; I de m 1983a; I de m 1988; I de m 1992, con la bibliografía anterioontrebia Leukade, en Inestrillas (Hernández Vera 1982; Hernández Vera y Núñez 1988ontinuando de esta for ma los trabajos iniciados por Taracena, así como en La Caridad aminreal (Vicente et alii 1986 y 1991; Vi cente 1988) y Numancia, esta última objeto de uten sa revisión (Jimeno 1996; Jimeno y Tabernero 1996). El tema de las ciudades se valora

    egún Burillo (1993: 245 s.), « como verdadero dinamizador del proceso histó rico que esarrolla especialmente durante el período celtíbero-romano, para lo cual será determinan

    nto el análisis de las fuentes escritas (Rodríguez Blanco 1977; Fatás 1981), como la prospecc

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    la aplicación de los planteamientos de la Arqueología Espacial (Burillo 1979 y 1982)» .A la vez que los trabajos de excavación, se ha produci do una importante labor prospectora

    ferentes zonas del territorio celtibérico. En Soria, la labor iniciada por Taracena ha visto ontinuidad en la nueva Carta Ar queológica provincial, de la que ya han sido publicados luatro primeros volúmenes, centrados en el Campo de Gómara (Borobio 1985), la Tierra lmazán (Revilla 1985), la Zona Centro (Pascual 199I) y La Altiplanicie Soriana (Morales 199stos trabajos han permitido reconocer una serie de asentamientos, contemporáneos en parte

    s castros de la serranía soriana, rompiendo así la dicotomía que desde tiempos de Taracena abía establecido entre los hábitats castreños, al Norte, y las necrópolis, al Sur (Revilla y Jime986-87; García -Soto

    os Celtíberosy de La-Rosa 1995) (nota 23). En lo que se refiere a La Rioja, cabe destacar la Ca

    rqueológica del río Cidacos (Pascual y Pascual 1984; García Heras y López Corral 1995), qcluye los yacimientos sorianos situados en su cuenca alta. A este trabajo debe sumarse uncopila ción bibliográfica de ámbito provincial (Espinosa 1981).

    En Guadalajara, sólo se ha publicado la Carta Arqueo lógica del Partido Judicial de SigüenFernández Galiano 1979; Morère 1983) y la correspondiente al río Tajuña (Abascal 198abiéndose llevado a cabo una importante actividad prospectora de tipo selectivo, prin cipalmenor J. Valiente y su equipo (Valiente 1982 y 1992; Valiente y Velasco 1986 y 1988), que hermitido docum entar importantes asentamientos en diferentes zo nas de la provincia, custudio ha sido de gran interés para definir el horizonte inicial de la Cultura Celtibérica. Hay qeñalar, además, los trabajos de prospección centrados en la comarca de Molina de Aragón, J. Jiménez (1988), M.R. García Huerta (1989), J.L. Cebolla (1992-93) y J.A. Arenas (1993

    unto a ellos, debe mencionarse la publicación de diversos mate riales de superficie proceden

    e hábitats de la Edad del Hierro (GarcíaGelabert 1984; Arenas 1987-88; Igle sias et alii 19arroso y Díez 1991).n la Celtiberia aragonesa destacan las prospecciones sistemáticas habidas en el Bajo Jal

    Pérez Casas 1990b), los valles de la Huerva y del Jiloca Medio (Burillo 1980; Aranda 1986987), comarcas de Calamocha (Burillo, dir. 1991) y Daroca (Burillo, dir. 1993), zona d

    Moncayo (Bona et alii 1989; Bienes y García 1995a), Sierra de Albarracín (Collado 1990), omo la elaboración de la Carta Arqueológica de la provincia de Teruel (Atrián et alii 1980) ontesis general sobre la Carta Arqueo lógica de Aragón (Burillo, dir. 1992).

    Al tiempo que se han incrementado los trabajos de campo, desde la década de los 70 se hotenciado los estudios de carácter tipológico, especialmente interesa dos en los objeetálicos, fíbulas, broches de c inturón, pectorales y armas (nota 24), en su mayoría hallados s lugares de enterramiento. Estos estudios han resulta do de gran trascendencia,  pues, a partir s asociacio nes de objetos documentadas en las sepulturas, se ha podido establecer u

    eriación de los mismos, lo que ha permitido definir la secuencia cultural del mundo celtibériLorrio 1994a-b).

    Peor fortuna ha tenido la producción cerámica proce dente de las necrópolis excavadasrincipios de siglo que, salvo alguna excepción (Díaz 1976), ha quedado claramente marginae estos estudios, aun cuando la publicación de

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    os Celtíberosnuevos cementerios haya venido a com pensar en parte esta situación. Mucho mej

    onocidas resultan las cerámicas procedentes de los lugares de ha bitación, sobre todo por lo qspecta a las fases inicia les del mundo celtibérico, gracias en gran medida a su sistematizaci

    n el ámbito castreño soriano, debida a F. Romero (1991a: 239 ss. y 447 ss.; vid., asimismachiller 1987a: 17 ss., entre otros trabajos de este au tor), así como al cada vez más abundanaterial que están deparando los trabajos de prospección y excava ción desarrollados

    rritorio celtibérico, aunque las altas cronologías defendidas en ocasiones para estos materiaayan dificultado su correcta valoración. Tam bién los conjuntos cerámicos celtibéricos ronología más avanzada han atraído la atención de un modo espe cial, destacando sin duda roducciones pintadas numantinas (Jimeno, ed. 1992), tanto polícromas (Rome ro 1976almos 1986) como monocromas (Arlegui 1986 y 1992c), pudiéndose mencionar, asimismo,a bajo de J.M. Abascal (1986) sobre la cerámica pintada romana de tradición indígena, carticular incidencia en los talleres del ám bito celtibérico. En relación con esta producción, puetarse el estudio sobre un conjunto de cerám ica « celtibérica» de época romana (Lorrio 198

    rocedente de las recientes excavaciones en la ciudad de Segobriga (Almagro-Gorbea y Lor989). La revitalización de los estudios sobre el ámbito celtibér