Los Años Perdidos Del Libertador

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C10. EL COMERCIO LUNES 17 DE AGOSTO DEL 2015 Luces Especial MARIBEL DE PAZ A penas unas ho- ras antes, José de San Martín había pedido que le le- yeran los diarios. Ya casi no veía y ni los cataplas- mas de mostaza ni las altas do- sis de opio que consumía por prescripción médica lograban calmar los dolores punzantes que le torturaban el vientre. A las tres de la tarde, afiebrado, el Libertador moría sobre la cama de su hija Merceditas. Ese día, San Martín se había levantado sereno. Vivía en un piso alquila- do en el número 105 de la Gran- de Rue de la localidad marítima francesa de Bolougne-sur-Mer, una ciudad más pequeña que el limeño Miraflores. Era el sá- bado 17 de agosto de 1850 y el verano europeo iba a ser testigo de la muerte, a sus 72 años, del hombre que cruzó los Andes a caballo para librar las batallas que lograron la independencia de Chile y el Perú. Algunos paí- ses más allá, en Ucrania, el ge- nio de la novela, Balzac, moría al día siguiente en total soledad. El político argentino Félix Frías, quien llegó a casa de San Martín al día siguiente de su muerte, relató para el diario chi- leno “El Mercurio” la escena que encontró: “Su rostro conserva- ba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de ca- ridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadá- ver”. En aquella casa propiedad del abogado y periodista Adolph Gérard, San Martín había pasa- do los dos últimos años de su vi- Gracias a Merceditas, preci- samente, el Libertador se habría dejado convencer, en 1848, de posar para inmortalizar su ros- tro con ayuda de los avances de la ciencia. Lejos de los triunfales re- tratos al óleo en los que era repre- sentado en medio de las cordille- ras, ya sin uniforme ni bicornio, el daguerrotipo muestra a un San Martín en postura napoleónica, con el brazo dentro del abrigo y las patillas heroicas ausentes. A los 70 años, el Libertador estaba a solo dos años de su muerte. El otro periplo El cadáver de San Martín, em- balsamado, fue trasladado en primer lugar a la basílica de No- tre Dame de Boulogne, para en- contrar allí sepultura en una de sus bóvedas. El Libertador ha- bía deseado ser transportado a la Argentina, donde estaría cer- ca del cuerpo de su amada Re- medios. Sin embargo, Merce- ditas no lo permitió, aduciendo que ella misma debía estar cer- ca de su padre. Luego, en 1861, el cuerpo de San Martín sería trasladado al cementerio de Brunoy, cerca a París, a un mau- soleo adquirido por su yerno Mariano Balcarce. Finalmente, los restos del Libertador serían trasladados a Buenos Aires en 1880, donde descansa en la Ca- tedral Metropolitana. En Lima, en la Plaza San Mar- tín, a tiro de piedra del Hotel Bolívar, los fines de semana un popular imitador de Michael Jackson pasa el sombrero y bri- lla entre la audiencia, que grita y aplaude gustosa, quizá rabio- sa. Desde los parlantes, resuena Thriller, acaso el himno pop de los ochenta. Solo una estampa. Nada más. MUSEO HISTÓRICO NACIONAL DE ARGENTINA Los años perdidos del Libertador El exilio parisino, la temprana muerte de su esposa, la obsesión por la educación de su hija Merceditas. Los últimos días del hombre que tuvo el extraordinario atrevimiento de cruzar los Andes a caballo para enfrentarse a la Corona española. José de San Martín, a 165 años de su muerte. 