Los bandidos de río frío. Estudio

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    LOS BANDIDOS DE RIO FRO,

    RECONSTRUCCION DE UN MUNDO HISTORICO *

    La vida de don Manuel Payno Flores se desarrolla entre el 21 dejunio de 1810. fecha en que naci en la ciudad de Mxico, y el 4de noviembre de 1894, da en que la muerte vino a llamar a su puer-ta, en la villa de San Angel, vecina entonces y hoy parte de la grancapital mexicana. Pariente, por la familia de su padre. del general

    Anastasio Bustamante, que fue presidente de la Repblica, el futuroescritor entr al servicio de la Administracin del Estado como meri-

    todo en el Ramo de Aduanas y fund despus, con Guillermo Prieto,la de Matamoros. A partir de entonces, Payno ocupar muy diversos

    cargos y puestos polticos en la cambiante e incluso accidentada vidamexicana, lo cual no le impidi, como se ver en seguida, realizar una

    amplia y varia tarea de escritor y publicista.En 1840, en efecto, Manuel Payno fue secretario del general Maria-no Arista, empleo que abandon para pasar al de jefe de seccin delMinisterio de la Guerra con el grado de teniente coronel. Nombrado

    despus administrador de las rentas del Tabaco, en 1842 experimentsu vida un nueve e importante cambio, pues fue designado secretario

    de Legacin y viaj, en calidad de tal, a Suramrica y a Europa. Dosarios despus estaba de vuelta en Mxico, pero tambin en 1844 fueenviado a Estados Unidos con el fin de estudiar el sistema peniten-ciario de aquel pas. Para entonces, ya se haba dado a conocer como

    poeta, actividad literaria en que, sin embargo, no lleg a descollar yque cambi pronto por la de prosista. As, tras su visita a EstadosUnidos, en 1845 empez a publicar, en la Revista Cientfica y Literaria

    * Doy ahora este titulo al texto del estudio preliminar a la edicin de Losbandidos de Ro Fro, de Manuel Payno, que publicar Editorial Planeta en clprimer volumen de su coleccin de Grandes Maestros Hispanoamericanos.

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    de Mxico, su primera novela, titulada El fistol del diablo, que ter-

    niin en 1846 y cuya primera edicin en libro apareci trece aos des-pus. En 1871 se public, tambin en Mxico, la segunda edicin co-rregida, y transcurridos diecisis aos ms, en 1887, vio la luz la terceraedicin, corregida y aumentada, con pie de imprenta en Barcelonay en Mxico.

    Declarada la guerra a Mxico por Estados Unidos, Payno fue en-

    cargado de organizar un servicio secreto de Correos entre la capital

    y Veracruz. Pero fue despus de finalizada la contienda y oonsumadoel expolio territorial de la Repblica mexicana cuando nuestro escritoralcanz su primer cargo poltico de importancia: fue nombrado mi-

    nistro de Hacienda, en 1850, en el gabinete del presidente general JosJoaqun Herrera. No permaneci, sin embargo, mucho tiempo al frentedel Ministerio, pues la inestable situacin poltica mexicana hizo que

    no tardara mucho en subir al poder cl clebre general Antonio Lpezde Santa Anua, quien persigui tan implacablemente a Payno, que le

    oblig a huir del pas y refugiarse en Estados Unidos. Mas un nuevobandazo poltico, que esta vez le fue favorable, situlo de nuevo en el

    poder, y en 1855 volvi a dirigir la Hacienda mexicana en el gobiernode Comonfort. Llev entonces a cabo el desestanco del tabaco y cele-br varios convenios sobre la Deuda exterior. Esto ltimo le permiticonocer a fondo, entre otros, los problemas pendientes con Espaa enese campo, como puso de manifiesto en su trabaje sobre La conven-

    cin espaola, publicado en Mxico en 1857, ao en que, acusado deser uno de los responsables del golpe de Estado, fue sometido a pro-

    ceso y eliminado de la poltica. Cinco aos despus, en 1862, cuandola intervencin franco-britnico-espaola estaba ya decidida, volvi a

    insistir en aquel tema a travs de su estudio Mxico y sus cuestiones

    financieras con la Inglaterra, la Espaa y la Francia.

    El ao anterior haba publicado Payno El hombre de la situacinque fue reeditada, tambin en Mxico, mucho tiempo despus, en1929, y en 1865, finalizadas ya las persecuciones padecidas durantela Intervencin, dio a luz Vida, aventuras, escritos y viajes del doctor

    don Servando Teresa de Mier. A partir de aquella fecha, puede afir-marse que termina la actividad poltica de Payno, ya que, despus de

    haber reconocido al imperio de Maximiliano, slo fue diputado, unavez restaurada la Repblica, profesor de Historia Patria en la Escuela

    Preparatoria y, en 1882, senador. Ello explica, quiz, la actividad lite-

    raria desplegada por nuestro escritor en aquellos aos, que se tradujoen la publicacin de dos libros en 1871: uno de narraciones, tituladoTardes nubladas, y otro, en colaboracin con Vicente Riva Palacio,

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    Juan A. Mateos y Rafael Martnez de la Torre, que lleva por ttuloEl libro rojo.

    1882 es un ao importante en la vida de Manuel Payno. Elegidosenador de la Repblica, el ya viejo escritor fue enviado a Pars, como

    agente de colonizacin, por el presidente Manuel Gonzlez, a quienPorfirio Daz eligiera para sucederle durante un perodo presidencial.

    Desde entonces hasta un ao antes de su muerte, Payno estuvo en

    Europa: en Pars hasta 1886, en que fue nombrado cnsul en Santan-der: de 1886 a 1891, en Espaa, primero en el citado cargo diplom-tico y. por ltimo, hasta 1894 como cnsul general en nuestro pas conresidencia en Barcelona. En esta capital catalana public sus ltimasobras: en 1889. Barcelona y Mxico en 1888 y 1889; despus. Novelascortas; por ltimo, su novela ms importante, Los bandidos de Ro

    Fro, cuya primera edicin apareci por entregas entre 1889 y 1891,

    con el seudnimo Un ingenio de la Corte. y que fue reeditada enMxico, en 1928, en la Biblioteca Popular de Autores Mexicanos,dirigida por Luis Gonzlez Obregn apareci con la nota de edicin

    corregida en vista de los apuntes y borradores facilitados por losherederos, y en 1945, en la Coleccin de Escritores Mexicanos dela Editorial Porra, S. A., con prlogo de Antonio Castro Leal.

    Manuel Payno regres a Mxico en 1891. Al ao siguiente fue denuevo senador, y an lo era el 4 de noviembre de 1894 cuando fallecia los ochenta y cuatro aos de su edad. En aquel tiempo y aun dosdcadas despus. nadie hubiera hablado bien de Payno desde el puntode vista literario, pues como dice Mariano Azuela en sus Cien

    aos de novela mexicana el snobismo del afrancesamiento hacaentonces despreciar lo mexicano, y citar, por ejemplo. Los bandidosde Rio Fro como una buena novela mexicana habra sido signo

    inequvoco de atraso y de mal gusto. Pero desde que la RevolucinMexicana reivindic lo nacional, muchos hombres de letras olvidados

    y no pocas obras desdeadas antes cobraron el relevante puesto queen justicia los corresponda. Yeste fue el caso de Los bandidos de

    Ro Fro, como tratar de exponer a continuacin.

    Los BANDIDOS DE Ro FROHace aos, y de intento no se seala cul, hubo en Mxico una

    causa clebre. Los autos pasaban de 2.000 fojas y pasaban tambinde manos de un juez a las de otro juez, sin que pudieran concluir.

    Algunos de los magistrados tuvieron una muerte prematura y muy

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    lejos de ser natural. Personas de categora y de buena posicin socialestaban complicadas, y se hicieron, por ste y otros motivos, poderososesfuerzos para echarle tierra, como se dice comnmente; pero fue im-

    posible. El escndalo haba sido grande, la sociedad de la capital y

    aun de los Estados haba fijado su atencin, y se necesitaba un castigoejemplar para contener desmanes que tomaban grandes proporciones.Se hicieron muchas prisiones, pero a falta de pruebas, los presuntos

    reos eran puestos en libertad. Al fin lleg a descubrirse el hilo, y variosde los culpables fueron juzgados, condenados a muerte y ejecutados.El principal de ellos, que tena una posicin muy visible, tuvo un fintrgico.

    Estas palabras de Payno en el prlogo de su novela (tomo 1 , pg. XVde la edicin de Castro Leal, por la que citar~ aclaran el origen de laobra. De los recuerdos de esta triste historia agrega el autor y

    de diversos datos incompletos, se ha formado el fondo de esta novela.Y hay ms: Ha debido aprovecharse la oportunidad para dar una

    especie de paseo por en medio de una sociedad que ha desaparecido

    en parte, haciendo de ella, si no pinturas acabadas, al menos bocetosde cuadros sociales que parecern hoy tal vez raros y extraos, de-bido al cambio de las costumbres (1 , XV-XVI). El autor, por lo dems.llama a su obra ensayo de novela naturalista, afirma que no pasarade los lmites de la decencia, de la moral y de las conveniencias socia-les, de modo que sin temor podr ser leda aun por las personas

    ms comedidas y timoratas, y repite esta misma idea, ya en eltexto de la obra, cuando dice que no transcribe algunas reflexiones

    sobre la maternidad por no ser indispensables y porque no queremosque el naturalismo pase de los limites que permitan la moral y lasexigencias sociales (1 . XVI y 4).

    El propio Payno declara tambin dnde y cmo empez a escribirsu novela, dnde la termin y algunos otros detalles concernientes a supublicacin. Comenc esta novela escribe en las orillas del bo-rrascoso mar Cantbrico, mirando desde mis ventanas salir tas barcasde los pescadores en las noches serenas y apacibles, con el cielo limpioy las estrellas radiantes, y volver en das en que amenazantes nubesvenan del horizonte como a sorber las pequeas embarcaciones que

    desaparecan por momentos entre la verdosa espuma de las olas.

    Contemplando esas escenas y pensando en la dura y peligrosa vidade los pescadores, pensaba tambin en las cosas de otro tiempo, en mpatria lejana, y llenaba cuartillas de papel con mis recuerdos, sin sabera cuntas pginas llegara esta labor, que absorba algunas horas dia-

    rias de mi vida aislada y la poblaba, a veces, de personajes fantsticos

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    o reales, que venan a acompaarme y a platicar conmigo cuando yolos evocaba, cualquiera que fuese el lugar en que se hallaran o el se-pulcro en que estuviesen durmiendo el sueo final de los seres hu-manos (V, 389 y 390).

    Los bandidos de Ro Fro apareci en su primera edicin, comoya se ha dicho antes, firmada por Un ingenio de la Corte. Paynomismo aclara a este respecto: No puse mi nombre al fmnte de la

    novela, entre otras cosas, porque no saba si mi edad y mis pesaresme permitiran acabarla (y, 390-391). Despus aade que le aconte-cieron no pocas cosas tristes, que la novela se interrumpi y loslectores se enfadaron lo cual prueba que la public por entregas,pero que Dios ha permitido que yo siga todava el penoso viaje dela vida, y la obra ha terminado en la costa de Normanda, delantede una playa desierta, de un mar como un espejo y en un hotel dondeno haba ms viajero que yo. All, en la quietud y soledad de mi

    cuarto, le pensado tambin en las cosas de otro tiempo, completandoms de dos mil pginas, que habrn fatigado, ms que a m, al ms

    sufrido y paciente de mis lectores (y, 391).El tema de tan vasta obra novelstica aparece tambin explcita-

    mente declarado por el autor en el captulo LXIII de la segunda parte,ltimo de la obra y que se titula Cosas de otro tiempo (V, 391-394).Se expone all que en una de las pocas presidenciales del generalAntonio Lpez de Santa Anna, el robo se generaliz en Mxico, ensus alrededores y en el camino a Veracruz de un modo que llam laatencin de las autoridades, por tratarse de golpes bien preparados y

    que se producan en circunstancias misteriosas. Tambin de un modocasual, se descubri que un coronel Yez, ayudante de Santa Anna,era el jefe de la organizacin bandolera, que tena en sus redes a la

    mayor parte de las familias de Mxico. El aguador escribe Pay-no, la cocinera, el cochero, el portero, todos eran espas, cmplicesy ladrones, y , por ms seguridades que se tomaran y los mejores pape-les de conocimiento que se exigieran, nunca se llegaba a saber si setenan sirvientes honrados o pertenecan a la banda de Yez. Y agre-

    ga: He aqu los pocos recuerdos que conservo. Que ese Yez era

    muy sociable y simptico en su trato personal, que tena, como se dicevulgarmente, muy buena presencia, que era lujoso y hasta exagerado

    en el vestir, pues siempre traa cadenas muy gruesas de oro enreda-das en el chaleco, botones de hermosos brillantes en la camisa y anillosde piedras finas en los dedos; que el ciego Dueas hablaba muymal de l y le haba puesto Relumbrn, a causa de las muchas alhajasque ostentaba; que el general Santa Anna, aunque le distingua mucho.