24/8/1822 3/8/1823 10/9/1823 10/2/1824 4/5/1824 6/8/1824 9/12/1824 11/12/1824 7/12/1824 17/12/1830 5/8/1838 17/7/1839 23/1/1844 16/3/1848 17/8/1850 21/9/1822 26/1/1823 da, desde que llegara allí en 1848 ahuyentado de París por los dis- turbios que condujeron a la ab- dicación del rey y dieron lugar a la Segunda República France- sa. En una necrológica apareci- da en el periódico “El Imparcial” de Bolougne-sur-Mer menos de una semana después de la muer- te del prócer, Gérard describía así a su inquilino: “El señor San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físi- cos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpá- ticos; su mirada penetrante y vi- va; sus modales llenos de afabi- lidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer”. Precavido, San Martín había redactado varios testamentos. En el de 1844 se declaraba, co- mo primer título: “Generalísi- mo de la República del Perú, y fundador de su libertad”. La decisión final Veintiocho años atrás, el 24 de agosto de 1822, San Martín ha- bía dado la noticia de su abando- no de la vida pública y alejamien- San Martín anuncia su abandono de la vida pública y alejamiento del Perú. Fallece su esposa Remedios, a los 25 años. El Congreso peruano concede a Bolívar la autoridad suprema en el país. San Martín se embarca con su hija en el buque Le Bayonnais rumbo a Europa. Continúa rumbo a Southampton luego de que le niegan la visa en Francia. Bolívar vence en Junín. Sucre gana en Ayacucho. El permiso de residencia de San Martín en Francia consigue ser gestionado. Ofrece sus servicios a Argentina ante la guerra con Brasil. Muere Simón Bolívar. San Martín le escribe al gobernador argentino Juan Manuel de Rosas ofreciendo sus servicios. San Martín es nombrado ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina ante el Perú. Redacta su cuarto testamento en París. Traslado de San Martín a Boulogne-sur-Mer luego de las revueltas en París. Muerte del Libertador. Aborda el bergantín Belgrano con rumbo a Valparaíso. Parte de Santiago hacia Buenos Aires, cruzando la cordillera, para encontrarse con su familia. to del Perú. Apenas un mes antes se había dado la secretísima en- trevista en Guayaquil con Bolí- var, que dejó a este al mando de parte del ejército de San Martín. Luego de esto, el prócer argen- tino manifestó su deseo de acu- dir al encuentro de su familia. Lo que siguió, sin embargo, estuvo lejos de lo esperado por el Liber- tador. El 21 de setiembre por la noche se embarcó en el bergan- tín Belgrano con rumbo a Valpa- raíso con la intención de partir, desde allí, rumbo a Buenos Aires para reencontrarse con su espo- sa María de los Remedios y su hi- ja Mercedes. Se llevaba consigo, solamente, según cuenta la his- toria, el estandarte de Francis- co Pizarro bordado por Juana la Loca, la campanilla de la Inquisi- ción de Lima y 120 onzas de oro. Atacada por la tuberculosis, la muerte, sin embargo, alcanzó a María de los Remedios antes que el general, con quien se había ca- sado cuando él contaba 34 años y ella apenas 14. Perdida esta batalla, San Martín decidió abandonar Amé- rica. El 10 de febrero de 1824 abordó el buque Le Bayonnais rumbo a Europa. Lo acompaña- ba su hija de siete años, Merce- des Tomasa, más conocida como Merceditas San Martín. El viaje a Europa no estuvo ausente de contratiempos. El 23 de abril, al llegar a la ciudad francesa de El Havre, le fueron requisados sus documentos privados y se le ne- gó la visa. Así, decidió enrumbar hacia Southampton, en Ingla- terra. Más adelante, en diciem- bre del mismo año, el hermano de San Martín, Justo Rufino, lo- graría gestionar su residencia en Francia. Durante un tiempo, San Martín se dedicaría, a cam- bio de jugosos honorarios, a ser el tutor de los hijos de un antiguo militar amigo. Su verdadera ob- sesión, sin embargo, sería desde siempre la educación de su hija. Para ella redactaría, en 1825, y con intrincada caligrafía, las cé- lebres máximas para Mercedi- tas, en las que no solo pretendía inculcarle el desprecio al lujo, el amor por el aseo y la rara, y sana, costumbre de hablar poco. Tam- bién la motivaba allí a “humani- zar el carácter y hacerlo sensi- ble, aún con los insectos que nos perjudican”. Y, más importante aún: a saber guardar un secreto. La niña de sus ojos. Merceditas San Martín, la hija del Libertador. Se llevó consigo el estandarte de Francisco Pizarro bordado por Juana la Loca y la campanilla de la Inquisición de Lima. INFOGRAFÍA: NORMAN DEL MAR / FUENTE: INSTITUTO SANMARTINIANO DEL PERÚ.