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    al cerciorarse de los crmenes atribuidos a su ayudante, hizo una cleraque lo tendi en la cama; que lo entreg a la justicia ordinaria, y algu-nos aadan que le arranc las presillas de los hombros y se las tira la cara antes de entregarlo al juez que personalmente fue a pren-derlo al Palacio Nacional.

    Se ve, pues, que el personaje central de la novela existi histri-camente, y as lo afirma el propio Payno, quien aade, adems, queese relato se qued, en cuanto a crmenes y robos, muy atrs de laverdad. En este aspecto, el autor confiesa tambin que hubiera sidoms interesante que cualquier novela el extracto de la causa instruida,la cual ocupaba no cuatro cuadernos, sino cuatro o cinco resmas depapel y haba desaparecido antes que el novelista obtuviera el per-miso para verla, incluso lleg a publicarse un folleto titulado Extractode la causa del coronel Yez y socios, que tampoco pudo Payno en-

    contrar jams.

    La obra tiene, pues, una indudable y clara base histrica. En estesentido, refleja perfectamente el clima de temor e inseguridad creadopor el bandidaje, tema acerca del cual puedo brindar el testimonio,rigurosamente indito, del embajador espaol en Mxico, don SalvadorBermdez de Castro, quien el 27 de noviembre de 1846. en su despa-cho nmero 386, escriba lo siguiente: La inseguridad de los caminospblicos, siempre demasiado comn en este pas, se ha aumentado

    escandalosamente desde la ltima revolucin. La concentracin de to-das las tropas en el Norte ha abandonado a los malhechores el trnsitodesde Veracruz a la capital; y la organizacin de milicias nacionalesen los pueblos ha puesto las armas en manos de los proletarios y vaga-bundos. Los desertores aumentan el nmero de bandoleros; de modo

    que casi todas las diligencias son robadas, asaltadas con frecuencia las

    haciendas de labor, y sin fuertes escoltas es peligroso pasar las garitasmismas de Mxico (Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores,

    legajo 1649).En definitiva, la novela est basada en los recuerdos de su autor,

    que casi siempre suele aducir ese testimonio para apoyar o demostrarlo que dice. As, cuando se reicre al sentimiento de miedo y terror quedespertaba el or en la noche pasos en las azoteas de las casas, porqueello anunciaba el robo y aun la muerte, aade en seguida: Yo re-

    cuerdo que cuando era nio no haba semana en que no hubiese enla casa en que viva, pasos en la azotea, que nos dejaban a todos

    helados de terror. Muchos aos despus, a la segunda ocasin que

    hubo pasos en la azotea de la casa de la calle de Santa Clara, que yohabitaba, apagu las luces, y cuando los ladrones amarraban un grueso

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    cordel a la cabeza de la canal, les dispar un tremendo balazo con inifusil de municin de guardia nacional, y no aparecieron ms (V. 110).Pero no es slo eso. Adems de tomar dc la realidad al personajeprincipal coronel Juan Yez, que fue comandante militar de Acatln

    y mayor de plaza en Puebla, adems de ayudante de Santa Anna, y quefue condenado a muerte y ejecutado en julio de 1839. Payno des-cribe largamente los escenarios, el ambiente y los antecedentes de casitodos los personajes, alrededor de los cuales agrupa todo lo que haba

    conocido, que era mucho. Y as lo dice, con sinceridad y sencillez, enlas mismas pginas de su novela, en algunas de las cuales coloca notascasos de los captulos XLIV y XLVII de la segunda parte (y. 65y 145). como la que advierte al lector que a partir del momentoen que se cita al marqus de Radepont. todo el relato es de la msrigurosa exactitud, y ms bien son pginas sueltas de las memoriasdel autor, testigo de muchas de las escenas mezcladas en la novela.

    Por eso ha podido decir Antonio Castro Leal que Los bandidosde Ro Fro es la pintura de toda una poca. Payno agreganos presenta la vida de aquel tiempo en todos sus aspectos: los mise-

    rables y los ricos, las hechiceras y los jueces, los militares y los pol-ticos, los periodistas y los abogados, los petimeti-es y los sacerdotes, lostahres y los rbulas, los secretos de las familias nobles y las desven-turas de los desamparados, los asaltos de los bandidos y las hazaasde los charros, la ciudad y sus pintorescos alrededores, los muladaresy los talleres, las tortilleras y los salones elegantes, las funciones reli-giosas y las partidas de juego, las delicias de la pera y el regocijopopular de las ejecuciones, los hospicios y las crceles, las pulquerasy los mercados, las plateras y los mesones, los almacenes de los espa-lides y las fruteras de los indgenas, las haciendas y los ranchos, lasferias y los herraderos, las aventuras de las diligencias y del trfico la-custre que llegaba al puerto de San Lzaro, las rivalidades del Gobierno

    federal y de los gobernadores de los Estados, las asonadas polticas ylas incursiones de los comanches... (Prlogo, pgs. VIII-IX).

    Es, en efecto, el propio autor quien llama a su obra coleccin dehistorias y cuadros de costumbres (1, 353). Y as, precisamente,define su novela. Como hace con frecuencia digresiones, se exeusay pide perdn al lector, porque interrumpen la accin novelesca. Pero

    aclara yo no escribo novelas que puedan compararse en interscon otras francesas, ingleses o espaolas. Esas tienen un valor lite-rario que estoy muy lejos de pretender; escribo escenas de la vida realy positiva de mi pas, cuadros menos bien o mal trazados de costum-bres que van desapareciendo, de retratos de personas que ya murieron.

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    de edificios que han sido derrumbados; son una especie de bosque-

    jos de lo que ha pasado, que se liga ms o menos con lo que pasa alpresente. Si as sale una novela, tanto mejor; si agrada ese es mdeseo y mayor el de mi buen amigo y editor, y si por ello me conocenun poco ms, me sera indiferente si no deseara dejar a mis hijos algode herencia moral, ya que la suerte me hizo nacer en medio del tra-

    bajo y de las penas y no en la canastilla de los pesos del Aguilay de las onzas de oro (1 . 255).

    Nada tiene de extrao, en consecuencia, que muchos de los per-

    sonajes de la obra no sean producto de la invencin del autor, sinoextrados por ste de la realidad, o de carne y hueso, como dicePayno. Los unos advierte l mismo han desaparecido ya de laeterna comedia humana, los otros han envejecido, y el resto, aunquecorto, quiz anda por esas calles cubiertas de lodo y de agua en la es-tacin de las lluvias, con su pantaln remangado y su sombrero fo-

    rrado con un pauelo de cuadros a falta de paraguas. Y todavaaclara que a los personajes de importancia y calificados de gentedecente los presentar al lector, mientras que a los de baja ralea

    los dejar un poco aparte, aunque haciendo conocer sus anteceden-

    tes, o, al menos, los rasgos ms notables de su vida (1, 153). As, enefecto, Payno da, a veces, excelentes retratos de los personajes, como

    ste de Relumbrn, entonces jefe del Estado Mayor presidencial, a

    quien describe con estas palabras: Era un hombre de ms de cua-renta aos; con canas en la cabeza; patillas y bigote que se tea;ojos claros e inteligentes; tez fresca, que refrescaba ms con escogidoscoloretes que, as como la tinta de los cabellos, le venan directamente

    de Europa; sonrisa insinuante y constante en sus labios gruesos y ro-jos, que enrojeca ms con una pastilla de pomada; maneras desemba-razadas y francas; cuerpo derecho, bien formado. Era, en una pala-bra. un hombre simptico y buen mozo, aun sin necesidad de los

    afeites. Vesta con un exagerado lujo, pero sin gusto ni correccin;

    colores de los vestidos, lienzo de las camisas, piel de las botas, todofinsimo, pero exagerado, especialmente en las alhajas, botones o pren-dedores de gruesos diamantes, que valan tres o cuatro mil pesos;

    cadenas de oro macizo, del modelo de las de catedral, relojes gruesos

    de Roskel, botones de chaleco de rubes; adems, lentes con otras

    cadenas de oro macizo, del modelo de las de Catedral, relojes gruesosfinas y de perlas, permitiralo o no la moda, tanto as se pona. Eranotable su coleccin de bastones con puo de esmeralda, de topacioo de zafir; era la admiracin y la envidia aun de los generales cuyafortuna permita rivalizar con l. Por eso, como ya se dijo antes,

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    se le llamaba Relumbrn, y lo ms curioso de este apodo consiste enque se lo haba puesto un ciego.

    Pero no es slo el caso de Relumbrn. Payno, que incluye ensu novela a varias personas histricas a quienes consigna con sus ver-

    daderos nombres don Manuel Escandn, don Jos Bernardo Couto.don Jos Joaqun Pesado, el conde de Regla, el conde de la Cortina,suele retratar bien a todos los personajes novelescos, aunque tomados

    de la realidad. As ocurre con Evaristo uno de los ms impor-

    tantes. Cecilia, el conde de Sauz, los licenciados don Pedro

    Martn de Olaeta, Crisanto Bedolla y Crisanto Lamparilla, yalgunos otros, todos los cuales estn acertadamente presentados y semueven con gran soltura a travs del relato. En cambio como yaseal Azuela, cuando el autor los hace hablar, su atractivo des-

    aparece y resultan tipos muy inferiores a lo que poda suponerse. Elloquiere decir, en definitiva, que Payno no se preocup de penetrar en

    la intimidad de sus personajes, cada uno de los cuales es absoluta-mente bueno o absolutamente malo y alguno incluso resulta buenoo malo segn los deseos o las necesidades del autor al componer surelato.

    Hay, por el contrario, en Los bandidos de Ro Fro, acedadas yaun bellas descripciones de paisajes campestres y ciudadanos, especial-mente de la ciudad de Mxico y de algunos de sus barrios suburba-nos y dc los alrededores ms pobres. La obra casi comienza, preci-

    samente, con la descripcin de uno de esos lugares. El rancho nadatena que llamase la atencin. Los ranchos y los indios todos se pare-

    cen. Una vereda angosta e intransitable en tiempo de lluvias conducaa una casa baja de adobe, mal pintada de cal, compuesta de una sala,comedor, dos recmaras y un cuarto de raya. La cocina estaba en el

    corral y era de varas secas de rbol, con su techo de yerbas, lo que enel campo se llama una cocina de humo, con sus dos metates, una ollagrande vidriada para el nixtamal, dos o tres cedazos para colar el atoley algunos jarros y cntaros. Se guisaba en tres piedras matatenas y elcombustible lo suministraban los yerbajos y matorrales que rejuntabaun pen en el cerro (1 . 7-8). El cuadro se completa as: Delantede la fachada de la casa, que tena tres ventanas con rejas de fierro.

    bastidores apolillados y cuarterones de papel blanco supliendo los vi-drios rotos, se hallaba un crculo de ladrillos, donde se trillaba lacebada y se desgranaba el maz. Cuatro sauces llorones torcidos, mediosecos, adornaban el frente, y en una esquina un alto fresno cayndosede viejo, sostenido en dos o tres partes con vigas y horcones, y cuyasraces salan a tierra y haban levantado el enlosado y cuarteado una