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El Comercio 17 agosto 2015

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C10. el comercio lunes 17 de agosto del 2015

Luces Especial

Maribel De Paz

A penas unas ho-ras antes, José de San Martín había pedido que le le-yeran los diarios.

Ya casi no veía y ni los cataplas-mas de mostaza ni las altas do-sis de opio que consumía por prescripción médica lograban calmar los dolores punzantes que le torturaban el vientre. A las tres de la tarde, afiebrado, el Libertador moría sobre la cama de su hija Merceditas. Ese día, San Martín se había levantado sereno. Vivía en un piso alquila-do en el número 105 de la Gran-de Rue de la localidad marítima francesa de Bolougne-sur-Mer, una ciudad más pequeña que el limeño Miraflores. Era el sá-bado 17 de agosto de 1850 y el verano europeo iba a ser testigo de la muerte, a sus 72 años, del hombre que cruzó los Andes a caballo para librar las batallas que lograron la independencia de Chile y el Perú. Algunos paí-ses más allá, en Ucrania, el ge-nio de la novela, Balzac, moría al día siguiente en total soledad.

El político argentino Félix Frías, quien llegó a casa de San Martín al día siguiente de su muerte, relató para el diario chi-leno “El Mercurio” la escena que encontró: “Su rostro conserva-ba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba al lado del lecho de muerte. Dos hermanas de ca-ridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadá-ver”. En aquella casa propiedad del abogado y periodista Adolph Gérard, San Martín había pasa-do los dos últimos años de su vi-

Gracias a Merceditas, preci-samente, el Libertador se habría dejado convencer, en 1848, de posar para inmortalizar su ros-tro con ayuda de los avances de la ciencia. Lejos de los triunfales re-tratos al óleo en los que era repre-sentado en medio de las cordille-ras, ya sin uniforme ni bicornio, el daguerrotipo muestra a un San Martín en postura napoleónica, con el brazo dentro del abrigo y las patillas heroicas ausentes. A los 70 años, el Libertador estaba a solo dos años de su muerte.

El otro periploEl cadáver de San Martín, em-balsamado, fue trasladado en primer lugar a la basílica de No-tre Dame de Boulogne, para en-contrar allí sepultura en una de sus bóvedas. El Libertador ha-bía deseado ser transportado a la Argentina, donde estaría cer-ca del cuerpo de su amada Re-medios. Sin embargo, Merce-ditas no lo permitió, aduciendo que ella misma debía estar cer-ca de su padre. Luego, en 1861, el cuerpo de San Martín sería trasladado al cementerio de Brunoy, cerca a París, a un mau-soleo adquirido por su yerno Mariano Balcarce. Finalmente, los restos del Libertador serían trasladados a Buenos Aires en 1880, donde descansa en la Ca-tedral Metropolitana.

En Lima, en la Plaza San Mar-tín, a tiro de piedra del Hotel Bolívar, los fines de semana un popular imitador de Michael Jackson pasa el sombrero y bri-lla entre la audiencia, que grita y aplaude gustosa, quizá rabio-sa. Desde los parlantes, resuena Thriller, acaso el himno pop de los ochenta. Solo una estampa. Nada más.

Museo Histórico NacioNal de argeNtiNa

Los años perdidos del Libertador

El exilio parisino, la temprana muerte de su esposa, la obsesión por la educación de su hija Merceditas. Los últimos días del hombre que tuvo el extraordinario atrevimiento de cruzar los Andes a caballo para

enfrentarse a la Corona española. José de San Martín, a 165 años de su muerte.

24/8/1822

3/8/1823

10/9/1823

10/2/1824

4/5/1824

6/8/1824

9/12/1824

11/12/1824

7/12/1824

17/12/1830

5/8/1838

17/7/1839

23/1/1844

16/3/1848

17/8/1850

21/9/1822

26/1/1823

da, desde que llegara allí en 1848 ahuyentado de París por los dis-turbios que condujeron a la ab-dicación del rey y dieron lugar a la Segunda República France-sa. En una necrológica apareci-da en el periódico “El Imparcial” de Bolougne-sur-Mer menos de una semana después de la muer-te del prócer, Gérard describía así a su inquilino: “El señor San Martín era un bello anciano, de una alta estatura que ni la edad, ni las fatigas, ni los dolores físi-cos habían podido curvar. Sus rasgos eran expresivos y simpá-ticos; su mirada penetrante y vi-va; sus modales llenos de afabi-lidad; su instrucción, una de las más extendidas; sabía y hablaba con igual facilidad el francés, el inglés y el italiano, y había leído todo lo que se puede leer”.