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    parte del rayador. Un carretn desbaratado y otro reforzado en sus

    rayos con los de mecate, las gallinas y los gallos picoteando losinsectos, un burrito, hijo desgraciado de una de las preciosidades delcorral, y dos o tres perros amarillos y cascarrientos, lamindose unos

    a otros a falta de comida, formaban el escenario de esta propiedadraz, situada casi a las puertas de la gran capital (1 . 9).Dentro de este paisaje, se manifiesta la vida humana, que es, sin

    duda, el tema que ms atrae la atencin de Payno. Sea en las afuerasde la capital, sea en los propios suburbios de Mxico, nuestro escritorse fija en la vida de los habitantes y se deleita describindola. As,en el pobre rancho descrito, su vida era por dems sosegada ymontona. Se levantaban con la luz. El marido montaba a caballoy se iba a las labores, al cerro o al pueblo y no pocas veces a Mxico.Volva a la hora de comer, se sentaba despus en la banqueta dechiluca de la puerta a fumar apestosos puntos de a 20, del estanco.

    y cuando el sol declinaba, daba su vuelta por el corral para ver suganado. Sola curar con un puo de estircol las mataduras de los

    burros, limpiaba sus caballos oon una piedra, echaba unas manganasa las yeguas y en seguida cenaba en familia su buen plato de frijoles.sus tortillas calientes y su vaso de tlachique, y antes de las nuevetodos roncaban y dorman profundamente. A su vez, la seora de lacasa realizaba sus labores. Doa Pascuala se ocupaba de barrer

    la casa, de echar ramas en el brasero formado de las tres matatenasconsabidas, de dar de comer a las gallinas, de limpiar las jaulas delos pjaros, de regar unas cuantas macetas con chinos y espuela

    de caballero, de preparar la comida y de dar las lecciones al heredero deMoetezuma. En esto y en lo otro pasaba el da y la tarde, y el tiempolibre de que poda disponer lo consagraba a la lectura de las muypocas obras que se publicaban en Mxico y que encargaba a su maridocuando extenda sus excursiones a la gran Tenoxtitln; pero tambin,

    lo mismo que su marido, a las nueve roncaba como una bienaven-turada (1 , 10-11).

    En este mismo sentido, Payno demuestra un profundo inters porla vida de los suburbios de Mxico y pone de relieve con ella ladimensin social de sus preocupaciones. No deja de ser curioso escribe saber cmo vive en las orillas de la gran capital esta pobre

    y degradada poblacin. Y vive en un lugar descrito as: A pocadistancia de la garita de Peralvillo, entre la calzada de piedra y la detierra que conducen al santuario de Guadalupe. sc encuentra un terrenoms bajo que las dos calzadas. Sea desde la garita o sea desde elcamino, se nota una aglomeracin de casas pequeas, hechas de lodo,

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    que ms se dira eran temascales, construcciones de castores o alberguede animales, que no de seres racionales. Una puerta estrecha da en-trada a esas construcciones, que contienen un solo cuarto y, cuandoms, un espacio que forma una cocina de humo o un corralito. Losque transitan por las calzadas, apenas ven atravesar esta extraa po-blacin a uno que otro perro flaco, a algn burro que arranca lashierbas que nacen en las paredes de las mismas casuchas, y a una odos inditas enredadas, sentadas a la puerta o por el lindero de la cal-

    zada de piedra (1, 30).La descripcin de esta vida suburbana adquiere en ocasiones el

    tono y la expresin de un realismo trgico y doloroso, como en el casode una impresionante escena que puede suceder dentro de una de esascasuchas del suburbio. Veamos: A ciertas horas, las araas comen-

    zaban su tarea para reparar los desperfectos que haba causado el aire,

    o cualquier accidente del da anterior, y as que afirmaban y reponan

    perfectamente sus hilos, se dedicaban a la caza de moscas, lo que allno era nada difcil, y despus a divertirse y divertir a las criaturas.que eran como sus amigas y compaeras. Tejan su cuerda fuerte, sedescolgaban por ella hasta cerca de la cara de los nios; apenas stos

    movian sus inanecitas para cogerlas, cuando remontaban rpidamente

    hasta su nido y all, meneando sus ojillos salientes y como prendidasen la punta de un hilo, observaban la atolera. Si haba muchos mar-

    chantes, ruido y trfago que las pusiese en peligro, se encogan, sereducan a una bolita imperceptible y se ocultaban en lo ms negroy espeso de las telaraas. En cuanto se estableca la calma, pasaba unamosca cerca o se paraba en la tela, de un salto prodigioso caan sobreella, la apretaban con sus antenas el cuello, la amarraban con dobleshilos en menos de un segundo las alas, y dejndola prisionera parachuparlo la sangre a su hora de almorzar, volvan a formar su cuerday a descolgarse a la cara y a las manos de los chicos, aventurndoseen ocasiones a parrseles por la frente sin pretender su sangre, pueseran menos supersticiosas que la bruja Matiana.

    La preocupacin social e incluso una cierta actitud socialista de

    tipo romntico se advierten con facilidad en la novela de Payno, en

    cuya pluma no son raros prrafos como ste: Los hijos de los po-bres y los hurfanos expsitos tienen el instinto del sufrimiento desde

    que nacen, as como los hijos de los grandes, de los ricos y de losreyes tienen el de causar molestias a todo el mundo (1. 144). Es, endefinitiva, una postura general de crtica de la sociedad, que a vecestiene un aire puramente demaggico, pero que, en cualquier caso.

    alcanza a la organizacin social misma. Recordar, a este respecto, un

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    pasaje, que el autor pone en boca, mejor dicho, en pensamiento dellicenciado Lamparilla. Dice as:

    La sociedad! La sociedad! Qu es la sociedad? Las gentescon quienes tenemos negocios, el Gobierno o la ciudad entera? Todo

    junto es la sociedad, efectivamente, y sta nos npone deberes a losque por fuerza tenemos que sujetarnos.

    La sociedad dice que el chile, las tortillas, los chiles rellenos, lasquesadillas son una comida ordinaria, y nos obliga a comer un pedazode toro duro, porque tiene un nombre ingls.

    La sociedad califica dc ordinaria tambin a la que no se ponemedias, ni viste traje con un corpio hasta el cogote, cuando mejores un pecho opulento que se trasluce por entre la camisa de lino, yunas piernas desnudas, de piel ms fina que la mejor media francesa.

    No hay ms que ver a Cecilia, y que venga Dios y lo diga.La sociedad quiere que los casamientos sean iguales. Iguales en

    qu? Cmo nac yo; cmo me educaron; en qu cuna de oro yde marfil pas los primeros das de mi vida? Dnde est mi to

    el conde, o mi primo el marqus? Nada: pobreza y miseria; y, sinembargo, yo no soy igual a Cecilia; no me puedo casar con ella, por-que al da sigueinte mis condiscpulos del colegio, que ya son jueces.

    que ya tienen su bufete acreditado, viven en casa sola y mantienensu coche, se burlaran de mi; y Cecilia, aunque la vistiese yo de reina,no sera recibida por esas viejas pretensiosas (sic) que los nobles tienen

    por tas, por madres y por esposas. Si me casara. me perdera parasiempre ante la sociedad (II, 229-230).

    Tal preocupacin social era antigua y estaba bien arraigada enPayno, quien en mayo dc 1881, siendo presidente de la Comisin dePresupuestos, suprimi varias plazas de profesores y rebaj el sueldoa algunos de stos. La medida fue duramente criticada por Buinesquien seal que cuando se trataban de hacer economas, jams serebajaba el presupuesto de Guerra y por don Justo Sierra, despusministro de Educacin, quien acus a Payno de querer suprimir la

    escuela preparatoria. Pues bien: nuestro escritor explic entonces que

    cambiar una clase por otra no equivala a destruir la educacin, y seconfes enemigo de la preparatoria, porque retrasaba durante cincoaos la eleccin de una profesin, con lo cual perjudicaba a la clase

    media.Esa atencin de Payno a los problemas de la sociedad, a las clases

    sociales y a quienes las integran determina el inters del escritor porlas costumbres y le impulsa a llenar de cuadros costumbristas su obra.Y justo es decir que en tales descripciones de tipos y grupos humanos

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    se muestra consumado conocedor y maestro. El caso de la masa indiaconstituye un ejemplo destacable. Hay escribe Payno una masaconsiderable, que pasa de miles de indios, que no tiene ni tierras, ni

    casas, ni residencia fija. Caminan como peregrinos grandes distancias

    en busca de trabajo, sin ms equipaje que un sombrero de petate, uncalzn corto de lienzo ordinario de algodn y un capote erizado, hechocon hojas de palmas y que les da el aspecto singular que tendran losprimeros habitantes de la tierra. Llevan con ellos a sus mujeres y a

    sus hijos casi desnudos aun en la estacin del invierno. Las mujeres,enredadas en unas tres varas de lienzo de lana azul, cargando en un

    ayate a sus hijos en las espaldas, que se duermen y van colgando ycolumpiando las cabezas de uno y otro lado. Callados, sobrios, humil-

    des, resignados con su suerte, son al mismo tiempo muy hbiles yprcticos en todas las operaciones para la siembra del maz, que se

    cultiva en Mxico como en ninguna parte del mundo, y en este ramonada tiene que aprenderse de Europa (II, 269). Estos indios se con-

    tratan en las haciendas para hacer los trabajos agrcolas. Durante esetiempo, se alojan en chozas de ramas y zacatn. que nunca faltanen las fincas, o ellos las construyen, y cuando han acabado su contratay percibido el fruto de su rudo trabajo, que comienza ordinariamentea las seis de la maana y concluye a las seis de la tarde, se revistencon sus erizadas capas, las mujeres cargan a sus hijos en las espal-das, y las que no los tienen estn obligadas a cargar el metate y algu-nos canastos y el itacate, que se compone de gordas de maz marta-

    jado, que calientes y acabadas de hacer no son del todo malas, pero

    que fras, slo pueden inarcarse por los dientes blancos y fuertes co-munes a toda la raza indgena. Si tienen algunas nociones de religintradicionales o enseadas por algn cura de un pueblo, cantan en coroS l Alabado. Se despiden antes de salir la luz, besan la mano del admi-nistrador y, tomando un trote uniforme y acompasado, como una tropaal sonido del tambor, salen muy contentos de la hacienda prometiendo

    volver al ao siguiente (II, 269-270).Sobre los mestizos, bastar este retrato de Mateo, cochero de la

    diligencia de Mxico a Veracruz: Era Mateo de esa raza mestizainteligente, audaz y valentona, que representa hoy, quiz, una terceraparte de los habitantes de la que fue Nueva Espaa. y que tantos ser-vicios presta en la guerra, en las minas y en la cultura de los cam-pos. Chaparro, medio zambo, de nariz abultada, de ojos negros, pe-

    queos y maliciosos, lampio, de anchas espaldas, de brazos y piernasmusculosas, con unas manos chicas, pero con los dedos gordos comosi fuesen dc pltano guineo, manejaba con destreza dos tiros de mulas,

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    y su mano era tan dura y firme que las mulas sobradas y bravas quese unca a los coches reconocan desde luego la superioridad del quelas conduca ( 11 , 321-322).

    No pocos tipos humanos ms y sus respectivos modos de vida apa-

    recen bien dibujados en Los bandidos de Ro Fro. Entre ellos caberecordar a Pepe Carrascosa, magnfico ejemplo del clsico rico ava-riento, que lleva una vida casi miserable, sin otras ocupaciones que ir

    a la barbera, or misa en la catedral, almorzar en uno de los bode-gones de la Alcaicera, visitar a algn pariente rico, comer en el mismofign, jugar al domin sin apostar nada y, a las diez de la noche,retirarse a casa despus de estar una hora de ocio sentado en unaalacena del portal con las piernas colgando (1 , 334-335). Pero esms interesante registrar, como lo hace Payno con gran delectacin,

    la costumbre criolla de pasar la temporada en San Angel. Se refiereel novelista a los contrastes que pueden observarse en la RepblicaMexicana, donde mientras en una poblacin hay, por ejemplo, peste,en otra no lejana de la anterior se disfruta de una gran paz y de com-pleta salud; y dice que es en la capital donde tales contrastes son msmarcados. As, escribe Payno: Llegada la temporada de San Angel,