Precavido, San Martín había redactado varios testamentos. En el de 1844 se declaraba, co-mo primer título: “Generalísi-mo de la República del Perú, y fundador de su libertad”.

La decisión finalVeintiocho años atrás, el 24 de agosto de 1822, San Martín ha-bía dado la noticia de su abando-no de la vida pública y alejamien-

San Martín anuncia su abandono de la vida pública y alejamiento del Perú.

Fallece su esposa Remedios, a los 25 años.

El Congreso peruano concede a Bolívar la autoridad

suprema en el país.

San Martín se embarca con su hija en el buque Le Bayonnais

rumbo a Europa.

Continúa rumbo a Southampton luego de que le

niegan la visa en Francia.

Bolívar vence en Junín.

Sucre gana en Ayacucho.

El permiso de residencia de San Martín en Francia consigue ser gestionado.

Ofrece sus servicios a Argentina ante la guerra con Brasil.

Muere Simón Bolívar.

San Martín le escribe al gobernador argentino Juan Manuel de Rosas ofreciendo sus servicios.

San Martín es nombrado ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina ante el Perú.

Redacta su cuarto testamento en París.

Traslado de San Martín a Boulogne-sur-Mer luego de las revueltas en París.

Muerte del Libertador.

Aborda el bergantín Belgrano con rumbo a Valparaíso.

Parte de Santiago hacia Buenos Aires, cruzando la cordillera,

para encontrarse con su familia.

to del Perú. Apenas un mes antes se había dado la secretísima en-trevista en Guayaquil con Bolí-var, que dejó a este al mando de parte del ejército de San Martín. Luego de esto, el prócer argen-tino manifestó su deseo de acu-dir al encuentro de su familia. Lo que siguió, sin embargo, estuvo lejos de lo esperado por el Liber-tador. El 21 de setiembre por la noche se embarcó en el bergan-tín Belgrano con rumbo a Valpa-raíso con la intención de partir, desde allí, rumbo a Buenos Aires para reencontrarse con su espo-sa María de los Remedios y su hi-ja Mercedes. Se llevaba consigo, solamente, según cuenta la his-toria, el estandarte de Francis-co Pizarro bordado por Juana la Loca, la campanilla de la Inquisi-ción de Lima y 120 onzas de oro. Atacada por la tuberculosis, la muerte, sin embargo, alcanzó a María de los Remedios antes que el general, con quien se había ca-sado cuando él contaba 34 años y ella apenas 14.

Perdida esta batalla, San Martín decidió abandonar Amé-rica. El 10 de febrero de 1824

abordó el buque Le Bayonnais rumbo a Europa. Lo acompaña-ba su hija de siete años, Merce-des Tomasa, más conocida como Merceditas San Martín. El viaje a Europa no estuvo ausente de contratiempos. El 23 de abril, al llegar a la ciudad francesa de El Havre, le fueron requisados sus documentos privados y se le ne-gó la visa. Así, decidió enrumbar hacia Southampton, en Ingla-terra. Más adelante, en diciem-bre del mismo año, el hermano de San Martín, Justo Rufino, lo-graría gestionar su residencia en Francia. Durante un tiempo, San Martín se dedicaría, a cam-bio de jugosos honorarios, a ser el tutor de los hijos de un antiguo militar amigo. Su verdadera ob-sesión, sin embargo, sería desde siempre la educación de su hija. Para ella redactaría, en 1825, y con intrincada caligrafía, las cé-lebres máximas para Mercedi-tas, en las que no solo pretendía inculcarle el desprecio al lujo, el amor por el aseo y la rara, y sana, costumbre de hablar poco. Tam-bién la motivaba allí a “humani-zar el carácter y hacerlo sensi-ble, aún con los insectos que nos perjudican”. Y, más importante aún: a saber guardar un secreto.

La niña de sus ojos. Merceditas San Martín, la hija del Libertador.

—Se llevó consigo el estandarte de Francisco Pizarro bordado por Juana la Loca y la campanilla de la Inquisición de Lima.

iNfografía: NorMaN del Mar / fueNte: iNstituto saNMartiNiaNo del Perú.