    ya no se piensa en otra cosa. Que la Repblica arda por el Sur o porel Norte, que el Ministerio cambie, que los generales se pronuncien,que las pagas de los empleados anden escasas, que el Gobierno caiga,todo esto y ms todava es completamente indiferente para los habitua-dos de la temporada de San Angel. Y ello se comprende bien aa-de. porque es un pueblo tan tranquilo, tan bello, de una dulce

    temperatura y tan sano, que muchos enfermos, aun de gravedad, conslo el aire que respiran, legran la salud en menos de dos meses. Si-tuado a cosa de 72 varas de altura sobre el nivel de la Plaza Mayorde Mxico, el aire no est impregnado de los miasmas deletreos pro-

    ducto de los desechos de una numerosa poblacin, y el oxgeno de lospinos de la montaa y el perfume de las flores de los jardines influyenen reconstruir el organismo de una manera tan rpida, que parecefabulosa (IV, 24). En aquel tiempo, durante la temporada, cl pueblotena este aspecto: Las casas ocupadas, alegres, abiertas de par en

    par puertas y ventanas desde las seis de la maana, dejando ver suspatios y jardines; las ms bonitas muchachas, vestidas de trajes ligerosde colores fuertes y variados, entrando y saliendo a la iglesia, cuyascampanas sonoras llaman a la misa y a la festividad dominical; nioscorriendo y saltando, jvenes elegantemente vestidos de verano, y se-

    ores graves y mayores con sus bastones de puo de oro y sus levitasde piqu blanco, revisando y fijando sus lentes en las devoradoras

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    criaturas que tienen ocasin de lucir su garbo y destreza en manejarsus rebozos de seda; y todo este moviente cuadro, variado con las in-dias cargadas de fruta y de legumbres que se dirigen al tianguis, conlos mnibus que salen o vienen de Mxico, y con los coches que lleganllenos de gente de buen humor y de convidados a una casa o a otraa pasar un da de campo (IV, 28).

    Manuel Payno es, como se habr podido comprobar, un atento yagudo observador de la realidad social, y apenas deja, en este aspecto,rincn por escudriar. Ello hace de su novela un valioso documentohistrico, especialmente interesante para llevar a cabo la reconstruc-

    cin de la sociedad de la poca. En este aspecto, merece la pena de

    subrayar la lenta transformacin operada en las costumbres respecto

    de las del perodo de gobierno espaol. Ya la condesa de Calde-rn de la Barca, en sus famosas cartas de La vida en Mxico, as

    como su esposo, el ministro de Espaa en Mxico de 1839 a 1842,en varios de sus despachos oficiales, pusieron de relieve esa perviven-

    cia de las costumbres virreinales durante la primera mitad del siglo XIX.A su vez, Payno rinde un testimonio semejante cuando> refirindoseel aparato militar caracterstico del avo y squito de un noble.dice que no se deba a que hubiese partidas de ladrones, ni de revo-

    lucionarios, ni excursiones de salvajes, sino que su razn principal

    era el lujo y la comodidad. Yagrega en seguida: Estas costumbresdc la clase rica de los tiempos coloniales se conservaron muchos aos.

    despus de los tiempos de la repblica, como una de tantas cosas usua-

    les en que no fijaban su atencin sino aquellosa

    quienes interesaba(II. 383).

    Dentro de la fundamental yeta costumbrista de Los bandidos de

    Rio Fro, llamar la atencin del lector, seguramente, la escena en que

    Payno describe la persecucin y matanza de los perros vagabundos

    por los serenos. La costumbre proceda de una orden del virrey conde

    de Revillagigedo, que trat de limpiar la ciudad de Mxico de lagrau cantidad de perros abandonados o sin amo que llenaban, no sinriesgo de los habitantes, sus calles y plazas. Se orden, pues, a losserenos cumplir la orden, y nuestro escritor narra, con gran realismo.el procedimiento empleado y las consecuencias que produca. Hastalas once de la noche escribe Payn o , el sereno, acurrucado en lapuerta de una panadera y envuelto en su capotn azul, donna pro-fundamente. Concluido el teatro, cerrados los billares y cafs y retiradala gente a sus casas, quedaba el traidor enemigo de los perros dueodel campo. Dejaba su farol en medio de las cuatro esquinas, empu-aba su garrote y se deslizaba cautelosamente por las aceras. Encon-

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    traba un infeliz perro durmiendo descuidado en el quicio de unapuerta, le asestaba un tremendo palio y le rompa las costillas o lacabeza. Si el animal no poda coner, el sereno se encarnizaba y lo ha-ca all pedazos; si corra, le lanzaba el palo con fuerza y le quebrabauna pierna; y all, tirado, indefenso, le daba a diestro y siniestro hastadejarlo tendido en un charco de sangre. Las consecuencias del sis-tema eran terribles para los ciudadanos: La ciudad toda y por todas

    partes era turbada en las noches por lejanos ladridos de los perrosque estaban fuera del alcance de la matanza, y por los dolorosos que-

    jidos y aullidos de los que moran o quedaban heridos. Muchas vecesera imposible dormir y las calles amanecan manchadas de sangre.A los serenos se les pagaba un real por cada perro que mataban, y ala madrugada cada uno, segn sus obras, se diriga a la Diputacin

    arrastrando un racimo sangriento, deforme y horrible (1 . 123-124).

    A veces, sin embargo, el realismo de Payno est teido de irona.Por de pronto, la narracin aparece salpicada aqu y all de expresio-nes humorsticas, como cuando dice, al describir un edilicio, ... soste-niendo sus techos columnas de piedra de una sola pieza (o monolitos,para echar al descuido alguna erudicin) ( 1 1 , 189). Pero, adems, enalguna ocasin mezcla el realismo con lo inverosmil y lo ridculo ogrotesco. Es, por ejemplo, el caso ya sealado por Azuela de laescena donde relata el asalto a la diligencia en que viaja la compaade pera italiana, cuyos componentes tiples, sopranos, tenores, bar-tonos descienden del vehculo y calman los instintos criminales de

    los bandidos cantndoles arias, duetos y romanzas.Tambin incluye Payno, en ocasiones, comentarios politicos, de

    orden nacional o de alcance internacional, en el texto de su novela.

    As, refirindose al respeto y al miedo tradicionales de los hombresante los jefes, es decir, ante quienes tienen dotes de mando, por de-cirlo as, naturales, afirma que la Revolucin Francesa fracas en su

    intento de destruir tal sentimiento. Ello se explica, segn el autor

    que muestra en este punto ciertas dotes profticas, por la apa-ricin del comunismo y nihilismo, que es menester contener con millo-nes de soldados armados que a su vez cargan y disparan el fusil esti-mulados por ese tradicional miedo que no los abandona. Y agrega, con

    clara alusin a Bismarck: La Europa presenta hoy, en medio delconstitucionalismo y de la libertad relativa, el espectculo imponentede la autoridad y de la misteriosa obediencia antigua, representada enun canciller, oculto muchos das del ao en un ignorado bosque de Ale-mania, y de cuyos labios est pendiente el mundo entero. Un casosemejante era el de Hispanoamrica: Las jvenes y turbulentas rep-

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    blicas hispanoamericanas, progresistas y ambiciosas del bien y de lasgrandezas, adoptando en el acto cuanto tienen de grande y de vitallas ciencias, la ingeniera> la literatura y la inteligencia humana en todosu admirable desarrollo, no se han podido sacudir de esa tradicin.Unas estn sujetas todava a la poltica de la Iglesia, otras tienen en su

    seno un grupo poderoso de ricos egostas y de pretendientes de no-

    bleza y aristocracia, que esperan con ansia la misa anual mortuoriadel prncipe que, casi echado de su tierra, vino a terminar su vida conuna trgica aventura (1 , 223-224). Difana alusin, la de estas ltimaspalabras, a Maximiliano de Austria, su breve imperio en Mxico ya los mexicanos nostlgicos de aquella etapa histrica.

    Dentro de ese panorama internacional hay, sin embargo, una ex-

    cepcin: Estados Unidos, nacin no sometida, segn Payno, al tradi-cional miedo a la autoridad fuerte. As, escribe: Hay en este cuadro

    severo y moralmente triste, una luz que, lejos de extinguirse. brillams viva y esplndida a medida que pasan los aos: La Repblica delos Estados Unidos. Se contentan en sus aspiraciones con ser todoscapitanes, coroneles y mayores de un ejrcito que no existe; pero nadie

    agacha la cabeza, como nuestro tornero, ante el antiguo y fantsticonoble de bigote retorcido y espada toledana de taza y cruz. Pero Es-tados Unidos tena un defecto importante: no ser amigo de los pases

    hispanoamericanos. Lstima que sus cualidades de independenciapersonal y de constante y atrevido trabajo sean a veces nulificadas conla corteza grosera y egosta que envuelve al yanqui de las praderas!Del americano educado, instruido y , digmoslo as, pulido por la edu-cacin y los viajes, sale un Washington, un Adams. un Cooper. un

    Irving. un Presesott (1 , 224-225).

    * * *

    Como se habr podido ver, Manuel Payno no pretende, en realidad.con Los bandidos de Ro Fro, construir una verdadera novela, sino

    reconstruir una poca, casi del mismo modo y con un mtodo parecidoal que emplea el historiador. De ah el que la obra contenga buenasdescripciones de ambientes y tipos mexicanos de la primera mitad del

    siglo xix. Gracias a ello, nuestro escritor logra presentar un panoramavastsimo. realista, verdico y muy vivo de la vida de Mxico en aque-lla poca, y resultara ocioso buscar otro que le ganara en las virtudessealadas. En consecuencia, el valor ms sobresaliente de la obra con-

    siste en su calidad de documento, y esto es lo que da a su texto per-durabilidad, a la par que explica la alternancia de no pocas pginas

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    sumamente pesadas y aburridas con otras de un vigor, un colorido yuna viveza semejantes a los de un gran cuadro de historia.

    Lo anterior no quiere decir, sin embargo, que Payno careciera de

    dotes de imaginacin e inventiva. Las tena, sin duda, y buena pruebade ello son los numerosos episodios creados por l y el modio hbil deexponerlos y situarlos. Como dice Azuela, Payno fija personajes, su-

    cesos y paisajes con la mayor claridad, los calata, los entrateje y noda lugar a embrollos ni confusiones. Sin embargo, debe advertirsey tambin lo seala Azuela que as como describe el paisaje y elambiente que han captado sus sentidos con fidelidad admirable, cuan-

    do inventa y deja libre su imaginacin, disparata de lo lindo. Elloexplica la mezcla de realismo y romanticismo que se advierte en lanovela; mezcla que bien pudiera provenir del contraste entre la edu-

    cacin tradicional de Payno y la actitud y las ideas reformistas quemantuvo durante su dilatada existencia.

    La cualidad ms importante de Payno es, en cualquier caso, la ob-

    servacin. Gracias a ella, su obra alcanza elevadas y brillantes cotasdentro del realismo, el cual adquiere en l, por la misma razn, untono gustoso de popularismo y sencillez. Ello se advierte tambinen el estilo, familiar y descuidado, como ha dicho Antonio CastroLeal. Su prosa es, sin duda, de exigua variedad lxica, sencilla y pobrede recursos, pero es tambin amena, directa y de fcil comprensinpara el lector medio y popular, al que el autor quiso dirigirse prefe-rentemente. No en balde su novela fue publicada por entregas y puedeconsiderarse, en cierto modo, novela de folletn. En este carcter han

    visto algunos crticos los peores defectos de Los bandidos de Rio Fro.El propio Castro Leal seala, por ejemplo, la deficiencia que consti-

    tuye la necesidad de dar un final interesante y atractivo a cada cap-tulo. de modo que el lector, en suspenso y vido de conocer la

    continuacin, adquiera la entrega siguiente, para lo cual el autor seve obligado a acumular crmenes y horrores, enredos, sorpresasy apariciones y desapariciones de personajes. Mas pienso que eso mis-mo es lo que da a la obra su popularidad y determina el que todavahoy pueda ser leda con agrado, porque el origen real de los hechosnarrados y , sobre todo, el conocimiento directo de esa realidad por elautor dan a su narracin la soltura y la fluidez convenientes al paladarliterario del pblico a que se dirige, as como el mexicanismo que lacaracteriza y que, en frase de Azuela, rezuma por todos los porosde la obra.

    JAIME DELGADOUniversidad de Barcelona